Addiction

9. Capítulo – Conociendo la verdad (parte I)

Cuando desperté la cabeza me daba vueltas. Lo primero que pude ver fue el rostro de James que esperaba impaciente que despertara, haciendo todo lo posible para mantener sus párpados abiertos.

— Hola, pequeña.

— ¿Qué hora es?

— Las… siete y media.

— Mierda, llego tarde a clase.

— De eso nada, hoy es tu día libre, en clase y en el trabajo. He hablado con Sam y Charlie.

— ¿Conoces a Sam?

— Digamos… que él puede entenderme.

El golpe debió ser más fuerte de lo que yo pensaba. Cogí mi móvil de la mesilla y tenía 23 llamadas pérdidas de mis padres.

— Lleva sonando todo el día, lo he puesto en silencio.

— ¿Por qué no me has despertado?

— Era mejor que descansaras, créeme. Bueno, ¿entonces piensas irte?

— Ni hablar.

De nuevo la sensación que tuve anoche me invadió por completo. No sabía que era, pero lo podría comparar con una cuerda atada a mi cintura que no me dejaba salir de allí. No lo podía creer, pero me fui de mi ciudad natal con mucha pena, de esta no podría irme aunque quisiera.

— Creo que tengo que hablar con Jane.

— ¿Te gusta el peligro o quieres que te mate? Además se han ido.

— ¡¿Cómo que se han ido?! – pregunté sobresaltada.

— Se han ido de vacaciones… Bueno, que hostias, si tú ya lo sabes. Se han ido de laza.

Por un breve instante, mi cabeza fue inundada por imágenes de David matando. Enseguida las borré de mi mente.

— ¿Cuándo vuelven?

— Supongo que mañana.

El timbre sonó insistente. James bajó a abrir la puerta. Oí los pasos rápidos de alguien corriendo a mi habitación y antes de que pudiera ver su cara se abalanzó sobre mí abrazándome. Por un momento, sentí que era mi padre quien me abrazaba con fuerza.

— ¡Lo siento, Amy! ¡Soy lo peor! ¿Cómo pude dejarte sola? ¿Cómo pude pedirte que te encargaras de la sala grande?

— Charlie, me ahogas. — Logré que me soltara mi jefe — Tranquilízate, que estoy bien.

— Todo ha sido por mi culpa… lo siento, de veras.

— No pasa nada, soy una patosa, tropecé y bueno... ya ves como acabó todo. Pero estoy bien, de verdad. — intenté que se tranquilizara.

Se sentó a mi lado en la cama y apareció James por la puerta con la televisión de plasma en las manos. La instaló en un instante y sacó DVDs.

— ¿Qué queréis ver? ¿Crepúsculo, abierto hasta el amanecer, el conde drácula…?

— Que gracioso James. Pon algo de drama, tengo ganas de llorar. — James y yo lo miramos incrédulos — ¿Qué pasa? Los hombres también lloramos...

Al final nos decidimos por Titanic. No presté atención en toda la larga película. Me hice un esquema mental para ordenar mis ideas.

“A ver… David y Jane son vampiros. En el local donde trabajo hay un lugar especial para vampiros. Todos desean mi sangre, desean matarme… Pero David me salva la vida. Y ahora, tengo que irme de aquí para ser yo misma quien salve mi vida… pero ¡No puedo!”

—Que bonito… pobre Jack — dijo Charlie secándose las lágrimas de los ojos — yo si fuera Rose hubiera saltado con él.

Reí. Yo era muy cobarde, lo cual se contradecía con el deseo que tenía de quedarme en ese lugar. Por otra parte, si el amor es tan fuerte como lo dibujaban las películas, tal vez abría saltado. Habría arriesgado mi vida, no por salvar la de mi amor, si no por morir junto a él. Pensándolo mucho ¿No era lo que acababa de hacer David?

— Vaya bodrio — se quejó James.

— Creo que tienes que irte ¡Rápido! – le gritó Charlie de repente.

— ¡Mierda! — gritó James y saltó por la ventana. Sí, habéis leído bien, saltó por la ventana.

— ¡James! – grite sobresaltada.

— Tranquila, seguro que no se ha hecho daño.

— Vale, ya estoy harta ¡que alguien me explique todo esto ya!

— ¿Qué quieres saber? – preguntó dando al parecer con ganas de responder mis preguntas y no esquivarlas como llevaban haciendo desde que llegue.

— Lo primero ¿Cómo tienes una sala para vampiros en tu local?

— Lo primero, no es una sala para vampiros – se volvió a secar las lágrimas – espera, voy a quitar la cancioncita que lloro — dijo apagando el DVD — por donde iba... no es una sala para vampiros, es una sala… para los especiales, podemos decir.

— ¿Especiales? ¿No son todos vampiros?

— No, hija, no… Puedes encontrar de todo, aunque en su mayoría si son chupasangres, como yo les llamo.

— ¿Por qué? Quiero decir… ¿Cómo es que viven aquí y no en otras partes del mundo?

— No seas tan ingenua Amy… Los vampiros, al igual que otras muchas especies, pueden hacerse pasar por cualquier otro humano sin molestarse. Son exactamente como nosotros, respecto al físico. Viven por todo el mundo, pero aquí en un pueblo tan pequeño los admitimos tal y como son y no hacemos que tengan que vivir a la sombra.

— ¿Entonces, todos lo saben? ¿Todos saben que conviven con vampiros?

— No todos… Hace muchos años los vampiros y humanos convivían en paz. Los vampiros prometieron no dañar a ningún humano siempre que les dejáramos vivir con nosotros. Pero a medida que pasaba el tiempo, muchos vampiros no pudieron controlar su sed y acabaron matando a humanos inocentes, por ello el trato se rompió. Los padres no dijeron a sus hijos que vivían con vampiros, estos no se lo dijeron a los suyos ni estos a los suyos… y así hasta hoy en día.

— ¿Y cómo es que tú lo sabes?

— Bueno… Mi madre era vampiro.

 

10. Capítulo – Conociendo la verdad (Parte II)

— A ver, a ver, a ver… - intenté pensar con claridad — Un momento. A ver… — Elegí con cuidado cada palabra para expresarme bien — Tu madre era vampiro. Los vampiros son muertos vivientes con lo cual, nada de su organismo funciona. Hasta aquí bien. Ahora ¿Cómo pudo tu madre quedarse embaraza de ti si su organismo estaba completamente muerto?

— Muy simple – tosió aclarándose la voz — Mis padres me tuvieron cuando aún los dos eran humanos. Cuando yo tenía 2 años mi madre fue atacada por vampiros. Mi padre intentó defenderla, pero no había forma de que se separaran de ella. Entonces, lleno de impotencia, gritó y se abalanzó sobre uno de ellos. Chocó contra el cuerpo de este, que era como pura roca, lo que hizo que callera hacia atrás golpeándose la cabeza.

— Algo parecido a eso me suena… — recordé mi duro golpe.

— Empezó a sangrar y entonces los vampiros no pudieron resistirse y acabaron con él – me contó con un rostro triste y apenado — Mi madre logró sobrevivir. Por suerte o por desgracia los vampiros solo la mordieron lo suficiente como para inyectarla el veneno, haciendo que agonizara de dolor durante días, sin atreverse a ir a un hospital. Finalmente, se convirtió en lo que más odiaba por arrebatarle el amor de su vida.

— Vaya… Parece una película de cine tu historia.

— Podría verse así, sí — dijo asomando una media sonrisa en sus labios.

— Entonces… ¿Tu madre sigue viva?

— Sí. Está lejos, en una pequeña aldea. Marchó para protegerme, no podía controlar su sed y no quería dañarme. Por eso me abandonó y llevo solo desde los dos años.

— Lo hizo por tu bien…

— Lo sé — sonrió de nuevo.

— Empiezo a entender algunas cosas, pero aún tengo muchas dudas.

— Por lo que te ha pasado por mi culpa, estoy en deuda contigo. Te contaré todo lo que quieras, aunque eso me meta en problemas.

— ¿Problemas?

— Así es. Aquí no solo viven vampiros, muchas otras criaturas conviven con nosotros. Cada clan tiene sus líderes, los que se encargan de que nadie rompa el secreto. Si los descubrieran podrían dar la voz de alarma a otras naciones y esto se convertiría en un caos total.

— Toda mi vida conviviendo con esas criaturas… y yo sin darme cuenta.

— Al igual que la mayoría de los humanos, preciosa.

— ¿Me puedes decir a donde ha ido James? – le pregunté dirigiendo mi vista hacia la ventana.

— Acércate — dijo ayudándome a levantarme de la cama y me arrimó a la ventana — mira — dijo señalando el cielo.

— Luna llena.

Su silencio me lo dijo todo. Luna llena…

— ¿Es un licántropo?

— Sí, un hombre lobo.

— Pero… ¿Me estás diciendo que todas las películas acerca de vampiros y hombres lobo son ciertas?

— No, cariño, no. No mezcles… Que existan es una cosa, pero que las películas cuenten la verdad es otra muy distinta. No suelen adivinar con las cualidades, al decir verdad no dan ni una.

— Ya… ¿Qué otras criaturas andan por ahí? — volví a preguntar más intrigada que nunca.

— De todo. Ya las irás viendo, supongo que no les importará a los “grandes” que los descubras, ya que han sido ellos quienes se han transformado delante de ti. Creo que David se meterá en problemas…

— ¿Por mi culpa? — parecía mentira, pero de todo lo que hablamos lo que más me dolió escuchar fue esto último.

— No es tu culpa… David es una de los “buenos” podríamos decir, nunca se alimenta de humanos inocentes. Los chupasangres van a ver muy mal que se haya vuelto contra su raza para defender a una simple humana.

— ¿Qué va a pasar?

— No creo que pase nada… David sabe arreglárselas solo, seguro que se libra. Oh, oh. Tengo que irme — dijo mirando el reloj — El “Rock&Blood” me necesita.

— Claro.

— Si necesitas cualquier cosa, como si es un vaso de agua, no tienes más que llamarme.

— Descuida.

Dicho esto se marchó dejándome sola. Me tumbe en la cama mirando el techo. Pensaba en tantas cosas al mismo tiempo que mis pensamientos se tapaban entre ellos. Me acerqué a la ventana mirando la luna llena. Era preciosa, nunca la había visto tan grande. La luz de la luna bañaba mi piel pálida y mis ojos brillaban a su vez.

Algo frío me despertó esa noche. Cuando pude abrir los ojos David estaba a escasos centímetros de mi cara, con la boca llena de sangre y los ojos rojos como esferas. Me miraba deseoso de probarme. Pero no tuve miedo. Una parte de mí le gritaba asustada, pero otra más fuerte ansiaba que diera el primer mordisco.

El timbre sonó y me despertó. ¿Todo había sido un sueño? No... La venda continuaba envolviendo mi cabeza, lo único irreal de esa noche fue tener a David tan cerca.

Al abrir la puerta James me sonrió con un paquete con el desayuno en la mano derecha y una flor rosa en la izquierda.

— Para la enferma, todo tipo de cuidados — entró — ¡Y además gratis!