Novela Twitter Ya no te aferres más

XXI​

Abro la puerta con cuidado, temerosa de causar mucho ruido. Me sorprendo al descubrir a mi gemela despierta, en una posición semirecostada.

 

XXII​

Marisol me invita a pasar con un gesto de la mano. La luz matinal evidencia los tonos rojizos que ahora decoran cada trozo de su blanca piel.

 

XXIII​

Aquella vista me obliga a cerrar los ojos, sintiéndome de pronto muy culpable. A diferencia de ella, yo no tengo ninguna marca en el cuerpo.

 

XXIV​

Estoy a punto de sentarme en la misma silla que madre había ocupado ayer, pero Marisol me detiene y me insta a subir a la cama junto a ella.

 

XXV​

Y antes de que pudiera preguntarle cómo estaba, pronuncia unas palabras que me roban todo el calor. Ella dijo: ¿Por qué no has ido al cielo?

 

XXVI​

¿Pero de qué hablas?, le respondo agitada. De repente siento como el aire me falta y las manos me empiezan a temblar. Y grito: ¿de qué hablas?

 

XXVII​

Hablo de ti. De ti y de lo que pasó ayer, dice ella. La voz le falla y empieza a llorar. ¡Lo recuerdo, hermana! Puedo recordarlo todo.

 

XXVIII​

¡Basta, basta, basta! ¡No sé de qué demonios estás hablando! ¡Estás idiota, Marisol, el golpe te dejó más tonta! ¡Por supuesto que estoy viva!

 

XXIX​

Vocifero todo eso con fuerza. Me siento tan furiosa, tan confundida, tan... Asustada. De un brinco escapó de sus garras y pateo la silla.

 

XXX​

O, mejor dicho, intento patearla. Porque mi pierna atraviesa el pequeño asiento, de ida y vuelta sin causarle nada.

¿Ya ves?, dice Marisol.

 

XXXI​

Sí, ya puedo verlo.

Ambas guardamos silencio, dejando al tiempo pasar sin mirar atrás. Esta oportunidad no volvería a repetirse y lo sabíamos.

 

XXXII​

Dime cómo pasó, le pido de pronto. Pero Marisol niega con la cabeza mientras se limpia la cara: ¿Para qué quieres saberlo? ¿No estás mejor así?

 

XXXIII​

Intento tocar la silla con mis manos, obteniendo el mismo resultado. ¿Cómo pude hacerlo antes, cuando creía estar viva?

Tienes razón, afirmo.

 

XXXIV​

Los ojos de Marisol se cierran un instante antes de abrirse de golpe. Me acerco hasta ella y la insto a acostarse. Sonrío: Descansa, tontita.

 

XXXV​

Su mano flota sobre la mía y el gesto me encoge el corazón. Marisol se detiene a la distancia exacta para no desdibujar mis contornos.

 

XXXVI​

Y dice: Date prisa y ve al cielo, hermana. Te extrañaré todos los días y lloraré todas las noches, pero seguiré adelante. Es una promesa.

 

XXXVII​

Es una promesa, repito. Apenas puedo verla a través de las lágrimas que me empañan los ojos, mas sonrío con felicidad.

Ya puedo irme en paz.