Calle Principal

Contiene:
Tienda de Regalos
Tablón de Trabajos
Herrería Izagawa
Santuario Shinto
Tienda de Moda de Sakura-chan
Supermercado
Restaurante
Salón de Juegos
Hospital
Cine
Maid Café
The Velvet Room
​

La ruidosa calle principal del distrito comercial de Hanazawa.

Se trataba de un lugar bullicioso y con bastantes lugares de interés; ciertamente la parte más "urbana" del pueblo. Era lo que más se asemejaba a una ciudad... cuanto uno más se alejaba de la calle principal, más rural se volvía Hanazawa. Sin embargo, no se podía negar que la larga calle principal, con sus múltiples negocios y locales, así como sus bonitos árboles de cerezo, también tenía su encanto.

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Contenido oculto: Music Theme del Distrito Comercial

 

Sanji Allende

Salí bastante contento de la tienda de Sakura. No solo había conseguido lo que necesitaba, sino que además lo había hecho gratis (luego de haber comprado otras cosas, obviamente, nada es gratis en esta vida) y había conseguido equipamiento que me vendría bien de ahora en adelante, si íbamos a tener que seguir peleando contra esos monstruos. Además, había conseguido algo que hacer las veces que saliera solo del colegio. Que si la experiencia me podía dictar, iban a ser muchas. Me encontraba en la calle, viendo a donde dirigirme ahora, cuando una enérgica voz me llamó la atención.

La muchacha de trenzas rosadas se había acercado corriendo hacia a donde estaba, saludándome. Era un torbellino de energía, la verdad. Le sonreí mientras me hablaba, y estuve por abrir la boca para responderle, cuando se dio la vuelta, disculpándose, y se alejó de allí, ingresando a la tienda de ropa. Bueno, con tantos accesorios encima, le vendría bien una visita a Sakura. Seguramente servía para aumentar su colección.

— ¡Soy Sanji, por cierto! ¡Y a mí me encanta tu cabello!— exclamé, para luego reírme.

Bueno, no estaba tan solo como creía. Con las manos en los bolsillos, comencé a caminar por la calle, viendo vidrieras. ¿A dónde podía ir ahora?

 

Sanji Allende

Me detuve a la mitad de camino hacia el hospital, pues había escuchado varias voces conocidas. Cautelosamente, las seguí, y pude descubrir que la mayoría de mis compañeros elegidos por el destino estaban allí, en lo que parecía el santuario. Sonreí, y me planteé directamente dejar de lado el hospital, y dirigirme hacia allí, para ya matar dos pájaros de un tiro. Pero me frené a medio camino, notando quienes estaban allí. Me mordí el labio, y me di media vuelta, mientras miraba el sol. Sí, todavía tenía tiempo, si me apuraba. Todavía podía intentar cumplir algo del 1%, aunque sea una parte. Y tal vez así, Huitaca me dejaría de molestar un rato.

Con rapidez, volví sobre mis pasos, para dirigirme hacia la escuela. Ojalá siguiera abierta ahora a la tarde.

 

Oreki Tojo

Se detuvo en medio de la calle mientras leia una de sus libretas escolares y mordía una barra de pastel helado, lapiz en mano y mas concentrado que en la hora de la cena, necesitaba cada neurona si queria cumplir la misión.

—Veamos, aqui van mis planes de paseos el dia de hoy...esto quedara para más tarde y...—Oreki reubicaba su suerte de agenda con la cual esta vez visitaria el restaurant, sin embargo esta vez el chico recorreria cada rincón de algun lugar en la ciudad.

—espero por el bien de todo conseguir información.

Asi Oreki ajusto su mochila para adentrarse en aquellos misterios que rondan y amenazan la vida. Una tarea pesada para un joven, pero que para nada iba a rechazar.

 

Sanji Allende

Seguir al palo vestido sin que se diera cuenta había sido divertido, la verdad. Además, no había tenido que realizar ningún esfuerzo extra para evitar que me viera. Estaba tan nerviosa que se agitaba más que un junco al viento. Parecía que necesitaba concentrarse en cada paso que daba. Sin embargo, a medida que veía a donde se dirigía, me comenzó a llenar la intriga. Además de una creciente sensación de inseguridad, que comenzó a subir por mi estómago. Cuando entró a la tienda de regalos, incliné la cabeza hacia un costado, confundido.

Fruncí el ceño. Tal vez fuera una coincidencia, o tal vez, simplemente, las cosas no volvían a salir como esperaba. Cosa que ya debería acostumbrarme, la verdad. Suspiré, algo cansado, y en cuanto la vi entrar, me rondando las cercanías, esperando a que saliese. Tenía que sacarme la duda. Al final, decidí quedarme al frente de la tienda, esperando. Fingir que había llegado allí por casualidad también era una opción, y era muy bueno mintiendo, pero quería sacarme ya la pregunta de encima. No tenía mucho más caso seguir dándole vueltas al asunto.

 

Oreki Tojo

Oreki suspiro con entusiasmo al ver el la calle principal. Luego de ver tal infierno en Arcadia ver esto era un regalo para la vista.

—De acuerdo creo que era ...¡Allí!

El chico dio un último bocado a su barra energética y corrió hasta el establecimiento, una vez cerca trato con el mayor de los cuidados no hacer mucho escándalo, no le parecía faltarle el respeto a quién le recibió con una buena taza de té.

Esta tienda a pesar de parecer, por su nombre, una tienda de vestidos y conjuntos veraniegos sentia que algo más interesante podía aguardar.

 

Mientras Sanji esperaba en plena Calle Principal, alguien se le acercó sigilosamente. Lo notó enseguida, y en cuanto el joven usuario de Persona se volteó se encontró cara a cara con Isander, el mayordomo asistente de Igor. El hombre con apariencia de mayordomo lo examinaba con ojo crítico, como si estuviera evaluándolo en su mente, y se mantuvo en silencio por unos instantes... hasta que finalmente habló.

—El Amo quiere transmitirle un mensaje —comentó Isander, una misteriosa sonrisa formándose en sus finos labios—. Cuando decida verlo, encontrará una puerta de acceso al Velvet Room al final de este callejón sin salida... sólo usuarios de Persona pueden verla, claro.

>> Ya he transmitido el mensaje. Hasta luego.

Y tan rápido como había aparecido, el joven había desaparecido. Si se asomaba al callejón sin salida, podía ver una de esas puertas azules de brillo fantasmagórico al final, pero las otras personas que pasaban por la calle principal parecían no notarla. ¿Acaso realmente sólo los Tricksters podían verla? En cualquier caso, ahora podrían acceder al Velvet Room siempre que lo necesitaran...

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¡Acceso al Velvet Room desbloqueado! Enseguida creo el tema para quienes deseen pasar por allí (?

 

Akiko Brooks

Compré las cintas y salí de la tienda de regalos, sonriendo... por poco tiempo. Sanji estaba en la puerta, y me lo encontré ahí, de pronto. Casi pareciese que me estaba esperando. Lo vi hablar con... ¿Isander se llamaba, el ayudante aquel de Igor? Pero no pude oír casi nada de lo que habló, porque pronto desapareció ante mis ojos. Tragué saliva, intentando pasar desapercibida. No sabía qué hacía ahí quieto Sanji, pero me daba mala espina. A-Aunque no tendría por qué estar nerviosa, ¿no? S-Sí, Sanji me incomodó mucho el primer día, p-pero ahora éramos, ehm... ¿compañeros? Algo así, supongo.

Por eso tomé aire y lo contuve cuando me dirigí a él.

—Uhm, ¿Sanji-kun? ¿Q-Qué te trae por aquí...?

 

Nagi Watanabe

Las clases concurrieron con suma normalidad, tal vez demasiada.

Todo era tan distinto... O tal vez eso significaba "cambiar de aires" Te volvías una presencia casi imperceptible, como si todos los problemas que alguna vez tuviste en algún lugar desaparecieran junto también a los buenos momentos: Nadie le conocía en ese lugar. Nadie le conocía en aquel pueblo... Era... Alguien nueva en tantos sentidos que le aterraba perderse en el camino.

Ah, y aparte tenía que lidiar con jodidos caballos gigantes que podrían matarla. Lo detestaba, pero al mismo tiempo era incapaz de negarse.

Watanabe Nagi, una más entre miles de japoneses. Una chica mundana, con una familia que hace unos par de meses se le podría considerar de lo más normal. Irrelevantes: ahora tenía que encargarse de salvar el futuro de Hanazawa y, tal vez, todo japón con una tanda de desconocidos. Y no es que ellos les desagradaran, no le habían dado ningún motivo aún. Solo se le hacía difícil lidiar con tantas variopintas personalidades... Y que decir: colores ¿Qué clase de fiesta de deslumbrantes cueros cabelludos era esa? Hasta Kurosawa tenía un mechón azul por ahí siendo revoltoso.

Definitivamente; nunca imagino que, el de por sí difícil cambio a secundaria, se tornaría en un giro de 180°en su vida.

Detestaba su existencia, era más que claro, pero no por eso odiaba la vida. Pues, al final, si no hubiera vivido jamás hubiera encontrado dos chicas como Haruka y Natsumi... Y amaba mucho a su familia como para pensar que un día a otro los podría perder para siempre.

Si ella desaparecía, significaba nunca más ver a sus padres y hermanos. Era claro que no deseaba morir, menos aún en manos de un animal, que ni siquiera está vivo, y por una causa que desconoce.





Terminaron las clases y leyó el mensaje de Alice...

Era una maldita. Se pasó el antebrazo por los ojos para limpiar el par de lágrimas que brotaron de sus ojos. Había que ver lo mal hablada que era esa rubia... Suspiró pesado; como odiaba enfadarse.

Apenas se percató tuvo frente a sus narices (aunque algunos metros lejos) al chico del ukelele y uno de los tipos que parecían ser subordinados del señor con complejo de pajarraco... Pero... Si ese tipo les daba ordenes a ellos ¿Significaba que ella también era subordinada de Igor? Algo se estremeció en su interior. Desconfianza, no se fiaba ni un pelo de nadie. Ni de Igor, ni de Alice ni del tipo con cara de amargado.

También notó la presencia de Akiko. Le sorprendía como una chica tan alta podía parecer tan vulnerable solo por sus expresiones. Iba hacía el senpai pelirrojo... Definitivamente los dos resaltaban demasiado en el tradicional pueblo que era Hanazawa; decidió que lo mejor era marcharse lo antes posible. No sentía ganas de lidiar con nadie ese día.

 

Sanji Allende

La aparición del mayordomo ese raro me tomó por sorpresa, a decir verdad. Di un pequeño respingo cuando su voz calmada me llegó a los oídos. Y vaya, ¿tenía que hablar con esa sonrisa? ¿Qué era, un maldito pervertido? Y al parecer, podía volver al Velvet Room cuando quisiera. Solté una risa de chancho. Obviamente no tenía ganas de relacionarme con cualquier cosa que tuviera que ver con todo este tema de los Tricksters y demás. Me quería dar un par de días de descanso. Además, volver a ver al viejo pingüino no me hacía ninguna ilusión de momento. Curioso, sin embargo, me asomé por el callejón. Y en efecto, podía verse, al final del mismo, la silueta etérea de esas extrañas puertas azules.

Me encontraba en eso cuando la voz de Akiko me sorprendió. Bueno, se había decidido a hablarme en vez de salir corriendo, lo que podía suponer que era un avance. Le sonreí de manera radiante.

— ¡Ah, Akiko! Nada, paseaba por aquí, sin rumbo, disfrutando de no estar en un parque de diversiones de pesadilla con mi vida pendiendo de un hilo. Pensaba tal vez luego pasar a visitar a Sakura, pasar la tarde tomando algo de café y conversando. No sabía que te encontraría por aquí.— dije, en un tono extremadamente convincente. Señalé con la cabeza la tienda de regalos.— Así que has decidido comprar un regalo, ¿eh? ¿Qué compraste?

Alcé las dos manos al aire, mientras sonreía de manera tranquila.

>> Te prometó que no me burlaré ni nada. Hemos pasado por varias cosas juntos.

 

Akiko Brooks

Sanji reaccionó con una gran sonrisa y amables palabras. Y, con todo, no podía evitar pensar que tramaba algo. Era como si todo lo que hiciese o dijese, no importa cómo, cuándo o dónde, tuviese una intención oculta. Era esa la sensación que me transmitía, al menos. Quién sabe, quizá era una paranoia mía, una de tantas, pero, como de costumbre, no podía evitarlo. Por eso agaché la mirada e intenté no mantener contacto visual por mucho tiempo. Y por eso, también, evadí la pregunta.

—O-Oh, no he comprado nada especial... p-pero, oye, a propósito, ¿qué hacía Isander aquí? Juraría haberlo visto...

C-Con suerte lograría cambiar de tema. O zanjar pronto la conversación. Cualquiera de las dos cosas me valían.

 

Sanji Allende

Mi sonrisa se mantuvo, a pesar de que estuviera maldiciendo mentalmente de que la muchacha evadiera la pregunta. No estaba haciendo las cosas más fáciles, la verdad. Y con mi paciencia, que tenía la misma profundidad de un vaso para shots, mantener esa fachada afable ante la muchacha nerviosa era una odisea. Sin embargo, debía hacerlo. Al menos, para que tuviera paz mental y Huitaca no me destrozara la cabeza.

— Oh, ¿Isander? Ah, sí, el mayordomo ese raro y estirado. Nada, que ahora podemos acceder de vuelta a ese cuarto de cabaret en donde estaba el hombre pingüino, si lo deseamos. Por ese callejón, justamente.— señalé la puerta traslúcida, y luego le quité importancia con la mano.— Bueno, tengo cosas que hacer, así que...

Me di media vuelta e hice un amague de irme, para luego fingir que me había olvidado de algo. Abrí mi mochila, y saqué las cintas de ahí.

>> Mira, sé que no empezamos con el pie derecho y yala yala yala. Teniendo en cuenta que nos vamos a ver las caras mucho más seguido que simplemente compartir un año escolar, y que nuestras vidas bien podrían depender del otro, no me gustaría que cargues resentimiento y demás. Si vas a ir a visitar a nuestro amigo deportista residente, y deberías hacerlo, esto seguramente le gustará. Seguro que es un buen regalo.

Se las deposité en la mano, para luego guiñarle el ojo, y dar media vuelta, para irme de allí, mientras me ponía a afinar mi ukulele. Esperaba de verdad no haber malgastado ese dinero comprando esas cintas, si es que el junco había decidido comprar eso cuando entró a la tienda. La verdad odiaría haber perdido ese dinero.

Hecho eso, dirigí mis pasos a la herrería. Si mal no recuerdo, allí podía vender todo lo que no le había vender a Sakura. Y luego de eso... sinceramente no tenía idea.

 

Akiko Brooks

Reconozco que Sanji me dejó descolocada. Y me sentí idiota. Por partida doble. Primero por desconfiar de él, claro, porque resultaba que solo quería tener un bonito gesto conmigo, y yo estaba pensando que tendría algún plan oculto misterioso. Y segundo porque... me dio unas malditas cintas. Cintas que acababa de comprar. Y dudo que aceptasen devoluciones.

No era yo nadie para negarle ese gesto, pero ahora tenía dos copias del mismo regalo, y pues... no sé yo si él iba a querer un par de aquellas cintas. P-Pero bueno, ese era el menor de mis problemas. Suspiré aliviada al ver que Sanji se marchaba, no sin la sensación amarga de haber sido algo tosca con él, aunque fuese solo en mi cabeza.

Pero lo pasado, pasado estaba. Sanji no estaba. Estaba sola, sin nadie de quien esconderme. Por el momento.

Comencé, así, a caminar, pero poco tardé hasta que me di cuenta de que una extrañísima puerta que nadie parecía notar se encontraba en el fondo de un callejón. ¿E-Era eso...? ¿Por eso Isander...? Eso debía ser lo que Sanji mencionó cuando dijo que ahora podríamos ir de vuelta a aquella sala, a la Velvet Room. Mi curiosidad, entonces, compitió con mi miedo, y... como solía pasar, aunque luego me arrepintiese...

... la primera ganó.

 

Nagi Akiyama Watanabe

Apenas salió del mercado empezó a apresurar su paso; al inicio caminaba rápido, después empezó a trotar... Al final terminó corriendo sin rumbo.

Llegó a una parte del pueblo donde podía ver a lo lejos el parque junto al río y el puente; agua fluyendo tranquila y pájaros cantando; el sol hirviendo en el cielo y la brisa de aire bresca en su rostro...

Se dio cuenta que tenía los ojos aguados y sus corazón estaba bombeando demasiado fuerte.
Le dolía, cosa que tal vez no era tan extraña... Lo extraño es que no se callaba... El siseo en su cabeza sonaba fuerte. Su respiración agitada.

Tenía miedo ¿Pero de que tenía miedo?
Se estaba ahogando ¿Pero cómo era posible ahogarse sin agua?

Estaba llorando... ¿Habían motivos para llorar?

Oh, claro que sí: El miedo.

En un ataque de desperasión la niña empuño su mano, la alzó al aire y se dio tres golpes fuertes en la mitad del pecho.
Cerró los ojos y apretó los dientes...

Tragó saliva... Había sido la primera vez que tragar saliva dolía tanto.

—¡Maldita sea, Ichirou! ¡¿Por qué diablos te fuiste?! —gritó al viento, para después hacerse una bola de emociones, acuclillada en el piso.

Gimiendo, jadeando, llorando, llorando...

Para de una vez
Tener miedo puede ayudarte...
El Pánico no.
​

Mamá e Ichirou tenían razón.
​

Se irguió nuevamente; recordando los consejos de Haru y Natsu: Respira, calma, exhala; Inhala, calma, exhala: respira.

¿Está bien estar asustada? Claro que sí, pero si sigue toda la vida así llegará un momento en que la hagan trizas...

como casi pasa en Arcadia
​

Diooooos...

Se pasó el antebrazo por los ojos una vez más, algo c a l m a d a...

¿Y que deseaba ahora? ¿Había algún motivo para seguir sufriendo?

Si; se llamaban Yuki, Shiori y Sayuki.

Si no salvaban a Sayuki de ese parque de pesadillas, ahora tan familiar, destrozaría el corazón de Yuki.
Y si ella se quedaba ahí tiritando solo le llevaría problemas a su Senpai...

Y odiaba ser problematica;
porque Nagi Akiyama Watanabe era una niña buena.

Era hora de hacer un par de negocios donde la señora de cabellos prendidos en fuego.

​

 

Watanabe Nagi

Salió de la tienda con algo de dinero extra en el bolsillo y una dosis más de ansiedad en el pecho.

Latido, latido, latido, latido...

¿Qué pasaba cuando tu corazón estaba frenético y querías escapar lo más lejos posible de todos tus problemas?

¿Qué pasaba cuando el corazón se te quería escapar por la boca y tú apretabas los dientes para parar el dolor en tu pecho?​

Ya había actuado como un bufón ridículo.

Ya había sido tan fría y cortante como un ave rapaz...​

¿Qué otra sensación le faltaba?...​

Ahhh... La de Ichirou... El Arrebato...

Se encaminó lenta y calma; analítica y fría: hasta la residencia de los Watanabe...

Ahora que su madre trabajaba de tarde y de noche, aparte de que Kazuki estudiaba quién sabe dónde por las tardes...
​

La vacía cueva de las víboras era toda para ella cuando el sol empezaba a descender y hundirse en el océano...​

Entró en el cuarto oscuro y agobiante dónde dormía su madre junto a Kazuki, para vigilar que al niño no le ocurriera nada por las noches; sacó unas tijeras y un cepillo de pelo...

Trataba de recordar los días que no le tenía miedo a los animales,

el día en el que no le tenía miedo a los hombres,​

el día dónde no desconfiaba de la buena voluntad de las mujeres...​

Tenía cinco años...​

Y usaba el pelo corto.​

Watanabe dejó las tijeras a un costado y el cole con el que se había amarrado el cabello en el otro costado. Se observó al espejo...
Se veía igual que siempre; lo único diferente es que se le veía mejor el rostro... En el sentido de que ya no podía ocultar sus ojos llorosos o su mirada fría entre las hebras de sus castaños y claros cabellos.

Prendió el grifo y se mojó toda la cabeza... Después se lavó la cara con abundante agua... lloró un rato y salió del baño.
Buscó entre sus cosas alguna prenda bonita con la que salir a pasear por el nuevo pueblo que se volvería su hogar... Tenía que conocer el territorio, sus lugares peligrosos, los buenos escondites...

Tras haber cambiado su uniforme por ropa casual y devolver todo a su lugar salió de casa, cerró con llave y se dirigió nuevamente al centro de Hanazawa...

¿Ahora que tenía que hacer?...

Ahhh... Prepararse para enfrentar el condenado mundo de pesadillas... El parque de Sayuki...

Sonriendo ladina se encaminó al puesto de ramen cerca del río...

¿Cómo sería su propio mundo de pesadillas?​

¿Qué habría dentro? ​

¿Una casa de muñecas?​

¿Una montaña desolada?

¿Un mundo acuático bajo el agua, dónde puedes nadar, pero no salir de la oscuridad? ​

Silbó para calmar su corazón acelerado y a su mente asustada la arrulló con su propia tonalidad fúnebre que salía de sus labios...

¿Era eso lo que buscaba Igor?

¿Niñas como ella? ​

¿Qué habían pensado en la muerte? ​

¿A la que le habían sonriendo amablemente? ​

¿Para después ignorarla?

Estaba asustada, porque no quería ni imaginarse que problemas causaría su existencia si terminaba creando...

Un parque de atracciones...

 

Nagi Watanabe

Parecía que ese día todos hablaban de trabajo y dinero; lo escuchó en el recreo, en la hora de almuerzo, ¡hasta lo escuchó en su propia clase! Y a pesar de que fruncía el ceño cada vez que "trabajar" y "dinero" se cruzaban en conversaciones ajenas, le terminó ganando la curiosidad... ¿Qué tipos de trabajos habrían en Hanazawa? A la única chica que conocía y trabajaba era Haruka; aunque tal vez vender los vegetales que cultivaba la familia, solo por que sus padres estaban de vez en cuando ocupados, no era tal cual un trabajo... Ni siquiera se enteró si a Haruka le pagaban por ello... ¿Tal vez era una "simple" tarea del hogar más?

Entre esas y distintas divagaciones, como la tarde que pasó con Yuki y Oreki, llegó hasta el tablón de anuncios. Apenas reconoció la figura frente al tablón sus pies se frenaron, parecía que se habían anclado inamovibles al suelo ¿Miedo, tal vez? Si, su corazón empezó a latir más rápido y sintió los ojos humedecerse. Inhaló para luego exhalar muy lentamente; cuando su corazón volvió a su sitio fue que decidió caminar, acercándose en un paso lento y firme; no despegó la mirada del tablón, para cuando se posicionó al lado de las dos chicas ya había controlado algo sus nervios.

No les dirigió la mirada en ningún momento, tan solo leía las diversas cosas del tablón. Mantuvo una expresión demasiado seria en su rostro, tanto que sería poco probable imaginar que la Nagi de hace un par de días fuera capaz de parecer tan indiferente. Y el mayor problema ahí, por evitar corazones nerviosos u ojos llorosos, eran las punzadas de consciencia que le daban por ignorar a Kurosawa; en realidad deseaba pedirle disculpas, hablar con ella y dejar en claro algunas cosas...

Pero el valor se le había ido junto al desvanecimiento de un caballo y la llegada del mensaje de Alice, al poco que consiguió de vuelta con Takagawa y Tojo era apenas suficiente; pudo sentirse más calmada y tranquila, pero si no tenía la suficiente confianza en ella ni en otros... La fuerza simplemente desaparecía.

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Hola Yáahl, mi niña anda jugando a la lotería y quiere ver si se gana un abrazo o un puñetazo (?)
Y les recuerdo que la condenada se cortó el pelo (???)