Pasillo (Primera planta)

El extenso pasillo de la primera planta que conecta las distintas aulas y salas. Las escaleras llevan a la segunda planta y a la planta baja en sentido descendente.

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Conecta con: Aula 1-2
Conecta con: Aula 1-3
Conecta con: Enfermería
Conecta con: Club de cocina
Conecta con: Sala de arte
Conecta con: Sala de entrevistas
Conecta con: Ascensor (Primera planta)
Conecta con: Baño de chicas (Primera planta)
Conecta con: Baño de chicos (Primera planta)
Conecta por las escaleras (abajo): Pasillo (Planta baja)
Conecta por las escaleras (arriba): Pasillo (Segunda planta)​

 

Watanabe pegó un pequeño gritillo al sobresaltarse por el sonido del timbre, se podía notar como un hilillo de saliva le recorría la comisura del labio, se la limpió con el antebrazo algo avergonzada, para después bostezar, claramente tapándose la boca en el acto.

Después de haberse desperezado un poco se levantó de su sala dispuesta a salir, le incomodaba estar alrededor de tanta gente desconocida, observo un rato sus brazos, lunares, suspiró, prefería el uniforme de invierno con sus mangas largas, pero era lo que había, aparte, había prometido que superaría esos complejos, pero a veces se le tornaba difícil. Salió al pasillo, sin antes llevarse sus cascos y celular con ella, tendría que buscar un lugar tranquilo para pasar el rato, pero no tenía ni la más remota idea de dónde quedaba cada lugar... ¿Sería buena idea consultarle a Kurosawa? Soltó un sonido de frustración, no quería molestarle, pero... ella se había ofrecido a ayudarla en caso de cualquier cosa... por lo que no estaría mal ¿V-verdad?

Se palmetió sus mejillas, para después sacudir la cabeza de un lado a otro, tenía que dejar de ser tan vacilante... ¿Podría anotar aquello en la tarea que les dieron? Ugh, le cargaban los deberes.

 

La clase pasó lenta y profundamente incómoda. Aún no lograba recuperarse del enorme ridículo y la vergüenza de su triste presentación. Por suerte la profesora logró consolarla y terminó animándola después. Pudo terminar su presentación gracias a ella.

Sobre la tarea... ah, tenía tantas cosas que podía escribir ahí. Ser menos torpe, más asertiva, menos tímida, más valiente, menos tonta y aburrida... todas aquellas cosas pasaban con rapidez por su mente. Pero en el fondo, realmente, solo había algo que ansiaba hacer con toda la fuerza del alma.

Algo de suma importancia.

Tener el coraje suficiente para...

—¿Está Yukie aquí~?

Su cuerpo se tensó en aquel momento, el corazón dando un vuelco repentino en su pecho. El rubor, intenso, vibrante, no tardó en asolar sus pálidas mejillas. ¿Podía haber leído sus pensamientos acaso? ¡Había estado pensando en ella!

—¡Satoko-chan!—exclamó.

Se llevó las manos a las mejillas buscando calmar el ardor con la frialdad de sus manos. Pero incluso estas estaban cálidas.

Repentinamente estaba nerviosa. El corazón le latía con celeridad en el pecho, como un tambor. Allí estaba.

Al fin estaba allí.

La razón de sus noches en vela. De su alegría y al mismo tiempo de sus mayores temores.

Se le hizo un nudo en la garganta. Le ardían los ojos. Tantos sentimientos se agolparon de forma súbita en su pecho que no se sintió capaz de soportarlos todos.

Se incorporó de la silla sin pensar y se acercó prácticamente corriendo hacia ella, abalanzándose a sus brazos. Fue un impulso que no pensó. Mero instinto. Allí estaba todo lo que necesitaba para sentirse segura.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a sollozar sin poder contenerse. Las lágrimas corrían impávida y saladas por sus mejillas, resolviendo en ese llanto todo su miedo, su frustración, la vergüenza, la ansiedad. Se sentía tan tonta y rídícula. Había metido por completo la pata el primer día.

Ojalá tuviera el coraje suficiente...

—Satoko-chan, Satoko-chan...—decía entre hipidos, víctima del llanto.

Para decirle como se sentía en realidad.

 

¿C-conejita? Yukie ya no sabía si estaba roja por los nervios, por el llanto, por la vergüenza o por todo en general. El corazón le iba a estallar en el pecho.

Aún abraza a Satoko sacudió la cabeza con obstinación. No había que pegar a nadie. Si acaso a sí misma, por ser tan torpe. Probablemente lo merecía. Pero nadie se había metido con ella, nadie le había hecho daño. Solo era víctima de su propia timidez.

Lentamente, con el corazón aún latiendo con fuerza retrocedió unos cortos pasos y sacudiendo la cabeza, sorbió por la nariz y se enjuagó los lágrimas con los puños.

—N-no... no es nada de eso—musitó entre leves sollozos. Había empezado a calmarse pero su respiración seguía siendo agitada y desigual—. Es que... es... Todo salió mal. Y yo estaba nerviosa y... y me sentía sola y...—se mordió el labio y con el brazo derecho se abrazó el izquierdo en un ademán tímido, sintiéndose desprotegida. Como si sus sentimientos verdaderos estuviesen al descubierto. No fue capaz de mirarla— te echaba de menos Satoko-chan...

 

El semblante de Yukie pareció iluminarse al oír su propuesta. ¿Ir a almorzar con Satoko? No era... ¿u-una especie de cita? ¿Se estaba haciendo ideas apresuradas?

Su llanto se calmó pero no así el latido desaforado en su pecho.

—M-me encantaría ir contigo a almorzar, Satoko-chan—convino con una leve sonrisa, con cierta timidez y las mejillas arreboladas. Sujetando su maletín llevó las manos a su regazo—. Oh, ¿qué tal la cafetería? Me apetece mucho un brioche. ¿Tal vez uno de esos pastelitos de crema?

Ah, de verdad tenía hambre. Sacudió la cabeza ligeramente.

>>La cafetería está abajo, lo vi en el mapa escolar. ¿Vamos?

 

—Oh, yo... yo no—le respondió con una sonrisa culpabe—. ¿P-por qué Satoko-chan? ¿Te gustaría entrar... a un club conmigo?

El rubor ocupó sus lívidas mejillas, su nariz, incluso las puntas de sus orejas bajo el suave y prolijo cabello esmeralda. Jugó con sus dedos de forma nerviosa y sus asustadizos ojos aguamarina se intercalaron ente los orbes de la joven y el suelo de forma alternativa.

Estar en el mismo club que Shichimiya la emocionaba en demasía.

>>Te gustan los postres ¿verdad?—inquirió y se llevó un mechón tras la oreja—. ¿Qué tal el club de cocina?

 

Nagi se desperezó en su asiento, nuevamente se había quedado dormida, pero esa vez tenía buenos motivos, esa clase había sido demasiaaado aburrida ¿Los profesores citarían a su madre si continuaba durmiendo tanto? Debería tener cuidado, ese pensamiento no le estaba sentando nada bien, así que sacudió su cabeza, como si así se saliera de su mente.

Guardó sus cosas y salió al pasillo, en unas horas más tendría que salir a buscar a su hermano a su escuelita de la tarde, pero quedaba bastante tiempo antes de eso. Se puso los cascos con la música bastante baja, típica música ambiental para estudiar, aunque ella la usara normalmente para dormir.

Mientras llegaba a las escaleras se preguntaba si Kurosawa se habría marchado ya... No es como si estuviera ansiosa por despedirse... no, no... Bueno, en realidad si quería encontrarse con ella, para comprobar que estuviera más calmada tras lo ocurrido con Honda... Okey, y para despedirse también.

 

Su pose desgarbada no tardó en hacerse notar una vez se vio de pie, alejado de las inmediaciones del aula. Aunque no lo pareciera se alegraba del fin de la clase, pero había hábitos difíciles de erradicar. Con los hombros encogidos y la frente agachada, se abrió paso entre la ruidosa multitud que celebraba animadamente el inicio del receso, sin demasiado interés en las conversaciones que rozaban sus hombros. Las manos en sus bolsillos tantearon las monedas sueltas que solía llevar en caso de emergencia.

Y esa ocasión, habiendo olvidado su almuerzo en la mañana, se presentaba idonea para ello.

Recorrió con la mirada las gotas que se deslizaban sobre el cristal, incansables, y a su mente llegó la escena de hacía escasas horas. Una parte de sí buscó a esa chiquilla de mirada ingenua, quizá buscando pasar el tiempo con ella después de lo sucedido. Pero por más que su mirada azul trató de buscar su dorada cabellera, no la halló por ninguna parte.

Se encogió de hombros, y siguió caminando hacia la cafetería. Quizás pudiese pensar mejor qué hacer con el estómago lleno.

 

Me dejé caer, apoyada en la pared hasta acabar sentada en el suelo. Los pasillos se encontraban más animados que de costumbre, y cientos de conversaciones apenas llegaban a mis oídos, opacadas por el ruido en mi cabeza. La enfermería volvía a quedar atrás, y a pesar de que deseaba con todas mis fuerzas no tener que volver a entrar allí, algo me decía que iba a pasar una gran parte del curso encerrada entre sus blancas y aburridas paredes.

Necesitando que otros detuviesen mi frenético ritmo de vida por mí.

El pequeño espejo de mano me devolvió una imagen pálida y ojerosa de mí misma. Suspiré, intentando tapar con una tenue capa de maquillaje las pruebas de mi trastorno de sueño, y desobedeciendo una vez más las indicaciones de la enfermera saqué mi cuaderno y comencé a recuperar el tiempo perdido en adelantar las tareas. Debía ir a entregar la redacción cuanto antes, ya me había dolido lo suficiente no poder leerla en clase.

Deberías volver a casa y descansar. Una niña de tu edad no debería estar sometida a ese nivel de esfuerzo.

Haber regresado por segunda vez consecutiva a su cuidado me obligó a confesar el origen de mi malestar. Ni siquiera se lo había confesado a Emi o a Mimi, podía jurar que Niko tampoco se lo imaginaba. El hecho de que durante las vacaciones de verano había encontrado trabajo.

Desde hacía un par de meses había comenzado a trabajar en una cafetería de la ciudad. Pasaba las tardes en el lugar, compaginando mis estudios con el trabajo aún si ello me quitaba horas de sueño. Estaba bien con eso; aunque mis padres se acaben molestando cuando lo descubran, aún cuando no lo admitan, sé que esos ahorros serán necesarios. Pero, al parecer, el cúmulo de agotamiento alcanzó su cumbre con el nuevo horario de clases, los clubes y, por qué no, el estrés.

Y allí estaba. Odiándome a mí misma por haber vuelto a saltarme otra clase, cuando ello significaba un duro golpe a mis principios como estudiante. Exhausta, ahogada en el estrés al que yo misma me había sometido. Suspiré, agitando el bolígrafo de tinta antes de seguir escribiendo.

Estaba bien con eso.

Contenido oculto

Me encanta esto de crear backstories solo por olvidarme de postear con ella

 

Se sintió francamente orgullosa de su redacción. Había obtenido respuestas variopintas del resto de alumnos pero era un pormenor que de momento no le preocupaba. Tenía la diligencia suficiente para aceptar todo tipo de críticas y mantener la sonrisa y las ganas por esforzarse aún así.

Y mientras paseaba por el pasillo... la lluvia la calmaba. Era como un murmullo callado a su alma. Tácito, susurrante... transmitía paz y sosiego. Le gustaba relajarse esos días lluviosos leyendo un libro, practicando caligrafía o haciendo arreglos florales. Escribir también se encontraba en la lista, principalmente haikus. Adoraba exaltar la belleza de la naturaleza y era todo un desafío hacerlo en oraciones tan breves y precisas. Había tanto que escribir, tanto que expresar... la vida era simple y llanamente maravillosa.

Fue en ese momento que una cabellera castaña captó su atención. Era una muchachita joven de facciones delicadas aunque su piel se veía algo pálida y sus ojos cansados estaban fijos en un cuaderno. Konoe la observó en silencio.

Debía ser de segundo, aunque no recordaba haberla visto con anterioridad. Tenía el cabello corto, castaño, que enmarcaba un rostro de facciones armoniosas. Pero algo parecía estar mal en todo eso. Quizás el ligero ceño fruncido de la joven, la lividez de su rostro, puede que un poco de todo.

No pudo quedarse al margen.

—Disculpa—dijo sosteniendo su maletín escolar. Había preocupación genuina en su voz—te ves agotada. Tal vez esto sea un poco impropio de mi parte, repentino incluso... mas me atrevería a afirmar que no estás descansando bien.

La observó con cierta consternación notando las pequeñas ojeras que enmarcaban sus ojos. Aún no estaban de exámenes y ya había alumnos pasándolo tan mal apenas el segundo día.

Dios.

Frunció apenas los labios.

>>La tisana de melisa o pasiflora es mano divina para luchar contra el insomnio. Puedes pasar por el invernadero cuando el tiempo este mejor y tomar una ¿sí?

Pareció darse cuenta de algo repentinamente. Algo que su calmado y servicial ser había pasado por alto con facilidad excesiva, y con cierto pudor, avergonzada tal vez de su confianzudo trato con aquella joven, se llevó un mechón oscuro tras la oreja.

>>Disculpa—dijo. Honesta y genuina—. Soy miembro del club de jardinería y no pude evitarlo.

 

Fruncí el ceño sin apenas darme cuenta. Las palabras se amalgamaban sin orden ni concierto frente a mis ojos cansados, y me costaba encauzar los pensamientos hasta poder plasmarlos sobre el papel. Demonios, ¿desde cuándo era tan difícil hacer una simple redacción, con lo que siempre las había disfrutado? No ser capaz de pasar de la primera línea me frustraba, y la frustración cortaba mis pensamientos de raíz, bloqueándome en un ciclo que no parecía tener fin.

La pescadilla que se mordía la cola.

No fui consciente de cuánto apretaba el bolígrafo entre mis dedos hasta que una voz gentil llegó hasta mis oídos, haciendo que lo destensase en el acto. Al prestar atención a mi alrededor supe que una joven, quizás un año mayor que yo, se encontraba observándome con lo que parecía preocupación en sus amables orbes. Dejé el cuaderno sobre mis rodillas, y ladeé el rostro ligeramente mientras la escuchaba hablar, tomada por sorpresa. Algo de color subió a mi rostro al ser consciente de que había notado mi estado aún con el maquillaje, y procuré dirigirle una amable sonrisa para disipar cualquier rastro de duda.

Tenía que practicar antes de encontrarme con alguien conocido.

—Es muy amable por tu parte, pero no tienes de qué preocuparte, de verdad —le agradecí, de forma genuina. Saber que alguien desconocido se preocupaba de esa forma por ti te hacía... sentir bien, de alguna manera—. Quizás se deba a los nervios por empezar el curso académico. Qué tontería, ¿verdad? —una breve risa brotó de mis labios, sin gracia. Todo en mí se notaba demasiado forzado por más que trataba de evitarlo.

En ese momento el teléfono vibró en mi bolsillo, y tras disculparme un instante con mi interlocutora le eché un vistazo. El corazón me dio un vuelco al ver el mensaje de Emily, y por un instante sentí la necesidad de huir. Pero conociéndola, después de lo de ayer, no se quedaría tranquila sin hablarlo. Hice un esfuerzo por responder, enviándole un escueto "Estoy en los pasillos de la primera planta". No logré encontrar más palabras.

Apreté el celular contra mi pecho, conteniendo un suspiro, y mi mirada nerviosa se posó una vez más en la joven frente a mí. Las palabras, de alguna forma, salieron solas.

—¿Crees que... pueda pasarme pronto? Al invernadero, quiero decir —enfaticé, algo más seria—. No quiero seguir con este aspecto. No hay necesidad de preocupar a nadie.

 

Su preocupación no disminuyó en lo mínimo. La sonrisa forzada, la risa falsa, plástica. Como si hubiese tenido que aguardar tener la energía suficiente para pedirle una risa a su garganta. Su ceño se frunció ligeramente. Era como una madre tratando con su hija adolescente, sabiendo que hay algo que se rehúsa a contar. Ambas son conscientes. Pero la madre sabe que de nada valdrá presionarla.

¿Pero quién era ella, a todo eso? Una simple e idealista joven de secundaria. Su gesto se suavizó y se permitió una leve sonrisa.

—Por supuesto, kohai-san— respondió con suavidad a su pregunta y cierto alivio se coló en su voz—. Es un lugar hermoso donde relajarse. Todo el mundo es bienvenido. Escuchar el murmullo del viento en las hojas, rodearte del aroma y el color de las flores—cerró los ojos un momento, señadora—. Ah, es simplemente maravilloso.

Era una verdadera lástima que en días tormentosos estuviese vetada su entrada. El camino de piedra que llevaba hasta él estaría húmedo y resbaloso. Era peligroso siquiera pensar en acercarse.

Parecía que a juzgar por el mensaje que pareció recibir en su celular, aquella jovencita ya tenía alguien que se preocupara por ella. Aunque su intención parecía ser cualquiera menos esa. Konoe sintió el deseo de preguntar "¿todo bien?" pero finalmente optó por guardar silencio. La tensión era evidente en cada gesto. Estaba nerviosa, perdida.

Lo mejor era tratar de destensar el ambiente.

>>Y tranquila... no me digas tu nombre aún—en cierto acto cómplice, se llevó el índice a los labios— ¿No será más interesante así? Nos presentaremos formalmente cuando nos veamos en el invernadero, será como un pacto. Estaré ansiosa por conocernos.