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  • dramela rec
    Aburrido, era la única palabra que le venía a la mente al pensar en su día de trabajo. El mismo tedioso trabajo día tras día sin contar las ocasionales insinuaciones de su jefe, lo detestaba pero la paga era buena, y el tipo jamás se atrevía a nada, solo palabras. Se miró al espejo en el baño de mujeres, sus azules ojos tenían obscuras ojeras que maquilló un poco. Se ató en una cola de caballo su cabello castaño y se quitó el gafete con su nombre “Laura”. Salió del lugar hasta llegar al estacionamiento donde solo las luces de los postes evitaban que el lugar estuviera en completa obscuridad.

    Se detuvo de golpe.

    — ¿Qué?

    De reojo logró ver algo parecido a una sombra que se movía bajo uno de los autos, miro hacia el lugar y no vio nada fuera de lo normal.

    —Debió ser mi imaginación… muchas personas dicen ver cosas por el rabillo del ojo.

    Continúo caminando y llegó hasta su auto al cual entró y lo encendió. Por alguna razón no podía quitarse esa sensación de inseguridad, así que miró una vez más alrededor y de nuevo, no miró nada fuera de lo común.

    Arrancó el auto y salió del estacionamiento hacia la calle donde pocos autos se encontraban circulando a esas altas horas de la noche, se detuvo en un alto y de nuevo la vio, pero esta vez estaba segura de que era real, la sombras se deslizo sobre la señal de alto y abrió unos brillantes ojos verdes.

    Laura asustada acelero a fondo mientras respiraba agitadamente, y el susto fue mayor cuando en el siguiente cruce no se detuvo y casi impacta con otro auto que hizo sonar la bocina con furia. Giró el volante y voló sobre la banqueta, estrellándose contra un contenedor de basura donde se detuvo, pero no antes de golpear su cabeza contra el volante.

    Su vista se obscurecía pero aun así vio como la sombra subía por el cofre directo hacia ella, pero no logró ver más, ya que perdió la conciencia.

    Se despertó de golpe con la respiración agitada y ojos abiertos de par en par mirando en todas direcciones sin encontrar ninguna señal. Esta vez se puso el cinturón y arrancó. Por el camino se tocó la cabeza que la estaba matando del dolor, notando que no solo tenía una hinchazón en la frente, sino dos pequeños agujeros que le dolían como el demonio.

    No sabía cómo se los había hecho, pero no tenía mucha importancia, lo único que importaba era llegar a su hogar.

    El resto del camino fue tranquilo, sin ninguna señal de la extraña sombra que la persiguió. Estaciono el auto en su cochera y entró a la casa, donde viendo la tele sentado en el sofá se encontraba su marido.

    — ¿Eduardo?, veo que saliste un par de horas antes.

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue?

    —Creerás que estoy loca, pero una sombra me persiguió… estaba muy asustada y choque el coche… necesito descansar —fue a la cocina y se sirvió una copa con vino blanco—. Incluso tengo un chichón en la frente

    — ¿Qué hay de cenar? —preguntó Eduardo.

    La mujer bebió de golpe el vino y se molestó ante la pregunta de su marido.

    —Acabo de decirte que tuve una maldita noche horrible, ¿y solo piensas en cenar?

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue? —preguntó una vez más.

    — ¿Qué no me escuchaste la primera vez? —Regresó a la sala—. ¿O solo bebiste de nuevo?

    — ¿Qué hay de cenar? —preguntó insistente al levantarse del sofá y mirar de frente a su mujer.

    Laura dejo escapar un gritó, los ojos de Eduardo eran verdes y brillosos, eran los mismo de la sombra.

    — ¿Eduardo? —comenzó a retroceder.

    — ¿Qué hay de cenar? —dio unos pasos hacia Laura.

    La espalda de la mujer choco contra la pared, mientras Eduardo levantaba el puño y la atacó, pero Laura se agachó y el puño del hombre golpeó la pared, lo cual aprovecho y paso por un lado de él corriendo hacia la puerta, cosa que resultó inútil cuando una silla la golpeo en la espalda, pasando de largo la puerta y golpeando contra el sofá.

    Una vez más Eduardo levanto una silla y se la arrojo, la cual esquivo por poco y esta destrozó el televisor.

    Laura miro a su alrededor, no comprendía lo que pasaba, solo estaba segura de dos cosas, ese no era su marido, y tenía que escapar. La salida principal ya no era una opción ya que su “marido” se encontraba parado frente a ella con una sonrisa, la puerta trasera no le serviría de nada, ya que el patio de atrás tenía un muro de casi tres metros, así que usó la única opción que tenía: uso las escaleras para subir al segundo piso.

    Eduardo simplemente observó cómo escapaba, dejando salir una leve carcajada. Pero no era la misma voz, si no la voz de una mujer.

    Laura corrió por el pasillo y se encerró en su habitación, donde tomó de la cabecera de la cama unas tijeras.

    Metió su mano en el bolsillo de la camisa buscando su celular, pero no encontró nada.

    — ¡Maldita sea!, debió caerse cuando me golpeo la silla… tengo que salir de aquí, o al menos aguantar hasta que el verdadero Eduardo llegue.

    La puerta de la habitación se tambaleo mientras del otro lado trataban de girar el pomo con gran fuerza, por lo cual Laura se alejó lo más que pudo de ella, no tenía donde esconderse si la puerta cedía, solo el closet y bajo la cama, pero esas eran los lugares más estúpidos para esconderse, así que solo se limitó a pararse con la espalda pegada a la ventana, por la cual no podría salir gracias a los barrotes que la protegían de cualquier robo. Un fuerte golpe se escuchó en la puerta y vio casi en cámara lenta como el pomo se caía de la misma.

    Todo quedo en silencio mientras la puerta se abría despacio dejando ver a Eduardo cuyos ojos Laura no podía dejar de ver.

    — ¿Qué quieres? —gritó Laura con desesperación.

    No obtuvo respuesta, solo provoco que el hombre se le acercara, pero ella no estaba dispuesta a dejar que algo le sucediera, así que levanto las tijeras y le atravesó la garganta dejándolas dentro. Eduardo retrocedió casi hasta la puerta mientras un chorro de sangre salpicaba el suelo.

    El tipo miro a su derecha encontrándose con un espejo de cuerpo completo, donde no se reflejaba su figura, sino la de alguien más. Se trataba de una mujer joven de largo cabello negro, ojos verdes brillantes y una boca llena de colmillos, cuyas ropas consistían en una botas militares color negro, un elegante pantalón rojo con extraños bordados negros que no parecían estar colocados al azar, una blusa negra con cuello rojo y un sombrero de coma negro adornado con un moño azul.

    Laura también lo vio, y la figura de Eduardo comenzó a distorsionarse hasta convertirse en esa mujer que sonreía mostrando los colmillos mientras se arrancaba las tijeras del cuerpo.

    Laura quedo muda y temblando ante lo que veía, pero logro hablar para hacer una pregunta.

    — ¿Qué demonios eres?

    — ¿Qué demonios eres? —La imitó con su misma voz mientras se le acercaba

    Laura se alteró aún más, esa cosa había usado su misma voz de alguna forma. En vez de seguir inmóvil, saltó a la cama para tratar de escapar, pero la joven pateo el colchón haciendo que Laura cayera al suelo, donde fue sujetada del cuello con una sola mano y levantada por el aire mientras pataleaba y se asfixiaba. Lo cual no duro mucho, ya que fue arrojada contra el espejo que se hizo pedazos y algunos vidrios la cortaron en el brazo al caer.

    Antes de cualquier otra cosa, la joven pateó justo en las costillas a Laura provocando un crujido de estas, para después sujetarla del cabello y arrastrarle la cara por los vidrios.

    Al darle la vuelta, el rostro de Laura estaba completamente enrojecido por la sangre que brotaba de sus cortadas, en especial por la mejilla derecha, que había sido completamente atravesada por un vidrio que aún se encontraba ahí.

    Laura comenzó a llorar y a gritar de dolor, pero eso solo trajo como consecuencia que su atacante tomara un puñado de vidrios pequeños y se los metiera a la boca, obligándola con una mano a cerrarla y con la otra le daba puñetazos en la barbilla.

    Los golpes no pararon hasta que la sangre comenzó a brotar en gran medida entre los dedos de la mano que le sostenía la boca. Laura aún se encontraba consciente cuando la joven la soltó solo para levantar el vidrio más grande y dejárselo caer justo en el vientre que fue atravesado con facilidad, Laura dio un grito ahogad que salpico de sangre a su agresora, la cual se limitó a sonreír mientras metía su mano por la herida, sacándola acompañada del intestino de la pobre Laura.

    La joven paro un momento y se le acercó al rostro mirándola directo a los ojos, para después abrir la boca y sacar la lengua dejando ver que esta se encontraba partida en dos como si de una serpiente se tratara. Lamió la nariz y continúo por el ojo hasta detenerse exactamente donde Laura tenía esos pequeños agujeros. La cada punta de la lengua entro por uno eh hizo más grande las pequeñas heridas, perforando el hueso y tocando la materia gris. Pero se detuvo de nuevo y quito la lengua regresando a ver a los ojos a Laura.

    La joven sonrió de nuevo y dejo salir unas palabras usando la voz de Laura.

    —Soy… Black…

    Comenzó a reír y le mordió el rostro arrancándole la nariz y parte de la dentadura, para después utilizar sus manos para arrancar partes del cráneo y finalmente dio varios puñetazos al cerebro que se esparció por el suelo, todo ello sin dejar de carcajearse.



    Pasaron un par de horas cuando la puerta de enfrente se abrió, se trataba de Eduardo que había llegado del trabajo.

    —Hola cariño, ¿Cómo te fue? —se escuchó la voz de Laura desde la cocina.

    —Bastante bien para variar —Miró que el televisor no estaba— ¿Qué pasó con el televisor?

    —La Cena esta lista —habló de nuevo desde la cocina.

    —… Bien, parece que no quieres hablar de eso.

    Eduardo se sentó a la mesa notando que la silla que eligió estaba un poco floja.

    —Parece que necesitamos un nuevo comedor.

    Se escucharon los pasos que provenían de la cocina, pero antes de que Eduardo dijera otra cosa, el plato de comida fue puesto ante él.

    Un plato lleno de carne sanguinolenta y un ojo azul que parecía observarlo.

    Eduardo no pudo evitar asustarse y levantó la mirada, encontrándose con Laura cuyos ojos brillaban de color verde y su boca dejaba ver unos afilados dientes mientras reía con fuerza.
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