One-shot The Hanged Man [Katrina Akaisa | Gakkou Roleplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 6 Mayo 2020.

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    Zireael

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    Título:
    The Hanged Man [Katrina Akaisa | Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4951
    Me aventé 4k del background de Kat en Gakkou, sacándomelo de la puta manga con tal de hacerlo encajar con su relación con Shiori y su propio background. Estoy living, qué decir.
    La cantidad de pendejadas que me inventé aquí no tiene nombre.

    No tengo mucho que añadir (?) disfruté de manera ridícula narrar a Kat en este delirio.
    Edit: La canción anterior era Mission de Catfish and the Bottlemente, pero la cambié luego de publicar y luego de que Mori leyera porque recordé la que está ahora.





    'Cause kindness is weakness, or worse, you're complacent.
    I could play nice or I could be a bully.
    I'm tired and angry, but somebody should be.



    [​IMG]







    Akaisa.

    Creo que durante toda mi educación nunca tuve un nombre, era Akaisa a secas. Distante, frío, sin género ni voz. El apellido era la jaula y la llave a la vez. ¿A cuántos lugares no había entrado solo por ser una Akaisa? Perdí la cuenta.

    Damian Akaisa. Ese es mi padre, un hombre de ascendencia alemana, de aspecto tosco y nula inteligencia emocional o con nula capacidad de mostrar afecto, no lo sé; dueño de la MEDSUPASS. ¿Qué coño es esa mierda? Una gran empresa de insumos y asistencia médica, con socios en casi todas las grandes casas farmacéuticas del mundo.

    Así como mi abuelo, y el padre de mi abuelo y así hasta perder la cuenta, había heredado el control de semejante titán de la salud apenas terminó sus estudios universitarios, con veintitrés años casi recién cumplidos, aunque los hilos eran movidos bajo la mesa en su mayoría todavía por los más experimentados.

    A los veinticinco se casó con mi madre, Hailee Cox, de veinticuatro años, hija de uno de los socios de su empresa. Era un matrimonio arreglado a medias, pero lo cierto es que, al menos hasta bien entrada mi infancia, el frío y distante Damian que yo conocía, era otro con mi madre. La amaba profundamente, ¿qué pasó después? No estoy muy segura, nunca pregunté y nadie me lo contó.

    ¿El apellido Cox me hubiese abierto las mismas puertas? No lo sé, pero sin dudas habían cientos de días en que lo hubiese preferido aunque me hubiese dado una vida sin lujos ni privilegios.

    Ni siquiera sé de dónde mierda salió Akaisa, si papá y toda su familia eran alemanes. Suena a japonés y tampoco parece tener raíces allí.

    Akaisa.

    La búsqueda nos lanza a Kaisa, de aparente uso sueco, finlandés, noruego o danés, Kaisa nos lanza a Kajsa mismo uso pero incluyendo el antiguo sueco, de Kajsa a Karin, de Karin a Kadhrin y de Kadhrin a… Katrina.
    Katrina forma corta de Katharina, mismas raíces que los demás pero incluye el danés antiguo. Surge de la forma latina de una palabra griega extraña, de origen incierto: uno de los dos, tortura, lejos, cientos.

    Akaisa.

    Acacia.

    ¿Fue una deformación del nombre común de ese árbol cubierto de espinas? ¿Se lo colocaron ellos mismos, en algún punto perdido del árbol genealógico? Surgidos de la nada, como malahierba, dominando y dañando a todo el que osara ponerles la mano encima.

    Poco importa, porque lo cierto es que ni en una puta búsqueda de internet logré dar con una explicación de mi apellido que lo hiciera sentir más mío.

    No hay que ser ningún genio para saber que recibí todos los lujos y pomposidades que recibe todo niño rico, principalmente al ser hijo único. Educación en la mejor escuela primaria, una habitación enorme, ropa de las más finas clases, cuidado y mimo de criadas.

    Crecí en una jodida mansión en el DC, el Potomac era el patio trasero, y el frente estaba decorado por preciosos jardines de jazmines.

    Recibía clases particulares, como si no fuera suficiente. Intentaron que aprendiese a tocar distintos instrumentos pero no parecieron ser mi fuerte nunca, he recibido clases de arte desde que descubrí que tenía mano para los medios plásticos.

    Aprendí trozos de idiomas, más gracias a las criadas que a las clases. Español, poquísimo italiano, el inglés acelerado, casi musical y a veces hasta grosero de los inmigrantes latinos del Bronx que terminaban en la otra punta del país.

    Creo que el mayor de los fiascos para mi padre fue haber tenido una única hija, mujer, cuando MEDSUPASS había estado regida por los varones de la familia tanto tiempo. Sobre todo cuando ninguno de los dos quería tener más niños. Nunca lo escuché decirlo y quizás me lo esté inventando, porque a pesar de que no recibo cariño de su parte, fui educada con la misma exigencia y rigor que todos los varones de la familia.

    Cómo se educa a un heredero.

    La cosa se fue un poco, bueno, bastante a la mierda, cuando luego de firmar un chorro de contratos y mierdas que no me interesaban, fue posible extender MEDSUPASS aún más, demasiado quizás, ampliando una rama a Japón. La condición era, sin embargo, que mi padre se encargara directamente de ella, dejando los centros de DC en las manos de jóvenes igual de capaces.

    Tuvimos que aprender japonés o al menos intentarlo, y aprender el resto en ese país en medio del mar. Dejamos atrás a las mujeres que me habían criado y de las que aprendí más de la vida que de mi propio padre.

    Nos mudamos cuando tenía nueve años y me educaron dos años completos en casa, en nuestra nueva mansión que desentonaba con todo Japón, hasta que entendí el idioma con la suficiente fluidez para ir a la escuela y entré a las condenadas academias japonesas, con sus reglas y sus malditas e incómodas faldas.

    Conocí a Shiori Kurosawa a los doce años, un año y algo antes de que su hermano mayor fuese arrollado.
    Era una chiquilla alegre, cálida y amorosa, aunque con pocos amigos. Pecaba a veces de confianzuda y lo cierto es que su personalidad parecía más americana que japonesa.

    Por alguna razón que no recuerdo, había pedido que me dejaran volver a casa caminando y topé con ambos Kurosawa al esperar para cruzar un paso de cebra. Si no hubiese sido por la diferencia de edad, fácil hubiesen pasado por mellizos.

    El cabello oscuro, las facciones suaves, los ojos de atardecer, cálidos. Tenían una belleza tan delicada que casi pasaba desapercibida.

    —¡Ah! Eres la chica que se mudó a esa gran casa americana en el barrio de los extranjeros, ¿no? ¿Hablas japonés bien?

    Esas fueron sus primeras palabras, descuidadas pero sin maldad alguna.

    —¡Shiori, para de una vez, eso es grosero! —La reprendió el mayor y ella dio un respingo—. Disculpa, a veces es un poquito torpe.

    La menor hizo una breve reverencia mientras se disculpaba. Apreté el maletín que sostenía entre mis manos y le dediqué una sonrisa a ambos.

    Suave. Educada.

    —No pasa nada —dije en japonés, respondiendo a la pregunta de la menor—. Nos mudamos hace unos años, pero hasta ahora puedo ir a la escuela sin problema.

    —¿Tus ojos son naturales? —preguntó la chica, como si ella misma no tuviera dos llamas en lugar de ojos.

    Asentí tímidamente mientras avanzaba, pues el semáforo que nos indicaba que podíamos pasar ya estaba en verde. Al parecer caminaríamos en la misma dirección un par de calles.

    —Shiori, ya déjala tranquila.

    —No te preocupes… ¿Senpai?

    —Kurosawa —respondió la menor.

    —¿Sawa? ¿Pantano? —Repasé los kanjis mentalmente. Podía escribirse de dos formas.

    —Sí —confirmó el mayor. Lo cierto es que, si uno le daba muchas vueltas, las melenas azabache de los Kurosawa eran el pantano negro y ellos, con sus ojos anaranjados, eran los cocodrilos alumbrados por la linterna de un desconocido—. ¿Y tu nombre?

    Reglas japonesas. Allí era más Akaisa de lo que había sido nunca.

    —Akaisa —respondí.

    —¿Qué significa, Akaisa-senpai? —Enarqué una ceja al escuchar el sufijo y encogí los hombros en respuesta.

    —Suena japonés pero evidentemente no lo es, Kurosawa-san.

    Tardé en darme cuenta en que el mayor llevaba el uniforme de la academia a la que iban a enviarme cuando entrara al instituto.

    Topé varias veces más con ambos ese año, tanto en el paso de cebra como en otros lugares. Empezaron a invitarme a pasar el rato en el parque con ellos después de clase, nunca entendí muy bien por qué, si mi actitud incluso entonces era un poco insípida. Era callada, de pocas palabras, y en general no sonreía más que por educación, como se me había enseñado.

    Como una muñeca de porcelana.

    Pero los Kurosawa eran insistentes, como si vieran en mí una suerte de cachorro perdido al que debían enseñarle el mundo. ¿Eran mis amigos? No estaba segura, en la escuela no tenía amigas, tampoco las había tenido en DC y… realmente habían chicas que directamente no querían saber nada de mí. No es que importara, es decir, habían niñas que parecían malas por gusto incluso cuando éramos tan jóvenes y pocos años después lo confirmaron.

    A veces el apellido Akaisa servía también para hacer enemigos.

    Indiferentemente, lo más parecido a amigos que tenía eran esos dos chicos raros. Shiori por entonces no había adquirido aquellos tintes burlones, ni su capacidad para hacer a otros bailar a su ritmo, pero Kaoru sí. Era suave, amable y protector, pero sabía dar órdenes sin necesariamente imponerlas y era asombrosamente disciplinado.

    Si me lo preguntaban, hasta Kaoru Kurosawa parecía un mejor candidato para ser cabeza de una bestia como la MEDSUPASS, pero allí estaba yo, con la disciplina pero sin la carisma ni la capacidad de mando.

    Pensándolo ahora, era ridículamente dura la forma en que me juzgaba, comparándome con un muchacho de dieciséis años y hasta con adultos.

    Creo que no me di cuenta que Shiori Kurosawa era de verdad mi amiga hasta que perdió a Kaoru, y nunca se lo dije. Tampoco me di cuenta lo mucho que veía al mayor como mi senpai hasta ese momento, hasta el día maldito en que me di cuenta de lo que había ocurrido.

    Alguien se lo dijo a mamá, una de las nuevas criadas, que no era ni por asomo igual de cálida de las latinas y afroamericanas que dejamos atrás, a las que tanto queríamos. Lo cierto es que todo Japón, excepto por los Kurosawa, me resultaba igual de frío que papá.

    Mamá tuvo que decírmelo a mí.

    —Kat, cielo —dijo mientras entraba a mi habitación. Estaba haciendo las tareas de aquella semana—. ¿Tienes un segundo?

    Asentí con la cabeza y cuando levanté la vista para topar con su mirada heterocroma, la preocupación y el dolor que reflejaron me arrojaron el alma a los pies. Nunca le había visto esa expresión en el rostro.

    —¿Mamá? —La voz me brotó ahogada.

    Se sentó a la orilla de la cama y, para cuando me había dado cuenta, estaba tirando de la piel alrededor de sus dedos, nerviosa. Ella no parecía notar su propia acción.

    Nunca parecíamos notarla hasta que era demasiado tarde.

    —Kat, ¿viste a los Kurosawa ayer?

    Asentí con la cabeza de nuevo, pero esta vez fue mucho más mecánico. Recuerdo que, por alguna razón, sentí miedo. Un total y absoluto terror.

    —El mayor…

    —Kaoru.

    —Kaoru-kun. —Era raro escucharla usar los sufijos japoneses, pero lo hacía cada vez con más frecuencia—. Falleció.

    Es extraño. Recuerdo con tal vividez ese día, el canto de los grillos fuera, en los nuevos jardines y el sonido de la brisa. La noticia había llegado hasta tarde a casa, a nuestra mansión aislada. Cerca de las siete de la noche.
    Recuerdo que para cuando me di cuenta mi madre había tenido que sostenerme, porque el llanto me había consumido. Un llanto horrible, creo que en ese momento yo lloré todo lo que Shiori no pudo llorar nunca.

    Eran mis amigos. Uno estaba muerto y la otra había perdido a su guardián.

    No sé cuánto me tomó recuperar la compostura, pero cuando lo hice, mi madre siguió hablando, con sorprendente entereza.

    —El funeral será mañana —murmuró mientras me acariciaba el cabello—. ¿Quieres que acompañemos a Shiori-chan?

    No sé por qué dije lo que dije, no sé por qué insistí en ir sola ni de dónde saqué, por primera vez en mi vida, el carácter para hacer la primera de mis exigencias. Es probable que la muerte de Kaoru Kurosawa fuese la pieza de dominó que inició un derrumbe en cadena, donde Shiori y yo estábamos en el medio en diferentes puntos de cercanía.

    —Iré sola.

    —Kat, ¿cómo voy a enviarte sola a algo así?

    —Iré sola —repetí—. Basta con un Akaisa.

    Me levanté, me limpié el rostro y bajó la mirada confusa de mi madre salí para dirigirme al estudio de mi padre. Entré sin tocar y me recibieron sus fríos ojos verdes.

    —¿Katrina?

    No hubo reacción a mi rostro enrojecido ni a los evidentes rastros de llanto. Fruncí el ceño.

    —Tengo un funeral al que ir. —Incluso él pareció perder balance, sus facciones reflejaron confusión un instante antes de regresar la vista a lo que sea que estuviese haciendo en la computadora.

    —¿De quién, si se puede saber?

    —Kaoru Kurosawa. —Me costó horrores decir su nombre sin ceder al llanto de nuevo.

    —¿De los dueños de la tienda del centro? Pero si era un muchacho apenas.

    —Tengo que ir. Su hermana es mi amiga.

    —¿Tu madre irá contigo?

    —Sola.

    —¿Qué dices?

    —Sola, papá. —Alzó la vista de nuevo y, por alguna extraña razón, pude ver la sombra de una sonrisa en sus ojos.

    —Fujioka te llevará y te traerá de regreso.

    —Bien. —Di media vuelta para dejar la habitación, él me llamó y me detuve en la puerta, sin girarme para mirarlo. Las lágrimas habían vuelto a correr por mi rostro.

    —Dale el pésame de parte de los Akaisa a su familia.

    Asentí antes de salir por fin, cerrando la puerta tras de mí.

    El llanto de los padres de Shiori hizo eco incluso por encima del ruido de la lluvia y Shiori no perdió la compostura ni un solo instante, como un pilar, no lo hizo al menos de la misma forma que sus padres.

    Lo sepultaron, como lo hacíamos en occidente, no tengo muy claro por qué.

    Recuerdo a Shiori clavada junto a la fosa, destilando agua. Sus padres, arrodillados y cubiertos por la sombrilla de un desconocido ni siquiera repararon en eso. El gentío no me dejó llegar a ella.

    Cuando las personas se dispersaron de a poco y quedaron ellos solos, me acerqué. Sus padres parecían haberse calmado por fin, pero Shiori seguía desconectada, clavada allí como una estatua o al menos daba esa sensación. Había dejado de llover.

    —Kurosawa-san —llamé a la mujer, que alzó apenas la vista, su esposo creo que fue quien me prestó mayor atención. Hice una reverencia y cerré los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas. Ellos tenían derecho de llorar, no yo—. Mi familia les da nuestro más sentido pésame.

    —Akaisa-senpai. —La voz serena de Shiori me llamó la atención, me dedicó una suave sonrisa antes de continuar. No la entendí, nunca lo hice pero en aquel momento me resultó tan indescifrable que casi me dio miedo—. Gracias por acompañarnos. A Kaoru… le habría alegrado.

    Me quedé estática, incapaz de decir nada más. ¿Debí abrazarla, quizás? No lo sé, ni siquiera sé cómo lo habría tomado. Para cuando me di cuenta, estaba ayudando a su madre a levantarse y prácticamente fue ella quien los arrastró fuera del cementerio.

    Creo que lo vi entonces, apenas un atisbo de la persona en que Shiori Kurosawa estaba por convertirse, de la máscara que estaba por colocarse… el rostro deformado de su hermano. Suave, calmada, sorprendentemente autoritaria de ser necesario. Capaz de arrastrar a cualquiera fuera de una trinchera, a pesar de que por entonces era casi igual de menuda que yo.

    Aprendí a reconocer su máscara con ridícula facilidad gracias a ese momento y años después entendí que no quería mostrar sus emociones al mundo, que le parecían un signo de total y absoluta debilidad, que si se permitía sentir iba a derrumbarse como lo habían hecho sus padres. Los únicos que lograrían colarse en su corazón, de alguna forma incomprensible, serían Nagi Watanabe y Hiroki Usui.

    Dejé de verla durante casi tres meses, al menos donde acostumbraba a hacerlo. Solía pasar por la tienda de sus padres, que ahora atendía en lugar de su padre.

    Se le veía agotada casi siempre, pero no dejaba de sonreír para los demás y yo… ¿Iba a verla exactamente por qué? Porque me preocupaba. Porque había empezado a bailar al ritmo de su extraño corazón.

    Porque Kurosawa era una maldita rara que luego de que lograra sacar a sus padres del pozo había vuelto a mí, transformada en su hermano, entregándome comida hecha en casa y con ello un fragmento de sí misma.

    Cuidado. Intentaba cuidarme cuando yo no lo necesitaba y no dejaba que nadie cuidara de ella, como una madre. Después de todo, se había transformado en eso, ¿no? Porque sus progenitores habían quedado casi tan inútiles como un saco de patatas.

    Una tarde, cerca de un año después, luego de verla en el lugar usual, al regresar a casa fue que todo empezó a irse a pique.

    Recuerdo que llegué y una de las criadas me hizo pasar de inmediato al estudio de papá. Hablaba con otro hombre, uno de sus socios japoneses, y a su lado estaba un joven de unos quince años. Alto, cabello negro, ojos oscuros, nada del otro mundo. No era ni por asomo diferente a nadie más ni resaltaba a la vista como podían hacerlo los Kurosawa con aquellos ojos de fuego.

    —Katrina. Te presento a Aoyama-san y su hijo.

    Hice una reverencia como toda respuesta.

    —Ah, Akaisa-chan —respondió el hombre con tono afable. Encontré más cariño en la voz de un desconocido que en la de Damian Akaisa—. Realmente eres idéntica a tu madre.

    Al enderezarme le dediqué una suave sonrisa y deslicé la mirada a mi padre.

    —Aoyama-kun está estudiando en la academia a la que entrarás el año entrante.

    Otra reverencia.

    —Senpai.

    —Sho. —Lo escuché decir—. Puedes llamarme Sho, Akaisa-chan.

    Lo cierto es que Sho Aoyama podía pecar de ingenuo, lo supe después.

    Se quedaron a cenar y, aún así, mis neuronas no conectaron los acontecimientos hasta que más tarde esa noche, al tomar una fruta de la cocina, escuché a mis padres hablar en el salón. Los escuché con absurda claridad debido al silencio de la noche.

    —Damian, por dios, ¿sabes qué haces? —La voz de mi madre sonaba brusca.

    —¿Sabes tú lo que estás reclamando, Hailee? —No sonaba alterado, de hecho su voz era tan plana que más bien desconcertaba—. ¿No nos conocimos igual tú y yo?

    Mi madre bufó.

    —Pero teníamos veinte años, por Dios, Katrina no es más que una niña.

    —Ya no estamos en América, deberías entenderlo.

    —¡¿Te estás excusando con una cultura entera para esta estupidez?!

    —Hailee, baja la voz, por favor.

    Otro bufido. Creo que nunca la escuché tan alterada.

    —Estás planeando el futuro entero de tu hija, como si fuese una muñeca. No necesitamos de Aoyama.

    —¿Que no dices? Son una bestia farmacéutica, claro que los necesitamos.

    —No a costa del futuro de Katrina. No comprometiéndola con Sho Aoyama.

    —¿Puedes dejar de exagerar? No es como que vaya a ocurrir ya. Tienen que salir del instituto ambos. Es bueno que lo conozca desde ahora, solo eso.

    —Estás… No pienso discutir más esta mierda contigo, Damian. Puedes joderte.

    El inglés tosco pero cantarino de Delilah.

    Cuando escuché los pasos de mamá salir, subí a toda prisa a mi habitación, cerrando la puerta lo más silenciosamente que pude.

    Compromiso.

    ¿Qué coño tenía papá en la cabeza?

    La manzana que había tomado se me resbaló de las manos y la respiración se me aceleró, al ritmo de mi corazón descontrolado. Era horrible, espantoso. Esa noche terminé con las manos ensangrentadas, me había comido las uñas y había arrancado trozos de piel alrededor de ellas hasta hacerme profundas heridas.

    Me habían educado como heredera, ¿para qué? Para luego colocarme en las manos de los Aoyama.

    Había sido siempre una muñeca. Cada hilo de mi vida había sido movido con un único propósito, suceder a mi padre, pero a una manera completamente distinta. La educación, la migración a Japón, las clases particulares. Todo e incluso así, no tenía amor que darme.

    La información salió de la mansión, extraña, como de un teléfono descompuesto, y llegó a la escuela.
    De compromiso pasamos a una palabra peor, matrimonio arreglado, y luego, cuando entré a la academia, surgió algo todavía más terrible.

    ¿Cómo podía estar comprometida con Aoyama si me había metido con Kaoru Kurosawa?

    Eran unas hijas de puta, unas perras sucias usando la memoria de un muerto para inventar su mierda.

    Estaba harta de ser una muñeca, de ser controlada por otros y de que hablaran de mi vida como si yo fuese un extra. Estaba malditamente harta de no saber quién demonios se supone que era.

    Akaisa.

    Katrina.

    Huracán.

    Esa tarde llegué a casa, me encerré y todo lo que recuerdo son fragmentos inconexos. La ropa de princesa desperdigada, las heridas en mis manos, las tijeras y el cabello rubio sobre la alfombra. La nana de mamá y su voz, filtrándose a través del ruido blanco de mi cabeza desorientada.

    Otra exigencia para mi padre al día siguiente.

    Ropa nueva, no quería mi maldita ropa de princesa, y una visita a la peluquería para arreglar el destrozo que había hecho con unas tijeras sin filo. Le pedí a Fujioka una parada extra, compré en el supermercado dos cajas de esos tintes para aplicarse en casa: rojo y negro.

    Otra laguna mental.

    El tinte en dos tazas, el cabello segmentado. Mis manos heridas manchadas, ardiendo como el puto infierno, el agua oscura corriendo por el desagüe.

    Y mi reflejo, la melena negra y roja empapada, estampada contra mi cráneo, enmarcando los ojos de gato que mi madre me había heredado. Lucía más pálida que nunca debido al contraste de color. La nueva versión de mí misma me regresó una sonrisa terrible y felina.

    Era la zorra que antes de comprometerse con Aoyama y con apenas doce o trece años se había enredado con Kaoru Kurosawa, ¿no? Pues iba a ser la zorra que tanto anhelaban y ya tenía a la víctima, al pobre miserable que sería el primero en la lista.

    Sho Aoyama iba a hacerme el favor.

    Creé mi propia máscara tomando lo peor de los Kurosawa y combinándola con mi necesidad de control sobre mi propia vida.

    Manipulación.

    Si iba a tomar MEDSUPASS iba a ser con mis propias manos, no iba a entregarla a Aoyama ni a nadie más, ni siquiera bajo un matrimonio que me asegurara conservar el control de la industria en Japón sin competencia alguna.

    Iba a despedazarlo todo y aún así no iba a dejar espacio a la duda para entregarme las llaves del reino de los Akaisa y entonces hacer el trabajo que todos mis ancestros varones habían logrando en América, sin ayuda de nadie más. Si eso significaba aplastar a Aoyama, pues era lo que iba a a pasar apenas saliera del condenado instituto y terminara al universidad.

    Podía postergar el estúpido compromiso hasta que me diera la gana, papá se encargaría de cumplir ese capricho… Luego la culata de mi escopeta le arrancaría todos los dientes cuando el retroceso del disparo pasara a través de mí.

    No necesitaba a ningún maldito hombre para controlar al nuevo titán de Japón ni para nada más que fuera de importancia. Si necesitaba a alguno era para montar mi teatro y poco más.

    Sacos de carne.

    Todos los malditos hombres eran unos inservibles y el único que no lo había sido, lo había arrollado un cabronazo.

    Estaba llena de ira.


    Me zafé del son de Kurosawa, aunque ella nunca me dejó ir del todo, para iniciar mi propia y asquerosa sinfonía. Me acerqué a Sho, como papá había querido, me interesé por él, su familia y sus estúpidas actividades extraescolares, hasta que estuvo enredado en mis hilos.

    Sus labios eran tibios, pero no había nada en ellos, nunca hubo nada en los labios de ninguno. Lo arrastré al armario de enseres, con una excusa estúpida que ahora no me interesa recordar. Fue torpe pero exageradamente cuidadoso, algo doloroso. Tal vez él me quería, no tengo idea, pero yo no lo quise a él ni a nadie más.

    El plan avanzó, Aoyama fue desechado como el muñeco que era, y el rumor fue esparcido por mi propia boca.

    Iba a ser la perra que parecían pedir a gritos.

    El siguiente fue el que me dio el primer cigarrillo, un idiota de segundo. Lo fumé en la azotea, quemaba como la mierda, pero sosegó la ansiedad a la que me había acostumbrado desde hace tiempo. Había algo en el humo, además, que era hipnótico.

    Asumo que aquel cigarrillo solo aceleró la caída de la línea de piezas de dominó. Escapaba de casa casi cada viernes y sábado, fumaba tabaco y marihuana, bebía en pubs de mala muerte donde les importaba una mierda dejar entrar a menores y aún así el apellido siempre me abría las puertas; me revolcaba con quien se me antojara, todo siempre sin descuidar lo único que le importaba al distante Damian Akaisa: la escuela.

    Notas perfectas, desempeño envidiable en las clases particulares, incluso me había metido al puto club de arte de la academia. Todo así hasta llegar a tercero, moviéndome entre el desastre y las expectativas que me asegurarían mantener asegurado lo que me pertenecía por derecho.

    Me transformé en los dos finales de una escala de grises y podía moverme entre todos los tonos intermedios con una facilidad ridícula.

    Para cuando volví a reunirme con Shiori Kurosawa, en segundo pues ella acababa de entrar a la academia, creí que recibiría rechazo de su parte. Pero subestimé la insistencia y calidez de Shiori. Podría decirse que era un kitsune, cambiando de forma para adaptarse su entorno, pero era mucho más delicada. El kitsune era yo, ella… Un ave lira. Eso.

    Podía imitar el sonido que le diera la gana con tal de sincronizarlo con su propio corazón y sosegar a casi cualquier bestia.

    Kurobaka.

    No mencionó siquiera la reputación de mierda que me había hecho, ni el tinte o las perforaciones, ni que me había visto sin mi ropa de princesa en la calle. Nada, como si le fuese indiferente, y tampoco mencionó mi cambio de actitud con ella… como la estúpida que había sido siempre. Aunque lo cierto es que yo tampoco mencioné nada sobre los tintes burlones que había adquirido su personalidad.

    Cómplices.

    Es probable que si el pajarito hubiese usado la indiferencia de sus padres de la misma forma en que yo usaba la de un solo progenitor, para colarse en el mundo de fuego, humo y calentura que yo conocía hubiese sido una víbora de muchísimo cuidado y una compañera de engaño de primera categoría; pero era Shiori Kurosawa de quien hablábamos, no era capaz de hacer las emociones a un lado de la misma manera, podía ocultarlas pero no desligarlas de sus acciones.

    Supongo que fue en ese momento en que marqué un limité. No iba a tocar nunca a chicas como Shiori, ni a las ratas de biblioteca o las muchachitas tímidas de mi grado. Quería desatar mi furia, no destrozar las emociones de un montón de estúpidas. Ya bastante había tenido con destrozar las propias.

    Pero nada me detenía de destrozar las emociones de los imbéciles por excelencia.

    Me daba igual aplastar los sentimientos de un hombre para alcanzar lo que quería.

    Cigarrillos, hierba, alcohol, un polvo o incluso MEDSUPASS. Podía enredar a cualquiera en mis hilos para conseguir esas cosas e iba a hacerlo hasta alcanzar mi meta final.
     
    • Ganador Ganador x 3
  2.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    oh myyyyy, estoy livign con esto. Dios, estoy super fangirl.

    Listen, si ya antes amaba a Kat, ahora que sé su background es que dios, la idolatro, quiero hacerle un altar. Es fascinante el cambio que puede dar psicológicamente una persona tras haber estado sometida durante tanto tiempo y tras darse cuenta, en un momento determinado, que ya no quiere seguir siendo así. Y omg, se vuelve la diosa que ahora e sklajda

    Voto que todos nos pongamos a hacer fics con los backgrounds de los nenes (???? bc son una maravilla omg. He adorado todo este one-shot tbh, y cuando al principio leí que era 4k palabras dije alv pero PERO se me ha hecho super liviano de leer y para cuando me he querido dar cuenta ya estaba por el final del mismo y estaba fangirl asf con la muchacha.

    Oh boy, siempre se me olvida que Kat era rubia y que se tiñó en el mental breakdown del siglo, me cuesta imaginarla sin su cigarro y su aspecto de roquera (?) But tbh, la pobre en realidad la tiene que haber pasado super mal... te mudas a un país completamente nuevo por qué a tu padre, que ni siquiera te tiene tanto aprecio como debería, le interesan más sus negocios que nada y de repente, cuando empiezas a tener a dos personas que consideras verdaderos amigos... uno se muere y la otra cambia completamente por ello y hasta me sorprende lo bien que lo ha llevado al chica, pero es que she is a queen.

    Y mira, no, cuando le presentó al chico este yo ya me lo estaba oliendo y ESTABA MUY TENSA PORQUE ODIO ESO. PERO YOU GO QUEEN, YAS QUEEN, SHOW THEM WHO YOU ARE, SHOW HIM THAT YOU DESERVE THE BUSSINESS, SHOW 'EM QUEEEEN.

    Oh damn, y el final ahí con Shiori no haciéndole preguntas y aceptando su cambio, bc she is a good good friend. Omg, tbh, estaría bonito que en el rol eventualmente Kat le pillase tanto cariño a Rach y se sintiese tan cómoda que le contase todas estas cosas y tuviese alguien con quién sentirse tranquila para ser la niña buena que en el fondo todos sabemos que es uwu Bc Rach es tan calm, creo que calmaría mucho a Kat cuando estén juntas (?)

    Dios, sabes que adoro como escribes también y adoro a tus personajes, Kat me gusta especialmente idkw, bc she is a goddess or something, y pues leer algo tuyo tan largo y bonito de un personaje tan estupendo pues ajsdnajd soy feliz.

    PD: Casi se me olvida. En mi juego Tha Hanged Man te permite volar durante una habitación, es bastante útil uwu (casi todas las cartas lo son, tbh (?)
     
    Última edición: 7 Mayo 2020
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    Gigi Blanche

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    Lo primero que voy a decir, 10/10 la elección de canción pls, es tan Kat que me alucina. La sigo escuchando incluso ahora y me transmite todas las vibes correctas. Me super hypea, u know. Tiene esa mezcla de suavidad, tristeza y fuerza que funciona super bien para ir acompañando todo lo que ocurre en el fic QUE POR CIERTO im so in love. Con todo, gurl. Tu narración, la backstory que te montaste, con Kat, pls. Como dijo Amane, si antes ya la amaba ahora la idolatro *le construye el altar a Katrina-sama*

    Debo decir que me costaba acostumbrarme a imaginarla rubia alkdjska debía hacer el esfuerzo consciente, y por ahí me sumergía mucho en la historia y de repente lo recordaba, and then oh shit, right.

    So now, con esta maravillosa función que me enseñaste(?), procederé a citar los fragmentos random que más me gustaron.

    Creo que ya te lo había dicho, pero me encanta toda la research que te mandaste and honestly aún no me creo que hayas podido conectar Akaisa con Katrina. Its just too fuckin great. Pero no acaba ahí, y la analogía con acacia ugh. No sé por qué exactamente me gustó tanto esta frase, sobre todo la parte de "como malahierba". Creo que reflejaste super bien, y sin necesidad de grandes recursos, todo lo siniestra que puede ser una familia poderosa, que escalan, se desenvuelven y crían a sus sucesores con el empeño suficiente para convertirse en clanes. Its scary, u know. Ni de coña me gustaría nacer en el seno de una familia así jsjs, y a Kat encima le tocó ser hija, e hija única. Porque lo que tienen de clan, por supuesto, también lo tienen de conservadores y tradicionalistas. Ugh, fuck those people.

    GUUUURL amé esta descripción con todo mi puto corazón, y ni siquiera sé por qué. Creo que en poquísimas palabras supiste transmitirme super bien la familiaridad y naturalidad de Katrina en Estados Unidos, and idk. Eso no es nada fácil cuando el escritor no es del lugar del que habla, and so i loved it.

    "Basta con un Akaisa". Esto refuerza x1000 esa concepción asquerosa de clan, de manada que surge tan fácil al pensar en los Akaisa, y me encanta. Incluso luego, cuando Damian le pide que le mande el pésame a los Kurosawa "de parte de los Akaisa". Aunque no lo diga, sabes que no se refiere a su familia directa, el núcleo más íntimo. Hablar de "los Akaisa" se remonta a una tradición larguísima y llena de mierda, donde cada miembro, en su debido momento, se infló el pecho de orgullo y actuó en pos de mantener la reputación de un monstruo tan grande e indefinido como una familia de poder. Damian actúa conforme a eso, y Katrina también está metida allí desde que nació. Lowkey me encanta que se haya cargado al hombro la determinación de hacerse cargo de la empresa y cerrarle el culo a todos los que la subestimaron, en vez de escapar y dedicarse a otra cosa. I mean, ambas opciones son super respetables, porque no podría realmente culparla de querer alejarse de toda esa mierda. Pero creo que tomó el camino más difícil, and hence i love her and support her. SHOW EM GURL, SHOW EEEEM

    Esto me pegó con mucha fuerza, y creo que resume super bien la situación de Shiori a partir de la muerte de Kaoru. Que estuviera de pie, calada hasta los huesos, y sus padres no lo notaran. 10/10 es oro

    ESTO FUE TAN HELLA GRAPHIC y hasta me dolió, like, físicamente. U know, en las manos. Me encanta que menciones que la memoria de Kat sufre de lagunas y recuerda las cosas fragmentadas, y las describas justo así: como imágenes estáticas, sucediéndose una detrás de otra fundidas en el negro. No sé si se estaba bañando o lo hizo en el lavamanos(??), pero personalmente la imaginé en la ducha, quitándose los restos de tintura y viendo cómo el agua oscura corre por el desagüe. U know, la imaginé sin ropa, tan delgada y pálida, con todo el cabello pegado al cráneo y... se me hizo tan vulnerable. Tan frágil. Y me duele un huevo pensar en todo el camino que recorrió, y todas las cosas que le ocurrieron para derivar en eso.

    I mean, ya sabemos que en el fondo es bien pinche soft y que toda su fachada de tough girl sólo es eso, una máscara, pero a veces con su hostilidad uno se olvida un poco de toda la tristeza que hay detrás de la furia. Y ese pequeño momento me lo transmitió con mucha intensidad, and so i loved it.

    TE JURO QUE AQUÍ CHILLÉ. La frase de la escopeta la leí, like, cinco veces??? idk I LOVED IT JODER AMO TUS METÁFORAS AAAAAAAA

    Pobre Sho we. Lo más probable es que el pobre idiota estuviera tan enfrascado en su pequeño mundo de niño rico que siquiera se detuvo a considerar la realidad. Btw, me gusta mucho cuán reflejado se ve sobre el final del fic lo que mencionaste una vez, que no podías imaginarte a Kat enamorada de un hombre. Thats great, y si me preguntas resulta super comprensible por toda su historia.

    Última mención de Gigi chillando por las metáforas de Yaahl, i swear. Tuve que buscar qué era un ave lira porque no las tenía ni de nombre, y me encanta. Me encanta porque, de por sí, Shiori suele ser asociada con aves. Y el ave lira le calza a la perfección. Also, la parte de "sincronizarlo con su propio corazón y sosegar a casi cualquier bestia" oh gurl, i just cant.

    Y BUENO, creo que esto no es tan biblia como suelen ser pero igual está lleno de fangirlismo y amorsh uwu Lo amé, gurl, u know i did. Estos fics de backstory me ayudan a apreciar mucho más a los personajes y me encanta la forma en que desarrollas a los tuyos. Y eso, soy fan <33
     
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