Aichi Nagoya

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 6 Septiembre 2020.

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    Amelie

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    [Yuzuki; Ukita; Takeda]

    El guerrero miró a Yuzuki; su cicatriz que lo obligaba a dejar cerrado un ojo era inquietante, al parecer había decidido suturar el párpado para no mostrar una cuenca vacía; Yuzuki lo notaba, no había una orbe debajo de esa carne. La sutura era limpia, a diferencia de la cicatriz que la ocultaba; seguramente esa decisión estética había sido del mismo guerrero que tenía enfrente.

    —Las amenazas de los hábiles bushi, dependientes de un filo —sonrió — Los golpes a puño limpio son la última defensa, esa es una verdadera pelea. Si desarmo a cualquiera de los presentes... —se le escapó una descarada risotada —... y eso es seguro que sucedería si decides atacarme...— aclaró señalándola con su dedo índice, no de manera amenazadora; para este hombre toda esa situación parecía un simple juego —... sólo quedarán sus puños —negó aun con su sonrisa burlona — ¿Qué va a hacer un manco y una mujer contra mi? — después miró a Ukita — Tú tampoco te ves demasiado fuerte... creo que puedo contra los tres sin que lleguen los refuerzos.

    Volvió a mirar a Yuzuki — Aunque tú... Yuzuki Minami. —Sabía quién era, entonces en verdad ya nadie era anónimo al enemigo—tal vez tú serías la más entretenida para romper —negó — Oh no... el más interesante sería el tal Takano ¿Cierto? —afirmó — Romper sus huesos será tan satisfactorio. Qué dices, ¿Quieres ver cuándo lo haga?

    —Si voy a Kioto contigo... —
    inició Takeda

    —No, Takeda. Esto de ser un negocio hace tiempo. Te estoy obligando a hacerlo, no te estoy poniendo ninguna opción. Y si intentas cambiar mi perspectiva sólo me pondrás más molesto, y cada vez que eso pase, uno menos de tus amiguitos ¿Estás entendiendo? —la voz de aquel hombre seguía siendo burlona mientras veía cómo Takeda lo miraba con fuerza — ¿ENTIENDES? —gritó hacia Takeda.

    Takeda afirmó.

    Aquel hombre miró a Yuzuki —Ustedes pueden retirarse; pueden intentar ir al sótano de este cuartel dónde están sus dos amigos e intentar hacer algo.

    Los estaba retando.

    —O pueden salir de aquí, irse con sus compañeros de la segunda muralla y ver cómo me llevo a su líder frente a ustedes.

    No eran opciones, aquello era una seguridad de alguien que creía tener todo bajo control.

    —Las camelias saben como actuar en situaciones como ésta —dijo Takeda hacia Yuzuki, tal vez haciendo referencia a la familia Minami —No vayan al sótano. El invierno ha llegado; no hay nada más que hacer por ellos, salgan de aquí —Takeda cerró los ojos.

    ¿Takeda insistía en que no debían hacer nada por Takano y Hashimoto?

    Aquel hombre comenzó a reírse — ¿Qué deciden? ¿Los escoltamos a la segunda muralla, o van al sótano?
     
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    Entre la prepotencia que el imbécil frente a nosotros manejaba y la situación general ya tenía suficiente, pero el saberse en ventaja le daba a los soldados unos aires de grandeza bastante insoportables. Si tenía una mueca de asco en el rostro lo cierto era que ni siquiera me estaba dignando a moderarla en lo más mínimo. Recibí la mirada del guerrero entrenado en ser un dolor en el trasero y no reaccioné más allá de mi primera amenaza, ni siquiera cuando básicamente me escupió encima que no nos creía capaces de hacer nada porque Takeda había quedado reducido a la mitad de su fuerza y yo por... por ser una mujer.

    Le faltaba originalidad, pero cumplía su propósito de enfurecerme.

    Me llamó por mi nombre, clan incluido, y descansé la mirada en él con una indiferencia motivada por la absoluta ira. ¿Romperme? Estuve por abrir la boca para soltar el ladrido de turno, pero el desgraciado mencionó a Takano y comprimí los gestos en un revoltijo de disgusto y hartazgo. Tampoco respondí, no quise y punto; eso le dio tiempo a Takeda para hablar.

    Cuando el idiota en cuestión le gritó a Takeda tuve que tomar muchísimo aire, fue una inhalación prolongada, una con la que busqué la paciencia que claramente no poseía y cuando regresó la vista a mí le sostuve la mirada. Que podíamos irnos para volver con los que habíamos dejado en la segunda muralla o ir al sótano para intentar hacer algo.

    ¿Nos estaba retando a qué precisamente? ¿A morir?

    No habían opciones en sus palabras, eran meros escenarios ya creados donde tenían el control total de la situación y nosotros solo éramos objetos que se movían de un espacio a otro. La única pieza de real importancia era Takeda, nosotros éramos como una basura en el ojo y creía que podía apartarnos con un poco de agua. Nos había metido a la fosa y creía que no saldríamos de allí, ni vivos ni muertos.

    Las camelias saben cómo actuar en situaciones como ésta.

    El invierno ha llegado; no hay nada más que hacer por ellos, salgan de aquí.

    En otro contexto podría haberme sentado a escuchar a Takeda, sus delirios de calma y análisis de las situaciones, pero ahora mismo no era el momento para eso. Era mi Señor, estaba diciéndome que no actuara, que dejara a su mano derecha y a un aliado en la fosa y que me fuera por donde había venido, que nos fuéramos. La risa del guerrero no ayudó en nada y me mantuve en mi posición, lidiando con el fastidio y las opciones ilusorias y aunque traté de encontrar un sentido a lo que dijo no estaba en la capacidad de filtrar nada con la precisión necesaria.

    ¿Este realmente iba a dejar que nos fuéramos al volver a la segunda muralla? ¿Así nada más? Lo dudaba mucho.

    —¿La inofensiva mujer y su acompañante necesitan ser escoltados? Vaya —dije entonces mirándolo directamente—. Al sótano con los criminales, para variar.
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Ukita; Takeda]

    El guerrero afirmó con genuina sorpresa —Entonces es más importante la escoria que tengo a mis pies que aquellos en la segunda muralla; esa es tu elección entonces.

    —La suya — respondió Ukita —Yo decido ir a la segunda muralla.

    El guerrero lo miró —Son demasiado exigentes los Minamoto; pero está bien, lo he prometido —dijo dando tres golpes al piso que retumbaron el tatami; al instante volvió el hombre que los trajo hasta el cuartel.

    —Mi señor — dijo el guardia hacia el guerrero.

    —Lleva al señor Ukita a la segunda muralla con sus amigos; después vuelve por la General Minami para escoltarla al sótano; y dile a Ietomo que los elimine —miró hacia Ukita mientras era escoltado —Todos los Minamoto están invitados a la ceremonia en Kioto — dijo antes de perder a Ukita de vista. Demostrando que no le importaba quien se fuera, lo importante era difundir el mensaje de que Takeda iría a Kioto.

    —Y tú, vendrás conmigo. Porque perdimos a tu sustituto; esa es la desventaja de creer en los Harima. Tu padre también lo entendió tarde — se burló.

    —Mientras esperamos el regreso de Rintaro... ¿Quieren tomar té? ¿Un poco de agua? También tengo sake.

     
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    Yuzuki Minami
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    Desde antes de dar el primer paso dentro de la muralla ya había pensado por qué había traído a Ukita conmigo en vez de a cualquier otro, era un asunto de confianza, sí, de fuerza también pero sobre todo era un contrapeso. Era lo único que había pensado con la frialdad necesaria cuando todavía conservaba algo de su integridad o era eso lo que me quería pensar.

    Ukita no iba a decirme que me callara, no me diría que se suponía que le hiciera caso a Takeda ni que dejara a Takano y Hashimoto allí dentro, no me haría ir con él dejando a mi Señor atrás. Puede que confiara demasiado en la pieza que había traído conmigo, pero cuando señaló que la decisión era mía y él elegía volver a la segunda muralla supe que había hecho bien, tan bien como me lo permitían las circunstancias y mi propio carácter.

    Mantuve la vista al frente, noté los golpes en el tatami que convocaron al hombre que nos trajo hasta aquí y respiré de nuevo, buscando regular mi propio cuerpo, también la angustia que me corría bajo la piel. No hacía falta que fuese específica, que se notara el efecto de la fosa que se alzaba a nuestro alrededor ni la duda que muy seguramente comenzaría a sentir en algún momento. Este hombre sabía mi nombre, sabía el de los demás y debía tener cada dato sobre nosotros, los que entramos y los que se habían quedado afuera.

    —Cuídalos —dije con firmeza para Ukita antes de que se lo llevaran, ni siquiera lo miré.

    El guerrero pidió que se lo llevaran, después que volviera para escoltarme y se refirió a mí como General, no era un secreto especialmente guardado ni nada, pero seguía haciendo de recordatorio de la cantidad de información que poseía. Ukita, por su parte, fue sacado con labores de mensajería y con eso se notó que el que saliera importaba bien poco, lo suyo era dar el mensaje.

    Mientras tanto a mí me llevarían y se desharían de nosotros como si fuéramos una plaga, nos dejarían aquí en la maldita fosa y ya, como si nada, aunque para eso deberían intentarlo antes. Lancé los hombros un poco más hacia atrás, obligándome a aflojar algo de tensión pero enderezando mejor la espalda al mismo tiempo y cuando la palabra sustituto salió de la boca del hombre, declarando que lo habían perdido, tuve que condensar todos mis esfuerzos en no desvanecerme allí mismo.

    —No me hará falta en vista de mi situación actual —atajé sin permitirme flaquear un instante—. Además, luego de tanto parlotear desde que nos metimos aquí el que debe tener la boca seca eres tú.

    Parpadeé, no alteré la postura, tampoco cedí al peso de lo que estaba sucediendo, no en su totalidad, y reparé en el rostro del hombre. No era que tuviese mucho más que mirar tampoco, pero la cantidad de ojos perdidos que comenzaba a notar era preocupante por demás.

    —¿Te diviertes? —pregunté suavizando el tono. La respuesta pecaba de obvia con su actitud pero algo debía poder sacar de aquí, así fuese saber hasta dónde llegaba su confianza—. Con lo bien que pareces conocernos, quiero decir, y con esta... proeza estratégica.

    somos yuzu y yo contra el mundo, me marqué un rapu sin querer
     
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    [Yuzuki; Ukita; Takeda]

    Aquel hombre sonrió ante las palabras de Yuzuki; pero no la miró, algo en él delataba que aquello no le había sentado bien a pesar de que quisiera aparentar lo contrario — Me divierte usar a las personas, si —admitió —Pero hay algo que me divierte aun más...

    Este cerró su puño y golpeó directamente al estómago de Takeda, fue extremadamente rápido; Takeda no pudo reaccionar para intentar detenerlo, tampoco Yuzuki pudo preverlo. Con aquella acción lo dejó claro: no podían adelantarse a sus movimientos, y consideraba a Takeda cómo lo que podría limitar las acciones de Yuzuki, con dañarlo podía amenazarla para comportarse.

    Takeda se inclinó por el dolor infringido y su atacante comenzó a reír al ver cómo su fuerza había doblado al pilar que consideraba más importante en las guerras actuales. El hombre miró a Yuzuki, volviendo a recobrar su confianza absoluta —Me divierte causar dolor.

    Takeda volvió a erguirse y también miró a Yuzuki. Se notaba el dolor en su mirada; pero también había tranquilidad, sus ojos no mostraban la desesperación o tristeza que Yuzuki ya conocía bien; era de las pocas que podían entender los sentimientos de Takeda.

    —Mi nombre es Saizo Honda — el hombre ahora ya tenía un nombre; uno que resonó en Yuzuki; lo escuchó de Kintaro en Toyama. El hombre responsable de la muerte de la familia Kimura — Me has hecho cambiar de parecer con tu insolencia; seré yo el responsable de eliminarte a ti y al resto que están en las mazmorras — después miró a Takeda — Y haré que tú estés presente en ello —dijo para después acercarse a la puerta corrediza y dar dos golpes en ella. Casi al instante, la puerta se deslizó y un hombre comenzó a conversar con Saizo.

    —El bambú que se curva es más fuerte que el roble que resiste — dijo Takeda con una voz muy baja hacia Yuzuki; repitiendo una de las frases que ya había dicho antes a otros oídos, a unos que ya no estaban más con ellos —Démosles la sensación de que pudieron rompernos, confía en mi —sonrió con tranquilidad unos breves instantes para después difuminar su sonrisa y convirtiéndola en agonía. Takeda notó cómo aquel hombre volvía a entrar a la habitación con cuerda en las manos, mostró preocupación.

    El bambú era fuerte, podía doblegarse al viento; pero jamás romperse.

    Saizo ató a Yuzuki; no podía defenderse, había demasiados refuerzos afuera como para arriesgarse. Procedió a hacer lo mismo con Takeda.

    Avanzaron hacia el pasillo dónde varios escoltas se fueron uniendo en el camino; desarmando a ambos en el proceso. Siguieron a Saizo hacia las mazmorras y para sorpresa de los presentes, aquel lugar estaba completamente vacío.

    Saizo hizo una señal y todos los guardias comenzaron a buscar algo; pero no encontraron nada. Sólo había sangre seca.

    —¿Dónde está Iemoto? — reclamó Saizo —¿Se ha adelantado a mis órdenes?

    Los guardias se miraron uno al otro, no sabían que contestar, no había rastro alguno.

    Saizo miró a Takeda, quién no dejaba de mirar a todos lados, intentando encontrar a los suyos.

    —Los... —dijo Takeda dejándose caer de rodillas — ¿Dónde dejaron sus cuerpos? — dijo mirando la sangre seca.

    —Se los han llevado los eta seguramente — dijo Saizo con satisfacción —Sus cuerpos acabarán en cualquier zanja. Llora por ellos, es lo único que te queda —después miró a sus hombres — Infórmenle a Iemoto que ha hecho un excelente trabajo; pero tendrá consecuencias el haberse adelantado sin que yo diera la última palabra — después miró a Yuzuki, mientras que Takeda comenzaba a llorar. Saizo sonrió.









    El rol de Togashi proviene de armero errante







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    Nagoya
    [Togashi; Kojiro; Yoshitame]


    Habían llegado a Nagoya; pero había una larga fila para ingresar a la ciudad, algo muy diferente a lo que Togashi ya había experimentado en aquella ciudad. Tal vez; podía intentar avanzar más rápidamente si le decía a los guardias que venía a ver a Yamamoto.


    Bruno TDF Por movimiento deberías haber llegado antes, pero por acomodo de historia te haré llegar un día después ya para que estés en el mismo día que Yuzuki.

    Acciones:
    1. Esperar a que la fila avance con normalidad
    2. Ir con los guardias a avisarles que tiene una "cita" con Yamamoto
    3. Hacer algo más.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
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    Para haber regañado tanto a Kenzaburo y Kobayashi en su momento, lo cierto era que yo también podía ser bastante imprudente y no me molestaba en negarlo. Me movía por rencor, por resentimiento o por lealtad y amor, sin puntos intermedios. El resultado fue que el comentario no le cayó demasiado bien a nuestro querido anfitrión, al menos eso intuí a pesar de su sonrisa y recordé que había sabido crisparle los nervios también al impostor. Contuve el impulso de sonreír, aunque después de todo el hombre tampoco me dio tiempo y atacó a Takeda, el golpe que le dejó ir fue extremadamente rápido, supe de inmediato que no podría superarlo en velocidad, incluso sin el peso del metal en las manos.

    Este hombre lo sabía, ya lo había dejado claro en su primera amenaza. Que la única manera de romperme era rompiendo a quienes me rodeaban.

    Compórtate, decía.

    Porque el único que pagará por tus acciones será tu Señor.

    No me atreví a abrir la boca, el infeliz me había atado como a un perro y me había golpeado con la precisión justa para que no replicara, se había asegurado de domarme al atacarlo a él en vez de a mí. Aún así aunque quise frenar mi propia reacción me precipité en dirección a Takeda y pretendí rodearlo con los brazos, lo que detuvo la intención a la mitad fue su mirada. Había dolor, sí, pero no reconocí en sus ojos la tristeza o la desesperación que conocía, estaba tranquilo y yo seguía sin entender cómo era posible. A pesar de todo notarlo hizo que mis movimientos perdieran algo de velocidad, pero de todas formas estiré las manos en su dirección, lentamente, y encontré su espalda.

    El nombre que me brindó el guerrero por fin resonó, hizo eco y me hizo pasar saliva, lo había escuchado de Kintaro, sabía lo problemático que era en estas circunstancias. Mantuve el punto de contacto con el cuerpo de Takeda, fue la única tierra firme que encontré y no miré a Honda cuando dijo que por mi insolencia acabaría con nosotros frente a él.

    La interrupción que distrajo a Honda le dio tiempo para decirme algo, entendí el significado, pero solo cuando lo dijo sin tantas vueltas fue que deshice el esfuerzo colosal que había usado para mantenerme de una pieza aquí. Takano estaba encerrado, Takeda herido, Hayato estaba solo... y Rengo, no tenía idea de cómo tomar las palabras de Honda sobre el sustituto. Las palabras de Takeda fueron el permiso, el fuego que consumió la cuerda que yo misma me había enrollado alrededor del cuerpo.

    Cuando Honda se acercó me tensé, quise resistirme pero había demasiadas personas para que eso terminara bien y el desgraciado me ató, luego hizo lo mismo con Takeda. Nos sacaron, nos desarmaron y entonces el miedo me alcanzó los ojos, porque perdí el colmillo, también la katana de Aoi y sentí que me habían arrancado los brazos. Una porción importante de mi fuerza estaba en el metal.

    Al llegar a las mazmorras estaban... vacías, solo había sangre seca. Takeda había dicho que les diéramos la sensación de que nos estaban rompiendo, pero cuando toda la pista que encontré del paradero de Takano se limitó a una mancha de sangre lo sentí en realidad. Takeda preguntó por los cuerpos, Honda respondió que acabarían en cualquier zanja y el rostro se me deformó cuando esa porción de realidad me alcanzó.

    Las lágrimas me inundaron los ojos, perdí el balance y terminé de rodillas en el suelo también, el cabello se me desparramó alrededor del rostro, lo sentí adherirse a la piel húmeda. Atada, desarmada y sola, era el destino que yo había elegido, porque no podría perdonarme por dejar a Takano pudriéndose en una mazmorra. No podía.

    Y ahora dependía de mí sacar a Takeda de aquí, impedir que se lo llevaran.

    El cuerpo se me dobló hacia adelante, sollocé a viva voz y el sonido rebotó hasta volver a mí. El pecho se me comprimió en un revoltijo de impotencia, miedo e ira; quise confiar en que podría recuperar la forma como el bambú, que no me quebraría de verdad aunque diera esa sensación, ¿pero hasta qué punto era cierto? ¿Hasta qué punto el permiso y la confianza de Takeda en esa afirmación no habían sido la rendición absoluta?

    Rómpete, ha sido suficiente, hazlo.

    Mi llanto aumentó de intensidad, me revolví como si pretendiera soltarme de las ataduras aunque sabía que no era posible y terminé apoyando la frente en el suelo. El sonido que me surgió de la garganta entonces, cuando pretendí pasar aire, mutó hasta convertirse en algo muy parecido a un grito de impotencia y dolor, vibró en el aire denso a mi alrededor. Vibró y deseé que las murallas colapsaran de una vez por todas sobre mí, que la fosa cumpliera su función.

    Porque estaba agotada y esa era la verdad, pero tenía un Señor al que servir.

    yo si me preguntan por este post:
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    la bienvenida a Nagoya para Bruno:

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    Bruno TDF

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    Togashi

    El viaje hacia Nagoya fue largo y distendido, permitiéndoles llegar a la prefectura bien descansados de cuerpo y mente. Togashi había permanecido en profundas reflexiones desde el encuentro con Kyuzo, repasaba todo lo que habían conversado sobre el significado de ser un buen herrero. En su espíritu había quedado muy asentado el concepto de la “humildad”, también la idea del herrero como “artesano”; el hecho de que debía ser capaz de crear más cosas que sólo armas. Durante los descansos de aquella travesía, se apartaba un poco del grupo para estudiar el arco, analizando la tensión de su madera y el cómo se comportaba en sus manos; era un inexperto tirador, Kyuzo no se equivocaba en esa afirmación, pero el arco estaba hecho con tanta eficacia que se adaptaba perfectamente a su cuerpo y fuerza. También dedicó largo tiempo a examinar y probar la katana…

    Sintió que jamás había visto una igual en su vida… Verla de cerca era una cosa, pero empuñarla abría por completo sus horizontes, le mostraba una cima inmensa que debía sobrepasar, mucho más elevada de lo que había vaticinado. Era, con toda seguridad, la mejor espada que había tenido en su vida… Aunque todavía sentía curiosidad por hallar el sable de los cinco cuerpos…

    Llamó su atención la cantidad de personas que estaban haciendo fila para ingresar a Nagoya, la última vez que estuvo en el sitio no presentaba una conmoción similar. Tomaron el lugar que les correspondía como últimos visitantes; se inclinó hacia un costado para mirar a la distancia, comprobando que la extensión de gente era larga y que, probablemente, tardarían un tiempo en atravesar las murallas. Sopesó la posibilidad de adelantarse con el uso de la madera que decía “Herrero”, la que Yamamoto le dio cuando se marchó.

    Pero pensó que aquello sería injusto para las personas que habían llegado antes que ellos. Incluso estaba dispuesto a pagar las monedas que les cobrarían para ingresar a la ciudad. De esa forma, podría empezar a construir una mejor humildad como herrero. Sumado al hecho de que aquello era una escala y aún disponían de tiempo para alcanzar Wakayama, por el momento no deberían dejarse llevar por las prisas.

    Se giró hacia Kojiro, Yoshitame y sus guardias. Seguía sintiendo una particular responsabilidad por la seguridad del señor de Saitama, como si fuera su protector personal. Las ropas del anciano eran signo de la humildad que él empezaba a buscar para sí mismo, por lo que también supuso que forzarlo a adelantarse sería contraproducente.

    Permanezcamos juntos en todo momento —pidió con calma.

    Había algo en la situación que seguía pareciéndole atípico… Algo que quizá se relacionaba con la guerra…

    *Acción: esperar a que la fila avance con normalidad

    A ver si así no me notan y puedo hacerme el boludo al entrar (?)
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Takeda]

    Saizo estaba satisfecho por aquellas reacciones; pero no dejó que continuaran sin antes colocarlos en el mismo sitio dónde estuvieron sus amigos. Tomó sus manos y los liberó de las ataduras; pero manteniéndolos dentro de una celda. Cuando cerraron su libertad, Saizo los miró —No se acomoden, volveré por ustedes pronto para ir a Kioto.

    Y allí los dejaron, sin armas; solos.

    Sólo había sangre seca...



    —Lo lamento; no quería que terminaras en esto junto a mi —dijo Takeda tallando sus ojos para después mirar a Yuzuki y limpiar sus lágrimas —Mira bien esa sangre...

    Aquello no era sangre reciente. Incluso podía ser sangre de estaciones atrás. Yuzuki lo entendía ahora...

    "Las camelias saben como actuar en situaciones como ésta. No vayan al sótano. El invierno ha llegado; no hay nada más que hacer por ellos, salgan de aquí"

    Tsubaki.

    Era Tsubaki el único que había permanecido con Takeda en Nagoya; no fue nombrado como uno de los que fueron atrapados y mandados a las mazmorras. Saizo no se regodeó con haberlo asesinado.

    —Iemoto es Tsubaki; ayudaba a un compañero que también fue atrapado por intentar ayudarme y fue enviado a las mazmorras; puedo asegurarte que Tsubaki ha rescatado a Takano y Hashimoto —Takeda le sonrió — Lamento que mis palabras no fueran claras hace unos momentos, no quería que Saizo sospechara algo — miró alrededor — En verdad no dejaron nada... ¿Cómo habrán escapado? No se ve tan sencillo.

    Entonces había sido Tsubaki. Pero él no había hablado de sus habilidades, no las había usado. ¿Por qué?

    —No quiso hacer uso de sus habilidades hasta que no hubiera otra opción; temía que si notábamos gran parentesco con su tío, no le daríamos la confianza que merece —mencionó Takeda al ver el rostro de Yuzuki, sabía que tenía muchas preguntas —Aprendió de su abuela, quién lo cuidó en ausencia de su padre. Mi maestro. Al parecer su abuela estaba muy orgulloso de él, y quería que compitiera con uno de sus mejores alumnos para demostrar que su sangre eran los mejores en el arte de las sombras, ese alumno es Iemoto; al parecer nunca logró superarlo —negó— Tsubaki suplantó a ese guerrero de una manera perfecta, pues dice conocerlo bien. A Tsubaki no le enorgullece dicha habilidad; me lo ha confesado. Él hubiera preferido crecer como un guerrero como Hiro; pero es bueno en lo que le han enseñado...

    Takeda suspiró —No quiere que lo comparemos con su tío, lo sé. Pero escapó, así como Murai lo hizo en Saitama.

    Tsubaki... él era un Sugita después de todo.

    Tsubaki era la camelia que disfrazó Takeda con el clan de Yuzuki para no levantar sospechas. ¿Pero a qué se refería como el invierno?

    —Lo único que en verdad lamento, es que ahora harás este viaje conmigo — dijo hacia Yuzuki con tristeza — Será difícil. Pero tendremos que afrontarlo, hacerles creer a todos que nos han derrotado —desvió la mirada hacia el techo — Todo se desatará como una gran explosión... dejaré que la justicia actúe sola, siendo yo el detonante.





    Nagoya
    [Togashi; Kojiro; Yoshitame]


    Yoshitame no parecía molesto porque se decidiera esperar, estaba preparado para hacerlo; Kojiry tampoco se notaba inconforme con esa decisión, así que se formaron y comenzaron con la espera.

    No sólo la gente esperaba a entrar, también había pequeños grupos que salían, y entre ellos; Togashi pudo reconocer los rostros de sus camaradas era Ukita; quién guiaba a Fuji, Yamagata y Hayato. También los seguían dos emishi, una mujer y un hombre.

    El grupo avanzaba con velocidad. Y parecían ser seguidos a la distancia por otro grupo de guardias.

     
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    ¿Escuché a Honda? Sí y no, lo único que percibí con claridad fue cuando deshizo las ataduras para meternos en la celda, reparé en la sangre, seca, y aunque no hubiese ningún rastro fresco el caso era que no estaban. Takano y Hashimoto no estaban por razones que escapaban a mi comprensión, porque me faltaban demasiados trozos de información y no tenía cómo llenarlos.

    Nos dejaron allí, la violencia de mi llanto se detuvo más o menos con la misma velocidad que había comenzado y me quedé sumida en una correntada de lágrimas silenciosas, unas que necesitaba desde que había visto que se llevaban a Takano. Pasé saliva, me limpié el rostro con las manos a pesar de las lágrimas seguían cayendo y cuando escuché a Takeda parpadeé con lentitud, buscando la concentración suficiente para escucharlo.

    Tsubaki los había sacado, había acudido a sus habilidades como última baza, porque las había mantenido ocultas por el parecido que tenían con las de Murai. No lo enorgullecía, pero había usado bien sus herramientas y había sacado a los nuestros de aquí, los había sacado y los medios me importaban demasiado poco como para juzgarlos.

    Oí lo demás, que lamentaba el hecho de que ahora tendría que hacer ese viaje con él y no supe por qué una risa me surgió del pecho, sonó gangosa al revolverse con el llanto silencioso, pero fue adquiriendo algo más de volumen. Sin embargo, cuando estuvo por convertirse en una carcajada me llevé las manos al rostro y oculté allí cómo se me volvían a comprimir las facciones porque las lágrimas se me volvieron a atorar en los ojos y la garganta.

    —No podía dejarte aquí dentro —confesé casi con vergüenza, la voz me salió amortiguada detrás de mis manos—. Afuera está Hayato con los demás, dejé al niño para entrar aquí por Takano, por Hashimoto y por ti. ¿No me vuelve eso una irresponsable?

    Trabajaba al servicio de algo que era más grande que yo.

    No esperaba una respuesta, fue más un pensamiento en voz alta que tenía atorado desde que me despedí del pequeño, ahora quería confiar en que si Tsubaki los había sacado llegarían con los demás. Si Takano volvía con Hayato lo cuidaría, estaba segura de ello, y me aferraría a esa idea con tal de conseguir algo de paz ante la realidad que ahora enfrentaba.

    Me llevarían a Kioto.

    Bajé las manos, observé a Takeda y todavía al hacerlo no supe si lo que me cruzó por el rostro fue pena, alivio o tristeza, tampoco le di mucha importancia. Me acerqué a él, mis manos encontraron su cuerpo para revisar su estado de forma superficial, fue un tacto absolutamente fraternal y cuando terminé las llevé a su rostro. Lo acaricié como si fuese un niño, me di cuenta, y no pude recordar si había sido capaz de tocarlo desde que volví a reunirme con él y le faltaba un brazo.

    —Lo afrontaremos como hecho siempre. Estoy en esto contigo, estoy donde debo estar porque eres mi hermano, ¿recuerdas? —Le regresé su espacio lentamente, volví a limpiarme el rostro y observé la mazmorra—. No podía dejarte aquí. Te escucharé a partir de ahora, sigo tus órdenes.
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Con el acuerdo de sus acompañantes, ocuparon el lugar que les correspondía en la fila. Dedicaron parte del tiempo en una conversación casual sobre armas, ya que era el tema que más convocaba el interés general del grupo. Togashi tenía algunos objetivos más claros en los que dedicar su entrenamiento en herrería, motivo por el que le servía la opinión de experimentados guerreros. Sin embargo, también era cierto que no debía descuidar las prácticas de combate, aún tenía muy presente su reciente encuentro con Kojiro y la falta de fuerza que Kyuzo le señaló al analizar su cuerpo.

    De vez en cuando se detenía a observar el movimiento de las personas. No solamente ingresaban a Nagoya quienes se encontraban en el extremo más cercano a su muralla, también presenciaba la salida de algunos grupos. ¿Lo hacía con la esperanza de que ver un rostro conocido de pura casualidad? No había forma de saber lo que impulsaba el movimiento de su espíritu, pero dicha coincidencia accedió a sus ojos, tomándolo ligeramente por sorpresa. Reconoció a Ukita entre las personas que salían, habían trabajado juntos en la infiltración del Cuartel de Shizuoka. También distinguió a Fuji. Estaban acompañados por un niño y un hombre a los que no reconocía, y los seguían dos emishi. Frunció el ceño al percatarse de que un grupo de guardias iba detrás de ellos… y atribuyó en ellos la razón por la que sus camaradas parecían estar marchándose a toda prisa.

    El mal presentimiento se acrecentó, como un instinto.

    Hizo una seña a los suyos con la expresión muy seria, pidiendo que lo siguieran.

    He visto a unos compañeros saliendo, intentemos alcanzarlos —dijo en voz baja—. Y... quizá debamos estar alertas. Recuerden: permanezcamos juntos.



    *Ir tras Ukita y compañía para unirnos a su grupo.

     
    Última edición: 26 Septiembre 2023
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    [Yuzuki; Takeda]

    Takeda abrazó a Yuzuki con fuerza, él no hubiera querido que ella estuviera allí; pero ahora lo estaban. Takeda se separó ligeramente, sus ojos humedecidos y una ligera sonrisa en su rostro —Que egoísta mi pensamiento — inicio —Algo en mi me alegra de no estar solo en estos momentos —dijo limpiando sus ojos.

    —Y yo te escucharé a ti —dijo con amabilidad — Por el momento, me tranquiliza saber que los demás están bien —dijo mirando cada rincón posible de aquel sitio, asegurándose que seguían solos, y hablando en voz baja para no ser escuchados —Tsubaki no quería permanecer en Nagoya; pero si no permanecía aquí, toda la ciudad hubiera pagado por lo que nosotros hicimos —dijo para mirar a Yuzuki.

    —Kyogi, por fin ha muerto. Y Rengo... él está a salvo — dijo levantando su brazo para que la manga se deslizara y mostrara el mala que antes había entregado a Rengo —Ha entendido que nunca ha estado solo, me ha pedido que te diga que volverá a verte; pero antes debe cumplir una promesa que hizo. No sé a qué promesa se refiere —sonrió — Pero creo que ha encontrado algo... o a alguien. Al parecer lo único que necesitaba era que alguien confiara en él sin cuestionarlo— miró a Yuzuki — Shinrin y Oboro fueron con él. Así que llegará a salvo a su destino— sujetó su mano con fuerza — No estamos en la mejor situación; pero hemos recuperado algo de lo que creíamos perdido.





    Nagoya
    [Togashi; Kojiro; Yoshitame; Ukita; Fuji; Yamagata; Hayato; Inukawa; Inuzuka]


    Kojiro y Yoshitame actuaron con cautela. Se adentraron al bosque dónde Ukita había ingresado, allí pudieron alcanzarlos y el grupo desenvainó sus armas; por fortuna nadie atacó sin cerciorarse quienes eran los que los seguían.

    —Togashi—mencionó Ukita de inmediato —Tardé en reconocerte con ese atuendo —dijo señalando toda la indumentaria de su compañero — Kojiro y...— dijo mirando a Yoshitame; pero antes de que pudiera decir algo, fue interrumpido por Yamagata.

    —¡Mi estimado, Señor Fujita!— mencionó con alegría —¿Cómo se encuentra su hija?

    —Joven Hidetoshi; se encuentra felizmente comprometida —
    dijo Yoshitame con una gran sonrisa.

    Yamagata desdibujó su sonrisa, otra mujer que se le escapaba.

    —¿Por qué estaban saliendo de Nagoya de esa manera?—preguntó Kojiro.

    —Verás... — inició Fuji.

    —Han incumplido las normas de Gifu; por lo tanto deben sufrir el castigo máximo —mencionó un guerrero que los seguía con varios hombres detrás suyo.

    [​IMG]

    —Soy Nomiya no Akechi; primogénito del clan Nomiya, familia regente de los dominios de todo Gifu, hemos acudido al llamado de Aichi, en ausencia de un clan que pueda tomar estas tierras legítimamente hemos decidido ayudar en su defensa —dijo desenvainando su katana — Ríndanse, no busco derramar sangre en vano.

    —Debes asesinarlos, hermano — reclamó el joven que estaba a su lado — Han deshonrado a nuestro padre al intentar desafiar sus nuevos dominios.

    [​IMG]

    —Aun no son sus dominios, Hikoharu —mandó a callar al joven con un movimiento de su brazo — Estos territorios pertenecen al Imperio, y es del Emperador la decisión de colocar a un nuevo clan al mando. El clan Nomiya ha respondido a la defensa de la Prefectura sin líder; no somos sus nuevos gobernantes —apuntó su katana al grupo —Tampoco es de los Minamoto para tomar.

    Akechi miró al grupo y comenzó a observar a todos los presentes. Se notaba algo confundido.

     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
    Cuartel General [Mazmorras]

    El abrazo me tomó desprevenida, todavía el cuerpo se me debatía en las confianzas que debía o no tomarme con Takeda, pero allí en esa mazmorra con la certeza de que solo veríamos el sol cuando nos sacaran para llevarnos a Kioto lo cierto era que necesitaba ese contacto. Así como él calificaba de egoísta su pensamiento al alegrarse de no estar solo, yo califiqué de egoísta el consuelo que encontré en ese abrazo.

    Asentí con la cabeza despacio al escucharlo decir que le aliviaba que los demás estuvieran bien, lo noté observar el espacio para asegurarse de que no hubiese oídos extra y habló en voz baja de todas maneras. Dijo que Kyogi había muerto, pero lo que me hizo mirarlo absolutamente incrédula cuando mencionó a Rengo y estuve por decirle que no jugara conmigo, incluso si lo creía incapaz de hacerlo, pero entonces alzó el brazo descubriendo el mala que él mismo le había dado al menor de los Harima y ahora estaba de nuevo en su muñeca.

    Rengo está a salvo.

    Entendió que nunca estuvo solo.

    Volverá a verte.


    Creía haberme calmado lo suficiente, de verdad que sí, pero en el instante en que vi el mala y las palabras de Takeda se superpusieron los ojos se me llenaron de lágrimas nuevamente. Reconocí que el llanto no era de tristeza, era de alivio, sentí un peso inmenso abandonarme el pecho, los hombros y el cuerpo entero apenas las lágrimas me corrieron por el rostro y estiré la mano para tocar el mala con la yema de los dedos.

    —Mi niño —susurré como si pudiese escucharme y toda la mandíbula me tembló, sacudida por las emociones que me inundaron—, mi niño está a salvo.

    Rengo se había caracterizado por huir y ocultar información vital, pero en el momento en que Takeda me hizo saber lo que él había dicho no tardé en creerlo. Asentí con la cabeza, incapaz de hablar, pero atendí a todo lo que dijo y entendí que teníamos que seguir con esto para volver con los demás, porque Takano, Hayato y el resto de nuestra familia nos esperaba. Porque Rengo había dicho que volvería a verme cuando cumpliera su promesa.

    Sorbí por la nariz, parpadeé para barrer las lágrimas que me obstaculizaban la visión y observé a Takeda, sujetando su mano con firmeza. En este espacio era todo lo que tenía, pero incluso en el exterior supe que solo él entendería la tranquilidad que acababa de darle a mi corazón, que no había descansado desde el momento que el cascarón vacío que era el cuerpo de Rengo me había abrazado en Kamakura solo porque se lo pedí.

    —La esperanza es el alimento de los guerreros —dije en voz baja y tomé aire profundamente—, lo que acabas de darme es invaluable. No hay manera de que retroceda ahora, incluso si tuviera opción.


    perdí la cuenta de cuántas veces he llorado desde que todo se fue a la shit
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Alcanzaron al grupo de Ukita en los bosques de los alrededores. Se valieron de la cautela para no llamar la atención de los guardias que los perseguían, aún así hicieron acopio de la rapidez suficiente para ponerse a la par. Sus compañeros desenvainaron las armas al sentirlos cerca, reacción que a Togashi le resultó comprensible, en vistas de que parecían estar pasando una situación apremiante. El mal presentimiento seguía pesando sobre su nuca, como si una bestia de grandes fauces le respirara encima.

    Ukita no tardó en reconocerlo y él asintió cuando apuntó el tema de su vestimenta. Bien pensado, había hecho bastantes avances desde la última que se vieron, y eso no se limitaba a la herrería. Debía tener un aspecto más cuidado, más imponente, sobre el que no se detenía a pensar. Observó el intercambio entre Yoshitame y el hombre desconocido, al que se dirigieron como Hidetoshi; la manera en que la sonrisa se desvaneció del rostro de este último podría haberle resultado entretenida, pero la seriedad se mantuvo en sus facciones, mientras con la mirada buscaba a los guardias de Nagoya.

    Él había estado recientemente en esa ciudad. Con comodidades, con el apoyo de Yamamoto y cumpliendo una labor que sería de gran ayuda para su clan. ¿Por qué, de repente, lo envolvía un pesado aire de hostilidad?

    La respuesta llegó con los guardias y la persona que los lideraba: Akechi Nomiya, el primogénito del clan regente en Gifu. La mención de esa prefectura le hizo fruncir el ceño. Su confusión fue evidente y casi se equiparaba a la que dejaba ver aquel hombre. El gesto se pronunció con la información que ofreció para justificar sus acciones persecutorias.

    ¿Prefectura sin líder? ¿Territorios del Imperio?

    No se dejó amedrentar por la katana que lo apuntaba. Con calma, se paró enfrente de su grupo y, en un gesto que quizá podía definirse como protector, alzó un brazo hacia un costado para cubrirlos. Era la mano del lado donde las espadas relucían en el cinturón de su yoroi. Togashi no sólo no había desenvainado, sino que además mantenía la mano lejos de sus armas. Akechi se mostraba confundido y él, al notarlo, optó por no mostrar hostilidad.

    Soy Togashi —evitó presentarse como el herrero de los Minamoto, la historia de la persecución de las grandes familias pesaba sobre sus hombros; ofrecer esa información a un sirviente del Imperio podría empeorar las cosas—. Este grupo está retirándose de los territorios que dicen defender —apuntó con seriedad, girándose para mirar a los suyos; sobre todo, reparaba en el niño… iba a defender a sus compañeros pero, sobre todo, evitaría que algo le pasara a ese chiquillo. Volvió hacia Akechi— Explícate. ¿Qué les ha pasado a los líderes de Nagoya? —mostraba firmeza, pero evitaba sonar imperativo para no fomentar la molestia de Nomiya.
     
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    [Yuzuki; Takeda]



    Takeda se mostraba tranquilo ante la emoción de Yuzuki; sabía perfectamente lo que aquello significaba para ella, y Rengo también lo sabía, no quería que nadie de los que quería sufrieran a su causa. No buscaba castigar a nadie, no buscaba recriminar.

    —También ha hablado con Kuro; creo que ambos han resuelto sus diferencias, ninguno se marchó molesto — Takeda afirmó con calma para después borrar lentamente su sonrisa — Ahora todo es más complejo que antes...—inició — Shinrin lo recuperó junto a Oboro; pero no tuvieron que arrancarlo de los brazos del enemigo — buscó la mirada de Yuzuki — El confía en alguien de ese grupo, y esa persona también confía en Rengo.

    Takeda miró su mala —Enfrentarnos a Rengo no es una opción; es por ello que decidí permanecer aquí. Por ello tuve que enfrentarme a las decisiones de aquellos que me aconsejaron lo contrario —volvió su vista a Yuzuki — Si Rengo es libre de decidir, es porque el Imperio ha perdido ese poder sobre él. Y necesitan a Takeda Minamoto para cumplir con su falsa celebración.

    Esa era la razón por la que Takeda había permanecido allí. No sólo era para defender Nagoya —Defender a aquellos que no saben que necesitan ser protegidos — dijo mirando hacia el techo —Ahora entiendo por qué mi maestro Hiro no quería que permaneciera con él en la isla. A veces, uno debe de pensar por el futuro antes que en sí mismos.

    Se acomodó en aquella celda; por aquellas palabras, Takeda parecía estar dispuesto a sacrificarse.

    —Rengo dejó de ser mi sustituto para nosotros hace mucho tiempo; ahora también lo ha dejado de ser para el enemigo — sonrió — Pero Akishino es un ingenuo. Cree que tendrá al pequeño Takeda que conoció. Le demostraré lo equivocado que está —soltó un ligera risa; simplemente porque trataba de contener sus emociones a paredes atentas — ¿El Imperio cree que Shinrin me dejará desposar a otra mujer que no sea ella?

    —Podrán subestimar mi fuerza ahora que he perdido mi brazo. Pero jamás deberían subestimar el poder de una mujer enamorada —
    Miró a Yuzuki —¿No es cierto?

    Zireael Como una excepción especial por trama; en mi siguiente post haré el movimiento veloz directamente hacia Kioto :3




    Nagoya
    [Togashi; Kojiro; Yoshitame; Ukita; Fuji; Yamagata; Hayato; Inukawa; Inuzuka]


    Akechi miró con detenimiento a Togashi; cada elemento de su indumentaria demostraba el clan al que pertenecía; por ello decidió evitarse una pregunta innecesaria. Hikoharu, el hombre a un lado de Akechi se notaba molesto —¡Nosotros somos los que hacemos las preguntas aquí!— reclamó.

    Akechi volvió a interponerse entre Hikoharu; miró al grupo de Ukita con detenimiento —Este no es al grupo que buscamos— mencionó Akechi con calma, para después envainar nuevamente su katana.

    —Pero son parte de sus hombres —recriminó Hikoharu.

    —Han muerto, sólo una de las hijas de Murakami ha sobrevivido —respondió Akechi hacia Togashi, ignorando por completo a Hikoharu — Hubo una traición en Nagoya, una que nosotros hemos sido encargados de resolver. ¿Ustedes no poseen conocimiento de algo de lo ocurrido?

    Ukita apretó los puños.

    —Puedes preguntarle al señor Minamoto —interrumpió Yoshitame. Tanto Akechi como Hikoharu reaccionaron al ver al señor de Saitama allí, al no portar las ropas de alguien de su estatus, no lo podían reconocer, además de que Yoshitame no se presentaba en demasiados eventos políticos como para que le conociesen —Tenía claro que me serían los Minamoto los que estarían a cargo de Nagoya ¿Y qué me encuentro? A uno de sus pequeños grupos escapando de Nagoya. ¿Acaso lo han tomado como rehén? Eso los colocaría a su clan en el centro de las disputas políticas actuales.

    Akechi no ocultó sus sorpresa —¿Quién se encuentra en Nagoya en estos momentos? ¿No es la dama Aiko la que ha mandado la orden de arresto?—dijo con genuina preocupación.

    —¿No vienen del cuartel general? — Preguntó Ukita, siendo incapaz de responder a esa pregunta. Desconocía el nombre de el hombre que conoció momentos atrás —Les aseguro que no es ninguna mujer la que ha tomado el mando en Nagoya.

    —Acabamos de llegar a la prefectura; los guardias nos han pedido que detuviéramos a un grupo con características específicas, ustedes no cumplen con ellas —Dijo Hikoharu indicándole a sus hombres que retrocedieran, pues su búsqueda continuaba.

    Nuevamente Akechi los detuvo —Calma, Hikoharu. No sabemos entonces a quién obedecemos, debemos ingresar a la ciudad.

    —Si llevamos al grupo que buscan; seguramente subiremos algunos peldaños. Sin importar quién esté en Nagoya—insistió Hikoharu.

    Akechi dio una cachetada a Hikoharu tan fuerte que lo hizo retroceder un par de pasos — Nosotros sólo respondemos a la dama Aiko.

    Hikoharu se llevó la mano al reciente golpe, después miró con odio a Akechi —No me importa quién esté al mando. Me importa el estatus.

    Tal vez podrían sacar ventaja de esa situación; el grupo parecía dividirse entre las decisiones de Akechi, quién buscaba seguir órdenes de la legítima líder de Nagoya. Y estaba Hikoharu; quién buscaba seguir órdenes de la cabeza más alta en Nagoya.


    Bruno TDF
    1. Dejar que el grupo se pelee solito e irse
    2. Echar leña al fuego, y darle la razón a Akechi o Hikoharu
     
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    La calma de Takeda de alguna forma estaba ayudando, incluso si no parecía ser el caso. No juzgaba mis emociones como yo nunca había juzgado las suyas y esa aceptación me permitía manejar todo con mejor conciencia, atenerme a las decisiones que había tomado y las verdades que se me estaban brindando. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba pensando en Rengo y cómo estaba tratando de evitar cometer los mismos errores con Hayato, así que saber que estaba vivo al menos me daba la esperanza de que podría volver a verlo. Que podría hacer las cosas diferente a la primera vez.

    —Si te fijas, Rengo establece lazos con personas bastante cuestionables con cierta frecuencia —dije un poco al aire, fue una puntualización más que un reclamo—, pero es el mismo niño que enseñé a peinarse. Se debe confiar en él y ya.

    Todo se había complicado, ya Rengo no era un sustituto ni para nosotros ni para ellos y aunque eso se equiparaba a algo parecido a la libertad, cambiaba el estado de las cosas. Por eso necesitaban a Takeda, por eso él se había quedado allí y por eso la movilización a Kioto era inevitable. Al salvar algo otra cosa se perdía, al tomar una decisión se renunciaba a algo más. Era el orden establecido de la vida.

    A veces, uno debe de pensar por el futuro antes que en sí mismos.

    Alcé la vista al techo también, parpadeé para sacudirme las últimas lágrimas de los ojos y tomé muchísimo aire por la nariz. Pensar en el futuro me había hecho seguirles el rastro hasta Tsu, por ello había vuelto a subir a Kamakura, había reemplazado a Takeda como General y había entrado en estas murallas, dejando un niño atrás.

    ¿Hasta dónde no pensaba demasiado en el futuro?

    Cuando escuché a Takeda decir que Akishino era un ingenuo consiguió arrancarme una risa, no tuvo demasiado ánimo, pero fue una risa a pesar de todo y cuando cuestionó al Imperio por creer que Shinrin lo dejaría desposar a otra mujer una sonrisa enternecida se me plantó en el rostro. La quería mucho, pero Shinrin también tenía algo de mal genio, justo como Takano.

    —Es un error bastante grave por parte del Imperio subestimar el amor de una mujer —respondí con calma y me forcé a relajar el cuerpo, a sabiendas de que no había más que pudiera hacer en esta celda—. Sobre todo de una mujer como Shinrin.


    que el poder del cine nos lleve a Kioto! :astronauta:
     
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    [Yuzuki; Takeda]

    Ambos esperaron allí hasta que volvieron por ellos; los sujetaron con cuerdas y después taparon sus rostros. Sería un viaje incómodo.








    El rol de Yuzuki continúa en Kioto
     
  18.  
    Bruno TDF

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    Togashi

    El hombre que acompañaba a Akechi no se tomó a bien las palabras de Togashi. Se llamaba Hikoharu. El herrero lo miró con tranquilidad para demostrarle que sus palabras no lo intimidaban en lo absoluto y, a la vez, se ocupó de memorizar bien su rostro ya que comenzaba a considerarlo una amenaza; además, los guardias parecían responder a sus órdenes. Akechi se mostraba más razonable y parecía actuar según un código de conducta; aún no tenía en claro si seguía las órdenes del Imperio o si sólo actuaba acorde a las reglas políticas de Japón, pero veía en él la oportunidad de resolver esa situación… sobre todo cuando envainó la katana. Togashi bajó el brazo, aún así mantuvo una postura relajada, que no debería interpretarse como hostil.

    Escuchó con atención. Akechi les ofreció información importante: estaban buscando a otro grupo que al parecer se relacionaba con ellos, una traición había sido cometida en Nagoya y apenas había sobrevivido una de las hijas de los Murakami, los líderes de la ciudad. Yoshitame intervino a favor de ellos y les recriminó por su conducta, lo que pareció generar la confusión de Akechi. Togashi se sintió igual, y a la vista resultaba algo gracioso cómo ambos hombres, recién llegados a Nagoya, parecían no entender nada de lo que estaba pasando.

    Una cosa era segura: alguien ajeno a los Murakami estaba al mando de la ciudad, y esos hombres habían sido llamados bajo engaño con el objetivo de confrontarlos con los Minamoto. Togashi no guardaba buenos recuerdos de su paso por Gifu, a excepción de la casa de armamento, pero sintió que todos los presentes estaban siendo víctimas de alguna conspiración de los Taira.

    Hikoharu pareció restarle importancia al asunto, a él sólo le interesaba la jerarquía que podía saar de aquel conflicto, incluso si eso suponía traicionar la confianza de la dama Aiko. Togashi lo miró con mala cara, cosa que el hombre no llegó a ver debido a la fuerte bofetada que recibió por parte de su compañero. Se pusieron a discutir enfrente suyo.

    Podría haberlos dejado allí, ahogándose en reproches. Pero sentía que no podía abandonar Nagoya. Siguió observando la discusión entre Akechi y Hikoharu. El asunto también los incumbía a ellos y, de manera más personal, a Togashi. Su intervención fue clara:

    Si una de las hijas de Murakami sobrevivió, no podemos considerar que estamos en una prefectura sin líder —advirtió—. Deben responder a esa familia. No existe el estatus para quienes carecen de honor.

    Echar leña al fuego: darle la razón a Akechi :satan::shani:
     
    Última edición: 14 Octubre 2023
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    Nagoya
    [Togashi; Kojiro; Yoshitame; Ukita; Fuji; Yamagata; Hayato; Inukawa; Inuzuka]

    Hikoharu observó con desdén a Togashi; Akechi afirmó e indicó al grupo que regresaran a Nagoya, debían cerciorarse de que las cosas se mantenían en orden en Nagoya.

    —Togashi —mencionó Akechi antes de irse — Les recomiendo alejarse de Nagoya — aseguró.

    Cuando los hombres de los Nomiya comenzaron a alejarse; Yoshitame sacudió el hombro de Togashi — Nomiya Akechi; el primogénito del señor de Gifu. Uno de los guerreros más fuertes del Imperio. Hikoharu, el hermano menor de Akechi; cuarto en sucesión, pésimo guerrero. Tampoco creo que sea buen político— negó con fuerza —Has hecho bien en darle la razón a el único de los hermanos que piensa un poco antes de abrir su boca. Esos Nomiya son una plaga, como su padre aun busca tener una hija para darle al Imperio, no ha parado de producir niños... creo que cada vez con peores atributos.

    —No lo reconocieron, señor — dijo Kojiro hacia Yoshitame quien comenzó a reírse.

    —Me alegra; hubieran atacado al instante. Le negué al señor Nomiya a mi hija para desposar a su segundo hijo —negó — Primero la obligo a casarse con un animal antes que con el gordo hermano de Akechi.

    —Ukita— interrumpió Yamagata— Si no era a nosotros a los que buscaban... quiere decir que alguien más escapó.

    —Dudo que fuera Takeda o Yuzuki; estaban rodeados. Quizás Inugami y Takano lograron salir...

    Togashi comenzaba a recibir un poco de la información que los demás tenían.

    —Bien hecho; Togashi...

    [​IMG]

    Era Takano; no se encontraba en las mejores condiciones, era evidente que había sido golpeado.

    —Evitaste una pelea innecesaria; hubiéramos estado en desventaja —mencionó Takano a Togashi; se notaba que estaba molesto; pero no con él.

    Inugami estaba junto a Takano; en el mismo estado que Takano. Si ambos hubieran atacado, lo hubieran hecho heridos. A su lado estaba otra persona, una que no reconocían. Portaba una capa y sobre de ella llevaba una cesta de mimbre con varios objetos. También portaba una máscara Hannya que se quitó al instante, sacudió su rostro para después empaparlo en agua que llevaba en un bambú. Su rostro estaba limpio y ahora era fácil de reconocer. Era Tsubaki.

    —Tienen a Takeda y Yuzuki en Nagoya —avisó Ukita tanto a Takano como a Togashi.

    —Lo sé — dijo Takano para después mirar a Ukita — Otra imprudencia mía, hubiera estado con ustedes si no fuera por el escándalo que armamos Hashimoto y yo.

    —De hecho, su presencia me dio una muy buena excusa —
    interrumpió Tsubaki para después quitarse de encima la cesta de mimbre para destaparla —Su escándalo hizo que los guardias se distrajeran lo suficiente —de la cesta sacó varias armas las que habían sido confiscadas; entre ellas, Tsubaki le entregó las armas de Yuzuki a Takano, quién las sujeto con fuerza, bajando la mirada. Tsubaki levantó la última, la katana de Takeda —Takeda fue un necio; insistió en quedarse en Nagoya. Mencionó que si dejaba sola a Nagoya, abusarían de sus habitantes; además... dijo que con esta acción podría liberar a Rengo de sus deberes como su sustituto — dijo principalmente hacia Takano —Tu hermano se encuentra bien, a salvo. No puedo decir lo mismo de tu padre; Rengo casi lo mata el otro día — dijo mientras se colocaba la katana de Takeda en su obi.

    —¿Por qué no nos dijiste antes que sí tenías las mismas habilidades que tu tío? ¿Qué otras cosas nos has ocultado? — Preguntó Takano a Tsubaki.

    —Existen las deudas de honor que no pueden quebrantarse; no buscaba ocultarles nada. Simplemente no podía hablar. Y aprécialas, gracias a esas habilidades no estás muerto — dijo con tranquilidad.

    —No está mintiendo — aclaró Hashimoto, después miró directamente hacia Tsubaki —Pero aun tengo preguntas.

    —Creo que tendrán que esperar —Interrumpió Ukita — Ahora es el verdadero Takeda a quién obligarán a casarse con Tomoe Taira; tenemos que apresurarnos y rescatar a Takeda y a Yuzuki.

    —Será imposible — aclaró Tsubaki — Nosotros no podemos hacer nada; cualquier plan que tengamos sería un ataque directo a Kioto y eso es un suicidio. Aquí en Nagoya no tenemos un ejército para contraatacar, también es un suicidio—miró a Hashimoto y Takano — No me equivoco. ¿Cierto?

    Hashimoto afirmó. Takano apretó los puños.

    —Takeda estará seguro hasta el día de la boda — la voz de Tsubaki era tranquila.

    —¡Pero nada me asegura que Yuzu lo esté!— La emoción de Takano sobrepasó cualquier pensamiento lógico. Hayato bajó la mirada al instante.

    —No podemos entrar a Nagoya; tiene razón —aclaró Hashimoto a Takano, colocando su mano en su hombro para tranquilizarlo.

    Takano al instante se desprendió del contacto —Entonces iré solo; sea lo que se sea ese destino, lo enfrentaré con ella.

    Bruno TDF
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Debió obligarse a contener una sonrisa burlona frente la mirada de Hikoharu. Defendía con sinceridad a la última descendiente de la familia Murakami, pero también aprovechó su postura para desmerecerlo a ese infeliz interesado, haciéndole entender que nada valía en una conversación entre guerreros. Akechi asintió frente a las palabras de Togashi y les permitió marcharse, pero dejándoles la advertencia de que se mantuvieran alejados de Nagoya. El herrero no asintió, pero tampoco se opuso a eso. Quizá él y Akechi eran enemigos, pero usaban la cabeza antes de actuar y priorizaban a las otras personas por sobre sí mismos. Él en particular había logrado sacar a sus compañeros de una confrontación.

    Miró a Yoshitame cuando éste le sacudió el hombro. El señor de Saitama lo puso en contexto sobre la familia que gobernaba Gifu e, igual que él, respetaba a Akechi dentro de lo que cabía. Togashi estaba aliviado de mantener al padre de Miyuki apartado de una situación peligrosa; era el hombre mayor, pero seguía sintiendo responsabilidad por su seguridad. Fue afortunado que no lo reconociera, como bien había apuntado Kojiro. Así las cosas, le siguieron llegando fragmentos sueltos de información. Miró rápidamente a Ukita al escuchar que Takeda y Yuzuki se encontraban en Nagoya y que estaban rodeados. La preocupación no tardó en pesarle con fuerza, pero mantuvo la compostura al instante para seguir oyendo, y así enterarse de que los otros fugitivos podían tratarse de Hashimoto y Takano.

    Estos no tardaron en aparecer. Tenían muy mal aspecto, saltaba a la vista que los habían torturado a base de golpes. Con ellos venía aquel misterioso hombre al que conocían como Tsubaki. Takano aprobó la actitud de Togashi y él se limitó a asentir con tranquilidad, notando la irrefrenable furia de su interlocutor. Sin embargo, ya lo conocía lo suficiente para saber que el motivo no era él, sino los hechos que se relataron a continuación. Por empezar, confirmaron que Takeda y Yuzuki estaban retenidos en la ciudad y que el objetivo de su secuestro era la boda de Kioto. Tragó saliva: eso cambiaba por completo el objetivo por el que estaban viajando, ya que Tetsuo y Togashi le habían asegurado a Kuno que la boda era falsa, que Wakayama no tenía nada que temer si se negaban a esa unión. En el medio hubo sospechas hacia Tsubaki y un rápido repaso de posibles movimientos, uno más riesgoso que el otro. Ir a Kioto no era una opción, y Nagoya les había cerrado sus puertas.

    Pensó en Yamamoto, en Benkei y en Kawa, con una contracción en el pecho. Instintivamente acarició el mala que llevaba en su muñeca, como si con eso pudiera mantenerlos protegidos…

    A ellos. A Yuzuki. A Takeda.

    ¿Pero qué más podía hacer?

    La discusión continúo. Takano estaba desaforado, casi parecía al borde de la desesperación. Su principal motivo era Yuzuki, estaba particularmente preocupado por ella. Era la primera vez que Togashi lo veía de esa manera. Takano era un estratega, el cerebro del clan, muchas veces los había regañado por actuar sin pensar, por moverse fuera de la lógica… Y ahora, era él quien parecía dispuesto a sacrificarse.

    Su ceño descendió de forma pronunciada, otorgándole una expresión de enojo a su semblante siempre tranquilo.

    Al ver que se zafaba del contacto de Hashimoto para ir directo a Nagoya, se adelantó. Togashi tomó de un hombro a Takano, lo giró para obligarle a mirarlo… Y lo golpeó con fuerza en el rostro.
     
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    Última edición: 19 Octubre 2023
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