Rincón de juegos

Tema en 'Wonderland' iniciado por Insane, 19 Mayo 2019.

  1.  
    El Calabazo

    El Calabazo Y dime, ¿Quién soy yo?

    Géminis
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    ...
    Era increíble el hecho de que nuevamente fuera obviado estrepitosamente por su captora, que nuevamente le dejaran con la palabra en la boca y a su vez se sentía aliviado de que no continuara la conversación, seria dificultoso conversar con ella.

    No le incomodaba ser considerado un niño, le incomodaba el hecho de ser sentado junto a un grupo de personas sin anteriormente realizar una correcta presentación, eran fallas a las reglas de etiqueta, yo lo sé, ella lo sabe, todos lo saben, esto era inaudito, pero mas vale callar por ahora.

    ¿Que podía escribir? fue en ese momento que un pequeño bombillo se le encendió en la mente y concentrado empezó a redactar una carta de sugerencias para intentar mejorar su estadía en el lugar a la vez de realizar tips para su mejora. Después de todo, ninguno de ellos sabia cuanto tiempo estarían allí dentro.

    Cuando termino sus observaciones, prosiguió a escribir un pequeño comentario personal para Agnes que esperaba se pudiera mantener en privado, aunque entendía que no podía hacer nada al respecto sobre ello, legalmente la carta y su contenido pasaban a ser propiedad del destinatario al ser entregada. Antes de finalmente entregarla, se dio cuenta que superaba por poco el límite de caracteres que le habían impuesto y después de borrar un par de palabras excedentes...

    — Señorita — le dijo a Agnes mientras se paraba de su asiento para llevarle la carta directamente a sus manos.
    — Dejo ante usted la carta que ha sido solicitada.
     
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    Zireael

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    Laila Meyer.

    Rico deshizo su agarre y recorrió el lugar, deslizando los dedos sobre la pared. Sabía lo que hacía.
    Limpieza. Orden.
    La mueca de desagrado que se le formó en el rostro le recordó a ella misma en más de una ocasión. Cuando regresó a su lado le dedicó una sonrisa que no pudo más que regresarle. Estuvo por dar un paso hacia atrás al sentir que se acercaba más a ella, hasta que cayó en cuenta de iba a decirle algo únicamente a ella.

    ¿Valiente? A Agnes no le interesaba la valentía, le importaba la obediencia, la sumisión, el temor y la dominación de todo lo que hiciera sombra.
    Incluso debía estar jugando con el besucón, pues no había que ser un genio para saber que tenía al tipo a sus pies.
    Aquello no era cuestión de valentía, era cuestión de adaptarse, con tal de que los latigazos de la zorra no te alcanzaran la espalda, al menos no lo suficiente para hacerte daño.

    Su personalidad estaba deteriorada, para qué decir lo contrario, pero si la perra quería jugar... jugaría.


    Se distrajo cuando el chiquillo reparó en el joven que la acompañaba y a pesar de que no lo miró, supo que se refería a él. Franklin, ¿qué?
    Clavó su vista en el muchacho y como un chispazo, recordó al tipo estrafalario de la máscara que había entrado al autobús y había saludado al chico, que habían sentado junto a ella para la pelea en la jaula, el que había hablado con ellos... Él.
    Ricochet no era el mismo sujeto de la máscara, pero a la vez, por descarte lo era.

    "¿O cómo debería llamarlo? ¿De qué habla este niño, que de por sí tiene una pinta fatal?"

    Cuando se dio cuenta, Agnes los arrastró a todos a la mesa circular, como si fueran niños y los obligó a sentarse.

    ¿Una carta? ¿Para qué quiere una carta, como si fuera una madre esperando las cartitas de sus hijos?
    Cuando mencionó el nombre de Shawn, giró la vista bruscamente hacia ella, pero sin aquella altanería que había demostrado anteriormente. No había más que preocupación en su rostro, porque él ya había estado allí.
    Apenas consciente de lo que hacía, tomó a tientas el bolígrafo que le extendía.

    —¿Ya lo trajiste? —murmuró, sin apartarle la vista de encima a Agnes antes de responderse a sí misma—. Y ya lo sacaste de aquí.

    La cabeza le daba vueltas.
    Colocó su vista en la hoja en blanco frente a ella y después la regresó a Rico, ¿Franklin? Repitió esa reacción nerviosa un par de veces hasta que finalmente, se quedó mirando la hoja en blanco.
    Empezó a redactar con trazos finos, trazos que ella no se merecía, pero ya no podía concentrarse, no podía siquiera levantar aquella fachada altanera que le había mostrado.
    La valentía que quería Rico que fingiera, pasó a ser su sumisión habitual.
    Mientras ella se detenía cada tres palabras, pudo notar como su compañero de cuarto se levantaba y le entregaba su carta.
     
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    Insane

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    Agnes Astaroth

    Recibió la carta de Franklin y le acarició el cabello con suma paciencia, como si le premiara por la rapidez con la que escribió la carta, al parecer podría ser uno de sus mejores alumnos, y eso la hacía sentir orgullosa, porque detrás de cada buen alumno había una gran maestra, o eso había escuchado en una de las tantas reuniones en una de sus especializaciones como cirujana. Apiló las cartas que tenía y miró a Galen. Sería amable, a fin de cuentas la sorpresa de tenerlos ahí era para Laila.

    —Ya pueden retirarse, Galen, Franklin —comunicó ladeando levemente la cabeza—. Laila y Aimi aún no han terminado, así que me quedaré con ellas a solas un tiempo más —aclaró, mirando la puerta, pues aún faltaba 1 prisionero, y tenía unas ganas increíbles de maltratarlo al apenas verlo por su ineptitud de llegar siempre tarde, a todo.

    Fingió una sonrisa al mirar el reloj, el tiempo corría y ella tenía cosas por hacer.

    Instrucciones para Galen y Franklin:

    • Deben postear en su habitación designada es
     
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    Gigavehl

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    Galen Rutonver

    Cuando menos me di cuenta, di un pequeño salto al escuchar a Agnes hablar... Me incorporé y me quedé sorprendido al escucharla, no solo se acabó, al menos para nosotros. Si no que no regresaría a ese condenado cuarto.
    Respire aliviado de encima poder ir acompañado con Franklin, al fin maldita sea, después de toda una odisea podré estar con Franklin. Parece que planea algo con las chicas, mientras sea lo que sea no me lleven con Connie todo bien. Así que di un pesado suspiro y con dificultades, pues mis piernas flaqueaban, logré levantarme. Respirando con cuidado pues temía caer inconsciente como Shawn y hacer del ridículo...

    Al final sentí algo de fuerzas de quien sabe dónde y me giré hacia Astaroth agradeciéndole

    —Gracias por la clase, Agnes. Nos vemos más tarde...— Le dije ladeando mi brazo para despedirme y ver a Franklin. —Frank... Vamos, no hagamos perder el tiempo a los guardias— Dije, sumamente mareado y agotado y comencé a adelantarme. Si me alcanzaba por mi bien, yo solo quería aplastarme ya en el suelo.

    Pero. Antes de seguir, me vino un curioso recuerdo, en la batalla. Una niña... Una niña me miró cuando Shawn estaba justo a lado mío. Me giré, y la vi de soslayo. Esa niña, ¡Es exactamente la misma que Shawn estaba consintiendo! No evité mirarla impresionado, aunque tratando de no delatar tanto pues Astaroth me observaba. Tan sólo me le quedé viendo un momento y miré al frente... Esa es la pareja de Shawn, me lo mencionó a duras penas.

    Pero las preguntas vendrán para después, ahora tan solo quiero dormir, comer algo y olvidar esto hasta que sea vital volver a pensar en muchas cosas... Sin más, continúe avanzado hasta la puerta.
     
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    Zireael

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    Laila Meyer.

    La caricia que Agnes le dedicó a Ricochet/Franklin de repente le pareció repulsiva. Sin embargo, de alguna forma la tranquilizó que lo enviaran con el chico, porque era, al parecer, la persona con quien había sido llevado allí.
    Alzó la mirada de la carta a medio escribir y notó como el chico, ¿cómo dijo Agnes que se llamaba, Galen? Tenía la vista puesta en ella, pero rápidamente la apartó.
    El chiquillo también había estado sentado junto a Shawn en la batalla, cierto.

    Cuando lo vio irse, regresó a la vista al papel, terminando de escribir las pocas palabras que le faltaban.

    Releyó la carta por encima un par de veces y suspiró con hartazgo.
    Se levantó de la silla y se acomodó la falda, para finalmente acercarse a Agnes.

    —Ten. —Le extendió la carta doblada por la mitad cuidadosamente—. Se hizo lo que se pudo, la única persona a la que le he escrito cartas es a Shawn, como debes suponer.

    Se acomodó el cabello detrás de la oreja y regresó sobre sus pasos, permitiéndose sentarse de nuevo y apoyar los codos en la mesa circular, con las piernas cruzadas. No estaba dispuesta a esperar de pie la siguiente orden de Agnes.
    Dirigió su mirada a la única persona que quedaba allí a parte de la zorra; la niña, y sin querer, frunció ligeramente el ceño antes de apartar rápidamente la mirada.

    Era una injusticia.
     
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    El Calabazo

    El Calabazo Y dime, ¿Quién soy yo?

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    Franklin Maxwell

    Sé que es un niño, pero no, no, no y no, es increíble como puede arruinar todo, como puede cagarlo todo con tan solo una frase, ¿como puede arruinar así el trabajo de otro, de forma tan inocente? es increíble, eres increíble, niño. Quería abofetearlo con todas mis fuerzas, pero no era lo mejor, no allí con tantas personas, no terminaría de arruinar todo, puedo cambiar algunas cosas... todavía la narrativa es salvable.

    Me recline un poco para despedirme de Laila — Nn-no cre-creas todo-todo lo que escuchas... fu-fue lindo conocerte... — volteé un segundo para ver a aquel niño y luego re dirigirme a Laila — Est-esta mal... hay al-algo mal con ese niño... c-con A-agnes... ¿Quien es Franklin? ¿Por-porqué porqué m-me lla-llaman así, Laila?

    Se levanto tembloroso de aquella mesa y toco por el hombro a Laila para dirigirla una ultima sonrisa de despedida, le hubiera gustado pasar mas tiempo con ella, en definitiva. Pero era hora de partir, y aquel niño tenia demasiada prisa por salir de aquí y gritar mi maldito nombre a todos los cuatro vientos. No, que falta de delicadeza e inteligencia tiene ese muchacho, en definitiva, la inteligencia no es lo suyo, pero como culparlo, debe estar roto ya a estas alturas o a punto de ello.

    Me dirigí a donde estaba aquel niño y momentos antes de cruzar la puerta lo salude cordialmente aunque temblando — H-hola... m-mm-mi nombre... mmi nombre es Ricochet ¿po-podrías podrías por porfa por favor no cambi-cambiar mi nombre por otro? va-vamos... nos es-esperan en otro lado.

    Momentos después, ambos salimos por aquella puerta acompañado de los guardias.
     
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    Insane

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    Agnes Astaroth

    Miró a Aimi por un instante y las fichas de su ajedrez mental comenzaron a organizarse, como si su presencia le viniera bien para lo que tenía en mente. Y al recibir la carta de Laila y verla retomar su puesto como estudiante sonrió ampliamente, siguiéndole el paso con lentitud, aprovechando que terminó apoyando los codos en la mesa circular se posó tras su espalda, moviéndole los brazos para que perdiera el equilibrio y sujetarla del cabello, hundiéndola contra la madera mientras clavaba sus ojos en Aimi y apretaba el agarre en el cabello de Laila, susurrándole al oído.

    —Shawn se desmayó en la puerta al terminar la actividad —le comentó con suavidad, sarandiándola del cabello para azotarla más contra la mesa, apoyándose más en su espalda mientras con su mano libre se corría su propio cabello negro hacia atrás—. Pasó una pésima noche, ¿y sabes qué es lo irónico? Que todo fue tu culpa —susurró volviendo su voz más mordaz, deslizando su mano libre hacia el cabello de Laila y ahora agarrándola fuertemente con sus dos muñecas, sin dejarla levantarse de la mesa—. Él no es ningún príncipe como lo vi al principio, es un misero gusano al que buscas hacerle la vida más imposible de lo que ya la tiene, oh, y ni vayas a tratar de resistirte... que le terminaré arrancando las uñas de las manos a Shawn si tratas de tocarme tan siquiera un cabello.

    Se relamió los labios, clavando sus largas uñas en el cuero cabelludo ajeno, sonriéndole con amabilidad a Aimi sin perder el contacto violento con Laila.

    —Aimi, tú sigue escribiendo tu linda carta cariño.
     
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    Zireael

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    Laila Meyer.

    La escuchó, escuchó a la maldita perra seguirle los pasos y un escalofrío le recorrió la columna. Antes de que siquiera tuviera tiempo de voltearse, ya se había colocado tras ella y le había quitado el apoyo de sus codos en la mesa. El golpe contra la superficie le arrancó un quejido e hizo que el mundo parpadeara frente a ella, impidiéndole reaccionar.

    Con solo escuchar el nombre del albino salir de sus labios, se le tensaron todos los músculos del cuerpo y se quedó tan quieta que desde el punto de vista de Agnes podía parecer que no respiraba siquiera.

    Se había desmayado. Shawn se había desmayado antes de salir de allí.
    La sola imagen le hizo trizas el corazón. ¿Por qué no había podido llegar para cuidarlo? Porque la desgraciada no lo quería así.

    Volvió a azotarla contra la mesa, arrancándole un nuevo quejido. Las siguientes palabras de aquella perra le atravesaron el pecho de un lado a otro con una fuerza descomunal, porque eran ciertas, lo sabía. Lo que le había pasado a Shawn era culpa suya y de nadie más.
    Sin permiso, las lágrimas empezaron a rodarle por las mejillas, cayendo en su cabello y en la mesa. Lloraba en silencio, no por el dolor de la presión que la maldita zorra aplicaba sobre su cuerpo, sino por saberse culpable de lo que le pasaba al albino.

    ¿Príncipe? Esa sola palabra hizo que se le escapara un sollozo y sentía que en cualquier momento el cuerpo iba a comenzar a temblarle sin control.
    ¿Qué sabía ella?
    Deseó levantarse, tirar la mesa, avalanzársele encima y enterrarle las uñas en el rostro, pero era incapaz de moverse.
    ¿Qué sabía ella de Shawn? Otro sollozo se le escapó de los labios.
    Él había cuidado de ella sin dudar ni una vez, él había estado allí para tranquilizarla, siempre con su sonrisa cálida. En lo que a ella concernía, Shawn era un príncipe, no le importaba si Agnes decía lo contrario. Era su príncipe y si debía doblegarse a la voluntad de Astaroth con tal de mantenerlo a salvo... lo haría.

    —¿Resistirme? —preguntó con voz gangosa—. Tienes más cabello mío entres tus dedos del que yo misma he tenido en toda mi puta vida. No te he tocado un solo pelo, Agnes, ¿por qué lo haría ahora?

    Se mordió los labios con fuerza al sentir que le enterraba las uñas en la piel.

    Aimi. La niña.

    A pesar de la fuerza que aplicaba Agnes sobre su cuerpo, se las arregló para dirigir su mirada a la chica, a través del cabello revuelto y las lágrimas que volvieron a llenarle los ojos.
    Se sentía ridícula, humillada como solo una vez antes en su vida. ¿Por qué tenía que hacer eso frente a la niña, qué culpa tenía ella para que tuviera que presenciar eso?

    Tan pronto como había dirigido su mirada a ella, la retiró, como si de alguna forma pudiera huir de aquella escena.
    Las lágrimas siguieron corriéndole por el rostro.
     
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    Etihw

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    Aimi Shiotani~

    No supo bien cómo reaccionar ante la actitud de su compañero de habitación hacia Agnes, ni tampoco cómo ella respondió ante él. Le produjo cierta curiosidad y repugnancia aquella escena, porque no entendía por qué aquel muchacho estaba siendo coqueto con la persona que lo había metido en el más real infierno. Pero aquello no le incumbía en lo absoluto, así que tan solo se mantuvo allí de pie, esperando, abrazándose ligeramente a sí misma sin saber hacia dónde mirar. Incluso mantuvo sus ojos en el suelo cuando escuchó que alguien más llegaba, y sintió una mezcla de decepción y alivio al darse cuenta de que Balto no se encontraba en aquella habitación. En realidad no sabía cómo sentirse al respecto. Se confundía a sí misma, tanto o más como le confundía Agnes y su actitud tan cambiante.

    Pronto sintió cómo la mujer se le acercaba y le agarraba de la muñeca sin hacerle daño, y la guió junto a los recién llegados hacia un asiento de aquella mesa redonda. Un folio en blanco se mostraba frente a ella y un bolígrafo de tinta negra se le fue entregado.

    Denme una hermosa carta, niños. Como la que me ha regalo Shawn estaría bien.

    Aimi miró a Agnes confundida, sin comprender a qué venía aquella petición repentina y sin sentido alguno. Además, ¿quién era Shawn? Ella no podía darle una carta como aquel tal Shawn si ni siquiera pudo leerla. Pero mejor era no preguntar, solo obedecer. Era eso lo que quería, ¿no?

    De soslayo vio al rubio marcharse, y por un momento temió que llegase a acabarse todos los dulces de aquella habitación, pero encontró cierto consuelo en los pocos caramelos que tenía en uno de sus bolsillos. Se regañó mentalmente por estar pensando en los dulces en un momento como ese, teniendo todavía su papel en blanco, poniéndose nerviosa en cuanto los demás entregaban su carta. Aquel que había sido su compañero de asiento en el autobús, Galen, se marchó de allí con otra persona que no le sonaba de nada, y finalmente se quedó allí junto a Agnes y otra muchacha que no conocía. Estaban las tres solas.

    Respiró hondo y se obligó a mantener la mirada en lo que tenía que hacer, tratando de no distraerse con nada y simplemente hacer aquello de una vez. Quería acabar rápido, salir de allí y bañarse o dormir, alejarse de Agnes por horas. Su simple presencia la incomodaba muchísimo, porque la confundía tanto que no sabía qué pensar, qué creer, qué sentir. Y aquello le generaba mucha inseguridad.

    Con el bolígrafo bien agarrado comenzó a escribir la carta tal y como le habían enseñado hacía tiempo atrás, recordando con cierta nostalgia y dolor la primera y única carta que hizo en su vida. No tenía ni la más remota idea de qué debería decirle a Agnes, o más bien de qué pedía leer. Qué anhelaba que le escribiesen las personas que encerró en este espeluznante lugar. Pero poco a poco dejó que sus sentimientos brotasen, dejando en claro en aquel fino trozo de papel lo que Agnes había logrado provocarle en tan poco tiempo. Un nudo comenzó a formarse en su garganta, comenzaba a sentir miedo de irse de la lengua, y un ligero temblor se instaló en su cuerpo.

    Aquello le estaba costando horrores.

    Desvió su mirada hacia la muchacha que estaba con ella cuando se levantó del asiento para entregarle la carta que había hecho, y por un momento sus miradas se encontraron cuando volvió a sentarse. Siguió con curiosidad y algo de temor los pasos de Agnes, que se acercaba hacia donde estaban, y su corazón dio un vuelco enorme al ver cómo agarró a aquella joven con fuerza del pelo provocando que esta se golpease el rostro contra la mesa. El quejido de esta y los grandes ojos carmesíes de la que fue una vez su abogada clavadas en sus propios orbes hicieron que su corazón comenzase a latir con una gran fuerza y rapidez, sintiendo el sudor frío recorrerle el cuerpo, muerta de nervios y miedo. No le gustaba aquella repentina violencia que estaba presenciando, siendo que además no había sucedido nada que lo provocase, que ella supiera.

    Cerró los ojos con fuerza al igual que se mordisqueaba sin parar sus labios, asustada y sin saber qué debía hacer en aquel momento. No soportaba las palabras duras y crueles de Agnes, y su cuerpo dio un respingo al escuchar de nuevo un golpe contra la fría superficie. Abrió entonces sus ojos de golpe, observando con tristeza e impotencia el rostro bañado en lágrimas de aquella inocente muchacha. Ella también tenía ganas de llorar, quería intervenir y abrazarla. Alejarla de aquel acto cruento, limpiarle el rostro y acariciarle el cabello como su padre solía hacer para animarla.

    Pero sabía que eso no sería posible. No en aquel lugar, con aquella presencia diabólica cerca.

    Aimi, tú sigue escribiendo tu linda carta cariño.

    Miró incrédula la sonrisa que Agnes le dirigió a ella, amable como la última vez, apretando incluso más el agarre en el cabello de la muchacha, la cual otra vez le dirigió una mirada, esta vez llena de lágrimas. Su pecho dolía tanto viendo aquella escena, y sus propios ojos se aguaron al comprender el gran poder que tenía aquella mujer sobre ellos. Podía hacerles todo el daño que se le antojase sin que nadie la detuviese, porque si alguien se atreviese a protestar, a reclamarle algo, a atacarla… solo perjudicaría su propia vida, y también de la persona más importante para ellos.

    —Uhm, A-Agnes… —Tosió con algo de inseguridad, desviando por un momento la mirada hacia su hoja, y luego volvió a posar sus oscuros orbes en los rubíes de la mujer, frunciendo sus labios en una expresión de disconformidad. Tenía miedo, pero quería hacer algo y no quedarse solo quieta, observando y escuchando aquella dura situación—. N-no puedo centrarme en escribir contigo haciendo… eso. ¿Sería mucho pedir que te detuvieras? Esta carta… me estoy esforzando mucho para expresarme.

    Se mordió los labios mientras escalofríos le recorrían una y otra vez su espalda, temiendo haber usado las palabras erradas, o haber dicho algo que quizá empeorase la situación. Quizá, como se había dicho desde el principio, era mejor que no abriese la boca en ningún momento e ignorase todo a su alrededor. Quizá, y solo quizá, lo mejor hubiese sido actuar como si aquello no estuviese sucediendo a su lado y acabar aquella maldita tarea que le impusieron de la nada, para marcharse lejos de la que le rompía el corazón.

    Ah, pero por supuesto no podía hacerlo. Porque aquella no era Aimi, solo un caparazón en el que trataba de cubrir su aterrado cuerpo, su mente llena de los más dolorosos pensamientos que jamás tuvo en su vida, las culpas que se echaba constantemente, el odio que sentía por sí misma y de los actos que tan inocentes le parecían. Ella solo era una joven que conoció por primera vez el amor con quien no debía, estaba curiosa de aquel sentimiento, solo quería… sentirse así de bien todos los días. Pero fue aquello lo que provocó que se encontrase en aquel lugar, fue su curiosidad hacia el amor, hacia lo que sentía estando junto a Balto, que los metió a ellos dos allí.

    Aimi tenía la culpa de eso. De todo eso y más. ¿Qué trataba de hacer ahora, siendo que solo metía en problemas a las personas? ¿Qué iba a ser de aquella pobre muchacha y de ella, allí solas con el demonio en persona?
     
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    Insane

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    Agnes Astaroth

    Miró a Laila desde arriba, como un gusano que era aplastado por su depredador, por su superior. Una leve y cantarina risa se hizo presente en el rincón de juegos, como si verla llorar entre el cabello enmarañado le diera un placer especial, pero no era suficiente... si quizá tuviese lo que tenía en mente cerca la castigaría a lo grande, pero por ahora no le quedaba más que esperar. Se inclinó hasta ella, aflojando el agarre de una de sus manos para retirar el cabello de su nuca, e ir marcando con sus uñas el nombre de Agnes atrás, pese a que la marca se quitaría con unos pocos días, la humillación sabía que duraría un tiempo más.

    —No sabía que llorabas tan fácil —dijo así nada más—. Y pensar que no está Shawn para presenciarlo. ¡Ah, ya sé! —imitó el comportamiento de una pequeña chismosa de escuela. Porque sí, todo ese sitio estaba ambientado en una.

    ´ N-no puedo centrarme en escribir contigo haciendo… eso. ¿Sería mucho pedir que te detuvieras? Esta carta… me estoy esforzando mucho para expresarme.´

    Y así se mantuvo por un momento, hasta que escuchó la voz de Aimi y su sonrisa se desvaneció con lentitud.

    —Escuché mal Aimi, ¿qué has dicho? —sus palabras se arrastraron como una amenaza segura, mirando de reojo la gran regla de madera que estaba en el suelo del escritorio—. Imagino que fue mi imaginación, Aimi, o en verdad deseas que parta aquel trozo de madera en la columna de Laila —retorció completamente el contexto y las palabras de Aimi—. Mandaremos una mensajera a contarle lo que pasó aquí... Aimi, tu serás mi pequeño pajarito mensajero cuando termines de escribir tu bella carta hacia mi persona —, indicó sin soltar el cabello de Laila—. ¿Qué dices tú? Shawn ha de sentirse feliz por recibir noticias tuyas, Laila querida.

    Soltó a Laila y caminó hacia Aimi.

    —Te doy cinco minutos para que termines mi carta y te retires, pequeña —mantuvo sus ojos sobre la lejana regla—. Y entregues el mensaje que te he dado para Shawn, de contarle todo lo que sucedió acá.

    Instrucciones para Aimi

    • Entregar la carta rápidamente.
    • Dirigirse a su nueva habitación asignada
    • Contar a Shawn todo lo que presenciaste con respecto a Agnes y Laila.
     
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    Zireael

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    Laila Meyer.


    Cuando escuchó la voz de Aimi pidiendo que se detuviera volvió a dirigir su mirada a la chica, esta vez con el terror reflejado en sus ojos magenta.

    "No, cariño, por favor. Calla, déjala. Vuelve a tu carta".

    Sintió un breve alivio cuando la zorra deshizo el agarre de una de sus manos, pero ni siquiera le permitió disfrutarlo. Cuando sintió sus uñas deslizarse con fuerza en su nuca ahogó el grito que deseaba rasgarle la garganta y apoyó las manos en la mesa nuevamente, solo para rasguñar la superficie.
    No iba a darle el placer de hacerla gritar. Era suficiente con su llanto, al menos por ahora.

    No tenía que mirarla para saber que la simple interrupción de la niña de seguro le había borrado la sonrisa que debía tener en su maldito rostro y cuando escuchó el nombre de Aimi salir de su boca, ni siquiera prestó atención a lo que dijo sobre romperle la gran regla de madera contra la espalda, su cabeza pasó de Shawn a la chiquilla frente a ella.

    ¿Pajarillo mensajero? La madre que la parió iba a ser su pájaro mensajero.
    No iba a aprovecharse de una chica de quince años mientras ella estuviera en esa maldita sala.

    Otra fractura. Su personalidad estaba llenándose de grietas.
    Laila Meyer, la chica sumisa, Laila Meyer, la chica de quien se habían aprovechado, Laila Meyer, la chica que necesitaba de la constante protección de un muchacho con complejo de héroe.

    Ella la había nombrado quebrantahuesos. Debía atenerse a las consecuencias.

    Sintió como Agnes la soltaba por fin, pero ya era tarde. Era demasiado tarde.
    Apoyó las manos con fuerza en la mesa a pesar de que ya no tenía las manos de aquella zorra sometiéndola contra la mesa y separó el rostro de esta, con el cabello revuelto cayendo a su alrededor como víboras violáceas. De la nariz le brotaba un hilo de sangre, una densa gota granate cayó en la mesa circular.
    Le ardía la nuca.
    En medio de los mechones le dirigió la mirada a Aimi nuevamente, una mirada que ya no pertenecía a ella a pesar de tener el rostro empapado en lágrimas. Ni siquiera se interesó en mirar a la mujer que acababa de estamparle la cara contra una mesa en un remedo de salón de clase.

    Lammergeier.

    Los ojos opacos con aspecto felino se detuvieron en los de la chica.

    —Sigue escribiendo, cariño —murmuró, secundando la orden del demonio que la había sujetado como si fuera un perro. Dirigió su mirada a los ojos rojizos de la señora por fin—. ¿Quieres un ave mensajera, quieres vernos sufrir? Hagamos un trato, mistress. Déjala escribirte la condenada carta, déjala ir y envíame con las condiciones que te dé la gana y cuando te dé la gana, luego de que me revientes esa regla, que ves con tanto anhelo, en la espalda... envíame aunque ni siquiera pueda tocar a Shawn, seré la prueba viviente de la preciosa escena que montaste aquí.

    El corazón se le estaba despedazando con cada palabra que decía, pero aún así se relamió los labios, sin apartar la mirada de Agnes, y sintió el gusto metálico de la sangre que se había deslizado desde su nariz.

    —Su reacción será mi castigo. —Lo que decía era sincero, tanto que no sabía por qué no estaba diciéndolo realmente y aún así, continuó hablando—. Si quieres añadirle una cereza al pastel, puedes enviarme a la jaula. Seré tu cordero de sacrificio.
     
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    Etihw

    Etihw The Golden Witch Comentarista empedernido

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    Aimi Shiotani~

    Su alma cayó al suelo al ver cómo la sonrisa de Agnes se desvanecía con lentitud, y se dio cuenta de que, efectivamente, sus palabras no fueron adecuadas. Que lo más sensato en aquel momento era callarse y no decir ni pío tal y como se había repetido mil y una veces antes de que le colocasen aquel molesto collar en el cuello. Pero no podía mantenerse con la boca cerrada y sin hacer nada presenciando aquella violenta escena frente a sí, por más que le habría gustado hacerlo no se sentía capaz. Sentía que estaba siendo constantemente contradictoria consigo misma, y no comprendía nada de lo que le estaba ocurriendo. Pero tenía miedo.

    Apartó la mirada de Agnes, incapaz de verla a los ojos mientras escuchaba su voz, sintiendo cómo le clavaba bien hondo cada una de las palabras que decía, hallándose horriblemente culpable por ello. Temía que en verdad llegase a coger aquella regla y la usase con todas sus fuerzas encima de la espalda de Laila, sabía que era capaz de ello y de incluso más. No le importaba hacer lo que le mandaba si con ello impedía que tal acto sucediese.

    Tembló en cuanto notó que se acercaba a ella, y se encogió en su asiento sintiéndose miserablemente cobarde. Qué patética era.

    Te doy cinco minutos para que termines mi carta y te retires, pequeña. Y entregues el mensaje que te he dado para Shawn, de contarle todo lo que sucedió acá.

    Cerró con fuerza sus ojos respirando hondo, y le echó un vistazo rápido al contenido del papel frente a sí. Miró temerosa todas las palabras que había escrito hasta entonces. Prácticamente ya tenía la carta hecha, pero por algún motivo no quería… ponerle el punto final. Ahora mismo, tras presenciar todo aquello, solo quería tacharlo todo, arrugar aquel trozo de papel y volver a empezar. Ni siquiera quería entregarle la carta que ya había hecho, exponiéndose, sintiéndose más vulnerable que cuando la escribió. Sintiendo que aquellas palabras ya no tenían sentido, que por más que desease ser fiel a lo que escribió… no podía simplemente ignorarlo todo, ignorar sus sentimientos y a lo que sea que sucediese.

    ¿Estaba siendo hipócrita?

    Su corazón acabó por quebrarse en cuanto escuchó a Laila levantarse, con su nariz sangrando y su rostro húmedo por todo lo que había llorado. Ni siquiera Agnes fue tan cruel con ella, y lo bruta que estaba siendo con la pobre muchacha no hacía más que espantarla.

    Sigue escribiendo, cariño.

    Sus ojos se habían encontrado por un momento, y Aimi miró a ambas con sus oscuros orbes bien abiertos, no comprendiendo por qué Laila se estaba entregando en bandeja de aquella forma. La estaba encarando, desafiando, e incluso ella misma entendía que hacer eso con Agnes no era la mejor de las ideas.

    Pero también entendía perfectamente lo harta que debía de tenerla ser tratada de aquella forma injusta sin haber hecho nada para merecerlo. Era despreciable e irritante.

    Le dolía respirar, se encontraba demasiado nerviosa y seguía con aquel ardor en sus ojos que trataba de reprimir de nuevo. Con rapidez cogió la hoja y puso aquel condenado punto final junto a su nombre, probablemente marcando también el final de su estadía en aquel lugar. Dobló la carta de una forma demasiado descuidada a como solía hacer las cosas, y se levantó también de su asiento con la carta en la mano.

    —Espero que disfrutes leyendo mis más sinceros sentimientos. Lástima que no pudiese escribir más.

    Se mordió con fuerza la lengua y se acercó al lado de Laila, mirándola momentáneamente sin expresión alguna. Estaba confundida, aturdida por el gran dolor que le producían sus propias emociones contradictorias. Pero algo que sabía cierto era que no quería que aquella muchacha recibiese más puñales ese día.

    Extendió su mano para entregarle a Agnes el trozo de papel, sujetándolo con fuerza, y contuvo la respiración.

    S'ha intentao' ¿Nos morimos? Nos morimos :c
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Agnes Astaroth

    Agnes sujetó su estómago como si las palabras de Laila fuesen el mejor chiste que le hubiesen contado durante toda su vida, riendo estruendosamente. Y así continuó por varios minutos hasta que se limpió las lágrimas por la fuerte carcajada que le había sacado, apoyando sus uñas en la madera y asemejando el galopar de los caballos contra ésta. Un patrón de Agnes, algo que alguien pudiese notar si lo ve repetitivo en ella.

    —¿Un trato? —se relamió los labios ladeando levemente la cabeza—. Parece que aún no entiendes que no hay trato que provenga, en este momento de ti que me interese Laila —sus ojos se deslizaron por su nariz, notando la gota de sangre que se escapaba—. Además querida, aquí se hace quieras o no lo que diga, así que no hay necesidad de tratos tontos... al menos por ahora. Quizá tengas más interés en hacer tratos con tu novio, oh... que cosita más linda —susurró haciendo hincapié en sus últimas palabras, como si recordase los ojos de Shawn en el proceso—. Quizá el pueda sacarte del lugar en donde te meteré, o quizá no. O tal vez ni me apetezca proponerle si quiera un trato... ya tengo un favorito, y dudo que sea reemplazado.

    Miró a Aimi al verla cerrar con fuerza los ojos.

    —¿Sabes qué es curioso? Que pensaba estampar la regla en Aimi y no en ti, solo dije lo de tu columna para provocar algo que evidentemente he visto, pero Aimi parece haber tomado la decisión correcta —argumentó al verla escribir la carta—. Que buena niña, no tendrás que irte con los dedos rotos —suspiró olvidando por completo la existencia del trozo de de madera al recibir la carta y escuchar las palabras de la pequeña colegiala.

    ´—Espero que disfrutes leyendo mis más sinceros sentimientos. Lástima que no pudiese escribir más.´

    Una sonrisa enternecedora se dibujó en sus facciones al recibir el trozo de papel y encaminarse hacia el escritorio, sujetando y apilando todas las cartas que había recibido hasta ahora, para guardarlas en el bolsillo de su falda.

    —Pequeño pajarito, ve a contar lo que ha sucedido aquí —ordenó mirando a Aimi a los ojos—. Pero... modificalo un poco, digo —se mostró pensativa por un instante, hasta que la mordacidad volvió a su mirada—. Dile a Shawn algo como: "Laila perdió el control y se abalanzó contra Agnes... ha sido castigada y continuará siendo castigada en donde tú pasaste la noche" —asintió ante su propia imaginación, sonriendo y mostrando sus blanquecinos dientes—. Ve Aimi, ve antes que te quiera partir la regla en las manos. En otras palabras, lárgate a cumplir mis peticiones, pequeña.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Laila Meyer.

    El tic. El puto tic.
    La zorra tenía complejo de yegua y eso explicaba su maldito carácter.

    No supo por qué, pero se le escapó una carcajada que resaltó violentamente con su rostro aún húmedo por el llanto y todo lo que acababa de decir. Se pasó la mano debajo de la nariz, retirando la sangre y luego se limpió en la mesa circular, sin cuidado alguno.
    Lo que sea que quedara de su carácter recatado estaba agonizando en algún lugar de su cabeza.

    Que volviera a mencionar a Shawn no le hizo más daño del que le había hecho saber que se había desmayado ahí por culpa suya, que había pasado una noche fatal por ella. Ni siquiera se detuvo a pensar en la forma en qué habló.

    —¿Qué harás, querida? ¿Meterme al mismo hueco infernal en el que de seguro metiste al príncipe? —Sonrió—. ¿O tienes algún cuarto infernal diferente preparado para mí?

    La sonrisa que le dedicó a Aimi le dio asco.

    Volvió a reír al escuchar la orden de Agnes para la niña.
    ¿Que se había arrojado sobre la perra esa? Joder, cómo lo deseaba. Es más, ojalá fuese cierto.
    Se le antojó escupir sobre la maldita mesa circular, pero tener a Aimi junto a ella la contuvo. Antes de que Aimi partiera a cumplir con las inevitables exigencias de Astaroth, aprovechó que se había colocado junto a ella y despegó una de las manos de la mesa, para extenderla hacia la chica y tomar una de las suyas, aplicando una leve presión antes de soltarla.

    —Se ha intentado, ¿no? —murmuró en un tono completamente diferente al que usó con Agnes, cálido, como le hablaría a Shawn en un día normal—. Lamento que tengas que hacer esto.
     
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    Insane

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    Agnes Astaroth

    Agnes miró a Laila altiva. La pobre chica no aprendía... pobre niña, lo que le tocaría presenciar para aprender. Qué va, de pobre no tenía nada y eso la divertía en demasía, verla agresiva pese a ser azotada contra la madera. Le empezaba a picar la curiosidad por tener con Shawn en la misma habitación... quizá en alguna ocasión los citaría a los dos en la oficina, y jugaría un poco con ella, o con Shawn. La alteración de la posición no cambiaría el resultado.

    —¿Un hueco? Que buena imaginación tienes, y que acertada eres, pequeña estudiante mediocre —respondió caminando hacia la puerta y dando paso a dos guardias para que entraran y sujetaran a Laila de las muñecas, casi arrastrándola—. Vamos a ir juntas a aquel lindo paraíso al que llamas hueco, espero estés preparada para lo que tengo en mente —la miró de perfil y salió del rincón de juegos mordiéndose el labio inferior, ansiosa.

    Ahora solo debía mandar el servicio a la habitación... porque claro, la mayoría debían ver lo que sucedería a continuación.

    Instrucciones para Laila

    • Has sido llevada a la habitación del Joker, debes postear en ésta que está al final del pasillo del resto de las habitaciones.
    • Agnes entrará después de ti, así que para postear debes postear tú primero en el sitio designado.
     
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    Insane

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    [​IMG]

    1 4. d e j u n i o.

    El cuarto esta completamente oscuro, siendo iluminado en cuanto llegue la primera persona al sitio. Hay unas gradas pequeñas para subir al escenario, el cual es cubierto por largos, grandes y pesados telones rojos. Bajo el escenario hay sillas de espectadores, palomitas de maíz y bebidas. Además de dulces ácidos en paquetitos individuales para cada prisionero.

    Sobre la madera del escenario hay una cama individual y una manzana mordida a la mitad rodada en el suelo. Además, atrás de los telones hay todo un barrote de acero con mucha ropa encima, disfraces, y muchísimas cosas más. Tienen la "privacidad" de cambiarse atrás de la tela gruesa.

    ¡Bienvenidos al teatro de Maxwell!

    Escenas dirigidas por Agnes Astaroth

    Elenco: todos los presentes


    Eso dice el letrero al entrar a aquel lugar que es completamente distinto al salón de clase que habían visitado con anterioridad.

    Advertencias
    • Agnes estará presente, aún así el anfitrión es el hombre que está cumpliendo años, por lo tanto Astaroth ha decidido celebrarlo a la persona (personalidadesmultiples(?) con la que más ha llegado a entablar conversación y con la que mejor se lleva.

    • Este espacio no se abre en fantasías por el hecho de que habrá ordenes de Astaroth constantemente.

    • Quien no cumpla el papel en la obra de teatro que debe interpretar será enviado a Jocker luego de salir de la pelea en jaula. Y si llega a sentir que son demasiado osados, lo más probable es que haya repercusiones con su dúo.

    • Después de terminar aquí los prisioneros se dirigirán a la jaula para una nueva batalla de cadáveres.

    • Los caramelos de este día los recibirá luego de que Agnes se cerciore de que han cumplido los pedidos que ha establecido con sus prisioneros, así que el caramelo puede ser dado hasta el mismo día en que deben tomarlo.

    • Las personas que aún faltan en la oficina, al salir serán guiados directamente aquí.

    • Será llamados por lo altavoces, cuando Agnes ya esté dentro del lugar.

    Abro tema porque me llegó la idea y no la voy a dejar ir, tampoco soy paciente como para esperar hasta mañana, así que pues :ghost:. satellite Nekita Gigi Blanche Hipnos Crownfell Kurone SweetSorrow The Pacman Gigavehl Liza White Yáahl
     
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  17.  
    Hygge

    Hygge Game Master

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    Shawn Amery

    Una obra de teatro.

    Aquel lugar se había convertido en un escenario.

    Shawn, manos en los bolsillos, se mantuvo observando el lugar con ojos cansados, dejando pasar a Catherine primero para seguirle después en silencio, sin dedicarle mucho más tiempo al lugar. Ya no había nada que llegase a sorprenderle, mucho menos que despertase alguna clase de emoción en él que no fuese el miedo o la tristeza. La zona estaba cómo no repleta de guardias, y tras indicarles la fila donde sus asientos nombrados se encontraban, caminó sin prisa hacia su lugar, seguido de su acompañante.

    Se dejó caer sobre su asiento, deslizando su cuerpo en el respaldo hasta hundirse un poco en él, ladeando la mirada para notar que Cat estaría a dos asientos de distancia. Le dedicó una breve sonrisa desde su lugar, un "estaré aquí por si me necesitas", y volvió su mirada al frente para luego caer a sus pies. Deseando hundirse en el asiento, cerrando los ojos para dejarse llevar por lo que sea que estuviese por suceder.

    Cuanto antes empezase, antes podría cerrar los ojos de nuevo, y simplemente esperar a que le requiriesen en algún lugar.
     
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  18.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Catherine Whitman - R

    Conforme el tiempo fue pasando, una parte de ella no podía ser más que estar agradecida a aquel pequeño juego que ayudaba a la perfección a lo que Agnes le había pedido, pese a que cada vez se le hacía mucho más dificil encontrar cosas que no fuesen necesiaramente malas sobre ella, que se mantuvieran bien toda la atmosfera que habían formado.

    Para que así, pudieran disfrutar la noche en cuestión.

    Mas cuando notó que Shawn caía en el cansancio, no le molestó en lo absoluto comenzar a tararear una canción para poder ayudarlo a dormir. Ese era su trabajo como avecilla, lo había leído mucho tiempo atrás, así que cuando el contacto visual se perdió, comenzó a acariciar su cabello al mismo ritmo que su cantar con la vista perdida imaginando las luces que antes formaban las estrellas de la primera vez que estuvo en esa habitación.

    No quería dormir y de igual forma, no se lo habían pedido.

    No supo en que punto detuvo el cantar pero si supo que en el momento que vio rayos de luz dejó de acariciar su cabello para abrazarse a si misma. Era otro día, uno exactamente igual, sin ninguna clase de diferencia donde de nuevo tocaría ver algo que probablemente ya había visto antes y había ignorado por completo cuando la sacaron temprano del salón de juegos la primera vez.

    La voz de Agnes volvió y eso la trajo de vuelta de sus pensamientos al igual que trajo de vuelta a Shawn del mundo de los sueños, le sonrió cuando notó ese saludo ignorando aquella válida queja cuando se levantó. Espero a que él saliera del baño para así poder lavarse el rostro y arreglarse un poco, que no se notara que no había pegado ojo en toda la noche antes de colocarse al lado de Shawn y asentir con suavidad antes de marcharse.

    ***
    Teatro.

    No un salón escolar.

    Se adentró primero como Shawn le había permitido, sus ojos se pasearon por los asientos, atenta a cada uno de los nombres que allí se encontraran, recibiendo probablemente el primer golpe cuando vio que Noah estaría sentado justo al lado de Agnes y ella estaba tan lejos que Noah no la notaría.

    De nuevo.

    Bajó la mirada y continuó a su lugar grabandose quien estaría a su lado.

    Laila.

    Ayuda.

    Alice.

    ¿Celos? ¿Buena? No importaba mucho.

    No fue capaz de sonreirle a Shawn pero aun así, volvió a asentir para que supiera que lo había entendido. De igual forma, tendría que concentrarse en una de las dos, cumplir o tratar de cumplir otra petición si todo aquel escenario se lo permitía.

    Pero ahora, solo era esperar.
     
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  19.  
    Ceci

    Ceci Usuario VIP

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    Noah.

    Había caminado por los pasillos en silencio, dejándose guiar por la mano de Laila en todo momento, pues a pesar de haberse levantado lo suficientemente dispuesto como para afrontar la luz del día aunque fuera por esa vez, sentía que el piso se movía con cada paso que daba. Su visión estaba prácticamente limitada a un túnel que solo le mostraba un campo borroso, su cuerpo ardía y se sentía helado al mismo tiempo, y agradecía estar caminando para que Laila no notara los violentos temblores a los que sus músculos estaban sometidos.

    Si había levantado sintiéndose mil veces peor que la noche anterior.

    Sus pies prácticamente se arrastraban por el suelo para cuando llegó a la puerta, y aprovechó el breve instante que los guardias se tomaron para abrir la puerta para apoyar una mano en la pared, como si de repente la mano de Laila no fuera agarre suficiente para mantenerlo de pie.

    No quería preocuparla a ella también, no quería que Laila también lo viera de la misma forma que Cathy.

    Cathy.

    Sintió escalofríos ante la posibilidad de encontrársela ahí dentro, y de pronto la ansiedad se adueñó de su pecho, sumergiéndolo en los recuerdos y en cómo últimamente lo único que hacía era sacarle lágrimas en vez de sonrisas.

    Quería vomitar su propia alma fuera de su cuerpo, si fuera posible.

    De pronto, al entrar al enorme salón oscuro, un pequeño suspiro de alivio se escapó de sus labios. El escenario se veía borroso y brillante, y él no distinguía nada más que el resplandor rebotando en el brillante tablado.

    ¿Quizás podría cerrar los ojos y que nadie lo viera en la oscuridad de los asientos?

    La puerta del teatro se cerró detrás de ellos, apagando aún más el ambiente, y Noah se puso una mano frente a los ojos para caminar sin que los faroles le molestaran tanto. De pronto, a medida que avanzaba, logró divisar un montón de papeles pegados a las butacas, pero solo hubo uno que alcanzó a leer.

    'Noah'

    Ese eres tú.

    No podía esperar para sentarse antes de que sus piernas se le hicieran de gelatina.
     
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  20.  
    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Galen Rutonver

    "Maxwell y Galen, pueden encaminarse al rincón de juegos y tomar su respectivo asiento."

    ¿Eh? ¿Ya era hora? Bueno... Tuve razón, no iba a tardar mucho ya... Solté un pesado suspiro y me levanté al fin, miré alrededor un momento más y me dirigí sin más a la salida.

    Al salir, no había guardias, cosa que me extrañó. Pero sabía el camino, seguro por eso era... Sin más caminé hacia el aclamado Rincón de Juegos y abrí la puerta, me quedé atónito ante la escena. Si bien ya esperaba la zona del teatro, no esperaba que hubiesen tantos guardias presentes... Pestañeé un par de veces, solté otro suspiro y seguí mi camino. Mientras lo hacía, pude ver a Catherine y a Shawn... Shawn... Maldita sea Agnes, en serio eres repudiable...

    Comencé a ver las etiquetas del resto de prisioneros, casi que ya ningún nombre se me escapaba ya, o si no es que ninguno vaya. Pasé a lado de Catherine, la miré un momento y sin más me seguí de largo. Si Noah llegó hecho polvo, no me imagino ella... Sin embargo, si Laila llegó hecha un volcán, ¿Shawn..? Se le veía perdido también, acabado, con sueño. Me apené nuevamente, seguro ya ni es el mismo Shawn que conocí en Joker, y tal vez ni el mismo en Fantasías. Pero daba igual... Yo tampoco era el mismo ya...

    Y todavía más que tenia una regla a seguir, pero... Me dijo que no hablara más con él una vez hecha la pregunta... ¿No? Eso quiere decir que puedo hacerle un poco la plática, pero conociendo la omnipotencia de Agnes. Creo que es mejor limitarme a... Literalmente, gestos.

    Terminé de ver el resto de asientos, Noah ya se hallaba ahí, igual de acabado como lo recuerdo... Era de esperarse que se hallaría con Agnes, y por consiguiente, con Franklin. Después de lo que discutimos, era obvio. Me devolví y vi a Shawn, con el asiento plasmado con mi nombre, tal cual lo dijo, lo cumplió, lástima que no me puso a lado de otra persona...

    Me acerqué, dí un último suspiro culposo y al fin me senté, sonriendole a Shawn amablemente...

    —Vaya día más ajetreado... ¿Verdad, socio? Ahh... Tal vez y no sea el mejor momento de andar diciendo estas cosas, pero yo tampoco tengo mucho que decir, porque me lo están limitando... Pero seguro tú entiendes lo que te digo...—. Le dije con total calma a Shawn mientras me terminaba de acomodar en el asiento, pero sosteniendo una expresión triste...

    —Agradezco al fin tener un poco de plática contigo, en serio. No sabes cómo me hace sentir de bien esto... Sin embargo, las cosas no han ido muy bien que digamos, albino. Por más que intento comprender algo... Resulta inútil—suspiro—, pero qué mas da. Siento decirte que no me dejaron interactuar con Laila como me habría gustado, Shawn...—. Dije, comenzandome a sentir mal por cómo me comporté en un determinado momento en la oficina, pero era tarde, desde que fui condenado por esa bastarda. Lo era... No debía dar vuelta atrás, no... Por el bien de todos...

    —D-Dime, Shawn. Si llegase a pelear y ganara la famosa Batalla de Cadáveres, ¿habría algún problema si te eligiera como compañero de cuarto?—. Dije, un poco quebrado aunque en realidad toda esa frase se escapó sin permiso de mi boca, y aún a pesar de ello. No me percaté... Y seguí:

    —Shawn...—. Le hablé en seco—. ¿Alguna vez Laila te ha sido infiel?—. Le dije igual de vacío, cerrando mis ojos al final, dejándome hundir un poco más en el asiento...

    Se acabó... Al menos por ahora...
     
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