Ibaraki Mito

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Septiembre 2021.

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    Amelie

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    Castillo/Mazmorras
    [Hideyoshi; Aoshi; Kuroki; Shoko; Momoka; Shiori]

    Hina, la niña ciega afirmó ante Momoka y la abrazó con fuerza para después hablar —¿Sho? ¿Estás aquí?

    Sho, otro de los jóvenes arrojados a las celdas se colgó de los barrotes como Aoshi para mirar a Hina —Estoy...aquí...hermana; no... temas— su voz se escuchaba lastimada, posiblemente había estado gritando por mucho tiempo.

    Hina soltó a Momoka para intentar buscar a Sho con su rostro —Tu voz... ¿Qué te han hecho? ¿Y a los demás?

    —Guarda... energías... Hina, descansa—mencionó Sho con dificultad, su voz cada vez más ronca.

    Las palabras de Momoka estaban llenas de vitalidad y amor; y para la mayoría de los presentes, las palabras entraron huecas a sus oídos. Aoshi permanecía en silencio mirando a Shoko, la mujer que no parecía querer moverse de su posición letárgica; Sho, el hermano de Hina tenía una garganta débil, junto a un espíritu destrozado. Hideyoshi estaba en la misma posición. Eso era lo que hacía el Imperio, el clan Taira y sus allegados; despojaban al más noble guerrero de todo ideal de justicia.

    —No... necesitan... matarnos... para destruirnos...sólo míranos— la voz de Sho cada vez más baja, tragó grueso, con un dolor intenso en su garganta.

     
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    Amelie

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    Pasó un día entero sin que nada sucediera; un guardia fue lo único que vieron en las celdas; a Kuroki; Aoshi, Shiori, Sho y Hideyoshi les entregó simplemente agua y un poco de arroz seco. A las mujeres les entregó agua, arroz y un poco de pescado. Y se mantuvo allí hasta que todos comieran para que no hubiese un intercambio. No todos comieron, alguno permanecieron sin alimento alguno en sus estómagos por voluntad propia.

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    Capítulo III
    ある花から別の花へ Aru hana kara betsu no hana e - Una flor por otra
    Escucharon mucho bullicio fuera, algo sucedía. Varios guardias bajaron por ustedes, dejando atrás a Aoshi, Shoko y Hina. Los ataron muy bien y los arrastraron hacia el jardín del Castillo; allí los obligaron a caer de rodillas; allí permanecieron Kuroki; Shiori; Momoka; Sho y Hideyoshi.



    Hideyoshi reconoció el escenario; era muy parecido a lo visto con Hiruma; pero esta vez, en lugar de que fuera aquel joven; era un rostro que la mayoría de los presentes reconocía, estaba peleando en desventaja numérica y con un arma oxidada. Era Takeda.

    Este logró esquivar a los hombres y acercarse a Akishino quién en su confianza de que Takeda no hiciera nada imprudente, descuidó su defensa; Akishino desenvainó su katana; pero no fue tan rápido. Takeda logró alcanzar con su katana el pecho de Akishino; fue un corte transversal que dejaría marca.

    —¡Insolente!— Gritó un hombre de Cabello blanco muy cerca de la comitiva de Akishino. Este día no se encontraba Sayuri; pero entre los presentes también estaba Matahachi y Rei. El primero ya apuntaba hacia el corazón de Takeda, sus ojos atentos, estaba decidido a soltar la flecha.

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    Akishino levantó su mano para tranquilizar a los hombres; quienes ya estaban preparados para asesinar a Takeda en el acto. Luego apuntó con su katana hacia Takeda.

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    Takeda levantó la vista para observarlo, mirada imperturbable, clara y decidida —Los míos son mi castillo. Déjalos ir, y yo permanezco, esa fue tu promesa. Y si no la cumples, cuando muera tú vendrás conmigo.

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    Estas palabras alertaron a el hombre de cabello blanco a un lado de Akishino quién detuvo a Matahachi interponiéndose entre él y su objetivo, después miró con odia a Takeda mientras este limpiaba su katana con la mano desnuda, también cortándose en el proceso —Mi señor; ordene que bajen las armas— mencionó aquel hombre con algo de nerviosismo.

    Akishino lo miró —Jamás te había visto tan preocupado, Taiki— mencionó para después dirigirse a sus hombres —Nadie tiene permitido dañarle; desármenlo y llévenlo a su celda— miró hacia los rehenes que permanecían de rodillas —Y a esta basura; sáquenlos de mi vista.

     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Tan pronto habíamos arrojado las armas, Rei se encargó de amarrarme a mi primero de manos para ir después con Shiori y al final con la mujer nueva. Solo nos quedó seguir el paso a dónde fuere que nos llevaran estos bastardos.

    La mujer comenzó a hablar, de manera bastante desafiante y solo pude suspirar audible y fastidiado...

    Genial... La actitud de esta mujer me recordaba precisamente a Masuyo...

    Una punzada llegó y gruñi por lo bajo, solo mantuve mi mirada al frente, era agradable que al menos uno se pusiera la voluntad de hablar de dicha manera ante tus posibles verdugos sin temor alguno, desarmado. Aún así... La interacción resultante entre Rei y Matahachi fue interesante. En especial la parte del respeto y los enemigos.

    Cuando el chico mencionó severo de que si Rei era su enemigo, este respondió con algo inecesariamente extenso...

    ¿No respondes por obviedad o más bien fue tu forma sutil de salirte con la tuya?

    Mira que el comentario acerca de odiar al Clan Mori decía bastante... Pero bueno. No había relevancia ponerse a pensar en algo en base a ello.

    Los minutos pasaron, llegamos hasta otro lado y nos mostraron cómo Matahachi había hecho su plan para resolver de mala manera el misterio. Rei lo explicó todo y por mi parte solo me mantuve en silencio. La mujer iba y venía con comentarios y reacciones, pero yo me mantuve severo, rabioso y callado. Solo quería despedazarlos... Y me hervía más la sangre no poder hacer nada, peor si estaba demostrado.

    Ni siquiera miré a Shiori, solo nos hicieron avanzar al barco y nos tumbaron a una especie de cárcel en su nivel inferior, insulté brevemente al idiota del parche por el trato, que estaba bien, éramos sus prisioneros pero suficiente humillación era vernos en esa tesitura como para que decidiera gozar aún más su asquerosa victoria.

    Antes, Matahachi me quitó la invitación, lo había mirado de forma severa y penetrante pero sin decir nada... No hacía falta, solo bufé y ya abajo, caminé a una pared del barco mientras escuchaba la burla final de Rei...

    ¿Derrotar toda una ciudad? Imbécil... Una ciudad llena de guardias sin auténticos guerreros... Vaaaya que son profesionales, imbéciles. Me habría gustado verte en Kamakura... A ver si mucho profesionalismo.

    Aún así solo me limité a guardar silencio, sin perturbar mi mirada llena de odio. Aún allí abajo, la mujer habló, pero no le di importancia.
    —Duele... Pero prefiero que se mantenga así, me recuerda a la herida que sufrí por perder mi clan... Quiero que este sea mi constante recordatorio que nunca podré hacer nada si no mejoro cuanto antes—. Respondí serio para desviar la mirada a un punto muerto, gracias a Matahachi y su puya por haber sacado a Hina, hizo que apretara mis puños y pude sentir la penetrante mirada del hombre de allí que cargaba preocupado a Hina...

    Ah... Usted debe de ser Sho...

    Había fracasado como líder pese a mi más que admirable desempeño como Comandante... Jodida ironía.

    Al final, solo quedó seguir adelante... Acabar donde tuviésemos que acabar, no hacía falta explicar o siquiera presentarme, Shiori ya lo había hecho...


    Horas después tuvimos que descender del pequeño bote, habíamos acabado lo que podía reconocer como Ibaraki, Mito.
    Fuimos sacados y todo parecía extrañamente tranquilo aún si era de noche, fuimos llevados al Castillo y allí hasta que atravesando el jardín y una fuerte presencia de guardias que... Admitamoslo, era intimidante, pude ver los emblemas, los reconocía... Maldita sea...

    Entramos al Castillo solo para ser llevados a dónde supuse, las mazmorras, ahí nos repartieron en dos celdas distintas, al caer al frío suelo... No evité toser por la herida... Me levanté como pude y escuché la burla de Rei, pero solo me limité a rodar los ojos.
    —Maldito idiota, ni porque pude haberlo matado de un tajo—. Murmuré aunque había sido audible de todas maneras para los de la celda, al final, me reincorporé como pude.

    Miré a los presentes, algunos rostros eran completamente nuevos... Pero uno en especial captó mi atención...

    No... No podía ser esto posible...

    Primero, el emblema del Emperador estaba presente, ¿Y ahora tenía ante mi a Hideyoshi..?

    Solo hasta ese momento, mi rostro había cambiado de rabia a la sorpresa por no creerme que justo cayese a dónde había ido Hideyoshi desde Shizuoka, y por la cercanía era de intuir... Pero fue ver su mirada, demasiado breve para mí gusto y su gélido silencio como el propio lenguaje corporal que me hizo volver a mi rostro colérico.

    Reconocía esa actitud... La de alguien derrotado hasta donde no, la de alguien que perdía todo, la de alguien que había sido apaleado hasta el hartazgo.

    —Hideyoshi... Cómo... —en realidad había sido un comentario mental pero sin darme cuenta lo había exteriorizado.

    ¿Que habías perdido, Hide? Y yo que te veía de los hombres más fuertes del clan a lado de Kenzaburo...

    ¿Pero cuántos más debo perder..?

    Ni siquiera necesitaba ver el cadáver de Hideyoshi... No necesitaba decirle nada, estaba muerto frente a mí aún si no decía ni hacía nada...
    Aún así, además de la rabia, un claro gesto de decepción se estaba mostrando, pero suspiré y desvié la mirada alrededor, caminando por el poco espacio, intentando calmarme pero simplemente me era imposible, el espacio tan reducido e intentar pensar era más que un desafío, era ilógico...

    Aún así, mientras había un breve silencio, intenté concentrarme... Buscando una voz en mi cabeza... Pero nada... Aún nada...

    Gruñí harto, no me podía creer que esto pasaba y terminé por apoyar mi espalda contra los barrotes, ahí, pude verlo; ropa, negro con rojo, siendo el primero el que cubría bastante bien el sangrado... A pesar de todo, solté una lágrima, destrozado por la perdida del Rengo por el que tanto luché, destrozado por está humillación justo cuando en teoría la guerra me había mostrado cómo ya tenía lo que había hecho falta... Y no... Nada.

    Más que desesperanzado o deprimido, estaba furioso, y ya a esas alturas era preocupante que no cambiara...

    Alcé la vista, allí donde la mujer de nombre Momoka hablaba, curioso, genuinamente me recordaba a Masuyo, demasiado, solo que al menos más centrada de alguna manera, hablaba como yo lo habría hecho antaño... Pero no me nacía, lo único que quería era acción, no palabras.

    Mencionaba lo obvio, y al menos, no sabría si decir que por parte de la mujer madura de la otra celda y el propio Hideyoshi dudaba que genuinamente quisiera dar la lucha que exigía, yo no me rendiría, ver aquí a Masuyo, tener la herida de la flecha y haber perdido de forma tan humillante ante el clan que me quitó todo me motivaba no solo a no rendirme si no más bien a estar harto de mi mismo... Y eso era alarmante.

    Antes que cualquiera pudiera hacer algo más, había decidido hablar...

    Todo el tiempo miré a Momoka, estoico, serio pero firme desde la otra celda, y cuando acabó, suspiré.
    —A menos que me perforen el corazón o la cabeza... No voy a dejar de luchar por la justicia y el verdadero futuro de está nación. No importa que masacren todo lo que tengo... Ya entendí, como dijo un buen amigo... Es lo que anhela el enemigo, abrirnos emocionalmente. ¿Para qué extinguir la vida de tus enemigos si puedes extinguir su moral? Solo quedarían hechos sacos sin mente ni vida... Sin voluntad... —miré de soslayo a Hideyoshi—. Y no hay nada peor que no tener voluntad, porque entonces el enemigo no ganó la batalla, si no la guerra...

    Volví la vista a Momoka, después al resto y al final la desvié hacía otro punto muerto.
    —Los Taira, los Mori... Gendo o cuánta gente quiera llamarse e involucrarse, ya me arrebataron mi hogar, mi gente... Y mi inocencia. Ahora me han arrebatado mi orgullo, mi seguridad y hasta mucho más que solo lo tangible y visible. Pero independientemente, no les daré el gusto de verme abatido, acostado en el suelo, inerte, sin voluntad y cabizbajo. Ya lo estuve en mi destrozado hogar... No lo estaré nunca más, aún si ahora vuelvo a perderlo todo. Para mí, es motivación más que suficiente para insistir. No soy cobarde, ya no soy débil. Nuestros enemigos necesitan más que humillarme para volver a tenerme arrodillado de forma literal y metafórica—. Dije sin temor, mirando la cabellera de Hideyoshi...

    En parte estaba hablando para sutilmente intentar recuperarlo, hacerlo reaccionar, pues entendía perfectamente ese pesar, maldita sea... ¡¡Era otra persona que admiraba!! ¿De verdad tengo que venir a otro lugar y enterarme de otra tragedia? Simplemente iba aprendiendo que de nada servía admirar si en cualquier momento hasta ellos podían caer, solo valía uno mismo, esforzarse lo máximo y tal vez... Solo tal vez, se está listo para ayudar a los demás.
    >>Moriré luchando contra dos, tres o cuántos Taira hagan falta en cualquier situación para que me masacren y caiga inerte, sin vida, para que me detengan. Ya perdí piezas demasiado valiosas el día de hoy... Uno final que acabo de encontrar, pero estoy harto de llorar y martirizarme, si no voy a sacar nada de provecho y no voy a mejorar en base a ello, al carajo entonces. Me levantaré e insistiré. No moriré como un cobarde, pero tampoco como un imbécil. Sé que ser fuerte físicamente no lo es todo...

    Y así, me senté en el suelo, gimiendo de dolor por la herida, pero aún centrado en la situación.
    —Odiar a otro porque ha cometido errores es comprensible, pero no sentenciante. Si solo por eso se dejará de cooperar es estúpido cuanto menos, ahora lo que necesitamos es estar unidos, porque buscarán amenazarnos con morir, y si es inevitable, entonces hagámoslo con la frente en alto, no les demos el gusto de mostrarnos abatidos, independientemente de si moriremos o no, independientemente de si nos torturan mental y físicamente, independientemente de si toda esperanza está perdida... Porque siempre hay una salida a todo, siempre...—. Añadí para mirar a los presentes y cerré los ojos mientras elevaba la mirada hacía el techo sin verlo.
    >>Gente muy importante me enseñó esto... No solo en jerarquía, también en persona. Gente que buscó matarme, gente que fueron aliados, gente que incluso salvé, otros a quienes intenté dañar sea por estupidez o por necesidad... Gente... Que me habría gustado interactuar en mejores contextos y por más tiempo... Pero ahora, casi todos ya no están... Y eso... Es lo que me mata por dentro—. Añadí, aunque en parte estaba desvariando en mi interior, no podía evitarlo, necesitaba expresarlo, necesitaba desahogar aunque fuese un poco, porque incluso aún pese al gesto molesto y doloroso, aún a ojos cerrados y con la mirada al techo, solté una lágrima.
    >>Pero si aprendí de ellos, enemigo, neutro o amigo, o ninguno de ellos... No importa, porque no hay nada más valioso en la vida más que aprender y madurar, no es necesario experimentar una guerra de primera mano para ser asolado por la vida misma, aún si eres la persona más bondadosa, pacifica y tranquila rodeado de un ambiente similar... La vida tarde o temprano llegará a interponerse y ponerte a prueba para derribarte, y siempre, siempre, queda en uno si ceder o levantarse e intentarlo de nuevo—. Continúe mientras mi respiración se colaba la tensión que estaba pasando, inclusive un breve temblor también lo hizo.
    >>La vida, destino, Taira o llámese cómo se llame, me ha derribado más veces de los que me habría gustado... Y en todas, siempre me tiraba a llorar, dolido y despedazado, pero ya no más, me harté de llorar, decaer y de intentar tomarme el tiempo para levantarme e insistir. Ahora, si bien estoy en el suelo, lo que haré es levantarme de nuevo, aún si duele, aún si lloro, pero al menos, no me tomo el tiempo para pensar si lo que hago está bien o no, porque cada caída es una derrota, si, pero deberíamos aprender del mismo, no sucumbir... Porque entonces, estás sufriendo un destino peor que la muerte. —y abrí los ojos sin desviarlo del techo—. Es lo que después de tantas... Y tantas... Y tantas desgracias aprendí, en un inicio me costó mucho verlo, no veía más que oscuridad y caos, desesperanza y soledad... Solo quería tumbarme, llorar y quedarme así, a que la vida fluyese mejor... ¿Para que insistir si tanto fallo no es normal, verdad? Pareciese que solo soy un estorbo para todo y todos.

    Así, al fin descendí un poco la mirada, para ver a casi todos de reojo, sobe todo a los que estaban conmigo en la celda.
    —Pero... A pesar que puede ser verdad, o puede que sea tan egoísta que simplemente me niego a verlo así... La vida es hermosa, pero también lo es de cruel, ¿Y amargarte aún más solo por centrarte en eso? No... Prefiero darle mi toque, darle mi esencia... —y reí un instante, recordando a Benkei, este era un momento que de haber estado Rengo o Kawa lo habrían captado...—, prefiero darle mi propio tinte... Como un artista...

    Jadeé un poco para recuperar aire y continué:
    —Y es aquí, donde prefiero creer que el destino me tiene algo especial, algo único, pero entre más valioso... Más complicado y turbulento es el viaje, depende de nosotros si podremos tener la entereza y madurez suficiente para recorrer todo ese sendero... Y llegar hasta su final para gozar de su recompensa—. Finalicé, para soltar una segunda lágrima, y pronto volví a cerrar los ojos.

    —Al fin lo tengo más claro que nunca... Dioses... Lo siento...—. Añadí, aunque había sido un comentario personal, porque de haber estado presentes, se lo habría dicho a Takeda y a Rengo.

    —Pero bueno... Si algo tenemos es que cada quien es un mundo, es una mente, un corazón... Únicos, sin distinción. Y si no reanimo a alguien, que no lo haga... Después de todo, también hay que ser críticos, la situación actual es desesperante, pero siempre hay que recordar que buscarán desmoralizarnos en todo sentido, ese... Es la mayor victoria que podrían conseguir, porque es uno el que cede la victoria. Cómo en una partida de Shogi—. Finalicé, asintiendo mientras me acomodaba un poco y como podía en mi lugar, teniendo ahora una vista calmada al frente...

    Después escuché a Hina, a Sho y el resto del evento, pero suspiré calmado, dejando las cosas pasar...

    —En fin, solo habituemonos y actuemos como mejor convenga a cada uno y cree podría ser lo mejor, porque comunicarnos mucho entre nosotros dudo mucho sea posible, mucho menos por tanto tiempo—. Finalicé, mientras cerraba los ojos de nueva cuenta.

    En determinado punto, abrieron la celda de nuevo y se nos dió un poco de comida, por mi parte tomé el mismo con calma y empecé a comer, tranquilo al fin, pero también reflexivo.
    La madrugada llegó y por mi parte me quedé meditando, asi hasta que el tiempo se me pasó y me había quedado dormido, pero la mañana llegó y solo volví a mi estado de meditación, intentando pensar posibilidades, al menos de forma provisional, no se podía hacer mucho si había un guardia allí... las horas pasaron y hasta la noche empezó a suceder algo.
    Un bullicio era notable, varios guardias llegaron, y tomaron a la mayoría de presentes, dejando unos pocos, entre ellos a Hina.


    Kuroki Fusatada

    Más temprano que tarde, obligándonos a mantener un ritmo rápido pero firme, se nos llevó al patio del Castillo y de ahí a otro lado para acabar ante el bullicio, se nos dejó en primera fila para al menos por mi parte, darme un empujón en mi hombro para sentenciar que debía ponerme de rodillas, por lo que tuve que hacer, aún calmado, alcé la vista y por un momento expresé sorpresa...

    No... No podía ser... ¿Takeda?

    ¿Pero cómo esto era posible? ¿Tan rápido estaba aquí? No, no... Esto no cuadraba, pronto, una punzada llegó al recordar cierta historia...

    Rengo...

    De nuevo, cierta frustración y coraje me invadió, pero pude calmarme pronto, como había expresado, ya había entendido la importancia de mantenerse calmo ante una tormenta... En un inicio lo veía increíble y ciertamente de tener emociones selladas, pero no hacía falta, no cuando entendías el ser un "artista de la vida".

    Volví a centrar mi atención al combate, debía ser este supuesto Takeda, Rengo, porque era simplemente imposible que mi maestro estuviese aquí... Me daba... Mucho dolor ver a Rengo convertido así, aún si cuando quise salvarlo, jamás planeé que acabase así, pero lo aceptaba, aún si quería llorar y me ardía, tenía que aceptarlo. No podíamos tener todo, y si de alguna manera el destino quiso esto gracias a mis acciones, que así fuese...

    Rengo peleaba ante una desventaja enfermiza, pero me sorprendía la habilidad que demostraba, fue en un descuido que atacó de improvisto a un hombre mayor, parecía tener a otro grupo a sus espaldas... ¿Comitiva, tal vez? Entre ellos estaba el idiota de amigo de Shiori y el retrasado de Rei. El hombre se vió víctima de un corte bastante importante en su pecho, uno que hasta a mi me impresionó, fue que un hombre de cabello blanco exclamó, Matahachi estaba por matar a Rengo cuando el primer hombre alzó la mano para detenerlos.

    Mi corazón se paralizó por un instante ante ello... Tanta presencia Taira, tantos hombres preocupándose de sobremedida por una sola persona... ¿Podría ser..?

    Maldita sea... Esto se tornaba demasiado serio, tanto que me pateaba cualquier plan de rápido que pude haber montado, sin dudas, agradecía que justo a tiempo pudiera entender y expresar lo que había dicho el día pasado... Porque era ahora más que nunca que necesitaba la fortaleza para lidiar con esto.

    Escuché al supuesto Takeda cuando el Emperador había apuntado hacía Rengo con la Katana, su accionar, el sobresalto del otro hombre que parecía llamarse Taiki y ver a detalle como Rengo se cortaba con la katana ensangrentada me hizo shockearme profundamente...

    Me parecía, de hecho, que solo yo entre mis compañeros reconocía ese gesto...

    Había hecho un pacto de sangre con el Emperador, aún si este no había hecho más que sacar su arma demasiado tarde.

    Mi rostro de incredulidad se mantuvo más de lo que pude haber deseado, pestañeé un par de veces y volví a la calma aunque ciertamente forzada, estaban sucediendo muchas cosas en muy poco tiempo.

    Si Rengo moría... El pacto sentenciaba que entonces el Emperador debía hacerlo también, y eso explicaba el accionar del albino en interponerse ante Matahachi y prácticamente rogarle a Akishino que ordenara que se detuvieran, su comentario de que era la primera vez que lo veía preocupado solo confirmaba la sospecha.

    Volví a la mirada seria, pero no la que estaba cargada de odio y rabia, era una más bien reflexiva y centrada, mirando el intercambio y accionar.

    Al final, el Emperador ordenó que se llevaran a "Takeda" y pronto se fijó en nosotros, diciendo que nos sacaran de su vista.

    Por mi parte no dije nada y solo fingí derrota, derrota por mi maestro, que gracias a tanto evento, ayudaba a que mis reacciones no eran precisamente por lo evidente. Solo esperaba que Momoka, si de verdad era similar a Masuyo, no se pusiera a desafiar o algo, convenía solo... Guardar silencio por ahora y obedecer.
     
    Última edición: 9 Febrero 2022
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    Kaisa Morinachi

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    Momoka Ashikaga

    —Es normal que quieras salvarlos a todos, chico —hablé monocrode y como pude intenté no reflejar ni una pizca de frustración o desasosiego, pues trasmitía en realidad una tranquilidad seria, pero no estaba siendo dura, porque sentí que no correspondía. Lo miré a los ojos al comentar eso, pero una vez dicho desvíe el rostro a párpados cerrados a cualquier lugar de la primera celda en la que estuvimos juntos—, o tan solo cumplir tus metas lo antes posible—. Y entonces le miré, mis ojos nunca dejarían de ser suaves, pero la determinación en mi mirada mezclada con una fría voz impersonal hicieron una mezcla rara. Estaba hablando como si diera una sentencia de muerte y fuera incapaz de sentir emociones... Tal vez estaba demasiado cerca de esa realidad—, un buen trabajo toma tiempo, un trabajo rápido será más mediocre que el que fue meditado—. Entorné los ojos y ahora la frialdad se tornó dura, no hablando sin rodeos y la realidad era que por primera vez decía directamente lo que creía.

    Años de estudios, generación tras generación colocaron esos ideales en mi boca, mero reflejo de mi mente... a veces oscura.

    >>Lo mismo pasa con el entrenamiento: Sí te adelantas o buscas ser más rápido que los otro...— Cerré los ojos con fuerza frustrada y chasqueé la lengua, siempre manteniendo el tono monocorde y la voz más baja que alta. Había vuelto a mirarlo—, solo por querer "terminar" o "llegar primero"— Miré a un punto muerto, incapaz de declarar eso sosteniendo su azul mirada, me frustraba, porque siempre dolía admitir eso— tan solo conseguirás ser un mal guerrero o morir antes de siquiera de lograr cualquier...— Exhale abatida y por fortuna no cerré los ojos, aunque si quedaron a medio abrir—, cosa. Disciplina, básicamente— Está vez si lo mire con seriedad— Sin ella somos poca cosa... a nivel de servicio y utilidad, claro.

    Decidí terminar con la reprimenda, era claro que el pequeño estaba agotado, pero bueno: Era o reflejar a mis maestros o fingir ser una madre, alguien que puede cuidar a todos o tan solo alejarlos del peligro... Eran deseos absurdos, porque mi gran ambición por llegar a varios los hacía imposible...

    Ya en las celdas en Mito el primero que me respondió para mí gran grata sorpresa fue el albino, sus acciones me molestaban un poco, porque me recordaba a chicos como Kenta y entendía dónde podía acabar eso, fue causante hasta de que yo misma recibiera muchos regaños en mi más tierna juventud. Lo que fuera, cualquier reacción o pudo haber encendido mi llama de manera increíble o haberme desmoralizado por completo, pero no: Ahí estaba el crío, logrando mantener mi ecuanimidad, porque sus palabras eran mi razón, entendía todo y a pesar de sentir cierta lastima y envidia de no haber sido tan vivaracha desde más joven, la verdad es que prevaleció sobre todo una sonrisa que marcó en mi rostro la victoria integral.

    Joder, que era amplia. Erguida y sentada con rectitud mientras acariciaba la espada, mejilla o cabeza de la niña: La determinación que tenía yo misma era inquietante. Porque podía llegar a deducir todo lo que podría salir mal y aún así la sonrisa era amplia y firme, ni siquiera era un gesto sutil, pero mis ojos entornados y mis cejas alzadas con sorpresa...

    Parecía que ya tenía todo resuelto, ¿no? Pero bueno, es que esa expresión no era siquiera orgullo: Era la felicidad de un padre ante el éxito rotundo de su hijo, la alegría de una madre al ver que su pequeño gorrión podría alzar el vuelo y, de tener suerte, esquivar el ataque de cualquier ave rapaz.

    —No pudiste haberlo comprendido mejor, chiquillo zorruno —hablé monocorde, pero la voz más grave de lo normal era cargada de una emoción profunda: El éxtasis de la guerra por vivir, imagino. Inhale profundo y exhale despacio por la boca, con una sonrisa sutil. Estaba bien ser así de convencida y perseverante, pero me habían enseñado que cuando las emociones nublan tu juicio y tu mente controla tu corazón... te perdías a ti mismo y no importaba qué ganaras, perderte era una perdida rotunda de por sí—. Estoy en extremo alegre por tus admirables palabras —fue mi único comentario para no interrumpir del todo su línea de pensamiento.

    "Ahora me han arrebatado mi orgullo, mi seguridad y hasta mucho más que solo lo tangible y visible. Pero independientemente, no les daré el gusto de verme abatido, acostado en el suelo, inerte, sin voluntad y cabizbajo. Ya lo estuve en mi destrozado hogar... " Me quedé escuchando el resto del discurso con seriedad absoluta, ideando planes en mi cabeza a medida que recopilaba la nueva información...

    En eso se equivocaba el niño, pero solo por falta de experiencia: Fingir estar desprotegido y hundido en las más profundas de las depresiones, aún cuando no era así, era de las mejores estrategias. Era engañar, atacar a sorpresa y terminar haciendo lo inesperado a penas se revelara el peor o más vibrante color de las personas. Se humilde y sereno por sobre todas las cosas: Se cortes y mantén la tranquilidad, con cualquiera de las personas.

    Ecuánime, solo se llegaba a ello controlando una mente y cuerpo sanos. Era difícil, pero estábamos obligados a ser así y entrenar cada pequeño aspecto de nuestras vidas en torno a eso sí en verdad queríamos hacer un cambio profundo contra los Taira.

    "No moriré como un cobarde, pero tampoco como un imbécil"
    —Recordarte, albino, que ser cobarde no es reflejo de escapar de una batalla, porque no saber retirarse es de idiotas. Y Retirarse por creerse que sería mejor prevenir que lamentar, cuando las posibilidades de ganar una batalla son claras y altas, eso sí que es de cobardes —hablé comoncorde y seria, reflejando a la perfección en estoicismo de mi padre.

    No era orgullosa ni soberbia en mis acciones, pero podía pecar de altanera solo cuando sentía que tenía la razón o mejor juicio y conocimiento sobre un tema. Lista para la batalla, no estudié arduamente desde los 14 o incluso antes solo para invalidar mis propios conocimientos por una humildad tan falsa como la sensación de victoria cuando está venía del orgullo.

    Guarde silencio luego, porque no tenía nada más que agregar y seguí escuchando el grito de guerra que se estaba marcando el pequeño, hasta sonreí con cierta ternura en un momento, cabizbaja y conmovida. Vaya que era similar a Kenta, pero este niño era más lógico y práctico al parecer, Kenta solo sabía embestir como toro descontrolado contra sus objetivos, no gastaba tanto tiempo en pensar.

    "Pero ahora, casi todos ya no están... Y eso... Es lo que me mata por dentro" Con la sonrisa maternal en el rostro y reconociendo su valía, sin más que tranquilidad y orgullo en mi cuerpo incluso estando ahora con una posición relajada: Piernas en posición de loto y mi mano libre sobre mi mejilla, porque había terminado por acomodar a la pequeña entre mis piernas solo para brindarle la seguridad de que se encontraba a mi lado, dándole caricias en el cabello o donde notara que no le incomodara, pues apenas notara una reacción de rechazo detendría mi accionar sobre ella.

    La cosa es que fue escucharlo y hablar monocorde y sin pizca de rudeza, era la fuerza femenina de hablar con genuina tranquilidad, templanza, calidez y convicción incluso ante el bebé más llorón o el hombre más regodion. Y él no era ninguno de esos. Era un joven ya, uno valioso y fuerte.
    —Eres valiente por exteriorizar eso, chico, y me alegro por ti... Jejeje —rei melodiosa, una vibra musical y de total sosiego mezclado con alegría revoloteante como las alas de una mariposa. Sostuve sus ojos con una expresión conmovida—, en verdad lo hago.

    Oh, pero... "Ahora, si bien estoy en el suelo, lo que haré es levantarme de nuevo, aún si duele, aún si lloro, pero al menos, no me tomo el tiempo para pensar si lo que hago está bien o no, porque cada caída es una derrota"
    >>Siempre debes saber lo bueno y lo malo, chico, eso se logra con la disciplina y estando convencido de la que tú has aprendido —alcé la voz para poder sobreponerme a su línea de pensamiento, dura y seria, pero lejos de enfadada. Era difícil que me enojara con un crío, la verdad sea dicha. Bufé y tan solo le sonreí casi cínica sí es que llegó a posar los ojos sobre mí por ese comentario, tampoco quería invalidar los sentimientos que transmitía esa frase.

    Aparte, el chico tenía en asunto claro, había tan pocas cosas que corregir o debatir que hasta era aburrido... ¿Y si le hacía una trenza a la niña? Busqué entre mis ropas mientras no desatendia las palabras del albino.

    "... ¿Para que insistir si tanto fallo no es normal, verdad? Pareciese que solo soy un estorbo para todo y todos." Solté un bufido corto y liviano, con una sonrisa resignada, mientras empezaba a acariciar el cabello de la pequeña y desenredarlo con el mayor de mis cuidados, le miré de reojo, con una sonrisa mezcla de tensión y burla, no porque me burlara, si no que la situación era... como para reírse de desgracias.
    —Acabas de describir a cualquier ser humano, Kuroki —recordé su nombre de quién sabe dónde, lo que fuera, había hecho mi comentario con voz tranquila y monocorde, así que me centré otra vez en peinar a la pequeña, asegurándome de que no le doliera mucho con preguntas susurrantes para no interrumpir al chico.

    "...prefiero darle mi propio tinte... Como un artista"
    No pude contenerme, levanté la cabeza y lo miré con clara compasión y ternura, pero tampoco demoré en sonreír con la misma emoción.
    —Owwwn, chico, eres precioso...— Seguí trenzando el pelo de la pequeña de manera suave, pero firme. Sonreí sin más, alegre—, no te mueras, lloraría mucho de ser el caso, así que espero que a pesar de todo seas prudente.

    Escuché el resto de sus palabras y yo ya había recargado energías.
    —Permiso, preciosa —hablé tranquila con la alegría y ternura en cada palabra y voz, la ayude a levantarse o acomodarse, compasiva por su ceguera y tras estirar un poco y desperezarme busqué su mano por sí quería seguir aferrada a mi persona.

    —Ya escucharon al niño y entiendo que estén deprimidos —hablé por primera vez fuerte, dura, dirigiendome solo a los dos hombres y mirando por sobre el hombro a la mujer tras mi espalda un momento breve, aunque, claro, seguía teniendo un tono monocorde. Terminé por posar mis vista entre Sho y el tal Hideyoshi... ¿sería...? Descarté la idea de inmediato, era irrelevante de momento los títulos siendo todos ratas enjauladas.

    La cosa es que sostuve la mirada de quién quisiera enfrentar mis orbes.
    >>Pero créanme, he visto a varios en peores condiciones y— Se me cortó la voz, los recuerdos lúcidos de variedad de casos que me marcaron y cicatrizaron el corazón recorrieron mi mente de manera vivida. Era como recibir un puñetazo entre más costillas, sobre el estómago. Pero eliminé la sensación con un "aaarg" medio gritado y frustrado, a ojos cerrados.

    No quería romperme y largarme a llorar por temas que ya debía tener zanjados.
    >>Y ustedes siendo capaces, con conocimientos y seguramente con buenas conexiones y aliados, porque por algo los tienen presos y los quieren muertos, porque si no créanme: O somos lo justamente irrelevantes para que no nos maten, o somos tan valiosos como para que nos metan presos antes que nos entierren muertos— Termine por sonreir con picardía, para luego volver a la seriedad alzando un poco el mentón—. Así que eso, he visto gente matarse y matar a otros guiado por la mis locura, es muy crudo y traumatizante, odio tener que soportar esas cosas, así que más les vale no desear estar muertos ni querer morir en batalla. Pensar que perderás una batalla es el primer paso para obtener la derrota, porque sí estás convencido de que perderás y no ganarás nada por ello, ¿para que pelear?— Lo siguiente lo dije de manera menos pasional y más fría, siempre monocorde, pero esta vez bajando la fuerza que había agarrado de repente mi voz—, la lucha no es sólo con espadas, es más, esa es la menor de las guerras— Otra vez seriedad firme y dura, sin gritar—: Lazos familiares, alianzas, comercio; recursos, como armamento y comida...

    Otra vez mire con altanería, pero sin pizca d orgullo y una seriedad bastante absoluta... como la de mi madre. Observé cada rostro con velocidad y luego busqué sostener la mirada de Hideyoshi o Sho, el que me mirara primero, buscando comprensión y reconocimiento.

    >>Si no toman todo eso en cuenta y reducen esta lucha entre nosotros contra los Taira a: "O te mato o me muero" ni con las mejores de las suertes ni los más fieros guerreros o perfectos armamentos tendremos oportunidad alguna de derrocar a estas ratas que han logrado fingir ser el gato. Y es que ni eso, porque quién gobierna no es rastrero como las serpientes, ni arisco como un felino; Ni asqueroso como los ratones...

    Hablé con estoicismo y ya no había señal de grito, era mi voz normal, esa que no era muy alta.
    >>El verdadero gobernante es un caballo, un perro o lobos solitarios que ayudan con firmeza a su manada. Somos jabalíes, somos la naturaleza misma: Y pensar que tendremos el control sobre todos y todo...— Cerré los ojos y cabizbaja sonreí amplio— es otra forma de perdés la batalla antes de la guerra —musite.

    Y no había mucho más que agregar.

    ________________​

    Siempre que nos arrastraban me preocupaba por tres cosas: Los posibles peligros, las heridas de los presentes y, sobre todo, la integridad de mis protegidos. Si me descuidaba un poco a mi misma, es porque era precisamente la que en mejores condiciones físicas se encontraba, era una fortuna en parte haber llegado tarde, ¡me salvó de una desgracia! A pesar de que con ello me metí en una peor... Pero peor hubiera sido no estar involucrada con los problemas, como odiaba estar tranquila y plena cuando otros bien morían de hambre o se mataban a mordidas y puñetazos. Cosa de ser hija de mis padres, supongo, las convicciones de ambos eran inamovibles, por eso mismo eran ultra disciplinados, más allá de lo perfeccionista, porque igual en el fondo de verdad eran unos amores, unos que sabían de reglas y rencores.

    Entonces, cuando terminó el ajetreo y nos sometieron a ver una lucha, cosa que en realidad destestaba, pero mis ojos siempre preocupados por los demás no podían despegar la mirada en busca de cualquier emergencia...

    Oh, dioses... ¡¿Takeda y el propio Akishino?! Parpadeé incrédula, más desconcertada que sorprendida... ¿Por qué, por qué? ¡No tenía sentido, no era lo correcto ni lo debido! ¡Un líder no podía morir por proteger a un par de soldados! ¡Yo misma sabía que mi muerte era más gratificante que la de mis superiores! Pero antes de indignarme busqué pistas, porque confiaba más allá que en las personas mismas, en todo lo que significaron los Minamoto... ¡Éramos más capaces que los Tairas, y también teníamos nuestros aliados!

    Takeda no tenía hermanos, ¿cierto? Osea, toda su familia había muerto... Murai Sugita, un zorro cambia formas que tiene veneno en su lengua y sus implementos son peor que la mordida de cualquier serpiente... Era descabellado, pero si los Taira podían engañarnos y manipularnos... ¿por que debía perder la pequeña esperanza de que sus contrincantes fueran capaces de lo mismo? Quería sonreír, pero me fijé la seriedad en el rostro para no revelar ni la más pequeñas de mis suposiciones. El enemigo era muy bueno para leer las intenciones, así que debía ocultar la más mínima reacción que reflejaran las propias.

    Taiki... un nombre fácil de recordar: El nerviosismo nace del terror, la brusquedad de la ira y la soberbia del orgullo herido. Él... se estaba dejando guiar por el miedo. Akishino, como era de esperar, no parecía temerle a nada: nos tenía bajo su sombra y gobierno... otra vez retuve la sonrisa.

    No le perteneces a nadie, nunca, no importa que tan grave y tortuosa sea la situación: Los únicos con poder real sobre ti son tus seres queridos y tus tesoros más preciados y lo son por una circunstancia, anhelo y futuro... Las palabras de distintos maestros se mezclaban con las enseñanzas personales ya sea de mi madre o padre. Por algún motivo, la voz de la razón en mi interior siempre tenía ese tono similar al de mi querido y estimado progenitor... Tal vez era debido a que mi propio tono era similar al de mi madre, solo que ella hablaba con mucha más dureza, frialdad e incluso compromiso, evitando la calidez innecesaria... Sonreí con ternura ante el recuerdo: Ella siempre fue un amor conmigo de pequeña, aun saturada por todo el trabajo en la clínica.

    Y bueno, volviendo a la realidad, las cosas parecían tomar un giro inesperado.
    —¿Alguno se atreverá a dialogar con nosotros, o solo tenemos que esperar sin más sus decisiones unilaterales? —hablé fuerte y claro, llena de convicción, incluso intentando ser oída por el mismísimo emperador.

    Y cuando las miradas cayeron sobre mi el terror intenso de ser juzgada por un imperio entero también lo hizo... Se notó el pavor en mi mirada, pero antes que nada apreté con fuerza los dientes y me tragué todo eso, siempre frunciendo el ceño con convicción.

    Exhale profundo y pesado, haciendo una firme reverencia.
    >>Yo no quiero guerreras ni derramamientos de sangre—. Alcé la cabeza todo lo que mis captores me permitían, manteniendo la voz monocorde y, por increíble que fuese, hablaba con claro respeto—, pero es inevitable. Por eso, antes de ser sentenciados a cualquier cosa, puede que cómo último deseo anhelo hablar, dialogar y entenderme con alguien del clan Taira o relacionados en su imperfecto—prosegui cerrando los ojos al final....

    >>Jijiji— Y alcé la cabeza, sonriendo como ardilla con las mejillas sonrojadas por el pudor y los ojos cerrados, el rostro ladeado. Miré el suelo abochornada, seguí hablando tranquila, aunque mi corazón por poco y se me paraba o explotaba—, no es necesario que sea alguien relevante ni de renombre...— Y busqué la mirada de cualquier superior que se atreviera a sostener la mía propia: Con una sonrisa ladina y mis ojos oscuros color caoba, mis palabras salieron tranquilas, pero su significado estaba cargado de crítica— Solo alguien competente...

    "Si es que lo tienen" Pensé con los ojos cerrados y la sonrisa tranquila.

    Si iba a morir, lo haría de la mejor manera.
     
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    Castillo/Mazmorras
    [Hideyoshi; Kuroki; Momoka; Shiori; Sho]

    Akishino miró a Momoka —Quieres dialogar con alguien del clan Taira— sonrió —Tus palabras son dulce néctar; pero tu estatus es mucho más bajo, tal vez... yo podrían hablar con tu padre en Gunma — mencionó alejándose de los rehenes.

    Rei hizo una reverencia a Akishino para después moverse hacia su dirección. Matahachi seguía con el arco en manos, la flecha sin guardar en el carcaj, atento hacia la figura de "Takeda". Taiki golpeó en la boca del estómago a "Takeda" quién dejó caer su arma con facilidad, debilitado.

    Matahachi se reunió con Rei, ayudándolo a jalar a los prisioneros cubriéndoles los ojos y amordazándolos para que no hablaran mas —Nada que digan convencerá a nuestro Emperador— mencionó Rei mientras los jalaba hacia un sitio incierto; ahora con varios de sus sentidos perdidos, no sabían a dónde se dirigirían; sólo escuchaban cada vez más distantes las voces de los reunidos en aquel jardín del castillo.

    —También podemos quitarles las ropas y que intenten sobrevivir desnudos al clima —mencionaba Rei mientras ustedes sentían como eran obligados a subir a una carreta.

    —Eres desagradable; Rei —mencionó Matahachi con voz monocorde.

    John Whitelocke Gigavehl madarauchiha Mori los etiquetaré en su nuevo lugar de posteo








    El post continúa en Armero errante









    Akishino se acercó a mirar a "Takeda" con detenimiento —Entonces esto fue un señuelo de los Harima... Pero aun nos es útil; se podrá llevar a cabo la ceremonia, aun podemos unificar Japón; una flor por otra; el pueblo no notará la diferencia —Miró a Taiki —lo dejo en tus manos.

    De esa manera; el jardín comenzó a despejarse de soldados, dejando simplemente a Taiki y Rengo, quien ya se sabía que era el sustituto de Takeda.

    Taiki, sometió a Rengo, miró en su muñeca el talismán amarrado al mala —Ingenioso — mencionó quitándoselo con fuerza. Rengo no reaccionó a esto como era de esperarse con aquel corazón de piedra —No podemos hacerte daño alguno; pero aun te puedo someter a la tortura —mencionó para después jalarlo del cabello y sentir la tintura roja desprenderse del joven para embarrarse en su mano. Jaló con fuerza pero la víctima no reaccionaba —Entiendo, bloqueaste tus emociones. Ahora sé cómo has tenido el valor de hacer lo que hiciste; no hay miedo; no hay preocupación —Taiki bufó — Pero bloquear tus emociones no es suficiente; así que arreglemos esto, eliminemos esa energía oscura de una vez por todas— mencionó descubriendo la frente de Rengo; esté se sacudió un poco para alejarse de Taiki; pero el acto fue irrumpido por un ataque sorpresa, una kusarigama golpeó la mano de Taiki haciéndolo sangrar levemente; el arma regresó inmediatamente a la mano de su dueño.

    Hoshi recuperó la kusarigama y la tomó por el filo sangrante; se le notaba cansado, y sus ropajes estaban sucios, seguramente debido a un viaje forzado.

    —Calma, Hoshi. No hagas nada imprudente—mencionó Taiki dejando a Rengo

    Hoshi no miró a Taiki mientreas este hablaba, simplemente se dedicó a observar a Rengo; después de ver la falta de emoción alguna en los ojos del joven; clavó la mirada en Taiki—Desbloquea sus emociones, hazlo; entrega tu voz a cambio de la suya. Y si dices las palabras incorrectas; yo decidiré tu futuro —dijo levantando la kusarigama sangrante.

    Taiki lo miró con odio —Energía como la suya debería ser erradicada.

    —No puedes eliminar aquello que no entiendes; Taiki —aclaró Hoshi

    —Mara es maldad pura; eres un ignorante si crees que podrá controlarlo

    —Bueno y malo son conceptos hechos por nosotros los humanos; algo que no es humano no puede ser clasificado como bueno o malo— la voz de Rengo se escuchó, agotada pero firme.

    —¡Cállate, niño! —gritó Taiki desesperado

    —Eres tú quien debe callar —aclaró con tranquilidad Hoshi

    Taiki se giró ante Rengo quien seguía atado y en el suelo —Yo; entrego mi voz para que tú puedas recuperar tus emociones —mencionó Taiki para después besar su frente. Se irguió con dificultad, miró a Hoshi quién limpió su arma y mano. Tras esto, Taiki se dirigió al castillo, en su mirada sólo se podía ver el odio.

    Hoshi miró a Rengo; este al instante mostró miedo, se intentó arrastrar en el suelo para huir pero estaba atado y no podía hacer demasiado mientras Hoshi se acercaba; se hincó frente a él y desató sus manos para después, sin ningún movimiento previo para avisar su accionar, lo abrazó —Buen chico; todo estará bien.

    Rengo se quedó petrificado en aquel abrazo; lentamente las lágrimas comenzaron a caer mientras su cuerpo mostraba un temblor involuntario. Había recuperado sus emociones, y tenía miedo, mucho miedo.
     
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  7. Threadmarks: Día 50_Clan Minamoto
     
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    El rol de Hideyoshi proviene de Herborista viajero








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    Hideyoshi observó a la ciudad de Mito desde una distancia prudente; el sitio estaba rodeado de los estandartes del Imperio; el crisantemo de oro. Las calles se veían con guardias que portaban el color rojo del clan Taira.

    Pero Hideyoshi era otro hombre, podía pasar como algo más si sabía ocupar sus habilidades. Portaba las kodachis que Ukita le regaló, ropa harapienta y rota. Y muy pocas monedas encima.

     
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    Entrando a Mito

    Vio la escena, con el estandarte enemigo. Su cuerpo por un momento se detuvo por inercia, ya que la señal que le enviaba su cerebro decía "peligro". Era la naturaleza de un hombre amenazado.

    "Mito, el lugar donde pensé que lo había perdido todo, incluyendo mi espíritu", pensó.

    Recordó su aspecto. Su aspecto no solo que no había podido ser observado con claridad en la noche sangrienta de Mito, de un tiempo atrás, sino que además la apariencia con la que andaba lo hacía casi irreconocible al que no lo tenía bien conocido de vista.

    "Soy otro hombre. Y como soy otro hombre, diferente de Hideyoshi, en la ciudad no tienen nada que temer de mí", se convenció.

    Una especie de autoprogramación mental era la que se proponía el diplomático y guerrero de los Minamoto, con el fin de evitar furcios por exceso de información. Si cambiaba su identidad aunque sea en la superficie de su consciencia, podía tapar cualquier filtro de su identidad real proveniente del reino de la verdad que yacería por debajo del sustrato de la ficción que crearía... de llegar a ser necesario.

    "Soy un fiel servidor del imperio, soy un fiel hombre al servicio de los Taira, y mi aspecto... mi aspecto es el necesario para no llamar la atención en el camino, es la forma más segura de viajar", pensó.

    Y con esa convicción, se adentró en Mito, con un objetivo inicial muy claro y sencillo: observar e investigar.
     
    Última edición: 16 Septiembre 2022
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    Mito
    [Hideyoshi]

    Avanzó entre las calles de Mito y no tardó en destacar, un hombre de una apariencia bastante curiosa lo detuvo del hombro.

    [​IMG]

    —Mito no es una ciudad para vagabundos —miró sus kodachis — O guerreros fuera de los clanes aliados— el hombre portaba maquillaje blanco y rojo, algo que recientemente se comenzaba a ver más cómo elementos histriónicos; a diferencia del maquillaje blanco con delineados sutiles en los ojos. Portaba la ropa característica de los monjes sintoístas; pero su apariencia y la gran naginata a su espalda no lo convertían en un simple devoto a Inari.

    John Whitelocke si decides engañarlo tendrás que tirar un dado de 20 y superar el suyo. Recuerda que tienes un +3 en diplomacia
     
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    Entrando a Mito

    —No soy un vagabundo, ni tampoco un guerrero. Es el aspecto, sin embargo, más seguro para los viajes.

    Su discurso inicial con voz firme y buen hablar esperaba que lo distinguiera de un simple plebeyo.

    —Dejame pasar, estoy al servicio del Imperio, provengo de Shimotsuke y tengo una misión que cumplir con órdenes que acatar.

    Las palabras eran peligrosas y de doble filo. Si las empleaba bien podrían cortar al enemigo, de lo contrario, lo cortarían a él.
     
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    Última edición: 25 Septiembre 2022
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    —¿Shimotsuke? —respondió mientras lo volvía a revisar con la mirada —Te dejaré avanzar —sonrió —Pero te doy un consejo, no saques esas kodachis; o antes de que respires, tendrás tu cabeza rodando por el suelo.

    John Whitelocke eres libre de avanzar en Mito bajo advertencia
     
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    Entrando a Mito

    —No se preocupe, no hay razón alguna para blandir la hoja de mi espada entre los míos—dijo, confiado, y entró a la ciudad.

    Las conocidas calles le recordaban un poco de todo el mal vivido, pero ahora representaban también una oportunidad. Sabía que sus habilidades diplomáticas tenían un límite, y por hoy ya se había exigido, así que trataría de descansar hasta el día siguiente para volver a emplear su habilidad en el arte del engaño.

    "No ganaría nada apurándome excepto levantar serias sospechas", pensó.

    Decidió dirigirse al santuario sintoísta de esta ciudad en busca de información. Gente de erudición, políticos locales y otra gente notable podría hallarse ahí hablando sobre temas delicados, y si tenía suerte podría escuchar algo mientras fingía estar adorando las deidades del sintoísmo.
     
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    [Hideyoshi]

    Hideyoshi logró entrar a la ciudad por completo, por lo que pudo escuchar lo que las personas comentaban mientras se dirigía al santuario.

    [​IMG]

    El santuario estaba vacío; no había sangre, no había arreglos, no había ninguna ofrenda. Pero aquel lugar no estaba solo...

    [​IMG]

    Un monje estaba en santuario; y giró su mirada al sentir la presencia de Hideyoshi.

    John Whitelocke No lo mencioné en mi post anterior pero por victoria ganaste 50 EXP
     
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    John Whitelocke

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    Santuario: Mito

    Vio al hombre parado a su lado, pero no quiso apresurarse a pesar de que este era un santuario dedicado al sintoísmo. Necesitaba entablar conversación de alguna manera.

    —Al juzgar por tu apariencia, eres un practicante del sintoísmo—le dijo al monje—. Dime, ¿por qué hay tanto miedo en las calles?

    Lo miró fijamente, con respeto.
     
    Última edición: 10 Octubre 2022
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    El hombre lo miró y sonrió —Un simple aprendiz; aun no he sido aceptado en el largo camino —dijo ante Hideyoshi —El miedo es por lo sucedido hace algunas lunas. Señor...— dijo con nerviosismo —... No creo que sea prudente que pregunte por ello. Podría meterse en grandes problemas si un guardia lo escucha indagando —mencionó mirando hacia todos lados —¿Desea orar? —la mirada del joven se notaba suplicante, cómo si deseara que Hideyoshi parara el interrogatorio.

     
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    Santuario: Mito

    Notó un cierto nerviosismo en el aprendiz de monje. Pero había logrado entablar una conexión, al menos desde el sintoísmo. Podía seguir indagando un poco más, pero con mesura.

    —Sí, oremos por las vidas perdidas hace unas lunas. Tengo entendido que los Miura fueron asesinados—dijo por lo bajo—, y que hombres del clan Minamoto y del clan Soga fueron apresados y otros muertos, ¿no es así? Pregunto así podemos orar correctamente por aquellos que murieron y no orar por aquellos que no.

    La pregunta pretendía ser un intento de averiguar por quienes debían orar. Seguiría indagando aun más si eso resultaba.
     
    Última edición: 10 Octubre 2022
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    El monje afirmó —Es peligroso que hable sin mesura sobre esos clanes, nombres poderosos... —miró a Hideyoshi directamente a los ojos — Sólo aquel sin miedo puede pronunciarlos —le sonrió y avanzó hacia el interior del templo dónde colocó tres inciensos —Oremos por lo que no están más aquí — le entregó unos inciensos a Hideyoshi —Puedo ayudarlo —dijo en voz baja —¿A quién desea encontrar?

     
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    John Whitelocke

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    Acompañó al monje en su ingreso al templo. Observó el mismo, un templo bastante decente aunque humilde. No se necesitaba mucho más para orar, era discreto y de su preferencia que fuese así. Agarró los inciensos y empezó a colocarlos, mientras escuchaba al joven monje que hospitalariamente le había ofrecido la posibilidad de platicar.

    —Oremos por los que ya no están—dijo, antes de responderle—. Deseo encontrar a unos hombres que puede que ya no estén, o puede que sí. Puede que haya que orar por ellos, como puede que no. De estar aquí, seguramente estén prisioneros—si bien estaban solos, bajó un poco más la voz para finalizar su oración—, les conocen como las Montañas, héroes de la batalla de Shizuoka

    Hideyoshi se cuidó bastante de no hablar de los motivos por los cuales los estaba buscando, aún no sabía si el monje era leal al desangrado clan Miura, o si era leal a los Taira.

    Puede que le fuera leal solo a Buda, o solo a sí mismo.
     
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    El monje señaló los tres inciensos —El número exacto que he colocado allí; tres de ellos han muerto. Yuta, Shinkai y Keitaro... —bajó su rostro y llevó su frente al suelo con delicadeza para orar, después se irguió — Uno está desaparecido, logró escapar. Y dos de ellos son prisioneros... —cerró sus ojos —Son torturados diariamente, mirando los rostros de sus compañeros y hermanos en estacas en el patio del palacio. Y los causantes de tales actos aún tienen la hipocresía de venir a orar.

    Junto sus manos en oración, y al terminar miró a Hideyoshi —Es una pregunta específica, señor. ¿Acaso busca rescatar aquellas almas?
     
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    "Y los causantes de tales actos aun tienen la hipocresía de venir a orar", escuchó. ¿Se refería a él? ¿o a los torturadores mismos? ¿o a algún cabecilla? Quizás estaba sobrepensando.

    La información le llegó, lamentaba lo de Shinkai. Era uno de los que no había visto morir. Pero en su cabeza todos estaban muertos menos Reijiro, así era como había preparado su corazón para no recibir amarguras.

    Era obvio quien era el que había escapado. Pero había dos que aún respiraban y sin embargo, seguían en gran peligro.

    "Después de todo, Japón es un peligro constante, hoy por hoy, nadie está a salvo de nada", se dijo. Pero por más vueltas que le buscara, la realidad es que el peligro de esas dos Montañas era inminente, real e innegable. "Genichi y Masaharu, aún tienen una posibilidad", creyó.

    —Joven monje, en el budismo no aprobamos las torturas. Al menos, yo jamás lo he hecho. Si los torturadores de esos dos vienen a orar aquí, no son budistas. Son otra cosa—suspendió su rezo por un momento, para mirar al monje nuevamente a los ojos—. Esos dos deben ser sacados de Mito, sus destinos están en otra parte. He traído una tarea a cuestas que debo cumplir.

    "Si el monje está de lado de los Miura, estará contra los Taira, y me ayudará. Si es un budista que no ha tomado partido por ningún clan, se pondrá del lado de los torturados, y me ayudará. Si está del lado de los Taira, querrá averiguar de dónde vengo, por qué he venido, y cuál es esa misión que llevo a cuestas, y sobre todo, quién me ha mandado", razonó. Confiaba en que podía valerse del monje.
     
    Última edición: 12 Noviembre 2022
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