Los días pasan, cada uno igual al anterior; las horas continúan su curso inmutable mientras te sientes en un laberinto del cual hace tiempo perdiste la esperanza de salir. Atrapado, afligido, sin esperanzas y a oscuras en pleno día. Así te sientes. ¿Qué se puede hacer cuando ya has tocado fondo? Cuando por más que lo intentes no logras salir de donde estás, cuando te sientes solo, cuando te han olvidado. Y terminas en el rincón de tu existencia observando como la vida pasa frente a ti sin notar tu presencia siquiera. Piensas que morir es la solución, pero no haría gran diferencia porque desde hace tiempo que tu ser dejó de existir en la realidad. Con las manos tratas de salir de ese agujero que tu mente ha creado, dejando la piel y la sangre, pero el agujero se hace cada vez más profundo, y desistes. Desistes, simplemente te rindes, dejas de luchar y te quedas allí; comienzas a aceptar tu desdicha, hasta te resulta graciosa, pero la risa hace tiempo que dejó tus labios. Quieres llorar pero tus lágrimas se han secado. Te das cuenta que ya no te queda nada, que todo lo has perdido. Ya nada puede ser peor ¿correcto? Entonces te resignas y comienzas a andar por ese largo camino incierto, ya no te importa nada ni nadie. Simplemente avanzas y avanzas, dejando atrás el foso de la desdicha, de los problemas y la desesperación. También he recorrido ese camino porque yo también llegué a tocar fondo.