Saitama Fujimi

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 17 Marzo 2021.

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    Amelie

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    Fujimi; un poblado pequeño dónde vive el clan Sugawara; sitio de nacimiento del famoso Sugawara no Michizane, quien después se le conocería como el kami del saber.

    Gobierno:
    Dirigido por el clan Sugawara; siguiendo órdenes del señor de Saitama.



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    Santuario
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    Amelie

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    El viaje muy complejo; tuvieron que dividir sus caminos debido a la preocupación de Takeda por las heridas de Yuzuki; algo que no se sometió a discusión. Kato, Shinrin y Kiba continuaron hacia la capital mientras que Takeda; Matsuda y Yuzuki se acercaban a un poblado muy cercano a la capital llamado Fujimi. Llegaron al medio día.



    —Sé que querías continuar— mencionó Takeda bajando del animal que comenzaba a morir debido al trote forzado; algo que sucedería con cada monta —Pero no puedo arriesgar tu vida de este modo; partiremos de inmediato cuando atiendas tus heridas; seguramente encontraremos un sitio idóneo para ello

    Dejaron a los caballos atrás con respeto a sus vidas, colocándoles hojas alrededor; Takeda le dedicó un mantra para que sus almas descansaran. Después avanzaron guiados por el olor de leña quemada; lentamente pudieron ver el humo, que se levantaba en el claro cielo. Era un humo negro el cual indicaba que estaba destruyendo lo poco que quedaba, no era un rastro de un fuego joven, sino de uno que comenzaba a menguar, calcinando lo que quedaba del lugar.

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    No sólo el olor a quemado atacó sus sentidos; también aquel olor a muerte, uno que indicaba el tiempo en el que había sucedido los acontecimientos. Fujimi estaba destruido, y las imágenes que quedarían impregnadas en sus retinas era desgarradora.

    Las cabezas de varias personas estaban empaladas en la entrada, algunos eran guerreros; pero otros eran simples aldeanos.

    Algo destacaba al centro del pequeño poblado; un estandarte que se erguía como si fuera intocable por el fuego. Aquel emblema de la mariposa roja.

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    Avanzaron hasta verlo de cerca; haciendo que Takeda apretara los puños con tanta fuerza que sus manos comenzaron a temblar, en su mirada se notaba la rabia, la impotencia y un poderoso instinto asesino. El cual fue menguado por el sonido de un llanto, no muy lejos de allí.

    Corrieron hasta dar con el sonido; un mujer deteniendo a su hijo herido; mientras este lloraba con fuerza ante uno de aquellos rostros en la la entrada a Fujimi.

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    —¡Papá! ¡No!— gritaba el muchacho —¡Suéltame! ¡Debo bajarlo de allí! ¡Por favor! — el chico forcejeaba ante la mujer que lo sujetaba con fuerza; temblando.

    —¡PAPÁ!—
    sus gritos eran desgarradores — Debí haber muerto a tu lado...— seguía intentándose librar del agarre de la mujer que comenzaba a llorar junto a él —Debí haber muerto...

     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami

    Una parte de mí lo sintió apenas separamos caminos, fue una sensación pesada y extraña que me decía a gritos que simplemente debíamos seguir juntos, que mis heridas serían tratadas cuando llegáramos al origen del rastro, que no había realmente nada de qué preocuparse en tanto la manada estuviera intacta. Podía asociarlo a eso, a mi crianza, a las manías que habíamos robado de los perros y mi propio entrenamiento, pero como no se puso a discusión tampoco pude externalizarlo.

    Cuando Takeda habló mientras bajaba del caballo no respondí, ya era tarde para hacer cualquier añadidura a la decisión que se había tomado para, supuestamente, proteger mi vida cuando yo hubiese podido atenderme apropiadamente en algún momento cuando llegáramos a nuestro destino, que definitivamente no era Fujimi pero allí estábamos.

    Y lo sentí incluso antes de que lo supieran los otros dos.


    Apestaba a muerte.

    Era la misma peste del bosque de Kamakura, pero revuelta con fuego.

    Le dediqué una caricia a cada caballo luego de haberlos rodeado con hojas, antes del mantra que les dedicó Takeda, y seguí ignorando el dolor de mi costado porque estaba demasiado ocupada con lo que sea que estaba sintiendo en el espacio en general, acentuado por el olor de madera quemada. El humo era malditamente negro, no era humo reciente, sino uno que ya estaba revuelto con cenizas y vete a saber qué más.

    —Debimos seguir a Kato y Shinrin —murmuré de la nada, no sabía si lo decía para ellos o para mí—. Debimos seguir a Kato y Shinrin. Las manadas no deben separarse demasiado.

    Mi vida no valía tener que ver esto.

    Me quedé estaqueada al suelo en cuanto vi la primera cabeza empalada, toda sensación de dolor o agotamiento que tuviera en el cuerpo se acentuó de forma estúpida. Fue como si alguien me hubiese metido los dedos en cada herida abierta, en el corte del hombro, el de las costillas, incluso el viejo corte cicatrizado de Iwakura y sentí las lágrimas que me empezaron a correr por el rostro sin permiso de nadie.

    Tuve una imagen espantosa en cuanto vi el estandarte, pensé en la posibilidad de que la cabeza de mi padre, luego de haberse quitado la vida, hubiese sido tomada y empalada de esa manera. Vi sus ojos violeta opacos y el mechón blanco ondeando, lo vi todo como si estuviera allí, y deseé gritar hasta desgarrarme la garganta porque estaba viendo... El mundo del que deseaba proteger a mis hermanas.

    Pero bastó escuchar el llanto para que reaccionara, fue automático y aún más horrible, porque se amalgamó con recuerdos antiguos del llanto de las gemelas. Me puso en marcha y me hizo echar a correr sin siquiera molestarme en observar si Takeda y Matsuda me estaban siguiendo. Corrí, corrí y corrí, sentí mi ropa humedecerse de nuevo por la sangre, porque el flujo se reinició por el esfuerzo, pero no me detuve hasta llegar al origen del sonido. El dolor, el agotamiento y todo desaparecieron apenas escuché ese llanto.

    ¡Suéltame!

    No lo sueltes, por lo que más quieras.

    ¡Debo bajarlo de allí!

    Sí, hay que bajarlo pero no lo hagas tú.

    Papá. Papá. Papá.

    Debí haber muerto a tu lado.

    No, los niños no deben morir.

    Debí haber muerto.

    Debimos haber muerto con el resto de los Minami.

    Había seguido llorando, las lágrimas me corrían por el rostro sin tregua y si no sollozaba era porque llevaba años acostumbrada a callarme, a llorar en silencio o directamente a no hacerlo. No podía detenerme incluso cuando sabía que mi dolor nada tenía que ver con el de ellos, que su duelo no era el mío, pero el llanto y los gritos del niño eran tan desgarradores que no encontraba cómo parar.

    Trastabillé de forma visible, aflojé las ropas en torno a mi cuerpo a pesar de que estaba liberando la presión que mantenía un poco a raya la pérdida de sangre, y con el cinturón de tela cubrí la cabeza del hombre que el niño llamaba su padre. Fui tan cuidadosa como pude, todo lo que me lo permitió la escena de por sí, y liberé la cabeza del palo.

    Si hubiese sido mi padre habría querido que alguien lo sacara de allí, que lo pusiera a mi alcance... Así fuese solo su cabeza.

    El peso en mis manos fue espantoso, me hizo consciente de la vida perdida y de la delicadeza de lo que sujetaba, incluso si ahora no era más que un montón de carne, pelo y huesos. Me giré, acuclillándome, y dejé el cabeza todavía envuelta en la tela cerca del niño y su madre; la sangre de mi herida seguía corriendo pero no me podía importar menos, no cuando el fuego moribundo crepitaba, cuando el humo negro olía a muerte y los restos de una familia estaban frente a mí.

    —Lamento si no fui cuidadosa con él —dije sin saber si iban a escucharme en medio de su dolor—. Dioses, lo lamento tanto.

    Busqué la mirada de Takeda o Matsuda antes de decir algo más.

    —Hay que sacarlos de Fujimi, nosotros debemos irnos también o sufriremos el mismo destino. No podemos hacer nada por los muertos. —Otra correntada de lágrimas—. Pero podemos seguir intentando hacer algo por las vidas que quedan, debemos hacerlo por las personas que dejamos atrás. No nacimos para nada más, ni usted ni yo, señor; y si dejamos escapar a más de ellos... A más de los que los liberan, este escenario se repetirá una y otra y otra vez.

    El agotamiento, la sangre perdida y el dolor emocional me lanzaron parchones oscuros en la visión, acabé de rodillas no muy lejos de la cabeza y el niño junto a su madre.

    —Puedo tratar las heridas del niño. —Mi respiración pesada se coló entre mis palabras y me llevé una mano al corte del costado, presionando. Podía ser ya un delirio de fiebre, pero sentía que cargaría el peso de esa cabeza el resto de mi vida—. Es lo menos que puedo hacer por él, por el peso de la vida de su padre.


    No estoy llorando tú estás llorando
     
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    Amelie

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    Ciudad en llamas
    [Takeda; Matsuda; Yuzuki]


    La mujer soltó al niño y este corrió hacia Yuzuki; para después sujetar la cabeza envuelta entre sus brazos, con un cuidado extremo; levantó su mirada a Yuzuki, podía ver que al pequeño tenía una herida grave en el ojo, las vendas se veían aun sangrantes, y se mezclaban con el agua de sus lágrimas; no tardaría en infectarse, mantuvo la frente en alto mientras lloraba y temblaba —Gracias— dijo con esfuerzo, su voz estaba a nada de apagarse por la dificultad de poder controlar sus emociones —Los eliminaron a todos, a todo mi clan; los Sugawara han muerto.

    Las memorias de Takeda se activaron, el día en que vio morir a su padre impregnó su mente, recordando aquel temor e impotencia, la profunda tristeza; se veía reflejado en aquel niño, recordando como él estaba solo, cómo perdió todo en un aleteo de mariposa.

    Takeda escuchó las palabras de Yuzuki y afirmó, tenía toda la razón, como siempre era certera en su hablar; firme en sus decisiones —Este desvió de nuestro objetivo ha sido enviado por los Dioses; es muy claro que debemos destruir a todos los Taira y a todos los que los ayuden. No hay espacio para la duda en este camino; la duda es veneno que desintegra... una espina que irrita... una espada que mata—mencionó con firmeza mientras se acercaba al niño; se hincó frente a él —¿Cuál es tu nombre?

    —Hayato Sugawara

    —Hayato; he llegado muy tarde para poder ayudar a tu padre; pero tu clan perdurará porque has sido fuerte, sobreviviste; no debes culparte jamás por estar vivo; pelea porque te has aferrado a la vida —mencionó ante Hayato, pues era algo que hubiera deseado que alguien mas le hubiera dicho en ese entonces, cuando vio a si clan caer— No dejaré que esto continúe; en nombre de mi padre, Minamoto no Sogo; yo, Takeda; prometo pelear para liberar a Japón de las garras de los Taira— miró a Yuzuki y a Matsuda —junto a los míos; que me fortalecen—colocó su mano sobre la cabeza del niño —Haremos que sea recordado — mencionó mirando al rostro envuelto —Como guerrero; cómo líder; como padre.

    El niño continuó llorando abrazando el rostro de su padre.

    La mujer levantó la mirada al escuchar el nombre de Takeda, después escuchó las palabras de Yuzuki —Lamento no haber podido hacer demasiado por sus heridas, cuando lo encontré no supe como atenderlo —La mujer no se veía demasiado grande; y al parecer no conocía al niño; después se dirigió hacia Takeda — Takeda Minamoto; entonces es verdad, el clan ha resurgido.

    Matsuda se acercó a la mujer en alerta —¿Quién eres tú? ¿Qué haces en Fujimi? —preguntó con desconfianza mientras colocaba su mano en el mango de su katana discretamente.

    —Mi nombre es Kyoko; señor, yo fui alumna de Hamami —dijo ante los presentes —Vine a Fujimi a alertarlos del ataque sorpresa; pero los Sugawara se defendieron, incapaces de abandonar su pueblo por honor.

    —Podremos hablar de los detalles en otra ocasión —mencionó Takeda —Yuzuki tiene razón; debemos salir de este sitio —miró a Hayato — ¿Tienen establo con caballos? —preguntó con un tono de voz suave; no quería sonar imponente ante el pequeño que estaba llevando un duelo. Odiaba tener que interrumpirlo; pero en aquel sitio no había más que hacer, sólo quedaba una vida la cual proteger.

    Hayato afirmó; llevándolos con él, mientras abrazaba aquella tela ensangrentada.


    Hitori tiraré la lista de movimiento, ya sabes como es esto :3
    Puedes aprovechar y curar a Hayato y a Yuzuki :3
     
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    Yuzuki Minami

    Cuando el niño me miró noté la gravedad de su herida, no había mucho que hacer por su ojo ya pero si se retiraba a tiempo al menos podía prevenirse una infección que afectara de peor forma el área y su cuerpo. Me agradeció, Dioses, me agradeció en medio de su dolor, su ojo herido y todo lo demás, y entendí que había hecho lo correcto al bajar la cabeza de allí y ponerla a su alcance.

    Sus palabras que arrojaron una punzada de dolor que me cruzó la cabeza de lado a lado, con una fuerza ridícula, porque vi en él el destino de Takeda, el mío propio y el de los Fujiwara incluso. Todos exterminados casi en su totalidad, quedaban retazos, apenas retoños de lo que alguna vez fueron y estaban luchando para penetrar las raíces en la roca viva con tal de alcanzar el agua y revivir.

    Allí donde había quedado no mucho después de entregarle la cabeza de su padre al niño escuché que le respondía a Takeda, dándole su nombre, y luego el señor volvió a responder. Era una hija de Kamakura, lo era, pero estaba comenzando a ver que también compartía con Takeda aquel deseo de proteger, de ayudar a las demás y de brindarles lo que yo, como hija de un clan prácticamente desaparecido, no había tenido.

    Luego escuché a la mujer que pensé que era su madre y vi que me había equivocado, que había reflejado algo en ella, pero de todas formas me alegré de que alguien lo hubiese encontrado.

    —No te preocupes —murmuré, todavía presionando el corte de mi costado—. Lo importante es que llegaste a él, como nosotros llegamos a ambos.

    Kyoko.

    Giré el rostro hacia la mujer, fue un movimiento bastante brusco, y me hizo ver parchones oscuros de nuevo. No pude decir nada como tal, cuando escuché que Takeda me daba la razón me obligué a levantarme para seguir los pasos de Hayato, que seguía abrazando la tela ensangrentada. Al llegar me dejé caer, rebusqué entre las cosas que cargaba hasta sacar el hilo y la agua, hice girones un trozo de tela y me dispuse a suturar la herida mientras mordía la tela. Apenas lograba ver algo entre la sangre, mi visión aparchonada y la peste a muerte que me rodeaba, pero una vez terminé saqué un pequeño frasco que cargaba, lo abrí y bañé su contenido sobre la herida. Ardió que dio gusto, pero también adormeció la zona.

    Cuando me estabilicé me levanté, me limpié la manos lo mejor que pude y me dirigí al pequeño.

    —Hayato, ¿no es así? —pregunté mientras me acuclillaba a su altura. Ni siquiera me iba a atrever a decirle que soltara la tela ensangrentada—. Soy Yuzuki, pero puedes decirme Yuzu si gustas, mi familia me llama así.

    Estaba hablando en un tono suave, el que usaba siempre con mis hermanas y el que había llegado a usar con los Harima incontables veces, porque sabía que era el que me permitía alcanzar a las personas, calmarlas o abrirse. Estiré la mano hacia él, para que me mirara.

    —Voy a limpiar tu herida lo mejor que pueda, ¿de acuerdo? Si te duele mucho me dices y me detendré inmediatamente, para darte un respiro. —Continué y comencé a retirar las vendas ensangrentadas para empezar mi tarea—. Eres lo que queda de tu clan y, más importante todavía, lo que queda de tu padre. Los hijos somos extensiones de las personas que nos trajeron al mundo y una vez que nos dejan una parte de ellos vive en nosotros. Son lo que nos da fuerza.

    Estaba hablando mientras lo atendía para distraerlo, para que se enfocara en algo más que el dolor de sus heridas y el de su corazón.

    —Vamos a cuidar de ti —resolví en voz baja—. Debemos dejar a tu padre descansar.

    Hayato y Yuzu curados <3
     
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    Kyoko observaba a Yuzuki mientras ella se acercaba a Hayato, pero Matsuda se acercó a ella discretamente para hablar con ella en privado, obligándola a alejar su vista del pequeño.

    Hayato se mantuvo firme ante las atenciones de Yuzuki, demostrando su fortaleza ante aquel dolor físico que sentía; hacía muecas de dolor pero no se movía, pues no quería entorpecer el tratamiento de Yuzuki —Vengaré a mi padre; Yuzu— mencionó mientras sujetaba la tela ensangrentada —Sólo así podrá descansar.

    Takeda lo observó; hace unos soles atrás se hubiera inclinado a decirle su discurso sobre la venganza; en como se parecía a tomar una piedra caliente esperando que sea el otro quien se queme. Pero se detuvo, no era prudencia; era algo en él que no le permitía hablar de ese modo, no mas. Recordó en como Kenzaburo se unió a ellos hablando de venganza, en cómo él le detuvo de aquellos pensamientos; ideas inculcadas de su amigo Chikusa, del budismo. Miró su mala en su muñeca, observó las cuentas ya menos ennegrecidas con incienso, era un ritual que había dejado de hacer ya por un tiempo, había dejado de oler a incienso y no se había dado cuenta de ello.

    Las curaciones habían sido realizadas; Hayato y Yuzuki estaban listos, a su vez Kyoko y Matsuda estaban listos en los caballos, Matsuda guió el camino, de ese modo, Kyoko y Hayato se unieron a ellos.

    Hitori te etiquetaré en la noche de Saitama_Saitama; sólo espero a la última respuesta de Mori y abro la noche allí.






    El rol continúa en Saitama
     
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    Ciudad en ceniza
    [Kato; Satou]



    La ciudad de Fujimi era sólo ceniza; el olor a madera quemada aun prevalecía; pero el olor a muerte era mucho más prominente. Un águila surcaba los cielos mientras un grupo de tres hombres parecían estar buscando cual carroñeros entre los escombros.

    [​IMG]
    Cuando se giraron; a dos de ellos los recibió un corte vertical el cual lograron esquivar parcialmente.

    [​IMG]

    —Dejen a estas almas descansar —mencionó Satou quien ya estaba preparado para la pelea.

    —Harima...—mencionó el hombre al centro desenvainando su katana; reluciente a la luz de la luna — He fortalecido mi cuerpo para soportar el más duro de los castigos — el enmascarado se colocaba junto a sus hombres, los cuales ya sangraban y se veían cansados; Satou enfocó su mirada en ellos mientras Kato no dejaba de observar al hombre al centro.

    [​IMG]

    —Verás como tus mayores esfuerzos serán en balde y llevaré tu cabeza ante...

    Kato no lo dejó acabar, iniciando el combate. Y en sólo tres movimientos; su rival caía al suelo, con su katana destrozada en el último corte. Kato se levantaba intacto, ni una gota de sangre fluía de él; sólo la sangre de su enemigo.

    Satou ya había terminado con uno de sus oponentes; para que en el siguiente movimiento, tanto él como Kato atacaran al restante, dejándolo sin oportunidad de moverse.

    Katou envainó sus katanas mientras Satou lo seguía.

    —Deberías dejar de romper todas las armas de tus oponentes —mencionó Satou observando el cadáver del enmascarado con el que luchó Kato —Era una buena katana.

    —Insuficiente...— mencionó Kato avanzando nuevamente.



    • Nivel= 5
      Pv= 185
      Fuerza= 20
      Protección= 10
      Yoroi= +10 defensa
      Katana Kotaro= +15
      Katana simple

    • Nivel= 4
      Pv= 90
      Fuerza= 10
      Protección= 20
      Katana= +8


    • Nivel= 5
      Pv= 0
      Fuerza= 10
      Protección= 20
      Katana= +15
      Fujikome= si obtiene "5" podrá evitar que su oponente esquive o bloquee el ataque a pesar de que sus dados lo indiquen.

    • Nivel= 4
      Pv= 0

    • Nivel= 4
      Pv= 0
     
    Amelie ha tirado dados de 10 caras para Movimiento Total: 5 $dice
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