Mie Shima

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Julio 2023.

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    Amelie

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    [Kuroki; Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]


    Soreku se mantuvo a un lado de Byakko; revisando su pulso mientras el de Taiki se desvanecía por completo. Yume se separaba del cuerpo, su rostro mostró decepción mientras limpiaba sus manos. Hotaru se levantó para observar a Kohaku mientras sentía algo distinto en él.

    Reijiro y Tamura se mantuvieron al margen, expectantes.

    "...Estoy harto de ver muertes sinsentido..."

    Las palabras de Kuroki resonaron en los oídos de Kawa. Ella entendía la frustración de su hermano; ella también había vivido para ser usada. Ella también había atentado contra la vida de los demás; por sus condición llevó a Natsu a un camino pedregoso, lo llevó a matar a una mujer inocente. Apretó fuertemente sus ojos, yo comenzó a llorar con más fuerza.

    "Cualquiera que pretenda jugar a ser un dios no lo sabe en absoluto."

    La voz de Kohaku hizo que Hotaru llevara su mano al pecho; sentía el mismo dolor. Habían conocido a Amanozako, conocían cómo un Dios podía jugar fácilmente con las decisiones de los hombres; eran pequeñas velas en el suelo, ellos decidían si soplar más fuerte para ver cual de esas velas tintineaba hasta apagarse. Un juego.

    Cuando Kohaku habló de servir al clan; Reijiro afirmó. Justamente él estaba allí haciendo eso, sirviendo a su señor. Reijiro respondía a la petición de Hideyoshi, quien servía a Takeda. Por un momento miró a Kuroki, las palabras de Kohaku le hacían entender que aquel guerrero estaba cometiendo traición. Era algo tan irreal ante su código de honor, pues la última vez que lo vio fue peleando a su lado en Shimotsuke, ayudando a aquel pueblo a librarse de una invasión severa. "¿Qué había cambiado en tan poco tiempo?" se preguntaba.

    El lugar quedó en silencio ante la salida de Kuroki; quién se llevó a Shiori sin responder más a Kohaku. Nadie lo detuvo; pero Kawa se levantó, sus rodillas temblaban, era el cansancio; el miedo; el dolor; la tristeza reflejada en su pequeño cuerpo que parecía se quebraría en cualquier momento. Escuchó a Kohaku pero corrió hacia la salida y vio como Kuroki se marchaba.

    —Tal vez... nacimos para ser asesinos...para ser manipulados porque siempre hemos estado perdidos...— dijo Kawa sin mirar a nadie en específico— Asesinos, cómo lo es Gendo, cómo lo es Kato... —Kawa cayó de rodillas, llorando con fuerza — Pude haber matado a mi propio hermano en Chiryu... pude haberlo hecho sin derramar una sola lágrima —miró el cuerpo de Benkei —Pero Benkei me devolvió el derecho a mis emociones, abrió una caja que ya no puedo cerrar. Quisiera no sentir, volver a ser de piedra... así como mi hermano lo es ahora. Pero no puedo — cubrió su rostro en vergüenza —Yo fui manipulada por años, Kyogi lo hizo. Pero yo no la intenté detener, no hasta que conocí a Natsu, Rengo y Kuroki. Natsu... yo fui la voz a manos de Mara que lo guio a matar a Hana — miró a Kohaku — Hubiera muerto hoy... si desean matar a mi hermano, puedo tomar su lugar.

    Tamura se interpuso al instante; Kohaku ya había tenido demasiadas emociones para tener que cargar con una respuesta hacia esa pequeña — Creo que nadie aquí tiene la familia perfecta — dijo hincándose con Kawa con una leve sonrisa; le costaba demasiado ser serio incluso en momentos como ese — Somos las decisiones que tomamos en el presente, eso es lo que define nuestra esencia.

    Yume se acercó a Kawa y comenzó a curar sus heridas; ella iba a quitarse para evitar ser atendida —Será mejor dejarme así...

    Soreku se acercó a Kawa; tomó sus ensangrentadas manos y la observó directamente a los ojos —Todo guerrero en el camino a la verdad ya tuvo miedo de entrar en combate; ya traicionó y mintió en el pasado; ya recorrió un camino que no le pertenecía; sufrió por cosas sin importancia; creyó que no era un digno guerrero; falló en sus obligaciones espirituales; ya aceptó tareas que no quería hacer; ya hirió a alguien a quién amaba. Y es por todo eso que es un guerrero en el camino a la verdad, porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era. Y ese guerrero se convertirá en uno honorable cuando entienda todo lo que ha pasado, se acepte y sepa pedir perdón y ser perdonado.

    Kawa comenzó a llorar nuevamente —Mi hermano... él...

    —Él ha decidido ser cómo Kato —interrumpió Reijiro con frustración.

    Hotaru miró a Taiki, se acercó a él y juntó las manos del difunto en su pecho —El mal que está en el mundo casi siempre proviene de la ignorancia... —se alejó de Taiki para posicionarse junto a Kohaku, mirando hacia el exterior, dónde Kuroki avanzaba en la lejanía con Shiori— ...Y las buenas intenciones pueden causar tanto daño como la malevolencia si carecen de comprensión.

    Hotaru miró a Kohaku —Takeda tiene que saberlo —Repitió las palabras de Kohaku para después acercarse a él y lo abrazó con fuerza. Con su mano derecha llevó la cabeza de Kohaku directo a su cuerpo, obligándolo a apartar su vista de todo. Hotaru no quería ocultar a Kohaku de la realidad en ese momento, le estaba otorgando una privacidad minúscula en esa obscuridad. Había perdido un padre, había perdido un amigo — Avisaremos a Takeda, si; pero primero seremos vulnerables. Está bien, llora. Esta vez no estás solo — un abrazo cálido.

    Gigi Blanche

    Me perdonarán pero metí una frase de Camus. Debía ponerla.





    Kuroki bajó del santuario; una persona lo parecía haber estado esperando. Un hombre estaba en una roca sentado; limpiaba su katana la cual tenía un brillo particular, único. Kuroki no podía saber que era; pero si podía distinguir esa gran diferencia con otros sables.

    —Los débiles temen las decisiones fuertes. Puedes observar como un ave caza a un gusano después de una fuerte lluvia, puedes lanzarle una roca al ave para alejarla y dejar que ese gusano escape; pero tarde o temprano el ave volverá y lo devorará —El hombre se levantó y miró directamente a los ojos a Kuroki.

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    —¿Quién culpa al ave por alimentarse? ¿Quién culpan al incauto que lanzó la piedra para salvar al gusano? Lo hace la lluvia, la responsable de inundar la tierra obligando al gusano a salir de ella. Pero todos celebran a la lluvia porque ayuda a las cosechas. — El hombre tomó un pedernal e hizo que su katana ardiera frente a Kuroki —Culpar a la naturaleza del hombre por sobrevivir es una excusa de aquellos que no pueden defenderse por sí mismos, es la culpa que sienten por no darse cuenta que son ellos mismos son quienes provocan la muerte que obligan a uno ejecutar. Sus valores radican en lo que les es cómodo, son frágiles de convicciones, débiles de espíritu, limitados de ímpetu.

    Apuntó a Kuroki con la llama de su katana. Kuroki no se apartó, aun con Shiori en los brazos.

    —Yo veo en ti la fuerza necesaria; abandona a aquellos que te atan de tu verdadero potencial. Únete a mi, Gendo Mori. Se mi alumno —Guardó su katana en un movimiento perfecto; apagando la llama de inmediato —Destruye a todos los gusanos que la lluvia obliga a salir. Algún día la historia culpará a esa lluvia, y no a las aves que sólo buscaban sobrevivir.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa
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    Seguí las acciones de Kawa sin mover un músculo ni pretender detenerla. Su cuerpo, sin embargo, se congeló bajo el umbral de la puerta. Las rodillas le temblaban y podía jurar que su silueta, parecida al papel, se quebraría en cualquier momento. Mi gesto se comprimió, su voz nos alcanzó y dejé la vista clavada en un punto cualquiera. Habló de Gendo, el mismo que había oído en boca de Tamura, habló de Kato y dijo... Miré su espalda. Había sido ella. Esta niña había enviado a Natsu para que asesinara a Hana, la madre de Takeda. Kyogi la había utilizado. Los recuerdos espiralaron con más profundidad, más violencia, regresé al bosque oscuro y al rastro latente de la cajita musical.

    Si desean matar a mi hermano, puedo tomar su lugar.

    Tamura intervino en ese momento, Yume se acercó a ella y Soreku también le habló. Me mantuve al margen de la situación. Oír a la niña diciendo una cosa semejante me lanzó encima una ola de hartazgo y frustración. Estaba cansado, absolutamente cansado de que las vidas a mi alrededor se consideraran nimias, sinsentido, intercambiables; de que la gente muriera y las fosas comunes rebosaran de cuerpos a merced de los cuervos. Yo también había matado, lo sabía, y era un crimen con el cual cargaría el resto de mi vida. ¿Pero esto? Esto era ridículo. Jamás había querido tomar la vida de Kuroki.

    Ni por un segundo.

    Estaba aún demasiado agobiado para verbalizarlo, sin embargo. Hotaru se había situado a mi lado y su voz amenazó con quebrar la frágil estabilidad que había construido; su abrazo la rompió por completo. Me estrechó con fuerza, me instó a esconder el rostro y no opuse resistencia, no me quedaban fuerzas para hacerlo. Su cuerpo estaba cálido, olía a flamas de oro, y mi frente encontró el hueco de su cuello. Envolví su espalda con ambos brazos, las manos me temblaron y lo afirmé contra mí. Allí, en ese pequeño espacio oscuro, la vida entera se me vino encima y me eché a llorar, incapaz de soportarlo.

    No estás solo, dijo.

    —No queda nadie —sollocé, descompuesto de dolor.

    Quizá fuera verdad, quién sabe.

    —Ya no queda nadie.

    No podía sentirlo.

    Mi padre era la única esperanza, vana, que aún me conectaba a mis raíces, a la Villa, y a la vida que había llevado allí. Ahora... sólo quedaba yo. Si moría, si me iba con ellos, el legado de los Ishikawa desaparecería por completo de la faz de la tierra. Me habían criado para respetar, honrar y celebrar a nuestros ancestros. Sentía una conexión profunda, una responsabilidad inmensa con todos aquellos que me antecedieron. Con las vidas perdidas y los inciensos derramados. Tenía que sobrevivir, hacerlo por todos ellos.

    Pero dolía.

    Dolía muchísimo.

    No supe cuánto tiempo permanecí aferrado a Hotaru, ni siquiera quería salir de allí. No sabía... No tenía idea cómo seguir, ni con qué fuerzas, ni con qué corazón. Lloré y seguí llorando, hasta que un atisbo de vergüenza se abrió paso y pensé, Dioses, que debía estar empapándole la ropa. Poco a poco aflojé el agarre, entreabrí los ojos, tomé aire. Suspiré. Deslicé las manos por su espalda en una caricia vaga y erguí la cabeza, sin soltarlo. Enfoqué la mirada más allá, en la pared del santuario, y sentí parte de su cabello revolverse con el mío.

    —Gracias —murmuré, intentando recomponer la voz, y pestañeé con pesadez—. Gracias por quitarle el frío, pese a lo que hizo. No olvidaré nunca lo que hiciste por él.


    me duele la vida pero hotaru mi preciosura te amo demasiado
     
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    Kuroki Fusatada

    No pude escuchar nada de lo que se dijo después de la breve discusión, no me importaba ya, Kohaku había terminado de rematar la de por sí remota posibilidad de haber rescatado algo de todo esto.

    Aún así, no es como que por ello quisiera atacarlo o mucho menos tomar su vida, simplemente estaba tomando la situación como mejor podía y estaba asumiendo no solo las consecuencias, si no terminando de comprender lo que tenía que hacer y terminar de aceptar la realidad, no solo de la situación... Si no de mí mismo.

    Quería dejar a Kawa con su duelo y volver con ella poco después, si no quería venir lo entendía y no la forzaria, incluso si quería irse con Kohaku tampoco la detendría, Wakayama era mi siguente destino, tenía que decirle a Takeda el fracaso de misión autoimpuesto...

    Descendí en severo silencio las escaleras, sin inmutar mi expresión, sin soltar más lágrimas, seguramente lo haría cuando ya estuviese cavando el hoyo, ya no me quedaba casi nada en esta vida... Era tan poco que, llegaba a presentir que ya no habría modo de justificar nada o siquiera hacer el intento.

    ¿Y de verdad... Era todo culpa mía? ¿Pude haberlo hecho mejor? ¿Distinto?

    No tuve tiempo a terminar de salir del santuario cuando una presencia más se hallaba por ahí, giré mi rostro y cuerpo hacia él, aún con Shiori en mis brazos, el porte e incluso ese "aura" que desprendía me recordaba tanto a Kato... Y no me estaba equivocando.

    El sujeto parecía haberme estado esperando todo ese tiempo, portaba una katana con un brillo que jamás antes había oído hablar o ver en toda mi corta vida, y pronto escuché salir de su boca lo que era un especie de lección metafórica.

    Evidentemente, la lluvia era la representación de los "problemas", los gusanos; la gente que él llamaba débil, el chico; los "justos" que anhelaban salvar a un inocente de un "destino cruel"... Y las aves; gente poderosa como él... Como yo...

    El hombre se levantó y me clavó la mirada, era una con una firmeza tan colosal que evidenciaba de primera mano que no era un individuo cualquiera, una equiparable al Águila de Kamakura... Era una mirada digno de un asesino y un guerrero sin igual.

    En ese momento maldije para mis adentros pese que no expresaba nada, seguí mirándolo directamente a los ojos, sin moverme de mi sitio, estaba ante mí una persona que podría cortarme la cabeza en menos de un segundo y no sería capaz de hacer nada por evitarlo... Era... Como si el destino ya hubiese sentenciado mi vida, mis pecados, mis errores...

    O tal vez me estaba precipitando.

    El hombre continuó su relato, remarcando luego lo que para él eran las voluntades débiles y las poderosas. Pese que encendió su katana en llamas de alguna manera, me apuntó directamente pero yo no me moví en lo absoluto, estaba listo para morir desde hacía rato y lo aceptaba, pero el hombre no hacía eso por amenaza...

    Lo hacía... Porque quería reclutarme.

    No fué hasta que mencionó su nombre que pestañee y expresé por fin una ligera sorpresa.

    ¿Gendo..?

    ¿Gendo Mori?


    ¿Este hombre... Era el mismísimo Gendo?

    Yo no lo sabía, pero este mismo sujeto había observado parte del combate contra Taiki, y si me había estado esperando era por este momento.
    Recordé el relato de Taiki, la susodicha revelación, pero al haber sido utilizado por él no podía saber si lo que había dicho era verdad o no... Y no solo eso, todo apuntaba que Gendo era un asesino despiadado capaz de aplastar incluso a gente importante si lo veía como un estorbo.

    Todo apuntaba a que él había orquestado la invasión al Clan Fusatada, que por su culpa me había quedado solo...

    ¿Y ahora... Este hombre quería... Que fuese su alumno?

    Un sentimiento de rechazo me invadió de inmediato, la expresión de sorpresa se difuminó y regresó la seriedad, aunque quisiera pelear, aún si estuviese en óptimas condiciones, el nivel de poder era abrumador a simple vista, incluso el modo en como enfundaba la katana sin verlo y de ese modo tan... Preciso, hacia ver que no duraría ni dos segundos en un combate real...

    Pensé rápido, intenté entender la trampa, leer entre líneas, sus expresiones, su cuerpo... Pero... Nada.

    No sentía mentira, no sentía trucos... Una persona como él, quién dicen que tiene la fuerza de Kato... No se veía como esa clase de personas que perderían quién sabe cuánto tiempo por esperar a un mocoso como yo.

    Si, podría haber esperado a Shiori, pero estaba muerta y se dirigía a mí sin siquiera hablarle a ella, podría haber esperado a Kohaku, pero creía que se lo habrían topado y por algo algunos llegaron algo tarde a la escena final de Taiki, puede ser incluso que me reconociera y Gendo solo me hubiese esperado para matarme aceptara o no pero... ¿De verdad, yo valía su tiempo?

    No... Definitivamente el hombre tenía interés por mí.

    Era de intuirse que debía tener un poder y puesto importantes, radicalmente importantes en el Imperio, aún si asumiendo que me perdonase la vida por rechazarlo a él en persona, el Imperio no me quitaría en lo absoluto los ojos de encima... Y asumiendo que Taiki fuese cercano al Emperador por lo visto en Mito... Mierda...

    Gendo lo había planeado bien.

    Ahora lo entendía, decisión que tomase, sería el remate final para determinar qué tan mal acabaría, de nuevo, no había respuesta correcta, seguía acorralado, sin verdaderas opciones viables o decentes... Tenía solo dos caminos con consecuencias igual de graves en ambos, si no era brutalmente masacrado por los Taira, lo sería por los Minamoto al creer una traición.

    El sentimiento de impotencia y rabia volvieron, pero esta vez me los tenía que tragar, seguía mirando a Gendo, firme, pero en el interior, pese que no conectaban las cosas, sí sentía la impotencia, y eso me estaba carcomiendo.

    ¿Qué me garantizaba que viviera? Kato me perdonó la vida gracias a mi padre, a que entendió que hice lo que hice por una deuda de honor pero... ¿Gendo? Era la primera vez en mi vida que lo veía en persona.

    No sabía qué hacer, estaba acabado... No podía adivinar lo que sucediese a corto plazo, tenía que decidir...

    En ese momento, recordé algunos momentos clave en mi viaje, algunas interacciones, incluso el punto que deseaba dejar en claro a Takeda antes de venir aquí, recordé que al final de cuentas seguía siendo un Shinobi... Entendí, que mi papel en esta guerra ya estaba por concluir.

    Podía hacerlo ahora... O podía intentar postergar su final e intentar cometer el último atrevimiento... Uno que no dudaba me saliese caro, muy caro, pero que más daba...

    Tal vez, las palabras finales de Kohaku habían dañado algo más que solo la amistad...

    Inhale profundamente y con calma, y luego exhale... Tal vez, solo tal vez, tenía que aprovechar algo de todo esto, no es como que tuviera opciones, de todas maneras.
    —Puedo ver en tus ojos que no eres una persona ordinaria, puedo sentir el peso de tus palabras y entender la seguridad en ellas... Puedo entender el ejemplo y sentir cómo puedes ver lo especial que soy... No eres un hombre que ofrecería lo que haces a un cualquiera, ni siquiera a alguien con talento. Lo harías solo ante personas que en verdad merecerían algo más que solo ser un alumno tuyo. No eres un hombre que decidiría perder tiempo ante un chico en el que no sabrías hasta cuándo vendría, tus palabras... Van muy en serio—. Inicié, mirándolo aún, de vuelta a esa neutralidad.

    Era aquí cuando debía tomar mi decisión... Y creo que era obvia, no es... Como que sintiera que yo mismo valiese ya la pena, para ser honestos.

    >>Gendo Mori...—. Anuncié, mirando con decisión al hombre.

    >>Demuestrame mi verdadero poder
     
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    [Kuroki; Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]




    Hotaru lo contuvo en su abrazo —No responderé jamás por venganza— dijo ante Kohaku — Me tienes a mi, yo estoy aquí gracias a ti.

    Yume abrazó a Tamura; y este aceptó su abrazó. Reijiro vigilaba las acciones de Kawa; pero ella no se movía de su lugar.

    Por un momento; Soreku comenzó a revisar las pertenencias de Taiki. Entre ellas dejó su naginata; una caja de madera; un hanko... pero antes de que pudiera sacar mucho más. Reijiro ya lo había detenido.

    —Lo siento —se excuso Soreku —Es ahora un Abe-ra-un kamuy; quería ofrecerle una ceremonia —negó — No quería imponer mis ceremonias —miró a Kohaku — Dime que quieres que haga; nosotros te ayudaremos.

    Kohaku no conocía el viejo lenguaje que Soreku usaba; pero vaya que sabía de esa frase, la escuchó algunas veces de su madre... Los Abe-ra-un kamuy, los que viven cerca de la hoguera; era como los antiguos se referían a sus muertos.





    Gendo sonrió satisfecho por aquellas palabras; no había duda, no había cuestionamientos absurdos. Sólo un deseo absoluto por obtener poder.

    —Todo Japón lo conocerá —dijo con seguridad — Sígueme. Hagamos que la tierra tiemble a nuestro paso.

    Gendo avanzó, después de unos momentos en silencio; se reunieron con un grupo de personas; y detrás de ellos, un pequeño ejército. Entre el grupo destacaba una mujer y un hombre que sonrieron al ver a Gendo.

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    La mujer observó a Kuroki con detalle —Un zorro blanco —le sonrió para después mirar a Gendo — ¿Es porque nunca pudiste reclutar al zorro negro?

    El otro hombre junto a la mujer soltó una carcajada.

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    —Ese zorro negro siempre ha sido un mito; Sayuri — dijo aquel hombre ante la mujer — Está frustrado porque ya le mataron a dos buenos reclutas—miró a Kuroki — Al menos es más grande que el pequeño Sota cuando fue reclutado ¿No es así? Va a durar más ¿No crees?— preguntó a Sayuri.

    —Sota fue un imprudente; Daidoji —dijo Sayuri hacia su compañero — Haber acabado bajo el propio filo de su padre...

    —Se confió demasiado aun siendo poco—
    Intervino Gendo

    —Tal vez yo deba poner a prueba al nuevo— Daidoji propuso mientras veía a Kuroki.

    —¿Acaso yo te lo he pedido? — reclamó Gendo, borrando inmediatamente la sonrisa de Daidoji — He decidido que será mi alumno; no necesita ninguna otra prueba — dijo con severidad —¿O crees que mi elección fue equivocada?

    Daidoji sonrió y negó — Confío en tus decisiones, mi señor. Pero no sé si confiar en las de él —dijo mirando a Kuroki.

    —Sus decisiones ahora son también las mías. Se ha ganado mi confianza al demostrarme no sólo su fuerza, sino también su convicción —Aclaró Gendo

    —¿Cuál es tu nombre? — preguntó Sayuri amablemente hacia Kuroki.

     
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    Venganza. Recordé las palabras de Amanozako, la historia narrada por Hashimoto, el vagabundo con el que topamos en lo alto de la montaña y el sacrificio de Inuzuka. El engaño de la venganza radicaba en hacer creer a sus portadores que podrían utilizarla de alimento y energía, les prometía una razón para vivir y luego, de un momento a otro, desaparecía. Cuando ya había consumido lo suficiente, cuando ya se había enredado en torno a su huésped, relajaba la mordida y dejaba a los cuerpos desangrarse. Aceptar la venganza era enterrarse una daga en el corazón y dejarla allí, pretendiendo que detuviera la muerte anunciada. Y así sería, pero no bajo su juicio.

    Ningún hombre controla a la venganza.

    Es una pretensión de tontos y arrogantes.

    Me separé lentamente de Hotaru, me sequé el rostro y tomé mucho aire, liberándolo poco a poco. Reparé un par de segundos en la niña albina, aquella que había permanecido estaqueada al umbral de la puerta, y de forma bastante súbita recordé sus palabras de hace un momento. Los dos habíamos perdido un padre hoy. Más allá de las diferencias, creía que eso era lo que realmente importaba en este momento.

    Los movimientos de Soreku me hicieron volcar mi atención en él. Estaba extrayendo las pertenencias que mi padre cargaba encima, acción que no comprendí pero tampoco llegué a juzgar; no lo creí capaz de hurgar por motivos vanos. Reijiro fue quien lo detuvo, ante lo cual se disculpó y dirigió su mirada a mí. Abe-ra-un kamuy. Parpadeé, por un instante me quedé en blanco y los fantasmas del pasado volvieron a deslizarse a mi alrededor. Recordé a mi madre diciéndolo, las danzas tradicionales de Chiasa y el maquillaje ceremonial que habíamos solido portar.

    —¿Qué dijiste? —murmuré, sorprendido, y al recibir la repetición comprendí que no me lo estaba inventando—. Eso... Lo he oído antes. ¿Qué significa?
     
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    La sonrisa de Gendo dejó en claro la situación, aceptaba mis palabras y mi convicción, la realidad, había dicho lo que quería decir, para ser honestos.

    Su posterior comentario me hizo entender que, efectivamente, no había truco, decía "nuestro paso" en lugar de decir solo el suyo o similar, incluyéndome en esa futura imponencia, por lo que no tardé en seguirle el paso cuando me lo pidió.

    En ese momento de silencio, reflexioné una última vez la situación, ni siquiera sabía si sería la mejor o más arriesgada, tampoco sabía lo que me esperaría... Solo quedaba confiar en mis capacidades y en las consecuencias, lo único que quería era acabar con esta locura de una buena vez, pero... Aún tomaría tiempo.

    Pronto llegamos a otro lado, allí donde habían más personas, primero eran algunos, pero pronto me dí cuenta que habían muchos más, era... Como un pequeño ejército, cosa que me impresionó internamente, si hubiese intentado huir, habría sido completamente inútil...

    Sin embargo, dos personas destacaron por sobretodos ellos, un hombre y una mujer; quienes sonrieron ante Gendo, y fué la mujer quién tomó la palabra primero, percibí su vista, parecía estudiarme y su comentario me confundió.

    ¿Porqué insistían con llamarme Zorro?

    Entendía que podrían basarse por la leyenda de Shima... Pero, ¿Acaso no me reconocían? Aún asumiendo que mis acciones no habían sido relevantes, la Guerra en Shizuoka sin dudas debió ser un punto y aparte, especialmente si había sido Comandante allí.

    Sayuri, que parecía ser el nombre de la mujer, quién también daba un porte imponente, mencionaba algo de que Gendo jamás pudo reclutar a un "Zorro Negro", cosa que empezó a intrigarme.
    Estaba bien, hasta apenas me enteraba de todo esto, pero era extraño que ellos parecían conocer más que el propio Taiki, ¿O será que no me quiso contar eso también?

    Tal vez se referían a Tamano, cosa que podría quedar mejor por ver en acción su poder, pero fuese acertado o no, decidí mantener la boca cerrada y ver lo que dirían.
    El sujeto se soltó a carcajadas y mencionó que eso del Zorro Negro era un mito, pero pronto dejaron ese tema para pasar a mi mera presencia, mencionando a un tal Sota, otro alumno de Gendo, y aparentemente, el mismo ya había perdido a dos, pero parecía que yo prometía.

    Tal vez yo mismo ya estaba expresando un aura muy distinto y por eso parecían dar ese tipo de comentarios, pero no le dí mayor relevancia, aunque el dato de que Sota muriese a manos de su propio padre lo reservaría por si tenía que tomarlo en cuenta a futuro.

    Nadie más que ellos dos y Gendo parecían querer decir algo, se mantenían al márgen, aunque no tardé en mirar al tal Daidoji cuando propuso ponerme a prueba, le clavé mi mirada, sin intimidarme, pero para tal vez no tan sorpresa, Gendo intervino con molestia por mí, recalcando que nadie le había pedido ninguna prueba, cosa que terminaba de remarcar que el hombre no mentía, ni siquiera parecía importar lo mínimo lo de Shiori.

    Volví a mirar a Daidoji cuando mencionó el no saber si confiar en mí, parecía que tenía a mi primer rival en esto, pero no fué hasta que me habló Sayuri y el tono que empleó que por fin relajé un poco mi expresión, y hablé:
    —Kuroki—. Dije, sin tapujos ni drama, dedicándole una breve sonrisa.

    De todos modos, como si no me reconociesen en verdad de algo el Imperio, si querían ver que podía ser honesto, ahí estaba.

    >>Sé que no confían en mí, es natural, acabo de llegar—. Continué, mirando tanto a Daidoji como a Sayuri.

    >>Pero lo ha dicho nuestro señor, ha decidido que seré su alumno, así que merezco al menos una pizca de su confianza, el mismo terminará de reforzarse con el paso del tiempo, pueden estar seguros de ello—. Finalicé, confiado en dichas palabras.
     
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    Soreku miró a Kohaku, estaba algo sorprendido; el creía que para él tomo sería más claro que el agua, pero tomó aire considerando que tal vez estaba asumiendo conceptos sin siquiera preguntarle a Kohaku de su origen —Por tus tatuajes creí que tenías noción de las costumbres del Norte —levantó el hanko hacia Kohaku, no para dárselo sino para mostrárselo — Cada objeto posee vida propia, un espíritu. Debemos liberarlos.

    Bajó el hanko y abrió la caja de madera de Taiki; par Soreku aquello no era una falta de respeto, así que prosiguió para sacar un cristal negro, era largo y afilado. Lo sacudió pues estaba lleno de hollín. El filo era una daga muy rudimentaria creada de obsidiana. Miró nuevamente a Kohaku.

    —Tus tatuajes, no son irezumi... son nuye. Cómo los míos —dijo señalándose el rostro — Por eso sé que eres de raíces emishi, que eres de los míos. A diferencia de los otros tatuajes que son de tinta introducida a la piel, los nuestros son cicatrices con tinta creadas por un filo como este —levantó la obsidiana para después dejarla nuevamente en la caja y después de eso continúo buscando en las pertenencias de Taiki para sacar un bonito y pequeño oso de madera. Todo lo alineó y miró a Kohaku —Debes romper todo esto, libera su espíritu; evita que alguno de estos objetos persiga el espíritu de tu padre, así como también debes de desprenderte del espíritu de tu él.

    Kohaku sabía que no había ningún espíritu alrededor. Era sólo una creencia.

    —Tus tatuajes son de hollín, y por algo se hacen con hollín de distintos árboles. Todo lo que los emishi hacen es para la diosa del fuego. Abe-ra-un kamuy. Son aquellos que moran cerca de la hoguera. Eso somos como pueblo, en vida y en muerte.

    Y fue entonces que Hotaru entendió la importancia de su presencia allí, el calor que pudo otorgar a alguien que se despedía del mundo terrenal.

    —Debemos enterrarlo, hacer que su espíritu descanse.

    Kawa los observó; miró a Benkei y nuevamente lloró. Después miró al exterior aun con lágrimas. Yume la observó y llamó la atención de Tamura. Ambos se acercaron a ella para acompañarla brevemente.





    Sayuri sonrió al escuchar su nombre; en sus ojos se notó la emoción. Daidoji miró a Sayuri y después a Kuroki; él no se notaba tan complacido con ese descubrimiento. La mujer tomó con suavidad a Kuroki de los hombros —Tienes mi absoluta confianza, Kuroki. Mi nombre es Sayuri, general de los territorios en Ibaraki.

    General de la prefectura de Ibaraki, dónde estaba Mito. Sayuri se alejó para después mirar a Gendo —Va a ser entretenido ir detrás de Matahachi con Kuroki ahora bajo tu protección.

    Gendo afirmó para después tomar a Shiori de los brazos de Kuroki; lo hizo con cuidado, algo que sorprendió a los presentes —Le daremos sepultura junto a sus padres — mencionó Gendo hacia Kuroki.

    —¿No estabas buscando el momento para matarla? Pensé que la dejarías aquí sin mayor honor... o usarías su cabeza para restregársela a Matahachi— interrumpió Daidoji sin miedo alguno por el enojo de Gendo hacia su comentario.

    —Jamás creí que estaría orgulloso de ella; ahora veo que no se equivocó salvando al último de los Fusatada. Vio en él lo que nadie, y por ello debo corresponder con el mínimo de mis respetos — dijo a los presentes mientras Sayuri y Daidoji se miraban perplejos —Y por más que lo deteste, también debo agradecerle a Matahachi por no eliminarla.

    —¿Vas a perdonar a Matahachi? —
    preguntó Sayuri con enojo

    Gendo negó —Le agradeceré... pensaré en cómo. Pero su muerte está próxima, eso es una deuda de honor.

    Gendo enfocó su mirada en Shiori, en él no mostraba tristeza o alegría al ver el rostro de su sobrina—Yo fui el encargado de exterminar a tu pueblo—habló, pero sus palabras no estaban dirigidas a ella, sino a Kuroki — Tu padre se negó a unir fuerzas conmigo porque Taiki Ishikawa lo cegó con ideas absurdas de resurrección. Tus padres fueron una víctima más y hoy tú has hecho justicia. Y yo sólo fui alguien que seguía órdenes, al igual que Shiori. Pero ella decidió revelarse, a diferencia de mí o de Matahachi. Tengo la sangre de tu familia en mis manos a pesar de que no cayeron bajo mi filo. Ahora que eres mi alumno compensaré cada gota, convirtiéndote en el mejor guerrero —miró a Kuroki —Y cuando seas el mejor, tu decidirás si pelear contra mi por el honor de tu familia. Lo harás sin cobardías absurdas, y aquel con mayor espíritu de combate ganará. Es así cómo es la verdadera justicia. La compasión y la benevolencia deben guardarse para la religión, no la guerra.

     
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    Gigi Blanche

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    Atendí a las explicaciones de Soreku, pese a las circunstancias. Había conceptos que comprendía vagamente y otros que se me escapaban. Con el paso del tiempo había descubierto que las creencias de la Villa parecían englobar una curiosa mezcla de diferentes religiones, diferentes pueblos, diferentes dioses, pero aún se me dificultaba trazar los límites internos. Soreku era un emishi, provenía del Norte, ¿en qué forma su cultura se entrelazaba con la mía?

    Observé los objetos dispuestos en hilera, pasé saliva y tomé mucho aire, esforzándome por no volver a llorar. Los sollozos de Kawa me punzaron el pecho y me acomodé de rodillas frente a mi padre, frente a sus pertenencias. El hanko, el filo de obsidiana, el oso de madera. Los sostuve y detallé uno a uno, con algún que otro recuerdo salpicando mi mente. Soreku aseguraba que poseían su propio espíritu, que debíamos destruirlos para no perturbar el descanso de mi padre, pero yo... yo no sentía nada en estos objetos. ¿Tenía sentido negarme, sin embargo? ¿A qué respondía la tozudez? ¿No era un mero capricho?

    —Primero enterrémoslo —pedí, envolviendo el oso de madera entre mis dedos y acercándolo a mi pecho—. Enterremos al padre de Kawa, también. —Lo dudé, pero al final agregué—: Y a la yokai.

    Me gustaría hablar con Soreku, parecía existir una conexión entre nuestras culturas que no habría anticipado, pero ahora no podía. No me daba el alma, la mente, ni el corazón. Guardé el oso entre mis ropas, cerca del broche de luciérnaga de Hotaru, y también recogí el hanko y la caja. Me incorporé, algo debilitado, y caminé hasta detenerme frente a Kawa.

    —Lo lamento —musité, agachando la cabeza, y me sentí absolutamente agotado—. Lamento que debas llorar la muerte de un ser querido. De verdad, lo lamento mucho.

    Me erguí y no fui capaz de sonreírle, había demasiada tristeza, pero al menos logré mantenerme en sus ojos.

    —Si te parece bien lo enterraremos en este santuario, pero sólo si estás de acuerdo con ello.
     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    La reacción de Sayuri es uno que me intrigó, esa forma de sonreír y hasta juraría que el modo en como le brillaron los ojos no sabía cómo interpretarlo, bien podía ser porque reconocían más el nombre que mi rostro, pero tal vez convendría esperar un poco más.

    Eso sí, Daidoji no se veía muy feliz que digamos por el dato.

    Sayuri me tomó de los hombros con suavidad y me dijo que tenía toda su confianza, revelando que es la General de Ibaraki...

    ¿Es la General de allí, y no se enteró de mí? Fuí prisionero en ese mismo lugar, en Mito.

    De todos modos, pronto salió un nombre que me incomodó, ese era Matahachi, parecía que le estaban dando caza, y era algo que me incomodaba en el fondo por la razón de que es algo que a Shiori no le haría gracia pero... No es como que él y yo llevaramos siquiera una susodicha amistad de todas maneras.

    Aunque, no evité mostrar una ligera sorpresa cuando Gendo tomó a Shiori de mí con cuidado, no me opuse, no es como que quisiera hacerlo ya de todas maneras, aunque en el fondo sí que estaba sorprendido.

    Sus palabras mantuvieron esa sensación, y Daidoji dijo lo que ya pensaba, pero Gendo remató la razón por la que quería enterrar a Shiori con sus padres, revelando que reconocía mi apellido, pero de un modo... Más positivo, al menos para mí.

    Noté la inmensa sorpresa de Sayuri y Daidoji, y poco después el hombre miró a mi amiga, no expresaba nada, algo que no me extrañaba, pero sus posteriores palabras si fueron toda una sorpresa.

    Confirmó que era el artífice del genocidio, pero que, aparentemente, él solo seguía órdenes, que incluso Matahachi estuvo ahí, y que Shiori, a diferencia de ambos, decidió revelarse, casi dando a entender que era un valor que ni el mismo Gendo pudo tener. Aceptaba que tenía la sangre de mi clan en sus manos aún sin haber atacado a nadie con su espada, pero... Ahora yo siendo su alumno, lo compensaría por completo.

    La decisión final de qué hacer con ese poder... Sería mía.

    No sabía qué creer, sonaba tan... Honesto.

    La imponencia continuaba, tenía que admitir que Gendo en verdad parecía un Kato aunque ligeramente más expresivo que el segundo, aún así, no sabía si tomar como verídicas sus palabras, aún con la mención de Taiki, yo no sentía que había hecho justicia, yo solo detuve a un obsesionado, pero... ¿En verdad yo podía tener semejante conexión con alguien como Gendo y el mismo ceder tanto por ello? ¿Se sentía culpable?

    Esto lo cambiaba todo, pero... Aún era pronto para asumir las cosas, de todas maneras, terminé por afirmar, la única manera de conocerlo mejor, era siguiendo a su lado... Las preguntas se irían respondiendo por sí solas.
    —Lo acepto, aunque la decisión final se hará en su debido momento; ahora, imperan otras cosas, como el enterrar a Shiori, no estaría hoy aquí si no hubiese sido por ella—. Confirmé, mirando a mi amiga con ese rostro con ojos cerrados, como si durmiese, a pesar de la sangre.

    >>Si me permiten la pregunta... ¿Porqué alguien como Taiki se molestaría tanto con manipular a mi padre? Entiendo que el mismo quería recuperar a mi madre pero... ¿Es que Taiki no tenía a otro mejor candidato?—. Pregunté, de vuelta a esa neutralidad, ni me daba cuenta yo mismo cómo mi rostro ya no expresaba con la misma facilidad de antes.
     
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    Amelie

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    [Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]


    Soreku afirmó y Reijiro rápidamente ayudó a Soreku en lo que se necesitara.

    Kawa observó a Kuroki —Creo que el fuego es la manera correcta de despedirlo —dijo Kawa desviando su mirada al cuerpo de Benkei.

    El recuerdo de la ceremonia de Chikusa pasó por la mente de Kohaku; Takeda había dispuesto maderas para que sostuvieran el cuerpo de su amigo, y así las llamas lo consumirían.

    —Puedo ayudar con ello — mencionó Hotaru hacia Kohaku — Ve con tu padre; yo me encargaré de ayudarla.

    Tamura y Yume se acercaron y mencionarón que también podrían ayudar a Kawa. Dejando a Soreku y Reijiro junto a Kohaku.

    Soreku y Reijiro habían cargado a Taiki, esperando las indicaciones de Kohaku.

    Gigi Blanche puedes narrar el entierro o dejármelo a mi si es que prefieres.



    [Kuroki; Gendo; Daidoji; Sayuri]

    Gendo miró a Kuroki —Tu padre poseía información sobre el zorro blanco.

    Es así como Sayuri lo había recibido "Un zorro blanco, ¿Es porque nunca pudiste reclutar al zorro negro?"

    —El zorro blanco; el mayor rival de Taiki Ishikawa — intervino Sayuri —Y es por ello que buscaba a tu padre; él tenía toda la información necesaria para eliminar a su mayor rival.

    —El zorro blanco es alguien conocido como Hoshi Harima— reveló Daidoji — Y se ha buscado por mucho tiempo; pues es el único que se cree que puede detener al Dios del caos... Mara.

    Los presentes se rieron cuando Daidoji terminó de pronunciar aquellas palabras.

    —La única razón por las que nos interesa esa leyenda es porque Hoshi fue el creador de la katana shi, y si aquel hombre sigue con vida, seguramente podrá crear mejores armas. Unas más poderosas...— las palabras de Gendo fluían mientras avanzaban a la salida de la ciudad; donde el ejército los esperaba con caballos preparados, listos para partir a Kioto.


    Gigavehl
    madarauchiha

    Los etiquetaré en Kioto.







    El rol de Kuroki continúa en Kioto
     
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    Gigi Blanche

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    Kawa escogió el fuego para honrar a su padre y recordé la ceremonia de la cual había participado en Nara, cuando Takeda despidió a su amigo, Chikusa. Era un método eminentemente budista, al menos de lo que me habían enseñado, y deslicé la mirada a mi propio padre. Sólo Reijiro y Soreku habían permanecido junto a mí, el silencio era categórico.

    —Lo enterraremos —murmuré, intentando obviar el nudo que me apretaba la garganta—. Seguiremos la tradición sintoísta.

    ¿Era lo mejor? No estaba seguro. No creía conocer lo suficiente a mi padre para guiarme ciegamente por una doctrina, ya no. Honraría las costumbres de la Villa por el respeto y el conocimiento que había adquirido allí, por mi familia y la deuda irresoluble, el gimu, que sentía hacia mi padre. Era... ya era imposible. Su cuerpo no regresaría a casa, no podría alzar un altar para encender los inciensos y concederle ofrendas. No creía ser capaz de ayudarlo a descansar.

    Soreku y Reijiro habían salido a cavar una tumba. Yo me acerqué a Taiki y lo envolví como pude entre sus ropajes y algunas telas que encontré allí. Sus pertenencias las guardé en mi bolsa. Me habría gustado lavarlo, ataviarlo en ropajes limpios y cepillar su cabello, pero no disponía de los elementos. Me cargué los pulmones de aire y permanecí sentado frente a él, murmurando las plegarias en voz baja, hasta que los hombres regresaron. Lo cargaron con cuidado, salimos al exterior y la intensidad del sol me arrugó la expresión. La marcha era lenta y depositaron su cuerpo en el agujero. Pensé en nuestra familia, en las tumbas que yo mismo había cavado, y tomé mucho aire.

    —Lamento no poder hacer más por ti. Lamento... no poder llevarte de regreso a casa. Pero algún día lo haré. Regresaré a buscarte y descansarás junto a la mujer que amaste, junto a tus hijos, en la tierra por la cual velaste y que te vio crecer. Construiré un altar apropiado y los honraré a todos. A ti, a madre, a Chiasa, Hinata e Itsuki. A lo largo de los años, en torno a las estaciones, los inciensos humearán y me aseguraré de que puedan descansar en paz. —Hinqué ambas rodillas en el césped y bajé la cabeza—. Yo, como hijo, te prometo eso.

    Las lágrimas se acumularon tras mis ojos y me erguí cuando logré contenerlas. Deslicé la mirada a Soreku y Reijiro y asentí, a lo cual ellos comenzaron a lanzar la tierra suelta dentro de la tumba. El cuerpo de mi padre, el montón de telas envueltas, fue desapareciendo poco a poco, y pensé en la absurda cantidad de almas atormentadas que la guerra debía haber causado. Padres, hijos y hermanos que morían solos, en medio de la nada, y sus cuerpos eran devorados por los carroñeros. Pensé, también, en las palabras de Hotaru. Que mi habilidad quizá no fuera un don para mí, sino para todos aquellos incapaces de descansar.

    Cuando terminaron de tapar la fosa, me incliné y dejé sobre el montón de tierra las flores que había recolectado. Eran pequeñas y algunas estaban algo marchitas. Me erguí, sorbí por la nariz con fuerza y hablé, con la mirada aún gacha.

    —No puedo hacer más por él —murmuré, fue más bien un pensamiento aislado y miré a los hombres, enfocándome luego en Soreku—. Gracias por haberme ayudado. Tengo sus pertenencias conmigo. Nuestra Villa poseía una combinación algo ecléctica de costumbres, empiezo a verlo, pero éramos eminentemente sintoístas. Prefiero atenerme a eso y conservar sus posesiones.

    Sabía que no le debía explicaciones y él tampoco me las pediría, pero aún así sentí el deseo de verbalizar mi razonamiento. Quizá fuera un intento, también, por convencerme a mí mismo. Suspiré, retrocediendo lentamente, y agregué:

    —Muy bien. Podemos empezar a organizar el viaje de regreso, yo... —Trastabillé ligeramente con una pequeña piedra, bajé la vista y la desvié más allá, adonde estaban las campanillas de invierno—. En un momento vuelvo.

    Me alejé lo suficiente hasta ser tapado por la vegetación y me senté en el césped, frente a las flores. Aún recordaba las palabras de la herborista y una sonrisa amarga curvó mis labios. Me sentía... cansado. Algo ido, también.

    —Inari —susurré, y las lágrimas comenzaron a fluir sin permiso—. ¿Todo esto ocurrió bajo tus narices? ¿Todo esto... luego de haberte adorado tantos años?

    Debíamos pedir permiso para arrancarlas, había dicho la mujer. Meneé la cabeza y deslicé los dedos en torno al tallo de una flor. La observé con sumo detalle.

    —Lamento haber abandonado el Ine no Ki, quizás estés enfadada. Quizás, en tu mundo, no hayamos hecho más que ofenderte. Quizá tengas razón.

    La acaricié con mimo, detallé la textura de sus pétalos en el dorso de los dedos.

    —Y quizá yo también la tenga.

    Y la arranqué.


    lamento mucho la tardanza, estuve trabada porque quería hacer una research apropiada de los entierros sintoístas pero al final he tenido muy poco tiempo libre y bueno, improvisé un poco :D

    ya podemos ir mandándole para avanzar con la trama, Ame, y Ko va a recolectar campanillas de invierno. No sé si tengo que tirar un dado o no para eso
     
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    Amelie

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    [Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]


    Soreku ayudó a Reijiro con la tierra mientras dejaban a Kohaku con sus pensamientos; no querían que ningún músculo del chico se tensara más de la cuenta. Las plegarias se alzaban con cada pequeño montículo de tierra el cual cubría lentamente a Taiki. Había algo en aquel rostro que aun terminaba por despedirse del mundo terrenal; no mostraba dolor, pero tampoco paz. Había cosas que dejó inconclusas; pero su espíritu no estaba allí, algo le permitía a su alma descansar a pesar de todo.

    Soreku escuchó las palabras de Kohaku y sonrió ligeramente — Es tu padre; no el mío —dijo ante la acción de Kohaku de conservar las pertenencias de su padre — Los tiempos están cambiando, nuestras creencias comienzan a unirse unas con las otras. Mi hijo me ha ayudado a entender esto; las generaciones cambian y las despedidas no deben ser algo impuesto, deben llevarse con el corazón. Esto es lo que has hecho hoy aquí por tu padre. Mientras nuestros corazones sigan permaneciendo unidos, la vida continúa.

    Reijiro y Soreku afirmaron al saber que retomarían el curso. El olor a madera quemada también comenzaba a llegar hasta ellos, la ceremonia de Benkei también terminaba.

    [​IMG]


    Los pocos residentes se acercaron por la noche; no juzgaron las acciones, simplemente se unieron cómo si aquel dolor se volviera propio. Las personas allí enterradas permanecerían resguardadas por completos desconocidos que con sólo una mirada entendían su nueva misión.

    —Puedes irte en calma; cuidaremos de ellos — dijo un hombre que se acercó a Kohaku sólo para decirle aquello, luego siguió avanzando con gran velocidad hacia el santuario.

    —Lamentamos que sucediera aquí, en Shima— la voz de la anciana fue amable; cálida. También siguió la misma dirección que el hombre.

    —No sientas una carga; ahora son libres —dijo un niño entre risas con su pequeña amiga o hermana la cual ya le ganaba una carrera hacia el santuario.

    Soreku miró a la cima; por dónde ahora venían bajando Hotaru; Yume y Tamura —¿A dónde van todos esos zorros? —preguntó Soreku intrigado.

    Aquellas personas al parecer eran zorros; tampoco estaban vivos en aquel plano. Pero se sentían distintos, no parecían tener una carga la cual los ataba; sus rostros no estaban cubiertos. Fueran lo que fueran, no producían una mala energía; al contrario, parecían esparcir un ambiente de paz. Lentamente a vista de Kohaku, esas personas se volvían zorros anaranjados, eran tangibles.

    No eran simples espíritus, eran sirvientes.

    Dónde Kohaku arrancó las flores, un zorro rascó la tierra y acomodó más semillas con su nariz. Al terminar estornudó levantando un poco del polvo a su alrededor. Miró a Kohaku y pareció afirmar ligeramente antes de salir corriendo hacia el santuario.

    Hotaru fue el primero en acercarse a Kohaku —Un evento único —dijo mirando hacia el santuario.

    —Nunca había visto tantos zorros juntos; pensé que nos iban a atacar pero Hotaru me detuvo antes de rebanarlos — dijo Tamura con vergüenza — Comenzaron a limpiar todo. Muy extraño.

    —La veneración nunca es extraña; trasciende de distintos modos y formas —agregó Hotaru —Byakko...— dijo hacia Kohaku — Aun no despierta.

    —Hemos encontrado a Byakko, era nuestro objetivo — Dijo Soreku hacia Hotaru — ¿Esperaremos a que despierte o prefieres que lo llevemos a cuestas? —preguntó — Y si no movemos... sería para reunirnos con tus amigos ¿Cierto?

    Gigi Blanche Ficha actualizada
     
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    Amelie

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    El rol proviene de Armero errante






    [​IMG]
    Shima
    [Misato; Yin; Ayame]

    Nuevamente habían llegado a Shima; Ayame los había guiado hasta allí; los guio hasta la clínica dónde un hombre estaba junto a la entrada. Se encontraba recargado en una de las paredes, dormía pero su arma estaba cerca de él.

    [​IMG]

    El cuervo de Ayame se posó sobre la clínica, indicando que ese era su destino.

    —Es aquí—mencionó Ayame aun a una distancia prudente de la clínica —El es Rei; el otro cazador del que les hablé. Ese hombre es el que acompaña a Matahachi.

    Ikoma-kun Ficha actualizada
    Kohaku y Misato no están en la misma línea temporal; pero los eventos en Shima se ven afectados por las decisiones. Nos brincamos una prefectura por trama.
     
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  14.  
    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

    Virgo
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    Misato Aoyama

    El encuentro con el armero había sido un encuentro agridulce, pues se trataba al final de un herrero de leyendas muy reconocido por su impecable trabajo pero también, se trataba de un hombre de acciones egoístas, al final le agradeci por la información y esperaba pudiera ser juzgado y castigado.

    La información de Ayame nos llevo nuevamente a la ciudad de Shima, la ciudad de los zorros, el recuerdo hizo que revisara la pequeña estatua de zorro blanco perteneciente a los Fusatada.

    Kuroki...hace mucho no hablamos ¿Que estaría haciendo? Imaginaba que tal vez podía estar descansando tranquilamente con Takeda y los demás, quisiera creer eso pues se ha esforzado demasiado y necesita tiempo con su nueva familia...

    Me detuve para observar el cielo y guardar la figura entre mis cosas, no podía perderme en mis pensamientos si quería encontrar algo de información.

    Al observar el cielo vi al cuervo de Ayame posarse en una clínica, cerca de la entrada reposaba un hombre de edad mediana. Según palabras de Ayame ese hombre era Reí, Matahachi debía estar en el interior de la clínica.

    —Desconozco si estén dispuestos a colaborar—observo a Ayame —tal vez debería pasar de aquel hombre y ver si Matahachi está ahí.

    Sentí que aquel hombre sería alguien difícil de tratar así que haría lo necesario para evitar un enfrentamiento.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    El día se escurrió por las entrañas de la tierra de forma casi inadvertida. Permanecí arrodillado sobre el césped tierno hasta que, de un momento al otro, parpadeé, notando el cielo amoratado sobre nuestras cabezas. El sol se retiraba lentamente. Tomé mucho aire, me puse en pie y olisqueé, captando el aroma de la madera quemada. Miré la colina mientras caminaba hacia mi reencuentro con Soreku y Reijiro, y fue entonces cuando las personas comenzaron a llegar. Intentaron tranquilizarme, a lo cual les concedí una pequeña sonrisa y asentí una y otra vez con modestia. Sentía aún los ojos hinchados, pero el cansancio no me permitía experimentar demasiada vergüenza.

    Los demás bajaron de la colina cuando aquellas personas se estaban retirando. Pude apreciar, sorprendido, cómo sus cuerpos mutaron hasta convertirse en zorros; había cruzado el estanque del Monte Tateyama y había visto a Seiryu, había conversado con Amanozako también, pero todo aquello había transcurrido en un plano diferente del nuestro. Esto era real, era tangible, y no sólo yo podía verlo. Hotaru habló a mi lado, lo miré y, aunque sonreí y asentí como hacia los espíritus antes, mi gesto cargó mayor cansancio. Fue más genuino, si se quiere.

    —Podemos pasar la noche aquí y partir mañana temprano —propuse, recorriendo al grupo con la vista.

    No quise verbalizarlo, pero al parecer aún no había rastro de Kuroki. Mi mirada se detuvo en Kawa y, tras inhalar hondo, me acerqué a ella. Poseía el cabello albino de su hermano y los pecados que había confesado aún rebotaban en mi mente. Había trabajado al servicio de Kyogi, había participado del asesinato de Hana y también se había enfrentado a mi padre. Pensé que tenía razones de sobra para guardarle rencor, quizá lo hiciera en alguna profundidad de mi alma, pero en este preciso momento sólo me veía reflejado en ella. Estaba cansada, adolorida, acababa de enterrar a un ser querido.

    Y no había rastro de su hermano.

    —Kawa —la llamé en voz baja, con suavidad, y le sonreí—. Te llamas Kawa, ¿verdad? ¿Te gustaría quedarte con nosotros? Me... me sentiría más tranquilo de esa forma. Puedes ir con nosotros al shukusha y descansar, al menos hasta que Kuroki regrese, ¿qué dices? —Tomé aire, lo boté y confesé—: No quiero que pases la noche sola.

    pude hacer un post cortito :D Ya con esto podés mandarle pa delante, Ame
     
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  16. Threadmarks: Día 55_Kohaku
     
    Amelie

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    [Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]


    Kawa reaccionó a las palabras de Kohaku, su mirada se mantuvo fija en él, abrió ligeramente su boca pero no salieron las palabras.

    —Ya está — dijo Tamura empujando ligeramente a Kawa hacia Hotaru quién la recibió con mayor amabilidad —Vayan al shukusha. Los más fuertes iremos a cargar a Byakko, los veremos por allá. ¿Esta bien? — dijo avanzando nuevamente hacia la cima del santuario. Soreku y Reijiro lo acompañaron.

    Yume; Hotaru, Kohaku y Kawa avanzaron hacia el shukusha.

    [​IMG]
    Shukusha
    [Kawa; Kohaku; Soreku; Reijiro; Tamura; Hotaru; Yume]

    Eventualmente, todos volvieron al shukusha. Byakko aun no despertaba.

    —No podemos irnos sin que Byakko despierte — mencionó Yume mientras revisaba su temperatura con el dorso de su mano sobre su frente.

    —Puede que no despierte nunca, y esperarlo nos mantendrá atados a Shima — Reijiro habló con calma; pero su rostro se miraba impaciente, le preocupaba permanecer allí por mucho tiempo.

    —Podemos dividirnos nuevamente —sugirió Tamura

    Soreku negó —Entre más nos dividamos más difícil será reencontrarnos, conmigo aquí podremos encontrar el grupo de Ukita, será más sabio esperar un poco más.

    —Tenemos que evitar exponer demasiado a Byakko u Hotaru — indicó Yume —Por ahora... descansemos, cómo ha sugerido Kohaku.

    Kawa observaba con atención a Byakko.

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    Hotaru despertó a Kohaku con gran alegría. Al parecer, Byakko había despertado; su energía estaba escasa, su presencia no se podía sentir como antes; pero sus ojos volvían a mirarlos, había vida en ellos.

    Kawa estaba a su lado al parecer no había dormido.

    —Pensé que había muerto...— mencionó Byakko. Kohaku le explicó lo sucedido, y él lo asumió con gran pesar —La energía y vida que le quedaban la canalizó hacia mi. Entregó todo para traerme de regreso. En verdad lo siento — Se disculpó ante Kohaku.

    —Kuroki... —Byakko se recriminó.

    —El hombre virtuoso cumple con su obligación. El que no tiene virtud exige siempre a los demás —dijo Kawa en voz baja — Era una oración que repetía Taiki —miró a Kohaku —Taiki Ishikawa fue mi maestro por un breve momento en mi vida... siempre mencionó que las habilidades del omnyodo deberían enfocarse únicamente en el camino de la luz. Cuando definieron que mi energía era oscura me explicó que mi único camino debía ser el sacrificio —dijo hacia Kohaku —Dijo que yo debía morir sirviendo. Que ese era mi destino. Así como el de todos los demonios con el mismo poder...

    Negó —Fue por esa razón que Kyogi me utilizó, en mi ignorancia; en mi dolor. Y por mucho tiempo creí que lo que decía Ishikawa sensei era correcto, hasta que conocí a Benkei —sonrió melancólicamente— Ishikawa sensei no era una mala persona; pero creo que erraba en cómo dirigía su pensamiento, hay un equilibrio en las energías; y la energía oscura puede ser purificada.

    Kawa tocó a Byakko y miró a Kohaku — Inclínate, y estarás completo; cúrvate y serás enderezado. Acoge la desgracia como agradable sorpresa, y estima la calamidad como a tu propio cuerpo. Así pues, sólo quien está dispuesto a entregar su cuerpo para salvar al mundo merece que se le confíe el mundo. Del dolor nace el autocontrol. Pero sólo aquel que pueda hacerlo con amor es merecedor de dirigir el mundo...

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    Sólo Kohaku pudieron ver un brillo en la mano de Kawa, un brillo luminoso, cálido.

    —Te doy mi energía, que restaure la perdida...

    Kohaku sintió nuevamente la presencia de Byakko, de su fuerza. Kawa abrió los ojos, se sentían distintos.

    —Tú poder...—Mencionó Byakko mientras observaba su cuerpo, sentía nuevamente vitalidad.

    —No me sirve de nada... era sólo energía y ahora es tuya—dijo con sinceridad — Mi misión acaba hoy, el camino del sabio es el sacrificio. Creo que ese es el verdadero significado, no lo sé.

    Kawa se sentía cansada, liviana. Le sonrió levemente a Kohaku — Gracias por no dejarme sola, usé la noche para reflexionar en mis enseñanzas, tanto buenas como malas. Lamento mucho en lo que he participado; pero también agradezco el haber existido. Benkei me enseñó que siempre es de sabios el poder ser consciente y superar la naturaleza malvada mediante un gran esfuerzo.

    Kawa se dejó caer en cansancio absoluto. Byakko la atrapó y la dejó dormitar en paz.




    Yume ya había ingresado para revisar a Kawa; calmando la preocupación de algunos por su salud, ella aseguró que se recuperaría. Después conversó un poco con Byakko mientras también revisaba el estado milagroso y extraño en el que se encontraba.

    —Librar la muerte no es natural; pero supongo que en ustedes no aplican las leyes de la vida mortal — dijo Yume mientras revisaba el color del interior de los párpados de Byakko — Tu has vuelto, algo que me hace preguntarme si Genbu pueda salvarse — miró a Hotaru — Porque entiendo la dinámica del fénix, se podría decir que esa es su naturaleza. Pero de los demás shijins... aquí es dónde yo no puedo hacer más al respecto. Mi medicina es para humanos... a ustedes no los entiendo.

    —Y créeme. que tampoco nosotros nos entendemos — dijo Hotaru con una sonrisa.

    —Nuevos temas a descubrir entonces...

    Pero aquella conversación se quebró cuando un par de personas ingresaron en el shukusha y sin ningún reparo por las personas que trataban de detenerles, ingresaron a la habitación.

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    —Ustedes no pueden ingresar a las habitaciones de otros huéspedes —mencionó el joven que buscaba sacarlos de allí.

    —Yume...— dijo uno de ellos.

    —Inagaki; Rei... ¿Qué hacen...—buscó con la mirada a alguien más que no encontró —Matahachi.

    El hombre del parche afirmó.

    —Lamento que tuviéramos que actuar tan... brutalmente; pero es una emergencia — dijo el otro hombre.

    —Está bien; los acompañaré. — dijo Yume para después mirar a Kohaku — Volveré — dijo para después salir acompañada de aquellos dos hombres.

    Gigi Blanche puedes seguirla; puedes no hacer nada o incluso sólo avisarle a Tamura que sigue mimido.
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    [Misato; Yin; Ayame]

    Ayame afirmó —Con sus habilidades será imperceptible si accede por una de las ventanas superiores. Pero tenga cuidado; sé que podrá burlar sin problemas al hombre del parche; pero no sé quién pueda estar dentro, tenga cuidado antes de ingresar.

    La habilidad de Misato le permitía ingresar sin ningún problema a cualquier sitio; por lo que obligó a Yin a esperar en el exterior, preparado por si necesitaba correr a ayudarla. Incluso Ayame no podía desplegar tal nivel de habilidad, así que decidió esperar junto a Yin.

    Al entrar, Misato se recargó en una de las vigas de madera, allí observó el interior de aquel sitio. Había un hombre junto a un joven que se encontraba tendido en un futón; seguramente aun desgastado físicamente para estar dormido a tal hora del día. ​
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    El hombre que cuidaba al joven pareció reaccionar levemente, sus sentidos también eran agudos.

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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Habíamos llegado al punto donde yo debía ingresar a la clínica, todo para llegar de una vez y sin complicaciones pero debía tener cuidado de quién podía estar en el interior.

    —Tendre cuidado lo prometo.

    Luego de afirmar me aproximó hasta la entrada de la clínica, como era de suponer el hombre ni se inmutó por mi presencia, al entrar puedo ver que hay dos personas una de ellas reposa en un futon. El otro parece vigilarlo con cuidado.

    y también portaba un sentido del oído muy agudo.

    Apenas di un paso y ese hombre parecía detectarme incluso con mi alto nivel de sigilo, un oído digno de un Shinobi, llegué a pensar que intentar robar sería un intento inútil, tampoco sabía dónde podría estar la gema así que debía arriesgarme.

    —Matahachi...

    Interrumpí con un tono de voz suave y neutral, según Ayame ellos no portaban ningún mon, decidí mostrarme con un gesto de aparente confianza en lugar de un ataque sorpresa al hombre de oído agudo.

    —Necesito hablar sobre cierta gema que seguro posees eres tú o —observo al joven acostado —acaso es quien reposa en el futón

    Confiaba en mis sentidos si por si en algún momento se les ocurria dar un ataque sorpresa así que prefería ir directo al grano.
     
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    Kohaku Ishikawa
    Shukusha

    Kawa aceptó mi propuesta, o más bien Tamura la aceptó por ella, y finalmente nos dirigimos todos al shukusha. Byakko seguía sin despertar y decidimos pasar la noche allí; no quedaba mucho por hacer más que descansar. Tras despedirme de todos, recorrí el pasillo y me detuve frente a la puerta de mi habitación. Ingresé con reticencia, la deslicé tras mi espalda y el espacio oscuro, vacío y silencioso me envolvió. Todo regresó sin pedir permiso. Los recuerdos de mi Villa, las risas de los niños y la resistencia que la pala encontraba en la nieve. Mi arribo a Nara, el día que conocí a todos; a Kuroki. Nuestro escape de la ciudad, la llegada a Tsu. El viaje a Kamakura. Shimotsuke. Nos habíamos prometido contarnos todo la próxima vez que nos viéramos.

    —¿Por qué? —susurré, acuclillándome, y el llanto me tembló en la voz—. ¿Por qué tuvo que acabar así?

    ¿Por qué?

    Concilié el sueño a duras penas. Cuando el sol volvió a brillar, cuando Hotaru entró a mi habitación envuelto en alegría, sentí no haber descansado en absoluto. Sus noticias, al menos, iluminaron el espacio con una chispa de esperanza. Me incorporé y vestí rápidamente para salir a comprobarlo: Byakko había despertado. Me detuve frente a él, pasé saliva y respiré hondo, muy hondo. Sonreí.

    —Mi padre tomó sus decisiones —respondí, conteniendo el nudo en mi garganta, y meneé suavemente la cabeza—. No me debes disculpa alguna. Él eligió entregarse, eligió tu vida, y es una decisión... que me enorgullece. Ahora su energía reside en ti y no es una carga para mí, es un consuelo.

    Kawa intervino, entonces. Reveló haber sido discípula de mi padre, que la convenció de ser un mero sacrificio, y por ello Kyogi acabó usándola. Al final, ella también entregó su energía a Byakko. Una parte de mí deseó detenerla, pero así como mi padre, ella también estaba tomando sus propias decisiones. No era algo que hubiera escogido a la ligera. Pensé en la causa de los shijin, en cómo nos excedía y, aún así, éramos tantos esforzándonos por protegerlos. Me pregunté, también, dónde estaría Kuroki. Kawa se veía débil y me acerqué a ella, pero fue Byakko quien finalmente la atajó antes de que cayera. Me arrodillé frente a ambos.

    —Fuiste valiente —murmuré, sin saber si podía escucharme, y le acomodé un mechón de cabello albino lejos del rostro—. Lo hiciste bien, Kawa. Descansa.

    Yume se encargó de ellos, comprobando su estado y asegurándonos que la chica se encontraba bien. Byakko había revivido plenamente y aquella imagen, la de mi padre entregándole su energía, se repitió en mi mente una y otra vez. Me miré las manos, pensativo. ¿Yo también podría... hacer algo así?

    ¿Debería hacerlo?

    Me distraje repentinamente ante la intromisión de dos extraños. Le hablaron a Yume de una emergencia y ésta me dijo que volvería pronto, pero no podía dejarla irse sola. Tamura aún dormía y le habíamos hecho una promesa al señor Yoshio. Yume también era, en parte, mi responsabilidad. El apremio de la situación me impidió reconocer a uno de ellos.

    El del parche.

    —Iré contigo —afirmé, poniéndome en pie, y volteé momentáneamente hacia los hombres de nuestro grupo—. Soreku, ¿podrías ver si consigues información del paradero de Kuroki en la ciudad? Y Reijiro, quédate en el shukusha, por favor. Cuida a los demás.
     
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  20.  
    Amelie

    Amelie Game Master

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    Clínica

    [Misato; Yin; Ayame]
    [Rei; Matahachi; ???]

    Matahachi abrió ligeramente los ojos en el futón mientras el otro hombre desenvainaba su katana hacia Misato —Shinobi...— dijo aquel hombre mientras se interponía entre Misato y Matahachi.

    —Tienes información muy específica. Creo que si quieres que hable tu también tendrás que hacerlo, en especial si has entrado de manera tan discreta. Jamás se puede confiar en un shinobi que no responde a tu nombre— mencionó Matahachi — ¿Quién eres? ¿Y por qué buscas esta información?




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    Shukusha
    [Kawa; Kohaku; Yume; Byakko; Hotaru; Soreku; Reijiro]
    [Rei; Inagaki]


    Cuando Kohaku decidió irse con Yume; Reijiro y Soreku ya esperaban afuera debido a la conmoción; recibieron órdenes de Kohaku y ninguno dudó en seguirlas. Kohaku sería un niño para muchos; pero para ellos ya se había vuelto su líder. Reijiro era un hombre de guerra, había peleado más de lo que Kohaku, servía plenamente a Hideyoshi y juró proteger a Kohaku; en ningún momento dudó de su nueva misión, y por cada momento que convivía con Kohaku, entendía su fortaleza y por ello comenzaba a admirarlo. Aun así, separarse de él iba en contra de sus órdenes... pero confió en él. Lo dejó irse con Yume y aquellos extraños; temía por él, pero tuvo que confiar.

    —Mi oído es fino; sabré si necesita mi ayuda — dijo Reijiro observando a Rei e Inagaki.

    Soreku fue alguna vez el líder de los emishi; fue por ello que sonrió cuando Kohaku le pidió aquel favor, consideraba que Kohaku se estaba convirtiendo en un líder; que su carácter crecía por su dolor y experiencia. No era fácil; pero Soreku sabía que andaba por un buen camino. Así que su sugerencia la tomó como una orden, así que afirmó y salió a buscar información sobre Kuroki.

    Hotaru salió de la habitación, seguramente informaría a Tamura.

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    Clínica

    [Kohaku; Yume; Rei; Inagaki; Matahachi]

    Avanzaron con calma a la clínica debido al andar de Yume; al ingresar pudieron ver a un hombre revisando a un muchacho que descansaba en un futón. El joven estaba en muy mal estado, se le notaba completamente sudado y con un rostro enrojecido, demostrando una fiebre severa. Su ropa se veía empapada, así como su cabello. Su respiración era agitada, sus ojos estaban abiertos pero parecía que veía cosas que no estaban allí.

    Yume apresuró su andar como pudo, para después empujar al hombre que cambiaba los paños cálidos a fríos en la frente del muchacho.

    —Ella es su médica— indicó el hombre del parche al hombre que al instante se alejó.

    Yume abrió su kimono con ayuda de Rei, quien parecía saber lo que hacía. Descubrieron el brazo derecho del muchacho y encontraron un hombro derecho con distintos moretones, cómo si hubiera recibido una paliza brutal.

    Deja de reírte de mi musitó el muchacho mirando a la nada.

    —Está alucinando, ignóralo— le dijo Yume a Kohaku para después sacar su bolsita de tés, una que ya conocía Kohaku, le entregó un papel con una preparación especial —No la huelas, sólo prepara el té. Anda.

    Kohaku no tuvo remedio; preparó el té que Yume le pedía.

    —Papá...— la voz del muchacho se quebró y a pesar de que su mirada bailaba de un lado a otro; sus ojos emanaron lágrimas constantes

    Yume colocó un ungüento en el hombro del muchacho y este exclamó de dolor.

    —Mis ojos... los quiere ambos; papá... ayúdame...vuelve a casa —el muchacho comenzaba a moverse con fuerza; Rei lo sostuvo para Yume.

    —¿Qué está diciendo? —preguntó Yume a Rei.

    —¡Matahachi! —interrumpió Tamura cuando entró a la clínica; miró a Matahachi y se alarmó —¿Qué le sucedió?—preguntó Tamura a Rei.

    —Usó su técnica especial...—mencionó Rei. Yume negó molesta.

    —Con ese intento, ¿Cuántos le quedan?— preguntó Tamura.

    —Dos

    Tamura y Yume parecían conocer perfectamente a estas personas. Inagaki sólo observaba con preocupación.

    Kohaku se acercó a Yume y Matahachi con el té preparado y se lo entregó a Yume; quien comenzó a servirlo. Matahachi observó a Kohaku, sus pupilas bailaban pero le sonreía —Papá... estás aquí.

    Tamura miró confundido a Kohaku; después le dio una ligera palmada al cachete de Matahachi —Kohaku es más chico que tú, anciano.

    Yume le pidió a Rei que le ayudara a sentar a Matahachi; Tamura lo ayudó y lograron sentarlo para que Yume le diera a beber el té —Anda, te sentirás mejor— mencionó Yume acercando la taza a la boca de Matahachi; contuvo sus labios para que no tirara el líquido y lo ayudó a pasarse el líquido.

    Tardó unos instantes en hacer efecto; pero Matahachi fue cerrando los ojos, y el enrojecimiento en sus mejillas fue disminuyendo lentamente.

     
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