Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    Amelie

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    Clínica
    [Clan Fujiwara y Chiasa]

    Taiyo aceptó el ofrecimiento de Riku poniendo extrema atención en las indicaciones; sostuvo cada medicamento como si de oro se tratase, no quería que se dañaran o cayeran; los guardó con cuidado mientras el sacaba su basta bolsa con monedas; sonrió al oírla tintinear frente a Riku.

    —Quiero que lleves suficientes monedas —Taiyo mencionó mientras sacaba ciento cincuenta monedas para entregárselas a Riku— Sé que las armas serán un regalo de parte de Takeda al clan; pero, me importa que tanto tú como Shinko estén bien alimentados y duerman siempre bajo techo estando en una ciudad, no escatimes; Shinko necesita comer y dormir adecuadamente o no crecerá, está en su desarrollo. —le entregó las monedas —Puedes comprarte un poco de sake pero no abuses, pues eres el adulto responsable de nuestro miembro más pequeño. También debo encargarte buenas katanas para Kirara y para mi, ya que lo ofreciste.

    Kirara sonrió ante el comentario de Taiyo, pues se le había pasado por completo aquel detalle tan importante.

    —Debemos estar preparados para la guerra — dijo Taiyo guardando su bolsa con monedas —Tengan buen viaje








    El rol de Riku continua en Iwata


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    Habitaciones
    [Kohaku; Takano; Terunobu; Heya; Togashi]

    Takano miró a Togashi —Veo que decidiste acompañarnos —su ironía era notoria —Vámonos








    El rol continúa en Shizuoka
     
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    Amelie

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    Amelie

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    La luna resplandecía en esa noche; iluminando las montañas y el alto castillo en Kamakura.
    La montaña parecía calma; pero la calma era una mentira; pues los soldados fueron ingresando atreves del monte Genji.
    Take, quien cuidó de los caballos del clan Minamoto hace unas lunas atrás, observó este movimiento sin saber que hacer, se mantuvo oculto hasta que supo que era lo que debía hacer. Debía informar a alguien, y sólo había algo en la montaña que podría con su poder hacer algo al respecto.



    Los guardianes de Kamakura fueron los primeros en caer defendiendo la montaña de pasos de enemigos que conocían la ruta segura, aun así, la aglomeración de individuos hizo que los guardianes se alertaran.

    Los enmascarados se reunieron bajo el comando de su líder. Debían sacrificar su vida para frenar a un número considerable de enemigos, y eso lograron gracias a sus habilidades de combate cuerpo a cuerpo; pero no fue suficiente para impedir que avanzaran hacia Kamakura; en un último intento por alertar a los ciudadanos los cuales la mayoría permanecían dormidos, provocaron un incendio en el bosque.

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    El fuego alertó a aquellos guardias en el faro al muelle; haciendo sonar los tambores de guerra.
    Jiin despertó alertado, al ver las llamas a la distancia su primera preocupación fue su familia.

    Los civiles que se habían resguardado en Kamakura provenientes de Shizuoka entraron en pánico; mientras que los civiles en Kamakura, preparados para ña guerra, tomaron sus armas con la naturalidad que los acostumbraba.

    Pues la locura de Kato había surtido efecto en sus mentes, tenían un pueblo preparado para una guerra que por fin había llegado, justo en el momento que Kato abandonaba el nido.

    Los ataque iniciaron, fueron brutales; el enemigo atacaba sin distinción, incluyendo a los civiles de Shizuoka que corrían sin control hacia el castillo buscando el refugio, las puertas del castillo fueron abiertas y aquellos que lograron ingresar fueron resguardados, los que no fueron tan rápidos tuvieron destinos cruentos a manos de manos Taira.

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    La gran mayoría de las defensas de Kanagawa estaban ayudando en Shizuoka; por lo que dependieron de los guardianes de Kamakura y algunos guardias presentes. Pero aquellos que se llevaron la mayor de la sangre Taira fueron los ciudadanos de Kamakura, todos los que habían crecido para este momento, incluido Jiin que lideraba con furia y coraje a aquellos que supieran sostener armas.

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    El ataque sorpresa a Kamakura duró toda la noche, dejando el suelo rojo mientras unos cuantos Taira huían cobardemente ante los civiles de Kamakura que pelearon con garras y dientes defendiendo su único hogar. Jiin no ordenó seguir a aquellos que huían. A su lado estaba Take, aquel hombre enmascarado.

    —La muerte de los guardianes despertará su rabia — mencionó Take a Jiin

    —El bosque hará el resto por Kamakura; nosotros debemos ocuparnos de nuestro heridos y respetar a todos nuestros muertos —dijo limpiándose la sangre de su rostro para después mirar hacia el bosque; aplaudir una vez frente a su rostro y luego dedicar una reverencia a esa dirección.

    Kamakura estaba muy herida; pero seguía en pie.




    La lluvia llegó a Kamakura como un respiro al fuego de su ciudad y bosque. Mientras tanto los Taira heridos bajaron el monte Genji; estaban derrotados pero aun así sabía que su labor fue cumplido, había dañado severamente la capital de Kanagawa para dejar en claro algo a sus ciudadanos: Nadie debía levantarse ante los Taira.

    —Veo que no era una leyenda que sus ciudadanos habían entrenado todas sus vidas para una guerra —decía uno de los soldados mientras curaba sus heridas mientras descansaban escondidos en el bosque, ahora con la lluvia sobre ellos no era lo mejor seguir, además nadie los estaba persiguiendo.

    —Si los comandantes no hubiesen muerto en Saitama, esta guerra hubiese sido nuestra —dijo otro golpeando un árbol.



    En el bosque se escuchaban unos pasos; pero el sonido era nulificado por el sonido de la lluvia; los soldados pudieron darse cuenta de la presencia de alguien ya cuando era demasiado tarde. Un rayo iluminó aquella silueta mientras todos los presentes guardaron silencio sepulcral, fue el trueno el que marcaría sus muertes.

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    Aquel ser había eliminado a aquellos que habían logrado escapar, dejando sus cuerpos regados por todo el bosque mientras las llamas comenzaban a disiparse por la fuerte lluvia que llegó como un descanso a una ciudad que merecía el agua en sus rostros.
     
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    Amelie

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    El rol proviene de Shizuoka






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    El recorrido a Kamakura había iniciado, Rengo fue bastante callado por un gran trayecto, sonriendo ocasionalmente a los comentarios; pero absorto en sus propios pensamientos. A pesar de que algunos tenían caballos a su disposición, caminaron en el trayecto hacia Kamakura, así que en lugar de hacer un recorrido de un sólo día terminó volviéndose de dos; pero sirvió para que en ese segundo día, Rengo pudiera respirar con calma, alegando que antes de entrar a Kamakura y seguirlo en su misión, debían de conocer su pasado.
    Fue algo difícil de decir, no estaba cómodo hablando ante un grupo tan grande, en especial frente a dos personas que eran prácticamente desconocidos para él, aun así lo hizo, acabó su historia, aclarando que no quería compasión de nadie, sólo lo hizo para que fueran conscientes de lo que iban a hacer a Kamakura, lo que encontrarían allí.



    Subieron el monte Genji siguiendo a Rengo; el conocía el camino; pero esta vez fue uno mucho mas sencillo. El bosque estaba destruido, y lleno de cadáveres. El aroma era pútrido y nauseabundo. Y por un momento, Rengo se alegró de no poder oír las voces...

    Llegaron a la ciudad, cruzando aquella entrada donde Rengo observó el suelo por unos momentos, el suelo donde habría alcanzado la muerte, por una inercia desgarradora, volvió a cubrirse con la piel de lobo que Kohaku le había prestado, para después marcar el paso hacia adelante.

    Kamakura ya era una ciudad en abandono desde antes de la invasión; pero ahora se sostenía en escombros, era desolador ver la ciudad donde Rengo y Yuzuki crecieron de ese modo tan fatídico. Aun se podía oler la madera quemada, aun caía un poco de ceniza de lo que alguna vez tuvo vida.

    Rengo los guio al santuario, no entró a él. Lo rodeó para encontrar el campo de flores del infierno completamente destruido, ahora el fértil campo servía de cementerio, lleno de tierra recientemente sacudida para levantar montículos dónde ahora descansaban los cuerpos de personas que alguna vez se cruzaron en su camino por las calles de Kamakura. Observó el mala en su muñeca, el que recientemente le fue otorgado por Takeda, pero no sabía que hacer o decir; así que avanzó con la mirada en el suelo, evitando profanar las recientes tumbas. Así, avanzando entre aquel cementerio, llegaron a una pequeña capilla. Kuroki la reconocería perfectamente, era el sitio que Rengo le había dicho que era su lugar seguro... hasta aquel día.

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    El templo había sido profanado, y donde antes estaba la estatua de Mara, ahora se erguía un Buda enorme. Rengo suspiró, se detuvo allí mientras observaba al Buda en el pequeño altar, intentó empujarlo sin poder moverlo ni un poco.

    —Alguien... podría ayudarme; debo quitarlo de la tarima— dijo señalando al Buda.

    Pueden ayudar a Rengo a tirar o destruir al Buda o negarse a hacerlo.

    Si quieren ayudar deberán tirar un dado de 20:

    1-5= no mueven ni un poco al Buda
    6-10= logran moverlo un poco pero es demasiado pesado como para tirarlo.
    11-15= logran destruirlo
    16-20= logran moverlo sin necesidad de destruirlo
     
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    Zireael

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    Terminamos haciendo el recorrido a pie, digamos que en ese tiempo al menos pude intentar hacerme a la idea de lo que iba a recibirnos en Kamakura, la realidad con la que íbamos a chocar y también le sirvió a Rengo para encontrar la manera de decirnos lo que debíamos saber. Tener que escucharlo de su boca era significativamente más doloroso, aún así até mis propias emociones como pocas veces en la vida y lo escuché con toda mi atención, cada palabra, cada cambio en su tono, y cuando terminó, diciendo que no quería compasión de nadie inhalé y exhalé.

    No dije nada en particular, solo adelanté mis pasos para alcanzarlo y le eché el brazo sobre los hombros un momento, atrayéndolo a mí. El gesto no cargó la compasión que no quería, era más una manera de agradecerle por haberse abierto con nosotros y de decirle que eso también requería valentía, así que lo había hecho bien. Todo fuese para no llevarnos con él a ciegas.

    Le regresé su espacio después para continuar caminando un par de pasos detrás ya que él tenía que guiar el ascenso. El olor me recibió de una patada en el estómago a pesar de que llevaba sintiendo la peste cada vez más cerca, la había detectado unos instantes apenas iniciar el camino saliendo de Shizuoka. Me hizo arrugar los gestos y estuve a nada de tener, mínimo, una arcada pero ni idea de cómo logré contenerla teniendo en cuenta que esta vez era real. Que no era una idea, una corazonada ni nada de lo que sentía las otras veces cuando el peligro y la muerte nos rodeaban, sin certeza de que pudiésemos sobrevivir.

    —Lo sentí desde Shizuoka —mascullé por lo bajo, prácticamente para mí—. Lo sentí incluso en medio de la guerra, donde había solo sangre fresca y no sabíamos nada todavía.

    Era un perro entrenado, ¿no?

    ¿Pero había más? ¿Era el peso de las vidas que llevaba encima?

    Cuando alcanzamos la entrada vi a Rengo detenerse a mirar el suelo unos instantes, se cubrió mejor con la piel de lobo de Kohaku y otra serie de imágenes me cayeron encima, golpeándome con tal fuerza que por un momento trastabillé. Quise girar el cuerpo, echar a correr hacia el bosque de nuevo, correr y correr hasta volver a Shizuoka, seguir corriendo hasta alcanzar el grupo de Takeda y ocultarme, absolutamente aterrada, en los brazos de Takano porque entendí que la sangre que había tocado esa vez era de Rengo.

    Había tenido su sangre patinándome en los dedos.

    Pasé saliva con dificultad, tardé un momento en reiniciar los pasos y seguir al menor de los Harima perfectamente consciente de que no podía echar atrás a esas alturas, que había venido porque sentía que debía estar con él.

    Si ya todo lo anterior venía construyendo una torre de visiones horribles, el solo ver el estado de Kamakura fue desolador, me heló los huesos y me obligó a caminar con la mirada en el suelo. No importaba que hubiéramos huido, seguía siendo mi hogar, era dónde había crecido y ahora su visión era tan parecida a la de Fujimi que solo faltaba otro niño gritando que sacáramos la cabeza de su padre de un poste.

    Nuestro hogar llevaba años empapado en sangre, pero esto era diferente.

    Seguí los pasos de Rengo por el sonido, era diferente al de los demás porque todos teníamos formas de caminar, y así puede seguir evitando las visiones que hubiese tenido que recibir de llevar los ojos al frente. Seguimos hasta el santuario, al campo de flores del infierno ahora vacío y avancé casi sobre sus pisadas para no caminar encima de las tumbas y entramos a una pequeña capilla.

    Solo allí levanté los ojos de forma que noté el Buda, Rengo intentó moverlo y fue en eso que reparé en lo que llevaba en la muñeca: el mala de Takeda. Se lo había dicho a Takano, que el señor y yo podíamos ser muy parecidos y es que quizás teníamos la misma manera de ver el mundo, todo a través de nuestras emociones, que no eran pocas. Fuese como fuese, el caso es que ambos nos desprendíamos de nuestras cosas para entregarlas a aquellos que parecían necesitarlas, entregábamos fragmentos de nosotros en un intento de que los demás pudieran encontrar apoyo en sus propios caminos.

    —Déjame intentar, Ren —dije en voz baja acercándome, repasé al Buda con la vista y suspiré antes de intentar moverlo.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Justo después de salir de Shizuoka se me ocurrió pensar que ahora, además de Chiasa, contaba con la compañía de un caballo. Le había acariciado la crin antes de empezar a caminar, era una yegua esbelta y bastante alta, de pelaje corto, color ocre, y temperamento dócil. Al menos conmigo. Iba a tener que bautizarla, ¿verdad? Para sumarla a la familia o algo, de paso conseguir un perro. Sólo esperaba que a Chiasa no le diera por ponerse celosa.

    Viajó a lomo de la yegua casi todo el recorrido, a veces observando el paisaje, otras durmiendo. En compañía del pequeño grupo me di cuenta que casi todos poseían un lazo afectivo estrecho, al menos en relación a Rengo, y en consecuencia acabé manteniéndome bastante al margen de todo. Ni siquiera lo hacía adrede, era la mera sensación de no pertenecer que me empujaba a preferir la compañía de animales, como mi pequeña ardilla. Llevaba haciéndolo desde la tragedia en mi villa y vete a saber si eso cambiaría algún día.

    Por la misma razón no reaccioné visiblemente o busqué brindarle apoyo a Rengo al contarnos su historia. Lo admiraba, estaba usando la voz que le había dicho que aún poseía y lo admiraba ampliamente por ello, pero no busqué o me esforcé por hacérselo saber. Sólo le presté toda mi atención, me grabé en el corazón cada una de las imágenes e intenté prepararme para la Kamakura que nos recibiría.

    Lo reconocí, el olor nauseabundo de la auténtica muerte. De los cadáveres, de la carne quemada. Del fuego y la sangre. Lo reconocí y mantuve la compostura porque era lo que mejor sabía hacer, pese a sentir que me ahogaría en cualquier momento. Mi mano sólo se comprimió con más fuerza en torno a las riendas con las cuales guiaba a la yegua y seguí caminando, repitiendo el sendero que los demás elegían frente a mí.

    Lo observé todo, cada imagen, y sólo pude pensar, una y otra vez, que nadie me concedió el tiempo de brindarle un entierro digno a mi gente. Nadie.

    Alcanzamos un santuario, asumí que sería el de la historia de Rengo y me cargué los pulmones de aire. Había dejado a la yegua afuera, Chiasa en su lomo, y luego de que Yuzuki pudiera mover la estatua tan sólo un poco se me ocurrió que quizá mi fuerza sirviera de algo.

    No dije nada, como era lo usual, sólo me acerqué lentamente con una sonrisa suave y, siguiendo el mismo cuidado, intenté quitar la estatua de la tarima.
     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada
    Esto primero es de Shizuoka, por si quieren omitirlo asdfgh
    —La cicatriz es linda pero prefiero algo más normal—. Respondí riendo por un instante, aunque escuché con atención como Rengo parecía desear crear un talismán, pero con el sello encima sería imposible, pero aún así parecía tener una idea. Por lo que sonreí, asintiendo con calma.

    Miré conmovido como Yuzuki peinaba a Rengo gracias al listón rojo y cada vez iba entendiendo más y más la importancia del mismo, fue como mi padre respondió afirmativamente que nos acompañaría y Shiori no fue la excepción, sonreí agradecido a ambos.
    —Bueno, ahora sí tendremos el tiempo Shiori, aunque te advierto que Kamakura si puede ser dura—. Dije aún en calma pero en eso último con seriedad.

    Kohaku confirmó, y hasta me tomo del hombro entusiasmado, por lo que no evité dedicarle una mirada emocionada, al menos lo suficientemente claro, por lo que asentí a sus palabras, me emocionaba mucho compartir misión pues desde Kamakura que no habíamos hablado casi en lo absoluto.
    Negué ante lo último y respondí:
    —Tal vez por esta ocasión, pero confío en que podremos estar juntos por más tiempo, ya verás, y si no es así, juro que hallare la forma. —reí ante eso último para después verlo partir un instante.

    Poco después suspiré y seguí ensimismado en mis pensamientos, las bromas de Rengo apenas si me llegaban y solo sonreía a ojos cerrados, fue como me sacudió el hombro que los abrí para mirarlo y sonreí de costado, con sinceridad, aunque Shiori secundó sus palabras, por lo que me terminé rascando tras la nuca para desviar la vista.
    —Oh vamos... no soy tan bueno—. Dije con honestidad, de hecho sabía que lo había hecho muy bien y hasta yo mismo estaba orgulloso de mi trabajo, pero que justo me lo dijesen dos personas que aprecio tanto me dejaba en una tesitura curiosa.

    Mi mirada bastó para dejarles a entender que estaba bien, solo estaba algo decaído. Mientras Shiori y Rengo platicaban como es que me habían conocido, mi padre me habló y en esa ocasión sonreí más enérgico. Podríamos salir de caza.

    Hicimos lo propio, no sin antes que Kohaku me ofreciera vender los Kunai, por lo que confié en él, cualquier oferta realmente resultaría bien, haberlos comprado a cinco monedas aún si fuesen a diez cada uno ya ganaba bastante.

    Así pues, fui con mi padre a las afueras para cazar, cosa que tampoco fue tan mal, eso nos serviría para tener con qué comer en el trayecto.

    Poco a poco todos nos íbamos separando, Rengo y compañía se reunía y Kohaku vino con una gran bolsa de dinero, aunque lo noté algo frustrado... ¿Algo habrá salido mal?
    —Es mucho más de los que esperé, no voy a mentir. —le comente con honestidad.
    >>Te debo una Kohaku, de verdad, gracias—. Concluí con calidez pues por el peso sin duda alguna me sorprendía, ya con lo que llevaba encima podría considerar apuntar a algo más grande.

    El momento llegó y partimos hacia Kamakura... subiendome de nueva cuenta al caballo de color negro, emprendimos nuestro viaje, desafortunadamente no podríamos ir rápido, algunos no contaban con monturas pero no es como si eso preocupara, al menos por ahora...



    El tiempo pasó... y en determinado punto Rengo comenzó a relatar su historia, aunque en momentos se notaba que le costaba trabajo y esfuerzo continuar el mismo, por mi parte miré a mi amigo, con atención pero cada que podía le asentía, sonriendole orgulloso. Sabia que aún le costaría, pero el hecho que el tomase esa iniciativa no solo me había sorprendido si no que podía ver que genuinamente iba progresando, por lo que al finalizar, le alcé discretamente un pulgar, tampoco quería romper el ambiente, intuía que era mucho por asimilar... ya lo había pasado en su momento.

    Aún así, aunque la noticia estaba allí, la visión iba a ser abrumadora... primero el hedor, luego el panorama, no evité mostrar shock y tensión ante lo que se presentaba. Rengo nos guió por el bosque, pero ahora lucia tan distinto, y los cadáveres apenas eran la punta... simplemente todo era tan desolador y trágico.
    No evité gemir y me tape como pude la boca y nariz con el haroi negro, inclusive en momentos estaba por vomitar, aquel característico olor no solo a un genocidio si no al acero... a la sangre, me transportó a la noche en la que los Fusatada habían sido masacrados y a la guerra de Shizuoka...

    Me esforcé por no dejarme distraer y lo único que conseguí fue escupir a un lado, Kamakura no dejaba de mostrar desgracias...

    Llegamos hasta la entrada, y Rengo miró al suelo del mismo, por reflejo mire pero hacia Kohaku, el y yo habíamos llegado aquí primero junto con Rengo, recordaba con pesar como solo con la visión de Kato me había movido la base moral por completo, volví mi vista al frente y... de alguna manera, todo se sentía distinto.

    Rengo volvió a avanzar y no tardamos en corresponder, entrar a Kamakura era igual o peor que el bosque, las edificaciones estaban quemadas, destrozadas, algunas apenas podían mantenerse en pie. Ceniza inclusive llegaba a caer esporádicamente, el olor no paraba y a pesar de que las visiones por aquel fatídico día ante mi extinto clan asolaban, también lo hacían las memorias de Masuyo, por lo que terminé por masajearme la frente... Kamakura había sido dura pero me había hecho crecer... ver esto era simplemente.

    No lo sabía, de alguna manera la sentía tan muerta en vida... o eso pensaba.

    El trayecto fue un tanto largo, inconscientemente fui escuchando a las escasas personas que habían sobrevivido, algunos comentarios, o más bien todos, los que conseguía captar llamaban la atención... aunque un par destacaban y desde que los capte, mire con seriedad el entorno, con deje tenso y hasta paranoico, ya que de forma un tanto esporádica volteaba para todos lados.

    Llegamos al santuario y por reflejo lo rodee a la par de Rengo, llegamos a aquel jardín, lo recordaba bien, pero hasta esto no se salvaba y ya me hacía la idea, habían tumbas, y antes de ingresar a la puerta ya me veía venir lo que se presenciaria. Procure seguir la ruta de Rengo para no pisar ninguna tumba y al ingresar al pequeño espacio pues... ahí estaba, completamente profanado y destruido, mire con cierta molestia la estatua de Buda, no es que odiara que la pusieran, si no que veía completamente innecesario que hiciesen algo así. Itami ya no estaba, Rengo había perdido su energía y lo de Mara parecía que simplemente ya no era secreto. Lo que ciertamente me sorprendía era ver este sitio relativamente en pie. Aunque lo que más me dolía era que este sitio era el sitio seguro de Rengo... pero eso, lo era. Ya nunca más podría ser este su lugar seguro...

    Rengo intento mover la estatua sin éxito, y pidió ayuda, Yuzuki se adelantó pero misma historia, el próximo en intentarlo fue Kohaku, aunque lo notaba distante, tal vez se sentía de sobra y eso me calaba un poco.
    Solté otro suspiro y otro vistazo alrededor, aquél gesto era notorio, no lo estaba ocultando, algo me mantenía tenso... muy tenso.

    Al comprobar que no había nadie, avance un poco para estar en el centro y miré a todos con seriedad.
    —Debemos estar alerta, odio decir esto, pero este último ataque ha puesto muy tensos a los residentes pero contra Rengo. La muerte de Itami y el hecho de que Ren esté de vuelta pues... escuché durante el trayecto como se decían entre ellos que tal vez y ya sería lo mejor que se deshagan de él. Temo que esos comentarios los escuchaba muy en serio, quiero creer que no se atreverían pero, bueno. No hay civil que no esté armado, así que lo mejor es que nos demos prisa—. Anuncie, con deje triste y tenso. Odiaba pensar que nos tuviésemos que ver en una batalla por la paranoia que le tenían a Rengo, si tan solo supiesen la vida que tuvo... pero ya no había marcha atrás, ahora estábamos aquí y desde antes de venir ya debíamos estar preparados para cualquier cosa.

    De cualquier manera, lo que había dicho lo dije con tono serio, delatando que no estaba bromeando en lo mínimo, y me mantuve aún de brazos cruzados, mirando alrededor una última vez para aproximarme a Rengo.
    —Lo siento Ren, en la guerra destrozaron a Noroi...—suspiré con pesadez.
    >>Cuando me incrustraron esas flechas, la espada se quebró de alguna manera, siento no haber cumplido esa parte de la promesa, pero hey. ¿No es un tanto poético? Te ponen un sello cuando Noroi es destruido—. Dije riendo con pena, tal vez no había sido el momento, por lo que decidí no dar más rodeos y quité el seguro que mantenía sujeto la katana que le había quitado a aquel comandante Taira y se lo extendí a Rengo.
    —Ten, tampoco es bueno que te quedes sin arma, tantos pensamientos solo me hicieron olvidar este detalle—. Concluí, volviendo a reír con pena, para después observar hacia Kohaku, atento a su progreso.
     
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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]


    Yuzuki intentó mover aquella estatua pero sólo logró hacerlo ligeramente, sin poder abrir el paso; Rengo le sonrió, pues el tampoco había podido hacer mucho al respecto. Después Kohaku fue quien se acercó, y como si de un simple jarrón se tratara, cargó al Buda y lo colocó con delicadeza en el suelo, justo a un lado del ahora hueco que dejaba la escultura finamente tallada, hubiese sido una pena tener que destruirla para poder removerla.

    Rengo se acercó —¿Qué haces de entrenamiento? Seguro puedes cargarnos a todos nosotros ¿Eh? —dijo sin observarlo, pues estaba concentrado en el hueco dejado por el Buda, era una especie de tatami pero Rengo lo sujetó entre sus dedos, levantándolo completamente. Se giró para buscar algo; pero Satou ya le había traído la pequeña linterna: una vela protegida de un metal, seguramente un artefacto de China, en ella tenía el grabado del Yin y el Yang.

    —Gracias —mencionó Rengo tomando la linterna, mientras Satou le sonreía.

    Antes de entrar, Kuroki decidió informar de lo que escuchaba entre susurros al adentrarse en Kamakura, Rengo se giró hacia él y sonrió —No debes preocuparte, no es la primera vez que desean matarme, recuerda que aquí me consideran un demonio; y con tal reputación, uno aprende a moverse como tal; entenderás porque este era mi sitio seguro — iluminó el interior del hueco donde había levantado el tatami, allí había una escalera de madera que llevaba hacia abajo; desató su listón rojo del cabello y amarró la linterna con el a su obi; era algo que hacía con naturalidad, era algo que antes hacía constantemente.

    Kuroki se aceró mas a Rengo y le anunció del destino de Noroi, aquella que fue su katana por años.

    " Te ponen un sello cuando Noroi es destruido"

    Después extendió la katana que recogió en el campo de batalla para ofrecérsela; Rengo negó y empujó levemente las manos de Kuroki hacia él — Mara no ha sido ninguna maldición si es que a eso te refieres — respondió de manera un tanto osca, esperando que Kuroki entendiera que aun debía seguir fingiendo, miró hacia las escaleras, colocando el primer pie para iniciar el descenso —Síganme, y por favor Kuroki —soltó una pequeña risa —No me vuelvas a caer encima.

    Bajaron con tranquilidad unos treinta escalones aproximadamente, lo que equivaldría a haber bajado dos pisos. El ambiente era frío y el viento se escuchaba retumbar alrededor.

    —Esperen un poco— dijo la voz de Rengo, y así vieron como la linterna que cargaba avanzaba, y conforme avanzaba, iba encendiendo otras linternas en la habitación.

    [​IMG]

    Allí frente a ustedes se encontraba un viejo altar; alrededor había varios estantes con diversos documentos; el sitio era enorme; tanto que la linterna de Rengo comenzaba a parecer una luciérnaga cuando llegaba al fondo de aquel lugar para encender las linternas a totalidad.

    [​IMG]

    Rengo regresó con ustedes y les señaló el lugar, como si se los presentara —Este es el archivo; guarda demasiados documentos y tablillas de distintas religiones. Creo que es algo que no he explicado —dijo para dejarse caer en el suelo y así ordenar sus pensamientos — Esto es un Onmyoryo; aquí nacen los practicantes del Onmyodo —soltó una risa —Se le conoce como el camino del Yin y el Yang; pero no sólo habla de taoísmo; el onmyodo es como una mezcla de taoísmo, budismo, sintoísmo y otras cosas, la verdad es que es confuso pero es así — dijo sutilmente —El Onmyoryo es una escuela para aquellos con energía espiritual, y somos entrenados para leer el futuro, las constelaciones y alejar a los malos espíritus —Acomodó su cabello detrás de sus orejas pues ahora lo llevaba suelo por traer su listón sosteniendo la linterna —Y es aquí donde pasaba gran parte del tiempo, meintras ustedes entrenaban —dijo observando a Yuzuki —Estudiaba de religiones, talismanes, caligrafía, constelaciones, de los guardianes, el calendario, el tiempo, rituales... —señaló el altar, allí había una base para una katana —... y fue allí donde escuché a Mara por primera vez —se acercó a Kohaku —Y es allí... dónde en teoría deberías poder hablar con... Ebisu, y así entender por qué te ha bendecido — talló sus párpados para después mirar todos los documentos en aquel gran espacio —Y en algún lado debe decirnos como...— se giró y los miró avergonzado— Perdonen que no sepa nada de la distribución del archivo; pero yo leía bajo la supervisión de Itami, tenía prohibido leer algo que no hubiese pasado por su manos.

    Satou tomó la iniciativa y comenzó a buscar.
    Wuju! bienvenidos a la actividad de "perdidos en la biblioteca: ordenando el archivo en Kamakura" xD

    Podrán buscar documentos tirando un dado de 20 caras:

    1-10= no encuentran nada útil
    11-18= encuentran algo interesante
    18-20= encuentran algo trascendente.

    Gigavehl Gigi Blanche madarauchiha Yáahl
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Ni caso, ya de por sí sabía que no tenía especial fuerza física, lo mío era más velocidad e insistencia, pero bueno a veces la necedad triunfaba. El punto fue que no moví mucho el Buda, suspiré de nuevas cuentas y me encogí de hombros al dejarle el espacio a Kohaku para que le ayudara a este par de torpes a mover la estatua. No que lo subestimara, pero aún así me sorprendió y me alivió a partes iguales que lograra mover al Buda sin tener que recurrir a destruirlo.

    El comentario de Rengo me sacó una risa baja y busqué a Kohaku con la mirada para dedicarle una sonrisa bastante sosegada.

    —Gracias —dije con calma antes de salir con la tontería de turno—. La próxima tráenos a todos al hombro.

    Dejé a Rengo hacer lo que correspondiera, siguiendo sus movimientos con un precisión que rozaba lo estúpido y mientras tanto repasé las palabras de Kuroki, lo que acababa de decirnos de la tensión en Kamakura respecto al menor de los Harima y crucé los brazos bajo el pecho.

    —No los acompañé solo porque sí. Rengo puede jurarme que van a revisar papeles nada más y a mí Kamakura me sigue pareciendo lo suficientemente peligroso para que incluso algo así pueda salir mal —comenté bastante al aire justo en el momento que Rengo iluminaba las escaleras que había descubierto al levantar el tatami—. Nuestro hogar quedó reducido a cenizas, pero si uno solo levanta un arma contra este niño va a tener un problema bastante importante conmigo. Lo mismo si tocan a cualquiera de ustedes.

    Seguí al menor de los Harima en cuanto comenzó el descenso, con cuidado de no dar un mal paso y acabar rodando hasta abajo, y mis ojos se detuvieron en las sombras que provocaba la lámpara.

    —Si Kuro se cae nos lleva a todos por delante —dije sin pensarlo mucho y eché un vistazo hacia atrás.

    Ya abajo nos dijo que esperáramos, la lámpara se hizo pequeña conforme él se alejaba, encendió otras en el camino y así nos iluminó el espacio. Era frío, se escuchaba el viento, retumbaba, repercutía y el sonido se sentía en el cuerpo. Era el viento que atiza el fuego o termina por apagarlo, el que picaba el mar también. El sitio era bastante grande y para cuando Rengo volvió a nosotros yo todavía seguía repasándolo con la vista.

    Y es aquí donde pasaba gran parte del tiempo, mientras ustedes entrenaban.

    Encontré sus ojos que ya estaban clavados en mí en el momento que dijo eso, me llené los pulmones de aire y avancé para comenzar a mirar los documentos por encima en lo que él seguía hablando. No registré nada, solo vi todo a donde me alcanzaron los ojos y fruncí apenas el ceño.

    —Es frío... y los documentos acumulan humedad se quiera o no. Es como una cueva —murmuré aunque seguro allí se me escuchó de todas formas—. Dudo mucho poder encontrar nada si no tiene que ver con venenos o medicina. Era todo lo que me dejaban leer en realidad.

    Negué con la cabeza cuando lo escuché disculparse por no saber sobre la distribución del archivo, en realidad no es que le correspondiera así que no importaba mucho. Igual con semejante cantidad de información la teníamos difícil así supiéramos cómo se organizaba este espacio o no, éramos nuevos allí de por sí.

    me encanta que SIGO SACANDO UN DÍGITO

    diosito yuzu que hiciste en tu vida pasada para merecer esta suerte
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No que alguna vez hubiera pensado que mi fuerza física me diferenciaba del resto, pero puede que siguiera siendo el de mayor contextura corporal allí (bueno, probablemente obviando a la señorita que acompañaba a Kuroki) y al parecer, eso me ayudó a cumplir con mi tarea. Atendí a mover la estatua con cuidado, cosa de no ir a romperla, y al erguirme solté el aire que había acumulado. Rengo se me acercó, concentrado en el altar, y tanto él como Yuzuki hicieron mención a lo ocurrido. Originalmente sólo iba a sonreír, como toda la vida, vamos, pero de repente se me ocurrió algo que consideré gracioso y junté el coraje para soltarlo.

    —Bueno, igual ese lugar ya se los ganó Chiasa.

    No me sentí totalmente cómodo, pero tampoco me pareció un fracaso rotundo y decidí quedarme con eso. El tema de conversación viró rápidamente a lo que nos había traído a Kamakura y seguí los movimientos de todos, oí sus palabras y argumentos, en el silencio de siempre. Uno podría arriesgar que el reciente ataque de los Taira tendría demasiado ocupados a los sobrevivientes de Kamakura como para preocuparse por la presencia de Rengo, pero no debía subestimarse el rencor que un corazón era capaz de albergar. En especial cuando un montón de personas tomaban a un crío de punto, cuando multitud de historias y rumores se revolvían en torno a él y empapaban su nombre de rojo.

    Fuera como fuera la situación, confiaba que Rengo estaba a salvo con nosotros. Que tanto Kuroki como Yuzuki harían lo que sea por protegerlo.

    Descendimos por unas escaleras ocultas, el ambiente se tornó cada vez más frío y en cierta forma me recordó a las catacumbas de Tsu, allí donde había encontrado las escamas junto a Daichi. Ahora que lo pensaba, aún no sabía de qué me servían esas cosas, ¿verdad? De la forma que fuera, lo que alcanzamos parecía ser el archivo del cual Rengo me había hablado en la playa. Era una habitación enorme, llena de información, que me recordó a las bibliotecas de los Ancianos de mi villa. Estaba escuchando al muchacho, de hecho, paseando la vista entre las estanterías cuando noté que se acercaba a mí. Señaló el altar, lo relacionó a Mara y luego me habló a mí.

    ¿Ebisu?

    ¿Hablar con Ebisu? ¿Iba en serio? Parpadeé, anonadado, pero no dije nada pues no tenía nada que agregar. Rengo siguió hablando y yo mantuve mi atención puesta en el altar, de hecho me acerqué a él para observarlo mejor. ¿Sería capaz de hablar con un dios, uno del cual llegué a dudar su existencia? ¿El mismo Ebisu, que descendió de su barco para bendecir a Ishikawa?

    Me volví hacia el resto, se habían puesto a buscar en el archivo y obviamente me sumé a ellos. Ya luego podría preguntarle al respecto, ahora teníamos una misión más importante.
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Satou tomó la iniciativa al buscar; avanzó entre los documentos como alguien que sabía a dónde ir, levantó un rollo y comenzó a leerlo con una gran sonrisa en su rostro.

    Yuzuki también tomó un documento, era un papel simplemente, éste decía:

    "Constato que hoy le he robado comida a Itami; sé que he hecho mal así que dejo mi confesión en este papel; no le digo porque seguro me castiga ¿Eso es malo? No creo. Tenía hambre, así que mi crimen valió el esfuerzo, es un bien por un mal. Si lees esto Itami... perdón, no me hagas daño por favor"

    [​IMG]

    Yáahl No has encontrado nada de utilidad.

    El siguiente en buscar por el archivo fue Kohaku, algo parecía llamar su atención, y fue atraído como si una fuerza externa lo estuviese guiando. No había miedo en él, tampoco decisión; había un vacío, uno que lo guiaba sin que este se diera cuenta, tomó un rollo y lo extendió con cuidado para ir leyendo mientras desenrollaba lentamente.

    "Shichifukujin"

    Fue lo primero que leyó en su mente, aquello activó sus recuerdos. Haciendo que leyera el contenido de aquel rollo con gran interés. Esto no era coincidencia; la suerte estaba inmersa en Kohaku como un atributo, mas que como un simple desliz del destino. Y sus recuerdos lo guiaban desde su infancia; hasta aquel atisbo de tiempo que ocurrió en las cavernas de Tsu.

    "Ebisu es el Dios de la suerte y también de los pescadores, la única deidad originaria de Japón... los onmyoji los asocian con uno de los Shijin: Seiryu. Ambos representados por la primavera, y el elemento de madera "

    Conocía de Ebisu... ¿Pero quién era Seiryu? Y fue allí que al ir desenrollando, estaba la imagen de aquel dragón azul...

    [​IMG]

    "Seiryu es uno de los Shijin, o cuatro símbolos, en la mitología taoísta. Seiryu es el guardián del este. Representa la virtud de la benevolencia, y simboliza la creatividad. Controla la lluvia. En la mitología sintoísta es considerado como el Dragón Azur o Azure, y este ser mitológico sería sustituido en el budismo por los cuatro reyes celestiales"

    Un dragón...

    "Seiryu siempre será observado en viejos asentamientos de agua, cavernas submarinas y el mar mismo, se dice que tiene un reino secreto, y sólo lleva a aquellos a los que les da de regalo una de sus escamas, considerándolos personas confiables"

    Escama...

    "De la misma manera que Ebisu da un regalo cuando baja del barco con las otras seis deidades. Siempre alegre, siempre amable, esa es su característica mas importante, y sus bendiciones siempre son asociados con el elemento del agua, como Dios del mar. Algunas escrituras dicen que Ebisu es también Hiruko; el hijo de Izanagi e Izanami, los Dioses que crearon Japón. Hiruko nació sin huesos y por ello sus padres lo dejaron en un bote en el mar, este sobrevivió a una vida de gran trabajo y mérito, para así convertirse en Ebisu, se dice que aquel ser que lo protegió en el mar fue Seiryu, quien guio su bote para que este no se ahogara en tormentas. Hiruko fue el mejor amigo de Seiryu por mucho tiempo, y se dice que Hiruko fue el primer mortal en ser llevado a su reino secreto y desde entonces, su sonrisa jamás se borró de su rostro"

    Un regalo; una bendición...

    "Se dice que un Onmyoji debe ofrendar una escama de Seiryu para llamar a Ebisu, esto le recordará a la Deidad su vida mortal por unos breves momentos, y guiará a quien busque comunicarse con él; pues recordará aquel día en el que estaba perdido en el mar, y un amigo le dio un valioso regalo. Para así, convertirse en el Dios del mar"

    Gigavehl y madarauchiha aun pueden tirar su dado de 20

    1-10= no encuentran nada útil
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    Gigi Blanche Me llevo comiendo esta trama desde Tsu!!!!!!!!! ahhhhh por fin!!!!
     
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    Gigavehl

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    Rengo había respondido de manera curiosa, alejando la espada que le ofrecía, lo escuché con atención y descendí levemente los párpados, captaba su mensaje y suspiré con desánimo mientras guardaba el arma.

    —Lo siento, no quería decirlo de esa manera—. Respondí, con fingida pena, si aún sin energía no deseaba ceder al asunto de Mara así iba a ser, por lo que no seguiría con el asunto pero tampoco me iba a mostrar inmediatamente distinto.

    Reí un poco por el asunto de Kohaku y antes de descnder volví a escuchar a Rengo, por lo que está vez reí con toque de pena.
    —Nuestro deporte, ya lo sabes—. Dije adjudicando a la fuerza que el era mi salvavidas en ese sentido para ahora sí descender gracias a que papá ya había preparado una linterna con el símbolo del Yin y Yang en el mismo...

    El descenso fue bastante extenso, demasiado, hasta inclusive creí por un segundo que esto no tenía fondo pero no, simplemente el salón era bastante amplio en todo sentido, gemí por el comentario de Yuzuki con gracia para que Rengo tomara la delantera y fuese iluminando todo, no evite abrir la boca con impresión por la visión... Si esto parecía algún especie de refugio ultra-secreto. Y la cantidad de estantes los cuales reposaban decenas de rollos era increíble, cada vez me calaban más las palabras de Shiryu en su día. Cuando hablamos en Nagoya sobre que Rengo no era feliz sabiendo lo que sabe. Recordar su vida solo me hacía imaginarme la de tiempo que se quedo aquí... Pero bueno, eso ya no tenía relevancia, no cuando ya por fin había un cambio.

    Poco después iluminó todo para presentar el sitio en cuestión y explicarnos por encima todo lo que había, admitía que era un tanto confuso pero sin duda alguna era increíble lo que relataba de todas maneras. Al final el asunto terminó un poco entre Yuzuki y Ren. Por lo que decidí no decir nadamás, solo empecé a buscar a la par que mi padre hacia lo propio.

    Tal vez me llevó más tiempo del qué habría deseado, porque pasaba de rollo en rollo, sin poder hallar algo que genuinamente me interesara o tener siquiera una mínima pista por dónde buscar. Hasta que al voltear ví a mi padre con una gran sonrisa triunfante... ¿Pero que habrá hallado? Lo conozco, no sonreía de esa manera por nada y hasta reí para mis adentros.

    Seguí en mi búsqueda hasta que Yuzuki y Kohaku se acercaron a Rengo. Ya para esas alturas, inclusive antes de salir de Shizuoka ya había entendido a quien se refería Rengo con respecto a otra persona a enseñarle sobre como crear talismanes y similar.
    Aunque fue lo que anunció que me hizo detenerme y voltee a verlo con sorpresa, con un rollo en manos.

    Viento...

    Pisadas poderosas...

    Aliento de algo...

    Tsu... Cuevas...


    Cuando saco las escamas, no evité abrir los ojos con gran sorpresa...
    —NO PUEDE SER...—. Exclamé tal vez con sorpresa de más.
    >>¡Entonces es verdad! ¡Seiryu estaba en las cuevas de Tsu! ¡Kenzaburo no estaba en lo incorrecto! ¡Todo el tiempo estaba frente a mi y yo creyendo que era algo exagerado! Uhm... Pero bueno que digo. Si era evidente—. eso último lo dije con reflexión y en murmuro, aunque el tremendo espacio igual hacia claro lo que decía.

    —B-Bueno, más allá de eso, lo cierto es que el Dragón existe.—rei hasta con ironía—. Si hasta se nos enfermó y todo. No me lo creo, ahora tantas cosas tienen sentido.

    Luego miré a los presentes, seguramente la mayoría no podía seguirme el hilo...
    —Ah, lo siento, veo que aun me distraigo mucho cuando me emociono mucho. En Tsu había un niño de nombre Kibo, el es el Dragón Seiryu, estoy seguro. Porque si hasta Kenzaburo le había informado a Takano que quería investigar dicha leyenda. Para no dar rodeos, en Nagoya, este mismo niño, Kibo, nos regaló a Rengo y a mi precisamente una escama—. Dije, para sacar mi propia escama, una gran sonrisa pronto apareció en mí. Ocultando de momento que también le había dado uno a Kawa.

    >>Y justo hace poco Shinrin me dijo que de hecho tienen un uso medicinal en botica. Me dijo que utilizó esto para curar del veneno a Takano, aquél que... Bueno, casi mata al mismo por culpa de Murai, cuando... Llegamos aquí la primera vez—. Dije entrecortandome un poco ahí, ya que no había sido precisamente un momento agradable, y solo pude juguetear con la escama entre mis manos...
     
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  13.  
    madarauchiha

    madarauchiha Gracias Andy!!! TWT Orientador Game Master

    Aries
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    [En edición...]
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    No contaba con que Kohaku, de toda la gente posible, con su máscara y las facciones que escondía debajo fuese a soltarnos algo más o menos a la altura a mí y a Rengo. Su respuesta consiguió sacarme una risa baja y encogí los hombros, como si me resignara a que el lugar se lo había ganado la ardilla, antes de ponerme en marcha con las cosas que correspondían.

    Si hubiéramos estado buscando entre los documentos de los Minami sobre herbolaria, medicina y cosas relacionadas seguro habría encontrado algo que valiera la pena, pero allí en el santuario necesitaba demasiada suerte para dar con algo de utilidad. El caso fue que lo que tomé fue un papel y al leerlo fruncí el ceño de primera entrada, aunque no tardé en relajar los gestos y llevarme la mano la boca para cubrir la risa.

    Dioses, si te robas algo no se supone que lo dejes por escrito, mi niño.

    Me acerqué a Rengo, papel en mano, y me asomé desde detrás de él para no interrumpirlo demasiado en su propia búsqueda. Aún así alcancé a hablarle al oído, como si todavía hiciera falta guardar el secreto o algo, y me tuve que obligar a tragarme la gracia en lo que le daba un toquecito en el hombro con la mano que sujetaba el papel.

    —Rengo, Ren-Ren~ —Lo llamé en un murmuro y con todo se me notó en la voz que iba a salir con alguna tontería—. ¿Estaba buena la comida que le robaste a Itami? ¿Quedaste llenito? Eso es importante. Además no importa, aquí varios tenemos las manos bastante sueltas.

    Cuando dejé la broma correr me coloqué a su lado y le eché la cabeza sobre el hombro sin más, con la vista puesta en lo que sea que hubiese encontrado.

    —¿Algo interesante? Yo solo encontré tus confesiones, pero la verdad es que si me dejas me quiero guardar esta nota —dije echándole un vistazo al papel todavía en mi mano.


    hold my comedy relief
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    Quizá debería haberme considerado siempre una persona afortunada, ¿cierto? Al fin y al cabo había nacido en una familia pacífica, fui criado con cuidado y atención. Nunca había faltado la comida en la mesa, la ropa limpia al costado de mi cama. Fui entrenado y educado en historia, religión, herbolaria, equitación, el arte de la espada. Incluso la máscara servía a un propósito noble, aseguraba el bienestar de cientos de personas. Había sido bendecido, después de todo. Era un niño afortunado.

    Y aún así.

    Navegué el archivo sin un objetivo concreto, hasta que desenrollé un pergamino que llamó mi atención y me dispuse a leerlo. Apenas topar con la mención de los Shichifukujin despegué la vista del papel un instante, repasando el espacio y a los demás, como si no acabara de creer que la casualidad me había llevado a dar con información de ellos. Respiré, aún bastante sorprendido, y me dispuse a leer. Acabé inmerso en la historia que la tinta narraba, con los recuerdos palpitando aquí y allá. De los Ancianos, sus enseñanzas, de los textos sintoístas que debía estudiar.

    Los onmyoji... eran adivinadores, ¿cierto? Provenían de una corriente que tomaba elementos tanto del sintoísmo como del budismo y taoísmo. En mi villa no les concedían crédito, siempre los tildaron de timadores y supersticiosos. Rengo lo había mencionado, ¿verdad? Que Itami había sido un onmyoji. Quizá por eso fue que precisó de mi sangre, de ahí las habilidades que presuntamente poseía. Aún me costaba creerlo, siendo honesto.

    Al considerarlas prácticas paganas, los Ancianos jamás me permitieron leer en profundidad sobre otras corrientes de pensamiento. De hecho, los libros y textos ajenos al sintoísmo estaban prohibidos. Pero allí estaba de pie, en medio de un archivo inmenso donde probablemente confluyeran creencias hasta ahora negadas de la historia. Sólo pude hundirme aún más en la lectura.

    Seiryu.

    Dragón azul.

    Escamas.

    Ebisu había sido protegido por Seiryu luego de que sus padres, los creadores del mundo, lo dejaran en un bote. Protección, regalos y bendiciones. Ebisu descendiendo de su barco para conceder buena fortuna a los mortales, la máscara de pintura y arcilla. Onmyojis.

    Debe ofrendar una escama de Seiryu para llamar a Ebisu.

    Sentí despertar de un sueño profundo, un sueño inmenso, al acabar de leer el pergamino. Fui repentinamente consciente de mi respiración, de mis manos y mi cuerpo, del aire frío a nuestro alrededor. Alcé la vista, entonces, y repasé a los demás con la vista. Un montón de palabras, de imágenes y sensaciones rebotaban en mi mente, y me acerqué a Rengo tras procurar que Yuzuki hubiera terminado de hablar con él.

    —Encontré esto —murmuré, aún bastante distante. En mi voz se imprimió auténtico desconcierto y le alcancé el pergamino—. Es... ¿Será cierto? Yo...

    Una parte de mí sentía ridículo pensar en la idea de hablar con dioses, pero la historia de Rengo llegaba a susurrarme que podía no ser tan descabellado. Hundí la mano en mi bolsillo y esculqué hasta mostrarle a quienes estuvieran prestándome atención las dos escamas que conseguí en las cavernas de Tsu. Los recuerdos palpitaron de nuevo.

    —Hace un tiempo ya, en Tsu, bajé a unas cavernas —comencé a explicar en voz baja—. Iba en busca de sanguijuelas, pero de repente el fuego de la antorcha se extinguió y nos envolvió una poderosa corriente de viento. No comprendí nada, no veía nada, pero escuché... escuché pasos. Eran pesados, mucho más pesados que los de un oso, y cuando el viento cesó, por encima de nuestras cabezas descendió una fuerte corriente de aire. Pero esta era caliente, caliente como... como el aliento de algo.

    Pasé saliva, respirando con cierta pesadez antes de concretar la idea.

    —Y cuando todo acabó, cayeron del cielo, del techo o de donde fuera estas escamas. Las llevé conmigo todo este tiempo, nadie supo decirme qué utilidad tenían pero no quise deshacerme de ellas. —Volví a envolver las escamas dentro de mi puño y regresé el brazo a mi espacio, viendo a Rengo a los ojos—. ¿Qué piensas?
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Onmyoryo
    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Tener en cuenta que después del post de Kohaku seguiría el post de Kuroki: Dos post arriba

    Kuroki no tomó ningún rollo; pero encontró un pequeño pincel, estaba mordisqueado de la madera y las cerdas estaban completamente abiertas, descuidadas; seguramente alguien lo había dejado allí, olvidándolo.

    [​IMG]

    Gigavehl No has encontrado nada de utilidad.

    Mientras tanto, Yuzuki se acercaba a Rengo para decirle lo que había encontrado de una manera sutil, y claro que Rengo se acordaba de esa nota, era muy pequeño cuando la escribió. Se ruborizó por completo para después cubrir su rostro con el rollo que apenas comenzaba a ojear —Era mas arroz, y recuerdo que me inflamé porque me lo comí deprisa —alejó su rostro del documento —Quédatela — dijo aun ruborizado; pero trató de concentrarse con aquel documento al frente, con Yuzuki en su hombro.

    —Ya sé que es esto... —dijo mostrándole el documento a Yuzu sin que él pudiera leerlo— Si uno es incapaz de dar pruebas de una gran flexibilidad de adaptación, encontrará numerosos obstáculos a cada momento; y el fuego de la ignorancia estallará sin control. La vitalidad, la energía y el espíritu sufrirán estragos, y el ser entero caerá en ruinas... —Hizo una pausa; no porque olvidara el fragmento, sino porque aquello era parecido a su situación actual —La morada espiritual arderá hasta su destrucción total...— otra pausa —¿Cómo podría entonces realizar el gran Tao? Lao Tse decía: ¿Puedes concentrar tu aliento hasta alcanzar la flexibilidad y la soltura de un recién nacido? Si alcanzas la flexibilidad y la soltura de un recién nacido, entonces todos los objetos están vacíos de absoluto; conoce lo activo, guarda lo pasivo... conoce lo blanco... guarda lo negro. Escrito por Lieu Yi-ming— terminó de recitar a la perfección.

    Mientras tanto, Shiori encontraba un documento interesante el cual decía:

    ¿Tiene la vida algún sentido?
    ¡Es todo realmente vanidad de vanidades? Si es así ¿Hay alguna esperanza de captar lo que en verdad vale la pena alcanzar?
    Estoy inmerso en el remolino de los meros hechos, todos dados, todos limitados, todos absoluta y definitivamente invariables.
    Estoy indefenso; soy el juguete de la fatalidad.
    Y sin embargo, añoro la libertad; quiero ser dueño de mí mismo.
    No puedo elegir; sin embargo, es necesaria una decisión en un sentido u otro.
    No sé qué hacer.
    Pero ¿Qué soy "yo" que estoy realmente detrás de todas estas preguntas enredadas y atormentadas?
    Yo no soy. Yo no existo.
    ¡Dónde está pues, el suelo seguro en el que pueda sostenerme sin ninguna sensación de culpa?
    O ¿Qué es el "yo"? ¿Podré existir fuera de mi realidad? ¿Hay espacio para mi en el exterior?
    Porque yo sé que "yo" puede ser ese suelo seguro.
    ¿Será éste el hecho que no había podido descubrir hasta ahora?
    El "yo" debe ser descubierto.
    Y eso me asegurará estar bien.


    Y hasta abajo estaba escrito con otra caligrafía:

    Escrito por Harima Rengo.

    Mientras tanto, Kohaku terminaba de leer, acercándose a Yuzuki y Rengo, este último tomó el documento mientras Kohaku hablaba, no tardó demasiado en reconocer el texto y sonrió. Pues siempre le gustaron los documentos con dibujos.

    Kohaku habló de lo que había sucedido en Tsu, se le notaba algo distinto al hablar de esos detalles; por lo que Rengo levantó la mirada y lo observó, no podía ver su mirada detrás de la máscara; pero la recordó brillar bajo la luna.

    "¿Qué piensas?"

    Rengo abrió ligeramente la boca; pero fue Kuroki quien ganó la palabra, tan efusivamente como siempre.

    "¡Entonces es verdad! ¡Seiryu estaba en las cuevas de Tsu!"

    Rengo sonrió, era cierto. El lo ayudó a volver a contener su energía, volviendo a su forma humana. Cuando aun poseía energía espiritual... cuando podía ayudar.

    "Si hasta se nos enfermó y todo"


    Si, Kibo se había enfermado en el camino a Nagoya; Rengo sonrió recordando la actuación tan pésima que habían dado para que una mujer les diera unas cuantas monedas para comprar el medicamento.

    "...este mismo niño, Kibo, nos regaló a Rengo y a mi precisamente una escama"

    Y Rengo le había atado el talismán para protegerlo de ser rastreado por personas como Itami, un elemento valioso, uno que le costó demasiado crear.

    Kuroki había explicado prácticamente todo, sólo faltaban unos detalles —Creo que Kibo te olfateó —mencionó con una sonrisa —Te reconoció en ese sitio y posiblemente te pedía algo; sólo que no lo escuchaste —dijo colocando su mano en su pecho —Porque aun no has abierto las puertas necesarias —alejó su mano, era inútil que intentara sentir algo, su energía ya no existía gracias al sello de luz —Su presencia bloqueaba por completo la voz de Mara, todo el tiempo que estuve con el señor Kenzaburo perdí la conexión algo que para mi aun no tiene sentido; Kibo es un shijin, Mara un Dios— dijo distrayéndose un poco, volvió a mirar a Kohaku —Si tienes los elementos creo que será necesario hablar con él ¿No crees? —dijo mirando al altar, la vieja figura de Mara no estaba allí. en cambio, pudo ver el látigo de Itami sobre el altar. Los malos recuerdos volvieron a él y negó.

    —Creo que debo mostrarles por qué consideraba este mi sitio seguro —sonrió ante Kuroki; para después mirar a Kohaku —Mereces hablar con Ebisu en un sitio mas... mágico, mi sitio seguro— mencionó con seguridad —Hay mas secretos en este lugar, incluso algunos que ni Itami conocía — dijo indicándoles que lo siguieran —Pasé mucho tiempo en este sitio oscuro rodeado de viejos documentos...—mencionaba mientras avanzaba a uno de los estantes —Espalda recta; ojos cerrados — retiró el estante con mucho cuidado, después pasó su mano por la pared, buscando algo al tacto, sonrió al dar con él— Tuve mucho tiempo en soledad; pero la verdad es que... nunca hubo silencio absoluto —cerró los ojos; abriendo la puerta corrediza que se encontraba oculta, allí había un angosto pasillo, seguramente ese sitio era una salida secreta, por si eran invadidos y debían huir con los documentos. Dejó pasar a todos, cerrando la puerta detrás de todos para seguir avanzando en el pasillo —Escuchen... el sonido aumenta— era el viento; el estruendo que se escuchaba en el archivo. Y al llegar al final del pasillo, Rengo volvió a buscar algo en la pared —Siempre hubo sonido acompañándome, incluso antes que Mara— hasta dar con lo que buscaban sus manos; abrió nuevamente sus ojos, detuvo la segunda puerta entre sus dedos y los miró con una sonrisa; abrió la puerta de golpe y el viento los golpeó directamente en el rostro.

    Rengo levantó los brazos y salió al exterior —¡VIENTO! —gritó entre risas.

    Aquel sitio era impresionante, era una tarima suspendida entre las rocas; una construcción adosada a la montaña.

    [​IMG]

    Rengo se acercó a la orilla, se sentó y dejó colgar sus pies hacia el barranco. Su cabello ondeaba suelto pues su listón sujetaba aun la linterna a su cintura.

    [​IMG]

    Y frente a él; podía disfrutar de un paisaje único. La verdadera belleza de Kamakura.

    [​IMG]

    Gigi Blanche Gigavehl Yáahl madarauchiha
    [/Spoiler]
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    La reacción de Rengo me causó genuina ternura, consiguió arrancarme una sonrisa liviana y lo escuché con atención, al parecer el robo no había salido tan bien, el pobre se había inflamado por comer deprisa y me dio algo de pena. Se había ruborizado también, cosa que me siguió entreteniendo y cuando accedió a que me quedara la nota la doblé con cuidado para guardarla con el resto de cosas que cargaba, que no eran muchas, la flauta, la pieza de shogi y las cuestiones para atender heridas.

    Me alcanzó el documento entonces, lo recitó a la vez que yo lo leía y no me sorprendió que lo tuviese memorizado. La voz de Kohaku nos alcanzó de repente, no parecía saber cómo hilar lo que había averiguado, nos contó lo que correspondía y nos mostró las escamas, que atrayeron mi atención. Contuve el impulso de estirar la mano para tocarlas porque con lo que acababa de contar sentí que eran suyas, que le pertenecían y que no debía tocarlas así, que le pertenecían tanto como su máscara si eran el conducto a una deidad.

    No había nada de descabellado en ello para mí, no cuando había visto el espíritu de mi padre en Minami con mis propios ojos. Si podíamos ver a los muertos, ¿qué nos detenía de más? ¿Qué nos impedía escuchar dioses, invocarlos y hablar con ellos? ¿Pedirles respuestas?

    La voz de Kuroki me sobresaltó, ensimismada como estaba en lo que nos había contado Kohaku y mis propios pensamientos, haciéndome girar el rostro en su dirección para escuchar lo que él también tenía que decir, secundado por la respuesta de Rengo. La situación era complicada, la verdad, pero al menores Rengo llegó a la conclusión más lógica, la de que si Kohaku tenía los elementos debía hablar con él, pero no allí.

    No en esa cueva húmeda.

    Nos guió de nuevo, esta vez por una salida secreta y no tardé en entender de dónde venía el sonido del viento, ese que nos había recibido apenas entrar. Había una salida, Rengo la conocía y allí había encontrado seguridad, ahora nos estaba mostrando el lugar donde había encontrado sonidos en medio de la soledad. La última puerta se abrió de golpe cuando él así lo dispuso y la ventisca nos recibió, nos golpeó el rostro y vi la silueta del menor de los Harima al salir con los brazos levantados.

    La construcción nacía de la montaña, nos permitía una vista distinta, la verdadera vista de Kamakura y mientras me acercaba a la orilla, allí donde Rengo se había sentado, algunas lágrimas se me agaloparon en los ojos sin motivo particular. El viento arrastró mi cabello de la misma manera que arrastró el suyo, estaba suelto también después de todo, y el haori de mi madre, el haori Minami ondeó como una bandera detrás de mí.

    El viento trajo consigo otra cosa, una suerte de presagio o desazón, me la instauró en el corazón y aunque fue significativamente menos aterradora que cuando Shinko nos escribió lo de Yami en la tierra, supe que era de la misma naturaleza. La misma que me hacía oler sangre podrida donde solo había fresca o sangre fresca donde no había ninguna. No supe a qué asociarlo, a qué culpar o si pensar nada más que era un resabio de lo que habíamos tenido que ver en el ascenso a Kamakura.

    No me quedó más que dejarlo correr, archivarlo como los documentos que acabábamos de estar registrando.

    Todavía de pie mi mano alcanzó a posarse en la coronilla de Rengo, las hebras oscuras me hicieron cosquillas en los dedos al agitarse por la ventisca y respiré despacio. Pensé que Rengo era aire, que también lo era Kohaku, quizás incluso Kuroki que actuaba más como un torbellino y que si me descuidaba estas tres corrientes podrían avivar mi fuego o consumirlo. De repente ninguna de las dos me interesó o preocupó demasiado, era la naturaleza de cada persona, y yo nunca rechazaba la naturaleza de los que sentía parte de mi familia o con los que me sentía agradecida, y estos niños eran un poco de esas dos cosas.

    La amiga de Tsuna me resultaba todavía una suerte de misterio, pero conocía a Kuro también, así que entraba en el saco por cercanía y ya.

    —Sin dudas este es un mejor sitio que el archivo —dije hacia nadie en particular—. El aire limpia.


    did someone say RELLENO?
     
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Tenía que admitir que cuando me emocionaba, de buena o mala manera a veces me hacía actuar de manera impulsiva, así que ver los gestos de Rengo me daban gracia cómo también me hacían darme cuenta bastante tarde que tampoco era necesario haber exclamado a ese punto.

    Aún así, a pesar de que había resumido todo, Rengo me miró para hablarme y sus comentarios me dejaron realmente confundido, inclusive ladee ligeramente la cabeza, ¿Kibo me olfateo? No sería la primera vez que me hacen eso la verdad, Shiryu lo hizo y la verdad me había impresionado como incomodado por igual. Aún así, sus próximos comentarios me dejaron aún confundido. ¿Pedirme algo pero no lo escuché? ¿Aún no he abierto las puertas necesarias? No podía terminar de entenderlo, pero había observado con atención sus gestos corporales... Por lo que me quedé reflexivo ante la situación.

    O tal vez le estoy dando más importancia de la debida...

    Fuese como fuese, lo cierto es que el importante eran Ebisu y Kohaku, pero al parecer, aún así, este no era el lugar indicado, miró hacia el altar y lo único que yo observé fue precisamente el látigo de Itami... El que justo había dejado antes de venir a buscarnos en Tsu, intuia.
    Aún así, Rengo no tardó en invitarnos a acompañarlo, por mi parte dejé el rollo mientras de curiosidad ví un pincel bastante descuidado y hasta mordisqueado, no evité reír un momento y hasta terminé por guardarlo, así no tenía mucha utilidad pero era más por imaginarme el contexto para que acabara así...

    Mientras Rengo hablaba y se desplazaba a la par que todos lo hacían, me detuve un momento y aún así miré de nuevo hacia donde estaba el látigo. Me quedé un instante así, para acto seguido, voltear hacia el grupo y con Sigilo decidí aproximarme rápido al arma, al estar cerca la contemple unos momentos, suspiré... No es que me hiciera gracia este objeto, era parte del trauma de Rengo. Pero aún me sentía en deuda con Itami...

    "Aleja a Rengo de la obscuridad, lo dejo en tus manos"

    Esas simples palabras en Tsu las había sentido no severas, si no genuinamente de alguien que pedía un favor a otro y le depositaba toda la fe y confianza del mundo. Itami... Había sido un hombre peculiar, creado por Hana y que al final por culpa de Kyogi se había tragisversado todo de forma severa. Tanto como para que inclusive yo en su momento llegara a odiarlo y temerlo por igual, pero después de la revelación final de la propia Hana... Todo cobraba sentido.

    Quería hacer honor a él...

    Y a pesar de todo, genuinamente me habría gustado haberme sentado un día con el, a tomar te y hacerle tantas preguntas... Estoy seguro que al final nos habríamos podido llevar bien, tal vez no al punto de ser amigos, pero si compañeros... Aliados.

    Voltee de soslayo una última vez al grupo, parece que nadie se había dado cuenta de mi acto, por lo que volví la vista al látigo y al final... Decidí tomarlo...
    —Me advertiste del camino que estaba por tomar, Itami —Murmuré—. Y aún así... Me ofreciste la oportunidad de venir contigo, de hablar... Confiaste en mi, tanto como para confiarme a Rengo, a pesar de que sabías que yo no fui bendecido por nadie, a pesar de que yo no soy especial en estas cosas... A pesar de que solo era un niño sin experiencia—. Añadí, admitiendo mi cambio desde entonces.
    >>Tuvimos la oportunidad de hablar, pero no se pudo hacer... En cambio, te sacrificaste por nosotros. Inclusive en su momento mis palabras para no tomar siempre la violencia te hicieron entrar en razón. Es por eso que... Deseo que me permitas tomar tu látigo. No sé si alguna vez aprenderé a manejarlo cómo es debido, pero quiero rendirte honor... Quiero aprovechar que he vuelto aquí, cuando creí que jamás volvería a repetirse, y no quiero dejar ir la oportunidad. —continue murmurando, mientras la retiraba de su sitio y ahora la mantenía en ambas manos...

    —Te manipularon y engañaron... Esta arma está vista como una maldición y perdición para Rengo. Pero yo quiero cambiar eso, porque yo quiero utilizarla para el bien, para los Minamoto... Para lo que en verdad debió ser utilizada. —y apreté mi agarre...
    >>Este látigo ya no le hará daño a ningún inocente más... Lo juro—. Setencié para mí mismo, mientras guardaba el látigo con cuidado, voltee hacia el grupo, y con el mismo Sigilo de un inicio, volví con el resto, como si no hubiese hecho nada especial.

    Una vez de vuelta, Rengo hasta me miró, sonriendome en cuanto a lugar seguro se refiere, eso la verdad me impresionó... ¿Me había estado equivocando todo este tiempo?
    Es como al abrir una puerta oculta me impresionó el doble, no exageraba Rengo al decir que este lugar ocultaba muchos secretos, miré a mi padre con evidente sorpresa y terminamos por ingresar a lo que parece un pasillo bastante angosto, Rengo cerró y volvió a guiar el camino mientras hablaba... Nunca estuvo solo, hubo sonidos, incluso antes de Mara...

    Cuando destacó que el sonido se intensificaba la verdad es que era evidente, aún me costaba identificarlo, pero fue que abrió una segunda puerta cuando el viento soplo con una fuerza abrumadora y la exclamación de Rengo señaló lo evidente...


    Tarde un par de segundos en recuperarme y cavilar cuando por fin pude verlo con evidente sorpresa... Aún más que cuando reveló el archivo. Estábamos en un sitio completamente distinto de Kamakura, al salir, solo podía caminar con cuidado, pero no por ello hacia tanta falta, la vista era simplemente asombrosa y la edificación me resultaba de lo más curiosa e increíble... Inclusive puse extra atención a todo, al entorno, al suelo, a la edificación misma... De alguna manera sentía que no estábamos en Kamakura si no en cualquier otro lado, un especie de punto muerto, neutro. Un lugar especial por lo privado pero a la vez majestuoso que resultaba...

    El viento soplaba con fuerza, a pesar de que mi cabello era relativamente corto, podía sentirlo ondear, en especial el haori negro, aún así... El viento, aunque constante, era muy agradable, era cómodo y hasta me atrevía a decir que pacífico pese a su fuerza... Al seguir a Rengo y verlo sentarse a la orilla, hizo que lo siguiera solo para de mi parte recargarme en un pasamanos y contemplar tremenda vista... Una perspectiva y belleza única de Kamakura.

    —Por todos los dioses, de todo lo que podría esperar de Kamakura esto genuinamente me ha tomado desprevenido... Este sitio no deja de sorprenderme—. Dije para nadie en específico, simplemente era por el shock del momento. Solo pude quedarme ahí, a observar el tremendo panorama.
    >>Ahora al fin comprendo a lo que te referías con lugar seguro, Ren—. Dije hacia el mismo, mientras cerraba los ojos un instante... Dejándome guiar por el viento, no lo sabía, pero escuchar a Yuzuki me hizo verificarlo. Este lugar tenía un algo que lo hacía bastante agradable...

    Reiteraba a lo de antes... Este sitio en específico simplemente no parecía Kamakura...
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Apenas sellé mis labios aboqué mi entera atención a Rengo, de ahí que la intervención de Kuroki llegara a asustarme un poco. Giré el rostro en su dirección, lo oí y una ligera cuota de tristeza se asentó en mi pecho al oír la mención de Kenzaburo. Ni siquiera había hablado mucho con él, pero habíamos iniciado esta aventura a la par, en Nara, junto a Kuroki, Misato, Natsu y Mao. Lo habíamos hecho y ahora... él ya no estaba.

    Fruncí levemente el ceño al oír que el dragón se les había enfermado, y por suerte después vino la explicación. Parpadeé, sorprendido, recordando de un segundo al otro al niño que había conocido en la casa de armamento de Tsu.

    —Kibo —murmuré en una suerte de exhalación, no pretendía soltar la lengua ni nada, sólo fue eso.

    Tampoco creía necesario traer el evento a colación, además de que tanto Kuroki como Rengo estaban tomando la palabra. Ya luego, con mayor calma, quizá lo compartiera con alguien. Observé la escama que llevaba Kuroki, luego me volví hacia el menor de los Harima y su voz me perforó el pecho de una forma extraña. No fue doloroso ni punzante, pero contó con la fuerza necesaria para penetrar en la carne y grabarse a fuego. Que Seiryu probablemente me había pedido algo, decía, y solté el aire por la nariz. No pude evitar sentir una leve frustración ante la idea de haberme encontrado allí, frente a una criatura mitológica, y no haberlo sabido.

    La mano de Rengo alcanzó mi pecho y se sintió cálido. Sentí, aún siendo ya redundante, que había estado en lo correcto al dudar de sus palabras. Que este chico no podría haber sido capaz de matar a Hana. Habló de puertas, de Mara, y una cuota de tensión me cayó encima al mencionar que ya tenía los ingredientes necesarios para... ¿hablar con un dios? Seguía sonando totalmente descabellado.

    Miren, dijeron los Ancianos.

    Sus ojos brillan con el fuego de Amaterasu.

    Rengo desvió nuestra atención al altar, repasé el látigo de Itami sin mayor detalle y asentí, bastante hundido en mis propios pensamientos y emociones. No había esperado encontrarme en semejante escenario, no era una posibilidad que me hubiera planteado nunca y se sentía... poderoso. Enorme. Como el aliento descendiendo sobre mi cabeza. Intenté dibujar el rostro de Kibo en mi mente, sus palabras, el color de su voz, pero no pude recordar nada diferente. ¿Realmente era Seiryu?

    Luego nos condujo por un pasadizo secreto, al que acababa de llamar su sitio seguro. El viento aulló cada vez con más intensidad, recordándome indefectiblemente a las cavernas de Tsu. Comprendía sus palabras, comprendía que dentro de su soledad no hubiera habido silencio absoluto, ya que en la mía tampoco existió. La luz natural nos golpeó de un momento al otro, obligándome a entrecerrar los ojos, y las risas de Rengo se mezclaron con el imponente paisaje de Kamakura. Me quedé anclado al suelo, apreciando el trazo irregular de las montañas, las motas de vegetación aquí y allá, el amplio cielo azul surcado por nubes a lo lejos. Lo aprecié todo, el viento silbó y recordé, como fogonazos de memoria, mis propios momentos de soledad.

    Los demás fueron avanzando y sus siluetas se recortaron a contraluz. Detallé el pelo de Rengo, el haori Minami y a Kuroki recargando su peso en la barandilla. Yuzuki dijo que el aire limpiaba y le di la razón para mis adentros, cargándome los pulmones de aire. Aún no me sentía parte, quizá nunca lo hiciera, pero esta clase de soledad existía para limpiar el alma y probablemente Rengo lo entendiera.

    Finalmente caminé hacia el borde y envolví la barandilla con mis manos. Tomé aire, mucho aire, y no despegué la vista del paisaje hasta unos cuantos segundos después. Deseé haber traído a Chiasa, la verdad, no haberla dejado junto al caballo. Ella había sido mi viento y sentía que lo merecía todo.

    —Gracias. —Volví el rostro hacia Rengo y le sonreí, con toda la honestidad de la que podía ser capaz—. Por habernos traído aquí.
     
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    Amelie

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    Onmyoryo/ Anzen'na saito (sitio seguro)
    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]



    Rengo escuchó a los tres y sonrió, le alegraba por fin poder compartir aquel sitio con alguien; y era algo que era prohibido por Itami, ya que para llegar allí, debían pasar por el archivo; o peor aun, pasar por una serie de trampas en el monte Genji.

    —No mas secretos —dijo hacia Yuzuki, recordándole lo que ella le hizo prometer — Y aun quedan muchos — dijo tomando la mano de Yuzuki con ambas suyas, llevándola a su frente mientras cerraba los ojos, después abrió los ojos y la soltó para desviar la vista hacia Kohaku.

    —Seiryu...—decía específicamente para Kohaku, pero también miró a Kuroki, pues Seiryu era Kibo, el niño al que habían cuidado — Está herido —dijo con seriedad —En las cavernas en Tsu pude notarlo, lo tuve que ayudar a volver a su forma humana porque él era incapaz por sí mismo; su color era blanco en lugar de azul; pierde fuerza y la razón es...—calló, aun guardaba un par de secretos; era experto en ello; pero ahora le era más difícil ocultarlos, tal vez porque ahora no quería hacerlo mas, quería revelar cada uno de sus secretos, así como su lugar seguro; porque así como Seiryu daba una escama por su confianza, Rengo revelaba mas de todo lo que sabía —... la razón por la que pierde fuerza se debe a su benevolencia —sabía que lo que diría causaría daño en Kohaku; pero a la vez debía hacerlo, porque Kohaku debía conocer cada detalle que lo pudiera ayudar a entender a Ebisu y a Seiryu.

    — Kibo... su nombre significa escama —dijo escribiendo el kanji al aire, así como había desglosado el nombre de Shiori — pero si lo escribimos así...— volvió a hacer la caligrafía al aire, kanjis distintos — Significa regalo...— tomó aire, todo el aire que necesitaba; porque como dijo Yuzuki, el aire limpiaba —Kibo entrega vida por vida— cerró los ojos —Sus escamas... son un regalo que da a los mortales para salvarnos — miró a Yuzuki, porque sabía que también podía lastimarla con lo que diría, pues completaba con lo que Kuroki ya había mencionado — Sin el regalo de Seiryu... Shinrin no habría podido salvar la vida de Takano; pero con ello, parte de la energía de Seiryu desaparece —miró a Kuroki —Es por eso que no quería separarme de Kibo y su abuelo, y es por eso que les di mi amuleto, su poder disminuye si está lejos de su fuente —se señaló— Con él nadie podrá rastrearlos jamás, pero no protegerá a Kibo de perder energía; así como tampoco pudo salvar a Natsu. Mi energía no era tan fuerte—observó fijamente a Kuroki apretando sus puños—Su abuelo... es Byakko; ¿cierto? Por eso utiliza el nombre de Shiryu; para poder despistar a los espiritistas que buscan de Seiryu.

    Rengo bajó la mirada, aquel joven que era ingenuo en sentimientos, contenía demasiada información valiosa, una información que si hubiese sido utilizado para el mal, podría haber significado la destrucción de los cuatro Shijin. Y aun había mas...

    —Ebisu... —levantó la mirada para con Kohaku —... si deseas llamarlo, estarás utilizando parte de la energía de Seiryu —mostró a shi aun envainada —Así como yo tomaba energía de Mara, debilitándolo mientras utilizaba a shi — Miró sus manos Así como mi sangre puede hacer sellos de sangre o talismanes, utilizando mi propia energía — cerró los ojos, incapaz de mirar a los presentes, aun así no bajó el rostro —Acortando mi vida en el proceso —Abrió los ojos, continuando en su monólogo para no ser interrumpido— Esa energía es conocida como Qi, y representa la vitalidad del ser que la porta; todos los seres vivos lo poseen, pero sólo los espiritistas saben usarlo a su favor.

    Dejó ir aire con fuerza; aquello le era difícil de decir, y no quería imaginar que tan difícil sería de procesar para aquellos oídos —Es por eso que Hana perdía parte de ella mientras mantenía sellada a shi en Tsu. Su vida era consumida por el nivel de Qi que utilizaba.

    Observó el mala en su muñeca, aquel que Takeda le había dado antes de salir de Shizuoka —Todo tiene un precio, y tienes que ser consciente de lo que haces de ahora en adelante; Kohaku — observó a Kohaku con gran determinación —Necesitas hablar con Ebisu para abrir las puertas de tu Qi y así poder disponer de él ¿Estás preparado para esa responsabilidad?

     
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