One-shot The Temperance [Jez Vólkov | Gakkou Roleplay | FSN]

Ya que el delirio nos dio fuerte a Gigi y a mí con esta serie del tarot, voy a aprovechar para enlistar todos juntos en el orden de las cartas pues porque me da la gana. Claramente no es ni por asomo un orden cronológico de nada de lo que pasa en estos fics porque ni están conectados lmao.
Also, las cartas del tarot tienen números romanos raros, pero así son, listo todas las cartas y linkeo solo las que llevamos, obviamente.

Contenido oculto: Arcanos

I. The Magician.
II. The Popess.
III. The Empress.
IIII. The Emperor.
V. The Pope.
VI. The Lover.
VII. The Chariot.
VIII. The Justice.
VIIII. The Hermit.
X. The Wheel of Fortune.
XI. The Strength.
XII. The Hanged Man.
XIII. Nameless.
XIIII. The Temperance.
XV. The Devil.
XVI. The Tower.
XVII. The Star.
XVIII. The Moon.
XVIIII. The Sun.
XX. The Judgement.
XXI. The World.
Ø. The Fool.

Sin más que decir, sigue este (?) Que sé que es Temperance, no The Temperance, pero we mi aesthetic :'v

Personaje: Jezebel Vólkov.

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So when I'm ready to be bolder
and my cuts have healed with time.
Comfort will rest on my shoulder
and I'll bury my future behind.
I'll always keep you with me,
you'll be always on my mind
but there's a shining in the shadows
I'll never know unless I try.​

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Conservo recuerdos tan difusos de mis padres que no estoy segura siquiera de si son reales o solo se trata de una imagen mezclada de lo que me cuenta nani de ellos y las fotografías.

No tengo muy claro qué pasó el día que murieron, tenía… ¿Siete u ocho años? Ocho.

Por alguna razón nani me cuidaba esa noche, ¿habrían decidido salir solos? ¿Darse el tiempo de tener una cita? No tengo idea, ese día entero es un parchón negro, solo tengo la imagen de nani abriendo la puerta principal después de haber puesto la cena sobre la mesa y luego romper en llanto.

Sollozaba con tanta fuerza que sentía mi cuerpo vibrar con su llanto, nunca había escuchado a nadie llorar de esa manera y en comparación a todos los recuerdos de mi infancia, ese es el único que es nítido, como un estanque de agua clara en medio de una tormenta. Lo recuerdas porque no encaja, porque incomoda, porque parece imposible.

Entendía la muerte aunque no quería, mis abuelos habían muerto apenas un año antes y también nuestro perro, un gran pastor alemán negro, que ya tenía sus años cuando nací.

Cuando lograron calmar a nani, quien tuvo que decírmelo fue mi tío, no recuerdo nada después de eso, no sé qué me dijo realmente más allá de que tenía el verbo morir en alguna parte.

Fue un tipo ebrio. Los chocó de lado con una velocidad vertiginosa, murieron los tres casi en el acto.

Los sepultamos una tarde fresca, bajo el cielo de un tono de azul tan claro que parecía el de un hospital, y el sol, tras las nubes, recordaba una perla. La ropa negra de todos contrastaba violentamente con el cielo, las flores y las paredes de la iglesia.
Los sucesos se entrecortan, las imágenes no tienen orden claro. Recuerdo el clima, la iglesia, los autos, los cajones de madera, las manos de mis tíos que nunca me soltaron y las fotografías de mis padres, enmarcadas con flores. Lirios blancos o quizás calas y tulipanes.

Calas. ¿En dónde se supone que llaman a las calas alcatraces? ¿Qué tiene de parecido un ave marina a una flor?

Nani me había rodeado el cuello con una bufanda de un tono de violeta tan apagado y desaturado que casi se podía confundir con el azul hospital del cielo, incluso sin haber podido dejar de llorar ni un segundo y mi tío me cargó durante la caminata por el cementerio, impasible, como un pilar.

Creo que nunca me detuve a pensar en la templanza de Victor Haumann hasta años después, entrada en la adolescencia, al recordar la forma en que había sostenido a ambas ese día espantoso en que su esposa perdió a su hermano y su sobrina a su padre. Igualmente no creo que él estuviera preparado para tomar el lugar de su cuñado, como padre quiero decir, pero lo hizo sin dudar ni un segundo. Lo hizo porque amaba a nani y me amaba a mí como ella lo hacía.

Suena terrible, quizás, pero aprendí a vivir sin ellos. Sin mis padres a los que lloré casi hasta mis once años y en algunos días de mi adolescencia, en un silencio desolador. Creo que lo que más terror me daba era olvidarlos, olvidar sus rostros y su cuidado, pero mis tíos nunca permitieron tal cosa. Nunca hubo más que amor y comprensión en ellos.

Nani no lo sabía, pero el día que murieron mis padres ya estaba embarazada de Anne y seis años después vino Isaac.

Si algo le dio sentido a mi vida después de aquella pesadilla fue el momento en que nani me dejó cargar a Anne en brazos, cuando sentí su cuerpecito cálido, diminuto contra mi pecho, cuando meses más tarde sus ojillos dorados se posaron en los míos, idénticos a los de nani, a los míos y a los de mamá. Isaac los heredó también.

Cuidado.

Protección.

Luego de ver a alguien tan pequeño, entendí que no quería hacer otra cosa que brindarle el mismo amor y cuidado que el que me habían brindado mis tíos, que no permitiría nunca que nadie le hiciera daño.
Tristeza, ira, dolor, frustración… No me permitiría sentir nada de eso, no mientras tuviese a alguien de quien cuidar, a quien enseñarle lo que era crecer rodeado de calidez.

Creo que en el fondo siempre lo supe, que el cuidado de otros era solo un burdo intento por llenar el vacío que cargaba conmigo y que recordaba cada vez que veía a los profesores preparando a los demás para hacer regalos para el día de la madre y el día del padre. Cuando nos pedían hablar de nuestra familia y yo hablaba de nani y de tío Vic, aunque en la gaveta del escritorio de mi habitación tenía un relicario con una foto de mis padres y en la pared del pasillo nani tenía la foto del día en que se casaron.

Recuerdo que a veces, sola en casa, lloraba en silencio mirándola, viendo la cabellera albina de papá y sus ojos ámbar, junto al cabello castaño oscuro de mi madre. Imaginándolos jóvenes por la eternidad, mientras nani, tío Vic, Anne, Isaac y yo seguíamos envejeciendo.
¿Estaba siendo mal agradecida? No lo tenía muy claro, pero tampoco sabía cómo avanzar en un mundo donde las figuras que yo no tenía eran tan importantes, a pesar de que amaba a mi familia con todo el corazón y que ocupaban el mismo lugar, a pesar de que sabía vivir sin su presencia a mi alrededor.

En algunas ocasiones me lamentaba por no haber corrido el mismo destino, de no haber ido en el auto con ellos. Eran pensamientos horribles, extraños, que no lograba identificar como parte de mí, pero aparecían como invocados por algo terrible, por el vacío.

¿Quizás debía comentárselos a nani o a tío Vic? Es probable, pero me daban terror, eran casi como un monstruo y no quería que ellos vieran eso, que supieran que la niña que habían criado pensaba cosas tan espantosas.
Los arrojaba bajo la alfombra, como todos los demás sentimientos horribles que no me permitía sentir y que no consideraba parte de mí.

Sin embargo, si pudiera echar el tiempo atrás, ¿habría podido cargar a Anne e Isaac siendo tan pequeños? ¿Nani me hubiese cuidado de la misma manera? ¿Era tanto el vacío que me carcomía como para arrojar por la borda la familia que tenía ahora?

No.

Cuando los pensamientos terribles me dejaban y recordaba que realmente ahora no sabía hacer otra cosa que cuidar de ellos, era capaz de entender que, quizás, realmente no quería que nada fuese diferente.

No era capaz de imaginar un mundo distinto, a pesar de todo.