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@Amane ¿te quedaste con ganas de un yaoi? ewe Pues aquí el momento en que nos conocimos (algo adaptado, pero meh (?)


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—¡Venga, tira ya la foto! ¡Date prisa!

—Ya voy, ya voy, un poquito de paciencia y... listo. ¡Hala, corre!

Sin siquiera esperar el permiso de mi padre salí disparado por el callejón que daba a la plaza de los Refinadores, donde debía de estar esperándome. Y efectivamente, allí estaba, sentado en un banco, esperando mi llegada mientras jugaba con la cremallera de la sudadera. Por unos instantes no lo reconocí, pero cuando lo hice todos los nervios que me habían atormentado la noche anterior se disiparon. Aquellas dudas de si se presentaría, si me reconocería, si sabría de qué hablar..., todo se esfumó.

Entonces fue cuando ocurrió lo que yo tanto temía: el miedo. Mis piernas quedaron paralizadas y mi voz se vio silenciada. Atentamente, observaba desde la lejanía cómo el muchacho seguía hablando por el móvil, sin percatarse de mí. Quizás fui cobarde, sí, pero por un momento pensé en salir corriendo. Después de todo, ¿qué se podía esperar de mí? Era tímido, demasiado. Tanto que por culpa de mi vergüenza ya había perdido grandes oportunidades en la vida. Esta vez tenía que cambiar, no podía permitirme seguir así. Conseguí soltar un "David" ahogado, sin apenas voz, pero lo suficientemente alto como para que levantara la cabeza y notara mi presencia, ya no había vuelta atrás.

El chico se acercó sonriente hasta donde me encontraba y yo seguía petrificado.

—Encantado, Pablo. —Fue lo único que dijo, acompañado de un movimiento para que le diese la mano. Le correspondí el gesto y respondí con otro "encantado". Mis padres pasaron a primer plano entonces.

Una vez hechas las presentaciones, todos fuimos a tomar algo a un bar. El lugar era precioso: una pequeña plaza con naranjos y una fuente de la que brotaba un chorro de agua, que acompañaba con su peculiar sonido las conversaciones de los ciudadanos. La charla se hizo amena para todos, menos para mí. ¿Por qué estaba tan nervioso? ¿No podía simplemente relajarme y disfrutar del momento? Pues no, los repentinos silencios que se producían me inquietaban, solo deseaba que alguien los rellenase con algún comentario, por estúpido que fuese, y si luego se presentaba la ocasión ya intervendría yo.

Tras la parada David nos acompañó durante nuestro recorrido por la ciudad, guiándonos por las calles, ya que el mapa que nos habían proporcionado en el centro de información era confuso. El resto de mañana la pasamos caminando de un lado para otro, siguiendo a mi madre y a su amiga, que querían ver las tiendas de la ciudad, y según avanzaba esta me iba soltando más y más, llegando a iniciar un par de conversaciones.

Fue entonces cuando todo terminó. Eran las dos y media de la tarde, buscábamos un sitio para comer y el chico tenía que marcharse. Nos acompañó hasta un restaurante que le caía cerca de su piso y allí se produjo la despedida.

—Bueno David, ha sido un placer conocerte, no te entretenemos más —dijo mi padre.

Este asintió y le estrechó la mano. Repitió la acción conmigo.

Mi mirada se quedó clavada en la suya, en sus profundos ojos turquesa. Me sentí algo intimidado. Todo el día había estado nervioso, pero no tenía ni punto de comparación con como me sentía en ese momento, podía notar mi corazón latir más fuerte de lo que acostumbraba. Él siempre me había tratado tan bien, siempre me había ayudado... Se preocupaba por mí. ¿Y por qué le daba tantas vueltas a eso, tanto me importaba de verdad?

Entonces lo vi en sus ojos. A él le importaba. Él me quería y, ¿por qué no admitirlo?, yo también a él.