Ya no más.

Reflecciones de una vida, la cual fue cambiando con el tiempo.
Todo gracais a alguien en particular... Solo con el amor las cosas las logras , junto con la perceverancia...con algo de apoyo y determinación....
Disfrutenlo...

One Shot: 896 palabras.

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Ya no más.​

Extrañamente se sentía completo, de una manera bizarra pero agradable era pleno consigo mismo. Luego de tanto tiempo era querido e incluso amado; en ningún instante pensó o imaginó formar parte de algo o de alguien, justo ahora era alguien. Se podría decir que ya no lo tildaban como el bastardo, el impuro o sangre sucia, una deshonra o una amenaza.

Meditando su situación, poseía la extraña habilidad de concentrarse en su entorno. Leves pasos y trotes provenientes de los animalitos del bosque le relajaban; el trinar de los pájaros y las suaves corrientes del río moviéndose al compás del viento producían un tranquilo ambiente para dormir; para descansar.

Tenues figuras y sombras eran dibujadas en sus parpados ya cerrados, sabía de ante mano quienes eran pero no le haría nada mal fingir que dormía, aunque eso significara terminar besando el suelo.

¾¡Caballito, caballito!¾Pidió una voz infantil e inocente “despertándolo” de su descanso.

¾Ahora no pequeña¾Consoló el peli-plata con voz gentil y adormilada. La pequeña hizo un puchero frunciendo sus labios, decepcionada.

¾Hikari, ven. Bañémonos y después papi te hace caballito¾Sugirió la azabache mayor evitando un problema o disgusto de su hija para con su ahora esposo. Su voz melodiosa y alegre era fácilmente reconocida por los sentidos del ambarino, la voz de ella.

En acuerdo con la sugerencia y convencida de la palabra de su madre se fue pitando hasta la orilla del río que estaba oculto en el bosque mas no oculto a la vista masculina. Haciéndole señas a su madre se desvistió, a su corta edad todavía no podía entrar sola al agua, simplemente no había aprendido a nadar, en espera de la joven madre se sentó a la orilla sumergiendo sus piernas y chapoteando levemente con ellas, una imagen sumamente tierna para los jóvenes padres.

¾Ve, que te llama a ti no a mí¾Dijo el masculino adivinado la interrogante en sus ojos y respondiéndole de una vez: no me bañare con ustedes; fue la indirecta captada por la azabache.

Lista y sin ánimos de pelear se marchó al encuentro de la infante, muy sonriente se desvistió dando una agradable vista al joven que no se cansaba de ella. Se acomodo al lado de la niña y se dispuso a entrar en el liquido vital llamado agua.

Uno y dos chapoteos se oyeron. Siguió con sus pensamientos anteriores pero está vez observando al río, custodiando lo más valioso para él. Una figura de diosa salía lentamente del río, pareciéndole a él más que sensual, su vista se concentró en sus curvas; busto, cintura, caderas, piernas y mucho más, lugares que ya conocía.

Ese cuerpo lo había estudiado muchas veces la conocía como la palma de su mano, cada rincón, color y sabor se encontraban grabados en sus sentidos. Adulta y niña se acercaban al claro, corriendo y brincando al encuentro del ambarino. Sonrientes se sentaron a su lado, ambas envueltas en ropajes para secarse.

¾¿Por qué no te bañaste con nosotras?¾Cuestionó curiosa la azabache mayor con su hija de cuatro años en brazos; ojos color ámbar, cabello azabache y todas las características de su padre, la más resaltante de estas: sus lindas orejitas.

¾¡Si papi, así me hacías caballito!¾Gritó eufórica la pequeña desde los brazos maternos.

¾Es que ya me había bañado¾Mintió como explicación, recibiendo una mirada de reproche de su esposa¾Vamos a comer¾Sugirió el ambarino cambiando de tema, regalándole una media sonrisa a esas dos mujeres dueñas de su corazón. La mayor suspiró resignada.

Las féminas sonrieron en complicidad y depositaron un beso en cada mejilla color canela del masculino. Ya vestidas decentemente, luego de unas bromas propiciadas por el “jefe” de la casa y carreras de diversión se dirigieron en dirección a la aldea, y luego a su hogar un lugar al que si podía llamar hogar.

Los aldeanos le saludaban y correspondían, sonrientes y en relativa paz, vivían en armonía. Sin poder evitarlo una sonrisa se le escapó ¿para qué ocultar su felicidad? Si eso era algo que ya no hacia todo gracias a ella.

Llevaba a su hija a la espalda durmiendo plácidamente, la sujetaba con un brazo y con el otro tomaba de manera posesiva la cintura de su ahora esposa. Desde que Kagome, esa chica necia, alegre y comprensiva llegó a su vida las cosas mejoraron en gran manera.

¾“Gracias a ella tengo amigos y soy capaz de demostrar mis sentimientos sin temor. Ella nació para conocerme y yo nací para ella, no fue una coincidencia”¾Recordó el ambarino al pasar por el Goshimboku, en lugar en donde todo empezó y así seguirán las cosas. Mejorando.

¾¿Qué sucede Inuyasha? ¾Cuestionó la azabache al verlo distante.

¾Solo recordaba, gracias¾Respondió de manera simple sabiendo que ella entendería, como afirmación obtuvo una de sus características sonrisas una que era solo dedicada a él. Le dio un leve y tierno beso en los labios siendo correspondido. Delicado y lleno de amor fue el corto pero significativo beso, el agarre en la cintura femenina se reafirmo más fuerte y más candoroso, sonrisas cómplices y miradas significativas fueron dedicadas entre la pareja.

Era increíble, ya no le decían bastardo o impuro, ya no era “ese” hanyou. Ahora le decían amigo, le llamaban por su nombre, le decían papá, esposo y le respetaban. Era realmente amado. Ya no era la víctima, no era el amenazado, no era un miserable. Ya no más.