Vivir con miedo

Tema en 'Relatos' iniciado por Poikachum, 17 Septiembre 2012.

  1.  
    Poikachum

    Poikachum Gurú Comentarista empedernido Usuario VIP

    Cáncer
    Miembro desde:
    10 Abril 2010
    Mensajes:
    2,972
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Vivir con miedo
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2663
    ATENCIÓN: Lenguaje fuerte y violencía.





    Era un día como otro cualquiera, estaba en mi cuarto, jugando a la play station como hace cualquier niño de trece años, mi hermana estaba estudiando.

    De repente empezó a ladrar Clara, mi perra, en el recibidor, alguien venía, era mi padre, había llegado del trabajo y no traía buena cara, lo habían despedido, se dirigió hacia su cuarto murmurando cosas, estaba muy enfadado.

    Estuvo un rato encerrado, y al fin salió, sin decir nada cogió las llaves, se puso la chaqueta y se fue.

    Sobre las diez y media llegó mi madre de trabajar, nos preguntó a mi hermana y a mí dónde estaba papá, y le contamos lo sucedido, de modo que empezamos a cenar sin él.

    A las doce menos cuarto volvió a ladrar Clara, y entró mi padre gritando y faltándonos el respeto, no hubo forma de hacerle entrar en razón pues iba borracho. Yo me fui a mi cuarto y poco después entró mi hermana. Se quedó mi madre sola con mi padre. No parábamos de oírles discutir, hubo unos segundos de silencio y se oyó cómo la puerta de la calle se cerraba de un portazo. Salimos mi hermana y yo de mi cuarto y nos dirigimos al comedor, donde se encontraba mi madre llorando. Estuvimos un rato callados, y entonces hablé yo.
    Vamos mamá, deja de llorar -le dije a mi madre- Es un gilipoyas.
    Después de hablar nos fuimos a la cama. Me costó dormirme por lo sucedido.

    A la hora de siempre sonó el despertador, era momento de ir al instituto. Había quedado con Leire, una compañera de clase que me gustaba, y yo a ella, pero nunca nos decíamos nada, simplemente nos comportábamos como compañeros. El día se me hizo eterno, pero a la vuelta siempre iba con Leire. De camino hablamos de cómo había ido el día.

    Al llegar a casa no había nadie, entré en la cocina y vi una olla con la comida, dejé los trastos en mi cuarto y me puse a comer. De repente Clara empezó a ladrar, alguien venía, era mi padre, continuaba borracho así que la tomó con la perra, le gritó de tal forma que corrió rápidamente a esconderse. Yo no daba crédito a lo ocurrido, entró mi padre en el comedor y me quede mirándolo.
    ¿Y tú qué miras?
    Me preguntó mi padre, yo no le contesté, prefería pasar de él.
    ¿Que qué miras? Cojones.
    Dijo levantando la voz, yo seguía comiendo sin darle respuesta, así que se acercó a mí y me volvió a hacer la misma pregunta, y como las otras veces yo no respondí. Y sin motivo alguno me pegó una hostia, me quedé quieto sin mostrar dolor, pero me hizo daño, miré al suelo y me cogió por los pelos, y otra vez la misma pregunta, fue entonces cuando le respondí, no se por qué, aquello.
    Tú cara, hijo puta -y me volvió a pegar.
    ¿Mi qué? -dijo él.
    Tu cara, cabronazo -le dije aún más alto.
    Me llevó a la galería, opuse resistencia hasta que no pude más, de camino continuó dándome golpes y me encerró.

    Estuve un rato llorando, sentía tanta rabia, mi padre era un cabrón, un hijo puta que le había pegado a su propio hijo.

    Al cabo de varias horas volvió y me sacó de allí a empujones, corrí hacía mi cuarto, donde me encerré. Al poco tiempo se durmió, lo sabía porque oía sus ronquidos, aproveché y comí algo para merendar. Mientras me bebía el zumo me vinieron unas ideas a la cabeza.
    Míralo ahí durmiendo, después de lo que me ha hecho pensé, ahora que está durmiendo le clavo un cuchillo, lo mato y me libro de él, o mejor lo ato y le hago sufrir.
    Pero esas ideas se desvanecieron cuando escuché la voz de mi hermana. Al verme me preguntó qué había pasado, llevaba la cara morada de los golpes que me había dado y me dolía el costado de las patadas que me dio, y le conté lo sucedido. Se dirigió a la cocina, cogió un vaso y lo llenó de agua.
    Despierta -le dijo mi hermana mientras le tiraba el agua. Mi padre se levantó hecho una furia, y antes de que mi padre pudiera decir algo empezó mi hermana a hablarle -desgraciado, mira a tu hijo, mira lo que le has hecho.
    Y sin que pudiera reaccionar le pegó mi padre a mi hermana, fue a pegarle otra vez, pero me puse en medio, el golpe que me dio fue tal que me tiró al suelo.
    Teta, corre, vete antes de que te pegue otra vez le dije.
    Mientras yo le pegaba patadas a mi padre en las piernas para que se centrara en mí.
    Así que defiendes a esa zorra, pues pagaras tú por ella.
    Por suerte para mí, mi hermana llamó a un vecino que sacó a mi padre de casa y sin pensárselo dos veces, le pegó un puñetazo que lo tiro por escaleras.

    Los golpes que me dio fueron tan fuertes que estuve unas semanas sin ir al instituto.

    Leire vino varias veces para ver como estaba. Vino una tarde y estuvimos hablando, y le pedí salir.
    Leire, me preguntaba, si tú querrías ir al cine cuando esté mejor le pregunté.
    Sonrió y me miró.
    Vale Jaime me contestó.
    Estuvimos una hora más hablando, y antes de irse me dio un beso. Nos dijimos adiós y se fue. Yo me quedé en la cama sonriendo, hasta que me dio un pinchazo en el costado donde me había pegado mi padre.

    Mi madre denunció a mi padre por lo que me hizo. Lo condenaron a dos años de prisión.

    Todo volvió a la normalidad, mi hermana acabó la carrera de arquitectura, yo llevé a Leire, mi novia, al cine. Todo fue bien durante dos años, dos años que pasaron muy rápidos, y el capullo de mi padre estuvo otra vez en la calle. Parecía que había cambiado, pero yo sabía que en el fondo seguía siendo el mismo capullo.

    Salí una tarde con Leire, y cuando volví a casa no di crédito a lo que veía, mi madre le había dado otra oportunidad a mi padre. Aquella noche cenó en casa, y cuando se fue, hablamos los tres.
    ¿Piensas darle otra oportunidad a ese animal? -le preguntó mi hermana.
    Hija, es tu padre -le contestó mi madre.
    Vale, pues ya que él viene, yo me voy. Lo siento mucho, pero yo no voy a vivir con él después de lo que le hizo a mi hermano le contestó mi hermana.
    Se fue a su cuarto, se hizo la maleta, y antes de que se fuera le di una foto que tenía de los dos cuando yo era pequeño.

    Al sábado siguiente salí otra vez con Leire. Cuando la vi llegar al sitio donde quedamos me acerqué y nos dimos un beso. Empezamos a caminar y le conté lo que había hecho mi madre.
    Sinceramente, mi madre es idiota le dije a Leire.
    Está claro que ella aún le quiere me contestó ella.
    Si, pero por quererle a él mi hermana se ha ido de casa.
    Si te vuelve a pegar, debes decírselo a tu madre.- me dijo Leire.
    Continuamos caminando y dejamos el tema de lado. Acompañé a Leire a su casa, nos despedimos y antes de irme la volví a besar.

    Llegué a casa a las ocho de la noche, entré en el comedor, estaba la luz apagada, me fui a mi cuarto y vi que la luz del cuarto de mis padres estaba encendida, entré en la habitación y encontré a mi madre llorando en la cama y con un ojo morado. El capullo de mi padre había vuelto a pegar a mi madre.

    Pasaron varias semanas sin ninguna incidencia por parte de mi padre.
    Jaime, me voy a por tu madre al trabajo me dijo mi padre desde el recibidor.
    Cuando llegaron los dos a casa empezamos a cenar. Después de la cena estuvimos un rato viendo la tele, eran las doce y media cuando me fui a dormir. A las dos menos veinte me levanté a mear y vi que mis padres estaban despiertos porque salía luz de las rendijas de su puerta, me acerqué y los escuché, estaban discutiendo, estuve un rato ahí escuchándolos hasta que oí cómo mi padre le pegaba a mi madre.

    Al día siguiente, como siempre, había quedado con Leire para ir al instituto, y le conté lo que pasó aquella noche. No recuerdo por qué aquel día me pegaron unos hijos de puta en el instituto, de modo que tuvo que acompañarme Leire a mi casa en lugar de yo a ella como todo los días. Estaba enfadado por lo ocurrido, ya que yo no les había hecho nada.

    Cuando llegué del instituto ya había llegado mi padre, y para variar estaba borracho. Pasé de él, pues ya me habían pegado bastante en el instituto. Me dirigí a mi habitación, dejé los trastos en el suelo y me tumbé en la cama. Al cabo de cinco minutos entró mi padre en el cuarto.
    ¿Qué haces? me preguntó mi padre.
    Nada le contesté.
    ¿Que qué haces? me volvió a preguntar.
    Ya te he dicho que nada le contesté gritando mientras me ponía de pie.
    Me fue a pegar pero le paré la mano, lo empujé contra la pared y lo cogí por el cuello.
    -He cambiado mucho desde la última vez -le dije-, vuelve a tocar a mamá o a mí y te mato, capullo.
    ¿Serías capaz? me dijo.
    No tientes a la suerte, tú no sabes de lo que soy capaz y lo solté.

    Otro día más tenía que ir al instituto, y como siempre fui con Leire, y le conté lo sucedido.
    Has hecho bien, pero ten cuidado, tu padre es muy bruto -me dijo Leire.
    Ya tengo cuidado, pero nunca se lo que me voy a encontrar al llegar a casa -le dije-, es un infierno llegar a casa y no saber que es lo que te vas a encontrar.
    Otra vez me volvieron a pegar los cabrones, y le pedí a Leire que esta vez no me acompañara a casa, nos dimos un beso y seguimos cada uno nuestro camino.

    Estaba de mal humor, pero se me pasó cuando recordé que mi madre trabajaba por la tarde, de modo que al llegar estaría en casa. Entré en el recibidor y escuche que alguien lloraba, abrí la puerta y encontré a mi madre en el suelo, otra vez le había pegado. A la hora empezó Clara a ladrar, dejé a mi madre en la habitación y me fui al recibidor. Era él, mi padre, y sin pensármelo dos veces le pegué un puñetazo en cara.
    ¿Te gusta, hijo puta?, ¡eh!, te gusta — le dije enrabietado por lo que le había hecho a mi madre.
    Respondió mi padre pegándome un puñetazo que me estampó en la puerta, me fue a pegar otro puñetazo en la cara cuando la aparté, de modo que golpeó la puerta de madera, aproveché que se quejaba para pegarle una patada en huevos, me dirigí a la cocina, abrí el cajón de los cubiertos y cogí un cuchillo. De pronto entró él en la cocina.
    ¡Jodida rata!, pagarás por lo que me has hechome dijo mi padre.
    Me dirigí hacia él con el cuchillo, y él hacia mí, lanzó un puñetazo que logré esquivar, y le clave el cuchillo en el cuello. La sangre me saltó en la cara, me quedé parado, y en su último esfuerzo me pegó un puñetazo. Al caer me golpeé con el canto del banco de la cocina y perdí la consciencia.

    Estuve una semana inconsciente en el hospital, poco a poco abrí los ojos, encima de una mesa había un globo atado a un peluche y con una nota de Leire. Me dolía la cabeza y recordé el golpe que me di, me noté también un dolor en lado derecho del cuerpo, debía ser por la caída. A los cinco minutos se abrió la puerta del cuarto y entró Leire, cuando me vio despierto sonrió y me dio un abrazo, yo me queje un poco porque me dolía, pero no me importaba. Salió a llamar a mi madre y mi hermana que estaban en la puerta, al entrar y verme despierto se alegraron, mi hermana se puso a llorar. Estuvieron un rato las tres hablándome, pero yo no me enteraba de nada porque estaba un poco mareado. A la media hora se fue Leire, y antes de que saliera le pedí que me diera un beso.
    Mañana vendré, ¿vale?, hasta luego.
    Se despidió de mi madre y de mi hermana, y luego de mí, después de besarme. Al cabo de cinco minutos de irse Leire, le pregunté a mi madre qué había sido de papá, y me dijo que murió desangrado. Cuando oí la noticia me giré hacia la ventana y me quedé mirando el cielo con una sonrisa de satisfacción, pues la pesadilla había terminado.
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso