Addiction

17. Capítulo – Una copa, dos copas, tres copas…

Cuando finalizó esa incómoda conversación, James, Charlie y yo nos disponíamos a marcharnos, pero alguien nos saludó.

— ¿Ya está todo bien?

Era David. Me alegré enormemente de volver a oír su voz suave y aterciopelada. Una manía mía siempre ha sido la voz de los hombres. Las voces rasgadas, sensuales y que parecen un susurro siempre me han apasionado y así era exactamente la voz de David.

— Eso creo — se me adelantó Jane abrazando a su marido.

Juraría que me lanzó una mirada de recelo como si quisiera dejarme bien claro “es mío y nunca lo tendrás”. Bien por ellos.

— ¿Nos tomamos algo para celebrarlo? — preguntó David con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.

— ¿A estas horas? — pregunté un poco anonadada.

— Claro, los humanos necesitan descansar… — comentó Jane.

— No, me apunto — dije haciéndole frente.

Por mucho que lo habríamos hablado yo creía que siempre habría una pequeña competencia entre nosotras. Vale, yo no era tan hermosa, ni fuerte, ni rápida… pero sabía defenderme y tenía un gran carácter. No iba a dejar de ninguna manera que esa cosa me intentara dejar en mal lugar delante de mis amigos y mucho menos delante de David. Así que recorrí los pedazos de mi fuerza de donde pude y salí con una expresión alegre y descansada (todo mentira, estaba agotada y no muy feliz que se diga).

Decidimos ir a “Rock&Blood”. Tenía ganas pues quería saber cómo se está en esa sala tan peculiar; ¿De qué hablaban? ¿De a quién habían matada la última vez? ¿Del tipo de sangre más sabrosa? ¿De las técnicas de matar? Un tanto siniestro sí… pero no por ello menos interesante. Caminamos unas cuantas manzanas hasta llegar al local. Al entrar todo el mundo saludó a Charlie animado con la intención que les invitara a un par de copas. James, David y Jane se abrían paso entre la muchedumbre, más bien era la gente quien les hacían un pasillo para pasar. Y yo, como siempre, pasé desapercibida.

Cuando entré en la sala detrás de mis amigos vampiros, todos nos miraron incrédulos. Seguro que muchos pensaron que me tenían de mascota o algo por el estilo. Temí un poco que se acordaran de mí y de que David les arrebató la cena y se enfrentaran a él. Temí en vano, pues todos le saludaron amablemente. David debía ser un buen amigo me imaginé. Toda la sala le conocía, mejor a él que a Jane por lo que puse ver pues la mayoría de los que estaban saludaban a David y, más tarde, a Jane por simple educación.

Entró James detrás de mí y, sujetándome por las caderas, me susurró: no tengas miedo. Aún no me conocía muy bien porque yo no tenía miedo. Cuando tenía miedo temblaba como un pequeño cachorro y me quedaba completamente paralizada. En ese momento solo estaba un poquillo asustada.

Nos sentamos en uno de los sofás y al de cinco minutos apareció Charlie con algunas bebidas. Trajo dos vasos rojos para Jane y David, uno negro para James y dos rosas para él y para mí. Lo nuestro era un zumo de fresas con vozca, no sé como supo que me encantaba.

— Te he traído lo que más me gusta.

Al parecer nuestros gustos eran parecidos. Lo que bebía James no tenía ni idea de lo que era, pero preferí no preguntar. Jane y David bebían entrecruzando los brazos, que ñoñería. Sabía que bebían sangre, el tipo me era bastante indiferente, pero preferí pensar que era zumo de cereza. Así pude controlar mis náuseas mucho mejor.

Presté atención a las conversaciones del resto de la sala. Mi interés se apagó rápido, pues hablaban de cosas normales; una chica comentaba a su novio que tal le había ido en el trabajo, otro se quejaba de los malos conductores que tocan el claxon sin motivos y al fondo, dos personas comentaban el tiempo aburridas. Nada especial vamos.

— David y yo hemos pensado en invitaros a cenar. — comentó Jane.

— ¿Cenar? — se me escapó.

— Tranquila, no devoraremos a nadie en la mesa si es eso lo que piensas — aunque habíamos hecho las paces, seguía contestándome llena de sarcasmo y muy borde.

— Hemos pensado en prepara algo especial para vosotros, David y yo seguiremos con nuestras dieta — rió, aunque no tenía ninguna gracia lo que decía, aún así David le siguió con una pequeña carcajada que hizo que me recorriera un frío escalofrío por todo el cuerpo — Queremos cocinar comida de humanos — siguió menospreciando a mi especie — no parece muy difícil…. Y James, para ti prepararemos algo especial.

— Entonces me apunto — dijo sonriendo James, aunque pude notar en su mirada mucha falta de entusiasmo.

— Bueno, si Amy va yo también — me encasquetó el marrón Charlie.

— De acuerdo — dije con una pequeña sonrisa.

No tenía ningunas ganas de ir a esa cena, pero me reconfortaba pensar que mis amigos y en especial David estarían conmigo.

David, David, David… Todo el día David metido en mi cabeza. Creía que nunca le agradecería tanto por salvarme la vida. Mientras yo pensaba como agradecérselo, mis nuevos amigos reían de los chistes de James.

La noche pasó deprisa. Lo que solo era una copa, acabó siendo una tras otra. Ya me encontraba un poco mareada y me acompañaron todos a casa.

— Desde luego, que poco aguante que tenéis los humanos — rió Jane dejándome otra vez por los suelos.

— ¡No estoy borracha! — intenté mentir.

Por mucho que trataba de seguir la línea recta del suelo, se dividía en dos e iba haciendo eses. Al llegar a casa, todos esperaron en la puerta hasta que me metiera en el cuarto, para asegurarse que no me haría daño. Sus sospechas eran ciertas, pues no tardé en tropezarme con la alfombra. Antes de llegar al suelo los brazos de David me sujetaban.

— Ten más cuidado.

Cuando giré la cabeza volvía a tenerlo demasiado cerca. Demasiado cerca para poder controlar mis impulsos y muchísimo más difícil era controlarlos con más alcohol que sangre en las venas. Me acerqué lentamente a sus labios pero cuando pude darme cuenta ya estaba tumbada en la cama. No me acordaba de lo rápido que era.

— Te he dicho que tienes que tener cuidado —- me repitió — no lo olvides.

Sabía que no solo se refería a mi torpeza, también aludía a Jane. Salió de mi habitación cerrando la puerta sin hacer apenas ruido y caí rendida en unos cuantos segundos.

 

18. capítulo - Abre los ojos al amor.

Cuando me desperté al día siguiente tenía 13 llamadas perdidas de mis padres. Me levanté demasiado rápido y mi cabeza tambaleó.

— Nunca más… — dije en voz alta.

— Siempre se dice lo mismo — rió una voz masculina.

Era James. Me di cuenta de que hacía demasiado tiempo que no me despertaba sola, siempre tenía a alguien a mi lado y no exactamente de la forma que a mí me gustaría.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunté no muy amable por los dolores de la noche anterior.

—Tenía que asegurarme de que despertabas, tal y como estabas ayer me preocupaba que estuvieras en coma etílico.

— No exageres…

— No, no lo hago — volvió a reír.

Su risa penetraba en mis oídos como truenos. Le pedí que no riera más y que me ayudara a preparar el desayuno. Más bien le ordené que él lo preparara mientras yo me tumbaba en el sofá. Donde hay confianza da asco… y al pobre James le tenía domesticado como si fuera mi pequeño cachorro, y nunca mejor dicho.

— El desayuno para la reina — se quejó de mi abuso mientras preparaba la mesa para dejar mis tostadas y mi café bien cargado.

Me dejó desayunar en silencio y luego me tomé un analgésico para el dolor de cabeza.

— Creo que hoy me toca trabajar…

— Hoy no, ¿no te acuerdas de donde te metiste ayer? Jane nos invitó a cenar.

— Cierto… mierda.

— Yo tampoco tengo muchas ganas… con los majo que es David no sé que hace con una tía como Jane.

— Y yo que pensaba que en este pueblo todos erais como hermanos…

— Siempre hay una oveja negra.

Recogió mis restos del desayuno y me dejó echar una cabezada a ver si al despertar estaba mejor. James se fue a trabajar y yo me quedé tirada en el sofá sin fuerzas para volver a la cama. Intentaba dormir pero mi móvil no paraba de sonar. Al final decidí contestar a los pesados de mis padres… ya empezaban a agobiarme. Después de un largo interrogatorio y de mil preguntas para comprobar que estaba bien por el tono de mi voz. Por fin me dejaron colgar y descansar.

Cuando me desperté de mi pequeña siesta ya era la hora de comer y me encontraba mucho mejor. Antes de preparar la comida me dirigí al cuarto para cambiarme de ropa, pues aún llevaba la ropa del día anterior. Un pequeño dejavú me vino a la mente cuando me dirigía al cuarto. Recordé lo cerca que estuvimos David y yo y como sus fuertes brazos me sujetaban con vivacidad. Un cosquilleó apareció en mi estómago. ¿Me estaba enamorando? Tonterías, lo que no sabía era lo idiota que había sido al acercarme tanto al hombre cuya mujer me tenía amenazada.

Cuando conseguí cambiarme de ropa sin que mis pensamientos me dejaran descansar, preparé la comida con la misma cuestión en mi mente. No, no estaba enamorada, simplemente me atraía ¿y a quién no? Ese aire misterioso, ese humor que pocas veces salía a la luz reprimido por su esposa, eses ojos oscuros casi negros tan penetrantes y esos músculos… Ya, ya está bien de pensar en mi casero. YA.

Cuando terminé de preparar unos macarrones con queso alguien llamó a mi puerta. Me sequé las manos en el delantal de los años ochenta que llevaba puesto y abrí. No me lo podía creer.

— David… ¿qué… qué haces aquí? — pregunté avergonzándome de mi apariencia.

— Quería recordarte lo de la cena de esta noche. — dijo con su suave voz, casi en un susurro.

— Ya se ha encargado James de recordarme todo lo de anoche… — dije aún más avergonzada.

— ¿Puedo entrar? — me preguntó con una media sonrisa dibujada en su cara.

— Claro, pasa…

Incluso era el más amable de todos, por lo menos pedía permiso antes de entrar en mi nuevo hogar, no como James que aparecía en mi cuarto sin siquiera llamar a la puerta. Se acomodó en el sofá y me miró sonriente.

— ¿Ibas a comer ahora? — Asentí con la cabeza — Entonces te hago compañía

— ¿Quieres algo? — pregunté y enseguida me di cuenta de la tontería que acababa de plantear.

— No, gracias. — aún así me contesto tan cordial como siempre.

Puse mi plato en la mesilla de la sala, aunque juré apenas hacía unos días que no volvería a comer ahí, pero la ocasión lo merecía.

— ¿Te apetece venir a cenar? — me preguntó cuando di el primer bocado.

— No — contesté sin pensar — digo, sí… digo… me es indiferente. — la cagué.

— Sé que tú y Jane por mucho que hayáis hablado no os vais a llevar bien. Sois personas muy diferentes y lo entiendo, pero no quiero que te sientas obligada a venir. Para mí sería un placer que acudieses… — me dijo tan cortés.

Entonces no hay más que hablar pensé.

— La verdad es que Jane y yo no congeniamos demasiado bien… pero, no pasa nada, seguro que podemos ser amigas o algo parecido. — dije aunque no era en absoluto lo que pensaba, pues no quería ser amiga de una mujer así.

— Bueno, entonces esta noche nos lo pasaremos bien.

Seguí comiendo y seguimos hablando. Cuando Jane no estaba delante David era mucho más hablador y estaba mucho más animado. Me hacía reír y se acercaba a mí. Cuando me decía algo interesante me tocaba el brazo, cuando me contaba alguna historia utilizaba mi cuerpo para dramatizarla… Me tocaba y yo le sentía. Lo hacía con delicadeza y calor. Dios… me estaba enamorando.