Niigata Niigata

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Septiembre 2021.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Yuzuki Minami
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    Las palabras de Takano me cayeron como una bofetada, fue el equivalente a que me hubiesen cruzado la cara de un golpe y la molestia que sentí en todo el cuerpo logró, tan siquiera, despertarme y con ello a lo que quedaba del fuego, aunque no fuese mucho. Una cosa era saberse inútil uno mismo, otra que los demás reconocieran esa inutilidad y nunca aceptaría eso fácilmente y mucho menos le daría la razón a Kato, ya no más.

    Estuve por girarme, soltar un mordisco así me arrepintiera luego, pero la enmascarada llamó mi atención y estuve a un movimiento de empujar a Takano detrás de mí, ni siquiera lo pensé, fue instintivo. La máscara cayó, ella la rompió y cuando recibí su mirada relajé el cuerpo sin siquiera darme cuenta, porque conocía esa mirada, la fuerza que había en ella y de ahí que cuando tomara mi mentón no reaccionara apartándome.

    Aquí están, reprimiendo todo.

    Si sienten tristeza, sáquenla; si sienten odio, libérenlo.

    Oboro Turusuke.

    —Kato no te alcanzó —solté sin pensar, mi voz salió como una exhalación—. No te alcanzó.

    El alivio que me corrió por el cuerpo fue indescriptible, ni siquiera me di cuenta del peso que cargaba en la espalda hasta ese momento, dado que sabía que perfectamente Kato quizás ya había cazado a esta mujer como si fuese un animal, sin siquiera preguntarle nada. Me daba lo mismo, era la madre de Takano, lo mínimo que merecía era el beneficio de la duda.

    Cuando se dirigió a Ukita me tensé de nuevo con anticipación, ni idea de por qué, aunque pronto me dio razones y tuve que pasar saliva. Debía insistir en que nadie que saliera de Kamakura era un maestro de las sutilezas, mucho menos esta mujer que como bien acababa de decir había acabado con un clan y, para qué mentir, no detendría el juicio que quisiera darle Ukita.

    Yo podría haber matado a Kato, ¿no?

    Ukita tenía derecho de acabar con la vida de Oboro, pero la pregunta era, ¿le convenía realmente?

    Solo reaccioné cuando lo vi alcanzar su katana, me interpuse frente a Oboro aunque era claro que no necesitaba protección de nadie y miré a Ukita, no fue una mirada pesada, todo lo contrario, más bien suavicé los gestos y respiré antes de decir nada.

    —No pienso detenerte —sentencié a pesar de saber que hablaba sobre la madre de Takano, que mi preocupación había sido que muriera en manos de Kato—, pero podría brindarnos respuestas antes de que cobres la sangre que te corresponde.

    Estas personas nos habían atacado, habían estado a punto de matarnos a Kohaku y a mí. Habían ido detrás de Kotono y Yoro... y podían seguir haciéndolo, la pregunta era cuándo.

    En Kamakura solo la ciudad podría protegerlos ahora, todos sus hijos estaban desperdigados.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    Abrí los ojos con estupor cuando Zeng dio su respuesta, una negativa. Pero no solo eso, anuncio su despedida para partir a China, se acercó a Yin del cual se despedía igual ¿Estaba dejándolo ir? Así era, conocía el deseo de su hermano de permanecer en Japón, había creado un lazo muy especial conmigo para que incluso el lo notará, baje un poco la mirada al ver a Yin sentir cierto pesar ahora que se separaba de su hermano mayor.

    No pude objetar tampoco por Ujihisa pues su deseo era acompañar a los Asakura, solo éramos Yin y yo...

    —Prometo cuidarlo muy bien—respondi con una reverencia mientras el mayor de los Tao se dirigía al exterior.

    Tome a Yin de la manga del kimono y dediqué una amable sonrisa, no era fácil despedirse de su hermano luego de tanto— El confía, en que tu futuro sea prometedor en nuestra tierra y eso para mí es razón suficiente para continuar mi lucha....para que tengas aquí un buen hogar.

    Luego nos dirigimos hasta Ayame, debíamos partir y contactar a los Fujibashi para idear una forma para ayudar en la guerra.
     
    Última edición: 18 Febrero 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Siempre había sido una persona solitaria, incluso cuando había vivido junto a mi familia y llevado una vida pacífica. Había algo en mi cuerpo, en mis emociones y pensamientos, que sencillamente... no sabía cómo compartir. Tampoco lo consideraba necesario ni encontraba el impulso. No sabía si era malo o bueno, si me pertenecía o me lo habían inculcado. Sólo era.

    Las palabras de Takeda fueron echándome más información encima, así fuera de manera indirecta. El viejo Obata, aquel supuesto pescador que me había guiado hacia los Minamoto, probablemente hubiera muerto en su afán por vengar a Hana. Obata había tomado la vida de Natsu. Natsu era un traidor, sí, y por razones que jamás sería capaz de preguntarle. Quizá... quizá encontrara respuestas si volvía a ver a Rengo.

    No sabía cuántas piedras se habían acumulado en mi espalda desde que decidí acompañar a Rengo a Kamakura, desde que hablé por primera vez con Ebisu y fui capaz de ver a los espíritus errantes que nos rodeaban, pero el flujo de información era tal que había comenzado a entumecerme. O al menos eso creí hasta que Mao apareció entre nosotros. La traición de Mao en Kamakura.

    Sólo tuve que unir cabos, de verdad.

    —¿Mao fue quien...? —Me había atropellado y el murmullo se extinguió en mi garganta.

    Apreté los labios, tragué saliva y bajé la mirada. Intentando, intentando e intentando no aplastarme bajo el peso de las piedras. No lo había dicho como tal, pero en cierta forma sentí que la niña tampoco seguía con vida y... Dioses.


    Perder amigos...
    ¿Cuántos iban ya?

    Perder un brazo duele menos.
    Rompe esa máscara y aprende a ver tu reflejo en el río.

    ¿Perder la máscara?

    Y si no rompes esa máscara... verás tu reflejo en Kato.

    La voz de Mara rebotó en mis oídos y todo mi gesto se comprimió bajo el montón de arcilla. No comprendía, había cientos de cosas que genuinamente no era capaz de comprender, y si las piedras me pesaban... no quería imaginar cómo debía ser para Takeda. Ni siquiera era mucho más grande que yo y ahí estaba, liderando una revolución. Estaba reclamando y cobrándose justicia por su clan en ascuas, y yo había decidido defender su bandera. Había sido mi primera decisión real. ¿Qué labor cumplía entonces la máscara?

    ¿Para qué rayos la llevaba puesta?

    ¿Para silenciarme a mí mismo?

    Una desazón incipiente comenzó a arremolinarse en mi pecho, me comprimió los músculos y se ciñó en torno a mi garganta. Pasé aire por la nariz, por la boca después, y sentí que iba a ahogarme. Que lo haría si seguía así. Porque Natsu estaba muerto, Kenzaburo también, porque Mao había liberado a Murai y eso le costó la vida. Porque Rengo se había entregado como señuelo, se había reducido a una mera herramienta y ahora su destino dependía enteramente del enemigo.

    Porque no sabía cómo alcanzarlo y, Dioses, necesitaba hacerlo.

    Pero los malditos Dioses me decían que lo dejara ir.

    Alcé los brazos, fue un movimiento tembloroso que se propagó por el resto de mi cuerpo, y me encorvé para alcanzar el nudo de la máscara. La cinta era suave y me rozó la piel de los dedos, se deslizó sin poner pegas y me di cuenta que yo, de toda la gente, yo mismo la había mantenido allí día tras día. Por vergüenza, primero, para honrar a mi familia después. Era mi propio yugo, mi propio juicio y obstáculo. Me había convencido de ser un alma solitaria y en el proceso me negué por completo.

    Me había reducido a una sombra llena de dolor y melancolía.

    Para cuando removí la máscara de mi rostro, ya tenía los ojos llenos de lágrimas. La observé largo y tendido hasta que mi vista se empañó, y parpadeé y los surcos me humedecieron las mejillas, los tatuajes rojos, a raudales. Trajo consigo la inevitabilidad de una tormenta, el escozor de heridas abiertas y el alivio de un nudo fuerte, muy fuerte, que tras demasiado tiempo tensado por fin se liberó en silencio.

    No la necesitaba.

    No era yo.

    —Todo este tiempo estuve equivocado —murmuré, la voz ahogada por el llanto; a pesar de todo, aún mantenía bastante compostura—. Todo este tiempo... lo único que hice fue poner excusas. Pero sólo estaba asustado. No quería dejar de ser lo que había sido toda mi vida, no quería aceptar... que jamás me permití ser yo mismo. Jamás. Ni cuando fui feliz, fui yo quien gozó de esa felicidad.

    No tenía nada.

    No sabía quién demonios era.

    —Lo siento, yo... —Sollocé y me encorvé un poco más, lo suficiente para hincar el codo en una de mis rodillas y taparme el rostro con una mano. Estaba avergonzado—. Es sólo que ha ocurrido mucho últimamente y... y estoy cansado.

    Tensé la mandíbula, el nudo en la garganta genuinamente me dolía y volví a sollozar para liberarlo. Fue sonoro, lastimero y me arrojó otra cuota de vergüenza encima. Pero el pudor ya no era capaz de ganar la pulseada.

    —Ebisu me ha dicho que lo deje morir —solté a tropel, en una mezcla de rabia y desesperación, e incluso la voz se me deformó—. Que deje a Rengo morir y... no puedo hacer eso. Me niego a hacerlo, en absoluto. —La tormenta había virado en convicción, tan firme como una torre entre el vendaval, aunque prontamente amainó—. Pero no sé... no tengo idea cómo rescatarlo. Y sé, Dioses, sé que la tuya es la decisión correcta.

    Pero me duele.

    —No vamos a dejarlo morir, ¿verdad? —Me descubrí el rostro, fue casi un movimiento seco, y clavé mi mirada ambarina en Takeda—. No vamos a librarlo a su suerte.

    Y sabía que también estaba siendo injusto con Takeda, que ya demasiadas piedras cargaba en su espalda, pero la tormenta me había sobrepasado y necesité... necesité, al menos, oír de su boca esas simples palabras. Que no abandonaríamos a Rengo.


    ooof super tocho perdón

    also paso a recordar los ojitos de Ko-chan porque quiero y porque puedo (??

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    Última edición: 17 Febrero 2022
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    Alisse Madness

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    ROKUJOU

    todo estaba pasando tan rápido que apenas pude procesar todo, aquella mujer misteriosa parecía ser de un grupo de asesinos que alguna vez llegue a escuchar en mis tiempos de asesino, siempre me advertían de ellos y ahora tenía a una mujer de ellos frente a mi, cuando reveló su rostro Ukita parecía asustado, su rostro de sorpresa me hizo acercarme a él y tomarle el hombro —Ukita..— pronuncie preocupado, pero prestaba atención a lo que ella decía.

    Por lo que entendía Ukita había matado a alguien relacionado a ella, pero estoy seguro que Ukita había tenido sus razones, y nunca lo cuestionaria, pero más que eso, parecía tenerle miedo?, Al ver que desenfundó su katana me aleje unos pasos.

    Pero para mí sorpresa, el hombre que estaba ahí también, quien al parecer respondía al nombre de Yuzuki, saltó frente a ella para defenderla en contra de Ukita, no dude ni un solo segundo en sacar mi arma y adelantarme a Ukita para protejerlo —No aceleremos las cosas, estoy seguro que podemos llegar a un acuerdo honorable— dije sin bajar la guardia, lo menos que quería era exponer a Ukita a un combate con nuestras recientes heridas que apenas podían sanar.


     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    No podía culpar las reacciones de ninguna de estas personas en realidad, mucho menos de Ukita, pero a pesar de ello no oculté la sorpresa que me provocó ver reaccionar a un hombre que no ubicaba de nada realmente. Es decir, que no era parte del clan como lo conocía luego de dejar Shizuoka y dividir caminos. El punto es que se adelantó a Ukita, arma en mano, para defenderlo si hacía falta.

    Era un hombre alto, me sacaba algo más de una cabeza de altura, e intuía que debía ser mayor que yo o eso parecía, y aún así su reacción me arrancó una risa baja, fue apagada pero no llevaba la intención de ofender a nadie, además con el rostro de agotamiento que debía tener no era una amenaza en ningún sentido. Estiré las manos vacías en su dirección, dado que me había interpuesto entre Ukita y Oboro sin siquiera desenfundar el colmillo; luego de Kamakura, de Kato y Rengo, lo cierto es que era bastante más prudente con ciertos movimientos.

    —Tú eres el que tiene el arma, no yo, estaría bien que siguieras tu propio consejo. Tengo heridas recientes, profundas para variar, si alguien quiere evitar un enfrentamiento la estás mirando —regresé las manos a mi espacio y seguí hablando, tranquila a pesar de las circunstancias. Alcancé a dedicarle la sombra de una sonrisa en un intento por alivianar el ambiente, lo repasé a él con la vista, luego a Ukita y regresé al desconocido—. Pero saltaste en defensa de Ukita, me agradas, aunque haya tenido la poca fortuna de conocerte empuñando un arma hacia mí.

    Confiaba genuinamente con que ninguno de los dos fuese a reaccionar en mi contra, no estando desarmada por lo menos, claro que no era una certeza. En su defecto, sabía que Takano estaba allí y si la cosa se ponía fea no iba a dejarme sola, por mucho que fuésemos un par de inútiles en ese momento.
     
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    Alisse Madness

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    ROKUJOU

    A pesar de mi inmensa desconfíanza a las mujeres ella tenía razón, mire de reojo a Ukita y le hice una seña que solo el comprendería, suspiré y baje mi arma enfundandola nuevamente —Me disculpo, sobresalté por un momento— me acerque a ella e hice una leve inclinación— Mi nombre es Rokujou, reciente aliado de Ukita— me presenté debidamente sin bajar la guardia claro está.

    —No estoy enterado de todos los posibles enemigos de Ukita pero siempre estoy dispuesto a pelear por él, aunque al decir verdad nos encontramos en la misma situación de pelea, nuestras heridas recién sanan y me gustaría que olvidemos esta breve presentación con espadas y empecemos de nuevo...más tranquilos todos— dije esto último mirando a Ukita con la mirada atenta , haciéndole saber que no iba a dejar que le. Hicieran daño si fuese necesario.

    volví la mirada hacia la mujer con razgos tan peculiares e intenté responderle la sonrisa —Al final todos estamos del mismo bando, o me equivoco?—
     
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    Amelie

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    [Takeda; Takano; Ukita; Hashimoto; Hayato; Tsubaki; Clan Asakura; Ayame; Shinrin; Clan Tao; Clan Fujiwara; Ginko; Rokujou; Riku; Misato; Kohaku; Yuzuki]

    Yin observó a Zeng hasta perderlo de vista; su pecho se sentía comprimido, jamás había estado sin su hermano; pero Zeng lo conocía bien, sabía que si le daba a Yin a elegir, terminaría sintiéndose culpable, sabía que de esa manera, lo liberaba; le quitaba un peso de sus hombros.

    Yin sintió el agarre en su manga, al mirar la sonrisa de Misato sonrió como reflejo, sin siquiera pensarlo; estaba allí a su lado, ese era su futuro —Mi lugar está aquí; en este momento, a tu lado —mencionó siguiéndola sin vacilar; reuniéndose con Ayame quien los observaba con un dejo de tristeza en su mirar.




    Ukita observó a Oboro; su mirada parecía perdida hasta escuchar las palabras de Yuzuki; Takano no mencionó nada al respecto, pensaban igual, a pesar de que Oboro representara algo para él. Takano conocía la historia de Ukita, entendería su accionar.

    Rokujou se colocó frente a Ukita, hizo que este reaccionara dándose cuenta que Rokujou había reaccionado por su mano en la katana; era su compañero, y lo leía perfectamente. Rokujou parecía reaccionar como lo que Ukita haría si su prudencia no lo mantuviera al margen.

    Pero antes de que alguien más interviniera; las palabras de Yuzuki suavizaron asperezas; evitando al menos que entre los presentes se desatara el caos.

    Ukita tomó el hombro de Rokujou —Somos el mismo bando —recalcó Ukita.

    Oboro levantó la mirada hacia Ukita —Tal vez debí hablar de mis crímenes fuera de este sitio; aun así, lo veía necesario. No puedo estar en la misma habitación mintiéndole a los hijos del Norte. Estoy dispuesta a asumir mi castigo, no huiré.

    —Yo hablo por la gente del Norte— mencionó Ukita —Pero no hablo por la familia Nishimura; hay un hombre en Kamakura, él es quién debe decidir tu juicio; hasta el día que vuelva a cruzar caminos con él, mantente a nuestro lado; pelea por nuestra causa —Su mirada se tornó severa — Pero no confundas mi prudencia con perdón; tus acciones deben tener consecuencias.

    Oboro se levantó y afirmó — Los Asakura dijeron lo mismo; que eran los emishi quienes debían decidir mi destino; y ahora tú me envías con otro ejecutor —miró hacia Yuzuki —Y tú insinúas que Kato no me ha alcanzado — negó —Ni lo hará; no es de él el derecho de matarme. Y si lo intenta; me darán muchas ganas poder saludarlo —dijo golpeando a puño cerrado la palma de su mano contraria —Eh, Takano. Si eso pasa, presta atención; te vendría bien ver como le rompen la cara a tu padre.

    Shinrin se acercó a ellos y miró a Oboro; quería preguntar por su madre; pero no se atrevió.




    Mientras tanto, los Fujiwara parecían haber solucionado sus problemas; a pesar de ello, Kirara se notaba insegura; no quería que Shinko pasara más peligros; pero también entendía su resolución y no lo frenaría.

    Los Asakura también se veían listos para partir; sólo estaban esperando a que Takeda estuviera listo.


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    Dojo
    [Takeda y Kohaku]


    Takeda observó cuando Kohaku se desprendió de la máscara; y allí, tuvo que afrontrar una mirada llena de lágrimas; una mirada que le destruyó el alma... y en ese momento, sintió lo mismo que al ver a Hayato en Fujimi; vio en Kohaku su propio reflejo; pero esta vez era más fuerte, tal vez porque algo de Obata se había permeado en él; tal vez porque la voz de Hiro se sentía más cerca que nunca.


    Kohaku se estaba mostrando ante él como era, sin la máscara.

    "Lo siento, yo... Es sólo que ha ocurrido mucho últimamente y... y estoy cansado"

    En ese instante; sus reacciones se sincronizaron; pues ambos tensaron la mandíbula. Takeda no podía caer ante Kohaku; esta vez no era por debilidad, sino todo lo contrario. Y cuando iba a hablar, las palabras de Kohaku ganaron el sonido; golpeándolo con cada palabra.


    —Le entregué mi mala a Rengo cómo un símbolo —mencionó sus últimas palabras que había compartido con el más pequeño de los Harima — Me preguntó cómo es que alguien podía dar algo a una persona que desconocía — nunca alejó su mirada de Kohaku, en ella podía ver la tristeza, aun sin que las lágrimas brotaran —le dije que encontraría la respuesta y que cuando lo hiciese, no estaría solo... —respiró profundamente —Ese mala me lo dio Chikusa; un regalo que para mi significa demasiado—sonrió, era esa alegría entremezclada con melancolía, un recuerdo tanto bello como amargo — Porque la respuesta es muy sencilla, Kohaku. Uno puede soportar el dolor; pero no puede soportar ver el dolor en alguien más... — Takeda apretó su puño con fuerza —Yo le di ese regalo porque sé lo que es sentirse solo; pero al tener algo de alguien mas, aunque no esté allí; te hace recordarlo, te hace sentir acompañado; eso es el valor de un regalo, un constante recuerdo de que no estás solo.

    Takeda comprendía a Kohaku, su dolor lo sentía a carne propia, entendía perfectamente la impotencia que este sentía; no sólo por la situación con Rengo, sino también con Hideyoshi; y las lágrimas de Kohaku pesaban mucho; pero las miraba, era su deber.

    —No puedo prometerte algo que no sé que pueda lograr; así como tampoco es justo que te culpes por no poder hacer nada ahora que no está con nosotros —mencionó melancólico —Ante nuestras limitantes, lo que podemos hacer es creer en él, confiar en que recuperará lo que ha perdido. Que entenderá por qué un pincel no es más fuerte que un sable. Sabrá definir que los pinceles no sirven para la guerra ni los sables para escribir poesía; pues su mano será más poderosa al saber cuando tomar el pincel o el sable.

    Él ya había tomado esa decisión, tan dura como lo fue, sosteniendo la mirada ante los presentes; y debía reafirmarla allí, con Kohaku. Pero sólo podía hacerlo a su manera. Porque bien dicen que decir la verdad sin empatía, es simple crueldad.

    Takeda dejó ir el aire que había estado conteniendo; una manera que su cuerpo tuvo para delatar la preocupación que sentía. Se acercó lentamente a Kohaku y colocó su mano con cuidado en la cabeza de Kohaku —Lo sé —su voz parecía querer quebrarse — Este sentimiento es difícil ¿No es así — se escuchó como tragó saliva; pues le estaba siendo difícil hablar; no podía más, sus ojos también se nublaron —Sé lo que es tener una piedra en el corazón, y hay días que es tan pesada que no te permite dar ni un sólo paso. Pero tú no tienes que estar solo para ello; siempre puedes venir a mi, puedo ayudar con el peso. Yo entiendo... —levantó la mirada. No porque sintiera vergüenza de que Kohaku lo viera llorar; lo hizo porque pensó en aquellos a los que no podía salvar.

     
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    Poco sabía yo que este hombre desconfiaba de las mujeres en general, pero debía agradecer que como pocas veces en la vida no me había lanzado a desenfundar la katana al instante, así tan siquiera podía refugiarme en mi falta de agresión. Negué suavemente con la cabeza al verlo inclinarse, para restarle importancia a toda la situación.

    Con todo, pude relajar un poco más la postura cuando se presentó y lo escuché, pues porque convenía tener a las personas ubicadas. Al parecer tampoco estaban muy enteros, así que en resumidas cuentas a nadie le venía bien iniciar un enfrentamiento sin necesidad, cuando nuestros enemigos reales estaban en otra parte. Ukita ordenó sus ideas, su voz me alcanzó y afirmé con un movimiento de cabeza a lo que acababa de decir, que éramos el mismo bando.

    —Realmente ya estamos acostumbrados a que nadie aquí conozca la palabra sutileza —añadí a lo dicho por Oboro.

    Ukita le dijo que debía esperar por su ejecutor en resumidas cuentas, un poco lo mismo que había hecho yo sin querer al decir que Kato no la había alcanzado y suspiré cuando ella misma lo señaló. No tenía cabeza para disculparme, tampoco creía que esta mujer, con la misma mirada que Takano, necesitara disculpa alguna e igual el resto de sus palabras me aflojaron una risa sin gracia.

    —Convendría que todos prestáramos atención, más de uno debe estar genuinamente interesado en que alguien le dé una paliza a Kato —dije sin tacto alguno, porque lo dicho, aquí ninguno lo poseía.

    Me llevé la mano al rostro, me enjuagué los ojos con evidente cansancio y regresé la atención a Rokujou, ahora que las cosas ya se habían enderezado.

    —Yo soy Yuzuki Minami, mi familia servía a los Minamoto. —Me presenté por fin, junto a una inclinación—. En algún otro momento con más calma podemos olvidar la presentación con espadas con un té.

    Había notado a Shinrin acercarse a nosotros, supuse que por la presencia de Oboro, pero realmente no sabía qué quería hacer en ese momento con tanta gente presente.
     
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    Atendí a las palabras de Takeda, una a una, y junto a ellas algunas preguntas se formularon en mi mente. Nuestra llegada a Nara había venido aparejada de desgracia, había asistido al funeral de una persona que siquiera había conocido pero que... ¿Cuánto había significado para Takeda? ¿Quién había sido Chikusa en su vida? Eran cosas que no sabía y que nunca había tenido la decencia de preguntar. Siempre escudándome tras el pretexto del alma solitaria.

    Pero no quería seguir siendo esa persona.

    El mala. El mala era como mi máscara, ¿verdad? Al menos en parte. Portarla me había ayudado a llevar a mi familia conmigo, bautizar a la pequeña ardilla con el nombre de mi hermana cumplió el mismo propósito. Seguía atado al pasado, lo sabía perfectamente, lo que no tenía idea era cómo deshacer ese nudo. ¿Era posible, siquiera?

    Al menos, la idea de que Rengo aún portara aquel mala me trajo algo de consuelo.

    Takeda tenía razón. Debíamos aprender a comprender y discernir. Ahogarnos en nuestras emociones no poseía sentido alguno, en especial cuando había tanto por hacer. Rengo... aún creía que había tomado malas decisiones, pero eso no significaba que no fuera capaz en el futuro y era lo que quería hacerles entender, a él y a Mara. No era que no confiara en él, solo creía que aún tenía mucho que aprender. Como todos, vaya.

    Había sido capaz de mantener la tormenta a raya en lo que Takeda hablaba, pero su mano en mi cabeza se asemejó a tocar cristal dañado y volví a sentir el nudo en la garganta. Su voz, para colmo, su voz parecía trazar una línea demasiado fina y me limité a asentir como un niño. No era el único, lo sabía. A todos nos pesaba mucho pero... para eso permanecíamos juntos, ¿verdad?

    —Eres nuestro líder —murmuré, secándome los ojos con la manga del abrigo para volver a mirarlo—, y también eres nuestro compañero. Lo sabes, ¿cierto? Tú tampoco estás solo, y así te hayas comprometido a cargar con nuestro bagaje... tu peso no es el tuyo. Es de todos nosotros.

    Llevé una mano a su hombro, le di un apretón suave y de alguna forma me las arreglé para sonreírle.

    —Está aquí. —Regresé la mano a mi propio hombro—. Y también está aquí.

    Dejé caer el brazo, volvió a mi regazo y bajé la vista a la máscara. Repasé su contorno con el dorso del dedo, la textura áspera de la arcilla ya vieja, y volví a sonreír con un cariño y una nostalgia inmensas.

    —Y yo ya no necesito esto. Puedo llevarlos en mi corazón, como siempre he hecho, así haya días donde se sientan como piedras. —Alcé la vista y la fijé en los ojos de Takeda—. Porque ya no estoy solo y sé que no van a hundirme. Puedo liberarme de ese miedo, me gustaría ayudarte también a liberarte de los tuyos. —Suspendí la máscara entre nosotros y comencé a deslizar las cintas por mis dedos—. Así sea poco a poco, como granos de arena...

    Hasta que finalmente cayeron. Dejé la máscara a un lado, junté las manos sobre el tatami y me incliné frente a Takeda.

    —Estaré allí, como servidor, como aliado y también como amigo.
     
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    Amelie

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    Oboro sacudió su ropa; mientras escuchaba el comentario sobre Kato de boca de Yuzuki, sonrió — Le hace falta, a veces las cosas sólo pueden enderezarse de esa manera — dijo apretando los puños y golpeando levemente al hombro de Takano.

    Ukita mantuvo su mirada fija a Oboro, ella lo notó; hizo una leve reverencia y procedió a retirarse. Mientras que Shinrin la seguía discretamente. Mientras tanto, Yuzuki se presentaba formalmente con Rokujou, a su vez, Ukita le pedía a Takano que se acercara para hablar más en privado; Takano accedió.



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    Dojo dentro de la casa Asakura
    [Takeda y Kohaku]




    " ...tu peso no es el tuyo. Es de todos nosotros"

    Takeda sonrió soltando a Kohaku, él lo sabía; aun así no era lo que él quería, no quería compartir el peso de sus decisiones en ellos, fue por ello que tomó la decisión con Rengo y Hideyoshi; porque nadie puede sobreponer la vida de alguien sobre la de otra persona, y aquel que lo hacía, debía soportar esa carga, porque la sangre que corriera por esa decisión sólo recaería en aquel que habló. Ese era el peso de un líder.

    Ambos sonreían el uno al otro con sonrisas rotas.

    "Y yo ya no necesito esto..."

    Kohaku había dejado a un lado la máscara y ahora estaba ante él en una reverencia sincera.

    "Estaré allí, como servidor, como aliado y también como amigo"

    Kohaku no lo vio; pero Takeda cerró los ojos, apretando su expresión para contener el llanto; no por querer ocultar su sentir, simplemente fue un reflejo, y no quería que su voz mermara. Porque en todo este tiempo jamás se había sentido como un verdadero líder; hasta que perdió absolutamente todo. Tuvo que caer en lo más bajo para poder levantarse y ver con nuevos ojos. Tuvo que ser traicionado para entender el verdadero valor de la justicia; restaurar el clan para entender el verdadero valor del respeto; confiar en sus amigos para comprender el verdadero valor y fuerza que tiene la amistad. El camino era empinado y pedregoso; pero no lo estaba recorriendo solo.

    —Si es cómo amigo te pido que veamos siempre a la misma altura; tus palabras siempre serán escuchadas si caminas junto a mi, que tus consejos me permitan despejar la niebla cuando mi visión se obscurezca. Así como lo hizo Kenzaburo, cómo lo hacen Takano y Yuzuki. Siempre tendré tiempo para escucharte. Gracias, Kohaku. Gracias por mostrarme quién eres, por entregarme tu confianza como yo te entrego la mía. Recompensaré tu lealtad y la valentía que estás mostrando en este momento. Y bienvenido... —esto último no lo decía como una bienvenida al clan; aquello fue algo que ya estaba establecido, era otra clase de bienvenida, a un mundo con visión renovada, un nuevo comienzo... — ... ahora podrás reír y llorar con nosotros bajo el mismo cielo.

     
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    Podía comprender la renuencia de Takeda desde el lugar que, así nunca llegué a ocupar, toda la vida se había esperado de mí. Para el cual había sido criado y formado. La máscara había servido a conservar la pureza, a mantener viva la bendición que los dioses habían regado sobre nuestra tierra. La máscara, en pocas palabras, había levantado la muralla que siempre me separó del mundo; y esos eran hábitos que no se deshacían de la noche a la mañana. Podía acariciar a Takeda con palabras dulces pero, en definitiva, ¿no compartía yo su filosofía? ¿No callaba y cargaba todo solo, en silencio? Sobre los fantasmas de mi pasado, sobre mis decisiones y la información que los dioses me habían confiado.

    Me pregunté, entonces, qué clase de máscara había sido puesta sobre nuestro líder.

    Y cómo podríamos ser capaces de removerla.

    Su voz comenzó a llenar el silencio de la sala cuando aún seguía inclinado, y lentamente me erguí. Las corrientes de aire podían verse volátiles e ingobernables, podían dar la impresión de no obedecer a ningún tercero; pero las poseía. Las poseía y, como tal, estaba en mis manos la responsabilidad de redireccionarlas.

    Que tus consejos me permitan despejar la niebla cuando mi visión se obscurezca.

    Eso lo haría.

    Su última frase me aflojó algo en el pecho, en el cuerpo entero, sin embargo mantuve la compostura, respiré hondo por la nariz y asentí. Una sonrisa genuina decoraba mi rostro.

    —Gracias. —Llevé una mano a mi pecho, justo encima de mi corazón, e incliné la cabeza en profunda señal de respeto—. En serio, gracias.

    Observé el tatami, el silencio repiqueteó contra mis oídos y me decidí a agregar una última cosa, eso que había permanecido en mi mente desde que Takeda lo mencionó. Volví a buscar sus ojos.

    —Si algún día te apetece, seré el oído que escuche tus historias. Sobre Chikusa, o cualquier persona que sobreviva en tu corazón. Puedes asumir esa libertad.


    Y así, quizá, yo también fuera capaz de echar un vistazo hacia el pasado sin hundirme en el proceso.
     
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  12.  
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    [Takeda y Kohaku]



    Takeda asintió a pesar de que Kohaku no lo estuviera viendo directamente —Espero tengamos esa oportunidad, con la tranquilidad que todos merecemos. Libres...

    De esa manera; Kohaku y Takeda terminaron aquella plática, saliendo de la habitación renovados, como si recién se hubiesen lavado la cara, era un buen sentimiento; a pesar de la melancolía detrás de ellos.

    Afuera esperaba el resto, listos para movilizarse hacia Nagano, y ver si sus suposiciones habían sido las correctas.

    Gigi Blanche te etiquetaré con el resto :3








    El rol de Kohaku y Rokujou continúa en Shimotsuke
    El rol de Yuzuki continúa en Nagano
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