Viaje al pasado

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Erazal, 25 Marzo 2007.

  1.  
    Erazal

    Erazal Guest

    Título:
    Viaje al pasado
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    20
     
    Palabras:
    4838
    Re: Viaje al pasado

    Holas!!Otra vez pido disculpas a todo el mundo por mi retraso. Prometí que la continuación estaría este Lunes, y resulta que estoy publicando un Sábado. En realidad, ya tenía el capítulo escrito el Lunes, pero no sé por qué razón no podía entrar en Cemzoo, y así se me hizo imposible publicar hasta el día de hoy (que es cuando por fin he podido entrar en el foro). Bueno, muchas gracias a todos los que leen, sobretodo por vuestra paciencia. Nunca me se me pasó por la cabeza que esta historia fuese a gustar tanto, en serio. Ahora mejor os dejo con la conti, que es lo que estabáis esperando. ¡Que la disfrutéis!


    CAPÍTULO 4: ¿Sueño o realidad?


    Se acomodó mejor contra la pared, invadido de pronto por un sentimiento de satisfacción, a la vez que en su cabeza comenzaban a brotar con increíble rapidez retorcidas ideas. Siempre se había hecho una idea sobre lo que acababa de ver y escuchar, pero saber lo que había pasado con certeza era sin duda una información que resultaba ser un arma muy valiosa. Dejó escapar una risa fría como un soplo de viento gélido, la cual regresó de forma amortiguada a sus oídos por el eco de la habitación en la que se encontraba. La figura que se encontraba parada en frente de él, silenciosa y quieta como una estatua vacía y sin vida, ni siquiera se inmutó.
    Aún no podía creer la suerte que tenía. No solo podía contar con la ventaja de conocer el tormentoso pasado de su enemigo, sino que además se le presentaba en bandeja de plata la ocasión de acabar con él de una vez por todas. El tonto de Inuyasha se había vuelto mucho más vulnerable después de haberse expuesto de esa manera a los sentimientos humanos, y más aún al permanecer en ese lugar aquella noche. Desde luego, las cosas no podían ir mejor. Dibujó una media sonrisa en su rostro y, en medio de la oscuridad, sus ojos rojos refulgieron con maldad. Iba a ser como un juego de niños...
    - Tengo curiosidad, Inuyasha- le dijo al espejo que la figura sostenía entre sus manos, en cuya fría y lisa superficie se mostraba la imagen de un joven de largos cabellos azabaches que dormía plácidamente sobre la rama de un frondoso árbol. La niña albina que sujetaba el objeto no mostró ningún cambio en sus facciones, ni siquiera curiosidad o interés- Me pregunto si serás capaz de enfrentarte a tu pasado... y salir de él con vida.- continuó, sin dejar de mirar en ningún momento al chico que le mostraba el objeto. De nuevo, una risa desprovista de calidez escapó de sus labios. Todo era tan fácil que aún le costaba creérselo...



    Se detuvo cuando llegó cerca de la fogata que alumbraba el claro y se sentó en el suelo soltando un suspiro. Cerró los ojos con fuerza, siendo consciente de que tenía clavadas sobre ella las inquisitivas miradas de sus amigos. Sabía perfectamente lo que vendría después, y sabía también que no podría hacer nada por evitarlo. Aunque, bien pensado, era lógico que sus amigos quisieran respuestas para sus aún in formuladas preguntas, siendo ellos también compañeros y amigos del joven híbrido. La muchacha abrió sus ojos castaños y comenzó a hablar para romper la tensión que se había creado en el ambiente en el momento de su llegada.
    - He hablado con él- dijo simplemente, sin girarse para encarar a sus amigos. Durante unos segundos que a ella le parecieron eternos solo se escucharon el crepitar del fuego y el sonido del viento colándose entre las ramas de los árboles más cercanos.
    - Al menos ahora sabemos que no pretende alejarse de nosotros, ¿no?- aventuró Miroku, acercándose a la joven sacerdotisa y sentándose también cerca de la fogata.
    - Sí- confirmó Kagome.- No quiere perdernos, para él somos su nunca familia.
    Miroku asintió pero no dijo nada. Kagome sintió de pronto una pequeña mano que se posaba sobre su brazo y dirigió su mirada hacia el dueño de la misma. El pequeño Shippo la miraba tristemente con ojos brillantes por las lágrimas que luchaba por retener. El corazón de la muchacha dio un vuelco. Le dolía ver al niño en ese estado. Lo colocó sobre su regazo y le acarició tiernamente una mejilla, pero el niño no pareció tranquilizarse.
    - Kagome- la llamó con voz entrecortada, mientras la miraba fijamente a los ojos.- Inuyasha está así por mi culpa, ¿verdad?
    Kagome se enterneció profundamente y abrazó con fuerza al pequeño, mientras lo mecía suavemente.
    - No, claro que no...- le consoló. ¡Por supuesto que no había sido su culpa! Todo había sido un malentendido, nada más. Bueno... Eso, y algunas emociones desbordadas.- No ha sido culpa de nadie, a pesar de que, de alguna manera, todos hayamos tenido algo que ver... Pero no te culpes de lo que ha pasado, Shippo- le susurró tiernamente, apartándolo un poco de sí para poder secar las traviesas lágrimas que habían escapado de los ojos del niño.
    - No te preocupes por lo que ha pasado esta noche- continuó Sango, la cual se encontraba también frente a la fogata con Kirara acurrucada en su regazo, pero bastante alejada de donde ellos tres estaban.- Tú no has hecho nada malo, e Inuyasha lo sabe.
    Entonces, contrariamente a lo que esperaban, el zorrito comenzó a sollozar ante estas palabras. Sango buscó la mirada de Kagome, claramente sorprendida, y la sacerdotisa se limitó a encogerse de hombros, igualmente confundida.
    - ¡No! ¡Eso no es verdad!- estalló de pronto Shippo entre sollozos, restregándose los ojos con sus manitas.- ¡Yo le dije que se lo merecía y que le pediría a Kagome que volviera a sentarlo la próxima vez que él me molestara!
    Los mayores abrieron los ojos con sorpresa, pero en seguida sus rostros mostraron comprensión. Sabían que el niño no le había dicho eso a Inuyasha con intención de herirle, sino que en ese momento se había tomado la situación como un juego. Al fin y al cabo, se trataba solo de un niño, y no veía las cosas desde el mismo punto de vista que los adultos. Kagome pasó una mano por los cabellos del zorrito y volvió a abrazarle, deseando que la tristeza y la culpabilidad lo abandonaran.
    - Él sabe que no lo dijiste en serio- le susurró al oído, intentando reconfortarlo.
    - ¡Pero...! ¡Pero cuando lo sentaste yo estaba feliz!- protestó el niño- ¡Soy horrible! ¡No debería alegrarme del sufrimiento de otras personas!
    - Tienes mucha razón en eso que dices- afirmó la sacerdotisa, levemente impresionada por el razonamiento del crío, pero también muy orgullosa de él- Pero te equivocas en algo: tú no eres horrible. ¿Sabes por qué?
    Shippo hipó y negó con la cabeza.
    - Porque estás arrepentido de haberte sentido así, y porque ahora pones todo tu corazón en querer ayudar a Inuyasha. Has recapacitado sobre tus acciones y has sabido elegir el camino correcto esta vez. Está bien equivocarse, si aprendes de tus errores. Además has demostrado que quieres mucho a Inuyasha y que te preocupas mucho por él.
    Shippo se relajó notoriamente con sus palabras y una tímida sonrisa se dibujó en sus labios. Secó con una de las mangas de su camisa los rastros de lágrimas de su rostro y después centró su mirada en el fuego que se consumía lentamente ante ellos.
    - Sí, tienes razón... Y es verdad que quiero mucho a ese tonto, aunque no siempre lo demuestre.- sonrió tristemente, con una expresión que a los presentes les pareció casi adulta- Yo voy a intentar que Inuyasha me perdone. Al igual que para él, vosotros sois mi única familia, y yo no quiero perder a ningún miembro de mi familia.
    Kagome lo abrazó con fuerza, sintiendo que las lágrimas se agolpaban en sus ojos castaños. Por Dios... Quería a ese niño como si fuese su propio hijo, y no cabía en sí de felicidad y de orgullo ante su gran madurez. Sango sonrió tiernamente e intercambió una mirada con Miroku, el cual comenzaba a pensar que el niño era más maduro y razonable que él. El monje no pudo evitar sentirse algo avergonzado ya que, de alguna manera, había sido él quien había empezado todo este embrollo, y a la vez se sentía infinitamente culpable por el estado de su mejor amigo. ¿Qué diablos le había impulsado a actuar de esa manera tan cobarde? ¿El miedo a una represalia segura? ¿Los nervios? ¿El echo de ser consciente de poder culpar a otro para librarse de un castigo que sabía que se merecía? No sabía cuál de ellas era la razón, pero desde luego ninguna justificaba su comportamiento. Si alguien tenía que disculparse, sin duda alguna era él. Esperaba que Inuyasha lo perdonara, a pesar de que al mismo tiempo sentía que no se lo merecía.
    - Yo tampoco quiero perder a ningún miembro de mi familia- coincidió Sango.- He tenido la suerte de encontraros justo después de haberlo perdido todo, y quiero seguir con vosotros hasta el final.- Acabó, con un brillo de determinación en sus ojos.
    Miroku agachó la cabeza. Él tampoco quería perder a nadie, ellos eran lo más importante que tenía. Se quedó mirando al pequeño Shippo durante unos segundos, estático, y la curiosidad volvió a invadirlo al evocar el recuerdo de lo sucedido aquella noche.
    - ¿Y cómo se encontraba él?- inquirió, dirigiéndose a la joven sacerdotisa.
    Kagome parpadeó un par de veces y suspiró, sintiendo de nuevo como el corazón se oprimía en su pecho. Aún no podía asimilar todo lo que le había contado Inuyasha sobre su infancia y sus sentimientos, y no podía evitar sentir rabia y una profunda tristeza. Rabia porque el mundo se empeñaba en rechazar y hacer sufrir a los que eran algo diferentes, y tristeza porque aquellos que eran rechazados sufrían profundamente y se veían incapaces de demostrar cuanto valían.
    - Nunca lo había visto así- respondió con sinceridad. Era cierto que difícilmente se podía ver a ese orgulloso medio demonio derramar una sola lágrima, y menos verle hundirse de esa manera. Y quizás era eso lo que más le había dolido al grupo. Saber que ellos tenían cierta culpa de lo que había pasado no era nada alentador.- Pero no está enfadado con nosotros, aunque eso no quita que esté algo dolido. Esta noche no ha querido pasarla en compañía de nadie, y le comprendo. Necesita tiempo para pensar- Finalizó. Los otros asintieron.
    - Claro, es comprensible que quiera estar solo, al menos esta noche- suspiró Sango, acariciando el suave pelaje de Kirara, arrancándole de vez en cuando algún ronroneo.
    - ¿Pero ya se encuentra bien, no?- preguntó Shippo, preocupado.
    - Sí, todavía un poco triste y confuso, pero es verdad que ya se encuentra mucho mejor.- sonrió Kagome.- Estuve hablando con él y pudo desahogarse un poco.
    Les contó brevemente lo que pasó cuando en busca de Inuyasha y el por qué del malestar del muchacho, aunque se cuidó de no desvelar todo lo que él le había contado. Inuyasha había confiado en ella al abrirle su corazón de esa manera, y no pensaba traicionar su confianza. Cuando él se sintiera preparado para contar su secreto a sus amigos ella le animaría a hacerlo, pero de momento no quería presionarlo. El pobre había tenido una vida muy dura y era completamente normal que le costase confiar en los que le rodeaban. Kagome sabía que la vida de Inuyasha no había sido nada fácil, pero nunca se le hubiera ocurrido pensar que el chico había sufrido hasta ese punto.
    Cuando terminó de hablar sus amigos parecían tan sorprendidos como ella cuando escuchó la historia de los labios del propio Inuyasha. Sango fue la primera en hablar, rompiendo el silencio que había caído sobre el grupo.
    - ¡Es cruel!- bramó, enfurecida, mientras golpeaba el suelo con un puño.- ¡No me puedo creer que esos hombres les hiciesen algo así a una mujer y un niño indefensos! ¿Con qué derecho lo hicieron?
    Kagome soltó un suspiro cargado de tristeza.
    - A veces yo tampoco logro entender el razonamiento de las personas- la muchacha se encogió sobre sí misma y rodeó sus piernas con sus brazos, apoyando la cabeza sobre sus rodillas- No entiendo por qué se empeñan en temer a lo diferente, en hacer sufrir a los demás solo porque les conviene o les divierte.
    Shippo gruñó y adoptó una pose de pelea.
    - Si tuviera a esos hombres delante se iban a enterar...- amenazó, lanzando puñetazos y patadas al aire, como si luchase contra un enemigo invisible.
    - Es cierto que los medio demonios nunca han sido bien vistos ni por los humanos ni por los demonios- murmuró Miroku pensativamente. Sus ojos azules permanecían clavados en el suelo y apoyaba su cabeza sobre su mano maldita, transmitiendo una falsa tranquilidad.
    - Ya, pero eso no les daba derecho a querer matarlo, ¿no?- protestó la caza demonios, iracunda. Sus ojos tenían un brillo peligroso, y sus amigos adivinaron que lo mejor sería intentar tranquilizarla antes de que cometiese alguna locura.
    - Estoy completamente de acuerdo contigo, Sango- dijo Kagome con voz firme.- Es una actitud odiosa, y como seres racionales que son, no deberían haber pensado siquiera en algo semejante. Pero esos hombres probablemente ya están muertos, y no sacamos nada buscando una venganza contra ellos.- Su expresión se suavizó.- A lo mejor se arrepintieron de lo que hicieron, quién sabe... Además, Inuyasha ahora nos tiene a nosotros. Nunca más estará solo.
    Shippo asintió con decisión y esbozó una sonrisa, sus ojos mostraron determinación.
    - ¡No dejaré que se metan con él por ser un medio demonio!- exclamó, muy convencido de sus palabras.
    - Nosotros tampoco, Shippo- sonrió Miroku, divertido ante la actitud decidida del pequeño.
    Kagome sonrió también antes de decir, decidida:
    - De ahora en adelante nosotros protegeremos y defenderemos a Inuyasha, al igual que él siempre hace con nosotros. Somos una familia, algo extraña, es verdad, pero una familia. Debemos permanecer unidos y así nada podrá vencernos.
    Shippo se volvió hacia ella y la miró ilusionado.
    - ¿Tampoco Naraku?- preguntó.
    - Tampoco Naraku- confirmó Kagome, y una sonrisa de alegría y esperanza se dibujó en la cara del niño.
    Estuvieron hablando hasta que el fuego de la pequeña fogata se consumió completamente, conscientes de que debían reponer fuerzas para el día siguiente. Sango durmió a una distancia prudente del monje, con Kirara a su lado, y Shippo con Kagome en el saco de dormir de ésta, como habitualmente hacía. No tardaron en caer en un sueño profundo y reparador, pero Kagome permaneció despierta unos minutos más. El día había sido agotador y largo, y a consecuencia de ello estaba increíblemente cansada, pero no podía evitar estar ligeramente preocupada por el chico al que amaba con todo su corazón. No pudo evitar preguntarse si él ya estaría durmiendo, o si se encontraba bien, o que estaría haciendo en aquellos momentos. Contempló el cielo que poco a poco comenzaba a llenarse de estrellas a medida que los nubarrones desaparecían. Cuando era pequeña, su madre solía decirle que las almas de las personas que abandonaban el mundo vivían cada una en una estrella, y que desde ahí contemplaban a sus seres queridos todas las noches. ¿Estaría en una de esas estrellas el alma de Izayoi? ¿Sería ella consciente de que su hijo se había convertido en todo un hombre? ¿Estaría orgullosa de él? Kagome sonrió. Seguro que sí.
    Giró sobre sí misma, buscando una posición más cómoda, teniendo en todo momento cuidado de no despertar a Shippo.
    Deseó que Inuyasha se encontrase bien y hubiese sido capaz de conciliar el sueño. Necesitaba descansar, más que nadie. No solo por el echo de haber experimentado tantos sentimientos en tan corto lapso de tiempo, sino porque era el que más energía gastaba día a día, ya fuese en las peleas o adelantándose en el camino para comprobar si había alguna aldea.
    Sus párpados comenzaron a pesarle demasiado y, tras echar un último vistazo al bosque que los rodeaba, dejó que el sueño la venciera.



    El muchacho se revolvía en sueños, intranquilo. Sin previo aviso, su mente había sido invadida por una completa oscuridad que parecía querer enterrar su conciencia. Dormía, pero era consciente de que lo hacía. Eso le resultó un tanto extraño. Intentó abrir los ojos, despertar, pero su cuerpo no le obedecía. Lo intentó una y otra vez, a la vez que la desesperación se iba apoderando de su ser, sin obtener ningún resultado. ¿Qué diablos estaba pasando? No veía nada, no oía nada. Todo era oscuridad y silencio, y lo peor era que estaba atrapado en su propio cuerpo sin saber por qué razón. Sintió que su cuerpo dejaba de moverse definitivamente y que cada vez era menos consciente de lo que sucedía, y esto le asustó. Intentó luchar contra el sopor que se apoderaba inexorablemente de él, pero todos sus intentos fueron en vano. Llegaron a su mente algunas imágenes confusas, pero que le resultaron familiares, y comenzaron a desfilar ante él a gran velocidad. La cabeza comenzó a dolerle y todo a su alrededor pareció girar como en un torbellino. Después un golpe seco, y a partir de ahí no supo nada más.



    Cerró con más fuerza sus párpados para evitar que la luz del sol dañara sus ojos, soltó un gruñido y giró sobre sí mismo, intentando seguir durmiendo. Entonces recordó la extraña sensación que había tenido mientras dormía y abrió los ojos de golpe. Tuvo que parpadear un par de veces para que sus ojos se acostumbraran a la luz del día y se incorporó, aún adormilado. Cuando miró a su alrededor no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa.
    ¿Dónde estaba? Según recordaba, estaba durmiendo sobre la rama de un árbol, y no tendido en la hierba, cerca de un río. Se puso de pié y se dirigió lentamente hacia ese río que le resultaba tan familiar. Su corazón comenzó a latir con violencia en el interior de su pecho. No, no podía ser...
    Corrió el último tramo que le quedaba y pudo ver su reflejo en el agua cristalina. Su corazón dio un vuelco y se quedó paralizado. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, sin dar crédito a lo que veían. Se quedó así durante unos segundos, anonadado, y después se pegó un fuerte tortazo en la mejilla. Volvió a mirar la imagen que le devolvía la superficie del agua, la cual no había cambiado salvo por el detalle de que ahora tenía una mejilla enrojecida. Se dejó caer de rodillas al suelo y con ayuda de sus manos se mojó la cara con el agua fresca y limpia. Nada. No había nada que hacer. El maldito reflejo seguía siendo el mismo.
    Miró sus manos con detenimiento y sorpresa. Eran muy pequeñas, demasiado pequeñas para tratarse de las manos de un chico de dieciséis años. Más bien parecían las manos de un niño de cinco o seis años de edad, al igual que el resto de su cuerpo.
    Meneó la cabeza de un lado a otro. ¿Qué diantres le estaba pasando? De pronto su rostro se iluminó. Ya sabía qué hacer, buscaría a Kagome y los demás y entre todos intentarían encontrar el modo de volverlo a su apariencia normal. Se puso en pié de un salto, animado ante la perspectiva de volver a ser el mismo, y corrió como alma que lleva el diablo hacia la linde del bosque. Se le hizo raro correr con esas piernas tan cortas. Sinceramente, no recordaba haber sido tan pequeño a esa edad. Mientras corría, las preguntas no dejaron de aparecer en su mente: ¿Por qué había vuelto a ser un niño de seis años? ¿Qué estaba pasando? ¿Quién estaba detrás de todo esto, si es que había un culpable? ¿ Cuándo había ocurrido todo, exactamente? ¿Cómo haría para volver a la normalidad? ¿Estaría relacionado con lo que sintió mientras dormía?
    Se detuvo junto a un gran árbol y tuvo que apoyarse sobre el tronco de éste para permanecer de pié. Tenía la respiración entrecortada y tuvo que esperar algunos minutos antes de que se regularizara por completo. Cualquier distancia se alargaba estando en un cuerpo tan pequeño. Buscó algún rastro de sus amigos con la mirada, pero no había ningún indicio de que hubiesen estado allí. Probó a llamarlos, gritando sus nombres con tanta fuerza como sus pulmones le permitían, pero la única respuesta que obtuvo fue el repentino vuelo de algunas aves que se habían asustado con sus gritos y huían despavoridas. Inuyasha no se dio por vencido y siguió llamándolos a través del bosque, obteniendo siempre el silencio como respuesta.
    Calculó que llevaba andando una hora cuando, al llegar a un claro, se encontró con algo que lo dejó de piedra. Había una mujer de largos y negros cabellos en frente de él, pero estaba de espaldas y por eso no se percató de su presencia. Vestía un elegante kimono que le resultó vagamente familiar, y el olor que desprendía era... flores silvestres.
    Inuyasha palideció. No, no podía ser verdad. Tenía que estar soñando, seguro que estaba soñando.
    Se quedó paralizado y la sangre comenzó a correr vertiginosa por sus venas. Podía escuchar cada latido de su corazón con claridad y los labios y las manos comenzaron a temblarle incontrolablemente. Creyó que sus piernas no serían capaces de soportar su peso durante mucho más tiempo, pero tampoco podía huir de allí porque su cuerpo no respondía a las órdenes silenciosas que le dictaba su cerebro.
    Lentamente, la mujer comenzó a darse la vuelta. Inuyasha no pudo retener un sollozo cuando vio el rostro de la mujer. Tez pálida, ojos marrones, labios rojos y carnosos y facciones delicadas. Era indudablemente hermosa, tal y como la recordaba.
    La mujer abrió los ojos con sorpresa y sonrió tiernamente. Una sonrisa que el chico había ansiado volver a ver en innumerables ocasiones...
    - Por fin te encuentro, Inuyasha- Su voz era suave, dulce. Una lágrima se deslizó por el rostro de un conmocionado Inuyasha. Oh, tantas veces deseando volver a oír su nombre susurrado por esa voz...
    Finalmente, sus rodillas se doblaron bajo su peso y cayó al suelo, aunque su mirada siguió fija sobre la mujer que se alzaba ante él. Su mente se había quedado en blanco y lo único que podía hacer era mirar a la mujer sorprendido y pálido, como si hubiese visto una aparición. Tragó saliva con dificultad, y tan solo una palabra escapó de sus labios sin que él se diese cuenta.
    - Mamá...- murmuró, antes de que la voz se le quebrara.


    CONTINUARÁ...


    Ya... No es ni la mejor, ni la continuación más larga, pero tenía que ser así. Este capítulo era necesario en la historia, y no es más largo porque, para que así fuera, tendría que incluir en él parte del siguiente capítulo, y no es plan. Prometo no tardar tanto en publicar (este mes fue una excepción puesto que estuve de viaje). En fin... Me decís qué os ha parecido, y no dudéis en criticar cuanto haga falta. Gracias por leer y seguir esta historia!
    Un besazo a tod@s!
    :beso:
    Atte: Lady Tardona (ejem, quiero decir... Erazal ¬¬)
     
  2.  
    Tirabuzones

    Tirabuzones Usuario popular

    Acuario
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    787
    Pluma de
    Escritora
    Re: Viaje al pasado

    Ò.ó Naraku bobo... Pero bueno
    cada cual hace lo que quiere,
    no le tenemos porque odiar...
    Jeje, bueno, me ha gustado
    mucho la coninuación y que
    rico estaba Shippou, y más
    tierno...

    La verdad es que seguro que de
    ahora en adleante tratará muy
    bien a Inuyasha. Y seguro que se
    le tirará a sus brazos cuando lo
    vea...

    Bueno, espero que deje pronto
    la continuación.

    Adiós y hasta la siguiente continuación.

    atte: perri2006
     
  3.  
    Tara

    Tara Entusiasta

    Géminis
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    10 Marzo 2007
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    Pluma de
    Escritora
    Re: Viaje al pasado

    Jeje ya era hora de la conti pero no te preocupes que no nos desaparecemos (al menos yo ¬¬)

    Menos mal que tenía todo una explicación razonable porque yo ya estaba preparada en matar a Inu, mira que tomarselo tan enserio... bueno, pero como tiene explicación supongo que podré dejarlo vivir (al menos un dia más)
     
  4.  
    andreachan

    andreachan Iniciado

    Leo
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    2 Junio 2005
    Mensajes:
    33
    Re: Viaje al pasado

    Ola!!!

    ami tambien me ha gustado muchisimo
    pon la conti pronto plizzz
    la verdad cuando vi el titulo pense k serian todos al pasado
    no solo inuyasha xD
    pobresito como sufre y no es justo!!
    pon la conti pronto, Cuidate

    Ja Ne^o^!!
     
  5.  
    Erazal

    Erazal Guest

    Título:
    Viaje al pasado
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    20
     
    Palabras:
    3774
    Re: Viaje al pasado

    ¡Hola! Siento haber tardado tanto (otra vez -.-). Esto es solo parte del capítulo cinco, pero decidí publicar aunque fuese solo esto porque voy a andar bastante ocupada con el instituto y no sé cuando podré volver a actualizar. Sé que es bastante corto pero es todo lo que puedo poner por ahora. Espero que lo disfrutéis!

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    CAPÍTULO 5: Atrapado en el pasado.


    - ¿Qué te ocurre cariño?- preguntó Lady Izayoi con evidente preocupación, mientras se arrodillaba frente al tembloroso niño. El pequeño no dio muestras de haberla escuchado, demasiado ocupado en secar las lágrimas que manaban sin control de sus ojos dorados. La mujer sonrió tiernamente y buscó entre los pliegues de su kimono hasta dar con un pequeño pañuelo blanco de seda.- Me asusté mucho cuando no te vi esta mañana en tu cama, ¿sabes? Y tampoco estabas en la casa...- apartó cuidadosamente las manos del niño de su rostro y éste se estremeció ante el contacto. Con mucha delicadeza secó las mejillas de Inuyasha, y después volvió a guardar el pañuelo.- Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que te hubieses internado en el bosque tú solo, pero decidí buscar aquí de todas formas. Menos mal que hice caso de ese presentimiento.
    Inuyasha se frotó los ojos con ambas manos. Era real. Ella era real.
    La vio levantarse con lentitud y luego sacudir ligeramente sus vestimentas para deshacerse de los restos de hierba y de las ramitas secas que se habían adherido a la tela. Sus ojos brillaban con alegría y su expresión denotaba alivio.
    - Vamos, dame la mano. Tenemos que volver a casa, ya es casi la hora de almorzar- sonrió la mujer, tendiéndole una mano al niño.
    Inuyasha se quedó mirándola sin hablar y sin moverse. No sabía si confiar en ella o no. ¿Y si se trataba solo de una ilusión, un espejismo creado por su imaginación? O peor aún: ¿y si se trataba de una trampa de Naraku? Ya había caído en una trampa parecida una vez, y no estaba dispuesto a tropezar con la misma piedra dos veces.
    - ¿Cómo sé que tu de verdad eres mi madre?- preguntó por fin, desconfiado y receloso, retrocediendo unos centímetros.
    Izayoi lo miró sorprendida.
    - Hijo, ¿qué te pasa?- ahora parecía realmente preocupada. Se agachó junto al medio demonio.- ¿Te has encontrado con algún demonio? ¿Te han atacado?
    Él negó con la cabeza. Se puso en pié sin previo aviso, alerta, pero una vez más se sintió extraño al verse tan pequeño. En ese estado comenzaba a sentirse realmente indefenso. ¡Ni siquiera superaba en altura a Izayoi cuando esta se hallaba sentada!
    - ¡¿Dónde están Kagome y los demás?!- más que una pregunta parecía una exigencia. Si él se encontraba en ese cuerpo cabía la posibilidad de que los demás se encontrasen en una situación similar, y si ese era el caso, tenía que hacer todo lo posible por encontrarlos enseguida.
    La mujer lo miró aún más confundida, si se podía, y llevó una de sus manos a la frente del niño, sin que éste tuviera tiempo de apartarse.
    - No parece que estés enfermo...-murmuró más para sí que para el medio demonio. Volvió a posar su mirada en la del pequeño.- ¿Seguro que no te ha pasado nada?
    Inuyasha comenzaba a enfurecerse. Si era una trampa, sin duda era una de muy mal gusto. Apartó la mano de la mujer sin mucha delicadeza, harto de que se burlaran de él.
    - ¡Dime dónde diablos están Kagome y los demás!- exclamó, aunque su voz no tenía el tono ronco e intimidador que solía tener cuando él quería. Su voz había sonado ridículamente infantil y aflautada.
    Izayoi inspiró y suspiró una, dos, tres veces. Tenía que intentar calmarse y calmar al niño.
    - ¿Quiénes son Kagome y los demás?- inquirió, sin demostrar enfado o burla en su voz. Simplemente curiosidad y tal vez preocupación.- ¿Son amigos tuyos?- al pronunciar estas palabras se le iluminó el rostro.
    Inuyasha cerró sus pequeños puños con fuerza, pero en lugar de parecer intimidador con este gesto sólo conseguía que la mujer tuviera ganas de reír y de abrazarlo.
    - Lo sabes perfectamente, demonio- acusó- Dime qué les has hecho o probarás mi Viento Cortante- amenazó llevándose una mano a la cintura, en busca de la empuñadura de su preciada espada. Abrió los ojos desmesuradamente al no encontrar nada atado a su cintura. Contrariamente a lo que debía hacer cuando se encontraba frente a un enemigo, apartó la mirada de la mujer para ver que, efectivamente, la espada no se encontraba donde se suponía que debía estar.
    De pronto unas manos lo sujetaron con firmeza por los hombros, sin hacerle daño. Pegó un bote y miró con ojos desorbitados a la mujer que tenía enfrente. No supo descifrar la expresión de Izayoi.
    - Inuyasha...- murmuró apenas, con una mezcla de tristeza y de miedo en su voz.- ¿Cómo es que conoces el ataque de la espada de tu padre?
    - ¿De Tessaiga?- se le escapó al pequeño. Se había quedado completamente sorprendido y no sabía qué hacer o qué pensar.
    La mujer se llevó una mano temblorosa a la boca y un sollozo escapó de sus labios. Se dejó caer inesperadamente sobre la hierba, pálida como un fantasma y con los ojos abiertos de par en par, con la mirada perdida.
    Inuyasha vaciló. ¿Qué debía hacer? ¿Se trataba realmente de un demonio? Lo cierto es que no parecía uno, pero se recordó que los demonios disfrazados como humanos tampoco lo parecían. ¿Podría ser que se tratara realmente de su madre? Su corazón, en el interior de su pecho, comenzó una alocada carrera. Físicamente eran idénticas, su aroma era el mismo, y su carácter también. Su voz dulce y aterciopelada era inconfundible, y no parecía estar fingiendo.
    Avanzó un paso, dubitativo, e intentó buscar la mirada de la mujer.
    La respiración de ella se tornó acelerada, y daba la sensación de que iba a perder el sentido en cualquier momento. Finalmente, Izayoi fue capaz de sostener la mirada de su hijo, aunque las palabras no salieron con tanta facilidad de su boca.
    - ¿Cómo... sabes de la... existencia de esa... espada?
    Inuyasha ladeó el rostro. Si era un demonio al servicio de Naraku debía saber que él poseía la espada que un día perteneció a su padre. Era un tremendo factor a tomar en cuenta en una batalla.
    - Es mi espada- respondió con sencillez.- Mi padre me la legó.
    Izayoi negó lentamente con la cabeza, sin dar crédito a lo que oía.
    - Es cierto... que tu padre te ha dejado esa espada como legado... Pero... eso solo lo sabemos Totosai, Mioga y yo...- lo miró con ojos cristalinos- ¿Quién te lo ha dicho, pequeño?
    Inuyasha tragó con dificultad. Definitivamente esto no podía tratarse de una trampa maquinada por Naraku... ¡Él no sabía tanto acerca de su pasado y, por lo tanto, no podían saberlo los demonios que estaban bajo sus órdenes! Y si no era un demonio enviado por Naraku... ¿Eso quería decir que había una remota posibilidad de que la mujer que tenía delante de sus ojos fuese realmente su madre?
    - Es una historia muy larga- sentenció, dejando escapar un suspiro y dando el tema por zanjado. Como Izayoi le lanzó una mirada suplicante no pudo evitar ceder y decidir contarle todo acerca del futuro y de cómo se había enterado de la existencia de Tessaiga. Chasqueó la lengua. No iba a ser algo fácil de explicar.- Mejor te lo explico todo en casa. No es seguro quedarse en medio del bosque.
    Izayoi asintió y se levantó con algo de dificultad. Estuvo a punto de caer de nuevo pero fue capaz de mantenerse en pié, apoyándose en el tronco de un árbol cercano con manos temblorosas. Desde su altura, posó en su hijo una mirada de asombro. ¿Desde cuando se comportaba con tanta propiedad y madurez?
    Inuyasha, aún algo receloso, le tendió una mano a su madre. ¿Estaba haciendo bien el confiar en ella? No habían pruebas de que fuese un demonio pero... ¿Y si volvían a engañarlo con un truco fácil, como lo hizo una vez Sesshomaru? Envió aquellos pensamientos al fondo de su mente. Si la vida le daba la oportunidad de volver a tener a su madre junto a él una vez más estaba claro que no iba a desaprovecharla.
    Izayoi cogió la mano que el niño le tendía, interiormente feliz porque era la primera vez en ese día que el pequeño aceptaba su cercanía. Tenía curiosidad por saber qué era exactamente lo que le había ocurrido para sufrir un cambio tan radical de personalidad, y sobre todo la inquietaba cómo había llegado a saber de la espada que Inu no Taisho le legaba.



    Caminaron todo el trecho que separaba el lugar en el que se habían encontrado hasta la pequeña choza de madera en el más absoluto silencio. Inuyasha tuvo que lidiar todo ese tiempo con toda clase de sentimientos contradictorios. Había decidido que no podía tratarse de un demonio ni de una alucinación creada por su mente. La mujer era demasiado real, y no podía encontrar en su forma de ser nada que no le inspirara confianza. Más de una vez se reprochó mentalmente por creer que en realidad sí era su madre, sabiendo perfectamente que ella murió muchos años atrás. Pero, por otra parte, él volvía a presentar el aspecto de un niño de seis años y volvía a encontrarse en las tierras donde había pasado la mayor parte de su infancia. ¿Qué era lo que había ocurrido exactamente? Las posibilidades eran infinitas, y el pobre muchacho seguía confundido no sólo por los recientes acontecimientos, sino por haberse encontrado con una persona a la que había dado por perdida hacía ya mucho tiempo.
    Cuando sus ojos dorados se posaron sobre la estructura de madera no pudo evitar que su corazón diese un vuelco. Volvía a tener frente a él lo que un día consideró su hogar, y también el lugar que tantos malos recuerdos le traía. La choza estaba tal y como la recordaba: la esterilla de la puerta permanecía en su sitio, intacta; la madera presentaba un aspecto un tanto deplorable, carcomida por la humedad y el paso del tiempo, pero resistente, a pesar de todo; sus escasos juguetes esparcidos por el suelo, cerca de la entrada, y no muy lejos podía ver una manta en la que su madre solía sentarse mientras lo observaba jugar. Se trataba de una cabaña que constaba únicamente de una habitación, y aunque por fuera su aspecto fuera algo desolador, su interior era bastante acogedor.
    Soltó la mano de su madre y se acercó a la pequeña vivienda con pasos vacilantes. Su corazón latía dolorosamente, pero se veía incapaz de huir de aquel lugar. Llegó a la entrada y posó una de sus manos en el marco de la puerta, y los recuerdos de lo sucedido aquella fatídica noche volvieron a su mente, demasiado intensos y nítidos. Agachó levemente la cabeza y cerró los ojos con fuerza. Los recuerdos que le traían ese lugar eran demasiado dolorosos.
    - ¿Qué ocurre?- la voz de su madre le pareció muy distante, casi irreal. Se giró con lentitud, sobrecogido por la cantidad de emociones que lo estaban asaltando.
    - No te preocupes, solo estoy un poco confundido- mintió. No podía decirle que esa choza, su casa, le traía muchos recuerdos, porque según su madre él había estado allí esa misma mañana. Claro está, ella tampoco sabía que él no era realmente el pequeño Inuyasha, sino el de dieciséis años. ¿Cómo explicarle algo que ni él mismo entendía? Apretó con fuerza la mandíbula. Tenía que descubrir qué había pasado y localizar pronto a sus amigos. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Y si les había pasado algo?
    Inuyasha tragó con dificultad. Lo más seguro era que no les hubiese sucedido nada. Eran sus amigos, los conocía, y sabía que eran capaces de cuidar de sí mismos.
    Sin una palabra más, se internó en la pequeña vivienda, conteniendo el aliento al traspasar el umbral. Nunca pensó que volver a ese lugar le resultaría tan difícil. Los recuerdos poblaban su mente, y admitía que le hubiese gustado recuperar los momentos felices que vivió entre esas cuatro paredes.
    Su madre entró tras él, tranquila y resuelta. El pequeño medio demonio se había dado cuenta de que la mujer lo miraba de vez en cuando por el rabillo del ojo, con una mezcla de curiosidad y extrañeza. Seguramente estaba muy intrigada por saber todo lo referente a la espada de su padre, fue su conclusión.
    Izayoi se dirigió al centro de la habitación, donde habían apiñados unos troncos de madera, y suspendido encima de ellos, un pequeño caldero. El pequeño recordó con nostalgia que era allí donde su madre cocinaba, y era precisamente a eso a lo que se disponía a hacer la mujer en ese instante.
    Inuyasha se puso de puntillas para poder ver mejor lo que hacía.
    El interior del caldero estaba repleto de agua, lo que quería decir que la mujer había ido aquella mañana al río. Su mirada se entristeció. Habían días en los que no tenían nada que comer, debido a la escasez de dinero. A Izayoi le resultaba realmente difícil encontrar trabajo y mantenerlo más de unos días. Y ahora sabía la razón: se había enamorado de un demonio y había dado a luz a un ser que no era completamente humano.
    Inuyasha reprimió el gruñido que amenazó con salir de su garganta.
    Todas las personas a las que quería sufrían de algún modo por su causa, por su mera existencia. ¿Es que acaso no tenía derecho a vivir una vida normal? ¿No tenía derecho a tener a las personas que quería a su lado? Él no había elegido ser como era, y por lo tanto no tenía ni mérito ni culpa de ser un medio demonio. ¿Tan difícil era de entender? Y de todas formas, que él supiera, ser un medio demonio no significaba ser inferior, ni tampoco ser insensible.
    Frunció el ceño, decidiendo que no valía la pena pensar en ese tipo de cosas tan estúpidas. Apenas unas horas atrás Kagome le había dejado claro que no importaba si era un demonio, un humano o un medio demonio. Lo querían tal y como era, y aunque el número de personas que pensaban de esa manera era visiblemente pequeño, le hacía infinitamente feliz tenerlas a su lado. Qué más deba que fuese una sola persona, mientras esa persona lo quisiese por ser él mismo, mientras esa persona le abriese su corazón y le entendiera.
    Izayoi echó algo de arroz en el agua, que ya estaba hirviendo, y comenzó a remover el contenido del pequeño caldero con una cuchara de madera. La mujer soltó un suspiro y se volvió hacia el niño, que observaba todos y cada uno de sus movimientos. Sonrió dulcemente.
    - El arroz estará listo en unos minutos. ¿Tienes hambre?- preguntó amablemente.
    Inuyasha asintió. La verdad es que comenzaba a ser consciente de que no había comido nada desde hacía un día, y su estómago se lo reprochaba. Se llevó una mano al vientre en un acto reflejo a sus pensamientos, haciendo reír a su madre.
    Izayoi cogió dos tazones de un montón que reposaban en un rincón, y con un paño quitó la suciedad que los cubría. Miró con ojo crítico la vajilla, en busca de alguna mancha que hubiera olvidado, pero resignándose al mismo tiempo al saber que de todas formas no podría obtener un resultado mucho mejor. Le tendió uno a Inuyasha, y luego cogió también los palillos. Tras limpiarlos le ofreció los mejores al niño, y volvió junto al caldero, comprobando que el arroz ya estaba cocido. Llenó los dos tazones con abundante arroz y se sentó junto al pequeño.
    - Que aproveche- dijo antes de llevarse un poco de arroz a la boca. Inuyasha la imitó y, mientras comía, se dedicó a observar a su madre. No podía apartar su mirada de ella. Tenía la sensación de que si la perdía de vista se desvanecería, y no quería que eso sucediese. No quería perderla cuando acababa de recuperarla.
    Comieron en silencio, pero de todas formas no tardaron mucho en vaciar sus respectivos tazones. La comida escaseaba en esa casa tanto como el pequeño recordaba.
    La mujer lo observó fijamente, e Inuyasha adivinó que el momento de las preguntas había llegado.
    - ¿Qué pasó esta mañana?- inquirió, sin apartar sus ojos marrones de los dorados de su hijo.
    Inuyasha suspiró. Está bien, acababa de formular una de las preguntas más difíciles y de las cuales no tenía la respuesta. Bueno, sí, tenía una respuesta, pero ella no la entendería. Inuyasha esbozó una media sonrisa. ¡Pero si ni siquiera él mismo lo entendía!
    - Verás...- comenzó, sin saber lo que iba a decir. ¿Cómo empezar? ¿Cómo decirle que venía del futuro, y que ni él mismo sabía por qué se encontraba allí?- En realidad yo... yo no soy el Inuyasha de seis años... Quiero decir... Tengo dieciséis años.
    Izayoi lo miró con perplejidad, sin entender.
    Inuyasha se mordió el labio inferior, tratando de encontrar las palabras adecuadas.


    CONTINUARÁ...
    ----------------------------------------------------------------------------------

    Espero que os haya gustado :) Muchas gracias a todos los que leen! Estoy muy sorprendida de que esta historia le guste a tanta gente. Muchas gracias por vuestros comentarios!
    Besos a tod@s! Nos vemos en la segunda parte del cap 5!
    Atte: Erazal.
     
  6.  
    Tara

    Tara Entusiasta

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    Re: Viaje al pasado

    Pues InuYasha se comportó más maduramente de lo que yo esperaba, me imaginaba que iba a abrazarla y esas cosas (soy una sentimental) jeje. Esperemos que no se deje llevar por sus sentimientos y cambie el futuro...

    Pero ya después volvió a comportarse como siempre, como un perro hambriento XD

    La espera mereció la pena pero espero que ya no tardes tanto, que se hace largo.

    Byes y hasta la próxima conti (pronto si?)
     
  7.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    Viaje al pasado
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    Re: Viaje al pasado

    Hola de nuevo! Gracias por tu comentario, Makar. Aquí traigo la segunda parte del cap 5. Esta vez no he tardado practicamente nada. Sorprendente, ¿no? Bueno, espero que lo disfrutéis.

    -----------------------------------------------------------------------
    CAPÍTULO 5: Segunda parte.

    - Verás...- comenzó, sin saber lo que iba a decir. ¿Cómo empezar? ¿Cómo decirle que venía del futuro, y que ni él mismo sabía por qué se encontraba allí?- En realidad yo... yo no soy el Inuyasha de seis años... Quiero decir... Tengo dieciséis años.
    Izayoi lo miró con perplejidad, sin entender.
    Inuyasha se mordió el labio inferior, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
    - Me he despertado esta mañana en este cuerpo, y tan sólo unas horas antes estaba con mis amigos- le explicó- Mientras dormía sentí algo extraño, lo malo es que no recuerdo que fue lo que sucedió exactamente, y cuando desperté ya estaba así.
    Izayoi se quedó estática durante unos segundos. Lentamente giró la cabeza de un lado a otro, sin saber qué decir. Miró a su hijo sin saber si creerle o no, realmente extrañada ante esa historia.
    - Entonces tú... ¿tienes dieciséis años?- preguntó con incredulidad. Luego sonrió dulcemente, como si de repente lo hubiera comprendido.- Oh, ya sé, me estás gastando una broma- dijo, muy convencida de sus palabras.
    Inuyasha negó. Esto iba a resultar más difícil de lo que creía...
    - No, no es una broma, mamá- replicó.
    Izayoi dejó de sonreír.
    - Hijo, ¿de verdad que no estás enfermo?- preguntó con preocupación.
    Inuyasha se llevó una mano a la cara, enfadado consigo mismo por no saber explicarse mejor.
    - Mamá... Yo no soy el Inuyasha de seis años. Vengo del futuro, o al menos mi alma. Sé de la existencia de Colmillo de Acero porque mi padre me la legó y ahora me pertenece, y mi hermano Sesshomaru ha intentado quitármela en incontables ocasiones.- Soltó un largo suspiro, fijándose en las reacciones de su madre a medida que hablaba.- En el futuro viajo con mis amigos para recuperar los fragmentos de la esfera de los Cuatro Espíritus, que se rompió por accidente. Tenemos que evitar a toda costa que esos fragmentos caigan en manos de demonios. Naraku, un medio demonio, ambiciona la esfera, y nos lleva bastante ventaja en la búsqueda de los fragmentos.- Gruñó al recordar a su enemigo.- Quiere el poder de la esfera para lograr sus propios fines, y en su empeño por conseguirla ha matado a mucha gente.
    El pequeño dejó de hablar, dejando que su madre asimilara la información.
    La mujer se había quedado muda de asombro. Parpadeó un par de veces y se llevó una mano al corazón.
    - Está bien- murmuró, casi en un susurro, pálida.- Ahora sí te creo.- declaró, mirándolo como si lo viera por primera vez.
    El niño no podría haberse inventado una historia semejante por mucha imaginación que tuviera, pensó Izayoi. Y además estaba el echo de que conocía la existencia de la espada de su padre; y no sólo eso, sino que también conocía a Sesshomaru. Eran demasiadas casualidades para ser solo eso, casualidades.
    - No sé por qué he vuelto a esta apariencia- continuó el medio demonio, más relajado porque su madre le creía.- Aunque no descarto la posibilidad de que se trate de otra de las muchas trampas de Naraku.
    - ¿Y qué ha pasado con el alma del Inuyasha de seis años?- preguntó de pronto Izayoi, alarmada.
    Inuyasha se paralizó. Era cierto. Si él estaba en el cuerpo del pequeño Inuyasha, ¿dónde estaba el alma del niño?
    Enseguida se relajó. Si algo malo le hubiese sucedido al pequeño Inuyasha, él lo sabría. Al fin y al cabo eran la misma persona, ¿no? Si el alma del pequeño hubiese desaparecido para siempre él no podría estar allí en esos momentos.
    - No lo sé- respondió con sinceridad.- Pero seguro que está bien, porque sino yo no estaría vivo.
    Izayoi asintió, comprendiendo enseguida.
    El silencio reinó en la habitación. Tenían tantas cosas de las que hablar y, sin embargo, no sabían qué preguntar. Izayoi tenía mucha curiosidad por saber cómo era el muchacho que tenía frente a sus ojos. Era cierto que se trataba de su hijo, pero no lo conocía. ¿Cómo le habrían afectado el paso de los años? ¿Habría tenido una vida feliz? ¿Cuáles eran sus sueños, sus pensamientos, sus ilusiones en la vida...?
    El medio demonio, por su parte, tenía unas inmensas ganas de compartir de nuevo buenos momentos con su madre, de volver a hablar con ella, de preguntarle todo lo que no tuvo oportunidad de preguntarle en el pasado... Pero por otra parte, temía cambiar su presente desvelando algo que cambiara radicalmente el pasado.
    - ¿Podrías hablarme sobre tus amigos?- inquirió la mujer, rompiendo el silencio tras unos minutos.
    El asombro se pintó en la cara del niño. Se había esperado cualquier pregunta menos esa. Se pasó una mano por el cabello plateado.
    - Claro- sonrió.
    Pasaron las siguientes horas hablando sobre un cosa y otra. El tiempo pasó volando, y apenas se dieron cuenta de que la tarde caía sobre ellos. Inuyasha prácticamente no paró de hablar, animado, aparentando de verdad ahora seis años, haciendo incluso gestos exagerados con las manos de vez en cuando para expresarse mejor. Hasta ese momento no se había dado cuenta de cuanto había echado de menos contarle sus vivencias a su madre, de compartirlas con ella. Y se sentía muy feliz de poder hablarle de los amigos que tenía, ahora su única familia, olvidando por completo el incidente de la noche anterior. También le contó con orgullo todas sus hazañas, incluidas las vividas durante la búsqueda de los fragmentos de la esfera (aunque fue de esas de las que más habló). Su madre lo escuchaba con mucha atención, emocionándose con él. Sentía una gran calidez en el corazón al poder conocerlo más. Era muy distinto al pequeño Inuyasha, pero a la vez muy parecido. Seguía conservando su carácter, aunque, como era de esperarse, había cambiado un poco, y había madurado mucho. También se dio cuenta de que era mucho más valiente que el Inuyasha que ella conocía, más abierto, más sociable, y eso le hizo enorgullecerse. Conocer nuevamente a su hijo era sin duda una experiencia fantástica.
    Sus risas fueron interrumpidas por unos pequeños golpes en la puerta, cuando ya se aproximaba el crepúsculo. Izayoi se puso en pie, intrigada por saber quién venía a esas horas, y fue a la entrada de la casa. Inuyasha no se movió de su sitio, pero fijó su mirada dorada en la puerta, poniendo todos sus sentidos en alerta.
    Izayoi abrió y el pequeño pudo ver una silueta masculina recortada por los débiles rayos solares del atardecer.
    Sus ojos se abrieron con sorpresa y una mezcla de miedo y odio.
    De pié, en la entrada de su casa, se hallaba un hombre de mediana edad, ojos negros como el carbón, nariz aguileña, el rostro cubierto de cicatrices, y el pelo negro como el ala de un cuervo recogido en una cola.
    Inuyasha no pudo reprimir el gruñido de advertencia que escapó de entre sus dientes, los cuales se hallaban fuertemente apretados.
    La mujer se giró hacia él alarmada, pero no por temor al hombre que tenía en frente, sino por la reacción del niño.
    Inuyasha hizo caso omiso a la pregunta silenciosa que le formulaba su madre a través de la mirada, demasiado concentrado en contenerse para no saltar encima de aquel hombre y descargar toda su furia y tristeza en él.
    Había sufrido tantos años... Había tenido que abandonar de forma inesperada y brusca su niñez para poder sobrevivir en un mundo cruel que no lo aceptaba, y todo por culpa de aquel hombre... El hombre que aquella fatídica noche irrumpió en su casa acompañado por todos los hombres de la aldea con una única intención: acabar con su vida. El hombre que había cambiado el curso de su vida de la noche a la mañana después de haberle clavado una navaja a su madre en el estómago, acabando con su vida.
    El niño le dirigió al hombre una mirada cargada del más profundo odio, y éste le devolvió una de confusión y desconfianza.
    Izayoi los miraba a uno y a otro, sin entender qué sucedía.
    - Inuyasha...- el tono de la mujer era de advertencia. Inuyasha se calmó un poco, pero no apartó su mirada del hombre en ningún momento, atento a cualquier movimiento sospechoso, preparado para lo que fuera.
    El campesino torció el gesto, al parecer desagradado ante la visión del pequeño medio demonio. Después se volvió hacia la mujer, cambiando por completo la expresión de su rostro, mostrando ahora amabilidad.
    - Siento molestarla a estas horas, Lady Izayoi- se disculpó, haciendo una leve inclinación de cabeza.
    - No se preocupe, no es molestia- se apresuró en contestar, algo incómoda por la anterior actitud de su hijo. ¿Qué mosca le había picado?
    El hombre sonrió, mostrando parte de su estropeada dentadura.
    - Vengo para entregarle la paga de esta semana- sentenció, buscando entre los pliegues de su usado kimono, hasta dar con un pequeño saquito. Se lo tendió a la mujer.
    - Oh, gracias, pero no tendría porque haberse molestado- sonrió, recibiendo el objeto.- De todas formas tengo que volver mañana a su casa, así que podría haberlo recogido entonces.
    El hombre se encogió de hombros, restándole importancia.
    - No ha sido ninguna molestia- le aseguró.- Pensé que quizás le hiciese falta, y por eso decidí traérselo yo mismo.
    Antes de que la mujer pudiese decir una palabra más, el hombre se dio la vuelta e hizo un gesto de despedida con la mano, alejándose de la choza con paso tranquilo.
    - Gracias...- murmuró Izayoi, aún algo sorprendida por la inesperada visita.
    Cuando el hombre se perdió en la lejanía, la mujer cerró la puerta, soltando un suspiro.
    Después se volvió hacia Inuyasha, el cual la miraba con el ceño fruncido y sentado con los brazos y las piernas cruzados.
    - ¿Por qué te ha traído dinero?- exigió saber el niño.- ¿Y por qué vas a su casa?
    Izayoi se sentó junto a él, intentando entender por qué ese hombre provocaba esa reacción en Inuyasha.
    - Trabajo para él- le explicó la mujer con calma.
    - ¡¿QUÉ?!- estalló Inuyasha, poniéndose de pie de pronto, como movido por un resorte.
    Su madre se sobresaltó ante el grito y su movimiento tan brusco.
    - ¿Hay algún problema?- inquirió, cruzándose ella también de brazos.
    La respiración de Inuyasha se aceleró, y cerró los puños con fuerza, intentando contener el torrente de emociones que lo embargaban en aquel momento. Miró a su madre y respiró una, dos, tres veces. No, no podía perder el control de esa manera.
    Se dejó caer otra vez al suelo, adoptando la misma postura que tenía unos momentos antes. Izayoi también pareció tranquilizarse un poco al verlo sentarse de nuevo.
    Inuyasha evitó la mirada interrogante de su madre. Está bien... Tenía que pensar las cosas antes de actuar. No podía decirle a su madre lo que ese hombre había hecho, o más bien haría. Eso podría cambiar el curso de la historia, y las consecuencias podrían ser desastrosas.
    Inuyasha mostró un brillo de determinación en sus ojos dorados, que brillaron como fuego, dándole un aspecto un tanto intimidador, aunque su madre no fue consciente de ese detalle.
    Estaba decidido. No le diría nada a su madre, pero tampoco permitiría que lo que sucedió se repitiera. Observaría a ese hombre e impediría que se maquinara de nuevo el plan de asesinato. Tenía que hacer todo lo posible por salvar la vida de su madre esta vez, y si tenía que lograrlo sin ayuda, él solo, pues entonces lo haría, sin importar lo que costara.
    No iba a permitir que ese hombre le pusiese un dedo encima a su madre. Era una promesa.


    CONTINUARÁ...

    --------------------------------------------------------------------
    Eso es todo por ahora. Me decís vuestra opinión. Yo, por mi parte, me voy ya a dormir, que es bastante tarde y mañana tengo que madrugar.
    Besazos a tod@as!
    Atte: Erazal.
     
  8.  
    Tara

    Tara Entusiasta

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    Escritora
    Re: Viaje al pasado

    INU BAKA!!!! Como lo sabía!! Este Inu es un baka!! No se da cuenta de que si hace eso podría pasar algo inesperado en el futuro y acabar él mismo muerto!! BAKA!!

    ¿Y dónde está el alma del pequeño Inu? Espero que no haya ido al presente… porque como lo pille Naraku… Un momento… ¿No será ese su plan verdad? Llevar al presente al pequeño Inu para matarlo y deshacerse de él para siempre!! Maldito Naraku!!
     
  9.  
    .:+kagome+:.

    .:+kagome+:. Guest

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    Palabras:
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    Re: Viaje al pasado

    kiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    fabulosa conti *o*
    magnifica genialisima!!
    como siempre super buena

    pobre inu T.T
    pero como se le ocurre hacer eso? el mismo dijo que no debia alterar el pasado

    kiaaa esta muy emocionante

    suerte

    matta ne
     
  10.  
    Erazal

    Erazal Guest

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    Viaje al pasado
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    Palabras:
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    Re: Viaje al pasado

    Lo sientooooo!
    De acuerdo, sé que el tiempo que estoy tardando en actualizar es exagerado, pero se debe a que estoy en plena época de exámenes. No he podido escribir absolutamente nada desde hace unas semanas por falta de tiempo (tenía incluso que estudiar los fines de semana), y de todas formas, primero tengo que terminar de escribir la conti de mi otro fic, "Un nuevo enemigo". Estas dos próximas semanas tendré menos exámenes, y por lo tanto más tiempo libre, así que aprovecharé para escribir las contis de mis fics antes de que llegue la semana plagada de exámenes finales.
    Una vez más, disculpas por la tardanza.
    Atte: Erazal
     
  11.  
    patricia

    patricia Guest

    Re: Viaje al pasado

    hola soy nueva en tu f.f bueno solo en postear porque ya lo he leido y me encanta de verdad pobre inu sufrio cuando se le fue su ami pero que bueno que al menos le des la opportunidad de cambiar el pasado bueno solo te felicito y espero que ya lo puedas continuar y suerte en tus examenes
    bye te cuidas
     
  12.  
    leti

    leti Guest

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    Viaje al pasado
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    Palabras:
    96
    Re: Viaje al pasado

    Ok, no te preocupes, ya había comentado tus cap anteriores, pero no sé por qué demonios me borraron mis post, si nunca hago spam en los fics y siempre justifico mi respuesta.

    En fin, me va gustando mucho ese salto en el tiempo y la pregunta del millón de dólares es saber si inuyasha no meterá la pata. Ya quiero saber qué pasará.

    Tómate tu tiempo con tus exámenes y tranquila, aquí estamos, ni dejaremos de leer tu fic, lo chido es que nos avisas!!!!!!!!!

    BESOS!!!!!!!
     

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