Three-shot Now that we're alone, friend [Gakkou Roleplay | Kakeru Fujiwara]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 29 Junio 2023.

Cargando...
  1. Threadmarks: i. and it still calls
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    6,995
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Now that we're alone, friend [Gakkou Roleplay | Kakeru Fujiwara]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4508
    N/A: im sO EXCITED y se siente tan extraño publicar algo de Gakkou fuera de mi colección JAJAJA. Inicialmente lo iba a aventar ahí, pero 1) me di cuenta que me iba a quedar absurdamente largo y preferí dividirlo, y 2) no quería resignar el título general con los subtítulos. Anyways, hERE WE ARE AGAIN

    Cuando Brunito se leyó los fics de la backstory de Anna que escribí allá por el 87 2020, me los releí y me di cuenta que... bruh, i made Kakeru so dirty. Tener sólo el POV de Anna de lo que pasó es un crimen capital, además de que es el más aburrido (? Siempre quise escribir el POV de Kakeru la verdah, con la cantidad de salsa que hay, pero sabía que iba a ser a huge project y me daba pajita. Ahora pillé el impulso y las ganas SO LETS GOOOO

    Momento four para decir que regresar a esta historia me llena de orgullo (??) Últimamente estuve muy metida en la storyline de Sasha y volver acá, con las serpientes y todo lo demás se siente almost nostalgic. ES HORA DE REIVINDICAR A KAKERU my sweet, sad boy i lov u so much you've done almost nothing wrong :(

    Ahora... las advertencias. Este fic tendrá descripciones de violencia y menciones muy directas a temas muy sensibles, como la depresión y el suicidio. Procedan bajo su propio riesgo (?


    Y ahora... las recomendaciones. Esto cuenta la historia, desde otra perspectiva, de los fics Never say die y The Wheel of Fortune. A su vez, hay menciones a fics como The Stranded y The Stigma | and its mark. No digo que haya que tener todo eso leído para entender esta wea, pero sí se spoilean entre sí.





    .

    i can see the place
    i can see the halls and spaces that broke my soul

    and it still calls when everything’s numb and i’m alone
    i’ll take it slow
    take it slow

    i’ve been keeping track
    i marked the days since last time
    incidents are spaced by rare occasions where my lips scream
    'light it up'
    it’s an all or nothing play though
    ashes settle when i say so
    then i can’t say so

    i’m resting now
    that’s what i tell myself
    but it’s never enough

    maybe i’m thinking too much

    and i don’t want you to know


    .

    .

    .

    Cuarenta y un días antes.

    Las paredes espejadas del ascensor me devolvieron un reflejo extraño. Fue un pensamiento que escaló, se enredó a mi cuerpo y pesó. Los pisos siguieron avanzando en el visor con su sonido característico, pero había dejado de contarlos. Estaba mi cabello negro, la piel pálida y los ojos de bronce. Las luces blancas surgían del techo y remarcaban las sombras sobre mi rostro. Pensé que me veía feo, cansado, y, quizá por primera vez, la palabra me jodió el cerebro de improviso. Fue un rayo parpadeando, sin estallar. Podría haber sido una mierda graciosa.

    Cadáver.

    Pero no lo era.

    Me bajé en el piso correspondiente y quise llamar a la puerta. Connie me ganó de mano. Me sonrió deslumbrante, como si verme fuera la mejor noticia del mundo, y tras escanearme de arriba abajo frunció los labios.

    —¿Estás comiendo bien, cielo?

    Solté una risa nasal e ingresé al apartamento. Ella me apretujó en un abrazo, me estampó un beso en la mejilla y apareció Hayato del living, con un botellín de cerveza abierto en la mano. Su sonrisa fue cálida y bonachona, y yo tomé aire. El aroma de Connie allí adentro era inconfundible, como si todo el espacio llevara impresa su esencia. Dulce y pesada, casi empalagante.

    —¿Cómo va la escuela, enano? ¿Todo bien? —me preguntó Hayato, guiándome hacia el sofá.

    Aquel era un edificio bastante costoso y moderno. Se percibía en la arquitectura y el diseño del recibidor, de los apartamentos, hasta del maldito ascensor. La pared vidriada junto a nosotros era amplia y ofrecía una vista privilegiada de la vida nocturna de Shinjuku. Me resultaba casi anticlimático en comparación a la modesta casita en la que habíamos crecido, pero a Hayato en cierta forma le pegaba. En cierta forma… ni siquiera parecía mi hermano.

    Llevaba tiempo pensándolo.

    —Monótona, como siempre —respondí junto a una pequeña sonrisa, acomodándome donde él me indicó—. Ya la conoces, no son muy exigentes, así que no hay mucho para hacer realmente.

    —Es verdad —acordó Hayato, junto a una risotada—, estudiando el día anterior para los exámenes ya pasabas. ¿En Historia sigue este señor pelirrojo con la panzota?

    —¿El loco de los aliens? —pregunté, y Hayato asintió—. Sí, y sigue dedicándose a sentarse, darnos para leer, no hacer nada y luego tomar examen.

    —Un clásico. Todos se quejaban en mi clase. Pero tú tampoco tienes problemas, ¿verdad?

    Me encogí de hombros.

    —Sólo es leer.

    —¿Y si dejan de comer frente a los pobres? —se quejó Connie, sentándose al otro lado de la mesa ratona y encendiendo un cigarro—. Sí, sí, los hermanitos son super inteligentes, me alegro por ustedes.

    —Cosa de los genes, ni modo —argumentó Hayato, risueño, y le dio un buen trago a su cerveza. Me miró—. Ah, ¿quieres algo, campeón?

    —No, gracias. Estoy bien.

    —¿Seguro, cariño? —aportó Connie, entre el humo del tabaco—. Tengo de todo en la nevera.

    Sacudí la cabeza junto a una sonrisa de labios apretados. Me sentía algo incómodo. No era cosa de ese día ni el anterior, llevaba un buen tiempo sintiéndome incómodo en mi cuerpo y estar allí no me ayudaba. Connie era… extraña. No me gustaba para Hayato. Sabía que mi hermano no era trigo limpio ni un niño inocente, pero había algo en la chica que no se parecía a nada de lo que solía ver en la calle. Era una Dubois. Era prima de Frank.

    Varios meses después comprendería que lo de ellos, también, era cosa de los genes.

    El móvil de la chica sonó con una llamada y chasqueó la lengua, visiblemente molesta. La pantalla iluminó sus facciones de muñeca, el maquillaje pesado, y se retiró al balcón. En el camino llegué a oírla respondiendo en francés y la vi sentarse afuera, con el cigarro en una mano y el aparato en la otra. Hayato me palmeó la espalda, haciéndome reaccionar. Me sonrió.

    —Gracias por venir. Hay algo importante de lo que quería hablarte. —Se removió ligeramente y exhaló de golpe, su mano deslizándose lejos de mi espalda casi a cámara lenta—. Están… Bueno, hay movimientos inusuales en Shibuya.

    Fruncí el ceño, con una mezcla de confusión y anticipación. Quizá la paranoia fuera la que me ayudara a no calificar de imbécil, pero también cabía la posibilidad de que aquel pesimismo innato condicionara el mundo a mi alrededor y sólo… volviera las pesadillas realidad. Sí. Quizá siempre había tenido ese poder.

    O quizá fuera un cagado de mierda y punto.

    —Sabes de los Lobos, ¿no? —prosiguió, con cierto nivel de cautela—. Tengo mis razones para creer que… algo está ocurriendo. No sé exactamente qué ni cómo, pero hay personas que empezaron a hablar con otras y creo que se relaciona a ellos. Es un lío de Shibuya, en todo caso, pero… me preocupa. —Relajó la espalda, suspirando, y me miró de soslayo. Lo supe antes de que lo dijera—. ¿Qué has oído de tu amigo, Shinomiya, en el último tiempo?

    Era un paranoico de mierda, al fin y al cabo.

    Y mis pesadillas solían volverse realidad.

    La actitud de Kou había cambiado desde… junio, más o menos. Fue muy gradual, pero lo conocía demasiado. Poco a poco comenzó a ausentarse del club, a veces con excusas, cada vez más sin ellas. Faltaba incluso a la escuela. Llevaba un par de años siendo desapegado y algo indiferente a quienes lo rodearan, pero todo se estaba amplificando. Las señales, las alarmas y mi miedo.

    —¿Qué intentas decirme? —repliqué, a la defensiva.

    La mejor arma contra la paranoia era fingir que no podías verla ni sentirla, luego la mierda se te venía encima y la culpa pateaba la puerta.

    —Sólo te hice una simple pregunta —argumentó, tranquilo, y meció la cerveza dentro del botellín—. No estoy condenando a tu amigo, Kakeru.

    Porque podrías haber hecho algo antes.

    —Pero lo estás relacionando.

    Y no lo hiciste.

    —Cálmale al genio, no te servirá de nada y menos conmigo.

    Habló con firmeza y parpadeé, notando cómo algo en mi interior retrocedía. Fuera fuego, fuera agua o incluso tierra, no estaba seguro. No me reconocía demasiado bien, no me sentía cómodo en mi cuerpo.

    —¿Qué he oído? —repetí, en un murmullo, y esbocé una sonrisa casi irónica. Llevaba tanto, tanto tiempo empeñado en silenciar las alarmas que ahora no sabía cómo responder—. Pues nada. Nada fuera de lo normal. Tiene problemas en su casa, creo que sus viejos se están divorciando.

    Por eso no viene al club.

    —¿Es lo que él te dijo?

    Por eso está distante.

    Contuve el impulso de responder en automático, de lanzarle otro mordisco, y comprimí el gesto. Sí. Era lo que él me había dicho, sí, ¿y qué? ¿Se suponía que no le creyera? ¿A mi amigo de toda la vida?

    —¿Por qué sospechas de Kou? —pregunté, con el corazón a dos centímetros del suelo.

    Conocía la respuesta, le temía.

    —Ya sabes que el crío no me gusta. El Shinomiya que conociste podría haber valido, pero… cambió mucho. Cambió mucho y tiene conexiones peligrosas.

    Por eso dolía.

    —No es el único —argumenté, aún si me sentía ridículo al hacerlo—. ¿O también sospechas de Anna ahora? Lo que haga tu viejo, o tu tío, o quien mierda sea, no te define.

    Hayato me observó con las cejas ligeramente alzadas y suspiró, cerrando los ojos un instante. Le dio un trago a la cerveza.

    —No son determinantes, pero sí pueden ser condicionantes —respondió, tranquilo. Racional. Desapegado—. Fue lo primero que te dije, ¿o no? No lo estoy condenando. Sólo intento decirte que… le eches un ojo, aunque sea. Eres un chico leal y eso es increíblemente valioso, pero no dejes que te ciegue. Es peligroso, en especial en tu posición. Hay gente que depende de ti y lo sabes.

    —Sí, precisamente la gente que me quieres hacer espiar —repliqué, molesto, y chasqueé la lengua—. Nos iremos a la mierda si empezamos a desconfiar entre nosotros.

    —Que no lo sepan, entonces —determinó, aparentemente inmune a mis emociones—. El trabajo de un líder también es definir los flujos de información. Es una carga pesada, lo sé, pero por eso estoy aquí. —Volvió a palmearme la espalda, lo hizo con fuerza y mi cuerpo, algo inerte, acompañó el movimiento—. Otra vez: la lealtad es valiosa, pero no la entiendas como un concepto inamovible. Es lo más peligroso que puedes hacer, Kakeru.

    La mejor arma contra la paranoia era fingir que no podías verla ni sentirla, quizá por eso no le di la importancia que merecía. Quería creer que Hayato estaba siendo un imbécil, que nunca se había tragado a Kou y usaba esta mierda de excusa; que estaba cuestionando mis decisiones otra vez, porque me había dejado a cargo del club tras su graduación y a día de hoy seguía preguntándome las razones.

    Asentí quedo unos cuantos segundos después, encorvado y con los codos sobre mis rodillas. ¿Le haría caso? No lo sabía, sólo quería dejar de hablar al respecto. Generaba sensaciones en mi cuerpo que me agobiaban. Hayato quitó la mano de mi espalda y lo oí suspirar.

    —¿Cómo va todo en casa? —preguntó—. ¿Cómo está mamá?

    El corazón se me encogió en el pecho y fue doloroso. Tampoco… quería hablar de eso, mierda. Pero era mi hermano, ¿no? Se merecía una respuesta.

    —No muy bien —reconocí en un murmullo, y por alguna razón pensé en mi reflejo del ascensor—. No veo la hora de que papá se vaya de vuelta.

    Silencio.

    —¿Hizo…? —indagó, dubitativo, pero yo lo corté.

    —No, no. —Se me aflojó una sonrisa amarga—. Se gritan de todo pero no se tocan.

    Ya no.

    —Necesitan hacer algo —agregué, mi voz sonó débil y la caricia de Hayato en mi espalda me comprimió el nudo en la garganta—. Necesitan tomar una decisión, una decisión de verdad, no… no pueden seguir así.

    —Deberías irte a la mierda, enano. Al menos un par de días. Tampoco es plan que te lleven en banda con sus dramas.

    No respondí nada. Ya lo hacía, a mi manera. Ya estaba pegado a Anna como un puto moco y pasaba en su casa todas las noches que me fueran posibles. Por fuera de eso, realmente no quería molestar a nadie. Solté el aire de a poco, intentando regular mi respiración, con la vista perdida en mis manos. Se masajeaban entre sí, los pulgares presionaban la palma ajena y arrastraban. Si debía ser plenamente honesto, tampoco quería irme. No quería dejar a mamá sola. No me gustaba su expresión cuando fumaba en la cocina y creía que nadie la veía. Parecía haber algo más allá, algo invisible. Una vez lo encontré escrito entre sus cosas.

    Canto de sirenas.

    —¿Es muy pesado? —La voz de Hayato sonó distinta y giré el rostro. Estaba mortalmente serio—. Enano, ¿es muy pesado? Si lo es… quizá pueda ayudarte.

    Fruncí el ceño, genuinamente confundido, y él suspiró. Lanzó un vistazo al balcón antes de seguir hablando.

    —Connie toma medicación para un par de mierdas y otras que se inventa. Me ha explicado. Tiene pastillas que la ayudan a calmarse. Si quieres, si te sirve… puedo darte algunas. No es una solución mágica, pero al menos para pasar el mal rato. Hasta que las cosas se calmen.

    Tragué saliva y las lágrimas que me inundaron los ojos me dejaron en evidencia. Oculté el rostro para secármelas, en silencio, y Hayato me palmeó la espalda una última vez antes de incorporarse del sofá. Me llegaron los sonidos del baño, de la conversación aún activa desde el balcón, y me seguí masajeando las manos. Era… un inútil, ¿verdad? Ni siquiera pude tomar una decisión como esa. El frasco que me entregó mi hermano era amarillento y llevaba el nombre de su novia escrito en una etiqueta blanca. Quizá no debería haberlas aceptado nunca.

    Porque luego la mierda se te venía encima y la culpa pateaba la puerta.

    —Como mucho una por día, ¿eh? —me advirtió, intentando sonar más liviano que antes—. Que luego acabas frito y no quiero culpas.

    Ganaba terreno y reemplazaba a la paranoia.

    —Frito acabarás tú primero si Connie se entera.

    Podrías haber hecho algo antes, decía, y no lo hiciste.

    —Nah, tiene un desastre allá. Le agarré un frasco viejo y quité un par de varios blisters empezados, jamás se dará cuenta.

    No lo hiciste.

    .

    .

    .

    Treinta y dos días antes.

    Era una noche extrañamente fría. Me bajé del tren y hundí las manos en los bolsillos, sacando el móvil de uno de ellos. Ante mí apareció una selfie de Anna y Rei haciendo caras ridículas como fondo de pantalla y sonreí con ligereza, pese al corazón golpeándome las costillas. Cierto, los imbéciles me lo habían cambiado hacía un rato, en el club. Lo dejé, realmente quedó ahí muchísimo tiempo, y revisé la ubicación que me había mencionado Hayato por si acaso.

    Si quisiera confirmar lo que me dijiste, dónde debería buscar?

    Me había tomado bastantes días ceder.

    El Kitaya Park, en Shibuya
    Más o menos a la hora que sales de la escuela

    No quería ceder, pero las respuestas de Kou me gustaban cada vez menos y, si seguía suspendido en la incertidumbre, acabaría enloqueciendo. La incomodidad no mermaba. El clima de mierda en casa tampoco. Anna estaba extraña. Una al día, había dicho Hayato.

    Ten cuidado, enano
    Es territorio de Lobos

    Obedecía, pero era poco.

    La mezcla de miedo y expectativa, de paranoia, se ciñó en torno a mi cuerpo más y más conforme me acercaba al parque. La vida nocturna de Shibuya era tan frenética como la de Shinjuku y me asomé por detrás de una maceta sintiéndome un auténtico imbécil. Sintiendo, como nunca antes, el deseo enfermizo de no encontrar lo que buscaba. El tiempo se detuvo, el monstruo me respiró en la nuca, envolvió mi cuello entre sus garras. Di con su perfil.

    Y apretó.

    Kou estaba allí, con el uniforme de nuestra escuela, en territorio de Lobos. Conversaba con otras tres personas en la escalinata del fondo. Un muchacho rubio, otro moreno, vestido enteramente de negro, y una chica. No reconocí a ninguno, les saqué una foto y se la envié a Hayato. Las manos me temblaban.

    Sabes quiénes son?

    Retrocedí, me alejé y apoyé la espalda en la pared. Los ruidos a mi alrededor me aturdían. Fueron dos minutos eternos.

    La chica ni idea
    El alto es Sato, de una camada vieja
    El rubio… creo que su nombre era Eguchi
    Es un cachorro

    Me pasé la mano por el rostro, la arrastré a mi cabello, oí mi propio resuello y hundí el móvil en el bolsillo con fuerza. Se estaba fracturando, me apretaba el cuello y embotó mis sentidos. Se me secó la garganta y me picaron los dedos, y me detuve de buscar las pastillas en mi bolso. Me detuve, no sé cómo. Intenté procesar la situación.

    Kou.

    Era Kou.

    Kou nos estaba…

    —¿Qué haces aquí?

    Estaba de pie, frente a mí, con el ceño fruncido. Sentí un miedo espantoso hasta que comprobé que sólo era él. ¿Cuánto tiempo había pasado? No tenía idea. Lo oí suspirar, me cazó por la muñeca y me arrastró lejos de allí. El movimiento regresó algunas piezas a su lugar.

    —¿Qué haces en Shibuya, Kakeru? —insistió, soltándome—. ¿Me seguiste, acaso?

    —Estás con los Lobos —murmuré, aturdido. Oírlo en voz alta acomodó otro par de engranajes y lo miré—. Estás con los Lobos.

    Había enfado y severidad en su expresión, cosas que no solía demostrar. Usualmente nada parecía afectarle. Chasqueó la lengua y se masajeó la frente, suspirando.

    —Veo que ya no confiabas en mí —analizó, relajando un poco el semblante—. Supongo que puede llegar a tener sentido, las excusas siempre se agotan tarde o temprano. ¿Cómo es? La mentira tiene patas cortas.

    —Me advirtieron sobre ti, me advirtieron y no quise creerlo. —Un chispazo de ira me tensó la mandíbula, me picó en las manos—. Joder, Kou, me negué a creerlo. Quedé como un imbécil defendiéndote.

    —Hiciste bien —concedió, recuperando la serenidad, y su respuesta me sacó de base—. Hiciste bien si quisiste confiar en mí. La advertencia… Fue el Krait, ¿cierto?

    Apreté los labios, aún enfadado, y tomó mi silencio para seguir hablando. Una sonrisa amarga le torció la boca.

    —No sabe callarse, ¿eh? Me pregunto para qué coño te dejó el club si pretende seguir metiendo el hocico a cada rato. ¿Es que no confía en ti?

    No, no lo hace.

    —¿No te parece que tú me debes más explicaciones que él ahora mismo? —repliqué, firme, y Kou suspiró, hundiendo una mano en su cabello—. Habla.

    —Dios… Está bien. —Bajó el brazo—. Mi tío me pidió un puto favor y no pude negarme, no me dejaron hacerlo. Hay muchos líos con el líder actual de los Lobos y los de arriba están viendo la forma de apaciguar el desastre. A Teruaki-san se le ocurrió usar mi figurita y ahora estoy aquí, intentando contentar a Dios y al Diablo.

    Ubicaba a Teruaki, lo había visto algunas veces en su casa. Era un tipo desenvuelto y carismático, de la clase que encendía alarmas apenas verle las pintas. Tampoco me gustaba, ni él ni Connie. Quizás hubiera muchas personas que no me gustaban pero creía tener mis razones.

    —¿Cómo que no pudiste negarte? —repliqué, esforzándome por comprender la situación a velocidad—. ¿Eres su sobrino o su empleado?

    El Kou que conocía no se dejaría controlar así, ¿verdad?

    —¿Intentas decirme que la puta familia no ata? —La frustración se le coló en la voz y dio un paso hacia mí—. ¿Tú pudiste rechazar el club de tu hermano? ¿Consideraste la posibilidad, siquiera?

    Él y yo no nos parecíamos. Kou era fuerte.

    Pero no podía decirlo.

    —No es lo mismo.

    No podía admitirlo frente a nadie.

    —¿Qué te hace pensarlo?

    Que era débil.

    Endeble.

    Inútil.

    —Igual está mal —insistí, reiniciando mi cerebro—. Kou, estás jugando a dos bandos, joder. No puedes hacer eso, es peligroso y…

    —De traidor, ¿no?

    Me cortó en seco, su sonrisa lució extraña y soltó una risa por la nariz.

    —Lo sé —prosiguió, tranquilo—. Sé lo que estoy haciendo, no te preocupes. Sólo necesito que confíes en mí.

    —¿Por qué no me lo dijiste? —demandé, extinguiendo parte de la distancia—. ¿Llevas en estas desde junio? ¿No se te ocurrió decirme algo en todos estos meses?

    Su expresión se endureció ligeramente, como hielo seco, y los recuerdos se solaparon. Estaba yo de pie en un pasillo del 109, fuera del karaoke. Frente a mí, Kou me miraba de la misma forma que ahora. Su mano sangraba y me dejó ir sabiendo que volvería. Eventualmente lo hice. Era frustrante.

    —Pensé que sería una tarea sencilla —reconoció, monocorde—. Pensé que me enviaban a arrancarle la cabeza a un juguete descompuesto y ya, pero el escenario es bastante más complejo de lo que los cabrones me anticiparon. Ahora que llegué hasta aquí no puedo echarme atrás, me metí demasiado.

    Tenía poder sobre mí, ¿verdad?

    —No lo sé, hombre. —Bufé, exasperado—. No puedo hacer la vista gorda ahora que lo sé.

    Yo le permitía tenerlo.

    —Sí puedes.

    La confianza y seguridad en su voz eran lisa y llanamente irritantes, no porque fuera un egocéntrico de mierda, sino porque ambos sabíamos la verdad. Lo veíamos en los ojos del otro. Su sonrisa fue suave, se inclinó en mi dirección, y el espejo del ascensor me devolvió un cadáver.

    —Puedes protegerme, ¿cierto? —murmuró—. Puedes protegernos a todos, tal y como proteges a Anna.

    —¿Qué-?

    —El Yamaguchi-gumi. Me sorprendió bastante ver su apellido en las listas, ¿sabes? Al principio supuse que sería una coincidencia, pero resultó que no.

    El corazón me dio un vuelco, cada palabra de Kou se me enterró en el cuerpo y me embotó los oídos. Pasé saliva, nervioso, y su sonrisa se tornó piadosa.

    —No lo sabe —respondí en automático, ansioso—. Anna no sabe nada, Kou.

    —¿No? ¿Estás seguro?

    Una parte de mí odió a Kou en ese momento. Lo odió de verdad. Era mi amigo, se suponía que lo fuera, se suponía que lo había encontrado encerrado en un baño y… y ese era mi problema. Esperaba lealtad de las personas a cambio de salvarlas. ¿Las salvaba, siquiera? ¿No era jodidamente egocéntrico verlo así? ¿Me debían algo?

    Kou era mi amigo y estaba manipulando información en mi contra, como si hubiera tenido todo planeado desde el primer segundo. Volvimos al 109, a ese viernes. Jugamos, le gané y nos encerró en la puta sala de karaoke con sus hostigadores. Sólo éramos unos niños y lo había planeado todo. Lo odiaba por usarme así, me odiaba a mí mismo por permitírselo.

    Mi cuerpo se agrietó.

    —¿Qué mierda quieres? —farfullé.

    Él me observó y un relámpago de disgusto le atravesó el semblante. Nunca tuve idea a qué respondía, quizá no quise tenerla.

    —Que confíes en mí —insistió, con voz suave—. Sé que no me estoy ganando los méritos, pero necesito que lo hagas. Necesito que colabores conmigo, Wan-chan.

    —¿Por qué?

    —No puedo decírtelo todavía. Si todo va bien, dentro de poco lo sabrás.

    Solté el aire por la nariz, exasperado, y Kou se miró los zapatos brevemente al sonreír.

    —¿Me crees si te digo que planeaba decírtelo en un par de días? —murmuró, sonó extrañamente honesto y regresó a mis ojos—. No pensé que me seguirías hasta aquí en plan agente secreto. Aunque, ahora que lo pienso, esas mierdas en realidad sí te gustan.

    No quería ablandarme, joder. No debía hacerlo. No podía. Había, sin embargo, algo extraño, casi encantador, en el hecho de que Kou me pidiera un favor. El regio, soberbio e intocable Kou. Lo seguí observando con dureza, en todo caso, y solté el aire por la nariz. Era mi amigo, pero había algo que no sería capaz de borrar.

    Había tenido el puto coraje de meter a Anna en esto.

    —No quiero volver a oírte hablando de los Hiradaira y el Yamaguchi-gumi —sentencíé—. Anna no sabe nada, y si mueves un dedo para que se entere juro por Dios que no te lo perdonaré nunca.

    Hubo un silencio de varios segundos. Sus ojos, oscurecidos bajo la escena nocturna de Shibuya, me sostuvieron la mirada hasta que finalmente se sonrió, parpadeando lentamente.

    —Siempre Anna, ¿eh? —Retrocedió—. Muy bien. Tenemos un trato, entonces.

    Había sido evidente desde el primer día que Kou no se tragaba mucho a Anna, pero mis defensas contra la paranoia y el reflejo que veía en el espejo me habían impedido comprender las razones. ¿Yo? Era una mierda débil y patética, ¿por qué alguien habría de quererme? ¿Celarme, incluso? No tenía sentido.

    Cuando volví a quedarme solo revisé el móvil. Tenía varios mensajes apilados de Hayato preguntándome cómo estaba y si había ocurrido algo más. Revisé la hora. Treinta minutos desde entonces. No podía decirle lo sucedido, ¿cierto? Se pondría como loco y con motivo. Quería creer, al menos por esta vez, que sería capaz de tomar las decisiones correctas.

    Perdona, me distraje en el tren
    Sí, sí, todo bien


    Su respuesta fue francamente automática.

    Vale
    Te dejaré pensarlo, enano
    Pero tendrás que hacer algo al respecto

    Respiré con pesadez y dejé caer la cabeza sobre la pared, extenuado. Quería mantenerme racional, pero el miedo me picaba en el cuerpo y era demasiado ruidoso. No paraba de gritar, insistente.

    Decía que estábamos perdidos.

    Condenados, incluso.

     
    • Me gusta Me gusta x 1
    • Ganador Ganador x 1
    • Fangirl Fangirl x 1
    • Sad Sad x 1
  2. Threadmarks: ii. when everything's numb
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    6,995
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Now that we're alone, friend [Gakkou Roleplay | Kakeru Fujiwara]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4452
    N/A: this shit is gettin dark. Gracias a quem y richie por leerme <33 Me gustaría decir un par de cosas más, pero las agregaré en una nota al final del capítulo just in case.

    Extra para mencionar que The People's Thieves es la banda que asocio con Kakeru desde hace mucho tiempo y me hace muuuy feliz estar usando sus canciones acá. Son unas JOYITAS POR FAVOR, SI NO LAS REPRODUCEN LES PEGO

    Fuera cháchara, adentro fic





    .

    hear you whisper to me from a darkened room
    these echos left inside my head won’t end til they consume me
    i hear you calling, i hear you calling me out
    you keep on taking, you keep on taking me down

    i know i walk on a tight rope
    nervous shaking in my legs has got me looking psycho
    i feel you coming, i feel you coming around
    to you i’m nothing

    i feel it start to slip
    it seems to be a habit
    i’m closer to the edge than i have ever been

    maybe i am cursed, maybe i am gifted
    something tore inside of me, now everything has shifted

    call me paranoid,
    call it my addiction
    i could lose my head with just a little bit of friction

    .

    .

    .

    Veinticuatro días antes.

    No me sentía bien. Me mantenía en movimiento para cumplir con las solicitudes del club, para cuidar lo que Hayato me había heredado, pero de a ratos todo perdía sentido. La ausencia de Kou nos dificultaba las cosas, éramos pocos y no podíamos hacer milagros. Veía a mi alrededor muchísimos hilos suspendidos en el aire, hilos que debería atar entre sí y sostener en mi mano; pero cada vez que me acercaba a uno, los demás se alejaban.

    Era desesperante.

    Estaba metido en una pila de papeles cuando la puerta del club se abrió. Kou. Era la primera vez que lo veía desde lo ocurrido en Shibuya y mis emociones, forzadas en punto muerto, relampaguearon dentro de mi cuerpo. Me había amenazado, prácticamente me había acorralado para que le concediera el beneficio de la duda ¿y ahora?

    Una fiesta.

    Había permanecido de pie, junto a la puerta. Lo observé con el ceño fruncido y ninguno de los chicos le dio realmente espacio a seguir hablando. Podía entender que su tío lo tuviera agarrado de los huevos, pero aquí nos había soltado la mano y esa responsabilidad le correspondía. Había días que no dormíamos. Ni Rei, ni Subaru, ni yo.

    Me hacía preguntarme si algo de esto tenía sentido.

    Le concedí una sonrisa, aún así, y le dije que lo pensaríamos. Era lo único que quería. Se dio la vuelta, dispuesto a irse, y la ira volvió a chispear. Parpadeé.

    —¿Ocupado? —pregunté, como si nada.

    Lo dudó un segundo antes de medio girarse. Sabía actuar, el cabrón.

    —Ah, perdona, hombre —se disculpó en tono liviano—. Debo ir a buscar a mi hermanito que sale de la escuela. La verdad que ya no tengo mucho tiempo para venir al club, lo siento.

    ¿Sería verdad? Qué sabía yo ya. Le sostuve la mirada a través del salón, notando de reojo que ni Rei ni Subaru despegaban los ojos de sus móviles. Se lo merecía, suponía. Volví a parpadear, suspiré ligeramente y le sonreí.

    —Claro, no te preocupes. Luego lo hablamos mejor.

    Y se fue.

    Clavé un codo en el escritorio y me masajeé la sien, enjugándome el ojo luego. De día tenía un cansancio espantoso, pero era cosa de tocar la cama y olvidar cómo mierda conciliar el sueño. La voz de Anna pareció provenir de un lugar lejano y la miré; todos lo hicimos.

    —Iremos a la fiesta, ¿verdad?

    Su tono se asemejó a una demanda, un reclamo, incluso. Una sensación desagradable trepó por mis piernas y estuve a medio pelo de soltar una risa de mierda. En serio, lo único que me faltaba ahora era que Anna se pusiera del lado de Kou mientras el otro hijo de puta andaba usándola como pieza de ajedrez.

    —El viernes, ¿no? —Subaru intervino, lo hizo con tanta naturalidad que fue doloroso—. No puedo, bah, no podemos. Tenemos raid con los chicos.

    Él y Rei compartían conmigo el peso del club, pero había… había demasiadas mierdas que no sabían. Mierdas que allí, entre esas cuatro paredes, con mis putos amigos, sólo cargaba yo. Los observé, sentado en el escritorio, y resentí tantísimo a mi hermano.

    ¿Por qué me había dejado a cargo?

    ¿Por qué había aceptado?

    Recibí los ojos de Anna. La demanda fue incómoda en mi cuerpo, extraño de por sí, y mi pequeña sonrisa amenazó con desaparecer. Estaba cansado.

    —No creo, Anna.

    Realmente cansado.

    —¿Por?

    —No estoy muy de ánimo para fiestas, supongo. Mucho trabajo y casi son los exámenes.

    Las evaluaciones de esa escuela eran un puto chiste, pero a efectos prácticos ni siquiera estaba estudiando. Por suerte, Anna dejó el asunto estar y volvió a hundirse en su móvil. Solté el aire por la nariz, en silencio, y la miré un par de segundos más antes de regresar a los papeles. La adoraba, por Dios, la quería de una forma que llegaba a asfixiarme. Lo sabía, lo recordaba, pero ahora…

    No estaba seguro de sentirlo.

    .

    .

    .

    Veintidós días antes.

    Estaba cruzando de un pabellón escolar al otro cuando Kou me llamó desde atrás. Volteé, topé con su pequeña sonrisa usual y caminó hasta consumir la distancia entre ambos. Fueron un par de segundos que usé para pasar saliva, girar la botella de agua en mi mano y enfrentarlo. Una parte de mí no quería hacerlo pero sabía que era inevitable, que las manecillas seguían corriendo y, tarde o temprano, los problemas me seguirían alcanzando.

    Como si me dieran caza.

    —¿Qué quieres? —murmuré, viéndolo de costado.

    —Supongo que tienes preguntas. —Una risa irónica se me escapó por la nariz y siguió hablando antes de que pudiera decir algo—. Quise buscarte antes pero no tuve tiempo. Ya sabes cómo son los problemas, o no tienes ninguno o se juntan todos.

    Y me lo decía a mí.

    —Es lo que tiene tomar decisiones de mierda —solté, consciente de que el reclamo nos apuntaba a los dos, y bajé la mirada un segundo a mi botella—. ¿Era verdad? El otro día, lo de tu hermano.

    No lo pilló al instante. Cuando respondió, percibí en su voz una nota de diversión.

    —Ah, sí. Hay cosas que no les dije y excusas de las que abusé, pero en esencia no les he mentido. Mis viejos sí se están divorciando y… es todo un caos, vaya.

    Hablaba de las cosas con una liviandad que me superaba. No lograba descifrar si así lo sentía o si se trataba de sus mecanismos de defensa, porque en esencia me negaba a creer que un muchacho de dieciséis años fuera indiferente al divorcio de sus padres. Kou nunca me decía nada. Nunca hablaba de sus verdaderos sentimientos. Era irritante.

    ¿Y cuánto se diferenciaba de mí?

    —¿Y la fiesta? —indagué, dejando el otro asunto estar; él no ahondaba y yo no me metía—. ¿Apareces de la nada y nos invitas a una fiesta? ¿Qué coño fue eso?

    ¿Acaso yo no hacía lo mismo con Anna?

    —De eso quería hablarte, precisamente. —Hundió las manos en los bolsillos y balanceó el peso sobre sus talones un segundo—. Te dije que necesitaba que cooperaras conmigo, ¿recuerdas? Para eso es la fiesta. Los de arriba… quieren depurar a los Lobos, sí, pero ¿por qué? ¿Por amor al arte? —Suspiró—. Ya quisiera.

    Lo había pensado, honestamente. Le había dado vueltas hasta el hartazgo. Los demonios mayores solían estar demasiado ocupados en sus propias mierdas como para meter el hocico en líos de mocosos y pandillas. Por eso Hayato me había cedido el club y se había desentendido. El cabrón había ganado los putos Juegos del Hambre y había cambiado de tablero.

    —Las relaciones entre Shinjuku y Shibuya son tensas, ya lo sabes —prosiguió—. No me lo han dicho directamente, pero creo que su motivo para tomarse todas estas molestias es empezar a mover las piezas por fin. Ven a Shinjuku como un rival débil, una mina de oro desprotegida, y quieren absorberlo como absorbieron Ginza. No van a detenerse, los cabrones. ¿Por qué los Lobos? ¿Por qué yo?

    La respuesta estaba clara y me tensó el cuerpo. Era por mí. Porque era el hermano del Krait, porque había acogido a una cría de Shibuya y, con eso, les di vía libre para meterse en el barrio. Les entregué la puta llave en mano y ahora querían utilizarla.

    Era mi culpa.

    —Supongo que no necesito decirlo —siguió Kou, arrancándome de mis pensamientos, y me di cuenta que habían empezado a rodearme el cuello. Eran oscuros—. Como sea, pueden tener los planes que quieran y pueden usarme de títere, pero hasta un cierto punto. Teruaki-san me conoce, dudo que me ofreciera el trabajito si esperaba que obedeciera a todo de brazos cruzados. Por eso quería hablar contigo. —Me miró fijamente—. Es una jugada arriesgada, pero ¿has pensado en la posibilidad de fusionar los dos grupos?

    Parpadeé, atónito. ¿Unir… a los Lobos con las Boomslang? ¿Shibuya y Shinjuku? ¿Estaba mal de la puta cabeza?

    —¿Tienes idea de lo que estás diciendo? —reclamé, incrédulo, y su sonrisa se empapó de sorna.

    —Tú mejor que nadie sabes que nunca hago un movimiento sin pensarlo antes veinte veces. Sé perfectamente lo que estoy diciendo, Kakeru, y soy consciente de que suena a delirio de fiebre, pero no creo que sea imposible. —Se acercó a mí y apoyó una mano en mi hombro—. ¿Lo imaginas? Podríamos liderar juntos.

    El cuerpo me cosquilleó, incómodo. Había cosas que no podía decir, que no podía decirle a nadie. ¿Liderar?

    No.

    No quería hacerlo.

    —Es una locura —insistí, y su sonrisa no se inmutó; parecía que todo esto ya había ocurrido en su mente, en sus planificaciones—. ¿Cómo crees que reaccionarían? Los demás grupos, los de arriba, incluso los nuestros.

    —Mal, claro. Para la mierda. Pero es lo normal, ¿o no? La gente se refugia en sus pequeñas zonas de confort con una facilidad irrisoria, probablemente prefieran seguir odiándose antes que hacer el esfuerzo de coexistir. —Soltó una risa nasal, soberbia y disgustada—. Son patéticos.

    —Todos tienen sus razones, Kou. Los problemas entre Shibuya y Shinjuku son históricos, no tienen por qué querer coexistir.

    —¿Importa, acaso? —replicó al instante, tranquilo—. Los líderes existen por algo. La inteligencia de los rebaños es precaria.

    Quitó la mano de mi hombro lentamente y medio giró el cuerpo, hacia el patio.

    —Los Lobos son un desastre, pero si les reconozco algo es la jerarquización que se inventaron —prosiguió—. Omegas, betas, y el alfa. ¿Por qué crees que es? ¿A qué propósito responde? —Volvió a mirarme—. No creo en la igualdad, Kakeru. No creo que la opinión de un omega tenga la misma importancia que la del alfa, y si el alfa decide unirse con Shinjuku, los omega cerrarán el puto pico y obedecerán o se irán por donde vinieron.

    Los líderes existen por algo.

    Kou era soberbio y desapegado, increíblemente racional. Había verdad en sus palabras, incluso un debilucho como yo podía verlo. También podía entender que la realidad de los Lobos fuera distinta a la de los Boomslang. Éramos una pandilla pequeña y muy unida, amigos antes que cualquier otra cosa. Poner a Rei y a Subaru por debajo de mí… Dios, no podía. No sabía cómo.

    No era ningún líder.

    No tenía la fortaleza, ni el carisma, ni la inteligencia.

    No tenía visión.

    Sólo era un imbécil que no sabía decir que no.

    —Por eso quiero que vayan a la fiesta. —Volvió a girarse hacia mí y me sonrió, y algo en medio de la infinita paranoia se sacudió rabioso—. Hazme caso, Kakeru. Entiendo que tengas dudas, pero ya verás cómo todo va cobrando sentido.

    Sentido.

    Hacía tiempo que nada lo tenía.

    .

    .

    .

    Veintiún días antes.

    Al final no moví un dedo. Anna había vuelto a increparme el día anterior, alegando que nos había visto a Kou y a mí hablando afuera, y tuve que mentirle. La miré a los putos ojos y le mentí porque era un jodido desgraciado. En el momento fue increíblemente sencillo, me di cuenta que conocía los métodos precisos para forzarla a dejar de preguntar y eso, sumado a lo demás, me siguió aplastando los huesos. Era el día de la fiesta, llegué a casa de la escuela y me encerré en mi habitación. Quise obedecer a Hayato, de veras que sí, pero las manos me temblaban y tomé otra pastilla.

    Papá no estaba, había silencio.

    La noción del tiempo comenzó a diluirse, con ella mi consciencia. En algún punto mamá asomó la cabeza por la puerta y me preguntó si quería cenar. Creo que le dije que no, que estaba muy cansado. Fueron algunas horas de paz, donde nada dolía y nada pesaba. Me pregunté cómo sería vivir así, hacerlo por siempre. Susurraba, insistente.

    Si tenía sentido en absoluto.

    El canto de sirenas.

    Si valía la pena.

    Lo que mamá veía en la cocina.

    Quizá fuera mejor… desaparecer. Huir.

    Ya lo hacía de por sí, ¿verdad?

    Huía de Hayato, de Kou, de Anna.

    Huía de los problemas.

    ¿Qué diferencia había?
    Me desperté a eso de las dos de la mañana, atontado y jodidamente espeso. Revisé el móvil, bostezando, y el brillo cerúleo de la pantalla me hizo entrecerrar los ojos. Seguían allí los mensajes de Hayato que llevaba ignorando todo el día, la acumulación de tonterías en el grupo con los chicos, y no mucho más. Me incorporé y salí a la cocina. Ahora sí tenía hambre.

    De noche siempre me sentía más tranquilo. El mundo se detenía, se silenciaba, y no esperaba nada de ti. Abrí la nevera, encontré las sobras de la cena y las metí en el microondas. Observé la sala frente a mí, envuelta en penumbras, eché un vistazo por el ventiluz de la cocina. Oí un perro en la lejanía. Me puse a comer, sentado en la barra. Sabía que era una ilusión, un pequeño castillo de naipes, y aún así quise disfrutarlo. Dios, quise hacerlo.

    La puerta se sacudió de repente. Uno, dos, tres, cuatro golpes. El cuerpo se me tensó en automático, los dedos en torno al mango del tenedor, y me forcé a pasar bocado. Me bajé del taburete, intentando no darle entidad a la paranoia, y fui prendiendo las luces en dirección a la entrada. ¿Quién coño podía ser a esta hora? ¿Hayato, por no haberle respondido? ¿Papá, furioso por alguna nueva razón? ¿Kou, porque no fui a la fiesta?

    No.

    Era Anna.

    La repasé de arriba abajo, atónito, y en medio de la confusión siquiera reaccioné a su jalón. Me cazó de la muñeca y me hizo salir, cerrando la puerta en el proceso. El aire afuera estaba cálido y por fin reparé en su expresión. Lucía… furiosa.

    —¿Anna? —musité, en una exhalación—. ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás toda mojada?

    No me respondió, algo en su semblante mutó y el cuerpo entero se me tensó. Me empujó.

    —Pedazo de cabrón —masculló, y me empujó de vuelta.

    —Anna, ¿qué sucede? —insistí, agobiado.

    No podía explicarlo, siquiera tenía tiempo de hacerlo, pero el monstruo ya había regresado y me estaba clavando las garras en las costillas.

    —Estoy harta —escupió—. Harta del puto club, de las mierdas en las que andan metidos, de sus estúpidos códigos.

    El miedo, la paranoia espiralaron y pensé que estaba ocurriendo.

    —Y estoy harta de ti, joder.

    Todas mis pesadillas se estaban volviendo realidad.

    El último empujón me hizo chocar contra la verja de madera. Enterró un dedo en mi pecho y se acercó a mí. Estaba fuera de sí e intenté comprender a velocidad. Dios, ¿qué? ¿Qué coño había pasado?

    —¿Querías protegerme? —siguió, irónica e hiriente—. ¿Pensabas que era una buena idea? ¡Pues mira! ¡Felicitaciones, campeón! ¡Te salió genial!

    ¿Protegerla?

    —¿Qué pasó? —murmuré, ansioso.

    Quizá fue mi apremio el que, por fin, la forzó a bajarle dos rayitas a la intensidad. Sobre el silencio oí nuestras respiraciones, ligeramente agitadas, hasta que respondió.

    —Fui a la fiesta.

    No.

    —¿Qué?

    No me jodas, Anna.

    —Sorprendente, ¿no? —Se carcajeó, irónica—. Lo sé, no tienes que decirlo. ¿Anna? ¿Haciendo algo por sí misma sin mearse encima? ¡Pero en qué mundo del revés estamos!

    Volví a repasarla de arriba abajo, esta vez en busca de… ni siquiera sabía. Alguna marca, algún indicio, lo que fuera. Un miedo espantoso me había bañado el cuerpo, tan fuerte que no presté atención a ninguna de las mierdas que dijo.

    —Anna, cálmate un momento —le pedí.

    —No quiero. —Su respuesta fue contundente, filosa, y me congeló en mi lugar—. No me da la puta gana. ¿Qué pasa con Kou, eh, Kakeru? ¿Qué mierda pasa con Kou? ¿Puedes explicarme por qué me rodearon como putos lobos y me obligaron a justificar tu jodida ausencia?

    —¿Rodearte? —repetí, agobiado; el corazón me martilleaba el pecho—. ¿Qué te hicieron?

    Terror.

    —¡Ese no es el punto!

    Era auténtico terror.

    —¡Mierda, Anna! ¡Dime si te hicieron algo!

    Nunca había topado con los Lobos personalmente, pero se habían encargado de pasar a la historia, de que todos conocieran su nombre y no hubiera imbécil que no les temiera; chicas, sobre todo. Eran… Dios, eran unos enfermos de mierda y Kou estaba ahí. La realización, estúpidamente tardía, le dio más fuerza al monstruo y me comprimió los huesos con maña. ¿Por qué no lo había pensado hasta ahora? ¿Tan… tan entumecido estaba? ¿Había algo mal conmigo?

    ¿Qué rayos me ocurría?

    —No —respondió al fin, y sentí un alivio inmenso. Su ira, sin embargo, se reinició—. No, no me hicieron nada. Pero ¿sabes? Podrían haberlo hecho. Tenían todo el puto poder sobre mí, y eso era lo que querían. No molerme a golpes, ni torturarme, ni tirarme al suelo y escupirme. Querían aterrorizarme sin ponerme un dedo encima, porque ustedes, los hombres, tienen ese jodido poder al alcance de la mano en todo momento y mientras ¿yo qué? ¿Sabes qué puedo hacer yo? ¡Nada!

    Se acercó a mí, a mi rostro, y sentí tal agobio, tal incomodidad dentro del cuerpo, que estuve a medio pelo de empujarla. No tenía nada contra Anna, el problema no era ella, pero estaba enfurecida, quemaba y… me dolía. La forma en la que me estaba hablando dolía. Nunca antes lo había hecho y, por un breve instante de lucidez, lo pensé.

    No me lo merecía.

    —Así que no, cariño —prosiguió, escupiendo las palabras—, no me hicieron nada, pero me lo hicieron todo. Me recordaron con una facilidad irritante que no soy nada contra ellos; que una imbécil como yo, por más fuerte que grite y patalee, sigue sin ser una mierda. ¿Puedes entenderlo? Como tú, ahora mismo.

    No me dio tiempo a reaccionar. Cazó mi muñeca, me forzó a presionar la mano contra su cuello y todo el gesto se me comprimió en una mezcla de asco y rechazo. La piel bajo mis dedos era suave y estaba ligeramente fría, aún mojada. Muchísimas veces antes había recurrido a la violencia, pero la simple idea de ejercerla sobre Anna me dobló el estómago en dos. Siguió hablando, no pude prestarle atención; no hasta que aflojó el agarre y quité la mano, ansioso.

    —A veces pienso qué tal resultaría ser uno de ustedes —continuó, sin ponerle un puto freno a sus impulsos ni un instante. Quise pedirle que parara, que ya no aguantaba, pero las palabras se extinguieron en mi mente—. Pero no lo soy. No soy un hombre, ni soy parte de ese mundo horrible en el que se mueven. No lo soy y no quiero serlo. No quiero que alguien me tema por el simple poder implícito que tengo sobre ellos, ni quiero desear ser como los hijos de puta que me hacen quererlo. Soy una mujer, ¿me oyes? Soy una mujer, y soy débil, y soy pequeña, y le temo a muchas cosas. Pero jamás en la vida desearé ser un hombre.

    En medio de la vorágine empecé a comprender que, debajo de toda la rabia y el desprecio de Anna, en verdad no había más que un profundo y desesperante dolor. Frustración, también. Me faltaban piezas, pero había ido a esa fiesta, había ido en la absoluta ignorancia que yo la mantuve y los hijos de puta la habían aterrado. La habían asustado tanto que la convirtieron en… esto. Esta bestia resentida. Y no sólo ellos.

    Yo también era culpable.

    —Ya no seré tu perra —masculló, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Me partió el corazón, me abrió el pecho y la sangre se desparramó—. No voy a ser tu perra, Kakeru, y tiene que quedar claro. Tiene que quedarle bien claro a todo el puto mundo.

    Lo siento.

    Lo siento tanto, cariño.

    Quise alcanzar su mano, lo intenté en un impulso estúpido y ella me apartó bruscamente. Me apartó. Era la primera que lo hacía. Fue doloroso, al punto de lo absurdo, pero me esforcé por comprender. Quería traerla de regreso, joder. Por ella y por mí.

    —Anna —la llamé, en el tono más suave que fui capaz de articular—. ¿Por qué fuiste a la fiesta?

    Aún lucía molesta, pero noté que se esforzaba por responderme. Quizás habría sido mejor que no lo hiciera, que se fuera por donde había venido y me permitiera seguir escondiéndome. Quizás, con un puto estado mental tan deplorable, no debería haber pretendido jugar al héroe. ¿De qué me las daba?

    —Quería hacer algo por mí misma. Quería hacerlo sola y… demostrarme que podría. Sin ustedes, sin ser una estúpida sombra, una mierda vacía y sin vida. Tú no me conoces, Kakeru.

    No la conocía.

    —No tienes idea, porque no soy esta cosa que te encontraste en la cancha de baloncesto y acogiste como un cachorro abandonado. Y tampoco soy esto realmente pero, mierda, prefiero prenderme fuego antes que congelarme.

    La había adaptado a mis bordes y ya.

    ¿Qué derecho tenía? ¿Qué podía hacer por ella?

    —¿Qué pasa con Kou? —agregó, demandante. Mi cuerpo volvió a tensarse y agaché la mirada, como un animalillo asustado—. ¿Qué mierda pasa con Kou?

    Nada.

    Absolutamente nada.

    —No —murmuré, hablé en un impulso nervioso y el cuerpo me picó—. No, Anna.

    Sabía que esto era la condena final, que definitivamente la apartaría de mi lado, pero no podía. No podía decirle lo que ocurría, lo que Kou pretendía, que no confiaba en él, porque los hilos se interconectaban y llegaban hasta su familia, los Hiradaira, y la puta yakuza. No podía hacerle eso a ella ni a su mamá. Puta madre, sólo quería protegerla.

    —¿No? —preguntó, a punto de estallar.

    ¿Por qué era tan difícil?

    —No.

    Empezó a caminar en cualquier dirección, rabiosa, y yo me quedé allí, inmóvil, con la espalda pegada a la verja. Aguardé y aguardé, conteniendo el aliento, hasta que Anna por fin estalló.

    —¿No? ¡¿No?! ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda, hijo de puta! ¡Vete a la remismísima mierda y muérete, si te da la gana!

    Fue otro impulso absurdo, el que me lanzó a intentar detenerla. No lo supe hasta algunos minutos después. Me miró, me detuvo en el puto lugar, y se fue. Oí sus pasos en la calle hasta que lograron diluirse y mi cerebro quedó inútil, intentando procesar todo lo que acababa de ocurrir. Tenía el pecho abierto, el corazón desbocado, y mi propia sangre empezó a ahogarme. El aire quemaba, no alcanzaba, no bastaba, no era suficiente. Inhalaba, inhalaba, inhalaba. Perdí el control.

    Era mi culpa.

    Me fui al suelo y quebré en llanto, asfixiado.

    Si hubiera ido a la fiesta.

    Me encogí en mí mismo, hiperventilando.

    Si hubiera sido honesto con Anna.

    La cabeza liviana, el cosquilleo en el rostro y las extremidades.

    Si hubiera mandado a la mierda a Kou.

    Me asusté.

    Si no hubiera aceptado el club.

    Es mi culpa.

    No lo aguantaba.

    Es mi culpa.

    Era insoportable.

    Es mi culpa.

    ¿Y si me iba?

    ¡Muérete, si te da la gana!
    ¿Qué diferencia haría?

    Ninguna… ¿verdad?

    El cuerpo entero me temblaba y conseguí entrar a casa sin hacer mucho ruido, vete a saber cómo. Me daba pánico despertar a mamá. Fui hasta mi habitación, las pastillas se removieron dentro del frasco y tomé otra. Me quedé allí, arrodillado en el suelo y con el torso echado en la cama. Ahogué mi aliento, la saliva y las lágrimas contra la frazada, hasta que lentamente volví a entumecerme. Más, más y más. El mundo se diluyó. El monstruo retrocedió.

    Es un canto de sirenas.
    Dejó de doler.

    ¿Es un privilegio? ¿Una maldición?

    Desapareció.

    Quizá pueda serlo todo.

    Desaparecí.

    Y fue un alivio.




    Like i said, this shit is gettin dark. No me gustaría que nadie se sienta demasiado incómodo leyendo esto ni que los triggeree, motivo por el cual, si sintieron algo de la índole, aviso que el próximo capítulo será peor. Es la primera vez que narro en primera persona a un personaje en este estado mental y es... well, its something.

    Ya de paso, porque nobleza obliga, por favor, no se automediquen ni se manden las cagadas que se clava Kakeru POR FAVOR, NO LO HAGAN

    Buena vida a todos.
     
    • Ganador Ganador x 2
    • Sad Sad x 1
  3.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

    Libra
    Miembro desde:
    9 Octubre 2012
    Mensajes:
    5,543
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Ay, Belu, no te hacés una idea de cómo tu relato me ha desgarrado el corazón. Y lo que queda por leer, uf, no me quiero imaginar. Es una sensación que me manifiesta el poder de tu escritura, cada frase, cada palabra. Admiro tu capacidad para transmitir los sentimientos que atraviesan a tus personajes, saltan desde el propio texto para envolvernos a los lectores y al menos yo he podido percibir esa sensación de miedo, inseguridad y desesperación constante. En opinión personal, requiere mucha habilidad lograr algo como esto, así que me alegra poder decírtelo como corresponde, comentando por fin un fic tuyo. Pero... Ay, mi pobre Kakeru <///3

    Otra cosa que quiero destacar es la prolijidad de tu narración, hablando en un sentido más técnico. A mí suele pasar que cuando posteo textos (ya sea un post de rol o un fic), suelo repasarlos cada tanto y siempre, pero siempre, me encuentro con que me comí una palabra, que se repitió otra, o una puntuación destartalada acá y allá. No es lo mismo en tu caso, y mira que ya llevo un tiempo leyéndote, tanto en los roles, como recientemente tus fics de Gakkou. Nunca hallé nada fuera de lugar. Todo está correctamente colocado, hay bastante armonía en la construcción textual. Es una de las razones por las que funciona su expresión, retomando esto que te dije de los sentimientos de los personajes.

    Pero aparte de los sentimientos, también merece una mención especial lo que rodea a los personajes: la ambientación. Ya sea en la primera escena con Hayato, en su seguimiento de Kou, los diálogos y más, se siente cómo esta pequeña porción de mundo fluye de forma natural, respondiendo a las motivaciones de los personajes. Toda historia tiene varias aristas, y todas esas aristas han estado moviéndose. Kakeru, como prota que es, no sólo enfrenta las consecuencias de sus propias acciones: se encuentra con las consecuencias de esos movimientos que no logra ver, que nosotros los lectores no podemos presenciar. Es una ambientación dinámica y viva, y yo aprecio bastante este punto.

    Y bueno, a estas alturas del partido partido Kou me parece un tipo realmente detestable. Confieso que cuando surfeo por el rol de Gakkou, cada vez que me encuentro su cintinta me dan ganas de embocarle un sopapo en la cara y que se atragante con su cigarrillo. PERO, es un gran personaje, nobleza obliga. Cuando leía la backstory de Anna me parecía un señor bastante cute e incomprendido, eso hasta que llegué a "Never say die". Acá es bastante enigmático, carismático y manipulador desde el vamos, pero aparte demuestra inteligencia. Se ve mucho en su forma velada de dialogar. No sé, me pareció genial. Lo detesto como persona pero lo aprecio como personaje. Conchetumadre, Kou. Me pregunto si se ganará la redención cuando lea sus backstory.

    Y por último, y el punto para mí más importante: Kakeru. No es novedad lo fan que soy de él. Lo adoro, y por eso me duele tanto leer las cosas por las que estuvo pasando. Mi pobre muchacho </3 Fue bastante duro revivir la escena donde Anna lo enfrenta, acá pega mucho más fuerte el tema de que le han puesto encima muchas más culpas de las que les correspondían, y sus reacciones internas a cada palabra de la chica, a cada movimiento, uf... Es devastador, demasiado devastador. Y su llanto y lo de las pastillas, ay, mi pobre muchacho </3 No merecía esto.

    Pero a raíz de lo que estuve mirando de él en el rol, me gusta pensar la idea de que se esfuerza por salir adelante y que, ojalá, cambien las cosas para bien. Que se cumpla su esperanza de que las cosas mejoren <3

    ¡Nos vemos en el tercer capítulo!
     
    Última edición: 3 Julio 2023
    • Ganador Ganador x 2
    • Adorable Adorable x 1
  4.  
    Richie rehabilitado

    Richie rehabilitado Maestre

    Cáncer
    Miembro desde:
    1 Octubre 2019
    Mensajes:
    3,301
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Me quedé sin palabras, honestamente.
    10 de 10 a la autora, un trabajo espectacular, espero más contenido como este <3
     
    Última edición: 5 Julio 2023
    • Adorable Adorable x 3
  5. Threadmarks: iii. and i'm alone
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    6,995
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Now that we're alone, friend [Gakkou Roleplay | Kakeru Fujiwara]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    7592
    N/A: uff. Lamento mucho la demora de este capítulo para quienes me estaban leyendo. Funnily, acabo de fijarme y pasó exactamente un mes del segundo cap. Me tomé un tiempo para recomponerme porque, no jokes, escribir esto me estaba afectando emocionalmente jsjs. Escribir esto me tomó un par de días y quizás es por la "desconexión" que no lo siento tan intenso como los anteriores, but in any case... Este fic representó para mí un desafío and an absolute trip. Y estoy muy, muy satisfecha con el resultado. Creo que es mi proyecto favorito de todo lo que he escrito en mucho tiempo. Muchísimas gracias a quienes me estuvieron leyendo y mil, mil gracias a Bru y Ric por los comentarios ♡

    Probablemente later on escriba un pequeño epílogo. También quería avisar por las dudas(?) que en un punto del fic la canción cambia. ADEMÁS, las lyrics que vean en inglés pertenecen a la canción Now that we're alone, as always, de The People's Thieves. Ahora ven de dónde sale el título del fic eh eh eh ;) ;)





    .

    no telling what i might do,
    somethings in my head that i’m not sure that i can fight through
    and it haunts me, coming back to say that it wants me
    now
    i’ve always been afraid of the shadow in my closet that somebody said i made up
    it’s inside now, tryna take over my mind now

    but down this road i don’t see a ghost
    it’s more like a feeling that almost keeps me from breathing
    i cannot hide from those silent eyes
    they’re pulling me back in, controlling every facet, they’re asking

    how dark is it in your mind?

    .

    .

    .

    Veinte días antes.

    Desperté atontado y con la boca pastosa. No recordaba haberme metido en la cama, pero allí estaba. Me pasé una mano por el rostro, exhalando con pesadez, y lo dudé antes de estirar el brazo para pillar el móvil. Era… Era como una pequeña puerta por la cual podían colarse cientos de demonios, el único acceso que no tenía cómo bloquear. La idea de encender la pantalla y encontrar los mensajes que no quería recibir me tensó los músculos del abdomen, quise volver a dormirme y… revisé la hora. Las dos de la tarde. Los mensajes de Hayato seguían ahí pero no había nada nuevo. Ni Kou, ni Anna. Absolutamente nada.

    Fue alivio y angustia a partes iguales.

    Cuando salí de la habitación en dirección a la cocina pasé por la sala y mamá estaba sentada en el sofá, viendo televisión. Tenía la puta manía de fumar adentro y algo extraño me chispeó en el cuerpo.

    —Buen día, remolón —saludó en tono jocoso, girando el rostro para verme—. No tengo problema con tus horarios vampirescos, ya lo sabes, cielo, pero no me dejes todas las cosas sucias a la próxima.

    Hartazgo.

    Desvié la mirada a la barra, recordando que ayer había comido allí y olvidé lavarlo. Le dediqué una sonrisa de disculpa y sus facciones se tornaron difusas tras la capa de humo. Apestaba.

    —¿Vas a almorzar? —indagó, a lo que asentí—. En la olla sobre la cocina hay guiso de arroz con pollo. Servite lo que quieras.

    Mamá regresó al televisor y yo repetí el proceso de la madrugada anterior. Plato, comida, microondas. El aparato comenzó a girar y reparé en el sonido monótono que hacía, en las voces de la telenovela, en el silencio de base, ruidoso, que se aplasta contra tus oídos si le prestas la atención suficiente. La advertencia y la resignación. Había muchas cosas que podían esperar, pero el exabrupto de Anna seguía latiéndome en el cerebro insistente, doloroso. Abrí el chat con Kou y dudé hasta que el microondas se detuvo. La comida humeó, me senté en la barra y mi pierna comenzó a rebotar sobre el caño del taburete en un gesto nervioso. Esbocé y descarté muchísimos mensajes mentales, hasta que le envié uno solo.

    Hablamos?

    No quería, pero había una chispa extraña, ajena a mí, que no me dejaba en paz. Su respuesta tardó pocos minutos.

    La cancha de baloncesto
    En una hora
    Dile a los chicos, tenemos que hablar todos

    Pero yo quería hablar de lo de Anna

    Lo de Anna qué?

    Lo de ayer, Kou


    El flujo de la conversación se detuvo algunos segundos y solté el aire por la nariz. Hartazgo, también.

    Entonces diles un poco más tarde
    Pero diles

    No tenía mucha hambre, realmente. Hice como me indicó, comí un par más de bocados y regresé a mi habitación a cambiarme. Pensé en ducharme y acabé descartándolo.

    —Salgo un rato con los chicos —le avisé a mamá en mi camino hacia la puerta.

    —Vale, cariño. Diviértete —respondió, sin llevarme mucho el apunte.

    La cancha quedaba cerca de casa, la habíamos usado mucho para matar el tiempo después de la escuela o los días que nos quedaran libres del club. Picábamos el balón, hacíamos lanzamientos penosos y bebíamos cualquier mierda. Allí conocimos a Anna, también. Era un lugar, un montón de ladrillos, cemento y rejas lleno de recuerdos, y ahora… se sentía sumamente lejano. Reconocí a Kou en la esquina, apoyado contra la pared. Se giró hacia mí antes de que lo alcanzara. Su expresión no era la máscara soberbia de siempre, lucía serio e incluso exasperado. Cansado. El dolor, el miedo en las palabras de Anna palpitó en mi pecho y la polaridad de mis emociones me mantuvo en un punto neutro.

    —No tienes idea —murmuró, tenso. Frunció el ceño, desvió la mirada y chasqueó la lengua. Sentí que modificaba su discurso sobre la marcha—. Te pedí que fueran, ¿o no?

    —No es eso lo que-

    —¿Te lo pedí o no? —insistió, firme, girándose hacia mí.

    No creía haberlo visto así en la vida. Mi sorpresa fue tal que no me permitió reaccionar. No hubo estallido, tormenta ni inundación. Me sentía… extrañamente centrado, y creí hallar el motivo: Anna.

    —Kou. —Lo miré a los ojos, serio y calmado—. ¿Qué le hicieron a Anna?

    —¿Cuánto tardó en irte con el chisme? ¿Dos minutos? —Esbozó una sonrisa burlona, fue un impulso que reguló de inmediato y frunció aún más el ceño—. No fue mi culpa. No fue mi puta culpa. Y no le hicimos nada.

    —Nada —repetí, saboreando la palabra, y me acerqué un paso—. Nada, dices. ¿Tienes idea en el estado que vino a casa ayer?

    Kou estaba contrariado, podía verlo. Una parte de mí creía que la situación de ayer se le había escapado de las manos. Por una vez, su perfecto mundo de arcilla no había funcionado exactamente como él lo pretendía; eso era lo que le molestaba. Sus planes habían fallado. No se suponía que fallaran.

    Pero lo habían hecho.

    —Tenían que ir —insistió, enfrentándome, y sus ojos miel chispearon—. Necesitaba que fueran, para eso los había invitado a ellos también. —Se le comprimió el gesto con aversión—. A esos… hijos de puta, a la mierda asquerosa de Tomoya. Los necesitaba a todos allí para que funcionara, para dar el primer paso y… —Chasqueó la lengua, otra vez, modificando su discurso—. Pero apareció Anna, que tiene las putas serpientes tatuadas en la espalda y todo el mundo sabe que está contigo. Yo lo sé, pero ellos no. ¿Cómo iba a convencerlos de que no es una de ustedes?

    Respiré por la nariz con pesadez. Eso era mi culpa.

    —Ellos no sabían que los había invitado, era la idea —prosiguió—. Cuando vieron aparecer a Anna, una serpiente, en territorio de lobos, no pude hacer nada. Tomoya sigue a cargo. —Su gesto volvió a comprimirse y resopló—. Empezaron a hacerme preguntas y tuve que montarme la novela del siglo en cinco minutos. Se supone que los estoy traicionando, se supone que le rindo plena lealtad a los lobos, ¿qué hacía Anna ahí? Me tenía que salvar la puta cabeza, Kakeru. Si no lograba convencerlos la mierda iba a volverse mucho más complicada.

    Empezó a removerse, exasperado, y lo rebasé con lentitud. Pensé que, normalmente, habría sido mucho más suave y paciente con él, pero no logré sentirlo. Había tenido que salvarse la cabeza, dijo.

    ¿Por eso la vendiste?

    —Caminemos —sugerí.

    No debió costarte mucho, ¿verdad?

    —Podría haber sido mucho peor. Tomoya, él… Tenía otras ideas, pero logré convencerlo de que no le convenía. Ni siquiera sé por qué me hizo caso, si nunca escucha a nadie, y estoy desde ayer intentando darle sentido a todo este desastre. —Volvió a bufar—. Joder, si tan sólo hubieran ido…

    —Pero no fuimos. Ya está. —Lo miré—. No puedes pretender que el mundo siempre funcione acorde a tus planes, Kou, y no puedes jugar tan cerca del fuego si al más mínimo desperfecto acabarás quemándote.

    —¿Siquiera me dirás por qué? —Se detuvo, enfrentándome—. ¿No confías en mí, Kakeru?

    ¿Honestamente?

    —Aún no me dices qué le hicieron.

    Pareció darse cuenta de algo en ese instante, sus cejas se alzaron ligeramente y soltó una risa nasal. Tomó mucho aire, lo soltó de golpe y desvió la mirada.

    —La asustamos. La rodeamos y le preguntamos qué hacía ahí, por qué no estabas tú. —Regresó los ojos a mí, burlón—. Me saqué el premio al actor del año e hice lo que tenía que hacer. Pero no dejé que nadie la tocara. Al final acabó cayéndose a la piscina y se fue a la mierda, furiosa. Eso es todo.

    Esta vez fui yo el que tomó mucho aire. Reanudé la marcha sin decir nada y Kou me siguió, ligeramente impaciente.

    —Entiendo que estés enfadado, pero créeme cuando te digo que Anna no es la prioridad ahora mismo. Los lobos están molestos y Tomoya se obsesiona más y más con cada día que pasa, y no es un buen momento para cambiar de estrategia. Si me echan de Shibuya será aún peor.

    —¿Molestos por qué? ¿Obsesionado con qué? —indagué, exasperado, mientras llegábamos a la cancha de baloncesto—. Ese es el puto problema, Kou, nunca me dices nada y no puedo ser-

    Me congelé de pies a cabeza al topar con sus ojos. Anna estaba en el centro del espacio, balón en mano. Nos dedicó una sonrisa, fue irónica a cagar y nos lanzó la mierda con fuerza. La atajé en el aire y bajé lentamente los brazos, el movimiento me reinició el cerebro. Kou estaba a mi lado. Kou, la persona que ayer la había agredido, estaba a mi lado. Fruncí el ceño al procesar la situación y me cagué en todo. Absolutamente todo.

    —Venga, cielo —exclamó Anna desde allá, congelándome la sangre en el cuerpo—, pásalo.

    Noté de refilón que Kou se giraba y lo miré. La molestia, de por sí desenmascarada, se le había acentuado y lanzó la vista a cualquier parte.

    —No tenemos tiempo para esto, vámonos —masculló—. Después hablas con ella.

    No sabía cuál era la razón del agobio de Kou, la impaciencia que brotaba de su cuerpo, pero verlo así era motivo suficiente para preocuparse. Aún no plenamente convencido, acabé por asentir y piqué el balón con fuerza, regresándoselo a Anna. La miré un segundo y seguí a Kou apenas noté sus intenciones de retirarse. No tenía nada que decirle a ella, de todos modos, y… el incidente de ayer aún me molestaba un poco. Había dicho muchísimas cosas, algunas con derecho, otras injustas. No creía que su incendio hubiera amainado, y ese tipo de fuego, de energía errática, era lo último que necesitábamos ahora mismo.

    —Lo que nos faltaba —masculló Kou, molesto.

    —¡Eh! —La voz surgió de nuestras espaldas y me giré en redondo—. ¡¿Qué cojones?!

    —¡Ya basta, Anna! —exclamé, firme—. Ya basta, mierda.

    ¿No le alcanzaba con lo de ayer?

    —¿Ya basta qué? —Alzó las cejas, fingiendo inocencia—. Ah, ¿acaso los estoy molestando?

    Suspiré, exasperado, y contuve el impulso de pasarme la mano por el rostro. Anna enfocó su atención en Kou, sin saber qué había visto en él, y la oscuridad palpitó a nuestro alrededor. Me hundió los colmillos en las costillas.

    —¿Y tú de qué mierda te molestas, idiota? —le soltó, filosa.

    —Anna, ya basta —intervine.

    Pero no tuvo caso, siguió obcecada como un puto tronco. El mundo parpadeó.

    —Respóndeme —le insistió, y miré a Kou, tenso—. ¿Estás satisfecho con lo de ayer? ¿Te divertiste? El video debe estar bueno, ¿no? Se estaban riendo mucho, después de todo.

    —Anna… —repetí entre dientes, ansioso.

    Pero siguió. La línea de pólvora ardió.

    —¿Les di un buen espectáculo?

    Y estalló.

    —Joder, Fujiwara, ¿es que no sabes callar a tu puta?

    El cuerpo me chispeó, las emociones dispares colisionaron, pero no tuve tiempo a reaccionar. Anna fue más rápida. Le dio vuelta la cara de una bofetada, olvidé cómo respirar y habló. No lo procesé. Era Kou, el mismo Kou que, con catorce años, se había encerrado en una sala de karaoke, se había abierto la puta mano con un cutter y había asfixiado a otro niño para enseñar una lección. Era frío, desapegado, jodidamente inteligente. Era despiadado y me daba miedo, y se cernió sobre Anna y la mandó al suelo. Mis cables se arrancaron de cuajo.

    —¡¿Qué mierda haces?! —bramé, furioso, y lo empujé de los hombros con fuerza.

    —¡¿Qué mierda haces tú, imbécil?! —Imitó mi movimiento y trastabillé apenas—. ¡¿Tienes idea lo que está en juego?! ¡¿Lo que estás causando con tu puta cobardía?!

    —¡Eres tú el que está jugando con todo el mundo! ¡¿Te crees que somos piezas de ajedrez o qué cojones?!

    —¡No tienes puta idea de nada! —rugió, contra mi rostro, y me pescó de la camiseta—. ¿Crees que quería algo de esto? ¿Lidiar con los lobos? ¿Con el enfermo de Tomoya? ¡¿Crees que quería hacerlo?!

    —¡No lo sé! ¡No tengo idea, joder! —Le lancé un manotazo para que me soltara, pero insistió y me acerqué a su rostro—. ¿Pretendes que te entienda cuando lo único que haces es ser un soberbio de mierda y manipularme?

    Algo en su expresión se deformó en ese instante. Se removió, convulsionó, estalló. Me retorció la camiseta, creí que me empujaría y me aferré de sus brazos para evitarlo.

    —Akira tenía razón —masculló, lleno de ira, y pegó su cara a la mía. Una risa extraña le deformó la boca—. Akira tenía razón. Siempre es por ella, ¿no? Siempre por esta zorra.

    —Cierra la puta boca —advertí, agitado, y él volvió a reírse.

    —Eres una vergüenza. —Respiró con fuerza, su aliento chocando contra mi piel—. Tomoya la quería, ¿sabes? Y lo detuve. Lo detuve. ¿Debería decirle dónde encontrarla?

    —Kou, no se te-

    —¿Dónde vive? ¿Cuándo está sola?

    —¡Ya basta, hijo de puta! —Presioné sus hombros con maña y logré empujarlo por fin—. ¡No le pongas una puta mano encima, ¿me oyes?!

    —¡¿Crees que te tengo miedo?! ¡Puedo hacer lo que quiera, imbécil! ¡Lo que me salga de los putos cojones!

    —¡No le pongas una mano encima!

    —¡Podría hacerla mierda, si quisiera! ¡Aplastarla como un puto insecto! ¿Tienes idea lo que me costó? —Jadeó, sus ojos encendidos, y se acercó a mí—. ¡¿Tienes idea lo que fue?!

    —¡Me importa una mierda, pero déjala en paz!

    Volvió a pescarme de la camiseta, resollando.

    —¡¿Tienes idea lo que hacen esos enfermos?!

    —¡Y tú la vendes como un saco de res, hipócrita de mierda! ¡Y lo harías de nuevo!

    Alcanzamos un punto de no retorno. Nos quedamos estancados en esos gritos, esos reclamos sordos, repitiendo las mismas mierdas como necios hasta que mi puño conectó con su mandíbula. Fue un impulso horrible, oscuro, la energía me poseyó el cuerpo, Kou me regresó el golpe y nos fuimos a la mierda. El mundo latía a un ritmo frenético. Los monstruos chillaban, saltaban, me tapaban los ojos y estrujaban el corazón. La sangre de mi hermano me empapó las manos.

    Y la última de mis pesadillas se volvió realidad.

    Rei y Subaru aparecieron de repente, desenredándonos y sosteniéndonos con fuerza. La distancia me permitió ver y comprender lo que había hecho. Kou siguió revolviéndose como un animal iracundo, el labio partido, la nariz sangrante, la camisa manchada. Estaba fragmentado y yo lo había roto. Yo había lanzado el primer golpe. Busqué a Anna con la mirada en un impulso desesperado, acuciante, culpable. Estaba allí, de pie, con el semblante endurecido. Sus ojos conectaron con los míos, las palabras me rayaron la mente y no pude decirlas. No pude pedirle que se quede. Se dio la vuelta.

    Y se fue.

    La energía se me drenó del cuerpo. Dejé caer la cabeza, agotado, Subaru me soltó poco a poco y acabé arrodillado en la acera. Una, dos gotas de sangre cayeron frente a mis ojos, cada golpe me palpitó contra la piel y un ligero sonido plástico captó mi atención. Junto a Rei había tirada una bolsa blanca, y de ella se habían escapado algunas paletas de helado. El pecho se me contrajo y sentí un deseo agobiante de llorar.

    —Muy bien.

    La voz de Kou sonó baja, compuesta, tensa. Se irguió, acomodándose el cuello de la camisa, su silueta tapó el sol y proyectó una sombra oscura sobre mi cuerpo. Me miró a los ojos. Sus palabras se arremolinaron en mi mente.

    ¿Tienes idea lo que fue?

    —Que así sea, Kakeru.

    ¿Tienes idea lo que hacen esos enfermos?

    .

    .

    .

    Seis días antes.

    Los límites del mundo se redujeron a las paredes de mi habitación. Las sombras danzaban y se congregaban allí, sorteaban las hendijas de las persianas, y cada vez que se despedían, sabía que volverían. Había monstruos y dragones, víctimas inocentes, tormentas y cataclismos. No había nada. Había sido ridículamente sencillo conseguir una nueva ración de pastillas con los contactos que tenía. A veces iba a la escuela, a veces no. Le mentía a mamá y ella no preguntaba. Los minutos, las horas, los días, se habían convertido en un amasijo uniforme de tiempo. Discurría, discurría y discurría. Nada pasaba. Nada cambiaba. Discurría, discurría y discurría, como la gotera de un grifo. Evitaba a Hayato, Anna no me hablaba, ignoraba a Rei y Subaru. Kou había desaparecido. ¿El club? No tenía idea. Ya no me importaba.

    Lo único que me mantenía en el mundo, y fuera de éste, era el frasco de pastillas.

    Sonó la puerta. Le había dicho a mamá que estaba con una migraña. No respondí, permanecí inmóvil sobre la cama, pero los golpes insistieron.

    —¿Kakeru, cielo? Vino Kou-chan a visitarte.

    Entreabrí los ojos. Las sombras en el techo se deslizaban con pereza, tranquilas. Era similar a estar suspendido en lo profundo del océano, quizá. ¿Debía fingir que dormía? ¿Valía la pena? No quería… no quería que nadie me buscara. Que nadie me pidiera nada. Habría preferido que el mundo entero olvidara mi existencia.

    —Vale —accedí, con la voz pastosa, y carraspeé la garganta.

    La luz cálida del pasillo se coló por la hendija de la puerta, sus siluetas se recortaron, negras, difusas, y oí el rastro delicado de un agradecimiento antes de que la oscuridad volviera a dominar. Poco a poco detallé a Kou. La camisa verdosa, el cabello castaño que siempre lucía tan suave, las facciones finas y los ojos tibios. No había soberbia ni hartazgo, tampoco estaba el miedo con el cual lo había conocido. No había nada del Kou que creía conocer, aquel que había mutado y se había destrozado a sí mismo. No sabía quién era este sujeto, ¿importaba? Tampoco.

    Siendo justos, ya no me reconocía ni a mí.

    —¿Qué quieres? —musité monocorde, sin molestarme en incorporarme.

    Se acercó a mí, silencioso, y arrastró una silla para sentarse junto a la cama. Lo oí exhalar por la nariz.

    —¿Has estado aquí todo este tiempo? —indagó, con voz neutra—. ¿Por qué?

    Me quedé prendado del techo varios segundos antes de responder. Discurría, discurría y discurría. Si me descuidaba, se iba. Parecía… una marea, sí.

    —Es más tranquilo aquí.

    Ninguno de los dos habló por un buen rato. De la sala llegaban sonidos débiles. La tele, los resortes viejos del sofá, la puerta de la nevera. Su presencia no me perturbaba. Kou suspiró. ¿Por qué estaba aquí? En esencia ya lo sabía. Lo había imaginado en las sombras de las paredes, estaba escrito allí. Podía verla: la puerta del club.

    Cerrada.

    —Se acabó —anunció, y yo cerré los ojos—. Se acabó, Kakeru.

    ¿Era lo que había querido?

    —Los directivos están enfadados porque el club no funciona, no tendrán reparos en cortarles la cabeza con tal de salvarse el pellejo. Y Shibuya ya avanzó lo suficiente. Consiguieron lo que querían.

    Era lo que ocurriría.

    —Tienen pruebas de las actividades ilícitas del club. —Suspiró—. Son menores, así que probablemente los expulsen y ya. Pero se acabó.

    Todas se habían cumplido.

    —¿Fuiste tú? —pregunté en un susurro, entreviendo el techo. En la marea había monstruos.

    Una a una.

    ¿Estaban… peleando entre sí? No.

    —¿A qué te refieres?

    Mis pesadillas.

    Se reían de mí.

    —Las pruebas. Por eso te querían a ti, ¿cierto? Para que les facilites las pruebas.

    —Las opciones eran limitadas, Kakeru, y el lugar al que podría haber vuelto siquiera existe ya. Luego de la fiesta perdí la confianza de los Lobos, y sólo me dieron una forma de recuperarla.

    Incorporé el torso lentamente, solté el aire despacio y lo miré. Había una… suerte de vulnerabilidad en sus ojos. Sentí que, al menos por ese pequeño instante, el mundo me había devuelto a mi mejor amigo. Pero ya era demasiado tarde, ¿no?

    —¿Por qué estás haciendo todo esto? —inquirí.

    —Quieren sacar a Tomoya —respondió al instante—. Al principio sólo lo veía como un capricho de mi tío, pero ahora lo entiendo. Lo entiendo y, créeme, yo también quiero sacarlo. —Algo indescifrable danzó en sus ojos, lo vi un segundo antes de que agachara la mirada—. Pero para eso necesito su confianza primero, y es jodidamente difícil ganársela.

    —¿Por qué? —insistí, genuinamente confundido—. ¿Por qué te implicaste tanto en esto?

    Mis propias palabras y su expresión me dieron la respuesta que buscaba. Por primera vez en todo ese tiempo sentí una punzada de verdadera angustia en el pecho. Recordé al grupito de imbéciles que lo habían acosado durante la escuela media.

    —Kou…

    Le habían hecho algo.

    —No quiero hablar de eso —declaró, tajante—. No vine aquí a hablar de eso.

    ¿Qué le habían hecho?

    Pero no me diría nada. Era Kou, después de todo, y se había destruido para volver a moldearse desde las bases. Lo hizo frente a mis narices. Exhalé, bajando la vista a mis piernas, a la colcha. Los monstruos seguían sobre nuestras cabezas y él no me diría nada.

    —Dijiste que quería a Anna —musité—. ¿Es cierto?

    Asintió.

    —Sus caprichos son muy volátiles, de todas formas. Además… —Se repasó las manos entre sí—. No era cierto lo del otro día. Jamás le diría nada sobre ella, así que no te preocupes.

    Sus palabras se asentaron. Sí. Esa tarde, fuera de la cancha de baloncesto, habíamos dicho demasiadas cosas. Lo había… golpeado. Él alzó la mirada, nuestros ojos se encontraron y, en silencio, nos hicimos la misma pregunta el uno al otro.

    ¿Qué te ocurrió?

    —Supongo que ahora eres de Shibuya, entonces —advertí, sin estar seguro de cómo me sentía al respecto—. Y para nosotros… se acabó.

    —Al final nunca hablaste nada de esto con nadie, ¿cierto? —indagó, inclinándose hacia mí—. Ni Rei, ni Subaru, ni el Krait.

    —Hayato sólo me dijo que… no confiaba en ti, hace mucho tiempo ya. Desde entonces no lo he hablado con nadie, no.

    —Bien. —Se incorporó, tomó asiento al borde de la cama y me miró—. Vine a proponerte algo, Kakeru. Cuando todo se descubra, cuando la mierda salte y se vaya a la mierda… hazme el villano.

    Fruncí el ceño, confundido, y él siguió hablando.

    —Dile al Krait que tenía razón. Dile a Rei y Subaru que los abandoné y los traicioné. Que me ofrecieron un lugar en los Lobos a cambio de destruirlos a ustedes y lo acepté. Dile a Anna que los invité a la fiesta sólo para humillarlos y por eso la usé a ella.

    —Espera, ¿qué-?

    —Hazme el villano, Kakeru —insistió, serio—. El traidor. Ya lo soy, de todas formas, y no me molesta. No me molesta cargar con ese peso. Estarán demasiado ocupados odiándome como para preocuparse por los detalles y es mejor así.

    —No puedes… —musité, procesando la situación, y las lágrimas me ardieron tras los ojos—. Kou, no puedes pedirme esto. No puedes pretender que…

    —Lo harás. —Sus manos se afianzaron en mis mejillas, fue un gesto firme y cálido, y encontré… dolor en sus ojos—. Sólo mírate. Necesito que hagas esto, Kakeru. Por mí, y por ti. Por ambos.

    Lo veía.

    Lo vio antes que yo.

    Comprendía la intención subyacente, era clara y jodidamente irritante. Kou… quería protegerme, ¿cierto? Porque era débil, porque llevaba dos semanas aferrado a un frasco de pastillas. Porque me había arrancado de la realidad y sabía que el golpe de regreso quizá me partiera el cuello. Quería protegerme de los rumores, de lo que el barrio dijera, y se estaba ofreciendo a sí mismo en sacrificio. Este chico… no lo entendía en absoluto. ¿Qué lo movía? ¿Por qué?

    —Kou… —murmuré, en voz baja, y las lágrimas me ganaron.

    ¿Era yo?

    Me incliné en su dirección, fue más bien como si mi peso cediera y él me atrajo, rodeándome la espalda. Su aroma a colonia, a suavizante de ropa, me envolvió y recordé que llevaba días sin bañarme. Qué desastre.

    Siempre había sido yo, ¿verdad?

    —Está bien, no me molesta —susurró cerca de mi oído, apretándome un poco más—. Lo único que me importa es que tú sepas la verdad.

    Era su forma de ayudarme, como las pastillas de Hayato o las paletas heladas de Rei.

    —No tiene que ser así —insistí, con la mejilla aplastada contra su hombro—. Tú lo dijiste, ¿no? Juntos podemos…

    —Ya no. —Sus manos se petrificaron por un instante, presionaron y cedieron, regresándome a mi lugar—. Acabas de decirlo, Wan-chan. Soy de Shibuya ahora.

    Volví a fruncir el ceño. Fuera lo repentino de la conversación o lo nublada que estaba mi mente, no pude imaginarlo. No quise aceptarlo. Las sombras se arremolinaron, chillaron, rieron a carcajadas. Una pequeña silueta, recluida en una esquina, se cubría los oídos y los ojos. La marea comenzó a derramarse por las paredes.

    Una a una.

    —¿Qué quieres decir? —pregunté, con un hilillo de voz.

    Kou suspiró.

    —Papá está mudándose de regreso donde los Shinomiya, en las colinas de Shōtō, y me iré con él. Ya me quitaron de la escuela. Tú y yo… —Silencio—. Será mejor que no nos veamos. Para que la historia funcione, tú también tienes que odiarme.

    La habitación se inundó. Nuestras voces se deformaron. ¿Odiarlo…? Imposible. ¿Por qué quería hacerse tanto daño? ¿Era para destronar a Tomoya? ¿Para protegerme a mí?

    —¿Y quién te protegerá a ti? —pregunté de repente, impulsado por mi tren de pensamientos.

    Kou me miró, brevemente sorprendido, y frunció el ceño. ¿Por qué no me decía nada?

    —Ese no es tu trabajo —definió, frío, y se incorporó.

    ¿Qué le habían hecho?

    —¿El trabajo de quién es, entonces? —solté con apremio, al ver que pretendía irse.

    Dios, ¿qué le habían hecho?

    Se detuvo, permaneció en silencio y, al final, suspiró. Lo observé de pie, en medio de la oscuridad, del agua quieta, y lo vi. El momento exacto donde regresó la máscara a su rostro.

    —Preocúpate por ti, Fujiwara. Apestas.

    Mis huesos se quebraron.

    Uno a uno.

    .

    .

    .

    Una hora antes.

    Me tomó más tiempo del que habría deseado, pero finalmente me presenté en la escuela. Fuera un impulso de valentía o de estupidez, daba igual. Se lo debía a los chicos. Les había escrito en la mañana y la luz que se colaba dentro del club era grisácea. Sumamente fría. Había evitado las pastillas para estar más avispado, pero entre mejor veía el mundo, peor me sentía. No me gustaba entender las voces, escucharlas agolpadas contra mis oídos. No me gustaba sentir tantos ojos en la espalda. El sol insidioso. El chirrido del timbre. No quería esta claridad.

    No quería este cuerpo.

    Los recibí sentado en el escritorio, como siempre. Aplaqué el golpeteo de mi talón a consciencia, entrelacé las manos entre sí y fabriqué una sonrisa. ¿Fue convincente? Ni idea. Sólo sabía que era completamente falsa. Rei demostró alivio al acercarse. Apoyó las manos en el escritorio y se inclinó hacia mí, detallando mi semblante. Subaru permaneció atrás, con cierto recelo o resquemor.

    —¡Al fin te veo la carita, hombre! —exclamó Rei, la sonrisa le iluminó el rostro y me dio unas cachetadas amistosas—. ¿Dónde mierda te habías metido?

    Mantuve el gesto liviano por inercia, aunque se le filtró una cuota de incomodidad y desvié la mirada. Podía olerlo, sentir su cercanía. Era… agobiante.

    —Me quedé en casa. No me… sentía muy bien.

    —¿Hmm? ¿Qué tenías?

    —Rei. —La voz de Subaru fue baja y contundente, absorbió la atención de ambos y recibí sus ojos silenciosos—. Tu mensaje parecía serio. ¿De qué quieres hablarnos?

    ¿Estaba enfadado? ¿Preocupado? No lograba leerlo. Exhalé despacio, recuperé el espacio que le había cedido a Rei sin siquiera darme cuenta y éste se dejó caer en uno de los sofá de gomaespuma. Invitó a Subaru a imitarlo y, tras pensarlo un poco, éste lo hizo en el de enfrente. El escritorio marcaba la distancia, la diferencia de estatura, y parpadeé con fuerza. Por las hendijas y ranuras de la puerta empezaba a colarse la oscuridad. Lenta, negra y viscosa.

    —¿Cómo han estado? —les pregunté, con la esperanza de alivianar el ambiente.

    Los chicos se miraron entre sí y Rei, mucho más despreocupado, se encogió de hombros. Subaru seguía… tenso.

    —No me quejo —respondió Ishikawa—, con el club cerrado tuve un huevo de tiempo libre. Hasta me saqué buena calificación en el examen de Biología del martes, ¿puedes creerlo? Yocchan me ayudó, claro, ¡pero el crédito me lo llevo igual!

    Se refería a Subaru, quien me miró y habló. Él lo entendía, ¿verdad? Siempre había sido inteligente.

    —¿Cuál es la situación del club? Morihiro-sensei me buscó personalmente y preguntó si habíamos recibido su solicitud. Le dije que estábamos tapados de trabajo y que nos encargaríamos de resolverlo. —Miró alrededor—. Pero aquí no veo nada.

    Mis manos acentuaron la presión entre ellas y pasé saliva. El club permanecía con llave y el único con acceso era yo. Al entrar, más temprano, tuve que rodear la pila de cartas acumuladas bajo la puerta para no pisarlas. Las recogí, las apilé y las guardé en un cajón, sin siquiera echarles un vistazo.

    —A mí… me preguntó Haya-kun qué estaba pasando —confesó Rei, algo dubitativo—. Supuse que luego de la pelea con Kou necesitabas un poco de tiempo, además de que… también discutieron con Anna, ¿verdad?

    Estar allí sentado mientras todos mis errores eran expuestos uno a uno no me causaba nada de gracia, pero tampoco encontré la firmeza ni la valentía para detenerlos.

    —¿Y qué le dijiste? —preguntó Subaru a Rei.

    Ishikawa se rascó el cabello rubio y resopló, echándose contra el espaldar.

    —Le mentí un poco. Le dije que no sabía mucho de Kakeru, pero que nos había dejado a cargo y nos estábamos encargando nosotros. —Me miró—. No quería mandarte a la línea de fusilamiento, Hayato da algo de miedo enfadado.

    Era un gesto noble, o al menos intentaba serlo, pero no lograba verlo así. Las sombras seguían apoderándose de las paredes, engullendo la pintura, las hojas colgadas y la pizarra de corcho. Débil. Era débil, y cada pequeña porción del mundo fuera de mi habitación se empeñaba en recordármelo.

    —Los llamé para… hablar del club, sí.

    ¿Eran mis amigos? Así lo recordaba. Ahora sólo veía jueces.

    —Aparentemente, se filtraron pruebas de las actividades que realizamos aquí y esas pruebas serán publicadas. No hay… nada que podamos hacer.

    El escritorio era un estrado.

    —Se acabó.

    ¿Y en mi cuello? Una soga.

    El silencio fue demoledor. Intenté explicar la situación de la forma más neutral posible, aferrado a la pequeñísima esperanza de que no indagaran demasiado. Las palabras de Kou me retumbaban en la mente, la arañaban. No quería. No quería venderlo como un puto saco de carne.

    —Pruebas… —musitó Rei, descolocado—. ¿Qué clase de pruebas?

    —No estoy seguro.

    —¿Pero cómo las consiguieron? ¿Y cómo lo supiste tú? ¿Qué…?

    No quería.

    —Fue Kou, ¿cierto?

    Subaru habló sin inmutarse. Rei lo miró con los ojos bien abiertos y yo exhalé por la nariz. Sabía… que esto iba a pasar. Él me lo había dicho. Ya era el villano, de todos modos. Sólo faltaba el pequeño empujón; que yo, personalmente, lo condenara.

    No quería.

    —Sí —afirmé, y la soga se tensó en mi cuello—. Fue Kou.

    Dios, no quería.

    —No me jodan. —Rei se incorporó, claramente afectado, y viró su atención entre ambos hasta detenerse en mí. Fue como si hubiera lanzado un dado y la que salió era mi cara—. ¿Cómo que fue Kou? ¿Por qué?

    Una a una.

    —Al parecer le ofrecieron un lugar entre los Lobos de Shibuya —repetí como un puto títere, y sentí asco de mí mismo—. La condición era hundirnos a nosotros.

    Perdí todas las cosas que me importaban.

    El silencio, otra vez, fue demoledor. Bajé la vista a mis manos, oí a Rei cayendo de regreso en el sofá. No quise mirar directamente, me negué a hacerlo, pero por el rabillo del ojo los noté. Palpitaban, cada vez más cerca. Cada vez que se despedían, sabía que volverían.

    —¿O sea que nos traicionó? —concluyó Rei, levemente agitado—. ¿Así, sin más?

    —¿Desde cuándo sabes esto?

    Miré a Subaru. Había algo en su expresión que me recordó a las preguntas que solía hacer Hayato cuando ya sabía la respuesta y sólo esperaba que fueras honesto. ¿Tenía sentido? ¿O sólo era la paranoia saboteándome? No conseguía razonar a velocidad. Era agotador.

    —Un par de meses —admití, con el miedo a flor de piel de quien presiona un botón desconocido.

    Y la bomba estalla.

    —¿Qué? —Rei se incorporó como un resorte—. ¿Cómo que lo sabes-? ¿Por qué? ¿Y recién ahora nos lo dices?

    Pestañeé con fuerza, cada músculo de mi cuerpo endurecido. Miré a Subaru, pero tenía los ojos clavados en la pared y por un segundo de absoluto delirio me pregunté si él también los veía. Se estaban riendo.

    —Hey. —Rei estampó las manos en el escritorio y me sobresaltó—. Te estoy hablando, Kakeru.

    Volví a pestañear. Dios, quería irme de allí.

    —No quise preocuparlos —argumenté, aunque no soné muy convencido—. Quise resolverlo para no tener que preocuparlos, pero las cosas… No pude. —Meneé la cabeza—. No pude hacer nada.

    Lo siento.

    Me había encogido en mi asiento sin darme cuenta, con la amplia figura de Rei cernida sobre mí. El chico respiró con fuerza y retrocedió, arrastrándose el cabello hacia atrás.

    —No confiaste en nosotros —murmuró Subaru.

    —No, no es eso.

    —¿Y entonces? —agregó Rei, volviendo a girarse hacia mí—. Somos todos parte del club, Kakeru. Los tres. ¿Por qué no nos dijiste nada? Podríamos haberte ayudado, joder.

    —De casualidad… —Subaru se incorporó, tranquilo, y su acercamiento me aplastó los huesos—. ¿Estabas priorizando proteger a Kou?

    ¿Sí? ¿No? No tenía idea. Bajé la vista, tenía el cuerpo empapado en sudor y la boca pastosa. No podía pensar.

    Por favor, dejen de mirarme.

    —No quise preocuparlos —repetí, como un juguete descompuesto—. No pensé que llegaría a esto.

    —¿Por esto se pelearon el otro día? —dedujo Subaru.

    —Y desapareciste. —Rei volvió a alejarse y empezó a caminar de un lado a otro—. Desapareciste porque ya sabías todo y no nos dijiste una puta mierda. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Agradecerte? ¿Tienes idea lo que pasará si publican esas putísimas pruebas?

    —Van a expulsarnos —analizó Subaru.

    —¡Estaba a nada de graduarme, joder! —Pateó la mesa ratona y exhaló, desinflándose. Su voz se redujo a un murmullo—. Tendrías que habernos dicho en el segundo que sospechaste de ese infeliz. Sé que es tu amigo, pero se metió con todos, Kakeru. Con todos. Nos correspondía saber.

    Otro silencio. La vergüenza que sentía era aplastante. No me atreví a mirarlos, no encontré sentido en disculparme. Si acaso tenía derecho a estar respirando. Subaru fue quien habló, varios segundos después. Lo hizo directamente hacia mí, a juzgar por el sonido.

    —El club nunca fue tu prioridad, Kakeru. Por eso llegamos a esto.

    Es mi culpa.

    Ya lo sé.


    Subaru se alejó, alcanzó el hombro de Rei a la pasada y… se fueron. Se fueron. Miré alrededor. La puerta esmerilada, los sofá de gomaespuma, la mesa ratona blanca fuera de lugar. La pizarra de corcho abarrotada con papeles y pines, el fichero de la izquierda. La lámpara de mi escritorio, el bolígrafo azul, las marcas en la madera. Giré la silla. El cielo blanco, los edificios blancos. Abrí la ventana. El mundo lucía… acromático. Me incliné fuera, el viento estaba frío y las voces me susurraron en la nuca. Indescifrables, al comienzo, poco a poco comencé a entenderlas. Mamá fumaba en la cocina con la mirada perdida, la novia de mi hermano giraba lentamente y su cabello de arena se derramaba hacia el suelo. Kou era pequeño y sus dedos se tornaban pálidos al presionar los costados de su propio cuello. ¿Qué veían en el techo, en las paredes? ¿Qué encontraban en los espacios inhabitados? ¿Más allá de la gente?

    El canto de sirenas.

    Lo oyes, ¿verdad?

    Ahora lo entiendes.

    Ven.

    Retrocedí, enfrenté la habitación que había desaparecido. Las sombras danzaron, acariciaron mi cuerpo y lo enfriaron. Cerré los ojos, las lágrimas se derramaron y me cubrí el rostro, acuclillándome. Los espasmos me sacudieron la espalda, arrastré los dedos a mi cabello y lo jalé con fuerza. Una, y otra, y otra vez. Las emociones azotaban las puertas, desesperadas, pugnando por salir, y a mí no me bastaban los brazos para detenerlas. Iban a ahogarme. No quería ahogarme.

    Mejor ven.

    Déjalas atrás.

    No las necesitas.

    No los necesitas.
    No necesitas a nadie.

    Nadie te necesita.
    Un sonido extraño se arrastró fuera de mi garganta, una suerte de gruñido ahogado. Inhalé y exhalé. Inhalé, exhalé, inhalé, exhalé. El aire no bastaba, ¿siquiera lo quería? Las sirenas de sombras se deslizaron, una a cada lado, y me acariciaron la espalda. Los brazos. Rozaron mi cuello y se detuvieron en mi pecho. Preguntaron si lo necesitaba. Sonrieron. Me lo quitaron.

    No podía respirar.

    Estiré el brazo y atraje mi maletín de un manotazo. Saqué el frasco de pastillas, los dedos me temblaban y tragué dos al hilo. Pestañeé con fuerza, intentando darle sentido al mundo, enfocando las uniones de las baldosas. Veía las líneas torcidas, primero, borrosas después, las lágrimas las empañaron y un sonido sutil se arrastró desde el mundo real. Una… vibración.

    Mi móvil.

    Lo alcancé, con la respiración aún entrecortada, con el rostro empapado, y encendí la pantalla. Era un mensaje de voz de alguien que no tenía agendado. Comencé a reproducirlo.

    Hola, hola. Joder, lo que me costó conseguir tu número, ¿eres el presidente del país o algo?

    Me deslicé por el suelo hasta apoyar la espalda a un costado del escritorio. No tenía foto de perfil, nada. Las sombras se detuvieron, las puertas dejaron de azotarse por un instante.

    En fin, quería presentarme oficialmente. Es lo que corresponde, ¿no? Un pajarito me contó que están por expulsarlos de la escuela, lo siento por eso.

    Mi sangre se heló.

    También conocí a tu noviecita el otro día, muy bonita, ¿eh? Lástima que parezca tan… temperamental, me gustan más sumisas. Pero quién sabe, quizá la amanso y todo, ¿no? Con tu permiso, claro. Por cierto…

    Llegó un archivo nuevo junto a otro audio. La foto no cargaba, así que comencé a reproducir el mensaje. El corazón me martilleaba el pecho.

    Dile a tu amiguito que se comporte mejor de ahora en más, no queremos repetir escenas tan desagradables.

    La descarga se completó. Era alguien de espaldas, su piel al descubierto. Reconocí todo.

    Aunque pensándolo bien, si hubieras ido a la fiesta… Quizá nada de esto pasaba, ¿verdad?

    El cabezal de la cama, el color de las paredes, la mesa de luz. Era la habitación de Kou. Era su cabello. Estaba atado y tenía algo escrito en la espalda, de un intenso color rosa.

    En fin, quedamos en contacto, Fujiwara. Lamento el golpe, por cierto, sólo… nos apetecía aplastarlos.

    ¡¿Tienes idea lo que me costó?!

    Maricón, decía.

    ¡¿Tienes idea lo que fue?!

    Tu humilde servidor, Hideki Tomoya, se despide.

    El móvil me quemó en las manos y me cubrí la boca. Sentí náuseas. No pude mirar la foto más de algunos segundos. Cerré los ojos con fuerza, desesperado, y me golpeé la cabeza contra el escritorio. Una, dos, tres veces. Una descarga de ira repentina me arrancó un grito del pecho. Una de las puertas había estallado. El fuego avanzó. Las sirenas intentaron ocultarme pero la piel me ardió. Lancé el maldito aparato hacia cualquier parte, volví a gritar y sacudí el puño contra las baldosas del suelo, las líneas borrosas. Golpeé, grité, sangró y lloré. Todas las demás puertas explotaron de golpe y me ahogué. En mis lágrimas, en mi saliva, en el aire que no bastaba. Los monstruos, la marea y las sirenas chillaron, aterrorizadas. Enfurecidas.

    Esto provocas.

    Esto eres.

    Un fracaso, una vergüenza.

    Una decepción.

    Me hice un ovillo, sin parar de llorar, los nudillos me ardían y el cuerpo entero me dolía. Quería que parara. Necesitaba que parara. No lo soportaba, no podía, no… No. Ya basta, no. Deténganse. Paren.

    Ven.

    Lo siento.

    Ya ven.

    Lo siento tanto.

    Ven con nosotros.

    Una, dos, tres, cuatro pastillas más. Quizá cinco, incluso seis. No las conté. Se deslizaron por mi garganta, áspera, y me aferré al frasco con fuerza. Fuerza que comenzó a mermar. Dejó de estar bajo mi control.

    Justo como quería, ¿cierto?

    Parpadeé con pesadez, las sombras se borronearon.

    Era… la solución.

    Pasé saliva.

    Era el canto de sirenas.

    La idea me sacudió en un chispazo de lucidez atroz. El ruido insoportable se detuvo tan sólo un segundo, mi mente se despejó y la luz brilló, intensa. Una palabra, clara y precisa, me perforó el pecho. Muerte.

    Te estás matando.

    Los brazos me pesaban horrores, el cuerpo entero. El mundo se diluyó y me asusté. Intenté ponerme de pie, fue imposible y trastabillé, chocando contra el costado del sofá. La mesa, después. El móvil… La puerta… No los alcanzaba. Dios, no llegaba.

    No llegué.

    El impacto contra el suelo siquiera dolió. No sentía las manos, tampoco los pies. Me deslicé lentamente, de pura inercia, hasta quedar boca arriba. El monstruo negro se cernió sobre mí y su pie se presionó sobre mi garganta. No pude detenerlo. Las voces se reanudaron, comenzaron a cantar.

    And now that we're alone, friend.

    El rostro del monstruo mutó. Fue mamá, fue papá, fue mi hermano. Rei, Subaru, Kou. Anna. Yo. Era yo.

    And all the good is broken.

    Siempre fui yo.

    I'll pull down the shades and close all the doors until I'm the only one controlling.

    Sonrió, sonreí, se estiró y se deformó hasta alcanzar mi oído. Susurró en voz dulce, burlona. Removió el pie con maña.

    Close all the doors until I'm the only one controlling.

    Se acabó.

    Now.

    Gané.

    I'll close all the doors…

    Ahora duerme.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
    • Ganador Ganador x 1
    • Impaktado Impaktado x 1
  6.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

    Libra
    Miembro desde:
    9 Octubre 2012
    Mensajes:
    5,543
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    ª.

    Tengo bastante por decir y mucho por llorar.

    Quisiera empezar desde lo técnico (como siempre), esta vez hablando de cómo llevaste adelante la evolución de la trama y cómo las cosas terminaron en este desenlace que, si bien ya lo conocía de antemano, no deja de pegarme en todos los feelings por el inmenso cariño que le tengo a Kakeru. Se sintió como esas hileras de fichas de dominó que se desmoronan con la caída de la primera ficha. Los capítulos previos desarrollaron cosas, ofrecieron intrigas y me desgarraron el pecho, pero también dejaron armada esa hilera: cada acción e inacción, cada diálogo, cada palabra... fueron pequeñas fichas que quedaron puestas ahí, en espera de iniciar un ruidoso e incesante estallido que se desató desde la escena de Anna increpando a Kakeru. Fue impresionante ver cómo todo estalló a su alrededor y se fue quedando cada vez más solo.

    Perderlo todo, quedarse sin nada. Y lo peor: sin nadie. Completamente aislado y devastado. Y yo acompañándolo al pobre muchacho en tan terrible viaje, me vino la angustia desde todos los ángulos, jaja. A pesar de lo que mencionás, que a lo mejor tuviste algún tipo de "desconexión" que pudo haber quitado intensidad a la esencia del relato, igual me ha impactado y dejado tristón, ¡por no hablar de lo tremenda que fue la escena final!

    La escena de Kakeru y Kou conversando en la habitación, para mí, es de lo mejor que se ha visto a lo largo de estos tres capítulos, tanto por las revelaciones como por la forma en que la contextualizaste. Me gustó muchísimo la metáfora de los monstruos y las sombras para representar el estado emocional y mental de Kakeru, y creo que es incluso más angustiante el hecho de que esa oscuridad no lo consuma directamente, sino que lo esté amenazando desde las paredes como un depredador a punto de saltarle encima. Y esto ha logrado generarme la sensación de un silencio aplastante mientras Kou y Kakeru hablaban, como que todo alrededor de ambos tenìa una carga pesada.
    Y aunque ya hablamos un poquito sobre Kou, igual merece que añada mis impresiones sobre él para que quede un registro acá también, jaja. Me sorprendió muchísimo la actitud que tuvo cuando fue a verlo a Kakeru a su casa, medio que no podía creerme lo que estaba leyendo cuando se ofreció como villano para ayudar a los pibardos a salir más o menos bien parados (dentro de lo que cabía). En algún punto me llegó a dar desconfianza y a hacerme la pregunta de si estaba mintiendo, pero describiste sus acciones y emociones de un modo que no me dejó lugar a la duda, que me convenció de que estaba mostrando algo de humanidad. Fue bastante inesperado y se ganó un poco mis respetos. Un cachito.

    PERO ESA ESCENA FINAL. Ya te lo dije por privado, PERO LA FUCKING INTERVENCIÓN DE TOMOYA AL FINAL. DIOS.

    Ya había preparado mi corazón para la escena del intento de suicidio y estaba sufriendo mucho cuando Kakeru se quedó completamente solo tras la partida de Rei y Subaru, pero luego aparecieron esos mensajes de súbito, con la foto y... y... Me quedé loquísimo, no me importa repetirme al respecto. Kou me dio muchísima pena, la verdad. Ese extremo de su sacrificio fue lo que terminó de hacer que sume los puntitos necesarios para no odiarlo del todo. Como has dicho, leerlo va a ser como estar en una montaña rusa de amor-odio, jajaja.

    Creo que han quedado algunas cosas por fuera de este comentario, si me las acuerdo te molesto aparte, jaja.

    Muchìsimas gracias por completar el Three-shot, esperé la parte final como un fiel lector. Lo disfruté muchísimo, toda esa angustia ha sabido impactar como es debido en mi corazoncito. Y espero volver a leer más cosas tuyas en torno el gakkouverse uvu


    PD: Te quiero mucho, Kakeru. Ojalá que ahora te esté esperando la felicidad, mi muchacho precioso :(
     
    Última edición: 2 Agosto 2023
    • Ganador Ganador x 1
    • Adorable Adorable x 1
  7. Threadmarks: epílogo
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    6,995
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Now that we're alone, friend [Gakkou Roleplay | Kakeru Fujiwara]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1307
    N/A: like i said, quería traer algo cortito para cerrar este fic de forma más bonita y que no quede un sabor tan amargo de boca. En definitiva Kakeru se salva, lo hace gracias a las personas que lo quieren, y encuentra dentro de sí mismo la fuerza y resistencia para seguir viviendo. Suena cliché af, pero es la verdad. Rolearlo actualmente es una cosita que me hace muy feliz y me llena de orgullo, porque adoro a este niño y, creo que se lo dije a Bru en algún momento, es indescriptible la paz que siento al escribir con mis propias manos que se ríe, que se divierte y disfruta de su día a día luego de todo lo que le pasó.

    Muchas gracias a quienes me fueron leyendo, y en especial gracias a vos, Bru, por haberme dejado comentarios tan preciosos. Ya te los agradecí por wha y toda la bola, pero quería decirlo públicamente as well. Gracias por leerme y gracias por obsequiarle a Kakeru la lucecita de Vero, te aseguro que le hace muy, muy bien ♡

    Sin más cháchara, adentro epílogo.





    .

    bears down when you're breathing in silence
    light's there, gotta struggle to find it

    don't be ashamed of the parts that make us
    know the pain's the same that saves us

    hold on to the moment that lights it


    .

    .

    .

    Seis horas después.

    Fue similar a despertar de una infinita pesadilla. La realidad se filtró como arena, como gotas de agua densa, a través de las roturas. En las paredes, en el techo. Traía luz consigo. Aquella habitación oscura se iluminó poco a poco, con paciencia, sin pedir permiso. Había un silencio inmenso y abrí los ojos lentamente. La escayola era blanca, pulcra, y estaba vacía. No había mareas ni sirenas, ni demonios, ni monstruos, ni niños asustados. Se sintió exactamente así.

    Vacío y en silencio.

    Un sollozo latió, tocó a la puerta, y la abrió. Mis ojos conectaron con los de mamá en un instante preciso, estaban totalmente enrojecidos y quebró en llanto, doblándose junto a mí. Presionó mi mano entre las suyas, aquella que tenía sujeta sobre el acolchado blanco, y el sonido reactivó todos los engranajes. Papá y Hayato se incorporaron de sus sillas, más allá, y se acercaron a la cama. El rostro de mi hermano se desfiguró y me abrazó. Reconocí su aroma. Lo oí, también, llorar contra mi oído. Pestañeé, papá apoyó su mano en mi tobillo y me sonrió. Sus voces adquirieron forma lentamente. Mamá le agradecía a Dios, una y otra vez. Hayato repetía la palabra, pero con mayor hastío. Regresé al techo.

    Estaba… vivo.

    —Ya, ya, denle algo de espacio. —Una voz desconocida apareció por la puerta, sonaba gentil y llevaba una bata blanca—. Debe estar muy aturdido todavía.

    Se acercó a la cama, me dio un golpecito en el pie con la planilla que llevaba encima y su bolígrafo clickeó. Me preguntó mi nombre, mi fecha de nacimiento, dónde vivía, a qué escuela iba. Revisó mis pupilas. Podía sentir las raíces de la realidad aferrándose a mi cuerpo, jalándome de regreso. Vacío y en silencio.

    Pacífico.

    —Todo parece ir bien —definió el médico—. ¿Recuerdas lo que ocurrió, hijo?

    Me sentía débil y cansado. Pasé saliva y recorrí a mi familia con la vista. Mamá estaba aguantándose el llanto por los pelos, papá le acariciaba la espalda y Hayato se había negado a soltarme la mano. Lo que ocurrió… iba a destrozarlos aún más.

    —Consumí demasiadas pastillas —murmuré, sentí mi voz extraña y carraspeé—. Y me desmayé.

    El médico asintió.

    —Las encontramos tiradas en el suelo, sí. Bueno, las encontraron, más bien.

    Recién entonces lo comprendí. Si estaba allí, en un hospital, era porque alguien… Miré a Hayato con apremio y él apretó los labios.

    —Anna —respondió, bajando la vista a nuestras manos—. Anna te encontró, enano.

    El corazón se me estrujó. Había despegado la cabeza de la almohada sin notarlo, la dejé caer con pesadez y cerré los ojos. Anna… ¿Por qué? ¿Qué había ido a hacer al club? Tenía que ser un puto chiste. Ella, de entre toda la gente. Ella.

    —¿Dónde está? —inquirí.

    —Se quedó afuera, esperando —respondió mamá—. Le dije que volviera a casa, que era tarde, pero no me hizo caso. ¿Quieres que pase, cariño?

    Sí.

    —No, está bien. —Abrí los ojos—. Sólo avísenle, así se va.

    Probablemente fuera papá quien se sentía más impropio en toda aquella situación. Se despegó suavemente del cuerpo de mamá y asintió, retirándose de la habitación. Miré a Hayato por reflejo, tenía los ojos en la puerta y exhaló con pesadez.

    —Bueno, por ahora descansa un rato más, hijo —dijo el médico—. Luego te haremos algunos estudios y hablaremos contigo.

    Poco a poco fui comprendiendo la gravedad de la situación y las consecuencias que acarrearía. Era… curioso. El concepto parecía siempre tan lejano, tan ficticio, hasta que de repente te mordía los talones y te derribaba. Se te imprimía en la piel.

    Suicida.

    Ahora era un puto suicida.

    ¿Había querido… matarme? No estaba seguro. Mamá alcanzó mi mejilla y la acarició con mimo, distrayéndome de mis pensamientos. En sus ojos había un amor y una tristeza inmensas, mas no dijo nada. Si abría la boca, probablemente, rompería en llanto de nuevo. La voz de Hayato se pronunció, al otro lado.

    —Cabrón —masculló, bufando—. Nos diste un susto de muerte.

    Buscó una silla, la arrastró y se dejó caer a mi lado, de brazos cruzados. Mamá se deslizó en silencio y me abrazó, acariciándome el hombro con el dorso del pulgar. Su cabello olía a cigarrillo.

    —¿Qué hora es? —pregunté.

    —Son como las siete de la tarde —respondió Hayato—. Estuviste inconsciente seis horas, más o menos. Tuvieron que lavarte el estómago y no sé qué otra cosa. —Soltó una risa floja, irónica—. Como si te hubieras pasado de alcohol un sábado, digamos, sólo que un poquito más letal.

    —Hayato.

    Mamá lo reprendió, irguiendo el cuello para mirarlo, y alcé el brazo para apoyar la mano en su espalda. Ella regresó los ojos a mí, de bronce también, y le sonreí. Me daba muchísima vergüenza pensar en el tremendo alboroto que había causado, en el susto que les había dado, pero… estaban allí. Estaban allí y quería que se sintieran mejor.

    —Cariño —musitó, su barbilla tembló y volvió a esconderse en la almohada—. Lo siento tanto, mi amor. Lo siento tanto, tanto, tanto.

    La abracé con toda la fuerza que pude y ella a mí. Hayato me revolvió el cabello un rato después y el tiempo siguió fluyendo. Papá regresó con unos zumitos de la máquina expendedora, agregó la tercera silla en torno a la cama y, por primera vez en muchísimo tiempo, los cuatro habitamos el mismo espacio en paz. Los temas de conversación saltaron de aquí allá, aligerando el ambiente, y pude quitarme todo ese peso horrible de encima. Quizá fuera una ilusión, daba igual. La vida se me había reído en la cara y allí estaba. Allí estábamos.

    Cuando el médico reapareció y dijo que debían llevarme, mi familia se incorporó poco a poco. Hayato me palmeó la mejilla sin fuerza, papá me apretujó la mano y mamá aguardó. Se inclinó, entonces, con la sonrisa más dulce que le había visto nunca, y me corrió el flequillo para besarme la frente. Olía a cigarrillo, sí.

    —Te amo, cariño —susurró, y buscó mis ojos—. Te amo con mi vida entera, todos lo hacemos. Por favor, no lo olvides.


    Y también a colonia.
     
    • Ganador Ganador x 3
  8.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

    Libra
    Miembro desde:
    9 Octubre 2012
    Mensajes:
    5,543
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Es impresionante cómo éste epílogo, con su brevedad, la letra al comienzo y la tierna escena familiar que muestra, ha logrado conmoverme con tanta fuerza. No estoy exagerando de ninguna forma, estuve con lágrimas en los ojos durante toda la lectura. Lo leí con la música que pusiste al principio y creo que fue una gran decisión por parte de ambos: tuya, por haber elegido una canción tan acorde a lo que escribiste, y mía por tomar la opción de nutrir la lectura con sus melodías. Le ha dado mucha potencia a la escena, a lo que transmiten los personajes y, principalmente, a lo que sentí yo al presenciarlos. Como siempre, ha venido esa sensación de tristeza por la situación de Kakeru, el extremo al que llegó y tener que ver a su familia en su estado; pero a diferencia de los anteriores capítulos, acá también se ha manifestado la alegría de verlo vivo, le ternura de que esté con una familia que lo quiere y, sobre todo, una sensación de esperanza. Creo que esa mezcla de sensaciones me puso sensible, así que te felicito por el impacto tan directo a mi kokoro.

    Es que encima llegué a estas benditas líneas:


    "Ella regresó los ojos a mí, de bronce también, y le sonreí. Me daba muchísima vergüenza pensar en el tremendo alboroto que había causado, en el susto que les había dado, pero… estaban allí. Estaban allí y quería que se sintieran mejor"


    Y tuve que parar un momento para pasarme los dedos por los ojos, te lo juro. Me sigue pasando si la releo.

    Después de todas las mierdas que vivió, de todo lo que sufrió y de literalmente haber intentado quitarse la vida, Kakeru sigue buscando hacer sentir bien a los demás, incluso si a su cuerpo le faltan fuerzas. Ya te dije que tiene un corazón enorme, pero es que esta parte me superó, me hace entender por qué amo tanto a tu muchacho. Tiene una bondad que sus oscuras circunstancias no lograron aplacar. Todavía me acuerdo de la primera vez que lo vi en los Bosques y la agradable sorpresa que me llevé con él cuando recibió tan bien el apodo que le puso Vero, "Fuji", todo enternecido, más todo lo que vino luego durante la prueba de valor. Sin duda, dar con él es un viaje de ida :P

    Obviamente, un gran epílogo merece un buen comentario final, que ahora cerraré devolviendo agradecimientos: ¡Gracias a vos por haber escrito este fic y permitirme conocer más a este muchachote! Es que me voy a repetir y no me importa: adoro a Kakeru. Su relación con Vero es de las cosas más preciosas que me ha tocado rolear y ansío ver qué otras anécdotas vivirán juntos con el correr de los días académicos. Le hacen bien a mi alma.

    ¡Saludos!
     
    Última edición: 10 Agosto 2023
    • Ganador Ganador x 1
    • Adorable Adorable x 1
  9.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

    Piscis
    Miembro desde:
    10 Julio 2013
    Mensajes:
    15,866
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    HOLIS :D como te prometí, este es uno de los fics que quería comentarte próximamente, porque POR ALGÚN MOTIVO i never did???? perdona a tu novia, bebi, she's just a mess (?) PERO YA ESTOY AQUÍ, LISTA PARA SUFRIR AGAIN :D

    i. and it sill calls

    Antes de comentar nada, i must say, you and me both, Kakeru. ¿A que yo soy mejor partido para tu hermano? ¿A que sí? I knew it.

    OKAY SO NOW. Bebi, ngl, el único motivo por el que soy capaz de leer este fic y comentarlo es porque sé que obviamente Kakeru ahora está vivo y bien, dentro de lo que cabe, porque si no, estaría sufriendo demasiado como para ser capaz. Es realmente curioso el develop que he tenido con Kakeru, porque yo era una de las que no se lo tragaban nada al leer el pov de Anna y ahora he's literally my child and i would k!ll everyone for his sake. For that matter, la verdad es que me da mucha pena su situación, porque tiene todos los problemas de sus padres en casa y Hayato dejándole el club cuando, quizás, él nunca quiso tener esa responsabilidad, y luego está Anna, y ahora Kou... and he's just a pisces boy, you know, he just deserves peace and happiness, CAN HE HAVE SOME????? no, of course he can't, si lo manejas tú :<

    Of course, aquí es cuando pasa lo de Hayato dándole las pastillas que, como te dije en su momento, es un detalle que es imposible no recordar porque fue el inicio de todo este mess, in a way, MI TRAUMA PEERSONAL, IF YOU WILL. Y luego se vino toda la escena con Kou que, uf, qué mal rato, bc leer todo esto sabiendo que su relación ahora es tan complicada y todo lo que ya ha pasado es... no sé, it's a whole thing. Igual, la verdad, sé que soy lo peor JAJAJ pero para mí el momento del capítulo se lo lleva Kou estando MUY OBVIAMENTE celoso de Anna like, Kakeru, date cuenta, HE LOVES YOU. Okay, I'm delulu, but I definitely think Kou ha sentido algo por Kakeru alguna vez y nadie me baja de esta colina. Also, Eguchii, omg, hiiii u///u

    ii. when everything's numb

    Guuuurl.

    Mira, yo quiero mucho a Anna y no es que realmente la culpe de nada, pero lo mal que me ha caído en este capítulo es un asunto JAJAJAJ y, i mean, es curioso, realmente, el poder que tiene describir el mismo evento desde un punto de vista y desde el otro. Digo cuz cuando leí esto desde el punto de vista de Anna i was like: you go girl, dile un par de cosas, pero ahora lo leo desde el punto de vista de Kakeru, con todo el contexto, and i'm here thinking: por qué tienes que pagarlo con él? Y lo entiendo, eh, entiendo que desde la posición de Anna, él tenga culpa de todo esto y quizás podía haber hecho mejor las cosas, pero en definitiva ella solita fue a la fiesta y, sobre todo, Kakeru no deja de ser un niño al que le han dado demasiadas responsabilidades que no merece. Quizás mantenerla en la oscuridad no fue la mejor opción, pero solo quería cuidarla, y la realidad es que Kakeru nunca consideró a Anna como "su perra" ni nada por el estilo and that's entirely fault of the others.

    La verdad es que su relación sigue siendo super tóxica en este momento, sigo pensándolo, y ojalá hubiesen podido darse cuenta de que necesitaban separarse antes de llegar a este punto tan... feo. I mean, siguen siendo mi OTP y definitivamente creo que, si ambos estuviesen healthy, tendrían una relación super bonita, porque sí creo que se llegaron a querer y se siguen queriendo (de manera diferente), solo que ninguno ha sabido cómo manejar esos sentimientos con todo lo demás. Y es normal, cuz i mean, IT'S ALL SO DRAMATIC. Los sigo queriendo mucho a ambos, pero uf, qué duro leer a Anna echándole mierda a Kakeru y él solo preocupado por saber cómo estaba y si le habían hecho algo. Y bueno, tampoco lo culpo por querer confiar en Kou a pesar de saber lo que sabe de los lobos, cuz we, es su amigo y... también kinda que lo manipuló bien fuerte (?) WE PISCES WANT TO SEE THE GOOD IN PEOPLE, YOU KNOW.

    Btw, cuando digo que Anna solita fue a la fiesta, no es que quiera culpabilizarla por lo que le ha pasado, al final del día eso ha sido culpa de Tomoya y nadie más, y sigo entiendo el punto de Anna de querer ir para demostrar algo... well, al fin y al cabo, ella también es solo una niña con sus propios issues. The thing is... creo que hubiese sido inteligente hacerle caso a la persona que está liderando el club (???

    iii. and i'm alone

    Okay, so este comentario lo tengo empezado de ayer (por eso te dije lo de la sorpresa por whats), pero me puse a releer el último capítulo y dije: nope, esta parte tengo que comentarla bien despierta (as you already know, era muy tarde cuando te mandé el mensaje), AND GIRL DID I SUFFER AGAIN.

    Todo este capítulo me ha roto el alma, aunque la parte de la foto de Kou fue lo que más me marcó, y ya no recuerdo si te lo dije por privado o no, pero sister, it still breaks my heart. Pero va, vayamos en orden, porque el capítulo empieza fuerte, y es que la escena de la pelea... God, no, lo equivocados que están todos, it hurts. Because, of course, Anna no tenía que haber pinchado tanto, por mucho que en su mente Kakeru estuviera con el traidor, i really think ella tendría que haber confiado más en el criterio de él, pero bueno, es Anna y obviamente su fuego es demasiado intenso. Creo que ella estaba in the wrong, pero desde luego que eso no excusa para nada la manera en la que Kou le responde, AND I KNOW, i know he would never ever say anything to Tomoya, ¿pero que amenazase con ello? oh boy, that's not it. Y una parte de mi se pregunta si hasta eso fue calculado, para facilitar todavía más la imagen de villano, o si fue un impulso, but in any case, that was ugly.

    PERO POR SUPUESTO QUE LUEGO LLORÉ CUANDO FUE A BUSCARLO Y DIJO QUE SE SACRIFICARÍA POR ÉL. Y listen, me parte el alma que Kakeru solo piense que es débil o inútil, porque me seguiré repitiendo hasta el infinito: a un crío no le correspondía toda esa responsabilidad y desastre. He's not weak, ha tenido que lidiar con demasiado and IM MAD. Y LO QUE KOU LO QUIERE, SHUT UP. Because a mí nadie me va a convencer que todo lo que ha hecho, dentro de sus posibilidades, no ha sido por intentar protegerlo bc lo quiere, igual que KAKERU CON ANNA, HOLD UP. THE PARALLELS (!!!)

    Me parte el alma ver a Rei y a Subaru dejándolo de lado cuando el pobre chico está tan al borde del colapso, y no los culpo, porque entiendo que estén enfadados, really. BUT LISTEN, HE IS SUFFERING AND HE CLEARLY NEEDS HIS FRIENDS, BECAUSE OF COURSE HE CARES ABOUT THEM. Y ya llega lo de la foto del puto Tomoya que, te lo juro, i still wanna cry al leerlo de nuevo, bc that's so not fair and i wanna protect Kou of everything bad, because he may not be an angel, but he does not deserve this. Honestly, espero que Tomoya haya sufrido TANTO, pero TANTO que haya llegado al punto de preferir la muerte a seguir así, y que no se le haya cumplido ese deseo hasta más allá. I do, y no me arrepiento para nada.

    Y la parte final de Kakeru, i just wanna fucking cry forever. Porque ENCIMA, el momento en el que escribes que se da cuenta de que se está matando y le entra el miedo I- él no quería, se sintió abrumado por todo, pero realmente estaba asustado y, uf, seriously. Es que no puedo ni comentar al respecto porque me parte el alma, it simply does and i'm not okay.

    epílogo

    Like I said al principio, el único motivo por el que soy capaz de leer y comentarte esto es porque sé que Kakeru está con nosotros ahora mismo, pero la verdad es que agradezco muchísimo que decidieras hacer este epílogo aun así. Se siente como un final con al de esperanza después de todo ese desastre y, no sé, te deja con un sabor de boca agridulce, pero algo dulce al fin y al cabo. No me imagino lo que tiene que haber sido para su familia pasar por esa situación, e incluso sabiéndolo, creo que nunca seré capaz de imaginar todo lo que habrá sido para Anna encontrarlo en esa situación también. Pero, al final y después de todo, está junto a su familia, está vivo y... ahora está feliz; quizás no sea perfecto, pero creo que está mejor, que está más feliz, lo siento en sus posts (o eso quiero creer), y eso es lo único que importa y quiero para él. Que sea feliz, que lo acabe siendo de verdad, y ahora si me disculpas, voy a ir a llorar todavía más, okay, bye.

    De tu forma de escribir no te digo nada porque ya sabes que lo adoro y nunca, nunca decepcionas <3 Igual este comentario is a mess, lo hice entre la una de la madrugada y las diez de la mañana so, well, a whole mess (? but of course, me gustó a pesar de sufrir con todo y, en fin, me alegra de al fin habértelo podido comentar porque me quedaba pendiente uwu
     
    Última edición: 4 Marzo 2024
    • Ganador Ganador x 2
Cargando...
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso