Cascada [Kohaku] El joven Ohara negó ante Kohaku; pero al momento de darse cuenta que la luz era escasa decidió hablar —No tengo arrepentimientos; yo hice lo que tuve que haber hecho, por mi familia, por mi pueblo. Entiendo que no puedas quedarte mucho tiempo, y es por eso que si quiero pedirte algo —se detuvo un momento; esperando que sus miradas se cruzaran, para que Kohaku no pudiese escapar de ella, para que lo observara mientras este hablaba. Era una mirada parecida a la suya. —Llévame contigo— dijo con gran seguridad, en su mirada no había duda, ni miedo. Contenido oculto Gigi Blanche
Contenido oculto: Izumi-Kai Momoka Ashikaga La seriedad y temor me duró más bien poco, pues fueron reemplazados por la sorpresa que me generaban las palabras de la recién llegadas y la ligera calma que me trasmitía la forma en que las decía. Respondían al unísono... miré hacía el cielo, reflexiva, intentando imaginar algo con lo que pudiera asociarlo... ¡Pájaros! Una parvada... sin desenlazar mis brazos, le dirigí una sonrisa a la mujer que no había demorado en afirmar a mis cuestionamientos. —Comprendo —respondí... aunque no fuera del todo cierto, no era una comprensión profunda, pero creo que podía hacerme a la idea de lo que ocurría, de momento eso me era suficiente. La seriedad no demoró en volver a mi rostro cuando las palabras oprimieron el ambiente... ¿Por qué estábamos vivos? Miré el suelo... Era una buena pregunta, a decir verdad. Una que necesitábamos responder, claro. Miré con esa templanza seria a Sho, para luego dirigirme a la mujer y explicarle por lo que tuvimos que pasar. —En mi caso, defendí a unos jóvenes que eran atacados por un dúo Taira... o eso intenté, al menos —relajé el gesto en una sonrisa que expresaba mi pudor—, pues me rendí siquiera antes de lograr que mi espada derramara sangre —hablé más despacio, desviando la mirada al suelo mientras me sobaba el brazo, mi expresión no demoró en tornarse otra vez seria—. Eran mejores que nosotros, un guardia, dos samuráis y yo, una mera viajera—. Comenté lo último otra vez mirando los ojos de la señora, a pesar de la descripción dada sobre mí era engañosa, mentira no era. Este último tiempo había viajo más que en toda mi vida—. Nos apresaron a nosotros y a la hermana de Sho, quién había acompañado a mis compañeros—. Apunté con un mero gesto de cabeza a Shiori , sin siquiera mirarla— a buscar a su hermano extraviado...— Miré al joven, volví mi vista a la señora—. Sho—. Llevé mi mano a la cabeza y suspiré cabizbaja—, llegamos a Mito, era un caos... Más bien un desastre para nosotros —expliqué cruzada de brazos otra vez, compungida—. Nos encontramos con Sho, el señor Hideyoshi y una mujer que no supe reconocer, porque a todos nos llevaron a las celdas junto a Hina, con la que compartí celda junto a esa mujer... que parecía devastada, pero vivía...— Miré hacía el frente, pues había bajado la cabeza al recordar el panorama—. Luego nos llevaron a presenciar el duelo del emperador contra... un joven con hebras similares a las llamas, podría decirse, portador de una gran determinación— Narraba con una seriedad tranquila, solo pausando para recordar cosas, en esos momentos era cuando desviaba la mirada—. Logró acertarle un tajo en el pecho, pero la confrontación no se extendió mucho más... recuerdo...— Miré el suelo otra vez, murmurando cosas hasta que la frase regresó a mí, miré a la mujer otra vez y hablé—. "Los míos son mi castillo. Déjalos ir, y yo permanezco, esa fue tu promesa" fueron las palabras que este joven soltó...— Cerré los ojos a brazos cruzados—, amenazando que si incumplia su palabra, Akishino moriría con él... Abrí los ojos mirando a la señora. >>Un espectáculo sorprendente... ufff —terminé por suspirar, para luego sonreír otra vez avergonzada, sobándome la nuca—, creo que esa sería la única razón por las que nos dejaron vivir...— Miré un rincón con el nerviosismo de quién se guarda algo, no queriendo revelar mi ridículo intento de hablar con el mismísimo Akishino... lo que hacía una en el fervor de un enfrentamiento— Ujum... —aclaré falsamente mi garganta, para mirar otra vez con seriedad a la mujer—. Luego de eso nos llevaron como estropajos, meros rehenes, a todos menos a Hina y la otra mujer de la celda... Sobrevivimos... porque un herrero errante nos rescató con una negociación que hizo con nuestros captores... —comenté lo último a ojos cerrados. Luego volví a enfocar la mirada de la mujer—, Rei era el mayor, Matahachi el menor...— Mis labios serios temblaron, porque el recuerdo del joven me quería hacer sonreír, así que terminé optando por cubrirme el rostro con la manga de mi prenda, dejando los ojos tranquilos y las cejas inexpresivas al descubierto, mientras la sonrisa se mantenía tensada tras ser ocultada—. Hay esperanzas de que ese chico pueda unirse a nuestra lucha de alguna forma—. Volví a cruzarme de brazos, otra vez seria—, pero eso no depende de nosotros, aparte—. Cerré los ojos—, parece verse oprimido por sus altos mandos, ahora tiene un deber con los Taira y traicionarlos sería imprudente para él... pero creo que, con el correcto procedimiento, podríamos llegar a sacar alguna ventaja...— Ahora si sonreí amplio, sin sorna, solo entrecerre mis ojos con confianza—. Rei era un desgraciado desagradable, visceral... En cambio— comenté mirando algún rincón bajo mi izquierda—, aquel joven parecía guardar respeto por las personas... Podría ser todo una fachada, aclaro que es mi percepción personal... Tras ser rescatados por el herrero errante, terminamos acá, en Shimotsuke... Sonreí amplio, recordando lo importante. >>Mi compañero, el pequeño albino de nombre Kuroki, se a reencontrado con sus reales compañeros, pues yo tan solo me uní a ellos de manera temporal, por conveniencia ante la adversidad...— Cerré los ojos con calma—, pero parece que los dos hombres que vinieron en su búsqueda fueron enviados por un líder... Un líder que debería estar en Mito, porque el joven de cabellos pelirrojos que enfrentó a Akishino se presentó con el nombre de Takeda... pero... ¿cómo podría haber enviado gente en su búsqueda, sí nosotros mismos vimos como lo apresaron en Mito y dio su libertad por la nuestra...?— Y sonreí con regocijo calmo—, eso se debe a que Takeda no está en Mito...— Y se me ensombreció la mirada cuando bajé mi vista al suelo otra vez—, pero alguien tuvo que remplazarle.
Kohaku Ishikawa Cascada La noche se abrió paso, cubriendo el escenario de un resplandor plateado, bastante pálido. Siempre había disfrutado cómo lucía el mundo bajo esa luz, donde las sombras apenas eran manchones vagos y las sonrisas lucían más amables. Le faltaba intensidad, quizá, le faltaba espíritu y alegría pero... pero no me molestaba. Además, siempre había sentido que la luna poseía su propio tipo de calidez. El muchacho negó en un principio y nunca consideré la posibilidad de insistirle o llevarle la contraria. No cargaba arrepentimientos, decía; no sabía yo hasta dónde podía ser plenamente cierto si aún vagaba el mundo mortal, pero otra vez: era su voluntad, no la mía. Le presté atención a todo momento, excepto cuando una brisa repentina sopló desde la cascada y unas pocas gotitas impactaron en mi rostro. El rugido se aplacó, el susurro del viento entre las briznas de césped, esa quietud casi honrosa tintineando con las estrellas, y regresé la mirada a Ohara. La luna poseía su propio tipo de calidez, lo sentía en la piel. Llévame contigo. El ámbar de sus ojos también. —¿Llevarte? —repliqué en un susurro, algo confundido—. ¿Adónde?
Shukusha [Kuroki; Shiori; Momoka; Rokujou; Sho; Ukita; Hideyoshi] Comedor Momoka narró los acontecimientos en Ibaraki; las mujeres callaron en todo el proceso, se les notaba impresionadas a la gran mayoría. Pero cuando comenzó a explicar el cómo los transportaron de allí sin Hina y la otra mujer, sus miradas se ensombrecieron y sus sonrisas se desvanecieron por completo. Por último habló de Rei y Matahachi, y el detalle de posible traición las hizo mirarse unas a las otras. Estas mujeres eran fáciles de leer, eran mujeres que no querían ocultar sus pensamientos, era evidente; aun así ocultaban sus nombres. El nombre de Takeda hizo que todas clavaran la mirada en Momoka y fue la mujer que parecía ser la líder quién decidió en hablar —Entonces han capturado a un sustituto—mencionó la mujer a las demás, ignorando un poco a los jóvenes —El enemigo está tramando algo si ha decidido tomar la ruta de un matrimonio forzado. La mujer se giró a Momoka —Lamento oír lo que ha sucedido con Hina y la otra mujer —miró a Sho y suspiró, callando unos segundos; pensando si sería adecuado decir lo que iba a decir frente al joven; una de las mujeres afirmó. —Deben saberlo; al parecer son parte del clan Minamoto La líder afirmó —Verán... Simotsuke es un refugio para mujeres como podrán notarlo; la gran mayoría de nosotras víctimas de la Guerra de Utsunomiya, dónde los hombres de este pequeño poblado fueron llevados a combatir a un ejército con entrenamiento, nuestros hombres eran la mayoría granjeros y agricultores; sólo los Ohara tenía casta samurái. Aquí hemos ocultado a mujeres que son víctimas de la búsqueda de esposas para los altos mandos del clan Taira. Y es por ello que se han llevado a la señora de Ibaraki...—no dijo nada sobre Hina; pero Sho lo entendía, él lo sabía desde antes — Las mujeres nobles son escasas, por ello la descendencia no les ha sido sencilla. Contenido oculto John Whitelocke Mori madarauchiha Alisse Madness Cascada [Kohaku] El joven Ohara le sonrió —Te acompañaré a dónde vayas; te ayudaré, y tú también podrás ayudarme a mi. Debo salir de Shimotsuke; cómo te he dicho, yo no tengo arrepentimientos; tampoco busco venganza; pero si deseo algo... quiero ver el mundo, quiero ver que hay más allá de Tochigi, y sólo podré hacerlo a tu lado —soltó una risa —nadie me había visto antes, nadie vivo quiero decir. Y eso es algo que debo aprovechar —extendió sus manos al frente y las sacudió en negativa —Eso sonó como si te estuviera usando, no; no es así. Te estaría pidiendo un favor ¿sabes? He estado solo demasiado tiempo, es bueno... tal vez... tener un amigo con quien hacer este viaje ¿No crees? —se talló el rostro al darse cuenta que toda la seriedad que antes había tenido, se había perdido porque no estructuró bien sus pensamientos. Se relajó y volvió a intentarlo. —Mi madre, ella tiene algo mío—mencionó a Kohaku —Tendríamos que pedírselo, así podré salir de Shimotsuke Contenido oculto Gigi Blanche
Kohaku Ishikawa Cascada Probablemente no haya sido capaz de mitigar la sorpresa que sentí al saber que su oferta, invitación o lo que fuera, no era tan sencilla como acompañarlo a la ciudad sin más. Quería que lo sacara de la prefectura, que lo ayudara a conocer el mundo y no pude evitar comprenderlo a la perfección. No exactamente por el sentimiento, sino por los muros invisibles de los cuales éramos a veces conscientes. Yo no tuve el deseo de abandonar mi villa, fue algo que me impusieron, pero los había visto cada día de mi vida. Habían sido altos, resistentes y habían bloqueado el paisaje tras densa bruma. El corazón también. Al verlo atropellarse con sus palabras acabé por relajar las facciones y esbozar una sonrisa enternecida. No tenía idea cuánto tiempo llevaba vagando sin rumbo ni el infierno que debía haber vivido en la guerra, pero oírlo reír me hizo consciente de que, probablemente, lo habría ayudado en lo que sea que me pidiera desde el instante que lo vi entre las flamas de oro. ¿Era compasión? ¿Lástima? ¿O era porque nunca le negaba nada a nadie? —En ese caso... —Tomé aire y lo miré, serio—. Tienes que saber que acompañarme implicaría topar con una nueva guerra. Hay una bruma muy espesa sobre Japón y decidí luchar para intentar quitarla. Creo en las personas junto a las que peleo, también, de modo que no me retiraré. Puedes ver el mundo a mi lado, pero no te prometo que sea demasiado agradable. Es un mundo que arrebata constantemente. Pero eso él ya lo sabía, ¿verdad? Le sonreí, avancé un poco hacia él y bajé el tono de voz. —Si nada de eso te genera dudas, me encantaría que vengas conmigo. —Solté el aire por la nariz, fue una suerte de gesto resignado y me encogí de hombros—. ¿Sinceramente? Me gustaría tener un amigo. Yo también... llevo demasiado tiempo solo. Contenido oculto si quieres, Fer, podemos ir directamente a la herbolaria y eso <3
Cascada [Kohaku] —Entonces este encuentro no ha sido casualidad — no dejaba de sonreír — Conozco las guerras, he vivido una; he peleado y puedo ser un buen guía. Pero sobre todo, sé que seremos grandes amigos, porque uno nunca está completamente solo en este mundo ¿Lo sabes? —sonrió —Aunque nos sintamos así constantemente, siempre tenemos conexiones—señaló la cascada —cómo esta maravillosa cascada; podrás verla sola, y sentir su poder a poca distancia; pero ni ella está sola por mucho tiempo, se une al río, se vuelve parte de él—volvió la vista a Kohaku — La cascada y el río hoy se encuentran, y estoy seguro que algún día serán mar. Se quedó allí en silencio unos instantes; cerrando sus ojos escuchando la caída del agua cerca de ellos; parecía que el tiempo se volvía efímero, distante. Parecía que fluía sin que ambos se dieran cuenta. Cuando el joven Ohara abrió los ojos nuevamente buscó los de Kohaku —Es tiempo de hablar con mi madre — mencionó con suavidad —Ella tiene un broche; uno que ella me dio cuando me fui de la ciudad. Fue lo único que pudieron regresarle de mi porque se lo había entregado a nuestro señor antes de partir en mi misión de la cual ya no regresaría con vida. Es un broche pequeño que mantenía mi haori unido al kimono, una pequeña luciérnaga. Herbolaria [Kohaku] La mujer se encontraba ordenando frascos mientras su gato la acompañaba; fueran las orejas del felino las que alertaron a la mujer de que alguien se acercaba, mientras rotaban hacia el sonido de los pies de Kohaku. Contenido oculto Gigi Blanche
Kohaku Ishikawa Herbolaria Tuve que preguntarme cuánta alegría, cuánta felicidad era capaz de albergar el alma de un espíritu. El alma de quien ha visto cercenada hasta la última de sus posibilidades. Ahora creía comprenderlo mejor, el muchacho deseaba conocer el mundo y por eso seguía aquí, con los pies atados a la tierra. No pude, sin embargo, evitar otra marea de pensamientos. Nunca había vuelto a mi villa. ¿Y si alguien de mi familia estaba ahí, esperándome? ¿Y si Chiasa seguía vagando entre la eterna nieve, presenciando mil y un amaneceres, con la esperanza de que vinieran por ella? ¿Estaría triste? ¿Sería capaz de sentir felicidad de nuevo? ¿Podría volver a verla? La idea me desgarró el corazón. El muchacho Ohara sonreía, sonreía sin parar y supe que había tomado la decisión correcta. Una corazonada, suponía. Presté atención a sus palabras, las comprendí y pensé en el susurro del viento entre los árboles, en el significado de las flores y la vida latente de ciertos recuerdos, en ciertos rincones del mundo. La cascada rugió contra mis oídos, él cerró sus ojos y lo miré un segundo más antes de voltear hacia el flujo de agua. La cascada y el río hoy se encuentran, y estoy seguro que algún día serán mar. Como un destino inevitable, ¿no? Atendí a sus indicaciones con cuidado, asentí y regresamos hacia la ciudad a paso calmo. No estaba muy seguro cómo debía proceder, con qué excusa se suponía que abordara a la mujer para que me entregara lo que, posiblemente, era el único recuerdo de su hijo. Le sonreí al muchacho, sin embargo, en busca de transmitirle la confianza que no sentía en su totalidad. —Lo conseguiré para ti. Me giré hacia la herbolaria con pasos lentos y aparecí por la puerta, lo primero que vi fue al gato con su atención puesta en mí. Sonreí, alzando la mirada a la mujer, y reparar en sus ojos me removió algo dentro del pecho. Pensé, dioses, en todas las cosas que debería poder decirle. —Buenas noches —murmuré, acercándome al mostrador, y repasé los frascos con la vista antes de volver a ella—. ¿Gustaría beber un té conmigo? Puedo prepararlo, si lo desea. Y aguardé un mínimo instante antes de agregar: —Me gustaría hablar con usted.
Herbolaria [Kohaku] La mujer lo observó con genuina confusión; fue el gato quién brincó de la mesa para bajar a los pies de Kohaku y restregarse en ellos. —Nyanko —mencionó el joven Ohara —Cabía en mis palmas cuando lo traje a casa, mamá lo ha engordado mucho. Conmigo solía correr por la ciudad; con ella sólo duerme y come sin salir de casa. La mujer observó el comportamiento del gato, después miró nuevamente a Kohaku, le sonrió y afirmó —Pero no necesitas prepararlo; por la mañana hice varias infusiones. La tisana herbal que preparé es para relajar los músculos antes de dormir; perfecta para aliviar las preocupaciones — la mujer lo guio hacia el interior de su hogar, la herbolaria era sólo la primera habitación de aquel sitio, le indicó que se sentara en el tatami mientras ella se retiraba unos breves instantes para volver con una mesa trasladable con una jarra y dos tazas de cerámica. Ella dejó la mesilla frente a Kohaku y se sentó frente a él para después servir el té; no humeaba, era frío. —Costumbre de nuestro poblado —dijo el joven Ohara después de una pequeña risa — Las jarras se suelen dejar atadas y envueltas en el río; manteniéndolas frescas. Perfecta bebida para primavera y verano. No calienta el estómago; pero relaja el cuerpo. Después de esas palabras; la mujer las repitió ante Kohaku; el joven Ohara sonrió —Siempre dice lo mismo a las visitas. Contenido oculto Gigi Blanche
Kohaku Ishikawa Herbolaria Intuí que la familiaridad del gato para conmigo no se debía precisamente a mí, sino al joven que me acompañaba. Fue, de todas formas, lo que le permitió a la mujer relajarse con mi presencia, cosa que agradecí. Aún no sabía muy bien cómo abordar el asunto, seguía preparando y descartando posibilidades en mi mente cuando, en verdad, dudaba que hubiera... una forma correcta. Dudaba que fuera a ser sencillo y liviano. Pero me había comprometido con el muchacho; sabiendo, quizá, que de esa manera el sentido de la responsabilidad me ganaría. Miré al gato con una sonrisa gracias a lo que el muchacho me estaba contando sobre él. Cuando su madre aceptó mi propuesta, asentí y la seguí tras pedir permiso. Me sentía un poquito incómodo, quizá fuera de lugar, pero nada imposible de controlar. Repasé la habitación con la vista en lo que regresaba con el té, y en cuanto se acomodó frente a mí le sonreí. Que repitiera las palabras de su hijo me comprimió en el pecho un revoltijo de emociones. Tenía que verlo siempre, ¿verdad? En cada lugar, a cada momento. Creía entender lo que era cargar con ese peso. —Muchas gracias por el té —murmuré, con voz suave, y le di un sorbo—. Nunca antes lo había probado frío, de hecho. Sabe muy bien. Regresé la taza a la mesa con movimientos delicados, silenciosos, y deslicé las manos fuera de la mesa hasta apoyarlas en mi regazo. No sabía, no tenía idea, pero quizá... como le había dicho a ella, quizás era una cuestión de fe. Quizá, si confiaba en mí lo suficiente, me otorgaría el poder de aliviar un poco el peso en su corazón. Y eso, dioses, por razones así me sentía capaz de remover cielo y tierra. No sabía si era una motivación nacida de mi núcleo o del dolor de mis arrepentimientos, no importaba demasiado en tanto le diera buen uso. —Vi las flamas de oro en la cascada. —Fue casi un susurro, me tomé un momento para detallar sus ojos y sonreírle—. Había un muchacho, también, quejándose de ellas. Que son salvajes, que crecen sin control y ahogan la manzanilla. Que deberían removerlas y aún así, no lo hacían. Le pregunté por qué, entonces. Me llené el pecho de aire, convenciéndome de que esto era lo correcto, valiéndome de mi eterna calma para hablar sin perder la compostura; suave, como un arrullo de invierno. —Me dijo que su madre no quería quitarlas, que le recordaban a él. También me dijo... que las flamas de oro le recordaban a su padre. —Otra pausa, esta vez para renovar mi sonrisa—. Y que la manzanilla le recordaba a usted.
Herbolaria [Kohaku] La mujer lo observó con una sonrisa lateral mientras negaba al escuchar que había visto un muchacho en aquel campo de flores; después con cada palabra, la sonrisa se fue borrando y su rostro se detuvo en un semblante de confusión para después transformarse quedarse inmóvil mientras en sus ojos se comenzaba a formar un aura cristalino, un brillo característico que anuncia una tormenta. —No sabe si creerte —mencionó el joven Ohara —Déjame guiarte. Dile que aun recuerdo el aroma de este lugar, que siempre ha sido de mis recuerdos favoritos; dile que lamento haberme escapado, haber seguido los pasos de mi padre sin siquiera despedirme de ella. Pero que sepa que siempre la tuve presente; y que nada de lo que hice las estaciones venideras fue para deshonrarla, la enorgullecí, yo lo sé. Y jamás me despedí porque jamás me había apartado de ella, porque todo lo que hice fue por ella. Y que es por eso que hoy estoy aquí a tu lado, Kohaku —le sonrió —Que gracias a ti puedo decirle que volveré a casa, porque yo no he venido a despedirme, sabe que no me gusta hacerlo; y que nunca lo haré. Sólo a avisarle que de nuevo tengo una misión. Dile que aun tengo los ojos de mi padre y que aun necesito que esos ojos vean los horizontes que juraron ver... El joven Ohara ahora miraba a su madre, quién parecía que iba a estallar de emociones mientras fruncía el seño, tal vez dispuesta a regañar a Kohaku por jugar con sus emociones. Contenido oculto Gigi Blanche
Kohaku Ishikawa Herbolaria La reacción de aquella mujer fue incomodándome cada vez más y más, cosa que había imaginado en todos los escenarios posibles y aún así me resultó imposible controlarlo. La confusión, la angustia, incluso un dejo de ira, todo permeaba su semblante y agradecí que el muchacho interviniera en mi ayuda, aunque me obligara a seguir hablando. De la misma forma me forcé a no voltear, como si pretendiera no demostrarle tan claramente que... su hijo estaba ahí, a mi lado. Frente a ella. Podía ser demasiado. —El aroma de este lugar... —murmuré, momentáneamente incapaz de mirarla—, aún lo recuerda. Es de sus favoritos. También lamenta haberse escapado, no haberse despedido de usted. Pero siempre la tuvo presente. Todo lo que hizo fue para enorgullecerla. Por eso no se despidió, porque siempre permaneció a su lado. Oír mi nombre me reconectó unos pocos hilos, parpadeé y, por fin, alcé a mirar a la mujer. —Dice que volverá a casa. —Y aún sin voltear a verlo, esbocé la misma sonrisa que él—. Que tiene una nueva misión y por eso no se ha despedido. Aún... tiene los ojos de su padre, el señor Shimotsuke, y con ellos ansía ver el mundo que siempre juró conocer. Tomé mucho aire, siendo consciente que a partir de ahora me desprendería de su guía, y renové mi sonrisa. —Por eso me ha pedido acompañarme en mis viajes, aunque para salir de Shimotsuke necesita algo. Algo que era suyo, un broche de luciérnaga.
Herbolaria [Kohaku] —¿Pe.. pero cómo?— preguntó llevándose una mano al pecho, estaba temblando; no era miedo, era ese cúmulo de energía, adrenalina pura en su cuerpo —No estás mintiendo. No puedes saber nombres en esta aldea, y aún así; sabes el nombre de mi difunto esposo; sabes sólo lo que mi hijo podría saber —alejó la mirada de Kohaku y recorrió la habitación —¿Está aquí? Debe de ser...—bajó la mirada y la cubrió con la mano que se había llevado al pecho; se mantuvo así unos instantes, lo suficiente para contener las lágrimas y volver a levantar la mirada. —Todo lo hiciste fue para enorgullecerme; y lo hiciste— mencionó para el joven Ohara, quién sonrió con ternura mientras apretaba sus puños. —Cada instante de tu vida me llenó de orgullo; y sé que ahora, después de esta mortalidad, aun me seguirás enorgulleciendo. Levantando el apellido Ohara. Porque eres mi hijo, porque eres hijo de Ohara no Shimotsuke; porque eres tú el salvador de Tochigi; porque tu voz aun hace eco después de la muerte — se detuvo unos momentos tragando saliva; sin bajar el rostro, altiva y orgullosa — Siempre has sido libre, hijo mío. Siempre has sido el más fuerte, sigue iluminando el camino. La mujer dejó ir el aire contenido lentamente. El joven Ohara la veía con la mirada cristalina mientras ella buscaba entre sus ropas el pequeño broche de luciérnaga, el cual entregó a Kohaku. Contenido oculto —Siempre se hacía notar, siempre ha brillado a dónde fuera que decidiera ir — le sonrió a Kohaku — Es mi más grande orgullo, sé que cuidará de ti. Eso es lo que siempre ha hecho, es protector desde su nacimiento. Contenido oculto Gigi Blanche ha obtenido a su yurei acompañante +150 EXP
Kuroki Fusatada Escuché con atención a Ukita mientras expresaba tristeza y poco después seriedad. Algo en sus palabras me resonaron... "A veces tenemos que sacrificar algo para que otros puedan tenerlo en nuestro lugar" Quería decir que el hecho que perdiera inocencia a tan temprana edad no implicaba algo necesariamente malo, era inclusive una tragedia, pero era luchar por conseguir que otros si tuviesen infancia, una vida tranquila... Una vida pacífica... Tal vez nací en la peor época posible, pero todo pasaba por algo, ¿No? Tal vez... Estaba vivo aún ahora por algo, aún si había hecho jugadas que inclusive consideraba injustos. Seguí mirándolo, escuchando, llegando a la parte que andar a lado de Takeda era seguir perdiendo cosas muy valiosas, no porque estar a su lado era sinónimo de verlos irse, si no que al ser una guerra... habría de todo menos alegría y ganancias. En una guerra podía verlo; no habían ganadores, solo perdidas por parte de ambos bandos. Entendí sus palabras, eran duras y pesadas y tal vez habría llorado, tal vez me habría negado... Pero yo ya no era el mismo Kuroki, ni siquiera el que fue a Yamato. Era uno muy distinto, dispuesto a afrontar lo que fuese que vendría, sea porque el mismo destino lo guíe o por mis decisiones, o ambos, pero tenía que ser fuerte... Debía seguirlo siendo. —Es muy difícil Ukita, a veces me veo superado, y a veces no sé a dónde ir o qué hacer... Necesito... Necesito algo, que me haga sentir que aún si "pierdo todo" no perderé tampoco la cordura. He tenido golpes duros estos últimos días, siento que todo lo que estoy armando se me derrumba y para colmo siento que tampoco soy el culpable directo de aquello... Creo que desde que perdí mi hogar, y mi familia... He perdido dónde debería pertenecer, sé que los tengo a ustedes y no quiero que lo pongas en duda, me refiero a que de algún modo, mi corazón me dice que necesito recuperar aquello que me arrebataron, algo que tenía en casa y ahora ya no, y no es nada similar como la paz o así. Nadie tiene paz eterna... Tal vez... Necesito hallar mi lugar en esta vida. Saber qué es lo que quiero ser, mi meta, mi destino... ¿Dónde pertenezco? ¿Seré un digno Samurái? ¿Un Shinobi? ¿El embajador de esparcir conocimiento sobrenaturales y cómo afrontarlos? ¿Una persona que busca entender al resto y ayudarlos de un pasado terrible?—. Pregunté sin realmente esperar respuesta, no planeaba que lo hiciese, era más bien un pequeño desahogo... —He pasado por tantas cosas... De las cuales de algún modo destaco, pero pronto se me pone un tope y me vuelve a desorientar, tanto que llega ya a un punto que me frustra terriblemente. Creo que eso es lo que quiero y debo hacer... Buscar... Buscar lo que debo y tengo que hacer, y de paso, tal vez salvar a los que me importan, si puedo tener la oportunidad. No vine aquí para llorar o lamentar, vine porque busco un Japón más radiante y próspero, y pienso llegar hasta el final—. Concluí, mientras reverenciaba a Ukita. >>Gracias, esta plática fue un buen guía y al menos por mi parte, un poco de alivio. Así, miré por la ventana de nuevo, viendo que la noche caía. —A veces me gustaría intentar algo nuevo, que no sea entrenar, comer, explorar o demás. A veces... Me gustaría intentar algo tan... básico, tal vez. Cómo escribir, o dibujar—. Afirmé mientras volvía la vista a Ukita. >>Me pica la curiosidad, quien sabe, tal vez eso me distraiga de mis pensamientos y hasta me resulte relajante, admito que desde que vi a Kato en ello en Kamakura, me llamó la atención. Aunque parece tener su gracia.
Kohaku Ishikawa Herbolaria Me mantuve en silencio, con la eterna sonrisa que pretendía sosegar tanto los corazones ajenos como el mío propio. Le brindé el tiempo que necesitara para procesar la situación, asimilarla y actuar acorde. Recorrió la habitación con la vista, en el gesto encontré anhelo y tomé aire a consciencia, intentando regular mis propias emociones. Sus palabras se ataron a mi cuerpo, eran hilos blancos, brillantes; tanto, que mirarlos directamente dolía un poco. Aún así, me alegraba. Lo hacía inmensamente. Quizá llorara hasta caer rendida, pero esa noche dormiría mejor que ninguna otra. Estaba seguro. Aguardé a que me extendiera el broche, lo acepté con movimientos sumamente cuidadosos y lo observé de cerca. Tras alzar la mirada hacia la mujer de vuelta, acerqué el broche a mi pecho y lo presioné justo encima de mi corazón. —Gracias —murmuré, era un blanco brillante e incliné la cabeza en profunda señal de respeto—. Gracias. Lo cuidaré con mi vida y, cuando el momento llegue, se lo devolveré. Lo juro por mi honor de bushi. Una vez me erguí, deposité el broche en la mesa, junto al té, y probé de éste. —Como verá, no soy simplemente un aprendiz de herbolaria. —Solté una risa breve, apenada, y repasé la cerámica con la yema de los dedos—. ¿Podría... guardar el secreto, por favor? No quería forzar un sello sobre esa mujer.
Shiori Durante toda la conversación que tuvimos en el comedor me mantuve en completo silencio, consideré que era mejor escuchar todo lo que hablaban en lo que traté de mantenerme organizando las ideas en mi interior, era mucho por asimilar y como resultaba más que evidente, no era conveniente hablar cuando escuchando podía llegar a tener mayor información y, menos mal que me dediqué a hacerlo pues en mi opinión fue bastante más productivo que simplemente decir algo inconveniente y, pese a todo me sentía observada... no me incomodaba pues, era más que claro que no era por enemigos ni nada aunque tampoco podía llegar a vislumbrar el orígen así que simplemente opté por mantenerme al márgen al respecto. En mi mente vino Kuroki recordando como con todo lo que había pasado tampoco pude pasar con él el tiempo a solas que hubiera deseado ¿culpa mía? seguramente, pero por el contrario las batallas que se estaban librando aquí y allá nos obligaban a mantenernos alerta en todo momento, convirtiendo esos instantes de libertad en prácticamente cero, solo esperaba sobrevivir lo suficiente para ello y poder al menos, si ganábamos la guerra, contar con una vida tranquila en la que poder disfrutar de la calma que ya merecíamos después de décadas de guerras y crueldades sin fin. Me sorpendió por otra parte que Mao saliera a colación, lo poco que logré saber de ella es que era una persona desde luego de carácter pero que acabó falleciendo en circunstancias trágicas, a decir verdad, entiendo que quizás podría haberla ayudado de haber seguido aquí pero, como dijeron era mejor entonces honrar su memoria por lo que cerré los ojos ante esas palabras dirigiendo mi mano a la Katana, iba a emendar mi error pasara lo que pasara, tantas bajas por los Taira y yo, fui una de ellos. — Lamento decir que en el pasado tuve parte de culpa por ello más, prometo cambiar mi destino y luchar por todo lo que representáis—. Murmuré para mí misma mirando al frente— ¿Tienen idea de lo que hacer a continuación?—. Pregunté en voz ya normal, a espera de una respuesta....
Rokujou Me había limitado a ver a cada uno de los aliados para examinadolos para almenos conseguir un poco de información en su forma de hablar o expresarse, para matar el tiempo en lo que Ukita volvía, de una conversación que al parecer parecía importante, me undí en los pensamientos más Recoditos de mi mente hasta que una dulce voz proviniente de no muy lejos captó mi atención. La parecer sintio mi mirada sobre ella, y suspiré al escuchar su cuestión — Iré a la tienda de armas, si no quieres ir sola— le mencioné en voz baja para que escuchara solo ella, su timidez me hizo sentir que alguno de estos ... Tipos ? No lo iban a manejar bien con ella. Me levanté y salí del restaurante esperandola en la puerta de brazos cruzados.
Shiori Así que era uno de los compañeros, un pelirrojo con antifaz y cara de pocos amigos, lo que no sabía era si le había hecho algo en el pasado o no, pero al devolverle la mirada él mismo empezó a hablar para decirme que me acompañaría a la tienda de armas si es que no quería ir sola, aunque lo que mas me llamó la atención es su afirmación ¿acaso sabía de mi amor por las armas? cierto era que me gustaban pero lo que no acababa de entender es como lo había averigüado pero de todos modos accedí, no era como que tuviera nada más que perder y él conocía la ciudad. — Lo agradezo y acepto su propuesta, más también busco una armadura para mejorar mi capacidad defensiva—. Le sonreí educadamente para mirarle al antifaz— Me llamo Shiori, encantada
Rokujou Al verla salir me limité a mirar enfrente escuchándola a mi lado—Shiori...., Noté que tú atención se centraba en la tienda de armamento— le dije caminado un poco más de prisa —no tengo mucho tiempo, tengo que volver con Ukita, pero necesito un arma más fuerte.... necesito protegerlo— eso último lo dije casi en un susurro agachando la mirada, pero en mi desesperación se hizo precente notar que no me seguía el paso y me detuve en seco —No te retraces— mencioné tomándola del brazo y jalandola a mi ritmo nos dirigimos a dicha tienda. —selecciona lo que quieras, pero no demores— puntualice sin soltarle el brazo incocienteme, pues parecía que mi prisa bloqueo De mi atención aquel pequeño detalle, y me diriji sin titubear al mostrador. —Busco una espada lo suficientemente resistente— me referí al tendero
Herbolaria [Kohaku] La mujer sonrió y bajó la mirada mientras cerraba los ojos con delicadeza —Guardar secretos es lo mejor que hago —mencionó — Siéntete libre, esta decisión la ha tomado mi hijo; no desfallezcas por tener que volver. La única promesa que quiero que hagas conmigo, es la misma que prometió mi hijo.—levantó la mirada nuevamente, clavándola sobre Kohaku — Jamás mires atrás, lo que queda adelante siempre es más prometedor, lo que queda atrás sólo mira tu espalda y sonríe al verte caminar cada vez más lejos. Si tu pasado se encuentra con tu futuro, eso era el destino; pero si no se cruza en tu camino, no debes buscarlo. Se ha ido. Contenido oculto Gigi Blanche Shukusha [Kuroki; Shiori; Momoka; Rokujou; Sho; Ukita; Hideyoshi] Habitación Ukita sonrió y miró hacia el techo —Eres joven, Kuroki. El tiempo y las circunstancias te irán moldeando, no desesperes en buscar tu propósito en esta vida. Tal vez por ahora, debes conformarte en que seguramente eres la razón por la que alguien sigue luchando —bajó la mirada a Kuroki —Buscar algo más siempre puede ayudar a descubrir más de ti. Takeda tiene su espiritualidad; Takano tiene el shogi... —soltó una ligera risa —... y a Yuzuki, por supuesto. Chikusa tenía una gran capacidad de perdón, posiblemente el más noble de nosotros; Matsuda es un gran jardinero; y Fuji siempre ha sido buena en la herrería —llevó su mano al pecho — Y yo, soy un observador silencioso. Y por ello puedo entender a los integrantes del clan. Kuroki...— le sonrió — ...tienes una fortaleza muy grande que no has visto, posiblemente porque la vez como un problema. Esa virtud es tu curiosidad, y sea lo que quieras hacer, deberás tener en cuenta tu curiosidad. Tal vez en eso podría decirte que te pareces a Yamagata, ustedes dos podrían ser buenos amigos. Siempre que te mantengas lejos de su alcoholismo. Contenido oculto Gigavehl Casa de Armamento [Rokujou; Shiori] Entraron a la casa de armamento; y como ya era costumbre en aquella aldea, los recibió una mujer. Contenido oculto —¿Resistente? —dijo recargándose con flojera sobre la mesa de trabajo —Todas las armas resisten si el portador sabe usarlas correctamente. Contenido oculto Alisse Madness madarauchiha Precios en esta sección: Guía de armamento, precios y usos Chequen sus estadísticas para que vean las monedas y habilidades que tienen.
Shiori La armería no quedaba demasiado lejos del comedor, Rokujou era un tipo muy callado pese al interés que creía tenía sobre mí pues, durante el camino a la tienda de armas no dijo una palabra y, en su llegada unas meras palabras apurándome para que me diera prisa ¿era en serio? no era de las personas que iban deprisa en mi vida, simplemente me tomaba mi tiempo para analizar las cosas y las armas, temo que lo único que no pude analizar era el recuerdo de que estaba sin dinero, ugh... ahora entiendo por qué me sentía tan frustrada cuando me robaron, malditos Taira. Ignorando el comentario de las armas de Rokujou miré a la tendera preocupada, logrando fijarme en una de las armaduras pero la preocupación por el dinero cada vez me resultaba mayor y, si estallaba otra batalla quizás no tuviera la misma suerte que en Shizuoka. — Disculpe, me llamo Shiori y soy una guerrera, Eh...disculpe, necesito una armadura, me temo que pese a ser guerrera estoy parca en elementos defensivos, convirtiéndome en esencia en un blanco fácil. No tengo dinero más, si necesita cualquier cosa ¡Lo que sea! sólo digámela, intentaré compensarle por no poder pagarla. Por favor, me robaron... así que por favor, pídame lo que sea y lo concederé