Explícito XXII. The Alchemist [Multirol | Colección]

Nada se me fue la olla otra vez. El otro día hablando shits random con Gabi se me vino la idea de hacer una suerte de colección donde desarrollara cosas de mis niños like más idk fucked up o random que me fuesen surgiendo.
Eso es lo que vengo a hacer ahora (?) y mira cOMO NO PUEDO DEJAR LA MIERDA DEL TAROT EN PAZ voy a empezar a hacer kinda lo que hice en Deck para narrar a Hiro junto a Shiori, que fue colocarle un arcano menor para derivar una suerte de nuevo significado.

No ando usando el Marsella ahora, sino una baraja super aesthetic que tiene los nombres diferentes, por eso habrá diferencias entre el cabecero editado y lo que yo coloque porque mantendré los nombres del Marsella porque me gustan más y pues estoy acostumbrada.
La baraja esta es kinda minimalista y pierde un huevo lo que se saca de los colores y demás cosas de otras barajas, pero el significado viene a ser el mismo.

¿Qué mierda estás haciendo con el título, Hitori? Lo que me salga del culo básicamente. Me estoy inventando un arcano mayor.
Arcano XXII: El Alquimista o El Tirador (Alchemist/Thrower), incorpora el arquetipo de una suerte de titiritero, quien mueve los hilos de los demás arquetipos presentes en la baraja, desde la 0 hasta la 21, hasta los cuatro palos de los arcanos menores.
Comprende, descompone y reconstruye los significados posibles mediante la combinación de elementos y lee los resultados como un tirador de cartas común, de allí su otro nombre.
Literalmente esta carta correspondería al papel de quien hace la tirada de cartas. Se asocia a los talentos, la inventiva y el ingenio, de una forma similar al Mago (The Magician), al que en algunas barajas también se le llama alquimista, dicho sea de paso.

Me hace mucha gracia que emparente este arcano inventado con The Magician, que fue el que asocié a Altan, porque dice mucho de ese bitch como personaje y de mí como su creadora (?)

No llevaré ningún orden en específico y tampoco sé qué personajes usaré, irónicamente (?)

Sobre este primer delirio: Totalmente improbable in rol rn, conozco a mis bitches, Shiori podrá tener la olla ida pero para comerse a otra persona después de haberse comido a Hiro tendría que estar malditamente enraged con él. Eso sí, no quería negarme el placer del "What if?" 7u7 Amane literal parece nuestra conversación y me descojono pero girl así fluyó.

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.
Master of puppets
.
Trickster
.
Creator
.​

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I got fever highs,
I got boiling blood.
I'm that fire kind,
we could burn together.
I


The Popess
x
The Knight of Wands
. Domination . Influence . Good pace .


| Shiori Kurosawa |
| Emily Hodges |
*

*

*​

​

¿Cómo habían terminado así? Ciertamente no tenía ni idea, luego de colocar el anuncio en el tablón había ido a la cocina después de clase solo en caso de que alguna de las chicas no lo hubiese visto o alguna, como había colocado en el anuncio, quisiera hablar con ella por algún motivo aparte que no pudiese tratarse por mensaje de texto.

La única que había llegado fue Emily Hodges.

Cuando sus ojos violeta chocaron con el atardecer de la mirada de Shiori Kurosawa, algo muy parecido a la burla apareció en la mirada de la presidenta del club.

Ambas se hacía una idea de la mierda en la que había andado metida la otra.

Tenía unas pintas fatales, se veía agotada ciertamente. En Emily se vio a sí misma, debía verse igualmente exhausta.

Pero al menos ella no tenía resaca.

—¿Cómo lo llevas, Hodges-san? —preguntó sin poder disimular del todo la diversión en su voz. Estaba sentada en una de las islas de la cocina, a sus anchas, con una confianza que no había desprendido antes.

A pesar del agotamiento, notó en la mirada de Emily un reflejo de su propia burla implícita.

—¿Cómo lo llevas tú, Kurosawa-san? —La atajó, con su tono usual de voz, y consiguió arrancarle una risa.

Cruzó una pierna sobre la otra y los músculos resentidos se quejaron, haciendo que la bestia dentro de sí ronroneara satisfecha.
El movimiento hizo que los paletones de la falda se deslizaran, revelando apenas unos centímetros más de la piel delicada de sus muslos, aquella que no estaba cubierta por las medias. Notó que la mirada de Emily se desviaba de sus ojos.

Interesante.

Se encogió de hombros como respuesta.

—¿Qué necesitas hablar conmigo? —Apoyó las manos en la superficie, permitiéndose descansar un poco la espalda.

Emily movió apenas su maletín y de este surgió el tintineo de una botella, el mismo que había escuchado en la bolsa de Katrina la noche anterior.

¿Qué mierda tenía en la cabeza?

—Una pequeña charla de chicas —dijo entonces, con una sonrisa en el rostro—. Ya que te perdiste de la bebida anoche.

Se lo había dicho Katrina, ¿no?

"Una resaca se cura bebiendo de nuevo, Emi-chan".

"O con un buen polvo, tú eliges". ​

***​

No es que fuese una fan de infringir las normas de la academia, pero después de haber ido de noche, bebido y follado allí tampoco importaba demasiado lo que hiciera o dejara de hacer.

Por lo menos ser una estudiante perfecta no era lo que le importaba ahora.

Aún así que las cacharan no era la idea, por eso había sacado de las cosas de la cocina uno de los contenedores plásticos para bebidas y vertió parte de la botella de vodka en este en los baños, donde sabía no había cámaras. El resto lo llenó con algo de jugo de naranja que había pedido en el inventario de la cocina, para tener algo de beber.

La ventaja era que era transparente, como el agua.

Vaya mierda.

Al final no era demasiado diferente que las cabezas de Cerbero, ¿verdad?

Después de todo podía convertirse en Perséfone cuando se le antojara y Emily también se movía extrañamente entre sombras.

Se había vuelto a sentar en la isla, con las piernas cruzadas y el recipiente a su lado. Al otro lado de su cuerpo tenía un vaso con el aparentemente inocente jugo de naranja. Era ya el segundo que se bajaba.

Emily estaba sentada frente a ella en la otra isla, balanceaba las piernas mientras le daba un trago a su propio vaso.

—¿Y bien?

—¿Ah?

—¿Qué más pasó anoche? —interrogó la de la mecha azul y Emily dio un respingo.

—Jugamos a la botella, ya sabes~

—¿Y qué tal eso? —Ciertamente le daba curiosidad, no porque hubiese querido ser parte precisamente, sino porque daba la sensación de que iba a ser un desastre.

Y vaya que tenía razón.

—Suzumiya-senpai se negó a besar a Anna —empezó y Shiori escuchó con atención, dando un nuevo trago—, pero luego dejó que la besara Akaisa-senpai.

Enarcó una ceja. No había hablado con Katrina desde que le había regresado la llave en la noche, así que definitivamente no estaba al tanto de eso.


—¡Ah, y tuvo que darle un beso donde quisiera a Welsh-senpai! —añadió como si estuviera contando la gran gracia, parecía que de verdad la nueva dosis de alcohol le había reducido el martillante dolor de cabeza—. También Joey tuvo que darle un beso de ese nivel a Akaisa, fue divertido de ver~

Joey.

¿Qué pasaba con eso?

La mirada de Shiori se afiló como la de un gato y contuvo la risa que amenazó con brotar de su garganta al notar la tensión que eso provocó en Emily. La había atrapado con las manos en la masa, ¿verdad?

Otro trago.

—¿Y qué tuviste que hacer tú, Emi-chan?

Emi-chan.

Era eso. Tardó demasiado en darse cuenta, desde el momento en que topó con las llamas en la mirada de Kurosawa esa tarde debió darse cuenta de que desprendía un aura muy similar a la de Katrina, algo que no era así hasta ese día.

Hasta la noche del desastre.

Había algo de peligroso en su forma de hablar y de moverse, a pesar de que era mucho más cálida que Akaisa.
El color le subió al rostro a Emily de inmediato al terminar esa asociación.

>>Oh, vamos~ No tienes que ponerte tímida.

—Mejor cuéntame qué tal te fue con Usui-senpai —murmuró Hodges luego de bajarse una buena parte del vaso, desviando el tema—. No vas a decirme que se fueron a charlar~

Shiori entrecerró los ojos, de nuevo con cierto dejo de diversión reflejados en ellos. A pesar de todo, algo de color le había subido al rostro.

—¿Hmh? —Se sirvió más alcohol en el vaso—. Pero si fue una charla de lo más provechosa.

La de ojos violeta dejó salir una risa por la nariz y luego suspiró.

—Senpai parece particularmente elocuente —soltó así, sin más, con el alcohol enviándole ya pulsos de calor por el cuerpo.

Kurosawa se escudó bebiendo un nuevo trago largo. Una sonrisa se formó en sus labios incluso cuando éstos estaban en contacto con el vidrio.

—Como no imaginas —admitió, conteniendo la carcajada que amenazaba con hacerle vibrar el pecho—, pero estábamos hablando de tus aventuras, no de mi conversación nocturna.

La aludida apretó los labios, resignada a que no iba a escapar de la pregunta de su compañera.

—El último nivel eran siete minutos en la clase 3-1 con la persona que eligiera la botella —comenzó, casi murmurando—. Fui con Wickham-senpai.

¿Ahora sí le decía senpai?

Era bueno ver que no era la única hipócrita.

Dejó el vaso a su lado de nuevo.

—Imagino que también tuviste una maravillosa conversación, Em.

El color le subió con violencia al rostro a la chica de nuevo, estuvo por tirar el vaso que sostenía entre sus manos.
Era ciertamente gracioso ver lo nerviosa que se ponía, parecía que iba a darle algo.

Shiori bajó de la isla, al hacerlo la tela de la falda subió un poco más y de nuevo notó el reflejo involuntario de Emily, cuyos ojos se deslizaron a sus piernas.
Prácticamente ronroneó mientras se acercaba a ella.

>>Podemos tenerla nosotras también —susurró mientras que se colocaba en medio de sus muslos con movimientos sinuosos. Ese puto vodka y el cansancio estaban haciendo destrozos—, y así me dices hasta dónde llegó la tuya y yo te puedo dar una prueba de hasta dónde pudo llegar la mía.

Sentía la mente nublada, confusa, ansiosa. ¿Qué se supone que hacía si se había tirado a Hiroki esa madrugada? Y nada la detenía de volver a hacerlo, ciertamente, pero allí estaba, haciendo el imbécil con Emily.

Bueno. Ninguno había dicho que fuesen pareja, ¿o sí? Era esa la pregunta que hacía eco, que palpitaba, que dolía.

Era, en el fondo, una impulsiva de mierda.

Y estaba desatada.

—¿A-aquí?

Shiori se encogió de hombros y con su mano izquierda acarició la cara externa de los muslos ajenos.

—Prometo no dejarte tan adolorida como lo estoy yo —ronroneó, inclinándose para hablar a su oído—, aunque siempre es bueno algo de esfuerzo para recordarlo al día siguiente.

¿Qué le había dicho Mimi sobre Kurosawa? En el fondo era una perra.

Joder, cómo costaba darle la razón a Mimiko Honda.

 

AAAAAA gracias Gabs por el comment, ya te dije por wa igual pero adknas. Me alegra que te gustara ♥
Gracias también a Jen y Mori que me leyeron uwuwu

Vengo con el segundo porque no tengo autocontrol. Yugen te etiqueto bc sale Suzu.

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I will ask you for mercy.
I will come to you blind.
What you'll see is the worst me.
I'm not the last of my kind.
In the muddy water we're falling.
II


The Magician
x
The Four of Wands
. New beginning . Transformation . Witnessing .


| Altan Sonnen |
| Konoe Suzumiya |
*

*

*​

No tenía ni idea de por qué había terminado en el invernadero de la escuela aquella tarde, si a él el rollo de las plantas lo traía sin cuidado.

¿Curiosidad tal vez? ¿Aburrimiento como siempre?

Entró con pasos silenciosos como los de un gato y olisqueó el ambiente de la misma manera. Había cierto aroma a humedad, muy tenue, que sabía provenía de la tierra. El resto era el aroma mezclado de algunas flores.
Distinguió el olor suave de las rosas, casi opacado por los demás. Tenían que tener buena mano para mantener un rosal, ¿no? Incluso aunque no fuera más que un arbusto espinoso.

Continuó internándose en el invernadero, como si no tuviese más remedio. En el fondo, más allá del estanque con las carpas, notó el rosal. Parecía haber florecido recién, porque el rojo prácticamente vibraba en contraste con el verde.

Soltó un suspiro pesado, allí a mitad del sendero, y volvió a preguntarse qué mierda hacía él en ese lugar.

—¿Sonnen-kun? —Reconoció de inmediato la voz que alcanzó sus oídos, unos metros detrás de él.

Se giró apenas para poder detallar su silueta con el rabillo del ojo, mientras metía las manos en los bolsillos.

—Suzu.

—No creí que vinieras aquí nunca —dijo mientras retomaba la marcha.

—Yo tampoco —murmuró mientras seguía sus movimientos con la vista, hasta que pasó junto a él en dirección al estanque—. Tú estás en este club, ¿no?

La muchacha asintió levemente. Parecía desconectada, ida, y de alguna manera no daba la sensación de querer estar ahí en realidad, aunque no parecía consciente de eso.
No tardó demasiado en caer en el porqué. Se había llevado a Welsh, ¿no? A una de las cabeza de Cerbero. Allí, en ese invernadero, era donde había fracasado como las grandes.

Frunció el ceño, sin darse cuenta siquiera, y se mantuvo allí a medio camino. Presionó más las manos en los bolsillos.

Él era un cagado, tenía una suerte o un karma que dejaba mucho que desear, pero por lo menos no había caído redondo por una de las cabezas del guardián de la entrada al Inframundo.
No importaba que Alisha fuese la más inocente de las tres, seguía siendo parte del monstruo… Seguía siendo incapaz de amar de la forma en que quería ser amada Suzumiya y, siguiendo las reglas del mundo de sombras, no iba a tocarla porque sabía que el toque que anhelaba no era el que ella podía brindarle.

El toque de Cerbero era siempre vacío.

Vio a Suzumiya acuclillarse frente al estanque y extender la mano hacia el agua, rozando la superficie con los dedos.

Y otro de los datos inservibles que almacenada en la cabeza le golpeó la mente con una fuerza terrible.

—Los koi representan el amor —murmuró. Le dio la sensación de que Konoe se hacía pequeña en su lugar. Sus siguientes palabras fueron un susurro que cargaba consigo su propia frustración, no era una sentencia brusca más que resignada—. Bienvenida al club de los perdedores, Suzume.

Suzume.

Gorrión.

Se acercó a ella por fin, acuclillándose a su lado y observó los peces nadar en el pequeño espacio.

El koi que ascendía para convertirse en un dragón dorado era el amor exitoso, pero allí estaban ellos dos, que no habían logrado salir de sus propios estanques. Nadando en agua lodosa, ahogándose.

—La traje aquí, a la cabeza de Cerbero —empezó Suzumiya con voz queda, como si fuese incapaz de alzar la voz—. Eres bueno leyendo a las personas, así que ya sabes cómo resultó.

Iba a continuar hablando cuando sintió una caricia en su cabello, cálida. Altan había extendido la mano y la había acariciado como solía hacer Jez con él cuando lo veía alterado.

No se tensó, incluso con aquel aspecto desgarbado Altan había demostrado no solo tener una mente afilada, sino también ser protector y leal. Eran, quizás, las características que había robado de Jezebel Vólkov, la madre loba.
Era, además, el primero que se molestaba por regresarle algo del cuidado que ella brindaba a los demás.

—Besé a Jez —dijo entonces, regresando la mano a su espacio, Konoe se giró hacia él con cierta brusquedad y el cabello oscuro siguió su movimiento—. No te emociones. No me quiere, solo tenía miedo de tener que besar a alguien que no conociera y… me pidió que lo hiciera. Dijo que confiaba en mí, que de todos los que estaban allí, me elegiría a mí. Pero no por amor.

Soltó una risa sin gracia, apagada, vacía de emoción y se incorporó. Estaba por regresar las manos a los bolsillos cuando el tacto cálido de Konoe Suzumiya lo detuvo. Había sujetado su mano, apretándola apenas. No lo estaba mirando, solo le estaba prestando su compañía… como si insistiera en ser la hermana mayor de todos.

Por algún motivo al muchacho el cuerpo le envió la sangre al rostro, no con la violencia de los sonrojos de Jez o de Hiroki, pero para él ya era demasiado. Incluso era raro que Suzumiya hubiese hecho eso, con las pintas de japonesa prototípica que se manejaba.

En su vida solo dos chicas tendían a tener acercamientos físicos con él, Jez y Kurosawa. No tenía mucha idea de cómo reaccionar a las demás. Sin embargo, no retiró la mano.

—Sonnen-kun —Lo llamó ella a la vez que se incorporaba, aún sin soltarle la mano—. ¿Tomarías té conmigo?

—¿Ah? —Deshizo el agarre de sus manos con cuidado y regresó la suya al bolsillo—. Suzu, ¿qué mierda tienes en la cabeza que quieres pasar el tiempo con puros problemáticos?

Era probable que Altan le hubiese soltado un golpe a quien tuviera el atrevimiento de comparar sus reacciones con las de Hiroki Usui pero en ese momento ciertamente parecía una copia en negativo del chico perro.

Se lo había dicho, además, que no perdiera el tiempo. Él era una perdida de tiempo igual que Gotho, Tolvaj, Welsh, Usui y todos los demás que se regodeaban de desafiar la autoridad, de no querer hacer caso a una regla tan sencilla como la de vestimenta.
Lo traían en los genes.

—Intentaste ayudarme el día que ambos teníamos esa resaca de los mil demonios. —Lo atajó ella mientras redireccionaba sus pasos—. Además, después de estar con Alisha-san, ¿qué más da tener que soportar otro uniforme sin arreglar?

Es que no era solo eso, ciertamente. Si lo descuidaban iba a empezar a hacer y deshacer como cuando estaba en la escuela media, antes de conocer a Jez. De hecho se movía peligrosamente cerca del borde del pozo, si tropezaba iba a irse de cabeza.

Soltó un suspiro más parecido a un bufido y siguió a Konoe por el invernadero.

—Me recuerdas a Jez —admitió en un tono tan bajo que no creyó que lo escuchara, pero ella se permitió una risa suave— y también a Kurosawa… Te enamoras de gente muy rara, Suzu.

—Y tú de gente muy suave —respondió con algo de diversión en la voz.

—Touché.

La vio detenerse, como si hubiese caído en cuenta de algo de repente, y se volvió hacia él, acercándose hasta estar frente a él. Estuvo por retroceder un paso, pero cuando se dio cuenta ella ya estaba abotonándole la chaqueta.

¿No había dicho que qué más daba otro uniforme sin arreglar?

La hubiese apartado, de hecho sintió el impulso, pero permaneció estático, dejándola hacer. Sus movimientos no tenían aquella vena posesiva y dominante de Kurosawa, eran más bien suaves, calmos.

Detalló las facciones delicadas de su rostro, el cabello sedoso y el flequillo que le enmarcaba el rostro.

Onee-san.

¿Qué sabía él lo que era tener una hermana? Era hijo único, no era más que un hijo de papá incluso cuando pretendía confundirse con las bestias.

Se sentía atrapado llevando el uniforme como se supone que debía usarse.

—Sabes que desharé tu trabajo apenas me sueltes, ¿no? —No sonaba a reproche, era de hecho solo un recordatorio.

—Confío en que no lo harás —respondió mientras retomaba la marcha.

¿Qué mierda?

>>¿Qué clase de té te gustaría tomar?

—Negro.

No solo había aceptado su invitación para tomar té, al final se había dejado el uniforme cómo ella se lo colocó el resto del día. No era bueno negando el cuidado de chicas suaves, a decir verdad.

 

Nada que perdí la cabeza, como siempre. Ayer había empezado a narrar con Altan algunas cosas que quería profundizar de su personaje pero luego me quedé como chale pero necesito cruzar cartas para meterlo en The Alchemist, así que fui a tirar dados y la ganadora fue Emi (?) so te etiqueto Amane y bueno ya te había pasado un par de sneak peeks 7u7

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I never tried to understand the reason
why my taste ain't pink it's blue.
Like in a garden full of flowers
I've hand picked everything so then I can choose.
I just wanted you to know
what your missing through this “no”.
Don't come back to me
'cause I'm gonna be long gone.
III


The Magician
x
The Knight of Wands
. Fearlessness . Willpower . Desire .


| Altan Sonnen |
| Emily Hodges |
*

*

*
​

¿Qué hacía él, un maldito niño rico, juntándose con un montón de idiotas, revolviéndose con pandilleros?
Poco importaba. Quizás la pregunta real era por qué se esforzaba siempre por liarla, por joderlo todo, por buscar quitarse el aburrimiento con violencia.

Tenía buenos padres, tenía una buena vida, podía heredar un imperio si cambiaba de opinión, entonces… ¿Por qué?

El mundo había sido siempre monocromático, desde que tenía memoria. El color que se había intentado filtrar provenía de los instrumentos musicales que nunca pudo dominar y nunca tuvieron la fuerza suficiente para acabar con la monocromía aún así.

Negro.

Gris.​

Blanco.​

El mundo era frío y plano, casi como una máquina. Incluso al estar con Jez, al ser capaz de sentir su suavidad, la sensación de falta de volúmenes persistía en el fondo de sí. Era un mosquito molesto que nunca encontraba para poder aplastar.

Le dio una profunda calada al cigarrillo para luego liberar el humo por la nariz, antes de darle un trago a la botella de vodka que habían comprado entre cuatro idiotas, él incluido. A lo lejos escuchaba el ruido de las motocicletas, donde seguramente estaba metido el insufrible de Gotho.

Unos metros más allá, prendida de un tipo, estaba Tolvaj. En la oscuridad de la noche y bajo sus prendas pesadas e igual de negras, el mechón blanco parecía resaltar como un faro y sus ojos verdes refulgían como fuegos fatuos.
Era curioso, no la idiota de Tolvaj, sino el hecho de que sentía prácticamente nula atracción por las chicas de su clase.

Pintas de pandilleras hibridadas con gyaru o incluso las gyaru puras. Lo sacaban bastante de quicio, eran necias y fastidiosas, exageradamente ruidosas, pero sobre todo incomprensibles.

—Eh, Altan, regresa la botella —exigió uno de los idiotas y él regresó lo que le pedía con movimientos mecánicos—. ¿Te interesa Tolvaj?

Él soltó una genuina carcajada, clavando su mirada de ciénaga en el chico. No era particularmente alto, pero el cabello castaño revuelto y las perforaciones le daban un aire rudo para estar allí metido. Además, ¿no era ese el que había apuñalado a otro una noche, hace meses? ¿Qué coño hacía afuera como si nada?

—Ni en joda —soltó para darle otra calada al cigarrillo.

—¿Hombre, estás seguro? —insistió—. Dicen que folla de una manera…

Asco.

—¿Tengo aspecto de que me importe?

—¿Qué pasa, niño de papá, acaso eres maricón? —Lo atajó otro, llevaba tatuados ambos brazos hasta la muñeca y sonreía con sorna.

—Ah, ¿y por qué tan interesado, Shimizu, acaso quieres que te la chupe? —interrogó Sonnen con genuina diversión en la voz, acercando el rostro al del otro. Notó de inmediato la tensión en el cuerpo ajeno y en lugar de detenerse, siguió hablando—. Mira que no tengo problema, pero tan siquiera limpiátela antes y cuídate, te la podría arrancar de un mordisco. Eres un puto crío.

Le dio un empujón mientras le arrebataba la botella al más bajo. Ciertamente lo traían sin cuidado, se juntaba con ellos porque aunque podía gastar el dinero que le viniera en gana, no iba a hacerlo si podía colarse en los enredos de otros.

*

*

*​

Estaba volviendo a casa bajo las luces de neón y con una borrachera medianamente importante cuando la vio salir trastabillando de uno de esos pubs de mala muerte a los que acudía Cerbero.
Su cabello negro como el carbón reflejó la iluminación de la calle.

Frunció el ceño.

Esa no era… ¿La amiga de Kurosawa y la perra de turno de Akaisa y Wickham? Había estado en la azotea.

Notó que un tipo salió prácticamente tras ella, asiéndola por la muñeca. Tiró de la chica hacia sí y esta puso algo de resistencia.

Asco.

De nuevo otra reacción instintiva, un reflejo impulsado además por el alcohol que le corría por la sangre.
Para cuando se dio cuenta, se había arrojado sobre el desconocido sin detenerse en avisos innecesarios y le acertó un golpe en el rostro que lo hizo soltar a la muchacha e irse al suelo.

—Eh, cerdo, ¿no tienes nada mejor que hacer? —gruñó, soltándole una patada en el abdomen. Sin darse cuenta una sonrisa terrible se le formó en el rostro unos segundos—. No es tan difícil entender cuando una chica dice que no, puto enfermo.

El chico se quejó mientras intentaba incorporarse, cuando por fin lo logró, se alejó prácticamente sosteniéndose de la pared.

>>¿Se puede saber qué mierda haces aquí, Hodges, eres retrasada o qué demonios? —Estaba siendo muchísimo más brusco que de costumbre.

Había girado el cuerpo apenas para mirar a la chica de reojo y notó que daba un respingo. Respiraba como un conejo asustado y parecía a punto de desmayarse.
Agitó el puño resentido por el golpe a la vez que soltaba un pesado suspiro.

—Y-yo…

—¿Dónde mierda está Akaisa y el estúpido de Wickham?

—A-adentro.

—¿Y te dejaron hacer el imbécil con ese cerdo? —bufó, incapaz de ocultar la ira que le recorrió el cuerpo.

Emily no respondió, guardó silencio apretando los labios hasta convertirlos casi en una línea.
Si hubiera podido responder habría confesado que ella se había escapado de la vista de ambos senpai y, pretendiendo fundirse con el mundo de sombras, había terminado enredada con aquel imbécil que pronto quiso sobrepasarse. Además, estaba bastante pasada de tragos.

>>Hodges, ¿necesitas que alguien te acompañe a casa?

—Estoy bien —La escuchó murmurar—, no está muy lejos…

—Eres jodidamente imbécil. Mueve el puto culo, Emily. No pienso ser yo el que le diga a Kurosawa que me encontré a una de sus amigas borracha hasta las tetas y que no hice nada.

Le partiría el puto culo si hacía eso, lo sabía.

Si había algo que Altan temía sin conocer siquiera, era la ira de Shiori Kurosawa.

Fue brusco, ciertamente, pero le rodeó los hombros en el mismo gesto protector que había tenido con Suzumiya el día de la fiesta.
La sintió tensarse y aún temblaba como un animalillo asustado.

—E-espera, senpai, debería decirles que me iré —consiguió articular la muchacha.

Altan detuvo sus pasos, se sacó el móvil del bolsillo y rápidamente consiguió el número de Akaisa en las bases de datos, incluso con el mundo casi dándole vueltas. Se llevó el aparato al oído.

—¡¿Qué coño quieres, alemán?! —espetó Katrina al otro lado de la línea. Sonaba fuera de sí.

De todas formas, ¿por qué sabía quién era? ¿De dónde había sacado el número para tenerlo registrado?
Ignoró la situación y habló con tono plano.

—Encontré a Hodges afuera de su puto pub asqueroso. Un tipo le quería meter mano a la fuerza —comenzó y escuchó el sonido de cristales rotos.

Katrina había arrojado la botella que tenía más cerca, destrozándola contra el suelo. Le gritó una sarta de insultos en inglés, en japonés y algunos en español a Joey antes de volver a hablarle a Altan.

Podía ser bonita la hija de puta, pero tenía una boca digna de pandillero de Shibuya.

—¡Espero que se lo hayas quitado de encima, Sonnen, o tendré que ir a cortarte las pelotas con un vidrio roto!

—¿Bueno me vas a castigar a mí por tu negligencia, zorra de mierda? —soltó de mala gana—. Llevaré a la chica a casa, no pienso dejarla al cuidado de semejante par de estúpidos.

Colgó inmediatamente después, sin esperar respuesta alguna de Katrina y regresó su atención a Emily.

>>¿Crees poder caminar? —le preguntó, ella asintió, sin embargo era obvio que no lograba enfocar el mundo siquiera.

Suspiró fastidiado. ¿Cómo es que siempre terminaba metido en mierdas de lo más raras?

Se acuclilló, haciendo un esfuerzo por no irse él mismo de cabeza.

—Sube.

—¡Puedo yo sola! —El tono chillón de su voz delató que debía estar absurdamente abochornada.

—No te lo pregunté. Aprende a distinguir una orden, niña —respondió tajante.

En ese momento posiblemente entendió por qué Emily había terminado enredada como una estúpida entre Wickham y Akaisa. Era tan pasiva que resultaba preocupante.
Acató a sus palabras en silencio y subió a su espalda. Él le sujetó las piernas.
Sintió el cuerpo de la chica apretarse contra su espalda y dejó escapar un pesado suspiro, uno casi traidor.

Todos los hombres pensaban con las pelotas al final del día.

>>Sujétate, tampoco estoy muy sobrio que digamos. —Inició la marcha, alejándose de las calles más ocupadas.

El bullicio de los bares, de las voces y una que otra pelea se perdió junto a las luces de neón, para ser sustituido por el silencio de las calles menos concurridas y los postes de alumbrado público.
El alcohol y el calor de un cuerpo ajeno debieron acabar con ella, porque cuando se dio cuenta había apoyado la cabeza en su espalda y el peso de su cuerpo se hizo más difícil de sostener. Se había quedado dormida la cabrona.

Bufó y volvió a sacar el móvil, marcando otro número.

—¿Al? —respondió una voz sedosa al otro lado de la línea—. ¿Qué pasa?

Shiori sonaba adormilada, obviamente la había despertado.

—Necesito que me hagas un favor —murmuró.

Le contó con rapidez todo lo ocurrido, solo para terminar diciendo que Hodges prácticamente había caído inconsciente antes de que pudiese preguntarle dónde estaba su casa.

—Estúpido, ¿por qué no revisaste en las bases su domicilio? —cuestionó la chica con tono de reproche.

—Luego sus padres me cachaban y se hacían ideas raras o qué sé yo, además tú conoces a esta chica, ¿no? No saldría y volvería a su casa, debe haber tenido otro sitio al que regresar. Como sea, ¿puedo dejarla contigo? Estoy afuera.

—Tenemos un pequeño problema, Al —bostezó y al terminar se quejó—. No estoy en casa ahora.

—¿Qué? ¿Dónde mierda estás?

—Al, llamar a una chica a mitad de la noche y preguntarle dónde está es grosero~ —respondió ella con algo de diversión en su voz. Como fuese, la pregunta fue respondida por la persona que le quitó el móvil de la mano a la de la mecha azul, para hablar en su lugar. Sonaba incluso más dormido que ella.

—Que dejes de joder, puto cuervo —dijo para colgar sin dar tiempo a nada más.

Hiroki Usui.

—Buenas noches, wan-chan —bufó mientras regresaba el objeto al bolsillo. Luego sacó las llaves de su casa y cambió de acera, unos metros más allá, se coló por el jardín y entró por la puerta trasera.

Entrar en silencio cargando a alguien era todo un puto reto y subir a su habitación lo fue aún más.
Abrió la puerta de un movimiento rápido, evitando que chirriara, y cerró de la misma manera, deteniéndose unos centímetros antes para no dar un portazo.

—¿Sonnen-senpai? —murmuró la chica, despegando el rostro de su cuerpo—. Perdona… ¿Me trajiste a casa?

—Caíste muerta antes de siquiera decirme dónde vivías, Hodges. Estás en mi habitación.

—¡¿Qué dices?!

—¡Cállate o tendré que dejarte en la acera!

Eso bastó para que guardara silencio y él se sentó al borde de la cama, para dejarla bajar, y luego se levantó.

Esculcó entre su closet, sacó una camiseta ya algo desgastada y la arrojó al lado de Emily.

—Si te incomoda dormir con esa ropa, puedes usar eso. Duerme aquí, yo dormiré abajo. En la mañana puedes irte.

Abrió la puerta para salir pero la voz de la chica lo detuvo.

—Soy una tonta, ¿no es así?

De las grandes, Hodges.

—¿Por qué precisamente?

—Por dejarme utilizar por ellos —respondió con un hilo de voz y el muchacho pudo jurar que se le habían cortado las palabras un momento—, por sentirme mal al pensar en el momento en que solo me botarán…

—Estás ebria, Hodges. No hablo con ebrios. Duerme y veremos si tu cabeza está ordenada por la mañana.

Ella volvió a detenerlo a medio camino.

—Gracias.

—¿Hmh?

—Por quitarme al estúpido ese de encima y traerme.

—No cantes tanta victoria. Le pedí a Kurosawa que si podía dejarte en su casa, pero aparentemente no estaba, así que no tuve otra opción.

Se negó a darle más tiempo y desapareció, cerrando la puerta tras de sí.
Podía haber dicho lo que quisiera y parecer tan fastidiado como le diera la gana debido a que el licor le empeoraba el estado de ánimo, pero minutos más tarde volvió a la habitación, dejó una botella de agua en la mesita junto a la cama y le echó una manta encima a la morena, que a fin de cuentas sí se había puesto la camiseta prestada para dormir.

Respiraba pesadamente, de forma regular.

—Eres una total estúpida —murmuró mientras se sentaba en la silla del escritorio. Notó el móvil de la chica allí, tenía un par de mensajes nuevos. Aparentemente le había avisado a una de sus amigas que dormiría en otro sitio, pero que estaba bien.

Iba a irse, ciertamente, pero en lo que decidió vigilar el sueño de Emily durante unos minutos, terminó por quedarse dormido en esa incómoda silla.

Como el perro guardián que era.

 

Quería una kinda dark shit pero al final terminé metiéndome en un terreno neutral de estas dos y no me arrepiento.
Cuando fui a descargar las cartas me di cuenta de algo que no vi ni siquiera cuando estábamos escribiendo el delirio grande con cada arcano mayor, entre estas dos cartas se encuentra la XIII y de alguna forma es como si confluyeran allí, como si se revolvieran.
Lo que representa Kat como The Hanged Man y lo que representa Jez como The Temperance se revuelve en medio, al llegar a XIII y no sé, tuve una epifanía (?)

Again gracias Gabs por comentar AAAA lov u. Also thanks to Jen por leer mis pendejadas.

---

I know it's not easy to say this,
so many pages and layers are fadin'.
Now I know that I'm invisible.
IV


The Hanged Man
x
The Temperance
. Finding meaning . Release . Sacrifice .


| Katrina Akaisa |
| Jezebel Vólkov |
*

*

*
​

Allí estaba, con el año escolar encima, y los problemas eran otros. Ahora que la tormenta había pasado, que el desastre había mermado, que las emociones de ambos parecían moverse a un son más estable, el problema estaba en algo que nunca se había molestado en planear: el futuro.

¿Ir a la universidad? Bueno, era obvio que tenía que hacerlo, pero la pregunta era, ¿qué se supone que estudiaría?

No tenía la mente afilada como la de Altan, tampoco era buena en los deportes como Laila, no era influyente como Kurosawa, no tenía interés en las plantas como Konoe, mucho menos tenía el talento artístico de Akaisa.

¿Qué era sino algo desprovisto de color y habilidades?

Bañada en lejía.

Estaba sola en la azotea, sentada contra la reja. Era un día jodidamente frío, pero al menos no estaba lloviendo y después de todo era buena resistiendo ese clima.
La brisa helada agitó la bufanda tejida por nani, de un apagado tono de morado, y en ella distinguió el aroma del suavizante que usaba su tía en los lavados. Olía a casa.
El cabello, que ya se había acostumbrado a llevar corto, le hizo cosquillas en las mejillas.

Cerró los ojos.

¿Qué quería para su futuro? ¿Debía hablar con un orientador, quizás, o directamente con un psicólogo? Aunque le daba terror.

—¿Vólkov? —La voz grave y aterciopelada de Katrina Akaisa llegó a sus oídos.

Por reflejo se tensó, aunque ya no sentía ira hacia ella, seguía andando con recelo y evitaba meterse demasiado con Akaisa.

—Hola —murmuró en respuesta, atrayendo las rodillas a su pecho.

—Idiota, ¿qué haces aquí con este frío del culo? Si pescas un resfriado vas a preocupar a Joey.

¿Qué pasaba con eso? Se dio cuenta de repente de lo lavados que parecían los colores en el cabello de Katrina, como desteñidos, y arrojaban destellos de tonos en partes intermedias del círculo cromático. No iba a preguntar por qué ya no se preocupaba por mantener el rojo y el negro perfectos.

—Necesitaba algo de aire.

—Pues bingo, ¡te vas a congelar el culo! —Katrina se ajustó el abrigo para luego meter las manos a los bolsillos. Había subido a fumar un cigarrillo pero ya se lo estaba replanteando.

¿Cómo mierda Jezebel Vólkov estaba allí como si nada?

—Akaisa. —La llamó la albina, haciendo que enarcara las cejas—. ¿Qué harás luego de graduarte?

Abrir de par en par las puertas del Tártaro.

—¿No es obvio? Ir a la universidad como todos.

—¿Qué quieres estudiar? ¿A cuál universidad quieres ir?

Eran preguntas normales en esa época en los de su edad, pero Jez sonaba particularmente ansiosa al formularlas.
Katrina soltó una risa con aire prepotente, para luego acercarse y sentarse junto a la albina.

—¿No lo sabes, Usagi-chan? Tengo un titán que controlar —respondió con tono jocoso—. Soy hija de un monstruo de la salud, ¿no? Pienso aplastarlos a todos y largarme a Tokyo, a estudiar lo que estudió mi padre.

—¿Tu padre?

—Hemos sido farmacéuticos o médicos por generaciones. —La atajó—. Maestrías en farmacología, farmacodependencia, ciencias biomédicas, especializaciones…

—¿No vas a estudiar Artes? —cuestionó genuinamente confusa.

La de cabello negro soltó una carcajada y le guiñó el ojo.

—Por supuesto, Vólkov —dijo entre risas—, por debajo de la mesa.

La Universidad de Tokyo.

Dos carreras.

Posgrados.

Katrina Akaisa pretendía pasarse toda la vida estudiando con tal de destronar a su padre e incluso a los Aoyama por rebote.
La zorra de la escuela, la que había follado en cada espacio posible de la institución, la que había organizado una fiesta en la azotea, la que se negaba a ser lo que le ordenaran.

Incluso con todo eso, Katrina nunca había sido mala estudiante. Nunca.

Tenía la mente afilada de Altan.

—Usagi-chan, ¿qué harás? —preguntó en un murmuro.

—No lo sé —dijo casi atorándose con las palabras—, yo… No soy buena en nada.

¿No lo era?

Katrina prácticamente quiso abofetearla, pero contuvo el impulso, rindiéndose y sacando por fin un cigarrillo.

—¿Leyendo? Podrías estudiar Filología. —Sacó el mechero y inició el pequeño incendio entre sus labios, inhalando. El humo sucio y caliente viajó por su garganta hasta sus pulmones y regresó, saliendo por sus fosas nasales.

Jez a su lado lo observó ser arrastrado por la brisa en dirección contraria.

No lo había pensado nunca, pero incluso aunque adoraba los libros no se veía dedicando su vida a las letras.
Eran reconfortantes, ciertamente, interesantes y retadores. Eran un refugio y un desafío, pero a veces carecían de calor humano, y si había algo que necesitaba ella, de toda la gente, era calor humano. No tanto recibirlo como brindarlo.

—No lo creo —murmuró jugando con una fracción de la bufanda entre sus dedos—. Los libros pueden ser fríos a veces, ¿no te parece?

Katrina soltó una risa apagada.

—Siempre has sido así de tonta, ¿no es cierto, conejita?

—¿Ah?

Lo cierto es que Akaisa había demorado demasiado en darse cuenta, si Vólkov se hubiese molestado en tomar uno de aquellos test ridículos para gente indecisa sobre su futuro académico, los resultados la habrían arrojado casi sin espacio de dudas a dos áreas que, aunque los profesionales pretendían separar, podían confluir como los deltas de los ríos en el océano.

Ciencias de la salud.

Ciencias Sociales.​

Se le escapó una carcajada genuina, fresca y casi infantil, que sacudió el cigarrillo entre sus dedos haciendo que las cenizas se precipitaran al suelo.

Jezebel Vólkov tenía todas las características de los médicos y enfermeros que necesitaba y deseaba el mundo, ansiosos por salvar vidas, de ayudar a los otros, de entregarse por los demás. Y a la vez tenía el corazón casi rebelde de algunos de los psicólogos sociales, que estaban dispuestos a morder, a desgarrar y a tirar abajo el sistema para llegar a quienes más lo necesitaban, para eliminar las brechas, para ayudar a los niños que quedaban relegados en los sistemas educativos, para sacar de las profundidades a todos, aunque acabaran siendo aborrecidos por los titanes que movían al mundo.

Aplastó la colilla contra el suelo, levantándose después. La albina la observó, notando por primera vez las heridas en sus dedos tan pálidos y delgados… Eran las manos de una trabajadora meticulosa, casi diseñadas para labores que requerían de la más fina motora. Dibujo, talla, escultura, instrumentos musicales, delicada cristalería de laboratorio o incluso cuerpos humanos.

Las finas manos de pianista que, al final de cuentas, servían para muchísimos otros oficios.

Quizás no se diera cuenta nunca o se negase a verlo, pero era la otra cara de la moneda de Mimiko Honda.

Comenzó a avanzar, diciendo algo con cada nuevo paso.

—Medicina, nutrición, enfermería. —Se detuvo a medio camino—. Psicología.

Jez se quedó petrificada, prácticamente no respiraba. Al final, a pesar de lo mucho que la había odiado, quizás también había sido hipnotizada por la bruja de fuego y humo del Sakura. Por el kitsune que era Katrina Akaisa, quien a fin de cuentas había lanzado un salvavidas frente a ella en ese preciso instante, en medio de su océano sin fin.

>>Quieres ayudarlos a todos, ¿no es así? No debería ser el único motivo, pero es siempre uno muy respetable —dijo levantando la vista al cielo nublado—. Quienes responden eso a la pregunta “¿Por qué elegiste esta carrera?” siempre quedan como unos absolutos idiotas, pero en general representan el porcentaje de profesionales que valen la pena una vez que descubren la verdad… detrás de esa verdad.

—¿...Medicina? —La sola idea pareció atravesarla de lado a lado. Sus ojos dorados se humedecieron.

—De ser así, quizás nos veamos en el futuro alguna vez —murmuró Katrina—, hasta luego, doctora Vólkov.

Hizo una reverencia dramática antes de dejar la azotea con una sonrisa casi infantil en el rostro.
Quizás no lo supiese ninguna de las dos, pero esa era la última vez que estarían en la azotea del Sakura, allí donde ambas habían pedido un deseo meses atrás.

Y ambos se habían cumplido...

a su manera.​

 

Como siempre, gracias Gabs uwuwu y a Belu y Jen que leyeron la softness.

Anyway, ando decidiendo las interacciones con dados cuando no se me ocurre algo directamente y perdí la cabeza de una manera que no tiene nombre en cuanto me salieron Shiori y Joey, pero conforme fui avanzando la bitch hizo lo que quiso como siempre y yo seguí delirando.

En algún momento le hablé a Gigi de escribir algo de estos dos pero lo cierto es que Shio no toca a Joey ni con un palo, entonces no logré nunca ajustarlo a la crack shit que quería.
De repente caí una cosa, porque no me cayó Shio normal (Popess) sino fucked up version (The Sun) y fue uno de los posibles caminos que esta pendeja de mierda podría haber seguido luego de haberse comido a Hiro.

Total y absoluto distress and I'm here for it.

Dejo la cháchara pues 7u7 A diferencia de los otros salió combinación de tres cartas y encima arcanos mayores todos y de los jodidos, si me preguntan. Por el final pensé meter una cuarta carta pero damn.

Empecé a narrar con Tove Lo, luego con IC3PEAK (los rusos que me pasó Jen) y luego me di cuenta de esta nueva rolita de NBT y me gustó un huevo.

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'cause I'm another unperson.
You created this mess,
you are the grand designer
revel in our unrest.
.
And we're getting sick of your doublethink.
We see you all and now the walls are cavin' in.
And maybe I'm flawed, but I do exist.
My thoughts are mine, I didn't sign up for this.
V


The Emperor
x
The Sun
x
The Magician
. Authority . Desired control . Life lesson .


| Joey Wickham |
| Shiori Kurosawa |
| Altan Sonnen |
*

*

*
​

Era una completa estúpida, lo sabía, una estúpida y una mentirosa.

Soy rara, no mentirosa.

¿Dónde había quedado eso?

Todo eso había sido antes de la enfermería, antes de que Hiroki Usui destrozara todo con una sola chispa errática liberada en su cuerpo.
Ahora tenía total y absoluto terror porque había perdido el control, porque se había dejado hacer, porque…

"Te amo". ​

¿Qué mierda pasaba con eso y por qué no había sentido tanto miedo sino hasta la mañana, cuando despertó aún con la chaqueta ajena entre sus brazos, como un amuleto contra las pesadillas?

Solo… Solo habían cedido a sus impulsos más bajos, eso y nada más. Podían seguir sus vidas como si nada, ¿no? Claro que podían. Eso quería creer ella.

No podía corresponder eso, ya había sido demasiado entregarle poder, había sido demasiado ceder al placer abrumador.

No podía sentir nada más.

Si lo hacía iba a desaparecer.

¿Entonces por qué dolía?

¿Por qué mierda no podía corresponder luego de pedir su atención a gritos?

Lo había evitado durante casi veintidós días, como un gato arisco, incapaz de acercarse incluso a la mano que le ofreció comida.

Le había mentido.

Su terror era tal que la había vuelto una traidora.

Había abandonado al lobo que había atraído hasta su fuego.

Las luces de neón vibraron a su alrededor, reflejándose en el atardecer oscurecido de sus ojos y en su cabello oscuro, suelto por completo. La víbora azul, el relámpago en el cielo nocturno, rasgaba la negrura. Llevaba tanto tiempo sin recortarse el flequillo que ya prácticamente le rozaba la nariz.

Llevaba unas pintas que, de hecho, recordaban bastante a Akaisa. Los jeans negros, rasgados, las pesadas botas prestadas de Katrina, la camiseta de tirantes roja y encima… La chaqueta ajena. La pelusa le hizo cosquillas en el cuello.

¿Por qué mierda la usaba cada puta noche que se salía de casa si seguía evitándolo? ¿Y por qué salía de casa además, ella la casi perfecta Shiori Kurosawa?

Estaba fracturada.

Salía, bebía algunos tragos a pesar de que intuía que él debía detestar el alcohol y regresaba. Si acaso le saca a un par de cigarrillos a algún idiota a cambio de un par de besos vacíos.

Como una zorra.

Pero no sentía.

No sentía nada más que terror y vergüenza.

Cuando entró al pub de mala muerte donde aceptaban a todo Dios ya se cargaba encima una cantidad de alcohol importante. Las luces de neón fueron sustituidas por la iluminación amarillenta de adentro.

Pidió una cerveza y se desparramó en uno de los sillones.

—¿Kuro-chan? —reconoció la voz que se dirigía a ella—. ¡Ah, Kuro-chan, no creí verte por estos lares! ¿Katty está contigo?

Shiori posó la vista en él, dedicándole una sonrisa como saludo para después negar con la cabeza.

Lo cierto era que, así como Altan, no soportaba demasiado a Joey Wickham y no sabía ni por qué.

—No, estoy sola —respondió, perfectamente consciente de que se estaba colocando la soga en el cuello.

—¿En serio? Qué mala pata —añadió el moreno mientras tomaba asiento a su lado—. Salir de fiesta siempre es mejor con amigos, ¿no crees?

¿Amigos?

No tenía de esos ya.

Le había mentido a Watanabe.

Había defraudado a Hiroki.

Había cancelado el club de cocina una y otra vez, incapaz de mirar a ninguna de las chicas, mucho menos a Honda.

Era la única que debía saberlo de sobra. Que era simple y llanamente una perra repugnante.

Se encogió de hombros en respuesta.

—¿Y tú, no viniste con Welsh-senpai? —preguntó. Era buena para hacer la vista gorda incluso si el mundo le daba vueltas.

—Parece que ya consiguió a su víctima. —Joey señaló hacia otro de los sillones, donde la cabellera rubia de Alisha resaltaba.

Imposible de dudar, por demás, la chica prácticamente estaba siendo devorada por un muchacho de cabello claro.

Cabello claro.

Se retiró el flequillo de la frente, en aquel desgraciado gesto aprendido, arrojándolo hacia el lado izquierdo. De verdad tenía que cortarlo, pero la traía sin cuidado.

—¿Y por qué Katrina no está con ustedes? —cuestionó.

—No lo sé. Solo dijo que no tenía ganas de salir con un par de idiotas hoy~ —El inglés dejó descansar el brazo en el respaldar del sillón, por defecto acercando su cuerpo al de la muchacha—. A pesar de todo creo que no le caemos muy bien, ya sabes.

Era mentira. Katrina realmente se juntaba con ellos porque estaba aprendiendo a divertirse a su lado, lo sabía, pero jamás iba a admitirlo.

Ella tampoco era tonta, sabía el tinte que tenía el movimiento de Wickham y, para ser honesta, en ese momento no le podía importar menos.
Le dio un trago a la cerveza, largo, como si no hubiese bebido ya bastante antes de llegar allí.

Nunca le había atraído el tipo de Wickham, no se refería solo al hecho de que era un mujeriego de cuidado, sino a su personalidad directamente, incluso cuando le bajaba el perpetuo ligue.

¿Qué mierda se traía con los putos amargados?

Se dejó hacer de todas formas, como si nada.

—¿Tú crees? —preguntó siguiendo la conversación—. No se juntaría tanto con ustedes de no ser así.

El inglés se encogió de hombros, bebiendo de su propia cerveza. Realmente no estaba demasiado seguro, con todo seguía juntándose con Katrina principalmente para esos polvos que no eran más que ira desatada.

—De todas formas, ¿qué haces por aquí, Kuro-chan? Además, siempre te creí una chica más suave~ ¿Quieres imitar el estilo de tu senpai acaso? —preguntó casi junto a su oído. Shiori contuvo el impulso de suspirar fastidiada.

Ese señalamiento sólo le había recordado la chaqueta ajena que llevaba encima. En respuesta se bajó otra parte de la cerveza con rapidez.

—Qué va~ —respondió disimulando bien el hartazgo que sentía—. ¿Qué pasa, acaso no me queda bien? Y yo creyendo que había acertado.

Se quejó, echando el cuerpo un poco sobre el inglés, a quien se le escapó una risa.

Era repugnante.

¿Qué hacía jugando con una de las cabezas de Cerbero?

—Nunca dije eso —respondió él, a la vez que dejaba el brazo sobre los hombros de Kurosawa por fin.

Ella ni siquiera se tensó, siguió avanzando, pisando el terreno pantanoso, hundiéndose con cada minuto que pasaba.
Tenía calor y el mundo lucía ligeramente empañado. Aunque el mundo siempre había estado empañado, si lo pensaba.

Que le dieran.

La cagaban los rodeos.

Dejó la botella en el suelo antes de prácticamente arrojarse encima de Joey, estampando un beso casi brusco en sus labios. Podía haberlo tomado por sorpresa quizás, pero el jodido reaccionaba por instinto y pronto lo sintió deslizar la mano por su nuca, pegándola a él, profundizando aquel beso desesperado que nada tenía de cálido.

¿No era una chica como Konoe Suzumiya, como Jezebel Vólkov? ¿Una romántica empedernida?

Ya no sabía.

El miedo era muchísimo más poderoso.

Lo dejó colarse en su boca, consumirla de un bocado, ahogando uno que otro suspiro en la boca ajena. Los dedos del inglés se enredaron en su cabello, en las víboras oscuras, y ella trepó a su regazo por puro impulso.
Le mordió el labio inferior, sin fuerza, antes de deslizar los labios al cuello del moreno, dejando un camino de besos húmedos.

Estaba totalmente perdida.

Él coló las manos bajo la blusa, permitiéndose rozarle la piel con las yemas de los dedos, que reaccionó a su toque por puro reflejo, porque no sentía nada.

Nada.

El suspiro que escapó de los pulmones de Joey fue más parecido a un gruñido bajo. Ya había quedado claro que no era de piedra, aquella reacción ajena le erizó la piel. De todas formas con esa cantidad de alcohol en el cuerpo podía hacer la vista gorda, podía pretender que no era Joey Wickham, podía solo cederle el control al kitsune con voz de ave lira.

O eso creyó, por lo menos.

Se detuvo justo cuando sus caderas habían reaccionado, buscando apretarse contra él.

Miedo.

No podía, pero ni de coña, no había manera.

Shiori bajó del regazo del chico, levantó la botella y se alejó mientras bebía lo que quedaba luego de limpiarse la boca con el dorso de la mano. El cabrón sabía a humo.

—¿Kuro-chan? —La llamó. A pesar de que lo había dejado así no sonaba molesto realmente.

Ella se giró. Los ojos refulgiendo como dos carbones recién sacados del fuego entre la mata de cabello negro, bajo las luces amarillas.
Joey se dio cuenta de lo pequeña que parecía bajo la chaqueta, del vacío en su mirada de fuego; pero era excelente también para hacerse el desentendido. Sobre todo con Kurosawa, que no era nada para él y viceversa.

—Lo siento. Creí que podía —respondió ella junto a una risa extraña—, pero de verdad que nunca me han gustado los malditos yōkai. Además, ni siquiera besas tan bien.

Ella dejó la botella vacía en la barra para luego fundirse entre la gente y dirigirse a la salida, sin molestarse en ver la reacción de Wickham.
El aire frío de la noche le golpeó las mejillas que prácticamente le ardían. Trastabilló un momento pero pronto siguió andando, más o menos estable, con las manos zambullidas en los bolsillos de la chaqueta.

Apenas había dado unos pasos lejos del pub cuando casi se llevó a alguien en banda, no se detuvo y si acaso murmuró un inaudible "Lo siento" antes de seguir la marcha.

—¿Kurosawa? —De nuevo, una voz conocida. La aludida detuvo sus pasos—. ¿Qué mierda haces fuera sola?

Se giró apenas para poder mirarlo de perfil.

Altan Sonnen.

Era prácticamente igual de tosco que la persona que no podía sacarse de la cabeza.

—Solo quise salir a beber algo, ya está.

—¿Y ese algo era acaso un sexto de tequila? ¿Te vas a casa ya, idiota? —interrogó al caer de inmediato en cuenta del estado de la chica, ella asintió despacio—. Vamos entonces, no hay nada más que hacer aquí.

No preguntó, como era usual, se limitó a acompañarla, después de todo él estaba un poco más entero.

La memoria de Altan, incluso nublada por el alcohol, reconoció la prenda que Shiori llevaba encima y se esforzó por unir los fragmentos.

No. El torpe cachorro no la dejaría ir sola a casa ni de coña.

Y tampoco la había visto con él desde… La noche de la desgracia.

¿Entonces…?

¿El cielo había sido siempre tan jodidamente negro? No. Cuando se dejaban atrás las luces de neón siempre era posible ver algunas estrellas casi tímidas, pero esa noche todo era oscuro.

La muchacha detuvo sus pasos frente a la puerta de su casa, sacó las llaves y después de un par de intentos bastante penosos, logró abrir.
Adentro estaba casi tan oscuro como el cielo.

—¿Gustas pasar? —preguntó casi en un murmuro.

—¿Qué mierda dices?

—Mis padres no están. Fueron a visitar a la familia de mamá.

¿Qué cojones planeaba?

Podía haberse negado, por supuesto, pero había algo en esa profunda oscuridad que lo llamaba poderosamente. Como si de la negrura surgiera el canto de una sirena.

Dio un paso dentro y otro y otro y otro. Ella cerró la puerta tras de sí.

Decir que no lo esperaba era mentira, el movimiento en sí fue casi el de un depredador en la oscuridad, para cuando se dio cuenta le había rodeado el cuello con los brazos, atrayéndolo hacia ella y uniendo sus labios. Al fin de cuentas Kurosawa era una criatura de hábitos.

Quemaba.

Siempre había quemado.

Olía a cerveza.

Shiori se coló en su boca de inmediato, deslizando la lengua dentro, enredándola con la suya. Sus movimientos eran erráticos, desesperados.

Joder.

A tientas la pegó contra la pared del pasillo, aprisionándola con su cuerpo y la sintió suspirar en su boca, antes de separarse en busca de aire. Recorrió la línea de su mandíbula con los labios, deslizándose a su cuello.

Fragmentados.

Destrozados.

Absolutamente disfuncionales.

Su cuerpo buscó pegarse al de ella, en un intento por sentirla, cada centímetro que no había podido sentir en meses.
La muchacha tomó su mano y la colocó sin pararse en preparativos sobre su pecho, haciendo que rodeara su seno, presionándolo.

—Tócame. —Nunca en la vida la había escuchado así de de necesitada, estaba casi suplicando—. Por favor, tócame.

Ni aunque hubiese querido negarse hubiese podido, no allí, con ella cediéndole el poder que le había negado hace tiempo.
Ahuecó la palma y un suspiro traidor escapó de la boca de Shiori, que calló con la propia.

Hubiera podido seguir, sentir cada pedazo de su piel, enredar los dedos en la mata de cabello negro como el cielo, sujetar sus muñecas una vez más, amoratar su piel nacarada; habría podido probar el placer incalculable. Le estaba dando permiso, una parte de ella lo estaba permitiendo.

Habría...

Los surcos de agua salada se hicieron camino hasta llegar a sus labios unidos. El sabor de la sal lo hizo soltarla como si le hubiese clavado una serie de agujas en el cuerpo.

La escuchó sorber ruidosamente por la nariz y se dio cuenta entonces que se había aferrado a su camiseta, que se negaba a dejarlo ir.

—No me dejes sola —dijo con la voz entrecortada—. Por favor-

—No se te ocurra llamarme por su nombre. —La atajó mientras con cuidado la hacía soltarlo. No era idiota, siempre se habían usado para llenar vacíos, lo que pasaba es que ahora el vacío de Kurosawa tenía nombre y apellido y se negaba a llenarlo porque estaba aterrada de sí misma—. No quiero que me llames por el nombre de nadie más.

En la terrible oscuridad no podía verla, pero la escuchó sollozar, intentando pasar aire a los pulmones.

—Perdóname, Al. Lo siento mucho, lo siento, yo no quería-

—Ya cierra la boca. Vamos a acostarte de una vez, Shiori.

Los gestos de ella se comprimieron, buscando contener un nuevo sollozo al escuchar que la llamaba por su nombre. Sacudió la cabeza, intentando sacarse de la mente a Hiroki, sin éxito alguno.

Era una idiota.

Altan retrocedió hasta la puerta y le dio un golpe a los interrumptores, encendiendo las luces.
Hubiera preferido no hacerlo, pero tenía que, aunque eso implicara verla en aquel estado tan deplorable. Se veía tan delgada y vulnerable, apoyada en la pared, sollozando como una niña pequeña.

Siempre era él metido en los líos más jodidos.

Suspiró, ignorando hasta donde le fue posible su cuerpo hormonal, se acercó a ella y la levantó, pasando el brazo bajo sus piernas.
La llevó a su habitación y la sentó al borde de la cama.

No estaba ebria como para vomitar, pero sí para llorar sin control alguno.
Se había llevado las manos al rostro, buscando detener sus lágrimas, pero más bien parecían sólo aumentar con cada segundo.

Se acuclilló frente a ella y con un cuidado que le resultó casi ajeno en sí mismo, hizo por quitarle la chaqueta.

—¡No! —chilló, como una chiquilla malcriada en pleno berrinche, apartando sus manos.

Él no tenía una gota de paciencia, no la había tenido hasta ese momento. Después de todo, era su amiga.

Le había comido la puta boca una cantidad ya innumerable de veces, pero era su amiga.

—Shio, solo quítatela de encima, puedes conservarla junto a ti, ¿me oyes? —dijo con voz suave, estaba casi susurrando—. No te quitaré nada que te ayude a no sentirte sola, ¿de acuerdo?

Aún así puso algo de resistencia, aunque pareció calmarse cuando lo vio colocar la prenda junto a ella.

Se incorporó entonces, buscó entre la ropa como un total confianzudo, y sacó una pijama limpia de un tono apagado de rosa, con un subtono claramente gris.

Ella seguía sollozando a pesar de todo, intentando en vano secarse las lágrimas con los brazos.
Se deshizo de la camiseta de tirantes, la arrojó al suelo y con movimientos torpes se colocó la blusa de la pijama que él le extendía.

Siguió cada acción de la chica, no era que no sintiera nada al verla desnudarse frente a él, no era un puto trapo, pero más lo angustiaba ver así de fracturada a la controladora Shiori Kurosawa.

La vio intentar agacharse para quitarse las botas, pero casi se fue de boca al piso en el proceso, así que no le quedó más remedio que hacerlo él. Las dejó a un lado.

La escuchó deshacerse de la correa del pantalón mientras tanto, con manos temblorosas y seguro visión doble ya. Abrió la cremallera, bajó un poco la prenda y él tuvo que hacer el resto, sino iba a irse de cabeza.
Podría ser que una buena parte de los imbéciles con los que solía juntarse a beber lo juzgara de maricón si se enteraban, pero lo traía sin cuidado. Que fuese el rey de los injustos no significaba que fuese un puto violador.

Allí estaba, colocándole la ropa de dormir a Kurosawa, sin inmutarse siquiera. Cuando ella terminó de subirse el pantalón corto y se volvió a sentar a la orilla de la cama, ya no lloraba a moco tendido pero hipeaba como un bebé.

—Recuéstate —murmuró mientras se incorporaba.

—Quédate conmigo —respondió ella, con la vista puesta en algún punto en el piso.

No hablo con ebrios, eso debió decirle. Pero no sabía muy bien cómo lidiar con el desastre que se cargaba Shiori encima.

—Si me encuentran aquí me van a cagar a palos.

—No regresan hasta pasado mañana —respondió ella, acostándose por fin. Atrajo la chaqueta de Usui a su pecho de nuevo.

Patética.

Odiaba que esa palabra le hubiera rebotado en el cerebro al verla así, odiaba tener que pensar en una chica como Kurosawa de esa manera, que era movida por el fuego de una forma distinta que Akaisa.

Bufó, pasándose una mano por el rostro evidentemente confundido. ¿Qué mierda se supone que debía hacer? ¿Le dejaba más remedio? No en realidad, además, ¿qué le aseguraba que no fuese a cometer una estupidez a mitad de la noche?

Se alejó, solo para apagar las luces de la habitación y cerrar apenas la puerta, dejando que un hilo de luz de la que estaba encendida fuera se filtrara. Regresó sobre sus pasos y se recostó a su lado.

Ella no dijo nada, en su lugar se permitió cerrar los ojos por fin, Altan se apoyó sobre su costado, extendió la mano y le acarició el cabello, casi como si estuviese acariciando un gato.
No sabría decir si se durmió o cayó inconsciente, porque apenas unos minutos más tarde su respiración pesada, lenta, la delató. Él mismo tenía un sueño terrible, porque de por sí había bebido también antes de encontrarla.

Hizo un esfuerzo por levantarse, sin moverse más de la cuenta para no despertarla, y se sentó en la orilla de la cama. Levantó los jeans de Shiori del suelo y revisó los bolsillos, aunque ciertamente le sorprendía que siendo de mujer tuviesen bolsillos siquiera. En el de atrás encontró lo que estaba buscando: el móvil.

Se volteó con el mismo sigilo, tomó la mano izquierda de Kurosawa y desbloqueó el teléfono con su índice. Estaba jodidamente muerta, no reaccionó siquiera.
Rebuscó entre los contactos.

Vamos, vamos.

“Usui-senpai”.​

Bingo.

Tenía un emoji de un perro. Tuvo que contener la risa.

Era una jodida niña.

Se levantó entonces, dejó la habitación y esta vez cerró la puerta tras de sí, avanzando hasta volver al pasillo. Una vez allí, le dio a la tecla de llamar. Ni siquiera revisó la hora.

—Vamos, maldito perro, responde de una vez.

Escuchó que recibió la llamada.

—¿Kurosawa? —Estaba dormidísimo el cabrón, pero no había podido disimular los nervios en su voz.

—No. —Es posible que nunca le hubiesen gruñido desde el otro lado de una línea, pero había una primera vez para todo. Le respondió con la misma brusquedad de aquel solo gesto—. Puto imbécil, no te precipites como siempre.

—¿Qué cojones haces llamando desde el número de Kurosawa a esta puta hora entonces?

—Deja de pensar mierda de una vez, perro-lobo. No se me apetece dar explicaciones ahora mismo y ciertamente es lo de menos. —Se enjuagó los ojos con fuerza—. Ella está dormida, qué esté bien es otra cosa. No me importa qué demonios te haya dicho ella la noche de la azotea o no, no le hagas caso. Búscala de una vez, habla con ella.

—¿Ah?

—Te necesita, jodido estúpido, aunque pretenda que no. Es improbable que vaya mañana a la escuela y si lo hace, joder, solo confirmaría que está mal de la puta cabeza. Te enviaré la ubicación desde este número y si no mueves el culo mañana, te arrastraré así tenga que traerte del jodido infierno.

Colgó sin darle tiempo a nada e hizo lo que le dijo, enviarle la ubicación.

No contaba, por supuesto, con que el otro idiota fuese a aparecer allí a primera hora de la mañana.

A ver si volvía a poner en orden a la idiota de Kurosawa antes de que no hubiese manera de echar atrás.

 

Se supone que, por dados, lo que seguía era The Justice (Al-Shio-Kat) x Hiro (The King of Coins), pero se me fue la olla y quería meter The Judgement y The Seven of Cups o The Knight of Wands. Imaginé tantas cosas, tantos escenarios que kinda me quemé la cabeza y quedé bloqueada.
Luego, con el fic de Insane: Manzanilla y la canción que me gusta un huevo y nunca supe cómo se llamaba tuve una idea.

So Insane te etiqueto porque sale tu niña (posible OoC, te aviso de una). Si quieres contextualizarte un poco de qué vergas es este long-fic (colección realmente), puedes leer las notas iniciales del primer capítulo. Igual vi que te leíste dos fics del tarot de los de Gigi, así que con solo eso te haces una idea del rollo que sigo aquí.
En síntesis, a cada personaje del rol le he ido asignando una carta del mazo del tarot según su significado y las personalidad del personaje en cuestión (Gigi y yo iniciamos el delirio, así que por eso los fics de la serie original fueron saliendo entre las dos) y por eso nuestros personajes tienen asignados todos los arcanos mayores de la baraja, mientras los demás los he ido metiendo con los palos de los arcanos menores (vaya, los palos de la baraja normal de cartas de casino) en este delirio, que comenzó con las narraciones en The Justice y siguió con las narraciones de otro fic mío: Deck.
En este caso, para ahorrarte quizás el viajecito al primer post y también al resto de delirios para entender la shit (?)
The Magician (asociado al ingenio, la inventiva y los talentos, también al control o poder absoluto): Altan.
The Five of Cups (asociada a sentimientos de arrepentimiento o duelo, aunque en general refiere a centrarse en lo negativo): Violet.
The Popess/High Priestess (conocimiento, intuición, aprendizaje a través de la experiencia, puede ser también una carta rígida asociada al control): Shiori Kurosawa —no la iba a meter inicialmente, pero necesitaba ese diálogo entre general-mercenaria—.

Quedó algo caótico pero bueno que me tiré 1.3k como en una hora.

Sin más que decir, se me fue la cabeza como siempre.

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That's me in the corner,
that's me in the spotlight
losing my religion.
Trying to keep up with you
and I don't know if I can do it.
Oh no, I've said too much.
I haven't said enough.
VI


The Magician
x
The Five of Cups
x
The Popess
. Willpower competition . Inner voice conflict . Desired rivalry .


| Altan Sonnen |
| Violet Balaam |
| Shiori Kurosawa |
*

*

*
​

Podía haberla escudriñado en las bases de datos, averiguar sobre ella, sobre su familia. Podía incluso conseguir sus expedientes académicos, sus registros médicos, saber si había sido incapaz de ver desde el nacimiento o había perdido el sentido en algún momento de su vida.

Podía.

Pero le tenía una tirria que no deseaba ni verla en pintura.

Violet Balaam.

Violet. Violeta. ¿Flor o color?

Balaam. ¿Personaje bíblico? Representado con un ojo inútil.

Tiresias.

El adivino ciego.

La desgraciada lo había encerrado, lo había tocado, le había respirado en el cuello. Lo había empujado al borde desde todos los costados posibles.

La cercanía de una desconocida.

El espacio reducido.

Los reclamos estúpidos y sin argumentos.

Todo por un imbécil como Gotho.

¿Así se veía él defendiendo a Jez, así de idiota y ajeno a todo?

No quería responderse esa pregunta y odiaba que Balaam la hubiese traído a su mente, aunque no fue solo eso. Fue el hecho de que le hizo consciente de la correa que le rodeaba el cuello, que lo limitaba. Había creído liberarse de las cadenas de Jez, pero no había sido más que una ilusión.
Al final no era diferente tampoco de Hiroki Usui.

Estaba más atado que nunca.

—¡Al, te estoy hablando! —La voz de Shiori Kurosawa le llegó como un eco lejano hasta que enfocó su atención en ella.

Estaba de pie frente a él en la azotea, con los brazos cruzados bajo el pecho. La brisa agitaba suavemente su melena azabache, ahora completamente negra.
Las razones por las que se había quitado la mecha azul lo traían sin cuidado.

—¿Decías, Kurosawa?

—Natsu Gotho —empezó de nuevo—, al parecer le leía a la chica.

—¿Y qué?

—No te has dado cuenta, ¿cierto, maldito niño prodigio? —soltó la muchacha de mala gana—. Violet no es diferente de ti.

No lo digas, joder.

>>Está colada por Gotho, pero colada de cuidado. Como tú por Vólkov.

Altan se echó contra la reja, llevándose las manos al rostro y quitándose el cabello de la frente.

—Esta maldita escuela está llena de estúpidos —masculló.

—Y al parecer le está tomando bastante estima a Bleke Middel.

Bleke Middel, la reina de papel.

—Middel va a tu clase, ¿cierto, Kurosawa?

—No me meteré con Bleke, Altan. Se dará cuenta de inmediato, no es ninguna idiota.

La menor giró en redondo, con intenciones de dejar la azotea y a Altan allí.

¿Qué mierda hacía envuelta en ese enredo sin sentido?

Se detuvo a medio camino. Sintió la mirada oscura de Sonnen en su espalda, esperando porque sabía que si se había detenido era para decir algo.

>>Me he estado encontrando a Wickham con la chica y no ha hecho ningún movimiento de los suyos, ya sabes. No sabría decir si por las necesidades diferidas de Balaam o porque está actuando como peón, exactamente igual que yo. ¿Alguna pista al respecto?

Altan repasó los pocos datos que tenía.

—No realmente, Kurosawa. Tendrás que averiguarlo por mí.

La chica bufó en respuesta como solía hacer Akaisa.

—Deberías pedírselo a Shiro-chan, ya que a veces habla con el estúpido inglés. Se lo soltaría en dos segundos, el puto imbécil —dijo mientras reiniciaba la marcha—. Igual que tú, no es mi persona favorita.

—No quiero meter a Jez, Shiori.

—¿Y a mí sí? —Lo atajó, tosca—. Hiroki no va a estar contento si termino metida en un lío por estar haciéndote de mercenaria, General.

—Me las arreglaré con quien tenga que arreglármelas, Kurosawa. Si wan-chan me rompe la cara por haber dejado que el embrollo te alcance, pues merecido me lo tendré, ¿no crees, Perséfone? Eres perfecta para esta clase de trabajos, incluso sin tu máscara. Tienes el toque de crueldad necesario para ello y lo sabes.

La muchacha se encogió de hombros, antes de dejar la azotea.

*

*

*​

Los dos estúpidos que tenían el deber de mantener a Violet ocupada habían hecho mal su trabajo. Se habían distraído, se habían negado a buscarla o lo que fuese, porque la chica se había librado del ojo vigilante tanto de Wickham como de Kurosawa.

Y ahora, ahora por la incompetencia de esos idiotas estaba metido en ese maldito problema de nuevo.

La hija de puta había salido de la nada, debió haberlo escuchado decirle algo a Jez en el pasillo antes de separarse y el resto lo había hecho con ayuda de las vibraciones en sus muñecas.
Se confió, no escuchó siquiera los pasos de Balaam y sólo sintió su agarre en la muñeca antes de que arrojara el peso de su cuerpo sobre él, como la primera vez.
Esta vez terminó encerrándolo en los baños y el impulso acabó por hacer que se precipitara al suelo con ella encima.

Era una maldita necia.

Ni lenta ni perezosa la colocó las manos en el rostro, recorrió sus facciones con brusquedad, deslizó la mano a su cuello, a sus clavículas, al pecho.

Había quedado en shock unos segundos, pero pronto reaccionó.

—¡Maldita zorra, ya deja de tocarme! —espetó quitándosela de encima, pero ella se aferró a su uniforme—. ¡Suéltame de una puta vez, enferma de mierda!

Soy, de hecho, un cretino y lo disfruto.​

Se deshizo de su agarre pero se vio obligado a echarle el cuerpo encima y aprisionarle las muñecas contra el suelo.

Vivo rodeado de putos imbéciles.​

—Te tocaré hasta que se te derramen las bilis —murmuró la chica a pesar de que parecía a punto de echarse a llorar de nuevo.

Te dije que fueras más creativa, cariño.​

Notó el movimiento, iba a patearlo justo donde dolía. Se hizo a un lado, viéndose obligado a soltarle las manos y ella aprovechó una vez más para estirarse e intentar tocarlo.

Lo tenía hasta los putos cojones.

De nuevo prácticamente le estampó la mano en el costado de la cabeza, enredando los dedos en la melena corta y aplastándola, esta vez contra el suelo.

Tu ceguera no es física, estúpida.​

—Te lo dije, maldita perra faldera. Te lo dije una vez, romperte sería como romper un palillo de dientes —siseó. La ira lo desbordaba, no sé explicaba siquiera cómo es que no le partía la maldita nariz contra la cerámica del baño.

La puta correa.

O la maldita consciencia, ya no sabía.

Odiaba que lo tocara, que se tomara esa libertad, que no fuese más que una muñeca descompuesta repitiendo la misma mierda.
Nunca había sentido tanto asco por el tacto ajeno como cuando la cabrona de Violet le puso las manos encima, en defensa del inservible de Gotho.

—No tienes derecho.

—No me interesa, maldita inmadura. Me tocas sin mi jodido consentimiento y recibes el castigo, eso es justo. Es justo defenderse de una enferma de mierda que me toca como si fuese de su propiedad. No le pertenezco a nadie

Era eso.

Era eso lo que lo sacaba de quicio.

Sentirse dominado.

Deshizo el agarre en el cabello de la chica, liberándola y se alejó tan rápido y tanto cómo se lo permitiera el espacio. Yendo a acabar junto a la puerta cerrada.
Respiraba como un perro luego de una pelea.

>>No soy propiedad de nadie, hija de puta —repitió antes de empujar la puerta buscando abrirla. La chica se levantó casi a tropezones, de nuevo con el cabello enmarañado y el uniforme fuera de lugar—. Estoy harto de ser usado como un perro, de ser atado y contenido. De ser tocado por una zorra inservible y resentida.

Escupió todo en tropel, con la respiración ahogada colgándose en sus palabras. Se giró entonces y le asestó una patada a la puerta que por fin la hizo ceder.
Se precipitó fuera de los baños, echando a correr hacia el gimnasio.

Abrió la puerta del almacén, que de puro milagro no estaba siendo usado por los cachondos de turno, y cerró de un portazo para luego apoyar la espalda en la puerta y deslizarse hasta el suelo, cubriéndose el rostro con los brazos.

Deseaba gritar hasta rasgarse la garganta, hasta sentir el sabor de la sangre, pero lo que brotó de sus labios fue más bien un sollozo.

No quería ser usado.

No quería ser tocado por ella.

Pero tampoco quería hacerle daño de verdad.

No quería hacer daño, por una puta vez en su vida.

Por eso había usado a Kurosawa como muro de contención, pero Violet la esquivó.

Puta suicida.

Se encogió sobre sí mismo, apretando su rostro contra sus brazos, ahora apoyados en las rodillas y comprimió los gestos, esforzándose por no seguir sollozando como un maldito niño aterrado de algo que creyó haber visto en la oscuridad.

Maldita sea, prefería que Hiroki lo cerrara a hostias que seguir siendo tocado por la zorra de Gotho.

Se sentía sucio.

Repulsivo.

 

Gracias por los comentarios a ambas ;-; ♥

Bueno sigo procrastinando el que me salió con los dados aunque ya tengo una idea más decente, creo (?)
Este fic inició siendo la planificación del post para el inicio del día 5 de Gakkou, de acuerdo a este post con la loca: https://fanficslandia.com/tema/casilleros.64070/page-9#post-1060535
En síntesis, la "charla" de Shio con Kat sobre la shit de Mimi y Emi. Como vi que me estaba quedando muy larga la shit, pues decidí hacerla fic.

Se me descontrolaron las pendejas y en vez de ser sus cartas usuales (The Popess y The Hanged Man), pasaron a ser las versiones hardcore y fucked up (XIII y The Devil), así que estoy living porque XIII es mi carta favorita y The Devil fácilmente sería la segunda.
Ambas tienen significados positivos, que aprecio muchísimo, pero también tienen los significados jodidos que, en este caso, potencié al unirlas.
De nuevo, solo por el gusto que le tengo a las cartas, copypasteo los posibles significados.
XIII (Sin Nombre o La Muerte): se asocia al renacimiento y la transformación, al ascenso luego de alcanzar el fondo. Implica un corte de todo lo conocido para poder hacer un cambio verdadero y acabar con el pasado. Es esta la muerte de la que habla, más que de una muerte física, pero no deja de estar asociada a elementos considerados oscuros, como la noche en general y a los difuntos, sí. Asociada también al fin de las cosas, al cataclismo, a la violencia, la ira y el sadismo, por decir poco.
The Devil: relacionada a la animalidad y fuerzas de carácter sexual, por lo que puede implicar una atadura voluntaria (en el tarot de marsella los diablillos atados al diablo ni siquiera parecen molestos con ello). Relacionada también al sadismo, sadomasoquismo directamente, y a la dominación. Representa el inconsciente. En un tono menos fuerte, puede asociarse a la actividad, la creatividad y las jugarretas.

Nada, estoy living. Aproveché además para clavar Wide Eyes, que al final no la usé en The Magician a pesar de ser otro de los anthems de Altan y de la rage en general.

Este fic puede tomarse como parte del canon, guiará futuros movimientos de Kat y Shiori, juntas o separadas.
Also big F por Hiro sin chaqueta again. Me gustan las implicaciones que tiene que ella se la quedara y la use como si literalmente hubiese sido suya desde siempre (?) idk my own symbolisms.

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I'm the bad guy, I'm the bad guy,
I'm the cynical kid, I'm the rage,
I'm the big lie.
I'm the goddamn shame of the goddamn pride.
.
I'm the bad guy, I'm the nice try,
I'm the typical bitch with the rage
on my face.
I'm the goddamn beast of the goddamn pride.
VII


XIII
x
The Devil
. Painful change . Resignation . Detachment .


| Shiori Kurosawa |
| Katrina Akaisa |
*

*

*
​

Le había enviado un mensaje a Katrina antes de ponerse a preparar la cena, diciéndole que necesitaba hablar con ella, la mayor le dijo que nada más la llamara si quería pero lo que tenía que hablar no era algo que bueno, fuese tan liviano como para hablarse por teléfono.

Al final, fastidiada, Katrina le había dicho que se apareciera en su casa, en el territorio de los Akaisa.

Así que luego de cenar solo había tomado la chaqueta de Hiroki, que evidentemente no iba a devolverle en el futuro próximo, y se la había puesto para evitar resfriarse por una estupidez.
Le iba grande pero le importaba bastante poco.

Mientras esperaba a que abrieran las rejas luego de haber dicho su nombre se dio un manotazo en la pierna, matando un molesto mosquito que se aprovechó de que había salido en shorts.
Maldita lluvia de verano. Siempre hacía que los mosquitos salieran.

Caminó hasta la entrada principal, dejando atrás los jazmines de los jardines. Se quitó los zapatos y entró, colocándose unas pantuflas como era usual.

—Kurosawa-sama, la señorita la espera arriba —dijo una criada japonesa, haciendo una reverencia.

Kurosawa-sama.

—Permiso. Muchas gracias.

Subió por las escaleras con pasos amortiguados y entró en la habitación de Katrina sin molestarse en tocar siquiera. La mayor estaba sentada frente al escritorio, preparando resúmenes de lo poco que habían visto en la escuela en esos cuatro días.

—¿Qué querías, Kurobaka?

—¿Qué fue lo que le hiciste específicamente a Mimiko Honda? —Ni siquiera se detuvo en cortesías innecesarias. Luego de haber visto a Aika preocupada por la princesa y el vacío en los ojos de Mimi, no tenía ganas de eso e incluso de tenerlas, sabía que a Katrina la sacaban de quicio esos rodeos.

—Nada.

—Que te reconociera en los ojos de Mimi me dice que eso es, por demás, una repulsiva mentira.

—¿Mimi? ¿Y esas confianzas, Kurosawa? —Dejó el bolígrafo sobre la mesa y giró la silla con un pie, para mirarla por fin. Tuvo que contener una risa—. Ah, ¿ahora también le robas la ropa a pandilleros? Dios si es que solo te juntas con gente de mierda.

La menor cruzó los brazos bajo el pecho.

—Ten cuidado con cómo hablas conmigo, Katrina, y sobre todo con cómo hablas de Hiroki en mi presencia.

Lindo.

Los ojos se le habían encendido como carbones en cuestión de segundos.

¿Ya eres capaz de sentir, cariño?

Me alegro.

—¿Me estás amenazando acaso, maldita niña, luego de que te salvé el culo?

Shiori se encogió de hombros y el gesto le arrancó una risa sin gracia a Akaisa.

—Dime de una maldita vez qué hiciste realmente.

La de cabello teñido frunció el ceño a la vez que bufaba por lo bajo. La mirada de Shiori Kurosawa surtía un efecto similar a la de Rachel, no aceptaba mentiras o engaños, y sabía por qué.

Kaoru.

Qué jodido fastidio.

—Emily Hodges me siguió después de que casi muerdo a Suzumiya por acercarse a mí luego de que me fui de boca al suelo, lo que tú no viste por estar comiéndole la boca al niño bonito de Usui. Estaba cabreada, vaya, y ella se acercó como si nada… Ciertamente Emily parece ser tan imbécil como tú. —Cruzó una pierna sobre la otra—. Luego Mimiko me alcanzó, diciendo que quería hablar conmigo, pero ya sabes… Solo me soltó que le daba asco, nada nuevo bajo el sol. Quería que dejara fuera de mis, cito: “Mierdas de marginal”, a Hodges, a lo que le dije que nada podía hacer yo si ella se metía en la boca de los lobos sola. Acto seguido perdió la cabeza, me abofeteó y me lanzó al suelo. Me reí en toda su puta cara, no pude evitarlo, reí como desquiciada. No tengo idea de qué pasó después, hasta que te llamé en los baños. Las perras enamoradas están ciegas, ¿no es así, Kurobaka?

—¿Eres jodidamente imbécil, Akaisa? —La voz le surgió como un gruñido—. ¡¿De verdad eres tan estúpida?!

Shiori nunca le había hablado de esa manera, ni siquiera cuando la encontró completamente cambiada, con el tinte, las perforaciones y se dio cuenta de las porquerías de marginal que había comenzado a hacer.
Había sido comprensiva, había hecho la vista gorda, y siguió siendo insistente pero cálida.

Nunca… la había confrontado.

Los ojos dispares de la mayor se abrieron, incrédulos, y por un instante estuvo por agachar la cabeza, porque el fuego en la mirada de Shiori era idéntico al de su hermano que había fallecido justamente a esa edad.
Eran dos malditas gotas de agua.

A pesar de todo no lo hizo. En su lugar frunció el ceño.

—Te lo repito. No puedo hacer nada si ella decide acercarse sola, Shiori, no es mi puto problema. Si Hodges va a cagarla, pues la va a cagar, ni Honda ni tú tienen que cuidarle el culo.

—No se trata de cuidarle el culo, maldita imbécil, ¡¿no lo entiendes?! ¡De toda la puta gente en la Academia, ¿por qué tenía que ser Emily?! ¡Del montón de chicas que podías elegir para follarte! ¡No tienes la menor idea de la manera en que la cagaste!

Los ojos vacíos de Mimi.

Las lágrimas de Aika.

Katrina se levantó de la silla, se acercó a la menor hasta casi chocar con ella y alzó la mirada, enfrentándose al fuego.

—¿No lo has aprendido todavía, jodida idiota? Las zorras somos así —soltó casi en un murmuro—. Tomamos lo que aparece y lo consumimos. No te oculté nada nunca, siempre viste en lo que me convertí y si querías reclamar por ello, se te hizo bastante tarde.

La de la mecha azul levantó la mano, dispuesta a cruzarle la cara de una bofetada pero dudó y Akaisa la sujetó por la muñeca, antes de empujarla sobre la cama. Le sacaba varios centímetros de altura, pero la había tomado con la guardia baja.
La cascada oscura de Kurosawa se esparció sobre las sábanas y esta sintió el peso del cuerpo de Katrina sobre sí, sujetándole las muñecas.

Permaneció estática.

—¿Qué, ahora vas a besarme o algo, Akaisa? —La voz le salió tan plana como la de Sonnen—. No le temo a los lobos, no le temo ni al mismísimo Satanás.

La mayor liberó una de las manos de Kurosawa, solo para con un movimiento rápido y fluido deslizar la chaqueta y parte de la blusa hasta que la piel delicada de su hombro quedó descubierta. Iba a morderla, a la hija de puta, para que se dejara de estar jodiendo.

Incluso si se había prometido no tocar niñas buenas por ella precisamente.

Pero Shiori Kurosawa no era ninguna santa ya.

Soltó una risa sardónica cuando notó la marca en el hombro de la menor, la mordida, y se limitó a inclinarse sobre ella para murmurar en su oído.

—Eres una maldita zorra mal agradecida, Kurosawa. Deberías estar más que en deuda conmigo más bien. Tienes suerte de que a Usui no le interesen las zorras de mi clase ahora porque lo hubiese consumido también, sin dudar siquiera, y sería yo quien llevaría esa mordida en el hombro. Me importaría una mierda qué tan enamorada estuvieras de él.

Eso fue todo. Tenía una facilidad irrisoria para alterar a cualquier mujer, pero nunca le había tocado los ovarios a Kurosawa, nunca. Hasta ese momento.

Y fue la gota que colmó el vaso.

Para cuando se dio cuenta estaba bajo el cuerpo de Shiori, quien le había cruzado la cara con la palma abierta por fin, y no se limitó a eso. Había enredado sus delgados dedos en la melena teñida y le aplastaba la cabeza contra la cama con una fuerza que no parecía suya.

Con el rabillo del ojo encontró su rostro entre el cabello revuelto de ambas, entre las hebras negras, azules y rojas. La figura de Shiori, baja la chaqueta ajena, hubiera podido pasar perfectamente al mundo de sombras, al Inframundo, y quizás al mismísimo Tártaro.

Cerbero no la detendría.

Tampoco Hades.​

Porque era Perséfone.​

Prácticamente le estaba gruñendo, con los colmillos descubiertos, y el naranja de sus ojos refulgía.

Se había fusionado perfectamente con la figura del lobo.

Era una quimera.

—Suerte tienes tú, puta gringa. Si me fuerzas puedo dejar de ser suave y dulce, lo sabes bien. Robé el rostro de mi hermano y lo convertí en un monstruo manipulador, puedo usarlo todavía con otros, Acacia —soltó con tono bajo, ronco, como el gruñido de un perro—. Si tensas la cuerda lo suficiente puedo hacer que te cagues hasta las patas, la bofetada y los golpes de princesita de Mimi no son nada. He olido la sangre, zorra, ¿lo olvidas? He visto una parte del Averno que tú nunca has alcanzado.

Cuando finalmente la dejó ir para incorporarse, varias hebras de cabello terminaron enredadas en sus dedos y fueron arrancadas de raíz.

Se alejó con pasos pesados y solo se detuvo luego de abrir la puerta.

>>Cuando Honda regrese vas a cortar el puto rollo con Emily, tú y el asqueroso de Wickham, porque conozco a tus cómplices, Akaisa. Los conozco más de lo que me gustaría porque te he visto hacer y deshacer desde hace más de dos años. No aceptaré un no por respuesta de ninguno, así tenga que pedirle favores de mierda a Altan para convencer al inglés al estilo de la calle. —La miró de costado, con el rabillo del ojo—. Y no te atrevas, nunca más, a hacer una insinuación de esa clase sobre Hiroki, maldita sinvergüenza, como si no supieras con quién demonios te estás metiendo.

No le dio tiempo de responder, cerró la puerta tras de sí y pronto dejó la casa de Katrina, fundiéndose con la oscuridad de la noche.

 

Yo es que no tengo autocontrol, la verdad. Esto empezó con The Magician y The Temperance (Jez y Al normalitos, vaya), luego conforme fui avanzando todo se fue a la shit y terminaron por ser Al The Justice version y The Empress Jez.
En general estas cartas juntas tienen un significado positivo, así que tomemos como si hubieran salido invertidas just for the funz.

Dependiendo de lo que decida de aquí al inicio del día cinco esto podría, como el fic anterior, ser tomado como parte del canon.

Nada más que aclarar, solo haciendo catarsis (?) Cambio de color en las cartas por alto angst, nada me gusta deprimir a mis pendejos lol.

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Stitch by stitch I tear apart.
If brokenness is a form of art,
I must be a poster child prodigy.
Thread by thread I come apart.
If brokenness is a work of art,
surely this must be my masterpiece.
I'm only honest when it rains.
If I time it right, the thunder breaks
when I open my mouth.
I want to tell you but I don't know how.

VIII


The Justice
x
The Empress
. Resolution . Truth . Execution .


| Altan Sonnen |
| Jezebel Vólkov |
*

*

*
​

Fue cosa de llegar a casa y caer muerto. Ni siquiera había cenado, caí redondo hasta la madrugada, cuando me despertó una serie de mensajes que hicieron vibrar el móvil en algún lado de la cama.

Di golpes de ciego entre las sábanas hasta que logré encontrar el objeto y desbloquearlo. La luz me hizo arrugar los gestos, a pesar de que la pantalla tenía el brillo al mínimo. Leí el nombre del contacto: “Jezzie”.

Uno tras otro los mensajes siguieron lloviendo y me incorporé tan rápido que me mareé como resultado. El mundo me dio vueltas, haciendo que sacudiera la cabeza buscando deshacerme de la sensación.

Al.
3:01 AM.

Hey, Al, ¿estás despierto?
3:02 AM.

Altaaaaaan.
3:04 AM.

Bueno igual te desperté, no lo sé.
3:06 AM.

Necesito contarte una cosa, pero si no no importa, te lo cuento por la mañana. Descansa.
3:08 AM.

Tipeé con una rapidez bestial un único mensaje.

Dame un momento, voy a llamarte.
3:08 AM.

Dicho y hecho, le di a la tecla de llamar. Timbró una, dos, tres veces y finalmente atendió. Primero me recibió el silencio, bueno, algo así como silencio. Escuchaba su respiración al otro lado de la línea.

—¿Jezzie? —No me había fijado en la hora, pero de haberlo hecho me habría dado cuenta de que no eran horas para estar llamando a nadie realmente.

—Me voy —soltó sin más, concisa, directa.

Todas y cada una de las conexiones que movían mi maldito cerebro de archivo se fundieron en segundos, colapsaron, hicieron cortocircuito. No entendía de qué mierda estaba hablando y aún así sentí, posiblemente, el miedo más profundo que había sentido en toda mi maldita vida.
Total terror, pánico, todas las vías de la corteza cerebral asociadas a esa sola emoción debieron refulgir como faros en la oscuridad.

—¿Ah? —Eso fue todo lo que me salió del fondo de la garganta.

—Me voy, Al. Quiero decir unos días, perdona si te asusté, cielo.

—¿Te vas a dónde, Jez? —No podía evitarlo, sabía que estaba hablando como un chiquillo aterrado.

—Netherlands —respondió en inglés por una razón que se me escapaba y luego continuó en japonés—. Falleció el padre de tío Vic, no podremos llegar al funeral, pero quiere estar con el resto de su familia unos días y nani obviamente no dejará que vaya solo. Podría quedarme pero… Me gustaría ver la tumba de papá y mamá por una vez, antes de volver aquí para siempre.

Papá y mamá.

Jez casi nunca hablaba de sus padres fallecidos.

>>Ya tío Vic habló con tu padre en la tarde. Tenemos tiquetes para la noche de este viernes, no iré a la escuela para terminar de prepararnos.

¿Por qué si estaba diciéndome que eran nada más unos días sentía que me la estaban arrancando de las manos?
¿Por qué sonaba tan apagada?

—Jez.

—Dime, cielo.

Uní las piezas con mi jodido cerebro defectuoso, mi cabeza de niño genio con un error de fábrica que no me dejaba ver los colores del mundo. Conecté los hilos grisáceos que explicaban las relaciones de todo lo que me rodeaba y solté la pregunta.

—¿Qué pasó en la escuela luego de las clases?

Había acertado en el centro de la diana. Lo supe de inmediato.

—Nada. Al final la migraña no me dejó centrarme y me devolví a casa.

—Jez, ¿qué pasó?

Silencio de nuevo. Odiaba su silencio, era terrible y desolador, era casi el presagio de una desgracia.
Me había dado cuenta de que estaba enamorado de ella cuando era capaz de sentir emociones distintas, que la hacían ver humana, pero ciertamente nunca había soportado ese silencio.

Se rompió…

como un palillo de dientes.
​

Sorbió por la nariz, seguramente forzándose a sí misma a no sollozar como deseaba hacerlo, y a mí el mundo me cayó encima.
Prácticamente me lancé de la cama, tomé las llaves y me precipité por las escaleras. Incluso si despertaba a mis padres, me traía sin cuidado, me puse los zapatos que estaban en la entrada de la puerta y salí de casa.

No colgué en ningún momento, aunque solo le dije una cosa más.

—Ya voy.

Era un perro atado.

Si me hubiese detenido a observar el cielo, si no hubiera estado movido por el miedo, me habría dado cuenta de que las estrellas brillaban. No era una noche nublada, las lluvias del día habían disipado las nubes y aclarado el firmamento.
No podía decirse lo mismo de Jez.

Lo había olvidado además.

Era un imbécil.

La lluvia derribaba el estado de ánimo.

¿Cuánto me tomó llegar? ¿Siete, diez minutos? Había ido corriendo prácticamente, cuando llegué y casi me lancé en la entrada me dolían los pulmones y me ardían las piernas. Me tomó unos segundos darme cuenta de que Jez estaba sentada en la pequeña terraza, en la silla de mimbre. Los hombros se le sacudían al compás de su llanto contenido.

Me agaché a su altura, el móvil fue a parar al suelo con un sonido seco y la atraje hacia mí, envolviéndola en mis brazos. Tan delgada y pequeña como siempre, tan malditamente frágil.

El miedo fue sustituido por la ya conocida ira sin dirección.
Presioné su cuerpo con algo más de fuerza, como si buscara unir las piezas rotas, desperdigadas ahora en el suelo.

¿Qué demonios te hicieron?

¿Quién?​

¿Por qué?​

Pérdoname, por Dios, perdóname.

Lamento haberte dejado sola.​

—Estoy cansada —murmuró entre sollozos. Entendí de inmediato que no se refería a su agotamiento físico y sus siguientes palabras sólo confirmaron lo que ya sabía—. Estoy cansada de ser así, de ser tan densa, tan tonta, tan inocente.

De repente deseé echarme a llorar con ella, llorar como un niño hasta ahogarme, como nunca había hecho en mi vida, ni con lo enfermizo que había sido de pequeño.
Verla así, sabiendo que deseaba ser un pilar, me destrozaba el corazón. Si es que un desgraciado como yo tenía uno.

La madre loba se había transformado en una diminuta cachorra delgada, indefensa y herida.

No.

Siempre lo había sido.

>>E-estoy cansada de que me tomen por tonta todo el tiempo, de que se aprovechen de que no logro caer en las cosas. —Sollozó como una niña pequeña—. Ya no quiero ser esto.

Ya no quiero ser esto. ​

Los odiaba. Los odiaba a todos y cada uno de los infelices que la habían llevado a esa maldita conclusión. Había que ser hijo de puta para empujar al borde a una persona como ella, de verdad; simple y llanamente hijo de puta. Y vaya que yo sabía de ser un insufrible que vivía solo por el desorden.

No pude hacer otra cosa que no fuese abrazarla con más fuerza todavía.

El mundo necesitaba más gente como Jez, y allí estaba ella, llorando como una niña, porque algún puto imbécil le había hecho sentir que por ser quien era la estaban tomando por idiota.

—Ya, Jezzie ya. Eres la mejor persona que conozco. —Por un instante casi me tiembla la voz—. No tienes por qué ser diferente.

Quemar.

Romper. ​

Rasgar. ​

Fracturar.

Como uno solo de los malditos desgraciados que había roto a mi amiga se me cruzara enfrente, iba a desear no haber nacido.

Arschloch.

Saukerl. ​

Saumensch. ​

Llevaba años sin pensar en alemán, si acaso lo reconocía cuando papá llamaba a los abuelos, pero de repente una serie de insultos me llegaron al cerebro. En su forma genérica, en masculino, en femenino.

A Jez se le escapó una risa floja, sin gracia, casi sardónica. Era obvio que no quería creer lo que le estaba diciendo.
No quería nada consigo misma.

—Por eso te pedí que me besaras, ¿no? Porque quería… no ser diferente, al menos no tanto.

La imagen mental de Hodges saliendo de la 3-1 junto a Wickham me cruzó la cabeza como un relámpago.
La jodida cría había intentado disculparse, ¿no? ¿Pero de qué coño me valía una disculpa si a mitad de la madrugada tenía que intentar remendar a Jez?

Me separé de ella un poco, apenas para intentar secarle el rostro con las mangas de mi ropa. Llevaba todavía el uniforme porque ni siquiera me había cambiado al llegar a casa y caer frito.

Me daba igual.

Que me hubiera usado para no ser la tonta que no había besado a nadie.

Como si me usaba como sacrificio.

Como si decidía apuñalarme en el centro del pecho.

Me daba igual.

Habría entregado la vida por arreglar todo lo que dolía dentro del cuerpo menudo de Jez, para remendar lo que la atormentaba desde la muerte de sus padres, lo que la hacía sentir mal ahora.

Era, a fin de cuentas, esa clase de imbécil.

Los perros eran estúpidamente leales.

—No importa. —Logré articular mientras le quitaba las hebras de cabello que se le habían pegado al rostro—. Jez cariño, escúchame, no me importa. Estoy bien, ¿lo ves? Estoy bien.

Bien.

Vaya mentira.

El mundo acromático, el corazón destrozado por su llanto, la sensación de ser atado, contenido y utilizado.
¿Qué sabía yo de sentir que estaba bien?

Enterré el rostro en su hombro, presionándola de nuevo contra mí. Volvió a sollozar pero reaccionó, sentí sus brazos rodearme y sus manos acariciarme el cabello.
Olía… a flores, a ese perfume floral, pero de repente fue como si oliese a flor de muerto.

Tagetes erecta.

La conocía, sabía que el único consuelo que tenía era el calor ajeno, como si dentro de sí no hubiese más que un eterno frío. Vivía en un invierno perenne y se camuflaba entre la nieve y el hielo como un genuino lobo ártico, podía hasta aparentar que no sentía el viento helado llegarle a los huesos.

Y nunca, nunca se dejaba alcanzar.

Que se hubiese soltado a llorar ya era suficiente, significaba que estaba más triste, enojada o resentida de lo que podía soportar. Me sorprendía de hecho que no pareciera ida, no había tenido la suerte de desconectarse o al menos no lo suficiente o yo no lo había notado entre mi terror y mi ira.

En algún momento comenzó a calmarse y una pregunta me rebotó en el cerebro.

—¿Quieres que se lo diga a Anna, que no vas a estar?

Asintió apenas con la cabeza.

*

*

*

Black ocean, cold and dark.
I am the hungry shark, fast and merciless.
.
You gave everything you had,
every little thing you had.
A pure love unrehearsed.
I've seen your best and worst
and at your worst, you're still the best
but at my best, I am the worst.
​

No tengo idea de qué hora era cuando por fin regresé a casa, luego de haber colado en la de los Haumann para asegurarme de que Jez se recostara y se quedara dormida.
¿Podía entrar sin parecer un puto loco, a la mitad de la madrugada? Es posible, si nani hubiese visto el estado de Jez y me hubiese visto a mí tratando de servirle de apoyo, me hubiese dejado entrar sin poner ningún pero.

La cosa es que Jez no quería preocupar nunca a nadie, por eso lloraba a escondidas, como si fuese un delito o un pecado capital.

Me había sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en la orilla de la cama, y le acaricié el cabello hasta que su respiración pausada la delató.
Estuve por quedarme dormido allí, como un perro, un par de veces pero logré mantenerme más o menos despierto para irme.

Me recibió el último rastro de negrura de la noche, justo antes de que comenzara a elevarse el sol. Fue lo único que me indicó la hora que debía ser.
Tenía que darme tiempo de volver a casa, tomar un baño e ir a la maldita escuela.

Ir solo para rastrear a los desgraciados que habían roto a Vólkov, como un perro de caza.

Ir para decirle a Anna, como ella me había pedido, que su amiga volvería en unos días.

Quemar.

Romper. ​

Rasgar. ​

Fracturar.

Al final siempre había terminado llorando como un puto niño de camino a casa, bajo la mirada del sol y el canto de las aves.

El mundo era blanco, gris y negro.

Pero podía pintarse a la fuerza del más profundo de los rojos.​

 

AAAAAAAAAAAAA Belu omg gracias por el trip que te clavaste con semejante comentario HOLY SHIT.

However, al final no logré condensar las ideas en un solo fic así que dividiré a mi trío de The Justice (Al-Shio-Kat) con sus propias interacciones, así que bueno qué más remedio seguro luego me aviento un Shiroki todo fucking dirty para balancear mi alma después de esta diabetes (???).
Me queda el alma tranquila igual porque redimí al imbécil luego de que se me endemonió en The Justice.

AMO esta pendejada que me aventé, es un putísimo delirio que salió de esta belleza de two-shot de Gigi: By the cracks of the skin.
Los eventos vienen de allí directamente, so (?)

Me estoy descojonando. The Judgement es la carta 20 y The Justice la 11, 20-11=9, mismo número que el capítulo. Mis TOC features are living this.

---

I prayed, I prayed, God sent me right to voicemail.
.
Sing to me, I am not doing well
getting tired of my own words.
Sing to me 'cause I can't hear myself
through the loudness of my own hurts.
Call me selfish when I say this, say this
I'm kinda helpless, and I need you
sing to me 'cause I'm not doing well
.
Somehow I got nominated as a king of sadness.
IX


The Justice
x
The Judgement
. Cause and effect . Awakening truth . Clarity .


| Altan Sonnen |
| Anna Hiradaira |
*

*

*
​

Era un maldito estúpido, en el fondo siempre lo supe, no importaba qué tanta información tuviera en la cabeza cuando se trataba de las relaciones con las personas era un idiota. Sobre todo con las mujeres que en su mayoría me parecían un enigma que no me interesaba descifrar.

Y aún así, aún así había terminado tan dolido cuando las cosas habían resultado de aquella manera que había cometido una cagada todavía peor que la que me había clavado con Kurosawa.

Jez pasando tiempo con el estúpido de Wickham, riendo con él, soportando su mierda.

Luego de… Todo.

Estaba hecho una furia, por eso en la fiesta había optado por beber como un cosaco. Iba a silenciar mi mente de archivo iba a callarla, a callarme. Al menos fue la intención.

Suzumiya me había detenido ni bien empezar y me arrastró con ella. Para mi desgracia no pude hacer la vista gorda, tenía unas pintas terribles desde hace días de por sí.

En el aula, de nuevo en la oscuridad, su figura volvía a ser casi un cuerpo bidimensional.

—Estás molesto, ¿no es así, Sonnen-kun? —Su voz fue plana, monótona.

No respondí, sabía que la había cagado aún más con Alisha Welsh porque la jodida gringa también había empezado a convertirse en un absoluto desastre. La escuché soltar una risa sin gracia antes de que guardara silencio, no parecía respirar siquiera.

—Somos iguales —murmuró de repente.

En el fondo del pecho sentí una punzada, una corazonada terrible de lo que estaba por soltarme Konoe y quizás debí echar a correr, huir como el imbécil que era. Dejarla allí, incluso si en el momento le hacía más daño del que reparaba.

Debí.

Pero estaba furioso.
​

>>Si somos iguales… Podemos pretender llenar sus moldes.

Furioso y el alcohol que me había bajado en segundos, aunque no fue demasiado, me envió pulsaciones de calor.

Estaba fracturado.

Perdido. ​

Y tenía miedo. ​

No la dejé decir nada más, prácticamente me le abalancé encima, acorralando su cuerpo grácil contra el escritorio que cedió un poco ante el choque. Estampé mi boca contra la suya, ni siquiera fui cuidadoso.

Kurosawa pudo entumecerme el cerebro.

—Apágame —murmuré contra sus labios, la voz, contra mi voluntad, me salió con tono de súplica.

¿Por qué?

Podía silenciarme la cabeza incluso mejor que Kurosawa. Suzumiya era el mismo tipo de tonta casi autodestructiva que Jez, vivía por otros.

Correspondió, había sido su idea después de todo, obviamente iba a corresponder, y mis manos por reflejo se ajustaron en su cintura. Era delgada, delicada y su cuerpo estaba tibio.

Cuando me permití separarme de ella unos segundos fue que lo noté, incluso en la oscuridad y apenas con el rabillo del ojo, un destello fucsia.

Princesa de chicle.

Y el mundo, de por sí gris, se llenó de píxeles negros. No quedó ni uno solo que funcionara, no había color, no había ni luz monocromática.

Miedo.

¿Por qué? ​

No era imbécil, Hiradaira se había colado en mis defensas. Lo había hecho desde que aceptó a Jez, desde que me dio la paleta, el jugo y cuando la vi tener aquel ataque de asma. Cuando sentí ternura por ella.

Se había colado.

La enana odiosa, el tanuki, la culo inquieto. ​

Se había colado y yo pretendí no verlo porque seguía enamorado de Jez, porque era un maldito monstruo, porque estaba la mierda de Violet y porque…

Qué iba a querer Anna Hiradaira conmigo. ​

Quizás pretendí no verlo porque la existencia completa de Hiradaira me confundía. Era errática, carecía de una dirección, y no podía predecirla ni leerla. Le había tomado estima ya no solo por Jez, sino porque aquel lado de sí, cálido, no me había dejado otra opción. Era mi amiga y quería protegerla, cuidar que nadie volviese a quitarle su energía infantil aunque casi me sacara de quicio.

Sabía lo de Jez y me había visto cagarla como los grandes.

Me separé de Konoe, sin dar explicaciones de ninguna clase, y pretendí buscar a la enana con los demás pero no estaba.

¿Por qué la busqué? ¿Qué mierda pretendía decirle? No lo sé.

Recorrí los pasillos de los tres pisos y finalmente mis pasos me llevaron a la planta baja, a los sonidos amortiguados provenientes del gimnasio. No entré, estaba oscuro como la mierda, pero escuché la voz siempre tranquila de Ishikawa y el resto, el resto me partió el corazón.

Anna.

Lloraba como una niña. ​

Me acuclillé tras las puertas abiertas, fundido con las sombras, y me limpié la boca con el dorso de la mano. Daba asco, era un repulsivo.

Negro.

Negro. ​

Siempre negro. ​

Una parte de mí deseaba acudir a ella, levantar sus fragmentos del suelo y pegarlos, ponerla en orden, protegerla de lo que sea que la estuviera atormentando.

La cabeza nunca me dio para pensar que, de hecho, el problema había sido yo.

Independientemente no me correspondía, Ishikawa estaba con ella y era mil veces mejor que yo.

De todas formas, yo no era más que un monstruo de sombras.

Me incorporé solo para retirarme con las manos en los bolsillos, porque la otra parte de mí deseaba llorar con ella.

Al pasar por el patio norte vi a Astarte, el gato de los putos ocultistas, en un revoltijo de plumas. Sus ojos amarillos refulgían como fuegos fatuos. Había pescado a un gorrión que dormía en su nido.

Suzume.

*

*

*

​

Siempre había sido bueno para hacer la vista gorda, pretendí nunca haber escuchado nada de eso, pretendí no existir, pretendí no haberme enredado con Suzumiya a pesar de que no dejé de hacerlo. Me convertí en una sombra de forma oficial, porque ya no sabía con qué cara mirar a Anna, mucho menos después de que la puta Middel sacara a la luz la mierda de Balaam.

Hiradaira estaba cabreadísima conmigo, todo el mundo lo estaba y no podía culpar a ninguno.

Al menos fue así hasta muchos días después, cuando me atreví a explicarle las cosas a Jez, a Suzu, a las demás chicas, incluso a Koizumi e Ishikawa.

Porque incluso yo, una bestia, me sentía aún más solo y monocromático que nunca.

Luego llegó Anna de nuevo, con su arcoiris que parecía dibujo de chiquilla de preescolar. Cuando recibí su mensaje deseé largarme a llorar como un crío, en una mezcla sin sentido de alivio y terror. No sabía si quería cagarme a palos, gritarme o vete a saber qué cosa. No tenía idea y me di cuenta que daba igual lo que hiciera, iba a ir.

Porque era un perro estúpido.

Lunes: rojo.
Martes: verde.
Miércoles: azul.
Jueves: morado.
Viernes: amarillo.
Sábado: celeste.
Domingo: naranja.

¿Pensar todos los días en un color y buscarlo? Dios, tremenda estupidez.

No me gustaban los lunes. No me gustaba buscar el rojo porque sabía que corría como un río bajo la piel y que brotaba a base de golpes. Rojas eran las mechas de Katrina, rojos eran los ojos de Kurosawa cuando estaba enfurecida.

—Anna.

—¿Hmh?

—Rojo.

Se llevó una mano al rostro, pensativa, y luego me señaló con el índice, enérgica.

—¡Las paletas y el jugo de cereza que te gusta! —Esculcó entre sus cosas y me estampó una paleta contra el pecho—. Las rosas del invernadero, los… Mierda, ¿cómo se llamaban esos pájaros rojos que vienen en el libro de biología de segundo?

—¿Cardenales?

—¡Cardenales!

Eso era mejor. Después de eso pude buscar el rojo en otras estupideces, en letreros mientras caminaba hacia la escuela, en el empaque de la pasta de dientes, en los semáforos. Lo encontré también con menor valor tonal en los ojos de la misma Anna, mezclado con cyan y algo de amarillo, para resultar en ese tono de rosa tan curioso.

Con el resto de colores era algo más fácil.

La escuela estaba llena de verde para los martes y en el cielo casi siempre había azul para los miércoles a alguna hora, si no lo había, bueno lo había bastante en línea y estaba también en la jodida mecha de Kurosawa.

Había morado para los jueves en la ropa, en algunas bufandas de la madre loba, y también en algunos cuadros de casa.

Había amarillo para los viernes en los ojos de Jez, wan-chan y el idiota de Gotho. También en los canarios de una de las vecinas, en el sol y en las hojas del otoño.

El celeste de los sábados estaba en algunas partes del mar, en algunas casas y en libros. Había unos pajarillos en América Central que eran celestes también, ¿azulejos eran? ¿Urracas?

El naranja del domingo estaba en el atardecer, en el fuego y la mirada de Shiori, sobre todo cuando veía a su adorado cachorro como una idiota enamorada. Estaba también en varias frutas.

—Amarillo, tanuki.

—¿Palomitas de mantequilla? ¡Las esponjas de lavar platos!

—Prímulas.

—Pero bueno, Al, ya únete al club de jardinería.

—¿Hmh? —Me lo pensé demasiado, contarle lo que había hecho el día anterior—. No creo que a Suzu le guste verme por ahí en un tiempo, aunque no parece realmente enojada conmigo.

—Ya. —Fue una respuesta mecánica.

—Dejé el lío con ella, bueno, fue de mutuo acuerdo a decir verdad.

¿Por qué se lo dije? Porque era un jodido idiota y ya me había ido de cabeza.

Era aburrido, por otra parte, porque yo mismo me encontraba físicamente monocromático. El cabello negro, los ojos oscuros, la piel casi pálida. Solo cuando sangraba detectaba otro color en mí. Me traía sin cuidado, en realidad, pero a veces lo pensaba.

Esa día era… Azul. Miércoles.

Mientras me lavaba los dientes, dando vueltas en mi habitación como león enjaulado, clavé la vista en el dibujo de Anna, el arcoíris de cría de siete años. Estaba hasta pintado con crayones.

La había detenido a medio camino, luego de verla alzar la vista al cielo.

—¡Hiradaira! —Se volteó casi alarmada y sus ojos chispearon bajo el sol—. ¿Dónde mierda te llevas mi dibujo?

—¿Qué?

Me incorporé para alcanzarla y sin ser brusco le quité la hoja en la que estaba dibujado el arcoíris, para luego regresar sobre mis pasos sin esperar una respuesta.

>>Bueno, como quieras.

Tampoco quería que me viera la cara la verdad, se me había subido el color al rostro.

Lo veía cada mañana, recordaba el día de cada color, y me paraba como un idiota a preguntarme qué estaba pensando esa tonta con esa idea tan rara.

Y qué me pasaba a mí pegando el dibujo justo en la pared frente al escritorio.

Esa tarde había quedado con ella para ayudarla a estudiar, porque bien sabido tenía ya que no era ninguna ávida de los estudios.

Anna había vuelto a mí, ¿y qué hacía yo? Seguir ignorándome a mí mismo, porque tenía miedo.

Pero me había decidido ya de una puta vez a soltarlo todo. A dejar ir a Jez, detener la mierda con Suzu y aclarar lo demás. No precisamente en ese orden, pero lo había hecho.

*

*

*​

Ella dejó caer la cabeza sobre la mesa de la biblioteca, suspirando con pesadez. Juré que estaba por humear del esfuerzo mental.

—Al, ya déjalo, no estoy memorizando una mierda. —Se quejó estirando los brazos.

Esa tarde ni las chicas del club ni el estorbo de Natsu estaban en la biblioteca, casi todo el mundo había decidido estudiar en casa y punto, pero allí estaba yo, tratando de meterle información a Anna en el cerebro, con una paciencia que no creí tener antes. De todas formas ya se le veía cansada y lo cierto era que así mucho menos iba a aprender nada.

—Bueno, descansa un rato, tanuki. ¿Traes los cascos? Escuchar música te podría ayudar a despejarte un rato.

—¿Qué sabes tú de música, hombre? —preguntó con cierta diversión mientras sacaba lo que acababa de mencionarle.

—¿Janet Fiore te suena de algo?

—¿Ah? No.

Bueno, claro que no.

Solté una risa floja.

—Violinista graduada de Juilliard. Algunas de las canciones que de seguro escuchas, las que cuentan con instrumentos de cuerda, las versiones con orquesta, seguramente la tengan a ella entre los violines. Es mi madre.

—¿De qué vas? ¿Cómo vas a ser hijo de una violinista y no saber nada de tocar instrumentos?

—Cerebro cuadrado —respondí encogiéndome de hombros.

Ya había tonteado lo suficiente, ¿no? Suponía que sí.

Me saqué el móvil del bolsillo, busqué una canción y tomé el cable de los cascos para conectarlos. No si es que podía ser un confianzudo. Se los coloqué casi con torpeza, pude jurar que algo de sangre le había subido al rostro. Siempre era así, cuando me veía hacer algo que no era usual en un brusco arisco como yo se ruborizaba.

Le di play a la canción, dejé el móvil sobre la mesa y esta vez fui yo quien se recostó. Anna dejó descansar la cabeza en el respaldar de la silla, pues se había deslizado hacia abajo en ella.

Cerró los ojos de inmediato y bostezó, justo después soltó una risa.

—¿Linger, de verdad, niño genio?

De verdad.

Qué puta cagada iba a clavarme. ​

De nuevo.

Pude moverme sabiendo que el sonido leve de mis movimientos era opacado por la música. Apoyé la mano izquierda en la mesa, antes de inclinarme apenas sobre Anna.

La diminuta Anna.

Iba a matarla de un infarto si no le avisaba tan siquiera de alguna forma que estaba cerca y ciertamente no quería una patada en las pelotas. Deslicé la mano derecha por su mejilla y abrió los ojos, los abrió justo cuando ya no había forma de que yo retrocediera.

La besé.

Estaba como una puta cabra, besando a Anna Hiradaira.

Se tensó, por supuesto, pero no me hizo a un lado.

Dou you have to let it linger? ​

Deslicé la mano de su mejilla a su nuca, separándola apenas del respaldar, y con su permiso profundicé el beso. La sentí suspirar en mi boca.

Mierda.

En ese solo instante, en el momento en que sentí mi lengua presionarse contra la suya, todos los hilos salieron a relucir y entendí el asunto de principio a fin.

I’m sure I’m not being rude

Maldita sea, perdóname. Por favor, perdóname por todo.

but it’s just your attitude.​

No fui más que un maldito cretino todo el tiempo.

It’s just ruining everything.​

Ya ni siquiera encontraba consuelo en ser un insufrible.

Cuando me separé de Hiradaira noté que la sangre le había subido al rostro como el día del ataque de asma cuando externalicé mi preocupación por ella, escudándome en Jez. No podía culparla, ¿desde cuándo yo hacía esas cosas?

No las había hecho nunca porque no había tenido la oportunidad. ¿No lo había pensado ya, cuando andaba enredado con Kurosawa? No era más que un romántico empedernido, un cursi de cuidado.

Era débil a las princesas.

Y con todo y su mierda de pandillas, con todo y su carácter errático, Anna en el fondo no era diferente.

Había hecho ese arcoíris para mí, para que intentara ver los colores del mundo y al final había terminado encontrando más colores en ella.

—Ahora lo sabes —murmuré mientras regresaba a mi lugar, al darme cuenta que los cascos se le habían resbalado y le rodeaban el cuello—. Me traes hecho un completo imbécil, enana odiosa.

Brillaba, ¿no? Joder, brillaba como el jodido sol.

Del más puro de los amarillos.

 

Primero Belu ya te chillé UN HUEVO en wa, pero te vuelvo a agradecer por tremendo comentario. Lo amé, de verdad, es que cada que me comentas me siento como niña en Navidad (?) pero con este comentario en especial porque disfruté mucho escribir ese capítulo con los idiotas. No me importa nada vieja arriba el Altanna.

No lo digo hace rato, pero gracias a las que me han estado leyendo, Gabi, Jen y Andy y recientemente Neki también ♥ lo aprecio mucho porque dios, se me va la olla horrible.

Also yes estoy en puto modo Toretto.

Sigo con los delirios, esto sale directamente del post: https://fanficslandia.com/tema/casilleros.64070/page-10#post-1061385 y los anteriores en esa interacción.

Que vaya, si Jen lo lee antes de quedarse incomunicada o cuando regrese y le parece, podría junto a los anteriores, considerarse parte del canon porque me puto clavé 2.2k.
Estuve a un delirio de, por cómo resultó la parte explícita, clavar a Hiro como XIII en lugar de King of Coins o a Shio como XIII en vez de The Justice pero jujuju. *flashbacks al explícito más kinky que me he clavado en mi vida*
So pudo ser XIII x The King of Coins o The Justice x XII.

Yugen te etiqueto aunque igual vas a verlo cuando puedas, vaya (?)

Cambio de color en las cartas porque holy fuck estos dos se me mueven rarísimo entre la softness y casi el angry sex.
Advertencia, pa qué no sé si le tengo que cambiar el prefijo a la cuestión: escenas de sexo heterosexual.

---

Tell me something boy
aren't you tired tryin' to fill that void?
Or do you need more.
Ain't it hard keepin' it so hardcore?
X


The Justice
x
The King of Coins
. Prosperity . Abundance . Security .


| Shiori Kurosawa |
| Hiroki Usui |
*

*

*
​

Al final Hiroki había sujetado el paraguas y ambos habían dejado el Sakura, resguardados en el mismo espacio. La chica no soltó su brazo en todo el trayecto, incluso cuando dejó de presionarse contra él con aquella doble intención y se limitó a andar a su ritmo, o más bien al revés, él caminó al suyo.

Pensó en contarle lo que había ocurrido con Honda y con Aika, pero al final se lo guardó para sí, como si realmente no quisiera que se enterara de las estupideces que hacía o al menos que no se diese cuenta hasta dónde podía llegar para intentar ayudar a los demás. No era por Aika, claro, si no por la reacción de Mimi, el vacío de sus ojos.

Siempre ella metiéndose con un montón de gente de mierda.

¿No era eso lo que él decía?

¿Hasta dónde era cierto, hasta dónde no pretendía mostrarles a todos que no eran, de hecho, gente de mierda?

Aflojó apenas el agarre en el brazo de Hiroki solo para deslizar la mano hasta la suya y entrelazar sus dedos.
De nuevo la burbuja, esa donde solo estaban ellos dos, donde el resto del mundo no podía entrar.

Allí donde ambos estaban seguros.

Sus fragmentos, sus fracturas, encajaban como piezas de un mismo rompecabezas y si sabían eso podían llegar a componer la imagen que debía formar. ¿Qué sería? ¿El cielo teñido de rojo por un incendio forestal, atravesado por las víboras eléctricas de una tormenta?

—Hiro. —Lo llamó con la vista puesta al frente—. Gracias.

—¿Ah?

—Por recordarme que puedo sentir algo. —Presionó suavemente sus manos unidas—. Que puedo sentir sin desaparecer.

No tuvo que verlo para saber que algo de sangre le había subido al rostro, así era él. No respondió, se limitó a soltar su mano suavemente para en su lugar pasarle el brazo sobre los hombros.

—Deja de agradecer por tonterías, Kurobaka.

Para cuando llegaron al apartamento el solo hecho de que Hiroki sacara las llaves inició la euforia del akita, que comenzó a ladrar como un desquiciado. Era un ladrido alegre, quizás algo ronco.
Al abrir la puerta el manchón de colores cálidos se le arrojó encima al muchacho, que lo recibió y le acarició el lomo. Poco le duró porque apenas unos segundos después notó la presencia de alguien más con él y, como si la hubiera conocido de toda la vida, se le fue encima también a Shiori que hizo malabares para no irse al suelo y rio, una risa fresca, pura e infantil, mientras lo sujetaba por las patas delanteras tratando de esquivar los lengüetazos.

—¡Hola! —Consiguió decir entre risas mientras Hiroki prácticamente los empujaba dentro del apartamento a ambos, para que no hicieran ruido afuera—. Sí sí, también me da gusto conocerte, Ike.

Cuando por fin logró quitárselo de encima optó por acuclillarse para poder acariciarlo entre las orejas, hasta que lo abrazó como si fuese un gran peluche. El akita no había dejado de menear la cola ni un solo segundo y mucho menos se había detenido a regresar la atención a su dueño. Estaba embobado con Shiori.

Usui por su parte se había apoyado en la puerta luego de haber cerrado, con la vista puesta en ambos. La sonrisa idiota se le había vuelto a formar en el rostro sin siquiera pedir permiso.

Al final los músculos resentidos de Kurosawa se habían rendido, por lo que terminó sentada en el suelo, con Ike prácticamente trepado en su regazo.

—Es de lo más bonito, senpai —murmuró la chica con la vista puesta en el perro. Lo miraba con genuina ternura—. Gracias por traerme para que pudiera conocerlo.

Tonta, ya deja de agradecer.

*

*

*
​

—Joder —masculló entre jadeos, entre suspiros ahogados—. Serás cabrón.

Lo sintió echar su aliento cálido sobre su oído mientras apretaba el agarre en torno a su cuerpo. La había sujetado de espaldas y se había permitido tocarla como le viniese en gana.

Porque le había dado permiso.

Deshizo los botones de la camisa, desde los que ya ella había abierto a la salida, luego de haberse quitado el lazo del uniforme mientras le soltaba aquello.

Puedes hacer conmigo lo que quieras, cuando quieras. ​

Deslizó la mano dentro de la prenda a medio abrir, sintiéndola por encima de la tela delicada del sostén y una risa ronca se le escapó al sentir las protuberancias que se apretaban contra ella, reaccionando al roce de su mano.

—¿De verdad te pones tan rápido, Shiori? —De nuevo el aliento en su oído, de nuevo aquel tono de voz bajo, como el ronroneo de un animal—. ¿O te pusiste así desde que te miré?

Coló los dedos, apenas para provocarla, y logró arrancarle un suspiro que casi se transformó en un gemido. Continuó hasta que se permitió rozar con la yema de los dedos el botón sensible, endurecido bajo su tacto.
Se quejó, fue un sonido de protesta, pero su cuerpo habló por ella y sintió que empujaba sus caderas hacia él. Apretando las curvas sinuosas contra la parte inferior de su cuerpo.

Se le escapó un gruñido que le hizo vibrar el pecho.

—Nadie te manda a mirarme como si quieras comerme viva —murmuró y sintió que la mano libre del muchacho se aferraba a su cintura, acentuando la presión contra sí mismo. ¿Qué decía de estar puesto, además? Lo sentía, joder, lo sentía apretarse contra ella. Duro y caliente—. Me activas la imaginación, quise que me follaras allí, contra la línea de casilleros como estuviste por hacer anoche contra la pared del pasillo.

Parecía un sueño de fiebre, hablaba como una loca, pero su respiración ahogada se colaba en sus palabras y su cuerpo seguía reaccionando a su toque. Seguía apretándose contra él.

La mano en su cintura se deslizó a sus muslos, apretados por las medias. Detalló su cara externa, trazando un camino de fuego, creando un circuito que guió hasta la delicada piel del interior de sus muslos. Amenazó con subir la mano y ella echó la cabeza hacia atrás.
Aprovechó entonces para describir una línea en la piel nacarada de su cuello, dejó un reguero de besos húmedos, también nuevas marcas.

Que le dieran a todo.

Shiori Kurosawa era suya.​

Era suya y todo mundo tenía que tenerlo claro.​

Podía empujarla al borde de nuevo, ¿no? Claro que podía, forzarla otra vez hasta que cediera, hasta que se lo pidiera.

Se lo pensó demasiado quizás, porque en un descuido ella le tomó la muñeca y guió su mano hasta su intimidad, lo hizo presionar los dedos por encima de la tela y sus piernas parecieron ir a ceder un instante.

—No seas malo conmigo —murmuró con fingido tono de reproche al sentir que ponía resistencia, pretendiendo retirar la mano.

Rio en su oído, una risa grave que le erizó hasta el último vello del cuerpo, y le mordió el lóbulo de la oreja sin fuerza. El aire escapó de los pulmones de la muchacha como un sonido ahogado, un gemido contenido.

—¿Nada de por favor hoy, Shiori? —Volvió a presionar los dedos sobre ella y con la mano que mantenía en su pecho se permitió sacar sus senos del sostén, a pesar de no habérselo quitado. Se dio el lujo de acariciarlos, ahuecar la palma para presionarlos, torturándola, y detalló la piel aún más clara de esa zona.

Joder.

Otro sonido de protesta.

Era un cabrón, lo ponía escucharla así. Quería pedir pero se negaba, tozuda como ella sola.

Un nuevo reguero de besos; cerca de su oído, en la mejilla, la línea de la mandíbula, el cuello, la delicada piel del hombro cuando se permitió liberarla apenas lo suficiente para deslizar la camisa abierta y el tirante del sostén de su lugar. Recorrió con la lengua tortuosamente la marca que le había dejado la noche anterior.

Su cuerpo delgado se estremecía ligeramente, como si lo único capaz de sostenerla en pie fuese, de hecho, su agarre.
La palabra mágica llegó a sus oídos.

—Por favor —susurró con voz ahogada—. Ya tócame, tócame como hiciste ayer.

Con todo y que estaba divirtiéndose a su costa, haciéndola pedir lo que quería de él, en el fondo sabía cómo funcionaba la cuestión. Incluso aquella aparente súplica era una orden implícita.

Y su puta madre iba a desobedecerla.

Deslizó la mano por sus muslos de nuevo, levantando apenas la falda de tablas para encontrar el borde elástico de la ropa interior y deslizarla por sus piernas, hasta la mitad de sus muslos. De nuevo respiraba como un conejillo, es más, casi dolía verla respirar así.

Regresó la mano a su intimidad, la rozó apenas para arrancarle un gemido ansioso, un mero reflejo. Estaba deshaciéndose de nuevo.

Por él.

Primero uno, luego otro, deslizó los dedos en su interior caliente y apretado. Lo hizo despacio pero profundo, retrocedió y repitió el mismo movimiento. El gemido prolongado, casi quejumbroso, le indicó que iba por buen camino.

Ella volvió a sujetarle la muñeca, pretendiendo guiarlo, y sus caderas se presionaron contra él de nuevo arrancándole otro gruñido.

Joder Shiori.

No, ya no había manera. No podía soportarlo más y ella le había dado poder, se lo había dicho así como así.

Retiró los dedos de su interior y la escuchó quejarse de nuevas cuentas, un quejido en respuesta al repentino vacío. Giró su cuerpo y estampó la boca contra la suya, colándose en ella de inmediato, mientras la desnudaba con movimientos erráticos y ansiosos.
Kurosawa hizo lo mismo con él. El gakuran, la camiseta blanca, la correa del pantalón.

Y de repente, sin aviso de nada, sintió sus dedos delgados rodearlo. Gimió por reflejo, su mano quemaba.
Su cuerpo reaccionó a su toque y ella rio contra sus labios, complacida.

Mierda.

La obligó a retroceder hasta la cama y la empujó en ella como había hecho la mañana anterior en la enfermería, pero esta vez la hizo girarse y colocarse de rodillas.

Mierda.

Mierda. ​

Mierda. ​

Si que le gustaba tensar la cuerda, a la jodida loca.

My animal on your leash now.​

Estaban en la mesilla, él se los había quedado. Hiroki estiró la mano para sacar el empaque plateado de la gaveta y con movimientos ansiosos se colocó el preservativo.
De nuevo, como en la madrugada, no pudo contener el gemido que le surgió del fondo de la garganta cuando se hundió en ella, en su ardiente humedad y su tensión, que se apretaba a su alrededor. La había sujetado de la cintura con fuerza, marcándole los dedos en la piel, y una vez estuvo dentro subió la mano derecha por su espalda, hasta su nunca, y finalmente enredó los dedos en las víboras oscuras.

Teeth tearing my skin apart.​

El gemido de la muchacha le erizó la piel.

Lo estaba dejando hacer.

No había puesto resistencia alguna.

Ni siquiera cuando tiró de aquella jodida melena negra como carbón, reajustando su posición, ni cuando empezó a embestirla como si la vida se le fuese en ello. Con fuerza, ciertamente brusco.

Y mierda.

The pain that you give becomes me.​

Gemía como una descosida, con cada nueva estocada el aire abandonaba sus pulmones y aquel sonido, aquella queja de placer le llegaba a los oídos.

Podría jurarlo, que entre la mata de cabello la desgraciada sonreía con satisfacción.

Se lo había buscado, ¿no? Ese lado desatado, dominante, y lo había encontrado.

Break my heart.​

La mano que mantenía en su cintura se despegó sólo para ir a parar a uno de sus senos de nuevo, presionándolo quizás con más fuerza de la que planeaba.

Chimera you show no mercy.
​

Joder.

So savage you're breathing fire.
​

Encima ese vaivén hipnotizante, como un péndulo, lo volvía malditamente loco.
Reconoció la tensión de su interior, de sus paredes húmedas apretándose aún más contra él y de nuevo tiró de las víboras oscuras. Lo hizo justo en el momento en que Shiori se deshizo a su alrededor.
No era que él fuese capaz de aguantar mucho más de todas formas, sus caderas se presionaron contra las ajenas, y se liberó por fin.

You vicious, enchanting monster.​

Usui le soltó el cabello de repente con excesivo cuidado, aunque aún así varias hebras se desprendiendo de la raíz, y dejó caer algo de su peso en la espalda de la muchacha. Ambos con la respiración acelerada y la piel perlada de sudor.

Feel my veins with cruel desire.​

*

*

*
​

Cerca de una hora más tarde, cuando Kurosawa se levantó de la cama para volver a vestirse, el muchacho la detuvo sujetándola por la muñeca. Se había sentado en el borde de la cama y la atrajo hacia sí, abrazándola por la cintura.

—¿Tienes que irte? —Sonaba adormilado, casi quejicoso como un niño en medio berrinche.

I'm off the deep end

La menor sonrió con suavidad mientras le acariciaba el cabello con mimo.

watch as I dive in.​

—Tengo que preparar la cena en casa y luego tengo algo que hablar con Akaisa-senpai. —Lo acunó en su pecho, a lo que él se apretó contra su cuerpo como un cachorro buscando calor—. Además tenemos clase mañana aún.

—Hmh.

—Hiro, mi vida, tienes que descansar.

I'll never meet the ground.​

—Tú también, idiota —murmuró con cierto tono de reproche.

Al parecer iba a ser siempre igual, cuando el fuego se apagara, el cariño saldría a relucir.

Crash through the surface

>>Te acompaño —dijo mientras la dejaba ir un poco a regañadientes, para que se vistiera como pretendía en un principio—. Ya no está lloviendo.

where they can't hurt us.​

—Puedo venir a verte los fines de semana si quieres —dijo Shiori en un susurro mientras subía el cierre de la falda—. Podemos ver películas o cualquier tontería y almorzar juntos.

Ah.

Eso… eran las citas.

Qué cálido.

We're far from the shallow now.​

 

Primero gracias Gabs por esa BIBLIA JADBAJSA *le avienta corazones*

Ahora pues vengo aquí con una dosis de softness que tuve que ir retrasando bc life and uni and depression (?) pero entre la enfermería y la cafetería pues volví a entrar en mood.
Estuve por meter a Al de nuevo como The Justice, pero de repente me pudo la idea de ponerlo como su carta base, su arcano principal con todos sus significados positivos. Idk im just weak for my The Magician boy.

Esto lo empecé a escribir pre-enfermería por eso no aparecen hints del asunto hasta cerca del final. Sigue teniendo de base la idea de Annita del arcoiris, aunque podría entenderse también como la idea de los cupones de alguna forma.

---

I'll take the smooth with the rough.
Feels so fucked up to be in love.
Another day, another night
stuck in my own head but you pull me out,
you pull me out.
XI


The Magician
x
The Judgement
. Creation . Taskmasters . Manifestation .


| Altan Sonnen |
| Anna Hiradaira |
*

*

*
​

Había que ver lo imbécil que me traía Anna Hiradaira, sobre todo después de aquella idea de niña de preescolar y… todo lo demás.

Cuando me di cuenta se le habían cristalizado los ojos después del beso, pero incluso yo un imbécil social, me di cuenta de que no era porque estuviese molesta como tal y si lo era, era una molestia distinta a todas las que había demostrado hasta ahora. ¿Qué era, la había dejado demasiado nerviosa? ¿De verdad la había cagado tanto?
Eso ya se me escapaba.

Dejé caer la cabeza sobre su hombro y las hebras negras se esparcieron sobre su uniforme. Hablé casi en un murmuro.

—An-chan, no vayas a llorar. —Lo había soltado totalmente serio, a pesar de todo. Cerré los ojos antes de continuar—. Si veo a la chica que me gusta llorar, lo haré yo también.

¿Qué hacía, admitiéndole a Hiradaira uno de mis secretos más profundos? Era un llorón, me había convertido en uno en los últimos meses.

—¿Jez? —murmuró por lo bajo y se me tensó todo el cuerpo. ¿Qué pasaba con eso? Y lo peor fue que no se detuvo—. ¿Konoe?

Tragó saliva.

>>¿Kurosawa?

Inhalé aire con fuerza, llevándome las manos al rostro y luego quitándome el flequillo de la frente. Apoyé el codo en la mesa, para así poder apoyar el rostro en mi mano, mirándola. A pesar del gesto de fastidio inicial, no fui tosco al mirarla, lo sentí.

—Te dije que corté el rollo con Suzu hace rato ya, An —respondí casi en un murmuro, con la misma paciencia infinita con que le había estado explicando las cosas de la escuela—. No le he tocado un pelo a Kurosawa con intenciones raras desde mucho antes de conocerte y en su defecto ya sabes de sobra que está coladísima por Usui. Cometí errores, vaya, ya sé, todos la hemos estado cagando sin pausa por meses, pero quiero parar, ¿sabes? Quiero dejar de hacerlo todo mal por deporte, al menos una parte.

Solté una risa por la nariz, me estaba mirando como si fuese un bicho raro. La vi abrir la boca para decir algo pero no le di tiempo de soltarlo.

>>Dejé ir a Jez. ¿Que si la quiero todavía? Sí, como la he querido casi desde que la conocí, como mi mejor amiga, como mi familia y ya está; pero la dejé ir. Me di cuenta que podía hacerlo el día que me diste ese tonto arcoiris que parece dibujado por una cría. Anna, tengo esa mierda pegada en la pared de mi habitación, si eso no responde tus dudas… Bueno, tendrás que dejarme responderlas en los días siguientes, ¿crees poder hacer eso, darme una oportunidad? Si la cago puedes pedirle a Kurosawa que me cague a trompadas.

Ya habían pasado algunos días desde eso y seguía intentado encontrar los colores en los días, como llevaba haciendo desde hace rato de por sí. Ella seguía ayudándome y seguía sonrojándose cada vez que la besaba, buscaba su calor o cualquier cosa del estilo. Era adorable, no iba a mentir, incluso cuando sabía que podía mezclarse bien con el mundo de sombras.

Quizás, desde el inicio, me había parecido más a ella de lo que creí.

Mientras caminaba hacia el Sakura, aún bastante dormido, detallé en las flores de uno de los árboles de las últimas casas, antes de que el camino a la Academia se volviera bueno… casi un bosque. Había florecido recién, así que las florecillas naranja prácticamente resplandecían. Eran de un naranja producto de un rojo bermellón y el amarillo puro del sol.

Kinmokusei.

Olivo dulce.

Confianza.

Me acerqué a la propiedad, alzando la vista a las ramas del árbol y detallando el tono de los pétalos.
No parecía que hubiese nadie en casa, ¿cierto? Bueno, incluso así qué mierda me importaba a mí. Aprovechando algunas irregularidades de la pared que separaba la propiedad privada de la calle pública, logré darme un impulso para hacerme con uno de los pequeños puñados de flores. Eran como pequeños ramilletes, así que cuando se separaron de la rama que los sostenía cada flor quedó libre.

Me las acerqué a la nariz para poder olerlas. Tenían un aroma dulce, parecido al del melocotón.

—Eh, chico, ¿no te han enseñado a no tomar lo que no es tuyo? —La voz de una mujer mayor llamó mi atención y me hizo asomarse por el lado de la reja de la casa.

—Disculpe la intromisión, obaachan —dije mientras guardaba las flores en la parte de afuera de la mochila.

—¿Qué hace un muchacho como tú tomando flores de kinmokusei?

—Son anaranjadas —respondí como si la señora fuese a entenderme, luego me reprendí a mí mismo—. Alegrarán a una persona que…

¿Que qué?

—¿Qué dices, chico?

Se me formó una sonrisa estúpida en el rostro, la pude sentir pero no pude contenerla. Después de tanto criticar a wan-chan estaba comportándome exactamente igual.

—Alegrarán a una persona que quiero, así que espero que no le moleste demasiado. Lamento haberle hecho daño al árbol arrancándole las flores así, pero siempre he sido un mocoso egoísta.

Me dispuse a seguir mi camino, con las manos en los bolsillos.

—El kinmokusei representa la verdad y la nobleza —dijo la mujer. Había suavizado el tono de su voz, por algún motivo ese gesto me recordó a Shiori Kurosawa, acompasando su corazón al de otros.

—Lo sé —atajé sin regresar la vista a ella. Claro que lo sabía, tenía un archivo en la cabeza—. Supongo que eso hará que sean más especiales aunque las haya robado de una casa, fallando a su simbolismo.

—Las flores son de quien las necesita —añadió antes de regresar dentro de la casa. Entonces se fundió con la figura de Konoe o incluso con la de la rara de Mamiya, sonaba como algo que diría cualquiera de las dos.

Cuando finalmente llegué a la Academia me dirigí a la línea de casilleros de segundo. No me costó encontrarla, con ese cabello teñido de rosa chicle; estaba cambiándose los zapatos así que la dejé terminar antes de acercarme mientras sacaba las flores de la mochila.

Deslicé los brazos sobre sus hombros, abrazándola por la espalda, y pude sentir que se tensó incluso después de caer en que era yo. Me hizo algo de gracia pero me contuve de reír solo para estirar la mano derecha frente a Hiradaira, con la palma abierta y las flores en ella.

—Kinmokusei. Van del blanco al anaranjado —murmuré dejando caer mi mentón sobre su hombro—. Huelen parecido al melocotón, empiezan a florecer al final del verano y en otoño.

—¿Ya estás sacando la enciclopedia, Al? —preguntó a pesar que había acercado una de las flores a su nariz.

Si es que podía ser un pesado, Dios.

—Eh, respeta cuando los mayores están hablando, tanuki —respondí separándome de ella un poco. En un impulso extraño coloqué una a una las florecillas en su cabello, rodeando la coleta que sostenía su melena teñida. No tenía que verle la cara para saber que estaba tan roja como las rosas del invernadero—. Como sea, sweet olive es el nombre en inglés. Se supone que representan la confianza, la verdad y esas cosas.

—¿Confianza? —preguntó llevándose las manos al cabello cuando sintió que terminé mi tontería, con todo y el rubor de su rostro cuando se giró hacia mí estaba sonriendo como una chiquilla. Siempre me sonreía y yo era putamente débil a ella.

—Anna.

—¿Qué pasa, Al?

—Ten una cita conmigo mañana. —Ni yo sabía cómo hacía para soltar esas cosas con toda la seriedad del mundo, incluso si en el fondo me sentía nervioso.

¿Qué sabía yo de citas? Lo más cercano habían sido las tonterías con Kurosawa, el café enlatado y las galletas antes de los besos de relleno.

De nuevo el color le subió con violencia al rostro y esta vez sí me permití reír, una risa de verdad, fresca y relajada, que de hecho pareció empeorar la reacción corporal de Hiradaira.

—¿De qué mierda hablas, idiota? —Pude jurar que le había temblado la voz.

—Bueno, voy a tomar eso como un sí. —Acerqué mi rostro al suyo y me permití una sonrisa casi prepotente al ver que por reflejo cerraba los ojos, esperando. Le estampé un beso fugaz en los labios—. A las once en el parque, princesa.

Me alejé antes de observar su reacción y a medio camino me despedí con un movimiento de mano, mientras añadía algo más.

>>Los sábados toca celeste, An.

No sabía muy bien adónde iríamos, pero terminaría de preparar el plan en la tarde cuando llegara a casa.
Bueno, eso decía yo, que lo lograra era otra cosa.

*

*

*​

¿Dónde mierda podía ir con Hiradaira, si éramos abismalmente distintos en cuanto a gustos? Era imbécil, debía haberle preguntado dónde le gustaría ir, pero eso era todavía más humillante que estar despierto a medianoche dándole vueltas al asunto.

Tomé el móvil y marqué un número de memoria.

—Al, de verdad tienes que dejar de llamar a mitad de la noche —atajó Shiori al abrir el micrófono.

—¿Estás con Usui de nuevo? Joder, Kuro, vives allí metida.

—Ya no seas celoso, idiota, que te he visto con Hiradaira. —Al otro lado de la línea la menor se enjuagó los ojos con cierta fuerza—. Pero no, hoy no me quedé con Hiro.

—Dios, me dan puta diabetes.

—¿Me llamaste para fastidiarme, puto niño rico, me vas a obligar a cruzar la calle para patearte el culo? —Sonaba verdaderamente enojada y no era lo que quería.

—Ya, ya. Necesito tu ayuda con una cosa.

—Habla antes de que me vuelva a quedar dormida.

—Citas, Kurosawa.

—¿Médicas o qué? —La escuché reír por la nariz.

—¿Qué se supone que les gusta a las chicas?

—Si es que estás hecho un imbécil. —Suspiró con pesadez—. ¿Qué le gusta al tanuki?

—Bailar —respondí de inmediato—, por rebote la música. Los gatos. Comprar tonterías para sus amigos como si cagara dinero.

—Bueno, hombre, ¿qué es lo difícil entonces? —Shiori se había enderezado en la cama y las víboras oscuras apuntaban en cualquier dirección—. Puedes llevarla a almorzar y en la tarde…

—Te sigo, sí. —Eso había sido casi cosa de telepatía, como si compartiéramos una puta neurona.

—Además puedes regalarle algo, ya casi acostumbras a hacerlo, ¿no? Eso de llevarle cosas de colores… Hiro tenía razón, eres como un cuervo. Recoges baratijas que llaman tu atención y se las llevas a ella.

Se me subió el color al rosto y bufé al otro lado de la línea.

—Como sea, gracias. Solo necesitaba organizar las ideas o algo así.

—Me hace una gracia ver cómo Hiradaira te chamusca el cerebro de niño prodigio —respondió junto a una risa—. Buenas noches, Al, y suerte. Te quiero.

—¿Ah?

Sin más, Kurosawa cortó la llamada.

*

*

*

Another time, you pull me down so hard.
I paint your body with my own
colour seeps into my bones again.
.
Because I don't believe in magic, usually,
but you change my mind, you change my heart.​

Al final había hecho eso, llevarla a almorzar a un restaurante que creía podía gustarle. Me había clavado una búsqueda en Internet que hasta que daba gusto hasta que encontré uno no muy lejos, con un bonito jardín interno, por rebote, colores, infinitos tonos de verdes y chispazos de otros colores.

Anna debía estar cagada de nervios porque no había ni hablado la mitad de lo que hablaba normalmente.

—Celeste, ¿no? —preguntó de repente y señaló algo unos metros más allá, en el jardín central del lugar—. A que sabes el nombre~

Solté una risa al detallar las flores que señalaba.

—Hortensias. En general hay, al menos en jardines como estos, celestes y amarillas. ¿Bebedoras de agua era otro nombre? Qué sé yo. —Traté de recordar más cosas mientras bebía lo que me quedaba de refresco en el vaso—. Tienen significados negativos que ahora se me escapan, pero el positivo es…

Contuve una nueva risa al caer en cuenta y puse el vaso sobre la mesa de nuevo. Noté que Anna me miraba con atención.

>>Gratitud, An.

Se le formó una sonrisa suave en el rostro y casi pude jurar que se había ruborizado ligeramente, pero bien podía ser siempre el reflejo de su tinte; se había dejado el cabello suelto y le enmarcaba las facciones de una manera preciosa, cayendo sobre sus hombros.

No terminaba de entenderlo, pero esa cabrona enana me tenía hecho un absoluto idiota. Había sido así casi desde el principio y me había tomado demasiado tiempo notarlo, enfrascado como estaba en mi mierda.

El resto de la tarde lo pasamos en el parque, de aquí a allá, dado que había una suerte de festival de artes.
Había puestos de artesanías, música, comida.
Dios, Anna parecía tan llena de vida que juré que en cualquier momento empezaría a bailar allí. Se dejaría llevar por la brisa.

Me dejé arrastrar por ella a dónde fuese, sin poder quitarme la sonrisa idiota del rostro ni un segundo.
Los colores vibraban como nunca antes, aquí y allá, como una pintura impresionista. Saturados, cargados de pigmento puro, sin una gota de negro, blanco o gris.

Y en el fondo sentía terror de que se apagaran de repente como era usual.

Faltaba una parte de mi plan de todas maneras, así que a cierta hora le pedí que nos fuésemos a tomar algo.
Cuando llegamos frente al local, Anna prácticamente se lanzó de cabeza dentro.

Neko Café.

Bueno, no iba a engañar a nadie, siempre había querido entrar a uno de esos pero no iba a hacerlo solo y nunca se me ocurrió invitar a Jez porque en mi cabeza habría sido una cita.

Como lo era ahora.

Entré tras Hiradaira, que ya estaba acariciando un gato que se había acercado a ella apenas entrar.

—Buenas tardes —saludé a la encargada, quien estaba mirando la estampa casi con la misma ternura que yo.

—¿Mesa para dos? —preguntó mientras empezaba a avanzar.

—Correcto. —Deslicé la vista a Anna—. An, cariño, vamos. Si hay gatos por todas partes.

—Ya, ¡pero este me recibió!

Ya lo tenía en brazos de por sí, así que se limitó a caminar al lugar que nos indicaron con el felino. Ni siquiera reparó en la forma en que me referí a ella, o si lo hizo lo dejó pasar como una campeona.

Era un sillón con una pequeña mesa de té al frente, había un par de gatos echados sobre el espaldar tan dormidos que parecían deshacerse.
Me senté con cuidado de no despertarlos y Hiradaira me imitó, aun cargando al otro.

Habíamos ordenado y luego nos distrajimos como críos con cada felino que se acercaba a nosotros o que llamábamos.
En algún momento sentí algo revolverse entre mi cabello, la reacción de Anna fue mucho más rápida porque sacó el móvil y tomó una foto antes de dejar el aparato en la mesita, estirarse hacia mí y sacarme de la cabeza a un pequeño gatito que debía haberse escapado del cuarto donde tenían a los cachorros.

Era negro como la noche y sus ojillos todavía lucían casi grises.

—Mira nada más quién creyó que tu cabeza tenía pinta de almohada, Al —comentó ella entre risas colocando al gato en su regazo, que empezó a juguetear con sus manos.

—¿Deberíamos decirles que se salió?

—¿Hmh? No está molestando a nadie ya y si lo vigilamos no va a pasarle nada, ¿cierto? —acotó para luego pasarme al animalito con cuidado.

Me cabía en la palma de la mano y no logré contener el impulso de acercarlo a mi rostro, a lo que me olisqueó antes de mordisquearme la nariz sin fuerza.
Su pelaje apuntaba en direcciones aleatorias y era suave como el plumón de las aves.

No pude evitar sonreír y darle un beso en la cabeza, fue un impulso, y Anna aprovechó para tomar otra foto.
No iba a quejarme, podía hacer lo que quisiera, pero la forma en que miró la pantalla y sonrió me recordó por qué había planeado todo eso en primer lugar. Al final no había comprado un regalo, pero creí que el plan general hacía las veces de uno.

—An. —La llamé sin despegar la vista del frente, puesto que al final el gato me había trepado por el brazo para volver a mi cabeza. En su defecto tenía la cara de póker de casi siempre—. ¿Quieres ser mi novia o no?

De haberla mirado habría notado que su rostro se había convertido en un tomate.

—¿Qué clase de pregunta es esa, idiota? —Soltó con evidente nerviosismo.

—Una pregunta de verdad —atajé y me atreví a mirarla por fin.

Tenía miedo.

Miedo de que me rechazara.

Que me dijera que me fuese a la mierda, aunque llevábamos ya días actuando como si lo fuésemos.

Pero al final su respuesta me hizo vibrar el pecho con una risa mezcla de alivio e incredulidad.

—N-no respondo estupideces —soltó en tropel.

Sonreí. Una de esas sonrisas genuinas que ella había comenzado a sacarme sin siquiera darse cuenta.

Tomé con cuidado al gatito en mi cabeza, para regresarlo a su regazo, antes de inclinarme hacia ella y besarla.
Acuné su mejilla con mi mano y pude sentir el calor en su rostro, casi ardía. Sonreí de nuevo contra sus labios.

Joder.

La adoraba.

La amaba como no tenía idea.