Narnia Vestido rojo... [Doce Deseos]

Radiante, esa era la palabra perfecta para describir lo que representaba Susan Pevensie esa noche. Ese vestido rojo resaltaba cada uno de los atributos por los cuales en aquella vida en Narnia habían, incluso, matado por tener. Oh, aún podía recordar como sus hermanos habían defendido su honor por ella, con cada noble existente que se había atrevido a tocar las simientes de Cair Paravel.

Claro, nunca fue de su grado ni fue emocionante aquellos momentos de tensiones. Batirse a duelo nunca se había tratado de un juego en Narnia, mucho menos cuando las espadas no eran precisamente de juguetes. En ese aspecto, esa vida normal que estaban disfrutando nuevamente, tranquilizaba de alguna manera a su corazón. Sus deseos habían sido cumplidos de alguna forma: ni Peter ni Edmund matarían a golpes a alguna pobre alma esa noche.

No con sus padres rondando a su alrededor.

—Ánimo muchachos, estamos en una fiesta —los tomó a ambos de los brazos y les sonrió —. ¡Es Navidad!

—Y se acabará si ese idiota sigue mirándote como un baboso —masculló Peter frunciendo su ceño.

—Yo podría acabarlo con tan sólo un puñetazo —secundó Edmund inflando su pecho con altanería —. No tendría oportunidad con ninguno de nosotros.

—No con esos bracitos —ambos se miraron y soltaron una risa cómplice.

Risa que se apagó para volver a intimidar al muchacho con sus expresiones de pocos amigos. Susan sólo pudo rodar los ojos con indignación y se alejó de allí para buscar a su hermanita. Lucy resultó ser la más centrada y, en especial, la más valiente de los cuatro.

Pero eso no era una novedad, pensó con una hermosa sonrisa.