Viendo entradas en la categoría: Noche de modernistas

  • Atl
    Juntos los dos reímos cierto día
    ¡Ay, y reímos tanto
    que toda aquella risa bulliciosa
    se tornó pronto en llanto!

    ¡Después, juntos los dos, alguna noche
    lloramos mucho, tanto,
    que quedó como huella de las lágrimas
    un misterioso encanto!

    Nacen hondos suspiros de la orgía
    entre las copas cálidas;
    y en el agua salobre de los mares
    se forjan perlas pálidas.
  • Atl
    Cuando enferma la niña todavía
    salió cierta mañana
    y recorrió, con inseguro paso
    la vecina montaña,
    trajo, entre un ramo de silvestres flores
    oculta una crisálida,
    que en su aposento colocó, muy cerca
    de la camita blanca...

    Unos días después, en el momento
    en que ella expiraba,
    y todos la veían, con los ojos
    nublados por las lágrimas,
    en el instante en que murió, sentimos
    leve rumor de älas
    y vimos escapar, tender al vuelo
    por la antigua ventana
    que da sobre el jardín, una pequeña
    mariposa dorada...

    La prisión, ya vacía, del insecto
    busqué con vista rápida;
    al verla vi de la difunta niña
    la frente mustia y pálida,
    y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
    la mariposa alada,
    la luz encuentra y el espacio inmenso,
    y las campestres auras,
    al dejar la prisión que las encierra
    qué encontrarán las almas?
  • Atl
    Yo tengo un amigo muerto
    Que suele venirme a ver:
    Mi amigo se sienta, y canta;
    Canta en voz que ha de doler.

    “En un ave de dos alas
    “Bogo por el cielo azul:
    “Un ala del ave es negra,
    “Otra de oro Caribú

    “El corazón es un loco
    “Que no sabe de un color:
    “O es su amor de dos colores,
    “O dice que no es amor

    “Hay una loca más fiera
    “Que el corazón infeliz:
    “La que chupó la sangre
    “Y se echó luego a reír

    “Corazón que lleva rota
    “El ancla fiel del hogar,
    “Va como barca perdida,
    “Que no sabe a dónde va.”

    En cuanto llega a esta angustia
    Rompe el muerto a maldecir:
    Le amanso el cráneo: lo acuesto:
    Acuesto el muerto a dormir.
  • Atl
    En dulce charla de sobremesa,
    mientras devoro fresa tras fresa
    y abajo ronca tu perro "Bob",
    te haré el retrato de la duquesa
    que adora a veces al duque Job.

    No es la condesa de Villasana
    caricatura, ni la poblana
    de enagua roja, que Prieto amó
    No es la criadita de pies nudosos,
    ni la que sueña con los gomosos
    y con los gallos de Micoló.

    Mi duquesita, la que me adora,
    no tiene humos de gran señora.
    Es la griseta de Paul de Cock.
    No baila bostón y desconoce
    de las carreras el alto goce,
    y los placeres del five o'clock.

    Pero ni el sueño de algún poeta,
    ni los querubes que vió Jacob,
    fueron tan bellos cual la coqueta
    de ojitos verdes, rubia griseta
    que adora a veces al duque Job.

    Si pisa alfombras no es en su casa;
    si por Plateros alegre pasa
    y la saluda Madam Marnat,
    no es, sin disputa, porque la vista,
    si porque a casa de otra modista
    desde temprano rápida va.

    No tiene alhajas mi duquesita,
    pero es tan guapa y es tan bonita
    y tiene un perro tan v'lan, tan pschutt,
    de tal manera trasciende a Francia
    que no la igualan en elegancia
    ni la clientela de Hélene Kossut.

    Desde las puertas de la Sorpresa
    hasta la esquina del Jockey Club,
    no hay española, yanqui o francesa,
    ni más bonita ni mas traviesa
    que la duquesa del duque Job.

    ¡Cómo resuena su taconeo
    en las baldosas! ¡Con qué meneo
    luce su talle de tentación!
    ¡Con qué airecito de aristocracia
    mira a los hombres, y con qué gracia
    frunce los labios - ¡Mimí Pinsón!

    Si alguien la alcanza, si la requiebra,
    ella, ligera como una cebra,
    sigue camino del almacén;
    pero, ¡ay del tuno si alarga el brazo!
    Nadie se salva del sombrillazo
    que le descarga sobre la sien!

    ¡No hay en el mundo mujer más linda!
    Pie de andaluza, boca de guinda,
    sprint rociado de Veuve Clicquot
    talle de avispa, cutis de ala,
    ojos traviesos de colegiala
    como los ojos de Louise Theo.

    Agil, nerviosa, blanca, delgada,
    media de seda bien restirada,
    gola de encaje, corsé de "¡crac",
    nariz pequeña, garbosa, cuca,
    y palpitantes sobre la nuca
    rizos tan rubios como el coñac.

    Sus ojos verdes bailan el tango;
    nada hay más bello que el arremango
    provocativo de su nariz.
    Por ser tan joven y tan bonita,
    cual mi sedosa, blanca gatita,
    diera sus pajes la emperatriz.

    ¡Ah! Tú no has visto cuando se peina,
    sobre sus hombros de rosa reina
    caer los rizos en profusión.
    Tú no has oído qué alegre canta
    mientras sus brazos y su garganta
    de fresca espuma cubre el jabón.

    Y los domingos, ¡con qué alegría!,
    oye en su lecho bullir el día
    y hasta las nueve quieta se está!
    ¡Cuál se acurruca la perezosa
    bajo la colcha color de rosa,
    mientras a misa la criada va!

    La breve cofia de blanco encaje
    cubre sus rizos, el limpio traje
    aguarda encima del canapé.
    Altas, lustrosas y pequeñitas,
    sus puntas muestran las dos botitas,
    abandonadas del catre al pie,

    Después, ligera, del lecho brinca,
    ¡oh quién la viera cuando se hinca
    blanca y esbelta sobre el colchón!
    ¿Que valen junto de tanta gracia
    las niñas ricas, la aristocracia,
    ni mis amigas del cotillón?

    Toco; se viste; me abre; almorzamos;
    con apetito los dos tomamos
    un par de huevos y un buen beefsteak,
    media botella de rico vino,
    y en coche, juntos, vamos camino
    del pintoresco Chapultepec.

    Desde las puertas de la Sorpresa
    hasta la esquina del Jockey Club
    no hay española, yanqui o francesa,
    ni más bonita ni mas traviesa
    que la duquesa del duque Job.
  • Atl
    Yo soy un hombre sincero
    De donde crece la palma,
    Y antes de morirme quiero
    Echar mis versos del alma.

    Yo vengo de todas partes,
    Y hacia todas partes voy:
    Arte soy entre las artes,
    En los montes, monte soy.

    Yo sé los nombres extraños
    De las yerbas y las flores,
    Y de mortales engaños,
    Y de sublimes dolores.

    Yo he visto en la noche oscura
    Llover sobre mi cabeza
    Los rayos de lumbre pura
    De la divina belleza.

    Alas nacer ví en los hombros
    De las mujeres hermosas:
    Y salir de los escombros,
    Volando las mariposas.

    He visto vivir a un hombre
    Con el puñal al costado,
    Sin decir jamás el nombre
    De aquella que lo ha matado.

    Rápida, como un reflejo,
    Dos veces ví el alma, dos:
    Cuando murió el pobre viejo,
    Cuando ella me dijo adiós.

    Temblé una vez - en la reja,
    A la entrada de la viña,-
    Cuando la bárbara abeja
    Picó en la frente a mi niña.

    Gocé una vez, de tal suerte
    Que gocé cual nunca: - cuando
    La sentencia de mi muerte
    Leyó el alcaide llorando.

    Oigo un suspiro, a través
    De las tierras y la mar,
    Y no es un suspiro, - es
    Que mi hijo va a despertar.

    Si dicen que del joyero
    Tome la joya mejor,
    Tomo a un amigo sincero
    Y pongo a un lado el amor.

    Yo he visto al águila herida
    Volar al azul sereno,
    Y morir en su guarida
    La víbora del veneno.

    Yo sé bien que cuando el mundo
    Cede, lívido, al descanso,
    Sobre el silencio profundo
    Murmura el arroyo manso.

    Yo he puesto la mano osada,
    De horror y júbilo yerta,
    Sobre la estrella apagada
    Que cayó frente a mi puerta.

    Oculto en mi pecho bravo
    La pena que me lo hiere:
    El hijo de un pueblo esclavo
    Vive por él, calla y muere.

    Todo es hermoso y constante,
    Todo es música y razón,
    Y todo, como el diamante,
    Antes que luz es carbón.

    Yo sé que el necio se entierra
    Con gran lujo y con gran llanto.-
    Y que no hay fruta en la tierra
    Como la del camposanto.

    Callo, y entiendo, y me quito
    La pompa del rimador:
    Cuelgo de un árbol marchito
    Mi muceta de doctor.
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