Saitama Saitama

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 4 Marzo 2021.

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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Hubo un momento en que los bostezos empezaron a brotar, mientras caminaba con calma entre los pastizales. En un momento divise las flores y me acerqué a paso calmo, las recogí con cuidado tras observarlas con mucha detención; rozando sus pétalos con delicadeza, examinándolas de cerca. Las figuras que las componían, los colores que las caracterizaba, las vibras que me trasmitían. Terminé por cortar tres ramas con cuidado, para tener tanto la flor como a su tallo. Una vez las tuve entre mis manos una sonrisa amplia y enternecida cubrió mi rostro. Habría llorado, pero por algún extraño motivo las lágrimas no brotaron a pesar de mis ojos cristalizados. Solté una risa baja, aun con ternura, mientras cerraba los ojos arrodillada frente al grupo de flores y matorrales. Aún a ojos cerrados guardé las flores entre mis prendas, con delicadeza. Entonces escuché pasos a lo lejos, caminatas de lo más notables; reconocería las pisadas de un lobo en cualquier lado.

    Así que mi primera reacción fue sujetar el mango de mi katana, posicionándome aún a ras de piso y sin voltearme hacia el intruso, quieta antes que activa. Mis ojos rasgados con severidad miraron hacia mi izquierda, virando tan solo un poco el rostro, para poder escuchar así con mayor claridad a los presentes. La sangre fluía rauda, por lo que mi respiración se aceleró para no terminar con un ataque de pánico, todo con movimientos sutiles, sigilosos: A la espera de un ataque que nunca llegó.

    El ataque que nunca llegaría...
    ¿Por qué el mundo...​
    era así de cruel?
    Me levanté con calma, soltando sin problema alguno el mango de la katana. Acomodé mi ropa, me peiné con un par de caricias rápidas la melena alborotada. Entonces me volteé, empuñando mis manos como si de dos rocas se trataran, alzando el mentón con severidad, clavando mi vista en la mensajera: Shinrin.
    —Harimas —musité con aquella voz grave, para luego encararlos con normalidad, sin alzar nada, más bien agazapándome de manera casi imperceptible al tener aún una postura recta. La mirada que le brindé a Kato fue efimera, porque no ignoraría a quién me había hablado: Siempre era de hacer las cosas cara a cara...

    Con algunas excepciones, supongo.
    Me crucé de brazos, mirando a la chica con apatía y una mirada bastante estoica e inexpresiva a pesar de mi ceño fruncido con ligereza.

    >>¿Por qué están acá? —hablé con calma, fuerte y claro, pero no llegando a mostrarme prepotente; solo decía las cosas de forma que se me escuchara con claridad a pesar de la distancia. Cerrando los ojos, cabizbaja, me tomé un leve instante de meditación—. Murai...

    Volví a alzar la vista, con la mirada más apática que creí haber formado nunca.
    >>Así que buscan a Murai...— El cruce de mis brazos se tranformó en un abrazo a mí misma, solo que esa acción era casi imperceptible. Lo que sí se notó es que volteé a ver el panorama a mi costado izquierdo, mostrando el perfil derecho de mi rostro—, ¿no planean matarme a mí?— Las palabras salieron con un deje de rabia, monocorde, pero con cierta vibra agresiva; se notó en mis puños más tensos, en mi ceño fruncido y en mis ojos entornados con severidad.

    Sentí un nudo en la garganta, sentí los ojos cristalizados. Sentí... que no quería morir.

    Por primera vez en muchos meses, tenía miedo de morir ahí mismo; de no volver a ver a Kenzo, de no conseguir entregarles las flores a Murai, de...

    No...
    volver a ver a...
    Hideki.
    Inhalé hondo, sonoro, soltando con rapidez un pesado suspiro, mientras un par de lágrimas surcaron mis mejillas inevitablemente. Pero eso no deshizo mi mirada severa, no deshizo mi actitud solmene, no cubrió con angustia mis ganas de no estar en esa situación.
    Desenvainé mi katana, aquella que me había entregado mi primer, y tal vez, único maestro hasta el momento. Ya lo había dicho: Kenzaburo era más como un padre. Tal vez nunca lo respeté de otra forma más que el agradecimiento eterno a quien te a brindado la vida misma.

    Tal vez...
    —No les aconsejo ir donde Murai...— Y me puse en posición de batalla, la mirada fija en Shinrin, flexionando las rodillas y colocando las katana a la altura de mi rostro; Kasumi no Kamae... Era una de las posturas que más logré perfeccionar en su momento, tanto con Kenzaburo como con mi original maestro...

    Entonces, ya preparada, alcé la voz: Fuerte y firme, pasional, un grito de guerra, supongo.
    >>Mucho menos estoy dispuesta a que lo maten—. Afiancé mi mirada y las lágrimas volvieron a cubrir mis ojos, pero mi voz no tembló ni se quebró en ningún momento, solo se abravó más—, ¡no permitiré que lo vuelvan a intentar!


    Me quedé quieta, expectante: Solo atacaría en defensa.
    >>¡Como tampoco dejaré que él elimine a algún Minamoto, o destartale los planes de Takeda...!

    Deshice mi postura de manera estoica y fluida, parándome con pulcritud, erguida, aferrada a mi katana, pero firme como un roble: No era una posición de defensa, tampoco de ataque; era la postura de alguien que estaba dispuesto a enfrentar con cuerpo y frente lo que se le venía encima...

    Era la postura.... que me recordaba a todos ellos.
    —Porque soy la única que en verdad está dispuesta a darlo todo por este mundo perverso, agresivo y estúpido: Corrompido —hablé aún monocorde, fuerte. Golpeé mi pecho acto seguido, sonoro, sin ninguna expresión de dolor de por medio; dispuesta a todo, encarando tanto a Shinrin como a Kato por igual, a pesar de que mi ojos se clavaban en los ámbar ajenos

    Vaya mierda.
    >> Soy la única que planea defender la paz y proteger a los que viven: No importa a cuanta gente deba traicionar, ni cuantos estúpidos vengan a intentar cortarme el cuello!

    Y volví a la postura de la niebla, encarando a Shinrin más que nadie, decidida más que nunca.
    >>No voy a permitir que monten un genocidio en Saitama: Lucharé por limpiar tanto lo que pueda el orgullo de los Taira; Lucharé para demostrar que el padre de Takeda no fue un idiota al respetar el código bushido.

    Y volví a gritar con fuerza, firme.
    —¡No permitiré que por estúpidas ideas egoístas, se deshagan de piezas valiosas; no permitiré que sigan asesinando más maestros, destruyendo a más niños: Que acaben con la vida de más padres, y destrocen el corazón de madres devotas a la vida de quienes protegen!

    ¿Qué no era codiciosa? Había que ver: Sonreí con sorna.

    Era la más codiciosa entre todos.
    uwu Masuyo solo está lista para que le den una paliza, pero ella no planea pelear (?)
    XD Osea, no va a atacar, solo defenderse.

    Así que no sé sí debería tirar dado de convencimiento XD

     
    Última edición: 18 Marzo 2021
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    Amelie

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    [Mao; Kato; Shinrin]


    Shinrin iba a dar un paso, dispuesta a contestar todas esas palabras que Mao lanzaba hacia ellos; pero Kato la frenó colocando su brazo frente a ella —Sogo está muerto; sus ideales con él. Comprometió la integridad de todo su clan condenándolos a la muerte por honor. El orgullo no perdura; los más grandes caen al final —Kato desenfundó una de sus dos katanas —Defiendes el código bushido, entonces recupera tu honor; toma un tanto y termina con tu vida; pues has deshonrado a tu señor por defender a uno de los asesinos más prolíficos de Japón. Si no tomas tu vida, tu honor está con el enemigo; si es así; será mi filo el que de justicia.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Afiancé el agarre de mi katana, cerré los ojos e inhalé hondo al estar cubierta por el filo de mi arma, sí es que lograba estar haciendo como se debía la postura. Exhalé imperceptible, siempre atenta a las palabras de Kato, para volver a encarar sus ojos sin desarmar mi postura. Sí algo había aprendido con exactitud, era a quedarme quieta, a retener el aire en mi interior; no perturbar el ciclo a mi alrededor, no interrumpir la secuencia de los míos, no...

    No había estado siendo lo que era; siempre en busca de cosas que no comprendía. Mis labios fueron una fina línea, mi ceño se fruncía con severidad y ningún otro musculo de mi cuerpo parecía moverse, habiendo quedado tal estatua: Inamovible, como la gran montaña de donde provenía.

    Tres segundos de silencio, donde mi mente repasó aquellas enseñanza que mi memoria me había apartado, que mis emociones me habían arrebatado, que mi orgullo había bloqueado. Sí estaba dispuesta a vivir, debía estar preparada para morir. Esa... era una ley de vida, ¿no?

    Talvez... nunca estuve destinada a brillar más que mis hermanos, a ganar más que mi padre o amar más que mi madre... Un par de lágrimas brotaron de mis ojos, me tragué como pude el doloroso nudo en mi garganta, inhalé hondo para poder hablar con fuerza: Esta vez sin cerrar los ojos, encarando a mis contrincantes.
    —No matar, no herir y, por sobre todas las cosas, saber perdonar: A quién a cometido un error, a quién busca redención, o sí no es ninguna de las dos; habrá que saber perdonarse a uno mismo, adueñarse de los conflictos, sobrepasar las penas y, sobre todas las cosas...

    Hablaba firme, sonora, con la solemnidad de un líder, la templanza de una madre, la decisión... la perseverancia de todo un pueblo.
    >>¡Nunca rendirse! ¡Estoy dispuesta no a seguir mis sueños; estoy dispuesta a cumplir mis metas! ¡Una de esa es vencer a Taira no Gendo!

    Antes de deshacer mi posición, viré el mango de la Katana, provocando que al pasar con suavidad el filo al lado de mi rostro, este cortara mi piel.



    Una hilera fina y rojiza cruzó entonces mi pómulo izquierdo, mientras la sangre de manera paulatina cubría mi mejilla de carmín: Y ahí estaba yo, firme, dispuesta y sobre todo; enfrentando a dos humanos que significaban demasiadas cosas para mí como para ponerlas en palabras.

    Lo había dicho Takeda, ¿no? Debíamos dejar de ser unas tortugas, de refugiarnos en nuestro caparazón, de...

    Kibo...
    —Je —solté con sorna, llevándome la espada desenfundada al hombro, como sí aún estuviera con la saya, sin temor alguno a cortarme: Sabía que no volvería a dañarme otra vez de casualidad, por impotencia o incomprensión.

    maldito niño...
    >>No son mis enemigos, Harima no Kato; Ni tú, ni Takeda, ni Shinrin...— Miré a mi costado izquierdo, mostrando la mejilla que no sangraba, tostada por el constante sol al que había estado expuesta estos últimos meses. Como desearía volver a mi piel blanca como la nieve...

    Mirando el horizonte a lo lejos, a mi izquierda, seguí hablando firme, estoica: Ceño fruncido con sutileza, voz monocorde.
    >>Ni Fuji-san, ni mucho menos Matsuda-kun...— Volteé a verlos entonces, aún con la katana desenvainada reposando sobre mi hombro derecho. Afiancé mi vista sobre Shinrin, solo por que poco me importaba qué dejara o no de pensar Kato sobre mí.




    El único motivo por el cual hubiera detestado su muerte, habría sido ver a Shinrin volver a sufrir por una idiotez... por culpa de los Minamoto, por culpa de su hermano Takano: Por culpa de la víbora despiada de Hideyoshi. Alcé el mentón, siempre sosteniendo una mirada o la otra, ignorado de lleno al perro.
    —Quiero más que solo muerte, no me interesa la venganza...— Volví a encararlos como correspondía, frente a frente, sin alzar el mentón, mientras enfundaba mi katana—: Quiero más que solo acabar con mis enemigos...— Y me empecé a acercar con una sonrisa confiada, a paso lento.

    >>Quiero destruir sus sueños, acabar con sus esperanzas y, sobre todas las cosas, Harima no Kato...— Me detuve a dos metros de ellos, cruzándome de brazos, sonriendo satisfecha y suficiente.

    Sí es que era una inconsciente, confiándome en que no les importaría degollarme sin más... Je; supongo que me fiaba que serían más honorables que la escoria Taira. Volví a la mirada seria, agachando la cabeza solo un poco, sosteniendo la mirada del líder de los Harima.
    >>Deseo con todas mis fuerzas pisotear el orgullo de cada alto mando que se creyó con el derecho de destruir un pueblo inocente...


    Me volteé con rapidez y elegancia, dándoles la espalda; pasé la mano por mi nuca, resbalándola por mi cuello, recordando con dolor que ya no poseía mi largo cabello conmigo... pero de todas formas terminé sonriendo con sorna, mientras observaba los pastos ocre y brillantes.
    —Son libres de castigarme, pero no estoy dispuesta morir...

    Y los miré por sobre el hombro, una sonrisa ladina; condescendiente, transparente.
    >>No sin entregarle a Takeda toda la información obtenida de Sugita no Murai...


    Y miré hacia el frente, hacia el suelo, con una sonrisa leve...
    A la espera de lo que fuera...
    no me importaba sufrir...
    Puede que hasta me diera gracia y todo; el dolor físico por sobre el emocional...

    Ja, Japón estaba repleto de desquiciados idiotas...
    Y yo era una más del montón.



     
    Última edición: 20 Marzo 2021
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    Amelie

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    [Mao; Kato; Shinrin]


    Shinrin observó a Mao, cada movimiento, cada respiración; sosteniendo el mango de su katana. Kato se mantuvo allí, esperando que la niña tomara su vida; pero no fue así.

    —Detesto la indisciplina; debieron haberte enseñado a tomar tus propias decisiones, no dejar que los demás las tomaran por ti. Entregas tu vida porque no eres lo suficientemente fuerte para tomarla ti misma; tu traición no es mía a castigar, será Takeda quien cargue con tu muerte; morirás mientras tus ancestros son deshonrados ante tal acto de cobardía —la voz de Kato seguía siendo la misma de siempre; su rostro igual, sin emociones; así miró hacia el cielo — Llegarán por la noche; se desvió de su misión porque aun su corazón es demasiado frágil, así como el tuyo —bajó la mirada nuevamente —Las guerras no son para corazones frágiles. Si él no puede con sus obligaciones, serán otros quienes carguen con sus errores.

    Shinrin lo observó, sabía que tenía razón; siempre tiene la razón. Aun así le dolía, pues era injusto no vivir amando por haber nacido en un mundo con guerras e injusticias, era injusto que todo cayera en los hombros de unos pocos para salvar a la mayoría. Miró a Mao, una niña; eso la hizo pensar en su futuro, en uno donde tendría hijos, los cuales sufrirían del mismo modo que sus padres si estos no detenían la guerra. Cerró los ojos —Esta es tu última oportunidad, dinos dónde esta Murai; tú ya no podrás tomar venganza ante Gendo —mencionó con frialdad para después abrir sus ojos y clavarlos en aquella niña a la cual por breves momentos consideróa su amiga —Pero puedo prometerte que yo veré que caiga, y con él cada uno de los malditos Taira que siguen vivos, riéndose de la desgracia ajena.

    Mori espero este post tuyo ya para pasar a la noche en Saitama :3
     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, el aire estaba contenido dentro, la sonrisa era amplia; a la espera del castigo... ¿Me habían castigado alguna vez antes? Diría que no, no lo recuerdo; pero puede que las expresiones duras y las palabras precisas, más el amor exacto, hubieran sido más que suficiente para dejarme en claro algunas cosas.

    Los Kobayashi sufrían de enfermizos, era claro que los castigos físicos eran más una condena antes algún método de fortaleza. De cualquier forma, en vez de acciones llegaron voces, más bien la misma voz que le había estado escuchando a Kato. ¿Detestar la indisciplina? Inhalé hondo, en un respiro frío, inflando mi pecho y abriendo los ojos de par en par, entumecida. Mi gesto no demoró en arrugarse, en una sonrisa amplia y tensa, con claro desconcierto en mis cejas fruncidas.
    —Ehje —solté una risa media rara, una inhalación que terminó en monosilabo, abrazándome por un momento a mí misma, encorvando la espalda.

    ¿Qué mierdas decía? ¡Te dije un castigo, Harima no Kato; no que me quitaras la vida!
    >>Hmjhmjhm —reí suave y melodioso, bajo, a labios cerrados y ojos entornados. Pero que idiota~ ¿O yo me saldría demasiado de sus esquemas para que me entendiera? De inmediato giré sobre mi eje, encarándolo con el ceño fruncido con severidad, los labios iban por el mismo lado; imperturbables y amargados. Empuñé con suavidad mis manos, escuchando con atención la información sobre Takeda.

    >>Tch —chasqueé, desviando un momento la mirada hacia el costado, solo por la preocupación de que Takeda estuviera solo. ¿Y me llamaba a mi indisciplinada?

    ¿Cuando él casi mata a su hijo, cuando casi consigue que los de su propia sangre derramaran la suya? ¿Cuando él el que está frente a mí, acusándome de traidora, cuando debería ser el propio Takeda el que lo hiciera? Me crucé de brazos, piernas abiertas para sostenerme con mayor firmeza, mi mirada seguía siendo severa.

    Cualquier rastro de temor o desafío parecía haberse esfumado de momento. E iba a responder, pero en ese entonces Shinrin habló, y mi mirada sin alteraciones calló sobre ella. Se me arrugó el gesto, tan solo un poco, porque en realidad me dolía en el pecho verla ahí; enfretándome, tras todo lo que había pasado. Pero vamos, los ignorantes eran ellos, no los Kobayashi.

    A pesar de que una fina capa de agua cubrió mis orbes, en cuanto Shinrin terminó de hablar volví a mirar a Kato, llevándome mis manos a la cintura.
    —Creo que me has mal entendido, Harima no Kato; Les di la espalda no para que me mataran, les di la espalda para ver sí lastimándome un poco, sin ataduras, se calmaban un poco —hablé monocorde y seria, pero ante un recuerdo mi expresión no demoró en cambiar a un de total sorna, y con ella seguí hablando, aunque mi voz seguía siendo calmada y clara; sin todos demasiado altivos, aunque sí burlescos— ¿No es así cómo tratan a los suyos?

    Alcé el mentón, en verdad furiosa, pero manteniendo mi actitud apacible, la que conseguí tan solo ahora; cada vez mi voz se tornaba algo más aguda y melosa, como un mal licor, siempre sosteniendo los ojos inexpresivos de Kato.
    >>Golpear, golpear y volver a lastimar la espalda de tus preciados hijos~

    Y entonces mi actitud cambió, manos sobre las caderas, y mi mirada de total seriedad calló sobre él.
    >>No me vengas a decir indisciplinada, cuando no me demuestras ni siquiera que comprendes mis acciones.

    Miré a Shinrin, sin prisas, y luego mi mirada volvió a recaer sobre Kato.
    —Sugita no Murai, de momento, a sido el único en que en verdad logró descifrar mi naturaleza...— Y ladeé la cebeza, otra vez con la sonrisa ladina y los ojos de dulce veneno—, aunque tampoco dudo que tú también me hayas descifrado— Y cabizbaja, a ojos cerrados, agregué—; me da lástima no haber podido lograr hacerlo yo contigo.

    Y volví a alzar la vista, con la mirada y sonrisas apacible, esta vez cayendo sobre Shinrin. No dije nada antes de volver a mirar a Harima.
    >>Estoy buscando mi lugar, Kato—. Mi cejas se arquearon con algo de pena, pero mi sonrisa y templanza seguían—, y de momento creo que ese lugar no se encuentra cerca de Takeda, a diferencia de Kenzaburo —había bajado el tono de voz y mis ojos terminaron por cerrarse al final—, mi lugar nunca estuvo al lado... de un guerrero, al parecer...

    Di un pesado suspiro, luego volví a sostener la mirada de Kato, seria con las manos sobre la cintura.
    >>No estoy dispuesta a decirte dónde está Murai, porque no quiero que por culpa de mi ineptitud este lugar se vea envuelto en una guerrilla innecesaria—. Cerré los ojos, volví a bajar la cabeza, pero mi voz era clara y monocorde—. Ocurrió en Nara, al no poder salvar a Chikusa; en Tsu no llegué a tiempo para socorrer a Miko, Hana, la madre de Takeda—. Alcé otra vez el rostro, mirando con seriedad y sin duda alguna a Kato—, también matamos a un inepto que ahora sé, era discípulo de Murai, y...

    Me rasqué el cabello, cabizbaja.
    —Bu-bueno, pasamos por ciudades al separarnos... y tras eso nos reunimos en Kamakura —concluí con una expresión de extrañeza, a brazos cruzados, mirando al señor Harima. Pero vaya travesía nos habíamos mandado. Les volví a sonreír, con esa mezcla de incredulidad y sorna—, y ya saben cuál fue mi último error allá~

    Me volví a colocar las manos sobre mi cadera, cerrando los ojos.
    >>Y sí se lo preguntan....—. Mi mirada volvió a caer sobre la de Kato—, aún no me arrepiento de nada—. Sonreí amplio entonces, entornando la mirada, para encarar con calma a Shinrin.

    >>Bueno...— Volví a mirar a Kato, sonriente—; puede que solo me disguste haberme encariñado con unos cuantos Minamoto— Solté risueña a ojos cerrados, como sí estuviera hablando de el recuerdo más irrisorio—, ¡Morir es más difícil cuando tienes personas que sufran por ti!

    Miré entonces otra vez a mi lado izquierdo, lejos, a las montañas a lo lejos... ¿Dónde estaría mi hogar?
    —Supongo que solo vivo, porque morir sería darle la victoria a los Taira por sobre los Kobayashi —concluí, con calma y una mirada apacible.

    En paz.
    >>Bueno, y para evitar que idiotas como ustedes peleen con Murai y compañía sin autorización de su Señor Minamoto no Takeda, claro~ —finalicé con clara mofa, melodiosa y dulce.

    Vamos, sí iba a morir que al menos fuera tras divertirme con el monstruo~
     
    Última edición: 28 Marzo 2021
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    Amelie

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    [Mao; Kato; Shinrin]


    "Golpear, golpear y volver a lastimar la espalda de tus preciados hijos"

    Las palabras de Mao no calaron en Kato; pero Shinrin parecía desconcertada, observó a Mao y la señaló —Jamás nos ha golpeado de ese modo; sólo en el rigor de los entrenamientos —mencionó Shinrin —Mi padre sólo castigaba nuestra indisciplina con largos silencios y exilios, no con brutalidades como las que mencionas.

    Kato volvió a colocar su brazo frente a Shinrin, quien comenzaba a perderse en sus emociones —Estás dejando que te domine con sus palabras— mencionó firme haciendo que Shinrin diera un paso hacia atrás.

    "...aún no me arrepiento de nada"

    —Por eso has elegido a Murai sobre Takeda, a los Taira sobre los Minamoto, y tú misma lo has dicho, liberar a Murai ha sido un error, y aun así estás intercediendo por él sin arrepentire, ¡Sabes lo que está mal y lo sigues haciendo!

    —Shinrin; me estás deshonrando— volvió a decir Kato, haciendo que esta callara de inmediato.

    "Supongo que solo vivo, porque morir sería darle la victoria a los Taira por sobre los Kobayashi. Bueno, y para evitar que idiotas como ustedes peleen con Murai y compañía sin autorización de su Señor Minamoto no Takeda, claro"

    —Yo no necesito autorización de Takeda para pelear con quienes yo creo que son un peligro para el clan— mencionó Kato —Agradezco toda la información que me has brindado. Con lo que has dicho sé que Murai sigue en Saitama, y que está en compañía de otros Taira —miró a Shinrin —es todo lo que necesitaba saber de ella, no me interesa seguir escuchando sus quejas; cuida sus movimientos. Yo iré a la ciudad a asesinar a los Taira que estén presentes —colocó su mano en su hombro —cuando llegue Takeda; asegúrate que termine su misión y elimine a la traidora; después vayan a Shizuoka, yo me encargaré del resto.

    Shinrin afirmó preocupada; Kato se separó y ella lo tomó del brazo —Cuídate ¿Si?

    Kato afirmó y se soltó del agarre para ir a la ciudad.




    El rol proviene de Fujimi







    [​IMG]

    La noche descendió en Saitama; Takeda llegó junto con Yuzuki, Matsuda y sus nuevos aliados; Kyoko y Hayato.
    Kiba los esperaba y les guió el camino dónde encontrarían a Shinrin.

    Mori te puedes escapar de Shinrin (pues es sólo una persona y no estás atada), tirando un dado de 50 caras :3

    1-30 no escapas, te hieren o matan en el intento
    30-39 no escapas, logran detenerte
    40-49 escapas
    50 escapas sin ser vista

    Hitori si Mao escapa puedes interceder tirando un dado de 50 caras (siempre y cuando Mori no saque un dado de 50)

    1-30 no puedes detenerla
    30-39 la logras detener
    40-49 la lastimas lográndola detener
    50 al intentar detenerla, la matas
     
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    Kaisa Morinachi

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    Aquella niña

    Miré con absoluta seriedad su respuesta, intercalé miradas entre Kato y Shinrin, realmente enfurecida; no había caso, ya me habían condenado. Solté un gruñido, viendo como la figura de Kato se alejaba.

    —¡Cómo este pueblo termine reducido a cenizas, yo misma vendré en busca de...!— Me mordí con fuerza la lengua, apretando de igual manera los puños, sintiendo la tensión en los dedos y mi corazón desenfrenado.

    No había tiempo. No había... Sorbí, soltando un par de lágrimas, sin detenerme a pensar en las últimas palabras de Shinrin hacia Kato: Me di media vuelta, y con mi mayor sigilo, corrí entre los pastos, agazapada y veloz, pasos amortiguados.

    Rauda... sin demasiadas esperanzas. Seria...

    ¿Lista para mi condena?...
    Supongo que nunca lo estuve.






    が​








    る​






     
    Kaisa Morinachi ha tirado dados de 50 caras para Ay por el Kamisa quelacustodie Total: 43 $dice $dice
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
    Campo de flores

    Hayato se había mantenido firme a mis atenciones, de tanto en tanto arrugaba los gestos pero nunca me dijo que me detuviera y pude terminar de atenderlo de forma que al menos el daño del ojo no siguiera expandiéndose a la piel circundante. Sus palabras sobre la venganza me hicieron dedicarle una sonrisa algo resignada, claro que podía hablarle de que estaba bien querer vengar a nuestros padres, pero que había que ser capaces de ver con claridad a pesar de ese deseo, para que no nos consumiera. Sin embargo, ese lugar y ese momento no eran los adecuados.

    La dediqué una caricia suave en el rostro al terminar y pronto estuvimos en marcha junto con ellos para llegar a Saitama, como se supone que debíamos hacer en un principio.

    Al llegar Kiba nos recibió, guiándonos hasta donde se encontraba Shinrin sin estar acompañada de Kato. Me había parecido escuchar algo antes, mientras nos acercábamos, y apenas bajar del caballo noté el movimiento por el campo, el pasto sacudiéndose al ritmo del movimiento de alguien que intentaba huir claramente.

    Me recordaba bastante a un animal, dicha sea la verdad.

    Pero yo también era uno.

    Me excusé rápidamente con el señor, Matsuda, nuestros dos acompañantes y la propia Shinrin para luego seguirle los pasos a la persona que huía. Desenfundé la katana de Aoi en el camino y cuando estuve lo suficientemente cerca prácticamente me le fui encima. El corte del costado me lanzaba chispazos de dolor directo a la cabeza, pero era mucho más manejable ahora que estaba suturado y tenía cosas más importantes que hacer.

    Logré tirarla de forma que detuve su carrera, la alcé sujetándola del hombro y la pegué a mí, colocando el filo de la katana en su cuello. Respiré con cierta pesadez, culpa de la herida, y pensé que tenía cierta gracia que yo de toda la gente le hubiese caído de la nada, como un perro de cacería. Mis ropas seguían impregnadas de la sangre de Kai, que había arrastrado hasta Fujimi, y aunque seca debía cargar conmigo la genuina peste de la muerte.


    Por primera vez no me importaba demasiado.


    Presioné apenas lo suficiente para que lo entendiera como una advertencia y hablé sin alterar mi tono de voz tranquilo, como si fuese lo más normal del mundo. Solo se me notaba un poco agitada por la carrera que había pegado sin planificarla.

    —Un placer verte de nuevo —dije al reconocer por encima su perfil y su estatura, era evidente que era la chiquilla que habíamos ido a buscar—. Ahórrate el hablar mucho conmigo, solo gastarías saliva. Lamento la demora, tuvimos... Contratiempos, como ya debes suponer, pero el señor ya está aquí.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Caí, me levanté, intenté seguir corriendo, opacar mi voz y toda la tontería. Se sentía similar a cuando decidí huir su buen par de veces, para no interponerme entre Kenzaburo y cualquier asaltante, o persona que buscara su cuello. Solo que ahora no quedaba nadie atrás... ¿Dónde estaría él? ¿Habría encontrado a Kibo?

    Solo deseaba que ambos estuvieran a salvo... oh, como lo deseaba...

    Me tropecé por tercera vez, no puede evitar el improperio que bufé como aire helado, intentando pararme otra vez, ignorando cualquier rasmillón y cansancio. Lástima que no pude seguir huyendo. Sentí el filo de la katana, no necesité nada más para inmovilizarme por completo, con un gran nudo en la garganta. Inhalé hondo, escuchando una voz muy cerca de mi oído, que jodida mierda; se sentía como los viejos perversos. Solté el aire despacio, con calma, logrando así que mi cuello y gargantas apenas se movieran. ¿Ehhh? ¿Qué tonterías decía esta chica?

    Para gastar saliva, tú ya lo has hecho mucho.
    —Ehhh~ ¿Lograron traer a Takeda hasta acá? ¿No intentaron matarlo como a Kato en Kamakura~?
    Sugoi~ —solté con voz en exceso fina, un hilo casi invisible, pero firme. En parte, porque mantener la garganta inmóvil y respirar me hacía hablar despacio y agudo, pero eso mismo también ayudó a relajar mi cuerpo, a centrar mi mente, afilar mi lengua.

    Sin mover la cabeza, busqué su mirada con mis ojos, sonriendo amplio, al máximo y siempre apretando mis dientes para reducir el movimiento de mis músculos.
    —Nunca me importó gastar saliva, desgraciada desafortunada~ —. Y mi vista viajó al frente, al cielo nocturno—. ¿Qué se siente amenazar de vida a alguien que té costó un kimono salvar?...

    Inhalé hondo, sin moverme realmente, era experta en quedarme quieta tal estatua... Un tronco... je, que estupidez.
    >>Ohhh —solté con esa voz aniñada que salía al no tener opción, y no demoré en volver a sonreír—. Cierto que solo salvaste a Kenzaburo, ahora él es un gran guerrero, ¿no crees? Jiji.

    Y me quedé ahí, sonriendo amplio... a la espera de algo.
    >>Hueles a mierda.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami
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    Al menos sabía cuándo quedarse quieta, la mocosa, no podía decirse demasiado de saber cuándo quedarse callada pero tampoco podía pedirle tanto a una niña que había liberado a Murai Sugita, ¿cierto? Liberando al hombre que podía haber matado a Takeda, que casi había acabado con nuestro segundo al mando, así tan fresca. Además, casi todos los que habían crecido fuera de Kamakura estaban acostumbrados a hablar de más.

    Qué cosa tan linda.

    Mi clan entero ya la hubiese matado si siguieran con vida, por jugar así con la de nuestro señor.

    Contuve la gracia que me provocó su comentario, fue una diversión de lo más oscura, me bañó el cuerpo y me ayudó a bueno, no tomarla en serio pero ni de broma. Posiblemente en otro momento de mi vida sus comentarios habrían logrado sacarme de mis casillas, lo sabía bien, pero ahora mismo estaba allí con ese grupo con un deber como extensión del estratega del clan y, para variar, no era morderle la yugular a una chiquilla.

    No todavía por lo menos.

    Pegué apenas un poco más el filo del arma a su cuello mientras caminaba despacio, de espaldas, arrastrándola conmigo de regreso a la posición en que había dejado a los demás. Había salvado a Kenzaburo, efectivamente, a ella solo le había dicho que evitara el sangrado con un trozo del kimono y podría decirse que esa diferencia se veía con creces; el hombre había sabido actuar incluso bajo la misma ignorancia que Kobayashi aquí presente.

    ¿Qué había hecho ella? Liberar a un asesino.

    Hueles a mierda.

    —Gracias —resolví todavía en el mismo tono de voz—. Fue cortesía de los Taira en Kai, pero nos los cargamos de todas maneras.
     
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    Kaisa Morinachi

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    JAJAJAJAJA PERDÓN, NO ES NI NOrmal lo mucho que me he reído con esto ;W; Lo tomaré como un metodo de defensa de mi psyquis (?)

    Mao
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    Me centré en inhalar, exhalar, nunca dejar de revitalizar mi cuerpo con aire limpio. También me encargué de relajar mi mirada, de dejarme guiar por ella, hasta le había echado un poco de mi peso encima y toda la cosa, aprovechando que no había nada en esa entrepierna~

    Mi sonrisa se amplió en cuanto mencionó lo de los Taira en Kai, serían hijos del demonio~ demás que sí. Exhalé con suavidad, siempre dejándome guiar por la chica, siendo bastante colaborativa. En un momento hablé, con ese tono agudo y calmado que me salía por necesidad, para no pasarme a llevar con el filo de la katana.
    Veo que eres mala esquivando la sangre~ —hablé con ligereza, mirando siempre al frente, que no dejaba de cambiar debido a que me encontraba... entre los brazos de una doncella~ Era hasta placentero percatarme de su musculatura, ¿ella también lo haría con la mía, o lo pasaría por alto? A saber~

    —Pero tu pulso es de admirar —comenté monocorde, sin alterar la voz con mofa como en las ocasiones anteriores, porque vamos: Ser hija de Oni no me hacía ser una orgullosa de mierda que no sabe reconocer las buenas habilidades cuando las ves, su capacidad para no alterarse también era espectacular.

    O yo una simple niña ingenua~
    >>Me alegra que Takeda haya llegado bien —solté con un volumen más bajo, gracias a la voz pendida de un solo hilo, podía llegarse a confundir como un simple desliz auditivo; algo que no sabías sí lo dije o no. Yo misma ya no sabía sí solo hablaba o pensaba.

    No me importaba mucho en estos momentos, en realidad; mantener una fachada. Era carne muerta, solo eso.
    >>Será una linda noche manchada de rojo otra vez —mi tono agudo de alguna forma logró mostrar algo de suavidad, seguramente debido a los grandes silencios que me marcaba.

    Sonaba calmada, pero bueno: Nunca lo estaría realmente. Supongo que siempre sería así: Yo alrterada...

    Bueno, pero al conseguir la flor para Hajime en verdad logré sonreír~ ¡No todo era tan malo! Pestañee dos veces, soltando lágrimas en ambas, soltando con extrema lentitud el aliento por mi nariz, siempre sonriendo al máximo.

    La sonrisa de mi madre estaba plasma frente mío...
    Je...
    Maldito monstruo.
     
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    Amelie

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    [Mao; Kato; Shinrin]


    Matsuda fue el primero en observar como Yuzuki se movía; atacó a su presa de una manera certera; algo que él no quería hacer a pesar de que los pasos sigilosos de Mao no podían confundirlo. Yuzuki se había movido con tal habilidad que fue Shinrin la que también admiró su habilidad en silencio.

    Kyoko se mantuvo al margen de la situación junto al pequeño Hayato; quien no parecía querer intervenir, observó a Yuzuki y al verla someter a la pequeña lo hizo dar un pequeño salto; era una niña posiblemente un poco mayor que él; pero no dijo nada. Había visto a Yuzuki actuar, su nobleza y ayuda lo obligaban a no dudar de sus acciones. Takeda notó el sobresalto de Hayato —Ella traicionó a nuestro clan; liberó a uno de los Taira más peligrosos. Murai Sugita.

    Hayato miró la escena apretando sus puños.

    Shinrin se acercó a Takeda, odiaba ser ella quien debía darle aquellas palabras; pero antes de que pudiera decir algo Takeda preguntó —¿Dónde está Kato?

    —Al parecer Murai no está solo aquí; ha ido a buscarlos y terminar con todo; me ha encargado decirte que eres tu quien debe acabar con esta misión; y después debemos volver a Shizuoka, sin esperarlo.

    —Entiendo —respondió Takeda clavando su mirada hacia Mao; para después acercarse lentamente.



    —Confiamos en ti; te dimos una familia con la cual contar; cuidé de ti —cerró sus ojos deteniéndose —Ese último día en Kamakura; te dije que había caminado el mismo tramo que tú recorrías ahora; perdí todo, y el poco amor que me daban era para ser destruido por los los Taira; mi mundo se vino abajo. Me obligaron a la soledad. ¿Crees que no sería difícil para mi ver morir a Murai? Es hermano de mi maestro; verlo lamentablemente me recordaba a Hiro. Fue mi falta de decisión lo que causó todo esto; debí haber apresurado su ejecución; pero decidí ponerme a llorar en su lugar. Debí haberte detenido aquella noche; pero no hice nada; porque fui débil.

    Abrió sus ojos; no eran los mismos que Mao había visto en Kamakura hace unas lunas; estaban vacíos, al menos antes podía ver la profunda tristeza y preocupación en ellos —No volveré a ser tibio en mis decisiones Mao, nunca más.

    Takeda siguió avanzando mientras desenfundaba su katana; aquella que habían recuperado en su nombre; la sostuvo con firmeza, recordando a cada uno de ellos —Tú has tomado tu decisión; liberaste al asesino de mi maestro; de mi mejor amigo; aquel que intentó matar a mi segundo al mando; destruir al clan Fujiwara. Por eso, debo tomar tu vida esta noche.

    Matsuda avanzó hacia Takeda y lo sostuvo del hombro —Takeda espera...

    Takeda lo miró —Tú también pudiste haber muerto por sus venenos Matsuda; piensa en lo que hubiera sido de Fuji si Kohaku no te hubiera salvado; Tenshin fue discípulo de Murai, eso es algo que me has confirmado tú mismo.

    Matsuda no lo soltó, lo sostuvo con firmeza, algo que jamás había hecho —Este no eres tú

    Takeda se safó del agarre de Matsuda para luego extender su mano y mostrarle el mala a Matsuda —Chikusa murió porque yo confié demasiado en las personas. Lo que he sido hasta ahora no ha evitado muertes, las ha provocado; el perdón y la benevolencia resultan ser un obstáculo en mi camino; dado que el amor y el miedo difícilmente pueden existir juntos, si debo elegir entre ellos, es mucho más seguro ser temido que amado.

    —Takeda...—mencionó Shinrin por lo bajo mientras una lágrima escurría por su mejilla.

    —¿Acaso te estás escuchando? —Matsuda trató nuevamente de detenerlo.

    —Me escucho mas que nunca —Observó a Matsuda —Lo que vimos en Fujimi lo terminaremos viendo en cada rincón de Japón. Esto debe acabar; porque mataré a todos los Taira en mi camino.

    —Ella no es un Taira...—Matsuda aun intentaba convencerlo. Pero parecía inútil

    Takeda avanzó hacia Mao hasta estar frente a ella y Yuzuki —Esta noche muere el viejo Takeda junto a ti

    [​IMG]

    —Dime tus últimas palabras; esas que quieres que le diga a aquellos a los que aun aprecias— mencionó señalándola con Genji —Considéralo la última cortesía que tendrás hacia Kenzaburo; porque merece respuestas, las cuales escuchará de mi voz, no de nadie mas. Porque yo seré quien ejecute a la persona que veía como una hija; yo, aquel al que considera su amigo. Todo en nombre de la justicia.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo

    Me desconcertó ver a un niño en escena, y la señora lastimada solo me hacía recordar al sin fin de personas que encontré en mi camino junto a Kenzaburo, cuando solo era una niña sin futuro más; débil, perdida en su cabeza, inútil...

    Pero ya no. Arrugue el gesto, actué severa, y en cuanto terminé de ver a todos los presentes miré a Takeda, con las manos empuñadas, duras como piedra.

    Antes que nada, mientras hablaba, miré de reojo a la señorita que me apretaba.
    —Aleja tu puta katana de mi cuello, ya no te necesitan. No pienso huir —más bien siseé tal serpiente, clavando poco después mi vista sobre Takeda.

    La rabia que se fue acumulando palabra tras palabra fue peor que la angustia que me generaba cada punzada en mi corazón, de verle en esa situación, de ver de manera panorámica las reacciones difusas de los otros...

    Pero sí algo podía sentir con fuerza eras las voces, y algo pareció hacer chispa en mi en cuanto sentí ese llanto. Uno breve, silencioso, y solté un jodido gruñido.

    Un gruñido que pronto fue una inhalación profunda, mezclada con un poco de mucosa, mientras aparentaba más mis puños y alzaba a lo máximo el mentón, apoyando mi cabeza sobre el hombro de Yuzuki, en un intento mediocre de alejarme del filo de su katana.

    Al exhalar sentí un pena que parecía no reconocer hace mucho, era distintas a esa pena mezclada con rabia que sentí cuando Hideyoshi desprestigió a los chinos. Esta pena era del agotamiento, de la flaqueza; mi mirada solo se inundó de lágrimas, mientras apretaba mis labios y sollozaba despacio.
    —No puedo, Takeda... No puedo hablar ahora —fue lo único que logré murmurara entre sollozos.

    Formé una sonrisa amplia y tensa, relajando un poco mi ceño tensado, mirando el filo de la katana de Harima Yuzuki... ¿O sería de otra?
    >>Rengo quería que te dijera... No lo sé, que te mandara su despedida... En verdad te quiere —musité, con una leve sonrisa en los labios.

    Luego volví a encargar a Takeda, sonriendo amplio.
    >>Natsu mató a Hana, y al tipo que Kenzaburo y yo matamos en Tsu, fue el último discípulo de Murai...

    Mire el suelo, sonriendo amplio, no sé sí tranquila al tener el rostro hirviendo, las lágrimas sin dejar de brotas, y mi respiración apretándome el pecho.
    —No tengo nada que decirles a Kenzaburo o Hideki... Desearía...

    Negó suave con la cabeza, sonriendo cada vez más tenso, terminando con una mueca de absoluta tristeza antes de cubrirse los ojos con las manos, poco le importaba ahora el filo de la Minami, tan solo de cubrió cabizbaja y sentenció.

    >>Si me matarás, hazlo con mi katana... —jadeó ronco, con voz quebrada, pero grave...

    Entonces alzó la mirada, apretando los puños con fuerza, mirando con esa expresión severa: Ceño fruncido, ojos desafiante y mueca amargada. Decidida, por un momento sus ojos parecieron chispear con calidez, y la voz rota se tornó firme y demandante.
    >>Pero sí no eres capaz de matarme... siendo el Takeda que conocí, déjame escupirte a la cara...


    Fruncí el ceño con fiereza, dejando atrás paulatinamente la voz quebrada y las lágrimas angustiadas.
    >>¡Solo puede matarme el líder que conocí en Nara, el líder que me enseñó de vuelta que era la compasión, al líder que protegí cuando nos separamos en grupo!

    Sorbí fuerte, pasé mi antebrazo por sobre mis ojos y encaré con mi rostro rojizo a Minamoto no Takeda.
    —Porque ahora mismo no veo al Takeda que deje en Kamakura, y mucho menos veo a un Minamoto impartiendo justicia...

    Sonreí con sorna, me crucé de brazos, siempre evitando el filo de la katana de Yuzuki.
    >>Te falta coraje, pues dejaste de ser una tortuga...— Mi mirada se volvió severa y mi voz seria—, pero ahora veo a un monstruo despiadado, que no es capaz de escuchar el grito de sus aliados, perdiendo de vista la benevolencia de sus pares—. Siempre mirándolo a los ojos, muy calmada—. Lo que te lleva a gritar y comportarte de una manera irracional, estás siendo cruel: Me hieres con tu actitud de mierda, Takeda, le estás faltando el respeto a todo lo que te brinde...

    Cerré los ojos entonces, soltando un quejido ronco, tensando los brazos a mi alrededor. Luego lo volví a encargar, con una expresión más suplicante, aunque mi voz se mantuvo monocorde.
    >>No me estás demostrando quién eres o sientes en verdad—. Negué con la cabeza, algo más rápido, desesperada—, algo me dice que no me estás diciendo la verdad.

    Y volví a cerrar los ojos, ahora tensando los labios con frustración.
    —¿En verdad deseas matarme, Takeda?— Alcé la vista, ahora con determinación, no había rastro de duda, odio o impotencia. Solo seguridad—. ¡¿En verdad crees que es buena opción matarme?!

    Sonreí de manera torcida, destensando mis brazos cruzados, incrédula al negar con suavidad.
    >>¿Has pensado... qué aún estás siendo manipulado por tus emociones?

    Entonces ladee la cabeza, sonriendo con suma ternura, una mirada compasiva y de comprensión, igual que mi voz.
    >>Sí quieres tengamos un duelo de espadas, Takeda...— Cerré los ojos, dispuesta a darlo todo—, pero no dejaré que tú, cegado por el odio, la impotencia y la culpa, seas quién tomé mi vida sin poder luchar con mi katana...

    Volví a sostener su mirada, con la sonrisa que seguro nunca vieron mis hermanos, pero yo hubiera amado que me llegaran a conocer algún día con ella.
    >>¿Qué te parece? Tú y yo, uno contra uno...

    Y entonces agaché la mirada, observando un espacio en el suelo a mi derecha, sintiendo las briznas, antes doradas, con mis manos.
    >>Otra cosa sería exiliarme, o cortarme la lengua, ya que adoro cantar...

    Volví a sonreírle, a ojos cerrados, sonrisa extensa y ceño fruncido con pena.
    —Así que... Creo que lo que en verdad odiaría, es morir por culpa de Genji, por decisión tuya.


    Agaché la mirada con esa última expresión y con los ojos entreabiertos sentencié:
    >>Eso sería todo.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami

    Campos de flores

    Me hacía a la idea que una parte de las confianzas que se estaba tomando, al menos por cómo sentía su peso, eran porque era una mujer también y tan siquiera eso se lo iba a conceder, no tenía que estar alerta por nada que no fuese la katana en su garganta. Percibía su respiración, que había terminado por acompasar al filo contra su cuello para permitirle por lo menos hablar sin ir a rajarle la piel ni nada.

    Cualquiera era malo esquivando su propia sangre, pero no estaba allí para darle explicaciones a una niña de su clase y su comentario sobre mi pulso estuvo por hacerme flaquear, pero conseguí mantener la sonrisa a raya por lo menos en lo que seguía llevándola conmigo.

    Me alegra que Takeda haya llegado bien.

    ¿Sí? Porque no podemos decir que fuese gracias a ti.

    Estamos perdiendo al Takeda que intenté recuperar por tus decisiones asquerosas.

    Como fuese no me apetecía seguirle haciendo conversación, mucho menos cuando lo que pensaba decir era que más le valía haberle tomado gusto al rojo porque por gente como ella iba a seguir esparciéndose sobre el suelo como habíamos visto en Fujimi. Tampoco pensaba soltarla hasta no recibir una orden explícita.

    Sabía que Hayato estaba presente, lo tenía muy claro, era un niño como Kobayashi pero ella había traicionado nuestra confianza y lo que me había movido era la misma justicia que me había hecho sacar la cabeza empalada del padre de Hayato del poste de madera para entregársela. Lo hacía para que los muertos, también los vivos, pudieran descansar.

    Nunca recibí la orden de soltar a la chica, no del señor.

    Escuché que ella pedía que la soltara, diciendo que ya no me necesitaban y que no pensaba huir, pero ya muchos errores habíamos cometido como para permitirme otro.

    —No recibo órdenes de niñas que liberan presos de guerra —respondí sin más.

    Mantuve el agarre en torno a su cuerpo mientras Takeda se acercaba y escucharlo me rompió el corazón de la misma manera que lo había hecho verlo romper a llorar entre mis brazos, como un niño perdido. Sabía que ese momento, más que la captura y ejecución de Murai, era por el que Takano me había enviado con ellos, por eso escuché cada palabra del señor, la dejé estaquearme el pecho y contuve las lágrimas.

    Matsuda y Shinrin estaban intentando detenerlo, por supuesto, porque era cierto que ese no era él pero quisiera o no, debía aferrarse a ello o dejarlo ir. No implicaba perdonarle la vida a Kobayashi o reducir el peso del crimen que había cometido, sin mencionar siquiera que le había prometido a Kirara que vería que la justicia se impartiera, sino que debía tomar su decisión con la cabeza fría. Lo más fría posible por lo menos.

    Tomarla y vivir con ella, sin dejar que lo consumiera.

    No se trataba de ser amado o temido, por triste que fuese todo se reducía a ser fiel a la justicia propia o no, por más que doliera. No decía que acabar con la vida de una niña fuese algo que tuviese que aceptar sin más, pero tampoco se trataba de que matara con ella al Takeda que era. Se trataba de muchas cosas menos de eso.

    Escuché a la chiquilla sollozar pero eso tampoco sirvió para cambiar mi convicción de no dejarla ir. No iba a privarla de su llanto, obviamente, pero en sí tampoco me estaba provocando nada particular como para aflojar el agarre siquiera. Podía mantenerme así de tranquila porque no había lazo alguno, ni siquiera de clan, que me uniera a esa niña.

    No sentía nada por ella. Era solo alguien que debía responsabilizarse de sus actos.

    Cuando escuché el nombre de Rengo creí haberme convertido en Takano por un momento, fruncí el ceño con fuerza, y lo mantuve así hasta que escuché sus palabras. Rengo le había dicho que me dijera algo, así que significaba que había estado allí cuando se fue.

    Despedida.

    En verdad te quiere.

    Apreté la mandíbula y solté el aire un poco de golpe, podría haberle agradecido por darme su mensaje pero solo pude pensar en que Rengo era un idiota por no haberme dicho en la cara que iba a irse.

    Natsu mató a Hana.

    ¿Me sorprendía? Ni un poco realmente.

    La dejé hablar, que dijera todo lo que tuviera que decir y que pidiera cómo deseaba morir incluso o, bueno, luchar por su vida más bien e ignoré más de la mitad de cosas que dijo para el señor a pesar de que me parecían, a secas, una falta de respeto, pero aún así digamos que en esencia estaba siguiendo su tren de pensamiento.

    Y antes no había podido hablar con Takeda.

    Me obligué a abrir la boca y hablé de forma diferente, no como si fuese solo su perro de guerra. Le hablé como le hablaría a los Harima a pesar de que según mi crianza eso era suficiente para recibir un castigo, porque Takeda era nuestro señor, no una persona con la que había crecido.

    —Escucha a Shinrin y Matsuda, Takeda, me debes un favor por lo de Kamakura y quiero que sea ese. Escúchalos y escúchame a mí, como una extensión de Takano, que estuvo por perder la vida bajo el veneno de Murai.

    Tomé aire con cierta fuerza, estaba tratando de mantenerme serena como había hecho incluso cuando tuve la oportunidad de abrirle el cuello a Kato.

    —El perdón y la benevolencia que ves como obstáculos son lo único que verdaderamente necesitamos, el miedo también es necesario porque nos mantiene en movimiento, pero sin el amor lo único que vamos a sembrar en esta tierra no es diferente a lo que sembraron los Taira y caminaremos, sin rumbo, hasta alcanzar el escenario que vimos en Fujimi. Todos cargarán encima el mismo hedor a muerte que se desprende de mí ahora. —No sabía cómo conseguía mantenerme en una pieza, pero allí estaba—. Algunos debemos cargarlo para librar a los demás de él, es una pesadilla y una tortura que nos seguirá por siempre, hasta que nos entreguemos al filo de una katana, a la enfermedad o a la tierra simplemente, pero es nuestra misión y nuestro objetivo último. Si dejamos solo el miedo... Las personas que intentamos proteger terminarán por sucumbir bajo nuestro peso y las muertes violentas no se detendrán nunca.

    Guardé silencio entonces, tratando de hilar el resto de mis palabras, ajustando las piezas del tablero o al menos intentándolo para cumplir con el deber que tenía allí, en el grupo. Para cumplir con mi función según mi propia justicia, no la de mi madre o de mi clan únicamente.

    —No te pido que le perdones la vida a nadie, tengo promesas con los Fujiwara también, como hermanos de las flores que son, y pienso cumplirlas. Ni Murai ni la traidora van a salir de esta prefectura sin que la justicia de nuestro clan y el suyo se imparta, porque el mundo tiene leyes y conflictos habrá por más que deseemos evitarlos. Pero te pido que no nos sentencies a ver morir al Takeda que nos hizo unirnos a todos con ella, a pesar de la peste a muerte que cargas contigo desde que eres capaz de recordar. —Tragué grueso, la garganta se me estaba secando—. Shinrin, Matsuda, quienes fueron a Shizuoka con Takano, y yo, todos estamos aquí porque vimos en ti un líder que no nos infundía miedo. Nos quedamos porque vivimos un líder capaz de amarnos, incluso con todos los espíritus que cargamos con nosotros.

    Tenía a la mocosa amenazada todavía, insistía en no soltarla de no recibir una orden de su parte, pero aún así me las arreglé para poner mis piezas en orden y dedicarle a Takeda una suerte de sonrisa, luego deslicé la mirada hacia Hayato y Kyoko, antes de regresar a él.

    —Eres capaz de amarnos como tu familia, Takeda, incluso después de las pruebas que has tenido que superar una tras otra. Confío en ello.
     
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    Kaisa Morinachi

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    "..."

    En un momento no pude más, las palabras de aquella tipa llegaban sin alteración a mis oídos, mi sonrisa amplia empezaba a temblar mientras sentía que gran parte de lo que decía tenía más que razón. Había sido... tan estúpida, ¿desde siempre fue así? ¿Tan mediocre era? Intenté tantas cosas, desesperada por alcanzar la cima y al final, como temía, sería borrada como cualquier otra simple cosa, sin lograr nada.

    Tanto... ¿tanto...? Mi respiración ya era irregular, entre hipidos y más, sobreponiéndose sobre la voz de la tipa. Más bien no lograba apocarla, porque a pesar de todo mis llantos seguían siendo jodidamente recatados, tal vez era la única que los oía con insistencia. La cosa es que mis piernas temblaban, aferré mis manos a las prendas que cubrían mi pecho, cabizbaja, poco me importaba a esa altura el filo de la katana, que ya había logrado hacer uno que otro corte leve.

    —Ya mátenme —gemí, aferrándome con fuerzas a los pliegues de mi prenda, sobre mi corazón más latiente que nunca—, siempre me quise morir de todas formas —seguí entre sollozos, algo incomprensible, ya sin siquiera con un volumen neutro, estaba por debajo de la norma.

    Suspiré pesado, mirando las briznas oscurecidas. La sonrisa había seguido ahí, en cada palabra, como sí fuera incapaz de deshacerme de ella. ¿Por qué? ¿Así se sintió la desesperación de mamá en su último aliento? Qué cobarde.
    >>Por lo menos ahora tengo un motivo —murmuré, empezando a respirar con cierta suavidad, con mis ojos entrecerrados clavados en el pasto.

    Lástima que fuera en manos de los Minamoto...
    je...
    que estúpido.
     
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    Amelie

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    [Mao; Kato; Shinrin]




    —Natsu...— su respiración se agitó, las memorias de Tsu lo invadieron —Otro traidor... —apretó sus puños con fuerza; pues él había ayudado incontables veces al clan, fue quien descubrió el veneno letal utilizado en Chikusa; curó sus heridas al salir de Nara; salvó a Takano, a su vez fue el quien seguramente lo noqueó cuando intentó ayudar a su madre. ¿Qué lo movía? Maldición, sabía los movimientos del clan, conocía a sus integrantes. El agarre en Genji era cada vez más fuerte, tanto que por su fuerza, el brazo comenzó a temblar.

    "Porque ahora mismo no veo al Takeda que deje en Kamakura, y mucho menos veo a un Minamoto impartiendo justicia..."

    Takeda enfocó su mirada sobre Mao —Un Minamoto impartiendo justicia fue mi padre; enfrentando cara a cara a Sakurai; siendo asesinado por la flecha de Akishino. ¿Qué es justo ante el mundo? ¿La flecha matando a mi padre? No, ¿Acaso es justicia liberar a Murai? No —observó a Matsuda, luego a Shinrin —El Takeda que dejaste en Kamakura fue al que decidiste traicionar.

    "Lo que te lleva a gritar y comportarte de una manera irracional, estás siendo cruel: Me hieres con tu actitud de mierda, Takeda, le estás faltando el respeto a todo lo que te brinde..."

    Takeda se mantuvo allí escuchándola —No tienes derecho de hablar de crueldad; has sido tú quien ha faltado al respeto a todo lo que representaba; pero lo hiciste por algo. Tomaste mi debilidad y te aprovechaste de ella

    "¿En verdad deseas matarme, Takeda? ¡¿En verdad crees que es buena opción matarme?!"

    Calló.

    "Así que... Creo que lo que en verdad odiaría, es morir por culpa de Genji, por decisión tuya"

    —Muchos me odiarán por las decisiones que tome; eso es algo que no podré evitar; pero las tomaré sin dudar de ahora en adelante; porque de mis decisiones dependerá la vida de los míos— levantó a Genji.

    "Escucha a Shinrin y Matsuda, Takeda, me debes un favor por lo de Kamakura y quiero que sea ese. Escúchalos y escúchame a mí, como una extensión de Takano, que estuvo por perder la vida bajo el veneno de Murai."

    Se detuvo al escuchar la voz de Yuzuki.

    "Si dejamos solo el miedo... Las personas que intentamos proteger terminarán por sucumbir bajo nuestro peso y las muertes violentas no se detendrán nunca"

    Aquello era verdad; lo había visto de primera mano, ¿Acaso se acercaba a pensar al igual que Akishino?

    "Pero te pido que no nos sentencies a ver morir al Takeda que nos hizo unirnos a todos con ella"

    Bajó a Genji mientras recordaba aquellos momentos alegres; recordó las palabras de Takano en Kamakura, el golpe en el rostro, tanto de él como el de Shinrin ¿Cuántas veces mas tendría que ubicarlo en la realidad? ¿Cuál era la verdad? ¿Cómo debía dirigir? Cada pregunta lo hacía sentirse cada vez más perdido.

    "Siempre hay más de una opción Takeda; que nunca te digan que sólo existe una forma de hacer algo en vida"

    La voz de su maestro entró a su memoria como un relámpago, aquellas palabras habían sido contradichas por todos los líderes que había conocido, por lo que lentamente comenzaba a olvidarlas. Miró a Genji en sus manos; después miró a Yuzuki y afirmó.

    —¿Cuántas veces tendré que agradecerte? —preguntó hacia Yuzuki mientras su expresión se relajaba; tomó aire y suspiró con fuerza; observó a Mao.

    "Ya mátenme"

    Sus palabras lo hicieron bajar la mirada.

    Si me dejo llevar por mis sentimientos en momentos de crisis puede que tome una decisión que termine llenándome de arrepentimiento. Eso te dije en Nagano —observó su mala atado a su muñeca —Ni tu peor enemigo puede dañarte tanto como tus propios sentimientos.—cerró los ojos — No; no deseo matarte

    ¿Qué es lo que debes de hacer si el pájaro no canta?

    Unos dirán que debo matarlo, porque si no canta es inútil ante su naturaleza....

    Otros dirán que es cuestión de tiempo, que el pájaro cantará cuando esté listo....

    Yo no tomo ninguno de esos caminos; porque no me representan.

    ¿Qué es lo que haría yo para que el pájaro cante?


    Takeda levantó la mirada enfrentando su propia obscuridad ante la decisión más difícil que ha tenido que tomar hasta ahora.

    Hacer que el pájaro quiera cantar

    No es el camino más sencillo; pero es el que yo deseo tomar.

    —Yuzuki; libérala. Peleará ante mi, peleará por defender lo que es suyo, sus decisiones, su vida. Peleará porque de esto estamos hechos los guerreros. Porque si quieres tomar la vida de alguien por tu propia justicia, tienes el deber de mirarlo a los ojos —
    observó a Mao —Un señor que se oculta detrás del cuello de su víctima pronto se olvida de lo que es la muerte.

    Se acercó a Mao — Tus decisiones te han llevado hasta aquí. No puedes escapar de lo que has construido; pero no te quitaré tu pasado, ese por el que en este momento tomarás a Ryouma y lo blandirás ante mi, a quien alguna vez seguiste —le sonrió a Mao, era una sonrisa melancólica, no era una mofa o un acto —Porque un guerrero siempre debe estar preparado para la muerte, ya sea de uno mismo o de alguien mas —miró a Yuzuki con tranquilidad, era Takeda nuevamente — Demostraré la fuerza de la escuela de mi maestro; Furaingukatto (corte al vuelo) con su técnica impartiré justicia como es debido. Observa mis movimientos; que este es mi obsequio ante tus palabras— observó a Mao — También es mi despedida hacia ti, Mao —preparó a Genji —Yo seré tu último oponente, Takeda Minamoto; hijo de Sogo Minamoto; hermano de Noishi y Shigueari; discípulo de Hiroyuki Sugita; hermano del hombre por el que ahora imparto justicia ante mi clan —miró a Matsuda y Shinrin, mientras Kyoko y Hayato seguían observando —Porque yo soy su líder —volvió la vista hacia Mao —Y debo comportarme como tal.

    Hitori Mori eres nivel 2 tira tus dados correspondientes y pelea como si no hubiera un mañana
     
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    Zireael

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    Me pregunté seriamente si mi madre, viva o muerta, estaría orgullosa de la clase de mujer en la que me estaba convirtiendo. Hacía valer la voluntad de las mujeres de mi clan, sin duda, éramos guerreras, perros rabiosos como había dicho Shinrin y estábamos dispuestas incluso a perder los colmillos en la más encarnizada de las luchas con tal de proteger a nuestra manada. Era la voluntad de los Minami, de las camelias, entregada a sus mujeres.

    Y la sangre de los padres, los esposos, los hijos perdidos alimentaba nuestros pétalos hasta teñirlos de un rojo tan profundo que recordaba al de las flores del infierno.

    La pregunta había surgido porque no sabía si así como en la pesadilla de Kamakura mi madre condenaba a los Harima por la sangre que nuestro clan había perdido, si juzgaría mi decisión de haber dejado a Kato con vida, de haberme aferrado con garras y dientes a todos sus hijos al punto de transformarme en la proyección de uno de ellos. De haber puesto la rabia Minami ya no al servicio de los Minamoto, sino de los Harima directamente.

    Fuese cual fuese la respuesta no había mucho que hacer, mis decisiones estaban tomadas, mis peones tirados y estaba moviéndome por el tablero con una libertad que solo nuestro general había accedido a otorgarme. No permitiría que nadie me arrebatara mi lugar como caballo de la partida, tampoco que nadie alcanzara a mi señor y a su general en tanto tuviese la capacidad de moverme, así fuese a rastras.

    Ese había sido el objetivo de mi crianza y había mutado hasta convertirse en mi justicia, la que había mencionado Inugami.

    Los mantendría con vida para que ellos formaran la nueva nación que protegería a mis hermanas.

    No permitiría que me arrebataran a nadie más sin dar batalla primero, no dejaría que mi señor entregara lo más valioso de su corazón tan fácilmente y si me costaba cientos de discursos, de amenazas a terceros, de lágrimas y de sangre me daba igual. Takeda iba a demostrar el que había sido el argumento más importante de mi existencia.

    Necesitábamos de amor.

    De las emociones que Kato veía como obstáculos.


    No iba a distraer a nadie con el amor que quería entregar, los iba a obligar a levantarse cada vez que hiciera falta. Íbamos a cobrar justicia pero nunca, nunca iba a permitir que dejáramos de lado algo tan importante como las emociones palpitantes que movían incluso la más planificada de los guerras.

    Sería el punto de unión entre estrategia y emoción si hacía falta.

    La chiquilla pidió que la matáramos ya, que siempre había querido morir de todas formas y que ahora al menos tenía un motivo. No me di cuenta por el olor tan pesado a sangre que yo cargaba, pero en sus movimientos ya la hoja de la katana había alcanzado a hacerle algunos cortes superficiales. Callé obviamente, no me correspondía a mí la decisión sobre su vida, no todavía por lo menos, y esperé la reacción de Takeda con impaciencia, todavía con la sonrisa pegada a la cara. Era suave, casi maternal, y contrastaba violentamente con toda la escena pero era de verdad.

    Una parte de mí quería volver a ofrecerle mis brazos a Takeda, que llorara, que dejara salir todo y pudiera pensar luego de eso, pero no era algo que se pudiese hacer siempre. La guerra no dejaba espacio para eso por más necesario que fuese.

    La mención a Natsu fue mala idea, claro, porque ese hombre se movía de forma errática. Podía salvar la vida de Takano y luego abandonarnos, aparecía y desaparecía como un yōkai, y ahora saber que había matado a Hana no ayudaba para nada, pero también necesitábamos esa verdad.

    Hana la necesitaba.

    Sus palabras estaban cargadas de frustración, resentimiento, pero eran acertadas porque la niña que le estaba dando una charla sobre principios era la que había irrespetado su confianza. Era la que lo había empujado a esto y genuinamente deseé abrirle el cuello de tajo, pero me mantuve quieta, no hubo cambio alguno en la posición de la amenaza y seguí escuchando.

    Tómala, por favor, Takeda.

    Toma la cuerda que te estoy extendiendo para mantenerte cerca de la costa.


    Levantó su katana y creí, por un momento estuve segura, de que acabaría con la niña sin dudar más, que con ella el Takeda que conocíamos estaba por morir, pero me escuchó y se detuvo.

    ¿Cuántas veces tendré que agradecerte?
    Ninguna.

    Solo vuelve a nosotros incluso si el sol parece haberse apagado.


    Yuzuki; libérala.

    —Sí, señor —dije mientras dejaba ir a la chica, caminé hasta Takeda y me quedé a su espalda.

    Me llevé la mano al costado herido, doblándome ligeramente sobre mí misma, e inhalé aire con cierta fuerza. Había usado muchísima energía en alcanzar a la niña, mantenerla sujeta y hablar con Takeda, y me sentí repentinamente agotada pero coloqué toda mi atención en sus palabras. Cuando me miró lo noté, que era Takeda, nuestro Takeda y me facturé.

    Perdí algo de fuerza en el cuerpo, tuve que hundir la katana en la tierra para soportar algo de mi peso y una correntada silenciosa de lágrimas me corrió por el rostro mientras asentía ante sus palabras. Había tenido verdadero terror de perderlo y no me di cuenta hasta entonces, cuando estaba ante mí demostrándome que era él. Cuando estaba obsequiándome la técnica de su maestro como agradecimiento.

    Y me surgió de la nada, sin permiso, sin que pasara por ningún pensamiento coherente. Sorbí por la nariz, me obligué a enderezarme y regresé la katana de Aoi a su saya antes de empezar a cantar en voz baja la canción que habíamos compartido en Kamakura.

    La canción de mi madre, del dolor de nuestro clan, la sangre derramada, el rumor.

    Que ahora era nuestra verdad.

    Lo llevaré, mamá, lo llevaré hasta el lugar que le corresponde y todos nuestros espíritus descansarán por fin.

    Ahora sí, que vengan los putazos alv
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Otro traidor... Solté el aire a labios cerrados, apretados, apenas audible. En verdad ya me estaba cansando, de todo, venía agotada desde antes y ahora solo me seguían drenando energías que ni siquiera sabía tener. No podía negar a sus palabras, a que sí era justicia lo de Akishino, pero el filo en mi cuello me lo impedía, las lágrimas tan solo caían, otra vez sintiendo mi corazón comprimirse en mi pecho.

    ¿Que... tomé su debilidad y me aproveché de ella? Solté una risa seca, entre tanto gimoteo, sin gracia y frunciendo mi gesto con cierta incredulidad... No, Takeda; pensé que serías lo suficientemente fuerte para soportar... para... entender lo que hacía.

    Ni yo lo entendía, así que... ¿por qué me quejaba? La verdad es que ser comparada con un traidor, con quién permitió que la desgracia de los Taira llegara a mi hogar... tan solo me trasmitía que, efectivamente, no nos estábamos entendiendo. Pero bueno, ¿qué iba a saber yo de traiciones? Sí desde siempre era la sucia escoria que dejaba todo atrás, que huía por su propio bien, al parecer arriesgando la vida de los otros como sí nada...

    Como sí nada... ¿Habría sido en realidad capaz de enfrentar a un Taira, solo por proteger a mis hermanos...? No era momento para dudar respecto a esas cosas; mirada sobre el cielo estrellado, di un suspiro liviano... ¿Mamá estaría viéndome desde algún lado?

    ...Porque de mis decisiones, depende la vida de los míos. Miré a la cara a Takada, con la sonrisa amplia y los ojos tan rojos como mi cara, todo húmedo...

    Desvié la mirada entonces, hacia las montañas, en dirección contraria a la ciudad... "Entonces me alegra que en verdad tengas algo que proteger"
    —Nunca más vuelvas a adoptar niños, sí no serás capaz de comprenderlos —más bien musite para luego sorber, habiendo logrado decir eso con más templanza de la que creía. A pesar de eso, sabía el resentimiento que cargaban esas palabras, el dolor que se me escapaba, aunque no estaría tan segura sí ellos serían capaz de verlo, siendo que hablé más neutral que otra cosa, sin siquiera dirigirles la mirada.

    Entonces agradeció a Yuzuki, yo volví a bajar la mirada. En Tsu y quién sabe en cuantos lugares más, al parecer era a la única que tenía que agradecer y yo solo fui una simple carga inútil, problemática y ahora que había hecho algo grande, recién se enteraban que debían eliminarme... Apreté mis puños con fuerza, inhalando hondo, soltando luego el aire más despacio.

    Eso era una total mentira, una pataleta de mi parte: El regalo para Hana... la cajita musical. Volví a extender mi vista el cielo, solo para evitar el filo de la katana, cubriéndome el rostro con ambas manos y empezando a sollozar con algo más de fuerza, enajenándome de la real situación.

    Porque en verdad parecía que cada puta acción por la que me desviví, no significaba nada para aquellos que lo... ¿Que lo tenían todo?

    En cuanto la tipa me soltó, caí de rodillas de inmediato, sin pensarlo dos veces. Lloré por bastante rato, al menos se sintió una eternidad, opacando como nunca la voz de los otros, al menos yo no lograba escucharlas. Era un llanto más amargo que el que presenció Matsuda, era un llanto que liberaba cosas que sentía acarrear desde hace meses. De cualquier forma, cuando logré deshacerme de aquella insoportable presión, de inmediato pensé en calmarme. Lo intenté, inhalando con profundidad, pero de manera entre cortada. Terminé con mi mano empuñada sobre el pastizal seco que calló ante mi peso, mirando con una expresión cada vez más vacía el suelo, centrada en respirar.

    Tensé los labios, escuchando sus palabras pero sin alzar la vista, inhalando hondo por la nariz tras deshacerme de la mucosa y limpiarla en mis prendas. Inhala, exhala, inhala... Me levanté despacio, cabizbaja y paulatinamente más seria, sin necesidad aún de arrugar ningún gesto... Así que debías estar preparado para morir, ¿pero no para ser atacado y sobrevivir? Apreté los labios, intentado evadir una sonrisa llena de sorna.
    Masuyo Kobayashi
    También en mi despedida, hacia ti, Mao. Alcé la mirada entonces, mirándolo con absoluta seriedad, con los puños tan solo algo apretados.
    —Masuyo, Minamoto; no te atrevas a decirme de otra manera, porque Masuyo es mi nombre —solté más sobria y dura de lo que pocos podrían intuir, en mi caso, poder lograr. Hasta yo lograba sorprenderme en retrospectiva. La cosa es que en vez de agarrar mi katana, antes que nada me puse en una posición de batalla cuerpo a cuerpo.

    Miré a todos a mi alrededor, con seriedad, arrugando apenas el gesto en cuanto mi vista recayó sobre el niño. Mis ojos amarillos volvieron a caer sobre Takeda, mi expresión seria se vio interrumpida tan solo por mi ceño arrugado con levedad.
    —¿Piensas matarme delante de un niño, Takeda? —mencioné, manos empuñadas y algo agazapada. Negué con la cabeza, suave, era liberador poder hacerlo sin un filo en el cuello. Volví a clavar la vista en mi oponente, con una calma que se me hacía extraña, anormal y hasta tétrica.

    >>Matsuda... —hablé firme, a buen volumen y con algo de suavidad, que no demoró en verse reflejada en cuanto lo miré de soslayo, sonriéndole de una manera que tal vez nunca vieron algunos de ahí; con gratitud, puede que confianza y cariño. Real cariño—. Gracias, dile a la señorita Fuji que yo, y seguramente todos los que me antecedieron, estamos profundamente agradecidos de que haya limpiado el filo de mi katana—. Mi vista volvió a caer en la cara de Takeda, mientras inhalaba hondo y sinuoso, irguiéndome con rectitud y poniendo mi mano sobre el mango de la katana, deshaciendo esa pose de pelea física que puse.

    —Los Kobayashi nunca fuimos guerreros —hablé monocorde, sin necesidad de alzar la voz, mi volumen era algo más bajo que los gritos a los que tal vez se acostumbraron, y mucho más alto que los murmullos entre dientes y otras cosas. Entorné la mirada, siempre seria—; mi padre, Kobayashi no Hideki, fue el primero junto a sus amigos y aliados en considerarse un guerrero entre los nuestros; personas que solo vivían para sobrevivir otro día, otro día luchando contra el crudo invierno, la escases de alimento, o las enfermedades que afectaban a los pequeños....

    Inhalé hondo, a ojos cerrados, para luego exhalar. Desaté toda la katana, con movimientos agiles y rápidos, para luego volver ajustar los cordeles sobre mi cadera, manteniendo firme mis prendas. Utilicé la posición que ya había demostrado delante Shinrin y Kato, con una sonrisa confiada adornando mis hombros.

    Porque la katana estaba enfundada, y así se mantendría.
    —Descárgate y llámame de las formas más crueles que te apetezcan, Takeda —cerré mis ojos, aunque él no tendría por qué verlo—; pero me prometí nunca dañar a un Minamoto, y eso seguiré haciendo... Je —solté una risa seca, sin gracia, con la voz siempre gangosa por culpa del extenso llanto, mientras cerraba mis ojos. Volví a abrirlos acto seguido, prosiguiendo—, pero tal parece que las emociones les son demasiado fuerte, y sus corazones nublan su juicio...

    Dejé atrás cualquier risa, volviendo a endurecer mi gesto, convencida.
    >>¡Kobayashi no Masuyo, hija de Kobayashi no Hideki y Kawayama no Shizuka! —brave con estoicismo, frunciendo el ceño con convicción, sin temblar ni un poco, con la postura de la niebla aún firme— ¡Defensores de la paz en los bosques de Fukushima, tanto en el mundo terrenal como el místico; defendiendo a los humanos de yokais, o a los dioses de los humanos! Creyentes en el cambio, en los ciclos, en lo mutable...

    Y sonreí extenso, confiada y hasta alegre.
    >>En la vida—. Cerré los ojos—, yo misma creo en los niños, confío en las palabras de los viejos...— Y volví a clavar mi vista en Takeda, severa, ocultando mi mirada gracias a la Kasumi no Kamae. Recordando esa hermosa tarde con Kibo—. Y detesto a los Samurais, tanto como odio a los embusteros de los Shinobi...

    Y volví a sonreír, confiada.
    Se equivocaron al pensar que Kenzaburo era un Ronin...— Cerré los ojos, sonriendo con algo de pasividad—, también creo que se siguen equivocando de enemigo, mientras Kato lucha solo contra un montón de Taira, y pueda robarse la victoria sobre Murai...

    Lástima que no me sintiera digna de mencionar que también era su discípula. Y tenía un orgullo que proteger, el de mi nuevo maestro.


    Demostrarle a esos Taira de pacotilla que los alumnos de Sugita no Murai no eran debíles..

    Tal vez solo teníamos mala suerte y mucha soberbia...​
    >>Jeje.
    >>Y nunca pienses que te mentí, Takeda... —agregué tras la risa, aún con una expresión afable, entornando los ojos con melancolía—, no puedo mentirte sí ni siquiera sabía quién era, qué quería y a dónde me dirigía...


    Y sí quieres saberlo, supongo que tendrás que saber perdonarme la vida, maldito Minamoto...

    Pensar que Ryouma nació para enfrentar a los Taira,
    servir a los Minamoto...

    ¿Y luchar por siempre contra mi misma?​
    No sonaba nada mal.



    Masuyo no atacará, solo se denfenderá y tal, osea, atacará en respuesta, con la Katana enfundada.
     
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    Amelie

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    [Mao; Takeda; Shinrin; Matsuda]


    Yuzuki soltó a Mao; pero nada de lo que se dijo permeó en ella.

    "Nunca más vuelvas a adoptar niños, sí no serás capaz de comprenderlos"

    Takeda suspiró; pues cada vez veía más lejano el poder tener una descendencia que pudiera vivir en paz; la muerte lo rodeaba demasiado como para poner llenar su mente con sueños fantásticos de un futuro perfecto; aun no podía ver la luz al final de ese recorrido.

    "Masuyo, Minamoto; no te atrevas a decirme de otra manera, porque Masuyo es mi nombre"

    Sonrió por debajo; por fin defendía su nombre. Le recordó a él frente a su maestro, ese día que aprendería la técnica Futatsunomichi.

    "¿Piensas matarme delante de un niño, Takeda?"

    —Hayato observó el mismo infierno que todos nosotros hemos visto a manos de los Taira; no presenciará una simple muerte, verá lo que es la justicia; una que su padre tanto merece— dijo Takeda mientras Hayato afirmaba; Kyoko a su espalda, también observaba con solemnidad.

    Matsuda escuchó las palabras de Mao con pesar —¿Por qué hiciste esto...? —preguntó sin energía; estaba angustiado.

    "Descárgate y llámame de las formas más crueles que te apetezcan, Takeda; pero me prometí nunca dañar a un Minamoto, y eso seguiré haciendo..."

    Hablaba de no dañar; pero ya lo había hecho —Las palabras son sombras pálidas de nombres olvidados. Como los nombres tienen poder, las palabras también. Las palabras pueden encender el fuego en la mente de las personas. Las palabras pueden traer lágrimas ante los corazones más duros —mencionó Takeda.

    "Y nunca pienses que te mentí, Takeda, no puedo mentirte sí ni siquiera sabía quién era, qué quería y a dónde me dirigía..."

    —Pero sabías quien era con quien te dirigías —inició Takeda —... saber que no pudiste confiar en ninguno de nosotros sobre las palabras de un asesino y mentiroso. Eso es el significado de la traición; Masuyo Kobayashi.

    Y con esto; Takeda inició su ataque; la técnica del Futatsunomichi era cambiar de dirección mientras el sable permanecía en el aire; una técnica que permitía demostrar el control ante la fuerza, tanto propia como de su enemigo. Un ataque rápido; fugaz.

    Mao sintió el impacto al sólo querer defenderse. La vida de Mao se esfumaba; Takeda tomó la katana de Mao —Terminaré todo como tu has pedido; lo haré con tu katana; justicia bajo tu propia arma —la miró; su mirada era melancólica, no quería hacerlo pero debía —La verdad no es la que tu quieres que sea; es la que es, y tu debes doblegarte ante ella o vivir en una mentira

    Hitori Mori ¿últimas palabras? :(

    • Nivel 5
      PV= 100
      Fuerza= 19
      Protección= 11
      Genji= +10 ataque (dos inicios)
      Ataque especial: Futatsunomichi (dos caminos)

    • Nivel 2
      PV= 10
      Fuerza= 9
      Protección= 6
      Resistencia= +1 defensa
      Avaricia= -2 suerte





    Mientras tanto en el shukusha....



    Murai estaba sentado en su habitación; sus oídos eran atentos, como siempre lo habían sido. Sonrió pues esos pasos no eran los de Mao; no, eran pesado; firmes; los pasos de un guerrero.

    —Los samurai son inferiores a cualquier shinobi — dijo en voz baja para si mismo — Siguen subestimándome; siguen creyendo que yo entregaré mi vida tan fácilmente —se levantó; sin un ruido, sin ninguna queja; era la sombra misma, ni el viento podía contra su voluntad. Y él lo sabía; por eso su sonrisa se mantenía constante, conocía sus habilidades; sabía mentir, intimidar, esconderse, volverse invisible, porque era un shinobi, el más grande de todos.

    Avanzó hacia la salida de aquel sitio; sus camaradas no significaban nada, el shinobi tiene solo una misión, esa es la información. Para un shinobi hay una lección primordial: el regreso es más importante que la ida.

    Porque para un shinobi que ha sido descubierto, lograr huir equivale a una victoria sobre el enemigo.

    [​IMG]

    —Porque nadie supera mis habilidades — se jactó al estar libre, dejando todo atrás —Porque nada es más importante que mi misión, sembrar dudas y confusión, cambiando sin cesar mi apariencia y comportamiento. Podrán quitarme la vista; mi andar, pero jamás lograrán arrebatarme la fuerza con la que me aferro a la vida. Porque vivir es lo que hago, incluso si es en las sombras, o en el áspero rayo del sol. Vivir para sentir el viento en el rostro una vez mas. Porque soy Murai Sugita, y vivo para ver realizada mi venganza —estaba tranquilo —Yo viviré por ti, pequeña Kobayashi; y tomaré la vida de todos aquellos que han detenido tu palpitar.

    Levantó su vista al cielo —¿No es así como debo vivir; Hiro? —comenzó a reír mientras se alejaba de Saitama.

    Escapó con un perfecto dado de 50.
    En escape los dados son así:
    1-30 no escapas, te hieren o matan en el intento
    30-39 no escapas, logran detenerte
    40-49 escapas
    50 escapas sin ser visto
     
    • Ganador Ganador x 4
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