Addiction

Antes de seguri con el nuevo capítulo quiero daros las gracias a todos los que leeis y comentais. Me encantan todos vuestros comentarios. He de admitir que los elaborados me gustan más que los simples como "me gusta, avísame de las conti". Aún así todos son de agradecer y no estoy para nada de acuerdo con que los borren.
19. capítulo – secretos de pareja

Cuando terminé de comer David no se marchó. Por el contrario se quedo conmigo un buen rato. Seguimos hablando y riéndonos. Tengo que admitir que algunas de sus frases no las oía, o más bien, no las escuchaba. Estaba tan sumergida observando sus labios carnosos y de apariencia tan suave, aunque pensándolo mejor serían fríos y duros como el hielo. Para, Amy pensé para mis adentro no te enamores, sabes que no está bien, ¡te matarán si lo haces!

— ¿Te lo puedes creer? — me preguntó después de contarme algo a lo que yo no había prestado atención alguna.

— ¿Qué? — pregunté avergonzada esperando que me lo volviera a repetir, en vez de eso rió.

— Eres tan graciosa cuando te despistas… — sonrió mostrándome sus dientes blanco cual marfil.

Yo no contesté y me limité a esconder mi cara en mi cabello. Algo frío rozó mi mejilla. David me miraba sonriente apartándome el pelo del rostro. Por un instante, los dos nos quedamos inmovilizados mirándonos. Fue algo extraño, fantástico y maravilloso al mismo tiempo. Sus ojos negros brillaban con la escasa luz que entraba por la ventana. Le agradecí en silencio que me apartara los mechones de pelo de mis ojos, pues si no lo hubiera hecho no habría visto lo hermoso que era. Esta vez me fijé en cada detalle y cada cual más perfecto que el anterior: su nariz respingona parecía burlarse, sus labios se me hacían apetitosos (me moría de ganas de probarlos), se empezaba a notar la barba que intentaba salir y el pequeño lunar en la barbilla marcada me encantaba. Hasta entonces no me había fijado en ese lunar. David era un chico muy guapo, para qué negarlo. Bastaba con mirarle de reojo para darse cuenta de ello, y por eso mismo no me había parado a contemplar esos insignificantes pormenores.

Nos miramos fijamente durante unos segundos que para mí fueron largos minutos. Me imaginé que nos acercábamos, que nos rozábamos suavemente hasta que al final…

— Pregúntame lo que quieras — me dijo apartando su mano de mí.

Yo estaba bastante nerviosa. La más mínima caricia para mí de su parte, era como una señal de amor eterno. Sí, lo sé, era una ilusa y una soñadora, pero la verdad es que yo era muy distante con toda la gente. Nunca me había gustado que se acercaran tanto a mí, que cogieran tanta confianza… pero cuando estaba con David cada segundo esperaba que lo hiciera y suplicaba por ello con gestos inútiles que los chicos son incapaces de entender.

— ¿Qué… qué quieres que te pregunte? — dije algo sorprendida.

— Lo que quieras, sé que quieres saber más de mí o, bueno, más sobre mi raza.

— Son demasiadas incógnitas que tengo revoloteando en mi cabeza…

— Solo te doy una oportunidad, sabes que no me gusta demasiado hablar sobre ello.

¿Cómo te convertiste? ¿Cuántos años tienes en realidad? ¿Qué poderes tienes? ¿Por qué el sol no te afecta? ¿Dormís en ataúdes? ¿Qué sentís al beber sangre? ¿Sientes remordimientos después de asesinar? ¿Qué pasaría su comes comida de humanos? Tantas y tantas que eran las preguntas que tenía en mente y solo fui capaz de preguntar la más estúpida:

— ¿Estás enamorado de Jane?

— Vaya… eso si que no me lo esperaba. — Se rascó la cabeza — hablando de ella… será mejor que me marche. — dijo levantándose.

— No puedes irte ahora — le repliqué.

— Tienes razón, te he prometido una respuesta y te la mereces… — dijo volviendo a sentarse. — Las relaciones entre los vampiros son bastante complicadas. ¿Qué si estoy enamorado de Jane? Eso creo, es mi esposa al fin y al cabo, pero… ¿Cómo sabes si realmente estás enamorado? Ya seas vampiro, humano o duende, es más difícil de lo que crees. Los de mi raza se supone que tenemos una peculiaridad; al encontrar a nuestro amor podemos leernos las mentes mutuamente. Nuestras almas se unen en el primer beso y desde ese momento uno está en la cabeza del otro y viceversa. Eso debería facilitar las cosas, o hacerlas más difícil ¿Qué más da si no estás con tu amor verdadero? Los humanos nunca podréis saber si es vuestro destino estar con vuestra actual pareja, pero si sois felices el destino tiene poco que decir. Nosotros tenemos que buscar durante años, incluso siglos, a alguien que pueda meterse en nuestra cabeza.

Hizo una pausa. Pensé que necesitaría aclarar sus ideas, ordenarlas para saber cómo continuar con su respuesta. Me di cuenta que desde que mencioné a Jane nuestros ojos no volvieron a encontrarse. Evitaba mi mirada, mirando el suelo, el sofá, por la ventana o la lámpara que colgaba del techo.

— En resumen, sí, sí estoy enamorado. — acabó levantándose y dirigiéndose a la puerta — nos vemos esta noche.

Y se fue, dejándome con mil preocupaciones en mi cabeza. Con mil preguntas sin respuestas. Con mil miedos por culpa de mis necios sentimientos. Y con un corazón perdido entre un laberinto de amenazas y sentencias ya declaradas.

 

Primero os quería pedir a todos los que seguis este fic un favor. Me gustaría que si queréis que os avise cuando publique un nuevo capítulo me lo dijierais aquí, que luego me vuelvo loca y no me acuerdo a quien tenía que avisar y a quien no ;)


20. capítulo – Encerrada.



Antes de que pudiera darme cuenta se pasó la tarde entera. Se me hizo raro estar sola. Imaginé que James y Charlie estarían trabajando y que por eso no habían venido a verme. En cierto modo, lo agradecí. Tuve tiempo para organizar mis ideas. Me di cuenta, a mi pesar, de que erróneamente me había enamorado de la criatura más peligrosa que conocía: un vampiro. Y no solo eso, su esposa estaría dispuesta a matarme si intentaba hacer algo o abría la boca. Después de darle mil vueltas, comprendí que no debía arriesgarme, que era mejor mantener mis sentimientos ocultos a la sombra de todos los ojos, pudriéndose dentro de mi ser. Me animé a mí misma haciéndome creer que solo era un enamoramiento de adolescentes, que cuando me diera cuenta estaría loca por otro chico cualquiera. Aún que, por otra parte, me desmotivaba pensar que pocos podrían superar la belleza, honestidad, valentía y amabilidad de David.



Preparé la ropa para esa noche. Nada muy formal, unos vaqueros rotos (como solía llevar a diario), una camiseta blanca con un dibujo negro en el que ponía algo en inglés que no podía entender y una chaqueta de cuero fina. Al salir de casa y cerrar con llave la puerta, a eso de las 8 de la tarde, James estaba detrás mío.



— Estoy pensando que eres un acosador... — le dije dándole aún la espalda.

— Puede que lo sea... — rió — venga, te llevo en taxi ¡y gratis!



Dentro del taxi estaba Charlie sentado en la parte de atrás. Me saludó sonriente. Vi perfectamente en la cara de mis dos amigos que ninguno de los dos tenía muchas ganas de asistir a la cena. Charlie me admitió que trataba a Jane como una reina para agradar a David, él se lo merecía. Pero los dos acabaron diciéndome que, incluso antes de que yo apareciera, no tragaban a Jane, tan posesiva, mentirosa y mirando siempre al resto de los habitantes por encima del hombro.



Al de unos pocos minutos llegamos a la casa de David y Jane. Al ver el hogar desde la ventanilla del coche un hormigueo recorrió mi espalda. Me puse un poco nerviosa, debo admitirlo. Sin razones, pero nerviosa. O al menos eso creía. Janes salió primero del coche abriéndome como un caballero la puerta.



— Allá vamos — dijo Charlie.



Nos acercamos hasta la puerta y antes de que pudiéramos tocar el timbre salió Jane a recibirnos.



— Justo a tiempo — dijo — ya está la mesa preparada.



Al entrar vi a David tirado en el sofá. Cuando nos vio se levantó de un brinco, tan ágil cual pájaro. Abrazó en modo de saludo a James y Charlie. Por último me tendió la mano a mí. Se la di y sonriente me acercó hasta él y me dio dos besos. De nuevo apareció el hormigueo, esta vez en el estómago.



— Sentaros — nos invitó, casi ordenó, Jane haciendo que David se separara de mí.



Cogí asiento al lado de James. Gobernando la mesa estaba Jane y enfrente de mí Charlie con David a su lado. Había una bandeja de plata en el centro de la mesa.



— Espero que os guste, es la primera vez que intento hacer esto — pronunció Jane descubriendo un pavo relleno.



Parecía la foto de los menús de los restaurantes. Tenía una pinta exquisita y se me hizo la boca agua. Llevaba comiendo unas semanas pasta, bocadillos y desayunos, así que me agradó saber que por fin comería comida de verdad. Jane cortó el pavo y nos sirvió unos trozos enormes a mí y a Charlie.



— ¿Vino? — nos preguntó a continuación.



James, Charlie y yo asentimos y nos sirvió en una copas antiguas y, por qué no decirlo, muy bonitas. Ella y David se sirvieron de la otra botella. Bebieron algo de color rojo intento, quise pensar que era zumo de fresa.



— Erm... tengo hambre — se quejó James.

— ¡Ah! Casi me olvido de ti — dijo burlona Jane — tu comida también está preparada... tienes que encontrarla.



A James se le iluminó la cara y salió corriendo del comedor.



— ¿Encontrarla? — pregunté confundida.

— Tienes que estudiar más ¿eh? — me vaciló Jane — a los licántropos les encanta jugar con la comida. Son depredadores y les gusta buscar su propio alimento. Así también ganamos nosotros manteniendo lejos de la mesa al pequeño y alborotador James.



Eso último que dijo no me gustó ni un pelo. Decidí hacer caso omiso de su comentario y probé el delicioso pavo. ¿Delicioso? ¡Casi vomité! Charlie me miró con el primer trozo en la boca poniendo cara de asco y tragando sin masticar.



— ¿Os gusta? — nos preguntó Jane.

— Está delicioso — mintió Charlie aguantando que saliera una lágrima de las arcadas ocultadas.



Yo me limité a asentir. Dios, ¿cómo podía estar tan malo? No sabría describir el sabor, pero aún cuando lo pienso me dan náuseas.



La cena transcurrió tranquila. Me inventé una pequeña excusa para no seguir tragando ese pavo, si es que se lo podía llamar “pavo”. Dije que me había comido dos tabletas de chocolate antes de la cena y no tenía gran apetito. Mi mentira se notó a la legua, pero nadie dijo nada. Charlie dijo que tenía el estómago revuelto, que había estado vomitando toda la mañana y no le iba a sentar bien tanto pavo. Otra mentira, por supuesto.



Cuando nos estábamos tomando Charlie y yo el café malo que había preparado Jane, esta me preguntó.



— Amy ¿Cómo imaginabas a los vampiros? Quiero decir, ¿Pensabas que éramos seres horrendos que mataban por placer y disfrutaban con el sufrimiento ajeno? — noté claramente su intención de querer hacerme quedar mal delante de todos.

— No, nunca había imaginado a los vampiros. He visto miles de películas acerca de esta especie, pero no tenía una idea propia. Supongo que me ha sorprendido bastante que no os quemarais con el sol o no brillarais o algo. — est5o último que dije provocó carcajadas en la mesa.

— Que daño ha hecho Crepúsculo… — rió David.

— ¿El baño? — pregunté queriéndome alejar un poco de la tensión que se podía incluso respirar en el ambiente.



David me explicó donde estaba y acudí. Cerré la puerta con pestillo y, apoyada en el lavado de porcelana, me miré en el espejo. Estaba decorado con unas flores a su alrededor, pero por muy bonito que fuera el espejo yo no me veía más guapa. Me paré a mirar cada detalle de mi rostro, y gracias que no podía ver el resto de mi cuerpo reflejado. Noté que mi pelo estaba apagado, despeinado y de un aspecto muy descuidado. Mis ojos eran oscuros, lo cual contrastaba con mi pálida piel. Mi nariz respingona no encajaba con el resto de mi rostro. Y mis labios… no tenían fallos, al decir verdad, pero estaban solos, abandonas y pidiendo a gritos el roce de otros que les devolvieran la sonrisa. Ensimismada en mis pensamientos alguien llamó a la puerta.



— ¿Estás bien? — la voz de David me devolvió a la realidad.

— Sí ¿Por qué? — pregunté desde el otro lado de la puerta.

— Llevas veinte minutos en el baño… — me recordó. Al parecer llevaba demasiado tiempo fijándome en mi multitud de defectos.



Traté de domar mi cabello, en vano, y abrí la puerta. Antes de que pudiera salir, David entró y cerró con pestillo de nuevo.