Walk in closet

Tema en 'Planta Alta' iniciado por Zireael, 22 Febrero 2021.

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    Gigi Blanche

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    No sé cuál sería el límite razonable para la cantidad de cosas que una podía sentir en paralelo, suponía que el alcohol empeoraba todo. Más allá de cuánto me atrajera Altan, del mood de mierda que ya nos cargábamos encima, cuando entrelazó sus dedos con los míos me bañó de una estúpida calidez totalmente diferente a las llamaradas que me estaban quemando la piel. Fue un relámpago de la suavidad, el cariño y la tranquilidad que encontré junto a él en la azotea, y me pregunté si no estaría siendo demasiado puto afortunada.

    Dejé ir el vestido sin más y seguí a Altan dentro de la división del closet correspondiente, suponía que tendrían luces individuales ya que la lámpara central no alcanzaba muy bien pero tampoco me molesté en buscarlas. Las sombras se recortaban encima de Altan y, una vez más, pensé lo bien que le sentaba el negro y todo el rollo en general. Me importaban una mierda las connotaciones negativas, las más cagadas, cuando verlo allí, dentro de la oscuridad, con su traje de niño rico y la jodida sonrisa, bueno.

    Digamos que me ponía.

    Abrí la gaveta y mientras revisaba los mil bañadores que tenía Akaisa lo escuché. Me permití una risa suave y me erguí, presentando uno frente a mí.

    —Creo que se te coló algo de perversión en la curiosidad, cariño —bromeé, la verdad era que no podía importarme menos lo que sea que le apeteciera probar; al final del día éramos dos putos salidos, si él apostaba yo la redoblaría—. Muy bien, ¿qué tal este?

    Se lo mostré porque sí, total ya lo había elegido. Era una bikini por demás simple, negra y lisa, que ataba a la espalda. Digamos que me gustaba el push up del sujetador y suponía que seguía influenciada por todo el rollo del color negro.

    Luego de mostrársela mi sonrisa triunfante adquirió cierta suavidad y me di la vuelta sin más, trayendo mi cabello hacia adelante con la mano que no sostenía la bikini. Aún quedaba la máscara pero podía dejarla para el final, ¿o no?

    —Creo que había dicho algo de ayudarme con el vestido, ¿no? Supongo es un hombre de palabra —murmuré y busqué sus ojos de soslayo, una sonrisa sedosa curvó mis labios—, mi Señor~

    KINKY

    KINKY IS GOOD
     
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    Zireael

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    Podía montarme el desastre que me saliera de los cojones, pero no dejaba de ser un idiota al que le dabas un poco de cariño y ya se iba de cabeza, digamos que por eso aprovechaba cada oportunidad en que Anna tomaba mi mano para entrelazar mis dedos con los suyos y permitirme algo de eso en medio del resto de mierdas.

    Cuando me puse a repetir las indicaciones de Akaisa sobre la marcha noté que dejaba el vestido que estaba mirando para seguirme los pasos. Dentro de la división debía haber luz, es decir, eran unos exagerados para la decoración con esa mansión victoriana así que por sus huevos tenían que saber por lo menos colocar la iluminación, pero no me molesté en buscarla ni nada.

    Podía haber estado hecho una desgracia hace dos días pero al final del día era un hecho que, a pesar de todas las connotaciones de mierda que le achacaba a la cuestión, me sentí más cómodo entre negros y grises, entre las sombras recortadas y la iluminación tenue.

    Seguí los movimientos de Anna al entrar en la división, abrir la gaveta y ponerse a esculcar. Bien podía decirle que pedirle un bañador prestado a alguien era como pedir ropa interior prestada, pero la verdad tampoco le iba a cagar la emoción y de por sí ya me hacía una idea del tremendo proceso de lavado que cada pieza de ropa en esa casa llevaba. La mitad de las mierdas debían estar tan limpias que hasta podrían entrar a una sala de operaciones.

    —No me escondo —respondí a su primer comentario.

    Giré el rostro cuando la escuché preguntar por el bañador, lo repasé con la vista y en el proceso también la repasé a ella sabiendo que era una pregunta un poco porque sí, el asunto estaba decidido y además no me iba a quejar yo de que estuviera metida en la paleta de color que estaba cargada de negro saturado. Habían tonos que resaltaban como faros en la noche sobre los lienzos oscuros, el magenta de sus ojos era uno de esos, lo mismo con el tinte de su cabello.

    —Me gusta~

    La vi girarse y aunque ya no me estaba mirando la sonrisa se me ensanchó. Recorrí su espalda con la vista cuando se sacó el cabello, un poco por la gracia me quedé esperando a que hablara antes de hacer nada y la verdad es que una satisfacción de mierda me cayó encima cuando siguió con el rollo de antes, que solo aumentó cuando me miró de soslayo.

    Despegué la espalda del mueble y me acerqué a ella, solté suavemente el lazo que mantenía sujetas las tiras del vestido y las aflojé despacio, como si tuviera todo el tiempo del mundo o algo. Me permití rozar su piel con toda la intención varias veces mientras lo hacía y cuando ya los tirantes estuvieron flojos, deslicé las manos por sus hombros, inclinándome hacia ella después.

    Como había llevado su cabello al frente me dejaba todo el terreno libre, para variar, así que dejé un par de besos en su cuello y le eché el aliento encima. Con la mano derecha bajé a su brazo, deslizándome apenas por su contorno y no mucho después volví a repasar el borde del escote con las yema de los dedos.

    —¿Algo más con lo que necesite asistencia, señorita? —dije luego de haber subido para poder hablarle al oído. La voz me bajó un par de octavas, así que allí estaba el condenado ronroneo colado.


    chale im wasted
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Que no se escondía? Había que verlo al condenado, sólo le faltaba relamerse los colmillos o alguna mierda similar. Estaba en su jodidísima salsa, se le notaba a kilómetros de distancia, llevaba la satisfacción pegada al rostro como si fuera pintura fosforescente y, bueno, kinda same?

    Regresé la vista al frente inmediatamente después de notar que se ponía en movimiento, de repente fui consciente de la piel expuesta de mi espalda, del aire ambiental impregnándola. Era apenas frío y entrecerré los ojos cuando me alcanzó su primer roce. Era estúpida la sensibilidad que me cargaba, toda la jugada de mierda estaba arrojándome un escalofrío detrás de otro y genuinamente tuve que ver de no removerme. Pude oír con suma claridad las cintas aflojándose, relajando el agarre, y cuando alcanzó mis hombros adiviné su intención. Eché la cabeza hacia el lado opuesto, dejándole todo el maldito espacio que quisiera, y cerré los ojos soltando un pesado suspiro. Cada maldito beso me arrojó un bidón de gasolina encima.

    Puta madre.

    Su mano recorrió mi brazo, erizándome la piel, y separé los labios para respirar por la boca al sentir que regresaba a jugar en el borde del escote. El vestido ya estaba flojo, era cuestión de dejarlo caer básicamente, y abrí apenas los ojos al oírlo justo encima de mi oído. Al alcohol le había antojado hacer las suyas de repente y la habitación se trastocó un poco.

    ¿Algo más con lo que necesite asistencia, señorita?

    Si debería haber involucrado en el rollo algo mínimamente similar a la dignidad, no me enteré y mucho menos me importaba. Suspiré otra vez, girando en redondo, y le eché ambos brazos al cuello al tiempo que atrapaba sus labios sin mucha delicadeza. Le eché la suficiente fuerza encima para mandarlo contra el mueble de gavetas, la que estaba abierta se cerró de golpe y me colé dentro de su boca como me dio la puta gana. Hundí los dedos en su mata de cabello, me aferré a ella y me pegué a su torso, ladeando la cabeza para profundizar el beso.

    —Puedes acabar el trabajo —sugerí, respirando justo encima de su boca—. Just saying~

    Vete a saber si llegábamos al jacuzzi.

    Pero bueno, no era mi culpa si me provocaba así~

    she couldnt take it *sorbito*

    I WANNA SEE YOU SHAKIN IN YOUR BOOTS SUCKIN ON YOUR FINGERS TO MUSIC I MADE SO YOU CAN FUCK ME TO IT
     
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    Ya por sí se me iba la cabeza con facilidad así que ni se dijera ahora que tenía una buena cantidad de licor encima, incluso si me había bajado el calor a la fuerza antes en la piscina, la mierda seguí allí haciendo que todos los cables estuvieran conectados a medias así que bastaba cualquier cosa para que se zafaran sin demasiado esfuerzo, incluso si lo disimulaba.

    Si estaba en mi puta salsa desde antes que me dejara espacio cuando me incliné a ella solo siguió aumentando el nivel de la satisfacción estúpida que sentía, luego más de lo mismo cuando noté que se erizó la piel y respiró por la boca. Ya la sonrisa de mierda que tenía en la cara no me la podía sacar ni aunque le pusiera esfuerzo, así que cuando giró en redondo y me echó contra el mueble para lanzarse encima de mí en resumidas cuentas, bueno, se la comió completa.

    Había que ser imbécil para poner resistencia, así que cuando se coló en mi boca como le dio la gana presioné la lengua contra la suya con maña y unas ganas que no podía disimular ni aunque me interesara hacerlo. Mis manos fueron a parar a su cintura, la apreté contra mí y enredé el brazo colando los dedos por la tela floja del vestido ahora suelto.

    Puedes acabar el trabajo.

    Me relamí los labios cuando me respiró encima y repasé sus ojos antes de lanzarme a su boca de nuevo, puede que hubiese sido algo brusco pero qué sabía yo, volví a deslizar la lengua en su boca, la recorrí como me dio la gana y apreté su cuerpo más contra mío un instante antes de girar en redondo, arrinconándola contra mueble. Dejé ir su boca solo para bajar por su cuello, deslizando los labios húmedos por su piel hasta antes de empezar a repartir un reguero de besos.

    —¿Segura? —pregunté un poco porque sí, hablando desde allí y seguí bajando hasta alcanzar el nacimiento de sus pechos. Dejé un par de besos allí, en la línea del vestido.

    Llevé las manos a sus hombros, deslicé los tirantes por sus brazos y solté una risa baja al ver que su cuerpo se liberaba gradualmente del vestido. Volví a subir para atrapar sus labios mientras colaba la mano entre nosotros, para posarla en uno de sus pechos y presionarlo apenas.

    Bueno, había tratado de mantener mi promesa de no distraerla mucho pero lo cierto es que Anna se distraía con bastante facilidad así que era una suerte de carta trampa.


    yOU LET ME BE YOUR MASTER I LET U FUCK ME AFTER
     
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    Algo de gracia me hacía que su cabello estuviera húmedo, no iba a mentir. Tuve esta especie de imágenes de lo que debía haber sido. ¿Se había quitado toda la ropa como un puto exhibicionista? ¿Así nada más? El traje pijo estaba impecable, no quedaban dudas de ello, sólo se me escapaba para quiénes se habría montado el pequeño espectáculo y... eh, qué envidia.

    Para ponerme celosa y todo~

    De la forma que fuera, la humedad reciente sólo hacía que oliera aún más a su shampoo y lo tenía impregnado en la nariz, en especial cuando se lo revolvía de pura maña y lo jalaba luego. Cedía apenas, rasguñaba el cuero cabelludo y agarraba de vuelta. El cabrón me recibió sin problema, no esperaba nada diferente y aún así no perdía el encanto. ¿Qué era esa estupidez nuestra de hacerlo sin una pizca de cuidado? ¿Un kink o algo? Sentí su lengua presionarse contra la mía y le eché un suspiro encima cuando volvió a colar la mano dentro del vestido.

    Había entreabierto los ojos, ajustándome a la luz ambiente, lo cacé relamiéndose y luego busqué la profundidad de sus ojos. Eran dos putos pozos negros, como era lo usual, y si debía compararlo con estar equilibrándome de una cuerda para decidir lanzarme al vacío, pues amén. ¿Cómo había ido esa vez en el rellano de mierda?

    Bueno, princesa, te presento mi propia versión del Infierno.

    Puedes ponerte cómoda.

    Acogedor.

    Pero ¿no vas a darme la bienvenida, Hades?

    Seguía colgada de su cuello como si abajo esperara algo aún peor que las llamas a las que acostumbraba, el jodido incendio y las puertas majestuosas del Averno abiertas de par en par. Más profundo, más oscuro, con la presión suficiente quizá para estallarme el cuerpo. Algo que probablemente excediera ya no mis vicios, los suyos también; o al menos eso quería creer. Porque ¿qué se suponía que haría si Altan estaba dispuesto a seguir bajando?

    ¿Iba a dejarme?

    Cierra el puto culo, imbécil.

    Recibí sus labios con una brusquedad similar a la inicial, que me condenaran si les apetecía pero la tontería me ponía como la puta mierda. Hizo la movida tan rápido que apenas pude notarla hasta que el mueble apareció a mi espalda, estaba duro y me arrancó un gemido suave de la garganta, mezcla de sorpresa y vete a saber qué más. Se hundió en mi cuello y le dejé espacio, presionando las yemas entre su cabello con una maña estúpida, como si pretendiera instarlo a devorarme, consumirme, lo que le diera la maldita gana. A veces quería ofrecer mi fogata al servicio de los demás y a veces, lisa y llanamente, me daba igual si venía el océano a extinguir el incendio de un mordisco.

    Puta suicida.

    Entrecerré los ojos al sentir el camino de besos que iba dejando, el pecho me iba como loco y eché la cabeza hacia atrás, chocando con la pared al costado. Lo dejé hacer, de hecho mentalmente sólo estaba deseando que siguiera, siguiera y siguiera. Que se sirviera, la casa invitaba.

    ¿Segura?

    Se me escapó una risa floja y me limité a jalarle del cabello en respuesta. Obedeció por fin, la tela fue deslizándose sobre mi piel sensible que te cagas y sentí un escalofrío algo helado apenas el aire chocó contra mis pechos desnudos. Bueno, no era como si ese vestido permitiera un sujetador de cualquier forma. Volví a recibir sus labios casi con ansiedad, atrapé su nuca al vuelo y lo presioné contra mí. El cabrón coló una mano para alcanzar uno de mis pechos y un gemido ahogado se arrastró por mi garganta, yendo a morir directo en su boca.

    Y por alguna razón decidí que era buen momento para tocarle los cojones.

    Le estampé ambas manos en el pecho y lo empujé lejos, sin mucho cuidado que digamos. Le dediqué una sonrisa de mierda que fue adquiriendo suavidad a medida que colaba los dedos en los bordes del vestido, ayudándolo a pasar mis caderas. La tela cayó con peso al suelo, salí del círculo que dejó y mis tacones plateados hicieron eco en la habitación. Le di la espalda tras dedicarle una última mirada y agarré el corpiño de la bikini, acomodándola sobre mi torso y detrás de mi cuello, aunque todavía faltaran las tiras centrales.

    Esta vez no le pedí ayuda, sin embargo.

    Me volví hacia él, girando sobre los tacones de los zapatos, y lo miré mientras me ataba la bikini a la espalda.

    —¿Es la primera vez que una chica se cambia frente a ti? —Vete a saber por qué le solté esa estupidez, el caso fue que me acerqué y comencé a desabotonar su chaleco de pura manía; me estiré hasta rozar sus labios—. ¿Sí me ayudas? Con lo que falta~
     
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    Zireael

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    Pedazo de espectáculo nos estábamos montando, como todo el puto tiempo. Bastaba un paso diminuto en esa dirección para que se nos fuese la cabeza en un segundo, sin siquiera hacer escalas, caíamos de lleno en la oscuridad y en lo profundo del océano.

    Sin luz.

    Y los sonidos se replicaban en el agua como si fuese una pared, aquí y allá, los suspiros, sus gemidos, cualquier cosa rebotaba en mi agua antes de regresar a mis oídos replicado varias veces como el canto de una sirena. Me atraía sin remedio y yo solo me dejaba ir, como si hubiese sido parte de ella toda la vida.

    Me tragué el gemido que le surgió cuando sintió el mueble a su espalda como si fuera la primera vez que le oía uno y la cabrona con eso de no dejarme el cabello quieto la verdad es que ya me estaba acostumbrando. Sus movimientos parecían tener toda la intención de picar las corrientes, aumentar su fuerza y su volatilidad.

    Podía hacerlo.

    Arrasarlo todo con mi océano.
    Bastaba que me lo dijera.

    Su piel estaba jodidamente caliente, no era que no me hubiese dado cuenta antes pero ahora la cuestión era ridícula. Además el gemido que me había soltado cuando alcancé su pecho solo me lanzó otra puta oleada de calor encima, que empeoró por la humedad que tenía en el cabello y genuinamente pude sentir que se me fundían las neuronas.

    Cuando me empujó me hizo algo de gracia, para qué mentir, pero de todas formas solté el aire por la nariz como un toro cabreado aunque en sí no había molestia real alguna en mis gestos.

    Al menos las vistas seguían siendo buenas.

    Volví a echar la espalda contra el mueble en lo que seguía con su numerito. La vi colocarse la parte de arriba y atarla, aunque bien podía haberla ayudado con eso también sin problema.

    Tuve que aguantarme la risa por la estupidez que me lanzó encima de la puta nada y la verdad es que no creía que hiciera falta responderla realmente, así que me quedé allí, mirándola deshacerme los botones y recuperé la sonrisa de mierda cuando rozó mis labios.

    Estiré la mano para alcanzar su cintura, la recorrí con las yemas de los dedos y presioné con cierta maña antes de deslizar la mano a la parte baja de su espalda. Colé ligeramente los dedos por el elástico de las bragas.

    —¿Si no para qué vine hasta aquí, princesa?
     
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    *vibing*

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    Menudo espectáculo nos habíamos montado si a alguien le daba por entrar al closet, ¿verdad? Que venga, ni siquiera nos habíamos preocupado por ver de echarle traba a la puerta o algo. En ese estado teníamos las neuronas.

    En la puta mierda.

    Le había desabotonado el chaleco, pero antes de cualquier otra cosa colé las manos por las mangas del saco y lo deslicé hasta dejarlo caer en el suelo. Genuinamente estaba todo de negro el cabrón, me preguntaba si hasta sus calzoncillos irían a juego. Bueno, ya iría a descubrirlo, ¿verdad~? La estupidez se combinó con el tacto de su mano en la piel expuesta de mi espalda y entorné la mirada, relamiéndome. Estaba tan cerca de su boca que mi lengua rozó apenas sus labios.

    Un puto escalofrío tras otro, alcanzó el elástico de mi ropa interior y esta vez fue el chaleco el que cayó al suelo. Sonreí ampliamente, me prendí a sus ojos y deslicé los dedos por su corbata hasta aferrarme a ella. Cierto que le había pedido ayuda y eso, pero no iría a creer que se lo dejaría tan fácil, ¿verdad? Me mordí el labio, tragándome la risa, y lo jalé con fuerza al retroceder sobre mis pasos. Regresé al centro del closet, donde estaban las otomanas, y sin dejar sus ojos ni un maldito instante lo atraje al echarme encima de uno. El cabello bicolor se derramó hacia el suelo y dejé su corbata únicamente para anclar la mano en su nuca y presionarlo dentro de mi boca. Ahogué otro gemido suave en mi garganta, tanteé su lengua y con la mano libre arrastré la camisa hasta quitarla del pantalón. Deslicé las yemas sobre su piel, estaba jodidamente caliente y presioné su espalda baja con una maña estúpida, como si pretendiera fusionarme con él.

    —Vamos, Al —murmuré sobre sus labios, agitada, con una amplia sonrisa pegada al rostro—. ¿A qué esperas? Mira si nos ocupan el jacuzzi~
     
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    Zireael

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    Si alguien se aparecía la verdad es que no podía decir que estuviéramos en nuestro momento más brillante, ni siquiera recordaba si le había echado pestillo a la puerta y mira que para que yo me olvidara alguna mierda, pues estaba bastante jodido. En sí tampoco era que me sirviera de mucho ser consciente de ello, no por lo menos cuando ya estábamos metidos hasta la cabeza en el desastre.

    La dejé sacarme el saco como si nada, total tarde o temprano iba a terminar en el suelo. Verla relamerse y que su lengua de hecho me rozara los labios me lanzó otro chispazo encima, fue bastante más sutil que los anteriores, pero estaba allí y debió oscurecerme todavía más la mirada si es que era posible. El chaleco que ya de por sí había desabotonado no tardó demasiado en seguir el mismo camino, yendo a dar al piso, y bueno allí estaba ella con su jodido kink de la corbata.

    Me arrastró hasta que regresamos a la parte central del closet, prendada a mis ojos como era usual me llevó consigo cuando se echó encima de uno y recibí su boca, colé la lengua al segundo y le eché un suspiro encima por puro amor al arte cuando sacó la camisa de su lugar, presionándome contra ella. Mi mano buscó su pierna, recorrió el contorno de su muslo y se ancló a su rodilla, alzándola.

    Se me escapó una risa cuando habló luego de haberme dejado ir.

    —No se puede si me distraes tú, que lo sepas —murmuré. Le dejé un beso ligero en los labios, tracé un camino hasta su cuello donde le eché el aliento encima, repartí varios besos húmedos y mordí suavemente para no ir a dejarla marcada—. Además esto se está poniendo kinky con la máscara y los tacones, qué cosas~

    Seguí bajando un poco porque sí, deslicé la lengua por la piel delicada del escote y seguía su vientre, dejando un par de besos, fueron casi roces y deslicé la mano con la que había subido su pierna por el muslo otra vez, seguí hasta su cadera y de nuevo deslicé los dedos bajo el elástico en lo que también aprovechaba para volver a su boca.

    —Vamos, princesa. Ese jacuzzi no te va a esperar toda la noche. Concéntrate, An.—dije casi pegado a sus labios antes de besarla de nuevas cuentas, bajando apenas la tela.

    En realidad iba a estar allí toda la puta vida, pero por decir algo.


    u know shit just got serious when Dennis Lloyd comes to the show

    no sé ni cuándo aventar spoiler en estas horny shits ya
     
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    Vete a saber cuándo iba a acostumbrarme a la idea de estar allí, de que Altan me correspondiera y toda la mierda. No era como si hubiera estado colada por él en secreto durante meses, ni siquiera lo conocía de tanto tiempo, las cosas habían ocurrido bastante caóticas y en paralelo. Aún así no me creía la gran cosa, no lo suficiente para que se contentara conmigo, digamos.

    Aunque había intentado dejármelo claro varias veces.

    Y de vez en cuando igual se me olvidaba.

    Su piel estaba caliente, mierda, sin importar cuánto recorriera su espalda seguía ardiendo y suspiré encima de sus labios al sentirlo presionándose contra mí. Tuve el impulso de recoger las piernas, pero estaba su cuerpo y acabé por pegar los muslos a sus caderas. Los tacones pesaban como la mierda pero no iba a negarlo, tenía cierto encanto llevarlos puestos aún. Lo seguí besando y su mano navegó mi costado hasta alcanzar mi rodilla, fue suave y me lanzó chispazos sutiles de corriente. Su risa rebotó contra mi rostro y tras alzar mi pierna la presioné con aún más ahínco contra su cuerpo, acentuando el contacto.

    Dios.

    Me limité a esbozar una sonrisa floja ante sus palabras, el cerebro no me daba para mucho más y menos cuando adiviné sus intenciones. Mi mano se hundió entre sus hebras, aferrándose a una buena cantidad, y me removí sin ser realmente consciente. La maldita electricidad me lanzó escalofríos incluso antes de que me tocara y cuando finalmente se hundió en mi cuello eché la cabeza hacia atrás, con la respiración congelada a mitad de camino. Cerré los ojos con fuerza y la primera mordida me reactivó, arrancándome un gemido algo quejumbroso del pecho. Me seguí removiendo bajo su cuerpo, inquieta, presionando su cabeza para instarlo a profundizar la mierda que estuviera haciendo. Era grande, era pesado y su piel ardía.

    Y quería que me hiciera lo que le saliera de los cojones.

    ¿Que se estaba poniendo kinky?

    —Cariño, no recuerdo una sola mierda que hayamos hecho que no fuera kinky.

    Vete a saber de dónde saqué el aliento o las neuronas para decir aquello, igual sonó entrecortado y se me escapó otro suspiro al sentir su lengua en mi escote. El cerebro se me seguía fundiendo y si hubiera abierto la boca habría sido únicamente para pedirle que siguiera, que no se detuviera.

    Regresó a mi boca, lo recibí con unas ansias estúpidas y volví a ahogar un gemido, sintiendo cómo bajaba las bragas poco a poco. ¿Que me concentrara? Su puta madre se iba a concentrar si me seguía molestando así. La mano que había mantenido en su espalda trazó la línea de su columna, navegó la zona baja y subió para arrastrar las uñas en descenso al mismo tiempo que atrapaba su labio inferior entre mis dientes. Entreabrí los ojos, busqué sus pozos negros y le eché una sonrisa de mierda encima, colando los dedos por el borde del pantalón para presionarlo contra mí.

    —Te pedí algo muy simple, Al —murmuré y estiré el cuello para agregar, ejecutando un suave vaivén de caderas—: Ya quítame la puta ropa, idiota.
     
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    Como siempre ignoraba bastante las mierdas con las que Anna se comía la cabeza de tanto en tanto, quizás con más frecuencia de la que esperaría, aunque en realidad debía comenzar a imaginármelas luego de que la tonta hubiera preguntado lo de Kurosawa como si realmente fuese relevante cuando, en grandes rasgos, no había importado de verdad nunca. El caso era que incluso sin tenerlas claras me movía bastante en función de que quedara bien claro que la disfrutaba como un jodido cabrón, no solo allí en nuestros desastres, disfrutaba cuanta cosa ella me permitía por mínima que fuese.

    Imaginaba que mi cuerpo a su tacto debía sentirse tan jodidamente caliente como yo sentía el suyo al acariciar sus piernas y besarle el cuello, como si fuese para menos, los dos estábamos genuinamente pasados de alcohol y excitados como para decir basta. Si no nos daba un puto venazo a mitad de todo el asunto ya debería considerarse una victoria bastante sólida.

    La cabrona se aferró a mi cabello siquiera antes de que hiciera nada y me causó algo de gracia verla bajo semejante expectativa, disfruté como imbécil cuando inicié el trabajo y la primer mordida le arrancó un gemido, porque ya bien sabido estaba que me ponía escucharla. Su comentario estuvo por arrancarme una risa, de verdad que sí, porque tenía razón.

    ¿Cuándo alguna mierda de las que hicimos no era kinky? Si había empezado mal en el rellano, casi a ojos de todo Dios y con la idiota pasándome el caramelo de su boca, y luego habíamos terminado en el club de fotografía y no le había sacado la falda del uniforme mientras me la comía como si no hubiese un día después de mañana.

    Me declaraba absolutamente culpable.

    La besé con unas ganas que la verdad ya deberían considerarse ilegales o algo, no eran mi medio normales, me comí su gemido en el proceso y un escalofrío me corrió por el cuerpo cuando su mano delineó mi columna antes de pasearse por la zona baja. Le solté un suspiro bastante pesado encima, antes de que encontrara mis ojos, y luego reflejé su sonrisa sin pensarlo ni medio segundo.

    Inhalé aire con cierta fuerza al sentir el vaivén de sus caderas contra mí, me separé apenas lo suficiente para bajar sus bragas por completo, ni siquiera me molesté en ver dónde fueron a parar y me pegué a ella con maña, empujando mis caderas. Fue cosa de un par de segundos porque no tardé en incorporarme, dejándola sobre el otoman, y me saqué la camisa pues porque mira, la verdad es que me estaba cagando de calor con toda la tontería.

    Volví a cernirme sobre ella, le comí la boca como me vino en gana y me las arreglé para aflojar el cinturón, sacarlo y dejarlo caer al suelo, para luego abrir el botón y el cierre del pantalón. Al desocupar las manos las regresé a ella, las deslicé bajo su espalda, sujetándola y al dejar de besarla le respiré encima.

    —Sujétate, cariño —murmuré luego de acomodarme cerca de su oído.

    Apenas le di tiempo realmente, la despegué de la superficie bajo su espalda y el cabello se arrastró tras ella. La movida fue más o menos rápida, la había levantado para sentarme yo en el otoman y la acomodé sobre mi regazo.

    Me detuve en sus ojos un momento, recorriendo su espalda baja con la mano y posé la otra en su rostro, acariciándole la mejilla para luego atraerla a mi rostro de nuevo. La besé despacio, ladeé la cabeza apenas lo suficiente para profundizar el beso sin prisa y me colé en su boca, no tenía la ansiedad de antes, pero las ganas no se disimulaban ni de coña.

    ¿Por qué? Pues de repente había pintado.

    Fue un beso lento, casi tortuoso, pero casi más profundo que los demás. Subí la mano por su espalda, la deslicé al costado de su cuerpo y la colé por debajo del sujetador del bikini que se había puesto, rodeé su pecho con la mano y presioné, sonriendo contra su boca al sentir el pezón endurecido y el calor de su piel.
     
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    Gigi Blanche

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    La forma en que disfrutaba a ese jodido cabrón debía rozar lo indebido, no sabía yo. Era estúpido, era casi demente y cuando lo tenía allí, encima mío, cuando me comía la boca y sus manos incendiaban mi cuerpo, no encontraba por dónde parar el carro. Tenía un poder inmenso sobre mí, el suficiente para borrarme del cerebro preocupaciones tan cagadas como el hecho de que Shinomiya estuviera en el Sakura. Y no tenía que hacer más que ponerme un dedo encima, tragarse toda la luz del ambiente y empujar su lengua contra la mía.

    Hablenme de debilidad.

    Esta vez sí obedeció, me bajó la ropa interior y sacudí un poco las piernas hasta que se desenganchó de los tacones, yendo a parar vete a saber dónde. Me daba igual. Estaba totalmente expuesta y me importaba una mierda, el cabrón presionó sus caderas contra mí y me lanzó una descarga de placer de lo más cagada, de esas que te empujan al borde de la puta locura con tal de replicarlas.

    Quería más, joder.

    Solté un suspiro pesado y me removí en reflejo, acentuando la presión en el punto donde más la disfrutaba. Igual fue una cosa de nada, Altan se incorporó y respiré con pesadez mientras lo veía quitarse la camisa. Ni siquiera me molesté en disimular la intensidad con la cual lo estaba mirando, detallando su torso cada vez más expuesto, como si me acusaban de querer comérmelo de un puto mordisco ¿dónde estaba la mentira?

    Sonreí ampliamente e incluso estiré los brazos hacia él, ansiosa por recibirlo de vuelta. Atrapé sus labios al vuelo y lo besé con las ganas de siempre, enganchando los brazos alrededor de su cuello. Noté que se seguía quitando la ropa y lo dejé hacer, cuando envolvió mi cintura otro escalofrío me sacudió la espina dorsal y sonreí, obedeciendo. Me aferré a su cuello, a sus caderas, enganché los tacones entre sí y la sacudida activó el alcohol que tenía encima, mareándome un poco. Solté una risa floja, pestañeando a cámara lenta, y el escalofrío que sentí al alcanzar mi espalda baja se reflejó en todo mi cuerpo.

    Recibí sus labios, reajustándome a la nueva velocidad. Mis manos se hundieron en su cabello, luego bajaron a sus hombros y se deslizaron por sus pectorales hasta alcanzar su espalda, presionándolo contra mí. Hice lo mismo con los muslos, buscando su lengua a un ritmo constante, y le eché un suspiro encima al adivinar sus intenciones. El cabrón alcanzó mi pezón y me pegué a su entrepierna, ahogando un gemido en mi garganta. Arrastré las uñas para regresarlas a su torso y lo insté a echarse sobre el otoman, separándome momentáneamente de sus labios. Sonreí al encontrar sus ojos, me corrí el cabello hacia atrás y repté encima suyo hasta alcanzar su oído, anclando la mano del lado opuesto de su cuello.

    —Tócame, cariño —le pedí en un susurro agitado, repasando el lóbulo de su oreja con la lengua. Deslicé los labios húmedos hasta su cuello y repetí la mierda, gimiendo de lo jodidamente puesta que estaba—. Anda, tócame.

    Hazme lo que puto quieras.
     
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    Zireael

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    Que me acusaran de narcisismo o la mierda que fuese, pero también encontraba un placer distinto en la forma en que la idiota era capaz de mirarme, como si quisiera comerme vivo y punto, así sin ninguna clase de disimulo o preocupación. Tenía su gracia digamos, me entregaba alguna clase de poder que ni siquiera estaba pidiendo y lo disfrutaba como un puto cabrón. Una sola mirada suya de esa clase tenía el poder de picar las olas, revolver el fondo del océano y traer a la superficie esa satisfacción jodida, casi enfermiza, que me acercaba a las sombras en vez de alejarme de ellas.

    La cabrona se había removido cuando me pegué a ella, acentuando el contacto, y por reflejo solté un suspiro antes de incorporarme para hacer todo el resto de la mierda, luego hasta había estirado los brazos hacia mí, haciendo que las aguas siguieran revolviéndose y la visibilidad pasara de ser poca a nula prácticamente. Ya para cuando la despegué del otoman había arrancado todos los cables de cuajo y no tenía mucho sentido pretender volver a conectarlos.

    No era que me interesara tampoco.

    Su tacto, que empezó en el cabello y siguió su camino, me arrancó un pesado suspiro que fue a morir a su boca mientras seguía presionándome contra su lengua con insistencia, con una necesidad ridícula, como si no la hubiera besado vete a saber ya cuántas veces desde que se nos fue la cabeza la primera vez. La verdad era que no importaba cuánto siguiéramos en el mismo rollo no perdía el gusto por la tontería, ni de coña, menos si seguíamos haciendo mierdas cada vez más desviadas.

    Cuando la sentí pegarse a mi entrepierna y gemir en reacción a mi mano se me escapó una risa baja, mezcla de diversión y el más puro placer, me dejé hace con bastante más facilidad de la que podía esperarse, me eché sobre el otoman como me instó a hacer y la observé desde abajo un instante antes de que se me fuese encima para hablarme al oído.

    Tócame, cariño.

    Joder.

    Anda, tócame.

    Puta mierda.


    Me removí bajo su cuerpo, fue una reacción automática a su lengua en mi lóbulo, luego a los besos del cuello y el gemido y busqué presionar la entrepierna contra ella de pura necesidad antes de hacer nada más. Deslicé las manos por sus muslos, apreté apenas y empecé a trazar un camino de fuego por su piel; la parte superior, los costados, la delicada piel de la cara interna y finalmente me acerqué a su intimidad sin concretar nada un par de veces, antes de deslizar los dedos por encima. Suspiré con cierta pesadez y la sonrisa de mierda me regresó al rostro mientras comenzaba a estimularla, no había prisa alguna en mis movimientos a pesar de la ansiedad evidente que tenía encima.

    La otra mano navegó sus caderas, su cintura, la espalda baja y finalmente subió hasta encontrar el nudo de la parte superior del bikini, lo deshice como pude, liberando sus pechos de nuevo y me tragué un poco la gracia aunque no pude callarme.

    —Eso debió ser un accidente, disculpe mi torpeza, señorita.
     
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    Gigi Blanche

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    Sabía cómo se sentía, era capaz de rememorar la sensación con una precisión estúpida y probablemente fuera esa ventaja la que me condenaba. No acató mi pedido de buenas a primeras, se dedicó primero a jugar un rato como hacía siempre y la expectativa, aunque me tensara todo el cuerpo y me mantuviera en un sube y baja constante de sensaciones, también poseía su encanto. Su tacto quemaba, lo había hecho siempre y maldito el día que dejara de reaccionar bajo sus manos, que mi pólvora no hiciera chispa ni su océano me ahogara. Ahogué un gemido que reptó desde lo más profundo de mi pecho al sentir por fin su tacto allí donde se lo había pedido, cerré los ojos con fuerza y me hundí en su cuello para soltar allí todas las reacciones que me provocara. Mis manos se comprimieron en puños entre su cabello, sobre el otoman, y comencé a mover las caderas para marcar un ritmo constante que acompañara lo que él estaba haciendo.

    También me había soltado el nudo de la bikini y no podía importarme menos.

    Sin embargo, de un momento al otro, sentí un cambio brusco de ángulo que me hizo tensar el cuerpo y cuando quise acordar me estaba cayendo al suelo, arrastrándome a Altan conmigo en un pobre intento por resistirme a lo inevitable. Fue doloroso, para qué mentir, seguía bastante densa por el alcohol y al mareo por la sacudida se le sumó el golpe justo en mi cabeza. Arrugué el gesto, había soltado un gritito de sorpresa básicamente en el aire y ahora fruncí los labios en un mohín quejumbroso, intentando sobarme la zona que más me dolía.

    Duró poco, sin embargo, apenas encontré los ojos de Altan mi expresión comenzó a relajarse y, en su lugar, me invadió un auténtico ataque de risa. Fui consciente de toda la situación, de cómo debía verse si alguien entraba, y era tan ridículo que parecía sacado de una porno bien cutre. Dios, era demasiado gracioso.

    Aún entre risas y con los ojos llenos de lágrimas, alcancé a acunar su rostro entre ambas manos para darle un beso de lo más dulce, lleno de cariño. Luego regresé la cabeza al suelo, esta vez suavemente, y recogí los brazos sobre mis pechos expuestos. Deslicé la mirada hacia el otoman junto a nosotros, para confirmar que vete a saber cómo se le habían roto las dos patas de nuestro lado. Venga, ni que hubiésemos estado teniendo sexo salvaje o algo.

    —¿Deberíamos buscar pegamento? —sugerí, aún con la comicidad impresa en la voz—. ¿O hacemos de cuenta que nada pasó aquí?


    Tbh no me apetecía rolear zukulemcia así que se me ocurrió esta estupidez. Igual si no tienes ganas de seguir con la interacción me avisas y la suspendemos aquí, no hay ningún problema.
     
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    Zireael

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    Se me había escapado un suspiro de mierda cuando reaccionó a mi mano, se hundió en mi cuello para soltar ahí todo lo demás y no tardó en marcar un ritmo por sí misma. Me arrojó encima otra ola de calor que me derritió otro grupo de neuronas, suponiendo que me quedaran algunas vivas, y hubiera seguido con el asunto de no ser porque cuando quise darme cuenta de nada me fui a suelo con Anna.

    Abrí mucho los ojos y por la posición si acaso logré hacer algún movimiento para no ir a echarle mi peso encima, perfectamente consciente de que le podía hacer daño, pero los reflejos cagados por el alcohol que todavía no perdía del todo su efecto y el hecho de que no tenía suficiente sangre en el cerebro no lograron reaccionar a tiempo para evitarle el golpe en la cabeza. La chispa de preocupación que me pasó por el rostro casi debió parecer pánico al escuchar el gritillo que había soltado.

    Iba a abrir la boca para preguntarle si estaba bien, levantarla del suelo y revisar si no se había hecho demasiado daño, pero la tonta se empezó a descojonar y me quedé fuera de base un par de sólidos segundos, parpadeando sin poder conectar neuronas hasta que solté la risa también, que me ayudó a destensar el cuerpo por la preocupación que había sentido al pensar que le había pasado algo.

    Pero estaba bien, ¿no? Bueno, en realidad quizás mañana le doliera un poco.

    Acunó mi rostro y me dejé hacer, recibiendo su beso, sonreí contra sus labios incluso pero nada tenía que ver con el desastre que nos habíamos montado antes. Era una sonrisa de las que le había echado ayer en la azotea, sosegada y genuina. La miré regresar la cabeza al suelo, todavía con la sonrisa de imbécil en la cara, y no fue hasta que ella se refirió al otoman que me digné a mirarlo.

    —Se ve que las cosas en esta casa solo soportan el peso de un tanuki —dije tratando de tragarme la risa—. Nosotros nos vamos, apagamos la luz y pudo ser cualquier otro, ¿no?

    Me incliné para dejarle un beso en la frente antes de levantarme, arreglármelas para alzarla del suelo pasando el brazo por debajo de sus piernas y dejarla sobre uno de los otoman que no se había ido al carajo. Le hice algo de fuerza en la superficie con la rodilla, solo para ver que no iba a quebrarse porque ahora su puta madre iba a confiar en esas cosas, pero parecía que estaba bien, así que todo en orden.

    Estiré la mano, toqué con cuidado la parte de atrás de su cabeza y solté el aire contenido despacio, de momento parecía que no era nada de que preocuparse.

    —¿Te dolió mucho, cariño? —pregunté mientras le acomodaba el cabello. Había bastado eso para volver a centrarme digamos, había conectado los cables de golpe y el cerebro ya estaba enfocado de nuevo.

    Di la vuelta para quedar a su espalda, le acomodé la parte de arriba del bikini como si nada y se la até a la espalda con cuidado de no ir a presionar mucho, que tampoco le iba a cortar la circulación. Antes de ir a buscar la otra parte, que en el desastre realmente vete a saber dónde había quedado, me puse los pantalones de nuevo y regresé a la división sin prisa, para luego regresar con Anna y acuclillarme frente a ella.

    Me había salido del salón para no agacharme frente a un montón de gente.

    Y de la puta nada estaba agachado frente a ella.


    Solté una risa baja ante la ironía mientras sin prisa alguna deslizaba la parte de abajo del bikini más o menos hasta sus muslos para que ella terminara de subirla, ya que estaba sentada. Le di un apretón suave en uno de los muslos, por pura necesidad de contacto si debía ser sincero, y me incorporé. La miré desde arriba unos segundos antes de sonreírle y quitarle la máscara, porque para la gracia seguía con ella puesta, y la sonrisa solo se acentuó cuando pude verle bien la cara.

    —Estorbaba un poquito, seguro tú entiendes —dije en voz baja.

    Busqué con la vista la camisa que había mandado a la mierda en algún momento, me alejé para levantarla cuando la ubiqué y se la eché con cuidado encima de los hombros. No era que estuviera haciendo frío ni nada, pero cuando saliéramos el contraste de temperatura podía hacerle daño. No se me apetecía que terminara resfriada por una estupidez.


    yo: a ver si me sale algo
    yo media hora después: agárrame el tocho

    Weno, lo que ya sabes. Cualquier cosa si tú tampoco quisieras seguir, nomás me dices y todo bien
     
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    Gigi Blanche

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    Estaba tan cagada de risa que no llegué a expresarlo, ponerlo en palabras ni gestos, pero hubo un breve momento donde repasé su rostro y una extraña descarga de calidez me embargó el cuerpo. Estaba un poquito mal, no debería haberme sentido así por verlo preocuparse, más allá de también haber pensado que, Dios, no quería hacerle eso nunca. No quería imprimirle ese miedo en el cuerpo, pues lo conocía a la perfección y era desesperante.

    Pero venía en el paquete, ¿no? De ser un imbécil y querer como un crío.

    Venía en el paquete de saber amar.

    Como fuera, entre las risas poco pude hacer. Al menos llegué a besarlo y su sonrisa consecuente volvió a sosegarme por completo, arrancándome de cuajo toda la calentura que tenía encima. No era algo malo, igual sabía que éramos capaces de reorganizar el infierno en la módica suma de dos segundos. El caso era que, de repente, no me apetecía del todo. Quería disfrutarlo de otra manera, una más similar a la de ayer, quizá. Quería tomarme el tiempo de conocerlo mejor.

    A la persona que ya no sabía cómo arrancar de mí.

    Recibí su beso en la frente con una sonrisa liviana en el rostro y apoyé el costado de la cabeza en su pecho al alzarme del piso. Se sintió un poco frío cuando me dejó en el otoman sano, pero no me quejé y recogí las piernas entre sí, aprovechando para taparme los pechos con los brazos y mi intimidad con ambas manos. De repente me cohibía un poquito estar tan ligera de ropa, qué sé yo. Topé con sus ojos oscuros, recorrí el resto de sus facciones porque sí y arrugué apenas la nariz al sentir su tacto donde me había golpeado. No me dolía casi nada, pero sí estaba un poco sensible.

    Sacudí suavemente la cabeza ante su pregunta, de repente estaba imbécil y no me salían las palabras. Lo dejé atarme la bikini con la docilidad de una muñeca, permanecí en silencio y seguí sus movimientos con la mirada aquí y allá. No tenía idea qué bicho me había picado, como si de un momento al otro hubiera caído a Tierra, el sacudón me hubiera acomodado las neuronas y, otra vez, se me dificultara creer que todo eso era real. Que Altan estaba ahí y estaba conmigo.

    Que llevaba ya tiempo estando conmigo y punto.

    Alcé ligeramente los pies para permitirle subirme el bañador hasta los muslos, del resto me encargué yo mientras él me daba aquel apretón suave. Reparé en su mano, era pálida y alrededor de mi pierna lucía estúpidamente grande y masculina. No sabía qué le había arrancado la risa baja, en ningún momento me dio el cerebro para pensar que estar agachado frente a mí era, de hecho, algo relevante. Quizá fuera una orgullosa de mierda de a ratos, prepotente y algo rencorosa, pero nunca dudaba en asistir a alguien si así lo necesitaba y agacharse frente a las personas podía llegar a ser normal, cuando los niños no lograban atarse los zapatos o cuando alguien se lastimaba las rodillas. No me dio la neurona para pensarlo, en definitiva, pero sí noté algo. Estaba allí encorvado, sus tonos de negro se solapaban y absorbían sus propios bordes. Podía ser un cuervo, un gato callejero o lisa y llanamente un muchacho algo triste.

    Podía lucir pequeño y, al mismo tiempo, ser inmenso.

    Se irguió, lo miré desde abajo y lo dejé quitarme la máscara sin mover un músculo. Permanecí y permanecí prendada a sus ojos, como ya era lo usual; me había habituado tanto, de hecho, que de a ratos se me olvidaba que lo estaba haciendo, que no me cansaba de mirarlo con una intensidad estúpida que ya rayaba lo acosador. Pobre chico, como si tuviera monos en la cara o algo.

    ¿Qué mierda no conseguía dejar de ver?

    ¿O era que aún me resultaba imposible asimilarlo?

    Sus palabras fueron suaves a mis oídos y me arrancaron una sonrisa del mismo calibre, luego buscó su camisa para acomodarla sobre mis hombros y la mantuve en su lugar apenas con la yema de los dedos. Lo busqué otra vez, fui consciente del algodón acariciando mi espalda y subí los pies al otoman para pararme encima. No del todo prudente, considerando que seguía con los tacones y que el otro se había ido a la mierda, pero me dio bastante igual. Me afiancé, solté el aire por la nariz y me dejé caer encima suyo con los brazos estirados. Envolví su cuello, enterré allí el rostro y aflojé los tobillos para despegarme del otoman.

    Me dejé caer.

    Quedé básicamente colgando de su cuello, la camisa se cayó otra vez y solté una risa breve, presionando los labios en la porción de su piel que tenía al alcance.

    —Al menos esta vez no fue un salto de fe —susurré, recordando la vez que estaba bailando en la enfermería y casi le provoqué un paro cardíaco—. Siempre te ando preocupando, ¿eh? Soy incorregible.

    Y cuando la silla del invernadero se tambaleó, y cuando no me encontró en el pasillo, y cuando tuve el ataque de asma, y así podía seguir. Podía seguir y seguir, porque ese idiota siempre se había preocupado por mí y recién ahora era capaz de verlo.

    —Gracias, Al —agregué un par de segundos después, sin intenciones de soltarme de su cuello—. Gracias... por todo.

    Ahora lo sé.

    Es la chispa de fuego entre la oscuridad y la caricia de una pluma negra incluso sin viento.

    Es la quietud del caos, el grito del silencio y la vida en las profundidades.
    Es el agua salada que acaricia los pies, el rugido magnánimo contra las rocas y la suavidad de la arena.

    Puede destruir y puede sanar.
    Puede hacer lo que quiera y está bien.

    Porque es brillante y así debe ser.

    Ahora lo sé.
    perdón la tardanza, life is killing me jsjs
     
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    Zireael

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    Se dejó hacer como si nada, no era que me sorprendiera como tal porque una parte de mí sabía perfectamente que así era Anna también, que su fuego podía sosegarse, convertirse en fogata o en una bengala de esas que a veces compraban las personas en Año Nuevo, eran una pequeña chispa al alcance de la mano y su movimiento, aunque algo anárquico todavía, te podía dejar embobado en segundos.

    Había apoyado la cabeza en mi pecho cuando la levanté y por puro reflejo la presioné un poquito contra mí, como si pretendiera fundirla en mi pecho, directamente con mi corazón. Lo cierto es que por un momento me preocupó que hubiera seguido callada luego del ataque de risa, pensé si podía estar haciéndose un cacao mental con alguna mierda o que quizás había hecho algo que no le gustara, pero conseguí arrojar todo eso por la borda rápidamente ni idea de cómo. Quizás fue cuando la vi arrugar la nariz ante mi tacto o cuando negó con la cabeza, quizás simplemente era el hecho de que seguía prendada a mi silueta como siempre.

    El día que Anna rehuyera mi mirada posiblemente me diera otro colapso por estrés, con ataque de pánico incluido.

    Por otro lado tampoco esperaba que Anna agarrara en el aire lo relevante que era la estupidez de que me hubiese agachado frente a ella sin dudarlo un maldito segundo, porque intuía que a pesar de la fuerza de su fuego ella no tenía esa clase de conflictos hasta ridículos con esa clase de gestos cuando eran necesarios, pero en sí tampoco me interesaba soltar un pollo de esos ahora. Me bastaba saberlo a mí, ver lo que acababa de hacer, y terminar de confirmar que estaba absolutamente estúpido.

    La noté mirándome, claro, pero no me dio la neurona para que se me ocurriera que estaba allí pensando que podía ser cualquier bicho negro o solo un idiota triste. En sí no esperaba que nadie lo notara, ni siquiera ella, que aquella tristeza perenne era algo relevante en realidad aunque me hubiese tenido llorando como crío en sus brazos ya no sé cuántas veces. Quizás no quería que se supiese aunque era bastante obvio, era como si tuviese miedo de admitir a los cuatro vientos que el mundo era jodidamente gris e insípido, que era esa ausencia de color la que alimentaba mi ira, era el combustible de toda otra serie de problemas.

    El poder.

    La violencia.

    Cuando le quité la máscara se quedó prendada a mis ojos como ya era normal, en sí ya ni me extrañaba y como ya había pensado, peor iba a ser el día que rehuyera mi mirada. No tenía idea de qué pretendía encontrar o ya había encontrado allí para que se aferrara a dos pozos negros de esa manera, pero tampoco iba a quejarme. Había algo tranquilizador en verme reflejado en sus cuarzos, como si me recordaran que no estaba hecho únicamente de sombras como creía una mayoría importante del tiempo.

    Noté que se iba a incorporar en el otoman y contuve a la fuerza la preocupación que amenazó con cruzarme el rostro, porque la jodida idiota se estaba subiendo en el mismo tipo de mueble que acababa de ceder a nuestro peso, y solo mantuve las manos listas en caso de que tuviese que atraparla si esa mierda se movía para cualquier lado. Aún así no tardó en írseme encima con los brazos estirados, envolvió mi cuello y reaccioné de inmediato rodeando su cuerpo con mis brazos de forma que cuando se despegó del otoman la sostuve sin problema.

    Sonreí como un imbécil al escucharla reír, el gesto se ensanchó al sentir que me besaba y apreté un poco su cuerpo contra el mío cuando comenzó a hablar.

    Incorregible.

    Ciertamente lo era.


    —De todas formas siempre me preocupo por todo, ¿no? —murmuré un poco porque sí.

    Gracias, Al.

    Gracias... por todo.

    Aflojé un poco el agarre solo para acomodarla algo mejor y volver a presionarla contra mi con cierta fuerza, de nuevo como si pretendiera fundirla conmigo, y es que de repente había sentido unas ganas de llorar hasta estúpidas solo por escucharla agradecerme por algo que no tenía que hacerlo. No había una sola cosa que debiera agradecer, porque lo que hacía era porque me nacía hacerlo y punto. Porque aunque vivía con aquel eterno miedo de ser un acaparador, lo cierto es que sabía querer a la gente.

    —No tienes nada que agradecerme —dije todavía en voz baja y busqué que apoyara los pies de nuevo en el otoman—. Absolutamente nada, cielo.

    Cuando estuvo de regreso en la superficie liberé apenas el agarre en torno a su cuerpo y me las arreglé para apoyar el rostro en su pecho, todavía abrazándola. No había ninguna intención doble en el gesto aunque un poco jodido sí que era por eso del bikini, pero dejé la mejilla pegada a su piel y cerré los ojos. Respiré despacio, tanto que hasta podía dar la sensación de que había quedado frito en un segundo.

    —Te quiero, eso es todo.

    Lo solté tan bajo que parecía una confidencia, secreto gubernamental o alguna mierda así, pero es que no vi por dónde alzar la voz, además sabía que me iba a escuchar. Así como yo la había escuchado decírmelo antes de caer dormida en la enfermería el otro día.

    Me despegué de ella despacio y estiré las manos para posarlas en sus mejillas, apretujándolas un poquito. Volví a sonreírle suavemente, me quedé mirándola y al final le dejé un beso sobre los labios.

    —Y lo repito, te veías preciosa con el vestido. —Otro beso—. Princesa.


    dw, a tu tiempo <3
     
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    Gigi Blanche

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    Mantuve la sonrisa liviana en el rostro al oírlo, era cierto que siempre se preocupaba por todo y honestamente no había nada que pudiera hacer por ayudarlo. ¿Darle con un mazo en la cabeza? Efectivo, quizá, pero venga, como si fuera capaz de tocarle un puto pelo a ese imbécil. Me daba, de hecho, un poco de miedo pensar en lo que sería capaz de hacer si alguien algún día le hacía daño adrede.

    Cuando me dejó de regreso en el otoman también recibí su mejilla en mi pecho, iba ligerísima de ropa y no podía negar que un ligero chispazo de corriente me recorrió la columna al sentirlo contra mi piel, pero nada de eso importaba ahora. Acaricié su cabello con movimientos suaves y paulatinos, cerrando los ojos y disfrutando de ese instante y nada más, de su compañía, su cercanía y su piel tibia. Lo escuché, las lágrimas me ardieron tras los ojos y simplemente asentí, presionando los labios sobre su coronilla.

    Dios, no tienes idea cuánto te quiero.

    Luego me jaló de las mejillas, arrancándome una sonrisa amplia, y recibí sus besos con una felicidad estúpida asentada en el pecho. Era tranquila, silenciosa y cálida. Busqué sus ojos, su cumplido hizo eco en mis oídos y me di cuenta que no importaba una mierda de nada en ese momento. Ni mi familia, ni los Hiradaira, ni mis notas de la escuela, ni Shinomiya. Nada, nada importaba lo suficiente en tanto ese idiota se quedara conmigo.

    ¿Nada?

    Estuve a punto de besarlo cuando oí mi móvil vibrando en alguna parte. Era insistente, adiviné que se trataba de una llamada y me bajé del otoman con ayuda de sus manos para atender. Me quedé dentro de la división, de pie, echándole un vistazo al vestido hecho un bollo en el piso, y la mierda que tuve que oír me pegó como una patada en el estómago.

    Colgué con movimientos ligeramente temblorosos y lo primero que hice fue meterme en el hueco del vestido, apresurándome por poner todo en su lugar. Era imposible de a una sola persona, sin embargo. Luego de maldecir en voz baja me acerqué a Altan, apremiante, y le di la espalda para que me ayudara con las putas cintas. La conversación seguía haciendo eco en mis oídos y estaba tan enfrascada en ello que probablemente no le diera importancia a ninguna otra cosa.

    Me había quitado la bikini como me fue posible y en lo que buscaba mis bragas le eché un vistazo a Altan, que para la gracia del asunto tampoco quería preocuparlo de más.

    —Lo siento, tengo que irme. Es urgente.

    ¿Me apetecía entrar en detalles? No, ni siquiera habría sabido por dónde empezar. Regresé junto a él una vez más, apoyé las manos en su pecho y me estiré para darle un beso en la mejilla. No tenía idea de dónde había sacado la compostura para hacer eso antes de salir pitando, suponía que a ese nivel estaba de estúpida por el idiota de aquí. Como fuera, le di el beso y me giré en redondo para abandonar la mansión lo antes posible.

    Menuda mierda era la puta vida.
     
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