Interior Pasillo (Planta baja)

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 10 Abril 2020.

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    Haberle soltado la sopa a Kakeru a pesar de la vergüenza que me causó me había ayudado a sentirme mejor y a no dar vueltas y vueltas en el incidente, al menos no tanto. Tenía razón que enojado o no Shimizu no tenía por qué haber hecho eso, pero no iba yo a ponerme a discutir con el tatuado con cara de perro viejo ni en el peor de los sueños de fiebre. Podía parecer ingenua o demasiado confiada, pero entendía cómo funcionaba el mundo.

    Y entendía lo frágil que era mi lugar en él.

    También me tranquilizó ver que la manera en que había invadido su espacio no pareció molestarle, pues fue algo que me preocupó cuando ya era muy tarde, y en su lugar había apoyado la mano en mi cabeza y me había tocado el cabello. El gesto me transmitió cierta calidez y pude respirar distinto, no supe bien cómo agradecer también que la oferta de buscarlo si alguien más me molestaba podía decírselo, fue parecido a cuando Mei y las gemelas me buscaron y me sumaron a su grupito para que dejaran de molestarme. Daba tranquilidad y se sentía agradable.

    Durante la tarde me debatí entre si contarle a las gemelas lo que había pasado, pero pensé que no tenía caso preocuparlas de más si ya estaban nerviosas por el asunto de papá apareciendo en su casa. Me cuestioné, también, si preguntarle a papá directamente qué había ido a buscar allí, pero sentí que entre menos supiera era mejor para mí y menos angustiante para él. De todas maneras, no llegó antes de que me fuese a la cama y allí cualquier intención murió.

    Al despertarme vi el dibujo de Verónica ya que lo había dejado en el escritorio el día anterior y seguía sin saber muy bien cómo sentirme al respecto, en realidad no era que supiera cómo sentirme respecto a nada. Llegué a la escuela, la mañana transcurrió y cuando sonó la campana sopesé mis opciones hasta que pasado un rato me levanté, agarré mi almuerzo y bajé las escaleras respondiendo algunos mensajes en el móvil, aunque tuve cuidado de no chocarme a nadie.

    Durante el pequeño trayecto fui murmurando las estrofas que había podido cazar de You Were There, una de las canciones que me había pasado Kakeru, y siquiera me di cuenta de ello. Había seguido con la canción incluso cuando me quedé detenida frente a la máquina, debatiendo qué quería tomar hoy. Fue repentino, pero como estaba cerca de la entrada a la cafetería noté en el acto que Shimizu entraba al pasillo y me tensé sin pretenderlo, también guardé silencio.

    Él muchacho me miró, lucía casi igual de molesto que ayer, pero en el segundo que reparó en mí se forzó a relajar las facciones y para irse procuró poner tanta distancia como se lo permitiera el espacio en lo que supuse fue su intento de no ponerme nerviosa. Lo vi subir las escaleras y apenas estuvo fuera de mi vista solté el aire por la nariz, volviendo a concentrarme en el pedido de la máquina, un jugo de frutas.


    post de relleno porque quería reaccionar un poquito al cierre del invernadero y pues porque why not también (? ahí la dejo
     
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    Diversas dudas se habrían agitado dentro de mi pecho si hubiera notado el retroceso en la sonrisa de Cayden, y puede que hasta el temor de haber metido la pata de alguna forma. Aunque consideraba que mi relación con este chico no era mala, no podía obviar el hecho de que estuvo salpicada de imprevistos que pudieron incomodarlo en su momento, como el hecho de llevarlo a rastras a la sala de arte o el choque en el pasillo a los pocos días. ¡N-no habría querido sumarle un incordio adicional! Y menos después de… del gesto de regalarle el dibujo del girasol.

    Pero lo cierto es que, pese a todas las inseguridades que me habrían atravesado… No me hubiera arrepentido de mis palabras, en ningún escenario posible, ¿tal vez? Quizá me estrujó el pecho que Cayden hablara como si fuera una interferencia o un imprevisto, porque yo no lo veía de esa forma. Su cercanía no me incomodaba y saltaba a la vista la confianza que Jez depositaba en su figura, por lo que terminé replicándole en un impulso algo inconsciente. Cuando volví a mirarlos luego de la reverencia, no me pasó desapercibido que se había colocado a un lado de Jez.

    Su respuesta fue escueta e instantánea, le bastó una sola palabra para definir cómo se encontraba, y yo quise creer que había algo de verdad en la misma. Jez en cambio se explayó un poco, apuntando el pormenor que suponía quedarse en el salón un día tan bonito como hoy. Asentí para hacerle saber que la estaba escuchando y comprendía aquello, pues la cantidad de personas que aún circulaban por el pasillo me obligaban a seguir con la vista en mis manos, algo cohibida. Sin embargo… que dijera que le emocionó la invitación a almorzar me hizo alzar la cabeza, me quedé mirándola a los ojos.

    Una calidez diferente me surcó el pecho, mucho menos tormentosa que la que sentía en presencia de Hubert. Me abrigó con suma dulzura, dándome fuerzas. Se pareció a lo que me embargó ayer, cuando Rowan me abrazó.

    —¿D-de verdad…? —musité, y no tardé en desviar la mirada nuevamente a mis manos, las cuales comencé a frotar suavemente. Estaba sonriendo sin darme cuenta— Yo me sentí… igual… Y t-también me encuentro bien… He tenido días… tranquilos, ¿tal vez?

    Lo cierto es que no había pensado dónde podríamos almorzar, estuve más bien concentrada en tomar fuerzas para invitarla y luego me dejé llevar por la ilusión de que aceptara pasar el rato conmigo. Fue gracias a Cayden que conté con un margen para sopesar opciones, aproveché la caminata por el pasillo para pensar.

    —Eeeh… ¿Qué tal… la piscina…? —propuse por fin, cuando llegamos al pasillo de la planta baja, el cual observé un momento antes de añadir— Y… ¿podemos ir… ir un momento a la expendedora?

    Mi intención era comprar agua para acompañar la comida e imaginé que ellos también necesitarían comprar algo. Caminé al lado de Jez, pero sólo me di cuenta de lo cerca que estaba de ella cuando, sin querer, rocé su mano. Di un ligero respingo, seguido por otro de mis tantos sonrojos.

    —Ah... L-Lo siento —me disculpé mientras la miraba, aunque mis ojos pronto se desviaron hacia la chica que ocupaba la máquina expendedora, de brillante cabello dorado.
     
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    Asentí a la pregunta de Beatriz sobre si de verdad me había emocionado su invitación, porque era el caso, y no pude evitar sonreír al escuchar que ella se había sentido igual. Sumado a eso respondió el cómo estaba y mi sonrisa, lentamente, se amplió. Cay había guardado silencio para dejarnos conversar, sólo lo rompió para sugerir movernos en lo que pensábamos.

    —La piscina suena bien —convine, tranquila, Cay hizo un sonido afirmativo—. Y por supuesto que podemos pasar a la expendedora.

    —Es bueno que hayas tenido días tranquilos —añadió Cayden poco después, mientras caminábamos—. Me alegro.

    En el pequeño trayecto que seguimos noté a Bea caminar bastante cerca que de mí, algo que no me molestó en lo absoluto, y el pelirrojo permaneció a mi otro lado con un poco más de respetuosa distancia. En cualquier caso, por la cercanía Bea terminó rozando mi mano y su disculpa no tardó en llegar, negué con la cabeza y le dije que no hacía falta que se preocupara. Fue en ese breve intercambio que no me detuve a mirar a la rubia frente a la expendedora, pero me di cuenta que Cayden se adelantaba en dirección a la máquina.

    —Cay —escuché que dijo la voz que reconocí como la de Rockefeller, su tono fue suave y algo sorpre aún así—. Ah, lo siento, ¿les estoy estorbando?

    —Para nada —le dijo él.

    En ese momento volteé a mirarlos, distraída como me había quedado en tranquilizar a Beatriz, y noté que él le daba un toquecito a la rubia en la cintura. Ella se apartó de la máquina sujetando una caja de jugo y entonces asomó la cabeza por un costado del cuerpo de Dunn, desde allí nos dedicó una sonrisa muy bonita.

    —Hola —saludó y entonces reparó en la menor—. A ti no te conozco.

    —Bea, esta es Ilana Rockefeller, es amiga mía y va a nuestra clase. —Se adelantó Cayden con las presentaciones—. Lana, ella es Beatriz Luna, amiga nuestra de primero.

    Ilana abrió un poco más los ojos, sorprendida, y acto seguido sonrió de lo más contenta. Una vez ocupada con nosotros, noté que Cayden volcaba su atención en la expendedora.

    —Es un placer conocerte, Beatriz. ¿Van a almorzar afuera? Qué lindo.

    —¿Qué van a querer de la máquina? —preguntó Cay con la vista puesta en las cosas disponibles tras el cristal.
     
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    Mi disculpa por el contacto accidental me resultó incomprensible, puesto que se trataba de Jez. Tenía muy en claro que algo tan nimio y sutil como el roce de nuestras manos estaba lejos de incomodarla, sobre todo si rememoraba los gestos que la chica había tenido conmigo en ocasiones anteriores. Me dio una discreta caricia en el brazo la primera vez que nos vimos, acunó mi rostro el día que le dije que su forma de ser era preciosa, entre otras. Todas esas veces la acepté como pude en mi espacio, e incluso recordé que yo misma le había dado un suave apretón en la mano la vez pasada, a modo de despedida. Mi disculpa, insisto, resultaba incomprensible, y supuse que se debió a un reflejo involuntario porque estaba nerviosa por la gente de nuestro alrededor, ¿tal vez? Como era de esperar, Jez me tranquilizó con una cálida sonrisa, y yo debía reprimir el impulso de disculparme por la disculpa innecesaria.

    La chica rubia a la que se había acercado Cayden captó la atención de ambas pero, eso sí, me permití un fugaz segundo para echar una mirada a la mano de Jez. Aún estaba muy cerca de ella, ¡p-pero no quise distraerme mucho en esto!

    No habría tenido oportunidad de perderme en la divagación, ya que la chica asomó desde uno de los costados de Cayden para saludarnos. Me quedé muy quieta en mi posición, mi respiración se cortó en seco al reparar en que se trataba de otra persona a la que no conocía, justo como con Morgan. Nos saludó con actitud afable, lo que no impidió que me estremeciera ligeramente cuando su atención recayó sobre mí en particular.

    —Yo… Y-yo… —empecé a decir. ¿Qué se respondía cuando alguien afirmaba tan directamente no conocerte?

    Cayden intervino y, justo como hiciera Hubert más temprano, realizó las debidas presentaciones que, a su vez, me concedieron tiempo suficiente para poner a raya mis nervios. La chica se llamaba Ilana Rockefeller, amiga suya y también compañera de clases, lo que explicaba que también conociera a Jez, ¿tal vez? Involuntariamente me vino a la memoria Tora y su pregunta sobre por qué me acercaba a los senpai de tercer año, aunque no le concedí mayor espacio entre mis pensamientos porque… Cayden, al momento de presentarme por mi nombre completo… Hizo que lo mirara por reflejo, ablandando mi corazón.

    Me consideraba su amiga.

    Los sentimientos se me entrecruzaron con fuerza. Nervios, conmoción, alegría, algo de inseguridad y una fuerte correntada de mi habitual timidez. Ilana abrió mucho los ojos, no supe si fue por el detalle de que yo provenía de primero año o algo, lo que me hizo pensar nuevamente en Tora. Y entonces, con cierta alegría, la chica esbozó una sonrisa en la que terminé perdiéndome sin pretenderlo. Me quedé mirándola al rostro. Detallando la caída de su cabello, el aspecto suave de sus facciones, y hasta sus pestañas coronando el rosa de sus ojos. Cada detalle, en conjunto con su sonrisa, me alivió de imprevisto, y al final terminé sonrojándome en cuanto fui consciente de que la había mirado más de la cuenta.

    Me estremecí nuevamente y me dediqué a acariciar el dorso de una de mis manos, tímida. Involuntariamente desvié la mirada, aún ruborizada.

    —E-el placer es mío… Ilana —correspondí, para luego asentir—. Hace… un lindo día, ¿n-no lo crees? P-para almorzar, digo… ¿tal vez?

    A fin de evitar una descortesía, regresé con cierta dificultad a sus ojos. Intenté sonreírle, mas los nervios me lo impidieron y, con mucha vergüenza, volví a ruborizarme. Justo en ese instante Cayden nos habló, obligándome a volver a desviar la mirada, esta vez en su dirección.

    —Y-yo sólo iba a comprar… agua —dije; algo me decía que iba a pagarla él, pero no supe cómo apuntarle que no se preocupara; vencida por la imposibilidad, regresé mi atención a Ilana y traté de dar charla como pude, seguía un poco de nervios, aunque no tantos como al principio— Eh… Uh… ¿T-también ibas a pasar el r-receso… afuera?

    Era amiga de Cayden y conocía a Jez. ¿T-tal vez debería invitarla? Me abrumaba la idea de conformar un grupo de cuatro personas, p-p-pero… Estaría con Jez y Cayden, e Ilana me daba cierta impresión de dulzura. Estaría bien, ¿tal vez? ¿Sería capaz de no dar un espectáculo bochornoso de los de siempre? Mi cabeza, mi pecho, todo se atiborró de sensaciones. Me habría gustado tener la claridad y soltura para tomar la mano de Jez en este momento.
     
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    La aproximación de Ilana puso nerviosa a Bea, lo noté de inmediato, quizás fueron sus ánimos y la sorpresa en su mirada, porque realmente la rubia no se había acercado a ella. Sólo la había mirado y le había hablado, la menor trató de acoplarse y la intervención de Cay, que vista de fuera parecía protocolaria, dio la sensación de permitirle a Beatriz pensar y a Ilana entender a qué se enfrentaba, ya que permitió una pausa breve.

    Beatriz acabó algo perdida en la reacción de Rockefeller, la miró como yo había mirado a Cay antes, y sufrió el mismo bochorno al que no le puse mucha atención. Ilana, sin embargo, pareció estudiarla un instante y aunque su sonrisa se amplió, dio la sensación de bajarle un nivel a su entusiasmo y se quedó suspendida en el espacio entre nosotras y Cayden, que estaba en la expendedora. Atendió a las palabras de la menor, por supuesto, y dijo que sí con un movimiento de cabeza.

    —Muy bonito, lo normal es querer salir a disfrutar el rato —acordó con tranquilidad.

    —Yo quería un té helado —respondí hacia Cayden.

    Me acordé del día de la entrevista, de la forma en que me había pagado los jugos que llevé para Yuta, Haruhiko y él, por lo que asumí que no aceptaría negativas. Después quizás podría llegar a un acuerdo con él, pero discutirlo de inmediato había demostrado ser inútil. El muchacho hizo un sonido afirmativo y lo vi sacar dinero, una bebida cayó primero y me distraje como para escuchar la caída de las siguientes.

    —¿Yo? Ah, sí. Todavía estaba pensando a dónde ir, pero tenía la intención de ir afuera —respondió Ilana balanceando su almuerzo en una mano.

    Contemplé invitarla, pero ya había traído a Cay y estaba estirando mucho los permisos de un espacio que ni siquiera había surgido por iniciativa mía. En su defecto, Bea seguía nerviosa y lo sentía, por lo que me quedé atorada en otra idea por unos segundos. Mi mano seguía cerca de la suya y aunque dudé, finalmente hice el movimiento para tomarla con delicadeza, usé el pulgar para dedicarle una caricia en el dorso.

    Entre tanto Cayden regresó, sujetaba la botella de té helado y la de agua en una mano sosteniéndolas por la boquilla y en la tela de su almuerzo había guardado una caja de jugo. Nos miró a las tres, Bea y yo primero, Ilana después.

    —¿Quieres venir? —ofreció luego de contemplarlo unos segundos y noté que había suavizado los gestos.

    Tuve la sensación de que a ella la invitación repentina le dio algo de vergüenza, bajó la vista un momento y asintió con la cabeza, despacio, fue entonces que miró a Beatriz un instante y eso puso en movimiento a Cay de nuevo. Se acercó a nosotras en silencio, acomodó la botella de té helado entre mi bento luego de apoyar el suyo en el suelo un brevísimo instante y cuando quedó solo con la botella de agua en la mano dobló apenas la espalda. Fue como si pretendiera dejar su mirada más cerca de Bea, una suerte de señal de confianza.

    —Si te sientes abrumada por tantas personas en algún momento dímelo, por favor —dijo para ella, por el volumen dudé mucho que Ilana hubiese escuchado—. Está bien que te esfuerces, pero también que reconozcas tus límites.

    Era increíblemente centrado cuando se trataba de otros.


    Extendió la mano con la botella, la apoyó con cuidado en la mejilla de la chica y le sonrió con dulzura, justo como antes, y luego retrocedió dispuesto a llevarle la bebida ya que yo la tenía sujeta de la mano. Al volverse a Ilana mantuvo la sonrisa, ella también pareció calmarse y esperó a que nosotros reiniciáramos la marcha.
     
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    Para evitar un tocho tamaño astronómico, dividiré mi post según las zonas donde se narra, así queda también más orgánico respecto a los espacios
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    Quise pensar que no había caído en un lugar demasiado común al referirme al clima; que eso conectaba con el diálogo de Ilana y no respondía, necesariamente, a la falta de un mejor tema del que hablar por mi parte, ¿tal vez? En realidad podría considerarlo un pequeño triunfo si considerábamos mis nervios, ya que resultaba muy evidente, a la vista de todos, que aún no me manejaba bien ante rostros nuevos. Ilana me respondió con simpleza y soltura, estando de acuerdo con mi apreciación, y en esa concordancia encontré una nueva cuota de alivio que me impulsó a tratar de sonreírle sin éxito. Aún así, después de que Jez y yo dijéramos a Cayden lo que pretendíamos comprar en la expendedora, pude de avanzar en la conversación. El hecho de que Ilana confirmara un posible almuerzo en el exterior, igual que nosotros, reafirmó mi indecisión de invitarla o no.. Y eso acentuó el torbellino de sentimientos encontrados…

    Y en esa tormenta se filtró una luz que me alcanzó.

    Fue la mano de Jez tomando la mía. Sorprendentemente no me causó uno de mis sobresaltos, a pesar de que el gesto no me lo había esperado. En cambio giré la cabeza al sentir la suave caricia en mi piel, y mi corazón se aceleró al ver sus dedos envolviendo con delicadeza mi mano. Luego busqué los ojos de la albina, en los que me detuve un momento. Quise decirle algo, pero las palabras quedaron atrapadas en algún punto de mi pecho y, sin más, agaché la cabeza con un suspiro. Tímida, pequeña. Aunque algo más relajada.

    Mi mano correspondió a la suya, afianzándose en un cálido apretón. Eso dijo todo lo que mi voz no pudo expresar.

    Me concentré en mirar mi mano aferrada a la de Jez, porque la imagen en sí misma, además del calor que de allí provenía, me permitía serenarme. Así, no vi la reacción de Ilana cuando Cayden hizo la invitación que no logró salir de mis labios, y fui consciente de sus pasos acercándose en nuestra dirección, del ámbar de sus ojos buscando los míos, tan esquivos. Sin embargo, no tardé en alzar un poco el rostro para dar con su mirada. Me habló en voz baja, en una suerte de confidencialidad, y comprendí por qué: tocó una cuestión personal como lo era mi ansiedad social, y el chico se ocupó de hacerme saber que estaba atento a mí. Que me podía sostener también en él...

    Apreté los labios. Mi semblante no se torció en ninguna dirección, no se comprimió, y aún así tuve miedo de que un cristal de lágrimas le diera más brillo a mis ojos. Sentía la mano de Jez sosteniéndome, y enfrente mío se hallaba Cayden, que tomaba todo lo que conocía de mí para cuidarme. El apoyo y la dulzura de ambas figuras se me mezclaron con la sensación de Rowan abrazándome, al punto de ablandarme el corazón.

    —E-estaré bien… Yo… Quiero hacer esto... —dije; mi mano se afianzó aún más en torno a la de Jez, fue con cariño, ¿tal vez?— Gracias…

    Me tomó desprevenida que Cay apoyara la botella en mi mejilla. La sensación helada sí me hizo respingar y me hizo parpadear con cierta fuerza, y acto seguido recibí una sonrisa dulce. También le sonreí apenas.

    Luego de lo cual, emprendimos el camino hacia la piscina


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