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  • Ichiinou
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    II​

    La voz que Marie escuchó al otro lado del teléfono no le transmitió nada, simplemente era un desconocido, alguien que llamaba a altas horas de la noche con algún fin que averiguaría en instantes.

    —Buenas noches, ¿la señorita Marie?

    Aquella pregunta le transmitió suficiente información a la chica, que supo al instante que era alguien del trabajo. Siempre le llamaban así, por su segundo nombre, el que ella había decidido empezar a usar a su llegada a París, el que sentía realmente como suyo. No le gustaba que le llamasen Angélique.

    —¿Sí? Soy yo. ¿Quién habla?

    —Oh, señorita, mi nombre es lo de menos, ya que solamente represento a Teodore Maximillian, estoy seguro de que ha escuchado hablar de él —escuchó Marie de aquel desconocido mientras se acubillaba debajo de una mantita que tenía en el sofá, a sabiendas de que empaparía tanto el mueble como esta.

    Por supuesto que tenía constancia de quién era aquel hombre. Era uno de los más grandes productores de la industria pornográfica en París, mucha gente en su gremio soñaba con trabajar para él. Ella sin embargo, prefería la discreta productora para la que trabajaba, era suficiente lo que ganaba y nunca había aspirado a más fama, no, no necesitaba ese tipo de fama, no más de la necesaria.

    —Claro que sé quién es, ¿y qué quiere el señor Maximillian de mí?

    —Quiere ofrecerte un contrato laboral —las palabras dichas por aquel hombre al otro lado del teléfono, le sentaron un poco mal a Marie, que no sabía exactamente qué responder—, bueno, en realidad, ya trabaja usted para él. Le ha comprado los derechos sobre usted a su actual jefe y mañana mismo empezará a trabajar en su productora. La queremos en el plató 3 a las nueve de la mañana. Sea puntual y venga con disposición, al señor Maximillian no le gusta que le hagan esperar.

    Y dicho eso, colgó. El pitido que sonó después de colgar el teléfono aquel hombre se le clavó en el tímpano a Marie y sintió como si le estuviese sesgando el alma. ¿Había sido vendida? ¿A caso solamente era una simple esclava? No había sido nunca nada para Micaelo, eso estaba claro. Hasta su horrible caniche parecía tener más valor para él que la vida de su empleada.

    Suspiró pesadamente y pensó en la situación. Muchas la envidiarían, pero ella estaba ahí, sintiéndose la mujer más desdichada del mundo, por haber sido traicionada por un productor de poca monta y que seguramente la cambiaría por otra más joven y más guapa y con menos experiencia a la que pudiese domar mejor. Si tampoco era tan malo visto desde esa perspectiva. Solamente era una falta total de respeto.

    Se hizo un ovillo en el sofá y cubriéndose con la manta parcialmente empapada, dejó que el calor de la calefacción y el cansancio le guiasen hacia un dulce sueño. Mañana iba a ser un día muy largo.


    ******​


    Notó el calentito aliento del sol en la nuca y se levantó rápidamente. No quería llegar tarde, sabía que hacer enfadar a su nuevo jefe solamente la llevaría a la calle y ahora mismo estaba con un pie fuera ya y no quería echar el otro.

    No tardó mucho en arreglarse, siempre se daba prisa. Tuvo que alisarse el pelo porque debido a que no se lo había arreglado como siempre la noche anterior después de ducharse, pues lo tenía bastante encrespado. Cuando se miró al espejo justo antes de marcharse, pudo verse. Allí estaba, largo cabello liso enmarcaba su cara redondeada, donde unos labios pintados con un color rojo intenso destacaban y sus ojos color esmeralda parecían querer atravesar paredes, aquella mirada fija, serena, asustaba siempre más que calmaba. Iba vestida con un traje con pantalón, los colores clásicos, negro y blanco, pero se había encargado de asegurar que su camisa y la americana que usaba resaltasen su esbelto busto. Quería resaltar sus cualidades, aunque seguramente su nuevo dueño ya las conocería de muy buena tinta, como algunos otros hombres seguramente e incluso quizás hasta mujeres.

    —Tú puedes, Marie —se dijo en voz alta echándose un último vistazo al espejo.

    El viaje transcurrió rápido, estaba nerviosa y no paraba de mecer su pierna derecha sentada en la parte trasera del taxi que había cogido para ir hasta el estudio. No conocía muy bien aquella zona, por lo que no iba a arriesgarse a ir andando y perderse, no, hoy no podía permitirse eso.

    —Su cara me suena, ¿es usted famosa? —le dijo el taxista cuando Marie le puso el dinero en la mano al final del trayecto.

    La chica no pudo evitar reírse discretamente por aquella pregunta, quizás aquel hombre fuese uno de sus clientes y en aquel caso habían invertido los roles.

    Sin decir nada más, salió del coche y se despidió del taxista con un ademán. No quería perder tiempo en conversaciones banales.

    Al encontrarse delante del gran edificio marmóreo de aquella gran productora, Marie sintió una sensación inevitable de pánico, no fue realmente fuerte, pero sí lo suficiente para que sintiese un leve mareo. Respiró hondo, sabía que lo haría bien, siempre había hecho bien su trabajo. Aquella vez no iba a ser distinta, triunfaría.

    Dio un paso al frente y se encaminó a la puerta giratoria del gran edificio. Marie pensó que la elección de aquella puerta quizás era para hacer una metáfora sobre las vueltas que puede dar la vida y que te llevan por ejemplo, a sitios como ese en el que quizás no imaginaste nunca estar. Quizás.

    Al ver el gran recibidor espléndidamente iluminado buscó con la mirada algún sitio parecido a “información” y a pocos metros a la derecha, allí lo vio. Había un chico ataviado con una camisa blanca y que tenía un peinado un tanto desaliñado que estaba apoyado en el mostrador y anotaba cosas en una libreta, al parecer con desgana.

    Se acercó con paso decidido haciendo que sus tacones resonasen, pero eso no pareció alertar al chico que no levantó la mirada de la libreta en la que anotaba cosas. Solamente le hizo caso cuando carraspeó. Este levantó la mirada y una sonrisa atravesó su rostro.

    —La señorita Marie, la estaba esperando —dijo reconociéndola y erguiéndose al instante.

    —Vaya, veo que me ha reconocido. ¿Y usted es?

    —Mi nombre sigue sin interesarle señorita Marie, solamente importa el señor Maximillian en este caso, el cual le está esperando en el plató 3 para explicarle la nueva obra en la que participará. ¿Está preparada?

    —Claro.

    ¿Qué otra cosa podía responder? ¿Tenía alguna opción? Si ya había quedado claro que quisiese o no iba a trabajar para aquel hombre, solamente esperaba que no fuese tan baboso como su anterior jefe y la respetase, tenía fama de ser muy refinado, igual tenía suerte y era más discreto que Micaelo.

    Aquel chico de cabello oscuro desaliñado la dirigió hacia donde se suponía que debía ir. Lo cual agradeció bastante, ya que le costaría orientarse en un sitio tan grande.

    Al llegar al plató correspondiente el joven que la estaba guiando se asomó sin dejarla entrar ni vislumbrar lo que había dentro.

    —Maestro, Marie está aquí. ¿Puede pasar?

    —Por supuesto —una voz grave sonó al otro lado de la puerta y por alguna razón, hizo emerger una mala sensación en Marie, pero decidió desecharla para concentrarse en lo que debía hacer—, haz pasar a la señorita.

    Entonces su guía abrió la puerta y dejó ver aquel plató, era notablemente más grande que en el que solía trabajar Marie, lo cual le hacía sentir una ligera fascinación y allí mirándola fijamente estaban dos personas, una mujer y un hombre.

    Nunca le había puesto un rostro a Maximillian, pero la verdad, Marie le había imaginado más alto y desgarbado, se había imaginado al típico francés refinado. En cambio, allí estaba, un hombre bajito y regordete, con un pelo rubio que bien podría ser un peluquín por el aspecto que tenía que parecía ligeramente grasoso, además de que vestía un traje que parecía de siglos atrás, quizás no era como imaginaba, pero era un hombre muy peculiar.

    —Querida Marie, lamento que todo hubiese sido tan apresurado, pero ayer a la noche me confirmó Micaelo que aceptaba mi oferta y tuve que hacer que te llamasen aunque fuese tan tarde. Espero que me disculpes.

    Marie asintió dándole a entender que no pasaba nada y sonrió levemente. Se mantenía recta y en una postura sobria, para que se notase que era una verdadera profesional.

    —Conocerás el sitio sobre la marcha, así que simplemente te hablaré de tu nuevo trabajo. Esta es Louise, trabajará contigo en una serie de videos que vamos a sacar.

    Entonces reparó en ella. Louise no tendría más de veinte años, era una chica joven y por su actitud, parecía nerviosa, no le mantuvo la mirada cuando la miró a los ojos.

    —Louise es alemana y no habla mucho nuestro idioma, por lo que os comunicaréis con lo básico, pero no os preocupéis, los vídeos serán doblados si es necesario. Ella tiene dieciocho años, es su primer trabajo, es uno de mis nuevos fichajes, quiero que una experta como tú le enseñe, porque de eso va esta serie de vídeos, tú serás la profesora que le da clases extra a la nueva alumna. Enseñándole cosas realmente nuevas.

    —Comprendo —dijo casi sin pensar, veía a Louise y la notaba tan tensa que pensó si en realidad estaba allí por su propia voluntad.

    —Ella nunca se ha estrenado en ninguno de los aspectos, ni actuando ni en el resto. Tú le enseñarás todo.

    ¿Qué demonios significaba aquello? ¿Tenía que desvirgar a aquella chiquilla que parecía temblar como un corderito? Desde luego, aquello no le gustaba.

    —¿Así sin conocernos ni nada? Si es su primera vez ella tendrá miedo —dijo Marie casi sin pensar.

    —No, no tengo miedo —Louise le clavó la mirada, parecía estar segura de lo que estaba haciendo.

    Entonces, de forma totalmente inevitable, los recuerdos de su primera vez en el mundo del espectáculo vinieron a la mente de Marie, quién también había pasado por aquello, su primera vez también había sido con alguien experimentado, quizás Louise también pudiese superarlo, con el tiempo.

    Evadió todos esos recuerdos rápidamente y asintió, dándole a entender a la chica que estaba de acuerdo, notaba su decisión por hacer aquello.

    —Bien, una vez hechas las debidas presentaciones, poneros vuestro atuendo, que está en las perchas de la parte derecha detrás del escenario —dijo aquel ridículo hombrecillo sonriéndoles.

    Algo le decía a Marie que aquel hombre le iba a caer realmente mucho más mal que Micaelo.

    Ya poniéndose el despampanante traje que le habían asignado, junto a Louise, Marie no pudo evitar cruzar su mirada con la que iba a ser su compañera de aventuras en aquella primera travesía, lo que notó lo identificó al momento, le invadió y le sacudió todo el cuerpo. Aquella mirada la penetraba tan fuerte que la hizo sentir tan inexperta o más que la propia Louise. Lo sintió, era diferente a muchas otras veces.

    Atracción.
    a Rayner, Amane y J.Nathan Spears les gusta esto.
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