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Chiquitín, así era aquel ratoncito que correteaba por el jardín de su casa. No lo había visto nunca o al menos no lo recordaba, pero era tan simpático, tan adorable, que a la niña no le costó mucho encariñarse con él.

También, para la sorpresa de la niña, a aquel ratoncito parecía agradarle el contacto con ella y muchas veces se posaba en su mano y con sus leves chillidos y sus movimientos de hocico, ambos hablaban sobre la dominación mundial. El ratoncito y la niña, la niña y el ratoncito. Ambos juntos, siempre. Aunque siempre, era una palabra tan delicada como el significado mismo de esta. Pero aquel ratoncito sería eterno, mientras la niña pudiese estar ahí, ese ratoncito existiría, porque había ocupado un bello lugar en su corazón.

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Este relato está dedicado e inspirado en @Rider , yo y nuestra bonita amistad. ¡Espero que te guste!