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En una noche silenciosa, se veía un hombre a la orilla de un río que parecía hablar solo. Su aspecto era misterioso y sombrio, parecía tener años usando la misma vestimenta.

Algunos rumoran que es un gitano, que viaja a pueblos aislados buscando objetos antiguos, por su vestimenta siempre pasaba desapercibido ante la multitud. Lo que le permitía entrar y salir de lugares donde parecía imposible estar.

Era común encontrarlo en los bares y posadas más peligrosas, persuadiendo a los visitantes para obtener algunas monedas que le sirvieran para continuar su viaje.

Cada vez que había presencia de luna llena, este hombre volvía al mismo río para cumplir su pacto. Él escondía un gran secreto que albergaba con mucho recelo. Durante estás noches, su rostro cambiaba totalmente mientras recitaba un conjuro. Dejaba de ser el hombre de aspecto descuido, para convertirse en un ser escalofriante, de poder incalculable.

Por una noche este hombre era capaz de invocar cualquier entidad oscura y tener lo que deseara con tan solo pronunciar unas palabras. Todo esté poder que le otorgaba la luna tenía un alto precio.

Él prometió su propia alma a cambio de este gran poder, aceptando todas las consecuencias que le traería. Cada vez que esté poder habitaba su cuerpo lo consumía un poco más. Aunque visiblemente parecía tener vitalidad, su tiempo de vida estaba contado. Los únicos testigos de este pacto eran la luna y él.
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Un día este hombre se topo con una carpa colorida que se veía algo deteriorada. Se encontraba en medio de un bosque. A él le causó curiosidad la energía de este sitio, la tienda emanaba un aura pesada y oscura.

En lugar de alejarse de este sitio decidió acercarse para saber quiénes la habitaban. Al entrar pudo ver a varios seres de aspecto extraño y por primera vez sintió la necesidad de saber quiénes eran.

Para él fue sencillo descubrirlo con tan solo mirarlos, ellos habían creado un Circo que atraía personas para hacerlas torturarlas por diversión. Desde ese momento él comenzó a viajar con éste Circo, donde tenía su propio expectaculo.

Él persuadia a las personas con tan solo tocarlas y decirles unas palabras, así satisfacia los deseos más oscuros de las entidades que invoca y los cirqueros.