Tokorozawa Lago Sayama [Lago]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 23 Junio 2021.

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    Gigi Blanche

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    Apenas a media hora de caminata del Sakura se encuentra el lago Sayama, un gran cuerpo de agua natural localizado dentro de la reserva natural Bosques de Totoro. Rodeado por pantanos, frondosos bosques y césped tierno, es un lugar de gran atractivo turístico para relajarse y disfrutar de las vistas que ofrece del Monte Fuji. Es un pequeño oasis natural a pocos minutos del corazón de Japón.

    Posee, a su vez, algunos puntos de especial interés:

    Ciudad: Tokorozawa, Saitama.


    Lago Sayama [Día].png
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Sería realmente demasiado pretencioso de mi parte aspirar a ser amiga de Maze o algo así? No que fuera el mejor ejemplar de relaciones duraderas, cuando los novios, no-novios o lo que fuera me duraban a lo sumo un par de meses, los proyectos de amigos se aburrían de que viviera metida en mis mierdas y así iba, fingiendo que nada me tocaba. Claro que no siempre había sido así, si en Sydney me la pasaba rodeada de gente, pero bueno. Ya veía como un delirio de fiebre la idea de regresar a esos tiempos, había renunciado a ella por completo.

    La idea de que no hubiera monstruos pareció agarrarlo tan desprevenido que me detuve un instante para alzar las cejas y repasar su semblante, soltando una risa de nada. Ya estaba metida en el papel de villana y no me quedó más que encogerme de hombros, como si no lo lamentara ni un poquito. En serio, de verdad, ¿también era un delirio de fiebre querer conservar un solo amigo?

    Campo minado, laberinto, la mierda que fuera, la idea era agarrar tus debilidades y usarlas de escudo, ¿verdad? Así nadie podría atacarte con ellas. Y si las bombas también le pertenecían, ¿no podría activarlas y derribar hasta la última pared de su laberinto?

    O quizás era un delirio de fiebre, otra vez.

    Me relajé por completo al notar que se agachaba un poquito y me dedicaba aquella sonrisa tan tranquila. Reflejé su expresión, afianzando la corbata entre mis manos, y le guiñé un ojo antes de bloquearle la visión.

    —Hmm, diría que no —reflexioné a lo de si contaba como secuestro siendo voluntario, atando la corbata detrás de su cabeza—, pero por el poder que me confiero voy a decir que sí.

    La ajusté cuidando de no engancharle ningún cabello que luego fuera a dolerle y al regresar las manos las posé un par de segundos sobre sus mejillas. En serio, ¿qué hacía vendando a un chico en medio del patio frontal? Si lo pensaba más de diez segundos seguro entraba en pánico y me echaba para atrás, así que sólo seguí con la idea de estallar las bombas.

    Good boy —murmuré, divertida, y me fijé que no pudiera espiar desde abajo ni nada similar. Luego me erguí y le quité la comida de las manos—. No peeking! Absolutely forbidden!

    Apilé los bento en uno de mis brazos, si no habría desarrollado la habilidad de pulpo cuidando de tres niños, y busqué la mano de Maze con suavidad para empezar a guiarlo. Fui lento, obvio, y le avisé cuando hubiera un escalón o similar. Caminamos unos cuantos metros, me detuve y lo solté, indicándole que se quedara quieto. Desactivé el cierre centralizado del coche, dejé todo lo que llevaba en el asiento trasero y luego regresé junto al chico para ayudarlo a subirse en el lugar del copiloto. Debía estar preguntándose adónde mierda planeaba llevarlo pero no iba a responder ni una sola pregunta.

    Cerré su puerta, rodeé el coche y le ajusté el cinturón porque ¡la seguridad iba primero! Luego hice lo mismo con el mío y empecé a conducir. A ver, no eran más de ¿cinco minutos? así que tampoco me molesté en generar conversación. Si acaso le comenté brevemente de qué había hecho mi proyecto.

    Al llegar a nuestro destino dejamos atrás el asfalto y detuve el coche sobre una porción de césped, justo frente al lago. ¿En serio no había nadie? ¿Qué clase de suerte era esa? Me cargué los pulmones de aire, la brisa provenía del agua y era tibia, incluso dulzona.

    —Puedes salir, cariño, cuidado con la cabeza, ¡pero no te quites la venda aún!

    Me dispuse a bajar las cosas, por suerte hacíamos tantos picnic con mi familia que en el asiento de atrás siempre nos quedaba alguna manta o lona para el césped. Dejé todo a orillas del lago, organizado como un auténtico día de campo, y volví junto a Maze para guiarlo desde atrás. Lo posicioné justo frente al paisaje, el monte Fuji alcanzaba a divisarse en la lejanía, por encima del lago y el horizonte de árboles, y con pura emoción contenida le removí la venda de los ojos.

    Surprise, surprise~


    tengo un degree en ideas locas and u cant tell me otherwise

    llevaba con esto en mente desde que hice el mapa, talk about sense of accomplishment


    weno, sorpresa :D
     
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    Zireael

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    Maze.png
    La verdad era que no interesaba demasiado si era un globo, el puto laberinto del torneo de los tres magos o un campo minado a secas, el caso era que así me las había arreglado para permanecer desde que tuvimos que dejar Estados Unidos. Era mi defensa, el no estar atado me hacía inmune a un montón de cosas, entre ellas el desastre de Eris Tolvaj, porque cuando uno no estaba atado a nada, bueno, las otras personas no tenían con qué dañarte.

    La vida era liviana, me pasaba las noches haciendo el tonto por los parques de Tokyo, sacaba algún polvazo, le compraba hierba a la mariposita y si no salía de casa me tiraba una maratón de canciones folk mientras fumaba, porque total mi madre casi nunca podía volver a casa. Pasaba esclavizada a su hotel, era por el que habíamos venido aquí para empezar, y ahora era como si no tuviese madre siquiera. No estaba resentido con ella ni nada, de hecho era por eso que cuando aparecía en casa solo me volcaba en atenciones para ella, porque quería que pudiera descansar.

    Porque aunque yo no estaba atado a nada, quería pensar que mi madre, a pesar de todo, estaba atada a mí y aunque fuese un desastre con patas cuando levantaba el mantel, digamos que quería darle la tranquilidad de que era más o menos un buen hijo. Que había logrado serlo a pesar del cambio de país, de su ausencia en casa y de que no tenía un padre.

    Ni siquiera me tensé cuando Sasha me cubrió los ojos, si acaso se me afiló un poquito más el oído y su comentario alcanzó a sacarme una risa baja. No me esperé el tacto en las mejillas, pero el gesto se me antojó de lo más cálido y quizás, solo quizás, aflojé incluso más los músculos. No podía darme más igual que Sasha estuviese ahí, a mitad del patio frontal, cubriéndome los ojos como si fuese lo más normal del mundo y que viniera cualquiera a cuestionarlo, que me atrevía hasta a armar una bronca.

    I'm not a puppy, Sash —dije aunque la risa se me coló en la voz, era obvio que el reclamo nada tenía de serio y acabé por levantar las manos en señal de rendición cuando me dijo que no husmeara, total no era que pudiese.

    Si no conté con sus manos en mis mejillas menos había contado con que me metiera al coche, ¿pero esta mujer a dónde me llevaba a perder? Ni siquiera me interesé en hacer preguntas porque me olí que no respondería nada, así que me dejé hacer simplemente. Ya en el espacio del copiloto me cayó encima la expectativa, como un crío al que le dicen que se prepare porque va de paseo pero no le dicen a dónde y me pasé el diminuto trayecto tamborileando con los dedos sobre mi regazo. La escuché hablarme del proyecto con una atención estúpida, es decir, como siempre que me hablaba y no sé, pensé de repente que Sasha podía decirme lo que compró en el supermercado y yo la iba a escuchar todo el día si hacía falta.

    Porque tenía la cuerda del globo entre los dedos.

    Aparcó el coche y no tardó mucho en decirme que podía salir pero sin quitarme la venda. Aún así no hizo falta, el olor que me alcanzó la nariz cuando abrí la puerta cargaba consigo el de la vegetación, también el del agua y por un instante me teletransporté al bosque que rodeaba mi pueblito en Pennsylvania. La de veces que había correteado por el bosque con el resto de chicos, ocultándonos en los árboles huecos y pisando charcos o, imprudentes como todos los críos, asomando la cabeza por los respiraderos de las minas.

    —Huele a casa —murmuré y quizás nunca en mi puta vida había sonado así de serio, sentí hasta que algo se me atoró en la garganta. Aún así cuando volví a hablar, todavía en un murmuro, se me coló un chispazo de alegría casi infantil—. Huele a bosque.

    Sasha había regresado para guiarme y de nuevo me dejé sin ninguna resistencia, cuando me descubrió los ojos la claridad me deslumbró un instante, entrecerré los ojos y cuando por fin me acostumbré a la luz otra vez sentí un revoltijo de cosas dentro del pecho. Me quedé allí estaqueado, con la vista puesta en el monte Fuji, en los árboles y el lago y me pregunté por qué nunca había sacado el tiempo para venir a un sitio de esos. La respuesta no tardó demasiado en llegar.

    Quizás lo evitaba adrede para no pensar en lo que había dejado atrás.

    Tomé aire despacio, llenándome los pulmones y la brisa tibia me llenó los pulmones, junto a los aromas que ya había sentido. No interesaba por qué, el caso era que Sasha me había traído, lo había hecho.

    Y de repente no sentí más que gratitud.

    Giré la cabeza, buscándola con la mirada, y cuando por fin encontré sus ojos le dediqué una sonrisa que a primera instancia podía no parecer distinta a ninguna de las otras que soltaba sin ton ni son, pero lo sentí en el centro del pecho, que era genuina y las palabras me salieron solas.

    —Gracias, cariño.


    shit mi corason de poio

    he's talking to me
     
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    Gigi Blanche

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    Había permanecido toda la vida tan alejada de las mierdas oscuras, las que se tejían en los callejones, los bares y los parques de noche, que en ciertos aspectos era ingenua que te cagas. Nunca se me habría ocurrido imaginar que Maze se había comido ya unas cuantas palizas y que gracias a eso había aprendido a temerle a chicos como Honeyguide. Ni siquiera estaba al tanto de la existencia de Tolvaj y el reguero de ácido que dejaba a su paso. No tenía idea de los peligros que Maze había sorteado e incluso seguía sorteando, que su desapego le fungía efectivamente de escudo para defenderse de monstruos que yo siquiera imaginaba.

    Seguía siendo una niña de familia.

    Siendo justos, sabía poco y nada de él. Vivía con su madre, al parecer sólo eran ellos, se habían mudado de Estados Unidos y ella trabajaba en una cadena hotelera. No me daba que se muriera por ser buen alumno, tampoco debía ser un desastre. Cocinaba de tanto en tanto, trataba a la gente con suavidad y difícilmente otorgaba la impresión de que iría a rechazarte. También se me ocurrió que sus sonrisas eran mucho más cálidas de lo que él probablemente estimaría. Era, en definitiva, puro aire tibio revoloteando en torno a mi inmensa torre de piedra.

    Que no era un cachorro, decía, y parecía estar conteniendo tanta expectativa sentado al coche que sólo le faltaba menear la cola. Francamente me resultaban adorables gran parte de sus reacciones y quizá nunca me hubiera acercado a las mierdas oscuras, quizá no supiera una mierda de genuina maldad, pero cuando se bajó del coche y dijo que olía a casa un pensamiento me rayó la mente de lado a lado.

    Era un buen chico.

    Joder, Maze era un buen chico.

    No que acabara de descubrir el chocolate pero ¿qué no valía la pena si era por buenas personas? Que olía a casa, había dicho, y me tomé un instante para observar el lago e intentar imaginar el lugar que había dejado atrás, ese que... le pesaba en el corazón, ¿verdad? Al menos me había dado esa sensación. Debía ser un pueblo pequeño, probablemente rodeado de bosque y quizá con algún cuerpo de agua cercano. Debía parecer congelado en el tiempo, conocer a todos los vecinos y pasearse por todos y cada uno de los rincones como Pedro por su casa. La imagen me pegaba con Maze, en cierta forma.

    Seguro era de lo más bonito.

    Apenas quitarle la venta me quedé a sus espaldas, intentando husmear su reacción por encima de su hombro. Me puse de puntillas y todo. Se había quedado genuinamente estaqueado, entendía que el paisaje fuera de lo más pintoresco pero se me ocurrió que había pisado con más fuerza de la que había pretendido. Que había activado algún interruptor, reactivado algún recuerdo o vete a saber qué, el caso era que por un instante Maze ya no estuvo allí. Se había ido lejos, a un lugar que sólo él conocía y probablemente añoraba, y de repente sentí miedo de haber pisado demasiadas minas a la vez. Fue ligero, pero repercutió en mi pecho y regresé los talones al suelo, bajando también la mirada. Había entrelazado las manos a la espalda y así como en los casilleros, cuando apareció de la nada y me invitó a almorzar, buscó mis ojos y la sonrisa que me dedicó apartó hasta al último de los monstruos de un manotazo.

    ¿Quizá me estaba preocupando demasiado?

    No sentía merecer semejante gratitud, de verdad, no cuando sólo se me había ocurrido secuestrarlo y arrastrarlo a almorzar en un lugar bonito, pero tampoco lo desestimaría por nada del mundo. Me permití recibirlo, pues, me grabé su sonrisa a fuego y una chispa de genuina emoción se me coló aquí y allá.

    —Un placer~ —canturreé con voz suave, rebasándolo para dirigirme hacia el picnic—. Hacía bastante que no venía, la verdad, y hacerlo sola no me apetecía del todo. Este lugar me lo mostró mi madrastra y más o menos fue nuestro escondite secreto hasta ahora, que te sumé al club de los afortunados~

    Lo busqué de costado antes de sentarme sobre la manta, extendiendo las piernas al frente. Me quité tanto los zapatos como los calcetines, pues porque sí, y hundí los pies en el césped. Se me escapó una sonrisa de pura satisfacción.

    —Ah, aunque creo que no se le dice madrastra si tu mamá sigue viva, no estoy segura. —Deposité ambas manos en mi regazo y repasé la comida con la vista antes de subir a sus ojos, expectante—. ¿Y bien? ¿Con qué va a sorprenderme hoy el chef~?

    im so soft it should be illegal
     
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    Zireael

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    Maze.png
    Dentro de las paredes de mi laberinto habían tantas corrientes de aire que ya les había dejado de llevar el apunte, se revolvían, corrían, chocaban y se arremolinaban. Si entrabas seguro te daba un frío de muerte, pero como era solo yo había aprendido a bailar al ritmo de mi propio vendaval, dejarme llevar y arrastrar allá donde el aire me llevara, no sentía frío ni me inmutaba. Había hasta aprendido a dominar el aire se quiere, de forma que al subir solo se liberaba una ligera brisa, que se calentaba al salir de mis paredes de hiedra. Era esa la que le lanzaba encima a todos, eran las sonrisas, la calma y la actitud ligera, como de pluma.

    No era lo que se decía un diablo de los buenos, era algo excéntrico a veces si soltaba mucho mi propia contención, pero nada más. Jamás sería capaz de compararme con los más salidos de esta academia, de hecho los evitaba adrede, pero tampoco era un santo. En realidad nadie era un santo en ningún momento, la gente la cagaba, se cometían errores y mi única manera de mantener la armonía había sido así, volverme aire. Girar, girar y girar, rozándolo todo pero sin alcanzar nada.

    Pero allí, cuando todavía tenía los ojos vendados, había vuelto al único lugar y a la única gente a la que me había atado en mi vida, cuando no era aire sino que recordaba más a las hojas de los árboles, a las plantas que crecían entre las grietas de la acera. Tenía raíces, las había tenido alguna vez, y Dios a veces me forzaba a olvidarlo para que no me doliera.

    Recordé conversaciones de mis trece años, recordé caras y nombres, y por un momento vi a los Hartley corriendo por el bosque, dándose empujones hasta que alguno de los dos caía. El mayor tenía cara de moco con casi todos, pero con su hermano era otro cuento y aunque nos llevaban diferencia de edad hacia arriba y hacia abajo siempre terminaban revueltos allí. El idiota de Scriggins se la pasaba tirando piedras y un día le había reventado la frente a alguien, posiblemente a uno de los menores y si no me fallaba la cabeza le habían tenido que hacer puntos y todo. Luego estaba la salida aquella de los ojos magenta, la que hablaba de la Cabra Negra.

    Recordé la tienda de video, la Sociedad Histórica, la calle principal y sus tiendas, el bar de cuarta, a los vecinos y a mi madre cantando en el porche por las noches, cuando llegaba de trabajar.

    Y algo se me hizo pedazos en el pecho, pero a la vez regresó alguna pieza a su lugar.

    Era un jodido peasant, un genuino campesino, amaba mi pueblo diminuto detenido en el tiempo, amaba a los vecinos, los negocios y sobre todo amaba el bosque, la tierra, el sonido del agua corriendo abajo, en las minas. Me habían arrancado de la tierra para meterme a una jungla de concreto como lo era Tokyo y todo lo que me había quedado era arrancar todos los putos cables para no sentir nada.

    Quizás Sasha no entendiera de dónde demonios venía mi gratitud, tampoco era que me importara, pero me había devuelto un trozo de corazón del que yo mismo me había privado al haber evitado sitios como este durante tanto tiempo.

    Me rebasó, dirigiéndose al picnic, y yo me quedé allí detallando sus movimientos apenas con el rabillo del ojo. Distinguí cientos de tonos de verde, repasé la silueta del monte Fuji una, dos, tres veces y regresé a los árboles, al césped, al centenar de verdes y a lo que había dejado atrás.

    ¿Que me había sumado al club de afortunados?

    La sonrisa se me amplió un poco más, a pesar de seguir prendado al paisaje, y no le agradecí de nuevo solo para no ser pesado, me despegué del horizonte cuando noté que se sentaba, quitándose los zapatos y toda la cosa.

    —Hmm, no sabría decirte. ¿Supongo que se puede decirle madrastra porque igual es como otra mamá? —La duda era casi infantil, pero no estaba filtrando muy bien. Regresé la vista al lago un instante antes de acuclillarme y ponerme a repasar qué era lo que había traído, porque por un sólido instante se me había olvidado—. Tenemos ensalada de patata con huevo, pues porque me gusta, ¿qué quieres que te diga? Verduras al horno, otra vez. Trocitos de pollo empanizados, también salmón al horno que metí con las verduras porque no quería dejarlo en la nevera más días. Ah, ¡el postre y las bebidas!

    Señalé entonces el tupper grande, que se veía nuevito y todo, luego las botellas.

    —Pancakes con arándanos y para tomar conseguí esta infusión fría de frutos rojos y no sé qué, estaba buenísima.

    Estuve por sentarme, pero al final volví a levantarme e imité a Sasha, me quité los zapatos, calcetines incluidos y di algunos pasos por el césped tierno. No recordaba ya la última vez que había hecho eso, pero la sensación me hizo llenarme los pulmones de aire, despacio. De repente no quise ni llevar bien el uniforme, vete a saber por qué, así que me deshice del blazer, lo dejé sobre la manta y me saqué la falda de la camisa, que cayó arrugada fuera de su lugar. Cuando quise darme cuenta de nada, ya una canción me había empezado a dar vueltas en la cabeza.

    Happy is the man who wants nothing, happy is the liar. Happiness is itself desire —comencé en voz baja hasta que algo de risa se me coló en la voz a pesar de no tener ni de coña nada que ver con la letra de la canción—. So long as the fire getting weak, contained.

    Y seguí, pues porque sí, rodeando el picnic que había dispuestos Sasha con pasos ligeros, de aire. Me salté varias estrofas porque me dio la gana básicamente y ya habiéndole dado un giro completo al picnic me acuclillé detrás de Pierce, le pasé los brazos por los hombros y la abracé, el gesto no sé de dónde mierdas me salió, pero tampoco supe cómo contenerlo. El movimiento hizo que arrastrara algo de su cabello hacia adelante y apoyé la cabeza en su hombro, entre algunas de las hebras de vino tinto.

    Heart broken men long to feel nothing.

    To free themselves from strife.

    Do you ever feel nothing at all? I do, I do, I do —dije ya en un murmuro—. I would not wish that on you.

    La presioné con un algo más de fuerza, nada que fuese a hacerle daño y suspiré antes de soltar básicamente el motivo esencial por el que le había preparado todo el circo, maroma y teatro con el almuerzo.

    —Lamento lo del otro día, con Saku-chan y eso. —Me detuve, tratando de hilar ideas—. I just... Huyo de esas cosas, eso es todo. Huyo de ellas para evitar que la paz se rompa.

    qué pedazo de tocho acabo de soltar pero im so soft it should be illegal x666 sa-chan what u did miss
     
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    Gigi Blanche

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    Sasha 2.png

    Podía imaginar una especie de mundo fantástico, de esos donde habitaban dragones, magos y hadas que a Lulu le fascinaban. Habíamos gastado más dinero del prudente comprándole libros de cuentos, el chiquillo se los devoraba así fuera un enano de cinco años. A veces desaparecía durante horas o a secas no salía de su habitación, del fuerte que se montaba con ligas, sábanas y cintas de luces LED en la litera que ocupaba debajo de su hermana. Eloise había iniciado la tradición, llenándoles las estanterías de libros así tuvieran aún dos años. Ella decía que no importaba, que ningún libro envejecía y que podrían esperarlos el tiempo que hiciera falta. Tres, diez, veinte años, daba igual. Si no era de niño, todos nos volvíamos lo suficientemente adultos para ser capaces de regresar a los cuentos de hadas. Para querer hacerlo.

    Tengo este recuerdo tan claro de apoyar el hombro en el marco de la puerta, viéndola ordenar los libros que había comprado en un impulso tras salir de la quimio. El sol se filtraba entre las cortinas de papel y bañaba su silueta delgada, quizá demasiado, de un resplandor dorado. Estaba tan enfrascada que era incluso adorable, podría haberle preguntado pero decidí quedarme y observar hasta enterarme del dilema. Ocurría que no se decidía si organizarlos por tamaño, color u orden alfabético. Al final quedó el primer criterio.

    Los niños no llegaron a leer un solo libro con ella, ninguno de los que había comprado, y cuando empezaron a descifrar las palabras en los carteles de la calle no vi por dónde alentarlos. Sentía que no me correspondía, que significaría robarle a Eloise lo que debería haberle pertenecido. Al final, las piezas se acomodaron por voluntad propia. Fanny era un torbellino de energía, incapaz de parar quieta, pero para cuando quise acordar Lulu ya había descubierto el pequeño mundo que Eloise había preparado para ellos.

    Era fantástico, estaba lleno de dragones, magos y hadas. Las criaturas convivían en armonía y a unos días de viaje de la capital, entre la espesura de los bosques silentes, yacía una torre abandonada. Alta, muy alta, enteramente de piedra. Las enredaderas habían comenzado a ceñirse entre sus grietas y arriba, bien arriba, poseía una sola ventana. Desde allí podía apreciarse el reino entero, los árboles viejos y el enorme, enrevesado laberinto a los pies de la torre.

    Maze se detuvo al otro lado de la manta y alcé la mirada para verlo. La brisa agitaba apenas su cabello y el sol le arrancaba destellos fuertes, como si poseyera luminiscencia propia. Si albergaba la duda sobre las madrastras era una mera cuestión formal, de mi culo que buscaba enterarse de todo para hacer las cosas bien, pero en sí sabía que no poseía relevancia. Eloise había sido otra mamá, quizá me hubiera resistido mucho tiempo a admitirlo pero ahora, luego de dos años sin ella, ya todo me daba igual. Había sido otra mamá y la extrañaba con todo el maldito corazón.

    No respondí como tal, aguardé a que se acuclillara y bajé la vista a todo lo que iba mencionando. Ya era la ¿tercera vez? que comía de lo que él cocinaba, y de repente me lo imaginé con un apron negro y todo, salteando la cebolla sin dejar de tararear una de las canciones que siempre acababa cantando. Lo imaginé en un segundo, como un destello en el agua y, Dios, fue adorable.

    Blueberry pancakes? —murmuré casi en medio de una exhalación, con la ilusión de una chiquilla, y mi sonrisa sólo se amplió tras oír sobre la infusión—. Gosh, hon, I feel so spoiled~

    Y lo decía en serio, eh, si Maze con sus almuercitos era lo más abnegado que habían hecho por mí en mucho tiempo. Papá a veces tenía sus atenciones, era de esas personas que van caminando y te compran un llavero de cocos pues porque sí, porque dice que lo vio y le recordó a ti. Era un poco random pero no lo desestimaba en absoluto, la diferencia radicaba en que, bueno, era mi papá, ¿no? Y siempre lo ayudaba con todo. En cierta forma sentía que una retribución de tanto en tanto era natural y estaba bien. Pero Maze no me debía absolutamente nada.

    Y sin embargo ahí estaba, con sus panqueques de arándanos.

    Lo vi sacarse los zapatos, los calcetines, el blazer y todo lo demás, de repente su uniforme era un chiste y solté una risa breve, recordando que aún llevaba su corbata encima. Se puso a caminar por ahí, hundiendo los pies en el césped, y sus movimientos eran tan silenciosos que genuinamente me recordó a la brisa que ascendía desde el laberinto, rodeaba la torre y se colaba por la pequeña hendidura de la ventana. Medio porque sí decidí imitarlo, dejando mi blazer doblado a un lado de la manta, y recargué los antebrazos encima de mis muslos. El chico seguía frente a mí, cantando en voz baja y viviendo su mejor vida, me echó encima una felicidad de lo más pacífica y pensé, mierda, realmente pensé que podría dar un brazo con tal de verlo así más veces. Que si de veras era aire y danzaba a su ritmo, entonces no había nada que hacerle.

    Ya se había colado por todas partes.

    No pretendí seguir su recorrido, posé la vista en el paisaje con su voz revoloteando alrededor y aún así, cuando sentí su cercanía y me echó los brazos encima no me sobresalté. Casi me pareció que era lo que tenía que ocurrir y ya. Lo que estaba bien. Algo de cabello se derramó hacia el frente y me erguí por reflejo, dejándolo apoyar la cabeza.

    Era tibio.

    Do you ever feel nothing at all?

    Su voz se entremezcló con la mía, de cuando estaba en el pasillo de aquella mansión victoriana, jugando entre sus dedos y pinchando las puntas de su máscara.

    Do you feel lonely, honey?

    I do, I do, I do.

    Sometimes. Do you, darling?

    I would not wish that on you.

    Yes.

    Sonreí por reflejo al sentir el apretón, era de lo más reconfortante y me di cuenta que no me había tensado nunca, ni por un segundo, ni un ápice. Era totalmente diferente a cuando Joey me tocaba, ni hablar del gerente del café, y no me apeteció comerme la cabeza al respecto. Sólo observé el lago, cerré los ojos un instante y me hice pequeñita entre sus brazos, como si su brisa fuera capaz de envolverme y despegarme del suelo.

    El suelo frío y oscuro de la torre.

    Su disculpa me alcanzó en el tono suave de siempre, entreabrí los ojos y sonreí. Alcé un brazo lentamente y hundí los dedos en su cabello, al costado de su cabeza, para rascarle apenas el cuero cabelludo. Me quedé viendo lo que tenía al alcance, el trazo de sus brazos y sus manos en torno a mi cuerpo, y meneé la cabeza, fue una cosa de nada.

    Nada de lo que preocuparse, cielo.

    —¿Te duele, cariño? —indagué, apenas en un murmullo—. Que la paz se rompa.

    c me fue la olla, nada nuevo bajo el sol
     
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    No tenía idea de lo que había perdido Sasha, de lo que la había hecho la persona que era o las cosas que cargaba consigo más allá de lo de Hanson, también de que había dejado atrás Australia. En sí sabíamos poquísimo el uno del otro y aún así mi brisa se había colado por el ventanuco de su columna de tierra y ella había sujetado la cuerda de mi globo de helio, eso era ya algo imposible de negar.

    Quizás fue el día de la gracia de Alisha o incluso antes, la primera vez que almorzamos juntos, quizás solo tenía que pasar y ninguno hizo por dónde cambiar el curso de las cosas. Solo seguimos fluyendo al ritmo de la brisa y ya, solo seguí colándome por el ventanuco con lo de Alisha, luego en el pasillo de la casa de Akaisa y llegamos hasta aquí. Donde incluso las rupturas de armonía que producía la misma Sasha eran normales, eran parte del paisaje y no me levantaban miles de alarmas.

    Ni siquiera me había pensado en lo que implicaba o no que cuando me saliera de los cojones simplemente volcara toda la atención en prepararle un buen almuerzo, solo lo hacía y es que cocinar para una sola persona era una cosa de lo más aburrida, de hecho era casi deprimente. Hacías todo para comértelo tú solo, nadie se sentaba a la mesa contigo ni te decía si las cosas estaban ricas o no. Por eso a veces solo era más fácil ir al supermercado, comprar esas bandejas de sushi barato, una soda y a la mierda todo, o incluso pedir alguna otra comida rápida y ya estaba.

    Pero saber que otra persona se sentaría a comer conmigo era casi un consuelo.

    Su comentario de que se sentía spoiled me había ampliado un poco más la sonrisa y pensé que igual sí, la estaba consintiendo un montón, pero me resultaba agradable y no lo hacía solo porque sí, porque le debiese algo ni nada, lo hacía porque tal vez así nuestras soledades desaparecían aunque fuese un rato. No se trataba de usarnos, aunque quizás diera esa sensación, pero digamos que todas las relaciones humanas se basaban en eso. En romper la soledad.

    Me hizo algo de gracia que también decidiera sacarse el blazer, pero seguí con mis cosas, con mis pasos de aire y la canción dándome vueltas en la cabeza, saliendo por partes. Si lo rebuscaba mucho, quizás las famosas canciones folk fuesen hasta una manera de externalizar cosas que no sabía ordenar en mis propias palabras, cosas que no sabía decir sin romper la famosa paz que tanto apreciaba, así que acudía a eso porque le quitaba muchísimos peso.

    Cuando la abracé recordé todo lo del pasillo, la pregunta que me hizo, la que le regresé y nuestras respuestas. Se revolvieron con la letra de la canción y me presionaron el pecho quizás con más insistencia de la que me habría gustado nunca, pero no había nada que hacerle de por sí. Estaba allí, casi hundido en su cuello, me llegaba el olor de su cabello, del shampoo y pensé que daba igual si tenía el corazón hecho un maldito nudo, porque estaba con ella y no importaba nada más.

    Su mano al hundirse en mi cabello pareció presionar un botón, terminé por arrodillarme porque de cuclillas me iba a joder las piernas y aumenté otro poco la fuerza del agarre alrededor de su cuerpo, como si quisiera fusionarme con ella o quién sabe qué mierda. Su caricia se me antojó de lo más cálida y estuve a nada de abrir la boca para decirle que no se detuviera, como un genuino cachorro que busca el tacto de una mano, pero me callé al escuchar su pregunta.

    Me lo pensé algunos segundos, tratando de encontrar la respuesta y acabé por negar con la cabeza.

    —No duele —resolví en un murmuro, todavía sin dejarla ir—. Asusta un montón y me congela, porque no sé qué se supone que haga, así que no hago nada. Supongo que el miedo es otra forma de dolor, realmente no sé.

    Despegué la cabeza de donde la tenía apoyada, alcé el mentón lo suficiente para apoyarlo en su coronilla y desenredé los brazos de su cuerpo para acariciar el cabello que le caía por los hombros. Las caricias cargaron consigo un cariño hasta estúpido.

    —Así que lo siento si algún día vuelvo a entrar en pánico de esa manera, si te incómodo o lo que sea. No quisiera incomodarte nunca.
     
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    Gigi Blanche

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    No era la primera vez que andábamos de cariñosos, abrazándonos, bailando o simplemente buscando nuestras manos. De hecho, si me daba por pensarlo tenía que morirme de vergüenza o algo. En cosa de una semana el chico este se las había ingeniado para estar ahí cuando la vida se me iba un poquito a la mierda, incluso más de una vez, y no pude evitar desear que hubiera estado ahí cuando decidí no visitar a la abuela, cuando regresé a casa, completamente sola, y me pregunté qué había en las estrellas. Sabía que era egoísta, que era ridículo pretender depender de alguien, pero siempre, siempre había encontrado semejante consuelo junto a él que no vi por dónde frenarme.

    Quería abrazarlo si me daba la gana, cocinarle lo que fuera y quería que me cantara hasta quedarme dormida.

    No quería que me dejara, no como Daute, no como mamá, y la idea me bañó el cuerpo de un miedo tan crudo que no sé cómo logré contenerlo. Porque era una estúpida, siempre jugando a ser independiente e intocable, pero cuando una persona se colaba entre las grietas lo hacía con una contundencia absurda. Así no lo pareciera, así actuara como si no, me recostaba sobre ellos y cuando se iban, cuando se cansaban y me dejaban, también dejaban a sus espaldas un rastro de... mí. Me deshojaba poco a poco con el cambio de estaciones, la llegada del otoño y la pérdida de quienes quería.

    Los dejaba irse sin mover un dedo.

    Así me doliera el corazón entero.

    Se acomodó un poco mejor cuando hundí los dedos en su cabello, noté que se arrodillaba y le eché un poco más de peso encima, cosa de recostarme en su torso. Estiré las piernas, también, y las briznas de hierba me hicieron cosquillas. Había un silencio absurdo, si acaso se oía el susurro del viento o el chapoteo intermitente de algún pez. Aguardé por su respuesta, aguardé y aguardé, y me di cuenta que tenía la paciencia para aguardar por él diez, cincuenta, cien años si hacía falta.

    Sus palabras se hicieron con mi corazón y me lo apretaron un poquito en el pecho. No podía entenderlo del todo, yo también a veces huía pero en líneas generales era estúpidamente beligerante. Podía luchar en tres frentes si hacía falta, si eso significaba defenderme a mí misma o a las personas que quería. Luchar con la maldita prepaga, por los medicamentos de Danny o para que el gerente me pagara. Luchar con los profesores de Lulu cuando otros niños lo molestaban, luchar con los jodidos padres de los mocosos si era necesario. Luchar con Alisha si le apetecía andar hablando de mi vida, incluso luchar con Daute si se empeñaba demasiado en querer darme dinero. Si lo pensaba con detenimiento, quizá me pasara la vida entera luchando.

    Y este niño no soportaba que su paz se tambaleara.

    Supongo que el miedo es otra forma de dolor.

    Dios, ¿acaso no vivía asustado, entonces?


    Le quité algo de peso de encima cuando noté sus intenciones de cambiar la posición. Me deslicé un poco más por la manta, lo suficiente para que acomodara la barbilla en mi cabeza, y sus dedos alcanzaron mi cabello. Observé el lago, las nubes se dibujaban en su superficie y recordé que yo también estaba asustada, sólo que de un monstruo diferente.

    —El miedo es una cagada —murmuré, con una ligera cuota de molestia impresa en la voz—. Te paraliza cuando se supone que tienes que seguir moviéndote, porque la vida no espera por nadie, pero te estaquea al piso y no te suelta.

    Me llené los pulmones de aire y lo solté poco a poco, cerrando los ojos para disfrutar de sus caricias. En verdad no tenía nada de lo que disculparse, el gran tonto, pero valoraba que lo hiciera.

    —No te preocupes, cariño, está bien. —Busqué una de sus manos, separándola de mi cabello, y entrelacé lentamente mis dedos con los suyos—. No vas a incomodarme, I'm pretty tough, you know? Y así fuera el caso, así me incomodaras por la mierda que sea, no voy a irme.

    No voy a dejarte.

    —No voy a irme si sólo estás asustado, si eso te paraliza y se convierte en un nuevo tipo de dolor. —Paseé la mirada por la silueta del Monte Fuji y le concedí caricias livianas con el dorso del pulgar—. A lo sumo veré de ayudarte, no lo sé, para recuperar la paz o como mínimo recuperarte a ti mismo. Puedo distraerte, hacerte cosquillas o contarte chistes malos hasta que no tengas otra opción más que reírte.

    Se me aflojó una risa liviana, dicho sea de paso, y fui estúpidamente consciente de la calidez de su cuerpo.

    —Pero está bien, todos le tememos a algo y no debemos disculparnos por eso. Baby steps, right? E igual... lo de Saku-chan estuvo bastante raro, no te voy a mentir. Yo tampoco me esperaba semejante historia, mierda.


    esto de atormentarse por dejar ir a la gente es cosa de los pelirrojos o qué

    nadie preguntó pero casi lloro escribiendo esto
     
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    Zireael

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    Si había contenido mi culo confianzudo que a pesar de no atarse a nada pasaba recurriendo al contacto físico había sido por Sasha igual, en que no sabía si podía invadirle el espacio, buscar su tacto o tocar su cabello. Como no sabía no lo hacía, pero de repente simplemente se volvió normal y no iba a ser yo el que lo cuestionara. No ahora que tenía esas libertades, que eran parte de la paz también y de la personalidad de aire.

    Tuve otra vez el pensamiento estúpido que había tenido hace días ya, ese de querer hundir el rostro en su cabello al aferrarme contra su cuerpo y quedarme ahí dos días, una semana, diez años, qué iba a saber yo. Quedarme hundido en el vino tinto, en el calor tan reconfortante que tenía su cuerpo y su voz hablándome de cualquier cosa, fuera en japonés o en inglés con ese acento australiano suyo.

    Y espantando la soledad con cada palabra.

    Cuando me arrodillé la sentí echarme algo más de peso encima, de forma que se recostó en mi torso y la calidez siguió esparciéndose por mi cuerpo. Poco sabía Sasha que acababa de tomar dos piedras, las había chocado y una chispa había caído en los setos, en la hiedra de mi laberinto, consumiendo sus paredes lentamente.

    No esperaba que Sasha entendiera nada de mi respuesta de huida tan intensa, de hecho no esperaba que nadie lo entendiera, pero me olía que esta chica era capaz de luchar como una desquiciada por todo lo que le importaba, por el bien de aquellos a los que amaba. Algo en su personalidad lo decía a gritos y me pregunté qué sería realmente tener esa fuerza de voluntad, qué se sentiría poder hacer algo por alguien alguna vez.

    Dejar de ser una maldita brisa.

    Aún así no se trataba de que entendiera, se trataba de que escuchara y Sasha iba a escucharme así le empezara a contar de, no sé, esa vez que leí de extraterrestres por tres horas en las páginas más shady de Internet que pudiera imaginarse. Era como mi oferta de los huggies, estaba allí siempre, para cuando hiciera falta.

    Había seguido acariciando su cabello en lo que ella hablaba y tenía razón suponía, el miedo era una absoluta cagada. Te paralizaba, te congelaba y te dejaba allí en medio del vacío como un puto imbécil. Te estaqueaba cuando se suponía que hicieras algo, al menos eso dictaba el código moral.

    Estaba tan concentrado en eso que ni noté las intenciones de sus movimientos hasta que su mano detuvo la mía y entrelazó nuestros dedos, el gesto siguió aflojándome aún más músculos, siguió esparciendo la chispa que consumía mis paredes y me quedé embobado en la caricia. Sus palabras hicieron eco, rebotaron y se me clavaron en el pecho con una fuerza hasta estúpida.

    No voy a irme.

    No voy a irme si solo estás asustado.

    Se enredó algo en la garganta y la risa que se me escapó fue baja, apenas una vibración que se proyectó a Sasha, y me ardieron un poco las lágrimas detrás de los ojos. Aún así no las dejé correr porque, vamos, qué vergüenza ponerse a lloriquear por eso.

    Despegué el mentón de coronilla, me agaché para volver a su hombro y estiré el cuello lo suficiente para estamparle un beso en la mejilla, me monté todo el teatro y hasta lo hice de lo más sonoro solo por la gracia. Me separé un poco después, solo para pegar mi mejilla a la suya y volver prendarme del paisaje como un idiota.

    Baby steps —murmuré y el resto no supe por qué lo solté—. Tampoco me voy a ir. Me voy a quedar aquí y te voy a cantar todo el repertorio de folk, ¡todito! Y cuando se me acabe volveré a empezar.

    Me separé con cuidado de ella para poder sentarme a su lado y asentí con la cabeza a lo de que la cosa esa de Sakuya había estado bastante raro, porque eso era decir poco. Había soltado los trapos frente a dos desconocidos.

    —A los dos se nos fundieron las neuronas, pobre chica —comenté un poco al aire y como ahora estaba a su lado me incliné un poco para echarle algo de peso en el hombro, antes de estirar el brazo para alcanzar una de las cajas de almuerzo—. Pero ahora, señorita Pierce, es hora de que almuerce. Time out para las cosas existenciales, tienes que comer y decirme si tengo futuro como chef o no.

    Le alcancé la caja, dedicándole una sonrisa de lo más amplia, y seguí soltando mierdas así sin pensar.

    You’re beautiful, darling, in every way that you can imagine.


    yo digo que hagan un club de pelirrojos atormentados por dejar a la gente irse, ya que es su issue recurrente *ugly cries*

    ya van no sé cuántos posts de sasha poniéndome super sentimental, ayuda
     
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    Gigi Blanche

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    Quizá me habría asustado un poco pensar en las posibles consecuencias de mis acciones. En general me gustaba planificarlo todo, organizar, sería la persona más feliz del mundo con, no sé, una bola de cristal. En todo eso me iba bien pero el talento se me agotaba cuando entraban otras personas en juego, y es que nunca, jamás planificaba mis relaciones. Podía pensar e incluso desear derribar las paredes del laberinto de Maze, sí, pero ¿de ahí a lograrlo? ¿Y qué venía después? Muchas veces nos acostumbrábamos tanto a los lugares donde habitábamos que ya dejábamos de cuestionarnos si eran buenos o malos, si valían la pena. El cambio siempre daba miedo, generaba expectativa y rebosaba de incertidumbre. Y muchas veces, con tal de no incurrir en problemas, le cerrábamos la puerta.

    ¿Qué haría si alguien destruía mi torre?

    No tenía puta idea.

    No pretendía tener poder sobre la gente, jamás lo había hecho. Si acaso disfrutaba de la atención algunas veces, pero ¿poder? El caso era que, quizá, quería y no quería sacar a Maze de su laberinto. Quizá no ansiara destruirlo como tal, sino mejorarlo. Podía verse como un acto noble o podía resultar que fuera una tibia de mierda, pero ¿honestamente? En este preciso instante me daba igual. Había silenciado el cerebro, se me había incluso adormecido y estaba tan, tan relajada que recordé lo mal que llevaba durmiendo esos días. Sólo Dios sabía cómo me mantenía aún en pie.

    Y volvió a aparecer la tamaña estupidez.

    De dormirme mientras él cantaba.

    Su risa fue baja y se propagó hasta mi pecho, en cierta forma pude imaginarlo y sólo sonreí. Otra vez, no pensaba en las consecuencias, no me interesaba el poder, y no consideré ni por un segundo que la mierda podría haber tenido tanto peso en Maze. Quizá fuera una ventaja, la verdad, que no confiaba en mi culo y de haberlo anticipado puede que me hubiera acobardado y todo. Por suerte estaba demasiado distraída con el paisaje, sus caricias y el calor de su cercanía para regular la lengua o mis movimientos. No me di cuenta, no lo pensé como tal, pero se me habían aflojado un montón de contenciones y estaba fluyendo con semejante naturalidad que casi era impropia.

    Arrugué el gesto cuando me pegó los labios en la mejilla, y solté una risa breve al oír el ruido que hizo, el muy tonto. Lo cierto era que me había dejado hacer como si nada y, no lo sé, probablemente ya no fuera a rechazarle nada que se le antojara a ese chico. Nunca habíamos hecho más que abrazarnos o dejarnos besos en la mejilla, a lo sumo, pero de cierta forma ya me veía incapaz de considerar desagradable cualquier acercamiento suyo. Como si me hubiera estropeado todas las líneas de defensa y ni siquiera sabía cuándo.

    Bueno, había estado dejándole postres toda la puta semana, ¿no?

    Y sólo a él.

    Relajé el semblante en cuanto pegó su mejilla a la mía y sonreí, realmente se me iban a entumecer los músculos de tanto sonreír pero no veía por dónde parar. Era él, también era el paisaje, todas las pequeñas buenas cosas que tenía en la vida y todo el almuerzo que había preparado para nosotros. Era todo eso y agradecí tanto, pero tanto, tanto, el haberme decidido para montarme el teatro y secuestrarlo hasta acá. Ojalá me hubiera dado la neurona para deducir que este chico, con todo su aire y su soledad, probablemente se hubiera convencido de que no tenía idea lo que era hacer algo por otra persona. Dios, ojalá hubiese espabilado, para soltarle en toda la cara la jodida verdad. ¿Cómo iba?

    Ensalada de papa y huevo, verduras, salmón, pollo, panqueques de arándanos, una infusión de frutos rojos y no sé qué.

    Las canciones que me obsequiaba, su tiempo y las sonrisas.

    Cuando bailamos juntos y acarició la punta de mi trenza.

    El beer pong, todas las conversaciones casuales y la confianza que me había otorgado.

    Dios, quería que lo viera.

    Todo lo que había hecho por mí.

    Su voz me alcanzó de nuevas cuentas, cargó consigo los colores de todo lo que vivía frente a mis ojos en ese momento, todo lo que me resultaba hermoso, y separé un par de centímetros el rostro para girarme y verlo de frente. Que no se iba a ir, había dicho. Que iba a quedarse.

    Iba a quedarse.

    Lo miré como si fuera un alien o algo, no porque sólo necesitara un par de palabras bonitas para disolver los miedos que arrastraba desde niña, sino porque no había tenido por qué regresarme la promesa y aún así lo había hecho. Puede que también fuera, quizá, porque de vez en cuando volvía a ser precisamente esa niña. Un poco insegura, un poco nerviosa, intentando ponerle buena cara a la vida pero siempre, siempre anhelando que al menos se lo dijeran.

    Que iban a quedarse.

    Lo del repertorio de canciones me arrancó una sonrisa amplia y solté el aire por la nariz, pestañeando con parsimonia antes de apoyar la frente en su cabello, frotarla apenas como un gato mimoso y enderezar el cuello.

    —¿Pero qué dices? ¿Un Maze en loop? —murmuré bien bajito, y repasé brevemente su rostro antes de regresar al verde musgo, ese de sus ojos que combinaba con los cientos de verdes a nuestro alrededor—. Pedazo de oferta~

    Maze le pertenecía a estos lugares.

    A la tierra húmeda, los pies descalzos y las ramas quebradizas.

    Y me alegraba tanto, pero tanto haberlo traído.

    Lo dejé separarse, que igual el tiempo se nos iba y aún ni habíamos empezado a comer, y no agregué más cosa sobre el incidente con Sakuya. Tampoco me gustaba hablar de la gente a sus espaldas, lo creía poco decente y ni le veía mucho la gracia. Maze me echó algo de peso encima del hombro y lo dejé correr, que total la sonrisa se me disimulaba detrás de, bueno, la sonrisa que tenía pegada en el rostro desde que habíamos llegado. Lo dicho, ya no iría a negarle nada y su cercanía, el mero contacto de su cuerpo me resultaba estúpidamente cálido.

    Solté otra risa, aceptando la caja, y estuve a punto de decirle algo cuando intuí que seguiría hablando y por ende regresé la atención a sus ojos. No sabía si había sido buena o mala idea, porque el jodido cabrón me lanzó por toda la cara algo que...

    You’re beautiful, darling, in every way that you can imagine.

    Venga, ya.

    Me quedé fuera de juego un sólido segundo, se me habían aflojado todos los cables de golpe y si fuera una peli, probablemente habría un auténtico riot en mi cerebro ahora mismo. Parpadeé casi de inmediato, se reiniciaron mis sistemas y me arrojaron al rostro una cantidad de sangre que no recordaba haber tenido ahí nunca. Fue automático y hasta instintivo, solté la caja de almuerzo y me hice con su corbata de un movimiento ninja para prácticamente tirarme encima suyo y taparle los ojos. Le regresé algo de espacio un segundo después pero no até la prenda ni nada, sólo mantuve las manos a ambos costados de su cabeza para sostenerla en su lugar.

    A ver, no fue la idea más sabia del mundo, que la idea de tener que descubrirle los ojos me seguía ruborizando aún más, pero ya me había metido en el desastre y no me quedaba opción. Permanecí allí, intentando tragarme la vergüenza, y lo miré a los ojos. Bueno, a la corbata. No sabía si tenía que decir algo, si abrir la boca no me dejaría aún más en ridículo, pero me había sentido tan expuesta de un segundo para el otro que sólo se me escapó una cosa.

    Shut up —me quejé, como una niña enfurruñada.

    Total que no quería descubrirle los ojos, no sabía con qué cara mirarlo, así que... sólo me quedé allí.

    —Vuelves a decir algo así y no hay más rollitos de pescado, ¿me oyes?

    dios Maze la roasteaste bien feo JAJSJAJA F sa-chan
     
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    Zireael

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    Nunca en la vida se me hubiese pasado por la cabeza que había algo de intencional en la brasa que había alcanzado los setos, pero ni en mis momentos más brillantes, no era ninguna mente maestra, no veía hilos ni leía el mundo con ojos de androide. Me movía por cambios de presión en la atmósfera, cambios de temperatura, puras corazonadas e intuición si se quiere y según a eso ajustaba mi brisa. No me detenía a pensar en la intencionalidad de las acciones ajenas, excepto cuando me había comido aquellas palizas quizás, era como si pensara que la gente solo hacía cosas y después uno les daba el significado.

    Si me lo hubiera soltado en la cara seguro me habría dado risa, porque realmente nadie se había detenido nunca a pensar en despedazar el laberinto o mejorarlo o la mierda que fuese, porque nadie daba por hecho que existiera ni siquiera. Era invisible a los ojos de todos, a veces hasta para mí mismo, y solo lo recordaba precisamente cuando la paz se iba a la mierda. Era un recordatorio de que existía y quizás por eso me esforzaba tanto en mantener la famosa armonía.

    Así como era posible que Sasha no se diera cuenta ahora mismo de que, quisiera o no, había aflojado un montón de cables, el viento los había sacudido sacándolos de lugar y liberando contenciones. Ahora de repente se estaba permitiendo un montón de cosas que antes no se me habrían pasado por la cabeza, se había dejado abrazar, apretujar y todo lo demás como si nada.

    Y me alegraba, ni idea, pero me alegraba un montón.

    La tontería del beso le arrancó una risa que también me sacó una a mí, casi como un reflejo, y me di cuenta que simplemente me aceptaba en su espacio, que hiciera el tonto a su alrededor todo el rato y una tranquilidad inmensa me corrió por el cuerpo. No estaba cansado ni nada, pero aún así me sentí casi adormecido solo por eso. Era una paz estúpida que ya nada tenía que ver con la que me interesaba en mantener a toda costa, era distinta, más genuina quizás y me recordó a nuestra casa en Estados Unidos, para qué mentir.

    Además, no era que pensara que Sasha fuese una amargada ni nada, pero pensé que nunca la había visto sonreír tantísimo incluso cuando pasábamos divirtiéndonos como críos con cosas de lo más básicas y montándonos teatros como el del monstruos de las galletas con una facilidad ridícula. Pero es que esa sonrisa, esa que parecía que le iba a entumecer las mejillas, me hacía feliz a secas.

    Cualquiera habría pensado que le solté lo de que iba a quedarme porque me sentí en deuda o una mierda así, pero nada tenía que ver con eso. Lo dije porque me nació, sentí la necesidad en el centro del pecho y solo la dejé correr con la brisa hasta que la alcanzara, allá en su torre, colándose por el ventanuco y no me di cuenta de lo raro que podía ser hasta que me vio como si me hubiesen traído de Marte.

    Dios, me di cuenta de que era lo que había esperado quién sabe cuánto tiempo.

    Que alguien le dijera que se quedaría.

    La sentí apoyar la frente en mi cabello, se frotó como un gatito y la sonrisa me regresó a la cara sin tregua, prendándome a sus ojos, a su plata líquida, cuando ella regresó a los míos.

    —Un Maze en loop indeed —afirmé aunque no hacía falta.

    No creí que mi comentario fuese a chamuscarle las neuronas de esa manera, de verdad que no, si acaso imaginé que la podía cohibir un poco y ya está, pero había entrado en completo cortocircuito luego de aceptarme la caja del almuerzo. La cantidad de sangre que le alcanzó el rostro no fue ni medio normal, me dio una ternura increíble si debía ser honesto, y cuando quise darme cuenta se me había ido encima cubriéndome los ojos con la corbata de nuevas cuentas.

    Toda la movida consiguió arrancarme una carcajada directo del pecho cuando me regresó algo de mi espacio, no tenía malicia alguna en ella, y me quedé ahí como un perro al que su dueño le cubre los ojos y en vez de reaccionar mal solo se queda moviendo la cola, esperando.

    That's unfair, Sash —dije sin alzar mucho la voz—. Además, ¿cómo se supone que no lo haga? You look cute~

    Volví a soltar la risa, allí con los ojos cubiertos, y me llené los pulmones de aire.

    —¡Y no debería recibir un castigo por decir la verdad! Pondré una queja: "Sa-chan no me deja decirle cumplidos, me amenaza con dejarme sin rollitos de pescado".


    yo: ya vale maze, le chamuscaste el cerebro
    maze: but wHAT ABOUT CALL HER CUTE?
    yo: but- yES WHAT ABOUT CALL HER CUTE???
     
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    Gigi Blanche

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    Hacía unos cuantos días había pensado que mi forma de ser, por encima de todas las cosas, era deshonesta. Quizá no conmigo misma, pero sí hacia los demás. Fuera por orgullo, miedo o estupidez a secas, de tanto en tanto no conseguía evitar pensar que le demostraba una indiferencia asquerosa a muchas personas, la gran mayoría, incluso sin darme cuenta. También me pregunté si no habría cometido el mismo error con Maze, si estaría siendo la estúpida de siempre o si había encontrado la forma de alcanzarlo. De hacérselo saber.

    Que fuera de la forma que sea, empezaba a quererlo.

    Lo pensé al repasar el verde de sus ojos, al verme prácticamente reflejada en ellos y pensar que, Dios, esa era la sonrisa a la que el cabrón me había acostumbrado y que tanto había echado en falta cuando la paz se le escapó entre los dedos, en el almuerzo con Sakuya. El miedo lo alejaría de mí, se me ocurrió de repente, una suficiente cantidad de miedo conseguiría apartarlo de mi lado y, mierda, no lo quería. No lo quería por nada del mundo. Me había dicho que no me dejaría, ¿verdad?

    Tenía que confiar.

    También se me ocurrió pensar qué se suponía que le daba yo, porque honestamente no se me ocurrió nada relevante. Podía hacer una lista de los postres, de cada rollito de pescado que había comido, pero llegados a este punto quería arrojar las putas listas al fuego y guiarme por el corazón.

    Y si desde el corazón hablaba, me quedaba en silencio.

    Como fuera, nada me había comido la cabeza lo suficiente para distraerme de lo increíble de todo el momento, y es que era increíble a secas. Hacía bastantes días ya que no pasábamos tiempo a solas, el de la fiesta no lo contaba mucho porque no me sentía nada bien y antes lo mismo, así que ¿no era la primera vez que disfrutaba plena y sencillamente de su compañía? Como quien era, como la persona en que se había convertido. Si lo pensaba así, la alegría y la calma absurda que sentía en el pecho cobraba todo el sentido del mundo.

    Calma que, bueno, se me fue al carajo con su cumplido de los cojones pero vamos, avergonzada o no ¿a quién iba a engañar? Sus palabras seguían rebotando en mi mente de acá para allá y era mi incapacidad de acallarlas lo que me cohibía tanto. Porque habían calado hondo, lo sabía, sabía que seguirían ahí durante el resto de la tarde y a la noche, cuando intentara dormir. Y quién sabe cuándo mierda lograría echarlas, la verdad, o si me apetecería hacerlo en absoluto.

    Con lo bonitas que eran.

    Se quedó quietecito al cubrirle los ojos, este chico era imposible de provocar y entre el revoltijo de emociones casi, casi me frustró. Solté el aire por la nariz como un toro cabreado apenas oí el tono de voz tan bajito y suave, tan casual con el que me habló, como si no acabara de echarme encima munición pesada. Pero qué cabrón podía ser, de verdad. Mantuve la corbata en sus ojos, siendo repentinamente consciente de la cercanía, y cuando alzó la voz para quejarse se me escapó una sonrisa involuntaria que intenté aplacar de inmediato.

    Bueno, venga, se supone que estoy cabreada.

    Se supone.


    Iba a hablar cuando me di cuenta que su carcajada también se había quedado rebotando en mis oídos. Había sido la primera vez que lo oía reír así y ¿la verdad? Entre eso y mis ganas de contraatacar sólo seguí aflojando contenciones adrede.

    Well, you look cute too. —El ahínco con el que planeé la estrategia se disolvió entre la primera y la segunda palabra, básicamente, haciendo que el resto lo soltara con una ligera cuota de vacilación—. All the time.

    No porque fuera mentira, sino porque no era de decir ese tipo de cosas. No en serio, al menos, no cuando me empujaban por el risco de la vulnerabilidad y la exposición.

    Respiré con más calma, pensando que debería quizá quitarle la venda, pero la dejé allí. En especial cuando se me ocurrieron más estupideces irrefrenables que acentuaron el sonrojo.

    And you stop the world, and I like the way you smile at me.

    Lo primero se lo había dicho en la fiesta ya, ¿lo segundo creo que también? Pero mierda, había sido borracha y de repente deseé tener un vinito a mano para no tener que morirme de vergüenza por el simple hecho de ser honesta.

    qué tsundere, sa-chan
     
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    Zireael

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    Si me detenía a pensarlo Sasha bien podría llegar a pensar que mis palabras también eran aire, que cuando le dije que no iba a irme ni nada solo lo decía por decir, por salir del paso o cualquier mierda. Si había sido el caso no había nada que hacerle, tampoco podía culparla por ello cuando le había soltado en toda la cara que cuando la paz se rompía, no hacía nada o salía pitando. Aún así, la cuestión era que en ya varias oportunidades algo que pasaba con ella o a su alrededor efectivamente era una disrupción, pero no me había ido incluso así.

    El caso es que no podía culparla si no me creía, si en algún momento futuro entraba en pánico por alguna estupidez de mi parte o qué sabía yo, no podía porque en rasgos generales aunque mi personalidad no era abrasiva, podía pecar de poco confiable. No era la clase de persona en la que uno se apoyaba, no era el refugio de nadie, el pilar ni nada de eso. Era solo aire, puro aire, adaptándose a contenedores.

    Aún así quería pensar que una parte de esta chica podía confiar, igual era egoísta, no sabía, pero me dio por pensar eso. La posibilidad de que Sasha, de entre toda la gente, pudiera confiar en mí aunque fuese un poco y que aunque le quedara alguna duda, si de repente el mundo le caía encima se acordara de la oferta de abrazos, los almuerzos y todo el resto.

    Y le sirvieran de ancla por lo menos.

    Además, ¿no era algo así como la primera vez que estábamos solos de verdad? Es decir, fuera de la escuela y así, y a veces esa separación, ese cambio de ambiente permitía también un cambio de chip. Siempre había disfrutado de su compañía, eso no era secreto del gobierno ni nada, pero ahora sencillamente sentía que podía quedarme ahí todo el día y no me molestaría en lo más mínimo.

    Ahí, con el olor a bosque, a agua y hasta sus manos todavía cubriéndome los ojos con la famosa corbata.

    La escuché bufar prácticamente y estuve a nada de reírme, pero me las arreglé para contenerme. De todas formas cuando me quejé del asunto la escuché reír aunque se contuvo rápidamente, asumía que tratando de mantenerse enfurruñada un poco porque sí. A ver, podía hacerse la enojada todo lo que quisiera pero yo no era tan tonto como parecía, no con esas cosas, así que como mínimo imaginé que el cumplido se le iba a quedar en la cabeza su buen rato.

    No esperaba que me lo regresara eso sí, toda la decisión le flaqueó luego de las primeras palabras y algo de duda se le filtró cuando continuó, pero aún así consiguió que se me formara una sonrisa enorme en el rostro. ¿Era regalo de cumpleaños súper adelantado? Qué más daba, ¡qué lo fuese!

    Lo otro creía recordar que me lo había dicho en la fiesta, pero vamos, la pobre estaba pasada de alcohol así que aunque contaba no tenía ya el mismo efecto. Además, que Dios me librara, pero toda la tontería estaba haciendo que se me ocurrieran puras estupideces y yo no tenía ninguna titulación en ponerle freno a mis ideas idiotas pero ni de chiste. Aún así, tampoco quería que Sasha se hiciera ideas de mierda, que igual debía tener un par... pero no sé. No era que quisiera pintarme ahí como un ángel, solo no quería que nada de lo que hiciera cagara lo que le había dicho.

    La sonrisa se me fue reduciendo de a poco, para dar lugar a una mucho más sosegada. Tomé aire, lo solté y volví a inhalar, aunque tenía los ojos cubiertos los verdes me palpitaron en los párpados en lo que estiraba la mano con cuidado, a puro cálculo alcancé a rozarle la mejilla con la yema de los dedos y así pude afianzar la mano en su rostro. La acaricié con un cariño inmenso, que ya de por sí no me molestaba en ocultar ni nada y seguí hablando casi en voz baja.

    —¿De verdad? —No sé por qué lo pregunté en realidad y seguí por impulso—. I'm glad, babe.

    Volví a inhalar despacio, liberé el aire de la misma manera y acabé por inclinarme usando la mano que tenía en su rostro como guía, porque la señorita no tenía intenciones de destaparme los ojos al parecer, y alcancé a dejarle un beso en la mejilla. Fue mucho más suave que el anterior, sin todo el teatro, y por lo mismo de que no veía y por una errata que seguro le daría gusto a los psicoanalistas acabé dejándoselo más cerca de la comisura de la boca de lo que había planeado conscientemente.

    No me separé demasiado, apenas lo suficiente para ajustar la posición y mi frente encontró su rostro, cerca de su pómulo posiblemente.

    —Estoy tratando con plena conciencia no hacer una estupidez, linda —añadí y el tono me bajó un par de octavas siendo que casi había extinguido toda distancia—, pero me lo estás poniendo muy difícil.


    ya no controlo a este niño, i mean nunca lo hice pero still *small inhales* a
     
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    Gigi Blanche

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    La sonrisa que decoró su rostro al soltarle el cumplido realmente era para enmarcar. No estaba segura de que este chico supiera cuán transparente era a veces y lo refrescante que me resultaba, siendo que muchas veces me preocupaba por todo lo que haría o decía antes de efectuarlo. Sabía que no era un santo, vamos, si lo había visto tonteando con Alisha ¿dos, tres veces? frente a media escuela, y la naturalidad con la que se había desenvuelto en el salón de la fiesta, no sé, me daba la sensación de que estaba habituado a todo ese rollo en general. De estar aquí, estar allá, aceptarlo casi todo sin replicar y no preocuparse al respecto. No me dio la neurona para conectarlo con su tensión hacia los gang boys, pero de haberlo hecho quizá hubiera unido puntos.

    Me preguntó si lo decía de verdad y me limité a murmurar un sonido afirmativo, como una niña cohibida o demasiado atontada. De la forma que fuera, santo o no, eso no quitaba que muchas veces poseía la transparencia de un niño y no iba a engañar a nadie, me gustaba mucho verlo así. Me frustraba un poquito también, porque yo recibía un cumplido y estallaba y él ahí, tan fresco, pero bueno. Cuando hacía o decía cosas por Maze nunca me quedaba duda de su reacción, de lo que habían significado para él. Si acaso me había hecho cacao con lo de los postres misteriosos pero eso ya había quedado resuelto.

    Y no sé, un poquito me costaba creer que fuera tan, tan de aire cuando siempre se había quedado a mi lado tras caerme alguna mierda encima.

    Pero tampoco quería que se me subiera a la cabeza.

    Me quedé mirando su sonrisa, probablemente como una estúpida, y me fui relajando a medida que su mueca se sosegaba. Lo vi respirar con toda la calma del mundo, nuestro silencio le permitió a la brisa, al chapoteo intensificarse, y las yemas de los dedos me cosquillearon por quitarle la venda. Me quedé en el molde al notar que se movía, expectante a sus intenciones, y cerré el ojo un momento al tantear mi rostro. Encontró mi piel, afianzó la mano y tomé aire al recibir sus caricias. Seguí viendo su rostro, el cabello borgoña con aquella chispa tan intensa bajo el sol del mediodía, y total la mierda ya se me había subido a la cabeza porque fue verlo inclinarse y pensar que iba a besarme.

    Que quería que me bese.

    El corazón me martilleaba en el pecho, pero al menos el sonrojo se había ido. Entrecerré los ojos al sentir sus labios en mi mejilla y tomé aire por la nariz, sintiéndome un poquito estúpida por haber asumido otras cosas. De cualquier forma apenas se alejó, su frente alcanzó mi pómulo y cerré ese ojo para que su cabello no me fuera a molestar o algo. Me quedé allí un segundo y caí en cuenta de que seguía como una puta estatua desde hacía rato, pero los sistemas se me bloquearon otro segundo más al recibir su voz. Estaba cerca, muy cerca, noté que había sonado más baja que de costumbre y sentí su aliento contra la piel. Entreabrí los labios.

    Shit.

    Estoy tratando con plena conciencia no hacer una estupidez, linda,

    pero me lo estás poniendo muy difícil.

    El corazón me seguía martilleando, insistente, como si fuera una estúpida que nunca había besado a alguien, y no lo sé, ya no me apetecía pensar mucho en nada. En las obligaciones que me esperaban en la escuela, en casa, en la lista de compra, los impuestos, la abuela y Daute. No me apetecía ya pensar que la herida seguía reciente y que quizás esta fuera una pésima, horrible idea, porque sólo se me antojaba una cosa y el resto me daba igual.

    Las yemas de los dedos me seguían cosquilleando y simplemente aflojé el agarre de la corbata. La tela cayó por su propio peso, cayó entre nosotros y ajusté la posición para que mi frente encontrara la suya. Pestañeé lento, repasé sus facciones desde aquella distancia tan corta y al relamerme los labios lo rocé apenas, sin querer.

    Mis manos habían permanecido suspendidas a los costados de su rostro y se hundieron en su cabello, suavemente.

    What about now? —susurré, echándome encima una ligera burla que vete a saber de dónde salió.


    *sorbito*

    me acordé de esta imagen cuando le hacía mimitos en la carita y me aventé a editarla cuz thats who i am


    sa-chan.jpg
     
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    Zireael

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    Quizás venía con el paquete de mi personalidad, pero lo cierto es que aunque no me ataba a nada tampoco era que mis reacciones y demás fueran fingidas, ni de coña. En realidad todas mis reacciones eran genuinas, otras eran pura cortesía, pero no que anduviera mintiendo así por la pura gracia y bueno, tampoco le había ocultado a Sasha nunca la clase de imbécil que era en realidad. Me movía en un espectro rarísimo, pero nada que hacerle, como me tenías ahí preparando almuerzos a la noche me salía a hacer el tonto un rato. Ni que fuese pecado capital tampoco.

    No tenía que tener los ojos descubiertos para notar el resto del asunto, quizás ya no tuviera la sangre en el rostro, pero por la forma en que tomó aire por la nariz imaginé que se había hecho otra idea, que si debíamos ser justos era la misma que se me había pasado por la cabeza sin escalas en ninguna parte. Pasaba que había decidido tener algo de decencia porque los límites de Sasha a veces me eran un misterio todavía, porque una cosa era invadirle el espacio, abrazarla, tomarle la mano y tal y otra besarla.

    Sobre todo con la mierda de Hanson tan reciente.

    Pero vamos, no era una roca.

    Estaba estática como una jodida piedra y yo no hice por dónde moverme a ninguna parte, casi esperando, esperando una afirmación tácita o directa de la clase que fuese, para poder zafar los cables de una maldita vez. Podía no demostrarlo pero de repente me había caído encima una expectativa de lo más cagada, allí solo esperando como un perro por una señal.

    Cuando la corbata cayó por su propio peso entrecerré los ojos un segundo al recibir la luz, ella ajustó la posición y encontré sus ojos, estaba jodidamente cerca, pero aún así la señal la dio incluso antes de abrir la boca. Fue relamerse los labios, rozarme, que sus dedos se me hundieran en el cabello y listo, bajé los interruptores de un golpe seco. Ni siquiera percibí la cuota de burla en su voz, la mano libre encontró su rostro también y prácticamente la arrastré hacia mí para encontrar sus labios.

    Oh well, whatever.

    Mi tacto viajó a su nuca, arrastró algo del cabello consigo y la besé como si tuviera todo el puto tiempo del mundo o algo, vete a saber, aún así unos segundos después ladeé la cabeza, profundizando el beso y afianzando aún más la mano en su nuca. Tampoco me podía pedir milagros, si hasta el diablo sabía que le había querido comer la boca al segundo de conocerla, que luego la cosa se centrara era otro tema.

    Me separé unos milímetros, deslicé los labios a su mentón y le dejé una serie corta de besos en la línea de la mandíbula, respirando contra su piel.

    I fucked up~ —murmuré casi en su oído y se me aflojó una risa ronca—. Sorry, Sash.

    Su puta madre lo sentía en realidad, pero por la gracia.


    girl esa niña es preciosa y yo quiero shorar

    also what the hell happened maze mah son *sorbito* se le activó el fuckboy :satan:
     
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    Gigi Blanche

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    No sé, quizá se me había metido en la cabeza que lisa y llanamente corría por otro carril. Recordaba haberlo pensado en el comedor de la fiesta, cuando estaba pasada de alcohol, la idea de que ninguno de esos dos chicos tenía intenciones de echarme mano encima. No era para tanto, la verdad, más allá de que en su momento sí me hubiese molestado, pero de la forma que fuera quizás había acabado convenciéndome de ser una mera espectadora y entre el resto de la mierda me distraje.

    Porque era jodidamente imposible que me contentara con ser eso.

    Una simple espectadora.

    Por ello siempre estaba en movimiento, así fuera entre las paredes diminutas de mi torre. Iba, traía, decidía, cargaba responsabilidades y no le consultaba a nadie. Imponía mi autoridad, cuidaba de los demás, de sol a sol y sin detenerme ni un maldito segundo. Las razones detrás de ello no las pensaba mucho y tampoco me apetecía, si acaso sería un revoltijo de confianza e inseguridad, de valentía y de miedo. Sabía que era capaz de hacerlo y por eso lo hacía, pero también para que otros dependieran de mí y darme no sólo un sentido de pertenencia, sino un sentido en general. Me decía a mí misma que nadie sería capaz de hacerlo como yo y quizá fuera cierto, pero tampoco me daba la oportunidad de comprobarlo.

    Necesitaba tener éxito.

    Personas a quienes cuidar, a quienes querer.
    Para que me quisieran y me admiraran en recompensa.

    Pero en este preciso instante, al unir mi frente con la de Maze y darle vía libre para bajar los interruptores que quisiera, no estaba pensando en absolutamente nada. Tampoco era un autómata, tenía mis excepciones y cargaba con mis caprichos personales. De ahí que a veces se me aflojara la pinza, de ahí que me hubiese metido en el puto armario de enseres a follar y ¿a quién iba a engañar? Hubiera tenido o no la prioridad del año, fui yo la primera en agitar el cabello y caminar frente a Maze para que el cabrón pudiera verme.

    Fui yo la primera en tensar los hilos.

    Me dejé hacer con una docilidad ridícula. Sus manos encontraron mi rostro, me atrajo hacia él y bajé un brazo para apoyarme en el suelo, a un costado de su cuerpo. Recibí sus labios con una aceptación absurda, como si llevara un buen queriendo besarlo y qué sé yo, vete a saber. Sentí sus dedos arrastrándose hasta mi nuca, aflojé el cuello para que se afianzara allí si lo deseaba, para que dispusiera si le salía del culo, y seguí su ritmo sin intenciones de modificarlo o apresurarlo. Si acaso pensé que sus labios estaban tibios, que olía bien y al deslizar los dedos por su cuello, que su piel era suave.

    En cuanto ladeó la cabeza me permití soltar el aire por la nariz, fue pesado y lo reflejé como un espejo sin dudarlo ni medio segundo. Separé los labios para recibir su boca y mi mano siguió su recorrido por su hombro, el contorno de su brazo, hasta trazar su cintura y la presioné allí, en su espalda, hasta que bajó a mi mentón. Entreabrí los ojos, solté el aire por la boca y un cosquilleo sutil me recorrió la columna al recibir su voz cerca del oído, la risa también. Pero bueno, ¿qué habían hecho con mi puppy y quién era este tío?

    Me sonreí en reflejo de su risa, tragué saliva y aflojé la presión en su espalda para trazar un camino ascendente por encima de su camisa.

    How dare you? —lo molesté en un susurro, con el acento australiano algo pesado, y eché el cuello hacia atrás para encontrar sus ojos—. Stealing my first kiss, just like that~

    Me distraje en el contorno de su cuello hasta que, apenas con la punta de dos dedos, seguí subiendo por el centro. Rocé el borde interno de sus clavículas, repasé su Nuez de Adán y presioné debajo de su barbilla, instándolo a acercarse. La estupidez se me asemejó a un imán y sonreí amplio, justo antes de ladear la cabeza y ahogar una risa floja en sus labios. No cargó ansiedad ni maña, fue de hecho un beso muy parecido al que acababa de darme. Acabé por anclar la mano al costado de su cuello y la otra me siguió sirviendo de apoyo en el suelo.

    In any case —murmuré contra sus labios luego de algunos segundos, esbozando una sonrisa divertida—, el tiempo corre y aún ni empezamos a comer, cariño.

    Aunque claro.

    Siempre podemos saltarnos alguna que otra clase~

    oh lord maze have mercy of my soul

    ya que sasha lo menciona(??), como es una sala de rol podemos usar una semanita más para seguir roleando esto. Like sólo te lo recuerdo, yo por mí sí, pero si ya tienes planes con Maze y tal no pasa nada y cerramos la interacción mañana owo
     
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    Zireael

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    Hasta cierto punto podía entrar en la categoría de personalidades teatrales del Sakura si me ponía a pensarlo con detenimiento, me montaba el numerito cuando me salía de los cojones y bastaba una señal para que también se me volara un poco la pinza hacia el otro lado del espectro. Pasaba de ser un perrito moviendo la cola a ser un zorro a secas, era nervioso, excéntrico y aún así tenía un poquito de astucia, la suficiente para presionar los botones correctos en las personas de vez en cuando. Si no fuese por mi culo pacifista y esas mierdas seguro sería un orador maravilloso.

    Como para calentarle la oreja a todo el puto mundo y luego empujarlos al vacío.

    No era que me diese la neurona para intuir que Sasha había estado pensando el otro día que ni yo ni el otro idiota con sus pintas de gang no la íbamos a tocar, ni que fuese Nostradamus con las profecías, pero lo que sí se notaba era que no se quedaba contenta con solo estar de público en todas las fiestas. Sasha era una persona dinámica, incluso si su personalidad se definía como una torre de piedra, se mantenía en movimiento y hasta cierto punto parecía disfrutar de la atención. En sí no sabía si era tanto la atención como el éxito.

    Qué sabía yo, tampoco importaba mucho.

    El éxito me la traía floja, la atención también, en grandes rasgos era bastante conformista y ponía poco esfuerzo en todo, apenas para alcanzar el promedio. Pasaba, claro, que adoraba bajar los interruptores, desenchufar los cables y crear la ilusión de que el mundo se reducía a un montón de sensaciones inmediatas, desligadas por completo de todo y por rebote de cualquier cosa capaz de romper la armonía.

    Por otro lado no era yo ningún obseso del control o del poder, pero aún así había que ser imbécil para no encontrar satisfacción alguna en el hecho de que esta chica aflojara el cuello para que me afianzara o que reflejara mi movimiento, que me dejara disponer como me saliera de los cojones básicamente. La sentí soltar el aire por la nariz y una sonrisa diferente a las de toda la vida me revoloteó en los labios, todavía besándola. El trayecto de su mano me hizo terriblemente consciente de la estupidez que había hecho, aunque no me arrepentía ni un poco, no cuando la jodida acababa de soltar el aire por la boca cuando hice el numerito del mentón.

    Me dejé hacer de todas formas, me centré en su tacto y en su voz, permitiéndome alguna que otra risa por sus gracias. Ya que estábamos, debería poner ese jodido acento australiano en la lista de kinks o algo, porque no fue normal el hecho de que me arrojara una chispa de electricidad en el cuerpo.

    La recibí de nuevas cuentas, le encajé la mano en la mejilla y mis dedos alcanzaron detrás de su oreja en lo que volvía a ladear el rostro, no era un beso errático ni nada, pero quizás sí se me coló un poco más de ansiedad que antes. Cuando volvió a separarse me relamí los labios un poco por la gracia y esta vez no tenía su boca encima para disimular el tinte de la sonrisa.

    Upsies.

    Mymy~ —murmuré y desvié la mirada un instante a las cosas antes de regresar la atención a ella—. Tienes razón, sabrás disculparme, empecé por el postre.

    Volví a sus labios, seguía sin imprimirle ninguna prisa a los besos porque no la tenía, pero colé la lengua en su boca luego de haber regresado la mano a su nuca, enredando los dedos en la cascada de vino tinto. Me separé unos segundos después, regresé a la línea de su mandíbula y mira, ya se me había volado la pinza, así que bajé a su cuello y presioné la lengua antes de dejar un beso húmedo.

    —Saltarse algunas clases nunca mató a nadie, ¿o sí? —pregunté desde allí, de forma que mi aliento chocó contra su piel—. Sería una lástima que no pudiéramos probar la comida.


    maze: ño

    alta pelotuda y yo sufriendo cUZ SE ACABABA MAÑANA por favor señorita, sería para mí un pinche honor seguir roleando con usted aquí en el redhead paradise
     
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    Gigi Blanche

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    En ningún momento se me ocurrió pensar que podría estar picando un costado de Maze que aún no conocía, era algo lenta para algunas cosas referidas a leer a la gente. Podía moverme según espectros buenos o malos, amables o egoístas, pero en definitiva el mundo frente a mis ojos seguía presentándose demasiado binario como para atender a sutilezas. Era capaz de adaptarme a las personas si hacía falta, lo había hecho con Altan cuando lo encontré en el gimnasio, incluso lo había intentado con Alisha y lo hacía todos los días en el café. Qué sé yo, era rígida pero también me amoldaba. Resultaba que el mundo no estaba hecho en blancos y negros, no como muchas veces me empeñaba en verlo, y las pruebas las tenía a la mano así me empeñara en ignorarlas.

    De la forma que fuera y siendo justos, lo más real seguía siendo que no estaba pensando en una mierda. Quizá me hubiera reído de saber que había caído precisamente en el subterfugio de Maze, en su mundo efímero de cables flojos y sensaciones inmediatas, o quizás habría tenido que callarme y darle la razón.

    Dejar que sólo el cuerpo hablara no estaba nada mal de vez en cuando.

    Pero yo eso ya lo sabía, ¿verdad?

    El caso era que lo estaba recordando.

    Mi intención nunca había sido esta cuando se me ocurrió llevarlo al lago, cuando me monté el teatro de los post-it y le vendé los ojos. Ni siquiera al aceptar su abrazo, acariciar su mano o echármele encima para que no me viera el sonrojo. La intención no había sido explícita, pero igual no sabía yo hasta qué punto no llevábamos todo el rato tensando cuerdas como imbéciles. Lo sentí apenas me besó, como si algo difícil de describir se liberara o estallara a secas. Fue repentino pero cargó con la fuerza suficiente para regresarme el latigazo.

    Me había montado el numerito con las manos porque me dio la gana pero eso no desestimó la cuota de satisfacción que vibró en mi pecho como un ronroneo bajo al notar la ligera ansiedad que le había imprimido al beso. No me consideraba una loca de aflojar cables, no era de buscarlo a pulso ni nada parecido, pero ¿siendo honestos? La idea de sacudirle un poco la eterna calma que siempre poseía no se oía nada mal~ Me tragué las ganas de sonreír, su mano se arrastró entre mi cabello y la mía bajó hasta apoyarse en su pecho, por encima de la camisa. No había sido exactamente la intención, pero me dio por pensar que sus músculos parecían finamente marcados y me hundí en su boca con un poquito más de ganas.

    Enfoqué el mundo entre parpadeos tras alejarme, vi cómo se relamía y cacé al vuelo el tinte de su sonrisa antes de subir a sus ojos. Se me había colado una chispa de incredulidad en la mirada, en las cejas arqueadas, pero fue oírlo, seguir el trayecto de su atención, y regresar a la diversión sosegada, si acaso satisfecha de antes. Recién entonces se me ocurrió pensar que estaba mostrándome un costado diferente, probablemente el que no tenía mucho que ver con la amistad que habíamos estado construyendo, y no me importó en lo más mínimo.

    ¿Y cómo iba a hacerlo?

    Con lo bien que le sentaba~

    Solté una risa breve de genuina diversión al decir que había empezado por el postre, si no sería idiota. Quizá su sonrisa fuera más oscura que la mía, eso no lo iría a negar nadie, pero tampoco lo veía como una disrupción o una incompatibilidad a secas. ¿Cómo iba a serlo, cuando el cabrón se pasó por los huevos mi mención de la comida y lo recibí de puro gusto al buscar mis labios otra vez? Mi mano regresó a su cuello, algo indecisa, presioné las yemas y le clavé apenas las uñas al sentir su lengua. Fue un reflejo de nada, una mezcla de queja, sorpresa y vete a saber qué más. A la primera no le correspondí como tal, si me había pillado en frío, pero volví a soltar el aire por la nariz y ajusté la posición, ralenticé el beso, para separar los labios y acariciarla suavemente. Sutil a la segunda, firme a la tercera, y el ligero cosquilleo se siguió propagando con cada pequeño contacto. Fue como si, no lo sé, como si un par de neuronas se me estropearan de verdad.

    Su mano en mi nuca me impedía alejarme y mierda, ni que planeara hacerlo.

    Apenas abandonó mis labios adiviné sus intenciones sobre la marcha, sentí la humedad de sus labios en la mandíbula y ladeé la cabeza, aún con los ojos cerrados, para dejarle espacio. Había congelado el aire en mis pulmones, era la jodida expectativa que me los desinfló de golpe al sentir su lengua allí, en mi piel. La mierda me arrojó un chispazo de electricidad por toda la espalda y deslicé las uñas hasta su nuca, sin fuerza real pero lo suficiente para que las sintiera. De allí se hundieron en su cabello y me detuve de aferrarme al concentrarme en su voz porque mira, el multitasking me estaba fallando un poco y no podía importarme menos.

    Saltarse algunas clases nunca mató a nadie, ¿o sí?

    Jodido cabrón.

    Sería una lástima que no pudiéramos probar la comida.

    Su aliento me siguió cosquilleando y solté una risa floja, entreabriendo los ojos. Empezaba a darme cuenta que Maze también podía ser ese cabrón, que quizá debería haberlo notado mucho antes, pero en el baile ya estaba y no me apetecía bajarme. No cuando tenía al imbécil en mi cuello, no cuando enredé los dedos y lo empujé para que siguiera la estupidez que había empezado.

    Eso debía responderle a la duda, ¿verdad?

    Había ajustado la posición, de paso, para atraerlo hacia mí. Regresé el peso a mi espacio, liberándome el brazo que había estado usando de apoyo, y deslicé las piernas por la pura gracia al tiempo que mi mano libre se enganchaba a su cintura. Si acaso abrí los ojos un segundo para chequear que siguiéramos solos, aunque fue la fuerza del hábito y no mucho más. De haberme topado con alguien, vete a saber si habría cortado el rollo.

    Iba a faltar a clases y me importaba una mierda.

    Había que ver nada más.
    ay JAJAJA sowwy bby, podría haberte avisado antes

    bueno pues nada *sigue horny y con cintitas nuevas en el redhead paradise*
     
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    Si hablábamos de planificación yo no tenía vela en el entierro, ni siquiera sabía que Sasha me iba a sacar de la academia y mucho menos había preparado todo el almuerzo pensando en montarme esta movida. No era una mente maestra de ninguna clase, eso se sabía, de hecho para poner la personalidad de zorro a funcionar tenían que darme un empujón, una señal, lo que fuese y solo así activaba los engranajes. Ya en funcionamiento la cosa cambiaba, pero de primera entrada podía decirse que tenía el IQ de un pepino de mar, más o menos.

    En este momento preciso podía regodearme de tener a Sasha allí, no pensando un carajo, pero era posible que en cuanto hiciera falta volviera sobre mis pasos a la personalidad de perro sin más. La vida no era blancos y negros, habían un montón de grises en medio y yo me paseaba por varios con una facilidad estúpida, como si hubiese nacido para ello. Quizás debía hasta pesarme en el corazón arrastrarme a Sasha así, pero ciertamente tampoco tenía demasiados estándares.

    ¿Qué se supone que hiciera si me dejaba colarle la lengua en la boca de por sí?

    Entre toda la tontería cuando sentí su mano en el pecho una ola de calor de lo más sutil me cayó encima, se esparció desde allí donde estaba su mano al resto del cuerpo y agradecí haberme quitarlo el famoso blazer, que sino seguro sí la habría sentido con algo más de fuerza. Noté sus uñas en la piel del cuello al sentir mi lengua y un poco de gracia sí que me hacía, había algo de indecisión en sus movimientos, de sorpresa quizás, pero no venía precisamente de la inexperiencia como tal. Que a ver, posiblemente Sasha no se anduviera revolcando con todo Dios, pero tampoco era una cría ni nada y aún así ahí estaba.

    Quizás me gustaba un poco más de lo que quisiera admitir.

    Era casi un guilty pleasure.

    Cuando alcancé su cuello volví a sentir sus uñas, no fue una cosa brusca ni nada, pero sentí su recorrido y quizás se me escapó un suspiro de nada porque la carne era débil, nada que hacerle. De todas formas me respondió la duda sin necesidad de hablar, sus dedos se enredaron en mi cabello y me empujó de regreso, ¿cómo iba yo a negárselo?

    Solté el aire por la nariz, regresé a lo mío y volví a presionar la lengua contra la piel de su cuello luego de que hubiese reajustado la posición, tracé un camino hasta su mandíbula, casi su oído y volví a bajar para repartir un reguero de besos húmedos, prácticamente le empapé el cuello. Podría haberme interesado por ver si había gente, pero un poco confiaba en que Sasha se encargara de eso y si ella no me detenía, pues bueno, ni modo.

    Desenredé los dedos de su cabello, recorrí el contorno de su cuello, seguí y un poco por la gracia cuando me decidí a bajar la mano para anclarla en su cintura rocé casi por accidente el contorno de sus pechos. Me las arreglé para usar la mano libre, deshacer el lazo del uniforme y desabotonar apenas el par de botones suficientes para poder alcanzarle la clavícula con los labios, donde dejé un par de besos antes de repasar todo el camino y volver a sus labios. A ver, pensé en tener algo decencia, pero de repente no me dio la gana así que me hundí en su boca con bastante más ansiedad que antes, volví a colarme, a presionar y cuando me separé para tomar aire mordí apenas su labio.

    Claro ya estaba que éramos dos imbéciles que se habían querido comer hacer rato.

    ¿Y por qué no seguí? Bueno, un poco quería ver su reacción, porque sí, porque podía ser ese cabrón.

    La mano en su cintura aflojó el agarre, desvié la vista y bajé por el costado de su cuerpo hasta alcanzar su muslo para acariciarla casi con aire distraído, apreté apenas con la mano y me quedé allí haciendo el tonto.

    —¿Y ahora sí me vas a dejar decirte cumplidos o todavía no? —dije casi pegado a sus labios todavía.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Posiblemente gran parte de no estar preocupándome por nada provenía de la certeza silenciosa, salida de vete a saber dónde, de que esto no era, digamos, nada definitivo. Que si nos daba la gana en diez minutos podíamos volver a ser los idiotas de siempre, infantiles y conversando de cualquier cosa. ¿Dónde se suponía estaban las desventajas si tenía eso asegurado?

    Si iba a volver a menear la cola apenas se lo pidiera.

    Eh, eso era un poco cruel~

    Total que nunca saldría de mi boca porque, mal que mal, me seguían gustando lo suficiente para liarme, prestarles atención y tal, pero ¿no que los hombres eran algo... básicos? Probablemente nunca lograra deshacerme de esta sutil, casi desapercibida sensación de superioridad nacida del contacto directo, de los movimientos precisos y las palabras correctas. Era un mundo de hombres, Japón ni hablar, así que como mínimo podíamos concedernos el placer de mandar en silencio, ¿verdad? Qué sé yo, nunca me había interesado lo suficiente para realmente ponerlo en práctica, pero creo que una pequeña parte de mí siempre lo supo.

    Que una mujer, con las herramientas adecuadas, podía conseguir lo que le saliera del coño.

    Sólo bastaba calentarles la oreja y un par de cosas más.

    Me pareció oírlo suspirar cuando arrastré las uñas por su piel, como mínimo se desinfló los pulmones y me echó una satisfacción bastante agradable encima, por no decir otra cosa. Ni siquiera me detuve a pensar en la falta de decencia al empujarlo de regreso a mi cuello, sólo sabía que su lengua allí me había propagado una descarga de electricidad por el cuerpo y que quería más de eso.

    Que me volara la cabeza del cuerpo o algo, no sé.

    Volví a cerrar los ojos y eché el rostro hacia el cielo, la luz del sol me tiñó los párpados de un rojo intenso. Seguí aferrada a su cabello, lo dejé hacer y seguí respirando por la boca como me apeteció. Trazó un camino hasta mi mandíbula, luego de regreso y mis dedos en su cintura presionaron con insistencia, con ganas de acentuar el contacto o de buscarlo a secas. Ascendí por su columna a medida que él bajaba y otro cosquilleo me recorrió el cuerpo al rozar el contorno de mis pechos. Sonreí apenas, repentinamente consciente de cuán suave era su cabello entre mis dedos.

    Definitivo.

    Era un puto cabrón.

    Enderecé un poco el cuello al notar que se movía sobre mi ropa, pero incluso tras sentir el nudo del lazo aflojarse no hice ademán alguno de detenerlo. Me quedé allí, a la espera, y presioné la punta de los dedos entre su mata pelirroja al recibir sus labios en mi clavícula. La respiración se me acentuó un poco, mi pecho rozó el suyo y, otra vez, no me importó en lo más mínimo. Ni tener el uniforme ya algo desastroso, ni estar alborotándole el cabello ni haberme aferrado del mismo para instarlo a subir, para hundirse en mi cuello y de regreso a mi boca.

    Ahogué una exhalación justo en sus labios, le rodeé el cuello con ambos brazos y lo atraje hacia mí, echándome un poco hacia atrás antes de enderezarme. Ladeé la cabeza, busqué su lengua y me presioné contra ella con aún más insistencia que antes. Ya me iba a la mierda, que la estupidez de terminar de echarme en la manta me había rayado el cerebro y bueno, al menos encontré el freno a tiempo. Qué sé yo, seguíamos estando a mitad de un puto lago, ¿no? Y tan salida no estaba.

    Por ahora, al menos.

    El jodido me mordió el labio antes de dejarme ir y la estupidez me arrojó otro chispazo encima. Fue ligeramente diferente a los anteriores, no era electricidad pura, se revolvía con unas brasas encendidas a cagar que me calentaron la sangre, dispuestas a activarme los músculos. Sonreí contra su boca apenas oír la tontería que soltó y su mano en mi muslo sólo siguió arrancándome cables. Un ronroneo bajo vibró en mi pecho, jodidamente satisfecho, y deslicé la pierna en cuestión un par de centímetros por encima de la otra, para flexionarla apenas y que de paso eso acentuara sus caricias. ¿Fue sin querer? Vete a saber~

    ¿Y ahora sí me vas a dejar decirte cumplidos o todavía no?

    —No lo sé —murmuré de lo más entretenida, rozando su boca, y deslicé los labios por la línea de su mandíbula hasta alcanzar el lóbulo de su oreja. Le di un mordisco de nada, si apenas lo rocé con los dientes, y sonreí—. ¿Puede ser?

    Me separé, entonces, hasta echarle mi peso a mi codo, que clavé en la manta para acomodarme y verlo desde ahí abajo. Algo de cabello se derramó sobre mis hombros aquí y allá, el resto a mi espalda, y lo recorrí con la mirada pues porque sí. Su silueta recortaba la luz del sol y lucía oscura, bastante oscura dentro del halo luminoso que la contenía. Si acaso sus ojos despedían un chispazo verde que, honestamente, podría quedarme viendo todo el día. Llevé el dedo índice a su torso y ensanché la sonrisa apenas comencé a trazar caminos azarosos sobre la tela. Entre sus clavículas, sus pectorales, tentando apenas el abdomen y de regreso hacia arriba.

    —Soy toda oídos~ —concedí en voz baja, risueña, casi como un angelito o algo.

    ¿Que si la abertura de la camisa y el ángulo colaboraban a las vistas? Pues sí.

    Ya lo había pensado.

    le salió la sasha escort de su rol original del alma y woah (???
     
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