Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    Haberle soltado la sopa a Kakeru a pesar de la vergüenza que me causó me había ayudado a sentirme mejor y a no dar vueltas y vueltas en el incidente, al menos no tanto. Tenía razón que enojado o no Shimizu no tenía por qué haber hecho eso, pero no iba yo a ponerme a discutir con el tatuado con cara de perro viejo ni en el peor de los sueños de fiebre. Podía parecer ingenua o demasiado confiada, pero entendía cómo funcionaba el mundo.

    Y entendía lo frágil que era mi lugar en él.

    También me tranquilizó ver que la manera en que había invadido su espacio no pareció molestarle, pues fue algo que me preocupó cuando ya era muy tarde, y en su lugar había apoyado la mano en mi cabeza y me había tocado el cabello. El gesto me transmitió cierta calidez y pude respirar distinto, no supe bien cómo agradecer también que la oferta de buscarlo si alguien más me molestaba podía decírselo, fue parecido a cuando Mei y las gemelas me buscaron y me sumaron a su grupito para que dejaran de molestarme. Daba tranquilidad y se sentía agradable.

    Durante la tarde me debatí entre si contarle a las gemelas lo que había pasado, pero pensé que no tenía caso preocuparlas de más si ya estaban nerviosas por el asunto de papá apareciendo en su casa. Me cuestioné, también, si preguntarle a papá directamente qué había ido a buscar allí, pero sentí que entre menos supiera era mejor para mí y menos angustiante para él. De todas maneras, no llegó antes de que me fuese a la cama y allí cualquier intención murió.

    Al despertarme vi el dibujo de Verónica ya que lo había dejado en el escritorio el día anterior y seguía sin saber muy bien cómo sentirme al respecto, en realidad no era que supiera cómo sentirme respecto a nada. Llegué a la escuela, la mañana transcurrió y cuando sonó la campana sopesé mis opciones hasta que pasado un rato me levanté, agarré mi almuerzo y bajé las escaleras respondiendo algunos mensajes en el móvil, aunque tuve cuidado de no chocarme a nadie.

    Durante el pequeño trayecto fui murmurando las estrofas que había podido cazar de You Were There, una de las canciones que me había pasado Kakeru, y siquiera me di cuenta de ello. Había seguido con la canción incluso cuando me quedé detenida frente a la máquina, debatiendo qué quería tomar hoy. Fue repentino, pero como estaba cerca de la entrada a la cafetería noté en el acto que Shimizu entraba al pasillo y me tensé sin pretenderlo, también guardé silencio.

    Él muchacho me miró, lucía casi igual de molesto que ayer, pero en el segundo que reparó en mí se forzó a relajar las facciones y para irse procuró poner tanta distancia como se lo permitiera el espacio en lo que supuse fue su intento de no ponerme nerviosa. Lo vi subir las escaleras y apenas estuvo fuera de mi vista solté el aire por la nariz, volviendo a concentrarme en el pedido de la máquina, un jugo de frutas.


    post de relleno porque quería reaccionar un poquito al cierre del invernadero y pues porque why not también (? ahí la dejo
     
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    Diversas dudas se habrían agitado dentro de mi pecho si hubiera notado el retroceso en la sonrisa de Cayden, y puede que hasta el temor de haber metido la pata de alguna forma. Aunque consideraba que mi relación con este chico no era mala, no podía obviar el hecho de que estuvo salpicada de imprevistos que pudieron incomodarlo en su momento, como el hecho de llevarlo a rastras a la sala de arte o el choque en el pasillo a los pocos días. ¡N-no habría querido sumarle un incordio adicional! Y menos después de… del gesto de regalarle el dibujo del girasol.

    Pero lo cierto es que, pese a todas las inseguridades que me habrían atravesado… No me hubiera arrepentido de mis palabras, en ningún escenario posible, ¿tal vez? Quizá me estrujó el pecho que Cayden hablara como si fuera una interferencia o un imprevisto, porque yo no lo veía de esa forma. Su cercanía no me incomodaba y saltaba a la vista la confianza que Jez depositaba en su figura, por lo que terminé replicándole en un impulso algo inconsciente. Cuando volví a mirarlos luego de la reverencia, no me pasó desapercibido que se había colocado a un lado de Jez.

    Su respuesta fue escueta e instantánea, le bastó una sola palabra para definir cómo se encontraba, y yo quise creer que había algo de verdad en la misma. Jez en cambio se explayó un poco, apuntando el pormenor que suponía quedarse en el salón un día tan bonito como hoy. Asentí para hacerle saber que la estaba escuchando y comprendía aquello, pues la cantidad de personas que aún circulaban por el pasillo me obligaban a seguir con la vista en mis manos, algo cohibida. Sin embargo… que dijera que le emocionó la invitación a almorzar me hizo alzar la cabeza, me quedé mirándola a los ojos.

    Una calidez diferente me surcó el pecho, mucho menos tormentosa que la que sentía en presencia de Hubert. Me abrigó con suma dulzura, dándome fuerzas. Se pareció a lo que me embargó ayer, cuando Rowan me abrazó.

    —¿D-de verdad…? —musité, y no tardé en desviar la mirada nuevamente a mis manos, las cuales comencé a frotar suavemente. Estaba sonriendo sin darme cuenta— Yo me sentí… igual… Y t-también me encuentro bien… He tenido días… tranquilos, ¿tal vez?

    Lo cierto es que no había pensado dónde podríamos almorzar, estuve más bien concentrada en tomar fuerzas para invitarla y luego me dejé llevar por la ilusión de que aceptara pasar el rato conmigo. Fue gracias a Cayden que conté con un margen para sopesar opciones, aproveché la caminata por el pasillo para pensar.

    —Eeeh… ¿Qué tal… la piscina…? —propuse por fin, cuando llegamos al pasillo de la planta baja, el cual observé un momento antes de añadir— Y… ¿podemos ir… ir un momento a la expendedora?

    Mi intención era comprar agua para acompañar la comida e imaginé que ellos también necesitarían comprar algo. Caminé al lado de Jez, pero sólo me di cuenta de lo cerca que estaba de ella cuando, sin querer, rocé su mano. Di un ligero respingo, seguido por otro de mis tantos sonrojos.

    —Ah... L-Lo siento —me disculpé mientras la miraba, aunque mis ojos pronto se desviaron hacia la chica que ocupaba la máquina expendedora, de brillante cabello dorado.
     
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    Asentí a la pregunta de Beatriz sobre si de verdad me había emocionado su invitación, porque era el caso, y no pude evitar sonreír al escuchar que ella se había sentido igual. Sumado a eso respondió el cómo estaba y mi sonrisa, lentamente, se amplió. Cay había guardado silencio para dejarnos conversar, sólo lo rompió para sugerir movernos en lo que pensábamos.

    —La piscina suena bien —convine, tranquila, Cay hizo un sonido afirmativo—. Y por supuesto que podemos pasar a la expendedora.

    —Es bueno que hayas tenido días tranquilos —añadió Cayden poco después, mientras caminábamos—. Me alegro.

    En el pequeño trayecto que seguimos noté a Bea caminar bastante cerca que de mí, algo que no me molestó en lo absoluto, y el pelirrojo permaneció a mi otro lado con un poco más de respetuosa distancia. En cualquier caso, por la cercanía Bea terminó rozando mi mano y su disculpa no tardó en llegar, negué con la cabeza y le dije que no hacía falta que se preocupara. Fue en ese breve intercambio que no me detuve a mirar a la rubia frente a la expendedora, pero me di cuenta que Cayden se adelantaba en dirección a la máquina.

    —Cay —escuché que dijo la voz que reconocí como la de Rockefeller, su tono fue suave y algo sorpre aún así—. Ah, lo siento, ¿les estoy estorbando?

    —Para nada —le dijo él.

    En ese momento volteé a mirarlos, distraída como me había quedado en tranquilizar a Beatriz, y noté que él le daba un toquecito a la rubia en la cintura. Ella se apartó de la máquina sujetando una caja de jugo y entonces asomó la cabeza por un costado del cuerpo de Dunn, desde allí nos dedicó una sonrisa muy bonita.

    —Hola —saludó y entonces reparó en la menor—. A ti no te conozco.

    —Bea, esta es Ilana Rockefeller, es amiga mía y va a nuestra clase. —Se adelantó Cayden con las presentaciones—. Lana, ella es Beatriz Luna, amiga nuestra de primero.

    Ilana abrió un poco más los ojos, sorprendida, y acto seguido sonrió de lo más contenta. Una vez ocupada con nosotros, noté que Cayden volcaba su atención en la expendedora.

    —Es un placer conocerte, Beatriz. ¿Van a almorzar afuera? Qué lindo.

    —¿Qué van a querer de la máquina? —preguntó Cay con la vista puesta en las cosas disponibles tras el cristal.
     
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    Mi disculpa por el contacto accidental me resultó incomprensible, puesto que se trataba de Jez. Tenía muy en claro que algo tan nimio y sutil como el roce de nuestras manos estaba lejos de incomodarla, sobre todo si rememoraba los gestos que la chica había tenido conmigo en ocasiones anteriores. Me dio una discreta caricia en el brazo la primera vez que nos vimos, acunó mi rostro el día que le dije que su forma de ser era preciosa, entre otras. Todas esas veces la acepté como pude en mi espacio, e incluso recordé que yo misma le había dado un suave apretón en la mano la vez pasada, a modo de despedida. Mi disculpa, insisto, resultaba incomprensible, y supuse que se debió a un reflejo involuntario porque estaba nerviosa por la gente de nuestro alrededor, ¿tal vez? Como era de esperar, Jez me tranquilizó con una cálida sonrisa, y yo debía reprimir el impulso de disculparme por la disculpa innecesaria.

    La chica rubia a la que se había acercado Cayden captó la atención de ambas pero, eso sí, me permití un fugaz segundo para echar una mirada a la mano de Jez. Aún estaba muy cerca de ella, ¡p-pero no quise distraerme mucho en esto!

    No habría tenido oportunidad de perderme en la divagación, ya que la chica asomó desde uno de los costados de Cayden para saludarnos. Me quedé muy quieta en mi posición, mi respiración se cortó en seco al reparar en que se trataba de otra persona a la que no conocía, justo como con Morgan. Nos saludó con actitud afable, lo que no impidió que me estremeciera ligeramente cuando su atención recayó sobre mí en particular.

    —Yo… Y-yo… —empecé a decir. ¿Qué se respondía cuando alguien afirmaba tan directamente no conocerte?

    Cayden intervino y, justo como hiciera Hubert más temprano, realizó las debidas presentaciones que, a su vez, me concedieron tiempo suficiente para poner a raya mis nervios. La chica se llamaba Ilana Rockefeller, amiga suya y también compañera de clases, lo que explicaba que también conociera a Jez, ¿tal vez? Involuntariamente me vino a la memoria Tora y su pregunta sobre por qué me acercaba a los senpai de tercer año, aunque no le concedí mayor espacio entre mis pensamientos porque… Cayden, al momento de presentarme por mi nombre completo… Hizo que lo mirara por reflejo, ablandando mi corazón.

    Me consideraba su amiga.

    Los sentimientos se me entrecruzaron con fuerza. Nervios, conmoción, alegría, algo de inseguridad y una fuerte correntada de mi habitual timidez. Ilana abrió mucho los ojos, no supe si fue por el detalle de que yo provenía de primero año o algo, lo que me hizo pensar nuevamente en Tora. Y entonces, con cierta alegría, la chica esbozó una sonrisa en la que terminé perdiéndome sin pretenderlo. Me quedé mirándola al rostro. Detallando la caída de su cabello, el aspecto suave de sus facciones, y hasta sus pestañas coronando el rosa de sus ojos. Cada detalle, en conjunto con su sonrisa, me alivió de imprevisto, y al final terminé sonrojándome en cuanto fui consciente de que la había mirado más de la cuenta.

    Me estremecí nuevamente y me dediqué a acariciar el dorso de una de mis manos, tímida. Involuntariamente desvié la mirada, aún ruborizada.

    —E-el placer es mío… Ilana —correspondí, para luego asentir—. Hace… un lindo día, ¿n-no lo crees? P-para almorzar, digo… ¿tal vez?

    A fin de evitar una descortesía, regresé con cierta dificultad a sus ojos. Intenté sonreírle, mas los nervios me lo impidieron y, con mucha vergüenza, volví a ruborizarme. Justo en ese instante Cayden nos habló, obligándome a volver a desviar la mirada, esta vez en su dirección.

    —Y-yo sólo iba a comprar… agua —dije; algo me decía que iba a pagarla él, pero no supe cómo apuntarle que no se preocupara; vencida por la imposibilidad, regresé mi atención a Ilana y traté de dar charla como pude, seguía un poco de nervios, aunque no tantos como al principio— Eh… Uh… ¿T-también ibas a pasar el r-receso… afuera?

    Era amiga de Cayden y conocía a Jez. ¿T-tal vez debería invitarla? Me abrumaba la idea de conformar un grupo de cuatro personas, p-p-pero… Estaría con Jez y Cayden, e Ilana me daba cierta impresión de dulzura. Estaría bien, ¿tal vez? ¿Sería capaz de no dar un espectáculo bochornoso de los de siempre? Mi cabeza, mi pecho, todo se atiborró de sensaciones. Me habría gustado tener la claridad y soltura para tomar la mano de Jez en este momento.
     
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    La aproximación de Ilana puso nerviosa a Bea, lo noté de inmediato, quizás fueron sus ánimos y la sorpresa en su mirada, porque realmente la rubia no se había acercado a ella. Sólo la había mirado y le había hablado, la menor trató de acoplarse y la intervención de Cay, que vista de fuera parecía protocolaria, dio la sensación de permitirle a Beatriz pensar y a Ilana entender a qué se enfrentaba, ya que permitió una pausa breve.

    Beatriz acabó algo perdida en la reacción de Rockefeller, la miró como yo había mirado a Cay antes, y sufrió el mismo bochorno al que no le puse mucha atención. Ilana, sin embargo, pareció estudiarla un instante y aunque su sonrisa se amplió, dio la sensación de bajarle un nivel a su entusiasmo y se quedó suspendida en el espacio entre nosotras y Cayden, que estaba en la expendedora. Atendió a las palabras de la menor, por supuesto, y dijo que sí con un movimiento de cabeza.

    —Muy bonito, lo normal es querer salir a disfrutar el rato —acordó con tranquilidad.

    —Yo quería un té helado —respondí hacia Cayden.

    Me acordé del día de la entrevista, de la forma en que me había pagado los jugos que llevé para Yuta, Haruhiko y él, por lo que asumí que no aceptaría negativas. Después quizás podría llegar a un acuerdo con él, pero discutirlo de inmediato había demostrado ser inútil. El muchacho hizo un sonido afirmativo y lo vi sacar dinero, una bebida cayó primero y me distraje como para escuchar la caída de las siguientes.

    —¿Yo? Ah, sí. Todavía estaba pensando a dónde ir, pero tenía la intención de ir afuera —respondió Ilana balanceando su almuerzo en una mano.

    Contemplé invitarla, pero ya había traído a Cay y estaba estirando mucho los permisos de un espacio que ni siquiera había surgido por iniciativa mía. En su defecto, Bea seguía nerviosa y lo sentía, por lo que me quedé atorada en otra idea por unos segundos. Mi mano seguía cerca de la suya y aunque dudé, finalmente hice el movimiento para tomarla con delicadeza, usé el pulgar para dedicarle una caricia en el dorso.

    Entre tanto Cayden regresó, sujetaba la botella de té helado y la de agua en una mano sosteniéndolas por la boquilla y en la tela de su almuerzo había guardado una caja de jugo. Nos miró a las tres, Bea y yo primero, Ilana después.

    —¿Quieres venir? —ofreció luego de contemplarlo unos segundos y noté que había suavizado los gestos.

    Tuve la sensación de que a ella la invitación repentina le dio algo de vergüenza, bajó la vista un momento y asintió con la cabeza, despacio, fue entonces que miró a Beatriz un instante y eso puso en movimiento a Cay de nuevo. Se acercó a nosotras en silencio, acomodó la botella de té helado entre mi bento luego de apoyar el suyo en el suelo un brevísimo instante y cuando quedó solo con la botella de agua en la mano dobló apenas la espalda. Fue como si pretendiera dejar su mirada más cerca de Bea, una suerte de señal de confianza.

    —Si te sientes abrumada por tantas personas en algún momento dímelo, por favor —dijo para ella, por el volumen dudé mucho que Ilana hubiese escuchado—. Está bien que te esfuerces, pero también que reconozcas tus límites.

    Era increíblemente centrado cuando se trataba de otros.


    Extendió la mano con la botella, la apoyó con cuidado en la mejilla de la chica y le sonrió con dulzura, justo como antes, y luego retrocedió dispuesto a llevarle la bebida ya que yo la tenía sujeta de la mano. Al volverse a Ilana mantuvo la sonrisa, ella también pareció calmarse y esperó a que nosotros reiniciáramos la marcha.
     
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    Para evitar un tocho tamaño astronómico, dividiré mi post según las zonas donde se narra, así queda también más orgánico respecto a los espacios
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    Quise pensar que no había caído en un lugar demasiado común al referirme al clima; que eso conectaba con el diálogo de Ilana y no respondía, necesariamente, a la falta de un mejor tema del que hablar por mi parte, ¿tal vez? En realidad podría considerarlo un pequeño triunfo si considerábamos mis nervios, ya que resultaba muy evidente, a la vista de todos, que aún no me manejaba bien ante rostros nuevos. Ilana me respondió con simpleza y soltura, estando de acuerdo con mi apreciación, y en esa concordancia encontré una nueva cuota de alivio que me impulsó a tratar de sonreírle sin éxito. Aún así, después de que Jez y yo dijéramos a Cayden lo que pretendíamos comprar en la expendedora, pude de avanzar en la conversación. El hecho de que Ilana confirmara un posible almuerzo en el exterior, igual que nosotros, reafirmó mi indecisión de invitarla o no.. Y eso acentuó el torbellino de sentimientos encontrados…

    Y en esa tormenta se filtró una luz que me alcanzó.

    Fue la mano de Jez tomando la mía. Sorprendentemente no me causó uno de mis sobresaltos, a pesar de que el gesto no me lo había esperado. En cambio giré la cabeza al sentir la suave caricia en mi piel, y mi corazón se aceleró al ver sus dedos envolviendo con delicadeza mi mano. Luego busqué los ojos de la albina, en los que me detuve un momento. Quise decirle algo, pero las palabras quedaron atrapadas en algún punto de mi pecho y, sin más, agaché la cabeza con un suspiro. Tímida, pequeña. Aunque algo más relajada.

    Mi mano correspondió a la suya, afianzándose en un cálido apretón. Eso dijo todo lo que mi voz no pudo expresar.

    Me concentré en mirar mi mano aferrada a la de Jez, porque la imagen en sí misma, además del calor que de allí provenía, me permitía serenarme. Así, no vi la reacción de Ilana cuando Cayden hizo la invitación que no logró salir de mis labios, y fui consciente de sus pasos acercándose en nuestra dirección, del ámbar de sus ojos buscando los míos, tan esquivos. Sin embargo, no tardé en alzar un poco el rostro para dar con su mirada. Me habló en voz baja, en una suerte de confidencialidad, y comprendí por qué: tocó una cuestión personal como lo era mi ansiedad social, y el chico se ocupó de hacerme saber que estaba atento a mí. Que me podía sostener también en él...

    Apreté los labios. Mi semblante no se torció en ninguna dirección, no se comprimió, y aún así tuve miedo de que un cristal de lágrimas le diera más brillo a mis ojos. Sentía la mano de Jez sosteniéndome, y enfrente mío se hallaba Cayden, que tomaba todo lo que conocía de mí para cuidarme. El apoyo y la dulzura de ambas figuras se me mezclaron con la sensación de Rowan abrazándome, al punto de ablandarme el corazón.

    —E-estaré bien… Yo… Quiero hacer esto... —dije; mi mano se afianzó aún más en torno a la de Jez, fue con cariño, ¿tal vez?— Gracias…

    Me tomó desprevenida que Cay apoyara la botella en mi mejilla. La sensación helada sí me hizo respingar y me hizo parpadear con cierta fuerza, y acto seguido recibí una sonrisa dulce. También le sonreí apenas.

    Luego de lo cual, emprendimos el camino hacia la piscina


    Continúa en Piscina
     
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    En el pequeño silencio que concedí para bajar al segundo piso, la pregunta de Mey apuntó principalmente a cómo me sentía respecto a los torneos venideros. Dado que mi parloteo inicial había sido como un mini-bombardeo de información, el hecho de que se enfocara en ese tema particular fue pista suficiente para saber que le llamaba especialmente la atención. Y por la misma razón, me tomé algunos segunditos para encontrar las mejores palabras con las que responderle, deseosa de dejar bien satisfecha su curiosidad. Al final, sonreí un poco para mí misma y, tras un ligero carraspeo, recité unas palabras.

    Dado el tono algo solemne con el que fueron pronunciadas, no costó darse cuenta de que estaba citando a alguien más:

    “Vengan las pruebas y los desafíos; vengan las grandes olas de la vida, porque estoy listo”.

    Miré a Mey.

    —Palabras de Masutatsu Ōyama, el fundador del Kyokushinkai, el estilo de karate que practico —expliqué—. Es toda una inspiración, adoro su filosofía —sonreí, retomando la vista al frente—. El punto es que… Siempre me siento preparada para cada torneo que se avecina, y hasta te diría que son causa de una gran emoción. No niego que igual hay un poquitito de nervios en los días previos. Porque nada está dicho y, al final, la única verdad es la que se ve en la lucha sobre el tatami.

    Me había explayado con mi respuesta, como siempre sucedía cuando hablaba de artes marciales y temas relacionados. Eso, sin embargo, no fue un impedimento para expresarle que la había echado de menos y, además, permitirme un beso sobre su mano. La suavidad de su piel pareció quedar impregnada en mis labios cuando levanté la vista para sonreirle. Me distraje levemente en sus rasgos, en sus ojos, antes de tomar el atrevimiento de tocar su cabello para acomodárselo. Al ver cómo parpadeaba bajo mi tacto delicado, volví a pensar en lo bella que era esta chica... Aunque no tuve tanto tiempo de perderme en esto porque, acto seguido, fue ella la que acercó su mano a mi rostro. Sus dedos dieron justo con esa zona detrás de mi oreja, la que me hacía cerrar los ojos involuntariamente, con un sólo tacto. Mis párpados cayeron suavemente. La sonrisa se extendió por mi rostro y, simplemente, ladeé ligeramente la cabeza para rozar su mano con mi mejilla. Fue otro mimito de mi parte, pero con el que también me perdí la oportunidad de notar cómo Mey se distraía con el largo de mi cabello.

    De nuevo tomadas de la mano y ya llegando a la planta baja, me dijo que sus días podrían haber sido mejores, aunque también dio a entender que no había nada por lo cual preocuparse demasiado. Asentí, comprensiva. No había pasado mucho desde que Mey regresó a la academia, por lo que imaginé que debía estar pasando por algunos altibajos, como nos pasaban a todos los que debíamos atravesar largos procesos. Mi única respuesta fue acariciar el dorso de su mano con mi pulgar, quizá para reafirmar mi apoyo en ese pequeño contacto.

    Fue entonces cuando mencionó el dojo donde había tenido su primer contacto con la esgrima. Parpadeé con evidente curiosidad, pero también debí hacer un enorme esfuerzo por regular mi emoción, ya que la conversación no dejaba de ser seria para mí. Pese a lo cual, mi sonrisa se terminó por iluminar al saber que también había estado almorzando con Kaia-chan.

    El corazón se me llenó de alegría, porque todo esto significaba que Mey avanzaba. A pasos pequeños, pero igualmente importantes. Volví a pensar en las palabras de Mas Oyama.


    Vengan las pruebas y los desafíos; vengan las grandes olas de vida, porque estoy listo

    Tenía la esperanza de que también fuese el caso de Mey.

    —¿De verdad? ¿Y de qué hablaron? —pregunté complacida, un poco en modo chismosa— Y… Me encantaría que me contaras un poquito más sobre ese dojo y tus primeros pasos en la esgrima. Nunca está de más volver al origen para redescubrirnos, la verdad, así que me parece fantástico que estés pensando en ir. Te apoyo totalmente en eso.
     
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    Fuese o no de manera consciente, tendía a guardar un registro mental de los lugares que frecuentaba, y el nuevo cartel pegado al tablón de anuncios... pues no había que ser un genio de la observación para notarlo. Decidí interrumpir mi camino hacia clases y me detuve, cruzando los brazos y leyendo el contenido con una pequeña sonrisa en los labios. A veces los alumnos de esta institución aparecían con cada idea... ¿Chocolates a mitad de julio? Habría que rogar que la mitad no se derritieran en los maletines de camino a la escuela. En cualquier caso, era tierno.

    Venían siendo días tranquilos y me pregunté si quizá, sólo quizá, podría aprovechar el bug para enfrentarme a una de mis cuentas pendientes gastronómicas. Intentaba recordar la última vez que había pasado por la chocolatería del barrio y a cuánto tenían el kilo cuando noté una silueta deteniéndose a mi lado, ligeramente detrás de mí. Era Haru, quien también leía el anuncio sin molestarse demasiado en mi presencia. Lo observé un par de segundos, divertida.

    —¿Pensando en alguien? —lo molesté.

    Él automáticamente frunció el ceño y me clavó la mirada encima.

    —¿Y tú?

    —Claro, varias personas. No tiene nada de malo querer obsequiarle algo a quien aprecias.

    Su atención no se desvió, mas su expresión sí pareció relajarse y abstraerse, como si mis palabras le hubieran recordado algo. De una u otra forma, yo me vacié los pulmones y regresé la vista al anuncio.

    —¿Debería regalarte a ti también~?

    —No digas tonterías.

    Fue su señal de retirada. Giró el cuerpo, empezó a caminar y yo seguí su recorrido un par de segundos, con la sonrisa pegada a los labios. A decir verdad, era bastante sencillo de picar.

    ahí la dejo cuz why not
     
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    Nadie podía culparme por mi curiosidad, ¿o sí? Cuando escuché el anuncio por los parlantes me acordé del evento del primer día y supuse que fuese lo que fuese esta vez podía apuntarme, ir a ver o participar de la manera que fuese. En su defecto, me cambié los zapatos con calma, metí algunas cosas en el casillero y entonces inicié mi camino hacia el interior de la academia con la intención de husmear el famoso tablón.

    Reconocí a Sasha de inmediato, supuse que habría estado haciendo lo mismo que yo pretendía, por lo que me acerqué y esperé a que notara mi presencia para dedicarle una sonrisa, contenta. Papá me había dicho que le habían caído bien mis compañeros de proyecto y no sé qué, algo en lo que yo concordaba aunque no habíamos hablado mucho más.

    —Hola, Sasha —la saludé antes de mirar el anuncio por fin.

    Ladeé la cabeza sin darme cuenta, entre curiosa y sorprendida, y un par de personas se me vinieron a la cabeza, aunque al menos a una la descarté casi en el mismo instante que me alcanzó la cabeza. Mira que sabía que las social cues le daban igual, pero se pasaba de indiferente incluso si accedía a ciertas cosas, y pues mi paciencia tampoco era infinita. De la manera que fuese, apenas terminé de leer regresé la atención a la pelirroja.

    —¿Vas a traerle chocolates a alguien? —tanteé porque lo cierto es que sí era cotilla.


    hello there, vi una Sash suelta
     
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    Haru había desaparecido por las escaleras y estaba a punto de seguir su mismo camino cuando, por el rabillo del ojo, noté que otra persona se detenía a mi lado. Lo más probable era que pretendieran leer el tablón, claro, pero por mero instinto giré el cuello y di con los ojos rosados de Ilana. Reflejé su sonrisa y, al recibir su saludo, mis labios se estiraron un poquito más.

    Morning, sweetie. Atraídas como abejas a la miel, ¿eh?

    Solté la broma conforme Ilana viraba su atención al anuncio y, por no quedarme mirándola como loca, regresé los ojos al cartel que ya había leído, esperando a que ella finalizara su lectura. Su pregunta fue la señal que esperaba y volví a verla, presionando los labios en un murmullo pensativo. Aunque no lo hubiera decidido as a fact, probablemente ya fuese un hecho que lo haría. Quedaba la duda de a quiénes sometería a mi prueba anual incursionando con el chocolate.

    —Quizá —respondí finalmente—. Nunca se me dio del todo bien trabajar el chocolate, controlar la temperatura, el templado y todas esas cosas. Siempre acaba o muy finito, o muy grueso, o se me quiebra, o se derrite, o las decoraciones me quedan feas.

    Siempre podía hornear brownies y que valieran como entrega de chocolate, pero una parte de mí quería aprovechar la excusa y volver a probar suerte. En cualquier caso, solté una risa breve tras la lista de desgracias y miré a la chica.

    How about you?
     
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    Zireael

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    Su comentario de las abejas me sacó una risa liviana pues no le faltaba razón, encima teniendo en cuenta que el asunto involucraba dulces había caído redonda. La cosa esta del White Day me era un poco indiferente, al final lo había usado de excusa para regalarles chocolates a mis amigas, pero poco más, ni siquiera los hacía yo misma, los compraba. Lo mismo, no era que en la otra escuela tuviese alguien a quien entregarle chocolates más allá de ellas y tampoco había nadie muy interesado en obsequiarme unos a mí. Ahora digamos que tenía objetivos en mente, pero también era un poco extraño si partíamos de que era una primera vez.

    What can I say? Somos bastante simples al final del día —añadí a lo dicho por ella y balanceé el maletín a un costado del cuerpo.

    Su lista de cosas que le pasaban con el chocolate me hizo alzar las cejas, sorprendida por la complejidad que repentinamente había adquirido la tarea en mi cabeza y regresé la mirada al tablón un segundo, algo contrariada. No es que fuese una burra de la cocina ni nada, pero tampoco era una genio y no me había parado a pensar qué tan difícil era hacerlos una misma.

    —¿De verdad es tan complicado? —le pregunté cuando volví a mirarla—. No he hecho nunca, sé que desafía un poco el propósito, pero solía comprarlos y llevárselos a mis amigas.

    Como fuese, muy chismosa y lo que quisieras, pero se me olvidó que lo natural era que me regresara la pregunta, así que al escucharla me dio una pizca de vergüenza que regulé, de nuevo, balanceando el maletín como un péndulo. A ver, con los objetivos que tenía en mente ahora me enfrentaba al dilema de preparar un batch más grande o varios pequeñitos, a ver en cuál la cagaba menos.

    —Puede que sí, aunque ahora me preocupa lo complicado del asunto. ¿Y si quedan extremadamente feos? ¿Sería muy raro si los compro? No sé si sentirían que lo hice por salir del paso, no quiero que parezca eso.
     
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    Gigi Blanche

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    Su reacción me indicó que probablemente nunca antes hubiera intentado manipular chocolate y, frente a esa idea, le di un nuevo repaso mental al asunto para intentar responderle de la forma más objetiva posible, sin bromas o exageraciones que torcieran la realidad por el bien de la comedia.

    —Pues... Supongo que derretir y rellenar bloques sólidos de chocolate no es tan difícil, el asunto se complejiza cuando quieres ponerte creativo y hacerlos con relleno o decorarlos. Los moldes tienen que estar bien limpios para que el chocolate no se pegue, tiene que estar a determinada temperatura para que, al verterlo, no se sienta ni muy espeso ni muy líquido, y que luego, al templarlo, no se quiebre. Además, tienes que fijarte que las paredes no queden demasiado gruesas o demasiado finas... —Me interrumpí, pues no quería asustar a la pobre criatura, y renové la sonrisa al agregar, junto a una risa levemente avergonzada—: O igual soy yo que me pongo muy perfeccionista.

    Regresarle la pregunta me sirvió para virar la conversación lejos de la titánica tarea en la cual había convertido el hacer bombones, y su preocupación ante la disyuntiva entre hacerlos y comprarlos contribuyó aún más. Me dio un poco de ternura, fue inevitable, y sonreí con cierto dejo de ello.

    —Si lo das vuelta, ¿te importaría que sean caseros o te alegraría el simple hecho de que hayan pensado en ti? Todos somos más exigentes con nosotros mismos, es normal, pero no creo que califique como "salir del paso" si de por sí estás decidiendo participar en algo que no es obligación. A ver, que no es Navidad, alguien amaneció y decidió colgar esto aquí sin más. —Me reí—. Y si igual quieres intentarlo, siempre puedes probar un cachito antes de ponerte a regalarlos, ¿no? Es muy importante el control de calidad previo, ahorra intoxicaciones y también hacer el ridículo. Palabra de exploradora.

    Alcé la mano junto a mi rostro y me puse muy erguida, cosa de contribuir a la broma.

    —¡Ya sé! —exclamé de repente, desarmando la postura, y la miré, ilusionada—. ¿Y si los hacemos juntas?
     
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    Zireael

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    Se me ocurrió que si tan complicado era podía pedirle ayuda a Paimon, que sabía de cocina hasta de sobra, pero tenía la cantidad exacta de cero ganas de tratar con su indiferencia sobre todo si pensaba dejarlo fuera de la ecuación justamente por ese motivo, además Sasha parecía saber de lo que hablaba. Le presté atención a su respuesta y la lista de pasos a seguir se volvió muy amplia y también, ¿cómo decirlo? ¿Delicada? Y alcé la mano libre para pretender enumerar cada cosa con los dedos, aunque me rendí a medio camino y dejé caer el brazo.

    —Somos —atajé a lo del perfeccionismo—. ¡Creo que por eso me preocupa tanto ahora!

    Al decir lo otro soné hasta un poco escandalizada, pero en sí cargó la intención de ser una especie de broma para el perfeccionismo de ambas. Ya me veía haciendo varios intentos porque no me salían como quería y luego terminando con un todo un grupo de chocolates defectuosos que comerme. Entre el debate de si hacerlos o comprarlos se coló la inseguridad, no fue mi intención, solo se me escapó y la respuesta que me dio me hizo girar algunos engranajes mentales.

    Sonreí sin ser consciente de ello en verdad, tomé aire y lo solté. Si alguien me regalaba chocolates me daría exactamente igual si los había comprado en el 7-Eleven en oferta, pero también tenía que reconocer que las cosas hechas por uno tenían otro valor... Parecían más sinceras, más transparentes y cercanas. Su broma del final además me sacó una risa.

    —Tienes razón —añadí con otra risilla—. Aunque va a estar difícil esto de que pasen la prueba de calidad...

    Su exclamación me hizo dar un respingo que quiso darme vergüenza, pero bateé la sensación con tal de atender a ella y cuando sugirió que los hiciéramos juntas una ola de ilusión me cayó encima. El cuerpo me respondió antes que cualquier pensamiento, me adelanté un paso hacia ella y la emoción me vibró en tono y en el rostro.

    —¿De verdad quisieras hacerlos conmigo? ¡Sería muy lindo! Y seguro no me sentiría tan perdida como si tuviera que hacerlos yo sola desde el principio.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me reí con liviandad ante su respuesta, genuinamente divertida. Hoy había amanecido como cualquier otro día y de repente estábamos frente a un anuncio lleno de dibujos infantiles freaking out ante la idea de hacer chocolates. La vida estaba llena de sorpresas.

    Ah, nonsense —repliqué al instante de oírla dudar, agitando la mano—. Son bombones, no reactores nucleares, ¿cuánto uno puede fallar? Además, ¿no acabas de decir que eres perfeccionista? El perfeccionismo logra grandes cosas.

    No tenía motivos ni respaldo teórico que me fundamentara; en lo que a mí me concernía, esta chica podía mirar una olla y quemarla. Pero no creía que valiera la pena ponerse tan realista cuando me daba la sensación de que sus dudas provenían de otro espacio. En cualquier caso, se me ocurrió invitarla a probar juntas y me quedé satisfecha, pues sonaba divertido cocinar con alguien más y, ya de paso, me fijaba si realmente quemaba las ollas sólo de verlas.

    Solté la idea sin temerle al margen de error y ella accedió sin contratiempos. Su reacción, de hecho, me resultó tan genuina que reí en voz baja.

    —Entonces queda armar la lista de ingredientes y definir un día. Seguramente podamos usar la sala del club de cocina.

    Giré el cuerpo lentamente para empezar a caminar, asumiendo que vendría conmigo, mientras comenzaba a diagramar el plan en mi cabeza. Si no recordaba mal, Emily, la niña de segundo, era parte del club. Podía consultarle a ella de primera mano. Luego, respecto a los ingredientes...

    —Las cosas puedo comprarlas yo y luego repartimos gastos, creo que será más fácil así. Además, en mi barrio hay una chocolatería donde ya los conozco y tienen buenos productos. Lo que sí podríamos definir es qué clase de chocolates queremos hacer. Ah, y también podemos decidir el tipo de empaquetado... ¿Deberíamos comprar tarjetitas y cintas de colores? Since we're so called perfectionists.


    puede que sea mi último post, so ante la duda, gracias por caerme <3
     
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    Zireael

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    Lo de los reactores nuclearas me hizo reír, pues era cierto, estábamos pensando en hacer chocolates no buscando maneras de viajar a Marte ni nada, quizás el secreto estaba en dejar de complicarnos tanto y sólo preparar las cosas, salieran como salieran. Ya de por sí cuando una era perfeccionista era una certeza que lo que entregaba alcanzaba al menos cierto estándar.

    —Ya de por sí tenemos el estándar alto, así que el perfeccionismo sin duda sirve de algo —secundé con la risa cola en la voz.

    Al menos no era que me saliera mal hervir agua, la duda provenía de otro campo y también de la idea, quizás paranoica, de que no sabía si lo de los chocolates era un gesto precipitado. Igual podía sortear esa suerte de obstáculo, a pesar de mis dudas tampoco creía que realmente mostrar afecto con un gesto así fuese a resultar en nada del otro mundo y esperaba, de hecho, que ayudara a seguir lanzando o reforzando las hebras que me unían a estas nuevas personas. En parte por eso me hizo tanta ilusión que Sasha ofreciera que los preparáramos juntas, pues también me acercaba a ella.

    Asentí con entusiasmo a lo de hacer la lista y definir el día, además en vista de que Kakeru había cocinado aquí en la escuela imaginaba no que no sería muy difícil pedir la sala prestada, por lo que ya teníamos el plan formado. Por lo demás, la seguí apenas empezó a caminar y fui pensando en qué podíamos hacer. Claro que hacer una sola compra en una tienda de confianza sonaba mejor, simplemente luego dividíamos los gastos y ya.

    —¿Podemos hacer algunos chocolates oscuros? —pregunté llevándome el índice al mentón, pensativa—. No estoy segura de qué tan dulceras sean algunas de las personas que tengo en mente, así que por si acaso. Luego, chocolate con leche del de toda la vida... ¿Has probado el chocolate con naranja? Suena medio raro, pero es super rico. Supongo que podríamos arriesgarnos a rellenarlos y si quedan mal, más para nosotras.

    Lo último pretendió ser una broma, claro, y me quedé pensando después sobre las cintas y las tarjetas. Sonaba como bien hacer el trabajo completo, la verdad.

    —¡Y sí, compremos cintas y tarjetitas! Quedarán super cute, ya verás.

    Pues nada, siempre me venía encima apenas me daban cuerda, pero entre todo el caos de la semana esta nueva misión era un buen distractor.


    it was my pleasure, como siempre <3
     
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    Gigi Blanche

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    Venía girando la paleta dentro de mi boca cuando, por el rabillo del ojo, noté el cartel enorme y colorido que había pegado en el tablón. Arrugué el ceño y giré el cuerpo en redondo, con la vista clavada en el anuncio pero mis pensamientos yéndose lejos. ¿Desde cuándo estaba esto aquí? ¿Y por qué no lo había visto antes? ¿Lo habrían puesto ahora? Miré alrededor. En ese caso, no sería la única aquí, ¿cierto? Ladeé la cabeza, confundida, y mis cejas se juntaron aún más. Repasé las letras y los dibujos cuasi infantiles, abstraída. Ayer había sido un día ordinario, y hoy a la mañana había entrado con Karou. ¿Quizá fue eso lo que me distrajo? Pero habría jurado que...

    My, oh my. —El canturreo varonil adquirió forma en medio segundo y contuve el impulso de rodar los ojos antes de girar el cuello—. Y yo pensaba que era el más romántico de por aquí...

    Joey se había detenido a mi lado y no bajó a mis ojos sino hasta luego de concluir la frase. Una sonrisilla burlona curvaba sus labios.

    —¿Tú, romántico? —cuestioné, quitándome la paleta de la boca. Asintió, muy tranquilo—. ¿En qué universo?

    —El que acontece, por supuesto. Las señoritas suelen quedar más que satisfechas conmigo.

    —Eso es lo que te querrán hacer creer.

    —¿Y por qué me mentirían~?

    —¿Porque les das pena~?

    So harsh... —Se llevó una mano al pecho, comprimiendo el semblante, y pronto regresó a su actitud anterior—. No por alardear, pero suelo recibir bastantes chocolates en San Valentín, kiddo.

    Solté una risa seca, bastante irónica. La validez de los argumentos no importaba mucho, sólo estaba empeñada en llevarle la contra hasta el fin de los tiempos.

    —Eso no prueba nada.

    —¿No~? —Sonrió como si yo acabara de pisar una trampa y se inclinó dentro de mi espacio—. ¿Me regalarías unos, entonces?

    Le sostuve la mirada con el ceño fruncido, y acentué la escasa distancia un par de centímetros más. Justo antes de hablar relajé el gesto.

    —Sólo si no te importa que vengan envenenados.

    —¿Morir por una dama? No suena mal —murmuró, presto, y regresó a su espacio tras reírse en voz baja—. ¿A quién le darás, entonces?

    —Eso no te importa.

    —¿Al alemán? ¿A Emi-chan? ¡Oh! —Sonrió muy amplio—. No te importa si yo le doy a Emi-chan, ¿verdad~? The more, the merrier.

    Bufé, cruzándome de brazos. Este imbécil siempre se la rifaba haciéndome enfadar.

    —¿No le quieres dar también a Altan, en ese caso? —rebatí, intentando regresarle alguna jugada, y él arrugó la nariz.

    —Nah. —Y ya estaba sonriendo de nuevo—. A menos que no te importe que vayan envenenados, claro.

    Me carcajeé brevemente, fue un poco inevitable.

    —Los envenenas y te corto los huevos.

    Woah, how scary~

    los dejo ahí bickering porque por qué no

     
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    Zireael

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    ¿Cómo era que a esta gente se le ocurría sustituir el White Day original por una semana completa en pleno verano? Lo pensé cuando llegué a la escuela un poco tarde y me distraje con el cartel de colores en el tablón. A ver, por un lado muy bien porque siquiera recordaba qué era de nosotros en el White Day original, pero iba a tener que hacer toda una preparación para que llegaran a la escuela de una pieza y no hechos una plasta.

    Total que me pasé las clases pensando en eso y cuando sonó la campana salí al pasillo, se me ocurrió subir a la azotea, pero iba a acabar como un camarón así que doblé hacia la otra dirección y casi me choco a Shimizu que iba saliendo de su clase. El pobre traía una cara de circunstancias digna de película, la verdad, y me pregunté si ya se habría mandado otra cagada.

    —¿Qué te pasa?

    —¡Qué voy a quedar como un hijo de puta si no le regalo nada a Sasha! —respondió de inmediato, pescándome por los hombros para hablarme en secreto pero con clara urgencia—. Pero, hijo, ¡sólo sé preparar fideos instantáneos y arroz frito!

    —¿Y tus hermanos? A uno se le daba mejor cocinar, creo, medio me acuerdo del día que desperté en tu casa luego de los palos que me dio Sugino.

    —¡¿Cómo voy a pedirle ayuda a mi hermano de dieciséis años para regalarle chocolates a una chica, grandísimo estúpido?! ¡¿Dónde quedó el honor de hombre?!

    Me hacía gracia verlo tan absolutamente escandalizado, pues no era usual, y me dejé arrastrar por él mientras lo seguía escuchando quejarse. A medio camino de las escaleras a la segunda planta pareció incluso más angustiado y me dijo en voz baja que no sabía qué hacer, que por todos los embrollos habidos y por haber se había distanciado de Riamu sin explicación y ahora no sabía si tenía derecho a regalarle algo. Fue extraño, lo de Sasha parecía angustiarle porque quería ser... digno, digamos, lo de la otra chica por algo completamente distinto.

    Arata no era buena persona, pero tampoco era un diablo al cien por cien.

    No supe bien qué decirle más allá de que si a él le parecía una forma de volver a acercarse, de disculparse también, lo hiciera pero sólo si el gesto era genuino de su parte. Era medio obvio que te cagas, a él no pareció ayudarlo mucho con su decisión, pero era mejor que nada suponía. Al final seguimos andando en silencio, aunque el idiota nunca me sacó el brazo de encima de los hombros, al menos no hasta que fuimos llegando a la planta baja y reconocí a Anna y Wickham, el cuadrito no me hizo especial gracia y Arata, que estaba en guerra con Alisha y este cabrón, siquiera quiso esperar a que estuviéramos cerca.

    —Si te quedas en algún sitio avísame —solté antes de que se alejara del todo—, tal vez te alcance luego, who knows.

    Arata se mezcló con un grupo de estudiantes con tal de desaparecer y yo seguí mi camino hacia el par que, de hecho, parecía estar en plena sesión de bickering. Creí medio escuchar algo de veneno y la respuesta de Wickham, pero no uní puntos ni nada. Como fuese, me asomé por encima del hombro de Anna y luego miré al inglés.

    —Espero que no estés escuchando consejos de Wickham para esto —dije con un tono impostado de preocupación.


    imagina pasar y que Al ignore tremenda escena, i can't *sips tecito*
     
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    Gigi Blanche

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    Ayer había sido una de esas noches donde los planes originales se me trastocaban, cosa no necesariamente negativa, pero que siempre implicaba alguna que otra compensación aquí y allá. Había salido a beber a eso de las siete de la tarde con la tía que conocí durante el fin de semana, un año mayor que yo y, al parecer, sin demasiadas responsabilidades en la vida; o al menos no al día siguiente. Una copa le siguió a la otra, saltamos entre bares y, ya cuando tenía las resistencias totalmente derretidas, pasamos a un taxi y acabamos en su piso. Ni siquiera estaba seguro quién se lo había propuesto a quién o si había habido una invitación formal en absoluto. Sólo sabía que sus aberturas vibraban con el traqueteo del tren cercano y que los haces de luz mutaban en una danza constante bajo las aspas del ventilador de techo. El leve aroma a humedad se entremezclaba con el perfume que desprendía su cabello espeso y el difusor de albaricoque encima de la estantería.

    Todo muy bonito, pero se me hacía tarde para la escuela y tenía el uniforme en casa. Por suerte, vivíamos a algunas calles de distancia. Me clavé una carrera de antología y me sentí una niña de anime corriendo al tren con el pan en la boca, pero la realidad no se alejaba mucho de eso. Acabé llegando por los pelos y, precisamente de ahí, ignoré la presencia del anuncio hasta entrado el receso, cuando bajé a comprarme el almuerzo.

    No tenía demasiados motivos (o ninguno) para joder a Hiradaira, ocurría que se enfadaba fácil y sentía una clara aversión hacia mi persona desde el comienzo de curso; y esas, si me preguntaban, eran razones más que válidas para buscarle las cosquillas. Prendió como un fósforo y me entretuve en el ir y venir de las dagas. Era gracioso oírla hablando de castraciones porque, enana y todo, sí tenía pinta de ser capaz de hacerlo. Y hablando del diablo...

    El alemán apareció como invocado por nuestro debate, lo noté un par de segundos antes y asumí que se acercaría. Al detenerse detrás de Hiradaira, ésta alzó la cabeza y lo miró desde abajo, sin inmutarse demasiado por su intervención repentina; no visiblemente, al menos. Quizás hubiera tenido otros planes de no ser porque tuvo que defenderse de la acusación de Sonnen.

    —¿De este? ¡Jamás! —negó con vehemencia, señalándome directo al pecho sin siquiera mirarme—. Estábamos hablando de chocolates envenenados.

    —Y de cómo deberíamos no regalarlos —agregué, tranquilo.

    —A menos que queramos ser castrados —completó, asintiendo.

    Me hizo gracia que de repente pareciéramos dos niños fingiendo llevarse bien cuando el adulto los pilla en medio de un lío. Hundí las manos en los bolsillos y me debatí brevemente si seguir tocando huevos aquí o anunciar mi retirada. Verle la cara al alemán no me entusiasmaba ni me hacía gracia, pero tampoco era la muerte y... tenía experiencia existiendo alrededor de gente que no soportaba, ¿verdad?

    —Ya que mis consejos son tan malos —atajé, mirándolo a él—, ¿imagino que podrás iluminarnos en la materia~?

    Hiradaira me miró con cara de culo, pero cerró el pico y volvió a alzar la vista hacia Altan. Vaya, vaya, ¿acaso éramos dos interesados en la ted talk?


    caerle voluntariamente a joey en modo tocahuevos, un gran acto de masoquismo *le ofrece asiento*
     
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    Zireael

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    Puede que mi pregunta fuese un desvío, la verdad no lo pensé mucho, pero me hizo gracia que el par aquí presente que no se llevaba bien de por sí de repente se pusiera a contestarme como si yo fuese el adulto responsable que había aparecido para preguntarles qué coño estaban haciendo solos, como si esa intervención los detuviera de seguir con las muy seguras puyas. Anna por supuesto se defendió y yo enderecé la postura, arqueando la ceja al escuchar lo de los chocolates envenados.

    —Muy sabio eso de no cometer ninguno de los dos crímenes, muy bien —apañé conteniendo la risa que se me quiso salir.

    ¿Chocolates envenenados y castración? Podía imaginarme el contexto, incluso sin asumir que yo estaba involucrado en la conversación, y justo por eso me venía un poco en gracia. Estaba bien que Anna era tamaño tanuki, pero eso no quitaba que yo viera posible una potencial castración si uno se ponía muy estúpido. Por otro lado, a mí tampoco me hacía especial gracia verle la cara a este cabrón, pero había que rescatar que desde hace ya rato evitaba empezar contiendas porque sí.

    Escuché al inglés y lo miré de nuevo ante lo de los consejos, el comentario de si podía iluminarlos en la materia me hizo suspirar porque, bromas y mierdas a un lado, sí había estado pensando en eso. Anna lo miró, noté la cara de culo sin mucho problema, pero entonces alzó la vista a mí y me pregunté si la estupidez de Wickham al final había despertado su interés por, bueno, obvias razones. Hombre, ¿pero y la sorpresa dónde quedaba? ¿Cómo iba a decirle en la cara mi humilde plan?

    Me quiso dar vergüenza, por suerte la emoción no me conectó al cuerpo porque seguro el otro idiota decía algo, pero de todas formas volví a mirar el cartel de nuevo. A Wickham podía responderle la primera estupidez que me saliera de los huevos, pero a Anna no e incluso si se jodía un poco la sorpresa, pues a ella me gustaba hablarle con sinceridad. Hasta ahora ese camino parecía estar saliendo mejor que lo que había elegido antes.

    —Estaría bueno que además de no regalar chocolates envenados no regalen chocolates derretidos —acabé soltando, mirando a los dos de reojo—. Que ya no es tanto un crimen a la integridad ajena, pero sigue siendo crimen. Y los que seguro tienen una lista larga de... personas, estaría bueno que no hagan copypaste de lo que regalen, digo yo.

    Fue obvio que me pensé el término a usar, al final solo dije personas porque daba lo mismo y por ahí le tiré al otro imbécil el hint de que al menos diferenciara un regalo de otro, si es que iba a hacer algo, aunque no creía que para eso fuese tan tremendamente estúpido. ¿Me importaba? Ni un poco, que cada loco que se quedara con su cosa.

    Como fuese, dudé un momento pero volví a doblar la espalda y me acerqué para hablarle a Anna en secreto, importándome bien poco que Wickham estuviera presente. Quizás debí pensarlo mejor, pues todavía se me perdían los límites, pero ni modo.

    —No juzgues mucho las habilidades en chocolatería de tu pobre servidor, ese es mi consejo para ti. Tal vez no quede muy bonito, pero lo importante es cómo sepa.

    mi especialidad, what can i say *c sienta* gracias, gracias
     
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    Gigi Blanche

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    Al se materializó sobre mi hombro de forma más que repentina y el corazón me dio un pequeño vuelco, uno que no se terminó de reflejar en mi cuerpo. Alcé a verlo al instante, eso sí, y fui muy consciente de que el sobresalto previo se disolvió en una mezcla de alegría y... mariposas al verlo. Sí, eran literalmente mariposas, qué iba a hacerle. Lo miré a él y escuché su voz, y en cierta forma sentí su cercanía y lo grande y alto que resultaba en comparación a mí, y...

    El tren de pensamientos salió volando y extendí el dedo acusador hacia Wickham, más que empeñada en defender el honor de mi buen raciocinio. Nos coordinamos para resumir la conversación que acabábamos de tener y tuve que alzar la cabeza aún más cuando Al se irguió. Se lo notaba divertido, también sereno, y me relajé. El inglés entonces le devolvió la jugada y, aunque no me hacía gracia que lo arrastrara al mercado de pullas, sí me terminó picando la curiosidad. No creía que fuera a responder nada con fundamento, pero ¿y si lo hacía?

    ¿Chocolates derretidos? Era verdad, ya estábamos en julio. Traerlos desde casa podría ser complejo si no atendíamos a los recaudos suficientes. Me quedé pensando en eso mientras Wickham se encogía de hombros ante la... bueno, no sabía si llamarle acusación, pero el comentario sí parecía haberse dirigido a él.

    —Qué va, soy un hombre de detalles —afirmó, rebosante de seguridad—, y de todos modos no tengo tantas personas aquí como podrías insinuar.

    Me pareció que planeaba decir algo más, pero entonces Al se inclinó en mi dirección y giré el rostro hacia él. Volví a mirarlo, a escuchar su voz y sentir todo lo demás. No había querido asumir que me regalaría algo, pero apenas vi el cartel fue la primera persona en quien pensé y... una suerte de calidez se me instaló en el pecho, irremediable, y sonreí.

    —Estamos en el mismo bote, Al, ¿tengo cara de saber hacer estas cosas? —destaqué, fingiendo un poco de demencia de mis emociones, y me reí en voz baja—. Así que no te preocupes.

    Aw, look at you two, all lovey-dovey. —Obviamente, la voz de Joey nos alcanzó y deslicé la mirada a él de mala gana—. No los recordaba exactamente así de aquella vez en la azotea... Did you guys make up?

    Había sido una época tan turbulenta que a duras penas lo recordaba, pero tenía razón: el mandahuevos había aparecido justo cuando Altan y yo decidíamos distanciarnos y se negó a irse, impidiéndonos despedirnos en condiciones. No tenía ganas de permitirle escarbar ahí, por lo que me apresuré en responderle.

    —No cambiemos de tema, inglés, ¿no estábamos en la parte de que eres un gran hombre de detalles?

    Su sonrisa se ensanchó y lanzó la vista lejos por un momento, pensativo.

    —Ah, sí, por supuesto, lo cual me deja la duda... —Sus ojos se posaron en Al y supe que apestaba a malas noticias—. ¿Qué opinas, Sonnen? ¿Debería regalarle algo a Bellabel? ¿O prefieres reservarte esa exclusiva?

    Aún contra mi voluntad, sentí el corazón golpetearme el pecho y sus ojos oscuros me echaron un vistazo fugaz.

    —Sí vas a darle algo, ¿verdad? —concluyó, risueño.
     
    • Fangirl Fangirl x 1
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