Kioto Kioto

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 13 Octubre 2023.

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    Amelie

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    La ciudad de Kioto; capital de la Prefectura homónima.

    La capital de todo Japón.

    Ciudad dónde reside el Emperador y los clanes más poderosos de todo Japón.



    Gobierno:

    Bajo el mandato del Emperador Akishino



    Toda la ciudad se divide en cuatro secciones:
    1. Zona exterior a la muralla
    2. Primera muralla/Barrios bajos (Ingreso 10 monedas, gratis con invitación)
    3. Segunda muralla/Ciudadela (Ingreso 30 monedas, gratis con invitación)
    4. Tercera muralla/Distrito Imperial (Ingreso sólo con invitación)


    Zona exterior a la muralla

    Al noreste se encuentra un cementerio; protegido por un santuario sintoísta.
    Al noroeste hay varias construcciones abandonadas; pero se sabe perfectamente que varios asesinos a sueldo se esconden en estos lugares.
    Al sur hay distintos asentamientos de algunas personas que no desean vivir tras la primera muralla.



    Barrios bajos

    Santuario: sintoísta
    Casas de té: Algunas de estas están disfrazadas como simples casas de té; pero tienen a ser prostíbulos
    Dojos: Enfocados para entrenar a los jóvenes que buscan unirse a la guardia de Kioto o aspirar a entrenar en el dojo militar y ser vistos por algún clan bushi de importancia.
    Cuarteles: Situados cerca de las entradas, en completo dominio de la guardia en Kioto
    Shukushas: Dos establecimientos para poder pasar la noche dentro de Kioto
    Clínica: Se dice que allí vive el mejor médico de Kioto; a pesar de que este no sea de la corte Imperial.
    Herbolaria: Tiene diferentes tenderos; se dice que el herborista sólo entrega las órdenes y deja a alguien más encargado de la venta
    Mercado 1: Mercado donde se exponen en picas las cabezas o cuerpos de los traidores al Imperio
    Mercado 2: Venta frutas, verduras y algunos cárnicos de dudosa procedencia
    Mercado 3: Venta frutas, verduras y algunos cárnicos. Se dice que de mejor calidad que en mercado 2
    Mercado 4: Venta y compra de armas oxidadas o rotas
    Mercado 5: Nadie entiende que se vende allí.
    Mercado 6: Venta frutas, verduras y algunos cárnicos. Se dice que puedes tener buena o mala suerte con los productos; a veces muy buenos, otras tantas te pueden llevar a la clínica, que por fortuna está cerca.
    Casa de armamento: Herrero nivel 2



    Ciudadela

    Mercado: Vende de todo un poco en diferentes puestos; desde inciensos, hasta juguetes.
    Oyaji: Sitio dónde podrán descansar las personas que puedan pagarlo (150 monedas)
    Cuarteles: Situados cerca de las entradas, en completo dominio de la guardia en Kioto; es allí dónde mantienen las mazmorras a prisioneros.
    Gremio: Un sitio de entrenamiento para varias disciplinas; se dice que de allí nacen los mejores cazadores y algunos han especulado que también algunos shinobi.
    Castillo: Propiedad del Clan Sawayama
    Palacio: Propiedad de las Hangaku
    Casa de Armamento: Allí vive el mejor herrero de Kioto
    Viejo Taller de Kyuzo: Allí permanece el taller de Kyuzo, no está habitado pero si resguardado.
    Herbolaria y Clínica: Atendidos por la descendencia del médico y herborista de la corte
    Dojo Militar: Lugar de entrenamiento para la clase bushi de Kioto; comandado por Saizo Honda a órdenes de Gendo Mori.



    Distrito Imperial

    Cuartel Imperial: lugar de estrategias militares; en este sitio no se mantienen a los prisioneros, los cuales se limitan a los cuarteles de la ciudadela.
    Santuario: Budista. Es allí dónde residen los onmyoji del Emperador.
    Castillo Imperial: Hogar del Emperador; también de todos sus colaboradores políticos y bélicos. Allí reside el clan Taira; el clan Mori; el médico y herborista de corte; así cómo también de sus trofeos de guerra.
     
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    Amelie

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    El rol proviene de Nagoya







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    Capítulo XXI

    物の哀れ
    Mono no aware - Sensibilidad a lo efímero

    Kioto

    [Takeda; Yuzuki]



    Después de un largo tiempo en las mazmorras en Nagoya; Yuzuki y Takeda fueron cubiertos y llevados a caballo hasta Kioto; el camino no fue nada amable, los desgastó al estar en posiciones incómodas y atados. Su visión fue cubierta por completa; y por ello, cuando les retiraron las telas, el sol los deslumbró a tal grado que no pudieron ver detalle alguno pasado unos minutos.

    Kioto estaba frente a ustedes; pero antes de que ingresaran pudieron ver como un palanquín ya los esperaba.

    —Es hora de retribuir el mal camino —dijo Saizo con una palmada en el hombro de Takeda para después empujar la tela mostrando el interior del palanquín—Arriba —Dijo lanzando a Takeda con tal fuerza que lo dejó caer en el interior. Después hizo exactamente lo mismo con Yuzuki. Llevaban tanto tiempo sin comida ni agua que no pudieron defenderse.

    Saizo subió con ustedes.

    Ingresaron a Kioto. Era una ciudad grande. Habían ingresado muy temprano así que no había demasiado bullicio; al menos no para una ciudad tan grande. Ya se escuchaban voces de los comerciantes, y por supuesto que iniciarían los rumores ante aquel palanquín; este permanecía completamente aislado, nadie podía mirar al interior. Y tanto Yuzuki como Takeda, no podían disponer libremente de sus manos para levantar un poco las telas.

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    —Los barrios bajos siempre huelen a orín —mencionó con disgusto — Aunque entremos por las puertas del sur, que son las más limpias; se necesita limpiar estas calles... —dijo levantando levemente la tela para que pudieran contemplar la ciudad; nuevamente un rayo de sol perturbó sus ojos cansados de la sombra; pero cuando pudieron ajustar su mirada, pudieron ver a lo lejos el castillo. Eran ciertos números de edificios y torres que se levantan sobre grandes bases de enormes piedras, estaba rodeado de una gran muralla que les impedía ver más allá de sus grandes torres.

    Cuando cruzaron la segunda muralla; pudieron escuchar las voces de varios hombres que parecían escoltar el palanquín, en algún momento se habían unido a la comitiva y por ello, las personas parecían acercarse con mayor curiosidad.

    Al pasar la segunda muralla Saizo sonrió con brusquedad —Un mejor lugar, no tan atestado de incivilizados — aquel era un barrio de clase alta; sin tantas edificaciones y mucho más espesura. Takeda se inclinó levemente y Saizo notó la incomodidad, y le mostró nuevamente el exterior. Ellos no se dirigían a la construcción principal, no iban a esa tercera muralla; Yuzuki pudo notar cómo Takeda se mostraba incómodo al ver la dirección del palanquín.

    —Katsura...— mencionó Takeda hacia Yuzuki —El palacio Katsura... es allí... dónde crecí.

    —Idea del Emperador; dice que estarás mucho más cómodo allí —dijo Saizo mirando a Takeda — Creo que se equivocó.

    Takeda lo miró con odio —No lo hizo.

    Saizo se burló.

    Al llegar a aquel sitio; Saizo levantó por completo las telas que cubrían el palanquín para mostrar el exterior. Era un sitio hermoso.

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    El Palacio está dividido en tres partes: El Shoin Antiguo, el Shoin Medio y el Nuevo Palacio. Cada uno posee el estilo propio de edificación shoin

    El palacio principal, que tiene una sola planta, se divide en cuatro pabellones unidos por las esquinas. Todos están elevados sobre pilares y construidos en madera con paredes encaladas y puertas deslizantes que conducen al parque circundante. El edificio principal carece de decoración, pero su sencillez es compensada con la textura de los materiales de la edificación y la integración del palacio con un trazado irregular.


    El lago del parque se nutre del río Katsura. También está rodeado de cuatro casas de té, una por cada una de las estaciones, una colina, arena, un puente y linternas. Existe también un salón budista, el Onrindo.

    El palanquín se detuvo en la entrada, donde un hombre los esperaba.

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    —Mi nombre es Nakamura Eiji; yo estoy encargado de su cuidado en el Palacio Katsura — dijo hacia ambos mientras Saizo los liberaba de sus ataduras.

    Yuzuki notó que a pesar de estar en un sitio tan hermoso; en cada espacio libre había guardias. Visibles en la gran mayoría, otros permanecían ocultos detrás de árboles o pastizales; no había escapatoria. Era una prisión de oro.

    Eiji no hizo ninguna reverencia, a pesar de su amable recibimiento; no eran más que prisioneros — Señor Minamoto... —dijo con una amable sonrisa — Le he instalado su habitación dónde solía ser la de su padre, si nece...

    —No quiero esa habitación— reclamó Takeda. Saizó se burló y miró a Eiji con desdén —El salón de música...

    Eiji no se movió hasta que Saizo le indicó con un movimiento para que obedeciera —¿No escuchaste, basura? Muévete — miró a Yuzuki — Entonces deja la gran habitación para la nombre señorita —dijo con una sonrisa maliciosa.

    Saizo los abandonó sin decir más; y así, ambos siguieron a Eiji; quién los llevó hasta los baños, dónde fueron separados y atendidos por varios sirvientes. No tenían opción alguna.
    A pesar de que el baño fue algo impuesto, refrescó sus cuerpos, los relajó. Fueron atendidos con gran diligencia, sus cuerpos estaban completamente limpios, sus cabellos totalmente peinados.

    Cuando volvieron a encontrarse en una de las salas dónde Eiji los dirigió, eran irreconocibles a distancia uno del otro; habían sido ataviados de las mejores ropas en blanco.

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    —Yuzu — dijo Takeda con preocupación; pues habían tardado más en ella, colocándole capas y capas de ropa encima. Por fortuna no tuvo que pasar por el proceso de maquillaje, sus cejas seguían intactas y sus dientes aun eran blancos.

    —Los dejaré solos —mencionó Eiji, dejándolos en la sala dónde ya había mesas con comida y bebida. No eran extravagantes pero también era de lo mejor que habían tenido en mucho tiempo; arroz con variedad en pescados, encurtidos y distintos preparados que a simple vista era difícil de definir su contenido.

    Takeda le sonrió con amargura mientras miraba el tatami frente a ellos; había un color seco en él, una vieja mancha de sangre que se intentó quitar con simples arreglos; pero era evidente que se dejó así, el tatami podía ser cambiado, mucho más por la corte imperial a la que no le afectaba un gasto tan menor como aquel. No lo quitaron y Takeda entendía el por qué.

    —Quieren que coma aquí... —dijo ante Yuzuki — frente a lo que quedó de mi hermano Shigeari. Él murió aquí, defendiendo nuestro hogar. Fue lo último que vi antes de que Obata me tapara los ojos y corriera conmigo —miró a Yuzuki, sin lágrimas en los ojos, su mirada era firme; y cómo si algo se hubiera activado en él, las lágrimas comenzaron a brotar.

    Démosles la sensación de que pudieron rompernos.

    ¿Aquello sólo era un teatro, o verdaderamente lo rompían lentamente?

    —Aquí fue dónde crecí, Yuzu — dijo con voz trémula — La última vez que estuve en este sitio, tenía hermanos y un padre —tomó una taza con té en su mano y bebió con delicadeza; no habían tomado líquidos en un par de días; por lo que ese sorbo refrescó sus labios secos — Ser consciente de los momentos efímeros otorga una gran melancolía. Quisiera poder volver a sentir la ignorancia de la felicidad pasajera, una que creía que sería eterna.


     
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    Yuzuki Minami

    Sin una fuente de luz natural no pude discernir cuánto tiempo nos tuvieron en las mazmorras, pero parecía haber sido bastante. En algún punto volvieron, nos ataron de nuevo, nos cubrieron y nos llevaron. Solo entonces comencé a comprender realmente parte de lo que debía sentir Takano al estar encerrado, porque esto... Esta persona a la que podían manipular como si fuese un trapo no era yo.

    No era yo, pero no podía hacer nada más.

    El viaje fue incómodo y desgastante, tampoco pude contabilizar demasiado bien el tiempo. Todo lo que supe fue que en algún momento nos permitieron ver, pero llevábamos tanto rato a oscuras que sentí que los ojos se me quemaban con la luz y tuve dificultades para lograr ver algo, cuando lo hice noté el palanquín y las palabras de Honda me lanzaron un escalofrío de furia y miedo por el cuerpo.

    Quería poner resistencia, atacar, morder, tan siquiera dificultarles la tarea pero sabía que era una estupidez. La falta de agua y comida me tenía sin fuerza, pero incluso de haberla tenido era una mala idea, lo sabía.

    El imbécil de Honda son metió al palanquín, tampoco tuve las fuerzas para quejarme y él subió con nosotros. Habría preferido compartir espacio con la peste de un cadáver, pero no estábamos aquí para pedir gustos, ¿cierto?

    No le presté atención tampoco, entre menos escuchara a este hombre más probabilidades tenía de no perder la poca cordura que me quedaba, pero sí que observé la ciudad cuando alzó la tela, después de que la luz me quemara los ojos por segunda vez. El castillo se alzaba a lo lejos, rodeado por una gran muralla, otra maldita fosa de la muerte, que nos impedía ver mucho más.

    Nos habíamos movido a Nagoya y yo había terminado en Kioto.

    El siguiente comentario de Honda me trajo sin cuidado, percibí el cambio respecto al barrio anterior, pero más que eso noté la incomodidad de Takeda por la dirección que estábamos tomando. Incluso en medio de mi agotamiento reparé en él, fue inevitable, y cuando mencionó el palacio Katsura, diciendo que había crecido allí, sentí que se me astillaba el corazón. Lo miré con genuina preocupación, quise decirle a Honda que cerrara la boca un rato pero me mordí la lengua y todo lo que hice fue revolverme incómoda en mi lugar.

    Puede que lo peor del asunto fuese la belleza del sitio, manchada aquí y allá por guardias, saltaba a la vista incluso antes de que nos detuviéramos. En la entrada nos recibió un hombre que se presentó como Nakamura Eiji, encargado del cuidado del Palacio; a la vez Honda nos liberó de las ataduras y apenas lo hizo comencé a respirar con algo más de fluidez.

    Arrugué las facciones cuando escuché que habían preparado para Takeda la habitación de Sogo, me alegró que reclamara porque si no lo habría hecho yo y cuando Honda dijo que dejaran la gran habitación para mí lo miré con claro desdén. La malicia con la que lo había dicho no me había gustado ni un pelo, sin embargo, no tenía idea de la distribución del espacio y era Takeda el que debía enfrentarse a las apariciones que revivía este lugar. No tenía tiempo para ponerme demasiado delicada.

    Nos hicieron pasar, nos atendieron sirvientes que nos bañaron y aunque fue una imposición más que una decisión el agua me relajó el cuerpo desgastado. Quisiera o no algunas lágrimas se disimularon con el agua, ya no sabía si de genuino cansancio, de ira, tristeza o todas juntas. Ya no tenía muy claro nada, absolutamente nada.

    Sentí que tardaron una eternidad conmigo, era capa tras capa de ropa y el cuerpo, débil, por un segundo no creí que las resistiera. Bajo esas ropas me sentí casi igual de aprisionada que con las ataduras y agradecí internamente que me dejaran la cara intacta, porque seguía sin reconocer a la persona que estaba en estas paredes. Dominada, de blanco y sin armas todo lo que quedaba de mí que fuese real eran aquellas cosas que me hacían recordar de quién era hija.

    Cuando me permitieron reencontrarme con Takeda no lo reconocí de primera entrada, de hecho solo lo hice cuando dijo mi nombre e ignoré todo lo demás para acercarme a él como si fuese mi único punto de ancla. Miró el tatami frente a nosotros, estaba manchado de sangre vieja y supuse que era intencional porque un gasto mínimo como ese no debería ni ser notorio para el Imperio, pero estaba allí.

    Era lo que quedaba de uno de sus hermanos mayores.

    Shigeari, el que Takano debía sustituir de ser necesario.

    En otro contexto, Takano habría muerto como el hermano mayor de Takeda.

    Me miró con firmeza, pero algo se activó después y las lágrimas se deslizaron por su rostro. Recordé que había dicho que diéramos la sensación de que habían logrado rompernos, pero ya en las mazmorras me había dado cuenta de que esa idea era inseparable de las heridas reales que cargábamos. Al decir "haremos esto en sus términos" estábamos vendiendo nuestros fragmentos más frágiles.

    Aquí, en estas paredes manchadas de sangre Minamoto, todo lo que Takeda tenía era una camelia.

    Lo observé, atenta, seguí escuchándolo y lo vi beber con delicadeza. Yo misma tenía sed y hambre, era consciente de ello, pero atendería mis necesidades luego. Suspiré, una de mis manos encontró su espalda para dedicarle una caricia amplia y la otra se hizo con una de las incontables capas de ropa antes de encontrar con cuidado su rostro, secando algunas de sus lágrimas.

    —A veces pienso que todos quisiéramos volver allí, a la ignorancia donde creíamos ser felices... Una ilusión donde no había sangre, donde teníamos familias y todo parecía estar en el orden que correspondía. La melancolía se alimenta de esa idea, de la ausencia de algo —comencé a decir sin pretender llegar a una gran reflexión ni nada—. Creo que está bien reconocerlo, admitir que quisiéramos volver a esos momentos incluso si sabemos que no podemos hacerlo. Mentirse a uno mismo nunca ha llevado a ninguna parte.

    Seguí acariciando su espalda con cuidado, como si fuese un niño, y tomé aire profundamente. Había cierto poder en las palabras, lo reconocía, por eso había que usarlas con cautela.

    —Estaré contigo tanto como me lo permitan —murmuré a sabiendas de que esa afirmación podría castigarme en algún momento—. Una parte de la familia que dejamos atrás te acompaña en tanto esté contigo.
     
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    Amelie

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    [Takeda; Yuzuki]

    Una camelia. Sólo se necesitaba una flor para que la vista se enfocara en ella y difuminara todo el pastizal alrededor. Ese era su poder, uno que ejercía simplemente por existir.

    Takeda sonrió ligeramente —No permitiré que te separen de mi; necesitan que permanezca vivo al menos antes de que me obliguen a casarme con Tomoe. En este pequeño tiempo, tengo más poder que cualquiera aquí en Kioto, después de esa boda... me convierto en otra sombra, una que puede morir sin que nadie lo note —observó a Yuzuki.

    —Elegí el salón de música como mi habitación — dijo después de tomar un poco más de té — Antes sólo cumplía la función de su título; pero cuando los Minamoto llegaron a Kioto, se les ofreció este sitio, y el número de niños creció y le ganó al número de habitaciones designadas al simple reposo —sonrió —La habitación de música era la vieja habitación de mi hermano Noishi; él fue quién me enseñó a usar el shamisen.

    Takeda tomó un tazón de sopa y lo bebió tranquilamente, sin obligar a Yuzuki a hacerlo también. Al terminar, volvió a colocar la tapa en el tazón; un detalle de etiqueta que no se solía hacer mucho —Puedo decirles que reubiquen tu habitación si lo deseas; yo solía dormir frente al jardín de contemplación —suspiró.

     
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    Yuzuki Minami
    Katsura [Palacio]

    Sus palabras me hicieron relajar el cuerpo, al menos una parte de ellas, porque el resto no mejoró para nada el panorama. No era capaz de imaginar a Takeda reducido a una sombra, como algo descartable; era sencillamente inconcebible desde mi visión del mundo y prefería no quedarme atascada en ese pensamiento más tiempo del necesario.

    Regresé las manos a mi espacio, seguí escuchándolo. Me contó que el salón de música era la habitación de su otro hermano, Noishi, quien le había enseñado a usar el shamisen. Cada recuerdo que me brindaba era una confirmación de que lo habían traído aquí por razones obvias, sí, violentas también. No solo era el tatami sin cambiar, eran todas las paredes que se alzaban a nuestro alrededor.

    Eran las imágenes de lo que ya no sería nunca más.

    Lo vi beber té, también sopa y me forcé a dejar de resistirme aunque fuese en espíritu, porque no tenía ya ninguna razón de ser. Trastabillé de manera evidente, pero terminé estirando la mano para poder tomar una taza de té, la acerqué a mí, olí el contenido y di un sorbo modesto a pesar de la falta que me hacía el líquido. Cuando Takeda volvió a hablar parpadeé con cierta confusión.

    —No creo que importe mucho dónde descanse, suponiendo que pueda hacerlo —comenté con los ojos puestos en el té dentro de la taza—. No soy capaz de reconocer la persona que soy aquí. Lo único verdaderamente familiar eres tú, pero todo lo demás es tan extraño como la silueta que observo en los reflejos del agua.

    Alcé la vista para mirarlo y fui capaz de sonreírle a pesar de todo.

    —No hace falta, es lo que quiero decir. Honda parecía encantado con dejarme la habitación que se supone sería para ti.
     
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    Katsura/Palacio

    [Takeda; Yuzuki]

    Ambos habían sido extraídos de su elemento, podrían estar rodeados de comodidades, aun así habían perdido la libertad de la que antes habían gozado.

    —No deben preocuparse; yo me encargaré de su cuidado de ahora en adelante —Una voz dulce se hizo presente; se escucharon sus pasos para que su presencia no alarmara más de lo debido.

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    La mujer se quedó a una distancia prudente para después hincarse y ofrecer una reverencia completa, colocando sus manos y frente en el tatami. Cubriendo por completo la mancha de sangre seca, evitando que estuviera frente a la vista de Takeda —Lamento molestarlos ahora que están comiendo; pero vi necesario presentarme ante ustedes —la mujer se enderezó — Mi nombre es Kanon — sonrió — Mi señor... puedo asegurarle que estamos seguros para conversar en estos momentos; he logrado distraer al enemigo para entrar aquí; pero no tardará en volver —Llevó su mano al pecho; haciendo que Takeda se tensara— Soy Kanon, madre de Tsubaki. Yo fui... la mujer a la que amó Hiro Sugita.

    Takeda la contempló unos momentos, deteniendo absolutamente todos sus movimientos.

    —Sólo he venido a informarle que ustedes estarán protegidos por mi de ahora en adelante; jamás dejaré que algo malo le suceda, mi señor — sus ojos se humedecieron ligeramente —El enemigo cree que esta boda hará que Akishino unifique Japón, obligando a los detractores del Imperio que unan fuerzas a él, ahora que los Minamoto y Taira se han vuelto a unir. No dejaré que eso suceda, Japón merece un gobierno justo... un gobierno honesto.

    Kanon miró ligeramente hacia atrás. ¿Acaso sentía oídos indiscretos?

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    Katsura [Palacio]

    A pesar de la dulzura de la voz que nos alertó de su presencia y de lo que dijo el cuerpo se me tensó sin permiso de nadie, pero estaba desarmada, cubierta de ropas extraña y dentro de las paredes de Kioto. Incluso si hubiese tenido un arma, si me hubiesen regresado mi colmillo, las extremidades se habrían quedado atascadas en posición como si esperara un golpe mortal en la nuca todo el tiempo.

    Era una mujer que se quedó a cierta distancia antes de hacer una reverencia completa, cubriendo la vieja mancha de sangre en el proceso. Conservé la taza de té entre las manos, absolutamente confundida y demasiado agotada para poder pensar correctamente; ella se presentó como Kanon, la madre de Tsubaki y por rebote la mujer que había amado Hiro Sugita, el maestro de Takeda.

    Mi reacción no fue diferente a la de Takeda, la contemplé un momento y no fui capaz de hilar una sola palabra coherente, quise saber cómo o por qué, pero no pude sacar nada del fondo de mi cabeza. La escuché decir que estaríamos protegidos por ella, que no dejaría que nada le ocurriera a Takeda y recordé que Tsubaki había sacado a Takano y Hashimoto de la mazmorra. Que los había protegido.

    —Yo no... No sé qué decir —murmuré cuando pude hilar un pensamiento, batallé con la desconfianza natural de mi carácter y la reacción de Takeda, que parecía validar quién era esta mujer—. Pero es lo único parecido al apoyo que veo en estas paredes.
     
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    Katsura/Palacio

    [Takeda; Yuzuki]

    Kanon sonrió ante las palabras de Yuzuki; Takeda no dijo nada más y Kanon lo notó tenso, era normal. A pesar de estar en su viejo hogar, no estaba en libertad, era un prisionero más.

    Kanon sacó de entre sus ropas un pequeño objeto, era una moneda que extendió en el suelo para que pudiera ser observada por ambos.

    Yuzuki la vio pero no supo que era; Takeda al instante se levantó y la recogió; antes de que pudiera preguntarle algo, Kanon intervino:

    —Me la ha dado Shinrin, me la entregó para que supiera que está bien. Ahora junto a Rengo. Y también para que supiera que ahora yo cuidaré de ustedes, en este sitio rodeado de enemigos.

    Takeda observó con cuidado la moneda; era una moneda que daban los padres de Fuji en Nara. La conocía bien. Misato se la había dado para Shinrin, y ella la guardó cuando se separaron en Nagoya.

    Takeda sonrió —Shinrin...— guardó la moneda con delicadeza mientras observaba a Kanon — Entonces tú también eras una shinobi — para Takeda sólo era evidente que si había dado con Shinrin, la mujer tendría las habilidades necesarias para que Shinrin no pudiera eludirla.

    Kanon afirmó —Yo fui alumna de Hamami.

    Otro nombre que se clavó en el pecho de Takeda; no pudo evitar mostrar una tristeza absoluta al escuchar nuevamente aquel nombre.

    —Lo siento, mi señor —se disculpó Kanon — No quería traerle amargos recuerdos; sólo quiero que sepa lo maravillosa mujer que fue. Ella me enseñó todo lo que sé, la escuela Momochi es aun parte de mi.

    Takeda se quedó en silencio unos momentos, para después voltear hacia Yuzuki —Hamami era la esposa de Obata; no pudiste conocer a ninguno de ellos; pero fueron los que me cuidaron cuando era pequeño —Takeda bajó la mirada — Obata fue quien me sacó de Kioto; fueron como unos abuelos para mí.

    El pasado comenzaba a abalanzarse en Takeda sin aviso previo.

     
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    Cuando Kanon sacó de entre su ropa una moneda para mí no tuvo ningún sentido, pero cuando vi a Takeda levantarse comprendí que era importante y miré a la mujer esperando una respuesta o una explicación. Cuando el nombre de Shinrin y el de Rengo salieron de su boca me llevé una mano al pecho, que se me comprimí de emoción contenida y suspiré con cierta pesadez.

    Resultó ser que Kanon era una shinobi, alumna de Hamami, y algo de esa información conectó con retazos de otra, más lejanos quizás, menos conscientes y cuándo Takeda se explicó sonreí, comprensiva. El tiempo que estuviéramos aquí solo se haría más denso porque en esta ciudad descansaban demasiado restos del pasado de Takeda, los encontraría una y otra vez. En los tatami, en los rincones, incluso ahora en las palabras de Kanon.

    Sin embargo, era el camino que había elegido.

    —Quienes no están aquí lo estarán a través de nosotras —insistí al retomar algo que ya le había dicho antes a Takeda y miré a Kanon—. El exterior, ¿tienes alguna manera de comunicarnos con los demás?
     
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    [Takeda; Yuzuki]

    Kanon afirmó ante Yuzuki pero sin dejar de observar a Takeda, quién comenzaba a guardar la moneda con delicadeza entre sus ropas.

    —Puedo comunicarme con prácticamente cualquiera fuera de Kioto— apartó la vista de Takeda para enfocarse en Yuzuki — Pero por el momento no saldré de aquí, y no tengo aliados en el perímetro capaces de buscar a alguien —sonrió —Pero entiendo, desean que haga una red de comunicación; podré hacerlo después de la celebración. Primero debo cerciorarme que están a a salvo, debo patrullar los sitios que estarán pisando esta misma noche. Por lo mismo he venido a ustedes, quiero saber si esperan ver a alguien en el público que pueda atentar contra ustedes.

    —Tu lo has dicho, estamos rodeados de enemigos; será difícil enfocarse en alguien. Todos representan un peligro latente — intervino Takeda inmediatamente.

    —Pero hay enemigos y posibles asesinos. Hay diferencia. Mientras Akishino es su enemigo, no desea eliminarlo; en cambio alguien más si buscaría esta oportunidad para hacerlo. ¿No hay alguien a quién deseen que no se encuentre entre el público?

    —¿Estás preguntando si deseo que elimines a alguien en mi nombre?—
    preguntó Takeda

    Kanon hizo una reverencia —Así es, mi señor.

    —No. No deseo que elimines a nadie


    Kanon se irguió y afirmó. Después miró a Yuzuki.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
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    —Entiendo que no sea el momento, solo quise saber —respondí a la explicación de Kanon.

    Cuando mencionó lo del público algo de confusión debió recorrerme las facciones, la respuesta de Takeda me pareció la más lógica y suspiré discretamente al escuchar la pregunta directa. Si seguía ciertos impulsos, quizás, tuviera una respuesta a eso pero si Takeda decía que no, era que no. En la mazmorra había prometido seguir sus órdenes.

    Me parecía la única manera de sobrevivir a Kioto.

    Recibí la mirada de Kanon, la sostuve y parpadeé con calma. Luego de tomar aire lancé la mirada a algún punto del suelo sin objetivo particular.

    —Las cosas se harán como Takeda lo desee.
     
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    Amelie

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    Katsura/Palacio

    [Takeda; Yuzuki]

    " Las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya; eso es el verdadero significado de lealtad"

    Kanon afirmó; pero no se veía tranquila —Mi señor... la benevolencia también puede ser una debilidad. No querer actuar en un momento de decisión puede llevarlo a su propia destrucción.

    Takeda sonrió —Kannon... ¿Sabías que ese nombre en el budismo representa a la benevolencia?

    Kanon lo miró y negó —Lo desconocía, mi señor.

    —Kannon posee mil manos; y estas manos protegen a aquel que ora en su nombre.


    Kanon mostró un rostro de preocupación —Mi señor; créame cuando le digo que respeto su religión. Pero no puede sostener Japón con una ideología teológica; sólo la carne lo va a proteger, no sus Dioses.

    Takeda la miró con seriedad —Usted debe confiar en mí.

    Kanon bajó la mirada.

    Para cualquiera, aquella plática parecería un hombre que es fiel a su religión. Pero Kanon tenía razón, se necesitaba más que buenos pensamientos ideológicos para recuperar Japón; pero Kanon no conocía a Takeda. Yuzuki si.

    Yuzuki recordó aquel glorioso día en Shizuoka cuando vencieron a Nagato en su propio juego. Y Takeda había usado a Kannon como una analogía.

    "lealtad, eso es lo único que necesito"

    Las palabras de Takeda recorrían los recuerdos de Yuzuki.

    "Si consigues guerreros leales y experimentados como estos para las ocasiones y deberes oficiales, estoy seguro que se puede dirigir incluso a diez mil hombres a voluntad. De igual manera que las mil manos de Kannon son todas útiles mientras la mente esté equilibrada; su líder debe mantenerse firme para que los suyos puedan funcionar en equilibrio, no romperse para que los suyos puedan verlo con confianza. Si el filo de nuestro sable está equilibrado; nos fortalece. Y es así como puedes someter a miles de enemigos con una espada. ¿No es eso gran lealtad?"

    ¿Pero por qué Takeda no le decía esto mismo a Kanon allí mismo?

    "Estas son las mil manos de Kannon; puede atacarme de cualquier dirección; porque yo no estoy indefenso; tengo su lealtad y eso me es más que suficiente."

    Yuzuki lo entendió. Takeda tenía un plan. Él confiaba en las personas que se mostraban leales a él.

    —Confiaré en usted, mi señor — dijo Kanon —Pero si desea usarme como un arma, estaré lista para ello —ella se levantó sin darle la espalda por ningún motivo, haciendo una ligera reverencia mostrando su respeto hacia los presentes.

    Takeda se quedó allí inmóvil. Fue hasta que escuchó de nuevo una voz conocida cuando levantó la vista hacia la puerta nuevamente.

    —Señor Minamoto —Era la voz de Eiji; quién no diría "mi señor" no lo consideraba como tal. Eiji se notaba estresado; pero al ver a Takeda y Yuzuki sonrió —¿Cómo están sus alimentos?

    —Excelentes —respondió Takeda —Pero me gustaría que no me interrumpieran más. No he acabado de comer — dijo señalando la comida para que Eiji lo notara.

    Eiji afirmó con mayor tranquilidad en su rostro —Los dejaremos solos — Dijo para salir de la habitación.

    Pero no estarían solos, no de nuevo. Desconocía lo que había hecho Kanon para distraer a sus captores; pero no cometerían el mismo error nuevamente. Las paredes siempre tendrían oídos de ahora en adelante.

    Takeda miró a Yuzuki con preocupación; no diría nada. Extendió la moneda que pertenecía a Shinrin con manos temblorosas y señaló una casi imperceptible mancha roja en ella. Era sangre, y a diferencia de la del tatami, esta estaba mucho más fresca.

    Kanon no era de confianza.

     
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    Zireael

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    Puede que estuviese siendo exagerada, pero cuando Kanon dijo que la benevolencia también podía ser una debilidad algo, lo que fuese, se me revolvió en el pecho. Fue una suerte de anuncio, porque aunque era cierto que la bondad de Takeda, como la mía, había conseguido que nos metiéramos en algunos problemas era muy distinto a decírselo. Dudaba mucho que alguien se molestara en hacérselo saber llegados a este punto.

    Takeda había ejecutado a Kobayashi.

    Era bondadoso, sí, pero no era tonto.

    Esta mujer estaba dudando demasiado, se estaba resistiendo y comencé a preguntarme si no era ella la que necesitaba que nosotros ejecutáramos a alguien, si necesitaba que nosotros diéramos el nombre para luego volverlo en nuestra contra. Era una locura, al menos sonaba como una, pero estábamos dentro de las paredes del enemigo.

    Estábamos en otra fosa.

    Takeda no estaba intentando convertir al Kanon al budismo, estaba probando su lealtad, ¿era eso? Lo que había dicho en Shizuoka podría habérselo dicho a ella, pero no lo hizo. Se lo reservó y yo guardé silencio observando a la mujer, tuve que neutralizar mi propia desconfianza para no mostrarla en las facciones y miré el lugar que había ocupado hasta que otra voz se hizo presente.

    Preguntó por los alimentos, Takeda contestó y yo asentí para secundar su opinión, ni más ni menos. También le pidió que no nos interrumpiera más, pero sabía que no estaríamos solos de ahora en más, Kanon había entrado, se había mostrado y se había ido. Las paredes escuchaban.

    Cuando Takeda me alcanzó la moneda que le había dado Kanon el temblor de sus manos fue una mala señal en sí misma, pero no tardé en entender por qué. En al superficie del objeto había una mancha de sangre, más fresca, y el pecho se me anudó de repente. No podía decirle nada, no a sabiendas de que nos escuchaban, así que todo lo que pude hacer fue estirar mis manos para envolver las suyas con cierta firmeza.

    No teníamos nada más que nosotros mismos y los oídos en las paredes.
     
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    Amelie

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    Capítulo V

    黄金の道
    Kogane no michi
    - Senda de oro

    Kioto

    [Takeda; Yuzuki]

    Pudieron recomponerse como les fue posible; la respiración de Takeda fue clave para que este no sucumbiera a sus emociones, continúo comiendo con la tranquilidad acostumbrada mientras en su mente sólo aparecían tribulaciones.

    Yuzuki lo acompañó; se mantuvo igual de firme, entendía por completo a Takeda; y su simple movimiento de manos fue suficiente para que Takeda se mantuviera sereno.

    El tiempo se sentía pasar con lentitud; parecería que llevaban varias estaciones allí dentro cuando solamente había caído una hoja del árbol que daba sombra cerca de la ventana. Los platos ya habían sido recogidos, estaban en esa habitación sólo con la mancha de sangre seca.

    Por ello, el retumbe de pasos hizo que ambos levantaran el rostro al unísono. Podrían estar ataviados de ropas de seda y finas telas; pero en su mirada y convicción se distinguía a los guerreros que estaban debajo de toda esa falsedad creada por el enemigo.



    Los pasos se detuvieron detrás de la puerta; la silueta se remarcó a través del papel de arroz. Podían notar que veía armado, ataviado de un yoroi prácticamente completo, faltando únicamente el kabuto.

    La puerta se deslizó con fuerza y aquella silueta se quedó allí de pie unos momentos, simplemente observándolos.

    [​IMG]

    Que el Emperador los visitara a ustedes y ustedes no a él podría demostrar una superioridad del joven Minamoto; pero esto no era una visita diplomática. Akishino no estaba visitando a su colega en su casa de verano; estaba visitando a un prisionero en su celda.

    —Has crecido, Takeda —la voz de Akishino era áspera, fuerte. Su apariencia era pulcra, denotaba su fuerza y superioridad en esos momentos dónde ellos sólo tenían tela sobre sus cuerpos. Portaba una hermosa katana envainada y su armadura brillaba dorada, el color del Emperador. Un amarillo tan fuerte y deslumbrante.

    —Yuzuki Minami — mencionó hacia Yuzuki, no dudó en sus palabras, no preguntó por su identidad. La conocía — Me es grata tu presencia el día de hoy. Takeda unirá su clan con el de Tomoe; y qué mejor certeza de que esto es cierto que tener a una de sus vasallas más sobresalientes. Su General, la camelia más fuerte que Japón ha dado.

    Avanzó colocándose sobre la mancha seca en el tatami. Demostrando que no respetaba la sangre de los Minamoto en lo más mínimo.

    —Hoy caerás Takeda — la voz de Akishino era severa, aun así esbozó una sonrisa — Lo harás entre aplausos y vítores; hoy termina todo tu juego por querer recuperar algo que jamás fue tuyo. Desde el día de hoy, serás cómo un hijo obediente, sumiso, responsable. Jamás volverás a levantar tu rostro en mi presencia. Vivirás en las peores condiciones que pueda otorgarte. Pero no morirás. No te dejaré — su sonrisa se borró — Decidiste vivir por tanto tiempo; ahora no te dejaré partir con honor. Te pudrirás debajo de mi.

    —Caerá mi nombre; mi apellido. Pero tu no podrás descansar, lo que quede de mi volverá para enfrentarte — aseguró Takeda. Aun en su posición cómoda; sentado sobre sus piernas, manos sobre sus rodillas.

    —Yo he creado todo; y no hay creación mía que yo no pueda controlar... incluyéndote— Dijo Akishino hacia Takeda

    —Podrás controlar mi destino; pero ya no puedes controlar el movimiento que he iniciado.

    Akishino rió fuertemente sosteniendo su estómago tratando de controlar la risa que le causaban las palabras de Takeda —Dime Takeda ¿Quién eras tú antes de que yo interviniera en tu vida? El tercero en descendencia, el hijo menos prometedor de Sogo. Serías entrenado como bushi pero jamás hubieras obtenido el poder que tienes ahora si no fuera por la desgracia que cayó sobre de ti. Si yo no hubiera moldeado tu vida no serías el líder de los Minamoto; no tendrías a tu adorada familia que te rodea en estos momentos; serías un lacayo mas, estarías ahora detrás de mi asintiendo a todas mis palabras como un ciego pues hubieras sido entrenado como a un sirviente, obediente a su amo — su mirada se tornó severa —Ten más respeto por el que te hizo lo que eres ahora.

    Takeda miró a Akishino, se levantó —Entonces observarás cómo te destruye lo que has creado.

    Akishino rio y miró a Yuzuki — Guarda en tu memoria el rostro de la joven Minami. Pues será el primero que dejaré en una estaca mirándote en tu prisión eterna. La observarás pudrirse delante tuyo. Y así pasará con cada uno de los tuyos.

    Takeda apretó su puño. Contuvo sus palabras.
     
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    No había mucho que pudiera hacer por Takeda, yo era su única compañía en esta prisión, aquí donde debíamos comer, beber y dormir a sabiendas de que los nuestros estaban afuera. Que no había una sola sombra confiable más allá de las propias. Era justo eso lo que me estaba sosteniendo, porque no podía doblarme, ya no.

    El retumbo de pasos me tensó el cuerpo, ambos reaccionamos y noté en mi misma el reflejo para buscar un arma que no tenía encima. Me habían tomado, me habían arrancado los colmillos y las garras y me habían encerrado con Takeda, como un perro viejo, inútil, pero todavía me quedaba energía en el cuerpo. Incluso bajo estas ropas todavía podía reaccionar y eso era lo único que me recordaba quién era.

    Los pasos se detuvieron, la silueta contra la puerta de papel estaba armada, contrario a nosotros, y cuando la puerta se abrió se quedó solo mirándonos. Nos había honrado con su presencia en esta celda, vaya, ¿había que darle las gracias acaso?

    Su voz me tensó más que solo su presencia, lo sentí, y mis ojos recorrieron el dorado de la armadura. Para cuando dijo mi nombre y todo lo demás, cuando dijo que tener a una de las vasallas más sobresalientes de Takeda era bueno y me reconoció como su General, como la camelia más fuerte que Japón había dado, sentí que se me erizó la piel. Fue el equivalente del lomo erizado de los lobos, era tensión pura, miedo visceral deseando luchar por la vida propia o morir en el intento.

    Mi importancia era reconocida por el enemigo y eso solo me volvía una víctima.

    Me negaba a verme a mí misma como eso.

    Mantuve los ojos pegados en Akishino, los oídos atentos a cada palabra y tuve que morderme la lengua, al menos durante un rato. Takeda se levantó, le dijo que vería como lo había creado lo destruía y los ojos de Akishino se deslizaron a mí, su mirada directa y sus palabras volvieron a erizarme la piel. Estaba usando mi vida para amenazar a Takeda, así como Saizo había usado la de los demás para amenazarnos a ambos.

    Me levanté despacio, no aparté la mirada de Akishino y lo observé como si no fuera capaz de sacarme de aquí, ponerme de rodillas y cortarme el cuello frente a todos. Lo miré como si no acabara de amenazar mi vida, porque sabía que si algo me pasaba, porque yo era la única que podía morir aquí si era necesario, había personas fuera de estas paredes que cobrarían mi sangre, que vendrían a sacar mi cabeza de la pica y se la entregarían a quien pertenecía. Que no me dejarían pudrirme aquí jamás.

    —Preferiría no perderme la ceremonia de mi Señor, si debo ser sincera con usted —dije terriblemente seria a pesar de que el comentario en sí mismo era una mofa—, pero si me pone una mano encima tenga por seguro que los perros fuera de las murallas de Kioto reaccionaran, tarde o temprano. No hay animal más peligroso que aquel que fue domado y volvió a la vida salvaje, no temen a los hombres. Ni a usted ni al Imperio entero.

    Di un paso, luego otro y aunque no pretendí rodear a Akishino ni mucho menos intimidarlo, solo no se me apeteció pegar la frente al suelo. Había venido aquí a faltarnos el respeto de todas las maneras posibles, algo de resistencia era esperable de nuestra parte, era lo normal. Él mismo debía reconocer que habría sido más rara la falta de reacción.

    Démosles la sensación de que pudieron rompernos.

    Solo lo que resistía podía quebrarse.

    —No es una amenaza, por cierto —aclaré suavizando el tono—. Es más bien un recordatorio.


    tengo: miedo
     
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    Amelie

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    Kioto
    [Takeda; Yuzuki]

    "no temen a los hombres. Ni a usted ni al Imperio entero."

    —Mi objetivo no es que los tuyos me teman. Soy consiente que en un enfrentamiento uno a uno, yo moriría incluso ante tí; Minami —sonrió con amabilidad —Pero yo no peleo uno a uno; si debo pelear será para vencer usaré a mis mejores hombres, saltar a una muerte inútil sólo para defender mi honor es una pérdida de energía y recuersos —esto último lo dijo fulminando a Takeda con la mirada.

    Es muy fácil atormentarlo...

    —Aquí tienes en la señorita Minami un digno vasallo; alguien en quién confiar. Su boca suelta veneno que se debe controlar; pero no ataca físicamente pues sabe que está en desventaja, sabe que un paso imprudente podría causar un daño mayor —sonrió —Conocí a otro de tus vasallos, el señor Hideyoshi. Muy diferente...

    Era un nombre que llevaban tiempo sin escuchar.

    —Le obligué a elegir entre dos vidas... Un joven, el hijo de la señora de Ibariki; el único heredero del clan Miura. El otro era su viejo maestro, a quién conocía más, un habilidoso en el uso de las kodachis. ¿Sabes a quién decidió otorgarle piedad?

    Akishino guardó silencio esperando que alguno hablara; pero no hubo réplica. Akishino sonrió.

    —Eligió a su viejo maestro. Dijo que debía ser su último deseo, mencionó que tú le habías inflado la cabeza con la idea de deseos... —Akihsino negó — Grave error, tú no puedes dar falsas esperanzas a los tuyos... es por eso que te abandonan. Pues no cumples con lo que ellos desean. Así es la población; es por ello que uno debe ser firme, no piadoso —señaló a Takeda — ¡Es un acto de estupidez prometer algo a cada facción! —Ladró con fuerza, un regaño severo.

    Akishino se calmó, controlaba sus emociones demostrando que lo único que estaba haciendo era manipulando la mente de los presentes — Fallaste ante mí, Takeda. No te considero un digno adversario, no te dejaré avanzar mientras la población crea en ti como un salvador que promete cosas que son inalcanzables. Un verdadero Emperador no piensa en el individuo; piensa en la nación. Si no piensas así... lo único que darás serán privilegios a los tuyos e ignorarás a los demás que no estaban de tu lado. Eso lo hacemos todos... entonces, ¿Para que quieres Japón? Vas a cometer los mismos errores que todos hemos cometido...

    Akishino negó —Es por ello que no le di a Hideyoshi lo que deseaba; murió tanto el joven como el viejo. Porque eligió mal, eligió su beneficio y no el de la nación. Y las decisiones de los tuyos demuestran las tuyas... un soberano individualista.

    Akishino estaba jugando con ellos, con cada uno de ellos. A Hideyoshi le había glorificado su decisión. ¿A quién de los dos mintió?

    —Te dejé vivo pensando que crecerías como un radical con ímpetu. No hay manera de tener a toda la población conforme, aun así; esta Era será conocida como aquella con mayor paz. Y ustedes son los que quieren romper esa estabilidad — negó —Yo quiero que dejen de deidificar tu imagen, el hombre que se levanta por su familia que murió injustamente. Eso es lo que dirán los que están en tu bando; pero los demás lo verán como un berrinche de un niño que no supo identificar quienes eran los que en verdad buscaban la paz para la nación.

    Un sonido en el pasillo distrajo levemente a Akishino, él lo reconoció al instante; pero Takeda ni Yuzuki pudieron distinguirlo.

    —Buscar la paz en un pequeño sector no es verdadera estabilidad; es descontrol. Y a aquellos que crean el caos en la sociedad, deben ser eliminados —miró a Yuzuki — Eso no es un recordatorio... es una amenaza.

    Aquella frase pudo haber sido la última antes de irse; pero Akishino no se movió, permaneció allí. Esperaba una réplica.

     
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  17. Threadmarks: Día 55 y 56 _Kuroki
     
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    El rol proviene de Shima






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    Llegaron al anochecer a la gran ciudad de Kioto; fueron recibidos con reverencia al entrar. La ciudad obedecía cada palabra que Gendo dictara; fue por ello que la ceremonia para dar sepultura a Shiori fue un panorama muy solemne.

    Las calles iluminaron desde el santuario sintoísta de los barrios bajos, dónde Shiori fue limpiada y honrada.
    [​IMG]

    El séquito avanzó hasta el cementerio exterior. Junto a este cementerio había otro santuario que parecía abandonado.
    La ceremonia duró toda la noche; y Shiori fue enterrada junto a sus padres; a todos les colocaron sus piedras ceremoniales, algo que seguramente habían quitado tras la traición de Shiori. El honor de su familia había sido restaurado y varias velas e inciensos dejaron iluminado el camino.

    El séquito se fue disolviendo a lo largo de la noche; y dio paso a la madrugada.




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    Gendo le indicó a Kuroki que habían velado lo suficiente; Sayuri también los acompañaba. Daidoji se había mantenido alejado del cementerio; alegando que no asistiría a ese tipo de eventos.

    —Hoy acudiremos a una ceremonia muy distinta — dijo Gendo mientras los guiaba nuevamente hacia la ciudad.

    Pasaron los barrios bajos y entraron a la ciudadela dónde se encontraron con un hombre en el dojo militar que también respondía a Gendo.

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    Dojo Militar
    [Kuroki; Gendo; Saizo; Sayuri]

    Aquel hombre respondía al nombre de Saizo.

    —Kuroki ¿eh? —dijo Saizo mirando al joven frente a él — Este joven puede traicionarte después; mira con qué facilidad traicionó a los Minamoto —dijo volteando hacia Gendo.

    Saizo tenía una actitud más despreocupada frente a Gendo que Sayuri o Daidoji; parecía que su lazo era mucho más fuerte, una especie de hermandad.

    —Y él también estuvo presente en la muerte de tu hermana ¿No es cierto? —preguntó Saizo a Gendo.

    —Kyogi se apresuró; actuó por cuenta propia creyendo que tenía el poder y la inteligencia para hacerlo. Por eso falló, su muerte recae en ella misma — reclamó Sayuri

    Entonces Kiogi también era una Mori. Tal vez de ahí radicaba el odio que le tenían los ciudadanos de Kamakura a Rengo ¿No?

    Saizo miró nuevamente s Kuroki — Si sabes que Gendo fue el que comandó el ataque a tu aldea ¿Cierto?

    —Lo sabe; no tengo por qué mentirle a mi nuevo discípulo —respondió Gendo hacia Saizo, quien se notaba algo contrariado por la decisión de Gendo.

    —Si esta impulsiva decisión tuya pone en peligro al Emperador; seré yo el primero en darte caza; amigo mío — La voz de Saizo hacia Gendo fue firme; aun así mantuvo serenidad.

    Sayuri se acercó a Saizo con una sonrisa —Y bien... ¿Cómo se llama?

    Saizo sonrió y miró a Gendo —Lo llamaron Kinsuke.

    —Entonces, el primer sucesor ha nacido... Kinsuke— dijo Gendo con gran alegría.

     
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  18.  
    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Kuroki Fusatada

    Gendo me miró cuando hice la pregunta, y me sorprendió saber que mi padre poseia información de ese tal Zorro Blanco, eso empezó a intrigarme más, pues era así como me había recibido Sayuri, aunque creía empezar a entender que era un modo de identificarme por mi padre, eso confirmaba también que Taiki no mentía cuando decía que mi padre tenía algún método para obtener mucha información, pero me tomó desprevenido después que la misma Sayuri confirmase que... Ese tal Zorro era alguien conocido como Hoshi Harima, siendo este el rival directo de Taiki, cosa que empezaba a confundirme... ¿En qué momento parecía que todo esto tomaba tanta relevancia en mi vida?

    Daidoji dijo que Hoshi era el único capaz de derrotar a Mara, aunque eso hizo reír al resto de personas, yo no reaccioné de ningún modo, solo seguía escuchando y observando con serenidad.

    Pero Gendo remató que si perseguían la leyenda, era por hallar a Hoshi, ya que, tal como yo ya sabía, era el creador de Shi, y si aún vive, entonces debería poder crear katanas más poderosas... ¿Podría ser que esa katana tan extraña de Gendo vaya por ahí?

    Pensé en Senki, incluso que aún tenía conmigo los trozos de esa katana, pero decidí no decir nada, simplemente afirmé, dando a entender que había entendido lo que decían, tenía que reflexionar, quiero decir... Habían dicho quién era el Zorro Blanco pero... Entonces, ¿Quién es el Zorro Negro?

    Suponía que quedaba esperar con ello.

    El ejército ya nos esperaba a la salida, con monturas listas para partir, mientras yo me encerraba en mis pensamientos.


    La realidad es que, pese que tal vez pudo haber sido evidente, internamente nunca me había visto visitando Kioto que no fuese en una gran y brutal invasión, estar hoy aquí, de noche y en este lugar, con un contexto que personalmente no me enorgullecia, me hacía sentirme en una situación surreal.

    A pesar de la hora, los habitantes de Kioto estaban respondiendo a las demandas de Gendo, movilizando a todos como si de hormigas se tratasen, se llevaron a Shiori y pasado el tiempo, ya la habían limpiado, tratado y una improvisada pero solemne ceremonia se había llevado a cabo.

    Debía admitir que el panorama era imponente a su manera, había mucha gente en acción, todo era... Muy recto, educado y hasta con cuidado, cosa que no me había imaginado siquiera ante una traidora.

    Pero claro, gracias a Gendo, esa imagen se había borrado ya, y terminé por dejarme llevar con la ceremonia hasta afuera de la ciudad, dónde ya había un cementerio y un Santuario al fondo, abandonada, o eso parecía.

    Daidoji se mostró reacio a seguirnos, pero no dije nada, lo único que importaba ahora era Shiori, y solo quería despedirme de ella como era debido, una última vez, antes de que fuese por siempre...

    Me quedé junto a Gendo a velarla, incluso Sayuri nos hizo compañía, toda la noche y madrugada nos habíamos quedado en ello, mientras yo rememoraba mis experiencias con ella e incluso el ahora; la decisión que había tomado recién.

    Tuve toda la noche para eso, hasta que la mañana siguiente llegó, a lo que Gendo me avisó que había sido suficiente, no me opuse por obvias razones, aunque sus palabras me extrañaron... ¿Una ceremonia distinta?

    En ese momento, recordé los rumores que había alcanzado a captar en Shima, pero, inconscientemente, estaba tranquilo, Rengo estaba lejos de esta gente, y Takeda debía estar en Wakayama para estos momentos, si en verdad seguían creyendo que la famosa boda estaba vigente, se equivocaban profundamente, por lo que simplemente decidí dejar eso de lado.

    Que ingenuo.

    Avancé junto a Gendo y Sayuri, perdiendole la pista a Daidoji desde hacía rato, ingresamos a Kioto, desde la noche que ya era un panorama imponente, pero ahora con la luz de la mañana lo era más, tenía que admitir que la clase y la imagen eran más que visibles, y el hecho que, pese a lo que soy, la gente solo me ignorase como si de un habitante más fuese, aún así, si podía estar medianamente tranquilo, era de saber y contar que Gendo se tomaba en serio con ser yo su discípulo, por lo que en teoría, podía caminar tranquilo y libre por estas calles, las calles de la Capital del País entero.

    La primera muralla fué atravesada, y poco después llegamos a la segunda, haciendo bastante diferencia al contraste pese a la ya de por sí alta clase que denotaba el anterior sector, no podía entretenerme mucho aunque quisiera, la expresión tranquila y con deje serio no abandonaba mi rostro por mucho que quisiera hacerlo, y empezaba a pensar el cuánto tiempo pasaría en este extraño estado antes de que se volviese tan natural como el respirar y pensar que siempre había sido yo así...

    La, y no exagero; extensa caminata hasta el Dojo Militar de la segunda muralla acabó, dando con un hombre que respondía a Gendo, de nombre Saizo, y parecía un joven con una cicatriz en su rostro.

    Gendo me presentó, y miré con tranquilidad al tal Saizo, comentando al Mori el temor que cualquiera tendría por verme allí por primera vez. Algo a lo que entre Sayuri y Gendo respondieron por mí, la mujer explicando que Kyogi había muerto por impulsiva, cosa... Irónica para lo que la misma me había condenado, y Gendo dejando en claro que yo soy el nuevo discípulo y por ello gozaba de toda su confianza.

    Si algo tenía que sacar de relevante, es el dato de que Kyogi fuese más bien Kyogi Mori, hermana de mi ahora Maestro, explicando así la repulsión tan brutal de la gente de Kamakura contra Rengo... Sin dudas, iba entendiendo porqué mi nombre había hecho reaccionar como lo hizo con Daidoji y la misma Sayuri.

    De todos modos, afirmé hacia Saizo cuando me dijo que Gendo había maquinado la masacre a mi aldea, aunque la amenaza final de ese hombre contra el Líder de los Mori era digna de tomar en cuenta, no solo porque ambos sujetos parecían llevarse como hermanos, diciéndose las cosas sin miedo, si no porque esa advertencia hacia Gendo parecía demasiada sería como para pensar que era un burdo intento de intimidarlo.

    Mi decisión no solo estaba moviendo al Clan Mori.

    No tuve tiempo a decir nada cuando Sayuri se acercó de forma peculiar a Saizo, hablando de algo que no pude entender por más que le dí vueltas, incluso Gendo reaccionó con alegría, y cuando dijeron sucesor, empecé a pensar que igual se referían a un hijo de Saizo, eso, o una nueva promesa... ¿Qué iba a saber yo? Apenas llegaba.

    —Siento la intromisión, pero si puedo preguntar... ¿Quién es Kinsuke? Veo que es una excelente noticia para iniciar esta mañana—. Consulté, a los tres involucrados, dedicándoles una sonrisa tranquila a modo de tampoco indagar de más de la cuenta, solo quería estar en la misma página con ellos.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
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    Que su objetivo no era que los nuestros le temiéramos decía, puede que llevara razón, ¿pero qué era entonces el miedo? ¿Parte de un regalo ceremonial? ¿Qué era el fuego de Nagano y el de Fujimi? ¿Qué era la sangre de Takano si no miedo condensado, espeso, que se colaba por las rendijas cada noche? Hablaba de ganar o perder, de llevar a sus mejores hombres, de no lanzarse a una muerte segura.

    Mencionó también a Hideyoshi, que Takeda le había llenado la cabeza de deseos y por ello había elegido mal al perdonar la vida de su maestro y que por esas falsas esperanzas lo abandonaban. Lo abandonaban quiénes no podían resistir, que era diferente, pero yo veía a los demás seguirlo y no lo hacíamos por falsas ideas de esperanza, aunque quizás sí por motivos que escapaban el supuesto bien mayor.

    ¿Nos volvía eso egoístas o rebeldes?

    —Caos —repetí cuando terminó su propia sección de oratoria—. El caos difiere en su origen según a quién se lo preguntes. Pregúntale a Nagano y a Shizuoka quién instauro el caos, preguntáselo a las cenizas de Fujimi. Háblame de paz cuando no deba sacar cabezas de picas ni ver manchas de sangre en los tatami y si vas a condenar a Takeda por alzarse en nombre de los suyos, a los que esa sangre pertenece, que así sea. Es nuestro propio caos y debemos ser responsables por él.

    Tomé aire con cierta pesadez, lo liberé de la misma manera y suspendí la mirada en la puerta. No supe si fue una invitación a que retirara su imperial presencia de nuestra vista o una interrogante de si el sonido del pasillo lo estaba llamando a irse, tampoco lo pensé demasiado.

    —Con el respeto que merece, ¿algo más que añadir? Aunque si fuese el caso me temo que daremos vueltas alrededor de esto todo el día, algo para lo que dudo mucho que tenga tiempo de sobra.
     
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    Dojo Militar
    [Kuroki; Gendo; Saizo; Sayuri]

    Sayuri sonrió ante el desconocimiento que mostraba Kuroki hacia los eventos más importantes en Kioto. Saizo no mostró ninguna sonrisa, sólo miró a Kuroki con reprobación. Gendo también miró a Kuroki con una sonrisa orgullosa, llena de vida.

    —Kinsuke es el heredero al Imperio —dijo entre risas —¡Nuestra querida Emperatriz ha recibido a un varón! —la emoción era real —Iniciará una nueva era con Kinsuke. Nuestro nuevo señor.

    —Deberíamos visitarlo —mencionó Saizo —Creo que no hay mejor momento —su sonrisa fue burlona.

    Sayuri afirmó —Creo que es lo mejor, Gendo.

    En ese momento, las puertas se deslizaron con vehemencia. Era Daidoji quien corrió y se dirigió a Gendo, se hincó e hizo una reverencia formal —¡Ha nacido! Muchas felicidades. Por fin tenemos un futuro Emperador que tome el poder después del señor Akishino. No más temores por esa tonta unión entre Takeda y Tomoe; si ellos procrean, no podrán obtener el Imperio antes que Kinsuke —levantó la vista —Un varón; qué fortuna.

    Gendo afirmó —No quedan más dudas. El Imperio se fortalece —dijo con seguridad; dando una pausa para observar a Daidoji —¿Ya le has visto?

    Daidoji afirmó —Un niño fuerte; será un digno sucesor y...

    —No— lo detuvo Gendo —Hablo de Takeda

    El rostro de Daidoji borró su sonrisa — No señor; nuestro Emperador está con él en estos momentos.

    —Eso es excelente —
    atajó Gendo para después mirar a Kuroki — ¿Deseas ir a ver a tu viejo señor?





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    Katsura/Palacio

    [Takeda; Yuzuki]

    Takeda tuvo que contener una sonrisa; incluso sus lágrimas ante las palabras de Yuzuki. Agradecía y maldecía cada instante que aquí compartía con ella; su interior se sentía tan cálido, se sabía fuerte simplemente por tener ese nivel de amistad, lealtad y confianza. Takeda quería agradecerle cada palabra, cada aliento; pero se limitó a mantener una mirada estoica recordando que debían mantenerse serenos; o en el peor de los casos... rotos.

    —Eres una mujer fuerte; Minami — admitió Akishino — Pero mal hace Takeda en confiar su ejército a una mujer. Su propósito es diferente...— dijo mientras golpeaba la puerta a su espalda para que una silueta entrara a aquella estancia.

    Una mujer vestida de un amarillo brillante; un cabello largo y sedoso. En sus brazos; cargaba a un niño que se mantenía plenamente dormido.

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    La mujer los miró y en ella pudieron ver el cansancio; una mirada vacía. Una que se quedó clavada en los ojos de Takeda.

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    —Shino; amor mío— dijo Akishino — Ven, preséntales a Kinsuke; nuestro hijo.

    Ella era Shino Taira; la Emperatriz. En su cuerpo aun se notaba el embarazo, el nacimiento había sido reciente; en demasía. Ella seguía exhausta, no llevaba encima maquillaje, su cabello aun desaliñado. A pesar del aspecto de su piel, su vestimenta era formal; muy pulcra y cumpliendo con la etiqueta de corte. Era un hermoso kosode, con hilo de oro. El brillo que mostraba la prenda quitaba protagónico a la ausencia de brillo en los ojos de la emperatriz.

    Akishino se acercó nuevamente a a ambos — Kinsuke es parte de mi dinastía. ¿Están listos para tomar un arma y derramar su sangre? — preguntó Akishino mientras desenvainaba un tanto que llevaba consigo; lo lanzó hacia Takeda —Tómalo.

    Akishino se acercó a Shino y le quitó al pequeño Kinsuke de sus brazos; ella luchó brevemente pero su fuerza no pudo contra la de Akishino. Éste avanzó al tatami dónde estaba la mancha de sangre y dejó a un bebé que comenzaba a llorar incontrolablemente. Akishino lo dejó allí regresando con Shino a la cual detuvo para que no interviniera.

    Takeda avanzó hacia el bebé lentamente se hincó y tomó delicadamente al niño con dificultad con su brazo izquierdo, acomodándolo entre su hombro y antebrazo; el bebé seguía llorando.



    Takeda instintivamente había comenzado a cantar y el bebé fue calmando su llanto con cada palabra. El tanto permanecía dónde Akishino lo había lanzado mientras este observaba tal desempeño de debilidad. En cambio, Shino había detenido sus intentos por intervenir. Miró con detenimiento a su bebé en manos de su enemigo y se quedó allí, escuchándolo atentamente.

    Akishino comenzó a burlarse —Aquí tuviste una oportunidad que no se volverá a repetir. Ahora veo el por qué tienes a una mujer como tu mano derecha en estos momentos —negó — Tienes una debilidad innata, una que no puede ser corregida.

    Akishino avanzó hacia Takeda; tomó al bebé nuevamente entre sus brazos con fuerza, provocando una queja del bebé al separarse de Takeda; después lo devolvió a su madre quién lo recibió con delicadeza.

    —Muy débil. Aunque yo muera, tu no podrás sostener a Japón — dijo de espaldas a Takeda antes de retirarse de la habitación.

    Shino se mantuvo allí; miraba a su bebé con una débil sonrisa para después levantar la vista hacia Takeda. No dijo nada; pero se mantuvo allí, de pie. Esperando.

    —La fortaleza de una mujer en la guerra es su instinto de protección ante los suyos; eso es lo que hace fuerte a una mujer sobre el varón — la voz de Takeda fue suave, y a su voz le siguió una sonrisa —Es por eso que hoy estoy acompañado en esta prisión. Porque la fuerza de una mujer no me dejó solo.

    Shino no dijo nada; pero sus ojos lo dijeron todo antes de salir de aquella habitación.

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