Explícito XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 23 Agosto 2020.

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  1. Threadmarks: XII. The Justice (Al) x The King of Coins
     
    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    2849
    Bueno que se me fue la olla fuerte con el fic de Gigi de Somebody turned the lights out, así que aquí estamos.

    Dos fics arriba ya hay un versión de The Justice y The King of Coins, así que me parece prudente recordar que The Justice es una carta que le asigno a mi propio trio infernal: Kat-Altan-Shio. Aquí traigo a Al, pues porque me pintó, y me metí a Hiro just for the funz y porque lokwey lo necesitaba para fundamentar el resto de la idea de olla de Al. Anyway, que aquí sigo Yugen usando al niño y también a Tomoya aunque ni lo hemos visto (????)
    Cambio de color en las cartas porque vamos, ¿de qué otro color iban a ser con este imbécil en LETHAL MODE?




    You're once step closer to the throne,
    King of Nothing.

    XII

    [​IMG]
    The Justice
    x
    The King of Coins

    . Cause and effect . Truth . Frightening .


    | Altan Sonnen |
    | Hiroki Usui |

    *

    *

    *


    No había sido realmente difícil, nunca lo era y aún así no perdía la gracia cada puta vez. No era que hubiese hecho algo similar antes, ni de coña, pero sí había investigado personas y encontrado cosas de lo más interesantes.

    ¿Qué me detenía de encontrar al alfa de la manada de Shibuya?

    Nada.

    No había defensa contra la llave maestra combinada con los conocimientos de la calle. Encima bastaba con un peón suelto y ese había aparecido justo a tiempo.

    Hiroki Usui.

    Aplasté la colilla del cigarrillo contra el suelo de cemento del patio trasero para luego dejarla caer a mi lado mientras pasaba de una pestaña a otra en la computadora, tecleaba con una velocidad insana y me seguía moviendo entre páginas.
    Era una suerte que no hubiese nadie en casa.

    Shibuya.

    Shibuya.

    Récords de delincuencia, registros de los anteriores centros educativos de wan-chan y su previo domicilio. Todo para trazar un círculo, un área de movimiento de la manada a partir del lobo solitario, de la pieza floja. Con sólo eso había conseguido uno a uno a los lobos y había delimitado la zona de movimiento.

    Shiori iba a partirme la puta boca, de nuevo, si se enteraba cómo estaba usando a su adorado cachorro.

    Había que ver lo ceñido que había quedado con los cabronazos sólo con lo que me había contado Anna, con la sola imagen mental que me había hecho yo mismo porque ella no había entrado en detalles.

    Encendí un nuevo cigarrillo mientras daba clic en el último documento. Domicilio actual, nombre completo, hasta tipo de sangre del jodido.
    No había récord criminal, así que debía ser un puto zorro de los buenos. Sin embargo, su madre… Joder.

    Debieron enviarte al terapeuta, niño.

    —Un placer conocerte —murmuré luego de dar una profunda calada. La serie de anillos que había empezado a usar resplandecieron bajo las luces halógenas y la fotografía del alfa, ya algo vieja porque parecía menor de lo que era, se reflejó en las ciénagas que tenía por ojos—, Tomoya Hideki.

    *

    *

    *​

    El día siguiente me había dedicado a hacer una bonita serie de llamadas, una tras otra, invocando a mis propios peones. Las había hecho en los baños del tercer piso, fumando como un cosaco, sin poder quitarme la maldita sonrisa monstruosa de la boca.

    Tenía el domicilio del hijo de perra, podía ir, partirle la jeta separado de su manada y desaparecer pero así no se hacían las cosas en la calle.

    Por eso estaba atrayendo, uno a uno, a mis mercenarios. A mis propios lobos.

    Me había movido entre sombras tanto tiempo y de una forma tan extraña que tenía a los peones sueltos de varias putas pandillas, los lobos solitarios y hambrientos. Les bastaba algo de pasta para aceptar un trabajo dado por un alfa de otro sector y de otra especie, bien alimentado y sin otra necesidad que la de violencia pura o venganza a secas.

    Y estaban famélicos.

    Sabía que lo estaban y por eso podía usarlos a mi antojo, por eso ellos mismos se ponían a mi disposición incluso cuando deseaban morderme la yugular y empaparse con mi sangre de niño rico. Pero yo tenía dinero, tenía el vodka caro, tenía la hierba si la querían, si me forzaba tendría incluso las drogas duras que se metía la jodida de Tolvaj, pero más importante tenía un objetivo por el que podía brindarles todas sus necesidades de putos marginales sin dudar.

    En tanto me fuesen leales.

    En tanto me sirvieran como los malditos omega que eran.


    Cuando salí del baño luego de hacer una de las últimas llamadas casi me llevo en banda precisamente al peón gracias al que había podido crear todo mi mapeo.

    Wan-chan.

    —Hueles como una maldita chimenea, cuervo.

    Me encogí de hombros en respuesta mientras me llevaba las manos al bolsillo de los pantalones y vi mi reflejo en la mirada amarillenta del cachorro.

    >>¿Qué mierda andas haciendo, Sonnen?

    —Nada que interese —respondí sin más y tuve que contener el impulso de reír cuando prácticamente me gruñó en respuesta—. Nada que te interese a ti por lo menos, ya que no afecta a Kuro-chan.

    Bastó con eso para que parte de la tensión en sus gestos desapareciera, aunque no había disminuido la brusquedad con que me miraba. Me había mirado así desde el principio y no creía que fuese capaz de verme de otra manera, ya no solo porque le hubiese comido la boca a su novia en el pasado, sino por el simple hecho de que era yo. No soportaba mi mera existencia.

    >>Eres un perrito leal, ¿no es cierto, Usui? —Me gustaba tocarle los cojones, ciertamente. Era predecible, excitable y torpe.

    —¿Qué coño dices? —La tensión regresó y su voz fue un gruñido bajo, evidentemente amenazante.

    —Entenderás entonces que tengo cuentas que ajustar —murmuré inclinándome apenas hacia él. Shiori lo había suavizado, fue obvio desde el minuto en que lo conocí, pero entonces quedó claro porque no reaccionó con la velocidad con que lo hacía antes y mi aliento pudo rebotar en su rostro—, con los lobos.

    Lo esquivé cuando hizo a asirme por el cuello del uniforme.

    Usui era otra pieza floja.

    Un lobo solitario.

    Pero no estaba famélico.

    Me volteé en el nacimiento de las escaleras antes de disponerme a bajar y de puro milagro lo que le solté bastó para detenerlo, porque se me iba a ir encima de nuevo.

    >>Tomoya será transferido al Sakura.

    —¿Ah?

    —Lo que escuchas. —No me moví ni un ápice—. El papeleo está hecho, es solo cuestión de tiempo.

    —¿De dónde sacas esa mierda, Sonnen? —Ciertamente lucía contrariado, no debía tener esa información, ¿cierto? Yo, el maldito niño forrado en billetes, nacido en cuna de oro.

    Saqué el móvil, esculqué entre mis archivos hasta encontrar el que buscaba y le coloqué la pantalla frente al rostro.

    Era toda la información que había conseguido de Tomoya la noche anterior, omitiendo lo que había sacado al rebuscar en sus datos y la delimitación espacial que había logrado, para finalmente confirmar con un peón sin importancia, un puto dealer de cuarta, que los jodidos de Shibuya se reunían donde pretendía buscarlos.

    —La llave maestra de Káiser. —Lo vi leer a una velocidad bastante pobre, que me hizo enarcar una ceja aunque casi inmediatamente me volví a colocar la sonrisa prepotente en los labios—. No puedes mentirle lo suficiente a las máquinas, mis máquinas. Ahora dime, ¿por qué este cerdo está limpio?

    Se quitó el cabello de la frente en un movimiento claramente ansioso que le había visto más de una vez.

    —No lo agarran nunca. Siempre agarran al resto.

    —A los omega. —Frunció más el ceño si es que era posible—. Pero se deja ver, ¿no es cierto?

    —Por supuesto. Los lobos no obedecen a un alfa que no ven.

    No le respondí nada más, me dispuse a bajar por fin mientras me guardaba el móvil en el bolsillo. Me bastaba con eso.

    —¡Sonnen!

    —¡¿Qué mierda quieres, Usui?! —espeté mirándolo desde el primer descanso de las escaleras.

    —Te van a partir la puta jeta si vas solo, jodido imbécil.

    ¿Por qué me lo advertía realmente, porque sabía que si fracasaba y Shiori se enteraba iba a darle algo?

    Kurosawa nunca se había interesado por mis mierdas. No importaba con quién me diera de hostias.

    Pero ahora... Con esas emociones sin control, ¿creía que podía hacerlo?


    Solté una risa que hizo eco en las paredes antes de volver a mirarlo, con los ojos entrecerrados y la sonrisa, esa jodida sonrisa de mierda, en el rostro.

    —¿Quién dijo que iba solo, handsome? ¿Y desde cuándo te interesa lo que le ocurra a nadie que no seas tú mismo y Kurosawa? —Pasé la lengua por mis dientes, sintiendo restos del gusto a humo—. Los lobos hambrientos de todas las manadas vienen en cuanto me escuchan. Saben que puedo ponerle fin a su escasez en tanto me aseguren su lealtad.

    Podíamos ser de dos especies distintas.

    Pero yo también sabía mover a la jauría como el jodido Tomoya.

    Incluso mejor.

    Era un estratega militar, no el cabecilla de unos putos pandilleros.

    E iba a cobrar venganza por la torre de mi tablero.


    *

    *

    *

    Play the victim again,
    it keeps getting older.

    Your story is over.
    .

    Now misery's your only friend.

    Me aparecí con las pintas de siempre, vestido de negro como si fuese a un puto funeral, y es que vaya, podía ser uno.
    Caminé con parsimonia por el parque que no tenía más luz que la de los postes de alumbrado público. Lo hice como si fuese mi puta casa, porque tenía a mis lobos aguardando en cada costado posible.

    Noté miradas de soslayo aquí y allá, murmuros. Atención de las putas gyarus o algunas más parecidas a Eris Tolvaj y Katrina Akaisa.

    —¿Se puede saber por qué no conocemos tu cara?

    No respondí, no era a quien buscaba aunque estaba claro que era uno de los jodidos omega.

    —Un desafortunado accidente. —Me incliné hacia el chico, al que le sacaba algunos centímetros—. Hazme un favor, pulga…

    —Es bueno ver que tenemos visitas. —No tuve ni que mirarlo para saber que se trataba de mi hombre, lo tenía impreso en la voz el hijo de puta—. ¿Quién te envía?

    —¿Enviarme? —Me aparté del estorbo sin poder que era el otro chico y me giré para ver a mi objetivo de costado—. No seas ridículo, Hideki. ¿Tengo cara de ser un puto peón?

    Soltó una risa floja y tuve que forzarme por contener mi propia reacción, la sonrisa terrible, la que me descubría los colmillos, porque anunciaba mis movimientos y si algo había aprendido de los lobos hambrientos era a atacar sin aviso alguno.

    En mi rápida investigación había encontrado también al aparente lobo hambriento de su propia manada, a la pieza que no encajaba.

    Kou Shinomiya.

    El que jugó a dos bandos.

    —Nombre.

    —Altan Sonnen.

    —¿Sonnen el de Káiser? —soltó uno de los omega aguantándose la risa. Informado estaba, pero de nada le servía—. No me vengas con mierdas, si fueras hijo de ese viejo no estarías aquí. Tiene que ser un jodido niño pijo.

    Me encogí de hombros y avancé entonces hacia Tomoya, noté la evidente tensión de cada uno de los peones inservibles, pero en el rostro de su alfa no apareció más que diversión. Una diversión que no era diferente a la mía.

    No había tensión en mi cuerpo que me delatara, así que cuando finalmente presioné el gatillo de mi propio desastre noté que el jodido Tomoya trastabilló y tuvo que ajustar todos sus movimientos para conseguir esquivar el golpe que iba a partirle más de un diente.
    Retrocedí inmediatamente después, para mi suerte, porque el jodido había sacado una puta navaja que resplandecía bajo la luz amarillenta como un juego de luces.

    Obviamente.

    A ese solo gesto mi propia jauría de lobos se puso en acción, uno tras otro los omega de Shibuya acabaron en el suelo y para cuando me di cuenta, otra puta navaja había cortado el aire junto a mi oído y le había rozado la cara a Tomoya.

    Shimizu.

    El de los brazos tatuados que a veces me tocaba los cojones pero estaba allí de todas formas. Era un tipo de contextura media, de cabello rubio cenizo y ojos oscuros. No era bueno para los golpes como tal, pero no era por eso que estaba allí, el cabrón sabía arrojar putas armas punzocortantes con una precisión que daba terror. Si hubiese querido rajarle el cuello a Tomoya lo habría hecho.

    —¡Hijo de puta! —La voz le surgió de la garganta como un rugido, estaba más furioso que adolorido y era evidente.

    No importaba que el corte de la mejilla fuese a costarle una buena cicatriz y puntadas, así como tampoco importaba que hubieran podido cortarle la yugular.

    Aproveché ese momento de distracción estúpida para acertarle por fin el golpe que había evitado antes, los anillos impactaron contra su quijada. El hijo de puta consiguió mantenerse en pie, el maldito monstruo, pero me bastó para tomarle la mano y obligarlo a tirar la navaja. La pateé inmediatamente después en dirección a Shimizu.

    No me había dado cuenta, pero ya tenía sangre ajena en las manos y sonreía como un puto desquiciado.

    Bastaba con que abriera la boca para que me tragara al alfa de Shibuya.

    Le asesté otro golpe que consiguió derribarlo y entonces prácticamente me le arrojé encima, se revolvió, pero debía estar viendo doble ya y no le di tiempo de mucho. Lo aplasté contra el cemento, la sangre del corte en la mejilla, del labio roto y quizás algún diente fuera de lugar fue absorbida de inmediato por la superficie porosa y goteó.

    Goteó.

    Y goteó.

    Los cabecillas no eran buenos para atacar, sin duda.


    No consumían como los omega, pero tampoco se metían directamente en las peleas en la mayoría de los casos. Ese trabajo lo hacían peones como Usui.

    Enredé los dedos en la mata de cabello castaño, separándolo apenas del suelo, y me incliné sobre su oído. Mi voz fue un ronroneo peligroso, extraño y oscuro.

    —Cuando llegues al Sakura vas a tener claro quién manda, ¿me oyes, Hideki? —Volví a estamparlo contra el cemento con fuerza. Le aplasté la espalda con la rodilla y tomé su brazo luego de liberar su cabeza, se lo pegué a la espalda y apliqué presión. Gruñó y tuvo que contenerse como un campeón para no gritar—. Y no meterás a nadie en tus mierdas asquerosas o me encargaré no solo de romperte cada hueso del cuerpo por cada cagada que te claves, sin importarme si me expulsan… Llenaré tu hoja de delincuencia vacía, de principio a fin, y pasarás un bonito rato encerrado.

    Más presión en el brazo.

    Más.

    Y más.

    Y más.

    Y más.


    Había un halo rojo en el suelo, era de un rojo tan oscuro que parecía marrón. El rojo profundo que parchaba mi jodido mundo monocromático y resplandecía como el fuego. El único color además del dorado de la mirada de Jez y el magenta de la mirada de Anna que reconocía con facilidad.

    Gritó por fin y mi reacción fue una risa ronca, plana, antes de relamerme los labios y deslizar la lengua sobre mis dientes, en los colmillos descubiertos. El rojo amarronado de la sangre se reflejó en los pozos oscuros de mi rostro.
    El hueso de su brazo cedió y con ello lo hizo su consciencia. Crujió como la madera astillada.

    Joder, casi podía jurar que tenía la boca hecha agua.

    Le escupí encima como había hecho Hiradaira con Usui, justo en la cabeza.

    Desaparecimos como habíamos llegado, con las sombras.

    No vas a jugar a tu gusto en mi territorio, puto niño traumado.

    No eres el único que puede mantener limpio un récord de delincuencia si le viene en gana.


     
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    Gigi Blanche

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    BUENO BUENO LUEGO DE 84 AÑOS I'M HERE CHUCHUUU IN DA TRAIN OF SOFTNESS

    Me voy a poner a gritar como descosida aber si me despierto un poco pinche puta wea im sleepy af

    Tú sabes que ya entre este fic y la escena de la enfermería pa mí Impossible = Altanna y es una conexión, like, so strong. A un nivel idk molecular (??? Algo así como Crazy pa Joey y Jez. Gracias NBT por tanto, che.

    Bueno cháchara aparte, LETS GO

    AAAAAAAAAAaa im so glad de que hayas incluído el post-beso aquí, porque como te comentaba una vez sobre la reacción de Annita siempre pensé que debería kinda escribirlo pero no sabía con qué rellenar Y BUENO, que lo hayas puesto me encantó.

    Luego de hacer las citas me di cuenta que casi todo lo que cité son diálogos JAJSJAJA dunno why but la verdad que igual me morí durante las 2k o lo que sea que durara el fic, que igual se me pasó como agua. IT WAS SO DAMN SOFT AND BEAUTIFUL y gurl, estoy super enamorada de la segunda canción que dejaste. Alv ya me veo clavándome las rolitas de The Blue Stones como ya me hiciste con Badflower y NBT, and im in.

    BUENO ABER PERO Y ESTE ATAQUE? Me da una pena horrible, i swear, que la bese el chico que le gusta y su primera reacción sea este miedo, la confusión y quién sabe cuántas otras cosas. Que estoy segura que a medida que lo fue procesando logró quedarse con todo lo lindo del momento, pero en una primera instancia se sintió tan confundida que hasta quiso llorar. It breaks my heart, dude.

    Pero Altan viene al ataque y le LANZA ESTO POR TODA LA CARA Y MIRA, ME ESTOY MURIENDO.

    This. Me duele uN HUEVO. En vez de alegrarse o de pensar "woah, yo también le gusto, thats amazing", Altan menciona a la chica que le gusta y por su mente desfilan todas, todas menos ella. Que quizá tuvo la osadía de postularse recién al final, y apenas con la fuerza para considerarlo. La realidad está ahí wey, Altan la besó y eS TODO MÁS CLARO QUE EL AGUA, pero así y todo el cerebro no le da para creérselo de buenas a primeras.

    La reacción de Altan se me hizo tan accurate a él JAJAJSA, porque está de chinga tu madre Anna qué no ves todo lo que estoy haciendo? pero igual y se lo toma con paciencia and stuff cuz, well, la quiere. Y DE CUALQUIER FORMA, como hablábamos una vez por whats, tampoco puede pretender que todo pinte tan romántico y exclusivo porque, bueno, Anna estuvo ahí y lo vio cagándola acá y allá. ¿Y por qué razón ella iría a ser diferente? ¿Por qué razón ella sería más que otra distracción para rellenar su vacío? Y si Altan la besara con eso en mente todo sería un absoluto desastre, porque no sé yo hasta dónde la niña tendría la voluntad para apartarlo aunque le estuviera haciendo mierda el corazón; hasta dónde se amaría lo suficiente para rechazar la oportunidad de que Al voltee a mirarla como ha mirado a las demás.

    Ugh me pongo sad

    JUJUJU esto me lo habías tirado en un sneak peak PERO MIRA QUE IGUAL YO ME MUERO cada vez que Al se pone soft af cuz im weak and he baby. Además es todo tan accurate, el rollo de él simplemente estirándose y arrancándole unas flores al árbol porque le gustaron y las quiso para él, o en su defecto para Anna. Eso también es parte de él, y quizá no sea de lo mejorcito pero, well, es. And thats also what makes him human.

    Ohboy, toda la escena de los casilleros fue so frickin soft i might die. Cuando la abrazó por detrás y cUANDO SE PUSO A DECORARLE EL CABELLO CON LAS FLORCITAS NONONO.

    Bueno, esto es sólo para destacar el hecho de que aquí morí OTRA VEZ

    Also, Al, dude, yo también soy bien pinche weak imaginando las sonrisas que Annita debe dedicarte NGL cuz she damn loves u, bro.

    Ah we iba a decirlo luego pero no sé si lo cité, so- no, espera, sí lo cité JAJAJA así que lo digo después. Nada que ver aquí, nada que ver aquí.

    Sólo para contribuir al train of softness, la conversación con Shio fue tan nice de leer <3 Me encanta que el pesado de mierda, por una razón u otra, siempre acabe llamándola de noche JAJAJA qué denso, bro. Y bueno, que Shio lo teasea y yo siempre estoy in para ver a los personajes teaseándose entre sí so *patea la mesa* yes, im in.

    Btw esto también lo habíamos hablado ya una vez, pero cuando nos dimos cuenta que Al había acabado asemejándose a un cuervo en eso de llevarle cosas del color del día i went *gAsp* Yo no te explico lo wholesome and heartwarming que debía ser para Annita el hecho de que Al se apareciera de vez en cuando con esas chucherías. Como si fuera un simple pedazo de papel, lo recibiría como si le trajera un puto tesoro y seguro le preguntaría toda emocionada dónde lo encontró y demás.

    Bendita esa noche que me estaba comiendo mi milanesita y por alguna razón tuve la EPIFANÍA del arcoiris, sis.

    Ah que me re fui de tema pero sí, volviendo a la conversación de los pendejos, let me just: AAAAAAAAAAAAAaa

    LE DIJO
    TE
    QUIERO

    LE DIJO TE QUIEROOOOOOOOOOOOO *dies*

    WEEEEY holy shit, this was so beautiful i wanted to cry. Yo es que apenas consigo empezar a imaginar lo que debe ser para él, que siempre vio el mundo monocromático, estar de repente rodeado de colores vibrantes, que estallan y nunca se detienen. Es algo tan significativo y te juro que me emociona un huevo *sobs* Además, si la llevó a una feria así realmente me veo a la niña como un puto huracán yendo de acá para allá, emocionándose con todo, so damn happy and invested in her shits.

    Sis tuve esta imagen de Tangled JAJSJAJA cuando Rapunzel y Eugene finalmente llegan a la ciudad y se ponen a bailar con los demás aldeanos, te juro que amo esa secuencia de la película y wEY de repente la energía brillante y casi infantil de Rapunzel se me asemejó a la de Anna y rAPUNZEL TENÍA LA MAGIA DE LA FLOR DEL SOL, REMEMBER???? DEL SOL *ida de olla*

    AN, CARIÑO LE DICE
    AN, CARIÑOOOOOOOOOOOOOOO *c muere por trigésima vez*

    Woah esto me agarró con la guardia baja y fUE UN SUPER GOLPE estoy en el suelo, revolcándome en softness.

    Yo no te explico lo que me llena el chicken heart imaginar a los pendejos en un neko cafe, donde ya no solo sea Anna la pelotuda emocionada sino que Al se sume a sus vibes y estén ahí los dos, jugando y siendo bien pinche happy con todos esos gatitos. Im so soft i might die CHALE

    *highlight* i just loved this, la imagen de Anna viendo la foto de Al, porque TE JURO se le debe notar tanto el pinche amor en la sonrisa que *c muere oTRA VEZ*

    PERO BUENO, LE PIDIÓ QUE SEAN NOVIOS PERO POR EL AMOR DE DIOS SI ES QUE SOY UNA PELOTUDA ROMÁNTICA EMPEDERNIDA *dies* Me mata que tenga la habilidad de soltar todas estas cosas con tremenda cara de poker JAJAJA aunque en el fondo esté nervioso o cagado hasta las patas.

    Y bueno, acá es lo que iba a decir antes y lo dejé para después. ¿Recuerdas la sonrisa de Annita cuando Al le decoró el cabello con las florcitas? Estoy super, super segura de que aquí reaccionaría igual. Roja como un tomate, seguro, toda nerviosa y kinda aún en shock, pero luego de los días tan bonitos que deben haber pasado y de la cita que tuvo con él, te juro que tendría el corazón tan lleno de amor y felicidad que le saldría una sonrisa inmensa y le diría que sí, bien de frente y sin tapujos. Wey, le diría que sí mil veces. Que bueno, a veces puede ponerse medio tsundere pero en líneas generales no lo es tanto.

    Y ESO, AAAAAA y bueno que luego la besó y aasldjak PERO BUENO, QUE SIGO CON MAGIC EN LOOP and honestly im lovin this song so much. Ya me había encantado la primera vez que la escuché, cuando leí el fic por primera vez, pero creo que no te lo había comentado y adjsalka gracias por escuchar rolitas siempre tan cool and nice, he descubierto UN CHINGO de canciones gracias a ti ;-; *le da un besito*

    Y WEY GRACIAS POR ESTA SOFTNESS, seriously, my chicken heart is so glad. I lov this assholes, for gods sake.

    Y y y AAAAAAaa iba a comentarte a Altan en LETHAL MODE pero me caigo de sueño, sowwy ;-; Luego seguro edito este mismo post con el comentario y cualquier cosita te aviso alkdksajlak PERO ESO, GRACIAS AAAAAAAAAA te amo y siempre amo un huevo lo que escribís ;-; <333
     
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  3. Threadmarks: XIII. XIII (Eris) x The Five of Coins
     
    Zireael

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    Tururur luego de un rato here we are again (??) con algo cortito bc porno.
    Advertencia: escenas de sexo entre chicas.

    Aclaración: hay cartas que no le asigno únicamente a un personaje, por eso aquí Eris Tolvaj aparece como XIII.
    Amane uwuwuwu




    Girl, I’ve been way too much to handle.
    Bitch, I'll never be a good example.
    Seen your heart is what they tell me,
    I look too good to be this lonely.

    XIII

    [​IMG]
    XIII
    x
    The Five of Coins

    . Ending . Insecurity . Need .


    | Eris Tolvaj |
    | Alisha Welsh |

    *

    *

    *

    Alisha debió saber desde el momento en que se metió al baño que no estaba jugando ya con una cabeza de Cerbero, que ya no era el guardián del Inframundo con quién estaba metiéndose, sino con una figura por encima del perro infernal.

    Eris.

    Diosa griega de la discordia.


    Tolvaj.
    Del húngaro.
    Ladrón.

    La castaña había terminado por llevar a Alisha a un bar del barrio donde la conocían de sobra y no les interesaba molestarse con el asunto de dejar entrar menores o no. Sobre todo cuando Tolvaj se pegaba sus buenos polvos con el encargado, un tipo de unos veintitantos que claramente tampoco tenía demasiados estándares.

    En cosa de una hora ya el alcohol había hecho de las suyas, enviándoles pulsaciones de calor por el cuerpo a ambos muchachas, que se habían tomado el asunto como por tarea.
    El resto se hizo solo, Eris guió a Alisha al apartamento en el que vivía junto a su madre y su hermana gemela, aprovechando que ninguna de ellas estaba en casa.

    Su madre debía estarse partiendo la espalda trabajando. Su gemela era una maldita empollona que seguramente estaba en la biblioteca de la escuela todavía o, en su defecto, en la biblioteca pública de Bunkyō.

    Con dedos torpes Eris abrió la puerta y arrastró a la rubia dentro, cerrando de un portazo, antes de prácticamente abalanzársele encima y estampar la boca contra la suya.

    La hiena que era realmente tomó control, devoró la boca de Alisha sin ton ni son mientras la muchacha deshacía los botones de la camisa del uniforme, antes de quitarle la chaqueta y dejarla caer al suelo.
    Esta vez fue Eris quien coló la pierna entre las ajenas, sin detenerse en miramientos, y la presionó contra la intimidad de la rubia haciendo fricción. Sintió que un suspiro murió en su boca, mientras era ella quien se deshacía del uniforme de por sí desarreglado de Welsh.

    Deslizó los labios de la boca ajena al cuello, trazando un camino de fuego, dejando un reguero de besos húmedos, y una serie de marcas rojizas a su paso. Llegó al pecho, a los senos cubiertos todavía por el sostén, y le echó el aliento encima mientras hacía a un lado la estorbosa tela para introducir el botón rosado y erecto en su boca.

    El gemido de Alisha fue música para sus oídos, además de que la sintió buscar sus senos para ahuecar las palmas, presionarlos.
    Suspiró mientras seguía jugando con el pezón ajeno dentro de su boca, rozando, succionando, mordiendo de tanto en tanto. Repitió el proceso en el otro seno, mientras presionaba el que acababa de dejar sin atención y para cuando se dio cuenta Alisha la hizo subir la cabeza, para volver a devorar su boca.

    La del mechón albino casi la empujó hacia la habitación, la de su hermana gemela.

    Porque era esa perra.

    E iba a follar en el cuarto de la empollona por el puro placer de saber que no era el suyo.


    No encendió la luz siquiera, empujó a Alisha sobre la cama sin delicadeza alguna y trepó sobre ella, deslizándose casi como una serpiente. Su boca, su cuello, de nuevo sus pechos a los que liberó por fin completamente del sostén, el vientre.
    Los gemidos, que ya la otra no se molestaba en contener, llenaron la habitación.

    Eris levantó la falda, dejó una nueva serie de besos sobre la ropa interior, presionó la lengua sobre la tela y finalmente la hizo a un lado para deslizar los dedos sobre la humedad.

    Otro gemido.

    Otra sonrisa de hiena.


    Se deshizo de la prenda y sin demasiado tacto deslizó un dedo, luego el segundo, a la vez que rozaba con el pulgar el clítoris húmedo e hinchado antes de acercar la boca.
    La tentó, claro, respiró sobre su intimidad y luego retrocedió para besarle los muslos, morderlos. Todo eso sin detener el movimiento de sus dedos hábiles.

    Cuando finalmente presionó la lengua contra el botón sensible, el aire escapó de los pulmones de la rubia mientras ella hacía de las suyas. La humedad propia, la de la saliva ajena, la excesiva estimulación, todo creó una mezcla que logró hacer que Alisha arqueara la espalda y sus caderas buscaran acompasarse al movimiento de los dedos de la castaña.

    Eris se separó aunque sus dedos no se detuvieron, y habló desde allí, entre sus piernas.

    —Las muñecas japonesas no saben hacerlo así, ¿no, Alisha? —Aumentó el ritmo de sus movimientos, tornándolos casi agresivos.

    Era una maldita zorra.

    Había notado a Konoe.


    —Joder, no —soltó la rubia entre gemidos, a la vez que empujaba la cabeza de Eris de regreso.

    La cabrona rio, una risa ronca, como el ronroneo de un gran felino, antes de volver a atender con su boca las necesidades de Alisha.

    Más gemidos, cada vez más próximos entre sí, cortos, quejumbrosos hasta que finalmente se deshizo alrededor de los dedos de Tolvaj pero la jodida… La jodida no paró, siguió aprovechando la sensibilidad.

    Otra vez.

    Y otra.


    Cuando finalmente se permitió dejarla ir se relamió los dedos, antes de trepar de nuevo sobre el cuerpo de Alisha que ahora se agitaba al ritmo descontrolado de su respiración.
    Buscó su boca, volvió a besarla sin delicadeza, le mordió los labios y antes de darle tiempo a nada se deshizo de sus propias bragas y se colocó a horcajadas sobre el rostro de Welsh, que no tardó en recorrer su intimidad con la lengua a la vez que rodeaba sus muslos con los brazos. Eris dejó salir un gemido por fin al sentir la lengua cálida y húmeda presionarse contra sus pliegues y hacerse lugar en su interior. Sus caderas empezaron a moverse por inercia, aumentando la fricción.

    Su mano buscó la melena dorada, enredándose en ella sin detener el vaivén.

    El hijo de perra de Gotho la había dejado más caliente que la mierda, a eso sumado la escenita en el baño y haber hecho que Alisha se corriera prácticamente la tenían deshaciéndose y pronto la lengua experimentada de la rubia logró el mismo resultado arrancándole un gemido prolongado.

    Tampoco se detuvo.

    Siguió, siguió usándola hasta que sintió que iba a estallar contra su boca y los orgasmos llegaron uno tras otro, sin tregua.
    Se apartó de encima del rostro de la muchacha, solo para tomar su mano y deslizarla entre sus piernas de nuevo, haciéndola sentir lo que había provocado.

    —Hmm, pero qué insaciable, Eri-chan~ —comentó con voz gangosa, acariciando el clítoris empapado y ardiente con movimientos circulares.

    —Cierra la boca, zorra, y sólo haz lo que debes hacer. —Lo soltó así, sin más, en medio de un gemido contenido.

    —Ah, pero si me hablas así me voy a poner de nuevo.

    El tacto sobre la zona tan sensible casi dolía, pero esa era precisamente la gracia. El siguiente orgasmo la hizo deshacerse sobre la mano de Alisha una última vez.

    Pff. La cama de la empollona no valía una mierda después de eso.

    Apartó a la rubia de un manotazo antes de inclinarse sobre ella y hablarle cerca del oído.

    —Y bien, Ali-chan, ¿cómo va esa culpa luego de haberse comido a una muñequita?

    Su voz fue un ronroneo de nuevo, amenazante pero divertido a la vez. Realmente cínico.

    —No siento culpa —respondió la otra—, aunque pudo ser un mejor polvo~

    —¿No? —Volvió a soltar una risa sin gracia—. Pero viste su carita, pobre niña~ como un cachorrito apaleado.

    Tolvaj notó el chispazo de duda en los pozos azulados de la joven, que destellaban apenas por la luz que se colaba desde el pasillo.
    Ni siquiera se había quitado la falda, así que solo se llevó la mano al bolsillo para sacar cuatro pastillas y se las echó todas a la boca.

    Oxicodona.

    Besó a la rubia de nuevo, consiguiendo meterle dos de los comprimidos en la boca antes de separarse y sonreírle desde arriba como el monstruo que era. Los ojos verdes, su par de peridotos, centellearon ante los reflejos de la luz.

    —Bueno, debió ser mi error. Mira que incluso si fue ella quién lo pidió seguro ni tenía idea realmente de lo que iba a sentir luego~

    Maldita perra.

    La estaba forzando, ¿no? A quebrarse, a caer al vacío.

    Todo para divertirse a costa del desastre ajeno.

    Le dio un par de palmadas algo bruscas en las mejillas mientras reía y luego se levantó con cierta dificultad, pero la sonrisa de hiena le decoraba el rostro al que tenía pegados varios mechones de cabello producto del sudor.

    —Bueno, blondie. Gracias por tus servicios, puedes ir tirando.
     
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  4. Threadmarks: XIV. The Magician x The Five of Coins
     
    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    1813
    Este delirio se desprende directamente del de Gabi: Lagu. Que a la vez sale del capítulo anterior de esta colección.
    Bueno los dados dijeron que no era canon, pero yo dije FUCK IT so: XIII x The Five of Coins, Lagu y este, The Magician x The Five of Coins serán considerados canon para el inicio del día seis.
    ¿Por qué? Pues me va EL DESMADRE.

    So F media Academia desde ya.

    ENCIMA TENÍA QUE CLAVARLE ESTA ROLA *c mata*





    Wolves are coming, wolves are coming, wolves are coming.
    Wolves, you are yet another wolf who eats his kids for breakfast.

    Listen here, you motherfucker, stop being so selfish.
    Can I get a light from the backseat?
    I said, can I get a light from the backseat?

    XIV

    [​IMG]
    The Magician
    x
    The Five of Coins

    . Unsteadiness . Fear . Awareness .


    | Altan Sonnen |
    | Alisha Welsh |

    *

    *

    *


    Había sido un día malditamente extraño de principio a fin. La mierda de Jez, todo el rollo de Anna, Shiori y wan-chan, la enfermería, el imbécil de Gotho y la gracia de Suzumiya. Luego el patio y la cafetería.

    Y la hiena asquerosa.

    Al volver a casa había cenado y pretendido dormir porque llevaba ya no sé cuántas horas despierto, pero no logré pegar ojo de ninguna manera. La cabeza no se me callaba y fue así cómo terminé por hacer algo de tarea, no la tarea de la escuela, claramente… La tarea de la puta calle, la que me había dado nombre y apellido del puto cerdo de Shibuya.

    Hideki Tomoya.

    No busqué mucho más, pero de haberlo hecho habría dado con la información jodida: el imbécil estaba en el Sakura.

    Sin más remedio me levanté, volví a vestirme y me decidí a salir. Mis padres estaban ya en su habitación, podía escuchar la televisión encendida. Dudaba que fuesen a levantarse para nada más, así que simplemente dejé la casa con el sigilo de siempre.

    Unos metros lejos saqué el móvil, marqué un número y sin demasiada demora atendieron la llamada.

    —¿Qué mierda quieres, baby boy? —atajó una voz masculina al otro lado de la línea.

    —¿Dónde andan hoy, Shimizu? —pregunté pasando por alto la forma en que me había llamado.

    Preguntaba en plural porque se juntaba con piezas flojas aquí y allá, así que debía estar acompañado en cualquier puto barrio casi.

    —El Miyamoto en Bunkyō.

    No le contesté, colgué mientras me regresaba el móvil al bolsillo luego de revisar la hora y decidirme por tomar el metro.

    Cuando aparecí en el Miyamoto, uno de los parques de Bunkyō, ya habían grupitos aquí y allá, intercambiando toda clase de mierdas.
    Ubiqué los brazos tatuados de Arata Shimizu no muy lejos, acababan de pasarle un porro y le estaba dando un jalón que hasta que daba gusto. Me acerqué y el idiota me extendió el pitillo, que rechacé.
    No era muy dado a fumar hierba.

    Saqué un cigarrillo, lo encendí y di la primera calada, profunda. El humo me llenó los pulmones en tanto miraba al rubio alejarse para hablar con un par de idiotas. Sabía lo que estaba haciendo, consiguiendo un par de lobos muertos de hambre para que consiguiéramos una buena botella entre todos.

    Shimizu podía tocarme los cojones de tanto en tanto, así era, pero en general se trataba de una buena pieza y sabía moverse a mi ritmo. Era un buen cómplice.

    Minutos más tarde ya la botella de vodka caro estaba paseándose entre nosotros dos y otro par de idiotas de Bunkyō que no había visto en mi vida. Poco importaba, si podía adormecerme lo suficiente para llegar a casa y lograr pegar ojo me bastaba.

    Cuando distinguí la melena dorada de la estúpida de Alisha Welsh ya tenía bastante alcohol en el cerebro. Hice la vista gorda, como hacía siempre hasta que me era posible.
    Escuché los comentarios ir y venir, de los dos idiotas de ese barrio. Shimizu parecía particularmente entretenido con el asunto. Los vio carcajearse como hienas mientras me quitaba la botella de la mano, plenamente consciente de lo que estaba por hacer.

    Me cago en mis muertos.

    Vi a uno de los imbéciles dar unos pasos hacia la chica, desparramada en uno de los bancos, a lo que estiré la mano y le alcancé el hombro. Prácticamente lo arrojé hacia atrás, sobre su compañero.

    —Yo me encargo.

    Fue involuntario pero la voz me salió como una suerte de gruñido.

    El comentario sobre lo de ser maricón había sido, evidentemente, cortesía de Shimizu. En otras condiciones me habría volteado para soltarle una gracia que le cerrara el hocico, pero bueno ya lo haría en otro momento.

    Debí dejar que Arata abordara a la maldita zorra.

    Iba a hacerlo, lo sabía.


    No era un acosador, pero si conseguía consentimiento de una chica destrozada tampoco iba a ponerse quisquilloso.
    El insulto en alemán se me había salido sin más, como cuando le hablé en inglés a Anna.

    La jodida gringa no sólo daba pena, casi daba asco. La cabellera rubia no tenía demasiada dirección, así como su ropa, de por sí desarreglada, no valía un cinco.

    El intercambio fue innecesario por demás, todo para decirle al final que levantara el puto culo.
    Ganas de besar el suelo tenía, la hija de puta, así que no me quedó más remedio que hacerla pasar el brazo sobre mis hombros y ayudarla a andar.

    Apestaba a alcohol.

    Y a puto sexo.

    Asqueroso.

    Sin embargo, era obvio que su estado de intoxicación no se debía sólo al alcohol, la estúpida debía haberse metido algo más en el cuerpo.

    Algo además de una lengua, unos dedos o una polla, quería decir.

    ¿Qué hacía en Bunkyō de todas maneras?


    Esa sola pregunta me arrojó la respuesta de inmediato, haciendo que la imagen de la desgracia personificada me apareciera en la cabeza.

    Eris Tolvaj.

    Alisha acababa de superar todas mis expectativas ya no solo respecto a su estupidez, sino sobre sus tendencias autodestructivas. Liarse con Tolvaj de cualquier manera siempre terminaba mal, lo había visto pero parecía no importarle a varios idiotas, incluida la gringa.

    Prácticamente la arrastré lejos del parque para librarme de los silbidos y el bullicio de los estúpidos antes de sacarme el móvil del bolsillo.

    Tenía calor y el mundo estaba ligeramente empañado.

    Maldito vodka.


    Busqué la información del domicilio de la estúpida y finalmente pedí un Uber, porque bueno más opción no tenía. Incluso de tenerla no iba a cargar su puto culo tanto tiempo. Además no quería recibir miradas como si fuese un puto enfermo, porque sabía cómo debía lucir eso.

    Apenas ver la casa supe que iba a tener que ayudarla no solo a entrar, sino a subir porque si esa jodida intoxicada no se mataba dando el primer paso dentro de su casa iba a ser un milagro.
    El resto lo hizo el maldito alcohol, supongo, incapaz de dejarme actuar con la rigidez usual.

    Entrar a su habitación fue el primer error.

    Cerrar la puerta fue el segundo.

    No creer que fuese a lanzárseme encima fue el tercero.


    La maldita gringa que acababa de follarse a Tolvaj estampó la boca contra la mía sin aviso alguno. Estuve por apartarla, tuve toda la intención, pero mi maldito cuerpo hormonal y cargado de alcohol respondió sin permiso.

    No había delicadeza ni nada parecido, era evidente. Era pura energía descontrolada, sexual y sin nada más de por medio.

    Vacío.

    Pero con la energía suficiente para accionar los botones correctos.


    A mi parte racional le repugnaba, de hecho sentía el asco en la boca del estómago, pero el resto de mi cuerpo se había accionado. En cuanto se separó el aplasté el gatillo de mi desastre por pura inercia; la empujé a la cama y trepé sobre su cuerpo.

    De nuevo estaba envuelto por las sombras y había sentido cómo mi aliento le rebotaba en el rostro, de regreso a mí. Si abría la boca, si le mostraba los colmillos, podía tragarme a Welsh como podía hacerlo con casi cualquier idiota si no fuese porque tenía una cara de culo importante.

    ¿Qué había dicho Tolvaj? Sería bueno con las chicas si cambiara de cara.

    Pero lo que pasaba es que no tenía otra cara, bastaba tocarme un interruptor para que me convirtiera en uno de los lobos de las pesadillas de Anna. Si no fuese porque Alisha no tenía ni un quince por ciento de consciencia se hubiese dado cuenta del brillo de depredador que debía tener en los ojos, aunque no le importara.

    Y aún así...

    Estuve por írmele encima para comerle la puta boca de nuevo, sin pensar siquiera en quién era cuando conecté con su mirada desorbitada.

    El azul era un color precioso, incluso yo con mi mundo acromático podía saber eso, pero en los ojos de Welsh, más puesta que la mierda en quién sabe qué droga, sólo parecía tóxico, sucio.

    Se veía rota, vulnerable y perdida.

    Me aparté, solo para soltarle que se durmiera de una vez y dejé la casa sin molestarme en nada más.
    Caminé unos cuantos pasos antes de limpiarme la boca con el dorso de la mano, escupir a un lado y encenderme un nuevo cigarrillo para sacarme el sabor de la saliva ajena.

    Qué asco, de verdad.

    Welsh era el tipo de estúpida que me sacaba de quicio con su mera existencia, su tono insoportable de voz, su forma de actuar y todo en general, pero sabía que era la maldita por la que Suzumiya se desvivía, por la que estaba igual que yo.

    Había juzgado a Suzu por ceder a los impulsos, ¿no?

    ¿Qué mierda acababa de hacer yo?

    Estaba cagándola una y otra y otra vez.


    Regresé a Bunkyō donde ya los dos idiotas locales se habían esfumado y sólo quedaban los demás desconocidos y Shimizu.

    —Hey imbécil, ¿te queda hierba encima?

    —Siempre, baby boy.

    Que le dieran a todo.

    El humo blanquecino ocultó las pocas estrellas presentes en el cielo.
     
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  5. Threadmarks: XV. The King of Coins x XIII (Shio) x The Knight of Wands
     
    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
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    50
     
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    3297
    Se me fue la olla de una manera y me entraron estas ganas insanas de aventarme un explícito que no pude contener (???) Ya todo el mundo sabe que mi dúo dinámico del puto porno son Shiori y Hiroki porque QUÉ MÁS REMEDIO EH, NO PUEDO. Pero anduve con unas ganas de soltar un AlxShio todo dirty que bueno al final los dados dijeron que no, que cayera con OTRO SHIROKI, y pues quién soy yo para negar los deseos de una tirada de dados??
    So Amane porque como ya sabes sale tu niña al inicio porque por el bitcheo ahí fue por lo que todo terminó así (????) Y well Yugen porque sale el pendejo como un 75% de las veces en este delirio porque idk, im so weak girl.
    Cambio en el color de las cartas porque jujuju this shit is lit. Also aquí Shiori aparece como XIII y bueno ya que estamos linkeo este Shiroki del tarot que es la cumbre del desmadre: XIII.
    Advertencia: escenas de sexo heterosexual blablabla.




    Baby, you should come with me,
    I'll take you to the dark side.
    Me and you, you and me,
    do bad things in the night time.

    XV

    [​IMG]
    The King of Coins
    x
    XIII
    x
    The Knight of Wands

    . Audacity . Ending action . Abundance .


    | Hiroki Usui |
    | Shiori Kurosawa |
    | Emily Hodges |

    *

    *

    *


    Decir que se le había pasado un poco la mano con las copas era acertado, en gran parte porque no estaba habituada a beber aunque pudiera camuflarse con el mundo de sombras si le daba la gana. Como fuese, el universo estaba algo empañado y quizás más cálido de lo necesario, pero estaba divirtiéndose.

    Esa vez había terminado allí por invitación de Emily, arrastrada por Cerbero como siempre, una parte había ido porque quería echarle un ojo a las tres cabezas del puto perro infernal y otra porque, bueno, la noche de la azotea no había aprovechado tanto el ambiente como hubiese querido para probar.

    Aunque tampoco había perdido tiempo.

    Como fuese había terminado en un bar algo diferente al pub de mierda de siempre, para sorpresa de Hogdes. Las luces de neón brillaban aquí y allá en el espacio central, que en combinación con las luces blancas normales creaban la sensación de las personas que estaban allí, bailando más pegados de la cuenta, se movían como fotogramas individuales de una película stop-motion.

    Sintió el brazo de Emily tironearla, haciendo que se levantara de la mesa en donde habían estado ellas dos junto a Alisha y Katrina, bebiendo y haciendo el tonto.

    —Vamos a bailar, Shio-chan~ —dijo la de ojos violeta mientras avanzaba, sin darle tiempo de responder siquiera.

    El alcohol en sangre de un par de cervezas y un trago de tequila le impidió pensar con demasiada claridad, aunque quizás ni siquiera estando en sus cinco sentidos se hubiera negado a una petición de Emily Hodges, después de todo la chica le caía bien y ambas eran conscientes de sus mierdas.

    Como si no hubiese bastado ya con el solo ofrecimiento, había empezado a sonar una canción con un ritmo bastante sugerente. Hodges no tardó en comenzar a moverse a su ritmo, invitando a Shiori a hacer lo mismo. Quizás en otro momento le hubiese costado más adaptarse a la idea, pero le siguió el rollo con rapidez, ajustándose a los movimientos de su amiga.

    Como buena ave lira.

    De tanto en tanto se le escapaba una risa fresca, genuina, y se permitía acercar el cuerpo más de lo necesario al ajeno o enredar sus dedos hábiles en la melena lisa y sedosa.

    Quizás se le estaba yendo un poco la cabeza.

    El primer roce con intenciones ambiguas fue en su cintura, sintió las manos de Emily rozar los costados de su cuerpo, sobre la tela delgada del vestido liviano que se había colocado. La piel se le erizó por reflejo, a la vez que una sonrisa se le formaba en los labios.

    El mismo tipo de sonrisa de Altan Sonnen en sus momentos más difusos.

    La misma sonrisa de depredador de Hiroki cuando la tenía contra la pared del pasillo, junto a la puerta de la enfermería.

    La sonrisa de un lobo. Sabía imitarla con una facilidad risible.

    Los ojos como carbones chispearon bajo las luces de neón de la pista mientras le echaba los brazos a Emily sobre los hombros, pegándola a ella. Sintió sus senos apretarse contra los de la muchacha y se permitió soltarle una risa ronca justo en el oído. Pudo jurar que Emily había suspirado.

    Hubiera podido detenerse allí pero no se sentía como tal.

    Cuando le daba la maldita gana era una cabrona de mierda.


    Más roces aquí y allá; la cintura, las caderas, la espalda baja. Susurros y suspiros con dobles intenciones, es más, si no fuese porque algo la mantenía atada, lo cierto es que Shiori Kurosawa no se hubiese molestado en, como mínimo, comerle la puta boca a Emily.

    Sintió una mirada pesada sobre ambas, seguramente de algún cabrón caliente por verlas tan mano suelta entre ellas. No logró ubicarlo en realidad pero aún así arrastró a Emily fuera de la pista, de regreso a la mesa donde ya no estaba Alisha, pero sí Katrina y Joey.

    Qué peligro.

    La de ojos de atardecer se sentó en el sillón de media luna que rodeaba la mesa, arrastrando a Emily consigo, y al final dejó caer su mano sobre el muslo de su amiga, sin ningún tipo de pudor.

    Mierda, toda la tontería la había dejado malditamente excitada.

    Le arrebató la botella de cerveza a Katrina, que se limitó a encogerse de hombros mientras la observaba bajarse dos tragos largos. Luego le pasó la bebida a Emily.

    —Aunque si quieres te la puedo dar boca a boca, Emi-chan~ —ronroneó cerca de su oído.

    Akaisa enarcó una ceja al ver el acercamiento y a su lado Joey se revolvió en el asiento, no precisamente porque estuviera incómodo.

    —¿Hmh? A ver, inténtalo —soltó la otra, arrancándole una risa a Kurosawa.

    Se separó un poco y retiró la mano del muslo ajeno a la vez que Hodges bebía.

    Ahora que lo pensaba… No estaba muy lejos del apartamento de Hiroki, ¿o sí? Dios, qué puta mierda.

    Estaba muriéndose de calor y ya no exactamente por el alcohol. Sentía su cuerpo ardiendo por sectores, exigiendo algún tipo de contacto aquí y allá. Suspiró con pesadez y se sacó el móvil de entre el sostén para revisar entre los contactos.

    “Hiro”.

    Y con el eterno emoji de perrito.

    Era casi la una de la mañana, realmente la noche apenas estaba empezando, pero ya ella tenía planes más importantes.

    Estuvo por llamarlo pero de repente no le parecía lo más inteligente, al menos no ahí frente a dos de las cabezas de Cerbero y Emily. Regresó el móvil a su lugar antes de darle un último trago a la cerveza que le había pasado a la chica y levantarse. Tuvo que pasar la pierna por encima de Emily y casi quedar a horcajadas sobre ella unos segundos para finalmente salir.

    —Eh, Shio-chan, ¿adónde vas? —atajó.

    —Creo que me iré a casa~ Cuiden bien a Emily, malditos estúpidos —dijo mientras comenzaba a alejarse en dirección a la salida.

    Cuidarla. Dios, iban a caerle encima como buitres, ¿no?

    .
    .


    And now we're breeding a feeling of animosity.
    Our thoughts are tribal, go viral and now it's deafening.
    Oh, how we love in the comfort of pack mentality.

    .
    And who are you to tell us who to love and who to not?
    .
    .

    El aire fresco del exterior pareció despejarle los sentidos unos segundos ínfimos antes de que dirigiera sus pasos a la dirección que había terminado por aprenderse de memoria. Haber salido sola había sido, por demás, peligroso, pero al menos había tenido suerte de que ningún enfermo se le pusiera al corte.
    Pronto estuvo frente a la puerta de Usui, replanteándose todas sus decisiones de vida, porque sentía el alcohol enviándole pulsaciones de calor y nublarle ligeramente la vista, pero mierda todavía el cuerpo le pedía tacto de alguna clase a gritos.

    No.

    Pedía su tacto.

    Lo estaba deseando.

    Por eso estaba allí, a la una de la madrugada de un sábado.

    Dudó pero finalmente tocó la puerta, que pareció activar a Ike como si fuese una alarma. Al otro lado escuchó la voz ronca de Hiroki intentar callarlo.

    —¡Hiro abre la puerta, idiota, soy yo! —espetó quizás más alto de lo que planeaba.

    —¿Shiori? ¿Qué cojones?

    Excelente pregunta, guapo.

    >>¿Te pasó algo?

    Hubiera respondido la pregunta de no ser porque abrió la puerta por fin. La muchacha se coló dentro antes de pedir permiso siquiera y cerró tras de sí casi de un portazo, Ike la recibió con la alegría usual, a lo que ella estiró la mano solo para no ignorarlo del todo antes de arrojarse sobre el muchacho y estamparle un beso posesivo en los labios.

    Podía haber seguido preguntando, era cierto, pero si había algo a lo que respondía por inercia era al cuerpo de Kurosawa, como si supiera ponerlo en piloto automático. Encima estaba a punto de quedarse dormido cuando llamó a la puerta, así que tampoco tenía el cerebro precisamente funcional.

    Correspondió el beso con cierta torpeza antes de acoplarse al ritmo de ella y pegarla contra la pared del pasillo.

    ¿Qué mierda le pasaba a esa maldita loca, llegando a esa hora para comerle la boca de esa manera?

    Tampoco iba a ponerse quisquilloso.


    Shiori se las arregló para separarse de la pared, rodearle el cuello con los brazos y arrastrarlo a la habitación sin desatender su boca ni un segundo más que para cerrar la puerta.
    El móvil se salió del lugar donde la chica lo traía, yendo a parar al suelo con un ruido seco que ambos ignoraron.

    Maldito calor.

    Usui deslizó la lengua dentro de la boca ajena, presionándose contra la chica, brusco. La pegó a su cuerpo sin demasiada delicadeza, porque ya había aprendido por dónde iban los tiros con ella.
    Shiori ahogó un suspiro pesado mientras posaba las manos en el rostro del mayor, reajustando la posición para permitirle recorrer su boca cómo se le antojara.

    Antes de poder siquiera pensarlo con algo de raciocinio se separó un poco de él, apenas lo suficiente para poder quitarse el vestido de encima y arrojarlo al suelo.

    —Shiori, ¿qué mierda te pasa? —masculló Hiroki mientras giraba en redondo para arrinconarla contra la puerta.

    —Cierra la boca, joder.

    Lo escuchó soltar una risa nasal antes de volver a tomar posesión de sus labios y redireccionar sus besos húmedos a la tierna piel de su cuello, al canal apretado de sus senos aún en el sostén.
    Las manos delgadas de Shiori se las arreglaron para bajar las prendas inferiores del muchacho con necesidad. Entre sus propios suspiros traidores y su juicio nublado, la mano izquierda de la chica rodeó su miembro y le arrancó un gemido ronco del pecho al sentirla iniciar el movimiento.

    Ahora fue ella quien soltó una risa baja, satisfecha con la reacción que su tacto había provocado. Hiroki la calló con su boca, hosco aunque lo cierto es que a la vez se silenció a sí mismo, a los jadeos que le surgían directo de los pulmones.

    Shiori se separó y de alguna manera se las arregló para hacer que fuese él quien quedase contra la puerta y se acuclilló.

    Mierda.

    ¿Había perdido la cabeza?

    La muchacha deslizó la lengua en toda su longitud, antes de introducirlo en su boca. Sintió que él enredaba las manos en su cascada de carbón, apretando el cabello entre sus dedos a la vez que un gruñido ronco le rasgaba la garganta.
    Quizás era porque tenía la cabeza nublada, porque estaba más caliente que la mierda o porque simplemente en todas sus facultades tampoco le habría importado, pero no le desagradaba sentirlo en su boca, saborearlo.

    Estiró las manos, subiéndolas por el cuerpo de Usui por los costados, bajo la camiseta, y deslizando las uñas quizás con más fuerza de la que planeaba.

    Escuchó que su nombre surgía de sus labios, mientras la presionaba contra él. Se quejó por inercia, pero tampoco hizo por dónde cambiar su situación, al menos no inmediatamente. Apenas un instante después se aflojó de su agarre para incorporarse.
    Sus ojos casi rojos como la vez de la enfermería chocaron con la mirada ambarina del lobo y le soltó la petición de forma más clara que nunca aunque era mezcla de súplica y exigencia.

    —Fóllame.

    Fue como activar un interruptor, de hecho siempre era así. Volvió a besarla mientras la hacía retroceder hasta la cama. Una vez estuvo sobre ella se deshizo de la camiseta mientras Shiori hacía lo mismo con las prendas que le quedaban.
    Su vista empañada se posó en el tatuaje de su hombro, el kanji.

    La secuencia de la enfermería parecía haberse repetido de nuevas cuentas, al menos en los fotogramas esenciales.

    Otro beso necesitado, otra línea de pólvora allí donde posara los labios. Otra vez su boca en cada porción de piel disponible; en su cuello, los hombros, sus senos, el vientre y finalmente terminó por hundir el rostro entre sus piernas. La humedad de la boca del chico solo acentuó la sensación que ya cargaba desde hace rato, de estar a punto de deshacerse, y la hizo arquear la espalda a la vez que enredaba las manos en el desprolijo cabello cenizo.

    —Joder. —Tragó grueso y un gemido ahogado le salió de lo profundo de los pulmones cuando lo sintió volcar su atención en aquel botón hinchado.

    Como si no le bastara con eso introdujo dos de sus falanges, haciéndola entornar los ojos.
    Cuando ella lo separó de su intimidad, obligándolo a subir para devorar su boca de nuevo Hiroki no retiró los dedos de su interior, más bien aumentó la intensidad de sus movimientos.

    —Vas a tener que guardar silencio, cariño, o se darán cuenta todos —murmuró Usui contra su oído cuando se permitió separarse.

    No era la misión más sencilla y el cabrón lo sabía porque le había hablado en el oído, porque no había retirarlo los dedos de su interior y la había llamado cariño.
    Cuando finalmente retiró la mano, solo para colocarse en medio de sus piernas y embestirla por fin, Shiori tuvo que hacer un esfuerzo consciente para guardar algo de silencio.

    No era el ruido.

    Lo que el cabrón quería era ejercer ese poder que tenía sobre ella.


    Lo sabía pero a su cabeza atontada no podía importarle menos en tanto se la follara cómo había descubierto que la volvía loca. Duro.
    Sus movimientos luego de la primera embestida se volvieron casi tortuosos, lentos pero profundos, a la vez que tomaba las manos de Shiori para llevarlas sobre su cabeza, presionándolas contra la cama. Poco después le sujetó ambas muñecas solo con una mano, para llevar la otra a su rostro, a sus labios y abrirlos ligeramente; ella lo dejó introducir los dedos en su boca. Pasó la lengua por ellos, succionó, y cuando él volvió a retirarlos notó la sonrisa lobuna que tenía en el rostro.

    —Más —masculló Kurosawa entre jadeos.

    —¿Qué dices? —insistió él, cabrón como podía ser.

    No tenía ya ni manera de poner algo de resistencia.

    —Quiero más —repitió—. Me importa una mierda quién escuche, quiero más.

    Joder.

    La cabrona había aprendido a ceder apenas lo suficiente para alcanzar lo que quería, ¿no? Y había aparecido de quién sabe dónde a mitad de la noche para que se la follara y tampoco era imbécil para negárselo, lo que sabía de sobra también. Podía jugárselas de dominante, pero esa desquiciada lo tenía comiendo de la palma de la mano.

    Aumentó la cadencia de los movimientos, volviéndolos casi agresivos, y era evidente que ya no había manera humanamente posible de que guardara silencio. Tampoco es que lo quisiera en realidad, escucharla gemir lo enloquecía, había sido así desde la primera vez. Era como arrojar un bidón de gasolina sobre el mismísimo Infierno.

    La mano libre se deslizó por su cuello hasta su pecho pero ella la interceptó a medio camino, lo hizo regresar a su cuello y por un instante algo parecido a la confusión se mezcló con la lujuria en la mirada del perro-lobo.

    Jodida sucia, eh.

    Nunca dejaba de sorprender.


    No lo dejó reaccionar realmente, con su propia mano sobre la ajena lo hizo aplicar algo de presión, de forma que sintiera su pulso desaforado y solo así, a pesar de la agresividad de las embestidas, consiguió contener sus propios gemidos.

    Ya el oxígeno no llegaba al cerebro de ninguno de los dos. Los cuerpos se movían por instinto, los músculos se accionaban automáticamente, los sonidos eran ininterrumpidos.

    Y más.

    Y más.

    Y más.

    Porque ella lo había pedido y él lo estaba deseando. Cuando sintió el cuerpo de Shiori apretarse a su alrededor la fuerza del agarre en torno a su cuello, hasta entonces algo floja, aumentó justo en el momento en que el cuerpo de la chica cedía al orgasmo.
    No mucho después él siguió el mismo camino y dejó caer el peso de su cuerpo sobre ella.

    —Shiori, maldita sea, ¿se puede saber en qué estabas pensando? —murmuró con la respiración pesada colándose en sus palabras.

    —Que yo sepa no es pecado querer follarme a mi novio a cualquier hora —soltó ella.

    Y allí iba de nuevo, Kurosawa y sus comentarios que parecían sacados de un sueño de fiebre, de una alucinación de las buenas. Siempre soltaba esa clase de mierdas ya fuese en los preliminares o justo después de haber terminado, como si el cerebro no le funcionara.

    Fue hasta que se separó de la chica para recostarse a su lado, que reparó con detalle en ella, porque con la forma en que había llegado y se le había lanzado encima no había podido verla demasiado bien. Estiró la mano y le retiró algo de maquillaje corrido de los ojos.

    ¿Dónde mierda había estado metida?

    Frunció apenas el ceño.

    El mundo de sombras… ¿Hasta dónde era capaz de colarse Shiori Kurosawa?

    Antes de que pudiera ponerse a preguntar o cualquier mierda, ella se giró para poder acurrucarse junto a él y apenas unos minutos después había caído rendida. Bueno, era evidente que no iría a ninguna parte esa noche.
    No le quedó más remedio que echarle la sábana encima, antes de levantarse, deshacerse del preservativo usado y apagar las luces para regresar junto a ella.

    Después de todo siempre regresaban al lado del otro, ¿no?

    Como idiotas enamorados.

    O adictos.
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Me voy a disculpar públicamente con Gabi por solo sumarle más y más cosas (????)

    Esto es parte del desastre de fin de semana de mis hijos, así que: Lo que ocurre en este fic es considerado canon.
    Aprovecho para aclarar la tercera carta, Three of Swords: corresponde al awkward ass de Cayden Dunn, de Pokémon, que también colé en el colectivo pues porque me daba paja pensar en más nombres. No pienso meterlo a Gakkou de no ser que mi weak ass no pueda resistirse (??) pero well ya que lo usé en el otro delirio, pensé que podía colarlo en este aunque los eventos no correspondan entre sí.




    I said your name,
    it slipped off my tongue.
    Pointed at the camera laughing at you.

    Once again, you see no one cares.

    XVI

    [​IMG]
    The Sun
    x
    The Three of Swords
    x
    The Magician

    .
    Joy . Heartbreak . Grief .


    | Shiori Kurosawa |
    | Cayden Dunn |
    | Altan Sonnen |

    *

    *

    *


    Volví a casa pasadas las tres de la mañana, no con tanto alcohol en la cabeza como humo denso de la hierba que vete a saber a quién se la compraba Shimizu. La ventaja fue que al menos el cabrón me hizo el favor de dejarme en el barrio con la promesa de un pago, como siempre.

    Maldito carroñero.

    Entré en silencio, subí a mi habitación y me dejé caer sobre la cama como legítimo peso muerto. Ni siquiera había encendido la luz, me limité a observar el techo, la negrura.

    Y a sentir total repugnancia de mí mismo.

    No me sentía tenso ya, pero eso era gracias a la maldita hierba, no porque realmente hubiera logrado relajarme conscientemente o algo.
    Me pesaban los párpados pero la mente se me negaba a silenciarse del todo, me arrojaba imágenes, como polaroids de lo que había ocurrido a lo largo del día, incluida la mierda de Alisha Welsh.

    ¿Qué se supone que estaba haciendo?

    Ser un cretino.

    Junto a las imágenes me llegaban acordes de guitarra de alguna canción que ahora mismo no lograba nombrar, aunque podía incluso imaginar a alguien tocándola.

    Maldito cerebro de archivo.

    Me enderecé solo para salir de nuevo de la habitación hasta el baño del pasillo, todavía sin encender ni una sola luz, y cepillarme los dientes.

    Una.

    Dos.

    Tres veces.

    A la tercera, luego de escupir el dentífrico, pude notar cierto gusto a sangre en mi boca, después de todo conocía de sobra el sabor. Me había cepillado hasta puto hacerme sangrar las encías, ese era el grado de repulsión que me manejaba.

    Pero ya lo había hecho, ya no había remedio. Había compartido saliva con medio Sakura y quién sabe con qué tanto porcentaje de Tokyo a través de la boca de Welsh.

    ¿Era un exagerado? De eso no había duda, pero ni siendo consciente de ello podía quitarme la sensación de encima. Era una maldición.

    Y merecida me la tenía.

    ¿Después de eso pretendía hablar con Suzumiya?

    Era un puto inmoral.

    Salí del baño, regresé a la habitación y la segunda vez que toqué la cama me desconecté.
    Desperté horas más tarde por el sonido del móvil de una llamada entrante. Me lo saqué del bolsillo con movimientos torpes, solo para ver que era una videollamada de Jez. Suspiré con pesadez pero atendí, aunque me había despertado y bueno, no sabía ni qué hora era.

    —¡Anne, espera que estoy al teléfono! —La escuché decir antes de que volcara su atención en mí—. Hola~ Uy, ¿y esas pintas, cariño?

    Anne.

    Había olvidado por completo que la prima de Jez casi se llamaba igual que Anna.

    —¿A quién llamas, Jezzie? —preguntó la niña.

    —Altan —respondió la albina, concisa.

    Antes de que me diera cuenta la chiquilla de cabello castaño y mirada dorada estaba detrás de Jez, saludándome con la mano. Le regresé el saludo y ella se retiró tan rápido como había aparecido. Hasta después de eso me digné a responderle a la albina.

    —Nada, nada. Me quedé hasta tarde con unos amigos y ya. ¿Cómo te está yendo, Jezzie? —respondí sin más.

    Le había mentido sin reparo alguno, qué maldito descaro.

    Me contó en grandes rasgos que sus tíos estaban en casa de uno de sus hermanos, pero a ella le habían encargado quedarse con Isaac y Anne en la antigua casa de sus tíos, donde ahora vivía otra hermana de Victor Haumann.
    Ciertamente ninguno de ellos tres había sido demasiado cercano al viejo Haumann, si acaso Jez tenía recuerdos difusos de él, antes de tener que venir a Japón, y Anne e Isaac no habían llegado a ver a sus abuelos más allá de las veces que viajaban a Países Bajos durante las vacaciones, que eran contadas con los dedos de una mano. No estaban demasiado afectados y sus padres preferían que, dado el caso, se quedaran juntos que tener que ver el destrozo que debía ser el resto de su familia en ese momento.

    Había ido con los niños a dar una vuelta y había comprado recuerdos para todos en la escuela. Hiradaira, Middel, Thornton, Meyer. ¿También el idiota de Wickham? Qué remedio, en realidad había comprado algo casi para cada uno de los idiotas que habíamos estado en lo de la azotea, excepto tal vez por Akaisa, Welsh y Usui.
    Con todo su gesto, tan característico de sí, consiguió hacerme sonreír al menos un poco.

    Cuando terminó de hablar le pregunté cómo estaban sintiéndose sus tíos, a lo que me dijo que a pesar de todo no parecían tan afectados como el resto de sus familiares.

    No tenía que decírmelo directamente, había visto a Victor Haumann más de una vez, había conversado con él otras tantas y sabía de sobra que era un hombre con un temple que no dejaba nada que desear.
    ¿Era de él de quién Jez había aprendido a ser un pilar? Sin duda.

    Al final terminó por relajarme lo suficiente para que le contara un poco de lo que había sido el día anterior, omitiendo el desastre con el trío de malditos encabronados de la vida en los casilleros y el asunto de la enfermería.
    Se le veía contenta por el simple hecho de escuchar que no había pasado el día solo como un puto huraño de mierda y en general parecía de mejor humor que la madrugada de la desgracia, a pesar de todo.

    Estar aquí, en el desastre de esta escuela de los cojones, la había abrumado y ahora entendía por qué.

    ¿Qué era esto, el maldito Infierno? Incluso yo, el supuesto Hades según Suzumiya, había terminado hasta los cojones en tres días.

    Pasé el resto del día, después de haberme dado una ducha, frente a la computadora haciendo el imbécil. La estupidez de Welsh había logrado obligarme a buscar desconectarme la mente de tal manera que logré sacarme el nombre de Tomoya de la cabeza.

    No fue así con la tontería de los cupones de Anna; pasé mis buenas horas en Photoshop probando tonos, tamaños, fuentes.
    Eso me ocupó la mente también, junto a la música de fondo.

    Ojalá me hubiese callado todo el maldito fin de semana.

    O toda la vida.

    Luego de la cena papá me ofreció ver una película con él pero realmente no estaba de humor, aunque sabía que podría haberme ayudado.

    Así funcionaba el mundo acromático.

    Forzaba el aislamiento.

    Todo por mi maldita moral, por mi estúpido cuerpo alcoholizado y hormonal que había aceptado la boca de la puta gringa.

    De Cerbero.

    Mi cabeza defectuosa desde que tenía uso de razón se negaba a guardar silencio y cuando ocurría el milagro de que se callara me arrojaba imágenes, como el flash de una cámara, fugaces pero capaces de aturdir, como había ocurrido en la madrugada.

    El llanto de Jez, el beso en la clase.

    La ira ciega de Shiori.

    El llanto de Anna.

    El mío.

    Suzumiya arreglándome el uniforme.

    El humo blanquecino alzándose al cielo en Bunkyō.

    La zorra rubia en el parque.

    Gotho quedando como un imbécil al llamarme.

    La maldita insufrible de Balaam.

    Estaba descompuesto, siempre lo supe, pero realmente nunca sentí que algo se rompiera como tal hasta ese día quizás. Las grietas se esparcieron como un relámpago al golpear el océano. Directo en mi cerebro de archivo, que las proyectó hasta el último rincón de mi cuerpo.

    Del cuerpo que ahora me asqueaba.
    .
    .


    Said you'd take a bullet, told me you would die for me.
    I had a really bad feeling you've been lying to me.
    We were on the low, but you were getting high with me.

    .
    And now you lost your right to privacy,
    spilling all our secrets
    when you thought they'd probably die with me.

    .
    .

    Volví a rendirme. De nuevo los vaqueros, la camisa negra, la chaqueta y mandé todo a la mierda. La brisa que me recibió cuando puse el primer pie fuera de casa olía un poco a lluvia o yo ya estaba delirando, lo que era posible.
    Estaba tan malditamente harto, tan asqueado, que me di cuenta que solo deseaba borrar, borrar y borrar.

    O retroceder.

    Ctrl + Z.

    Mis pasos me guiaron a una de las casas de enfrente, las de aspecto más tradicional y menos modificado; las que sabía eran herencia familiar. Antes de ser del todo consciente de lo que estaba haciendo ya había llamado a la puerta y pronto me recibieron los ojos de fuego de Kurosawa. Llevaba la cascada de carbón atada en un moño desprolijo y ropa de andar en casa.
    Me recorrió con la mirada sin prisa, confundida de verme allí, deteniéndose unos segundos en el rasguño, ahora descubierto.

    —¿Pasa algo, Al?

    —¿Tienes planes de alguna clase hoy? —pregunté casi encima de sus palabras.

    Sábado por la noche. Igual pretendía irse con wan-chan, qué sé yo. En todo caso pareció pensárselo unos sólidos segundos antes de negar con la cabeza para luego sonreír con cierta sorna.

    —¿Al fin vas a invitarme a salir contigo y tus amigos~? —Podía jurar que casi había ronroneado la cabrona.

    Shiori me debía haber visto salir de casa más de una vez y quizás hasta me había visto llegar también, ya fuese acompañado de Shimizu o no. En su defecto tampoco me había molestado en ocultarle esa mierda a ella.

    Arrastrarla al mundo de sombras.

    Llevarme a Perséfone y apagar las luces.

    No tenía dobles intenciones, al menos eso quería decirme a mí mismo, pero la verdad es que mi comportamiento empezaba a pecar de errático y tampoco iba a quejarme de los resultados que eso pudiese tener. Estaba arrastrando al sol hasta forzarlo a unirse a la luna, aunque no es que pusiera demasiada resistencia.

    Me había negado a llevarla conmigo, ¿por qué? Porque quizás también era un posesivo de mierda, porque conocía a los lobos, porque…

    Luego de que Shiori Kurosawa terminara bajo la sombra del cachorro de Shibuya me había quedado sin excusas.


    Me pidió que le diera unos minutos, regresó dentro y más tarde volvió con unos jeans negros puestos, la blusa que creía haberle visto la noche de la azotea, botas y la chaqueta ajena encima.
    No se había detenido demasiado en acomodarse el cabello, pero bueno con esas víboras negras sueltas tampoco importaba.

    —¡Saldré un rato con Sonnen-senpai! —avisó antes de cerrar la puerta tras de sí.

    El anhelado poder.

    Mis pasos terminaron por guiarnos al parque Hibiya, que limitaba con Minato. Una vez allí pude ubicar de nuevo los grupitos aquí y allá, al menos hasta donde me alcanzaba la vista.
    No había ningún idiota conocido más que de vista. Al menos fue lo que pensé hasta que ubiqué una cabellera rojiza recibiendo dinero de un imbécil del barrio.

    No era David Mason colado en Chiyoda.

    Swallowtail.

    Agehachō.

    Cola de golondrina.

    La mariposa de alas trémulas y cola bifurcada que se posaba sobre los cadáveres para beber sangre, lágrimas y sudor. No era ningún blando pero amenazaba con salir volando en cualquier puto momento, consciente de su propia delicadeza quizás.

    Cayden Dunn.

    Irlandés de cepa pero japonés de nacimiento como pasaba conmigo.

    Una vez terminó sus negocios me acerqué al chico, manos en los bolsillos, con Kurosawa pisándome los talones. El pelirrojo se estaba guardando el dinero en el bolsillo de la chaqueta, verde oliva con grullas bordadas a la espalda.

    Huh. Stylish.

    —¿Interesado en cooperar por una botella, Swallowtail? —pregunté sin necesidad de alzar demasiado la voz.

    Prácticamente dio un respingo al escucharme, a pesar de que había mantenido una distancia decente, y pude notar que Shiori tuvo que hacer el esfuerzo por contener una risa. En todo caso el chico pronto recuperó la compostura, se encendió un cigarrillo y nos recorrió a ambos con la vista, con cierto aire estirado.
    Le sacaba unos cuantos centímetros, pero si en algo se parecía a Mason también era en su figura delgada, casi frágil, que lo hacía ver algo más pequeño de lo que era. No ayudaba demasiado que tendiese a andar ligeramente encorvado.

    —No hago negocios con mocosas, Sonnen, lo sabes. —Me pareció que se tensaba más de la cuenta al reparar en la chica una segunda vez.

    Se me escapó una risa nasal ante su sentencia, a la vez que le pasaba un brazo sobre los hombros a Shiori. No tuve que mirarla para saber la clase de sonrisa que debía tener en el rostro, la sonrisa de lobo.

    Se había fusionado de maravilla.

    Qué maldito peligro.


    —¿Qué no? Venga, solo queremos divertirnos un rato, Dunn, no seas aguafiestas —empecé antes de medio murmurar algo para Shiori, pero de forma que el otro pudiese escuchar—. Kurosawa, este es Cayden Dunn, es algo huraño así que respeta su espacio personal y eso~

    La aludida asintió con la cabeza, con fingida inocencia, antes de zafarse de mi agarre y acercarse al muchacho.

    Cómplices, ¿no?

    —¿Eres pelirrojo natural, Cay-senpai? —interrogó, inclinándose hacia él y haciéndolo retroceder un paso.

    —Eh, sí.

    Otra sonrisa de lobo.

    —Qué bonito~ Debes gustarle a muchas chicas, ¿o no? Encima con ese color de ojos tan lindo también. —No me había parado a reparar en eso pero Dunn compartía los ojos dorados de Jez, Usui, Ishikawa y Gotho. Kurosawa amenazó con pegarse al muchacho, que siguió retrocediendo. ¿Era la cercanía o el aire general de Shiori? Vete a saber—. Un chico tan guapo como tú debe tener de dónde elegir y todo.

    Qué cabrona.

    El pelirrojo desvió la mirada a todas partes, evidentemente abrumado. Solía pasarle cuando se le acercaban las gyaru también.
    Yo era un idiota social porque tenía una perpetua cara de culo, Dunn por su parte era un ansioso de cuidado, introvertido como él solo, que no sabía lidiar con la energía de otros o con acercamientos directos y en lugar de encabronarse, tendía a escapar. Tener a Shiori tan cerca debía estarlo empujando al borde de los nervios.

    Con todo y su incompetencia social, su eterna ansiedad en torno a las personas parecía haberle afilado los sentidos y era un carterista de campeonato mundial, además de que en general evitaba conflictos con habilidad. Sabía leer a la gente a su manera, en tanto estuvieran a una distancia prudencial, claro.

    —Joder, ya vale. ¿Ustedes dos y quiénes más? —espetó apartándose y la muchacha lo dejó en paz por fin, regresando a mi lado.

    —Con el fajo de billetes que te acaban de dar basta y sobra con nosotros tres, ¿no crees, Cay-kun? —añadí con la eterna prepotencia en la voz.

    Arrugó los gestos al escuchar cómo lo llamaba y se pasó la mano derecha por la nuca, incómodo, antes de asentir con la cabeza. Realmente solo quería deshacerse de nosotros o quizás solo calmarnos y punto.
    Entre los tres conseguimos una cantidad de dinero decente, con todo y que Kurosawa no era una forrada como tal, sabía ahorrar y cuándo despilfarrar esos ahorros.

    Con el dinero en mano fui yo quien terminó por ir a conseguir la botella, pues incluso en Chiyoda sabía que tenía gente de principios cuestionables a las que no les interesaba a quién venderle con tal de hacerlo y, bueno, en todo caso era yo el que podía colar un poco más cercano a una persona con edad para beber.

    Cuando regresé al parque ubiqué a Kurosawa y Dunn sentados en un banco, conversando como si el acercamiento de Shiori no hubiese ocurrido, y encima el pelirrojo parecía un tanto más relajado con su presencia.

    Qué capacidad, por Dios, ¿se había sincronizado con Dunn ya?

    Por otro costado vi aparecer a Shimizu, que venía abriendo un paquete de cigarrillos y se sentó en medio de ambos como si hubiese conocido a la otra de toda la vida, asumí que debió aparecer mientras yo no estaba y aprovechó la presencia de Cayden para colarse.

    Se encendió un cigarro, le ofreció uno a Kurosawa y cuando esta lo tomó se regresó la cajetilla al bolsillo.
    La menor lo recorrió con la mirada luego de que este le extendiera el mechero para que hiciera lo propio, deteniéndose apenas en las líneas de tinta que asomaban bajo la chaqueta.

    Joder que entre el huraño de Dunn y el aspecto tosco de Shimizu la jodida debía estar en su salsa.

    ¿Se habría dado cuenta ya del rollo que se traía con los jodidos pandilleros y los gatos ariscos?

    Como fuese me acerqué al trío de la discordia para finalmente abrir la botella y darle un trago largo antes de pasársela a Dunn. El ron me quemó la garganta, pero me dio bastante igual.
    El pelirrojo hizo lo mismo antes de darle la botella a Shiori, saltándose a Shimizu. En la calle funcionaba así, las cosas pagadas se repartían entre quienes habían abierto la billetera nada más.

    Qué gracia. Si wan-chan se daba cuenta de dónde había arrastrado a su princesa seguro me aflojaría todos los dientes, pero yo no había forzado a nadie a nada. Si Shiori estaba allí en puto Hibiya, compartiendo una botella con un par de idiotas y aceptando cigarrillos de pandilleros, era porque le venía en gana.

    En todo caso cuando ya nos habíamos bajado casi la mitad de la botella empezamos a ponernos idiotas, incluso a Dunn se le había terminando soltando la lengua y hasta se permitía reír de tanto en tanto de las estupideces de Shimizu o de alguna ocurrencia de Shiori, que era, además de Arata, la que estaba un poco más entera porque había dejado que nosotros nos bajáramos la mayoría del ron.
    El rubio se había levantado, de forma que yo tomé su lugar entre Cayden y Kurosawa, y antes de que me diese cuenta el cabrón ya estaba hablando de cuchillos y mierdas que parecieron llamar la atención de la menor más de lo que hubiese esperado cualquiera.

    Qué puto miedo.

    La cosas habrían resultado bastante diferentes si en lugar de topar con Dunn hubiese dado con otro imbécil o si no hubiese llevado a Shiori, lo sabía de sobra. Hubiera podido forzar el rojo sobre el mundo, desatar la ira encima de algún imbécil, pero para bien quizás estaba allí riéndome con esos estúpidos.
    La parte jodida, era quizás la pata coja de esa mesa, la misma Kurosawa. Ya pasado de alcohol, teniéndola tan cerca y sabiendo que era mi más absoluta cómplice, que era Perséfone, se me estaba yendo la cabeza y si algo me medio contenía era la presencia de los otros dos chicos.

    En determinado momento Shimizu recibió una llamada que lo obligó a retirarse, asumí que alguno de sus clientes y esas mierdas, pero no lo dejé ir sin antes sacarle algo de hierba de encima como el día anterior.
    Joder, llevaba una semana de excesos que debía tenerme las neuronas fritas pero no la suficiente cantidad para dejar de ser bueno… Yo.

    Luego de que Arata se fuera, Shiori se levantó aunque casi se va de cara en el proceso, y se colocó frente a Dunn, manos en las caderas.

    —¡Hey! —Lo señaló casi como una chiquilla—. Cay-senpai, ¿qué tal se te da bailar? Porque el idiota de aquí tiene dos pies izquierdos.

    Luego su índice me apuntó a mí y el irlandés no pudo contener la carcajada que le surgió directo de los pulmones, mientras se encogía de hombros en respuesta a la pregunta de la chica.

    No lo dejó ni reaccionar antes de prácticamente hacerlo levantado del banco. A la pobre criatura debió darle vueltas el mundo de una manera que me parecía un milagro que no se hubiese ido de culo, pero con todo se dejó hacer aunque entre la borrachera que empezaba a tener encima y el contacto parecía un tomate maduro.
    Kurosawa con movimientos algo torpes ajustó las posiciones para, en apariencia, un intento muy burdo de vals o alguna mierda de esas… En medio del parque.

    Era probable que nadie en el maldito mundo hubiese estado tan cerca de ese chico en toda su vida, además de su madre quizás.

    Pero no podía escapar ya.

    El ave lira ya había imitado el sonido de su corazón.


    Lo guió al principio, en lo que el pobre se acostumbraba a tenerla así de cerca, pero lo cierto es que Dunn no tardó en acompasarse y contra todo pronóstico, a pesar de que era solo una tontería que se había sacado Shiori de la manga, no lo hacía mal.
    Me limité a observarlos mientras encendía el pitillo que me había dejado Shimizu para luego liberar la primera nube de humo blanquecino, que cubrió el mundo, nublándolo todavía más.

    Cuando la chica dejó ir al idiota asocial de Cayden, este se permitió hacer una reverencia casi teatral que incluso con su personalidad ansiosa y reservada encajó con él con una naturalidad que hasta que daba miedo, aunque siempre había sido así, ¿no? Le gustaba recibir cierto grado de atención, de alabanzas, de aplausos incluso.

    Era una pieza interesante.

    Cerca de las dos treinta de la madrugada y otra buena parte de la botella más tarde terminamos por decirnos a irnos cada uno por nuestro lado, porque joder ya estábamos bastante en la mierda como para nada más.
    Shimizu supuestamente pasaría por Dunn en la motocicleta para encaminarse a Shinjuku, así que Kurosawa y yo nos retiramos de regreso a casa.

    El puto mundo se veía doble ya, sin prisa podía caminar relativamente bien al menos pero innegable que se me había pasado la mano.

    —Cuidado, Al~ —murmuró Shiori a mi lado, no me di cuenta cuándo pero me llevaba sujeto del brazo.

    Asentí apenas con la cabeza, intentando contener la risa estúpida, y casi me dejé arrastrar por ella. Más temprano que tarde ya estábamos en nuestra calle, frente a su casa, y Shiori logró abrir la puerta de forma bastante más silenciosa de lo que uno hubiese creído posible para alguien pasado de tragos.

    Se giró hacia mí antes de entrar para despedirse, los carbones que tenía por ojos chispearon ante las luces amarillentas del alumbrado público y yo no logré conectar mi cerebro, mi lado racional, con el resto de mi cuerpo.

    Después de todo ella había sabido apagarme, ¿no?

    Notó mi movimiento a pesar de que la vida debía estarle dando vueltas también, me vio inclinarme hacia ella y consiguió poner distancia colocándome la mano en el pecho justo antes de que alcanzara su boca. La chispa de su mirada pasó a ser casi una amenaza.

    —Cuidado dónde pisas, Al —dijo sin levantar la voz—. Ya no jugamos en las mismas condiciones que antes, cariño.

    En cosa de segundos desapareció en la oscuridad del pasillo luego de dejarme un beso en la mejilla y cerrar la puerta. Se marchó dejándome allí justo como debió hacerlo, en la negrura de la calle, con mi mente desorientada y la estupidez contenida justo a tiempo.

    ¿No me había bastado cagarla una vez?

    ¿Tan fanático me estaba volviendo de joderlo todo?

    Quizás.

    O tal vez solo estaba buscando que alguien me cerrara a hostias después de la mierda de la gringa y me lo estaba buscando a posta en Shiori o en su cachorro, lo que ocurriera primero.

    Mi comportamiento estaba volviéndose peligrosamente autodestructivo. Deseaba el rojo como nunca antes, pero esta vez deseaba que alguien me diera el castigo que merecía.

    Era el perro que, incluso antes de que su dueño sepa que arruinó los muebles, se acercaba gritando con su lenguaje corporal que ha hecho algo mal…
    y merece la ira de su amo.
    Yo el que sabía atacar sin avisar.

    El que había aprendido de los lobos de todo Tokyo.

    Estaba perdiendo la guerra contra mi propia mente maldita.

    ¿Quién iba a castigarme, si las tres que sujetaban las correas no iban a hacerlo y lo sabía de sobra?
     
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  7. Threadmarks: XVII. The Three of Swords x The Two of Cups
     
    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    1794
    Se me fue la cabeza con los post de Villa Cruce, so Gigavehl aquí estamos. Importante #NoHomo uwu (?)

    Esta colección estaba primeramente planteada solo para los personajes que tengo metidos en Gakkou y solo en ese contexto, pero dados los eventos actuales en Pokémon (?) Lo voy a convertir a secas en un compendio y si me canta tirar un fic del rol canon, pues lo suelto y punto, es lo que vengo a hacer acá. So, para la gente que se lo quiera saltar porque tiene un montón de Pokémon shit, adelante jsjs

    Para contextualizar a Giga así como contextualicé a Insane cuando hice un fic con sus personajes, copypasteo:
    Si quieres contextualizarte un poco de qué vergas es este long-fic (colección realmente), puedes leer las notas iniciales del primer capítulo.
    En síntesis, a cada personaje del rol le he ido asignando una carta del mazo del tarot según su significado y la personalidad del personaje en cuestión (Gigi y yo iniciamos el delirio, así que por eso los fics de la serie original fueron saliendo entre las dos) y por eso nuestros personajes tienen asignados todos los arcanos mayores de la baraja, mientras los demás los he ido metiendo con los palos de los arcanos menores (vaya, los palos de la baraja normal de cartas de casino) en este delirio, que comenzó con las narraciones en The Justice y siguió con las narraciones de otro fic mío: Deck.
    Cayden en particular nació cuando el delirio principal del tarot ya había terminado, por lo que no tiene un arcano mayor asignado (aunque nos quedó floja The Strength de momento) y por eso le asigné un arcano menor.
    Para darle un poco de contexto, los significados de las dos cartas de este turno:
    The Three of Swords (Cayden): como palabras clave tiene dolor emocional, duelo, desamor, soledad, rechazo y tristeza. Aún así el número tres como tal en la carta refiere a entusiasmo, crecimiento o incluso creatividad. Es una carta un poco dicotómica pero puede hablar del dolor que nos vuelve más fuertes.
    The Two of Cups (Givan "Gen"): sus palabras clave son atracción, compañerismo, relación y amor unificado, todo esto proveniente del dos como número. Representa el balance, la armonía, y al combinarlo con el tres de espadas de Cay siento que precisamente cumple esa función de hacerme un contrapeso en él, aunque no sea tan melancólico como otros de mis personajes, sí que es ansioso e inseguro, lo que podría estar generando toda una cuestión de dolor emocional encubierto.

    Mercury de SaL porque me duele la vida con cada cosa que descubro de Cayden y se me fusiona con la figura de Jez horrible, pero sin ser tan puto denso (???)

    Sin más que decir, creo que nunca había usado a un personaje tuyo Giga (y aquí tampoco es que lo use un montón), así que disculpa el OoC ahí and stuff (?) Tuve esta idea mientras revisaba dónde podía conseguir la piedra fuego de Growlithe y no digo más porque spoileo (?)




    God knows, I am dissonance
    waiting to be swiftly pulled into tune.

    .
    Yet I know, if I stepped aside,
    released the controls, you would open my eyes.

    XVII

    [​IMG]
    The Three of Swords
    x
    The Two of Cups

    . Connection Grief . Unity . Partnership .


    | Cayden Dunn |
    | Givan Velren |

    *

    *

    *


    Al final nos habíamos dispersado un poco luego de que llegara Aleck junto a la castaña, Liza, que era una de las chicas de Galeia que nos iban mucho más adelante con el asunto del torneo.
    Tenía pinta de no haber tenido el mejor día de su vida, ciertamente, pero había llegado con Aleck y se había mostrado tranquila y amable a pesar de ello. Me daba unas vibras parecidas a Gen y, quizás, a mí mismo en mis buenos momentos, cuando no era un gato que saltaba al mínimo estímulo y se ocultaba en su cueva.

    En todo caso me había adelantado apenas un poco respecto a los demás hacia la ruta 15, las laderas calizas, que había visto tantas veces antes desde lo bajo de Pueblo Sereno. Era una ruta corta pero compleja, eso no era secreto de nadie, y nunca había podido explorarla como tal.

    Esta vez, al llegar a la ruta, mi inicial fue el primero en salir de su pokéball y para cuando me di cuenta se puso a cavar en la roca viva.
    Lo sabía, no recuerdo por qué, pero tenía claro que allí podían conseguirse algunas piedras evolutivas, entre ellas la Piedra Fuego que necesitaba para Growlithe. Me costó una buena cantidad de arlines y mucho trabajo por parte de Raboot acompañado de Timburr hasta que en la roca refulgieron los colores cálidos, rojizos y ambarinos de la piedra que estaba buscando. Me acerqué para recogerla yo mismo, en lugar de desmaterializarla, y fue en ese momento en que noté la segunda, una casi esférica de tono cian… Una Piedra Alba.

    A la mente me llegaron de inmediato, invocadas de yo no sé dónde, las palabras de Paul en Nueva Puntera, cuando Gen le había preguntado sobre cómo evolucionar a Riolu.

    Para que puedan desarrollar sus poderes, eso sí, Riolu necesita exponerse a una Piedra Alba.

    Génesis.

    El primer compañero de Gen, el que lo sacó del cascarón.


    Desmaterialicé la piedra, que más que eso parecía una gema como buena parte de las piedras evolutivas, y luego liberé a Cinis, mi Growlithe, de su esfera. El cachorro empezó a olfatear todo, entonces tuve que llamarlo.
    Se sentó frente a mí y cuando me vio acuclillarme a su altura con la Piedra Fuego en mano, sus ojillos oscuros me miraron con algo que me pareció emoción. Estiré el brazo apenas para tocar su nariz con la roca y entonces ocurrió.

    La luz azulada lo rodeó y en cosa de segundos se había convertido en una bestia enorme, superándome en altura. Se enderezó, apoyándose en sus cuatro extremidades, y sacudió el pelaje del que brotó una lluvia de brasas.

    Cinis.

    Significaba cenizas en yo qué sé idioma antiguo, tenía eso memorizado y no sabía de dónde siquiera.


    Había algo en la evolución mediante piedras que me parecía diferente a la evolución por experiencia, que ocurría por sí sola. Porque tú decidías cuándo ocurría, porque tenías que entregarle el objeto en cuestión al pokémon, confiando en que está preparado para ello.
    Ambas formas de evolución eran maravillosas a su propia manera, por supuesto.

    El ahora enorme Arcanine me dio un golpe afectuoso con el hocico en el rostro que me hizo reaccionar y enredarle los brazos alrededor del cuerpo, en un abrazo que me transmitió el calor de su tipo fuego y lo hizo agitar la cola. No dejaba de comportarse como un cachorro.

    —Venga, usa esa nariz y encuentra a Gen. Tenemos una cosa que darle.

    Luego regresar al resto a sus esferas y subir al lomo de Cinis este se puso en marcha, sacándome de las laderas calizas en dirección a la ruta 14. Olfateaba el suelo y el aire de tanto en tanto, buscando el rastro, y trotaba en otros momentos al ubicarlo.

    A mitad de aquel tramo que recordaba un poco a un desierto, ubiqué al chico con la vista antes de que Cinis echara a correr en su dirección y se detuviese frente a él.

    —¡Cay! —soltó al reconocerme en el momento en que bajé del lomo del canino de fuego—. ¿Otra evolución? Conseguiste la piedra fuego entonces.

    Asentí con la cabeza antes de volver a materializar la Piedra Alba que había conseguido.

    —También encontré otra cosa. Piensa rápido, Gen —dije mientras se la lanzaba.

    La recibió con reflejos rápidos antes de intercambiar la vista entre la piedra y yo, como si no terminase de creerse lo que estaba haciendo. Yo no la necesitaba y así como él había comenzado a madurar en ese viaje, su eterno compañero lo haría también.

    Tardé en darme cuenta que el Riolu estaba libre de su esfera y se acercó corriendo a mí, como ya era usual. Le sonreí antes de agacharme a su altura.

    —¿Emocionado? —Le acaricié la cabeza con cariño, sabiendo que sería la última vez que lo haría con necesidad de agacharme.

    El enano asintió con la cabeza antes de regresar con su entrenador.

    —Muchas gracias —escuché que decía Gen.

    Cuando me incorporé volví a dedicarle una de aquellas sonrisas como la del Centro Pokémon en Risco y la del puente en Villa Cruce. Tranquila, relajada, genuina y extrañamente reconfortante.

    —Los amigos hacen esas cosas, ¿o no? —añadí entonces, desviando la vista a Cinis.

    Givan no tenía idea de lo que había hecho conmigo con aquella conversación en Cruce, no del todo aunque podría entender una parte.

    Desde que recordaba había sido el asocial, el huraño, y no me importaba demasiado en tanto me dejaran tener mi espacio o no me pidieran respuestas emocionales.

    Estaba bien con mi jaula.

    Pero al haberme interesado en el torneo había derribado un barrote, que sin querer volví a colocar al conocerlos en Aldea Risco. Aleck y su culo inquieto, Gen y su calma que no creí que me alcanzara y no me importó en un principio.

    Al final había derribado un barrote tras otro, hasta dejar una abertura por la que casi podía salir si lo deseaba, en tanto yo hiciera el resto del trabajo.

    Y de repente quería hacerlo.

    Porque había encontrado amigos, porque quería cuidar de ellos, estar para cuando me necesitaran, y mejorar su lado, crecer. Con tal de algún día dejar de ser aquella mariposa de alas trémulas, que alzaba vuelo ante la menor sensación de peligro.
    No lo sabía ni yo, quizás, al menos no del todo, pero había empezado a verlos como mis hermanos menores y era capaz de hacerle frente a cualquier cosa por ellos.

    Así fuese entregarme como sacrificio.

    Era esa clase de idiota.

    Usaba más el corazón que el cerebro una vez los barrotes de la jaula caían.


    ¿Era eso lo que había visto Génesis en mi aura?

    Quería creer que sí.
     
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  8. Threadmarks: XVIII. The Justice (Al) x The Three of Swords
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    2180
    Nada que ver aquí, just some Cay awkward action con messed up Al (???) Dependiendo del final de este día esto podría ser considerado canon o no.
    Edit para mí: No fue canon.




    So I ask myself,
    when will I learn? 

    I'd set myself on fire to feel the burn.
    I'm scared that I'm never going to be repaired. 
    .
    Sabotaged myself again.
    Got a brain like a hurricane.
    Me and that bitch, no, we can't be friends 
    and I don't even care, no. 

    XVIII

    [​IMG]
    The Justice
    x
    The Three of Swords

    .
    Truth . Suffering . Clarity .


    | Altan Sonnen |
    | Cayden Dunn |

    *

    *

    *


    The Justice

    Ruido.

    Contaminación acústica.


    Era el bullicio de la calle, de las risas estridentes, de los gritos, de la carne al ser magullada pero también de alguna canción a todo volumen archivada en mi memoria. Si acaso distinguía la melodía, algunos acordes sueltos y el resto solo se revolvía con lo demás de forma horrible.

    Horrible como la sonrisa que debía tener en el rostro.

    Había terminado en el Hibiya de nuevo, importándome una mierda que fuese día de semana; volví a beber y fumar como un descosido, y para cuando me di cuenta me encontré a un pobre miserable mal acomodado en la vida intentando arrastrar consigo a una chica. Para su suerte, que no tardaría en desvanecerse, algunos intervinieron, le salvaron el culo a la tipa y el cerdo se escabulló.

    Hacia mi dirección.

    ¿Me miró mal? ¿Me dijo algo?

    Podía no haber hecho ninguna de las dos pero no me importaba.


    Había hecho todas las predicciones y, casi por completo, el hijo de puta podía cerrarme a hostias si daba un solo paso en falso. Bastaba un mal movimiento para que me soltara un golpe que me dejara en negro.

    Di el paso en falso.

    Le falló la fuerza o el pulso, realmente no estoy seguro, porque me alcanzó la mandíbula y consiguió tirarme pero no bastó para arrancar los cables y apagarme las luces. Se me fue encima, eso sí, y al no haber logrado noquearme al primer intento se limitó a machacar cuanto tuviera al alcance.

    Dolía.

    Claro que lo hacía.


    Había sido un imbécil al creer que recibir un castigo de quien fuese iba a solucionar mi mierda, la violencia siempre desataba más violencia y con cada golpe el ruido aumentaba de volumen y con él aumentaba la ira.
    Fue entonces que apareció la música.

    No me di cuenta cuándo invertí los papeles, cuándo ya no era el sonido de mi piel al ser machacada sino la ajena, cuando mis propios jadeos y mi aliento se escapaba de mi boca como debía hacerlo de las fauces de un lobo. Sentía la maldita sonrisa en el rostro, a pesar de que la sangre me fluía de lugares que no lograba identificar del todo.
    Luego se colaron otras voces.

    Swallowtail.

    Honeyguide.

    Ruido.

    Los golpes.

    El rojo.

    Y el negro.

    Azul contaminado.

    Dorado.

    Negro.

    Gris.

    Blanco.

    Repulsión.

    Repulsión.

    Repulsión.

    .
    .
    .


    I'm sure you know what you're doing now,
    no getting caught up spinning out.

    Y'know you learned from the best
    so who's arsed about the rest?

    They don't count for nothing now.
    You took the words right from my mouth.
    Simple things, get them right
    and you'll have enough to last your life.

    .
    .
    .

    The Three of Swords

    Me había tirado el rollo de principio a fin mientras recibía unos billetes de un par de forasteros por unos cuántos móviles de esos desechables que les había vendido el día anterior.
    No había manera de que fuese a intervenir directamente y de todas formas vi el grupo que se puso en movimiento para sacar a la chica de las garras de aquel estúpido.

    Pero también vi a Sonnen.

    Al cuervo que se las daba de lobo.


    —Lo estás viendo, ¿no? —La voz había sido de Arata Shimizu, el brazos tatuado de Shinjuku de toda la vida, apareció de la nada—. Joder, si no deja al pobre imbécil convertido en carne molida va a tener suerte.

    —¿Qué dices-

    No tuvo que responder, el primer golpe desató el ruido que conocía de sobra, el de las peleas de los lobos. Las había visto varias veces, no eran nada raro, pero como tal eran contadísimas las oportunidades en que había visto a los omegas moverse, atacar sin avisar y morder la yugular.

    Y eso era lo que hacía Sonnen.

    O había intentado hacer.

    ¿No se las daba de alfa, entonces cómo era que…?


    El resto sucedió a una velocidad vertiginosa, o quizás todo había pasado así pero no lo sentí hasta entonces, cuando con un movimiento el cabrón de Altan logró recuperar su trono para empezar a molerle la cara a golpes al otro pobre imbécil.

    —¡Arata! —espeté mientras le arrebataba el dinero de las manos a otro que se había acercado a pagarme—. ¡El hijo de puta va a matarlo!

    —Dunn, deja de ser tan puto llorón, me desconcentras.

    El rubio se había sacado un cuchillo de cacería de vete a saber dónde, porque no le había prestado atención, y antes de que pudiese decirle mayor cosa se había lanzado en medio de la pelea de perros. Le asestó una patada a Sonnen en el costado de la cabeza que debió dejarlo viendo chispas y con la misma velocidad lo levantó apenas del suelo para pegarle el filo del arma en el cuello.

    El moreno hizo a revolverse, pero bastó algo de presión para que se lo pensara mejor. Respiraba como si fuese a ahogarse.

    —¡Alguien que se lleve al puto saco de carne! —exigió por encima de la respiración pesada del chico.

    Nadie movió un dedo, claro, no me quedó más que acercarme, tomar al tipo que no era más que peso muerto ya y arrastrarlo fuera del campo de visión de Altan, como quien le quita un pedazo de carne de enfrente a un lobo famélico. Fue hasta ese momento en que aparecieron dos idiotas, lograron echárselo sobre los hombros y sacarlo del parque.

    Apestaba a sangre y a sudor.

    Y yo me sentía extremadamente pequeño.


    No sé bajo qué condiciones Arata consiguió sentar a Altan en un banco, sin tenerlo ya amenazado de cortarle la yugular, pero allí estaba tratando de estabilizar su respiración y de volver a ubicar el mundo.

    Sonnen estaba en la mierda, desde la madrugada del sábado hasta la de hoy lunes el puto idiota había consumido más de lo que lo había visto consumir a pesar de tenerlo ubicado desde hace años.
    No era bueno con la gente, yo tampoco, pero ese maldito idiota estaba haciendo un desastre de proporciones colosales a su alrededor. Es decir, muchísimo más de lo normal.

    Y luego estaba esa necesidad de violencia, amplificada de repente.

    Me senté a su lado en el banco, en silencio los primeros segundos, hasta que finalmente me decidí. Si veía a alguien en necesidad de un ancla podía pretender serlo, era parte de mi personalidad contradictoria.

    —¿Vas a decirnos qué cojones te pasó en la semana que justifique lo errático que estás comportándote? —pregunté sin alzar la voz.

    Se limpió la nariz ensangrentada con el dorso de la mano y luego escupió, su saliva también estaba teñida de rojo.
    No respondió pero escuchar su respiración hacía que me dolieran los pulmones.

    —No me hagas ponerte un cuchillo en el cuello de nuevo, baby boy, aunque ganas no me faltan —añadió Shimizu.

    Sentí la brisa, todavía jodidamente fría, colarse por mi chaqueta.

    —Explica el alcohol, la hierba, los cigarrillos y a la chica. —Suspiré casi con hastío—. Kurosawa.

    Noté la mirada fugaz que me dedicaba Arata pero la dejé pasar.

    —La zorra rubia del viernes —empezó con un hilo de voz, ahogado todavía en su respiración irregular. Shimizu entendió de inmediato a lo que se refería, me di cuenta—. Debí dejar que te llevaras a la hija de puta.

    No había separado la vista del suelo ni un sólo segundo, usando sus piernas como apoyo para sus brazos.

    —Vas a tener que ser un poco más específico, campeón —pedí con voz suave.

    —Alisha Welsh, gringa, nacida en agosto. —El archivo de Káiser—. Va al Sakura conmigo. Otra chica amiga suya y… algo así como amiga mía está colada como una idiota por ella.

    La historia se contaba sola incluso para mí, que me faltaban un montón de detalles.

    —¿Sonnen, vas a decirme que-

    —Solo me besó y no la hice a un lado —dijo luego de escupir una segunda vez—, pero por un instante la cabeza no me funcionó. Me hubiese follado a la hija de puta a pesar de que me repugna.

    Su psique se había fracturado.

    Inhalé aire con algo de fuerza, tratando de ordenar mis propias ideas sobre el desastre que el chico se había montado solo. De lo que debía implicar para él haber terminado liado con la chica, a pesar de que parecía provocarle un enorme rechazo, en una suerte de fuego cruzado, pero sobre todo lo que debía significar haber traicionado la confianza de su dizque amiga.

    Y de quién sabe quiénes más.

    —¿Prefieres que se entere por ella, por un tercero o por ti? —pregunté entonces, a pesar de que intuía dos respuestas posibles.

    Que no sepa nada.

    Que se entere por él.

    —Por mí, supongo —murmuró a la vez que se llevaba la mano al rostro, buscando quizás más fuentes de sangre.

    El siguiente en intervenir fue Shimizu.

    —Pues deja de comportarte como un repulsivo omega de una vez. A este paso vas a terminar como los estúpidos a los que mandan a hacer todo el trabajo sucio.

    Arata podía parecer un estúpido pero sabía por dónde tirar cuando era necesario, cuando el asunto era serio y cuando las pocas personas a las que medio respetaba requerían una buena zarandeada para volver a funcionar.

    Y con aquel comentario quizás había acertado.

    Porque sabía que si había algo que Altan Sonnen no quería ser era un pisoteado.

    Era él quien quería aplastar.


    Titubeé un instante pero al final estiré la mano hacia él, para posarla sobre su hombro y darle un apretón. Lo sentí tensarse bajo mi tacto pero no me apartó, aunque permaneció estático, como si ni siquiera estuviera respirando hasta que me permití deslizar la mano a su espalda.
    Era el tipo de caricia que se le dedicaba a los niños, conciliadora, cálida.

    No me di cuenta hasta entonces que debajo de aquel desastre, de las pintas de lobo o incluso bajo las de cuervo, Altan Sonnen no era realmente demasiado diferente a mí a pesar de que sabía que el jodido tenía una mente con la que yo solo podía soñar.
    Más allá de eso éramos dos idiotas asociales de cuidado, incapaces de encontrar encanto alguno en lo que llenaba a otros. Eso causaba dos cosas, la ira sin dirección de Sonnen y mi perpetua ansiedad, que me hacía retraerme en mí mismo como un puercoespín.

    Y el núcleo de nuestras personalidades decía a gritos que no queríamos hacerle daño a nadie.

    Por eso yo huía.

    Por eso él se castigaba.

     
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  9. Threadmarks: XIX. The Magician x The Ace of Swords
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
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    4194
    Se me fue la cabeza y ya Belu y Gabi saben por dónde van los tiros aquí (??) me tomó un montón escribirlo cuz life pero bueno aquí estoy. Encima cae street version de Play God.

    Nota: Lo que pasa aquí es considerado canon para el inicio del día que viene que sis ya no recuerdo cuál era y paja ir a revisar el reloj.

    ¿Qué si voy a dejar de escribir weas con Altan? No.
    El As de Espadas corresponde a un personaje que primero no consideré tan importante pero al final se convirtió en la mano derecha de este estúpido: Arata Shimizu.




    'Cause deep down, yeah, we are the hurt generation.
    .
    So fuck it
    we got one another.
    Short skirts all winter,
    hoodies all summer.
    If that's a big tune throw the two finger gun up.
    Before you leave the house tell your mother that you love her.

    If it's on top then we're all gonna suffer.
    If you ain't with us then you know what, fuck ya.
    Yeah, don't quit your day job.

    Fuck anybody that's tryna play God.

    XIX

    [​IMG]
    The Magician
    x
    The Ace of Swords

    . Breakthrough . Desire . Sharp mind .


    | Altan Sonnen |
    | Arata Shimizu |

    *

    *

    *


    Al final había terminado por aceptar la estupidez de Shimizu de acompañarlo a Shibuya y Shinjuku, ni idea de en qué orden precisamente pero me daba un poco igual. Total ya había perdido tiempo el fin de semana, nada me detenía de perderlo también un jodido lunes en la noche y madrugada de martes, la verdad.

    Además luego de aquel pedazo de siesta no era que tuviera demasiado sueño en realidad y si terminaba llegando demasiado tarde, pues simplemente podía ir a dormir en la enfermería de nuevo o directamente dormirme en clase, que tampoco era nada nuevo.

    El cabrón se había aparecido en la calle a eso de las siete, por ahí, con el jodido motor de la moto rugiendo en pleno Chiyoda como si fuese su puta casa y, bueno, en el fondo realmente lo era la cosa es que yo no lo sabía.

    El hijo de puta me podía cagar la fuga y podía jurar que era la intención tal vez, pero conseguí salir sin mayor complicación que, quizás, las quejas de mi padre desde la habitación por el ruido de esos cabrones de las motos que seguro eran de Shinjuku o alguna mierda.

    Obviamente, viejo, ¿de dónde más si no?

    La lluvia de toda la tarde había dado lugar a una noche fresca, casi fría, así que había tenido que echarme una chaqueta encima para no ir a cagarme de frío con el viento en la moto del idiota de Shimizu.

    —Pero bueno, baby boy, ¿dónde es el funeral y de quién? —preguntó apenas verme y pues normal, si había tomado una gabardina que obviamente era negra como todo lo demás.

    —Tuyo si sigues de imbécil. ¿Qué se te ofrece para tu watchdog, pintas de idiota que se metió quién sabe qué droga dura o estirado de negocios al que le van a echar los cargos de los crímenes de cuello blanco en todo Japón?

    —Con la peste a tabaco que tienes encima todavía, posiblemente las dos, Sonnen.

    —Hombre y no es ni la mitad de la que cargaba en la mañana, me duché al llegar a casa incluso, pero parece que no va a salir hasta, no sé, mañana.

    Como fuese pronto nos pusimos al camino, obviamente Arata seguía con su fetiche con romperse el cráneo contra el pavimento o lo que fuese, porque ni rastros de un casco.
    La chaqueta había sido la única idea buena que había tenido en la última semana posiblemente, porque el viento casi cortaba la piel a la velocidad que manejaba el cabrón.

    La primera parada fue, para variar, Shibuya. En el Harajuku Shimizu había quedado de verse con un par de idiotas para venderles un compilado de mierdas que iba desde cuchillos hasta móviles de los desechables y… ¿Contactos? No. Información a secas.

    Carroñero.

    Oportunista.

    ¿Buitre? Más como… Un chacal.


    —Honeyguide, ¿qué cojones con el armario empotrado vestido de Drácula?

    Enarqué una ceja, apoyado como estaba en el asiento de la motocicleta mientras sacaba un paquete de chicles del bolsillo del pantalón y dejé que Arata respondiera.

    —Mira, no seré yo quien se arriesgue a ser apuñalado por unos inútiles en pleno Shibuya~ Así que las manos donde pueda verlas, guapo, o la creación de Bram Stoker aquí presente no va a contenerse de repartir unas cuantas hostias.

    La sonrisa jodida me revoloteó en los labios pero conseguí retenerla a la vez que me echaba el chicle a la boca. Lo cierto es que tenía ganas de bajarme un cigarrillo, pero no iba a ser ahora cuando terminara de convertirme en una chimenea como Akaisa, quería retroceder sobre el fin de semana de mierda y volver a fumar lo mínimo, que si acaso eran un par por día, no una jodida cajetilla en doce horas.

    Los clientes de Arata se miraron entre sí ante su respuesta, sin hacer mayor cosa al respecto y comenzaron a sacar el dinero. Shimizu hizo cuentas, no regresó cambio alguno y se metió la pasta al bolsillo, para luego darle un golpe medio brusco en el hombro al que había preguntado por mí.

    —Un placer hacer negocios con Shibuya.

    Ahora que me detenía a pensarlo, ¿el idiota de Shimizu habría hecho negocios con los lobos? En realidad la pregunta era hasta estúpida, ese cabrón se movía por todos los putos barrios como si fuesen su casa, vendía aquí y allá y aunque se revolvía con todo Dios, no pertenecía a ninguna parte. De hecho era raro verlo con las mismas juntas o siquiera verlo con alguien además del culo ansioso de Dunn de tanto en tanto.

    Luego de que los imbéciles se fueran por donde habían venido, Arata se preparó un pitillo en cosa de segundos, con toda la maña que se cargaba desde que lo conocí en el otro instituto.

    —En Shinjuku tengo que ir a colar información —dijo casi en un murmuro, para luego dar una calada profunda.

    —¿De lo que acabas de hacer aquí? —Me dedicó una sonrisa extraña que no logré leer demasiado bien y me hizo fruncir el ceño ligeramente.

    —Puede que sí, puede que no —respondió después de prácticamente haberme echado la nube de humo blanquecino encima.

    Me extendió el pitillo entonces, sin mayor complicación, aunque me lo pensé un segundo al final lo tomé luego de haberme sacado el chicle de la boca y envolverlo en el mismo papel en el que venía.
    Saqué el mechero para encender el puro y dar una calada. Retuve el humo unos segundos, antes de arrojarlo hacia un lado y que la brisa se lo llevara.

    El cielo estaba bastante despejado, incluso con las luces artificiales alguna que otra estrella era visible en la negrura, aunque no fui capaz de ubicar siquiera una constelación. Mientras tenía la vista clavada en el firmamento fue que sentí que Shimizu me quitaba el puro de entre los dedos, me había rozado apenas la piel pero en contraste con la brisa había sentido la calidez ajena.

    Deslicé la vista hacia abajo entonces y topé con su mirada oscura, la eterna diversión en sus gestos, y me di cuenta al pelo que se le había ido la cabeza al hijo de puta.

    Dio una nueva calada y se inclinó apenas hacia mí haciendo que volviese a fruncir el ceño. No era imbécil, después de todo había hecho esa mierda con Kurosawa unas cuantas veces, en las semanas antes de que dejáramos de liarnos.

    Pero bueno, guapo, ¿no se te habrá salido el culo bisexual por fin?

    La mierda con Anna, aunque me había centrado, me había dejado en claro el poder que tenía si me daba la gana ostentarlo y me había hecho ver que la mierda esa que decía Tolvaj, bueno, no era pura joda. En realidad siempre lo supe, pero me daba igual.

    Lástima que ya no fuese así.

    ¿Qué tanto se te puede ir la cabeza, Honeyguide?

    El ceño fruncido dio paso a la sonrisa de mierda, soberbia y entretenida, y abrí apenas los labios para dejarlo echarme el humo en la boca. El estúpido reflejó mi sonrisa porque después de todo éramos más o menos de la misma calaña.

    Venga, ¿vas a echar atrás?

    Qué va.

    Siempre había estado allí de por sí.

    La tensión.

    Estiré la mano en el espacio entre nosotros, prácticamente la anclé a su mentón y lo arrastré, uniendo nuestras bocas. De nuevo no hubo tacto alguno, de hecho fui incluso más brusco de lo que había sido con Anna en el rellano y el jodido cuarto oscuro; colé la lengua de inmediato, recorrí su boca y me separé casi inmediatamente después.

    Tenía cierto gusto a humo, tenue, que se revolvió con la menta del chicle.

    Cuando lo dejé ir solo retrocedió, volvió a llevarse el pitillo a los labios y dio una nueva calada. La diversión se le notaba en toda la puta cara todavía.

    —A ver, baby boy, ¿qué cosa tan interesante te pasó hoy para que hayamos terminado en esta situación?

    Solté una risa sin gracia mientras hundía las manos en los bolsillos y me separaba del asiento de la moto, dando un par de pasos al frente antes de girarme apenas para verlo de costado.

    —¿Necesitaba justificación?

    —Un poco, sí. ¿Qué pasa, la princesa te botó por segunda vez?

    No pude evitar contener la carcajada que me surgió directo del pecho al escuchar esa mierda. Kurosawa me había botado una vez, eso era innegable, pero ni en ese momento se me pasó por la cabeza decir "venga, voy a comerle la boca a este estúpido" a pesar de que era claro que nos movíamos en un limbo extraño.

    —Quedaste ceñido con Kurosawa, hijo de puta —dije luego de recuperar la compostura.

    Era y no era por ella en sí misma, la curiosidad de Shimizu por la tonta de Shiori iba por otro lado completamente, tenía otros orígenes y quizás ni ella ni yo los descubriéramos nunca realmente.

    —Hombre, ni que fuese ciego~

    —Obviamente no, imbécil, mira que no apartarme. Jodido cabrón de mierda, ¿desde cuándo te lo estabas deseando?

    Ahora fue él el que soltó una risa.

    —Las oportunidades puestas en bandeja hay que tomarlas, ¿o no, Sonnen?

    —Hablando de Sonnen —empecé a la vez que me acercaba de nuevo. Saqué la mano derecha del bolsillo, la estiré y alcancé su brazo, recorrí los trazos con la yema de los dedos. El jodido tenía el zoológico completo tatuado—. ¿Quién se supone que te metió el montón de tinta? Trabaja bien.

    —¿Qué mierda tienes en la cabeza de repente, niño? —preguntó sin apartarse.

    —Sonnenrad —atajé entonces.

    —¿Ahora eres neonazi, idiota?

    —Estúpido, ese es el schwarze sonne. Sonnenrad refiere a las ruedas solares en general aunque se usa como sinónimo, pero sí de todas formas la esvástica es un símbolo solar, una rueda solar rota en realidad.

    —¿Cuánto tiempo tienes disponible?

    —Tú eres el que tiene que volver a Shinjuku a no sé qué mierdas, Shimizu, ¿por qué me preguntas a mí?

    Se sacó el móvil del bolsillo aún, revisó la hora y luego envió un par de mensajes para luego volver a hablarme.

    —Sube. Iremos a dar un paseito a Chūō.

    Pronto estuvimos de nuevo dentro del flujo de tráfico, todavía algo cargado, y de camino a Chūō. No hice preguntas siquiera, no creí que valiera la pena.
    De nuevo el aire helado me enfrió la piel allí donde se colaba, además de prácticamente arañarme las mejillas.

    Al llegar al barrio Shimizu se coló entre las callejuelas casi con maña, hasta que se detuvo frente a un edificio con locales de alquiler y apagó el motor.
    Las paredes estaban pintadas de forma que de hecho recordaba a los tatuajes que el idiota llevaba encima y cuando leí en el letrero los nombres de los negocios todo pareció tener sentido. Uno era, obviamente, el estudio de tatuaje, otro una diminuta academia de danza contemporánea, el otro una suerte de estudio compartido para clases particulares de pintura y dibujo, el resto de locales parecían no estar alquilados por los momentos.

    —Mueve el culo, Altan —dijo el rubio mientras abría la puerta como si fuese su puta casa.

    El estudio estaba en el segundo piso, apenas llegar nos abrieron la puerta y el interior correspondió de forma ridícula con el cartucho oscuro del Sakura. Las paredes estaban pintadas de un rojo bastante profundo, con detalles en negro aquí y allá, en ellas estaban colgados marcos con dibujos de toda clase.
    Acabado neotradicional, como los tatuajes de Arata, otros en blackwork, algunos dibujos mucho más académicos. Retratos, paisajes o hasta vistas de edificios.

    —Bienvenido de nuevo, Arata. —Me había distraído lo suficiente para no notar que nos había abierto la puerta una chica hasta ese momento en que habló—. ¿Quién es tu amigo?

    Llevaba la melena castaña y lacia libre sobre los hombros, enmarcándole el rostro de facciones finas y los ojos avellana, grandes y expresivos. Parecía una muñeca la jodida.

    —Hola Tess~ —Casi ronroneó Shimizu, para luego mirarme buscando que me presentara yo mismo.

    —Sonnen. Un placer —respondí sin más, como buen japonés.

    —¿Y tu primer nombre, muñeco? —preguntó mientras se sentaba en la silla frente a una mesa de dibujo.

    —Altan.

    —Apellido alemán y nombre turco, simpático. Myska Tessa, pero puedes decirme Tess, tatuadora obviamente. Arata me dijo que tienes interés en, ya sabes, rayonearte—comentó mientras reiniciaba los trazos—. ¿Has pensado ya qué te gustaría?

    —¿Ubicas el concepto de sonnenrad? —pregunté sin apartar la vista de los dibujos en las paredes.

    —Ruedas solares, sí. Es gracioso porque el otro día —dijo mientras se detenía de nuevo para levantarse y buscar entre unas carpetas en unos estantes al fondo—, un tipo al final se quedó sin dinero para tatuarse y ya tenía un diseño preparado para él. Era una suerte de fusión entre la rueda solar sencilla, ya sabes, la cruz dentro del círculo, las cruces celtas y la figura del sol por sí misma. Ah, aquí está.

    Sacó el papel de la carpeta, una hoja tamaño carta, y regresó con nosotros para extenderla frente a mí. La tomé sin prisa.

    Sobre el aro central estaba la cruz, que recordaba un poco a una brújula por alguna razón, formada por una suerte de rombos cuyas uniones se asemejaban a las de una cruz de Cerdaña, el rombo inferior era la base de la cruz y se extendía casi el doble que los otros tres.
    Del aro central y las uniones de la cruz, surgían dos líneas diagonales que se intersectaban creando, de forma más discreta, la rueda solar básica. Finalmente del aro también surgían las formas onduladas, serpenteantes, que representaban los rayos del sol.

    Era en su mayoría un trabajo en negros, la cruz central iba en negro sólido, las uniones estaban sobreadas apenas y lo mismo ocurría con los rayos del sol, para darles dimensión. El único color que tenía, para variar, estaba en el aro y era un rojo profundo.

    Bastante apropiado.

    —¿Puedes redimensionarlo?

    —Sin problema, guapo. Lo tengo en digital de por sí. —La chica me rodeó y colocó la mano extendida en mi espalda, entre los omóplatos—. Ampliado se vería perfecto aquí, la base de la cruz seguiría tu columna obviamente, llegaría casi a las vértebras lumbares.

    Me quedé estático, escuchándola a pesar de que no me sentía del todo cómodo con su tacto, pero ella era la tatuadora y yo el idiota que le estaba cediendo permiso de hacerme una cicatriz por pura voluntad.
    Deslizó su mano hacia arriba, hasta la nuca y su mano al tocarme el cabello me dio entre cosquillas y comezón.

    >>O aquí, directo en la nuca si lo reducimos. Las puntas de izquierda y derecha, además de los rayos no te alcanzarían demasiado los lados del cuello, la base de la cruz alcanzaría… —Deslizó la mano hacia abajo de nuevo—. Uno, dos, tres, cuatro... si acaso hasta la quinta vértebra torácica. Tú decides, cielo, pero un tramo de la cruz se perdería en el cabello, así que tendría que bajarte algo del pelito este al que seguro le tienes afecto, un par de dedos si acaso nada que se vaya a notar.

    —Hablemos de dinero —comenté mientras me retiraba de su tacto, sin ser brusco realmente—. Y tiempo. Además de asegurarme que nadie vaya a tener el mismo diseño, a pesar de que era para otra persona.

    —Eres amigo de Arata y el imbécil me ha dado más dinero que casi cualquier otro cliente, puedo hacerte precio… Aunque sé que estás forrado, Sonnen, pero me siento bondadosa hoy~ Se supone que no trabajo pasadas las siete, pero venga, te voy a hacer el favor. Por el diseño no te preocupes, una vez alguien lo lleva encima, lo saco del catálogo incluso. No me gusta disparar tatuajes como si fuesen series de fábrica.

    La otra no tenía estándares para preocuparse por tatuar menores de edad y yo no tenía problemas en aprovecharme un descuento gracias a tener a Shimizu ahí como contacto importante por primera vez en la vida.
    Al final iba a tatuarme la nuca, poco o nada me importaba que fuese algo visible, y para la gracia si llegase a importarme solo tenía que dejar que me creciera un poco más el cabello, que incluso luego de que ella me rapara una sección insignificante no iba a costar mucho trabajo.

    La sensación de las agujas contra la pie y casi contra el hueso era una cosa extraña, no producían el dolor usual que uno pensaría, su golpeteo era punzante sí y a veces más que dolor, causaba cosquillas o una comezón que evidentemente no ibas a poder rascarte, que asumí se debía a la vibración de la máquina. Aunque supongo que debía darle gracias a mi umbral del dolor por soportar esa mierda, porque luego fue escalando.

    El idiota de Arata se había echado a sus anchas en un sillón esquinero en el estudio, después de que ella despejara un poco el espacio para ponerse en marcha, y allí se entretuvo fumándose otro poco de hierba sin haber pedido siquiera permiso luego de haberse levantado una única vez para poner música en la computadora de escritorio de Myska.

    No tuve presente el paso del tiempo realmente, a pesar de haberme distraído una buena parte del tiempo con el móvil, revisando las redes que no había ojeado a lo largo del día. Me había metido a Instagram por pura tontería, luego de haber ignorado la etiqueta de Anna en la foto sin darme cuenta siquiera y la vi mientras bajaba por el feed.
    Myska se incorporó para estirar la espalda un momento.

    —Hey, Arata, cambia de canción —exigió y mientras volvía a su lugar, noté su mirada encima—. Ah, qué bonito~ ¿Son tus amigos de la escuela?

    —¿Ah? —Seguí bajando por las fotos—. Podría decirse, sí.

    —Hombre, sonreír un poquito no te cayó mal —comentó mientras ponía la máquina en marcha de nuevo. Arrugué los gestos al sentir las agujas contra la piel.

    —Supongo.

    —Eh, ¿por fin hiciste amigos, Altan? —preguntó Arata después de haber hecho lo que la chica le pidió, la diversión se le notaba a leguas.

    —Cierra la boca.

    —Venga, no me voy a poner celoso ni nada~

    Bufé por lo bajo, sin responderle y seguí en lo que estaba. La música ahogó el ruido de la máquina, el de la calle y las agujas me silenciaron la cabeza el resto del rato, cuando me decidí a guardar el móvil.

    Otro lapso de tiempo, la mayoría del rato se le había ido con las sombras era evidente. Antes de cualquier cosa tomó una foto del trabajo terminado y limpio, la piel se veía roja y había algo de inflamación, pero nada del otro mundo y el jodido tatuaje hasta que daba gusto.
    Solté un suspiro de alivio, sin moverme en lo que ella sacaba otras cosas, entre ellas el plástico cicatrizante que le había visto a Shimizu un par de veces. Lo colocó con manos hábiles y luego se dispuso a explicarme todos los cuidados, me dijo que ella podía venderme el plástico a lo que accedí pues para no tener que hacerlo luego.

    Cuando me incorporé por fin sentí la zona quejarse por el movimiento pero nada del otro mundo, volví a colocarme la camisa y la gabardina, para luego pagarle y ponernos en marcha hacia Shinjuku.

    Para cuando nos metimos al barrio pasaba de la medianoche y si pensé en escribirle a Anna que estaba por llegar Kabukichō lo descarté porque con todo teníamos clase en unas horas aunque yo anduviese haciendo el imbécil todavía con Arata.
    ¿Qué si creía en la capacidad de Anna para hacer el imbécil de la misma manera si se le iba la cabeza? Sí, pero no iba a ser yo quien le diera cuerda al menos hoy, aunque ganas no me faltaban.

    Vamos, algo de autocontrol en el día tenía que tener al menos.

    Así que simplemente pasamos por Kabukichō, hicimos los negocios de mierda de Arata y fuimos a parar al Toyama con una botella.
    Él aparcó la moto, les dijo a unos idiotas que conocía que le echaran un ojo solo por si acaso y luego le seguí los pasos por el parque, hasta que fuimos a dar a uno banco de esos cuadrados.

    Le quité la botella para darle un trago, se la regresé y me dejé caer en el banco, que de por sí era lo bastante grande para que me recostara. Arata hizo lo mismo y dejó la botella en el espacio entre ambos.

    Bueno, la verdad si lo pensaba había compartido saliva con ese estúpido desde incluso antes de meterle la lengua en la garganta.

    —Fue una de las dos chicas del Sakura, ¿no? De las de la foto —preguntó con la vista clavada en el cielo—. No me lo puedes negar~

    Solté un suspiro hastiado por la insinuación mientras me enderezaba solo para bajarme un poco más de alcohol y regresar a mi posición. Sentía el dolor sordo del tatuaje al apoyar el peso en la espalda, pero me daba un poco igual.

    —Que no pasó nada, estúpido.

    —Vale, te voy a dejar tener tus secretitos aunque me muera de curiosidad —soltó sin más.

    Creí que tan siquiera iba a quedarse quieto por fin, pero no fue el caso, para cuando me di cuenta se había enderezado lo suficiente para apoyar el brazo a un lado de mi cabeza y aunque me lo vi venir después de eso, no hice por dónde apartarme cuando prácticamente se me fue encima. En su lugar mi mano fue a parar a su nuca y lo empujé hacia mí mientras volvía a colarme en su boca sin delicadeza alguna.
    No fue fugaz como el anterior, que venga, había sido una probada nada más. Encima ahora sabía directamente a alcohol.

    Enredé la lengua con la suya, me paseé por su boca como me dio la gana y el idiota no se quedó atrás, era un poco errático pero no era que interesara. Lo dejé ir cuando ya me faltaba el aire, pero me deslicé a su cuello y, como el hijo de puta que era, le eché el aliento encima antes de repetir la historia y dejarlo marcado.

    Un día alguien me iba a cortar los huevos por esa mierda.

    Una risa vibró en su pecho antes de que retrocediera y volviera a echarse sobre el banco como si nada hubiese pasado.

    Al final cedí, me incorporé y me encendí un cigarrillo a pesar de habérmelo estado aguantando toda la noche. Llené los pulmones de humo mientras lo miraba de costado, bajándose otro trago de vodka.
    Me llevé la mano a la nuca, donde terminaba el tatuaje y me rasqué las raíces del cabello, bueno, donde habían quedado luego de que Tessa me bajara una parte.

    —Espero que te hayas divertido en esta noche tan provechosa, baby boy. —Lo escuché decir casi en un ronroneo y no hice más que soltar una risa floja a la vez que se me escapaba el humo por las fosas nasales.

    —Ah, ¿qué ya terminó dices? Una lástima.

    Pedazo de cabrón.
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Yo: *escribiendo un ficazo con Al y Shio porque me sale del coño*
    Jen: que aviente a Tomo-chan y desate el puto infierno en la tierra dise
    Mi ficazo: chale

    Also yes, de aquí fue de dónde salió ese diálogo:
    —¿Black out?

    —Black out.

    Tenía escrita la parte del apagón cuando tiré el relleno sabroso en los baños lol.

    So, esto es considerado parte del canon de lo background de estos dos pendejos. (?) La idea la tuve con una pic de Pinterest jsjsj.

    Hay hints a otra canción, Wars de Of Monsters and Men, pero al final casi todo el mood me lo metió MANTRA de BMTH so asdbahs. Las rolas de amo son medias raras pero MANTRA me gusta un huevo con esas low notes ahí idk.




    Before the truth will set you free, it'll piss you off.
    Before you find a place to be, you're gonna lose the plot.
    Too late to tell you now, one ear and right out the other one
    'cause all you ever do is chant the same old mantra.

    XX

    [​IMG]
    The Sun
    x
    The Justice

    . TRUTH .


    | Shiori Kurosawa |
    | Altan Sonnen |

    *

    *

    *


    Sentía su respiración pesada contra mi cuello, sus labios húmedos recorriéndome la piel, sus manos hirviendo colándose bajo la blusa del uniforme y el maldito calor de su entrepierna. No sentía una mierda por Altan Sonnen además de pura y llana atracción física, había sido así desde que tenía uso de razón, porque a pesar de todo prácticamente lo había visto crecer.

    Lo vi ser el chiquillo retraído, el que no hablaba ni con sus padres cuando se le metía entre ceja y ceja, que se sentaba horas con un insecto entre las manos pero en lugar de torturarlo lo observaba caminar entre sus dedos como si pretendiera memorizarlo de principio a fin. Cada segmento de su cuerpo, cada movimiento que realizaba.

    Había sido siempre un puto raro de mierda.

    Un coleccionista de nacimiento.

    Acaparador.

    Y yo lo sabía.

    Pero también lo vi ganar altura, lo vi cuando las facciones aniñadas comenzaron a dejar su rostro, cuando se le ensancharon los hombros y ganó algo de músculo. Cuando se fumó el primer maldito cigarro, cuando empezó a dejarse crecer el cabello, cuando se perforó las orejas y comenzó a salirse de casa a mitad de la noche.

    ¿Qué tenía, casi catorce, quince ya? ¿Fue incluso antes?

    No importaba.

    Era controladora, manipuladora, y precisamente por eso tenía el ojo tan afilado y había que ser ciega para no ver al jodido de Altan. Estaba bien hecho, demasiado para su propio bien quizás, y lo sabía a pesar de no usarlo a su favor.

    Lo sabía y por eso era un prepotente de campeonato mundial cuando le venía en gana.

    ¿Y qué había hecho yo? Empujar la pata coja de la mesa, insistir cuando apareció frente a mí hasta que el terreno estuvo lo suficientemente estable para hacer la movida más rastrera de toda mi vida.

    Consumir al idiota que conocía desde siempre por puro deporte.

    Era la carta segura. Una suerte de comodín.

    Los perros de Pávlov eran un chiste si los comparábamos conmigo cuando me monté toda la movida. Ni el maldito lobo de Caperucita tenía la boca tan hecha agua como yo. Ni siquiera tenía claro por qué lo había hecho más que por mero aburrimiento.

    Sus manos se deslizaron a mis muslos, apenas tentando, pidiendo permiso, y apreté mis caderas contra él arrancándole un gruñido bajo del pecho que pronto ahogué con mi boca. Colé la lengua, enredé los dedos en su cabello y si lo dejé ir fue solo para prenderme de su nuca como si se me fuese la vida en ello. Mis pechos se apretaron contra él.

    —Al. —Su nombre me salió como una exhalación ahogada contra sus labios. Lo sentí empujar las caderas hacia mí, un movimiento automático, desconectado por completo de su lado racional, que me arrancó el aire de los pulmones—. Al.

    Era un hijo de puta, ¿no?

    Ambos.

    Porque tanto él como yo sabíamos que no íbamos a entregarnos todo. ¿No queríamos por puras mierdas morales? ¿No nos sentíamos listos realmente? ¿No queríamos ceder el uno al otro por completo?

    Quizás todas a la vez.

    Sus manos volvieron a mi cintura, debajo de la blusa, me presionó contra sí de nuevas cuentas y no pude hacer más que reajustar mi posición para permitirme todavía más fricción contra él. Acompasó mis movimientos mientras yo, casi sin aire de repente, descendía a su cuello para dejar un reguero de besos húmedos y mordidas suaves.

    Lo escuché mascullar una maldición en inglés, como era usual de por sí cuando estábamos con nuestros juegos de mierda, la soltó casi encima de mi oído y el cuerpo me arrojó un chispazo que me subió directo al cerebro.

    Apagón.

    Black out era la palabra que él usaba.

    ¿Habría sido capaz de amar a Altan Sonnen? La respuesta la supe siempre de sobra, pero no la externalicé hasta mucho después.

    El día siguiente habíamos quedado por la tarde, pues solo porque sí, Jezebel tenía club y nosotros bueno, solo queríamos perder el tiempo como siempre. Compramos café en lata, algunos dulces y una bolsa de papitas. Lo cierto es que juntos comíamos un montón de porquerías, es decir, además de a nosotros mismos.

    Fuimos a echarnos a uno de los bancos del Hibiya todavía con los uniformes puestos, ni siquiera nos habíamos molestado en pasar a casa para cambiarnos. Él con el suyo tan desarreglado, nada nuevo bajo el sol, mientras yo solo me había sacado el lazo y me lo había metido al bolsillo de la falda.

    —¿Las clases en segundo son tan aburridas como primero, Al? —pregunté mientras abría la lata de café y le daba un trago.

    —La escuela es aburrida de principio a fin. —Se echó a sus anchas en el banco para abrir un paquete de gomitas con forma de pingüino que había terminado comprando porque lo fastidié hasta que cedió—. No eliges a la mejor persona para preguntarle.

    —A mí me da que el aburrido eres tú entonces, no siempre es tan aburrida, pero como no te metes a clubes ni nada aquí estás~ —bromeé y él bufó en respuesta—. Vamos, encima los deportes nunca se te dieron mal, podrías estar en algún club fácilmente.

    Chasqueó la lengua claramente fastidiado.

    —¿Y tener que verle la cara a un montón de idiotas para los entrenamientos? No gracias.

    Había subido las piernas para echarlas sobre su regazo así nada más y me estiré para alcanzar la bolsa de gomitas recién abierta para hacerme con varias, Altan hizo lo mismo después. Frente a mí, por un costado del parque, vi pasar a una parejilla, parecían de primero si acaso, pero iban hechos una melcocha y daban una mezcla rara de ternura y vergüenza.

    Altan siguió mi mirada, escuché que se le escapó una risa floja mientras quitaba mis piernas de su regazo y se inclinó apenas hacia mí luego de eso, tenía la diversión escrita en toda la cara.

    —¿Qué pasa, Kuro-chan? —Casi había ronroneado el hijo de puta—. ¿Es eso lo que te gustaría?

    Ahora fui yo la que bufó, justo como hacía Katrina cuando le tocaban los ovarios, y lo aparté de un empujón para luego volver a subir las piernas. Su aliento me había alcanzado el oído.

    Soltó otra risa aún más condescendiente que la anterior y se llevó las gomitas a la boca.

    —¿Qué dices, Sonnen? —dije mientras dejaba caer la cabeza en el brazo del banco, la cascada de carbón se desparramó por el borde y casi alcanzó el suelo. Ya iba siendo hora de que me cortara algo de cabello, la verdad—. Ya sabes cómo funciona.

    Alcé apenas la cabeza, lo suficiente para alcanzar a posar la vista en sus ojos, los malditos pozos sin fondo.

    >>Ni siquiera fingimos amarnos los fines de semana, ¿no, cielo?

    Sentí su mano en mis muslos entonces, tibia, coló apenas los dedos en las medias y yo dejé caer la cabeza hacia atrás de nuevo.

    Incluso sabiendo que no había poder en el mundo capaz de hacerme amar a Altan de forma romántica, lo que sí sabía es que si se nos iba demasiado la pinza podíamos llegar a fingirlo como unos campeones. Las citas, la preocupación, el interés. Algo más allá de latas de café, besos húmedos y algo así como el tercio de una follada.

    We’re careless and wicked —murmuró un poco al aire.

    Imprudentes.

    Retorcidos.

    Nos quedamos allí el resto de la tarde, haciendo el imbécil y hablando de cualquier mierda realmente, cuando la noche empezó a caer nos levantamos por iniciativa suya, perfectamente consciente del ambiente que iba a empezar a formarse en el parque no mucho más tarde. Me pidió acompañarlo a una librería antes de que nos fuésemos a casa.

    —¿Qué se supone que vas a comprar? —pregunté mientras caminaba enganchada a su brazo.

    —Jez anda buscando un libro desde hace tiempo, lo dejé encargado hace unas semanas y en la mañana me llamaron diciéndome que ya estaba en la librería.

    —Siempre tan atento con tu princesa~

    Noté que se encogió de hombros sin decir mucho más y lo miré con el rabillo del ojo. Si me paraba a pensar lo cierto es que Altan parecía siempre bastante apagado, incluso cuando estaba con Shiro-chan, era parte de su naturaleza y yo solo fluía con ella. Era esa eterna melancolía, revuelta con su ira y su cerebro de archivo, la que le echaba siempre un par de años encima.

    No recordaba haberlo visto comportarse de acuerdo a su edad casi nunca realmente, no recordaba haberlo visto sonreír sin ese dejo de condescendencia o prepotencia alguna vez, ni siquiera cuando era un niño. Era como si le faltaran varias piezas en el centro del pecho, aunque las tenía todas al alcance de la mano.

    No sabía, pero su mundo era jodidamente gris.

    Acromático.

    Mientras él terminaba de pagar el libro, pedía que se lo diesen envuelto y toda la cosa, me di una vuelta por la librería. No era que leyera un montón, en realidad lo que leía era siempre para la escuela porque no tenía demasiado tiempo para otras cosas, pero había algo en ver los libros en sus estantes que siempre me resultaba casi relajante.

    —Eh, Shiori, ¿quieres algo? —preguntó desde la caja.

    —No, solo estoy mirando.

    Lo cierto es que Altan nunca fue egoísta con su puto dinero de niño rico, al menos no con Jez y un poco por rebote tampoco conmigo. Si hubiese sido una perra de verdad le habría succionado hasta el último billete, pero no era esa clase de chica, si acaso le insistía por dulces a veces.

    Cuando salimos de la librería caminé a su lado, ya sin engancharme a su brazo, y él se encendió un cigarrillo luego de meter el libro en la mochila. Entonces lo pregunté, una estupidez que se me había ocurrido en el parque.

    —Oye, ¿qué piensas regalarme para el próximo San Valentín? —La cantidad de ironía que había en mi voz era casi repugnante.

    Me había girado, caminando de espaldas para mirarlo mientras avanzaba un par de pasos adelante. En sus ojos vi reflejadas las luces de neón y quizás mis propios ojos, como carbones encendidos. Dio una calada profunda que consumió una buena parte del cigarrillo y habló a la vez que el humo dejaba sus pulmones por sus fosas nasales.

    —Estira la mano.

    Me detuve e hice lo que pidió, el hijo de puta sacudió el cigarrillo sobre mis dedos y las cenizas, calientes todavía, me cayeron en la piel. Me las sacudí pero aun así algunas se me pegaron a las yemas de los dedos, que uní sintiendo su textura.

    —Allí está tu regalo, my love.

    Solté una risa ronca, extraña, y regresé para caminar a su lado. Las luces de neón nos acompañaron un buen rato.

    Por supuesto que nunca íbamos a amarnos.

    Solo consumíamos los sobros del otro.
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Drama
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    50
     
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    Nada se me fue la pinza (???) Esto es parte del gang mess actual de Gakkou, Yuzuki (de Samurai Senso pa quienes me lean y no sepan de dónde vergas sale ola neki) no creo que aparezca como tal porque era de una edad con el hermano de Shio y pos eso, pero aviento este fic cuz idk i love her and i love this mess.
    Tenía el fic comenzado hace días pero que Belu sumara a Ko al mess de los jackals me regresó el impulso jsjsj

    Es la primera carta que cae sola, yep.




    Can you tell from the look in our eyes? We're going nowhere.
    We live our lives like we're ready to die. We're going nowhere.
    .
    I thought I'd buried you and covered the tracks.

    You'll have to take this with your cold dead hands.
    I thought I'd buried you, what's dead can never die.
    I thought I'd cut you loose, severed the feeling.

    I slipped through the cracks and you caved in my ceiling.

    XXI

    [​IMG]
    The Eight of Swords
    . SUCCESS . POWER .


    | Yuzuki Minami |
    *

    *

    *


    La noche de ayer el ya conocido empresario Minami Shiro fue acribillado cerca de los límites de Shinjuku, el crimen se asocia directamente a la yakuza…

    No recuerdo que mamá haya llorado al enterarse, porque lo escuchó en las noticias de la mañana siguiente, lo que sí recuerdo es haberla visto ponerse en marcha, hacer llamadas, sacar cuentas y luego seguir el día como una tromba.

    Había hablado con ellos, ¿cierto?

    Con los demonios.

    Y le negaron tomar el puesto de su esposo, de nuestro padre, dentro de la estructura de la yakuza.

    Se lo negaron.

    Su maldito derecho.

    Papá fue asesinado cuando yo tenía once años, no había siquiera entrado al instituto y ya me habían arrebatado a mi padre por las mierdas del Infierno. Cualquier ser humano normal se hubiese apartado del camino, hubiese buscado salir. Pero todos los Minami estaban metidos con la yakuza, habían sido sus orígenes después de todo, y yo no conocía otra cosa que el olor del sulfuro.

    Éramos antiguos samurai.

    Que habían dejado de ser útiles para Japón.

    Y entonces iniciamos nuestro propio imperio en las llamas del Yomi.

    Resentidos con toda una nación pero capaces todavía de defenderla a muerte.

    Mi padre, sus hermanos, todos tarde o temprano fueron acribillados por el Yamaguchi-gumi o el Sumiyoshi-kai en las zonas grises de Shinjuku y Chūō, de forma que todo pasó a sus hijos pero, ¿qué había tenido papá? Tres hijas, yo que era la mayor y las gemelas, criadas bajo la sombra de la yakuza, sí, pero no dejábamos de ser mujeres y si teníamos suerte nos iban a poner a hacer las cuentas o a trabajar en un bar de mierda mantenido por los demonios.

    Y una mierda.

    Como si una hija de Minami no Shiro fuese a conformarse con eso.
    Cargaba con el apellido de un antiguo clan.

    Topé con Kaoru Kurosawa un par de años más tarde, cuando el chico recién había ingresado a la academia aquella de niños pijos y a mí me faltaba un año para ir a parar en una academia femenina que en el fondo no se quedaba atrás con sus rollos con la mafia japonesa y extranjera.
    El idiota había estado por llevarme en banda en medio de un paso de cebra en Chiyoda, entre el revoltijo de gente y toda la cosa, y al final se había detenido en el otro lado de la calle para disculparse apropiadamente.

    El chico era asombrosamente educado si le daba la gana, como en ese momento, y transmitía una confianza que prácticamente te bajaba la guardia en cosa de segundos. En ese momento no lo pensé, pero sí lo hice después, la primera vez que me salí de casa con unos amigos y me lo topé de noche en el Hibiya.

    Tenía los aires estirados de la mitad de los idiotas de Chiyoda, sí, no era particularmente corpulento y si acaso desarrollaría algo de músculo más tarde, no mucho antes de su muerte. Era delgado, alto, y evidentemente no era la pieza ofensiva de ningún tablero.

    De cualquier manera, tenía el cerebro, al menos una buena parte, la carisma y le faltaba algo de ira que realmente no era necesaria.

    Conocía a los de su tipo, a los jodidos pandilleros camuflados, eran los que subían después entre las ramas de la yakuza luego de dejar atrás a las piezas erráticas, famélicas e inservibles de las pandillas movidas por los demonios. Eran los que los viejos apadrinaban, los que una vez que dejaban el instituto pasaban a beber sake con los grandes.

    Los malditos reyes del tablero de shogi.

    La ventaja era que a mí nunca me interesó ser una reina como tal.

    Siempre había sido el caballo.


    A papá le habían encargado algunos cuantos de esos mocosos, predecesores suyos, y seguramente le habrían encargado a Kaoru si no lo hubieran acribillado.

    —Minami-san —dijo con cierta sorpresa en la voz mientras me dedicaba una sonrisa suave. Recuerdo que llevaba encima una sukajan como las que luego empezaría a usar Cayden, esas chaquetas tipo bomber con acabado de seda y bordados complejísimos, de hecho creo que le heredó algunas al pelirrojo antes de palmarla—. Creí que eras otro tipo de chica.

    —Y yo que tú eras otro tipo de chico, Kurosawa. No eres tonto, sabes quién era mi padre, todo el mundo lo sabe luego de que lo cerraron a balazos. —Dios, tenía poco más de catorce años y ya hablaba de esa manera—. ¿Para quién trabajas?

    —Inagawa-kai —respondió sin tapujos porque después de todo estaba rodeado de chacales.

    Sentí los ojos de los otros chicos encima pero no mostré siquiera un atisbo de tensión aunque Kurosawa se volvió de inmediato al notarlos y bastó una mirada para que los hijos de puta regresaran a sus cosas.
    No lo sabría hasta un poco después, cuando el chico fuese bautizado como Yako y tomó control de la pandilla de forma oficial, que se desharía prácticamente de todos esos idiotas porque se olía sus costumbres.

    A Kurosawa nunca le dio miedo deshacerse de piezas inútiles o corruptas, incluso si eso implicaba reducir su manada y tener que ponerse a buscar otras piezas, fue así como puso a más de uno de patas en la calle, para luego hacerse con otro tipo de personajes como Shimizu, que sería la cabeza de una camada de chacales jóvenes a la que pertenecían también Dunn e Ishikawa.
    Por no mencionar los demás con los que había hecho aquel trato extraño luego de su muerte y la desintegración de la pandilla: cuando apareciera su verdadero sucesor todos responderían a mi llamado o serían traidores, outsiders, y ellos sabían de sobra dónde terminaban esos.

    En el jodido botadero municipal.

    Con la muerte de nuestro Kurosawa el castillo de naipes se vino abajo, las piezas flojas que quedaban empezaron a mordernos las manos incluso a los más cercanos a él, a sus supuestos sucesores, y al final cada uno terminó por su lado.

    ¿Y qué había sido yo?

    La perra de Yako.
    Pues iban aprender lo que dolía una mordida infectada, esa puta manada de malagradecidos.

    El que nos llegó con la noticia de su muerte fue Arata, había aparecido como un loco en la puerta de cada uno y para cuando llegaron a la mía estaban casi todos reunidos. Dunn estaba jodidamente pálido, Ratel y los Ootori tenían unas caras de perros que parecían casi poseídos por Satanás o alguna mierda, y el único que parecía al borde de soltar a llorar, para sorpresa de todo el mundo, había sido Shimizu.
    Sus ojos oscuros se detuvieron en los míos cuando me soltó la bomba.

    —Está muerto, big sis. —Su voz cargaba tal cantidad de dolor que me quebró más que la misma noticia—. Yako está muerto.

    El ruido blanco estalló, me llenó los oídos y opacó el mundo. Tengo lagunas de todo lo que pasó después, parchones negros aquí y allá, se mezclan con mis gritos, con el agarre de alguno de los chicos sobre mi cuerpo, de una sarta de maldiciones que no sé reconocer en mi tono de voz pero sé que las dije yo.

    Ninguno fue al funeral, no podíamos cantarnos de aquella manera luego de los esfuerzos que él había hecho por desligar a su familia de la mierda, no luego de que había salvado a su hermana de morir arrollada.

    Hubo uno que otro informante, claro.

    Porque los protegidos de Yako eran los nuestros.

    Y su familia lo era todo para él.


    La chica, que estaba pronta a cumplir trece años, no había derramado una sola lágrima mientras lanzaban a su hermano a la tierra y en eso identifiqué la entereza de mi propia madre, su temple, pero sobre todo… Que era una copia de carbón de su hermano fallecido.

    Sostenían a todos los demás, ¿pero a ellos quién cojones los sujetaba?

    A Kaoru le servimos de cimientos, al menos lo intentamos, pero su hermana no tenía ya nada.

    Ni siquiera padres.

    Por eso más tarde se aferraría a dos piezas jodidas.

    Sonnen Altan, el hijo del emperador.

    Y Usui Hiroki, el perrito de Shibuya.
    ¿Domadora de fieras?
    Muy propio de una Kurosawa.

    Tenía el potencial de Yako y ni siquiera lo sabía.

    Poco antes de graduarme me mudé de Chiyoda con las gemelas nada más, quería soltarme de mamá, tener mi espacio pero las otras eran como sombras y a mamá le pareció bien que las llevara conmigo, que aprendieran a vivir por ellas mismas o algo así. El dinero corrupto que llegaba a casa nos alcanzaba incluso para dos rentas, la de mamá en Chiyoda y la nuestra en Minato.

    Poco sabía mi madre que no me había movido a Minato por puro amor al arte.

    Perdí el rastro de varios, ninguno verdaderamente importante, al menos no hasta que el rastro que perdí fue el de Ishikawa.

    Uno de los enanos.

    De mis niños.


    Lo perdió también Dunn, incluso Arata, porque casi todos se volvieron carroñeros, pusieron parte de su lealtad en otros lugares con tal de sobrevivir. En ese proceso se nos fue la huella del chiquillo y, conociendo su personalidad, tampoco lo hostigamos.

    Después de todo ya no teníamos manada, ¿cierto?

    ¿Qué derecho teníamos de seguirlo metiendo en nuestras jodidas mierdas?


    Una vez en Minato moví todos los contactos de papá, aquí y allá, recogí varias piezas sueltas que habían quedado de los incidentes en Roppongi con los nigerianos, también de los lugares que cerraron por su conexión con la yakuza y monté un jodido imperio.

    El derecho que le habían negado a mi madre.

    Lo había tomado yo por la fuerza.

    Tuve que hacer un montón de movidas rastreras, entre ellas el tener que aproximarme de primera entrada con un nombre masculino, uno que no predispusiera a los hijos de puta a pensar que era una maldita princesa indefensa o un trozo de carne. Tuve que hacerme de guardaespaldas discretos, de armas y toda la mierda.
    Tenía la habilidad de Shimizu para los cuchillos ya de por sí y luego estaban las katanas… Mira que la sangre de samurai había servido para algo.

    De cualquier forma nada era realmente difícil cuando encontraba las piezas correctas. Las que veían en mí a una hermana amorosa o una madre.

    Fue Minato el que me quitó el nombre de Masaru.

    Y me bautizó como Licaón.

    La madre de todos los perros salvajes.

    Nada sabía yo de que pronto tendría que acudir a salvarle el culo a la hermana de Yako, ahora en la mira de los cerdos de Shibuya que como siempre no eran más que un montón de inútiles sin dirección.

    Jodido trabajo de mierda había hecho el perro-lobo con esos idiotas como para que aceptaran a la hiena como líder.

    ¿Cuál era el ratio de éxito en la cacería de los licaones? Entre el setenta y el ochenta y nueve por ciento. Nueve de diez si se quiere.

    Pero bueno, Tomo-chan, ¿siempre fuiste así de estúpido?

    Como para meterte en un territorio sin haberlo estudiado a fondo.
     
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  12. Threadmarks: XXII. The Sun x The Three of Swords x The Magician
     
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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Tengo un Altanna kinky pendiente pero tenía que soltar este antes cuz es canon para el día que acaba de iniciar *gatito chillando*

    Empezó super angsty y de la nada terminó kinda soft, pedazo de parkour.




    I'm going braindead, isolated.
    God is a shithead and we're his rejects.

    .
    Dear diary, I feel itchy like there's bugs under my skin.
    .
    Dear diary, dog stopped barking, probably 'cause I ate his face.
    .
    Kinda sad my whole entire existence been a waste.
    XXII

    [​IMG]
    The Sun
    x
    The Three of Swords
    x
    The Magician

    .
    Suffering . Heartbreak . Grief .


    | Shiori Kurosawa |
    | Cayden Dunn |
    | Altan Sonnen |

    *

    *

    *

    The Sun

    Guardé silencio todo el camino pero ahora que había iniciado no hubo manera de que parara de llorar. No tenía idea pero estaba llorando de la misma manera que Jezebel Vólkov, el maldito llanto silencioso de quien cree que no tiene derecho a llorar.
    Una vez Al pidió el uber y entré al coche, en el asiento trasero, ni siquiera me detuve a pensar qué estaría pensando el conductor ni nada. Tampoco me paré a pensar en la cantidad de dinero que debió chuparse en ese viaje y no es que fuese a poder pagarle esa cantidad de todas maneras, ya me había gastado algo de dinero en la botella el viernes.

    Todo me importaba una puta mierda de todas maneras.

    Habían matado a Ike.

    No fue hasta que bajamos en Chiyoda que Altan abrió la boca mientras buscaba las llaves, donde estaba mi propio llavero de Hachiko.

    —¿Mataron a su perro? —preguntó en un tono tan plano que realmente pareció que no tenía emoción alguna.

    Asentí con la cabeza, lo había escuchado todo y sabía que sólo quería confirmarlo, como si una parte de sí fuese incapaz de creerse esa mierda.
    Las lágrimas, jodidamente amargas, me seguían corriendo por el rostro y solo me las limpié con la manga de la chaqueta del uniforme para poder pasar la llave.

    —Malditos cerdos —masculló prácticamente para sí mismo.

    Cuando abrí la puerta me recibió el silencio de siempre. Papá no cerraría la tienda hasta en una hora y pico, seguramente mamá estaba ayudándole para variar, de forma que allí estaba.

    El vacío de siempre.
    Sorbí ruidosamente por la nariz mientras entraba, me sacaba los zapatos y dejaba el maletín tirado en la entrada.

    —Pasa si quieres, Al. —Fue casi un murmuro pero alcanzó a ponerlo en marcha por alguna razón—. Deja eso en la cocina.

    Entró tan pancho como siempre luego de sacarse los zapatos y en lo que yo subía para quitarme el uniforme lo escuché en la cocina, dejó el contenedor con el pastel y buscó algo de beber.
    Arrojé la ropa a un rincón, me puse la de ir por casa y bajé todavía acomodándome la camiseta. Sobre la cama, como un fantasma, estaba todavía la chaqueta de Hiroki que había olvidado llevarme en la mañana para dársela. No pude ni mirarla directamente.

    Al llegar a la cocina vi a Altan bebiéndose a velocidad un vaso de Coca-Cola.

    Seguía sorbiendo por la nariz y alguna que otra lágrima se me escapaba, pero había que vuelto a quedarme casi seca. Me acerqué a la refrigeradora para servirme un vaso de agua fría y me lo bajé en tragos cortos, buscando regular el desastre que me traía encima.

    El mundo todavía era rojo.

    —¿Cay-senpai pertenece a alguna pandilla en particular? —pregunté tan bajo que no creí que fuese a oírme.

    —No realmente —respondió luego de separarse el vaso de los labios—. Se mueve solo que yo sepa, al igual que Shimizu y otros conocidos suyos creo.

    —Le dijiste en la mañana, ¿cierto?

    —Lo escuchaste el viernes, su apodo. Swallowtail. —Me pareció que contenía el impulso de soltar un eructo porque podía ser un jodido mal hablado de mierda pero no era mal educado por deporte, al menos no en casas ajenas y todo ese rollo—. Agehachō.

    —¿Como las mariposas?

    Asintió.

    —Dunn es lo que solemos llamar carroñeros. Son tipos que se alimentan de sobras si se quiere, pero saben jugar sus cartas y en general tienen acceso a varias cosas, desde información hasta armas. Shimizu es capaz de conseguir ambas, Dunn se quedó en la segunda área.

    —Hombre, pero si tiene cara de borrego degollado. Es un bebé —comenté luego de inhalar con algo de fuerza.

    —Precisamente por eso es exitoso en lo que hace. Ya sabes lo que Dunn no ha necesitado para hacerse de su buena pasta, ¿no, Shiori?

    —La ira —respondí por puro reflejo.

    —En efecto. Es un imbécil social pero sí le das su espacio me parece a mí que puede leer el ambiente y a las personas con una precisión bastante cercana a la mía. —Abrió la refrigeradora para servirse más Coca-Cola—. Es posible que el crío no tenga idea siquiera de que es capaz de ver los hilos del mundo.

    No iba a ponerme a preguntar ahora mismo, no tenía ni idea de la telaraña que se abría frente a los ojos de Altan, completamente ajena incluso a su llave maestra, y de haberlo sabido me hubiese parecido un sueño de fiebre.

    —¿Qué se supone que le pediste?

    Caminó unos pasos más, deslizó la puerta que daba al comedor y se sentó a la mesa con el segundo vaso de Coca a medio tomar. Deshizo la corbata, ya de por sí floja, y la dejó a un lado del vaso.
    Se desabotonó algo más la camisa mientras yo me sentaba a su lado.

    —A todos los carroñeros que pueda alcanzar. —El hijo de puta estaba organizando su propia manada—. Y algunos favores más.

    Lo vi sacarse el móvil del bolsillo, escribir varios mensajes y luego regresar la atención a mí. Clavé la vista en algún punto muerto de la mesa.

    —Lo siento.

    —¿Ahora por qué mierda te disculpas?

    —Por haberte metido en el centro de este desastre. Parecías bastante harto incluso antes de esto, así que asumo que ocurrieron cosas antes y yo solo te sumé otra más.

    Soltó una risa floja, bastante apática si se quiere y se empinó la Coca-Cola que le quedaba antes de decir otra cosa. Fui incapaz de alzar la vista hacia él.

    —¿A quién se supone que puedes acudir si tu cachorro no está? —preguntó con la voz monocorde de antes.

    Sola.

    Sola.

    Sola.

    Tragué grueso, sintiendo la boca seca a pesar de que acababa de estar bebiendo algo de agua, y alcé la mirada hasta encontrar sus ojos, las condenadas ciénagas. No vi más que cansancio en ellos, el más puro hartazgo quizás y su eterna prepotencia.

    Joder, Al.

    Se supone que tienes diecisiete años no sesenta y depresión mayor.


    >>Soy la única arma que tienes. Te pedí ser mi mercenaria con la mierda de Balaam y ahora yo debo ser el tuyo.

    No sé de dónde demonios se me salió pero lo hizo, una risa vacía y extraña. Hizo eco en mis propios oídos, en las paredes, en el mismo Altan y suspiré con pesadez, con el hastío que él tenía en los ojos.

    —Dilo, me da igual. —Me levanté, tomé su vaso ahora vacío y regresé a la cocina—. Que ahora mismo lo único que tengo es a ti porque los cerdos de Shibuya dejaron a mi novio en la mierda, porque le dije un montón de cosas horribles a la única amiga que tengo, porque ni siquiera tiene sentido decírselo a mis padres. Además, ¿tú un mercenario? Eres el general, estúpido. Los has sido toda la vida.

    Dejé el vaso en el fregadero y me enfoqué entonces en el pastel sobre la encimera, destapé el contenedor, colocando la tapa a un lado, busqué un cuchillo, corté un trozo y lo coloqué en un plato para regresar sobre mis pasos y dejarlo frente a él junto a un tenedor.
    Apoyé los codos en la mesa y Altan se limitó a suspirar como acababa de hacerlo yo. Lo vi en sus movimientos, porque conocía su cuerpo más de lo que pensaba admitir, que tomó el tenedor un poco a regañadientes y se hizo con un bocado.

    Extremadamente dócil de repente.

    Curioso.


    Era posible que él tampoco quisiera comer nada, pero en mi presencia no iba a dejar que fuese así aunque de todas formas intuía que Al era el mismo tipo de estúpido que yo, que era capaz de forzarse a comer sabiendo que su cuerpo lo requería.

    —¿Vas a decirme que preparaste esto en medio de un puto colapso por estrés? —preguntó después, en voz baja.

    —Más temprano que tarde, Al, —comencé mientras dejaba caer el torso sobre la mesa, con cuidado de no ir a arrojarle el cabello encima a su plato ni nada. Apoyé la mejilla contra la superficie de madera—, vas a darte cuenta de qué tan en la mierda estoy.

    —Que le den a tu fachada de muñeca perfecta, Kurosawa.

    —Que le den a tu cerebro maldito, Sonnen.

    Dos risas vacías.

    Luego de bajarse el pastel a la fuerza, se levantó, esculcó en el mueble del baño y regresó. Buscó mis manos, obligándome a erguirme, y con un tacto totalmente ajeno a su persona empezó a sacarme las astillas de la piel. Me sacó el vendaje que Hiradaira había hecho, limpió los nudillos destrozados, básicamente me baño las manos en agua oxigenada y rehizo el trabajo de la enana con la misma precisión ridícula de un cirujano loco o algo así.

    Lo dejé hacer porque no tenía energía para hacerlo yo misma ni de coña.

    —Gracias, cariño —murmuré mientras terminaba de ajustarme la venda de la mano.

    —Guarda las palabras bonitas para cuando puedas verle la cara a wan-chan, Shiori. Las va a necesitar.

    Se fue de casa unos treinta minutos después, le di cerca de un tercio del pastel para que se lo llevara y le dije que saludara a sus padres de mi parte, cosa que no era rara. No había puesto un pie en casa de los Sonnen nunca pero su madre no había tardado en darse cuenta del rollo entre nosotros y por rebote su padre se había enterado. Solían saludarme por las mañanas que sacaban la basura o estaban regando el jardín cuando salía para tomar el tren y ya Altan se había ido a buscar a Vólkov.

    Al tenía buenos padres.

    Como los que yo había tenido alguna vez.

    Lo despedí, regresé adentro pero no tardé en volver a salir en dirección a alguna tienda de Chiyoda que vendiera las mierdas que necesitaba. No era nada, un jodido tinte negro de caja, de ese que Katrina se había echado encima la primera vez.

    Sabía que durante un buen tiempo no iba a tener la energía para estar retocando la maldita mecha azul, si acaso iba a poder hacer los deberes, las comidas y poco más. Lo básico para mantenerme alimentada a mí y a mis padres, de forma que iba a ahorrarme trabajo.
    Cuando volví a casa todavía tenía un tiempo de margen, unos cuarenta minutos quizás, suficientes para lo que necesitaba y de por sí planeaba darme una ducha.

    Sacarme la peste a sangre de encima.

    O al menos intentarlo.

    Me metí al baño, cerré de un portazo y preparé el tinte en una taza vieja de la cocina. Lo mismo que había hecho hace un par de años para el mechón azul ahora lo estaba haciendo para desaparecerlo.

    Impregné la mecha de tinte hasta empaparla, tuve al menos la decencia de usar los guantes que vienen en los paquetes estos de tintura, y esperé el tiempo debido. Cuando me estaba desvistiendo para bañarme y de paso sacarme el producto del cabello escuché la puerta principal.

    Duré en el baño sus buenos veinte minutos, cuando salí, con el cabello chorreando, vi que el azul había desaparecido de forma que tenía de regreso la melena de carbón, las serpientes negras. No reconocí por completo mi reflejo en el espejo.

    Era, después de todo, la máscara de kitsune.

    El rostro de mi hermano.


    No recibí preguntas, halagos, nada. Tuve una conversación vacía sobre la escuela con mis padres, mentí como una campeona, luego de cenar me encerré en la habitación, hice los deberes y finalmente le envié un mensaje a Hiroki, sin siquiera ilusionarme en recibir una respuesta.

    Cuídate. 21:07.

    Eso era todo.

    Solo salí de la habitación para dejar listo el almuerzo de mis padres del día siguiente, luego me encerré de nuevo y apagué las luces, me hundí entre las sábanas y ahora que la oscuridad lo cubría todo, atraje su chaqueta mi pecho. Esa mierda era el equivalente de un juguete o una manta particular para los niños.

    Una suerte de amuleto contra pesadillas.

    Y ahora tenía tantas que repeler que casi había perdido su efecto.

    .
    .


    Now here you go again, you say you want your freedom.
    Well, who am I to keep you down?
    It's only right that you should play the way you feel it
    but listen carefully to the sound of your loneliness.

    .
    .

    The Three of Swords

    Al final mientras dejaba la academia en dirección a la estación había terminado llamando a Yuzu, incapaz ya de guardar la mierda para cuando llegara a su casa porque los eventos seguían precipitándose, porque las piezas continuaba apilándose y el mundo, con su carácter orgánico, se apelmazaba sobre sí mismo de forma terrible.

    Yako.

    Su hermana.

    Kohaku.

    Sonnen poniéndonos en marcha.

    Big sis —dije cuando atendió.

    —Hola. ¿Ya vienes de camino?

    —Acabo de dejar la academia, pero no podía guardármelo en lo que llego que seguro me demoro sus dos horas y pico. —Me solté la corbata y la metí en el bolsillo del pantalón en lo que seguía caminando—. Es posible que necesitemos a Ratel pronto.

    —¿A Ratel? ¿Cayden, en qué puto lío te metiste ahora que necesitas a Ratel? —Sonaba cabreada ciertamente y yo solté un suspiro, casi como un mocoso regañado.

    Takizawa Shigeru, Ratel, había sido el más allegado a Kaoru desde que el chico apareció y de hecho fue su canal directo con los chacales. Era un tipo agresivo por naturaleza, armado hasta los putos dientes. La clase de imbécil al que buscas para dar mensajes.

    Como el que había dado Tomoya.

    ¿Qué si quería dejar un regalito cubierto de sangre ajena para los lobos? Ojalá pudiese.


    —Yo no. —Apreté el agarre en torno al teléfono—. Kurosawa Shiori.

    —Tienes que estarme jodiendo. No me hagas estas bromas de mierda.

    —Ya quisiera. La conocí el viernes y bueno, resulta que asiste a la misma academia a la que iba Yako, pero ese no es el problema. —Inhalé aire con fuerza, sabiendo cómo habían sido las mierdas con Shibuya, los lobos y el puto puente de Nakano—. Usui Hiroki.

    —¿Se metió con el perro-lobo, la jodida idiota? —Soltó el aire como un toro cabreado y casi pude escucharla gruñir como un genuino perro—. ¿Es suicida? Me cago en mis muertos, luego de todo el esfuerzo de Yako.

    —Tomoya y el resto deben haber querido cobrarse lo de Usui con ella. Mataron al perro del chico y dejaron a la chica inservible con solo dejarle una oreja cortada.

    —Apenas bajes del tren llámame de nuevo, enviaré un auto por ti al tiro.

    Afirmé con un sonido y ella colgó. Se la debía estar llevando el mismísimo Satanás, lo sabía, porque los putos lobos de mierda habían destrozado el esfuerzo que Yako había hecho hasta el día de su muerte y habían arrastrado a su hermana menor al centro del tablero de la noche a la mañana.

    Si la conocía lo suficiente intuía que apenas me colgó el teléfono debió pegarle una llamada a Takizawa sin dudar siquiera, porque Yuzuki no tenía tiempo para juegos de niños y prefería desplegar las defensas con anticipación.
    Si conseguía a Ratel, joder, pobres diablos porque más de uno podía correr el riesgo de terminar muerto. El hijo de perra tenía familiares directamente asociados a la yakuza, así como Yuzuki había tenido a su padre y yo tenía al mío, a pesar de ser un fantasma.

    Todos éramos hijos de la mafia.
    Al subir al tren busqué un contacto en el móvil, uno que tenía a pesar de no usarlo nunca. Abrí el chat de Line y decidí enviar un audio.

    —Eh… Hola, papá. —Joder, no sabía ni cómo hablarle realmente—. Voy necesitar el favor de hace unos años de nuevo. Ya sabes, el de los pubs.

    Los pubs irlandeses del corazón de Tokyo nos habían servido de nido hace tiempo aunque dejamos de usarlos cuando Yako murió, pero al parecer iba siendo hora de recuperarlos.

    Recibí un audio de respuesta no mucho después.

    —¿El favor que me había pedido el chico Kurosawa? Asumo que me lo estás pidiendo tú directamente porque él ya no puede hacerlo y no has hablado con el otro chico que me llegó con la noticia de Shibuya hace años, ¿cómo era? Ah sí, Ootori Tomoki. —Carraspeó a mitad del audio. No sonaba molesto de escucharme ni nada, aunque fuese solo para sacarle un favor—. Bien, usa el apellido entonces, ya sabes en qué lugares puedes hacerlo. Saluda a tu madre de mi parte.

    Me regresé el aparato al bolsillo sin responder, ya lo haría más tarde. El resto del viaje lo hice con la atención puesta en cualquier parte, creo que cabeceé un par de veces y cuando finalmente llegué a Minato llamé a Yuzu como me había dicho que hiciera, apenas salir de la estación ubiqué el auto que me dijo en la llamada, subí y pronto estuve en su condominio. Me dejaron pasar solo con su apellido.

    Me abrió antes de que tocara, imaginé que el chico que me había dejado en el coche le avisó que ya estaba allí. Pasé luego de sacarme los zapatos y caminé despacio, siguiéndola hasta el comedor, con su mesa tradicional y la tetera humeante.

    En una de las habitaciones se escuchaba el revoloteo de sus hermanas.

    —Entonces por eso me llamaste para venir, ¿no? —Asentí con la cabeza—. Bien hecho, Cay.

    Levantó la tetera, sirvió dos tazas de té negro y luego se incorporó para regresar con un plato con dorayakis aunque casi era hora de cenar.

    —La cena está terminando de cocinarse, pero para que no te vayas a morir de hambre mientras tanto.

    Estiré la mano, me hice con uno y lo desaparecí de un par de bocados. Me estaba partiendo de hambre ciertamente, así que más bien tenía que ponerme el ojo o iba a comerme todos yo solo.
    Parecía estañón sin fondo a pesar de no subir ni un kilo desde hace años.

    —Asumo que llamaste a Ratel —dije luego de bajarme el bocado con un trago de té. Ella asintió—. ¿Qué dijo?

    —Honeyguide le había dicho algo, aparentemente, aunque apenas por encima. Me dijo que no podía hablar ahora, que tenía el turno de la noche en el trabajo y tal. Asumo que me llamará mañana.

    —Bien. —Me hice con otro dorayaki, que también me comí a velocidad. Ella sonrió como quien ve comer a un chiquillo.

    —¿La chica apareció sola el viernes que la conociste? —Negué con la cabeza para no hablarle con la boca llena—. ¿Usui la llevó?

    Otra negación.

    —Sonnen Altan.

    —¿El maldito heredero de Káiser? Joder, ¿con quién más se lió esa chica? Puros problemáticos.

    —Supuestamente estuvieron saliendo y tal, pero él nunca la llevó… Asumo que lo hizo por un motivo externo, desconozco qué tuvo la fuerza para que lo hiciera.

    —¿Había lobos allí?

    —Fue en el Hibiya, lo dudo mucho. La cagada viene directo de Usui, no tuvo que ver con su salida nocturna porque después de todo ni Sonnen ni yo o Honeyguide tenemos bando alguno por el que puedan caernos encima.

    Por ahora.


    Suspiró con pesadez pero dejó el tema en paz, no había demasiado que pudiésemos hacer de por sí ya. Había que estudiar el terreno, ver las próximas movidas, planear y hasta después ejecutar.

    Al final Yuzu me dejó comerme todos los dorayakis, cuando le dije que los que quedaban eran para que ella comiera solo me dijo que esperaría la cena y siguió bebiendo su té, preguntando por cosas triviales de la escuela y tal.
    Estaba demasiado disperso, ciertamente, cosa que no era muy usual en mí. No era el más avispado de la camada, eso era cierto, pero tampoco era tan distraído por naturaleza. De hecho pecaba más de perfeccionista que de cualquier otra cosa.

    Ella se enderezó, el velo negro siguió el movimiento de su cuerpo, y extendió la mano frente a mí luego de haber puesto una canción en el móvil y dejarlo sobre la mesa. Supe la intención de su iniciativa, era igual a lo que había hecho Kurosawa el viernes, cuando ya estábamos más ebrios que la mierda.

    Dudé pero acepté su mano y me incorporé. Me dejé guiar por ella, bastante rígido eso sí, ajustó las posiciones. Mi mano a su cintura, la suya a mi hombro, la otra sujetando la suya.

    Me di cuenta entonces que Yuzu y Kurosawa eran de la misma estatura, o al menos muy parecidas. Para los estándares japoneses casi eran altas, la verdad.

    —Venga, no vas a decirme que le robas a ricachones y no sabes bailar —bromeó mientras iniciaba el movimiento, despacio.

    —Bueno, big sis, tampoco me faltes el respeto por favor. Tengo clase.

    Seguía tenso la verdad, a pesar de que Yuzu era un chacal no dejaba de ser una chica y yo era idiota para todo el mundo, pero en particular para las mujeres. Aún así no tardé mucho en, al menos, meterme en papel y pude tomar la guía.

    Sabía qué intención tenía su idea, distraerme de la mierda que tenía en la cabeza y ciertamente funcionaba.

    La sentí posar el rostro en mi hombro, me tensé de nuevo al primer contacto pero segundos después seguí como si nada. La música siguió sonando, las gemelas seguían en su habitación posiblemente mirando la tele y el calor del cuerpo ajeno casi me adormeció.
    No sé cómo mierdas recordé que no le había dicho algo que era casi más importante que todo lo demás.

    —Kohaku va al Sakura ahora —comenté en voz baja mientras apoyaba la mejilla en su cabeza.

    —¿De verdad? —En su voz se coló una emoción casi pueril y soltó mi mano para pasar ambas sobre mis hombros, terminando de matar la distancia que ya de por sí no era mucha—. ¿Y cómo está mi niño? ¿Sigue teniendo carita de ángel como tú o ya nos lo echaron a perder?

    Se me escapó una risa nasal al escucharla preguntar por él como si fuese un mocoso y algo de color me subió al rostro al escuchar lo de cara de ángel. Había sido siempre así, ella cuidaba de nosotros, nos molestaba un poco pero Dios, nos quería tanto.

    Quizás de ella había aprendido a dármelas de hermano mayor también y a no tensarme bajo el tacto de mis hermanos. Qué sé yo.

    —Lleva el pelo celeste ahora, así que parece un niño de las nubes o algo así. Le queda muy bien, debí pedirle que nos tomáramos una foto para enseñarte —respondí y el cuerpo me reaccionó solo, envolviendo el suyo entre mis brazos. Quizás busqué consuelo en ella, ni idea—. Se puso muy contento de verme. No sé cómo no me solté a llorar.

    Se separó un poco, despegando la mejilla de mi hombro y poniendo la distancia apenas suficiente para poder mirarme, me dedicó una sonrisa tranquila. Le regresé el gesto.

    —Tráelo un día a tomar el té, cariño. Dile a Ko-chan que quiero verlo~ —murmuró mientras posaba las manos en mi rostro, me acarició las mejillas con mimo y me hizo bajar la cabeza para alcanzar a dejarme un beso en la frente, sobre el flequillo, ante el que cerré los ojos. Más sangre me subió al rostro—. Pueden usar la consola de las gemelas si quieren.

    —No somos mocosos de trece ya, Yuzu.

    Además de que para la gracia tengo la consola en casa.

    —En mi cabeza tendrán trece y carita de ángel toda la vida, Cay-Cay.

    Solté una risa al escuchar el apodo de Ko saliendo de sus labios.

    Era tan cálido.
     
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    Zireael

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    Título:
    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
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    50
     
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    ¿Qué si me parece a mí una falta de respeto que The Alchemist haya terminado en la segunda página de la mesa? Sí.
    Bueno nada, se me fue la pinza.

    Esto es considerado canon. Ocurrió la noche del día que acaba de pasar.

    Las que siguieron el delirio tarotero saben lo cagado que es que Shiori venga a caer aquí sola y como The Justice. (?)





    Tryna' act a grownup, now that's pretty funny.
    I thought I'd have it worked out and I'd be making plenty.

    I'm feeling pretty empty, this attitude's expensive.
    .
    Put down your small-talk and teach me to fight.
    Let's make this personal, stop wasting my time.

    Get out my way, I'm sick of being polite.
    .
    Caught in the mirror, can't recognise your face.
    Trying too hard, yeah it's gonna make you age.
    Walk into the room, everybody looks the same.
    I'm so tired of this place.

    XXIII
    [​IMG]
    The Justice
    . TRUTH . CHAOS . LAW .


    | Shiori Kurosawa |
    *

    *

    *


    Iba a tener que pasar otros dieciséis años de existencia tratando de convencerme de que la vida no era una puta mierda, que había algo más allá que la certeza de la muerte, la peste a sangre y la necesidad enfermiza de venganza que no se saciaría nunca. Que había algo que mereciera la pena como para abrirse a otros y no recibir una patada directo en la boca del estómago, luego una pisada en la tráquea o un paseo por el pavimento hasta que la piel se abriera en vete a saber cuántas partes. Que el mundo había tenido colores alguna vez.

    Claro, toda la mierda había sido la lección de mi vida entera.

    ¿Pretender arreglar mierdas que no me correspondían? Eso era una absoluta estupidez, un montón de cosas no tenían arreglo y entre esas estaban las jodidas broncas de la calle.

    Había llegado a casa, drenada absolutamente por Nagi, y estaba por abrir la puerta cuando el móvil me vibró en el bolsillo de la falda, era una llamada y atendí sin fijarme realmente en quién era ni nada.

    —Diga.

    —Princesa de Chiyoda. —Shimizu. No iba a preguntar cómo mierdas había conseguido mi número—. Tengo información para ti.

    —¿Se puede saber qué clase de información, senpai? —Me regresé las llaves al bolsillo, con la intención de quedarme afuera para hablar.

    —Tu perro-lobo, muñeca. —Se me tensó hasta el último músculo del cuerpo—. Va a dejar Tokyo… Por lo que oí es posible que ya esté en las afueras, llegando a Saitama, o incluso puede que haya decidido largarse a una de las otras prefecturas.

    —¿De dónde sacas esa mierda?

    Soltó un suspiro bastante pesado, sonaba hastiado aunque él no tenía vela en el entierro o eso creía yo. El pobre cabrón tenía las bilis en la garganta pero se estaba forzando por contenerse con tal de no alterarme más de la cuenta.

    —Directo de Shibuya, Kuro-chan. —Dejó de hablar un momento, intuí que para pegarle un jalón a lo que sea que se estuviera fumando—. Fuentes confiables, asociadas a Swallowtail de sus tiempos mozos. Asumo que lo amenazaron contigo para que saliera pitando apenas pudiese ponerse de pie.

    Apreté el aparato entre mis dedos con la suficiente fuerza para hacer que los nudillos se me tornaran blancos.

    >>Parece que también… Esto no sé de dónde sale, cariño, lo escuché en plena calle de un grupo de omegas sin importancia. —Otra calada—. Dicen que se las arreglaron para inculparlo de algunas mierdas que pasaron cuando era un crío.

    Su padre.

    ¿Y su madre?


    Jodidos hijos de perra. Ojalá ver a uno solo de ellos para abrirle el cuello de tajo, es más, ojalá ver al puto mondadientes de Tomoya para partirlo en dos, así tuviera que acudir a Altan otra vez.

    —Gracias, Shimizu.

    —Arata.

    —¿Ah?

    —Está bien si me llamas Arata, linda. —Soltó el aire contenido un poco de golpe, el resto lo dijo en un murmuro que no sé ni cómo no se perdió en la línea—. Era amigo de tu hermano mayor.

    Guardé silencio una eternidad.

    —¿Lo querías mucho? A Aniki. —Podía haber preguntado por qué lo conocía pero me daban igual los motivos y además se me había hecho un nudo horrible en la garganta.

    —Como no imaginas, princesa. —Soltó una risa de lo más amarga—. El día que acompañaste a Sonnen al Hibiya parecías su fantasma, todo en ti era casi idéntico. La forma de hablar, de acompasarte a los demás, el físico.

    Pues claro, me robé su rostro.

    —¿Tenía más amigos?

    —Pregúntale a Cayden un día. No tiene pinta pero el crío es mejor para responderte esas cosas que yo. Eh, Kurosawa.

    —Dime.

    —Quédate atenta al teléfono, haré algunas llamadas en Saitama y contactaré al estúpido de Hiro-chan, si le consigo un espacio sin el omega que debieron ponerle como rastreador debería poder tan siquiera hacerte una última llamada.

    No respondí como tal porque ya las lágrimas me habían empezado a correr por el rostro, si acaso pude soltar un sonido afirmativo y lo escuché murmurar algo más antes de colgar.

    Lo siento, de verdad.

    Cuidaremos de ti.

    Cuidaremos de ti.

    .
    .
    .

    Mira que podía meter esa porquería en la lista de fracasos de mi puta vida, pero encabezándola y todo. Ningún error cometido con anterioridad alcanzaba siquiera a ese, al hecho de que me había saltado un huevo de reglas por un imbécil para que al final del día el único estúpido que había decidido llamar mi novio terminara apaleado y todo se transformara en solo un jodido polvo. Había sido, como siempre, el hueco en todo mis malditos cálculos.

    Hasta la mierda sin nombre con Altan había sido más formal que toda esa estupidez.

    No sé qué hizo Arata pero el caso es que recibí una llamada, sí. Fue una absoluta desgraciada, por supuesto, duró cosa de minutos y todo se resumió a que ambos habíamos retrocedido a dónde habíamos empezado con tal de sobrevivir o vete tú a saber qué.
    No lo dijo nunca, que se había largado por un motivo específico, fue igual de huraño que los primeros meses en que lo conocí, pero lo que hizo fue disculparse como un estúpido todo el rato y yo solo desconecté con tal de no soltarme a llorar como una maldita Magdalena.

    Tenía un hermano muerto, ¿qué podía ser peor que eso?

    Le solté las palabras de contención que me llegaron al cerebro, le dije que de verdad lo sentía por haber sido el detonante y con eso lo dejé callado, porque no lo había pensado, ¿cierto? Que yo había sido el gatillo de la escopeta que le destrozó los dientes.

    Los lobos resentidos estaban quietos hasta que aparecí en su campo de visión.

    —En el apartamento, Shiori.

    —¿Qué?

    —El collar de Ike. La llave quedó en la maceta del pasillo.

    Otra pared de silencio, lo escuché tragar grueso y después soltó un gruñido de los suyos. No tuve que verlo para saber que se estaba pasando la mano por el cabello.

    —Te amo, ¿vale?

    —Lo sé. —Debía parecer una máquina, ¿no? Pero prefería eso—. Adiós, Hiro.

    Inhalé aire con fuerza, me acomodé el nudo de la garganta pasando saliva y antes de colgar se lo dije tan bajo que dudé que me hubiese escuchado, porque creí que merecía oírlo una última vez. Que lo había amado también.

    Y lo iba a seguir haciendo quién sabe cuánto tiempo más.

    Porque era esa estúpida.

    Apenas colgué los cables se me volvieron a conectar, sentí la oleada de ira, la tristeza y todo el resto de mierdas. Volví a apretar el móvil entre mis dedos como cuando había estado hablando con Shimizu y para cuando me di cuenta lo lancé contra el espejo a mi derecha, haciéndolo trizas. Ni me molesté en revisar si la pantalla del móvil se había hecho mierda también.

    —¡¿Shiori?! —Era la voz de papá desde abajo.

    —¡Moví algo y tiré el espejo, eso fue todo! —Lo dije de mala gana pero podía atribuirlo al supuesto accidente.

    Me senté en el borde de la cama, donde todavía estaba la desgraciada chaqueta ajena, y luego me deslicé hasta alcanzar el suelo. Hundí el rostro en las rodillas, me tragué el grito que quería soltar y sollocé como una puta cría.

    Si me escucharon mis padres o no me dio exactamente lo mismo, había aguantado todo el puto día, me había tragado la energía de Nagi, había pretendido hacerlo con tal de no perderla y ahora de nuevo no quería nada con nadie.

    ¿Cuánto tiempo pasó en realidad? ¿Minutos, una hora? En algún momento sólo me levanté con los ojos vidriosos, me puse la chaqueta y bajé anunciando que saldría.

    Afuera ni hacía frío como tal, si acaso corría algo de brisa y se estaba bien así. Las luces del alumbrado arrojaban sombras largas aquí y allá, como espectros. Me di cuenta a mitad de camino que ni siquiera me preocupé por haber salido sola, aunque quizás debí.

    Llegué al edificio de apartamentos, subí, escarbé por la llave y abrí la puerta. Estaba vacío, jodidamente vacío.

    Caminé por el espacio, el pequeño pasillo, me asomé a la que había sido su habitación, seguí hasta la cocina y allí, sobre la encimera, estaba el collar de Ike. Se notaba que había pretendido quitarle la sangre de encima, pero no tenía mucho remedio en realidad; a su lado había un papel algo maltrecho.

    No pude ir a verte al club de esgrima como dije que haría.

    Tachó la segunda cosa que escribió y luego continuó.

    Cuida de ti misma, tonta.
    Tomé el collar, el papel y regresé sobre mis pasos hasta la habitación. La cama no tenía ya sábanas ni nada, pero seguía allí como el resto de muebles, de forma que solo me dejé caer sobre ella, poniendo las cosas a mi lado.
    La pelusa de la chaqueta me hizo cosquillas en las mejillas y me llevé el brazo a la nariz, en un gesto bastante sin sentido. La jodida prenda había pasado ya varios días en mi habitación, la había usado algunas veces incluso así que prácticamente no quedaba rastro alguno de su olor.

    Ni siquiera eso tenía.

    Como si hubieses tenido algo en algún momento, ridícula.


    Giré sobre mi costado, dejando caer el brazo por el borde de la cama, y clavé la mirada en el suelo repasando cada estúpido detalle de su superficie. Cada rayón, cada partícula de polvo o lo que fuese. Detecté varias manchas oscuras, aquí y allá, eran del mismo tono amarronado oxidado de la sangre sobre el llavero de Hachiko.

    Vaya.

    Me llevé la mano al bolsillo trasero del pantalón, saqué el móvil al que al final sí le había destrozado la pantalla y escribí un mensaje a una velocidad bastante deplorable. La excusa era una estupidez, pero me valía dado el caso y no era como que fuesen a ponerse a cuestionarme nada.

    Estoy en casa de Akaisa-senpai, me siento mal y me dejó pasar la noche aquí. 22:45
    No creo ir a clases lo que queda de la semana. Llego a casa en la mañana. 22:47


    Pedazo de mentira, no hablaba con Katrina desde que le crucé la cara de un golpe… ¿Y con qué objetivo? Honda no iba a volver a asomarse, Aika también estaba ausente ya, Hiroki había dejado Tokyo.

    Me quedé mirando el móvil un buen rato pensando si valía la pena enviarle un mensaje a Al o algo, pero el caso es que al final no lo hice. Me metí a los contactos, busqué el de Hiroki y con una resolución que ni a mí misma me cabía en la cabeza le di a "Borrar" antes de dejar el aparato al lado de resto de cosas.

    Los ruidos exteriores de los autos pasando, algunas personas conversando y demás me llegaban de otro mundo, en algún momento se silenciaron o yo dejé de escucharlos con la misma frecuencia antes de irme a negro.

    Estaba agotada.

    .
    .


    .
    .

    Negro.

    Rojo.

    Negro.

    Rojo.

    Negro.

    No reconocía el espacio, no era mi casa, no era ninguna casa en la que hubiese estado y aún así digamos que me sonaba de alguna parte, como si supiera dónde estaba pero no pudiese recordarlo.

    Era una habitación cuadrada, sencilla, no había en ella más que un escritorio y una ventana a su derecha. Afuera era de noche y en el techo brillaba una bombilla LED; la luz blanca bañaba a medias el lugar, no parecía ser de mucho voltaje.
    En el escritorio, sentada en una silla negra, había una silueta femenina que tampoco supe reconocer. La ropa también era negra, el cabello igual, era un velo liso que caía hasta el suelo como la cola de un vestido.

    ¿Respiraba?

    Lo hizo cuando me lo pregunté.

    Daba un mal rollo que te cagas pero me acerqué, lo hice hasta rodear apenas el escritorio y le vi la cara. Era una chica joven de rasgos finos, delicados, que también me sonaban de algo. Estaba tomando notas en un cuaderno pero no entendía nada de lo que escribía, no eran kanjis para empezar.

    Fuera de la habitación un ruido me distrajo, haciendo que sacara la atención de ella y la volviera hacia el origen del sonido. Bastó que le quitara la mirada de encima a la chica para que un sudor helado me bañara el cuerpo, porque aunque no la estaba mirando lo sentí.

    El cambio.

    No quería regresar la mirada a ella, ni de coña, pero el cuerpo me respondió solo haciéndome girar el rostro como si todas las articulaciones se me hubiesen herrumbrado. Fue un movimiento rígido, casi doloroso.

    El rostro de facciones finas había sido sustituido por completo por el hocico de un lobo negro, tan negro que casi parecía unidimensional. Cada hebra de pelo absorbía la luz tenue de forma estúpida, como si succionara cada onda y la enviará a quién sabe dónde. En las fauces brillaban los colmillos, blancos hasta decir basta, y tenía los músculos tensos en una suerte de sonrisa burlona que me revolvía el estómago.

    El sudor helado pasó a convertirse en un chispazo que me cruzó el centro del cerebro, fue una certeza tan grande que no dejó espacio alguno a la reflexión o a la duda. Esa cosa, esa maldita bestia de carbón me lo había quitado, ¿no?

    Sí.

    Claro que sí.

    ¿O no?

    Qué importaba, tenía cara de lobo.

    Tenía cara de lobo y yo quería romperle cada hueso.

    Me le fui encima sin pensar en nada más, no sé cómo no se cayó de la silla de hecho, y mis manos fueron a parar directo al hocico de la bestia, a la maldita sonrisa, pero entonces cerró la mandíbula con fuerza; la había entrampado, y una ira de lo más jodida me bañó el cuerpo, arrojándome el filtro rojo en la vista. Un rojo profundo, de sangre.

    La sangre de Hiro.

    La de Aniki.

    La de Al cuando le fallaban los cálculos y se comía una paliza de las buenas.

    La de los dedos de Katrina cuando se destrozaba las manos sin darse cuenta.

    La mía cuando destrocé el espejo.


    Seguí forzando los dedos en el hocico del monstruo, trataba de colarlos entre los dientes para abrirle la mandíbula sin saber realmente por qué, pero lo necesitaba. Lo necesitaba de forma enfermiza.

    Abre.

    Vamos.

    Abre y escúpelo.

    Regrésamelo.

    ¡Regrésamelo de una puta vez!

    Me dolían las uñas, los dedos en sí, pero en algún momento conseguí deslizarlos por los dientes y la hija de puta volvió a cerrar el hocico como una trampa de osos, con mi dedos en medio. Sentí la sangre chorrear de la carne pelada y los huesos me arrojaron un relámpago de dolor espantoso, pero ni siquiera grité.

    El rojo en mi visión se tornó casi opaco.

    Apliqué aún más fuerza, me hice mierda los dedos entre los dientes del animal, pero cuando conseguí abrirle el hocico por fin, lo noté… Lo que había pasado por alto.

    Los ojos de fuego.

    Y por qué sus facciones me parecían conocidas.

    .
    .
    .

    Había despertado con la mano ensangrentada, me las había arreglado en medio de la puta pesadilla para arrancarme la venda y hacer quién sabe qué, porque reviví las heridas que habían comenzado a forma una costra y prácticamente abrí más las que ya eran profundas en sí.

    Era de día ya, vete a saber la hora, porque no parecía ser demasiado tarde y afuera el mundo seguía como si nada, obviamente, porque seguía funcionando aunque uno estuviese en la más absoluta de las mierdas.

    El corazón me iba como desquiciado y por consecuencia también la respiración, estaba sudando que daba gusto, además me dolía la espalda por haberme dormido en esa posición tan rara sin una almohada siquiera. Volví a repasar el suelo, las manchas oscuras y la sangre que había goteado, deslizándose por mis dedos. El colchón estaba manchado también.

    Cuando más o menos logré poner mi cuerpo en orden me levanté, tomé las cosas que había dejado en la cama y dejé el apartamento, cerrando la puerta detrás de mí. Me llevé la llave.

    De regreso en Chiyoda me desvié al Hibiya, ni siquiera me había lavado la sangre de la mano así que sentía las miradas encima a cada puto segundo. Mis pintas debían dar gusto de por sí, ya no solo por la sangre, sino por mi cara a secas, el cabello revuelto y la chaqueta que obviamente me iba grande.

    Caminé sin prisa hasta llegar al estanque Unkei, me quedé estaqueada mirando el agua y un rato después me saqué la llave del apartamento de Hiroki del bolsillo. Bajo la luz del día la observé como quien ve un fantasma.

    Me lo pensé un rato, no sé por qué mierdas, hasta que por fin me decidí a arrojarla al agua. Se hundió en cosa de segundos.

    El mundo era negro, gris, blanco y rojo.

    —Adiós —murmuré mientras comenzaba a caminar a casa. Tenía el collar de Ike en el bolsillo de la chaqueta, mi propio llavero en el bolsillo del pantalón y en mi habitación... todavía estaba el suyo parchado de sangre seca—, Usui-senpai.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Bueno, tú más que nadie sabes desde cuando llevo queriendo hacerte este super comentario y el montón de fics que se me han acumulado por leer y comentar so well… para no morir en el intento, lo más seguro es que comente más en detalle los que tengan que ver con mis personajes y los otros los haré un poco más por encima y así, sowwy babe FOR MY EGOTISTIC ASS. Pero aun así espero que disfrutes el rambling que me voy a marcar (¿)

    The Magician x The Judgement

    En fin, he vuelto a leer esto y he vuelto a MORIR DE TERNURA, ah what a time to be alive. Gosh, lo que yo disfruto este fic no es ni normal, es que me matan de amor y ¿sabes qué? Lo mejor de los fics soft and cute de ellos es el hecho de que siento que se lo merecen mucho, like son unos desgraciados los dos JAJAJ y no sé, verlos tan healthy juntos, felices y disfrutando como los estúpidos adolescentes que son pues super worth idk. Y gosh, qué gracia, ¿leer fics lindos de los personajes cuando están en la mierda in rol se ha convertido en mi nuevo pasatiempo o qué onda?

    Anyways, que aksjdnjas dios, Anna es tan dumb soltándole lo de Jez, Konoe y Kuro cuando él prácticamente se le declara ANNA FFS QUE SE REFIERE A TI POR QUÉ NO LO VES??? Bueno, en parte sí lo sé, la verdad es que la autoestima de Anna en esa situación tiene que estar por los suelos y es que, a ver, ella es jodidamente preciosa, pero desde su punto de vista imagino que Jez, Kuro y Konoe son mucho más bonitas y buenas que ella y por eso le sorprende.

    Pero bueno, el caso es que la tonta de Anna pone muy soft al pendejo de Al, con motivo, y debería darse cuenta, AMIGA DATE CUENTA.

    Me encanta el estúpido de Al todo soft ROBANDO flores para su querida Anna y luego preocupándose por dónde llevarla de cita (mención especial a Kuro diciéndole que lo quiere puede que haya llorado un poco) y la parte del Neko café gosh lloro Y MENCIÓN ESPECIAL A ANNA CON EL PELO SUELTO??? IM SO GAY IDEK ANYMORE.

    Y SON NOVIOS OFICIALES AAAA

    God, este escrito me llena de mucha ternura, no sé, lo adoro, en definitiva. Y ahora puedo decir #AltannaForeverAunConCelos (¿????)

    The Justice x The King of Coins

    Sis this was intense.

    So first of all tengo que decir que tengo sentimientos encontrados con la primera escena, la de Al buscando en el ordenador, pero en el buen sentido you know. Like por un lado me parece super sexy porque you know, information is power and he has all the information so he has all the power and boy do I like powerful boys? But at the same time me hace mucha gracia imaginarlo como todo un friki encerrado en una sala a oscuras con la luz de la pantalla dándole en la cara y una sonrisa así toda creepy JAJAJA que ya sé que está en el patio o no sé qué PERO IDC para mí esta así todo friki (¿) Anyways, por regla general me ha gustado esa escena cuz a veces uno se olvida in rol del poder que Altan tiene en verdad, porque lmao si no están todas nuestras vidas ahí on the internet pues yo no sé.

    La escena con Hiro boy, sis, there is some sexual tensión right there (¿) La verdad, me resulta muy interesante leerlos juntos cuz no hemos tenido tantas interacciones de ellos a pesar de que tienen en común a Shio y bueno, son kinda parecidos pero muy diferentes… son como las dos caras de la misma moneda or something like that (¿) que gracia me hace que Usui haya dado siempre las vibes de que está celoso de Altan, which i mean, i get it but es tan obvio que Shio lo quiere ya solo como amigo pls xD also i feel like a very bad person pero me he reído cuando has puesto que a Hiro le costaba leer JAJAJ

    Y luego la escena de la pelea… wow. I actually no tengo mucho que comentar salvo que me dolió imaginarlo y todo, aunque obVIAMENTE ninguna pena, rómpele el brazo y los huevos a Tomoya, ¿sabes? For all i care, podéis castrarlo and i would be happy (?) pero bueno, como no soy yo una persona violenta las escenas de agresiones físicas realmente no me gustan mucho (¿) aunque está muy bien escrita y eso, Y QUE MIEDO ALTAN SOS.

    ALSO SHIMI-KUN AAAA

    XIII x The Five of Coins

    AUN NO ME PUEDO CREER QUE NO TE PUDIESE COMENTAR ESTO HASTA AHORA IM SUCH A MESS BUT SIS DO YOU KNOW HOW MUCH I LOVED THIS??? Recuerdo perfectamente estar en clase leyendo los sneek peak que me mandabas bien filthies Y ENJOYING LIKE A BITCH JAJAJ

    Dios I know this was like the most toxic thing a la que aventé a Ali, mucho más tóxico que con Altan (aunque con Al hay shippey vibes y con Eris es una cosa muy rara(¿) PERO TAMBIÉN im woke but also a Wattpad bitch, so digamos que deep down disfruto de estas cosas bien toxic ALSO THE KINKINESS BITCH

    Mira que gracia que vayan a hacerlo justo en la cama de la gemela, es que aun no lo super bitch. Tbh, sé que si Ali lo hubiese sabido le hubiese seguido el rollo 100% cuz that’s some kinky shit there and she is a kinky bitch so (¿) Pero bueno, obviamente no tenía motivo alguno para decírselo so that’s that.

    But oh god eris is such a bitch AJAJAJ diciéndole lo de las muñecas japonesas en mitad del cunni I MEAN dudo siquiera que fuese completamente consciente de lo que le estaba diciendo, pero tampoco iba a decirle otra cosa. O sea, su neurona no le da para más por regla general, ahí en medio de la follada pues le soltaría la verdad y ya sabemos cuál es esa verdad (¿) Felicidades, Eris, tu lengua es mejor que la de las muñecas japonesas, i hope you are proud *le pone una medallita* (¿)

    Also… overstimulating? Yeah bitch, that’s another kink that I’m into and that I approve 7u7 That one, encima, es tan bdsm-y que en verdad le viene a Eris como anillo al dedo JAJA que le duela después de tanto y que le guste, i mean, SO HER.

    AND LA DIRTY TALK JAJAJA I LOVE THIS SHIT SIS. Obviamente le va eso también a la pendeja, PERO SIN NINGUNA CLASE DE PUDOR ¿SABES? I stan her (¿)

    AND THEN, THEN!!!!

    Honestly, eso fue un golpe bajo de verdad, you know it. Creo recordar que te dije eso de que no se sentía culpable y tal, o que de buenas a primeras iba a decir eso porque bueno, we know her y su evitative ass, sobre todo cuando alguien que no conoce realmente se lo dice. En el fondo sí que se sentía un poco culpable, obvio, por eso acabó liándose con eris por muy mala idea que fuese y luego se sintió aún peor, aunque siempre se las ande dando de que no y tal, por eso es super accurate que se le acabase notando en los ojos después de insistir un poco. Bueno, ya sabes, los ojos son la ventana al alma (¿)

    Y luego se deja drogar porque bueno, es Ali JAJAJ ya he dicho que al final del día lo que estaba buscando desde lo de Konoe era un castigo y drogarse, ¿kinda lo es? Al menos le servirían para olvidar y luego le sentarían tan mal que sería un poco lo que se merece, según ella and so. En definitiva, aceptó porque quería aceptarlas y tal.

    PERO BUENO YA, que la adoro, pero no quiero contar su vida (¿) NO CUANDO SE VIENE EL OTRO FIC AHORA JEJE

    The Magician x The Five of Coins

    OTRA FUCKING MASTERPIECE SIS. Lo sabes más que nadie, pero es que sigo adorando leer este fic de vez en cuando y recordar cómo te tiraste de cabeza a mi pinche delirio y el mess que nos montamos en cero coma JAJAJ also esto fue antes de que nuestro Cerbero S.A surgiese como tal y se sintió muy especial para mí ver como también te gustaba montarte messes conmigo y así u-uwu

    ANYWAYS.

    A pesar de salir directamente de mi fic la verdad I HAVE THINGS TO SAY OKAY? So first me encanta la evolución que hay desde el principio de la noche en la que Al se niega a fumar hierba hasta el final en el que va específicamente a ello, I MEAN ALI YOU BROKE HIM FOR GOOD WTF.

    Pero bueno, sí, la jodida entró en una espiral de autodestrucción y fue arrastrando un poco a quién pillaba and I want to apologize publicly for her behaviour y por arrastrar a Altan a este mess, como ya te dije en su momento… realmente es que no imaginaba a otro desgraciado que se la encontrase y la ayudase. F for you growth in two, Altan boy (¿) Realmente nunca deja de estar en ese modo jodido, de buscarse problemas para que la gente reaccione y, idk, le haga algo que también la haga reaccionar, solo que ahora lo disimula un poco mejor.

    Either way, la verdad es que como hemos estado viendo en los roleos, la estúpida le está muy agradecida al alemán y es posible que solo por eso se le relaje un poco el culo a su alrededor como, again, ya hemos visto un poco en el rol. Quiero decir, no deja de ser una niña que ha perdido a la única persona que se ha permitido considerar como amiga y siente que ha sido por su culpa, encima esa noche no estaba Joey ahí y, en definitiva, estaba terriblemente perdida y rota, y vete tú a saber que le hubiese pasado si Al no la llevaba a casa.

    Also, I just realized que ese día Ali folla con Konoe y Eris, un tercer polvo con Arata realmente hubiese sido la guinda del pastel del desastre.

    AND GOD ARE THEY TOXIC?

    Es que me imagino lo que hubiese pasado si Altan al final decidía besarla de nuevo y uf. Siento que si hubiesen seguido ya no hubiese habido vuelta atrás y hubiese sido jodido como pocas cosas, es decir, TOXIC COMO SU RELATIONSHIP. Por suerte Altan consigue reaccionar y bueno, se va alv y Ali sigue alv, pero al menos no se van a la super alv also te imaginas la embolia que le da a Joey si se entera que Ali se tira a su archienemigo gasp

    Bueno, al menos me alegra que ambos hayan superado ese issue y idk, medio se aguanten o algo (¿) AND NO ME OLVIDO QUE ALTAN HA DICHO QUE PREFERÍA QUE LA OTRA LE TOCASE LOS COJONES A ESTAR COMO ESTABA ND HONESTLY SAME. Pero dw, baby, ella está lista para molestarle en cuanto mejore la cosita(¿)

    The King of Coins x XIII x The Knight of Wands

    Sis, como se nota que por esta época hablamos un montón por privado porque te aventaste tantos fics seguidos relacionados con mis niñas JAJAJ culpa de mi fangirleo, ups.

    BUENO SIS Emi y Shio son tan gays, no puedo con ellas JAJAJAJA confirmo que si no fuese por Hiro las estúpidas se hubiesen comido ya la boca o estarían en proceso de ello, cuz I mean, ¿has visto lo weak que es Emi por Shio? Pues eso.

    La verdad es que me hace gracia a la pendeja de Emi invitando a Shio como si nada mientras está con los otros tres, ¿sabes? She is shy but also seguro en algún momento piensa que: huh, igual he follado con los tres, ¿qué mínimo que dejarme invitar a una amiga? (¿) Que me hizo gracia el detalle de que no fuesen a uno de los pubs a los que suelen llevarla a ella. Me imagino a Emi así de: ¿huh? ¿qué onda? But then: ah, so solo a mí me llevan a sitios más turbios, I AM SPECIAL. Cuz she is stupid like that (?)

    La escena del baile god me la imagino tan sensual i cannot. Siento que realmente es así, ¿sabes? Que las estúpidas necesitan un poco de alcohol y empezar a soltarse la mano, un poco tímido de inicio, y ya una ve iniciado el desastre… no habría vuelta atrás. Ni siquiera cuando vuelven con cerbero, they so stupid (¿

    Joey es todo un afortunado, siempre viendo a señoritas haciendo cosas más que interesantes. Y bueno, Shio-chan, no puedes ponerte tontorrona con Emi delante de Kat y Joey y pretender que luego no le caigan encima como lobos que son. I MEAN YOU LEFT KNOWING EMI IS GOING TO BA EATEN, YOU BITCH.

    Well, not that she cares that much. She wants it, actually (?

    Y ahora, pasando a la zukulemcia 7u7

    ME PARTO, NO RECORDABA QUE LE HACÍA UNA MAMADA JAJAJA puta loca. But is it weird que me haya dado cuenta con esto que ahora las tres tenemos a una pendeja al menos que lo ha hecho? Ya sea in rol o en fic. No sé, me ha hecho gracia, we are cerbero indeed (¿)

    En fin, qué decir, que la zukulemcia está bien pinche zukulemta. A Shio le gusta duro y, mira, ¿quién la puede culpar? En esa academia llena de putos pervertidos bien kinkys, no es nada nuevo tampoco. ¿Y el choking kink? On fucking fire. I am so proud (???)

    Obviamente nunca falta el after sex bien cute como debe ser cuz we dirty bitches but also soft babys (¿)

    * * *
    ¿Sabes? Quería aventarte ya un comentario completo y eso, pero LA VERDAD, estoy kinda orgullosa por tan siquiera haberme aventado unos cuatro ficazos seguidos (el altanna lo comenté antes (?) así que te lo voy a aventar así y sha. Obviamente seguiré leyendo y comentando, pero como voy a mi ritmo pues tampoco me parece tan mala idea ir dejándote estos para que los disfrutes uwu <3 espero que los disfrutes(???
     
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    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Drama
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    50
     
    Palabras:
    4217
    La cantidad de tiempo que me tomó escribir esta shit no es ni normal, tampoco terminó de gustarme pero mira escrito está y se tiene que publicar (?) Es canon a partir de la noche del día nuevo, es decir, el anterior.

    Por otro lado, gracias Gabi por el tocho de comentario ;; lo amé ♥

    Sigo con Shiori en Justice mode y miedo me da.




    I lit my pain on fire
    and I watched it all burn down.

    Now I'm dancing in the ashes.
    .
    I'm burning in the heavens
    and I'm drowning in a hell.
    My soul is in a coma
    and none of my friends can tell.
    That I'm reaching out and getting nothing.
    This is just a story of a broken soul.

    XVIV
    [​IMG]
    The Three of Swords
    x
    The Justice

    .
    What is right . Loneliness . Emotional pain .


    | Cayden Dunn |
    | Shiori Kurosawa |

    *

    *

    *


    Si alguien me dijera que esa escuela estaba maldita se lo creería aunque sonara a delirio de fiebre desde fuera, se lo creería porque había visto a sus yōkai, yo mismo era parte de ellos de una forma distinta a los que conocí ese día.

    Para ser una rata de la calle me ponía demasiado quisquilloso.

    Cuando las clases terminaron recogí mis cosas, procedí con las de Sonnen y fue cuando estaba con eso que la albina con la que lo había visto interactuar los poco días que llevaba allí se acercó. Tenía una cara de preocupación terrible.

    —Disculpa —comenzó—, ¿Al te dijo algo?

    Imbécil, podías haberle dicho.

    —Me escribió hace un rato diciendo que se fue a casa temprano, aparentemente no se sentía muy bien. Le llevaré sus cosas, no te preocupes. —Me ajusté la mochila ajena—. Seguro te escribirá cuando se sienta mejor.

    Me faltaban todas las piezas, absolutamente todas. No tenía la menor idea del hilo que me conectaba con Jezebel Vólkov por rebote, proveniente directamente de una de las cabezas de Cerbero, y que el otro ya se había enterado. Sabía que era un imbécil de proporciones colosales, lo intuía al menos, pero cómo mierda iba a saber yo que iba a pretender desligarse de la chica sin ninguna clase de anestesia.

    Lo único que sabía era que habíamos tenido el problema de Kurosawa, que Usui se había largado de Tokyo y un montón de cosas habían sido en vano. Por mi cabeza jamás iban a pasar el resto de mierdas, ni siquiera un tercio de ellas, para mí Sonnen podía haberse largado porque simplemente tenía dolor de cabeza, malestar estomacal, principios de un resfriado.

    Maldito ingenuo.

    El hijo de perra estaba meado por elefantes.


    No me quedó más que despedirme de la chica y retirarme, ella se fue con una amiga suya de la otra clase pero aunque no era ningún genio sí que lo noté, la ligera molestia que se coló en su voz cuando se despidió de mí. Antes de irme le dije a Sonnen que me enviara la ubicación de su casa para pasar a dejarle las cosas, tardó un rato pero la recibí cuando ya llevaba como medio camino del viaje de regreso.

    El estaba terminando de ocultarse para cuando llegué a la estación, los colores que danzaban en el cielo seguían siendo parecidos a los que yo cargaba encima y me distraje un par de segundos observando el firmamento amoratado. Había tenido una idea casi estúpida, ya cuando estuviera allí vería si la llevaba acabo o solo seguía con mi vida.

    Al llegar a la dirección toqué el timbre, la que salió fue una señora japonesa que asumí sería la criada de la casa o algo del estilo.

    —Buenas —saludé haciendo una ligera reverencia—. ¿Está Altan?

    —Ah, ¿eres amigo suyo? —preguntó con genuina curiosidad como si no llegara nadie a preguntar por él nunca—. Llegó a casa hace horas y no ha salido de su habitación, tenía mal aspecto.

    —De acuerdo, ¿podría darle esto? —Extendí la mochila del idiota hacia ella—. Son sus cosas, las dejó en la escuela.

    —Es muy amable de tu parte haber venido a dejarlas, gracias…

    —Dunn.

    —Dunn-kun. —Tomó lo que le alcancé e hizo una reverencia—. Gracias, siéntete libre de venir a verlo cuando quieras.

    Not that I'm interested.

    —Claro, gracias. —Había dado un par de pasos con intenciones de retirarme cuando recordé algo—. Ah, ¿de casualidad sabe dónde viven los Kurosawa?

    La mujer dejó la mochila junto a la puerta para asomarse fuera de la propiedad, señaló una casa casi al frente, de aspecto bastante tradicional.

    >>Muchas gracias. Que tenga buena noche.

    Hundí las manos en los bolsillos de la chaqueta, miré a ambos lados de la calle y finalmente crucé sin ninguna prisa.

    No era que me hubiese fijado demasiado pero teniendo en cuenta lo del cachorro, que me lo había dicho Arata a mitad de las clases de la tarde por mensaje, al final terminé por asumir que Kurosawa no había ido a la escuela ese día y que necesitaba algo que la animara, lo que fuese.

    ¿Qué si asumí que vivía cerca de Sonnen luego de la otra noche? Pues sí, tampoco había que tener un IQ superior para llegar a esa conclusión, era algo que hasta un imbécil como yo podía saber. Además por las características de nuestra relación con Yako lo cierto es que varios no teníamos idea de dónde vivía específicamente.

    Repetí el ritual de tocar el timbre; esperaba que me abriera alguno de sus padres pero fue ella la que abrió la puerta luego de un rato. Llevaba el cabello bastante desarreglado, las ondas no tenían dirección alguna y el flequillo mucho menos. Tampoco tenía pinta de que hubiese dormido realmente, parecía tan cansada que sentí que iba a desplomarse allí mismo.

    —Cay-senpai. —No había cuota alguna de emoción en su voz.

    Heyo, enana.

    No sé de dónde mierdas me salió decirle así, como si no fuese yo un puto japonés de cepa y toda la cosa, pero Dios, se veía tan mal que había perdido por completo su esencia. Había perdido el rostro que había robado de Yako y era doloroso porque ahora que la había conocido ella era lo único que quedaba de nuestro alfa, de nuestro hermano mayor.

    Shiori Kurosawa era el centro del mundo de Yako y no habíamos sabido protegerla, habíamos llegado tarde para siquiera intentarlo.

    ¿Qué nos quedaba ahora?

    Ser sus pilares.

    Porque ella, que obviamente era uno, se había desmoronado.

    —¿Pasó algo?

    —De verdad lamento todo lo que pasó, Kurosawa. —La voz me bajó de tono, salió suave, conciliadora, y vi en su rostro que estuvo por fracturarse allí mismo—. Pero no estás sola, ¿oyes?

    Asintió apenas con la cabeza y desvió la vista a algún punto detrás de mí.

    —Dunn, ¿también eras amigo de Aniki?

    Aniki.

    Así… Me había dejado llamarlo Yako.


    —¿Te lo dijo Shimizu? —La chica asintió—. Lo era, sí. De hecho a veces también llegué a llamarlo Aniki.

    —¿De verdad?

    —Ajá, parecía gustarle eso de ser un hermano mayor para todo el mundo. —Llevé la mano al bolsillo interno de la chaqueta—. Supongo que aprendí eso de él, quiero cuidar a los que me importan como Aniki nos cuidó a nosotros.

    Comprimió los gestos entonces, ya prácticamente incapaz de contenerse más y le dediqué una sonrisa ligera, casi a forma de disculpa.

    No crying allowed~ Las chicas bonitas no deberían llorar tanto, ¿no crees? —La tontería al menos consiguió arrancarle una risa y entonces extendí el sobre hacia ella. Había que ver, me estaba desenvolviendo con una soltura que no era ni normal pero todo era porque la chiquilla necesitaba algo a lo que aferrarse en ese momento—. Alguien me envió con un mensaje para usted.

    Inhaló aire con fuerza, puso sus piezas en orden y estiró la mano para tomar el sobre. Al sacar la invitación abrió bastante los ojos e intercambió miradas entre el sobre y yo. Era evidente que sabía que ese misterioso alguien era yo.
    No me interesaba cuántas piezas tenía, nos habíamos conocido en circunstancias un poco raras de por sí.

    —¿La casa de los Akaisa?

    —Digamos que me robé una fiesta, al menos las invitaciones y toda la atención inicial —dije como si no fuese nada del otro mundo—. El resto no me interesa demasiado en realidad.

    —Pero mírate nada más, borrego degollado~ robándole un evento a Katrina.

    —Algo de atención no está mal, ¿o sí? —Le dediqué una sonrisa bastante altanera—. Así, señorita, ¿me haría el honor de ser mi acompañante oficial la noche del sábado?

    Parpadeó un par de veces como si no terminara de procesar lo que estaba preguntándole, tenía los ojos cristalizados pero al final había conseguido no soltarse a llorar y pensé que su fuego parecía una fogata bajo el agua.

    En el fondo confiaba en que no se hubiese apagado, que los lobos no hubiesen conseguido ese triunfo, porque era el mismo fuego de su hermano y si se extinguía no quedaría nada de Yako en este mundo.

    En mi puta vida me hubiese atrevido a preguntarle eso a nadie y de hecho no tenía ninguna segunda intención pero ni de coña, no estaba buscando ligarme a la chica ni nada, era solo mi burda manera de extenderle la mano.

    El intento era bastante lamentable porque de por sí nunca se dio a entender que tuviese que llevarse a nadie como acompañante a la fiesta, pero teniendo en cuenta las circunstancias fue lo que se me ocurrió y supongo que era suficiente. Además, si se parecía a su hermano tanto como creía había cosas que debía vigilar.

    La jodida ira silenciosa, surgida directamente de su necesidad de control.

    Control que había perdido.


    —Le crucé la cara a Katrina de una bofetada.

    —¿Qué?

    Estiró la mano hacia mí logrando sujetarme de la muñeca antes de que pudiese reaccionar y me hizo entrar a la casa, cerrando la puerta tras de sí. Pareció repensar sus palabras aunque soltó lo mismo de sopetón.

    —¡Qué la abofeteé, senpai!

    Holy fuck.

    Traté de contenerlo, de verdad que sí, pero la sola idea de que Akaisa hubiese recibido una bofetada de alguien me arrancó una carcajada directo del pecho. Al menos evité echársela encima, giré el cuerpo para reír y aunque busqué su mirada en espera de su reacción parecía tan confundida que me provocó más risa.

    Me tomó lo suyo recuperar la compostura porque entre todo Shiori parecía realmente avergonzada, el color le había subido al rostro y empezó a caminar de un lado al otro murmurando cosas que ya ni entendía.

    —¡No me jodas, Kurosawa! —solté entre risas—. ¡El pobre tanuki, Dios!

    —¡Ya cállate, Cayden! —Me alcanzó los hombros y empezó a zarandearme buscando que parara, pero me estaba descojonando—. ¡Senpai!

    —Ya, ya. Perdón. —Me solté con cuidado de su agarre, tomé aire unos segundos y finalmente busqué sus ojos. Ni me di cuenta que no me había tensado bajo su tacto—. Da igual, ¿crees que le importe? Solo quiere un montón de gente en su fiesta y ya.

    Cruzó los brazos bajo el pecho, soltando un suspiro que sonó más como un bufido y pareció pensárselo seriamente un rato. Quiero decir, entendía perfectamente que la chica no quisiera aparecerse en casa de la persona que había abofeteado, pero también era claro que sabía que tenía razón.

    Buscó mis ojos entonces, luego de que parecía haberse decidido y le sonreí con calma, esperando su respuesta.

    —Bien, ¿pero dónde se supone que consiga un vestido y toda esa mierda?

    —Linda, ¿con quién piensas que estás hablando? —Solté una risa nasal mientras regresaba las manos a los bolsillos—. Si atajaste el sobre tienes cierta información, ¿qué tanta?

    —Que usas la cara de borrego degollado para montarte un escenario y lo de tu apodo.

    Agehachō. No tengo que golpear a nadie para conseguir lo que quiero, sí, y digamos que tengo contactos. ¿Cuánto dinero tienes?

    —Me quedan unos ahorros del trabajo que tomé en vacaciones.

    Regresé sobre mis pasos, abrí la puerta y la invité a seguirme con un movimiento de cabeza. No era muy lejos y no creía que hubiese problema en atendernos incluso tan cerca de la hora de cierre, aunque de todas formas bastaba una llamada.

    Trastabilló antes de decirme que esperara. Subió a su habitación, luego de unos minutos regresó con el cabello atado, una chaqueta que le iba grande, tennis y acomodando los últimos billetes que seguro había sacado del armario o vete tú a saber de dónde.

    Cerró la puerta principal sin prisa, se guardó las llaves y pronto estuvimos caminando en dirección a mi destino.

    El sol ya había caído pero todavía no era tan tarde, además estábamos en Chiyoda, el ambiente en sí no se tornaba tan pesado como ocurría en Shibuya y Shinjuku así que realmente podíamos estar tranquilos. Incluso si no fuese el caso, lo cierto es que la chica ya había salido de la mira de los lobos, así que tampoco había cosas específicas por las que tuviéramos que preocuparnos.

    Era innegable por otro lado que me fastidiaba el hecho de que hubieran usado a Kurosawa como carne de cañón, sabía que a Shimizu también y a todo el resto que estaba enterado del asunto. No era solo porque habíamos estado por desplegar una fuerza armada en cosa de días, sino porque habían destrozado a la persona que nuestro líder había intentado proteger hasta el último momento de su vida por amor al arte.

    En fin, no tenía caso joderme el humor con eso ahora mismo.

    La vi alzar la vista al cielo sin dejar de caminar a mi ritmo y luego de un rato abrió la boca por fin.

    —¿Cómo era Aniki con sus amigos, senpai?

    —¿Hmh?

    —Shimizu-senpai me dijo que te preguntara a ti, que eras mejor para responder este tipo de cosas.

    —¿En qué mundo? —atajé de inmediato y suspiré con pesadez—. Arata tiene que aprender a cerrar la boca, de verdad.

    La chica soltó una risa bastante floja sin detener sus pasos ni nada y regresó la vista al frente. Me había bastado la noche del Hibiya y el día del desastre para saber que ahora, quisiera o no, iba a tener que responderle la pregunta. En cualquier caso me tomé mi tiempo para ordenar las ideas, tampoco había mucho caso en pretender ocultarle algo ya aunque la enana no se hacía ni una idea del alcance que había tenido su hermano en la calle.

    —Le gustaba tener todo en orden, siempre. No era controlador de forma visible pero sabía colarse bajo las personas para mantener todo a su alcance. Era amable, cálido y protector con todos nosotros, ya sabes, como un buen hermano mayor. —No logré contener la sonrisa que se me formó en los labios mientras hablaba—. A veces cuando nos juntábamos todos el idiota llegaba con latas de café, paquetes de frituras y dulces para todos. Como si fuéramos críos de seis años, no sé, creo que le gustaba consentir a la gente y nosotros, bueno, éramos chicos simples.

    Nos dejábamos cuidar y consentir.

    Otra risa de su parte, me miró con el rabillo del ojo y sentí la burla impresa en su mirada a pesar de ser indirecta.

    Oh come on.

    Al menos eso era más parecido a su personalidad original.

    —¿Entonces te dejabas cuidar como un niño bueno?

    El color me subió al rostro, sentí el hormigueo en las mejillas y solté el aire de golpe.

    —¿Es un pecado querer un hermano acaso? —espeté y ella negó suavemente con la cabeza.

    —¿Eres hijo único, senpai?

    —Sí.

    —Y arisco que te cagas.

    —¿Bueno era esto una lista de mis defectos o estamos hablando de tu hermano? —Por suerte supe cambiar la sintonía a tiempo, porque estuve a punto de llamarlo Yako en sus narices.

    —No, decía porque quizás una cosa tenga que ver con la otra.

    Nunca me había parado a pensarlo realmente, en si la historia hubiese sido distinta si hubiese tenido un hermano ya fuese mayor o menor con el que pasar el tiempo, aunque lo ponía en tela de duda teniendo en cuenta que tampoco era que hubiese crecido solo como tal. Tenía a mis tíos, gente además de mi madre que pasaba en casa regularmente, a la que dejaba ingresar en mi espacio pero apenas tenía que lidiar con alguien fuera del círculo la cosa cambiaba.

    —No creo —admití entonces—, aunque tampoco es que me quite el sueño.

    —Antes me dejaste tocarte.

    Cierto.

    —Eres una extensión de Aniki —murmuré aunque sabía que superponer figuras en las personas era un asunto muy jodido—, al menos así lo entiende mi cerebro. Ahora que no está y que te conocí siento la responsabilidad de estar pendiente de ti.

    Como él hubiese querido.

    —Me reconociste, la noche en el Hibiya.

    —Al vuelo, Arata también pero vamos, es que no hay forma de no hacerlo, eres idéntica a él.

    —¿Se supone que estuviese allí?

    —No. —No iba a mentirle, la chica ya había estado con la mierda hasta el cuello de por sí—. No solo no se suponía que estuvieras allí, tampoco entraba en mis cálculos que aparecieras con Sonnen.

    Estaba soltando demasiada información, ¿no?

    —Es peligroso asumo.

    —¿Altan o dónde nos encontraste a todos con él?

    —Ambas.

    —Ambas, sí. Quiero decir, el otro parece más un peligro para sí mismo y personas fuera de su círculo pero el punto es el mismo, aunque ya eso debes saberlo teniendo en cuenta con quién fuiste a terminar saliendo. Niña, ¿tanto te va el puto peligro? —Me pasé la mano por el cabello, sacándome el flequillo de la frente—. El Hibiya es un nido de carroñeros, por otro lado, y también de otras personas de dudosa moral a cierta hora de la noche.

    No añadió nada más, siguió caminando sin prisa y sin pararse a preguntar a dónde mierdas estábamos yendo ni nada. No sabía si alegar esa falta de preguntas a que su fuego estaba consumido a medias o a que por la razón que fuese confiaba en mí porque se había sincronizado conmigo y era amigo de su, ambas posibilidades entraban en juego y supongo que no me quedaba más que esperar a averiguarlo en un rato.

    El tráfico a esa hora todavía era algo pesado ciertamente, así que tampoco era que tuviéramos demasiado silencio a nuestro alrededor ni nada, pero al menos una parte de la tensión, de la ira silenciosa había dado tregua. Eso creía sentir, pero vete a saber.

    Unos quince minutos más tarde o así, porque nos detuvimos un rato a beber un par de sodas junto a una máquina expendedora, llegamos al lugar. Era una tienda bastante escondida entre las callejuelas, no iba a mentir, pero confiaba mil veces más en esa tienda que en las de Akihabara la verdad.

    Habían un par de maniquíes con vestidos de fiesta en la ventana, así que tampoco que tuve que poner a dar explicaciones ni nada.

    —Permiso —dije empujando la puerta, justo cuando entré salió de una suerte de habitación interior la encargada—. Buenas noches, Shimazaki-san.

    Era una mujer de mediana edad, bastante baja y siempre vestida de forma elegante. El cabello negro con algunas hebras plateadas estaba sujeto en una coleta alta bastante pulcra, la gracia es que a pesar de su aspecto acicalado igual llevaba una cinta métrica colgada al cuello.

    Shimazaki Sakura era una mujer orgullosa, hábil y sumamente orientada al detalle que no por nada presumía haberse graduado de Bunka. No tendría una tienda enorme ni estaría supliendo a los grandes departamentos, pero mantenía su negocio propio con mucho más interés que cualquier otra diseñadora que hubiese conocido en mis andadas, disfrazándome de niño bien o algo así.

    —Ah, Dunn-kun. ¿Vienes acompañado?

    —Kurosawa Shiori. —Se presentó con una reverencia, Shimazaki le dedicó una leve sonrisa.

    —¿Cuál es la ocasión esta vez? ¿La boda de algún conocido? ¿Otro evento importante de tu padre, Dunn-kun?

    —Yo tengo lo que necesito, Shimazaki-san, gracias. Venimos por algo para Kurosawa, tenemos una fiesta de gala el sábado, mascarada y toda la cosa. —Recorrí el espacio, que tampoco era demasiado grande de por sí, y me dejé caer en un sillón de aspecto antiguo que tenía cerca de los vestidores—. Sé que tienes algunos vestidos de alquiler, de encargos particulares que se usaron una sola vez y son más cómodos.

    No había ni terminado de hablar cuando ya la mujer había volcado la atención en Shiori, le había pedido permiso para invadir su espacio y estaba tomándole medidas con una concentración que ya desearía yo tener en la escuela.

    —Podría adaptar a sus medidas cualquiera que le guste, sin problema. ¿Para cuándo lo necesita?

    —Sábado a las siete.

    —¿Alguna preferencia de colores, Kurosawa-chan? —preguntó mientras se regresaba la cinta al cuello—. ¿De qué color es la máscara que vas a llevar? ¿Van juntos?

    —Ninguna preferencia, todavía no tengo la máscara. —Me dirigió una mirada bastante discreta—. Y sí.

    —¿Vas a llevar el traje que te entregué la semana pasada o el anterior, el azul naval?

    —El reciente —respondí luego de acomodarme a mis anchas, subiendo las piernas al brazo del sillón y apoyando la cabeza en el otro.

    Afirmó con un simple sonido antes de desaparecer en el interior de la tienda de nuevo, tardó un rato y regresó con unos cinco vestidos para ella, los dejó todos en el vestidor para luego indicarle que podía pasar.

    Al principio me pareció que la pobre le daba algo de vergüenza, quizás por no tener idea de si iba a alcanzarle, por estar allí conmigo a secas o por estar eligiendo un vestido para un evento de esa clase. Lo que fuese le duró segundos, porque pronto se zambulló en el vestidor.

    Saqué el móvil del bolsillo para hacer el imbécil en lo que ella se los probaba, revisé las redes, envié mensajes, leí cualquier mierda y en algún momento estuve por quedarme dormido. Evidentemente ella sabía que no tenía por qué salir ni nada, así que tampoco esperaba que me dejara verla.

    —Senpai. —Su voz se alzó apenas para alcanzarme y me sacó de mi adormecimiento—. ¿Vienes un momento?

    Me enderecé, sintiendo la espalda algo resentida por la posición y caminé hasta el vestidor, toqué la puerta para hacerle saber que estaba afuera; ella la empujó suavemente, abriendo apenas una rendija que me hizo entender el mensaje y abrir por completo.

    Lo que me recibió fue su espalda, luego su reflejo en el espejo frente a ella y al detallarla se me formó una sonrisa en el rostro.

    Era del color de la mecha que había desaparecido.


    —Me alegra que sepas exactamente cuál es tu color, enana —dije y estiré las manos apenas para alcanzar los tirantes, ajustándolos—. Un par de arreglos y te quedará perfecto, ¿no crees?

    —¿Seguro?

    —Segurísimo. Aniki pensaría lo mismo.

    Bastó eso para que la ligera ansiedad que parecía tener encima se desvaneciera y tomara la decisión, de forma que llamé a Shimazaki de nuevo para que hiciera los ajustes correspondientes antes de que la chica se volviese a cambiar.

    Mientras Kurosawa volvía a cerrar la puerta me dirigí a Shimazaki que había caminado hasta el mostrador para apuntar algunas cosas en una libreta.

    —¿Podemos pagarte una parte hoy? —pregunté con una sonrisa ligera en el rostro, bastante inocentona si se quiere—. La chica no carga demasiado dinero.

    La mujer golpeteó el papel con la punta del bolígrafo, pensativa.

    —¿Y el resto el sábado en la mañana cuando vengan por él? —Asentí con la cabeza—. ¿A nombre de tu padre o tuyo?

    —Mío —atajé casi antes de que terminara la pregunta y la mujer me dedicó una sonrisa cómplice.

    Hechos los negocios de turno, pagado el dinero y listo todo acompañamos a Shimazaki a que cerrara la tienda, teniendo en cuenta que le caímos de últimos.

    Pasaban de las nueve ya, así que evidentemente iba a acompañar a Kurosawa a su casa. El recorrido fue parecido al anterior, con charla trivial y otra parada en una expendedora.

    —¿Y bien? —pregunté luego de darle un trago a la soda que me había comprado—. ¿Alguna idea de qué máscara quieres llevar?

    La chica había decidido caminar un par de pasos por delante y aunque todavía parecía decaída en general, había comenzado a tararear una canción, posiblemente de forma inconsciente. Al escuchar mi pregunta guardó silencio mientras giraba el cuerpo para caminar de espaldas y las palabras que salieron de su boca volvieron a fusionar su figura con la de su hermano, al punto de volverlas indiferenciables.

    —Un kitsune negro.

    Zorro de campo.

    Yako.

     
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    Zireael

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    Título:
    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    4189
    De vuelta al negocio, gente (???)

    Ahora que ya todas las cartas están asignadas, por fin puedo usar The Strength aaaaaaa en fin, lo que pasa en este fic es considerado canon para el día actual: lunes 13 de abril. Ocurrió la madrugada y mañana del domingo.

    Aclaraciones como en The Strength:

    • Hikari Sugino: otro pendejo que sale del colectivo, un año mayor que Arata, y es casi su copia en negativo. Son de la misma estatura, Hikari tiene el cabello negro, con la parte de abajo rapada también y los brazos tatuados. Es tan tosco como Arata, pero mucho más serio e introvertido.
    • El que narra es Arata.



    Trying to lose track of the sirens,
    trying to make my way back to the silence.
    You got a one track mind like a drive in.
    I can hear the graveyard sing, now you got me flat linin'.
    .

    And now my blood bleeds quicker than my hеartbeats.

    XXV
    [​IMG]
    The Strength
    .
    OUTBURST . DEPLETION . FORTITUDE .


    | Arata Shimizu |
    | Altan Sonnen |

    *

    *

    *


    The Ace of Swords

    Hay un sonido que sé que ninguno de nosotros ha sido capaz de sacarse de la memoria, es uno que viene con el paquete de la calle, los demonios y las manadas. Lo acompañan las sonrisas de lobos que al final del día todos los que hemos estados metidos en pandillas somos capaces de emular, incluso aquellos cuyo núcleo no es violento por naturaleza.

    Somos capaces de reconocer el sonido de la carne mancillada, de los golpes, y la peste a sangre incluso antes de ser capaces de ver cualquiera de las dos cosas, también escuchamos las sirenas de la policía incluso cuando no ha llegado. Es como si nos hubieran grabado esa información a fuego en el cerebro para que supiéramos cuándo salir corriendo o cuándo lanzarnos en rescate de los nuestros.

    Si alguien me lo preguntara directamente no sabría contestar en qué momento o por qué en específico terminamos en el norte de Akihabara luego de largarnos de la mascarada, imagino que por alguna razón de mierda que ni valió el esfuerzo de memorizar, pero el caso es que allí estábamos.

    Ya habíamos pasado el rato en uno de los parques cercanos a esa área gris entre Chiyoda y Taitō, nos habíamos bajado una botella, fumado algo de la hierba que le saqué al pelirrojo en el beer pong y meado de puta risa por la historia de Kurosawa, de Dunn y Alisha liados por una puta apuesta.

    Joder, que estábamos de buen humor, ¿a quién coño íbamos a engañar? Lo estábamos por primera vez en algunos días y con eso me bastaba, no era que me interesara de forma especial por el humor del culo de Sonnen, pero es que de verdad cuando andaba decaído era un puto lastre. Lo único que me jodía del asunto era eso, que se convertía en un obstáculo cuando era en realidad una pieza dinámica que nos podía ser muy útil.

    El caso es que fuimos por otra botella y otra cajetilla de cigarros a un mercadillo de mala muerte donde sabía que nos iban a vender cualquier mierda sin hacer preguntas, le dije al idiota que esperara fuera y me colé en el establecimiento.

    Era un espacio pequeñísimo, pero la pared del fondo prácticamente no se distinguía entre las botellas de licor que vete a saber de dónde se traficaban. Lo llevaba una mujer de unos treinta y tantos, asumía que era la esposa de algún cabrón asociado a la yakuza a la que ponían a trabajar allí porque supuestamente era su deber.

    La chica debía meterse drogas duras, al menos toda su cara lo decía, ni hablar de su cuerpo; llevaba el cabello casi a la mitad de la espalda, lacio y reseco teñido de un brillante tono de verde neón que bajo la pobre iluminación del lugar parecía alumbrado por luz negra, y sus ojos naturalmente oscuros recordaban bastante a las ciénagas que Sonnen tenía en la cara. En el costado del cuello, en tinta negra, tenía tatuada una mariposa esfinge.

    —Ah, Shi-kun. —Que la hija de puta decidiera acortarme el apellido justo a Shi era para descojonarse, bastaba cambiar el kanji para que significara muerte y era bastante tétrico—. ¿Qué te trae hoy por el barrio tan bien vestido? Pareces un bebé de la yakuza~

    Me había sacado el saco y gran parte de la parafernalia, pero siendo que siempre iba por la vida con camisetas de tirantes y jeans era más de la cuenta para cualquier ser humano que me conociera con anterioridad. Además razón no le faltaba, con la camisa arremangada y algunos botones abiertos el aire de hijo de algún viejo presidente de familia casi me quedaba. Lástima que se me notara que había nacido sin un puto duro en el bolsillo apenas abría la boca.

    Esculqué en el bolsillo, saqué el dinero y lo estampé en el mostrador.

    —¿Me creerías si te digo que vengo de una mascarada de niños pijos en pleno Triángulo del Dragón? —pregunté junto a una ligera risa.

    La chica se volteó para revisar la pared de licores imaginando que iba a pedir lo mismo de siempre y la escuché soltar una risa ronca que la hizo toser un par de veces, era la risa de un fumador crónico.

    —¿En Chiyoda? —preguntó mientras alcanzaba una botella de vodka de calidad decente, tirando a alta, la colocó en el mostrador de un golpe seco y yo asentí con la cabeza—. Joder, Shi-kun, la próxima invita.

    —¿Con tus pintas? Tachibana, no me vengas a joder —contesté luego de largar la carcajada, no creía que fuese a ofenderse y si lo hacía pues mal por ella—. Alcánzame una cajetilla también, de lo que tengas.

    Afuera se empezó a escuchar un alboroto, el ruido llegaba amortiguado y aún así me pareció reconocer los sonidos, las maldiciones. El cuerpo me dijo de inmediato que habían agarrado a un pobre diablo y lo estaban haciendo trizas, vete a saber por qué motivo.

    —Ah, parece que alguien volvió a molestar a Hikari-kun~ —comentó ella haciendo que frunciera el ceño, aún así lo dejé correr.

    Con las mierdas en mano me retiré de ese hueco en el infierno, esperaba ver a Sonnen afuera esperando apoyado en la moto o lo que fuese, pero no estaba por ningún lado. El bullicio no disminuía, de hecho parecía aumentar a cada segundo y entonces sentí la peste a sangre. No la sentí porque estuviese allí o porque fuese tanta que pudiese hacerlo, la sentí por puro instinto, fue casi una reacción del cuerpo y con ella llegó el eco lejano, también ausente en realidad, de las sirenas.

    Siempre las putas sirenas.

    Todos teníamos miedo de que nos agarraran un día.

    Dejé las cosas junto a la moto en un abrir y cerrar de ojos para colarme por las callejuelas, siguiendo el bullicio, la peste a sangre como un perro siguiendo a un ciervo herido de bala.

    La imagen que me recibió en el callejón fue jodida, no tenía ni puta idea de quién mierdas había logrado derribar a un gigante del tamaño de Altan, que encima atacaba con el mismo caos de los omegas, pero no me iba a poner a preguntar. Entre tres lo estaban cerrando a golpes, patadas en el estómago, la espalda y cuanto pedazo de carne tuvieran al alcance.

    Me quedé congelado porque eran tres hijos de puta y aunque era rápido, escurridizo y tenía un cuchillo encima esa mierda era un suicidio, pero más que eso lo que me dejó pegado al suelo fue distinguir los brazos llenos de tatuajes de Sugino Hikari. Apartó a los otros dos con un movimiento de brazo y se ciñó con Sonnen, fue cuando le metió la patada en la cabeza que logré reaccionar.

    Me le fui encima a Hikari, alcancé a desbalancearlo pero recuperó el equilibrio en un segundo y me soltó un golpe en la cara que me alcanzó el pómulo con bastante fuerza, tuve suerte de que no me diera en la mandíbula porque me hubiese mandado a negro de una vez. Creí que no me había reconocido, pero parecía que me había equivocado.

    —¡Apártate, Honeyguide! —espetó y fue hasta ese momento en que noté que tenía los nudillos hechos mierda, cubiertos de sangre ajena—. Viene este puto perro a agarrar a los míos a hostias, como si fuese el rey de la colina, ya sabes lo que pasa con ellos. ¡Así que quítate o vas a acompañarlo!

    Respiraba con tanta fuerza que casi resultaba doloroso, no me moví y el hijo de puta me dejó ir otro golpe, esta vez directo en el estómago. Me sacó el aire de los pulmones, haciendo que quedara fuera de juego un instante, y se le volvió a ir encima a Altan que había hecho un fútil intento de levantarse. Volvió a dejarlo contra el suelo de un solo golpe con la pierna, que para la gracia le dio directo en la garganta.

    Me costó horrores distraerme del aire que no lograba pasar a los pulmones para sacar el cuchillo con el que había rajado el vaso en la fiesta y arrojarlo hacia Sugino, lo lancé con intenciones de que fuese a dar lejos sabiendo que tenía el pulso jodido por el golpe de antes, y por esa variación alcanzó a pasarle silbando por el oído, cerca del cabello.

    —¡Ya deja al hijo de perra en paz, Sugino! —Comprimió los gestos de pura rabia y alzó la pierna. Si le daba con toda la fuerza otro par de veces este malnacido iba a abrirle el cráneo como una nuez a Drácula—. ¡Hikari, para el puto carro, estás por matar al único que puede reemplazar a Yako!

    Regresó el pie al suelo evidentemente contrariado y miró a Sonnen, que respiraba como un perro a medio morir, antes de regresar la vista a mí. Los otros dos de su grupo habían permanecido a espera de órdenes, pero al ver a Sugino dudar parecieron igual de confundidos.

    —¿Este puto pedazo de mierda pretende reemplazar a Kurosawa? —Hasta ese momento yo no le había soltado a Altan el pollo de Yako, imaginaba que Cayden menos y que ni se dijera de Ko-chan, pero confiaba en que estuviera demasiado ocupado tratando de mantener la consciencia como para recordarlo otro día—. No vengas con mierdas, Honeyguide.

    —Habla con Yuzu y Ratel entonces.

    La mención a esos dos acabó por dejarlo acorralado, el pacto con Yuzuki seguía tan vigente como el día que lo habíamos hecho. Si aparecía el sucesor de Yako debíamos responder o íbamos acabar en bolsas de basura, picados tan fino que ni nuestra madre nos iba a reconocer.

    —Saca esa puta basura de aquí, Shimizu, pero como vuelva a poner un pie en Taitō está muerto —soltó de mala gana, haciéndole una seña al par con tal de que lo siguieran.

    Cuando Hikari cedió, retrocedió y con él los otros dos me di cuenta que lo que sea que había hecho Sonnen había sido peor de lo que pensé, porque había creído que se había dado de hostias con uno de los desconocidos, el que llevaba la cara hecha una desgracia. Sin embargo, antes de dejar la callejuela de mierda los vi levantar a un cuarto que había quedado inconsciente en el suelo, tenía la nariz destrozada y estaba seguro de que mínimo le había jodido la mandíbula de un golpe. El infeliz tenía tanta sangre en el rostro como el mismo Altan.

    Joder con este hijo de puta.

    No tenías que ser tan extra, alemán.

    Una vez se largaron llevándose al saco de carne me agaché junto al chico, lo ayudé a girarse y le costó horrores, dejó salir maldiciones en todos los putos idiomas que le corrían por el cerebro y más de una queja de dolor, la voz con costos le salía. Cuando logró apoyar las manos en el cemento, la sangre espesa caía de su rostro al suelo y escupió varias veces en un burdo intento de sacarse la sangre del paladar, aunque no sirvió de nada porque debía tener alguna herida en el interior de la boca.

    Estaba al borde de perder la consciencia y aún así una risa ronca, amortiguada por la sangre y la saliva, le surgió directo del pecho. Hizo eco en las paredes, el suelo, mi propio cuerpo y regresó a él como una vibración. Logró lanzarme un escalofrío por la columna, porque lo noté sonreír en ese estado, con los dientes enrojecidos y la sangre resbalando de su boca como si fuese un genuino lobo.

    —Vamos, baby boy, hora de levantar el culo —murmuré y me las arreglé para pasar su brazo encima de mis hombros obligándolo a levantarse.

    Se cagó en mis muertos, debió decirme hasta de qué me iba a morir en inglés, pero se levantó y pude medio arrastrarlo hasta la moto. Me las arreglé para colocarle el casco que cargaba aunque nunca usaba, porque solo faltaba que lo matara porque se cayera y se reventara la cabeza, y recibí más maldiciones. Cuando de milagro conseguí acomodarnos en la motocicleta tuve que obligarlo a sostenerse de mí, pero aflojó el agarre de una.

    Mierda. Mierda. Mierda.

    No te mueras aquí, pedazo de mierda. Estoy hasta la polla de dar malas noticias.


    —A ver, campeón, necesito algo más de voluntad. —Nada. Me las tuve que arreglar para sacar la corbata del bolsillo, hacerlo sujetarme de nuevo y básicamente atarle las muñecas—. Mira que nunca negué que me pusiera esto de atar a la gente, hijo de puta, pero hubiera preferido hacerlo sin que sangraras encima de mí.

    Ni en un momento como ese logré ponerle seriedad a nada, era mi talento y a la vez mi condena aunque seguramente sin mi eterna burla no habría podido arrastrar a este imbécil hasta Shinjuku en una moto y estando al borde de perder la conciencia.

    Tuve que meterle gas como nunca en la vida, arreglármelas para mantener su equilibrio junto al mío y aproveché una diminuta pausa que hice con tal de acomodarlo para hacer una llamada.

    —¡Yuzu! —grité apenas alzó el teléfono, acelerando de nuevas cuentas—. Te necesito en Shinjuku para ayer, en casa. Llevo a Sonnen al borde de perder la conciencia, Sugino… Fue Sugino. Me cago en la puta, ¡Hikkun, casi lo mata!

    Esa clase de desesperación solo debía habérmela escuchado el día que llegué con la noticia de que Yako estaba muerto. Ni siquiera recordaba la última vez que había usado ese apodo para referirme a Hikari, debía ser un puto crío de menos de catorce.

    Ni siquiera respondió nada, colgó de nuevo y supe que se había puesto en marcha en cosa de segundos. Habría hecho llamadas una y otra vez hasta dar con lo que necesitaba, un auto y todo lo necesario para atender a este saco de boxeo, de manos de la farmacia en donde trabajaba su madre.

    En la callejuela había quedado mi cuchillo y en la calle, frente al negocio de cuarta de Tachibana, la botella y los cigarros.

    El cielo estaba nublado.

    .
    .


    .
    .

    Tuve que meter a Sonnen a la casa a trompicones, no sé ni cómo logré subirlo a la habitación y dejarlo en el futón sin terminar de matarlo o despertar a toda la cuadra. Ya no sangraba profusamente, una buena parte la había absorbido mi camisa, pero al menos no dejó tanta en el suelo.

    No sentía afecto por ese idiota como tal, no podía comparar nada de lo que me provocara con el cariño profundo que le guardaba a mis chacales o a mi familia. Altan era una pieza y si lograba subir hasta tomar el lugar de nuestro rey, aunque hibridado con el caballo del shōgi, quizás podría empezar a verlo como un hermano. Sin embargo, ahora no era más que eso, una pieza en veremos.

    Y le había salvado el culo por eso, había puesto mis habilidades a su servicio por el mismo motivo.

    El hijo de puta de Hikari no se había contenido ni un poco con su mierda y no sabía todavía qué coño había pasado realmente, me faltaban un montón de detalles y fragmentos que sólo podría pedirle cuando pudiera tener parte de su consciencia de vuelta.

    Ni diez minutos después recibí una llamada de Yuzu, así que salí a abrirle la puerta y la hice pasar a la carrera. Cargaba consigo un maletín que debía ser el de médica loca, pero no pregunté nada y cuando me dijo que me saliera de la habitación para revisar a Sonnen tampoco puse resistencia, la dejé con él y bajé al baño, donde me encerré tratando de regular mi respiración desastrosa por el esfuerzo casi titánico de arrastrar al mastodonte.

    Me miré en el espejo, tenía la camisa llena de sangre ajena, también los brazos, las manos y la hostia de la cara de puro milagro no se me estaba hinchando. Estaba lleno de sangre que ni siquiera era mía y no me provocaba lo más mínimo, porque no era la primera ni sería la última vez. Era, después de todo, un jodido loco de los cuchillos.

    No me quedó más remedio que tirar la camisa ensangrentada, porque su puta madre iba a ponerse a sacar la mancha, y escarbé por una camiseta entre la ropa que estaba colgando en las perchas del baño. Cuando salí pasé directo a la cocina, abrí el congelador de la refrigeradora, saqué una bolsa de gyozas congeladas y me las aplasté contra el golpe de la cara para reducir la inflamación incluso antes de que apareciera con fuerza.

    Pasaron minutos, asumo que horas y para cuando Yuzu dejó la habitación había estado por quedarme dormido en la mesa, cabeceando. Traía las manos llenas de sangre, así que se las enjuagó en el fregadero antes de sentarse junto a mí.

    —Es posible que tenga una fisura en alguna costilla, de milagro no tiene fracturas en algún sector de la mandíbula o las extremidades, sabes que Sugino es el primero en romper huesos cuando se le va la cabeza —comentó en voz baja, imaginé que para no perturbar el sueño de los demás—. La mayoría de la sangre venía de la nariz y los labios, debieron reventarlo en los primeros dos golpes, luego lo usaron de piñata. Tiene algunas heridas abiertas, nada que requiera sutura, pero tiene que descansar y ahora no puedo medicarlo para el dolor porque estaban bebiendo y fumando, no tiene sentido que lo haga. Dejé pastillas en tu habitación, dáselas en la mañana, hay un frasco de gotas… Es tramadol, si se queja demasiado o parece estar sintiendo mucho dolor dale veinte gotas sin titubear un segundo.

    Asentí con la cabeza casi en automático, guardamos silencio unos minutos y fue ella quien lo rompió.

    >>¿Se puede saber qué coño pasó? Tuve que explicarle a Sugino un montón de cosas de camino aquí.

    —No tengo idea, cuando llegué ya los tenía encima… Sugino dijo que él empezó, lo que no es raro, cuando se fueron se llevaron a uno arrastras. Sonnen dejó a uno de los de Hikari medio muerto y no tengo idea de por qué.

    La escuché suspirar con pesadez, se pasó las manos por el rostro en un evidente gesto de cansancio y finalmente me miró.

    —Murmuró cosas mientras lo revisaba, muchas parecían un sinsentido al menos la mayoría, pero no parecía arrepentirse de una mierda —murmuró otra vez, incluso más bajo—. Dijo que no iba a dejar que ningún lobo tocara a una chica en tanto él pudiese hacer algo por evitarlo, lo que fuese. ¿Vas a decirme que Sugino tiene putos violadores en sus filas?

    El detonante.

    —Dudo que sepa lo que se coló en su barrio si es el caso, no lo habría defendido de ser así porque eso fue lo que nos enseñó Yako.

    O eso quería creer, pero incluso los corruptos podíamos superarnos a nosotros mismos.

    Cerca de las cuatro de la madrugada Yuzu se fue y yo subí a la habitación, la chica lo había dejado bien cubierto, vendado donde hiciera falta y hasta parecía haberle revisado el móvil. Imaginé que habría enviado algún mensaje a sus padres por él, para inventarse alguna excusa de mierda por un par de días al menos.

    Quisiera o no tuve que dormir casi a un lado del estúpido, pendiente al menor movimiento o queja que me hiciera despertarme y meterle un chute de tramal así por las buenas. No era demasiado diferente a cómo dormía normalmente, con un ojo abierto.

    A alguna hora de la mañana me incorporé con pereza, aturdido, y entonces sí lo noté. El pobre diablo estaba bañado en sudor, seguramente se lo estaba llevando el puto demonio del dolor en todo el cuerpo, se revolvía y se quejaba aunque no estaba del todo despierto, así que no me quedó más que despertarme por completo, ir por un vaso de agua y revolver las gotas para obligarlo a beber. El par de tragos de agua con el medicamento parecieron terminar de despertarlo, abrió los ojos apenas y me resultaron jodidamente opacos.

    Hizo por dónde incorporarse y fruncí el ceño, empujándolo de regreso al futón.

    —¿A dónde coño crees que vas, imbécil?

    —La escuela.

    —Es domingo, estúpido. Ya deja de dar por culo y descansa, de nada sirves así de todas formas.

    Frunció el ceño que dio gusto incluso con la inflamación de los golpes se notó, pero volvió a acomodarse, acurrucado entre las mantas como un perro golpeado.

    —Tengo que ver a Anna —susurró dormido que te cagas, todavía con los gestos comprimidos ya no sabía de si molestia emocional o de dolor físico—, preguntarle cómo está y decirle a Jez que no pasa nada, que estoy bien y…

    —Y tu puta madre, Sonnen, no vas a ver a nadie con esta cara de que un camión de seis ejes te pasó por encima.

    Siguió refunfuñando pero acabó por quedarse dormido cuando las gotas le hicieron efecto, todavía se quejaba de vez en cuando pero tan siquiera el sudor se le redujo y también pudo relajar las facciones en algún momento.

    Me quedé un par de horas allí sentado junto a él, vigilándole el sueño y pensando en cómo mierda iba a justificar semejante paliza frente a sus padres, la famosa Anna, la albina y hasta frente a Kurosawa. No había excusa que valiese, lo habían dejado como una bolsa de carne molida.

    Lo más preocupante era la amenaza de Sugino eso sí, porque como asomara la cara en Taitō estaba muerto si no cambiábamos las cosas. A mí no iba a creerme, Yuzu y Ratel aunque firmes podían pecar de bruscos, no sabía ni qué mierda hacer.

    ¿Debía decirle realmente a Anna? Para empezar debía ubicarla aunque ni enterado estaba que era el tanuki con petardo en el culo de la fiesta, no le había prestado suficiente atención a la cría para saberlo.

    ¿A la albina?

    ¿A Ishikawa porque era el único ser humano decente que conocía?


    ¿Para qué coño iba a preocupar a tanta gente?

    Las opciones se me acabaron, terminé por quedar solo con una y debía confiarle un montón de tareas a Dunn dado el caso, desde hablar con Sugino hasta montarse un huevo de excusas para la ausencia de Sonnen hasta que no pudiese retenerlo en casa.

    Como nos echáramos a Hikari en la bolsa de enemistades íbamos a perder muchas cosas.

    Recosté la espalda contra la pared cerca de la puerta, con las rodillas flexionadas, y dejé caer la cabeza entre los brazos. Suponía que si lo que le había soltado a Yuzu en el delirio era cierto, al menos podíamos decir que enemistarnos con Sugino y con todo Dios que hiciera falta había servido de algo, para salvarle el culo a una chica. No era la primera vez después de todo, Welsh podía dar fe de que este idiota la había sacado de la calle cuando se la hubiesen comido viva.

    —Para acabar con los lobos debes convertirte en uno de ellos de vez en cuando, ¿no, cuervo? —murmuré para mí mismo.

    Todo sea para aplastarles el cuello de un mordisco.
     
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  17. Threadmarks: XXVI. The Justice (Al)
     
    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Drama
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    Me toretticé pero de una manera que no me lo creo ni yo JAJSHDJES *c mata* pasé por un montón de canciones y al final, para mi propia desgracia, recordé esta joyita del absolute emotional pain.

    Ahora sí, es la versión del desastre del fic anterior pero desde Altan que fue al que le llovieron los putazos como los peces que multiplicó jesusito.




    I want to hold your hand, I want to hold your throat.
    I want you marked with blood and broken bones.
    I want to eat at you the way it eats at me.
    I want you so bad that I can’t breathe.
    .
    So tell me if it hurts, tell me when it hurts.

    XXVI
    [​IMG]
    The Justice
    .
    FAIRNESS . KARMA . RIGHT PATH .


    | Altan Sonnen |
    *

    *

    *


    Habían cosas que uno simplemente se buscaba al hacerse conocido, amigo, la mierda que fuese de alguien como Shimizu. Venían con el paquete más allá de las constantes puyas, la puta tensión sexual y beberse hasta el agua del florero.

    Arata era una persona desinteresada, desapegada y poco emocional en grandes rasgos. No era capaz de tomarse nada en serio, mucho menos de abrirse a otra persona para contarle sus trapos sucios porque yo asumía que tenía bastantes, al menos por lo que había de él en las bases y el simple hecho de que vivía en un barrio rojo.

    Si uno se revolvía mucho con Shimizu siempre acababa encontrando problemas de una forma u otra, llámese peleas callejeras, las putas gyarus que eran pesadas como la mierda o hasta el riesgo de que te agarraran con droga encima. Sin embargo, ahora pasaba que tenía más hilos, más información, y había terminado revuelto en peores cosas por insistir en usarlo como mi comodín.

    Como fuerza armada.

    Que termináramos en los límites de Chiyoda y Taitō no era nada raro en sí mismo, nos paseábamos por todo el corazón de Tokyo como quien se mete a su casa. Era como tirar un puño de arroz e irnos donde cayera la mayor cantidad de granos, una cosa de azar, de lo que nos saliera del culo.

    No puse peros cuando fue él el que dijo que compraría la botella, solo le dije que me trajera una cajetilla de cigarros y eso fue todo, me quedé afuera del diminuto local con la espalda pegada a la pared, fumando el último cigarrillo que me quedaba en la cajetilla. Arata parecía haberse entretenido más de la cuenta, así que me distraje con las volutas de humo por un rato, hasta que cerca de la intersección hacia una de las callejuelas detecté movimiento con el rabillo del ojo.

    Creí que eran cosas mías, tenía bastante alcohol en sangre y algo de hierba para terminar de hacerla, pero el movimiento se repitió y tuve que girar el rostro. Me costó un poco enfocar las siluetas porque la iluminación no era la mejor, pero cuando lo hice detallé a un tipo y una chica, inicialmente no noté nada raro como tal, de nuevo por la mierda de la iluminación.

    Entonces el jodido idiota hizo la jugada que le costaría la nariz y la mandíbula.

    La chica era pequeña, menuda tanto o más que Anna y Jez, y el hijo de puta la pegó contra la pared cortándole todos los movimientos de escape con su propio cuerpo. Aún así forcejeó, ella intentó hacerlo a un lado sin demasiado éxito y para cuando quise darme cuenta de nada el enfermó estaba colando la mano en medio de las piernas ajenas.

    Todo el efecto del alcohol y la droga pareció desaparecerse de golpe, uno tras otro los interruptores subieron, liberando una cascada roja en mi visión. Era de un rojo oscuro, espeso, repugnante, y alcanzó mi agua tiñéndola en cuestión de segundos. Fue a dar incluso al fuego que no me pertenecía pero que podía usar, las llamas de Anna chisporrotearon bajo el océano y me activaron cada engranaje hasta entonces atascado.

    En mi putísima cara.

    ¿Cómo iba a pasar una mierda de esas en mis narices y no iba a hacer nada?

    Lancé lo que me quedaba del cigarro a un lado y en un par de zancadas largas había alcanzado al infeliz, lo sujeté por el hombro con tal fuerza que casi sentí que le aplasté la clavícula con los dedos que dieron con ese hueso; lo empujé hacia atrás, separándolo de la chica que con no sé qué fuerzas echó a correr hasta que se abalanzó sobre una puerta que debía ser la de su casa, donde le abrieron.

    El malnacido logró zafarse de mi agarre, se lanzó dentro de la callejuela, pero por mis putos muertos iba a dejarlo irse. Cuando lo alcancé ya bastante dentro del callejón volví a anclarlo por el hombro, pero esta vez no le di tiempo de reaccionar y le lancé el primer golpe con el puño directo en la nariz.

    Le di con una fuerza jodida, no creía haber golpeado a alguien con tanta cizaña en muchísimo tiempo porque sentí el cartílago hacerse trizas, prácticamente lo escuché y el grito que soltó el cabronazo hizo eco en el concreto que nos rodeaba. No lo sabía, pero ya tenía la sonrisa de mierda pegada en la cara, los dientes descubiertos y la saliva acumulándose.

    Como un genuino lobo, casi parecía que me habían criado ellos.

    —Ya deja de gritar, puto maricón —mascullé sujetándolo por la camiseta—. Los lobos no tienen derecho a gritar por nada.

    Enfocó una milésima de segundos mis ojos y un chispazo de miedo le alcanzó la mirada, era tan crudo que esperaba que le sirviera para recordar el miedo que él también había producido, pero eso era tenerle mucha fe a la humanidad. Hizo por dónde soltarse de nuevo entonces le solté el segundo golpe, el que lo mandó a negro, directo en la mandíbula y estuve casi seguro de que también se la había jodido.

    El cuerpo cayó por su propio peso, pero a mí ya se me había ido la puta pinza, porque me le volví a ir encima incluso estando fuera de juego. Uno, dos, tres, cuatro golpes más, el sonido de la carne ya ni siquiera recordaba a algo sólido y el rojo denso seguía bañándome la vista hasta amenazar con dejarme ciego. Debía haberme abierto los nudillos sin duda, pero el dolor no parecía alcanzarme el cerebro.

    Me detuve un solo instante, sacudí la mano y la sangre ajena resbaló de los anillos del viejo Sonnen hasta alcanzar el suelo, pesada, oscura como el barro en medio de los tenues rayos de luz amarillenta que llegaban de la calle principal y las lámparas de algunos negocios ya cerrados.

    Había estado tan ceñido en medio matar al infeliz que no noté nada hasta que fue demasiado tarde, lo primero que me cayó fue una patada en el costado que me quitó de encima del saco de carne y luego el segundo que apareció en la ecuación me jaló de los tobillos, alejándome del cuerpo ajeno. Debían haber visto el espectáculo a partir del momento en que perseguí al primero, pero ni idea.

    Otra patada, otros metros de arrastre y una patada más.

    No me dieron tiempo de levantarme, tampoco de verles la cara, no hasta que uno los relevó y se me fue encima restringiéndome todo movimiento posible, me soltó en la cara dos golpes prácticamente sin calcular, pero uno tras del otro. Lo único que logré distinguir fue que tenía ambos brazos tatuados como Arata, lo escuché maldecir y levantarse para seguir la fiesta.

    Porque yo era la piñata.

    Las hostias me llovieron como panes, una tras otra. En las costillas, el estómago, la espalda y cuanto pedazo de piel alcanzaban. Estaba casi seguro de que uno de los hijos de perra hasta me había escupido encima, pero estaba muy ocupado tratando de evitar que me mandaran a negro como para interesarme en eso, porque como me noquearan esos desgraciados iban a matarme.

    Iban a puto matarme.

    —¿Qué coño haces metiéndote a un barrio ajeno a apalear a los nuestros, puto niño pijo? —No los veía pero estaba seguro que ese era el de los brazos tatuados, tenía una voz que seguro era naturalmente hosca y de hecho me recordó bastante a la Usui—. Crío de mierda.

    Pues sí, era un crío de mierda.

    Pero no iba a quedarme sin hacer nada.

    No después de las cosas que sabía, no después de los lobos de Anna, de la cagada de Gotho, no sabiendo que esa chica había podido ser Anna otra vez, que podía haber sido Jez, Kurosawa, Meyer, la chiquilla castaña que no se despegaba de Shiori. No sabiendo que podía haber sido hasta mi propia madre o cualquier otra, que a cada minuto había más a las que les arruinaban la vida. Un comentario, una insinuación, el miedo suficiente para hacerlas caer a una piscina o la agresión directa. No podía.

    No sabiendo que yo había estampado a Balaam contra una pared.

    Era parte de ellos, así que podían matarme, pero no porque me hubiese quedado quieto.


    Quise gritar, quise hacerlo de verdad pero entre que no me dejaban tomar aire y que sabía que si me dejaban vuelto un saco de carne irreconocible estaba recibiendo una parte del castigo que merecía no lo hice. El grito de auxilio, el que hubiese alertado a Shimizu antes de lo que ocurría, nunca me salió de la garganta.

    Pero llegó.

    Lo escuché llegar entre la sangre que me palpitaba con fuerza en los oídos, me sacó al otro tatuado de encima un segundo y lo siguiente que supe fue que me soltó un golpe directo en la garganta cuando hice un intento inútil por levantarme. Esa vez sí estuve por perder la conciencia, el mundo rojo parpadeó a negro y blanco cuando me fui de boca al suelo otra vez y me llevé las manos al estómago. No lograba pasar nada de aire, tenía la nariz taponada de sangre y la garganta debía andar por el mismo camino. No me había dado cuenta, pero entre el forcejeo y los intentos por defenderme le había alcanzado a joder la nariz a uno.

    Reemplazar a Yako.

    Reemplazar a Kurosawa.

    No entendía una puta mierda, pero con eso logró que se me quitara de encima de forma definitiva y gracias debía darle a Shimizu por conocer a ese hijo de puta, porque de verdad había estado a tres golpes más en la cabeza de abrirme el cráneo como una jodida lata de sardinas.

    Como vuelva a poner un pie en Taitō está muerto.

    El tacto de Shimizu me dolió que te cagas, me quejé, maldije y le dije hasta que lo iba a matar seguramente, porque cada movimiento que me obligó a hacer me lanzó relámpagos de dolor que me alcanzaron el fondo del cerebro. Logró ponerme de costado y con eso me obligué yo mismo a apoyarme en las rodillas y las manos para despegar el cuerpo del suelo. La sangre que me estaba tapando las vías escurrió entonces como un jodido río, por las fosas nasales y el fondo de la garganta. Escupí varias veces tratando de enjuagarme el gusto ferroso de la boca, pero me habían roto el interior de la mejilla contra los dientes seguramente así que la sangre no dejaba de salir.

    El rojo danzaba entre el negro y el blanco, pero aún así solté la risa, la dejé salir a pesar de sentir la sangre deslizarse de mi boca, parcharme los dientes y caer al suelo, pesada como una plasta de algo a medio camino entre ser sólido y líquido. Me reí porque al menos había logrado despedazarle la cara al otro pedazo de mierda.

    No escuchaba un canto de sirena.

    No veía un monstruo.

    Pero estaba el mundo gris.

    Y la cascada roja que me empapaba la vista.


    No tengo idea de cómo Arata logró subirme a la moto, tampoco cómo hizo para evitar que me cayera y que ni se dijera de subirme a un segundo piso, pero lo siguiente que recuerdo es el techo de una habitación que no debía medir más de seis tatamis. Era de madera oscura, casi negra, y vieja hasta decir basta.

    Sentía el tacto de alguien sobre las heridas, me arrancaba quejas de dolor, y de repente logré enfocar el rostro de una chica si acaso un par de años mayor que Shimizu. Tenía el flequillo blanco como Tolvaj, pero sus gestos aunque tensos eran infinitamente más amables.

    —Dime si te duele mucho, cariño —murmuró mientras palpaba las costillas y casi consiguió arrancarme el grito de dolor que no dejé salir en la callejuela—. Maldita sea, Hikari. Que es un crío, ¿cómo le vas a joder una costilla?

    Estaba maldiciendo para sí misma mientras hacía como cuatro cosas a la vez, vendar heridas, revisar otras, bañar cuanto pedazo de piel hiciera falta en agua oxigenada y tratar de mantenerme quieto.

    —No se lo digan —murmuré tan bajo que no supe si iba a oírme, en sí tampoco conectaba muy bien qué estaba diciendo.

    —¿A quién, cielo?

    —A mamá. —En ese instante creí que iba a largarme a llorar de verdad, pero al final no fue así—. Que mamá no se entere.

    Asintió con la cabeza sin desatender sus tareas, tomó aire con fuerza y lo soltó casi de golpe.

    —¿Quieres que le escriba algo? —Asentí con la cabeza—. Vale, le diré que te quedaste en lo de un amigo luego de la fiesta, ¿sí? Luego ya nos inventaremos algo… Ya nos inventaremos algo.

    Era sorprendentemente buena con lo que sea que estaba haciendo, era precisa, delicada y atenta, pero parecía que estaba pasándola tan mal como yo solo atendiendo mis golpes. La chica tenía un don natural, pero la lastimaba tener que ponerlo en funcionamiento, porque seguramente el corazón no le daba ya para ver el dolor de otros.

    —No te puedo medicar por el alcohol que tenías en sangre, mi niño, lo siento —dijo luego de tragar grueso—. Le dejaré medicinas a Shimi-kun para que te las dé si sientes demasiado dolor.

    Terminó de ajustarme una venda en el costado de la cabeza y me dedicó una caricia en el cabello, liviana, me recordó a las caricias de mi propia madre. Fue en esa caricia que me di cuenta que tenía las manos llenas de sangre, mi sangre. No me dio tiempo de reaccionar, se levantó dispuesta a retirarse y tomé aire para soltar una única cosa.

    —No pienso dejar que ningún lobo toque a una chica mientras pueda hacer algo para evitarlo —dije casi en un susurro—, lo que sea. Incluso si me matan a palos después.

    La vi pegar al frente a la puerta corrediza, suspiró y soltó una risa algo amarga.

    —Es por los de tu clase que siempre termino con las manos llenas de sangre ajena —respondió con un hilo de voz—. Siempre es sangre de otros y apesta a muerte.

    Minami estaba bañada de la sangre de su padre, de la de ambos Kurosawa, la de Dunn y la de todos los demás chacales a los que había tenido que cuidar alguna vez. Yo no lo sabía, de hecho era posible que nadie lo tuviese muy presente, pero la pobre tenía un hedor a muerte pegado encima que seguro ni la lejía hubiese conseguido sacarle y para variar, no tenía ni idea de que Anna, en otro espacio físico, había llegado a pensar las mismas cosas o al menos muy parecidas.

    >>Pero si no hubiera niños estúpidos como tú, dispuestos a dar su sangre por la vida de otros… No tendríamos nada. —Lo siguiente que dijo no alcanzó a quedarse archivado en mi memoria maltrecha por el dolor—. Reemplazar a Yako o no ahora es tu decisión, pero podrías cuidarnos... Podrías cuidarnos a todos.

    No sabría decir si a alguna hora después de que ella se fuese me quedé dormido o caí inconsciente, posiblemente la segunda, pero cada movimiento me volvía a despertar unos segundos y me recordaba que era un montón de carne molida en una casa ajena. El rojo había desaparecido dejando solo el negro, era un negro profundo, capaz de absorber toda la luz y aunque debía asustarme, la verdad era que me hacía sentir en casa a pesar de que me dolía cada centímetro del cuerpo. La sensación era parecida a cuando sentía que no debía salir del cuarto oscuro del club de fotografía porque pertenecía a las sombras.

    A alguna hora de la mañana me despertó el dolor, llevaba ya su buen rato sudando como cerdo y no sé por qué fui a conectar neuronas entonces. Recordé cómo se había ido Anna de la fiesta, que no me había despedido de Jez antes de irme o de sus amigas, recordé la burbuja que había construido en la azotea.

    Y quise volver allí, donde las cosas no dolían, donde el mundo no era negro, gris y blanco y el fuego podía brillar bajo el agua.

    Quería volver allí y llorar como el mocoso que era otra vez, hasta que dejara de doler.

    No recordaría una puta mierda después en la tarde, cuando por fin lograra ponerme de pie, solo que Shimizu me empujó de regreso a la cama, pero había intentado levantarme para ir a la escuela sin saber que era domingo, todo para volver a la burbuja y para buscar al tanuki, buscarla porque algo le había pasado y no quería que estuviese sola.

    Porque Sugino no me había matado.

    Porque todavía podía abrir la puta boca y preguntar.
     
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    Zireael

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    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    6528
    Se me fue la olla de una manera terrible JASJHAJE dios, primero pensé en hacer dos fics separados y luego me cayó el veinte de que podía fusionar ambas cosas para crear un fatality de softness, angst y pure idk anxiety.

    Lo que ocurre es canon, parte de la noche del día 13.

    Adam Jensen musicalízame la vida de Cayden por favor.

    Mr New Vegas oLA BUEN SEÑOR bueno, primero que nada espero que sepas disculparme por colar lo que concretamos sobre los niños en un fic que incluye otras cosas que seguro no vas a entender un carajo, porque ya son como parte de mi propio lore de Gakkou o algo, pero me calzaba como anillo al dedo. Hay acontecimientos del fic anterior colados, so sorry about that y espero haber manejado bien a Aleck chikito ♥ me lo saqué un poco de la manga de lo que conozco al niño en Pokémon.

    Just to refresh:

    • Three of Swords (Cayden): asociada al duelo, el dolor emocional y la tristeza en general. También es capaz de tener una fuerte energía positiva por la influencia de tres como número, puede asociarse a la sanación y el dolor que nos hace más fuertes.
    • Five of Wands (Hikari Sugino): esta carta recién se la asigno a este personaje porque se está volviendo medianamente importante. Como ya he dicho, es parte del background de Cay con la pandilla que se desintegró en 2018 (Honō no Jakkaru). La carta como tal está asociada a la disonancia, el conflicto y la competitividad, que también sirve para recordar que se debe ser fuerte y paciente, además de mantenerse atento a posibles malentendidos.
    • Four of Coins/Pentacles (Aleck): la carta se la asigné al niño para un fic de pokémon que publiqué fuera de esta colección. Solo quiero recodar que sus palabras clave son recompensa, satisfacción, seguridad y estabilidad, todas provenientes del cuatro como número. Encaja particularmente bien con personas optimistas y comprometidas.
    Notas al pie: Yako=Kaoru Kurosawa. Hermano de otra de mis niñas dentro de Gakkou, el pobre diablo la palmó en 2016.




    I'm not the monster under your bed.
    I'm just the voices inside your head.
    .
    So kiss me with your marijuana breath.

    I can be your cure for loneliness,
    a little something to help you forget
    .
    It's human nature, it's in our bones

    'cause no one wants to be all alone.

    XXVII
    [​IMG]
    The Five of Wands
    x
    The Three of Swords
    x
    The Four of Coins

    . Rilvalry . Heartbreak . Security .


    | Hikari Sugino |
    | Cayden Dunn |
    | Aleck Graham |

    *

    *

    *


    The Three of Swords

    Luego de separarme de Arata me había largado a comer al gimnasio de la escuela, no iba a ir al patio y tampoco pensaba regresar hasta el tercer piso para comer en el salón solo, para la gracia prefería llenar espacio en otro lado. Además en el gimnasio nunca faltaba el grupillo que se tiraba una partida de veintiuno o algo una mierda, era entretenido de ver.

    El resto del día no tardó en pasar, tenía un sueño del carajo para qué mentirnos, y todavía tenía la mierda de hablar con Hikari dándome vueltas en la cabeza de forma insistente. Al final le había dicho que nos viéramos en el dot&blue por ahí de las diez para que me diera tiempo de ir a casa, pegarme una ducha, cenar y quizás hasta pegar una siesta de una hora o algo así, qué iba a saber yo.

    Al final el sueño no me cooperó, no logré conciliarlo, así que le escribí a Hikari que quizás llegaba unos quince minutos antes mientras me cambiaba de ropa, ya que ni caso había tenido pretender relajarme cuando claramente la palabra relajación no estaba codificada en mi cabeza.

    Bajé a la sala ajustándome la camiseta todavía, con las cadenas del cinturón anunciando mi presencia y todavía con las botas sin atar para buscar la sukajan que había dejado en el sillón de abajo. Me dejé caer con pesadez en el mueble, haciendo que Cinis, mi gato gris, alzara la cabeza como reclamándome por haberle interrumpido su quinto sueño.

    —Perdón —murmuré en lo que me ataba los cordones, me soltó un mullido quejicoso y siguió a lo suyo—. Si duermes todo el día, ¿qué reclamas? Podrías mover un poco más el culo.

    Suspiré con pesadez cuando terminé con los zapatos, me levanté otra vez y tomé la chaqueta que estaba en el respaldar del sillón. Era la famosa sukajan del zorro en la espalda, la que había pretendido Kurosawa que le diese si perdía la apuesta estúpida aquella el día de la fiesta y aunque había perdido todo el dinero, tan siquiera tenía la chaqueta todavía que era mucho más importante en realidad. Me la había dado Yako una semana antes de fallecer junto con otro par, ni idea de por qué realmente, solo lo hizo y yo no pregunté.

    Y primero me cortaba las manos que dar esas chaquetas.

    Me la ajusté encima y solo entonces me di cuenta que iba casi entero de negro, como puto hijo de un vampiro o algo, excepto por los acentos en rojo y dorado del chaqueta, que para variar solo se emparejaban con los colores que yo llevaba encima por obra de la genética. En general no usaba tantísimo negro junto, pero lo habría hecho de forma inconsciente quizás y allí estaba, vestido para mi funeral.

    Le dediqué una caricia al gato antes de regresar sobre mis pasos para dirigirme a la puerta, tomar las llaves del mueble cercano y pegar un grito para avisarle a mi madre que saldría, ya que llevaba mirando la tele en su habitación un rato.

    —¡Ve con cuidado, mi vida! —respondió luego de haberle bajado el volumen, su japonés era medio rato todavía incluso después de tantos años, pero lo usaba conmigo porque sabía que me había criado con él—. Si te atrasas o te quedas en algún sitio me avisas, por favor.

    —Aye. Love you.

    —Love you, my dear.


    Mientras abría la puerta la escuché volver a subirle a la tele, asumí que Nyx, la gata, estaría durmiendo con ella porque no le vi ni la nariz. Afuera me esperaba un coche de los chóferes de mi padre, de los que solían transportarnos a mi madre y a mí con bastante frecuencia, lo había llamado cosa de una hora antes para no tener que botar dinero en un Uber. Subí, me ajusté el cinturón y el hombre arrancó en dirección a Minato. La verdad es que los hombres de mi padre debían ser tan huraños como él mismo, porque nunca me hacían ni charla casual y honestamente lo agradecía, así podía solo pensar en otras cosas, mirar el móvil o poner la música que quisiera en la radio.

    Como el incómodo que era.

    A ver, los regalos de mi padre, su manutención, los conductores y esa clase de mierdas habían acabado por convertirme en un crío algo caprichoso incluso si no lo decía a los cuatro vientos con frecuencia. Me gustaba el dinero, la buena vida, los gustos incluso aunque no viviéramos en un apartamento de última en un edificio gigante. Nuestra casa era normal, nada fuera del otro mundo, pero el resto era lo que estaba podrido y luego así tan puto enclenque como me veías, resultaba que era hasta codicioso y mi ambición había sido tan fuerte que me había hecho revolverme con el mundo de sombras con trece recién cumplidos, porque la verdad era que creía que Yako no me habría hecho quedarme si yo deseaba irme en algún momento.

    No me imaginaba la vida sin las comodidades que el dinero sucio de mi padre me permitía, incluso si no le veía la cara nunca y no me hacía falta.

    Quizás por eso, incluso si mi núcleo no estaba jodido, igual iba a terminar hasta el cuello en la mierda tarde o temprano. En realidad era posible que solo hubiese acelerado algo que ya era claro que iba a ocurrir.

    El fuego que llevaba dentro no era vicioso por naturaleza, estaba acostumbrado a que fuese apenas una llama a media vida, que de vez en cuando la tirara sobre un montón de gasolina derramada era otra cosa. Además, yo mismo había aprendido a mantener las lenguas de fuego a raya, encerraba la ira, la desconocía y la dejaba rebotar para que no alcanzara al resto y tampoco a mí mismo.

    Pero podía ser un maldito instigador, ¿no? Lo descubrí en las putas paredes del cubículo cuando le encajé los dientes en el costado a Kohaku para arrastrarlo de regreso a mi cueva, incluso antes en el baño cuando me soltó toda la mierda de Shinomiya y pensé que debía odiarlo, que lo iba hacer odiarlo con cada célula de su cuerpo incluso con su personalidad con complejo de aire que parecía incapaz de tomarle tirria a cualquiera.

    Los traidores merecían eso, merecían el odio del mundo y con ello aparecer tirados en un basurero donde nadie los reconociera o en la acera, picados tan fino que tuvieran que recogerlos con espátula.

    Cualquiera que tocara a mi familia merecía cuanta mierda mala que hubiese en el mundo, incluso si me llevaban al infierno consigo.

    Me distraje tanto en esas cavilaciones que ni siquiera me di cuenta cuando el coche se detuvo frente al bar, di un ligero respingo y me enderecé en el asiento de repente como si hubiera conectado los cables en ese momento. Le di las gracias al conductor antes de bajar del coche y cerré la puerta tras de mí, para finalmente entrar al local.

    El dot&blue no era parte de los negocios de mi padre, pero había estado bajo el ala del fallecido padre Yuzuki y nunca nos habían puesto pegas, llevábamos usando el lugar de vez en cuando casi un año y allí estábamos de nuevo. Para mi sorpresa mientras terminaba de acomodarme en la barra, donde atendía un chico de unos veinticuatro, noté el peso de alguien al sentarse en el banco de al lado.

    Hikari se rascó el cuello y la parte rapada del undercut en un gesto casi nervioso, llamó al chico y le pidió el primer vodka de muchos que lo seguirían después. Llevaba encima una chaqueta de cuero, pero cerca de las muñecas asomaban los tatuajes que recordaban a los de Arata aunque yo sabía que llevaba tatuajes en gran parte de la espalda, también el torso y algunos le alcanzaban el cuello, de hecho Hikari debía ser el más tatuado de todos.

    —Buenas noches, mariposita —dijo en lo que le servían el trago.

    Night. —Le hice una seña al chico que bastó para que después del vodka de Hikari sirviera un whiskey—. ¿Qué tal el día, senpai?

    —Como el culo, se ve que mandaron a un par de viejos que se despertaron de mala leche a hacer la compra hoy —contestó de mala gana, bajándose una buena parte del vodka de un tirón—. ¿Cómo va la escuela, Dunn? Con eso de que te transfirieron y tal.

    Me encogí de hombros, dejé caer la cabeza hacia un lado y puse la vista en la pared frente a nosotros, bañada por las luces turquesa. El cabello me hizo cosquillas en el rostro al seguir el movimiento.

    —Normal, ya sabes, nunca fui ningún genio. Tenemos un proyecto para el jueves y no hemos hecho una mierda. —Repasé el borde del vaso con el índice de la mano izquierda—. Y me topé a Kohaku en esa escuela.

    La respiración se le detuvo un segundo, fue apenas perceptible, pero con estos putos ojos biónicos lo detecté incluso sin estarlo mirando directamente. Hikari había sido siempre distante como nosotros dos, ajeno a las emociones propias y ajenas, excepto porque su mecha era increíblemente corta cuando se le provocaba. No era agresivo naturalmente como Arata, Yuzu o Sonnen, tampoco tenía el amor tácito de la segunda o la burla del primero. Estaba en un punto muerto, pero como le tocaras los huevos te podías dar por muerto.

    Aún así todos estábamos atados los unos a los otros irremediablemente, al menos los principales, los que habíamos sido cercanos a Yako. Los chacales, nuestra pandilla, había estado organizada hasta el momento de la muerte de Kaoru en tres divisiones principales, enfocadas en la información, la defensa y el ataque, cada una con su cabecilla. Los tres capitanes a los que Yako llamaba sus lunas crecientes, habían sido Arata, como cabeza de la información, Hikari como cabeza de la defensa y Shigeru como cabeza del ataque.

    Cada una contaba con entre siete y veinte miembros más, gente que había estado en la pandilla antes de la entrada de Yako y se había mantenido y otros tantos que había reclutado él mismo incluso antes de que lo subieran como líder de los Honō no Jakkaru. En cada una había al menos otro miembro cercano a Yako, que esos éramos nosotros: los mellizos Ootori, Fujioka Goro, Yuzuki, Kohaku y yo.

    Seis a los que Kaoru nombró sus lunas menguantes.

    Los que nos habían mordido las manos a todos habían sido en su mayoría de las divisiones de ataque y defensa, porque aunque tenían como capitanes a dos personas sumamente capaces, no eran gente que fuese… Bueno, líderes. Tanto Hikari como Shigeru eran individualistas hasta la médula, podían liderar en presencia de Yako, pero una vez que lo perdimos ellos perdieron voz y voto.

    ¿Cómo había llegado entonces Hikari a ser la cabeza de Taitō? Ni idea, imaginaba que habría conseguido a un montón de renegados como él mismo con los que llegaba a ciertos términos o a algún demonio de los de arriba, de la yakuza de verdad, solo lo tenía a él de opción.

    —¿Ishikawa? ¿El crío está bien? —preguntó casi en voz baja.

    Joder, pero si no seríamos todos débiles a este cabrón, de verdad.

    —En lo que cabe —respondí recordando toda la mierda que me había contado. Desvié la vista de la pared y la detuve a posta en sus manos, en los nudillos destrozados—. ¿Y eso?

    —Ya sabes, cosas que pasan por la noche en las callejuelas.

    —Arata me contó lo que pasó —solté sin ninguna clase de anestesia, a lo que Hikari llamó al chico para pedirle el segundo vodka—. El otro va a nuestra escuela.

    —Pues a ver quién le enseña a no meterse a otros barrios a hacer lo que le salga de culo —espetó de mala gana—. Le jodió la nariz y la mandíbula a uno de los míos.

    Tomé aire con fuerza, bebí algo más de licor quizás con más velocidad de la que planeé en un inicio y me removí en la silla algo incómodo. Sabía que estaba allí porque si Arata hablaba con él seguro terminarían matándose a hostias, era el único que podía hacer algo para retener la ira de Sugino de alguna forma o hacerlo entender que había algo que hacer, que enderezar, y todavía estaba a tiempo de hacerlo.

    —¿Cómo se llama el chico al que dejó jodido Sonnen? —pregunté suavizando el tono a conciencia.

    —Yamamoto —contestó después de unos segundos—. Llegó a nosotros el año pasado, perdido como la mierda, es medianamente hábil en establecer conexiones y por eso se quedó. Ya sabes que la información-

    —Es oro líquido, sí. —Le di un par de golpes con los nudillos a mi vaso—. Hikari, tu chico intentó aprovecharse de una muchacha.

    —¿De qué coño hablas?

    —Lo que oyes, por eso Sonnen se le fue encima.

    —Pura mierda, ¿quién te lo dijo? ¿Él? Me sorprende que fuese capaz de hablar.

    Sugino era tozudo, cuando las cosas se le metían entre ceja y ceja era difícil hacerlo cambiar de parecer. Ahora mismo no quería ver la posibilidad de que uno de los suyos fuese de esa clase, lo que me aliviaba porque me hacía descartar la posibilidad de que hubiese acabado por corromperse todavía más, pero me la dejaba complicada por ese motivo también.

    Casi sentí la furia de Hikari escalar a mi lado, me puse terriblemente incómodo y estuve a nada de salir pitando, pero me lo aguanté y respiré un par de veces buscando tranquilizarme. Me tocó arriesgarme, dar un paso y lanzarme de cabeza en la mierda incluso sin saber nada.

    —Honeyguide te lo dijo, ¿no? Es el único que podría reemplazar a Kaoru. —Casi pude escucharlo gruñir y se bebió medio vaso de una—. El idiota es como Yuzu, Hikari, atacó con un motivo claro y tiró a matar… Lo he visto algunas veces, ataca como los omegas pero no es uno y aunque puede buscar armar la bronca sin motivo real, cuando lo hace no crea semejante destrozo. Si se ciñó con el tuyo, con Yamamoto, es por el mismo motivo que tú te ceñiste con él.

    Tragué grueso, tratando de acomodar ideas.

    >>Hizo algo, algo que aunque no lo sepa rompió uno de los principios que seguía nuestro Yako y lo cobró con sangre. Sugino, está respetando el jingi mejor que cualquiera de nosotros.

    —Vida por vida —murmuró de mala gana.

    —Vida por vida —repetí luego de haber liberado el aire que ni me di cuenta que estaba conteniendo.

    —Si Yamamoto de verdad hizo lo que dicen, si es verdad… Ni el diablo va a poder esconderlo.

    Con eso me valía, con que estuviese dispuesto a revisar sus filas para sacar a la mierda en caso de que la hubiese y luego que viera el qué coño pasaba con Sonnen, ya eso no era de mi incumbencia, pero al menos ya no lo teníamos en contra en todas las de la ley. Claro que eso solo dependía de lo que descubriese, si el famoso Yamamoto no le metía gato por liebre y nos jodía a todos en el proceso.

    La conversación siguió corriendo, de vez en cuando regresábamos al tema, la incomodidad volvía y luego echábamos reversar a las mierdas triviales. La parte horrible de la charla había sido soltar la bomba, tratar de redireccionarla y pretender que Hikari no me partiese la cara por andar jugando de abogado del diablo. Había conseguido meterme tanta tensión encima que ni me di cuenta cuándo empecé a beber más de lo que debía en un día de semana y cuando Hikari sugirió que nos fuéramos, bueno, me di cuenta que el mundo estaba un poquito más empañado de lo que me gustaría.

    —Joder, Dunn, pero no bebiste tanto, ¿qué cojones con tu resistencia de mierda?

    —¿Resistencia de mierda? Debiste haberte bajado toda la botella de vodka y ahora me juzgas a mí, hay que tener huevos —respondí junto a una risa en lo que me terminaba el último trago de whiskey del vaso.

    —Por esto los palos de dientes como tú no deberían beber —añadió en lo que nos retirábamos y aunque permanecía serio casi pude jurar que se lo estaba pasando bomba—. Venga, quédate en el apartamento y mañana solo sales más temprano, pasas por tu casa y te largas a la escuela.

    Qué puta pereza, la verdad.

    Terminé por acceder solo para no incordiar a mi madre que tenía que madrugar según recordaba, así que asentí con la cabeza y saqué el móvil para escribirle que me iba a quedar en lo de un amigo para que se quedara en paz. La ventaja era que Sugino tenía un coche, de mala muerte, pero coche al fin y al cabo así que estuvimos en Asakusa en cosa de veinte minutos.

    Abrió el apartamento, se disculpó por el desorden y me dejó pasar primero luego de que me sacara los zapatos. Era pequeño, tenía la cocina, su habitación y una suerte de salón donde tenía una mesilla baja, de esas japonesas hasta decir basta, así que me dejé caer en uno de los cojines sin más en lo que él cerraba la puerta y pasaba directo a la cocina.

    Regresó con unos fideos instantáneos recalentados y un vaso enorme de agua, dejó ambas cosas frente a mí luego de sentarse y me indicó con un movimiento de cabeza que me pusiera a comer.

    Muy caprichoso y no sé qué mierdas, pero me le fui encima a la comida como si me tuvieran amarrado desde la semana pasada. Hikari ni se sorprendió, me había visto comer un montón de veces y siempre era igual, como si volcara todos los impulsos que no sacaba en tragarme la comida a velocidad o algo.

    Una vez desaparecidos los fideos me bebí el vaso de agua en varios tragos bastante considerables, ya sintiendo la puta sed del carajo encima y esta vez Sugino se permitió aflojar una risa. Fue baja, de hecho pareció más una simple vibración, y se levantó para llevarse las cosas.

    Eché la espalda en el suelo, con la vista clavada en el techo, y escarbé en el bolsillo del pantalón por un porro, aunque antes de hacer nada le pregunté si no le molestaba.

    —Si lo compartes pues no —respondió desde la cocina.

    Comprensible por decir otra cosa.

    Total que acabé por sacar el mechero, encender el pitillo y pegarle un par de jalones para estirar la mano hacia arriba cuando vi que Hikari regresaba, para que se hiciera con él. El humo blanquecino llenó el espacio colocando una cortina ligera, empañó todavía más el mundo y me aflojó los músculos en perpetua tensión.

    So kiss me with your marijuana breath —canté en voz baja todavía con la vista puesta en el techo y plenamente consciente de que Hikari estaba sentado a la mesa—. I can be your cure for loneliness, a little something to help you forget.

    —Pero míralo nada más, al cara de bebé, sabe cantar —soltó el otro con cierta burla colada en la monotonía de su voz.

    It’s human nature, it’s in our bones. —Seguí luego de que me aflojara una risa estúpida, fue casi infantil, y me llené los pulmones de aire antes de seguir—. ‘Cause no one wants to be all alone. I’m the darkness behind your eyes, killing braincells and killing time.

    Me quedé callado entonces, estiré la mano sobre la mesa y el chico me regresó el porro al que le pegué un último jalón antes de apagarlo para regresarlo al bolsillo. Liberé el humo despacio, distraído con la forma en que se elevó en el aire de la habitación, y me quedé allí acostado incluso cuando sentí que Hikari se levantó y su sombra tapó la luz un rato.

    Fue suave, un tarareo tan ligero que casi pudo pasar como un sueño de fiebre, pero me alcanzó los oídos y reconocí la canción al vuelo. Era una canción de cuna japonesa de lo más hermosa que había olvidado hasta entonces.

    Takeda no komoriuta.

    Desapareció de la habitación luego de haber silenciado su tarareo gradualmente, lo escuché mover cosas y al cabo de un rato regresó, doblando la espalda para colarse en mi campo de visión.

    —Duerme en la habitación y yo duermo aquí afuera, te despertaré por la mañana para que te puedas ir a tiempo.

    —Lo dejé irse —solté sin venir a cuento y la confusión le pasó por todo el rostro, así que tuve que aclararme—. A Kohaku.

    —Es lo que haces, ¿o no? —preguntó sin moverse, su cabello negro, los ojos oscuros y los tatuajes me hicieron pensar que su figura se tragaba la luz del mundo de la misma forma que Altan. Tenía poco tacto para hablar el hijo de puta, justo como Arata—. Dejas a la gente irse cuando decide hacerlo, nunca te paraste a detener a nadie. Los imbéciles como nosotros somos así.

    —Ya.

    —Torturarse con ello no tiene caso alguno, las cosas que pasaron ya no se pueden remediar. —Enderezó la espalda y caminó hacia el otro lado para extenderme la mano con tal de ayudarme a levantarme—. Si luego te vas a lamentar entonces hazlo diferente esta vez.

    —Se intenta, supongo.

    —Pues es suficiente —dijo casi en un murmuro—. Eres diferente a casi todos nosotros, quiero decir, tienes la misma capacidad estúpida de amar y cuidar a los tuyos como hace Yuzu, si le pones un poco de esfuerzo quizás logres zafarte de la espiral.

    ¿Qué?

    Me pescó por los hombros sin darme tiempo de reaccionar a la sentencia que acababa de soltarme, alcanzó a encajarme bajo su brazo y me revolvió el pelo con una brusquedad digna del mismo Arata antes de dejarme ir. Finalmente me dio un empujón para instarme a entrar a la habitación, así que acabé por callarme y me quedé de pie en el espacio.

    Busqué la mirada de Hikari desde allí, entre las luces apagadas, y me vi reflejado en la oscuridad de sus ojos como si fuesen un espejo negro.

    —Puedes dormir aquí también, me da igual —solté como si fuese lo más normal del mundo y él alzó las cejas. Medio ebrio y drogado estuve por hablar en inglés, así que tuve que darle la vuelta al chip a la fuerza—. Es en serio.

    Soltó una risa sin gracia, le restó importancia con un movimiento de mano y se alejó en dirección a la cocina de nuevo, luego me pareció escuchar que se metía al baño. Total que terminé por ceder, me saqué la chaqueta para dejarla sobre un mueble que había en un costado y me quité el cinturón con las cadenas dejándolo encima. Repasé los bordados de la sukajan con la yema de los dedos con aire casi distraído, medio desconectado, y luego de suspirar con pesadez me acosté en el futón que había estirado Hikari.

    Me acomodé de costado, con la vista puesta en la pared, y aunque tenía todas las cartas para caer noqueado el caso es que el cuerpo no quiso entender que ya, que todo lo que me tenía estresado podía irse a la mierda y era hora de dormir como la gente decente.

    Detallé las irregularidades de la pared una y otra vez, hasta que me dio la neurona para sacarme el móvil del bolsillo y revisar la hora. Entre toda la tontería pasaba de la una de la madrugada, así que lo que tenía para dormir eran unas tres horas y media. Desde el domingo venía durmiendo como la mierda, así que si no colapsaba para el viernes iba a ser un genuino milagro.

    No sería la primer y última vez que me empujaba a ese límite.

    Y aún así nada que conciliaba el sueño.

    Dios, hubiera preferido que Hikari me metiera una hostia que me mandara a negro, porque el cerebro que se me negaba a descansar me arrojó otra cosa. Fue un nombre, vino de la nada y me dio un golpe seco en la boca del estómago, arrancándome el aire de los pulmones unos segundos.

    Porque Kohaku no había sido el primero que había dejado irse.

    Aleck Graham.

    Me enderecé en el futón, arrastrando el edredón conmigo, y me rasqué las raíces del cabello con evidente incomodidad, como si de repente me hubiesen volcado un montón de bichos sobre la cabeza. Recordarlo sin venir a cuento me lanzó tal inquietud encima que me picaron las manos por buscar el porro de nuevo y fumarme lo que quedaba, armarme otro y seguir hasta bloquearlo todo.

    Contuve el impulso solo porque era el mismo idiota que el día anterior le había dicho a su amigo que dejara de fumar como un descosido, que parara de una buena vez porque su olor había sido cubierto por el de la hierba casi hasta el punto de perderse y pensé que si hacía lo mismo no tendría derecho alguno a enderezar a nadie si era necesario.

    Tomé aire, lo liberé y permanecí allí sentado incluso cuando noté que afuera Sugino apagaba las luces, ya dispuesto a acostarse.

    Había sido un crío retraído, ya después de los once que ni se dijera porque me la pasaba solo una mayoría importante del tiempo, pero cuando era pequeño en apariencia había tenido algún par de buenos amigos aquí y allá, que me saludaban todavía en la calle si me veían y tal. Tenía recuerdos empañados de algunos niños invitándome a sus casas, otros de jugar en alguno de los parques del corazón de Tokyo, varios del Hibiya cuando los tulipanes florecían, y aún así había alcanzado a relegar el recuerdo de uno de esos casi por completo.

    Aleck Graham era, en palabras de mi propia madre en algún momento, la representación absoluta de lo que debía pensar alguien cuando escuchaba por primera vez de la existencia de los Happy Meal de McDonald’s sin que le explicaran qué era.

    Haber recordado su nombre ayudó a aclarar un montón de recuerdos hasta entonces borrosos, traídos de vete a saber dónde, de cuando tenía entre ocho y once años como mucho. Era como haber sacudido las cortinas y espantado todas las polillas de una, los bichillos, muertos de pánico, empezaban a chocar unos con otros y con las paredes.

    Pocos eran muy claros, pero no tenía duda de que Aleck tenía pólvora en el culo de la misma forma en que parecía tenerla Anna Hiradaira. Incluso teniendo en cuenta que ambos éramos niños, estaba seguro de que más de una vez me absorbía la energía del cuerpo y acababa buscando alguna manera de que la intensidad de todo bajara un par de puntos.

    Mi madre había dejado de preguntar por él cuando cumplí trece o catorce ni idea, en algún momento solo lo hizo como si se hubiese resignado ella también, pero era por eso es que ahora al menos podía alcanzar algunos hilos de la amistad que habíamos podido formar.

    El chico era irlandés de nacimiento, pero por X o Y motivo venía a vacacionar a Japón cada que podía, acompañaba también a su abuelo con cosas del trabajo o alguna mierda así. El recuerdo más viejo que logré alcanzar, que imaginaba era el del momento en que le vi la cara por primera vez, estaba relacionado con el Hanami.

    A mi madre se le habría antojado ir a ver los cerezos en floración de Ueno o algo, porque era claro que era de ese parque, y los putos astros se alinearon de una manera increíble para que todo pasara en tropel.

    El crío debió pasarme al lado cuando le respondí algo a mi madre en inglés, con el revoltijo de estructuras del inglés irlandés y quizás hasta con algo del acento gaélico puro que mi madre poseía de sus padres, que sí eran escoceses, porque cuando quise darme cuenta lo tenía encima. El ámbar de sus ojos, todavía más cálido que el mío, me detuvo en seco y casi me hizo retroceder como un animal asustado.

    —¿Eres de Escocia? —Me soltó en toda la cara en inglés, su acento lo atajé al vuelo, y al no recibir respuesta inmediata continuó—. ¿Las Tierras Altas? ¿Irlanda?

    The Highlands.

    —Japonés —repliqué en el mismo idioma cuando logré conectar neuronas.

    —¡Mentira! Hablas igual que yo.

    Mi madre se metió en la conversación, se agachó a nuestra altura y su cabello, en ese entonces a la altura de sus hombros, de un tono de castaño que casi rozaba el pelirrojo siguió el movimiento, alcancé a ver que le dedicaba una sonrisa suave al chico y yo me le prendí como una lapa del brazo.

    ¿Qué tenía, ocho años? ¿Nueve?

    En fin, hijo de mamá fui toda la puta vida.

    —Puede que eso sea culpa mía —dijo en voz suave y el rostro del chiquillo se iluminó como un faro al ver que ella también tenía acento—. Pero te prometo que Cay es japonés como bolita de arroz, ha vivido aquí toda su vida. ¿Cómo te llamas, cielo? Yo soy Neve Keane.

    Keane.

    Era ese apellido el que me recordaba siempre que la sangre Dunn era la que me había hecho un bicho arisco, receloso del mundo.

    —Aleck Graham —contestó como si nadie le hubiese dicho que hablar con desconocidos era mala idea, luego estiró la mano para apuntar la silueta de un hombre que se acercaba a nuestra posición—. Vengo con mi abuelo.

    El chiquillo me repasó con la vista, una sonrisa enorme le decoró la cara y soltó frente a ambos la estupidez del siglo, la que no dejaría ir nunca.

    —¡Tienes pelo de fuego!

    Pelo de fuego.

    Fueguín.

    —Y tú apellido de galletas —dije casi como reflejo, la marca no se veía con frecuencia en Japón, pero alguna que otra vez recordaba haberlas visto. Era un crío, así que en ese momento le clavaba apodos a todo Dios que pareciera de mi edad—, Akkun.

    Pareció quedarse fuera de base unos segundos, aunque creí notar que a su abuelo mi ocurrencia le hizo algo de gracia. Mi madre se incorporó entonces, quitándome el escudo que había encontrado en su brazo y me miró de soslayo, el azul de su mirada, aunque amable, me dijo que no aceptaría réplicas.

    —Mi vida, muéstrale a Aleck los cerezos en flor, ¿qué te parece? —Escarbó entre sus cosas para alcanzarme algunos yenes—. Puedes invitarlo a comer unos dangos, ¿de acuerdo? Y no comas muy rápido, que te conozco.

    Acepté el dinero, donde vendían los dangos todavía estaba a plena vista de ambos adultos y los cerezos, bueno, estaban por todo el parque bañando el suelo de pétalos pálidos. Recuerdo que a medio camino, con Aleck siguiéndome los pasos, solté alguna frase entera en japonés de puro reflejo y él se quedó embobado al comprobar que, bueno, en efecto hablaba el idioma.

    —¡Ah, ¿cómo era el nombre de esto?! —preguntó en su vórtice de energía, no señaló nada en particular—. De lo que se celebra.

    —Hanami, es como decir ver flores.

    —Hanami —repitió con una alegría ridícula—. ¡Di más cosas en japonés!

    Culo inquieto por excelencia.

    Esa vez Graham y su abuelo se quedaron, no lo sé, alrededor de una semana y continúamos viéndolos para mostrarles algunos lugares de Tokio. Los santuarios en Shinjuku, el estanque de la grulla en el Hibiya, el Yasukuni que años más tarde descubriría estaba en manos de los Ishikawa.

    Con todo y el culo inquieto de Aleck fui acostumbrándome a él, terminábamos correteando por las zonas verdes de los parques, atrapando bichos, comiendo comida callejera y devuelta al principio. Cada vez que volvía a Japón con su abuelo acababan llegando a Tokyo, así que nos juntábamos aunque fuese un par de días. Si no me fallaba la neurona, una vez había visto los fuegos artificiales con él incluso.

    Luego se esfumó.

    Se esfumó de la misma forma que mi niño de las nubes.

    Lo hizo y nunca pregunté por qué, nunca supe nada, y me quedé así. Como toda la puta vida, porque era lo que los desligados como yo hacíamos, ¿no? Ya lo había dicho Sugino, era la mierda que la gente como él y como yo vivíamos haciendo, porque no estábamos atados a un carajo.

    Ni el fuego ni el viento, tampoco mis paredes de tierra helada. Nada tenía un ancla, era un elemento de la naturaleza y hacía lo que quería en cierta medida, en tanto me diera la sensación de que tenía control sobre las emociones que me resultaban tan intensas.

    Shinomiya habría podido cargarse a Ko y yo nunca lo habría sabido por haberlo dejado irse a sus anchas, algo podría haberle ocurrido a Graham y el resultado sería el mismo porque ni siquiera vivía en Japón. Iba por la vida así, sin pensar en que la gente que dejaba irse podía desaparecer de verdad y ahora que había sido consciente de la posibilidad, como un mocoso que aprende de la muerte cuando la palma su primer pez dorado, estaba aterrado con la idea.

    La idea de perder y no saberlo, perder y no poder hacer nada por intentar evitarlo.

    No sé cuánto tiempo estuve allí sentado en el futón sin moverme, porque cuando quise darme cuenta de nada sentí el peso de Hikari al acomodarse a mi lado, dándome la espalda. Lo escuché maldecir un par de veces, luego respirar como si se hubiese dormido al tiro, y finalmente abrió la boca otra vez.

    —¿Un mal viaje? —preguntó en un murmuro, allí desde la oscuridad e intuí que había venido a acostarse allí a mi lado solo por si había sido el caso.

    —No, no —respondí luego de tomar aire con algo de fuerza. Había tenido alguno una que otra vez cuando se me iba la mano, pero gracias a todos los dioses del panteón sintoísta esa noche no había sido el caso porque hubiese terminado en la más absoluta de las mierdas—. Solo recordé una cosa.

    —Ya te lo dije, no puedes hacer nada por lo que ya pasó, deja de darte mala vida. Me cago en mis muertos, algunos de ustedes parecen amar sentirse como una desgracia. —Acomodó el edredón hasta casi taparse la cabeza—. Y duerme, van a ser las dos de la mañana. Me quedaré aquí en caso de que te vayas a la mierda.

    —Gracias.

    —Además el suelo en el salón estaba duro que te cagas.

    —Si sigues hablando voy a pensar que querías dormir conmigo y solo eres testarudo, así que cierra la boca —murmuré mientras volvía a recostarme—, Hikkun.

    —Hace rato nadie me decía así —dijo tan bajo que ni siquiera supe si hablaba conmigo.

    Como Ko con su Cay Cay.

    Y Aleck con lo de Fuegín.

    No respondí nada más, me acomodé y perdido como estaba toda la vida, me giré para apoyar la frente en su espalda. Ni siquiera se tensó, su respiración continuó como si nada y solo sentir algo de calidez familiar, de alguien que conocía, me adormeció de inmediato. Quizás Hikari no se movió precisamente porque sabía que para que yo buscara consuelo en el calor de otra persona tenía que pasarme algo relativamente importante, incluso si era uno de ellos.

    Aunque tal vez en el fondo casi todos teníamos la capacidad, por lo menos, para intentar tranquilizar a los otros con nuestra presencia.
     
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    A ver, yo planeba contestarte a esta TREMENDA BELLEZA en tu perfil como Dios manda ¡PERO NO PUEDO WEON, ME MUERO! Me estoy derritiendo es precioso todo AAAAA ;w;

    Primero que nada, decirte que acertaste al 100 como es Aleck de niño, igual de directo y culo hiperactivo JAJAJAJAJA Es que todo es super bonito. En Pokémon no se pudieron conocer de niños pero acá sí y eso me llena de softness el corazón <3

    ME MEO JSJSJSJSJ Ya sabemos a quien atribuirle el apodo de 'Happy Meal' then (? Que por cierto la mamá de Cay suena a la cosa más bonita y amable del mundo, normal que a Aleck no le haya dado miedo hablar con ellos uwu

    Es que todo este parrafo, toda esta interacción grita 'Aleck' por todos lados y me encanta <3 El niño todo panqueque, bombardeando con preguntas e incapaz de procesar que la gente pueda saber 2 idiomas (?

    Me encanta que en todas la realidades posibles la primera interacción directa de Aleck con Cay es llamarlo Pelo de Fuego xDDD

    ALSO THIS POR FAVORRRR JAJAJA Me siento orgulloso de que mi niño tengo una apellido comercial uwú Es que me meo suena tremendamente a una interacción tan natural y real entre los niños <3

    Chao gente, nos vimos en Disney, yo aquí me muero. Son demasiado puros para este mundo por favor. Y ahora puedo decir que esta fue la razón por la que el niño quiso aprender japonés y saltarme olímpicamente la barrera del idioma en el rol. Que ofertón y que bonito, sí señor.


    WEY NOOOOOO Acá es cuando me pongo sad hasta yo. Me los imagino perfect. Aleck viniendo todas las vacaciones o hasta faltando por semanas a clases solo para ir a Japón con su abuelo y ver a Cay y luego de pronto ya no poder volver, que agüite weon ;n;

    ¿Qué decirte Mel? ¡Me encanto muchísimo, esta precioso! <3 Y por suerte no acabaste revelando nuestros planes para conquistar la escuela con el Gangsta Powah (? Ya en serio, esta bellísimo todo. Un trabajo de calidad suprema como siempre uwu

    Ahora tengo altas ganas de tirarme alto fic para contar lo mismo desde la perspectiva de Aleck pero estoy en semana de trabajos finales AAAAAAAA Nada que hacerle. Habrá que reprobar un par de materias porqué prioridades (?
     
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    Título:
    XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Drama
    Total de capítulos:
    50
     
    Palabras:
    5704
    Tengo la cantidad de cero autocontrol, eso ya lo sabe Dios, el diablo, mi madre y la señora de la esquina. Por alguna razón, en medio de mis divagaciones roleras que uso de coping mechanism cuz I'm done with life, tuve una imagen mental clarísima y no pude solo quedarme quieta (?) Luego, debo admitir, que se me desviaron mucho los tiros pero siento que fue worth.

    Es considerado canon para la noche del día 14.

    Cuando no puteo a Altan, puteo a Cayden, lo siento es el equilibrio de la vida y no hay nada que hacerle. Madre de Dios, lo que me dolió su five ass no tiene nombre y es todo lo que diré (?) Para terminar de hacerla a YouTube se le ocurrió recordarme la existencia de Particles de NBT y mira, me mato mejor, fue como cuando recordé Tell me when it hurts. Realmente el issue que salió a la luz en el fic anterior y que se vio un poco inrol no creí que fuese de tanto peso, pero el culo ISFJ-T de Cayden está hecho de culpa y dios mío, los extremos a los que se empuja a veces me dan vibras muy fuertes de la ausencia de límites de Jez cuando se trata de los demás, porque no saben pedir lo que quieren, no saben externalizar sus necesidades y cuando lo hacen ya han alcanzado el fondo entonces es tóxico que te cagas, es posesivo, abrumador y terrible.

    Nota: la primera canción no permite reproducción al incrustarse y hay que abrir YT. Me jode la aesthetic, pero las cuatro versiones que quise usar (bass boosted y/o audio 8D) no lo permitieron tampoco y las necesitaba con la vida, así que fuck it. Al final me decidí por la 8D, así que solo como sugerencia y como si a alguien le importara, los auriculares son una bendición (?)

    Podía haber publicado mañana porque me muero de agotamiento pero aquí estoy, como siempre.




    They'll be here pretty soon
    lookin' through my room
    for the money.
    .
    I'm too young to go to jail.
    .

    Where's my mind?
    .
    Maybe it's in the gutter
    where I left my lover.
    .

    My V is for Vendetta.

    XXVIII
    [​IMG]
    The Three of Swords
    x
    The Eight of Swords

    . Imprisonment . Heartbreak . Self-victimization .


    | Cayden Dunn |
    | Yuzuki Minami |

    *

    *

    *


    The Three of Swords

    La música rebotaba en las paredes y juraba por mi madre que esa maldita disco de Roppongi tenía los bajos más potenciados que se habían podido costear. Las notas retumbaban, repercutían, repicaban como golpes de un corazón vivo en las profundidades de la jungla de cemento y neón que era el corazón de Tokyo y las luces danzaban a su ritmo en una secuencia que hasta con solo un jalonazo de hierba en el cuerpo era una puta obra de arte.

    Lo quisiera o no siempre había sido muy visual, de allí posiblemente que Yako se diese cuenta de lo de los ojos biónicos y mi manía de observarlo todo en un intento por fragmentar el mundo y comprenderlo a mi manera sin tener que recurrir a un intercambio tan activo. Era probable que también fuese eso lo que me condenaba en tantas otras oportunidades; que la buena vida, que los gustos de niño pijo, que sentirme atraído por vete a saber cuánta gente y no hacer nada al respecto nunca, que lo de ser puto extra con la ropa. Todo.

    Arte, arquitectura y mierdas más básicas como un buen juego de luces sincronizado a la perfección eran placeres innegables de la vida si alguien me lo preguntaba, pero no era por eso que estaba metido en Roppongi sin venir a cuento y en un lugar donde se agrupaba tantísima gente.

    La sugerencia formal había sido de Yuzu, me había enviado el mensaje a eso de las siete de la noche cuando llevaba si acaso unos veinte minutos de haber llegado a casa, diciendo que había logrado montarse un evento de los grandes en Roppongi con ayuda de las redes de nigerianos que se había metido a la bolsa poco después de que nuestra pandilla se desintegrara. Esa mierda iba a romper todas las leyes japonesas posibles, pasando por la venta de drogas, el consumo de sustancias por menores de edad, las apuestas ilegales y vete a saber cuánta mierda más. Yuzuki y sus perros la única área que se habían negado a tocar, por decisión suya, había sido la prostitución y trata de personas.

    La moral desviada de nuestra Wild Dog Queen conocía sus límites de forma muy clara y se encargaba de que los suyos lo tuvieran igual de nítido.

    Total que aunque no me gustaban los tumultos ni esas mierdas, acabé por aceptar porque era huraño pero al final del día era un hombre de negocios también y la pasta que iba a sacar de un montón de gente metida en una discoteca era capaz de hacerle la boca agua hasta al menos codicioso de los carroñeros. Además, nada que un par de tragos y unas pitadas no arreglaran, en la mascarada me había ido a la mierda por el juego, estupidez de Arata y la mierda del césped, no como tal por la gente.

    Tal vez debiera admitir que aunque durante el día había conseguido ignorar todo el desastre que yo mismo me había metido en la cabeza, ya para el final de la tarde me había vuelto a caer encima y quería callarme. Deseaba silenciarme, embotarme los sentidos o algo, porque si había algo que no lograba la cueva era silenciar mi propia mente, callaba al resto del mundo, pero nunca a mí mismo.

    Al Maharaja me habían dejado pasar los gorilas de la entrada como si fuese mi puta casa, Yuzuki les había dejado dicho que me aparecería por ahí de las once y pico, así que fue nada más acercarme y bienvenido sea, con todo y esta maldita cara de crío.

    Apenas había recorrido el espacio allí donde el tumulto no amenazaba con dejarme hecho una tortilla, cuando comencé a notar caras conocidas aquí y allá. Más de uno de los cabrones a los que les vendía en el Triángulo del Dragón y otros barrios especiales estaban allí metidos y pude jurar por Dios que verme aparecer, que ver a su camello colado allí, les lanzó en la cara una felicidad estúpida.

    Justo como mi puto culo de attention whore adoraba.

    Bastaban señales con la mano, un billete asomando y la transacción se hacía con la misma facilidad con la que sacaba carteras, relojes de muñeca y tanta cosa tuviera la gente encima. Incluso para lo incómodo que era con normalidad, cuando me tenía que meter en papel lo hacía y aprovechaba mi presencia casi inexistente para navegar entre la gente sin importar qué tanta fuese, la hierba iba y el dinero venía.

    Había aprendido a usar mi maldición a mi favor.

    Estaba en la barra por un trago de tequila, todavía distraído con los juegos de luces, cuando bajo el neón y la luz negra apareció el flequillo albino de Yuzu, parecía brillar con luz propia y lo mismo pasó con el violeta pálido de sus ojos. Se veía que ya llevaba un rato entre la gente, sin siquiera mencionar que parecía más en ambiente que yo y seguramente tenía bastante más alcohol en sangre.

    Eran pocas las veces que se permitía esa clase de liberación, al menos que yo supiera, en general parecía tan centrada que era un poco inquietante pero allí estaba, con las luces encima, deslizando el cuerpo al ritmo del palpitar de los bajos. Encontró mis ojos entonces, soltó una risa que por el ruido ambiental no me alcanzó y cuando estuvo cerca me echó los brazos sobre los hombros, abrazándome. Me tensé un segundo pero luego entre que había fumado antes de entrar y que ya me había echado un par de tragos antes de ese, acabé por aflojar los músculos, además, era ella.

    Un chacal.

    —Me alegra ver que aprovechaste la oportunidad, Cay —dijo alzando la voz para hacerse oír, todavía bastante pegada a mí por el mismo motivo—. ¿Qué tal te va hasta ahora?

    —Ya recuperé un dinero que perdí el fin de semana —respondí luego de bajarme el trago de tequila por fin—, y en menos de una hora, es una maravilla.

    —¿El que perdiste por la rubia de tu escuela? Es vecina del barrio, ¿sabes? Qué coincidencia~

    Estuve a nada de atragantarme con mi propia saliva, de puro milagro la última gota de alcohol que me corrió por la garganta no se me fue por la vía incorrecta, porque ese tequila barato de las discotecas me hubiera quemado los pulmones. Minami me liberó de su agarre entonces, desvió la mirada para no soltarme la risa encima y creí que se iba a mear pero de verdad.

    —Hijos de puta, ¿todos ustedes se cuentan hasta cuándo van al baño o qué? —pregunté de mala gana y noté que ella se encogía de hombros.

    Imaginaba que Arata se lo había contado en algún momento, normal siendo que Shiori le había soltado todo el cuento y debieron descojonarse un buen rato, además para terminar de hacerla había visto a Alisha besarme en pleno pasillo.

    Como una buena parte de las mierdas que me pasaban, la verdad era que me lo había buscado y tampoco tenía que sorprenderme que, cabrones como eran este montón de desgraciados, usaran una mala decisión para reírse de algo un rato. Igual no lo hacían con mala intención, de hecho ni siquiera podía ofenderme por ello.

    Suspiré sin más, le pedí otro trago al chico de la barra y luego de dejar el vasito en la superficie de un golpe seco sentí que Yuzu me arrastraba del brazo, hundiéndome en la multitud. Por un segundo me entró una tensión de lo más cagada, pero ya los tragos me estaban haciendo efecto en la cabeza y pude dejarlo pasar, además de que esta chica parecía adivina, porque apenas unos segundos después su agarre se deslizó hasta mi mano y presionó suavemente.

    Estoy aquí.

    Al menos eso parecía decir y me recordó el momento en que esta misma salida me abrió la piel de la espalda, para luego cuidarme el corte como si fuese hijo suyo. Se paseaba de un espectro a otro con una facilidad estúpida, no sabía si debía cagarme hasta las patas o admirarla genuinamente por esa capacidad, que era la misma que la había hecho crear un imperio propio incluso teniendo que usar un nombre masculino para presentarse.

    Masaru.

    En ella los perros perdidos habían encontrado lo que buscaban, desde una madre o una hermana, hasta pasar directamente a una matriarca. Todo aquel sin un hogar podía encontrarlo en ella, en el profundo amor que era capaz de profesar, y la fuerza tan poderosa que le otorgaba.

    Tienes la misma capacidad estúpida de amar y cuidar a los tuyos.

    Las palabras de Hikari me rebotaron en la cabeza de la nada, como pasaba con las palabras de Yako y su estupidez de que el rojo era el color de la buena fortuna. Hicieron eco, se mezclaron con los bajos que repercutían en el espacio y tuve que tragar grueso. No sabía en qué maldito mundo era posible imaginar semejante cosa con esta personalidad que no se ataba a nada, que solo corría por impulsos y sueños egoístas.

    Que sí, que podía jugar a ser un pilar. Lo había hecho con Kohaku, lo hacía cuando veía a otra persona algo más ansiosa que yo, lo hacía y me nacía, ¿pero hasta dónde estaba conectando de verdad con la gente? ¿Hasta qué punto generaba lazos y no relaciones por mera conveniencia o necesidad, fuera propia o ajena, para luego seguir como si nada?

    Aparecía, hacía lo que correspondía bueno o malo y a tomar por culo, me iba para seguir con mis cosas incluso si era leal al punto de la locura. Si tocaban a la gente que quería se desataba el desastre, pero no por ello dejaba de ser extremadamente desligado en condiciones normales. Mi maldita vela, mi fuego sin fuerza, quemaba los finísimos hilos de seda que había a mi alrededor, los que se suponía que me podían unir al mundo y sacarme de la desgraciada cueva.

    Con los hilos consumidos en el fuego no me quedaba más que permanecer en la penumbra con mi juego de luces, esperando en las sombras por la admiración de los diablillos inservibles que deseaban replicar mi magia.

    La presencia de fantasma.

    Las manos livianas y ágiles.

    Mi red de conexiones.

    Un tirón por parte de Minami me hizo regresar la atención al planeta Tierra, me atrajo hacia sí y cuando quise darme cuenta la tonta estaba allí, pretendiendo que siguiera el ritmo de la música con ella. No era que tuviera ningún problema particular con eso, tampoco tenía dos pies izquierdos y en sí si era el caso en una discoteca poco o nada importaba, pero me hacía bastante gracia que pareciera haberse venido tan encima de la puta nada y quizás solo acabé por ceder por el mismo motivo que me había venido arriba en la habitación de huéspedes.

    La maldita confianza.

    Bastaba que me dieras un ancla para que mi personalidad diese la vuelta.


    El puto juego de luces, los bajos potenciados que daban gusto y el revoltijo de alcohol con hierba otra vez terminaron de aflojarme junto a la compañía de Yuzu, que parecía estar viviendo su mejor vida. Hubo un segundo, un solo fotograma entre el destello de las luces que relentizó sus movimientos como la animación en stop-motion y me quedó grabado en la retina. Su sonrisa era amplia, se notaban los colmillos afilados de perro y sus ojos recordaban a un par de fuegos fatuos. Parecía tan contenta, parecía de su edad, y pensé que no le había dicho nada de lo que me había contado Kohaku.

    Nada de la existencia del lobo, de qué seguro me tenía ubicado ya y todo el resto de mierdas.

    Yo ni siquiera sabía que todo había sido allí mismo en Roppongi, apenas a unos minutos de donde estábamos.

    Una bendición o una maldición, no sabía qué era, porque Dios, en el fondo quería destruir el mundo entero por mi niño de las nubes. Así le vendiera mi alma al diablo, así Shibuya se bañara en mi sangre y consumiera mis huesos. Poco interesaba, era el costo de cobrar las cosas, nada era gratis.

    Pero la ignorancia, la hermosa ignorancia, me estaba salvando el culo y quizás nos llevaría a todos al Infierno a la vez.

    Me sentí culpable porque sabía que esta chica mataría a quien se le pusiera enfrente por cualquiera de nosotros, incluso por los más indómitos que no parecían necesitar protección de nadie. Porque así como yo había preguntado porque necesitaba saberlo, sentía que ella debía saber, pero, ¿en qué mundo cabía quitarle esa sonrisa de la cara?

    No podía ser ese monstruo.

    Así que me callé aunque el cóctel de culpa que estaba empezando a gestarse era una verdadera mierda.

    Las notas vibraron de nuevo, rebotaron en las paredes, en los otros cuerpos y desconecté cuando sentí a Yuzu encima otra vez. Sabía que no había ninguna intención en sí en nada de lo que estábamos haciendo, era sólo pasar el rato, hacer el tonto y ser lo que se supone que éramos por una vez en la vida: dos idiotas que no llegábamos a los veinticinco divirtiéndonos. Claro que seguía sin ser de piedra y así como la atracción estúpida que Yako siempre había despertado, como venida de otro mundo u otro nivel, algo parecido ocurría con esta chica.

    Había en lo incontrolable de su carácter, en su fuerza y en su aspecto casi salvaje algo que atraía como imán.

    Como para no dejarse hacer, vamos.

    Era un cachorrito de lo más obediente en las manos correctas.
    Y que me mataran, pero disfrutaba el palpitar de las sombras como un cabrón.

    Silenció el ruido que tenía en la cabeza al pegarse a mí, el resto del cuerpo me accionó en automático y me le enredé a la cintura a la vez que se me aflojaba una risa extraña, surgida de lo profundo del pecho prácticamente pegado al suyo. Me echó encima una sonrisa de mierda, fue oscura que te cagas y sus dientes parecieron brillar bajo la luz negra, me recordó genuinamente al animal del que provenía su apodo, con el flequillo albino entre la mata de cabello negro y todo su aire general.

    Licaón.

    Painted Wolf.

    La tenía estúpidamente cerca del rostro y aún así no hice nada más, porque era esa clase de imbécil y también porque quizás había líneas que no iba a cruzar del todo.

    Lo decía el idiota de los baños de la escuela.

    Ni Satanás mismo iba a creerme una mierda.

    No, si es que para estúpidos me llevaba el premio en los últimos días.


    El espacio siguió palpitando, seguimos moviéndonos por un espectro rarísimo y ya no sabía si culpar de ello a lo derretido que tenía el cerebro, a la de desgracias que me habían llovido de la nada o que simplemente había dado un paso hacia la oscuridad para descubrir que me había caído al fondo de un pozo, aturdiendo mi maldita mente inquieta. En algún momento en que hubo otro cambio de canción Yuzu se separó, me arrastró del brazo otra vez y navegó entre la gente con una habilidad que solo yo mismo había demostrado hace rato, para volver a la barra y pedir dos cervezas.

    En lo que el chico las abría para dejarlas a nuestro alcance me retiré el cabello sudoroso de la frente arrastrándolo hacia atrás. La respiración me iba como la mierda, pero tenía un chute de energía en el cuerpo que era resultado del movimiento y el cansancio que llevaba cargando desde el domingo, que ni se dijera del resto porque esta cabrona parecía habérselo pasado de puta madre sólo, bueno, calentándome la polla. En fin, no era que interesara demasiado y la verdad yo no le andaba muy lejos, siendo que había dejado algunas cosas a medio camino en estos días.

    Fucking prude.

    .
    .


    And I'm a shadow of a ghost.
    It's feeling as if somebody has taken host.
    Babe, I don't wanna make a scene
    but I get self-destructive.
    .
    My mind plays tricks

    and I don't sleep no more,
    and doctor, please,
    I can't switch off.

    .
    .

    Alcancé la botella de cerveza una vez el chico de la barra la dejó, le pegué un trago enorme y consideré que ya había superado mi momento de extroversión del día, así que me alejé de esa zona y noté que Yuzu me seguía los pasos, al final me guió por una escalerilla que llevaba a un segundo nivel. La música seguía retumbando, pero desde allí se veía toda la parte de abajo, el tumulto de gente moviéndose al ritmo que cada uno alcanzaba a identificar más en la música. Juntos, separados, como fuese, recordaban bastante al mar picado.

    Apoyé el cuerpo en la baranda, moviendo suavemente la botella en la mano izquierda y Minami me imitó. A ella también le iba la respiración bastante descontrolada todavía y no sé, me hizo gracia, hasta me sentía honrado de que se hubiera permitido hacer el imbécil conmigo de esa manera.

    Allí donde estábamos había una segunda barra bastante más pequeña, varias mesas redondas con bancos altos y un sillón de mala muerte, era el espacio que usaba la gente que más que participar del asunto prefería verlo o donde los que necesitaban parar el culo del desastre un momento subían, bebían una botella de agua, se metían alguna otra droga o algo, y volvían a bajar. Había varios grupillos de personas, algunos en las mesas, que otro en la barra y uno en el sillón. Sin embargo, al ver a big sis repasar el desastre de abajo con la vista entendí que era, en realidad, su panóptico.

    Unos segundos después sentí que ella había estirado el brazo para tomarme la camiseta por la parte de atrás y agitarla suavemente, haciendo que un poco de aire me corriera por la espalda fría de sudor. Me regaló una sonrisa que ya no cargó su tono oscuro, volvió a echar el cuerpo sobre la baranda e intercambió el peso de una pierna a la otra.

    —Hablaste con Hikkun —dijo por encima del ruido de la música y me lanzó una cuota de tensión encima—. Lo hiciste muy bien, Cay Cay.

    Solté el aire despacio al escuchar el apodo, liberando la tensión, y le di un trago más controlado a la cerveza en espera de que siguiera hablando como imaginaba que haría. Dios, estaba jodidamente agotado, pero la verdad era que había valido la pena por la pasta y el rato con ella.

    O por bloquearme la mente.

    —¿Él te dijo algo? —pregunté al ver que no seguía.

    —Yama… ¿Cómo era? Bueno, el chico que Sonnen dejó en la mierda le llegó a casa unas horas después de que tú te fueras. —Tomó algo de cerveza, se inclinó sobre la baranda de tal forma que genuinamente creí que iba a caerse desde allí y estiré la mano para colar los dedos por el pasador del cinturón de su pantalón, con tal de por lo menos anclarla a algo. El gesto le arrancó una risa y la hizo retroceder, quizás para quitarme la preocupación—. Se supone que yo te cuido a ti, mi cielo, no al revés. ¿En qué momento creciste tanto?

    —Después de Yako —respondí sin conectar lengua con cerebro y noté la tristeza que le pasó por la cara—. Lo siento, big sis.

    —No pasa nada —resolvió con sencillez, repasando el vidrio de la botella con los dedos—, pero a este paso vamos a terminar llamándote Aniki.

    Se me soltó una risa sin gracia, en ningún universo iba a pasar eso pero el chiste estaba bueno. Enderecé la espalda, apoyando solo la mano libre en la baranda y le eché una mirada de soslayo que pareció regresarla al tema de Hikari.

    —El chico le llegó con el meñique de la mano izquierda recién amputado, casi desvaneciéndose de dolor… Como Sonnen le cagó la mandíbula no puede articular muy bien al parecer, pero en fin, reconoció ante su líder el fallo cometido. No empezó con una sola articulación, se amputó todo el puto dedo.

    —Yubitsume —murmuré para mí mismo, frunciendo el ceño con desagrado—. Me cago en la puta, Hikari lo va a matar.

    —Lo echó de Taitō al pelo, se lo llevaron a rastras y debieron dejarlo medio muerto cerca del límite de Bunkyō, Arakawa, Sumida o Chūō dependiendo de para quién trabaje Hikkun, o bien pudo enviarlo incluso al asqueroso puente de Nakano. No fue específico con eso. —Se retiró el cabello de los hombros con un movimiento de mano y suspiró—. Quiere hablar con Sonnen, luego, cuando esté mejor de la paliza que le metió.

    —¿Con Altan? ¿Para qué?

    —Hikkun es mecha corta, pero cuando la furia se le pasa es extremadamente racional. Sonnen cobró vida por vida, tú lo ayudaste a revisar sus filas, quiere retribuirles eso.

    —Retribuirles suena a manada.

    Cuando la vi llenarse los pulmones de aire prácticamente me preparé para el golpe que iba a soltarme, porque me la conocía, porque le noté en todo el cuerpo que iba a meter la cabeza en la mierda.

    —Me dice que estás preocupado por algo, que seguramente no duermes muy bien y estabas tan inquieto que solo hasta que se acostó a tu lado pudiste conciliar el sueño. —Giró el cuerpo, apoyó las caderas en el metal y cruzó los brazos bajo el pecho aún sosteniendo la botella en una mano—. Como me mientas te amputo yo misma el dedo, te lo juro por Dios, porque te conozco y estoy hasta los ovarios de tu culo evitativo.

    —Yo no-

    —Por mis muertos que traigo un cuchillo, Cayden.

    —Que dejo a todos irse y no hago una puta mierda —solté en tropel, completamente acorralado, y ya no pude parar—. Los dejo irse, sigo con mi vida y parece que no quiero a nadie porque no tengo los malditos huevos de decirles que no quiero que se vayan porque atarlos me parece egoísta.

    ¿Cómo iba a atar a nadie a mí de por sí? ¿Con qué fuerza o qué voluntad?

    Guardó silencio, sentía su mirada encima y entre que estaba pasado de alcohol, agotado y todo lo demás, me quebré luego de días de aguantar como imbécil, porque había desaparecido los muros de inhibición emocional en los que vivía. Arrugué los gestos en un intento por contener las ganas de llorar, pero al final no sirvió de mucho y sólo sentí que Yuzu me quitaba la botella de la mano con un cuidado ridículo, así que me llevé las manos al rostro y sorbí por la nariz con tanta fuerza que me dolió la cabeza.

    Y lo escupí.

    Dije por primera vez en mi vida cuál era el verdadero núcleo de mi búsqueda imparable por admiración y me dolió horrores, porque me di cuenta que quizás, sólo quizás, algo que había dicho que no me importaba había orientado dieciocho años de mi vida.

    ¿Qué no me importaba que mi padre ni siquiera me visitara? A otro perro con ese hueso.

    Aunque lo que más me dolió fue darme cuenta que entonces por más que consiguiera la dichosa admiración, la validación, no sería suficiente nunca.

    —No quiero que me dejen, ya no quiero que nadie me deje. Soy un jodido mocoso y estoy harto de buscar la atención de todo el mundo, pero no sé hacer otra cosa. No sé cómo pedirle a nadie que se quede conmigo, que me elijan por encima de algo, que me vean como una opción aunque no valga para nada. Que alguien me mire, que vuelque su atención en mí y pueda dejar de sentir que no existo. —Sentí su tacto en el brazo y a pesar de que la había tenido encima hace unos minutos, a pesar de que todo lo que acababa de decirle, ahora me aparté de puro reflejo. Puse distancia, me crucé de brazos y dejé que las lágrimas me corrieran por el rostro, que me cristalizaran la vista y me ahogaran sin importar que estaba a ojos de todo Dios. Simplemente no pude detenerme—. No fui detrás de Ko, ¿qué pedazo de infeliz hace eso? Luego de que Yako muriera Hikkun se regresó a Taitō sin decir una mierda y no supimos de él un año entero, Ratel se largó a Chūō y no le vemos la nariz en realidad aunque fingimos seguir como si nada. Luego el Happy Meal no volvió a Japón y me quedé allí, sin intentar averiguar nada.

    Ser la opción de alguien, ser la respuesta, ser algo más que el fantasma o la llama que consume los hilos de seda.

    Conectar.

    Necesitaba conectar y no sabía cómo hacerlo, porque me aterraba.

    —Cariño, ya está. Ya está. —Incluso con el ruido del ambiente su voz me alcanzó, conciliadora, pero no tuvo demasiado efecto.

    —No fui detrás de ninguno y pudo pasarles algo sin que yo lo supiera, porque no me aferro a un carajo. —Intenté pasar aire y lo que me salió del pecho fue un sollozo roto—. ¿Y luego qué? ¿Te vas a ir tú también y te voy a dejar? ¿Se irá Honeyguide? ¿Ko otra vez? ¿Los voy a dejar irse a todos y ninguno se va a quedar conmigo? ¿Ninguno va a elegirme? ¿No podré abrir la boca para decirles que no se vayan?

    La cueva.

    La puta cueva.

    Había caído de cabeza en el lado malo, allí donde mi aislamiento voluntario dolía, donde las sombras eran afiladas y el frío que en general resistía sin problemas mordía hasta el hueso. Donde no podía controlar mis propias emociones y me consumían como el fuego a un árbol, desde el interior, hasta hacerlo partirse. Era el resultado de no externalizar nada nunca.

    Reintentó la movida, se acercó y esta vez ya no encontré por dónde rehuir su aproximación, así que consiguió envolverme en sus brazos. Fue como si hubiese conseguido conectar un cable que estaba chisporroteando en el piso, así que casi me le fui encima y estuve a nada de llevármela en banda al suelo. Me había descompuesto en llanto en cosa de segundos, solo con haber tenido que decir qué mierda era lo que me molestaba tanto y me impedía parar quieto desde hace días. Algo que ni siquiera yo tenía claro realmente hasta ese momento.

    No había sido el mejor día para tener un insight, eso había que decirlo.

    Me acarició con un cariño ridículo y antes de darme cuenta de nada, me estaba arrastrando a alguna parte. Se había desenredado de mí para guiarme, me ayudó a bajar de la segunda planta esa y avanzó hasta que salimos del Maharaja. El aire de afuera casi me abofeteó el rostro, me impulsó a inhalar a con fuerza y volví a rechazar el tacto de Yuzu sin pensar, que de por sí se distrajo dándole un montón de indicaciones a un tipo con cara de perros y una cicatriz recorriéndole las facciones. Era mayor que ella, pero suavizó los gestos apenas oírla.

    Se retiró luego de que la chica le metiera prisa y volviera su atención a mí, todavía en la mierda. Cada que tomaba aire sollozaba como un niño, se me atoraba a medio camino y me hacía repetirlo en un intento por llenarme los pulmones de oxígeno.

    El cara de perro apareció otra vez, le alcanzó una botella de agua y luego de echarme un vistazo, como si fuese un alien, se retiró de nuevas cuentas dejándome con ella.

    —Ya, suéltalo, eso. Llorar está bien, cielo, llorar está bien, ¿oyes? —Me alcanzó la botella de agua con intenciones de que bebiera y le di un sorbo antes de que otro sollozo me interrumpiera. Negué con la cabeza, ni idea de por qué en realidad—. ¿Lloraste a Yako?

    Lo lloré solo.

    >>¿Lloraste a alguno de los que dejaste irse? Cielo, ¿lloraste a la gente que has extrañado alguna vez en tu vida?

    No. Nunca.
    Nunca y me sentía como un monstruo sin corazón por ello.

    Negué con la cabeza, el llanto se reinició con fuerzas renovadas y me quedé allí, a mitad de la acera, como un crío perdido. No sabía por qué estaba rechazando la contención de Minami con tanta vehemencia, como si me estuviera negando a que me alcanzara, que siguiera viendo mi destrozo o le estuviera impidiendo tocar la mierda al impedirle tocarme a mí. Le corté todas las salidas, cerrándome como un animal aterrado, así que lo único que le quedó fue hablarme.

    —No iré a ninguna parte, Cayden, ¿entiendes? Eres mi opción, fuiste la opción de Yako. Nos quedamos contigo, él estuvo contigo hasta el último día y te dio toda su confianza porque eras tú.

    Porque era yo.

    >>Cay. —Me llamó—. Ya está bien de restringirte todo, mi niño, solo déjalo fluir. Puedes amarlos, puedes amar a todos sin sentir que vas a morir cuando sus emociones reboten a ti y puedes decirles que no quieres estar solo en realidad. Te prometo que puedes.

    Otra negación con la cabeza, otro sorbo de agua y otra serie de sollozos. Volvió a acercarse, me obligó a recibir su tacto en el rostro y me limpió las lágrimas antes de hacer que la mirara.

    —No puedo —solté y realmente no supe cómo me entendió algo, porque la voz se me cortó que dio gusto.

    —Sí puedes —insistió y posó la mano en mi pecho—. Porque tienes fuego aquí dentro y lo usarás bien. El mundo depende de los corazones que nacieron de las chispas o de los que pueden emular un fuego ajeno, pero este es tuyo. Es todo tuyo y lo supimos siempre.

    Me dedicó una sonrisa que me hizo saber que le destrozaba el corazón verme así, no era su intención, pero empeoró todas las culpas que cargaba encima y deseé huir hasta perderme en la oscuridad, hasta desaparecer de su vista y fingir que nunca me había roto frente a ella. Correr, correr y correr hasta dejar los pulmones en la acera, escupir las entrañas, vomitar todo lo que estaba sintiendo y reconstruirme solo.

    Pero sus palabras me congelaron el cerebro, me convirtieron en un perro regañado y sería gracias a ellas que me dejaría llevar a casa esa noche, durmiera o no, al menos volvería a casa en vez de rogarle a Yuzu que me dejara quedarme con ella y sus hermanas para no darle la cara a mi madre.

    —Ámanos, Cayden. Ámanos con todas tus fuerzas y estaremos a tu lado hasta el fin de los días.
     
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