Drabble Viento y agua; serpientes y garras [Oreki&Nagi|Persona]

Oreki Tojo es el bebo de Kuno Vizard . Chico, espero que sea de tu gusto uwu.

Contenido oculto: Lado Salvaje

Viento y agua;
serpientes y garras ​

Había acabado, el peligro había acabado. Ya no había más monstruos, todo estaba acabado. La maldición, rota; la enfermedad, curada; el infierno, se habían librado de él.

¿Entonces por qué?, ¿por qué su corazón siguió latiendo tan fuerte; por qué su respiración, monótona, no se calmaba? Era incapaz de sonreír, tan solo tenía una cara anonadada en toda la expresión. Incrédulo, aún incrédulo de que todo el peligro hubiera acabado; no podía permitirse bajar la guardia, no hasta que supiera que no hubiera nada a kilómetros, no hasta que todos estuvieran resguardados bajo su constante mirada atenta.

Su respiración se cortó, cuando dos brazos pasaron por sobre sus hombros, tras su espalda. Fue como volver a la vida; salir del modo automático que cada vez que entraba al combate, descongelarse, volver a ser el flujo de agua constante. No hielo gélido como Yule, ni el inamovible océano como Diane; él era flujo, ríos y vertientes. Movimiento y dinamismo.

Energía, calidez.

​

Quedarse congelado simplemente no debería estar entre sus estrategias, planes; modo de pelea.

La suavidad de un cuerpo le cubrió la espalda, y logró sentir una cabeza por sobre la propia; no lo besó, pero sí que apoyó la frente y nariz a lo largo de esa. Había vuelto a fluir otra vez, sus manos se movieron hasta aferrarse con suavidad a los brazos ajenos. Se demoró un poco en identificarla, pero fue cosa de volver en sí para saber quien era; Watanabe Nagi.

Y, entonces, al encontrarse ojos con ojos con el rostro compungido de la chica, a Oreki no le quedó otra de soltar un liberador suspiro. Un par de lágrimas cubrieron sus orbes, pero la sonrisa amplia y genuina ya había vuelto.

—¿Estas mejor ahora? —preguntó la chica, sin quitarle la mirada compungida de encima; preocupada, pero mucho más fuerte que la niña llena de pánico que conoció en el vagón, aquella noche donde todo parecía un mal sueño más.

Se levantó y la chica se levantó con él; en una coordinación que entre pocos se lograba. El chico se volteó y fue ahora él quien la abrazó a ella: brazos por debajo de sus hombros, y ellas rodeándole el cuello. Se escondieron en sus respectivos huecos y sintieron el aroma suave y fresco correspondientes de sus cabellos.

Bueno, también estaban sudados, pero tras haber sobrevivido a otro demonio de pesadilla, capaz de acabar con todo el destino, poco importaba.

—Sí, Nagi-chan. Ahora estoy bien.

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