Tochigi Shimotsuke

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 15 Febrero 2022.

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    Amelie

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    Ciudad construida debajo del monte Nikko; es un sitio vibrante debido a su gran cascada llamada Urami.


    Gobierno:
    Tiene un clan regente que protege la ciudad: los Utsunomiya.


    Locales:
    Dojo
    Casa de Armamento
    Herbolaria
    Clínica
    Comercio
    Shukusha
    Casas
     
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    Amelie

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    Amelie

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    El rol proviene de armero errante








    En camino a Shimotsuke_Tochigi desde Mito_Ibaraki
    [Rei; Matahachi; Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]


    La carreta seguía moviéndose con tranquilidad; habían pasado días y sólo les daban agua para mantenerlos vivos; el alimento fue negado; por lo que sus cuerpos estaban completamente agotados, no sólo por la falta de energía, sino también el calor y el estar en la misma posición por demasiado tiempo les trajo mucha fatiga.

    Los dejaron caer de rodillas mientras Rei soltaba risas —Hemos tirado el lastre, vámonos ahora.

    —Les quitaré las ataduras—mencionó Matahachi ya cortando con un tanto las de Hideyoshi primero.

    Hideyoshi podía ver la ciudad no muy lejos de allí; podrían llegar caminando, incluso arrastrándose por un tiempo.

    —¿Pero qué haces? Al idiota ese sólo se hizo prometer liberarlos y no matarlos; nunca especificó que no podíamos... dejarlos morir.

    —Rei, no podemos comprometer una orden directa; ya es suficiente dejándolos desarmados y famélicos como lo están ahora... —mencionó cortando las ataduras de Momoka y Sho.

    —Ese buen corazón te va a traer problemas más adelante —aclaró Rei —Y no estaré allí para defenderte, tú mismo estás cavando tu tumba. No eres cómo yo.

    —¿Buen corazón? —preguntó Matahachi cortando las ataduras de Shiori para después, por último acercarse a Kuroki y cortar sus ataduras —Agradezco tus palabras, Rei —mencionó Matahachi para después dirigirse hacia dónde estaba Rei; subiendo a la carreta, donde tomó su arco y apuntó al grupo —Le dejaré un regalo a uno de ellos, un recordatorio; para que ocupen sus energías en otra cosa que no sean llantos y quejas.

    Rei ya dirigía la brida del caballo para después observar como Matahachi soltaba una flecha con precisión; dándole a Kuroki directamente en el pierna. Matahachi bajó el arco —Él dijo en Yamato que prefería sentir el dolor de mis flechas antes que mis palabras ¿Cierto? —concluyó sentándose mientras Rei reía ampliamente.

    —Retiro mis palabras; tu paciencia acumula un rencor muy interesante —le dio una fuerte palmada en el hombro — Si pudiese tener un hijo como tú... ya estaría junto a nuestro Emperador como escolta personal.

    —Manténte a mi lado, Rei. Y algún día podrás lograrlo

    Mori Gigavally madarauchiha John Whitelocke

    Pues llegaron a la ciudad; no narren nada de diálogo hacia Matahachi y Rei, ni acciones; narren desde ahora que ya están libres. Porque no tendrá sentido que les hablen y que ellos ya no respondan después.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Momoka Ashikaga

    Miré con rabia a Rei ante sus palabras, lastre, así veías a tus inferiores, ¿eh? Quería pensar que era una muestra de fragilidad, de no poder ser capaz de entender lo que significaba cobrar vida tras vida... pero seguro lo hacía, lo disfrutaba a su manera... pero era un ser perturbado. Muchos de los Taira e incluso los que no lo eran debían estarlo. La meditación a la que me sometieron mis padres cuando caí en lo profundo del desespero fue lo que me salvó de esos horribles sentimientos en su momento, también fue lo que me ayudó a mantener la calma en este arduo trayecto.

    Y, en parte, sabía que no tenía sentido malgastar saliva con Rei, por lo que terminé bajando la mirada resignada, dejando que las fuerzas de la tierra me arrastrarán al suelo... Matahachi, lo miré directo a los ojos, como cualquier criatura herida y con el corazón alborotado, pero en mis ojos no había real miedo, aunque dudo que hubiera esperanza. Tampoco creo que notara la curiosidad que él me generaba, puede que las distintas prácticas que realicé llevarán a que en varias ocasiones lograra que mis emociones fluyeran con cuidado, no revelando así detalles que pudieran hacerme predecibles. Para concluir, era una simple mirada que se podía interpretar como alivio, pero no reflejaba ni desespero, ni pena y mucho menos alegría.

    Pero logró conmoverme y apreté los labios con fuerza y mis ojos se humedecieron mientras lo sentía hacer su labor. Quería encontrar las palabras correctas para expresar mi agradecimiento. Cabizbaja, buscaba comprender y discernir las palabras siempre duras y crudas de Rei... y está vez si sonreí, tranquila y sosegada, estaba vulnerable y aún así las palabras de Matahachi me seguían evocando confianza.

    Buen corazón. Claro que me llegó hondo esas palabras y me hizo alzar el mentón por expleto, fulminando al hombre con la mirada mientras sobaba empezaba a desesperezar mi cuerpo con palmadas de mis manos, movimientos tranquilos, rotaciones y estiramientos sin siquiera levantarme del suelo.

    Me mantuve en silencio, solo porque no me dejaron paso para hablar y tuve que limitarme a intercalar miradas entre los dos hombres. Las palabras de Matahachi por primera vez me pusieron un poco en alerta, aún con fuerzas para hacer cosas como tirar miradas de odio o despertar mi cuerpo en letargo, fui incapaz de predecir lo que haría. Lo supe a penas vi apuntarlo con la flecha y ahora sí reflejó mi rostro claro desespero.

    —¡No! —exclamé firme e incluso hice el amago de cubrirme el cuerpo con mis brazos y manos, pero siempre dejé un espacio para poder seguir las acciones de los movimientos ajenos y con eso mi mirada siguió con velocidad la fecha que calló en Kuroki.

    Lo miré, al pobre niño y fue claro como eso afectaba a toda mi persona. Miré con lastima y sorpresa, terminé incluso apretando los puños con fuerza sobre mi regazo, ni siquiera me ha is dado cuenta de eso y la verdad... estaba anestesiada. Sabía que no lloraría, no ahora, aunque mis ojos pudieran temblar y mi corazón golpearme el pecho. No era fuerza, era el desespero, la costumbre a ver desgracias así incluso antes de ser consciente de la oscuridad rojiza que cubría poco a poco, más rápido de lo que me gustaría admitir, Japón.

    Cerré los ojos con fuerza, inhale hondo y sentí todo el agotamiento de los días a través de quejas en mi cuerpo solo por esa sencilla acción. Y luego bufé, busqué la mirada de nuestros captores, otra vez con la determinación en la mirada, la boca tensa y el ceño fruncido con gravedad.

    Un hijo como tú... No, Rei, el era especial exactamente por no ser tu hijo, Shiori sabría los detalles, seguro.

    —Matahachi —hablé firme, pero mi rostro vaciló en cuanto su mirada o lo que fuera se posó sobre mí. Vacilé, miré hacia abajo con precaución titubeante y con las manos aferrándose a la tela que cubría mi regazo. Inhale hondo y cerrando los ojos alcé el mentón, cuando exhale rápido mis ojos firmes estaban de vuelta en busca de la mirada del frío chico—. De volver a encontrarnos, espero que sea estando vivos...— Miré un breve segundo a Rei, firme, luego vacilé otra vez al ver a Matahachi, por lo que cerré otra vez para mantener algo de estocismo al menos—. Sé que somos enemigos, por lo tanto nos veremos enfrentados una y otra vez por distintos motivos y eso no siempre podrá terminar bien...— Abriendo los ojos y viendo mis manos destensarse sobre mi regazo, seguí—, no para los dos, como mínimo—. Tras eso volví a sostener su mirada y tras unos efímeros segundos sin poder mediar palabra continúe, continúe y en mi rostro se reflejó la compación que realmente sentía, con la sonrisa cálida y el ceño fruncido con pena. Mi voz, monocorde, iba a la par de la expresión—. Y aún con eso, puedo reconocer las grandes virtudes incluso en mis enemigos...

    Me posicioné mejor, sentada sobre mis piernas y manos en mi regazo, a ojos cerrados sonreía tranquila y pareciera que estaba a punto de hacer una reverencia, pero no lo hice. Volví a subir los ojos y sentada frente a ellos le seguí hablando al chico con firmeza y semblante serio.
    >>Eres un gran hombre, más bien chico, y tienes hermosas virtudes—. Cerré los ojos otra vez—, quería decirlo, a pesar de todas las desgracias—. Volví abrir los ojos sosteniendo sin temor la mirada de Matahachi, y no está a ignorando a Rei, simple y llanamente no me importaba su presencia, pues cuando ignorabas a alguien lo hacías a consciencia y con decisión. A mi solo me interesaba llegar a Matahachi—. Y cada una de las acciones que demostraste conmigo, que yo pude presenciar, oír y sentir me desmuestran una gran determinación y honorable forma de actuar. Y en verdad agradezco que queden hombres así incluso en filas enemigas, a pesar de que todas formas sigbnifique tener que matarlos de ser necesario.

    Y entonces mi semblante de quebró, pero no en llanto, sino que en una sonrisa genuina, radiante e incluso con un toque de alegría, sin dejar de lado el pudor de ser tan ingenua en varias ocasiones. Sonrisa a ojos cerrados y mostrando mi hilera de dientes se antepusieron a mis palabras finales.

    >>Así que espero que no olvides el corazón, el cariño y los deseos más cristalinos que te trajeron hasta acá—. La sonrisa desbordante se fue calmando hasta tornarse serena y mesurada, para luego volver al rostro de total seriedad—. No los retengo más...— Miré con esa seriedad a la gente tras mío.

    Al final sí terminé por hacer una leve reverencia.
    —Y gracias por la segunda oportunidad— Pero fue eso, leve, con voz monocorde y seria al igual que la mirada que mantuve sobre ellos hasta estar segura que se marchaban.

    Y aún con eso, mis palabras eran genuinas...

    Ahora me volcaria en cuerpo y alma sobre los presentes. Era ya libre, ahora solo faltaba conseguir las fuerzas.

    Revivir a los espíritus destrozados, que era casi como levantar a los muertos.

    Muertos en vida.
    Los más difíciles de tratar.​
     
    Última edición: 18 Febrero 2022
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Pude sentir una breve brisa fría cuando la paja había cedido con todo y manta por como sentí las cosas, supuse. Y hubo un silencio breve, Rei iba a mencionar que solo éramos criminales cuando se frenó y exclamaba conocerlo...

    Debajo de la tela que cubría mis ojos enarque una ceja, entre confundido y sorprendido... ¿Conocer? Tal vez era cualquier cosa... Nada que genuinamente captara la atención.

    No hasta que escuché a Rei desenfundar la katana, y sabía que era él por el calmado comentario de Matahachi y en especial que él usaba un arco.

    Eso me descolocó. ¿Porqué de pronto el idiota del parche se mostraba tan... Interesado? Quiero decir, si al que mencionaba no parecía tener nada de relevante como para qué darle enfasis.

    Fue escuchar la voz del herrero lo que me hizo paralizarme... Era el armero errante... Ah, maravilloso, debía creer que ahora lucía patético.
    Independientemente, escuché con atención las palabras del hombre, un carcaj... Pasando de generación en generación, una herencia, aunque el chico añadía que más bien un recuerdo.

    No entendía porqué el herrero se mostraba interesado por las armas de los presentes... ¿Una forma de desviar el tema? ¿Tal vez? ¿Genuinamente compraron su silencio? Mira, no es que me hiciera el importante solo porque tenía un trato pendiente con él (que viendo su ego desde ese día y hasta forma de actuar... No dudaba que acabara de cobrarselo) pero... Quiero decir. ¿Qué lo motivaría a hacerme un favor? Si, sobreviví a una guerra... ¿Pero sería eso suficiente?

    Fuese como fuese... El camino siguió...


    El tiempo continuó y nos detuvimos, alcé levemente la mirada cuando pronto me sentí jalado y no evité quejarme y caer arrodillado al acto. Estaba muy entumecido y agotado... No había comido nada y beber una mínima de agua era cuanto menos jodido.
    Aún así... Me dediqué a escuchar los comentarios de Matahachi y Rei, escuché como cortaban algo... ¿Eran las ataduras?

    Rei, típico, se quejaba que no era lo correcto, hasta que sentí la presencia del chico detrás mío y efectivamente, se me liberó a la par que me hacían ver de nuevo.
    Gemi un poco aturdido, cuando volteé torpemente hacia el dúo y me sorprendí al ver a Matahachi apuntarme, por mucho que había intentado moverme, gruñi entre rabia y dolor por la punzante flecha que ahora tenía encima en la pierna izquierda...

    Chasquee la lengua mientras sostenía la misma y no me llegaban las palabras de Momoka, en parte porque no le hacía caso, en parte porque estaba bastante fastidiado por no haber conseguido hacer mucho ahora...
    Seguí quejándome por el dolor mientras veía la flecha y al notar que no había peligro, la arranqué mientras de manera lenta y torpe me puse de pié, pero fue sentir algo curioso en la flecha lo que me hizo quedarme estático por unos segundos. Había algo raro... Y al ver me percaté que... Literal, nos había dejado un regalo... Cuero.

    Chasquee la lengua mientras lo tomaba y aprovechaba que todos estaban en su bola en ese instante, observé el cuero unos instantes y todo lo que pude expresar fue seriedad... ¿Que quería decir esto?

    No nos habían dado nada... Y ahora nos dejaba cuero.

    Seguí así unos instantes cuando guardé la flecha y el cuero empecé a partirla en trozos, por fortuna estaba algo suave, y era suficiente para al menos calmar el hambre para todos, aún así, mi rostro serio no cedia, miré al horizonte, buscando algo... Pero aún nada.

    Una vez lo suficientemente dividido, caminé un poco cojo hacía Momoka para darle unos trozos de cuero y sin decir nada, caminé hacia Shiori, Sho, y por último hacía Hideyoshi para que todos comiesen.
    —¿Estás bien..? Parece que perdiste demasiado... Hideyoshi—. Dije serio y firme pero también calmo, sabía que no era el mejor momento, pero si nos quejabamos de eso sería cuanto menos ridículo... Peor no podíamos estar, y ya con mis trozos de cuero, empecé a comer ciertamente con desespero por el hambre.

    Respuesta o no, miré en dónde nos habían dejado, mientras suspiraba.
    —Necesitamos reponernos y... Buscar al menos lo suficiente para salir de aquí. Tal vez lo mejor sea volver a Shizuoka. Desarmados y sin nada no lograremos más que dar risa. Si les soy honesto, me gustaría volver a Nagoya... Hay cosas que quiero hacer, y por si acaso... Takeda no era Takeda. Me explico: ese hombre es un impostor, su identidad es Rengo, su vida estaba destinada a lo que presenciamos, que fue suplantar a Takeda para crear confusión en el Imperio, y parece que así fue. Nuestro señor debe seguir en Niigata, aunque si una misiva llegó el cual justificaría porque estaba allí, entonces no dudo que el Emperador haya declarado que tiene al último Minamoto bajo su poder para causar miedo, confusión y quebrantar las esperanzas, por eso es primordial volver a una de las prefecturas aliadas, para que podamos informar y demostrar que estamos con vida. Si yo fuese Akishino... No dudaría que la parte de anunciar la captura de "Takeda" ya la halla hecho—. Anuncie firme mientras no miraba a nadie, solo a la ciudad frente a nosotros pero el cual nos tocaba caminar un poco más.

    >>Compensaré mi error... Sho, si quieres descargar tu furia que sea conmigo, yo lideré la búsqueda y fallé miserablemente, así que haré lo posible por salvar a Hina—. Dije mirando al mismo de costado aún con esa expresión seria, no era sentenciante, simplemente era calmada y segura de sus palabras.

    —Si nadie más tiene nada más por añadir, será mejor movernos...

    ¿Qué pasaba? ¿Estaba tomando de nuevo el papel de líder después de fracasar miserablemente? Claro que sí... Porque Hideyoshi estaba destrozado y perdido, a Momoka aún no lo conocía lo suficiente, Shiori dudaba estuviese en condiciones de pensar en posibilidades y Sho no lo conocía como para darme una idea. Además, a estas alturas... Había vuelto a perder todo por los bastardos del Clan Mori y Taira... Al menos en esta ocasión no comenzaba de nuevo solo... Y no estaba dispuesto a fracasar de nuevo.

    Rengo... Buscaré la manera de salvarte... Que hayas cambiado no implica que dejes de ser mi amigo...
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    En las afueras de Shimotsuke

    —Así es. Todas las Montañas, mis hombres de la guerra en Shizuoka. Los que habían logrado inmortalizarse en aquella batalla... todos... murieron.

    La respuesta positiva de Hideyoshi no era más que un parte informativo, no buscaba dar lástima, ni menos aun recibir cariño, o consuelo. A fin de cuentas no sentía que lo mereciera.

    —Kuroki-kun, por favor, cuéntame un poco todo lo que ha pasado en este último tiempo, desde mi llegada a Mito estuve aislado. Cuando la ciudad cayó bajo la conspiración Taira, no pude escapar... tuve la oportunidad... pero fallé—no quería ahondar en los detalles de sus decisiones—. Luego de volverme prisionero, los vi a ustedes, ¿y a Takeda...? No entendí nada de cómo se llegó a esta situación, y como es que terminaron en Mito. Por favor, cuéntame un poco.

    Sus palabras eran frías y monótonas, carentes de emoción alguna. La afección que sufría era una herida que no cerraría por un tiempo. La pregunta residía en si esa herida le serviría para fortalecerse, o si por el contrario perjudicaría su juicio, y sus decisiones.

    "Mis decisiones no han sido las más acertadas en el último tiempo, de todas maneras", se decía.
     
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    Amelie

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    En camino a Shimotsuke
    [Rei; Matahachi; Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]


    La carreta ya avanzaba; pero la voz de Momoka llegó a ellos; Rei sonrió y detuvo la carreta para tomar a Matahachi del hombro y sacudirlo con vigor —Creo que le gustaste —comenzó a reírse para después volver a tomar la brida y avanzar —Te hace falta una futura esposa ¿Seguro no quieres robarla? —seguía riendo —El ciervo se ha enamorado de su cazador.

    —Rei... por favor. Cállate —mencionó Matahachi sin mirar atrás.




    Kuroki comenzaba a movilizar tanto sus palabras como sus movimientos; Sho dejó caer la pieza de cuero que Kuroki les entregó y con la poca energía que tenía, dirigió su puño hacia el rostro de Kuroki, conectando el golpe de manera lateral siendo que Kuroki no opuso resistencia.

    Los samurái, siempre quieren solucionar problemas que no les corresponden, ¡Siempre empeoran todo!la voz de Sho parecía aun dañada Hina pudo haber permanecido a salvo en el resguardo del palacio... se dejó caer de rodillas, escuchando también las palabras de Hideyoshi; él entendía a aquel hombreMis hombres... seguramente los torturaron antes de matarloscomenzó a llorar, dejándose caer por completo en el suelo.

     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Antes de que alguien más pudiese hacer algo, volví a mirar hacía Hideyoshi mientras hablaba... Con una frialdad y monotonía abrumadora ajena al propio Diplomático...
    En Kamakura lo veía más firme que nunca, casi como si mi actitud hubiese sido igual de férreo que el suyo, inclusive revelando una fracción de su pasado después de intentar golpearlo pero por Togashi había frenado. Ahora... Simplemente no veía a ese Hideyoshi por ningún lado.

    Escuchar que perdió a sus montañas, guerreros formidables, imaginé, y solo enterarme que los perdió a todos me hizo cerrar los ojos mientras desviaba la cabeza un instante... Ahora lo entendía, ese pesar. Si... Lo había perdido todo.

    Era un gran amigo de Kenzaburo, ¿Verdad? Me parecía que era así porque tampoco sería descabellado pensarlo. Aún así, me giré hacia el diplomático y decidí caminar hacia el para sentarme como pude, aún estaba el agotamiento por obvias razones.

    Y había hecho eso para estar a su altura...

    Me pedía noticias... Y lamentablemente no era el más adecuado pues no es como que pudiese saber mucho... Y sin los Hattori desde hace días mucho menos.
    —Hideyoshi... Escúchame, antes de relatarte las novedades, que te adelanto no son muchos. Quiero que tomes en cuenta que empatizo por completo tu sentimiento... No hay nada más horrible que perder todo de un momento a otro y perderte en un abismo tan colosal y abrumador como el que te encuentras ahora. No te culpo, mi intención no es levantarte ahora, porque el duelo por el que pasas es en extremo complicado, yo pasé por lo mismo cuando los Taira me arrebataron mi hogar... Mi familia... Y mi clan—. Dije pero sin lágrimas, sin drama... Solo, siendo directo y serio, calmado.

    No lloraría más.

    >>Me hubiera gustado conocer a tus montañas, y no dudo que si te seguían, eran hombres dignos de estar a tu lado, especialmente tras la batalla de Shizuoka. Pero quiero que me escuches bien, Hide, si murieron, lo hicieron con honor y valentía, por mucho que puede que no lo hubiera permitido esos Taira. No culpo tu dolor y hasta posible error por no huir. Porque yo también he cometido graves errores aún a día de hoy, y solo pido que te mantengas en pie al menos por ahora... Me lo demostraste en Kamakura, quiero al menos un fragmento de ese Hideyoshi hoy, porque ahora más que nunca es cuando nos necesitamos—. Añadí para tomar su hombro, a ver si con eso me miraba al menos, por mi parte, no dejaba de mirarlo calmado y serio.
    >>No permitas que los Taira acaben de aplastar tus esperanzas... No hay nada peor como un enemigo sin esperanzas que uno muerto pero desafiando. Pues así... Hasta eres manipulable, así quieren vernos los Taira, así... Dominarán Japón. Y no lo podemos permitir. Yo pasé por ese episodio y no estuve sólo... Todos, a su manera, me mantuvieron a flote, así que permíteme ser una luz a esta oscuridad, si me lo permites, claro. Porque todos aquí hemos perdido demasiado... Pero al menos por mi parte, si hace falta que te cargue, lo haré. Porque te tengo en alta estima Hideyoshi, aunque antes nunca pudiésemos hablar fluidamente—. Finalicé mientras lo soltaba y soltaba un leve suspiro.

    Tragué saliva y volví a mirarlo.
    —Temo que no conozco mucho del estado actual del clan, pero sí sé que Kato ha dejado Kamakura para dar caza a los Demonios Carmesí junto a Jiin y Satou, mi padre. Dejó a cargo a su hijo, Rengo, y este estaba regenteando Kanagawa... Quería hablar con Sho para levantar la prefectura... Pero salió muy mal... Rengo, como había explicado, debió recibir una misiva por parte de Akishino, y decidió disfrazarse de Takeda para confrontarlo, y fue lo que presenciamos, el verdadero Takeda debe seguir en Niigata, aunque desconozco qué haga ahora mismo. De ahí en fuera... Es todo lo relevante que conozco—. Dije finalmente para después erguirme como pude.

    >>Por ahora... Debemos planear-
    Pero fui prontamente interrumpido por Sho por un puñetazo que me llegó de lado, me quejé pero solo suspiré mientras escuchaba su dañada voz.

    Lo ví tirarse en el suelo, hecho una maraña de lágrimas y me acomodé el haori como si nada hubiese pasado.
    —Como iba diciendo... Debemos planear el cómo actuar ahora. Sería humillante que no salgamos de aquí—. Finalicé las palabras que iba a mencionar para volver a ver hacia la ciudad en calma.

    —Y tus hombres estarán bien, Sho. Yo mismo vi algo que me lo asegura—. Concluí sin ahondar más en los detalles.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Wah, con fuerza Lucas king se está volviendo mi predilecto para canciones de piano tranquilas o inquietantes, increíble
    Momoka Ashikaga

    "Creo que le gustaste" solté un quejido efímero y duro, a labios cerrados y aseveré la seriedad en mi expresión... Gustar, cuando el dúo se centró en su camino y yo me dirigí al resto, segura de que cumplirían sus palabras, porque serían descarados guerreros que seguro dejaron grandes charcos de sangre a su paso... pero esa misma descripción me confirmaba que de habernos querido matar lo habrían hecho desde un inicio. Quedé estática por un momento, para evitar explotar en diversas emociones, era algo que hacía por inercia a estas alturas. Quedar en blanco, sentir el palpitar en mi corazón, comprender la situación...

    Y ahí brotaban: Apreté los puños, hundí los labios hacia adentro para tensar la mandíbula, pero evitar morderlos en realidad. Mis ojos temblaron y... y lo confirmé. No creería en esa afirmación impuesta, en las palabras de ese Rei, porque no me reconocía. Podría saber mi nombre, mi lugar de origen, incluso podría estar ya informado sobre mi familia, mis trayectos y todo lo que quisiera. Podría tener lo que deseara, pero de mi rostro para adentro, de mis acciones hacia mis pensamientos, solo yo sabría qué quería, que haría y, sobre todo, solo yo comprendería qué era lo que me atormentaba.

    No, no me gustaba Matahachi. Lo admiraba, como era capaz de admirar a cualquier hombre, incluso mujer y atesorar a cualquier retoño. Me toqué un hombro y empecé a girar movimientos circulares con el mismo, mientras cerraba los ojos con más tranquilidad y de la misma forma expulsaba el aire contenido: Sin prisas, firme, largo. Repetí la acción con el otro brazo, en esta ocasión alcé el rostro con mi firme mirar y observé todo lo que ocurría frente mío.

    Las voces de Kuroki y Hideyoshi, por fin se dignaban a hablar y sus comentarios no hacían más que destrozarme... pero no podías romper de la misma manera una vasija que ya estaba rota, por lo que solo arrugué el gesto, comprendí el dolor y desesperos profundos, me quedé quieta otra vez y con un suspiro lleno de pesadumbre me deshice de todo ese malestar tan rápido como entró. Bueno, en realidad no era tan sencillo, el malestar seguiría sobre mi espalda, endurecería mi corazón y enturbiaría mi mente, pero tenía que aprender a marcar las prioridades. No podía permitirme flaquear, no hasta que estuviera con los míos, mi familia y mi gente.

    Hasta que ese momento llegara, tenía que alzarme firme, evitar descontrolarme por cualquier profundo sentir y, de poder, lograr dar una buena imagen a través de decisiones acertadas o palabras correctas. Era consciente de que estaba lejos de ser la mejor, que era una aprendiz más entre los muchos novatos y privilegiados, pero... tenía determinación. Era ahora una entre mil: Luego sería la chica entre millones. Me ganaría el respeto, mi propio valor y cumpliría mi mayor convicción: Ser para los otros lo que fueron para mí. Todo lo positivo que recibí, con lo que me formé y crecí, no iba a desperdiciarlos.

    Este azar del destino, fuera obra de dioses o mortales, era la mejor prueba inesperada que podría haberme tocado. Si lograba salir viva de esta e incluso lograba evitar que más desgracias nos pasaran... estaría más que satisfecha. Solo quería sobrevivir, para seguir aprendiendo y así nunca dejar de luchar. No parar hasta que la justicia fuera costumbre y el amor necesario, hasta que los tiranos aprendieran a bajar la cabeza, los ricos a sentir la pobreza y que nadie se volviera a sentir obligado a no ser lo que querían hacer... Era complejo, no sería fácil y, era consciente, que en verdad nunca llegaría a mi real meta. Era un sueño, una fantasía, era consciente de ello y lo respetaba. No era ya una pequeña que vivía entre cuatro paredes y solo era consciente de su realidad, había madurado y ahora mi entusiasmo juvenil era cada vez más realista.

    Y eso me agradaba.

    —Has hecho un gran trabajo —sonreí entonces a la otra chica presente—, Shiori—. Con una sonrisa cálida y tranquila le brindé dos palmaditas suaves a su cabello. Le sonreí con un poco de risa, pero la adversidad se notaban en mis cejas fruncidas con vergüenza, a pesar del carente sonrojo—, ¡tendremos que tomarnos un buen baño cuando podamos! —exclamé con ánimo en la voz, uno tranquilo y de bajo perfil, porque igual y era impostado, aunque hablara con sinceridad. Me erguí como correspondía, le sonreí amplio y alegre a ojos cerrados, a pesar de mi claro cansancio y luego con una expresión de relajo y tranquila sonrisa firmes le ofrecí mi mano para ayudar a levantarse—. Ya tendremos tiempo para hablar, me encantaría hacerlo, jeje —solté ladeando la cabeza...

    "¡Siempre empeoran todo!" El grito me alertó y solo por reconocer la voz del joven Sho no hice el amago de tomar mi katana, el reflejo aun seguiría incluso de no tenerla. Mi mirada, digna de un centinela, calló de inmediato sobre el chico, con la seriedad en mi expresión de sobrio desconcierto. Sin alejarme de momento de Shiori observé como el hombre de destrozaba contra la tierra, solté el aire contenido y cerré mis manos sin aplicarles real fuerza, miré el suelo tras un pestañeo para poder concentrarme en las palabras que susurraba.

    Ya tenía mucho que atender preocupándome por la chica mientras intentaba mantenerle el hilo a Kuroki y el señor Hideyoshi. El albino, fuerte, decidido y perseverante como demostraba ser, habló otra vez tomando las riendas del asunto. Me tenía sorprendida y en verdad que era capaz de apreciar todas sus buenas cualidades... pero no me lo terminaba de creer del todo. Era como permitir que tu hermano menor tomara las riendas del caballo que tu siempre había montado: A pesar de compartir cabalgatas juntos, sí no te mantenías atento a cualquier posible error, incluso sí tenía completa fe en él, no estarías del todo tranquilo.

    Era lo mismo, era un niño y yo recordaba cómo era a su edad aproximada... Me quedaba mucho por descubrir, pero por lo escuchado, seguro el había aprendido el triple de lo que yo pude haber hecho. Pero, bueno, eran caprichos del destino, dramas del pasado y fuerzas del presente: Cada quién se forjaba de manera distinta, envidiar las cualidades del otro era... como querer la katana de tu compañero, ya teniendo tu la tuya propia. Mejor cuida la que tienes y aprende a usarla lo mejor que puedas, el día en que esa katana no sea para ti, se romperá, pero te habrá dejado logro tras logro, esfuerzo tras esfuerzo. Sí la perdías o te la desarmaban, solo era ejemplo de tu imperfecta inmadurez, falta de táctica o irresponsabilidad. Me enrabió la idea, porque por culpa de que me quietaran a Fuji seguro que esos Taira descubrieron sobre mi padre.

    A lo importante: Miré sorprendida a Kuroki cuando dijo que los hombres de Sho estaban bien, no es que hubiera sido muy expresiva, pero tampoco demoré en sonreír amplio con genuina alegría, por poco y me flotaban florecitas alrededor... seguro mi cara estaba llena de tierra. Ahhh, que mal~

    Como fuera, cabizbaja y con paso firme, pero precavido al ser más bien lento, me acerqué hasta Sho y me acuclillé frente a él. Posé mi mano sobre su hombro izquierdo, lo toqué con suavidad y ni siquiera ejercí presión, para evitar incomodarle o incluso tocar alguna herida que desconociera. Busqué su mirada, le sonreí amplio, pero se notaba en mis cejas y ojos entrecerrados que no era alegría lo que buscaba trasmitirle. Era más bien compasión, buscar evitar que siguiera marcando heridas solo por pensar en el error, tras error, tras error que seguro cometió, cometieron y cometimos.

    Era... era fácil errar, por eso entendía la importancia de levantarse y, sobre todo, aprender.

    —Sho... eres un regente en...— Guardé un silencio recordando lo más rápido que podía los nombres y ubicaciones. En el proceso solté un suave "Uhmm" y miré hacía arriba a mi izquierda y fui de a poco hacia la derecha hasta que di con el nombre. Mi rostro tranquilo y cada gesto suave, incluso mi voz, volvieron a enfocarse en el joven. Aunque me costaba discernir que tan mayor sería— Yamato, ¿verdad? Jiji...— Miré hacia abajo, estavamos bastante cerca, así que era capaz de ver tanto mi regazo como el suyo. Él tenía el pelo mucho más largo que el mío... privilegios de la nobleza.— Nunca entenderé ni sentiré la carga que tu debes tener sobre tus hombros, Sho —hablaba monocorde y super despacio, porque no podía expresar otra cosa más que eso: Una calma sin sentir y un hablar tranquilo, pero estaba flaqueando y a pesar de que mi gesto era firme, el volumen de mi voz bajó paulatinamente hasta casi desaparecer, el "Sho" fue un murmullo, una brisa corta, de esas que te cuestionas sí siquiera existió.

    Y no quería tocarle más de lo necesario, primero por respeto y segundo por cualquier herida que podía tener, pero yo era una persona muy de piel y era era la verdad. Cada quién tenía su forma de brindar confort, la mía empezaba con actuar, seguía con hablar y terminaba en eso: En actuar. No era nadie sin mi cuerpo, era claro, no podía vivirme estando quieta. Así que, sin perder la gentileza, pasé mis brazos por sobre los hombros de Sho. La gracia era que el mismo se acomodara en mí, para yo incomodarlo y pasarle a llevar los menos posible, pero de no ser el caso yo me alzaría hasta poder juntar cabeza con cabeza y poder ver mis propias manos tras su espalda alta. Solo apegué nuestro torso, del busto para abajo con suerte y nuestras rodillas se rozaban un poco.

    No hablé sobre su oreja, más bien mi rostro quedó al lado de su cabello. Poco me importaba cualquier olor, he soportado cosas peores y he aprendido a evitar respirar aire contaminado o aguantarme cualquier mueca de desagrado. Miré su cabello con reflejos azulinos, no era su mejor presentación, pero era capaz de imaginarlo en su mejor esplendor. Era un lindo cabello, una fortuna que lo tuviera largo.

    >>Pero me atrevería a decir que comprendo tu dolor —musite firme y tranquila, pero solo de pensar por qué lo comprendía me arrugó todo el gesto y casi lloro. Casi lloro y tuve que arrugar todo el rostro, morderme el labio inferior y agachar la cabeza para no dejar escapar ningún sonido. Porque no me correspondía llorar, no ahora. Eso sí, me permití atraerlo con más fuerza a mí, de alguna manera debía liberar la energía que provocaban esos recuerdos dolorosos.

    Inhalé hondo cuando el sentimiento terminó de apretar mi corazón y garganta, exhalé mucho mas rápido, pero igual de suave, al liberarme. Le acaricié un poco el cabello y luego volví a sentarme por sobre mis gemelos. Una vez arrodillada y siempre mirando hacia abajo, a sabiendas que podía largarme a llorar en cualquier momento, miré sus manos y antes de mirar las mías las tenía sobre las de él. Una se coló por debajo y la otra se posicionó por arriba, de la misma forma que uno buscaba trasmitirle calor a una cría de ave perdida, lástima que lo único caliente fueran mis ojos cristalizados y mi pecho adolorido, entre otras cosas, pero mis manos estaban un tanto más frías de lo normal.

    >>Tenemos que continuar —musite en un hilo, pero firme y esperaba que al menos hubiera podido entenderme bien. Me levanté solo con ayuda de mis piernas, no solté las manos a de él a menos que eso me impidiera colocarme por completo de pie. Una última mirada, la sonrisa se mantenía en mi rostro suave y serena, pero un experto notaría que estaba carente de emociones.

    Una máscara más, de las muchas que usaban la gente. Eso fue lo último que le dirigí antes de girarme a mirar más que nada a Kuroki con ese rostro de severa seriedad. Coloqué las manos sobre mi cintura y hablé fuerte, firme y aún así procuré que mi voz no sonara desagradable. La gracia es que todos me escucharan, entendieran, pero que no les aburriera mis palabras o actitud, era el deber de... un vocero, por decir algo.


    —El joven Kuroki tiene razón, debemos avanzar— Mi mirada cayó directa en los ojos azules del chico—, pero no sería humillante no poder salir de aquí— Cerré los ojos cabizbaja aún con las cejas tensadas debido a la actitud que tomé—, sería inevitable—. Alcé el rostro y ahora tenía una sonrisa ladina adornando mis labios, mis ojos aun eran vacíos, pero la expresión en mi boca ya demostraba que los colores me regresaban.

    Los colores de la primavera misma, siempre sería una estación agradable. A mi me agradaba ser agradable.

    >>Y ahora mismos tenemos muchas más oportunidades que antes—. Luego miré la ciudad a lo lejos.... muy, muy a lo lejos. Miré la zona donde se ubicaban Kuroki y el señor Hideyoshi con la seriedad en la cara y apuntando a dónde yo vi una ciudad. Mi brazo, aunque débil, se mantenía firme en su labor al igual que mi índice—. Empezando con que debemos llegar a la ciudad—. La sobriedad se transformó con rapidez en convicción determinada, una que decía: Haré esto y quiero que me obedezcan. Y siempre podían ignorarme, pero a esa expresión le acompañó la acción de que, con mi mano empuñada, golpeara la contraria que mantenía la palma libre.

    El choque fue sonoro y el tic en mi ojo demostraba que había fuerza de por medio... uhm... no me dolieron ciertas partes, las otras.... Fue un buen golpe, pero faltaba práctica.
    >>Así que quiero que todos se agarren las tripas, levanten sus piernas y se convenzan de que vamos a llegar a esa ciudad, no importa qué tan lejos esté —cualquier rastro de ira, tristeza o alegría se había esfumado. Seguía hablando fuerte, pero con mi tono suave, monocorde y sobre todo seguro. Puse mis manos sobre las caderas y con un mohín juzgador miré a Kuroki, luego a Sho, pasé por Hideyoshi y al llegar a Shiori le brindé una sonrisa zorruna, ojos muy entornados y presumiendo sin pudor alguno toda mi hilera de dientes superiores, algunos más chuecos que otros. Luego miré otra vez a todos en general con una mirada tranquila, sonrisa sobria, pero firme y...

    Clara satisfacción nacida no por el orgullo de pacotilla, sino que era pura y dura convicción y determinación: Creer en cada habilidad, pequeña o grande, que cada uno me había demostrado.

    Y en las propias, claro
    Pero eso era irrelevante.
    —¡En marcha! —hice un gesto con todo el brazo para dar a entender que era hora de moverse, yo por mi parte empecé a avanzar firme a un paso de velocidad moderada... Hablé con fuerza apenas me acordé de un detalle— ¡Y sí alguien no se puede el cuerpo me avisa y le ayudo...! Jejeje— Los miré sobre el hombro, otra vez con una sonrisa llena de sorna.

    A ver, pollitos, ¿Quién acá era el verdadero guerrero~? ¿Cuántos niños de mamá tenía a mi cargo? ¿Habría algún caprichoso, acaso? Sonreí resignada, pero ahora realmente alegre y mirando el cielo de reojo. Haría calor, pero mejor eso a que nos hubieran pillado con lluvia. ¡Enfermos y heridos era la real desgracia para un desvalido!

    Ya qué importaba, yo me acordé de Kenta y el resto de los chicos y jovencitas de mi querida Maebashi y eso era todo lo que necesitaría para estar segura de lo que quería: Sobrevivir, compartir, perseverar y, con todo en tranquilidad y fuera de incertidumbre, vivir cada efímero o gran momento que me permitieran estos tiempos adversos.

    ¡La vida era dura! Y yo no quería sufrir por siempre en la única que tenía entre mis manos y poder.

    ¿Era necesario tanto tocho? Inevitable, más bien. ¿Estoy alegre? Sí, solo porque esta niña se saca determinación y animo hasta por debajo de la piedra más pequeña.
    Sin más que agregar, viva la música celta, que hermosa que es.

    Cualquier inconveniente, lo conversamos por otro lado
     
    Última edición: 22 Febrero 2022
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    Amelie

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    [Rei; Matahachi; Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]


    Sho levantó la mirada hacia Kuroki —¿Viste algo? ¿Los viste en Yama...— Sho comenzó a toser violentamente, interrumpiendo sus propias palabras; lentamente calmó la tos y fue Momoka la que se acercó a él para conversar.

    Pero lentamente sintió aquel contacto, al principio dio un ligero salto; para después quedarse inmóvil al sentir su espacio personal siendo atravesado; tal vez en Yamato, bajo su palacio, aquello le hubiese resultado incomprensible e incluso bastante indisciplinado; pero en ese momento, en ese estado; dejó que Momoka lo consolara a su manera, calma.

    "Tenemos que continuar"

    Sho afirmó suavemente; aquel grupo no le agradaba, habían comprometido la seguridad de Hina y por eso ahora ella estaba atrapada; ese pensamiento lo carcomía, aun así; logró contener un poco de su llanto para usar su energía y ponerse de pie.

    De esa manera, avanzaron a paso cansado hacia la ciudad; la cual los recibió con una brizna fresca de agua; el ambiente rocoso daba una sensación de frío. Había personas en las calles, y los miraban, en su mayoría parecían ser mujeres; al fondo se podía escuchar y ver el hermoso flujo de la cascada.

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    Amelie

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    Cercanías de Shimotsuke
    [Ukita; Kohaku; Rokujou; Kiba]
    Llegaron por la tarde después de sentir un temblor muy cerca de ellos; Kiba; el lobo de Shinrin iba con Ukita, ayudándolo a rastrear a Kuroki y Shiori; gracias a que Yuzuki tenía el mismo talismán de protección que Rengo entregó a Kuroki; así que básicamente, se guiaron por el olor a sangre, Kohaku lo sabía muy bien.

    Llegaron hasta encontrar una carreta con dos hombres a bordo.

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    Iban armados. Pero Kiba se detuvo allí. Alguien de ellos traía la sangre de Rengo.

     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Después de mis palabras... Al final parecieron que no hicieron gran cosa en Hideyoshi y en nadie, pero no importaba, tampoco me iba a dedicar ya las horas para reanimarlos, había aprendido que al final... Tampoco es como que valiese al cien la pena. Menos si genuinamente estaban en el suelo incapaces de levantarse.

    Escuché las palabras de Momoka, mientras miraba a la misma, calmado y hasta ciertamente inexpresivo, pero no era eso. Estaba reflexivo, bastante ensimismado en mis pensamientos. Al final parecía que tenía su actitud y, seguía recordándome a Masuyo, cosa que era como estarme hundiendo un dedo en una herida aún fresca. Pero la intención era noble y se agradecía, por lo menos había levantado a Sho, por mi parte miré a Hideyoshi cuando Momoka comenzó a avanzar y lo ayudé a ponerse de pie si es que lo quería... Por lo que avanzamos como pudimos hacia la ciudad.

    El ambiente era frío, se podía divisar una bella cascada al fondo, Sho había preguntado esperanzado por sus hombres pero su propio estado impidió que hablara más, sin embargo, de haber sido mi yo de antes habría dado detalles... Pero ahora no quería, anhelaba mantenerlo así, con la intriga, para que, si al menos la duda y hasta rabia lo mantenía de pie, que así fuese, estábamos en crisis y teníamos que hallar la manera de hacer algo, al menos para no morirnos en el proceso de avanzar de una ciudad a otra.

    Suspiré una vez llegamos a Shimotsuke al fin, pude notar cómo los que nos miraban eran en su mayoría mujeres y no pude evitar percibir cómo los comentarios iban y venían...
    —Hay un clan aquí llamado los Utsunomiya... Omitiendo nuestro estado, parece que no vamos a recibir una cálida bienvenida por su parte, ya saben... Por vernos tan... Mediocres. Aunque quien sabe, siempre podemos intentar hablar, puedo escuchar que tienen un Dojo. Así como... Lo que normalmente una ciudad tiene... Shukusha, Casa de Armamento, Clínica, Herbolaria... Comercios... Creo que lo primordial es, tal vez, saber si podemos llegar a algún trato con alguien para poder salir de aquí sin morir a medio camino por hambre y deshidratación.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Momoka Ashikaga

    Aunque me gustaba saber qué palabras tenía las personas dentro de sus cabezas, comprendía también que en varias ocasiones el silencio otorga. Este era el caso con el señor Sho, devastado, no sé a profundidad cómo se habrá tomado mis palabras, pero al menos no me rechazó. Tampoco pareció aceptarme y mucho menos abrirse conmigo, pero aquello era bastante natural y creía ser capaz de conseguir más cosas al respecto con la debida paciencia y tiempo. Cada vez que encontraba su mirada le sonreía: A ratos radiante, fortalizada; en otras apenada, por la angustia y una que otra sonrisa era pura y dura ternura, compasión, vamos, como si le estuviera sonriendo a la propia Hana.

    ¿Cómo se lo tomaría? ¿Le ofenderia?
    —Jeje —rei suave y melodioso mostrando apenas mis dientes a ojos cerrados en dirección a él.

    Vaya, amores... No... no era de perseguirlos, me ate al deber, la labor y a vivir con fuerza, perseverancia y, sobre todo, desición. No iba a ser madre, porque no era mi deber ni tampoco en momento idóneo... Pero las cosas se tienen que decidir rápido, ¿no? Mientras divagaba am respecto mi mirada estaba ensobrecida.

    Era... era irrelevante, no podría importarle menos a cualquier gran rigente, pero si podrían interesarse en mi padre... De momento... no debería tener ninguna otra hija aparte de mi, ¿verdad? Suspiré y me aparte el flequillo terroso de mi cabeza, sudando como puerco, pero con varias extremidades frías. De paso medi mi temperatura... era prioridad descansar, no podríamos ir a ningún lado ni nos convendría hacerlo sin antes recuperar fuerzas, más aún si era lo único de los que nos podíamos valer: Nuestro cuerpo y perseverancia, sin dinero y sin armas.

    —Uuhhhhng...— Me queje cerrando los ojos y dejando a mi espalda seder al cansancio, como una niña que, literal, arrastraba los pies por la tierra—. ¡Uhmpf! —solté entonces frunciendo m ceño con severidad y, no podía faltar, un mohin—. ¡Chicos, falta poco! —dije mirando el horizonte...

    Sonreí torcido, era claro que más de ciertos metros no faltaban... pero era tortuoso y hasta que no llegaramos nos parecería eterno.

    ¡Pero nada era más eterno que la muerte! ¡Y se notó en mi rostro revivido, al escuchar el agua a lo lejos!

    —¡Una cascada!— Volteé a mirarles, con la expresión deteriorada y las pintas desastrosas, pero la sonrisa seguía siendo la radiante expresión de una entusiasta joven de dieciocho primaveras. Reanudé mis pasos con una risita, marcando el paso firme del grupo, pero nunca dejándolos más atrás de tres metros—. Jejejeje, ¡Ya verán! Tomar agua será como revivir.... jejej —solté lo segundo con más pudor y tensión—. Si es que alguna vez murieron, claro.

    Ayayay, Momoka, siempre diciendo tonterías cuando menos te lo esperas, ¿no es cierto?

    De cualquier forma fue el sonido del agua causante de que incluso empezara a caminar con más consciencia y ánimos, sonriente y radiante, risueña y haciendo soniditos alegres de acá para allá hasta que...

    Paré en seco y alcé mi brazo izquierdo por sobre el grupo, no podrían verlo, pero mi rostro reflejado en mi expresión corporal denotaban seriedad. Osea, más les valía comprender, enterder y obedecer a ese gesto de brazo.

    Cerré los ojos llevándome el índice de la mano derecha a los labios, mientras bajaba paulatinamente el otro brazo.
    —Shhh...— Escuché sin mirarla, luego miré a Kuroki que se veía igual de atento y no demoré en voltearme se cara al grupo. Manos sobre la cintura observé la situación, analítica y juzgadora de cada rostro: Sho, antes que nada, Hideyoshi muy por encima, le sonreí por un efímero momento a Shiori-chan y luego mi seriedad sobria se posó sobre el propio Kuroki.

    Ya había dejado de pensar "Increíble" de que el más pequeñajo y niño tuviera mejor puestos los pies sobre la tierra y bien posicionada la cabeza sobre los hombros. Pureza y plenitud me transmitían el color blanco, sus ojos eran como el cielo amplio y despejado, solo un poco oscuro, profundo... La neblina... puede que pegara con él: Las enormes nubes, el propio lienzo celeste que era nuestro techo natural.

    Sonreí ladina, confiada y orgullosa. Por esa clase de niños yo luchaba cada día, si que si: Por Kuroki y por las propias memorias mías, las de Momoka y Kenta del pasado, con nuestros amigos y...

    por todos ellos que perdimos.
    A veces todo los que veía era oscuro, muerte, enfermedad y perdida, pero mentiría si digiera que me abrumaban de sobremanera. Claro que lo hacían, pero... no siempre. Cómo era algo a lo que me expuse directa y indirectamente desde pequeña, debida a la labor de mi madre, sino me acostumbraba había terminado por aprender a lidiar con una absurda naturalidad con ello. Lloraba, me enrabiaba y una vez el cuerpo hubiera sido enterrado de forma mínimamente digna, por fin me permitía un momento de tranquilidad, el desasosiego me abandonaba en un suspiro que siempre me robaba el alma y...

    Podía volver a reír, alegrarme y disfrutar de la vida, para que luego el ciclo volviera a repetirse. Lo tenia casa día más asumido: No debía buscar la plenitud y la alegría, porque nunca me libraría del dolor, mis metas impedían que ese fuera un ideal... así que tenía que aprender a sufrir y deshacerme de él. Aprender... a vivir alegre, no a sobrevivir abrumada. Era difícil cuánto menos, pero no imposible: Ya lo hacía.

    —De acuerdo —hable calmada y firme, sonriendo ante las antelación que ya se había asentado en mi cabeza, todo observando a las señoras a lo lejos. Me acerqué a Kuroki, mi mano suave, pero firme, se posó sobre su hombro. No era la más alta del mundo ni de lejos, pero era una mando algo gruesa y con una que otra callosidad. Manos trabajadas, no manos de señorita cordial que solo se dedicaba a sonreír y dar buena impresión.

    Mi sonrisa era confiada, pero no demoré en reír dulce y ladear la cabeza al cerrar los ojos. Me sosegue y con la sonrisa calma y mirada serena le hablé de igual forma.
    >>Déjamelo a mí, el hablar con ellas—. Luego de eso miré al frente, a las señoritas y afiancé la mirada mientras sonreía con mucha confianza y filo.

    Me estaba masajeando los hombros de paso, estirando las manos y brazos, tronandome uno que otro hueso y todo de manera fluida, natural y de cierta forma que impedía verme nerviosa. No lo estaba, pues no eran movimientos nacidas de un temor: Era puro y duro calentamiento, prepararme para lo que fuera.

    >>Solo avancen si lo estiman conveniente —hablé mirando por sobre el hombro a los otros tres del grupo, sonriendo con sobriedad y determinación, todo bastante presente, pero nunca rebosante. El sonido de mis dedos tronados pudo incluso considerarse doloroso, pero no lo era, tenía práctica en todo lo que tuviera que ver con esguinces, tensiones y descolocaciones de hueso: No debía dañarme a mi misma si se suponía que debía salvar a otros— Vuelvo de inmediato.

    Si no confiaba en mi, ¿cómo lograría que otros creyeran en mis habildiades? Como futura médica era mi deber aprende a trasmitir confianza, porque no podía obligar a nadie a creer o despreciarme, pero sí que podía incitarlos a ello.

    Vaaaya que podía.

    ¡Buenos días, señoritas! —hablé fuerte, alegre y enérgico acercándome sin prisas a las señoras, alzando mi brazo por lo alto: Iba con la cara destapada. Una vez llame la atención del par sonreí a ojos cerrados, entre compungida y alegre, como una idiota atolondrada, pero optimista.

    Me sobe la nuca y todo, reluciendo mié sonrisa apretada, pues decidí actuar como el perro alegre que oculta el rabo entre las patas y gime por un mísero grado de compasión...
    pero era mucho peor,
    claro...
    Solo si me provocaban,
    jeje~
    >>¿Es esta la ciudad de Shimotsuke, de casualidad?
     
    Última edición: 26 Febrero 2022
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    Amelie

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    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]


    —Viajeros— mencionó una mujer hacia Momoka —Esta es Shimotsuke; no se ven bien ¿De dónde vienen ustedes?— la mujer dirigió sus palabras a Momoka; pero su vista estaba en el resto, observó sus brazos, las fuertes marcas de las ataduras aun en sus muñecas —Oh...
    [​IMG]

    La mujer llamó con sus manos a otra de las mujeres que se acercaron —Pueden contarnos después de que coman y beban algo

    Los guiaron hacia el Shukusha.

    [​IMG]
    Shukusha
    [Kuroki; Shiori; Momoka; Hideyoshi; Sho]

    Ordenaron las almohadillas y mesas para que se pudieran sentar; y frente a ustedes dejaron tazones de arroz y pescado frito; jarrones con agua helada, seguramente de la cascada y algunos encurtidos. Era una comida bastante amplia. Sería costosa.

     
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    Alisse Madness

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    Roku Jou

    Al parecer habíamos emprendido viaje, después de quedar en buenos términos con aquellas mujeres, me mantuve al lado de Ukita, caminando por un sendero no muy estrecho, después del temblor y sus métodos para rastrear a los aliados capturados nos acercábamos a lo que parecía ser un pueblo que apenas se percibía a lo lejos, pero mi atención se centró en un carruaje con dos hombres, no parecían peligrosos pero kiba se detuvo ahí, como si un rastro de lo que buscaba estuviera impregnado ahi. asi que acerqué mi mano a mi katana atento a la seña que me pudiera hacer Ukita, o la iniciativa que pudieran tomar aquellos viajeros, sentía la responsabilidad de proteger a las demás aliadas aunque pareciera que no lo necesitaban, pelear al menos a su lado sacaría mas ventaja para que nadie saliera herido.
     
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    Amelie ha tirado dados de 20 caras para Matahachi Total: 7 $dice
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    Amelie

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    Cercanías de Shimotsuke
    [Ukita; Kohaku; Rokujou; Kiba]
    —¿Qué es lo que ven ustedes?— preguntó Rei molesto al ver como el lobo les impedía seguir avanzando, aquel caballo no era de guerra, era de carga; por lo que estaba intranquilo con el olfateo del lobo a su alrededor.

    Matahachi calmó al caballo acariciando su crin.

    —Lamento que mi lobo les moleste —adelantó a decir Ukita— creo que ha olido algo de comida ¿Tienen algo que puedan vendernos? Veo su carreta llena ¿Podría darle un vistazo?

    Matahachi sonrió —Lo lamento, señor; acabamos de vender todo en Shimotsuke —dijo señalando la ciudad para después mostrar bajo la manta de la carreta sólo paja seca.

    Ukita sonrió ampliamente y revolvió la paja —!Una lástima! Esperaba al menos encontrar algo para matar el hambre— mencionó negando —Ahora tendré que ir allá y recibir precios más altos.

    Matahachi afirmó —Una verdadera lástima; me hubiera gustado poder hacer negocios con usted.

    Matahachi y Ukita rieron a la par; mientras se despedían con un ademán.




    Ya con la carreta fuera de vista, Ukita apresuró el paso a Shimotsuke —Ese niño... era un cazador profesional. Jamás separó la vista de Kiba, un paso en falso y hubiera sido su primera víctima... El rastro acababa en él; si no obtenemos pistas en Shimotsuke... —Ukita levantó un pedazo de tela mostrándoselas al grupo — Planté un rastro en esa carreta. no tardaremos en seguirlos, ese caballo no da trote; sus piernas eran delgadas y se notaba cansado, seguro por jalar una carga pesada por mucho tiempo — Ukita no mostraba seguido sus habilidades; pero cuando lo hacía, demostraba su valía de oro.

    No tardaron en llegar a la ciudad, dónde pudieron notar en las calles, la falta de hombres en ese sitio.

     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Momoka Ashikaga
    Afueras -> Shukusha

    —Uhmhu —asentí a labios cerrados con la sonrisa vibrante en la cara, a ratos más animada, en otras ocasiones tan solo tranquila, fluía con el momento. Enfoqué mi mirada en ella y sus palabras me traspasaron como agua... algo fría. Las escuché, pero demoré en gestualizar alguna cosa, siquiera pensar...

    De dónde veníamos... por qué no nos veíamos bien... Sonreí con pudor, sin poder controlar cierto nerviosismos que me surgió aun con mis actuares firmes.
    >>Jejeje...— Intenté sobarme la nuca con esa sonrisa que mostraba con levedad mis dientes a ojos cerrados, pero quedé a medio camino al escuchar su "Oh" y yo misma mirar su rostro...

    Su rostro mirando mis manos. Era una verdadera... lástima, porque quería lograr dar una buena impresión por todos y para mí, pero fue imposible. Cabizbaja quedé con la mirada perdida, cada actuar era significativo, pero efímero. Alcé tan solo un poco la mano a mi costado, ni siquiera superó la altura de mi ombligo, porque solo fue un movimiento de reflejo para lograr ver... mis propias cicatrices.

    Era triste, no dejaría de serlo, pero... pero lo detestaba. Verme vulnerable y todo lo que eso conllevaba.

    —¿Uh? —musite con ligera sorpresa al ver los movimientos de la señora quien no había demorado en llamar a otras. "Pueden contarnos después de que coman y beban algo"...

    ¿Era real, siquiera? Osea, claro, era lo que vine buscando desde un principio, pero recaer otra vez en cómo debía verme me había descolocado y ahora era complicado volver a agarrarle el tranquillo al asunto.
    >>Jejeje... —solté entonces sin dejar de ver su rostro, no pude hacer mucho más, darle las gracias o decir cualquier otra cosa terminaría solo en lágrimas y palabras a trompicones que... o podían revelar mucho o tan solo ser inservibles. Quisiera o no, me encontraba en solitario, aun sabiendo que quienes me acompañaban no me harían daño alguno, no sin un motivo real de peso, ya me habrían prejuiciado de no ser así. Volteé entonces, me llevé la mano a un costado de la boca y elevé la desocupada con suavidad, una señal para los que aun estaban algo alejados—. ¡Vamos, tenemos un lugar donde almorzar!

    En otra ocasión no habría hecho esperar a la señora y caminar a su par, pero ahora que tenía a cuestas un grupo... con bastante tensiones, esperé con una sonrisa y yo misma me acerqué a penas noté que alguno trastabillara o algo. Seguía repitiéndome por dentro que no estaba en las mejores condiciones, pero ellos debían encontrarse peor...

    ¿Era en verdad así? ¿Cuánto más sería capaz de soportar sin desmoronarme? Era una sensación horrible y quería evitarla a toda costa, pero ya había sufrido de ello una vez y... prolongar el dolor solo genera más problemas y nunca significa alguna solución. Era algo que aprendí desde siempre, pero solo con tiempo y reflexión logré hallarle algún sentido a... a todo lo que ocurría de manera inevitable... claro, siempre cualquier problema de podría evitar, pero solo con decisiones correctas, una mente amplia y, sobre todo, se tenían que sufrir duras experiencias para lograrlo, pero no solo sufrirlas: Superarlas. Eso era lo complicado... superar.

    Pero era de vagos no querer superar a nadie, no querer cambiar nada y conformarse tanto como con los pequeños placeres como con las grandes catástrofes. Por eso las cosas no eran "inevitables", eran evitables, los que la volvían hechos inmutables éramos nosotros mismos.

    Miré el cielo, me fijé en las casas, busqué ocupar mi memoria con alguna cosa que me hiciera ignorar mis pesares... Tochigi... había pasado por algún lugar de la prefectura antes, pero creo que nunca llegamos a cruzar cerca de Shimotsuke. Uhmm... tendría que pensar mis palabras con extremo cuidado, uno nunca sabría quién podría estar al acecho y yo misma podría comprometerme pareciendo sospechosa.

    No quería exponer a nadie, pero siempre era mejor ser sincero que mentir de manera mediocre. No era buena mentirosa, era transparente y tampoco me gustaba obrar de mala manera, así que empecé a mentalizarme para obrar de la forma que más estimara conveniente... una lástima no tener a los míos para pedir consejos.

    —¡En verdad...!— Hice una reverencia pronunciada una vez posicionados frente a nuestros respectivos platos ya servidos— Muchas gracias, se los digo de corazón —terminé por hablar más monocorde, con manos emoción, pero en parte reflejaba la situación adversa en la que me encontraba. No era buscar lástima, pero intentar mantener el honradez y el buen portar cuando era tan... tan poco digno de ello me hacía verme miserable, comprendía que no lo era, pero solo imaginar como me veía y compararlo a cómo me debía ver... era desalentador y triste, una real fortuna que todas esas emociones no se hubieran reflejado en mi hablar. Me erguí entonces, con una sonrisa radiante y vibrante de energía. Tomé los palillos con cortesía, aunque sí algo acelerada, y manos juntas frente a mi pecho y expresivo rostro risueño exclamé— ¡Itadakimasu!

    Hice otra reverencia aun con las manos juntas, esta vez menos pronunciada y no demoré en tomar mi correspondiente tazón y comer un par de bocanadas pequeña, una vez tuviera una cantidad decente acumulada mastiqué con la sonrisa en el rostro.
    —¡Uhmm~!— Me limpié la boca con toda la extensión de mi pulgar, abrí los ojos y no demoré en brindarles una sonrisa amplia y sosegada a nuestras servidoras—. Jejeje —pronto reí con esa risueña y brillante expresión— ¡Está sabroso! —alagué, no mentía, con hambre cualquier cosa me parecería una maravilla, así que para qué ser regodeones. Miré de reojo al resto, más que nada a señor Hideyoshi y al joven Sho, con esa sonrisa calma en mis labios, la alegría que fluía ahora era genuina, de todas maneras mis ojos seguían sin expresar demasiado cuando miraba con tranquilidad—. Vamos, prueben—. Comí otro bocado pequeño, mastiqué bien y tragué rápido. Luego me permití una sonrisa más ladina, hacia Sho, con claras intenciones de bromear en mi mirar.

    >>¿O es demasiada exquisitez para su paladar~, señor Sho?
     
    Última edición: 26 Marzo 2022
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    La conversación con Takeda consiguió removerme algo de la angustia que llevaba atorada en el pecho, así el efecto fuera temporal. Nos despedimos a las puertas de la casa Asakura, les deseé mucha suerte en Nagano y me acerqué a Yuzuki para asegurarle que no olvidaría mi promesa. Luego, Riku apareció a mi lado y, con algo de prisa, me pasó unas recetas de herbolaria que había aprendido en el camino. Lo recordaba de nuestro ascenso a Kamakura, claro, de modo que le sonreí y agradecí de corazón. Eso fue todo antes de partir hacia Shimotsuke.

    Me tocaba viajar con Ukita y Rokujou, un hombre que no conocía de nada. Tras salir del dojo había regresado la máscara a su lugar, pero siendo ya sólo tres personas tomé la decisión de removerla y atarla a un costado de mi cabeza, la frondosa piel de lobo aún cubriendo mi espalda. No era el más charlatán y menos frente a desconocidos, así que el viaje transcurrió con bastante calma. Me resultó algo curioso topar justo con un hombre enmascarado en el momento que decidí liberarme de mi propia máscara, y aunque le di un par de vueltas al asunto, no abrí la boca.

    El temblor que se arrastró desde la lejanía me alertó lo suficiente, se instaló en mi pecho y realmente deseé que todos los demás estuvieran bien. Poco sabía yo que nuestro ejército había acabado dividido por su culpa, o de lo contrario la inquietud habría sido mucho, mucho peor.

    Kiba iba a la cabeza, guiándonos con su olfato, cuando se detuvo frente a una carreta sobre la cual iban dos sujetos. Los repasé con la vista, atento a sus movimientos, y aguardé en silencio a que Ukita tomara el control de la situación. Kiba... ¿era eso? ¿Uno de ellos olía a la sangre de Rengo? El corazón se me comprimió en el pecho y todo el cuerpo se me tensó, dispuesto a reaccionar ante lo que fuera. Por el rabillo del ojo noté que Rokujou también estaba alerta. ¿Serían hombres de los Taira?

    No creí una sola palabra del intercambio, pero tampoco sería prudente intervenir. Una vez se alejaron, Ukita nos reveló su plan y asentí, serio. Apresuramos el paso hacia Shimotsuke y una vez allí, lo primero que noté fue la ausencia de gente.

    —Me detendré un momento en la herbolaria —anuncié, recorriendo el espacio con la vista, y le sonreí cordial a mis compañeros—. ¿Nos encontramos luego en el shukusha?

    Con eso zanjado, me despedí de ambos y enderecé mi camino hacia mi objetivo.
     
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Kuroki Fusatada

    Recién acabando de anunciar los nulos chismes que rondaban por el sitio, miré a Momoka quién parecía ser la más atenta de toda esta situación pese a lo mal que estábamos y no podía hallarme más agradecido, necesitaba de alguien más que empujara esto, no iba a poder yo solo. En especial si no parecía que mis palabras llegaran a algo más allá de Shiori y Momoka.

    Tal vez y era un poco paranoia por tanta debilidad, pero me parecía notar un rostro orgulloso y entusiasmado por parte de Momoka por la manera en como actuaba. Y si era así... ¿Cómo? ¿Tanto así era de verdad?
    Independientemente de eso, se me acercó y me puso una mano en el hombro, por lo que la miré calmado y centrado, pude sentir sus manos aún pese que estaba el kimono y el haori encima, duras, esta mujer tal vez había tenido una vida de agricultora o similar, me recordaba un poco a mi hogar...

    Afirmé con calma, si ella se sentía capaz de mover un poco la cosa, era bienvenida. Tal vez últimamente no tenía esa chispa que en un inicio tuve con el que me había ganado la amistad y hasta admiración de Rengo o el respeto del mismo Takano. Así que de momento desistiria de ser quien diera el primer paso para dialogar.

    Suspiré reflexivo, aún buscando algo en mi cabeza pero nada se presentaba... De pronto escuché la respuesta de una fémina adulta y al mover mis ojos hacia la responsable, confirmaba que nos hallábamos en Shimotsuke, entonces este debía ser la prefectura de Tochigi. Luego señaló lo evidente, nuestro estado, no hubo ni tiempo a explicaciones cuando pareció notar nuestras marcas en las muñecas y su posterior reacción, aunque honesta, era un poco humillante.

    Solté otro suspiro, desviando la vista un instante mientras me quedaba reflexionando lo que acontecía, era un sitio desconocido para mí... No podía dar por sentado que al menos podíamos caminar con libertad por ahora.
    Al volver la vista, aquella mujer había llamado a otra y nos guiaron al Shukusha después del llamado de Momoka, por lo que eso hicimos.

    Más tarde, acabamos dentro del Shukusha, donde acomodaban todo para servir la comida, me senté, algo torpe y brusco por el agotamiento y dolor, observé lo que preparaban... Se veía tan caro esto... ¿De verdad esto sería hospitalidad..? ¿Vergüenza? ¿Bondad?

    A pesar que me moría de hambre, apreté un poco las manos sobre mis piernas mientras veía lo que estaba ante nosotros y escuché las palabras de Momoka, halagando el gesto, inclusive dirigiéndose a Sho en lo último, alcé mi vista hacia la mujer y después de un breve suspiro, hablé al fin:
    —Estamos muy agradecidos, pero si me permite... ¿Puedo preguntarle cómo podremos pagarle esto? Entiendo que nuestro estado no es el más adecuado, sin embargo, en tiempos tan complicados... ¿De verdad nos permitiría comer tan libremente sin conocernos? Podría darnos de comer a una banda de asesinos y bandidos y solo nos da una oportunidad de seguir adelante—. Dije calmado y sin temor, evidentemente poniendo un poco a prueba la situación. Si eran humildes, genuinamente lo hacían por bondad... Si eran enemigos, gracias a las marcas, ya debían intuir que no llevaríamos ni dignidad en estos momentos. La duda aquí era... ¿Reconocería a alguien de aquí?
     
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