Las instalaciones principales de la Academia están rodeadas por un muro de ladrillos, el cual se abre en una amplia entrada principal. Las rejas son deslizables y de noche se cierran por motivos de seguridad. La pasarela que conduce a los casilleros aparece decorada por árboles de cerezo a los costados, los cuales bañan la escena de tonos rosados durante la primavera. Conecta al norte: Casilleros Conecta al noroeste: Patio frontal Contenido oculto: Mecánica especial Como este thread es literalmente el límite entre el terreno escolar y la calle, aquí podrán rolear incluyendo NPCs que no sean estudiantes del Sakura siempre y cuando el roleo en cuestión se desarrolle del lado externo de la entrada.
Quizás ponerme una borrachera la madrugada de un lunes no hubiese sido una de mis ideas más brillantes, pero llevaba muchos días encerrado en casa como un prisionero porque así lo había querido papá y en parte porque yo tampoco tenía energía para nada más. Trataba de ordenar las pilas de la perdición para que no se hicieran de nuevo y de no dejar muchas cosas caer al suelo y poco más. No supe si calificaba de masoquista, pero luego de que papá volviera a pegar la carta de Anna en su lugar frente a la pared del escritorio no me atrevía a quitarla. Puede que fuese también mi manera de no olvidar lo que importaba. En todo caso, ayer salí de casa como a las diez, acabé en uno de los parques con gente que no conocía y pronto había una botella, nada nuevo bajo el sol, el punto fue que apareció otra. Cuando quise darme cuenta estaba viendo elefantes azules y me pasé la madrugada en el baño, abrazado al inodoro, sin acordarme cómo había entrado o llegado. Descubrí cómo esa misma mañana, porque mi padre preparó el sermón con el esmero del Papa Francisco, había tenido que ir a buscarme, meterme a la casa y desvelarse conmigo, vigilar que no me ahogara y toda la parafernalia. Vete a saber qué tonterías le dije, pero como no mencionó ninguna, no creía que fuese importante o hubiese acabado llorando a moco tendido. Fue un poco dicotómico, porque me dijo que le alegraba que tuviera energía para salir, pero que no quería borrachos en casa. Con eso dicho, me mandó con colilla a la escuela porque "los borrachos no se saltan días de clase" y no encontré cómo refutarlo. Me bebí media caja de jugo de naranja, dos cucharadas de sopa que había preparado oba-san y me fui, rezándole a cualquier dios para que no se me revolviera el estómago en el camino. Ya cuando llegué me sentía un poco más vivo que cuando salí, pero dudaba poder probar comida en el almuerzo estando así. En todo caso, tampoco creía poder enfrentarme a un lunes de resaca sin tabaco, por lo que antes de siquiera atreverme a entrar me quedé fuera y busqué la pared de confianza de siempre, allí saqué un cigarro, el mechero rosa quemaojos de Cayden y encendí el tabaco, dándole una calada profunda. Contenido oculto post just because quería rolear a Al, that's it
La verdad que era una mañana muy, muy bonita, casi de wallpaper de Windows. Bah, quería decir que un paisaje con este cielo tan azul y el solcito y los pajaritos podría ser perfectamente un fondo de pantalla de esos que nunca nadie aprecia, pero que en realidad son muy buenas fotografías. Me había bajado del tren contenta, escuchando música, y recorrí el tramo hasta la escuela prácticamente dando brincos. El fin de semana había estado bien, también. Quedamos con los chicos viernes y sábado, Kakeru apareció sobre el final del sábado y de mini Ishi no hubo rastro, andaba desaparecido en combate. Nada extraño, la verdad, así que ninguno de nosotros le adjudicó un motivo concreto. La primera noche fuimos a jugar a los bolos y la segunda, como ya era tradición, nos apiñamos en el bar del Krait. También fui a ver una peli con Rei y Subaru, y el domingo quise probarme a mí misma y salí a correr. Todo muy bonito, claro, dejando de lado la evidente realidad de que... bueno, estaba evitando pasar tiempo en casa. No estaba particularmente enfadada con nadie, sólo me sentía extraña. Incómoda. Siempre me habían incomodado los Hiradaira, que mamá hubiese retomado el contacto con ellos, la posibilidad de volver a mi casa y que el imbécil de Jun estuviera sentado ahí, muy pancho en la sala. Me incomodaba que costearan mi matrícula y que hubiesen tenido el afán de vestirme para la mascarada. Y ahora... también estaban enlazados a los Shinomiya. Bueno, a los Teruaki, daba igual. Era la familia de Kou y eso en mi mente era sinónimo de criminales y ricachones y cosas muy shady. Lo más extraño de todo era la idea de que mamá lo supiera. Pero estaba cansada de los líos, la verdad, así que intentaba fingir demencia y distraerme. Lo importante era que el clima estaba precioso y había conseguido en el super los cereales de miel para el desayuno, ¿cierto? Y habíamos acabado el proyecto a tiempo y había pasado todo el finde con mis amigos. La vida no podía ser tan terrible en esas circunstancias. Estaba llegando cuando noté la silueta de Al apoyada en la pared, eso lo primero. Lo segundo, por supuesto, fue el mechero rosita con el que encendió su cigarro. Se me atoró una risa en la garganta y ralenticé el paso para aparecerme en su campo de visión tras la primera calada. —Pareces un viejo —exclamé, bajándome los cascos al cuello, y me detuve a un costado suyo. Al verlo más de cerca entrecerré los ojos y solté una risa, suavizando el tono para molestarlo—. Sip, definitivamente. ¿Qué cosas malas anduviste haciendo, Al~?
[Lado externo] Venir a la academia en coche se sentía un poquito raro, de tan acostumbrada que me tenían los viajecitos con Hubby en el tren. No significaba que fuese algo malo, ¡para nada...! Al contrario, durante el trayecto me entretuve de lo lindo mirando los paisajes urbanos que circulaban al otro lado de la ventanilla del acompañante, era una manera distinta de seguir conociendo Tokio. ¡Pero, eso sí…! Debo decir que tampoco les presté mucha atención, ups, porque la verdad es que estaba más centrada en parlotearle a la personita que iba al volante, contándole un montón de cosas de mi día a día. Donde más se me notó el entusiasmo, fue al hablar sobre mis amigos de aquí, además de otras personitas que se habían ganado mi simpatía. —¡Mira…! —señalé al edificio del Sakura apenas se apareció ante el parabrisas del coche, a lo lejos— Es por allá, ya casi llegamos a la escuela. —Lo sé, Veri. Esbocé una sonrisita muy radiante. Estaba feliz, tanto que no había manera de describirlo con palabras. Había aprobado el examen que tenía un poquito inquieta y, ahora que poseía el cinturón marrón, mi sensei de Vancouver me dijo que ya estaba lista para competir en torneos de Japón. Y por si fuera poco, ahora me encontraba viajando en este auto alquilado. con cierta personita. Seguía sin poder creer que estuviese a mi lado, al volante, con esa carita tan serena y seria que la caracterizaba. Había aparecido tan repentinamente en la puerta del Instituto Kodokan el sábado, justo después de que le envié mis mensajitos a las chicas, que por un momento se me ocurrió que debía tratarse de un sueño. Pero… ¡nop…! Estacionó el coche cerca de la Entrada Principal. Apenas el vehículo dejó de moverse, me bajé antes de que siquiera apagara el motor. Correteé hasta la verja que separaba la calle de los terrenos del Sakura, y desde el lado exterior alcé una mano hacia el auto recién estacionado, instando a su conductora a que bajara; sin advertir que en el lado opuesto de la entrada había un par de figuras conocidas. Con una energía mucho más sosegada que la mía, del coche se bajó una mujer alta, con Copito posado en su hombro. Era de tez paliducha como la mía, pero no tanto; miraba a su alrededor con sus ojos violetitas, que se podían adivinar tras los cristales rojizos de unos lentes de sol. Su ropa era informal: una camisita sobre una remera blanca, jeans y sandalias sencillas. Su cabello era blanco como el mío, con destellos plateados. Valeria, mi queridísima hermana, se acercó hasta donde yo me encontraba esperándola con gran apremio. Ya le había hecho un pequeño tour por las zonas que frecuentaba en Bunkyo, ahora tocaba presentarle mi flamante escuela, que le señale con un gesto teatral de la mano. De pie a mi lado, Valeria apreció el edificio con detenimiento, sin cambiar mucho su semblante tranquilo. —Se ve imponente —comentó, mirándome desde atrás de sus gafas—. Parece una escuela muy prestigiosa y eficiente. Imagino que estás atendiendo como corresponde los estudios, ¿verdad? —Bueno… Diría que sí… —respondí con una risita traviesa. Valeria suspiró y negó con la cabeza mientras sonreía muy, ¡muy! levemente. No era muy entregada a las sonrisas, salvo cuando estaba conmigo. Se acercó un poco más a mí y me abrazó por los hombros. Copito aleteó sobre el suyo. —Sigo sin poder creer que estás aquí, Vali —le dije, con voz suavecita. —Créelo. Siempre hay que creer, Veri. Me reí bajito, entre emocionada y enternecida. Llevábamos dos años sin vernos, y su trabajo no había cambiado en nada a la Valeria que yo conocía, tan seria y centrada. Fue entonces cuando noté, a la distancia, unas cabelleras albinas y lila respectivamente. Con mucha ilusión, alcé una mano para saludarlas, y con un gestito emocionado las invité a acercarse. Tenía muchísimas ganas de presentarlas. Contenido oculto Zireael ª Fotito de Valeria con su outfit, para todo el público (?): Contenido oculto
El cielo celeste un poco que me rechinaba en los ojos, pero ni modo, tampoco me pondría a llorar por una cosa que había elegido yo mismo, nadie me había atado las manos y encajado la botella. Igual tal vez debí comprar algo con electrolitos, pero lo pensé muy tarde así que me tocaría comerme el malestar un rato, hasta que empezara a disiparse. Después de encender el cigarro pensé que tendría que regresar el fuego a su dueño, aunque el dueño en cuestión parecía bastante poco interesado en perder un mechero de supermercado, y me quedé mirando el objeto unos segundos, en lo que di la calada. Conecté un poco más con el recuerdo distante hasta que pude ubicarlo en un punto perdido del 2018. Yo había iniciado una repartida de hostias por puro amor al arte. Estaba distraído con esos pensamientos cuando apareció Anna, noté el destello rosado un instante antes de que se metiera en mi campo de visión bajándose los cascos al cuello. Había alcanzando a sonreírle antes de que me llamara viejo, que fue cuando fruncí un poco el ceño y le di otra calada al tabaco, guardando el encendedor en el bolsillo. —Pobre de mí, ¿dices que parezco un viejo un lunes a estas horas de la madrugada y no me saludas antes? No se vale que llames viejos a los demás si tú vienes radiante. —Me lamenté junto a un suspiro, soltando el humo—. Además, ¿por qué haría yo cosas malas? ¿No podría haberme desvelado estudiando? ¿Haciendo la tarea que procrastiné? De la nada fue todo una gran tragedia, pero claro que nadie, mucho menos Anna, se creería que me quemaba las pestañas estudiando. Con toda la tontería al final me permití una risilla. —¿Qué venías escuchando antes de distraerte con este pobre anciano? Acababa de soltar la pregunta cuando algunos metros más allá una mano nos saludó a los dos. Era Jez que iba entrando con Meyer, que lo que nos dedicó fue una sonrisa, y pronto ambas se acercaron a otras dos personas, bueno, tanto blanco y eso acabaría dejándonos ciegos a todos, ¿no? Maxwell parecía metida en su pequeño mundo en todo caso. El fin de semana lo habíamos pasado en casa, en familia, todavía haciendo algunos malabares con la situación de Richard y con la mía. Todo estaba más tranquilo desde la suerte de colapso que me había sacado de la escuela un tiempo, pero no significaba que todo se hubiese reseteado, solo hacíamos lo que podíamos con las herramientas y recursos que teníamos. Papá parecía seguir sintiéndose culpable, se lo había comentado a mi terapeuta y sugirió que un día me acompañara a la sesión, por si queríamos trabajar al respecto. La idea me quedó rebotando, como una duda silenciosa, y me guardé la decisión para el futuro. Esa mañana viajé con Jez, que fue contándome su fin de semana en el trayecto y también otras cosas, en algún punto sacó el tema de mi ausencia, el que se había angustiado porque no daba señales de ninguna clase y todo lo que sabía era por mis padres, que le decían que había tenido una recaída de crisis. Allí ella dejó de preguntar y yo, bueno, le expliqué un poco más todo y le pedí disculpas por haberla dejado así. Bajando del tren me detuvo para darme un abrazo, Jez había sido siempre bastante delgada y de aspecto algo frágil, pero en el gesto hubo mucha calidez. Dijo que no hacían falta las disculpas, que solo quería ser sincera, y luego se puso a planear cosas para la celebración pendiente mientras retomábamos el camino directo a la puerta principal. A la distancia, Jez notó a Altan y Hiradaira, los saludó y yo les dediqué una sonrisa, fue un instante antes de que Vero alzara la mano, saludándonos y con la intención de que nos acercáramos. Ya cerca no hizo falta usar muchas neuronas, la muchacha compartía rasgos con ella. Sonreí para ambas, hice una reverencia y Jez extendió los brazos, emocionada, el maletín en su brazo izquierdo se movió de formas un poco azarosas. —¡Felicidades por tu examen! —soltó de inmediato, como haciendo un gran anuncio, y a mí se me escapó una risa. Ya más calmada se dirigió a la mayor—. Creo que sé quién eres, no creí poder conocerte tan pronto.
Su sonrisa desapareció por completo para montarse el teatro de niño ofendido, cosa que me dejó satisfecha y no me molesté en disimularlo. Mantuve la atención sobre él mientras le daba la calada al cigarro y lo escuchaba parlotear. —Hey, oldie —lo saludé como quería, la sonrisa me descubrió la dentadura y solté una risa corta—. ¿Radiante? Vaya, gracias~ Serán mis super tatuajes. Le mostré las manos mientras él hacía su pobre intento por defenderse de mis acusaciones. Eran tattoos temporales de goma de mascar, habíamos comprado una bolsa con los chicos y me los regalaron casi todos, porque eran rositas y a mí me entusiasmaron mucho más que a ellos. Ya llevaban dos baños encima, así que comenzaban a craquelarse. Parecía que no le había llevado el apunte en lo más mínimo a sus quejas, pero cuando depositó la atención en mis manos aproveché y me puse de puntillas, olisqueándolo de cerca. —No hueles a tarea procrastinada —argumenté; era pura mierda, su aroma no apuntaba a nada específico. Sólo lo rodeaba el olor del cigarrillo. Al final se permitió una risa y estaba sacando el móvil de mi bolsillo cuando pasaron Jez y Laila. Les correspondí el saludo con una sonrisa y regresé a la pantalla, comprobando que la música seguía sonando. Me quité los cascos del cuello, los agrandé un poco y los puse en la cabeza de Altan, mostrándole mi celular. Estaba sonando el nuevo disco de Chase Atlantic. No los escuchaba muchísimo, pero los chicos lo habían tenido en loop como enfermos y se me había terminado pegando. Era catchy. Permanecí cerca para no tirar del cable, regresé el móvil en mi dirección y chusmeé un par de mensajes de los grupos, dejándole un rato a Altan para que escuchara la canción.
Valeria siempre prestaba muchísima atención a sus alrededores, por lo que no sería de extrañar que hubiese reparado en la presencia de las chicas antes que yo. Claro está que no era muy complicado, que no por nada nos llamábamos a nosotras mismas “Las Lucecitas”; así que sería más justo añadir que, a diferencia mía, también fue consciente de Annita y Al. Era una costumbre (o, podríamos decir, habilidad) que había adquirido con el paso de los años, entre que debió velar por mi seguridad mientras crecíamos, o cuando tenía que cuidar de sí misma por las noches, que eran las únicas horas en que podía juntarse con sus amistades. ¡Y además…! Le venía super-bien para su trabajo de guardaespaldas, siendo la protectora personal de aquel muchachón ruso cuyo nombre todavía se me escapaba. A pesar de lo deslumbrada y feliz que estaba por la inesperada compañía de mi hermana mayor, eso no impidió que notara a mis lucecitas llegando y que las llamara con marcada emoción. Cuando las chicas se acercaron, las recibí con una gran sonrisa. Mey, con su solemnidad que la hacía tan majestuosa, nos saludó con una reverencia, frente a la cual Valeria respondió con un leve gesto de cabeza. Sus ojos violetas se depositaron en Jez, detallando la efusividad con la que me felicitaba por el examen. ¡Y mira…! Menos mal que mi hermana tenía un brazo echado sobre mis hombros, porque seguro habría contestado a Jez con un brinco de emoción; mi semblante se iluminó y también me reí, junto con Mey, tras lo cual exclamé un “¡Muchas gracias, preciosa!”. Valeria miró a la albina cuando le dirigió la palabra. Me pregunté que estarían pensando mis amiguitas al verla, porque nuestro parecido era muy notorio, no solamente por el cabello blanco. Las diferencias más claras estaban el violeta de sus ojos, el semblante tranquilito y, lo más obvio, la estatura. Creo que medía casi lo mismo que Cay. Además, se la notaba más reservada que yo. Al oír que Jez ya la ubicaba de antemano, mi hermana mayor asintió con suavidad mientras me dirigía una mirada, como diciéndome que aquello no la extrañaba en lo absoluto. Hizo ademan de responder, pero yo no pude contener la tentación de intervenir: —Yo tampoco me lo puedo creer, ¿sabes? Verlas una frente a otra —sonreí, encantadísima— Me la encontré en la puerta del instituto Kodokan el sábado, cuando estaba saliendo tras aprobar mi examen. ¡Vino sin avisar, la muy traviesa…! Se ve que quería darme una sorpresa… Y lo bien que le salió, eh. Valeria cerró los ojos y se encogió de hombros. Lo hizo en completa serenidad, pero una comisura de sus labios se elevó un instante, delatando su satisfacción. Fue una forma de alardearme, en chiste. Yo reí por lo bajo. Me desprendí suavemente de su abrazo y, con una zancada y un giro sobre mis talones, me ubiqué entre Jez y Mey. —Bueno, ¿me conceden el honor de pasar a las formalidades? —dije; tras dejar mi maletín en el suelo, me enredé a los brazos de las chicas— Vali, te presento a Jezebel Vólkov y Laila Meyer; mis lucecitas, y también… —afiancé el agarre, atrayéndolas ligeramente hacia mí, sonriente— mis queridas amigas. >>Chicas, ella es Valeria Maxwell, mi adorada hermana mayor. Le digo “Vali” con mucho amor. Valeria nos miró con algo de detenimiento, hasta depositó los lentes de sol sobre su flequillo, para vernos mejor. Copito seguía en su hombro, aunque se le notaban las ganas de saltar hacia alguna de las chicas; todavía no se decidía, se ve. —Mucho gusto, chicas; me alegra haberlas conocido tan pronto —dijo, con muchísima calma—. Veri… Quiero decir, Verónica; me ha hablado muy bien de ustedes —entonces, apoyando las manos sobre su regazo, inclinó la cabeza en una pequeña reverencia— Muchas gracias por cuidar de mi hermana pequeña…
Husmeé los tatuajes temporales apenas me los mostró, debía traerlos desde el fin de semana porque ya se estaban agrietando, lo que pasaba por el movimiento de la piel y que se fueran cayendo por partes diminutas. Estas cosas eran de lo más graciosas, bueno, me hacía más gracia el dilema adulto que generaban de tanto en tanto. Entre más pequeños los mocosos, más padres saltaban a decir que eran peligrosos por alguna cosa, que la piel absorbía los químicos o ya ni me acordaba qué mierdas. A mí me parecían de lo más inofensivos. Estaba en eso cuando ella se puso de puntillas, me olisqueó y la miré un poco más ofendido que antes, aunque no iba en serio. Aproveché para seguir fumando, claro. —Bueno, ¿y tú eres un sabueso como para poder notarlo? —le pregunté por la pura tontería, solté una risa floja y contesté lo que había preguntado al inicio—. Al menos no huelo a resaca. Me veo en la obligación de confesar mis pecados, pero no creo que Dios no me perdone por una botella de alcohol más o una menos, ¿sabes? Luego le pregunté por la música, cuando se quitó los cascos adiviné su intención y doblé la espalda para que pudiera ponérmelos, luego miré la pantalla del móvil. No creía haber visto nada del artista en mi vida y cuando oí la canción entendí un poco por qué, no era lo que yo elegiría, no de primera opción al menos. Igual me quedé escuchando, dándole una oportunidad y lo que fui pescando de la letra me gustó más que la melodía en sí. En el intermedio ella se puso a mirar sus mensajes, pero yo estiré la mano y toqué algunos de los tatuajes temporales que me acababa de enseñar. Ahí abandoné la ofensa fingida y me permití una sonrisa un poco inconsciente. —Me gustaban estas cosas cuando estaba pequeño, aunque luego casi tenía que usar la esponja de lavar platos para sacármelos —dije modulando un poco el tono, porque seguía con los cascos puestos, y luego de eso me aparté uno de la oreja—. Me gusta la letra de la canción, la melodía no tanto, pero no está mal. Cuela para el viaje en tren. Se los podría haber regresado, pero no vi por qué y di otra calada. —¿Cómo te fue el finde, An? Si bien la muchacha era más alta, tenía otro color de ojos y otra personalidad, eso no eliminaba las otras similitudes en ellas. Además, Verónica parecía muy contenta de tenerla allí con ella y pensé en Richard, que me acompañaba a mis citas y me escuchaba siempre, quizás no fuésemos hermanos de sangre como ellas, pero el vínculo no cambiaba. La joven respondió a mi saludo con un gesto de cabeza, luego su atención pasó a Jez, supuse que el brazo sobre los hombros detuvo cualquier reacción corporal de Vero, pero le agradeció a Jez que sonrió de lo más contenta. Luego de la charla en el tren en cierta medida me alegraba que se tuvieran la una a la otra, no sabía si siempre era consciente de ello, pero Jez trataba de cuidar a los demás y a veces allí su personalidad tendía a disminuir de tamaño. Puede que fuese la maldición de muchas chicas en el mundo, ¿no? Hacernos pequeñas. —Es una manera muy bonita de sorprenderte —acoté junto a una sonrisa y Jez asintió con la cabeza. La mayor no se llevaba un máster en expresividad, pero no creía que fuese demasiado importante si estaba allí. Cuando Vero preguntó por las formalidades ambas asentimos, así nos presentó a ambas y presentó a su Vali: Valeria. Todo estaba dentro de lo normal, hasta que luego de haberse quitado los lentes, dejándolos sobre el flequillo, dijo que era un gusto conocernos, que Vero le había hablado mucho de nosotras y entonces nos agradeció por haberla cuidado. Seguíamos enlazadas a sus brazos, pero incluso con ella en medio casi pude sentir el build up de la vergüenza de Jez. —No hace falta que nos agradezcas, Valeria —dijo un poco atropellada y al mirar por el rabillo del ojo, creí notar su bochorno—. Para nada, mucho menos por eso. Incluso me atrevería a decir que ella nos ha cuidado más a nosotras que al revés. Sé qué ambas nos alegra mucho ser amigas de tu hermana. —Además, el gusto es nuestro —añadí quizás para pretender darle tiempo a Jez de reducir su vergüenza, había repetido la ligera reverencia una vez más—. Se nota lo importante que eres para Vero, es un honor poder conocerte y también lo es poder llamarnos amigas suyas, así que no hace falta agradecer nada. ¿Ya conocías la Academia? Es bastante bonita. Dudé un momento, pero había visto a Copito y creí notar sus ganas de saltar hacia nosotras, pero Jez estaba muy abochornada para verlo o hacer algo al respecto. Con eso en mente, me solté con cuidado del brazo de Vero y di un paso adelante. —Permiso —le dije a la mayor antes de estirar la mano hacia Copito, invadiendo un poco su espacio, para que el gorrión pudiera saltar a uno de mis dedos—. Parecía un poco indeciso y creo que quiere saludar.
Altan finalmente confesó sus pecados y a mí se me escapó una risa floja en lo que regresaba sobre la planta de mis pies. Tenía la resaca medio escrita en la cara, la verdad, sólo no estaba segura de que hubiese sido tan imbécil de enchufarse a una botella justo un domingo a la noche. Bueno, aparentemente hasta los niños genios patinaban de vez en cuando. Ser inteligente no siempre se emparejaba al control de impulsos. —¿Qué mierda hacías bebiendo justo antes de la escuela? —Volví a reírme, divertida—. Bueno, al menos te doy puntos por haber venido. Yo probablemente pasaría de largo, ¡aunque soy una buena niña ahora! Llevo... —Quise hacer cuentas mentales pero acabé resignándome—, muchas semanas sin salir los domingos, ya puedes felicitarme. ¿Y quién dijo que no hueles a resaca? Aquello último se me ocurrió sobre la marcha y acabé con una sonrisilla plantada en la cara. Igual se merecía un premio por soportarme tan temprano y en su estado, pobre y tonta criatura. Mientras él escuchaba la música y yo husmeaba el móvil sentí el toque de sus dedos contra el dorso de mis manos. No reaccioné en ninguna dirección, pero fui totalmente consciente del pequeño contacto que podía incluso pecar de inocente. Lo dejé y recién alcé la vista a sus ojos cuando habló. Se apartó un auricular de la oreja y los dejó allí, yo tampoco se los pedí de regreso. Había sonreído al oír su anécdota de la infancia. —Debe ser una experiencia universal. Rasquetearlos con la esponja, quiero decir. Cuando te ponías muchos y empezaban no sólo a irse, también a deformarse y mezclarse entre sí, que se convertían en una masa amorfa e indistinguible, la única solución era la esponja. —Me reí—. Pobre piel. Meneé la cabeza lentamente y bajé el brazo donde sostenía el móvil, bloqueándolo a tientas. Le sonreí y asentí de primera mano a su pregunta sobre mi fin de semana, como anticipándole que había estado bien. —Bastante movidito, la verdad. Jugamos a los bolos, fuimos al cine, me llené de tinta de goma, fuimos al bar del Krait... Ah, me refiero al bar de un amigo de los chicos. O sea, no es su bar, pero trabaja solo ahí, es un bar pequeñito y ciertamente se comporta como si fuese el dueño, el desgraciado. Medio es nuestra guarida, o centro de operaciones, o base. La vieja confiable, bah. Está ahí en Kabukichō y nos queda cerca a todos. No me sentí cómoda refiriéndolo como "el hermano de Kakeru", por supuesto, e igual no estaba mintiendo. Más o menos a la mitad de mi respuesta había empezado a oírse un bullicio de fondo, el rastro de una música que fue en aumento gradualmente. Al voltear identifiqué un coche como su origen, que se detuvo a unos cuantos metros de la entrada. Era bastante... bueno, yo no sabía nada de autos, pero parecía fancy, todo negro y larguirucho, con detalles en un amarillo vívido y los cristales polarizados. Grande fue mi sorpresa al ver que era Kakeru quien se bajó del asiento del copiloto, se despidió rápidamente del conductor y se apresuró hacia la entrada como un caballo con anteojeras. El coche se deslizó con premura contra el cordón de la vereda, y el brazo recostado sobre la ventanilla abierta eventualmente se convirtió ni más ni menos que en... —Hiradaira —me saludó Hayato muy sonriente, deteniéndose frente a nosotros y subiéndose las gafas de sol a la cabeza. —Krait —respondí, en el tono ligeramente prepotente que ya usaba con él sin darme cuenta; negro y amarillo, era obvio—. ¿Y todo este desparpajo? —¿Es un pecado alardear los logros personales? —replicó, sin verse afectado en absoluto, y le dio unas palmaditas a la puerta—. ¿A que está bonito? El tipo llevaba puesta una camiseta negra manga corta bastante holgada, pero la cadena que asomaba en su cuello y se perdía dentro de la ropa le daba el toque... ¿pandillero? No sé, tal vez fuese mi percepción torcida, pero entre sus pintas y el coche definitivamente apestaba a dinero sucio. —Estoy segura que la biblia dice algo malo sobre alardear —destaqué, riéndome, y su sonrisa le descubrió la dentadura—. Más bien te preguntaba qué mierda haces aquí a esta hora. —Ah, es un secreto~ Y hablando de eso... —Se bajó las gafas—, ya tengo que irme. Nos vemos, Hiradaira, pórtate bien~ Lo despedí con la mano alzada y seguí el coche un par de segundos hasta que el rastro de la música se tornó difuso. No me sorprendía que Kakeru hubiese huido, la verdad. Usé aquella fracción de tiempo para volver a fingir demencia en lo que regresaba mi atención a Altan. Esperaba que esto no fuera demasiado incómodo. —Bueno, el bar de ese tipo —retomé, riéndome—. ¿Tu finde tuvo algo especial, además de tomar malas decisiones? Contenido oculto imagina abrir una mecánica con npcs y no inaugurarla con el Krait (!!!) tenía en mente hacer esto aquí desde que abrí el tema y Altan salió sorteado JAJAJA para que quede registro nomás: Contenido oculto: Krait
Que Valeria acompañara su agradecimiento con una pequeña reverencia me derritió el corazón de ternura. No era alguien que realizara gestos así de formales, salvo en su trabajo; fuera de ese ámbito laboral, optaba por ser más directa y clara al hablar, sin caer en la brusquedad. Pero supe bien por qué se inclinó hacia Jez y Mey: yo era la hermana a la que amaba con todo su corazón y, por eso mismo, sintió que las palabras por sí solas no alcanzaban para hacerles llegar su gratitud. Las pocas veces que llegábamos a hablar por teléfono (por lo general, hablamos por chat), Valeria notaba cómo el tono de mi voz se inundaba de emoción cuando le contaba cosas relacionadas a Jez y Mey, y no me cabía dudas de lo mucho que la debía alegrar escucharme así. Le tranquilizaba saber que, en esta tierra tan lejos de nuestro hogar natal, no estaba sola, que tenía personas con las que podía contar. Ese mismo agradecimiento también alcanzaba a Fuji, Cay y Hubby, ¡segurísimo…! Jez le respondió con un tono repentinamente atropellado. Tanto Mey como yo reparamos en su vergüencita, casi al mismo tiempo. Cuando creí percibir el tono del rubor en medio de su bonita blancura, una sonrisita asomó a mis labios; me habría encantado girar el rostro para admirarla en todo su esplendor, pero me resistí para no ir a empeorar su bochorno. Valeria, por su parte, no debió esperarse una reacción así: se mostraba tranquila y todo, sí, ¡pero…!, comenzó a acariciarse uno de los antebrazos mientras Jez le hablaba, quizá preguntándose si se había excedido en algún punto. Se permitió una ligera sonrisa cuando Jez dijo que les alegraba ser mis amigas; su gesto fue honesto, pero también pretendió tranquilizar su arranque de vergüenza. Por suerte para ambas, la intervención de Mey les vino bien para recuperarse. —No la conocía, no —respondió a la pregunta de la esgrimista, volviendo a mirar hacia el edificio—. Veri, precisamente, me la estaba enseñando. Me hacía a la idea de que era un lugar de aspecto importante, pero verlo en persona es un asunto por completo distinto. Yo, por mi parte, dejé ir a Mey al sentir sus intenciones de dar un paso al frente. La chica acercó una mano hacia Copito, que seguía algo inquieto en el hombro de mi hermana. Valeria no se incomodó por el acercamiento, tan sólo asintió hacia mi amiga cuando ésta pidió permiso, murmurando un “Adelante”. Hasta se inclinó un poco para facilitarle la tarea, de modo que a Copito le bastó un pequeño salto para posarse en el dedo de Mey. El gorrión frotó la cabecita sobre su mano y luego estiró las alas suavemente, en algo parecido a un saludo, como si fuera a abrazarla. Valeria observó la escena entre el pajarito y la muchacha con un dejo de curiosidad en los ojos. —Es muy expresivo y cariñoso, estuvo en mi hombro casi todo el fin de semana —comentó hacia Mey, como quien comparte una curiosidad— Se nota perfectamente quién es su compañera. Se volteó entonces hacia Jez y yo, que ahora me encontraba abrazada al brazo de mi lucecita, con la cabeza apoyada en su hombro y una sonrisita estirando mis labios mientras las miraba. Mi hermana también sonrió, levemente, ante tantas muestras de cercanía. Eso sí, sus ojos se desviaron levemente hacia el coche que estacionó en el otro extremo de la entrada y repararon en la figura que de allí bajó. Yo reaccioné tarde, por lo que sólo alcancé a divisar el tatuaje en la nuca de Fuji, quien ya se alejaba. En el proceso también vi a Annita y Al conversando, y un suspiro se me escapó sin querer. —Estaré en Tokio durante todo julio —comentaba Valeria en ese momento, hacia las chicas— Si llegan a necesitar algo, pueden contar conmigo. —¡Eso! También pueden venir a nuestro apartamento a almorzar, así tienen tiempito de conocerse mejor —intervine, de lo más entusiasmada— Vali cocina muy rico, es una chef de gran categoría. Ella volvió a acariciarse el antebrazo y negó levemente. —No es para tanto, Veri…
El inicio de semana se presentaba bastante lindo, ¿verdad? El viernes había pasado con mucho viento, por lo que no había tenido muchas esperanzas de que mejorara durante el fin de semana, y sin embargo, el sol había estado presente en todo momento, hasta que al fin el lunes nos recibió con aquel paisaje tan bonito. ¡Estaba de buen humor, por si no era evidente! Habíamos entregado el proyecto a tiempo, para empezar, y en general siempre me subía los ánimos cuando se iba acercando el verano. Aquella mañana había podido reunirme con Kashya y Kenneth en la puerta de mi casa, así que estábamos llegando a la escuela los tres juntos. Gente amontonada en la entrada y coches caros no era un paisaje extraño para el Sakura, pero sí que hubo una escena que logró llamar mi atención, pues mientras nos acercábamos pude ver a Anna hablando con alguien que... ¡espera! ¿Ese era el Krait? Me paré en seco ante la simple idea, haciendo que Kashya y Kenneth tuvieran que hacer lo mismo un par de pasos hacia delante, y para cuando me quise dar cuenta, ambos me estaban mirando con confusión al haberme quedado yo prendada del coche hasta que este se fue. —Tierra llamando a Emi-chan~ —escuché decir a Kenneth, pasando la mano por delante de mis ojos un par de veces hasta que finalmente reaccioné, dando un respingo. —Déjala, Ken, ha visto a alguien que le gusta y por eso está así. —¡K-Kashya! ¿Qué dices? ¡Es que he visto un coche bonito, nada más! —¿Desde cuándo te interesan a ti los coches, Emi-chan? —¡Desde siempre! Ninguno de los hermanos se estaba tragando la mentira, pero al menos mi exabrupto pareció ser suficiente para que el muchacho dejara de picarme (de momento) y pudimos avanzar hacia la academia sin demasiados percances. A la pasada saludamos a Anna, quien estaba con Altan y con un poquito de suerte no se habría percatado de nada, y finalmente entramos en los casilleros para cada uno ir al que le correspondía. Contenido oculto me lo habré perdido con ali-chan, PERO HAYATO NO PASARÁ COMPLETAMENTE DESAPERCIBIDO POR MI SIMP RADAR
Para este punto de la vida todas las frases que empezaban por "no creía que hubiese sido tan imbécil de..." eran como profecías autocumplidas, me enchufaba una botella un domingo, iniciaba una pelea, acababa metido en los embrollos de otros y así hasta el infinito seguramente. Algunas de las estupideces que hacía no me quitaban el sueño, si debía ser sincero, y un domingo de resaca parecía hasta inofensivo. El punto era que el cerebro de genio dejaba mucho que desear. —¿Pues beber sin pensar en el escuela? —Fue ese mi argumento, hasta me salió con tono de pregunta, y luego suspiré aunque se me escapó una risa entre su comentario de que era una niña buena y que no había dicho que no oliera a resaca—. El ilustre Erik Sonnen dice y cito: "los borrachos no se saltan días de clase", ¿y te parece que le voy a discutir el argumento al hombre? Qué va, si le pintaba vestirme de payaso antes de salir, había que dejarlo. Y a ti te felicito por tus decisiones de niña buena, sin duda, no puedes seguir el ejemplo de este viejo. Lo último lo solté con una cuota de ironía bastante inofensiva, nada muy loco, y aunque no estaba en mi mejor momento la verdad era que hablar con ella, aunque fuesen puras estupideces, al menos me ayudaba al humor. Tal vez el estómago revuelto y la posible migraña no tuvieran mucho arreglo, pero nadie se moría de eso. Había regresado la mano a mi espacio luego de tocarla, fue un impulso sin más, y como poco a poco perdía el exceso de conciencia me sentía un poco más normal con ciertas cosas, incluso si lo del otro día había pasado. Recordarlo me hizo pensar en las palabras de Dunn que aunque soltadas de mala gana, algo de razón guardaban. —Quitándolos te hacías una exfoliación que en una estética seguro te salía carísima —añadí junto a una risa floja. Luego le pregunté por el fin de semana, me contestó y por un segundo me pregunté cómo a uno le daba tiempo de hacer todo eso junto, aunque quizás no era tan difícil y el monotemático era yo. Luego mencionó el bar del Krait y lo que asumí de inmediato que era un apodo me quiso sonar, traté de usar neuronas a ver si tal vez Arata o Cayden lo habrían mencionado, pero mi cerebro de borracho no llegó a ninguna parte. —No suena mal tener una base de operaciones —acordé con sencillez. Ya desde su respuesta había oído el bullicio, pero no giré la cabeza hacia el origen de la música hasta que ella lo hizo y vi el auto, que no era poca cosa, la gracia de todo el asunto, claro, fue ver a Fujiwara apearse del asiento del acompañante. Caminó peor que caballo de carreras, el tipo no miró a ningún lugar que no fuese hacia adelante y para encubrir el suspiro que quise soltar le di otra calada al tabaco. El Krait entonces se materializó como el conductor del auto y, porque tampoco había que ser ingeniero de la NASA, el hermano de Fujiwara. Fue solo mientras Anna le hablaba que pude unir neuronas y recordé la serpiente, el tatuaje que le alcanzaba el cuello a Shimizu: el dichoso Krait. Quiso darme risa por alguna razón, pero me quedé fumando en lo que terminaban el intercambio y me distraje mirando el coche. Olía a dinero sucio desde el corazón de Tokyo, pero no hacía falta decirlo. —Uno con resaca, medio cartón de jugo de naranja en el estómago y un cigarro de desayuno y el Krait de Shinjuku paseándose en tremendo auto a las ocho de la mañana. El verdadero quien pudiera —solté aunque no me importaba tanto en realidad—. El resto del finde... Para nada, está bastante insípido en comparación, solo salí a beber y ya, antes de eso estuve en casa. Dices que fueron al cine, ¿qué peli vieron? Medio de repente, con toda la distracción del Krait, me acordé de los cascos y me dejé el cigarro entre los labios para liberar la mano. Me quité los audífonos, los ajusté a como ella los traía y se los acomodé en el cuello porque ella se los había bajado cuando se apareció para hablarme. Contenido oculto nunca creí ser bendecida de esta manera, cuánto habré fangirleado yo a este hombre *acomoda el altar del krait* my king hayato im so normal about him No se trataba de que Valeria se hubiese excedido ni nada, pero Jez no solía llevarse demasiado bien con el reconocimiento de las cosas que hacía, quizás por lo inconsciente de una buena parte de ellas. Luego estaba el hecho de que sí consideraba que Verónica la cuidaba más que al revés, no me lo había dicho, pero no creía que hiciera falta tampoco. La conocía lo suficiente para darlo por asumido. Mi interrupción le dio espacio a ambas para volver al centro, porque dudaba que la mayor esperara semejante reacción, y sonreí cuando me contestó la pregunta. Uno podía hacerse una idea del corte de academias con esta, pero eso no quitaba que verlas directamente siempre sorprendiera un poco. —Impone un poco la primera vez. Oh y no hace mucho hicieron un observatorio, es muy bonito si te gustan las cosas con aire medieval o las estrellas. Valeria me dejó ser con el asunto de Copito, hasta se inclinó un poco y así el gorrión pudo dar un saltito hacia mi dedo. La sonrisa que conservaba en el rostro se amplió al verlo frotar la cabeza en mi mano y estirar las alas, así que dejé el maletín a mis pies para hacerle cosquillas en las plumas del pecho con mimo. Al mismo tiempo creí notar que Jez se asomó para poder ver al pájaro, pero no se movió del lado de Vero. —Reconoce a las personas en las que Vero confía —apunté también, incluso si era posible que Valeria ya lo supiera. Con cuidado me aparté el cabello del hombro y allí insté a Copito a acomodarse, para poder seguir con la conversación. Vero estaba hecha la miel de siempre con Jez a quien ya parecía habérsele pasado la vergüenza, la noté ladear la cabeza para apoyarse en la de Vero y se me escapó una risa ligera. Hubo un instante en que Jez buscó a Hiradaira y Sonnen con la vista, poco después de que hubiese pasado otro muchacho, pero no lo adjudiqué a nada y fue demasiado breve. —¿Todo julio? ¡Qué bueno! —dijo entusiasmada, luego sonrió—. Gracias, Valeria. La oferta a almorzar y el intercambio de las hermanas me hizo algo de gracia, lo disimulé recogiendo el maletín que había dejado en el suelo. —Seguro que cocinas muy bien, confío en el criterio de Vero. Sería un placer visitarlas en algún momento —contesté con calma y volví a enlazar el brazo a Verónica sin pensarlo mucho.
Su respuesta fue tan obvia y descarada que me arrancó una risa genuinamente divertida. Suponía que a esta edad era fácil hasta cierto punto desconectar el cerebro y hacer estupideces, eso de que aún no teníamos el lóbulo frontal del todo desarrollado. O al menos lo había leído en una broma sobre Edward Cullen, pobre tipo. Imagina vivir eternamente con diecisiete. —En parte te felicito por haber alcanzado semejante nivel de abstracción de la realidad, en parte sigue siendo una pésima idea —solté, y la risa se me volvió a colar en la voz tras oír las sabias palabras del señor Sonnen—. Mira, hay que analizarlo. ¿Qué dijo tu papá? Que no te saltaras días de clase. —Alcé el índice e hice un silencio para insinuar el derrotero de mi idea antes de seguir hablando—. Yo digo que si te pasas la mañana durmiendo en la enfermería no vas en contra de sus deseos, y si no, pues que hubiese especificado, ¿no? Me las daba de niña buena y ahí iba, siendo una mala influencia. Pese a ello, sonreí con gran orgullo y entrelacé las manos tras mi espalda, meciéndome de lado a lado en cuanto reconoció mis logros. —Boomer~ —lo seguí molestando por la gracia, básicamente porque me lo estaba permitiendo, y solté un suspiro exagerado—. Igual no me voy a quejar, tienes cierto encanto resacoso y fumando, como el chico malo de una peli de un libro de Wattpad. Obviamente no había olvidado el desliz (o casi desliz) del otro día, pero el detalle de las gyozas de la semana pasada me había ayudado un poco a relajarme y ahora esta conversación corría por el mismo cauce. Al no parecía molesto conmigo o conflictuado, y tal vez yo debiera hacer lo mismo. Tal vez, igual, no debiera soltarle esta clase de comentarios, pero me daba muchísima pereza restringirme tanto a consciencia. Puede que fuera incluso más que eso. Luego el Krait hizo su aparición estelar y como vino, se fue. El comentario de Al me aflojó una risa leve pues me hizo acordar al video del tipo diciendo que sobrevivía con dos horas de sueño, cafeína y una oreo, y que estaba listo para enfrentarse a Dios o convertirse en él. Bastante icónico. Otra vez, no percibí nada negativo y la forma en que se refirió a Krait me hizo alzar levemente las cejas. —¿Lo conocías ya? —inquirí aún si, bueno, sabía que Hayato era relativamente famoso en el ámbito—. O sea que dormiste y bebiste, suena a un gran plan para mí. Lástima que no hiciste la de beber y dormir, ese orden habría sido más inteligente. Nosotros vimos The Wild Robot, ¿la ubicas? La última de Dreamworks. Muy bonita, muy emotiva. Me da vergüenza llorar en el cine, ¿sabes? O sea, normal, ¿a quién no? Pero no me habría dado tanta vergüenza si hubiese estado con... mi mamá. Los chicos estaban ahí siendo hombres machotes sin derramar una lágrima y yo me tragué tanto el llanto que me dolía la garganta, literal. Lo peor es que los momentos emotivos arrancaron como a la mitad y fue un no parar, casi muero. Mi verborrea había disimulado, al menos en mi mente, la atención que le había prestado a la imagen suya sosteniendo el cigarro entre los labios. También seguí hablando mientras se quitaba los cascos, los reajustaba y regresaba a mi cuello, donde me quité el cabello para que dejara de aplastármelo. También aproveché y pausé la música, dejando caer el móvil en mi bolsillo. —Así que, muy linda película —resolví, riéndome un poco—. Ya quiero volver a verla en la soledad de mi casa así puedo llorar como Dios manda. Contenido oculto quise ser accurate y pickear una peli que se haya estrenado por esa época, pero chatgpt me recordó que jaja era pandemia, así que la pool estaba escasa y bastante desconocida
Al recibir su felicitación por el nivel de abstracción de la realidad separé la espalda de la pared un instante e hice un remedo de reverencia un poco teatral, porque me dio la gana básicamente, ¿había oído que seguía siendo pésima idea? Claro, pero para algo tenía uno atención selectiva. Luego vino la parte del análisis de lo que había dicho papá y alcé las cejas, algo incrédulo, luego solté una risa. —¿Pero qué estoy oyendo? ¿Dices que me aproveche de los vacíos legales? ¿Y qué pasó con lo de ser buena chica? Había sonreído de lo más orgullosa ante su análisis final, reflejé parte del gesto y cuando soltó lo del encanto resacoso y fumar la sonrisa se me amplió un poco más, con cierta cuota de satisfacción. Puede que no tuviera que decirme esas cosas, así como quizás yo no tendría haberle dicho que estaba radiante, pero dudaba que ninguno quisiera usar tantas neuronas trazando límites. Era agotador llevarse todo el rato pensando qué hacer, qué decir y qué no, al menos ambos parecíamos tranquilos luego de lo del otro día. Tan tranquilos como se nos podía pedir. —Puedo cuestionarle a Wattpad muchas cosas, no tanto la producción de bad boys. Lo consideraré un triunfo en medio de la tragedia de mi resaca —atajé sin disimular la satisfacción, pero tampoco pretendí nada. Cuando el Fujiwara mayor se fue y solté el comentario ella se rio, luego me preguntó si lo conocía ya y negué suavemente con la cabeza. —Uní piezas del lore de calle nada más, lo que terminó de armar mejor el rompecabezas fue acordarme de los tatuajes de Shimizu —expliqué antes de que su verborrea me interrumpiera, también antes de ponerme el cigarro en los labios, y me señalé un costado del cuello donde recordaba la tinta de Arata—. Lleva un Krait que medio se ve. Luego le presté atención a su respuesta, asentí tanto a que el orden de mis actividades podría haber sido mejor y luego cuando mencionó la película que habían visto, algo había escuchado aunque me faltaba información, para empezar ni siquiera creía que una película con ese nombre fuese para llorar. Escuchar que había tenido que aguantarse las ganas de llorar en el cine, que estaba su mamá y los muchachos estaban en su momento de machos aguantándose las lágrimas. Pobre niña, ¿no? —Ese es el problema del cine, si resulta que es necesario, no se puede llorar a gusto. Mis respetos por haberte podido aguantar las lágrimas, no es una misión sencilla —respondí junto a una risa floja—. Espero que cuando la veas de nuevo puedas llorar a gusto, en honor a lo que no pudiste llorar en medio cine. Entre toda la tontería se me acabó el cigarro, di la última calada y lancé el filtro al suelo para pisarlo. No creía que a Anna le importara estar afuera con este día tan bonito, pero ya había consumido mucho aire, a este paso acabaríamos llegando tarde solo por un cigarro. —¿Vamos entrando? Te puedo acompañar a tu clase y luego voy a echarme esa poderosa power nap a la enfermería. Contenido oculto cuando uno intenta ser time accurate con el cine de 2020 siempre es muy: *clown* maybe este sea mi último post antes del cambio de período, cualquier cosa puedes asumir que acompaña a la niña como dice uwu gracias por caerme con Annita, i lov my baby girl
En sus ojos continuaba manifestándose el interés que le provocaba el carácter tan abierto de Copito. Era comprensible. Valeria lo había visto por última vez hace casi dos años y medio; es decir, cuando Copito y yo recién estábamos entrando en la vida del otro. Por ese entonces, el gorrión era una criatura asustadiza, aquejada por el trauma de la jaula oxidada en la que lo tuvieron encerrado quién sabe cuánto tiempo. Nunca abandonaba mis hombros, ni siquiera cuando detectaba el inmenso cariño que me vinculaba con Valeria. Pero éste amor, de a poquito, empezó a servirle como una suerte de puente. Mostraba un sendero seguro con el que pudo desarrollar una confianza más férrea hacia las personas. La última vez que se vieron, permitió que Valeria le acariciara la cabecita; por lo que no fue de extrañar que se mostrase tan sorprendida el sábado, cuando Copito se le fue al hombro sin previo aviso. Mi hermana había observado el mimo con el que Mey le hizo cosquillitas en el pecho, hasta dejarlo hecho una bolita feliz de plumas infladas, y cómo Copito luego se acomodó en el hombro de la chica sin titubear, cuando ésta le hizo espacio tras apartar su cabello. En el medio, había asentido ante el comentario de Mey, lo de que reconocía a las personitas en las que yo confiaba. —Conecta con las personas que alegran el corazón de mi hermana —secundó, seria, pero también una profunda sinceridad—, y el suyo propio. Yo, por mi parte, sentí que Jez se relajaba a mi lado. No quería pensar en cómo debió sentirse Fuji al ver a Annita y Al juntos, así que me limité a acariciar la mano de Jez con mucho mimo. Fue justo en el momento que Valeria daba la flamante noticia de que estaría en Tokio durante todo julio, a lo que siguió mi intervención sobre sus habilidades culinarias que pretendió minimizar, ay, tan modesta ella. —Trataré de hacerlo lo mejor que pueda —afirmó, luego de que Mey le dijera que seguro cocinaba muy rico—. Pueden venir cuando quieran, serán más que bienvenidas. Asentí, super-entusiasmada. Ahora que lo pensaba, iba a ser la primera vez que recibiría a amigos en el apartamento donde vivía. Togashi me había hecho prometer que primero invitaría a su casa a todas las personitas que luego llevaría a mi vivienda… Pero, ahora que Valeria estaba parando allí, ¡podríamos pasar directamente a la guarida Maxwell…! —Luego iremos coordinando, ¿sí? —dije, aun aferrada a mi Jez— ¡Bueno…! ¿Qué les parece si vamos entrando? —Veri, espera. Estás olvidando algo. —¡Ups…! Es verdad. Valeria se giró hacia el coche en el que habíamos venido. Era plateado, de aspecto bastante moderno; un Audi o qué sé yo, no entiendo nada de coches. ¡El punto es que…! Mi hermana buscó algo en el asiento trasero y regresó junto a nosotras, para extenderme una bolsa de papel rosa, tamaño mediano. Me separé de Jez para recibirla. —Pasaré a recogerte a la salida —dijo Valeria, mirándome—. Pero avísame si tienes otros planes, ¿de acuerdo? —Por supuesto —asentí, con una sonrisa algo nostálgica; Valeria siempre me había buscado en las salidas de la escuela primaria y en mis primeros años de la secundaria. Ella sonrió, pensando en lo mismo que yo sin saberlo. Me acomodó un mechón detrás de la oreja, en ese punto preciso que me hacía cerrar los ojos por reflejo. Luego se inclinó para dejarme en beso ligero en la cabeza y se despidió de las chicas. —Nos vemos luego —les dijo en un tono suave, antes de subirse a su coche y partir. Saludé hacia el vehículo con la mano, aunque pronto me giré hacia las chicas. —Me hace tan feliz que se hayan conocido en persona —les dije, llevándome una manito al pecho—. No pensé que ese deseo se cumpliría tan pronto. ¡Ah, y por cierto…! —alcé le bolsita de tela— Les traje más galletitas. Vali me ayudó a decorarlas.
El comentario de Valeria sobre Copito me hizo sonreír, también a Jez, y es que tenía razón. El gorrión posiblemente tuviera una cerebrito del tamaño de un maní, pero eso no lo volvía tonto, sabían quiénes hacían feliz a Verónica, pero no era solo eso, también confiaba en personas como nosotras porque sabía que no le haríamos daño, si no todo lo contrario. Asentí con la cabeza para darle razón, pero no acoté nada más al respecto y luego ella dio la noticia de cuánto tiempo se quedaría aquí. La mayor dijo que lo haría lo mejor que pudiera respecto a la cocina, luego que podíamos ir cuando quisiéramos y eso me estiró la sonrisa. Hasta entonces mi amistad más cercana se limitaba a Jez, no acostumbraba ir a la casa de otras personas más que para proyectos, pero recibir una invitación ya no solo de una amiga, sino de su hermana, se sintió bastante cálido. Noté que Jez asentía a lo que de luego íbamos coordinando, pero ambas volteamos a ver cuando Valeria le recordó a Vero que olvidaba algo. Fue al coche, sacó una bolsa del asiento trasero y Verónica se soltó de Jez para recibirla, tuvieron otro intercambio breve antes de que se fuera y la mayor se despidió de nosotras también, cada una la despidió con un movimiento de mano y una sonrisa. —Yo tampoco pensé que la conocería tan pronto, fue muy bonito. Gracias por presentarnos, cielo —dijo Jez, luego miró la bolsita que la albina levantó y su sonrisa se amplió—. ¿De verdad? Seguro les quedaron muy bonitas. —Gracias, Vero —interrumpí aunque me distraje acariciando a Copito con un dedo. Las gracias fueron por las galletas, pero también por presentarnos a Valeria e invitarnos a su apartamento. Jez apareció de repente en mi campo de visión, emocionada, se ajustó a como pudo el asa del maletín en la muñeca y puso las manos frente a Copito invitándolo a saltar allí en un pequeño nido improvisado para saludarlo, mientras esperaba recordó que estábamos aquí para ir a clases. —Podemos ir entrando, no vaya a ser que lleguemos tarde. ¿De qué son las galletas, Vero? Contenido oculto como podemos observar, mis intentos por darle cierre a las interacciones dejan mucho que desear JAJAJ pero bueno, por acá cierro as well, estuvo muy bonito conocer a Vale <3
Los agradecimientos de mis lucecitas me ampliaron la sonrisa, también me permití un suspiro que remarcaba lo complacida que me sentía. Quizá la ocasión se prestaba para darles una respuesta similar a la que le otorgaron a Valeria, eso de que no hacía falta dar las gracias, ¡pero…! En verdad, estaba bien expresar lo agradecidas que llegábamos a sentirnos, hasta por las cositas más pequeñas que la vida nos ponía al alcance. Me hacía feliz que Valeria estuviera aquí, y que Jez y Mey sonrieran ante ella y aceptaran su invitación. Cuando Jez alzó sus manos hacia Copito, el gorrión removió sus alitas sobre el hombro de Mey, tras lo cual dio un saltito para refugiarse en el nidito que formaban las manos de la albina; allí se acomodó, lo más pancho, listo para recibir más caricias y, de esta forma, completar su cuota de saludos con las chicas. Qué chiquitín tan precioso, Valeria tenía toda la razón del mundo al decir que Jez y Mey alegraban su corazoncito pajaril. Además del mío, ¡por supuesto…! —Las galletitas son de vainilla. Estuve practicando la receta que me enseñó Fuji —respondí a Jez, mientras empezábamos a marchar hacia la academia—. Hace dos semanitas intenté hornear algunas pero… se me quemaron —admití con una risita ligera, aunque se me notó algo de rubor en las mejillas; no me enorgullecía de mis despistes—. ¡Pero…! Quedé tan motivada por aprobar el examen de judo, que el domingo volví a hacer el intento y… quedaron bien. Vali me ayudó en la parte de decorarlas, gracias a ella se ven la mar de lindas. Miren. Metí la mano en la bolsa de papel y de allí saqué una bolsita transparente, atada con un lazo de un rosa más clarito. Dentro de este paquetito casero, se veían tres galletas medianas que emulaban flores de cerezo. Con una amplia sonrisa, invité a Jez a tomarla. —Unas dulces flores, para unas bellas flores —dije, alcanzándole a Mey su respectivo paquete de galletitas—. Ojalá les gusten. Luego me cuentan qué tal, eh, que pienso seguir entrenando en repostería —me reí. Contenido oculto Por acá cierro yo, pues. Muchas gracias por aceptar rolear con las lucecitas, me encantó que tuvieran la oportunidad de hablar un poquito con Vale. Bendita sea esta zona y su mecánica de NPC que me cayó en el momento justo <3 Por cierto, las galletitas que les regala Vero se ven más o menos así: Contenido oculto