Viento y Nieve

Tema en 'Relatos' iniciado por Vientchat, 24 Enero 2014.

  1.  
    Vientchat

    Vientchat Entusiasta

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    17 Noviembre 2006
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    125
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Viento y Nieve
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    7086
    Se conocían desde el cuarto año de primaria, el destino los había reunido cuando los dos más necesitaban del uno al otro porque podían entenderse aún más que cualquier hermano. Ella había perdido a su padre en un accidente de trabajo y él había visto a su padre separarse de ellos porque no quería más a su madre y estaba saliendo con otra persona.

    Los confundían como hermanos y a veces como novios, pero a ellos nada de eso les importaba; siempre parecían estar en su burbuja aislada del mundo real, saliendo sólo en algunas ocasiones. Él era el más sociable de los dos, solía ser el que formaba las relaciones necesarias, aunque la mayoría de las veces se le acercaban a ella.

    Ese jueves caminaron a sus casas en silencio, el siguiente día no podrían seguir su rutina ya que las madres de ambos tenían planes para el fin de semana. Ella se iría a visitar a un familiar desde la mañana del viernes para volver ese mismo día en la noche, mientras que él iría a lo mismo pero del viernes al sábado en la noche.
    —Podrían haber decidido otra fecha —respondió Lía al comentario de su amigo.
    —Podrían pero no lo hicieron, sólo nos queda resignarnos —suspiró Al— Aparte, es la primera vez que deciden algo así sin avisarnos antes, no deberíamos quejarnos… bueno, no mucho.
    —Supongo que tienes razón —Lía iba a unirse al suspiro cuando un ladrido la hizo voltear. El lanudo animal, blanco y pequeño, al tener su atención corrió hacía su dueño, un hombre de alrededor de unos treinta y cinco años les sonrió con amabilidad al par de jóvenes que gracias al can ahora lo veían. Sin pronunciar palabra alguna les entregó un volante y se alejó a tratar de que otras personas recibieran el mismo anuncio.​
    Era la propaganda de un circo, por las pocas imágenes parecía ser uno tradicional, pero interesante y no anticuado. Observaron y leyeron las líneas hasta que el semáforo para peatones cambió y pudieron retomar su camino, al encontrarse del otro lado de la calle ambos voltearon a ver al hombre que les había dado ese papel, él los observaba y al cruzar miradas les sonrió con un poco de melancolía y se despidió, su perro pareció ladrarles una despedida.
    —Deberíamos ir —por fin dijo la chica al reiniciar su camino.
    —Pero has dicho que odias los circos por la forma en que tratan a los animales y esas cosas —contestó sorprendido el chico.
    —Lo sé, pero algo me dice que este es diferente, no sólo por el perro que lo acompañaba… hubo algo raro en todo, puedes llamarme loca si quieres, pero así lo sentí.
    —Nunca te llamaría así sin razón, Lía —le sonrió Al y ella devolvió la expresión. —Bien, vayamos el domingo, será la mejor forma para recuperar el fin de semana.​
    El viernes fue un día aburrido y lento para ella. Visitaba a un pariente que pocas veces había visto y por esa razón no podía verlo como un familiar aunque él aseguraba conocerla desde sus primeros años en la escuela. El sábado no cambió mucho, salió con su mamá casi toda la mañana y en la tarde se quedó en su cuarto reacomodando algunas cosas.

    Por fin el domingo llegó, desde muy temprano encendió su celular y espero cualquier mensaje de su amigo. Se entretuvo en varias cosas hasta que fue la tarde, la hora de comer estaba cerca y no había recibido ningún mensaje de su amigo así que se decidió por ser ella la que preguntara acerca de su corto viaje, sin embargo la respuesta no llegó, ni cuando el momento de verse se acercaba.

    Lía fue hacía su punto de reunión; le marcó varias veces más sin ningún cambio. Esperó por tres horas hasta que se oscureció y la preocupación le caló todos los huesos y cada uno de los huecos de su mente. Corrió de regreso a su casa esperando que su mamá ya hubiese recibido alguna noticia de su amiga Resa, la mamá de Al, pero ella estaba igual de preocupada por esa ausencia de respuestas. Esa noche fue difícil para las dos, aún así al siguiente día se levantaron temprano para ir a la escuela y trabajo y esperar ver a los dos en sus lugares normales.

    Para su decepción el lunes terminó y siguieron sin verlos ni saber nada de los dos. Cada que podían marcaban, una pequeña parte de ellas aún se mantenía positiva y pensaban en distintas explicaciones para esa ausencia que iban desde que no tenían batería hasta que habían perdido u olvidado los teléfonos y aún seguían en la casa de su familiar. El martes la preocupación y la realidad ya cubría esa parte positiva; Lía caminaba distraída y no prestaba atención a las clases lo que había provocado que algunos maestros le preguntaran sobre lo que veían y ella tuviera que aceptar que no lo sabía.

    Ella iba detrás de sus compañeros de equipo o amigos hacia el salón donde tendrían la nueva clase, cuando su celular que llevaba en la mano la sacó de sus vacíos pensamientos. A su mamá sólo le bastó pedirle que saliera porque ella estaba afuera para que Lía corriera a subirse al coche e ir a donde su madre deseaba llevarla con tanta prisa.
    —Me habló el hermano de Resa, al que fueron a visitar, porque vio las múltiples llamadas que ya había dejado en su teléfono. —Las palabras de la madre de Lía se atropellaban una con otra, ella conducía rápido y con poco cuidado pero su hija no estaba prestando atención a eso— Fue cuando ya venían de regreso… el auto conducido por un grupo de chicos ebrios los impactó… no me dijeron como están, sólo en cuál hospital encontrarlos…​
    Lía no dijo nada, mantuvo la vista al frente aferrando con fuerza su teléfono y pensando en tantas cosas que terminaban por provocarle un fuerte dolor de cabeza y el aumento de la preocupación. Tardaron sólo treinta minutos en llegar al sitio; estacionaron el coche en el primer lugar que vieron y corrieron a encontrarse con los tíos de Al que aún estaban en la sala de espera. Ellos les dijeron que ambos seguían graves y que en esos momentos estaban en una operación; dos de los chicos causantes del accidente habían muerto en el lugar, uno más había fallecido el lunes y los otros dos también estaban graves pero la policía ya se encargaba de hacer investigaciones y preparar los cargos. Estuvieron esperando una hora más hasta que uno de los médicos salió a buscarlos, se presentó y después contó las noticias que tenía:
    —Estuvimos haciendo todo lo posible y varios especialistas ayudaron, desgraciadamente las heridas de su sobrino Alejandro eran serias y no pudimos salvarlo; su hermana, la señora Teresa, dentro de poco se estabilizará y podrá salir de cuidados intensivos —la madre de Lía y el tío de Al fueron los primeros en necesitar tomar asiento por la sorpresa, la chica se mantuvo de pie a un lado de su madre apretando los puños y viendo el suelo— Los dejaré unos momentos, después le suplico nos ayude con un papeleo —el médico se marchó, la esposa del hermano de Resa lo abrazó y derramó lagrimas junto a él mientras Lía abrazaba a su madre que había empezado a llorar igual, la chica se mantenía seria.​
    Sin llorar en ningún momento, Lía ayudó a su madre a tranquilizarse para que ayudara al hermano de Resa a realizar el papeleo y planear el funeral. La chica, para sorpresa de los adultos, podía sonreír y darle ánimos a los tres para continuar.

    El siguiente día fueron las dos las que se quedaron todo el día en el hospital para recibir noticias de Resa porque su hermano y esposa tuvieron que ir a su casa a descansar y por más ropa limpia. Para el jueves ellas tuvieron que presentarse en su trabajo y escuela, Lía fue la que menos ganas tenía de presentarse pero se obligó a hacerlo. Todo su día fue tan vacío como los anteriores, sus compañeros y maestros comenzaban a acostumbrarse de ese comportamiento.

    Y por fin el viernes… la mamá de Lía acompañó a la esposa del hermano de Resa a terminar los últimos arreglos para el funeral mientras que su hermano se encargaba de darle la triste noticia a Resa. Mientras que Lía decidió ir a su escuela un rato. Fue la última clase la que le tocó con el maestro del Al que y ella habían logrado hacerse amigos, o algo similar; la mayoría de los demás alumnos ya se habían salido.
    —Sobre el trabajo de equipo para la otra semana… —por fin Lía les habló y, aunque les sorprendió un poco, se acercaron para escucharla— No anoten a Al ni a mí por favor, porque no ayudamos y no creemos que nos dé tiempo para hacerlo…
    —Está bien, podemos anotarlos, no son de los que no trabajan, por esta vez nadie se enojará —sonrió uno de los chicos.
    —No, en serio no nos anoten por favor —sin explicarles más de su respuesta, se acercó al maestro que terminaba de limpiar el pizarrón, entonces les dio la noticia y les pidió que fueran al funeral. Todos se sorprendieron de la seriedad de ella, era la misma seriedad con la que siempre los había tratado.​
    No permaneció con ellos mucho tiempo, sólo les dio la información del sitio y la hora y se fue al hospital donde encontró a su madre con la que entró a ver por fin a Resa que era la más deprimida por la pérdida de Al. Le dieron palabras de aliento hasta que la medicina la hizo volver a dormir.

    Al anochecer las dos se fueron a su casa para prepararse para el siguiente día. Su madre no podía dejar de preguntarse hasta qué grado Lía estaba bien, a veces sonreía aun cuando la felicidad no llegaba a sus ojos, también solía hablar con sarcasmo pero en pocas ocasiones, muy diferente a lo de antes.

    La mañana de ese sábado las cosas tuvieron que ir rápido. Ambas se arreglaron con sus ropas negras, su mamá regresó en algún momento a la casa por algo que olvidaba y en Lía subió a los asientos traseros una mochila mediana que metió debajo de su asiento del copiloto.

    Recibieron a los invitados, acompañaron a la madre de Al que aún se veía triste y por ratos lloraba igual que su hermano. Había gente que nunca habían visto, otros que estaban realmente sorprendidos por lo sucedido y los que igual no dejaban de llorar. Para la tarde, cerca de las 5, varios de los invitados comenzaron a retirarse y los trabajadores a prepararse para enterrar el ataúd.

    Fue hasta ese momento que Lía por fin se acercó a su amigo, con seriedad observó su rostro que gracias al maquillaje no se vía como suponía que debería haberse visto, pudo notar esas heridas que en vida no habían alcanzado a sanarse. Sus manos yacían juntas sobre el abdomen que nunca volvería a moverse, el cabello aún mantenía ese brillo del cuidado que él siempre le había dado, llevaba un traje oscuro lo que la hizo sonreír de medio lado al recordar cuando él le había dicho lo mucho que odiaba llevar uno de esos. Sólo ese recuerdo bastó para que las lágrimas por fin salieran, empezó en silencio y con rapidez los sollozos se volvieron gritos de dolor; las rodillas le temblaron hasta que terminó por hincarse, su mano derecha se mantuvo dentro de la caja agarrando la mano de él. Por más que lo deseara, en lo profundo de su mente, no podía evitar que esos desgarradores sonidos salieran de ella; tapó su boca, trató de tranquilizarse como antes ya lo había hecho pero no lo logró.

    Vio abrirse la puerta que llevaba a esa habitación donde todos habían visto a su amigo, su madre entró con lágrimas en los ojos y avanzando con rapidez para poder abrazar y consolar a su hija que ya mostraba lo que en verdad sentía, sin embargo antes de que se hincara a su lado Lía se levantó. Dio una rápida mirada a su amigo y salió corriendo del lugar, empujó a cuanta persona se le parara enfrente ignorando los llamados de su mamá. Llegó a donde estaba su coche y tomó la mochila que había puesto debajo de este se la colgó en los hombros y siguió corriendo mientras su mamá, el hermano de Resa y su maestro la perseguían. Las lágrimas no dejaban de salir, ni siquiera sabía por dónde estaba corriendo pero no se iba a detener, en su mente sólo figuraba un sitio al cual deseaba llegar aun cuando no conociera la razón de ese sentimiento. Entró en varias calles, esquivó coches en las avenidas, empujó a muchas personas, los llamados de los adultos persistían aunque iba quedando más atrás con cada zancada.

    Entonces llegó a ese sitio que la imagen del volante, entregado aquella tarde, la había guiado. Las casas móviles que transportaban a los cirqueros ya estaban listas para partir, el espectáculo se había terminado ayer. Sin dudarlo, Lía entró por la única puerta de esos hogares que estaba abierta con un hombre que nunca había visto que le hacía señas para que corriera aún más rápido, y ella lo hizo a pesar de lo cansada que ya se sentía y de lo mucho que deseaba cerrar los ojos y olvidarse de todo…

    La puerta se cerró tras de sí al mismo tiempo que una mano tiraba de ella con fuerza y la metía al transporte. Estaba algo oscuro el interior y no le importaba, una mujer la guió hacía una cama y le pidió que durmiera hasta que llegaran al nuevo sitio, Lía no respondió y siguió las indicaciones. Se tumbó de lado, abrazó su mochila y espero que las lágrimas se detuvieran cuando ella cayó en la oscuridad del sueño.

    Despertó con un fuerte dolor de cabeza y esa molesta sensación de no haber descansado a pesar del tiempo que durmió. Estaba confundida y esos malestares no hicieron ninguna mejora. Notó que su almohada estaba un poco húmeda y los ojos los sentía irritados, lo que la llevó a saber que aún dormida no había podido detener las lágrimas.

    Soltó la mochila que aún abrazaba y se sentó en la orilla de la cama; observó que la casa móvil estaba oscura por tener todas las persianas cerradas, tres almohadas estaban en el suelo a su lado porque alguien se había encargado de cambiarlas cuando la que Lía tenía ya estaba muy húmeda. La casa era pequeña y simple, sin muchas decoraciones que le ayudaran a conocer un poco al dueño, sólo que todo estaba bien ordenado y limpio. En cuanto se levantó una mujer entró a la casa, le sonrió con simpatía, la tomó de la mano y con una seña le indicó que la acompañara.

    Salieron del remolque, rodearon los demás que estaban estacionados a su lado y llegaron a un claro donde varias personas ya estaban reunidas con un hombre de más de cuarenta años, parado al frente de todos que sonrío de la misma manera que la mujer al ver llegar a Lía. Le tendió las manos y Lía no pudo resistirse ya que su acompañante le colocó su mano sobre la del hombre antes de irse a juntar con los demás.
    —Hoy le damos la bienvenida a nuestra más reciente miembro —exclamó aún sonriente el adulto— ¿Cómo gustas que te llamemos?
    —… Vientchat —ese nombre había rondado por mucho tiempo su mente aunque hacía años que lo había olvidado, sin embargo en ese sitio fue lo primero en aparecer.
    —Entonces, bienvenida Vientchat a este peculiar circo, todos nosotros somos una gran familia y confiamos en todos, espero pronto te sientas parte de nosotros y confíes —él hizo un gesto estirando su dedo medio e índice frente a sus labios y haciendo una leve inclinación de la cabeza hacia adelante, los demás presentes repitieron el gesto, ella recordó toda la atención que tenía en esos momentos y no pudo evitar sonrojarse puesto que nunca le había agradado ser el centro de atención. Sólo logró pasear con rapidez la vista y ver a la mujer que la había guiado, agarrada de la mano del mismo hombre que ese día le entregó el volante del circo. —Mi nombre es Hantei, soy el líder de este circo, los que se encargarán de explicarte mejor todo serán Vincent y Nieki, con ellos vivirás si no te molesta compartir hogar con dos hombres… bueno un hombre y un crío —el último comentario provocó una mirada asesina por parte del chico que acompañaba al otro adulto que se le acercó repitiendo el extraño gesto.​
    Hantei se marchó al igual que los demás espectadores, Vincent la guió de regreso a la casa móvil con Nieki caminando detrás frunciendo el ceño. Mientras caminaban en silencio, pudo notar que los árboles eran raros, tenían la apariencia de los que solía ver pero su tronco y las ramas eran de un blanco muy puro y las hojas tenían tonos violáceos; el pasto sobre el que avanzaban, al menos era normal, de colores verdes. La llevó hasta la cama en la que había despertado y le pidió que se sentara, él se sentó frente a ella en una de las sillas del pequeño comedor mientras que el chico se mantenía de pie a un lado.
    —Hay algunas razones por las cuales decimos que es un peculiar circo —comenzó a decir el adulto— La primera que a lo mejor notaste o que tal vez no creas es que no viajamos entres estados o países, nosotros viajamos entre distintos mundos… ¿sabías acerca de mundos alternos? ¿Creías en ellos?
    —No es algo que… de donde vengo, se investigué y se trate con naturalidad, es algo que lo conocemos por historias ficticias que relatan en los libros… bueno, lo que se supone son ficticias —a pesar de que sabía que debía sentir desconfianza o rareza por lo dicho, se sintió muy natural; no sólo porque muchas veces había leído ese tipo de libros, sino porque le agradaba imaginar ese tipo de lugares extraños, y los árboles del exterior no hacían más que confirmarle lo dicho.
    —Esa es una gran ventaja, significa que me crees ¿no? —Vientchat asintió, Vincent transmitía con su mirada verde, sinceridad y calidez a lo que la chica no pudo hacer más que permitir que invadieran su ser— Bien, la otra razón por la que no somos un circo normal es que todos llegamos por eventos no gratos. Ya sea que huimos del pasado, del futuro, para proteger a alguien, para protegernos, por la muerte de un ser especial, por varias razones. No te preocupes si no quieres contar las razones por las cuales estás aquí, nadie te preguntará pero si deseas hablarlo, cualquiera de nosotros estaremos dispuestos a escucharte y ayudarte si lo necesitas. —Ella volvió a asentir y Vincent le sonrió más ampliamente antes de cambiar a una expresión sombría— Y lo más importante que debes saber… el viaje entre mundos está regido por varias leyes, tanto naturales como impuestas por los guardianes del orden. La principal de todas es que el tiempo pasa muy diferente en los viajeros que en los mundos, mientras más nos alejemos de ese mundo, más tiempo habrá pasado cuando regresemos.
    — ¿Significa que si alguna vez volvemos a mi mundo, los de mi edad podrían ser ya unos ancianos o ya no estar vivos? —en el fondo de sí, Vientchat sintió un poco de pena y remordimiento con eso que le decía.
    —Exactamente… un ejemplo soy yo. Vengo del mismo mundo que tú, me uní a este circo a los dieciséis años, pero la época en que viví ahí tú aún no nacías ni tus padres. Era de las épocas más oscuras, donde varias cosas te hacían acreedor a la muerte y la tortura, más si osabas en cuestionar el poder y la religión. A nuestro mundo sólo hemos vuelto cuatro veces, y en esta cuarta te nos uniste… ahora que conoces esta regla ¿deseas quedarte con nosotros?
    —Sí —contestó completamente decidida, tal como su mirada lo demostraba— si logré irme de ahí y llegar hasta este lugar sin preocuparme por lo que pudiera pasar o con quién me iba, es porque ya no tengo nada a que regresar a mi mundo…
    —Perfecto entonces. Siéntete en casa aquí, Vientchat —él repitió la extraña seña y esta vez ella no quiso quedarse con la duda sobre eso— Es nuestra forma de saludar, a los nuevos y a los que vemos después de mucho tiempo; este junto a otras cosas es algo que como circo hemos inventado, también aprendimos varias tradiciones de los circos de otros mundos. Somos un circo bastante tradicional en cierta forma. Ahora vayamos con Lucín, ella tiene ropa para ti, fue la que cuidó tu sueño aquí y la que hoy te guió, es una grandiosa trapecista y, no sé si lo habrás notado, pero ella es muda.
    —Y si te interesa, que no has preguntado y los viejos olvidaron decirte, el circo se llama “Solu ko Graten-bret” —habló por primera vez el chico que no parecía poder cambiar su expresión fría y cortante. — “Alma de árbol” —tradujo al mismo tiempo que ella susurraba palabras iguales, lo que sorprendió a los dos hombres tanto como a ella misma.
    —Nunca lo había escuchado… pero ese nombre, el nombre de Nieki y el mío… vienen de ese mismo idioma, realmente no tengo idea de cómo lo sé, es algo que ya viene dentro de mí
    —Más bienvenida en el circo no podrías haber estado —le sonrió de nuevo Vincent mientras se ponía de pie y le ofrecía la mano para guiarla al nuevo sitio que tenían que visitar.​
    Salieron una vez más, los cirqueros pasaban apresurados pero cuando hacían contacto visual con Viencthat, le sonreían cálidamente, era como si siempre hubiese estado entre ellos. Aunque en esos momentos eso no era lo que ocupaba sus pensamientos, lo que sí lo hacía era ese extraño conocimiento del lenguaje en el que estaba su nombre, por más que lo intentara no lograba recordar si en algún momento ya lo había visto.

    En la casa de Lucín los hicieron pasar y tomar asiento mientras que la trapecista le entregaba un montoncito de ropa sin dejar de sonreírle; en ese mismo lugar estaba aquel hombre del volante, parecía alguien tímido o al menos así se estaba comportando con ella.
    —No debería aceptarla, yo traigo un poco de dinero… —exclamó Vientchat con la ropa en las piernas.
    —En el circo la ropa suele reciclarse, bueno la mayoría y para los que quieren, así que no te preocupes —respondió el hombre sonriendo con melancolía como esa primera vez— Soy Mizio, ella es Lucín y nuestro hijo Ryon salió a jugar por ahí…
    —Mucho gusto en conocerlos… —Lucín se sentó a su lado y comenzó a cepillarle el cabello, lo que la hizo recordar que debía de tener un mal aspecto, se sonrojó y agachó la cabeza.
    —Ya ni lo hagas, todos ya te vimos en tus peores momentos —comentó Nieki sin verla y sonriendo de forma maliciosa por primera vez.
    —Bueno al menos será una vez en la vida, creo que tú nunca encontrarás tus mejores momentos —contestó ella sonriendo con la misma malicia, haciendo que los adultos se sorprendieran.
    —Yo siempre estoy en mis mejores momentos, es posible que una normal como tú no lo note. —Al decirlo levantó los cortos cabellos anaranjados que invadían su frente y los echó hacia atrás con el resto, todo sin dejar de sonreír a su modo.
    —Debe ser porque brillas muy poco y nadie lo nota, a lo mejor y eres menos que normal.
    —Tú… —Nieki por fin volteo a verla frunciendo el ceño, los adultos por fin se soltaron a reír y los dos chicos, tal como niños, giraron los rostros para evitar verse.
    —Y… —la sonrisa de Vientchat desapareció al voltear a ver a Mizio— ¿Usted sabía lo que pasaría? ¿Por eso nos… me dio ese volante?
    —Sí y no… —respondió bajando la mirada.
    —Aquí es cuando debo decirte la otra parte de nuestra peculiaridad como circo —intervino Vincent— varios en este circo, al provenir de distintos mundos, poseen habilidades… lo han llamado poderes, habilidades sobrenaturales, sobrehumanas… —Vientchat estaba sorprendida por eso, pero no lo mostró, su reacción era porque no lo había pensado contando el hecho de que viajaran entre mundos— Y pues… la habilidad que yo tengo es la de ver ciertos hechos del futuro, y entre mis visiones estuviste tú llegando con nosotros… y un poco acerca de por qué viniste. El encuentro con Mizio era inevitable, él de todas formas te entregaría ese volante… el que yo le dijera un poco era necesario para que llegaras a nosotros.
    —Sabías que él… —a Vientchat se le cortó la voz en cuanto el remolino de sentimientos empezó y Vincent lo notó.
    —No todo, sólo un poco y si lo hubiera sabido bien no habría podido decirte, ni Mizio ni yo. No porque no quisiera, sino por las reglas… los que vemos el futuro no podemos decirle a cualquiera todo lo que sucederá, sólo pequeñas pistas.
    —... lo siento, no debí preguntar.
    —Está bien, a todos suele pasarle, yo lo hubiera hecho.​
    Platicaron por unos cortos minutos más, después mandaron a Nieki a dejar la nueva ropa al remolque mientras que Vincent le enseñaba a Vienchat los preparativos que siempre se hacían al llegar a un nuevo sitio. La mayoría de las personas se estaban encargando de arreglar la carpa, limpiar el sitio, reparar atuendos que lo necesitaran, afinar instrumentos, preparar las golosinas, los boletos, las luces, el sonido y el orden de apariciones; eran pocos los que estaban entrenando para sus actos porque, según dijo Vincent, los mejores entrenamientos los hacían ya que todo estuviera instalado y hubiese pasado la primera presentación. Fueron unos cuantos los que salieron a entregar propaganda y a correr la voz de la llegada del espectáculo.

    Vientchat estaba maravillada al ver que la mayoría de las tareas que realizaban las hacían usando sus habilidades; eran muchos los que tenían alguna por no decir que todos. Ella no pudo evitar preguntar si alguna de las habilidades era usada en el espectáculo.
    —Eso sería hacer trampa… consideramos que no estaría muy bien visto. Son muy pocas las ocasiones donde la han utilizado, la situación debe ameritarlo.
    — ¿Y qué situaciones lo amerita?
    —Cuando el mundo necesita una chispa de magia, recuerda que nosotros trabajamos para traerle felicidad al público.​
    Un poco antes de que comenzara a oscurecer la gente comenzó a llegar; emocionados veían la gran carpa iluminada por luces de tantos colores posibles, algunos cirqueros ofreciendo pequeñas muestras de lo que verían adentro, los niños que aún aprendían de sus padres o amigos usaban ese momento para practicar y cuando fallaban hacían reír al público; otros se distraían comprando golosinas, varias las habían traído de ese mismo mundo al medio día. Vientchat vio como se formaban sonrisas en los rostros de la mayoría de los presentes, eran sólo unos pocos que aún se resistían a iluminar su rostro con todo aquello, pero Vincent le aseguró que más tarde nadie saldría con mala cara.

    El espectáculo dio inicio con la tercera llamada hecha por Hantei, ya todos los espectadores estaban sentados y atentos a lo próximo que verían. Las luces más grandes se apagaron, el silencio le sobrevino; el corazón de todos los visitantes, incluido el de Vientchat, latían con emoción mientras esperaban la primera aparición. Un reflector se encendió con las vibraciones de los instrumentos de cuerda y toda la luz cayó en Hantei, vestía un común traje rojo con partes negras, Vienchat sonrió al ver que al menos el presentador era como los de su mundo. El líder dio la bienvenida a su público, los hizo reír con algunas frases y terminó presentando a los malabaristas.

    La música en ningún momento dejó de acompañar las presentaciones, en las más emocionantes aparecía una hermosa cantante ataviada con el más hermoso vestido de color azul claro, que Vientchat había visto. Los músicos se divertían coordinando sus sonidos con los movimientos de los cirqueros y se lucieron cuando fue el turno de los payasos, si sus acciones no te hacían doblarte de risa, las tonadas ayudaban. Los trapecistas mantuvieron a todos en la carpa casi sin respirar y sin pestañear, ver a esas personas volar como si ningún peligro existiera, fue emocionante; Lucín era de las principales y bien merecido tenía ese puesto porque a ojos de todos parecía uno con el viento, tan liviana y tan natural.

    El intermedio no fue muy largo, poca gente quiso salir a estirar las piernas porque estaban ansiosos de ver los siguientes números y sentían que quedarse sería lo que acelerara el tiempo. La chica nueva vio como todos sonreían y comentaban el espectáculo, notó algunos niños que habían estado llorando y ahora felices hablaban de lo visto con un peculiar brillo en los ojos. Terminados los veinticinco minutos todos ya estaban de nuevo en sus lugares, algunos con nuevas golosinas y otros aún más emocionados.

    El primer acto de la segunda mitad fue para los ilusionistas, todos realmente hábiles que con distintas cosas maravillaban al público y engañaban a sus ojos, por unos momentos Vientchat creyó que realmente usaban sus poderes, pero las palabras de Vincent la hicieron notar que no era nada más que ilusión y un buen manejo de los objetos y la percepción. Pasaron los contorsionistas, que más que asquear a la gente o hacerla sentir dolor, los asombraron y los hicieron reír cuando hacían los más difíciles dobleces. El acto de esa mitad que más interesó a la chica fue el de Nieki, unos cirqueros interpretando payasos colocaron cuatro largos y firmes postes, todos tenían una cuerda atada de una parte y en medio todas se cruzaban. El chico trepó a uno de ellos y con un suspiro se paró sobre la cuerda, avanzó con lentitud hasta situarse cerca del centro; una vez ahí hizo una especie de danza acorde con la música, saltaba de cuerda en cuerda como si estuviera sobre el suelo, se paraba sobre sus manos, girada en la cuerda, se hincaba, se sentaba. Todo lo que hacía robaba toda la atención del público que a penas y hablaba. Cerca del final le lanzaron unas pequeñas pelotas, cinco en total, y él realizó malabares, con manos, brazos, piernas, pies y la cabeza mientras se movía con naturalidad sobre las cuerdas; su mirada mostraba completa concentración y confianza. Cuando terminó y todos le aplaudían, le guiñó el ojo a Vientchat y puso una expresión de completa arrogancia lo que hizo a la chica reaccionar y simular un bostezo.

    La presentación de Mizio también le interesaba y la hizo sonreír de verdad al verlo, él era un supuesto domador de bestias; supuesto porque no las domaba, simplemente se hacía amigo de ellos cuidándolos desde pequeños o después de salvarlos de alguna situación poco agradable. Presentó al perro que Vientchat había visto esa primera vez, a un león blanco, un caballo, dos gatos y un halcón; la combinación era muy extraña pero todos hicieron un espectáculo entretenido y divertido, lo que le demostró a Vientchat que Mizio no era tímido. El último acto fue de los magos; su diferencia con los ilusionistas era que no usaban objetos, usaban elementos y personas. Con ellos también le costó un poco a la chica saber que no usaban ningún tipo de habilidad sobrenatural, sin embargo, disfrutó mucho de ese cierre.

    Con la despedida de Hantei el público comenzó a salir sin parar de reír y hablar de todo el espectáculo. Vientchat notó a gente que había llegado con tristeza, enojo, decepción y otros sentimientos negativos, ahora se marchaban sonrientes y en cierta forma aliviados de poder olvidar, aunque sea un poco, su infortunio. A ella también le había servido de esa forma verlo.

    Afuera de la carpa podían encontrar juegos como de feria y sin trucos, algunos objetos de recuerdo hechos por los mismos cirqueros; en un lugar estaba Vincent y otra mujer que se encargaban de leer las cartas y predecir el futuro. El adulto le había dicho a ella que no era lo que él veía, si no lo que las cartas de verdad le decían.

    El último de los espectadores se fue cerca de la media noche, fue cuando realizaron lo que acostumbraban después de la primera presentación: un banquete hecho por todos. Habían recibido bastante gente y habían realizado varias ventas, por eso celebraban con mayor entusiasmo según lo que Mizio le contaba a Vientchat. Al final del último plato servido, rodearon a la chica y le pidieron su primera opinión acerca de todo; Vientchat tuvo problemas al principio al notar todas esas miradas sobre ella, pero a medida que avanzaba en su opinión fue perdiendo ese miedo y terminó sonriéndole a todos.
    —Pero creo que la mayoría notamos que el que más te gustó fue el de Nieki —exclamó uno de los que hacían de payasos, y ella se sorprendió al ver a varios asentir, no supo si se sonrojó o no pero de inmediato respondió en su defensa.
    —Quería ver el momento en que fallara, sabía que lo haría.
    — ¿Fallar yo? Estás loca, llevo mucho tiempo practicando como para fallar —respondió de inmediato Nieki.
    —Sería una pena que en algo tan fácil como lo que hiciste fallaras, esperaba más de ti —sonrió socarronamente, Nieki no borró su sonrisa arrogante a pesar de fruncir el ceño.
    —Si dices eso es porque a lo mejor y eres mejor que yo, me gustaría verlo.
    —Pues te quedarás con las ganas porque nunca lo he hecho, sólo he visto a varios hacerlo y sé que no eres tan bueno.
    —Entonces te enseñaré a hacerlo —intervino uno de los cirqueros, Vientchat lo había visto entre las personas que atendían los juegos de feria— Yo le enseñé a ese engreído lo que sabe, estoy seguro que podrías hacerlo mejor y en menor tiempo, pero sólo si quieres vencerlo.
    —No hagas eso, viejo ¿acaso estás en mi contra? —protestó el chico.
    —No lo estoy, pero si puede alguien bajarte ese egocentrismo puede ser ella.
    —Bien, lo haré, quiero aprender y quiero ganarle —respondió decidida Vientchat, los demás cirqueros aullaron y rieron de gusto por la intensidad de ese desafío. En menos de unos minutos Vincent se ofreció a manejar las apuestas.
    —¡Vincent! —protestaron ambos chicos al unísono provocando risa en los presentes.
    —Más niños no pueden ser, Vincent yo apuesto doscientas monedas a que Vientchat gana el desafío. —el líder del circo alzó el brazo con tarro en mano y le dedicó un guiño al chico.
    —Maldito viejo, sabía que lo harías.​
    Con el último comentario de Nieki, la junta terminó y todos fueron a dormir, todos emocionados por el desafío y las nuevas presentaciones.

    Desde ese segundo día con el circo, Vientchat no volvió a ver las presentaciones por culpa del entrenamiento que Rob, su ahora maestro, le hacía cumplir. Los primeros días terminaba completamente adolorida y cansada pero al término de la primera semana amanecía cada vez con más entusiasmo y energía; cada día las pruebas se complicaban más y la presión aumentaba cada que alguno de los cirqueros la animaba. Ni Rob ni ella le decían a nadie acerca de cómo iba su entrenamiento y los avances; Vincent reía cada que alguna persona iba a hacer pequeñas modificaciones en sus apuestas.

    Pasaron tres semanas en completo silencio, cerca del final de la tercera Vincent cerró las apuestas y cinco días después fue el tiempo en que Vientchat mostrara lo que había logrado.

    Estaban en un nuevo mundo, el cuarto para Vientchat, ahí toda la vegetación tenía muchos colores, todos los que alguna vez hubiera visto ella mientras que los troncos eran negros y el cielo era de los siete colores de un arcoíris. La mayoría de los animales eran de colores oscuros y la gente solía vestir de blanco con algunas cosas negras.

    Tenían armada la carpa, esta vez colocaron seis postes con sus respectivas cuerdas. Ninguno de los dos llevaba trajes especiales, sólo una camiseta y un pantalón liviano. Subieron con audacia y rapidez, todos los cirqueros ya estaba sentados y esperando el espectáculo tan flamante que sin duda darían el par de jóvenes. No había música, sólo las respiraciones de los emocionados cirqueros.

    Nieki fue el del primer movimiento y Vientchat sólo tardó un segundo en imitarlo. Iniciaron una perfecta combinación entre pelea y danza sobre las cuerdas; se movían con ligereza, seguridad y audacia, no había mucha diferencia en sus movimientos por no decir que no había ninguna. Paso que daba ella, paso que él imitaba y viceversa. Los dos solos se lucieron por diez minutos hasta que les fueron lanzando objetos, primero las pelotas, cada uno con sus cinco esferas pero que terminaron por lanzárselas el uno al otro en distintas formas. Con un silbido de Rob tiraron las pelotas con cuidado justo antes de recibir dos aros cada uno. En ningún momento dejaron de verse; hicieron girar los aros en la cintura, en las piernas, en el cuello, en los brazos, los lanzaron entre ellos y al final los arrojaron al suelo para el último movimiento.

    Ambos comenzaron a caminar al centro, llegaron al mismo tiempo pero no se detuvieron; Nieki saltó a la derecha y Vientchat a la izquierda, ambos para alejarse dos cuerdas de la original, al recuperar el equilibro se tiraron de espaldas y formaron un arco con el cuerpo, se impulsaron y después quedaron parados de manos. Dieron dos giros en la cuerda hasta que se soltaron y cayeron de pie otra vez al centro; Nieki hizo algo como una patada que provocó la caída de la chica, pero ella reaccionó a tiempo para sostenerse de su mano y tirarlo con ella. Varios cirqueros se levantaron sorprendidos y asustados, otros gritaron. Sin embargo los chicos no cayeron, ambos entrelazaron los pies en la cuerda y quedaron colgados de cabeza.
    — ¡Par de idiotas! —les gritó Rob cuando volvió a sentarse en su sitio intentando tranquilizar su corazón. Los dos chicos se hicieron la seña infantil de evitarse la mirada y bajaron con los demás quienes comenzaron a aplaudirles y alabarlos.
    — ¿Entonces quién ganó? —interrogó Ryon, el hijo de Lucín.
    —Sin duda fui yo, aprendí en menos tiempo y lo hice mejor —contestó Nieki.
    —No, fui yo que aprendí en el mismo tiempo y en mi primer intento lo hice mejor que tú —atacó Vientchat y todos voltearon a ver a Rob y Vincent.
    —Los dos lo aprendieron en el mismo tiempo la verdad… aunque quisiera darle la victoria a ella, creo que fue un empate, los dos lo hicieron muy bien. —por fin respondió Rob.​
    Hubo comentarios de queja, de risa, de completo acuerdo; pero nada logró llevarse la emoción que los dos provocaron. A los pocos que apostaron por el empate les repartieron todas las ganancias, entre los que estaban Lucín y Mizio.

    A partir de ese día los dos siempre se presentaban juntos, todos aseguraban que disfrutaban estar solos allá arriba a lo que los dos jóvenes respondían que lo único que hacían arriba era competir por ser el mejor que el otro.

    Poco a poco Vientchat fue confiando en todos los cirqueros y conociéndolos mejor. No había pasado ni un mes y ya era como si siempre hubiese estado con ellos. Aprendió todas las tradiciones, reglas y varios de los pasados de sus ahora familiares, conoció infinidad de mundos nuevos y aunque hubo algunos en los que le hubiera gustado permanecer, nunca abandonó al circo.

    Fue hasta que cumplió dos meses en su nueva vida que conoció mejor a Nieki. Había terminado la peor epidemia que el circo había experimentado, pasaron una semana sin trabajo pero su suerte los había acompañado y no habían tenido ninguna baja gracias a las habilidades que descubrieron en ellos: el chico podía curar de lo peor pero al ser limitado su uso por el desgaste, habían necesitado de la habilidad de ella para tomar los dolores, heridas y enfermedades de los que deseara.

    Estaban descansado del último día agotador en que se dedicaran a cuidar que los enfermos aún respiraran y recibieran la medicina adecuada; esa noche Vientchat había dejado su cama en la madrugada y se había alejado un poco del claro, para su sorpresa, se detuvo en el mismo sitio donde su compañero yacía sentado viendo hacia las estrellas, no la había notado por lo que al llegar lo vio con un collar en su mano que sostenía con cariño. Intercambiaron palabras frías e hiriente pero al final ella le contó la razón por la que ahora se encontraba en el circo y el empezó a contarle a ella.

    —Llegué un mes y medio antes que tú, yo huí de mis padres para llegar aquí y no fue porque me trataran mal o algo así... sólo fue que como tú, no soporte la pérdida de la persona que más quería en mi mundo... —calló unos segundos, como si las imágenes hubiesen regresado a su mente.— Mi nombre era Nathan, ella era Rebeca... habíamos sido vecinos desde antes de nacer pero nos volvimos amigos en una aburrida fiesta del barrio a la que nos habían obligado a ir nuestros padres para distraernos de la separación que habían tenido... Todo parecía tan natural y perfecto hasta que su madre murió en un asalto, creí que no estaba tan afectada porque me sonreía y ya se había desahogado conmigo, pero un día después del funeral fui a buscarla para decirle de los arreglos que mi madre podía hacer para que ella viviera con nosotros cuando... —el chico tragó saliva y después movió los labios tratando de sacar las palabras, tardó un poco en lograrlo— la encontré en su cuarto colgada... corté la cuerda de inmediato pero ella ya no respiraba, su padre llegó mientras la abrazaba, la tomó de mis brazos y lloró; en ese momento me levanté y salí corriendo hacia este circo —Nieki por fin posó sus ojos oscuros en los de ella, le sonrió de medio lado— Al final sí somos parecidos.​
     
  2.  
    El tigre de Bolsillo

    El tigre de Bolsillo Entusiasta

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    Oh Dios,esta buenisímo. ¿Es todo? D: Lo estaba leyendo en mi cel,quedé 'al filo de la butaca'. Continúa por piedad!! D:
     
  3.  
    Vientchat

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    Ejejejeje n.n' sí es todo, es que es corto porque fue para un concurso, pensaba desarrollarlo más pero al final preferí dejarlo así :'D
    Ahora dudo de nuevo sobre continuarlo o dejarlo :'D
    Ah! y gracias, que bueno que te gustara n.n
     
    Última edición: 30 Enero 2014
  4.  
    El tigre de Bolsillo

    El tigre de Bolsillo Entusiasta

    Leo
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    Creo que mi novio se llevará una mala noticia, jajajaja (estaba tan interesada que pidió que compartiera la lectura)
    Ha sido un gran sabor de boca.
    Muchas gracias!
     

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