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  • HaNi Venator
    Pronto se cumplirán siete años desde que uno de mis parientes cercanos, muy querido por lo demás, se fue de nuestra casa de manera física. Muchas cosas pasaron ese año, yo aún era un niña, una pre-adolescente para ser más específicos; pero siempre recordaré el poco apoyo que tuve de mis amigos.
    Ocurrió un viernes, mi mamá llegó llorando a la casa de mi compañera a donde me invitaron después de clases a pasar la tarde; todo estaba planeado, obvio, mucho antes de que yo saliera del colegio. Nos dejaron solas en el gran comedor, aunque sé que nos miraban desde la puerta, y mamá comenzó a decir con lágrimas en sus ojos.

    - Hija, tú tienes que ser fuerte. Hoy... hoy alguien nos dejó y se fue de este mundo.- Listo... Ya sabía para donde iba eso.

    - Mamá, ¿qué pasa? - le pregunté con la voz temblorosa. - ¿Qué le pasó a mi abuelo?

    Era obvio, el había estado hablando cosas enredadas toda la semana, me pedía que apagara su gran computador de escritorio cuando ya estaba apagado, o me conversaba sobre cosas de un mundo distinto al que conocíamos. No tuve que escuchar mucho para saber qué pasaba, pero quería oírlo para estar segura.

    Quería oírlo, y a la vez no.

    - HaNi, tu abuelo... falleció hoy. Ya no está más con nosotros...- y dejó caer todas las lágrimas que había contenido, haciéndose la fuerte para mí.

    Las lágrimas no paraban de resbalar por mi mejillas desde hace un buen rato. El mejor hombre del mundo, él que me contaba todas esas grandiosas historias de guerra sobre las Cruzadas, o de como Atila, el rey de los hunos, lideraba sus batallas con enormes estrategias, o de cómo en China se había construido la Muralla China. El hombre que había inventado una canción solo para mí, con una sola estrofa, pero al fin y al cabo era mía. Ese hombre...había muerto.

    Tan trágico como sonaba.

    Nunca esperé ese momento, nunca asocié que su enfermedad lo llevaría hasta el final del camino, él era eterno para mí.

    En fin, esa tarde no me dejaron ir a casa y me quedé hasta el día siguiente en la casa de mi supuesta amiga. Jugamos cartas, jugamos en el computador, vimos películas y comimos; creo que aún no asimilaba que al llegar a casa él no estaría esperándome para recibir mis abrazos ni mis relatos del colegio y mis buenas notas. Fue un día normal, lleno de risas luego de esas lágrimas doloras y reales.

    Me bloqueé.

    La época de tristeza estaba terminando para mi familia, la casa se sentía vacía pero aprendimos a vivir más juntos que el tiempo anterior. Dormíamos todos juntos en la pieza gigante de mi abuela (ya que ellos dos dormían separados por la enfermedad de mi abuelo); armamos tres camas aparte de la de dos cuerpos y dormíamos juntos para acoplar el frío del invierno. Ese año a mí y a mi hermano nos atacó una enfermedad mortal, por suerte me afectó más a mí que a él. Estuve dos semanas tirada en la cama sin hacer nada más que sufrir de grandes dolores de cabeza, tenía visiones extrañas, dolor de huesos y músculos, y leer, porque si...tenía que volver al colegio luego.

    Ya era fin de año, faltaba sólo un mes y algo para salir de clases; ya habían pasado seis meses desde que se él fue de casa y la tristeza era menor, nuestros corazones comenzaban a entibiarse debido a la cercanía que teníamos, tal cual el clima. Me había vuelto más cercana a una amiga en especial, no dejando de lado a las otras dos, pero si me entretenía más con ella. Ella había entrado ese semestre al colegio y nos llevábamos bastante bien, también nos queríamos mucho. Nos estábamos riendo sobre un video que pusieron unas compañeras en su computador, la clase no empezaba aún y la profesora no llegaba así que teníamos algo de tiempo libre. Cuando estaba con ella sentía que podía explotar de risa sin importar qué, las horas pasaban volando y todo era diversión, fue lo más cercano a una verdadera amiga que he experimentado.

    - Oye, HaNi, ¿podrían dejar de reírse? - habló una compañera, precisamente con la que me había quedado esa tarde y esa noche antes del funeral.

    - ¿Por qué? - pregunté riendo aún, confundida.- No creo que les moleste a ustedes.

    - Sí, molesta. Y es increíble que te estés riendo así cuando meses atrás lloraste en mi casa por tu abuelo. - dijo muy seria con tono de burla. Esa maldita sonrisa irónica.

    Dejé de reírme de un segundo a otro y mi cara pasó de la felicidad y risa contagiosa a la tristeza y confusión. Era mi amiga, o eso creía yo, me apoyó y cuidó de mí esa vez en su casa. No podía creer que estuviera diciendo eso, ella había visto que tal mal estuve, pero al parecer no lo hizo.

    - Oigan, déjenla. Ustedes no saben cuánto en realidad sufrió ella, si no lo demuestra, realmente eso no les incumbe.

    Le agradecí sinceramente en mi cabeza por defenderme, pero no podía levantar el rostro en ese momento, ni mucho menos hablarle, si lo hacía terminaría llorando, y odiaba -odio- que la gente me vea así.

    Me sentí culpable, sí, demasiado culpable. Estaba riendo a carcajadas, feliz por el mundo llevando mi vida, olvidando la tristeza y quizás, también a él. "No les hagas caso, ellas no saben nada." Le escuché decir mientras me rodeaba con un brazo. Así podría haber sido, no sabían que el dolor seguía punzándome el pecho cada vez que pasaba por el frente de la puerta de su habitación, tampoco sabían que lloré como nunca lo había hecho ese viernes cuando todos dormían sumergidos en su sueño profundo en esa casa ajena, tampoco sabían que me pasaba tardes enteras debatiéndome si entrar a su pieza y jugar un rato en el abandonado computador o no. Ciertamente no sabían...

    Ya serán siete años. Estoy estudiando algo relacionado con historia en mi segundo año de universidad y no hay nada que me guste más. A veces le escucho en el pasillo, entre la habitación de mi hermano y la mía. Cuando amanezco estudiando y dan las cuatro de la mañana, siento un abrazo suyo, cálido, y me hace volver a esos años: "Síi, ya me voy a dormir, tranquilo." le digo para después cerrar mis libros de Historia de la Roma Antigua, mi computador e irme a la cama.

    Es verdad, ya no tengo doce años, tengo diecinueve, mi hermano cumplirá quince este año y tiene una novia muy bonita y es futbolista (al igual que él), mamá planea estudiar en la universidad el año entrante, papá fue contratado por una empresa como técnico mecánico en jefe, mi abuela tiene su casa propia y también un perro propio; pero seguimos amándote como siempre...No sé por qué debería contarle esto, yo sé que en realidad nunca nos dejaste solos, nunca dejaste la casa, nos sigues cuidando, y no precisamente desde el cielo, estás aquí. Te siento cerca, cada noche de estudio, cada hora de lectura, cada vez que la casa está aparentemente vacía, sé que estás ahí. Sigues siendo eterno...

    ...and I feel you close...



    HaNi Venator
  • HaNi Venator
    Hoy recordé tu silueta, tu cabello rubio, tu tez blanca, sin embargo no hay nada que me haga olvidar tus hermosos ojos celestes, dos polcas, brillantes, claras y oscuras a la vez, reflejaban frialdad, esa frialdad que no tenias conmigo. No he encontrado a nadie como tú, dudo de que exista un doble tuyo, nadie ha ocupado tú lugar, sigue intacto como lo dejaste.... Eramos los mejores amigos junto con S. Butrón, no había nadie que se salvara de nuestras travesuras... tú, siempre manteniendo distancia y supuesta madurez, mientras que Butrón y yo preparábamos ingeniosas trampas para los niños mas pequeños.
    Muchos nos molestaban, recuerdo, decían que parecíamos novios, y cuando nos decían eso nos mirábamos con repulsión. Era gracioso, al menos se me hace gracioso ahora. Por alguna extraña razón yo era tu única amiga mujer, mirabas a las demás niñas con desprecio, como si te dieran asco, quizás yo te parecía un chico por mi forma de ser, es una probabilidad. Nunca te lo pregunte, pero sé que me querías, a pesar de que nunca lo dijiste... cuando me veías podía notar como tu aura cambiaba de tono y tu expresión se hacía menos fría. Nunca te pude decir cuanto te quería... pero creo que el estar siempre cerca del otro lo demostraba.
    La esperanza de volver a verte nunca se ha ido, aún no puedo creer que tú dejaste este asqueroso mundo, tu partida ha dejado un vacío gigante en mi alma y se me hace imposible hacerme la idea de que ya no estas conmigo. Cinco años, es mucho tiempo, cinco años que se me han hecho eternos, no me acostumbro...no puedo.
    Lamentablemente recuerdo esos meses horribles, con Butrón te íbamos a ver al hospital después de colegio, entrabamos corriendo a la sala y te saludábamos alegremente igual que tú a nosotros. Pasábamos la tarde contigo y reíamos sin parar, hacíamos planes para cuando salieras del hospital, cosas como ir a investigar la nueva fábrica que se había instalado a unas cuadras, o subirnos al techo del taller de mi padre, o tirarle bombitas de agua a los gatitos que se paseaban por los tejados... la esperanza nunca se perdió, la inocencia de ese entonces no es igual a la de ahora, en estos momentos pienso en como no aproveché cada minuto que estuve a tu lado, como no te abracé cuando pude hacerlo, como no te dije cuando te quería cuando tuve la oportunidad... Pasaron dos meses así, con Butrón nunca vimos venir tu desaparición...
    Viernes, un viernes de agosto, como de costumbre con mi buen amigo llegamos a verte al hospital, algo pasaba, no había luz, no querían que fuéramos a tu camilla... entré... corrí a buscarte...encontré solo tu cuerpo inmóvil, mas pálido de lo normal y sin brillo tu cabello, miré a Butrón y él solo me abrazó, me sostuvo, recuerdo que sentí como si me hubieran sacado a la fuerza una parte de mi alma, lágrimas corrían y corrían por mi rostro, no entendía nada, - ¿como pudiste hacerme esto? ¿cómo fuiste capaz de dejarme así?, ¡mírame! - susurré, me senté a tu lado y tomé tu mano, la aferraba con fuerza, no podías dejarme, puse mi cabeza en tu abdomen... me quedé dormida, no recuerdo más, solo sé que los meses siguientes jugaba como si tú estuvieras a mi lado, ahí, en medio de nuestro buen amigo y yo, lo hacía por ti, no podía dejar que la tristeza me consumiera, sabía, a pesar de lo poco expresivo que eras, que no te gustaba verme triste, eras una gran persona, con un corazón frío, pero que para mí tenía mucho valor.
    Perdóname por no decirte lo mucho que te quería. Trato de saldar esa deuda yendo a verte todos los 26 de Agosto con Butrón, marcaste nuestra vida, me hiciste ser lo que soy, tú frialdad se impregnó en mi, y ahí se quedará, es lejos el mejor recuerdo que alguien me pudo dejar.

    Te quise, te quiero, te querré por siempre..........................querido amigo.
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