One-shot Wanna play? [Pokémon Rol] [Mimi x Emily]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Yugen, 7 Agosto 2018.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Título:
    Wanna play? [Pokémon Rol] [Mimi x Emily]
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    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Amistad
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    ¿Otro Mimily? Voy a escribir sobre todo lo que no he escrito antes, hm.

    Dejando un poco la broma de lado, la verdad es que hace muchísimo tiempo que quería escribir sobre esto porque estoy segura de que es una de esas cosas que nunca pasarán en el rol. A no ser que haya un piano... ojalá que haya un piano (?)

    Sí, un piano. Igual yo sé que el título puede confundir. Malpensados todos.

    Actualmente este tema es algo bastante delicado para mí. Pero me apetecía escribir esto y hace bastante que tenía pensada la idea, escrita como una suerte de guión en mi blog de notas. Incluso se la comenté a Gabi, so. Me siento muy identificada con Mimi en cierta parte de este relato aunque yo no tengo ni pinche idea de como se toca un piano.

    Advertencias: Esto es un Hurt/Comfort como los que me gustan (asfghk) así que angst. Hay algunos posibles spoiler para quien no conozca la historia de Mimi (?)
    El yuri es muy subtext aquí, pero está en todas partes de este relato.

    ****

    Sinnoh era una región maravillosa. La inmensa mansión Honda era un espacio maravilloso... a su manera. Sí, era lujosa. Sí, era todo lo que una persona sin excesivo poder adquisitivo podía desear. El súmmun del poder y el despilfarro.

    Pero Emily no terminaba de acostumbrarse a las normas y a tener personas que estaban dispuestas a hacer cualquier cosa con solo un chasquido de dedos. Era... extraño. Los mayordomos, los sirvientes y toda persona que trabajaba en la mansión. El ser llamada señorita Emily constantemente por los miembros del servicio no terminaba de agradarle.

    —Señorita Emily, ¿desea algo más de azúcar en el café? Señorita Emily, ¿hay algo que pueda hacer por usted? ¿Señorita Emily...?

    Y ella insistía siempre de la misma forma, con una sonrisa amable.

    —Por favor, no es necesario tanta formalidad. Llamenme solo Emily.

    Pero nunca parecía surtir efecto. Como si fuera alguna maldición o pecado inimaginable llamarla solo por su nombre de pila, el servicio solo arrugaba o ensombrecía el gesto y se disculpaba antes de marcharse. Aquel trato tan antinatural acrecentaba la invisible grieta entre ellos y a Emily no le gustaba sentirse superior a nadie solo por ser amiga de la hija del señor de la casa.

    Y luego estaba Mimi. Pensar que había pasado la mitad de su vida allí, prácticamente sola en una mansión tan enorme cuando su padre no estaba en casa le resultaba sobrecogedor. Con su madrastra y su hermanastro Matt, al cual había tenido la oportunidad de conocer solo para descubrir que era un chico... curioso. Mimi lo describía como un estúpido pervertido de manual con un ditto en lugar de cerebro y ella estaba más o menos de acuerdo con aquella descripción. Pero, realmente, la verdad es que Matt le era indiferente.

    Y con todo, había algo que había fascinado a Emily desde que decidió acompañar a Mimi en su regreso a Sinnoh.

    El piano del gran salón.

    Ese enorme y elegante piano de cola que se hallaba frente al ventanal, de cara a los jardines.

    Desde que había descubierto que Mimi tocaba el piano se sentía fascinada por la idea de escucharla tocar. Pero Mimi se rehúsaba. No se lo había dicho directamente y ella tampoco se lo había pedido. Pero podía sentir la incomodidad, la frialdad, el rechazo que la joven Honda parecía procesarle a aquel instrumento.

    Desconocía el por qué, pero la rudeza de sus palabras resonaban insistentes en sus oídos.

    —¡Oh, un piano!— había exclamado ilusionada en cuanto lo vio—. ¿tocas, Mimi?

    Mimi pareció tensarse ligeramente.

    —Tocaba.

    —¿Qué quieres decir?

    —¿Qué más da?—gruñó más que dijo—. No es importante ahora.

    Mimi no solía ser tan brusca cuando se trataba de ella, de modo que elucubró la idea de que la razón detrás de su incomodidad era algo de mucho peso. ¿Qué era? ¿De qué se trataba? ¿Habría algo que ella pudiera hacer? De cualquier forma, decidió que era mejor no insistir en ello.


    Y así habían transcurrido los días en la mansión Honda. No es que hubiera particularmente muchas cosas que hacer, aunque bien parecía que a la mansión no le faltaba de nada. ¡Si incluso tenía un estanque con Finneon y Lumineon y otras especias de pokémon acuáticos en el jardín trasero!

    Pronto, sin embargo, tendría que regresar a Galeia... y la idea de escuchar a Mimi tocar el piano, aunque fuese solo una vez... seguía rondando sus pensamientos. La joven Honda debía de ser toda una virtuosa, estaba segura de ello. Pero no quería volver a incomodarla con preguntas y recibir una respuesta tan cortante por su parte no estaba en su lista de deseos precisamente.

    Ambas se encontraban sentadas en el salón aquella tarde. La luz del ocaso se colaba por las ventanas, tenue, otorgándole a la estancia una indudable calma. Eran aproximadamente las cinco y media.

    Mimi dejó la taza de té sobre la mesita.

    —Mañana te vas ¿verdad?— inquirió.

    Se hallaban sentadas en el sofá frente a una pequeña mesita de café. Una junto a la otra con una taza de té rojo y una de café con leche respectivamente. Emily no podía evitar pensar que Mimi era refinada hasta en sus gustos por las bebidas.

    Tendía a quejarse a menudo de lo amargo que le resultaba el café así llevara leche o siete cucharadas de azúcar juntas. Y en cambio, tomaba té rojo. "Té Pu-erh" lo llamaba Mimi. Algo que según ella, había sido el té de la nobleza por generaciones.

    Emily asintió.

    —Sí. Tomaré el avión desde Ciudad Corazón— dijo—. Ya tengo el billete y la maleta hecha.

    Mimi desvió ligeramente la mirada. Habían sido unas semanas divertidas y menos solitarias de lo que acostumbraba con Emily allí. Incluso habían jugado al tenis en las pistas. Y las despedidas siempre eran difíciles.

    —... Voy a echarte de menos.

    El corazón de Emily dio un brinco.

    —¡Mimi! —exclamó abrazándola con fuerza—. Yo también voy a echarte de menos. Me gustaría que pudieras regresar conmigo a Galeia~

    Las mejillas de la joven Honda no tardaron en arder.

    —¡Ah, Emi!— se quejó ante el asalto tan repentino— Sabes... que aún no puedo hacerlo. Pero regresaré, tengo muchas cuentas pendientes allí.

    Y volvió a hacerse el silencio. No era un silencio hosco, pero tampoco era un silencio confortable. Era, simple y llanamente, un silencio.


    Un silencio que se hizo tan sumamente pesado al cabo de unos minutos, que Emily sintió la necesidad de llenarlo de alguna forma. Dejó de abrazarla y entonces, esta vez fue ella quien apartó la mirada, cohibida.

    —Mimi, sé que esto puede parecerte algo indiscreto, pero... ¿por qué ya no tocas?— preguntó con curiosidad, tentativa. No quería meterse en terreno farrangoso.

    Temía arrepentirse de hacer esa pregunta o de recibir una respuesta tan cortante como la de aquella vez. Pero Mimi no respondió enseguida.

    Se sobresaltó, tomada por sorpresa a consecuencia de aquella pregunta inesperada. ¿Acaso no era obvio que no le gustaba hablar del tema? ¿No había sido lo bastante clara? No era algo fácil de abordar.

    Desvió la mirada. En sus ojos azules había un brillo extraño, una tristeza inconmensurable que parecía perderse en recuerdos del pasado. Pero cuando la miró, su ceño fruncido y la dureza de su mirada, aunque pronto se suavizó, hicieron sentir a Emily la imperiosa necesidad de disculparse.

    Mimi se incorporó del sofá y se acercó al piano.

    —Es indiscreto, de hecho— admitió.

    Miró a Emily a los ojos y luego al instrumento. Le debía al menos una explicación. Y ya que iba a marcharse al día siguiente, nada la retenía de hacerlo, ni tampoco podía negárselo. Nunca había sido buena en eso cuando se trataba de Emily.

    Además, guardarlo dentro de su ser no le resultaba beneficioso precisamente.

    —No es una historia demasiado larga, pero... este piano le pertenecía a mi madre— explicó. Y acarició la superficie del instrumento con la yema de los dedos—. Ella era pianista y solíamos tocar juntas. Pero... mi madre padecía una enfermedad congénita y llegó un punto donde enfermó gravemente. Cuando ella falleció yo era muy pequeña, pero me prometí a mi misma no volver a tocar. Y eso hice. No he vuelto a tocar desde entonces.

    Se mordió el labio inferior. Hacía tanto tiempo que ni siquiera se acercaba... y ahora que tenía de nuevo el piano frente a sí, que podía tocarlo, todo se sentía irreal y lejano. El peso de los recuerdos y la tristeza volvió a recaer con fuerza sobre sus hombros.

    Dolía.

    Había pasado tantísimo desde la última vez. Había vivido tantas experiencias... pero aquello jamás se había borrado de su mente. Y jamás lograría borrarse.

    ¿Por qué Emily tenía que recordarle algo como eso?

    Repentinamente, Mimi sintió unos cálidos brazos rodearla desde la espalda, suaves y conciliadores y notó un rostro apoyarse sobre su hombro. No necesitó mucho para saber que se trataba de Emily.

    —Mimi, lo siento...—musitó con la voz quebrada. La joven Honda pudo notar que estaba llorando—. Lo siento mucho, no lo sabía. No debí preguntarte y hacerte recordar algo tan horrible... Por favor perdóname...

    "¿Eh?"

    ¿Pero por qué estaba Emily llorando? ¿Era por su historia? ¿Le había entristecido que Mimi la contara, aún sabiendo que era un tema delicado? No era necesario que se preocupara tanto...

    —N-no, está bien— le dijo ella entonces—. Es mi culpa por no habértelo dicho antes.

    —Pero no tenías que decírmelo—Emily hundió aún más el rostro en su hombro—. No era necesario. Fui yo quien insistió.

    Mimi agachó la mirada. No podía mentirle y rebatirle, pues Emily tenía toda la razón. Pero escucharla tan triste y más aún por su culpa, era algo que siempre le había hecho pedazos el alma.

    Era algo superior a sus fuerzas. No podía tolerarlo. Para Mimi, Emily era un alma pura y brillante que hacía felices a los demás, que se preocupaba por los demás y su bienestar, que no conocía la palabra egoísmo... y, que como tal, debía mantener esa inocencia a toda costa. Porque ella era capaz de hacerla feliz y Mimi se veía en el deber autoimpuesto de proteger su sonrisa. De modo que ni siquiera pensó sus palabras.

    Antes de que pudiera detenerlas ya habían abandonado sus labios.

    —¿Quieres tocar?

    Emily alzó levemente la cabeza.

    —¿Eh?

    Las mejillas de Mimi enrojecieron repentinamente. ¿Acaso no estaba siendo muy obvia?

    —Q-quiero decir... puedo enseñarte.

    En un primer momento creyó no haber oído bien. Si le resultaba tan doloroso, ¿por qué le sugería algo como eso?

    Estudió su mirada con precaución.

    —¿D-de verdad? No tienes por qué si te resulta doloroso...

    Mimi sacudió la cabeza.

    —Mnh hm, está bien. Quiero hacerlo— respondió—. Ven. Puedo enseñarte lo básico.

    Ambas tomaron asiento en el banquito frente al piano. El corazón de Mimi latía con fuerza, de forma intensa. ¿Quizás se estaba arriesgando demasiado? ¿Era demasiado pronto? No solo quería hacerlo por Emily, que por supuesto... pero aquella oportunidad le hizo sentir la necesidad de no seguir huyendo. ¿Cómo iba a ayudar entonces a Meloetta a controlar su poder si seguía distanciándose tanto de la música?

    Emily sentía cierta emoción y felicidad por como se habían precipitado los acontecimientos... pero le preocupaba pensar que para Mimi quizás era demasiado repentino. Después de todo, era un pequeño trauma de su niñez. Si estaba en lo cierto, exponerse de forma tan precipitada a un trauma no era lo más conveniente. Se trataba de dar pequeños pasos cada vez, poco a poco, de forma paulatina. Pero Mimiko Honda no parecía tener paciencia para eso.

    Emily la miró a los ojos, preguntándole en silencio si estaba segura. Si realmente quería hacerlo. Mimi se limitó a asentir. Se preguntó, en ese momento, si lo estaba haciendo por ella. Si no se estaba presionando demasiado solo por complacerla. Incluso si le parecía un gesto tierno, realmente no quería presionarla así.

    Decidió darle un voto de confianza y centrar la mirada en el teclado. Y entonces, una duda le surgió.

    —Siempre me lo he preguntado... ¿para qué sirven las teclas negras?

    —¿Los bemoles y sostenidos?— inquirió Honda—. Cambian el tono de la escala. Si hablamos de la tecla que le precede es un sostenido y si es posterior, se trata de un bemol. Puedes probar a tocarlas.

    Emily asintió. Pulsó una y luego la otra. Un pequeño sonido melódico emergió del instrumento. Aquello, de alguna forma, la hizo sonreír. Sentía algún tipo de priviligeo al pensar que estaba tocando el piano.

    Pero entonces se detuvo y miró a Mimi. La joven estaba rígida, tensa.

    —C-colocas mal la mano— le avisó.

    Emily pareció sobresaltarse.

    —Oh.

    —¡N-no, está bien! Solo... déjame ayudarte—tomó con suavidad la mano de Emily con la suya y colocó sus dedos sobre las teclas. La mano de Emily era cálida y suave, conciliadora, y le transmitía la confianza que sentía necesitar para llevar acabo aquella tarea.— El dedo pulgar debe estar sobre la tecla Do y el meñique sobre Sol. Procura tener la mano relajada.

    >>Do— instruyó y con un pequeño toque empujó el pulgar de Emily sobre la tecla. Esta sonó—. Si tocas la tecla negra sonará Do sostenido. Y si tocas la siguiente sonará Re bemol. Esta es Re. Mi. Fa. Sol, La...

    Poco a poco, Mimi logró que Emily tocara cada tecla con un dedo distinto. Entonces, ella notó como la mano de Mimi había empezado a temblar. O quizás había estado temblando todo el tiempo y ella no lo había notado hasta ahora.

    —Mimi... ¿estás bien?— le preguntó, preocupada.

    Ella asintió.

    —Sí. Solo... hace mucho que no hacía esto— respondió liberando su mano y llevándosela al pecho, retraída—. Creo que me tomó con la guardia baja.

    Sus mejillas estaban rojas pero evitaba su mirada, había un brillo extraño en sus ojos. Emily se dio cuenta de que era culpa suya.

    —Lo siento. De verdad... yo te insistí...

    —Claro que no— replicó ella. Y entonces la miró, con determinación brillando en sus pupilas— Yo quise hacerlo. Si nunca lo supero, nunca podré volver a tocar. Mi madre no hubiera querido eso. Además, dije que te enseñaría ¿no es verdad?

    Emily no tuvo tiempo de replicar.

    >>Entonces solo déjame hacerlo.

    Y eso hizo. Emily dejó que Mimi volviese a tomar su mano y le permitió enseñarle lo básico sobre las teclas blancas, las teclas negras, la escala y las octavas. Debía reconocer, que a pesar de lo difícil que debía resultar para ella, disfrutaba la paz tan suma de aquel momento. La mano de Mimi fría en un principio, se tornó cálida de tanto sostener su dorso. Y sus dedos, casi entrelazados sobre las teclas, hacían arder sus mejillas y aceleraba el corazón de ambas. Era agradable de alguna manera.

    La forma en la que los rayos anaranjados del ocaso se colaban por las ventanas, incidiendo su luz sobre las teclas. Como la brisa mecía con suavidad las cortinas y la pequeña melodía del piano amenizaba una escena que resultaba casi utópica. Y el hecho de estar juntas, en un escenario que resultaba íntimo, casi confidencial... era sumamente agradable. Incluso Mimi parecía haber empezado a relajarse, destensándose y permitiéndose disfrutar de aquella clase de piano improvisada.

    —Ojalá tuvíeramos la partitura de Heidenrosleim— comentó entonces.

    —¿Heidenrosleim?

    Mimi se volteó a mirarla.

    —"Rosita de matorral". Es una obra de Shubert para principiantes. Realmente es un poema, pero da igual. Mi madre siempre me dijo que yo era como la rosa de esa historia, la que pinchó al indómito chico que quería cortarla con sus espinas porque no la dejaba en paz. Fue con ella con la que aprendí a tocar el piano.

    ¿La madre de Mimi comparaba a su hija desde pequeña con una rosa? En cierta forma, Emily entendía la referencia. Una rosa con espinas, capaz de pinchar a cualquier que se entrometiera demasiado. No pudo evitar sonreír ligeramente al darse cuenta de la razón que tenía.


    Recuerdo que era así— dijo entonces Mimi, y, colocando una única mano sobre el piano, comenzó a tocar aquella añeja melodía que tanto había repetido durante su infancia. Aunque lo hacía con lentitud, vacilante en un principio, poco a poco logró algo más de confianza... y empezó a tocar con maestría, como si realmente no llevase años enteros sin pulsar las teclas.

    Y con todo, seguía habiendo un pequeño nudo en su garganta, prieto, asfixiante, y su corazón seguía latiendo acelerado. Cuanto más tocaba las teclas y los recuerdos más acudían a su cabeza atraídos por la melodía que tocaba— los ecos de tiempos mejores y lejanos que ya nunca regresarían— aquel nudo en su garganta solo se hizo mayor.

    Acrecentándose de la misma forma que lo hacían su nostalgia y su tristeza.

    Se vio a sí misma de niña, cuando sus pies apenas alcanzaban el suelo desde el banco. Se vio a sí misma practicando hasta el anochecer, se vio a sí misma tocando junto a su madre, sonriendo, en una estampa idílica que nunca volvería a ser. Una estampa idílica perdida en el tiempo.


    Cuando quiso ser consciente, las lágrimas calientes y saladas corrían por sus mejillas, impasibles, mientras ella se mordía el labio inferior tratando de no sollozar.

    El banquito chirrió contra el suelo cuando Emily se incorporó y la abrazó con fuerza, buscando calmarla. Buscando confortarla de alguna manera. No le pidió que no llorara pues era consciente que necesitaba hacerlo. Pero la abrazó, conteniéndola, dejándola deshaogarse entre sus brazos.

    —Está bien, Mimi, está bien...— le susurró con suavidad—. Gracias.

    Y Mimi simplemente dejó que Emily la viera quebrarse.

    ***

    —La verdad es que no pensé que volvería a tocar el piano— comentó con una pequeña sonrisa, pero con la vista en las manos— No era ninguna niña prodigio ni ninguna genio. Mis dedos estaban llenos de tiritas y apósitos porque terminaba lastimándomelos de tanto tocar. Pero quería aprender. Quería ser como mi madre. Porque amaba con pasión la música.

    Ambas habían vuelto a tomar asiento en el sofá de la sala después de que las lágrimas cesasen. Emily no había querido interrumpirla, así que simplemente se había quedado a su lado hasta que los sollozos pararon y sus hombros dejaron de convulsionarse. Y ahora simplemente estaban allí, más calmadas, la una junto a la otra.

    Mimi se había tomado su tiempo en hablarle sobre su madre y sobre su vida en general en la región. Y de lo sola que se había sentido en esa casa desde entonces. Emily le había hablado de su padre, de su hermano, de su padrastro y de los problemas con el alcohol de su madre. Y ambas se dieron cuenta de que sus historias familiares eran muy parecidas. Pero de que al menos, se tenían la una a la otra para apoyarse. Y tenían personas maravillosas a su lado en Galeia.

    —Me alegra que tuvieras la suficiente confianza para contarme esto.

    Ella alzó la mirada de sus manos.

    —Es todo gracias a ti, Emily—respondió— Si tú no me hubieras preguntado, creo que nunca hubiera tomado el valor para volver a tocar el piano. Tenía miedo de lo que pudiera pasar. Aún me asusta, de hecho... pero creo que está bien para empezar. Creo que poco a poco podré tomar la confianza para volver a tocar como antes.

    Entonces sus mejillas enrojecieron nuevamente.

    >>P-pero no creas que no te lo devolveré, ¿eh?— avisó— La próxima vez tienes que enseñarme algo que yo no sepa.

    Emily pareció sorprenderse. Mimi tendía a tener esos cambios de humor tan repentinos, pero esta vez fue algo que no se esperó.

    —¿Algo que no sepas?— repitió con curiosidad—. Enseñarte algo que no sepas... ¿cómo qué?

    —No lo sé. He pasado toda mi vida dejando que me lo diesen todo hecho. No sé cocinar, planchar, ni siquiera sé como funciona una maldita lavadora.

    —Entonces... ¿quieres que te enseñe a cocinar?— una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Emily— ¡Podríamos preparar unas tortillas de arroz riquísimas! ¡Vamos!

    —¿A-ahora?

    —¿Por qué esperar? ¡La cocina está libre!

    Cierto. Y aunque no lo estuviera tampoco le suponía un problema. Emily regresaría a Galeia por la mañana.

    —Oh... qué demonios—sentenció incorporándose—. Está bien.

    Pero antes de abandonar la sala, una vez Emily hubo salido, Mimi se detuvo y pasó los dedos sobre el piano. Aunque lo limpiaban de forma metódica prácticamente todos los días, sobre él permanecía una fina capa de polvo.

    Ciertamente el hecho de haber estado allí con Emily le hizo sentir que su ansiedad había decrecido. Ya no se sentía tan mal estando cerca. Aunque la nostalgia no había desaparecido del todo, sabía que estaba en el camino de conseguirlo. Como si se hubiera quitado parte de esa pesada carga de los hombros al permitirle a Emily escucharla tocar.

    Acercó los dedos y pulsó una determinada tecla dos veces. Una tecla que tenía un sonido tan simple como inconfundible. Una tecla con la que se sentía identificada.

    La tecla Mi.

    —Mimi... ¿eh?— murmuró, sopesando la idea de que su nombre, intrínsicamente, también estaba unido a la música—. Qué ocurrencias tienes, mamá.

    Formaba parte de su vida, como ser entrenadora, como ser una Honda. Porque era retazos de recuerdos que la ataban a un pasado mejor.

    "Gracias."

    Y con una sonrisa en los labios se dio la vuelta y abandonó la sala. Ahora gracias a Emily sabía que tenía la determinación suficiente para no volver a abandonarla.


    ***

    Ando escribiendo un pequeño fic del Club así que es probable que eso sea lo próximo que traiga~ Eso va a ser una bacanal de OoC.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    My poor babies *abraza y achucha a Mimi y a Kurone*

    Bueno, bueno, para empezar, debo decir que me encanta que hayas empezado con Emily sintiéndose incómoda en la mansión de Mimi xDD Sería muy típico de ella estar tipo: no, por favor, yo soy como vosotros, no me tratéis así. O intentaría hacer tareas, tipo recoger la mesa, ponerla, hacer la cama, lo que sea y no la dejarían y sería como: llevo haciendo esto toda mi vida, dejadme. Cuando lo miras de esa manera, te das cuenta de lo realmente diferentes que Mimi y Emily son.

    Pero luego se ven a las dos sentadas en un sofá, disfrutando de la tarde mientras toman algo y hablan. Emily debe regresar a Galeia y dejar a Mimi en Sinnoh, así que decide finalmente decir lo que estaba rondando su cabeza y a pesar de recibir una respuesta algo cortante, finalmente Mimi le cuenta su pasado. La reacción de Emily es de esperar, es algo que ella haría. Y al final, las dos acaban en una clase de piano improvisada <3

    Me gusta mucho como narras todo lo que sucede porque se siente ese aura de intimidad, están las dos solas compartiendo un momento en el que se conocen más y descubren un poco más de la otra, sobre todo Emily de Mimi. Luego además hablan de sus historias, los que hace que se sientan pues más unidas y eso es muy bonito. El final además, es adorable, Emily enseñando a Mimi a cocinar, eso sí que es digno de ver, jeje.

    Está todo muy IC, yo a Emily la he visto muy reflejada, super bien narrado, muy fluido y me encanta que podamos conocer un poco más de Mimi y se desarrolle su personalidad, aunque sea en fics.

    ¡Sigue así!
     
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