Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Negué de nuevo con la cabeza cuando se disculpó, notando como un rubor pronunciado me escalaba por las mejillas. En serio, me daba muchísimo corte saber que se estaba disculpando cuando había sido yo la que se había desaparecido para almorzar con Kohaku en lugar de quedarme a ayudar.

    Que había merecido la pena era otro asunto completamente distinto, eso sí.

    Esperé después con algo de curiosidad a que me extendiese la hoja con lo que hubiesen trabajado y no pude evitar soltar una exclamación de genuina ternura al distinguir los garabatos al final de la página. Guardé la hoja en mi maletín con todo el cuidado del mundo, sin ser capaz de perder la sonrisa enternecida, y volví a mirarlo con algo más de tranquilidad, sin el rubor tan intensificado.

    —En el receso lo completo y entre clases podemos revisarlo entre los tres, para cualquier detalle. Pues... supongo que iré subiendo, ¿vienes?

    Tampoco creía que fuese a mejorar mucho solo por pasar entre mis manos, como había dicho Dante, pero no tenía mucho sentido refutarle. De todas formas, Kashya estaría en la biblioteca conmigo y me constaba que ella y Bleke ya habían terminado su trabajo hace días, así que podría pedirle consejo con cualquier duda y de ella sí que me fiaba 100% para estas cosas.
     
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    Nekita

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    No esperó en lo absoluto que Emily se viera tan enternecida al ver los garabatos de Catherine decorando la hoja en cuestión pero definitivamente era mucho mejor que terminara siendo algo malo o no le gustara, quien sabe, incluso servían de algo para que hubiera algo menos de pesadez a la hora de verlo o pensar en que podría faltar, por los colores o algo así quería suponer.

    —Me parece una buena idea, y claro, tan solo déjame cambiarme mis zapatos rápido, ¿si?. —Le dedicó una sonrisa rápida antes de dar media vuelta y dirigirse a su taquilla para poder hacer aquello, dejando su maletín en el suelo para que le fuera mucho más rápido y volver a su lado para poder ponerse en marcha.

    —Listo, vamos entonces~
     
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  3.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Le eché un vistazo al cielo en lo que atravesaba el patio frontal, tuve que arrugar la expresión por la intensidad del sol y chasqueé la lengua apenas, enderezando la atención al frente. El buen clima iba regresando, cosa por demás predecible y aún así molesta. Ya iniciaba la época donde debía salir abrigado a la mañana y luego ver dónde cojones me metía la ropa extra rozando el mediodía. Al menos esperaba que esta escuela de pijos hubiera invertido en aires acondicionados a diestra y siniestra.

    Ayer en la biblioteca vi de ayudar a Akaisa como pude, sugerí un par de ideas antes de que el receso se acabara. La biología era muy amplia así que podía englobar el reino animal, ¿verdad? Recordé estos bichos que eran prácticamente un misterio, los que vivían al fondo del océano y de los cuales se sabía poco y nada. No sabía si habría mucho que tirar pero interesante al menos era, y ni hablar de mi aparente fijación con el agua. Bueno, no iba a engañar a nadie, me gustaba mucho.

    Antes de sentarnos una tía casi me había llevado en banda, por cierto, y contuve la bronca que quise echarle encima sólo por la vehemencia con la cual se disculpó. La observé durante unos segundos en lo que se alejaba, el cabello como de vino tinto y los ojos grisáceos. No cargó ninguna intención particular, la almacené en mi memoria y ya.

    Me cambié los zapatos y bufé, intentando sacudirme al menos un poco del mal humor antes de desviarme a la línea de segundo y aguardar por Hodges, la amiga de Kohaku. Abrí el bolso que llevaba al hombro para quedarme con el bento en la mano y así ahorrar tiempo, que el trámite no me hacía toda la gracia del mundo y aparentemente vete a saber por cuánto tiempo más seguiría siendo el tío de los recados. Lo peor era que no podía dejar de preocuparme por el cabrón y de casualidad había pegado un ojo la noche anterior.

    En serio, qué coñazo.

    Amane holis, aquí yo persiguiéndote por la vida as usual uwu
     
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  4.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    El receso en la biblioteca había sido de lo más productivo, ¡me sentía muy orgullosa de ello! A ver, si tenía que ser completamente justa, la peor parte del trabajo se la habían llevado Catherine y Dante, así que tampoco era algo por lo que tuviese que celebrar especialmente. ¡Pero! Me iba a permitir alegrarme aun así, si igual era solo para mí y nadie tenía por qué enterarse.

    Acabé bastante rápido, pero decidí pasar el resto del tiempo con Kashya en la biblioteca porque igual hacía bastante que no almorzábamos juntas y siempre, siempre me sentía muy tranquila con su compañía. No me di cuenta de la presencia de Katrina y los Sugawara, así que cuando sonó la campana salimos del lugar sin más para volver a nuestras clases. El resto del día transcurrió con la tranquilidad rutinaria y el jueves llegó de la misma manera, sin problemas a la vista.

    ¿Estaría Anna hoy disponible para almorzar juntas? A ver si la encontraba y podía preguntarle, que me apetecía preguntarle por su plan maestro y, bueno, ¡también se lo había prometido! Al adentrarme en los casilleros de segundo no encontré a Anna, pero si una figura que llamó mi atención al instante porque... en serio, es que un alumno de tercero ahí llamaba mucho la atención.

    —Sugawara-senpai, buenos días~ —saludé, con el tono suave de siempre.

    Me incliné solo un par de centímetro y, al alzarme, lo miré en un intento de descubrir qué le hacía estar ahí. Fue apenas con eso que me di cuenta del bento que sujetaba en su mano y que obviamente iba a reconocer al vuelo, porque era una caja que siempre usaba para cuando preparaba almuerzos para los demás. Levanté la vista con el ceño ligeramente fruncido y un claro deje de preocupación en mi semblante, no es que pudiese hacer mucho para disimularlo tampoco.

    >>¿Ha pasado algo?

    ¿Que me torettice por mi novia me estás disiendo? Venga
     
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  5.  
    Zireael

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    Para los que no quieran leer el tochaco porque no hace falta ni yo creí que me saliera tan largo: Altan queda al servicio de la comunidad, Cay digamos que también por ahora (?)
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    Las piezas de dominó se habían desplomado como si el mismísimo Satanás hubiese pasado, empujado el inicio de la fila y tirado todo a la mierda diciendo "Ah, hola, paso a recordar que eres un imbécil incapaz de comunicar tus necesidades y ups, parece que se te cayó un poco de dependencia allí, junto al loco que seguro hizo mierda a tu mejor amigo". Podría decir que empezó el domingo, cuando me privé de sueño por negocios de mierda o el lunes que lo hice por hablar con Sugino, pero el caso es que el diablo que había empujado todo era Shinomiya.

    Su sola existencia había destrozado mi castillo de cristal, porque había acentuado el miedo.

    Era una desgracia, no me explicaba tampoco cómo había ido a conectar también un montón de cosas producto de otro miedo salido directo de lo profundo de la cueva, dispuesto a morderme las costillas, enredárseme en el torso y arrancarme el aire de los pulmones. Una ni parecía relacionar con la otra de primera entrada, pero allí estaba.

    No sé cómo pedirle a nadie que se quede conmigo, que me elijan por encima de algo.
    Sacudí la cabeza como un perro cuando mis palabras de la noche anterior empezaron a rebotar sin permiso de nadie, aunque no sirvió de nada.

    Si el primero en irse a tomar por culo había sido mi propio padre. Si ni siquiera el hombre que me había heredado su sangre me elegía como una prioridad, ¿por qué mierdas iba a hacerlo alguien más?

    Solté el aire por la nariz de golpe, el gesto se asemejó bastante a un bufido de hecho y me coloqué los cascos con una cuota de fuerza añadida luego de haber subido al tren. La música martillaba, se me revolvía con una migraña que ya no era tanto de la falta de sueño o el alcohol de anoche como por haber llorando como imbécil vete a saber cuánto tiempo realmente.

    I’m a spirit in a tomb —canté en un murmuro— won’t somebody raise the roof? I’m going white, I’m going black, I’m going blue.

    La dichosa admiración era mi intento por ser parte del mundo, por sentirme parte de algo en un espacio en el que vivía chamuscando cada telaraña que se unía a mí con una llama que no alcanzaba ni para encender la estufa. Cortaba las conexiones, me desprendía del mundo y huía como un cobarde a la mínima señal de contacto físico o emocional con otras personas más allá de las que había conocido antes de los catorce años, por miedo a que las emociones ajenas rebotaran sumándose a las mías, ya de por sí caóticas. Aún así anhelaba ser parte del mundo tarde o temprano.

    Normal que no encontrara paz nunca.

    No había ni terminado de cruzar el portón principal del Sakura, todavía con los cascos puestos, cuando sentí un tirón en la mochila que llevaba colgando de un solo hombro. No fue especialmente fuerte, pero me hizo detenerme y girarme en busca de su origen, con bastante cara de mala hostia si debía ser honesto.

    Me recibieron los ojos oscuros de Sonnen, estaba repasando la chaqueta que llevaba encima, la verde olivo con las grullas en la espalda, y no tardó mucho en soltar la mochila de nuevo en mi espalda. Ahora que recordaba esa era la sukajan que llevaba encima cuando me topé a este idiota con Kurosawa en el Hibiya hace unos días.

    Me saqué los cascos por pura educación, continué caminando y me siguió el paso.

    —Eres la definición de extra, ¿lo sabías? —comentó un poco al aire—. Pero de alguna manera te queda.

    —No fui yo el que le partió la nariz y la mandíbula a alguien, si hablamos de ser extra, pero gracias —respondí en tono bastante plano—, suponiendo que sea tu forma de halagarme porque te gusta la chaqueta.

    Se encogió de hombros, lo vi sacar una lata de café de la mochila y abrirla.

    >>Sugino quiere hablar contigo, Sonnen.

    —Dijo que me mataba si volvía a pisar Taitō.

    —El chico que medio mataste se cortó el meñique y se lo llevó, ya sabes, mierdas de la yakuza. Dios, somos un montón de parias.

    —¿Y Sugino? —preguntó luego de un trago de café, ni idea de qué tan medicado estuviera hoy, pero parecía tener los sentidos algo más afilados.

    No tardaría en darme cuenta que era más una desventaja para mí que cualquier otra cosa.

    —Le dio una segunda apaleada y lo dejó en Nakano seguramente o en otro de los barrios pegados a Taitō. Quiere hablarte porque ahora sabe que lo que hiciste era lo que el idiota merecía.

    So cool-headed of him. —Tomó aire, pareció pensar unos segundos y al final lo soltó—. Fuiste tú, ¿no? El que dio la cara por Arata y por mí.

    —Solo por Arata, tú te puedes morir y me da igual. —Lo había soltado como si nada, por un momento me asusté hasta yo—. Lo siento.

    —Está bien, todos nos movemos por lealtades, ¿no, mariposita? Las tuyas parecen especialmente fuertes para ser un carroñero. No me quiero imaginar si te ponen a jugar a los bandos. —Sentí que me miró de soslayo—. Feeling blue, kiddo?

    I am not.

    Hell you are. Se te apagó algo en los ojos entre hoy y ayer. —Para ser un agresivo de cuidado era extremadamente observador y estaba empezando a sentirme incómodo al estar puesto en bandeja para su lectura.

    —Te digo que no.

    Busqué su mirada, las malditas ciénagas oscuras, y su imagen se superpuso con la de Hikari como la de Shiori se había superpuesto con la de Kaoru y sentí el impulso de cagarme en sus muertos y salir huyendo como había querido huir de Yuzu cuando noté el dolor en su mirada al verme descompensado, huir de regreso a la cueva sin importar si caía de lleno en el lado malo. Altan Sonnen era solo una pieza, podía ser nuestro rey, pero hasta entonces no le profesaba afecto o lealtad alguna, así que no tenía derecho a fundirse con la imagen de gente que era parte de mi familia.

    —Eres malo mintiendo cuando te sientes mal, es como cuando te invaden en el espacio o te tocan —resolvió con sencillez, manos en los bolsillos—. Te sientes amenazado, me quieres saltar al cuello y morder hasta que me calle.

    Entonces solo cállate, idiota.

    —Vulnerable, esa es la palabra que buscas. —Me volví a ajustar los cascos en la cabeza de mala gana—. Puedes ir a jugar al supportive friend con alguien más, cuervo. No quiero nada de ti.

    Casi pude escuchar el hilo de seda que me unía a Sonnen chamuscarse y no supe si aliviarme o sentirme todavía más jodido, pero al menos sirvió para sacármelo de encima y que cada uno siguiera a sus cosas. Estuve a nada de pasar directo y zambullirme en los baños para fumar, pero de nuevo me lo aguanté como me lo había aguantado a la madrugada en casa de Hikari, limitándome a abrir el casillero con movimientos rígidos.


    luego sigo aventando gente pero tenía que largar esto (?
     
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  6.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Detecté la silueta de Hodges desde el patio frontal, concentrado como estaba en encontrarla y largarme. Aguardé, sin embargo, y distraje mi atención en otros lados para no parecer un puto intenso. Al final se me acercó por voluntad propia, saludándome con la amabilidad que le recordaba, y correspondí con un asentimiento de cabeza. Noté que desviaba la mirada al bento y yo hice lo mismo, alzándolo entre nosotros. Iba a tener que agradecer que anduviera de avispada, me ahorraba saliva.

    A ver, si no estaría con un humor de perros, joder.

    Su pregunta me resultó ligeramente atípica, como si la niña hubiera comprendido desde el inicio más de lo esperable. Me hizo fijarme en el morado de sus ojos con algo que no fuera indiferencia y al final me obligué a destensarme un poco, suspirando. Me encogí de hombros.

    Si había pasado algo, esa era una pregunta que yo no podía responder. Lo había aceptado en casa cuando le dio una calada a su porro y entre el humo me preguntó si no podía quedarse unos días. Que no le apetecía ir a su casa, había dicho, y no ahondé más, sólo asentí. Ralentizar el tiempo me servía para notar que fumaba más de lo habitual, que apestaba a hierba y de vez en cuando no sabía decir si tenía los ojos enrojecidos por eso mismo o por otra cosa. Se movía en silencio, si acaso lo oía cuando se metía en la cocina a preparar té. Se encargaba de la ropa sucia, a veces encontraba la cama tendida pero a duras penas dormía conmigo. Se echaba a mi lado, esperaba un rato y se iba a la sala, como si yo no lo notara o algo. Luego salía el sol y me lo encontraba sentado a la mesa, siempre, siempre, siempre con esa maldita sonrisa que había empezado a enervarme.

    ¿Me tomaba de imbécil o algo, el muy cabrón?

    Si había pasado algo, era obvio que sí, pero ¿concretamente? Ni puta idea. Ya el martes parecía haberle caído un montón de concreto sobre los hombros y luego, el cuerpo no le dio más. ¿Treinta y ocho y algo, había dicho? El pobre diablo estaba volando de fiebre a la noche y tuve que limitarme a darle analgésicos, cambiarle los paños húmedos y prepararle una sopa que igual acabó devolviendo. Lo oí en el baño.

    —¿Kohaku? Está enfermo, me pidió que te trajera esto. —Hablé con el tono plano de siempre y le extendí el bento, esperando que lo tomara—. También se disculpó por no habértelo alcanzado ayer, se le olvidó.

    Tuve que limitarme a permanecer a su lado toda la madrugada, mientras se removía sin parar, balbuceaba y sollozaba. No tenía idea quién era Chiasa, pero no paraba de nombrarla. No tenía idea de nada, y no me hizo falta para que el corazón se me estrujara en el pecho.

    Sonaba incalculablemente triste.


    Y tan lejano.
     
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  7.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Suavicé la expresión en cuanto recibí la mirada del chico, repentinamente consciente de lo extraña que le tenía que haber resultado mi pregunta tan de la nada. En buena teoría, mi preocupación podía ser un poco exagerada y ya, que tampoco era la primera vez que me pasaba. Aun así lo escuché con toda la atención del mundo y no tardé mucho en coger la caja de bento que me estaba extendiendo, que el pobre había estado esperando un buen rato y yo ni caso.

    Negué ligeramente con la cabeza cuando dijo lo de la disculpa y acabé por formar una sonrisa ligera cuando volví a enfocarlo, llevándome la caja hacia el pecho en el proceso.

    —No pasa nada. Si está malito, es normal que se le olvidase. ¿Lo has estado visitando, senpai? ¿Es algo grave?

    ¿Qué había dicho hacía tres segundos? Que tendía a exagerar mi preocupación, y ahí estaba de nuevo, imaginando el peor escenario posible cuando perfectamente podía ser un simple resfriado por el cambio de temperatura o que algo le había sentado mal... espera, ojalá no le hubiese sentado mal mi almuerzo, no me lo perdonaría en la vida.

    >>Ah, perdona, no tienes que contestar si no quieres —acabé por decirle, como si de repente me hubiese acordado que no parecía un chico especialmente hablador, y me giré para ir hacia mi casillero que casualmente tampoco estaba muy lejos—. Muchas gracias por traerme el bento~

    Guardé la caja en el casillero y volví a mirar al chico tras entornar la puertecilla, con la expresión más tranquila que me fue posible poner. A ver, tampoco pretendía ser una maleducada que lo ignorase ni mucho menos, así que al menos esperaba que notase que era eso y no alguna especie de presión porque me hablase o algo.
     
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  8.  
    Rider

    Rider One of a Kind

    Cáncer
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    El día finalmente había llegado, como el sol que sol que finalmente mostraba su mejor cara marcando el inicio del aumento en la temperatura de en la ciudad. El cielo estaba completamente despejado y se podía respirar un aire de tranquilidad y calma en el aire. No podría decir si era debido a la primera o era simplemente yo. Después de todo, nunca antes había estado tan emocionado por ir a la escuela; bueno, nunca había estado emocionado por ir a la escuela en general. Estaba seguro que iba a ser una sensación que no me duraría demasiado, tal vez en cuanto me asignaran trabajos escolares o me bombardeen con decenas de tareas, pero estaba seguro que quería disfrutarla mientras durara.

    —Academia Sakura, prepárate, aquí llega Aleck Graham.

    Cuando entré finalmente por la puerta principal de la academia me sentí impresionado, la diversidad de alumnos que podía contemplar tan solo en la zona de casilleros era espectacular. ricos, pobres, personas altas y bajas, retraídos sociales, extrovertidos, hasta gente que parece que ni siquiera asiste a esta escuela.

    Una amplia sonrisa se dibujo en mi rostro mientras me acerba a mi nuevo casillero y cambiaba mi calzado por el reglamentario de la institución. No me agradaba demasiado la idea, pero sabía perfectamente que había costumbres a las cuales aun tenía que adaptarme en el lugar, aunque de cierta manera, me reconfortaba ver que no era el único extranjero en la academia, era de esperarse tratándose de una escuela tan grande. Si ellos habían logrado adaptarse yo también podría, al final de cuentas, ahora este sitio era mi hogar.

    Abrí lentamente la puerta de mi casillero y coloqué un par de cosas que sentía que no necesitaría cargar por el resto del día, o que quizás era prudente dejar ahí para casos puntuales. Me serví un poco del té rojo que yo mismo había preparado esa mañana. El suave sabor del Pu-erh así como lo humeante del termo lograban mejorar ya de por sí buen animo matutino. Desvié un poco la mirada mis cosas para contemplar nuevamente los pasillos de la escuela y sus alumnos. Realmente estaba ahí, realmente tenía una nueva oportunidad.

    Guardé el termo junto con un par de cosas más y cerré mi casillero, dispuesto a poner en practica mi manejo de relaciones sociales para lograr pedir indicaciones sobre donde se encontraba la clase 2-3. No había logrado tener muchas interacciones con los locales más allá del incidente del cereal con aquella simpática chica de ojos rosados.

    Me di media vuelta para tratar de convencer a alguien que se apiadara del chico nuevo y le diera indicaciones, cuando de pronto lo que parecían unas voces hablando en ingles me interrumpieron. No sería extraño escuchar a alguien hablar en otro idioma en esta escuela, después de todo estaba claro que varios estudiantes no eran propiamente de Japón y el inglés era considerado por muchos como el idioma universal. Pero, ese acento, ese sutil pero perceptible acento yo sabía que lo había escuchado antes.

    Busque con la vista el origen de aquella voz, cuando de pronto mis ojos se figaron en un punto especifico:

    En una alborotada melena roja.

    Sabía que las posibilidades eran nulas, que era improbable que me encontrara con él justo aquí, en esta escuela en mi primer día. Pero, no nos engañemos, me gusta desafiar a las posibilidades.

    —¿Pelo de Fuego? ¿Eres tú?

    Estaba avanzando rumbo al pasillo y parecía que tenía los cascos puestos, no estaba seguro de que pudiera escucharme, mucho menos de si realmente se trataba del mismismo Cayden Dunn, pero no podía negar que la sola idea de pensar que podía tratarse de mi amigo hacía que se me dibujara una boba sonrisa en el rostro, nada sería más reconfortante que ver una cara conocida en una tierra lejana.

    Aquí vamos damas y caballeros rumbo a drama YES YES YES
     
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  9.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Cuando me preguntó si lo había estado visitando caí en cuenta que, claro, se suponía que estuviera en su casa. Se suponía que estuviera con su jodida familia, recibiendo el amor de su madre, su abuela o qué sé yo. Que lo mimaran, le prepararan cosas ricas y atendieran a lo que necesitara, sin importar la hora del día. Pero no, el imbécil seguía en mi piso y cuando sugerí faltar a clases para asistirlo me arrojó la mierda del bento por toda la cara. Vete a saber si prefería estar solo o si no soportaba arrastrar gente a su desastre. Intuía que la segunda.

    No había forma de que prefiriera estar solo en esas condiciones.

    —Se está quedando en mi piso, de hecho —respondí sin tapujos luego de menear la cabeza, indicándole que no me molestaba; en sí no era información que considerara pecado revelar—. No lo sé, tiene mucha fiebre pero supongo que le bajará en estos días. Sería lo lógico.

    Se redirigió a su casillero para cambiarse los zapatos y avancé los pasos que ella había retrocedido, no que ansiara quedarme a charlar de la vida pero tampoco consideraba el intercambio finalizado. Me intuía que seguiría preguntando por la preocupación que mostró su semblante, de modo que hundí las manos en los bolsillos y recosté el hombro sobre los lockers.

    —No es nada —murmuré al agradecimiento, y solté el aire por la nariz. Fue algo pesado, lo dudé un poco pero al final agregué—: Eres su amiga, ¿no? ¿Sabes de algo que le haya ocurrido estos días?
     
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  10.  
    Zireael

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    Elegir un día de primavera para sentirse como el culo casi que solo parecía confirmar lo que había dicho Hikari de que había algunos de nosotros que parecíamos disfrutar de sentirnos miserables. Como si lo agarráramos por tarea, pero allí estaba, yo me había empujado al borde y ahora no había nada que hacerle realmente. Imaginaba que se me pasaría cuando durmiera como la gente decente o algo, incluso si con este desastre emocional comenzaba a sentir que era casi la proyección de otra preocupación.

    Ahora que lo pensaba, ni luces de Ko en los casilleros otra vez.

    Otra vez.

    En mi camino a la fila de casilleros había sentido ojos encima, como siempre el desgraciado don de mierda de sentir a cualquier atisbo de atención que se me dirigiera o la paranoia, ya no estaba muy seguro. Lo había ignorado primero porque no creí que fuese nada relevante y segundo porque claramente no estaba de humor para jugar a ser una persona medianamente educada si había necesidad de ello. Además el haber notado que no había señales de Ko me había echado encima una ansiedad de mierda, la sentía correrme por el cuerpo, activar engranajes que comenzaban a ponerme inquieto y si no empecé con algún movimiento ansioso fue quizás solo por estar de pie.

    Era un exagerado, la gente podía llegar tarde y esas mierdas.

    Pero las putas corazonadas no habían hecho más que acertar últimamente, ¿o no? Con el idiota de Sonnen apareciendo en la escuela cuando debía estar en casa de Arata, con el lobo fichándome, con el silencio que era una respuesta y la maldita epifanía de anoche. Para ser tan cuadrado con algunas cosas y tan desligado con la vida entera, a veces los instintos me mandaban a callar de lo lindo.

    La sensación de tener ojos encima seguía sin desaparecer, ya de plano se sumó a que directamente había notado movimiento con el rabillo del ojo y si escuché que me hablaban fue de puro milagro porque la canción que estaba escuchando terminó, dejando unos segundos antes de que comenzara la siguiente. La voz no la reconocí, tenía acento eso sí, mierda que lo tenía y cuando conecté sus palabras sentí que me daba un vuelco el corazón.

    Pelo de Fuego.

    Me saqué los cascos de un movimiento que fue casi tieso, como si fuese un robot, me los dejé en el cuello y giré el rostro en cámara lenta, sin saber qué iba a encontrarme realmente. Choqué de lleno con el ámbar, fue lo primero que me recibió y me di cuenta entonces a lo que se refería Sonnen al decirme que había perdido el brillo en la mirada, porque la resina de este idiota resplandecía como si le hubieran sacado brillo con máquina y fue precisamente eso lo que me hizo reconocerlo aunque le había cambiado la cara.

    El jodido Happy Meal.

    El alma me cayó a los pies, la sangre dejó de fluirme al cerebro unos sólidos segundos y se me embotó en los oídos, un poco más y me iba de culo, pero permanecí estático en mi lugar, con las manos hundidas en los bolsillos. Sentí una chispa de euforia, pero mutó hasta revolverse con mis miedos y me jodió las pocas neuronas que tenía conectadas haciéndome bajar el interruptor de las emociones de un golpe seco.

    —Tienes cara de tener apellido de galletas —dije sin pensar, ni siquiera supe cómo modulé la ansiedad que tenía encima y despegué el cable de los cascos del móvil para empezar a enrollarlo entre mis dedos y ocuparme las manos en algo. La puta cabeza no se dignó a callarse, claro, así que le tiré encima el apodo infantil que le había clavado al segundo de conocerlo, después de lo de las galletas—. Akkun, ¿me explicarás ahora o más tarde qué haces en una escuela de niños pijos en pleno Japón?


    llorando me hallo
     
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  11.  
    Amane

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    Alcé las cejas cuando escuché su respuesta, claramente sorprendida por la misma, y acabé por cerrar el casillero por completo para poder seguir prestándole mi atención. Obviamente, qué iba saber yo en verdad del tipo de persona que era Kohaku, pero digamos que por lo que habíamos hablado siempre me había parecido un chico de lo más familiar y casero así que, no sé, no me esperaba que no estuviese en su casa, y mucho menos si andaba enfermo.

    Asentí con la cabeza cuando me explicó que era algo de fiebre, e hice un esfuerzo titánico por redirigir mi pensamiento hacia lo que había dicho después, al hecho de que seguramente se le bajaría en unos días y ya. De todas formas, si la cosa empeoraba, seguro que Haru lo llevaría al hospital o lo que creyese oportuno, ¿no? Eran amigos, al fin y al cabo, así que podría quedarme tranquila.

    —¿Amiga? S-supongo que sí...

    Había desviado la mirada hacia algún punto detrás del chico, repentinamente nerviosa, y me tomó un tiempo calmarme lo suficiente para volver a dirigirle la vista y hablar como dos personas decentes. Suponía que éramos amigos, al fin y al cabo me había contado algunas cosas que, asumí, habían sido en plena confianza por eso mismo. Pero Kohaku no parecía una persona especialmente abierta y a mi no me gustaba inmiscuirme dónde no me llamaban, así que realmente no iba a poder responder de la mejor manera posible.

    Si le había ocurrido algo estos días, todo lo que yo tenía eran suposiciones. Había notado que algo no iba bien, pero luego habíamos almorzado juntos y parecía estar algo mejor, aunque ahora parecía que quizás solo fuese algo temporal. Y luego estaba todo lo de Anna que, si mi cálculos no me fallaban, tenía que haber sido algo con Kakeru y... Kohaku conocía a Kakeru, ¿no? Hasta que punto tendría eso algo que ver realmente escapaba de mi alcance.

    >>La verdad es que no lo sé, senpai. Me había dado la sensación de que no estaba muy bien el otro día, antes de que almorzáramos juntos, pero realmente solo fue una corazonada porque motivos para preocuparme no tenía, no sé. Lo siento, no tengo ni idea.

    Hice un ligero mohín con los labios, negando con la cabeza, y acabé por soltar un suspiro algo pesado. Odiaba no poder ser de ayuda, sobre todo en una situación de ese estilo, así que lo siguiente que se me pasó por la cabeza ni siquiera lo filtré mucho antes de soltarlo tal cual.

    >>Senpai, ¿crees que podría visitarlo esta tarde? No quisiera incomodaros, pero me quedaría un poco más tranquila...
     
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  12.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La duda en la respuesta de Hodges me recordó que era Kohaku de quien estábamos hablando, que hacía falta como mínimo una autoestima de puta madre o diez años de relación para considerarse su amigo. Lo sabía de primera mano, así no se me ocurriera emplear el término entre nosotros ni de coña, lo veía y lo sentía siempre en él. No era que estableciera distancia de forma explícita, de hecho nunca daba la sensación de rechazarte. Su tranquilidad y dulzura eran tales que te engañaba como un campeón. Filtraba sus corrientes de aire entre las hendijas y casi, casi podías caer en la ilusión de estar siendo recibido con los brazos abiertos. Luego, de un momento al otro, despertabas. Despertabas para notar que detrás de la suavidad en sus ojos no había mucho más que silencio y quietud.

    Al final del día era su indiferencia, el eterno desapego.

    Los cables que había perdido, esos que lo conectaban al mundo.


    Así que dejé correr la duda en la respuesta de Hodges, de hecho la entendí perfectamente, aunque no lo expresara. Cuando dijo que lo había notado extraño decidí creerle por la misma razón que atajé su forma de leer el mundo al observar el bento y preguntar, primero y antes que nada, si algo había ocurrido. Al final con muchos cabrones no quedaba más que moverse por corazonadas, de herméticos que eran. Y yo me quejaba pero no era muy diferente.

    Se me ocurrió que lo decente de mi parte habría sido tranquilizarla al notarla tan preocupada, pero lisa y llanamente no era ese tipo de persona. Además no pasó mucho hasta que regresó a mis ojos y me soltó algo que me sorprendió bastante. Alcé las cejas en primera instancia, aunque no tardé en arrugar el ceño. Fue leve pero concreto y me las arreglé para hacerlo pasar por que lo estaba sopesando o algo. ¿Ir a casa? Mierda, eso sí que estaba fuera de los límites. Había colado a Kohaku porque lo creía inmune a todo y ya estaba revuelto entre las sombras, si ahí mismo lo había conocido. En sí, haberlo dejado quedarse violaba las restricciones que me había autoimpuesto.

    Pero ya estaba visto que a veces era un estúpido.

    Hodges corría por una línea similar a Aya, e incluso con menos probabilidades de convencerme al, bueno, no tener ninguna clase de relación conmigo. De plano prefería que la menor cantidad de gente posible supiese dónde vivía, y luego estaba el asunto del lunático con quien vivía. De buena teoría estos días no andaría cerca, pero con Frank nunca se sabía.

    Mantener los mundos escindidos era la prioridad.

    Siempre lo sería.


    Intenté dar con una excusa de calidad pero no se me ocurrió nada decente en los pocos segundos de margen que me permití. Solté un suspiro pesado, rascándome la nuca, y despegué el hombro de los casilleros.

    —Perdona, prefiero que no. —La idea no era ser un borde de mierda, así que mantuve el tono monocorde—. Pero intentaré convencerlo de que regrese a su casa, así lo visitas ahí.

    Saqué el móvil del bolsillo y se lo alcancé.

    —Déjame tu número y te aviso cuando lo logre.

    Sasha 2.png

    Papá había llegado con los niños a eso de las cinco de la tarde. Ni siquiera había notado la ansiedad que cargaba con la de cosas que me había echado encima para distraerme, hasta que oí el coche aparcando fuera y las manos prácticamente me temblaron. Fue una cosa rarísima, se suponía que no sintiera más que alegría de volver a verlos pero allí estaba, con un revoltijo indescifrable de emociones. Dejé los guantes en la cocina, que para la gracia estaba horneando unas galletas, y fui hasta la puerta. Lo primero que vi fue la figura pequeñita de Fanny corriendo hacia mí, su mochila de jirafa rebotaba en todas direcciones junto a sus rizos oscuros, y por un sólido segundo todos los putos problemas del mundo desaparecieron. Me agaché, la recibí en brazos y la intensidad de su envión casi me envió de espaldas al suelo. Estrecharla me recordó con una claridad increíble lo que más importaba en el mundo, si no lo único.

    Mantenerlos a salvo.

    Darles oportunidades.

    Que fueran felices.

    Lulu la siguió mucho más tranquilo, como toda la vida, y al final vino Danny con su perra. Me erguí cuando papá llegó a la puerta y me abrazó con fuerza, dejándome un beso en el cabello. No necesitó abrir la boca para transmitirme todo el agradecimiento y el cariño del mundo, si ese era su talento.

    Dar, dar y dar amor.

    Como un maldito suicida.

    Charlamos de cualquier cosa, preparamos té y comimos galletas a reventar. Antes de que el sol se ocultara llevé a papá a la estación, como debería encargarme de los niños había decidido dejarme el coche. Era lo más prudente, la verdad, con la distancia hasta el Sakura y considerando que Danny asistía a una escuela especial. Aguardé junto a él hasta que el tren llegara, dije que no tenía tareas aunque era mentira. La única verdad allí era que no quería que se fuera, quería ser una hija caprichosa por una vez en la vida y pedirle que se quedara en casa. Pero no podía, sabía que no podía hacer eso, y me conformé con un abrazo más.

    —Gracias por todo, cariño —murmuró, acariciándome el cabello—. Jamás podría hacer todo esto sin ti.

    Eso también lo sabía, y probablemente fuera la causa principal de todas las responsabilidades que me echaba encima.

    Regresé a casa con ánimos renovados, nos pusimos a jugar al Twister y luego hice la cena, los mandé a dormir antes de acabar el proyecto. Prácticamente se me cerraban los ojos y aún así, fue cuestión de apoyar la cabeza en la almohada y espabilarme. El cerebro me seguía funcionando a toda máquina, ahora que se suponía se callara, y como ya venía siendo lo normal desde hacía semana y pico, no dormí muy bien.

    A la mañana siguiente tuve que despertarme más temprano de lo usual para dejar a los niños en sus escuelas, intuía que sería la nueva rutina. Los cálculos me fallaron un poco y llegué más temprano de lo usual al Sakura, eso me permitió seguir dudando como una estúpida si dejarle o no las galletas a Maze en el casillero. No tenía razones como tal para detenerme, pero tampoco las había para seguir. No me había buscado ni dicho nada, incluso tras disculparme, y se me ocurrió que quizá lo estuviera molestando con esta tontería. No que fuera muy probable, conociéndolo, pero seguía con la sensación de que en el último almuerzo había pisado un límite y no lo sé, ¿no le apetecería hablarme? ¿Y yo como jodida intensa llenándolo de comida?

    No me decidía, la verdad, y si subía iba a perder el momentum, así que me cambié los zapatos y me quedé por ahí haciendo tiempo con el móvil, vete a saber por o para qué. Entre la tontería acabé en la galería de fotos y topé con las que había sacado en la fiesta, las de los objetos que había robado sin que lo notaran, y recordé que se suponía debía mostrárselas al chico del beer pong. Quiero decir, ese al que me había intentado ligar sin éxito.

    Qué puta vergüenza.

    Me cargué los pulmones de aire y lo solté, alzando la vista para recorrer el espacio. No sé, ¿quizá justo daba con él? De repente conversar con alguien me resultaba más apetecible que seguir ahí clavada como una imbécil y ya que estábamos, bueno, me gustaba saldar mis deudas, ¿verdad? Sólo era mostrarle las fotos y ya, no biggie.

    Yáahl no sabía cómo asumir a Arata así que no lo asumí (?

    also perdón por el tocho innecesario que a nadie le importa (?
     
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  13.  
    Rider

    Rider One of a Kind

    Cáncer
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    Me quedé ahí plantado, nos separaban aun un par de metros. Nuestros ojos se había conectado por una instante. Era curioso, pese a que podría jurar que nuestro color de ojos era igual, los suyos parecían mucho más apagados, cómo si perdieran intensidad. Aunque por un breve segundo, podía jurar que había visto un destello en ellos, incluso parecía que sus pupilas se contarían de la sorpresa, como si hubiese visto un fantasma. Aunque no era para menos, más de cinco años sin ver a alguien como para que ahora lo vieras frente a frente así sin más.

    Quizás debía haber sido un poco más moderado con mi euforia y haberme acercado con un poco más de tacto. ¿Pero que podía hacer? Realmente no podía creer que era él.

    Esos ojos, esa forma de expresarse, esa mirada, ese entusiasmo que rivaliza al de un oficinista en un empleo burocrático, y ese acento, ese acento tan malditamente sutil que cualquier otra persona no podría notar, pero que era perfectamente reconocible de las tierras altas. Debía saberlo, después de todo yo ni siquiera era capaz de disimularlo muy bien.

    Solté una leve risa de incredulidad mientras el chico colocaba sus casco sobre su cuello y comenzaba a juguetear con el cable de entre sus dedos, casi parecía como si estuviera nerviosos, pero en ningún momento rompió el contacto visual. Por esa reacción de primeras pensé que quizás no me había reconocido, o tal vez verdaderamente me había equivocado de persona. Pero esa broma, esa manía de relacionar mi apellido con aquellas galletas. No había dudas, era Cay, el Cay que yo conocía, y él sabía perfectamente quien era yo.

    Solté una risa nasal, conservando aquella amplia sonrisa en mi rostro mientras acortaba la distancia de aquel pasillo entre él y yo. Aun con todos estos años, podía jurar que aun veía la silueta de aquel niño pelirrojo que conocí en el parque y con el que pasé tanto veranos.

    Lo envolví de manera algo brusca con mis brazos y le di un par de fuertes palmas en la espalda, a manera de transmitirle la alegría que me daba volver a verlo después de todos estos años. Aun más, que todavía me recordara y me siguiera llamando de aquella peculiar manera.

    Akkun.

    — ¿Sabes? La gente normal suele decir 'Hola' cuando saluda a alguien después de tanto tiempo —le di un ultimo apretón antes de separarme del chico— .De verdad me da mucho gusto verte, no esperaba encontrarme un rostro familiar en mis primero minutos de estancia aquí.

    Me separé finalmente, no sin antes darle un leve golpe en el hombro al chico, cómo solíamos hacer cuando éramos niños.

    — ¡Oh bueno! Está más que claro que viajé miles y miles de kilómetros solo para encontrarme contigo, mi amigo de la infancia y para desearte: ¡Feliz jueves! —contesté en un tono algo burlón mientras rascaba mi nuca— Venga Cay, ya en serio, ahora yo estudio aquí, fui transferido hace un par de semanas. Ahora la fiebre verde está llegando a la academia ¿Eh?

    >>Así que oficialmente esta dejó de ser una escuela de niños pijos, porqué yo no tengo ni en que caerme muerto —reí ante mi propio comentario antes de volver a centrar mi atención en el chico— . Aun no puedo creer que de verdad seas tú. ¡Estas cambiadísimo, la ultima vez que te vi medias como un metro con cincuenta!

    Parecía ser que la alegría me hacía olvidar las cosas más simples, evidentemente que en cinco años el chico iba a cambiar bastante, pero supongo que el mayor impacto se lo podía atribuir al hecho de que sencillamente un día dejé de verlo de un momento a otro y ahora sentía que había pasado toda un vida en ese lapso de tiempo. Había ocurrido tantas cosas, había tanto que contar.

    —O-Oh, hey, por cierto...—desvié un poco la mirada algo avergonzado— Tal vez este algo ocupado, seguro que con tu increíble carisma era el chico más popular de la escuela y tal pero, siendo que es mi primer día ¿Crees que puedas darme un tour fugaz por la academia? Ya sabes, orientarme un poco, ni siquiera se donde este mi clase.

    IT'S HAPPENING AAAAA Que es que me encanta poner a interactuar a estos dos uwu
     
    Última edición: 16 Junio 2021
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    Zireael

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    Posiblemente Aleck Graham fuese el único diablo capaz de detectarme el acento en la voz, que de por sí el haber crecido en Japón se había encargado de desvanecerlo casi hasta desaparecer y solo se colaba de forma notable cuando los nervios o cualquier otra mierda de intensidad similar me caía encima. Pero este idiota, este jodido imbécil que tenía un petardo en el culo, sabía escucharlo incluso cuando estaba más tranquilo y es que quizás siempre había sabido leer a través de mis paredes.

    Por un momento tuve terror, genuino y absoluto pánico de que mi estado emocional saltara tanto a la vista como había dicho Sonnen, y de haberme dejado arrastrar solo un poco más seguro habría echado a correr como un loco hasta perderme en el interior de la academia deseoso de encerrarme en cualquier sitio, levantar las paredes de la cueva y encerrarme hasta que todo volviese a su sitio, costara lo que costara, doliera lo que doliera. A la vez también deseé que hubiese reaparecido otro día de mi vida, uno en que no fuese este desastre con patas de forma tan visible, y poder recibirlo con la misma alegría casi infantil que había recibido a Kohaku hace unos días. Porque ahora mismo mis pilas ya de por sí bajas estaban por los suelos, y todo lo que me atreviese a sentir se mezclaba con el eterno miedo. Ni siquiera pude recuperar la alegría al ser consciente de una cosa.


    Que estaban volviendo.


    Las personas que más había amado en mi vida estaban volviendo y tenía oportunidad de hacer las cosas bien.
    En su lugar seguí sumando ansiedad, me aplastó la garganta y me susurró al oído que sería capaz de dejarlos ir de nuevo como si nada, sin siquiera intentar, sin aferrarme. Los dejaría correr como agua entre mis dedos, que apagaran la llama de la vela y me dejaran solo con las paredes de tierra helada que discurrían debajo. Que me quedaría solo en la cueva de nuevo por decisión propia, para luego dejar que el frío y las sombras me encajaran los dientes hasta hacerme sangrar y dejarme atontado.

    Aleck se me fue encima, obviamente, me envolvió entre sus brazos y me soltó unas palmadas en la espalda que genuinamente creí que me iban a sacar algo de lugar. Su cuerpo era tibio y pensé que el mío debía sentirse jodidamente delgado y frío en comparación, aunque seguro no era el caso, y no sé cómo me las arreglé para corresponderle el gesto luego de dejar ir el cable de los cascos, que quedó colgando entre nosotros. Al separarse me soltó un golpe en el hombro y sus palabras, sus bromas de toda la vida, se revolvieron con mis propias palabras.

    Que alguien me mire, que vuelque su atención en mí y pueda dejar de sentir que no existo.

    Estaba demasiado ido con el saber que lo tenía al frente como para haber notado una silueta nueva acercarse, me di cuenta cuando era demasiado tarde y Arata se detuvo a mi lado, estiró la mano, le dio un golpe al pendiente de mi oreja con el dedo y luego intercambió la vista entre Aleck y yo, con la diversión impresa en toda la cara.

    —¿Más amiguitos resucitados de los muertos, mariposita? —Asentí con la cabeza, tratando de conectar ideas y me pareció que Shimizu se distraía con otra cosa, lo suficiente para cortar su teatro a medio camino—. Me presentas al mocoso luego con tiempo si quieres, ¿vale?

    Me extrañó de primera entrada que fuese relativamente normal, pero asumí que Yuzu le habría soltado toda mi mierda así como Hikari se la había soltado a ella, pero de cualquier forma no esperó respuestas ni nada. Se despidió con un movimiento de mano y se perdió por ahí en la línea de casilleros, de forma que yo regresé la atención a Aleck. Había perdido un poco el hilo de todo lo que había dicho previo a la aparición de Arata, pero atajé algunas cosas por encima.

    —¿Que medía como metro cincuenta? La gente crece, Galletas, y por eso me parece una falta de respeto que estés de mi tamaño —respondí un poco por la gracia. Me llené los pulmones, empujé mi desastre a un lado y le dediqué una sonrisa que aún así debió cargar algo de nervios o tristeza a secas consigo—. Haré un espacio en mi ocupada agenda para usted, señor Graham, para mostrarle las maravillas de la Academia Sakura.

    Maravillas, sí.

    Era el Infierno traído a la Tierra.

    Me acerqué a él de nuevo, extendí la mano y la anclé en su nuca para lo zarandearlo suavemente. Casi contra mi voluntad al detenerme subí la mano hasta su rostro. Lo repasé con la vista, como si quisiera confirmar solo con eso que estaba bien, que estaba de una pieza y que de verdad era él. Terminé por írmele encima, no llevó el impulso que había tenido él, pero no por ello el gesto era menos genuino. Aproveché para estrujarlo con fuerza y me tuve que tragar las lágrimas.

    —Bienvenido a casa, enano —murmuré.


    culpo de este tocho a la canción que me pasó belu por whats, gracias por venir a mi tedtalk this child is hurting my soul rn

    no aventarme biblias con cay es lava, me disculpo públicamente con todos

    Shimizu.png
    Debía insistir en que solucionábamos una mierda por un lado para que nos saliera otra por el extremo contrario, porque parecía que Dunn de verdad había logrado aplacar a Hikari, arreglar la mierda y hasta salvarle el culo a Sonnen, pero ahora andaba con otra de sus crisis de identidad encima. A este no lo podía mandar a la mierda como mandaba a Altan, el corderito era de cristal en muchos sentidos, era mucho más emocional aunque se hiciera el que no y una corriente del extremo equivocado podía apagarlo o desatarlo. Yuzu me había encargado cuidarlo, para terminar de cagarla, y qué coño iba a hacer si no de por sí.

    Toda la estupidez de haberme pegado la siesta con Riamu al menos me había dejado en mejor estado, había hecho la compra en Shinjuku y luego me había quedado en casa para dormir como un puto oso, luego de haber cuidado al otro estúpido que ahora andaba bien pancho por la escuela. Digamos que me lo merecía, además mis hermanos estaban viviendo su mejor vida con los dulces que había traído y digamos que al menos quería estar en el mismo espacio físico para verlos alegres.

    No era que hubiera muchos negocios que hacer de todas maneras.

    Al aparecerme en la fila de casilleros no tardé un segundo en comerme el numerito de Cayden con el castaño que solo Dios sabría de dónde había salido y de dónde lo conocía, siendo que los únicos amigos que el crío había tenido desde los trece éramos nosotros. Me acerqué un poco porque sí la verdad, solo para darme cuenta que el chiquillo (chiquillo decía yo y el hijo de puta era de mi altura pero tenía cara de bebé... como bueno, el corderito aquí presente) tenía en la cara dos pedazos de ámbar.

    A ver, si no me perseguirían los ojitos amarillos a mí en toda puta parte.

    Total que estaba en medio de tocar los huevos cuando me pareció notar a la pelirroja de la fiesta en el pasillo y recordé de repente la estupidez que le había pedido. ¿Lo habría hecho de verdad? Es decir, me gustaría ver su potencial todavía, pero también si estaba tan tentada a usarlo como para hacerme caso, así que me excusé con el par con tal de poder acercarme a la chica.

    Ya cerca de ella le dediqué una sonrisa que al menos no cargó del todo con la eterna diversión y la repasé con la vista casi con aires distraídos, ya me jodía a mí no haberle seguido la bola, pero no sé, ese día sencillamente no me salió y ahora me comía una mierda.

    —Me parece que te conozco ya, ¿o me equivoco~?


    alguien pidió un shimi-kun pa llevar
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Haber creído notar la presencia de alguien cerca mío y que esa persona fuera precisamente el rubio de la fiesta era para, no sé, caerse de culo. Reparé en sus ojos al hablarme y podría ser una tontería, pero me valió para colgarme de eso y disimular sin mayor dificultad el asuntillo de la vergüenza. No, si para distraerme y hacer como si nada era mandada a hacer, eso ya estaba visto.

    Indeed, Honey~

    Qué gracia que recortar el único nombre que conocía suyo fuera lo mismo que usar el apelativo que reciclaba como papel masticado, digamos que era una broma interna pero me entretuvo lo suficiente para concederle una sonrisa amplia. Giré el cuerpo hacia él, jugueteando con el móvil entre mis manos, y lo alcé junto a mi rostro para mostrárselo. A ver, si él me hablaba de lo más normal entonces no había nada de lo que preocuparse, ¿verdad?

    —Justo estaba recordando que te debo algo, ¿puedes creerlo? —murmuré, recostando el hombro en los casilleros, y quebré la muñeca para alcanzarle el aparato—. Todo tuyo~ No hay muchos porque estuve ¿una hora o así? y luego tuve que irme de la fiesta, pero bueno, algo es algo~

    Me quedé mirándolo para detectar sus reacciones y tal, si es que había alguna, apoyando apenas el costado de la cabeza en los lockers. Qué sé yo, esa noche había estado borracha y tal pero de una forma extraña quería haberlo hecho bien, así fuera una estupidez que rayaba lo amoral. Se lo podía achacar a mi personalidad, al perfeccionismo y la estúpida necesidad de superarme en todo lo que decidiera hacer, o podía tratarse de otra cosa.

    Vete a saber.

    gracias al five de la belu del pasado, los robados de esta lista son las cosas de las que hay fotos en el móvil
     
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  16.  
    Zireael

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    Ni en mis mejores sueños me hubiese dado la jodida neurona para pensar que esta chica podía estar todavía avergonzada por mi estupidez de la fiesta, precisamente porque no me parecía algo de importancia aunque claro, eran poquísimas las cosas que me parecían importantes como para hacer algo o darles cabeza. En su defecto de haberlo sabido solo me habría limitado a callarme, pero poco más, no era que me interesara demasiado en lo que mis acciones producían y podría decirse que ese era mi don y mi maldición.

    Se me había olvidado ya que a los tres de la partida de beer pong solo les había soltado mi apodo, es que a ver, con el espectáculo de Taito no había sido para menos. Solo lo recordé al escuchar cómo me llamaba y la sonrisa se me ensanchó algo más, porque a quién íbamos a engañar, al final del día era como si ese desgraciado apodo fuese mi puto nombre. Ella me dedicó una sonrisa amplia y disperso como era tardé cero segundos en desviar la mirada a sus manos, dado que estaba jugueteando con el móvil e incluso terminó por alzarlo junto a su rostro.

    Sería hipócrita decir que no me cayó encima una satisfacción de mierda cuando sacó el tema de que me debía algo, así que al menos estábamos en la misma página y de paso confirmaba que había hecho la estupidez que le había dado como dizque castigo. Cuando dobló la muñeca para extenderme el aparato lo alcancé sin problemas, para ponerme a revisar y dar con las fotos de las cosas que había logrado levantarse.

    Mira nada más.

    Móvil, caja de mentas, collar.

    Exceptuando la caja de mentas había sacado un botín de lo más interesante, si contábamos mi cuchillo y la billetera del pelirrojo antes de que estableciera el reto como tal. Esta cabrona tenía las manos livianas de los mejores chacales y que me dieran un tiro en la frente si no se me antojaba hasta tenerla en las filas, perfeccionar su habilidad unos meses con el mejor maestro del Triángulo y luego darle tres horas para que se montara el show de lo lindo. Si hacía equipo con un par de chacales de personalidad más teatral el espectáculo podía salir tan bien que luciría como un truco de magia y nos haríamos con una cantidad de pasta que seguro daba gusto.

    Lástima que ya no existiéramos de forma oficial.

    Y yo no fuese un líder de culto como Yako, para calentarle la oreja a nadie.

    Le regresé el aparato ya con la sonrisa descubriéndome los dientes y aflojé un par de risas que estuvieron a nada de convertirse en carcajadas. Joder, si no lo estaría disfrutando como un puto cabrón.

    —Nada mal para una hora, linda, sin dudas. Permíteme decirte que tienes un don~ —Apoyé la cabeza en los casilleros también—. Ahora, si no me falla la memoria no tengo tu nombre, ¿o sí? Me parece grosero felicitar tu talento sin saber ni cómo te llamas.
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Recibí su respuesta con toda la tranquilidad del mundo, realmente, porque había estado preparada para que rechazase la oferta desde el principio. Hombre, había tenido el impulso porque así de tonta era y a veces lo olvidaba todo con tal de ayudar a los demás, pero era plenamente consciente que nadie tenía porque estar cómodo con desconocidos en su casa, encima auto invitándose tan descaradamente como estaba haciendo yo.

    En sí, lo que más me dio pena es que lo hubiese sopesado tanto antes de responderme. No me gustaba poner a la gente en un apuro de ese estilo, y ciertamente no esperaba ninguna clase de explicación por su parte por cuestiones más que lógicas, pero bueno, tampoco él me conocía lo suficiente así que solo quedaba recibirlo como tal y ya.

    Sí que me sorprendió un poco más lo de que me extendiese el móvil para registrarme, aunque reaccioné rápidamente y lo cogí para apuntar mi número sin demostrar mucho la sorpresa. Me guardé como 'Emily' y el emoji de una flor porque, mira, tonta se nace no se hace e igual si quería podía cambiarlo luego, y le devolví el aparato con una sonrisa suave. Imaginaba que estaba difícil la cosa de convencerle para volver a su casa, y tampoco sabía dónde quedaba eso además de toda la vergüenza que me daba, pero le agradecía enormemente las intenciones.

    —¡Listo! Igual creo que está en buenas manos, ¡así que no pasa nada! Aunque dile de mi parte que le voy a dar un tirón de orejas cuando venga por ser tan irresponsable, hmpf —estaba haciendo un poco el tonto por quitarle peso al asunto, aunque no sabía si eso podía incomodarle más o no, y al final acabé por suavizar de nuevo mi expresión—. Muchas gracias.

    Le agradecía por haberme contado eso y por haberme querido animar, aun si era probable que no fuese muy consciente de ello, pero también porque, no sé yo, había dejado a Kohaku quedarse en su casa y lo estaba cuidando. Podía pecar de ser la misma estúpida de siempre, pero para mí alguien que hacía eso tenía un buen corazón y era algo que debía agradecerse adecuadamente.

    >>¿Estáis tu hermana y tú bien en el Sakura, senpai? No sé si habréis conocido ya a mucha gente de vuestras clases, pero si necesitáis cualquier cosa, ¡podéis pedírmelo a mí sin problemas!

    A ver, en teoría no tenía porque seguir sacándole conversación y ya había pensado que era lo más adecuado viendo el tipo de persona que era. Pero me había dado bola con todo el asunto de Ko y pues se me había olvidado por completo, ¡mala suerte!
     
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  18.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido city gakkouer

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    Como si me interesara entrar a una sala de arte a ver pinturas aburridas de mierda, tampoco era que yo fuese a buscar problemas como decía el payaso de turno, los problemas me buscaban a mí. La cosa a la final del recorrido más estúpido de mi vida era que había identificado al menos el que me mantendría a metros del maldito cabrón que me había tocado los huevos, como si tuviese genio para volver a soportar su humor estúpido luego de haberse literalmente burlado de mí por no saber dónde estaba la cafetería o cómo encontrarla.

    Cerré el casillero luego de realizar el cambio de calzado.

    La gente era una rotunda mierda, y el idiota solo me lo había asegurado más como si hiciese falta. Enterré las manos en los bolsillos del jean, casi contabilizando las monedas que traía en el bolsillo para almorzar ese día. Debía echarle gasolina a la motocicleta, la fecha de la renta se acercaba, los servicios, la comida... Enviarle algo de mi vieja para que no sé, el cabronazo que tenía como pareja no la fuese a golpearla por ausencia de billetes.

    Al carajo el vídeo juego que quería desde el mes pasado.

    Al carajo el cambio de móvil.

    Al carajo.


    Ahí queda este chico~
     
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    Hygge

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    Bellamy Dubois

    Los designios del destino no dejaban de resultar fascinantes. Una moneda, el dinero justo para un billete de avión y un destino al azar. Permitir que algo tan inconsistente y voluble como la suerte dirigiese tus pasos podía sonar aterrador pero la vida no tendría el mismo sabor sin un debido factor de riesgo.

    Después de todo solo necesitaba a Remmy, mi púa de la suerte y mi alma nómada. Bueno, eso y algo de dinero. Los ahorros de toda una vida para ser más exactos.

    Y el azar decidió así que mi próximo destino serían las tierras niponas.

    Qué cosas.

    Me adentré a paso tranquilo en las instalaciones de la prestigiosa academia Sakura. Hacía un día maravilloso y profesé mi buen humor silbando una alegre tonada. Jamás hubiese imaginado que pasaría de dormir en un parque durante semanas a vestir el emblema de un lugar tan eminente y consagrado, pero un año daba para tantas cosas. En su mayoría no muy buenas, nadie se creería que un tipo podría vivir del cuento en un pais extranjero. No de la forma limpia. Pero podría decirse que a pesar de todo había tenido algo a lo que llamarle suerte.

    Lo que no cambiaba era el hecho de que destacaba como un puto cono fluorescente entre tanto niño bien. Solo había que echarme un vistazo para darse cuenta. El cabello trenzado, las sandalias en vez de los lustrados zapatos del uniforme, la guitarra que llevaba a mi espalda. Cualquiera me tacharía de loco pero no podía salir a la calle sin Remmy. Era algo así como mi amuleto de la suerte.

    Mi identidad.

    Saludé con una sonrisa afable a los alumnos que se volteaban a verme con extrañeza, abriéndome paso hacia los casilleros, y me detuve al recordar que estaba más perdido que la mierda. Me rasqué la nuca. Me vendría bien saber dónde quedaba mi clase, o quién vendía hierba por ahí. Lo que llegase primero.

    Excuse-moi... —Coloqué mi mano en el brazo de un chico que rondaba por allí. Cuando se giró y reparé en el corte de su cabello mi rostro se contrajo en una mueca de asombro—. Merde, ¿ese es el estilo que se lleva por aquí? Vas a tener que recomendarme dónde te cortas el cabello, muchacho.

    Extendí la mano hasta alcanzar sus hebras, detallando el ligero rapado en la nuca con atención y solté una risotada al notar que, de nuevo, invadía el espacio de la gente sin percatarme de ello. Al menos no parecía japonés, o eso me decían sus rasgos y el hecho de que no había saltado en reversa ante mi efusiva aparición.

    >>Sabrás disculparme, como verás no suelo seguir demasiadas normas sociales por lo general —comenté con simpleza, porque para qué íbamos a mentirnos y me señalé el pecho con el pulgar—. Bellamy, estudiante recién ingresado. Y también bastante perdido. ¿Tu día bien?

     
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    Sabía que tenía años sin ver al pelirrojo, años en los que habían podido pasar mil cosas, años en los que su vida podría haber cambiado de manera diametral. Pero aun así, podía reconocer esa expresión, la misma expresión del niño con el que jugaba cuando el mundo parecía mucho más feliz, y esa expresión no era la que tenía Cay. Se veía abatido, cansado, cómo si llevara días sin dormir, cómo si algo le preocupara.

    Parecía ser algo mucho más que cualquier estrés académico, había escuchado que los alumnos tenía que entregar cierto proyecto o algo por el estilo. Pero me costaba creer que eso fuera lo que tenía en este estado al Pelo de Fuego. Sabía que el chico no era una persona muy expresiva, pero de verdad parecía que había algo mal.

    Quería preguntarle, bombardearlo con mil preguntas, quería saber si había algo que pudiese hacer para ayudarlo, quería poder contarle todo lo que había vivido en los ultimos años y que él hiciera lo mismo, pero...¿Con que cara? ¿Cómo pretendía aparecerme así de la nada e inmiscuirme en su vida como si realmente tuviera derecho a tal cosa? Luego de tantos años y de haber desaparecido así, tal vez Cay ya ni siquiera me consideraba un buen amigo.

    Mientras divaga con mis propias paranoias, una tercera figura se nos acercó, un probable amigo del pelirrojo. Tenía que serlo, dudaba mucho que Cay permitiera que alguien lo llamara 'Mariposita' así porqué sí. Aunque recordando la cantidad absurda de apodos que le había asignado desde el primer segundo que lo conocí, tal vez el chico ya estaba acostumbrado. También pude notar que uso específicamente el termino "Amiguitos resucitados" aunque no lograba entender a que se refería con eso.

    — Hey, ¿Que tal? Aleck Graham, mucho gus-. —traté de presentarme con aquel joven de cabello rubio rebelde, pero antes de que siquiera pudiera terminar la oración el ya se estaba marchando —, parece simpático. Quien lo diría ¿Eh? Sí eres popular. —contesté con algo de ironía en mi tono.

    —¿Eh? ¿De tu tamaño? De hecho yo me arriesgaría a decir que hasta soy un poco más alto que tú. ¡Te hace falta comer proteínas Fueguín! O lo que sea que come la gente para crecer.— repliqué con un par de risas, mientras un brillo en mis ojos se reflejaba al escuchar que el pelirrojo se tomaría el tiempo de darme un pequeño recorrido, pero más que saber que ahora tenía un guía, la razón por la cual brillaban mis ojos era por ver que aun con todo lo que le pudiera estar pasando, Cay esbozó una sutil pero genuina sonrisa.

    No pude evitar sentir la mano de Cay posarse sobre mi nuca para zarandarme ligeramente, sus manos estaban un poco frías pero realmente no me molestaba. Era extraño verlo analizarme de pies a cabeza, como si de verdad no pudiera creer que estuviese allí.

    — ¿Qué pasa, Cay? ¿Crees que en realidad soy un infiltrado de la policía o algo?— expresé en un tono de evidente broma, solo para que mi tren de pensamiento fuera interrumpido por un repentino movimiento del chico, me había abrazado nuevamente aun con todas la fuerzas que tenía.

    Este era el Cay que yo recordaba.
    Un Cay que me daba la bienvenida a una nueva vida.

    —Es bueno estar en aquí...— le murmuré mientras contestaba con más fuerza su abrazo, sabía que el chico no era mucho de mostrar cariño; pero ese pequeño gesto me podía confirmar que aun con todo este tiempo seguíamos siendo amigos—. Pero bueno, dejémonos de sentimentalismo o harás que me ponga a llorar en mi primer día. ¿Qué te parece si arrancamos con ese tour? ¡Yo lo sigo capitán!

    Yáahl Perdón por la demora, me puse todo intensito con el combate contra Lucas ;n; Also que bonito Cay diciéndole bienvenido a casa ME MUERO
     
    Última edición: 17 Junio 2021
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