Reino de Fayar Volcán Forja ✮

Evan llevó finalmente el dinero y los materiales que Blackthorne le pidió, y el moguri no tardó en ponerse manos a la obra. Con la lanza consumida en sus manos, el herrero, al inicio, pareció atascado, como si no supiese cómo empezar, si quiera, a renovar esa lanza afectada por la mugre de Cúchulainn.

Pero, por supuesto, nada se le resistió. Solo una media hora después, salió de su "taller" en aquellas cuevas y soltó frente a Evan la lanza, soplándose luego la mano, con ceño fruncido.

—K-Kupó, ¡ten, llévate ya esa cosa! No hay duda de que es una lanza espectacular, kupó, la mejor que he visto nunca... ¡pero da calambre todo el rato, kupó! Te veo muy pequeñito para llevar algo así, pero bueno, ¡tú sabrás, kupó, tú pagas, tú mandas! Eso sí, manéjala con cuidado... y solo si te ves capaz de usarla, kupó. ¡Que entre lo grandota que es y los calambritos, puede ser que te conviertas en chocobo frito, kupó!

Así que ahí la tenía, ¿eh? La Garland, por fin, renovada, entera y reluciente. Lo que decía Blackthorne era cierto: no solo era una lanza grande, muy grande, sino que rezumaba electricidad. Unos rayos, eso sí, que eran ahora verdosos, y no rojos como los que Cúchulainn utilizó para atacarles. Había recobrado su pureza, también en cuanto a la magia con la que estaba imbuida. Blackthorne, sin duda, era el mejor herrero que había.

Evan vio a Cúchulainn usar la lanza con bastante destreza, ciertamente. Recordaba cómo podía proyectar rayos desde ella, cómo cargaba energías y luego la liberaba en una oleada de fuerza indescriptible, todo eso...

... ¿podría él hacer esas mismas cosas ahora?


Evan obtiene la Garland.