Long-fic Verano de amor.

Re: Verano de amor.

Cantidad de palabras: 2,170.

Hola chicas; cómo están. Tal vez no me tarde mucho en actualizar este FF; primero, porque lo pienso hacer corto a diferencia del otro. Segundo, porque ya llevo varios capítulos terminado, y, tercero; porque estamos en vacaciones y yo no podré salir lejos porque mi madre está en estado :D. Por eso verán que tanto aquí como en el otro FF (Pobres los Ricos) involucro embarazo y asdf.

Puede que el capítulo contenga errores, es que lo hice rápido antes de que se me fuera la idea. De igual forma eso no es escusa, porque lo releí y corregí, pero siempre habrá unos que otros errores que se te escapan.

La publicidad de este FF hizo impacto en el otro (?)
LOOOOL

Ya que tengo tiempo, para la próxima podré responder mensaje por mensaje, ¿o no les gusta así? De igual forma, gracias por sus comentarios tan halagadores y constructivos. Me hacen feliz como una lombriz (?)

Como les he venido diciendo; algunas han acertado con lo que pueda pasar a futuro. Y, en cuanto a la pareja principal. Umhh, no puedo revelarlo aún. Sólo puedo decirles que es un triangulo entre Koga, Kagome e Inuyasha… Pero sé sorprenderán con el desenlace de cada uno ;).
¡Ya lo verán!

Y sí, saldrá Sesymaru (Sesshomaru) Y con un papel… *se calla para no rebelar más*

En cuanto a las preguntas…Espero que con este capítulo se les aclare un poco ;). Y cabe mencionar que la Sango de aquí, me estoy basando en los primeros capítulos que ella sale. Donde no confiaba en el grupo y llegó a traicionar a Inuyasha y los demás :o

¿Hagan apuestas, hagan suposiciones?
Okey no, x’DD. Pero eso sí, comenten :D.

He aquí el capítulo.

Verano de amor.​

Capítulo 7​

Mientras salía del baño, pensaba en lo que me había contado Ayame acerca de Sango, es que, ¿no le agradaba? Desde un principio sentí mala espina hacia ella, había algo que me hacía desconfiar.

Me vestí y me maquillé; una vez arreglada fui a la pequeña terraza que tenía mi cuarto. Desde que había llegado nunca había estado allí, y era un lugar cómodo para descansar. Tomé asiento en el banco y miré hacía el mar, oyendo tranquilamente el ruido entre las olas. Era algo tan… relajante.

De pronto sentí la llegada de alguien, creí que podría ser mi tía; pero no, era Ayame. Lucia linda.

—¡Estás aquí! Tu abuelo me permitió subir hasta tu cuarto, espero no te molestes.
—No, para nada; al contrario —me levanté y la saludé con un beso de mejilla.

Ambas salimos de la recamara y nos despedimos de la abuela, sino antes de haber escuchado las siguientes palabras: “No llegues tarde, Kagome”
Mi abuela a veces se pasaba de sobre protectora. Salimos y, mientras bajábamos las escaleras, Ayame me comentó que quería volver con Koga. Casi me caí al escuchar aquel nombre. Fingí una sonrisa de alegría por ella.

—¿A dónde iremos? —pregunté tratando de evadir el tema.
—Vamos al centro de la cuidad; a Plaza Mayor, es un buen centro comercial —dijo Ayame sonriendo.

***​

Después de un largo —muy largo—, paseo, llegamos al fin a la zona central, donde quedaba ubicado el susodicho centro comercial. La gente era como hormigas, chocaban entre sí. El centro comercial era inmenso, alto y de forma circular. Ayame y yo penetramos en la primera tienda que vimos. Observamos la ropa; que era muy linda y costosa.

—Umhh… ¿Estos son bonitos, verdad? —dijo cogiendo unos jerseys ajustados.
—Está divino. He comprobado que te sienta bien el rojo —ha decir verdad, era roja la prenda; un rojo fuerte, además de costoso era muy elegante.
—No sé, no me convence —dijo sin muchos ánimos.

Seguimos recorriendo las instalaciones. Luego nos dirigimos a una tienda de calzado; nos probamos multitud de sandalias, zapatillas, zapatos. Fuimos a una de bisutería, pero casi nos echan a patadas cuando Ayame, sin querer, rompió una vitrina.

—Doscientos cincuenta… —decía la pelirroja mientras contaba los billetes que tenía en su bolsa—. ¡Trescientos! Espero que esté completo. Disculpen las molestias.

Bye, bye día de shopping.

—¿Tomamos algo? Con el poco dinero que me quedó —sugirió Ayame suspirando para luego señalar una cafetería no lejos de nosotras—. Allí preparan un café exquisito, Kagome.
—La verdad es que me apetece mucho uno, el día está un poco frío.

Nos encaminamos a la cafetería con pasos lentos. Cuando llegamos, nos alegramos de notar que no había mucha gente y teníamos mesas de sobra para sentarnos.

—Oh por Dios… —murmuró Ayame.
—¿Qué ocurre?
—Mira disimuladamente a la mesa que está cerca de la planta roja.

Obedecí a sus palabras.

—¡Sango! —exclamé.

Y en efecto; era ella, que parecía estar acompañada de una mujer ya mayor. Le calculé unos 30 años, deduje que podría ser su madre.

Ayame se puso nerviosa.

—Tampoco es para tanto, Ayame.
—Es que le dije que hoy no podía salir en la tarde; pensará que preferí salir contigo que con ella. Le mentí, pues. ¡Escóndeme! —Ayame me cogía histérica del vestido.
—Ya es tarde, se acerca a nosotras.

Así era; Sango se encaminaba a pasos rápidos hacía la entrada, en donde aún nos encontrábamos. Fingimos sorpresa.

—¡Qué coincidencia! —exclamó Ayame con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué haces aquí?
—Es un lugar público —respondió con ironía, pero tenía toda la razón. Era un lugar público—. Aunque lo mismo me preguntó yo, Ayame.

Sentía la tensión entre las tres. Yo aún me quedaba callada, Sango no me había dirigido la mirada; ni mucho menos el saludar.

—Verás… Ché, mis padres me han levantado el castigo —explicó Ayame.
—Okey. Pero no entiendo el por qué estás con Kagome, no sabes la clase de persona que es.
—No nena, ella es una buena amiga —me defendió Ayame.
—Es una mentirosa.
—La mentirosa es otra —murmuré.
—¿Perdón?

Sango se cruzó de brazos y me miró fijamente.

—Vos a mí no me llamas mentirosa nena. Aquí la única falsa y mentirosa sos vos —dije un poco furiosa—. Sólo lo haces por resentida, por crear conflictos entre Ayame y yo.
—¡Cállate! ¿No sabes? Todos aquí te odian. Koga, Inuyasha, Kikyo, Miroku… ¡Todos!

¿Qué? No, eso no puede ser cierto… No podía dejar que sus palabras me dolieran.

Ayame intervino entre nosotras al notar que en cualquier momento nos agarraríamos de los cabellos. La gente de la cafetería volteaba como chismosos para observar lo sucedido.

—No es el lugar adecuado, chicas —comentó Ayame.

De pronto, se acercó la mujer que acompañaba a Sango.

—¿Qué ocurre, chicas? ¿Todo bien? —nos fulminó con la mirada.
—Sí señora Carly —dijo Ayame.

La madre de Sango fingió no haberse enterado de lo ocurrido anteriormente.

—Qué bien —comentó dirigiendo su mirada en Sango—. ¿Vamos Sandramí? Tenemos que terminar de hacer las compras.

Cuando la madre de Sango la llamó por ese nombre, hubiera pagado para volver a ver la reacción de su rostro cuando lo oyó.

—¿Sandramí? —repitió Ayame confundida.
—Sí; es el nombre verdadero de Sango, sólo que a ella no le gusta que la llamen así, por eso todos le dicen Sango. Bueno, nos vemos. Saludos a tus padres, Ayame.
—Adiós Ayame —se despidió Sango.
—Adiós Sandramí —me despedí con la peor de las intenciones. Y lo logré; noté en su rostro furia cuando la llamé así.
Cuando salieron de la cafetería, Ayame me miró fijamente.

—¿Qué has hecho? No ves que Sango puede ser perversa si se lo propone. Es una marimacho, le encanta las cosas rudas. No te conviene ser su enemiga.
—Pero ella fue la que empezó —respondí en forma de puchero.
—Da igual, vayamos por un café.

Asentí y nos sentamos en una mesa hasta que vino un encargado y nos atendió.

—Kagome, qué crees que diga Koga —preguntó mientras el joven que nos atendía se retiraba con el pedido—. Es que estoy nerviosa. Quiero verlo.
—Claro, eso es normal.
—Vos no me has dicho aún quién te gusta del grupo —guiñó el ojo en forma de picardía. Yo reí nerviosa.
—De aquí nadie.
—¿Miroku? ¿Inuyasha? Yo te veo bien con Inuyasha; ambos harían buena pareja.

Aquel comentario me sonrojó a más no poder, y ella lo notó.

—¡Vaya! Pero si es Inuyasha quien te gusta, ¿verdad?
—No, bueno, no lo sé.

El joven se acercó con los cafés, colocó uno delante de Ayame y el otro delante de mí. Tomé un sorbo pequeño, ya que aún estaba muy caliente.

Estuvimos un rato más hablando de la fiesta de mañana; me enteré de que los chicos iban y que Inuyasha iba a tocar algo con la guitarra. No nos dimos cuenta de que estaba lloviendo y se hacía tarde, pagamos y salimos de allí.

Una vez estando fuera; corrimos como loca por toda la calle principal en busca de un lugar en el cual refugiarnos para no mojarnos por causa de la lluvia. Vimos una cabina telefónica desocupada y no lo dudamos en entrar allí.

Cogía algunas monedas y llamé a un taxi. Como siempre, dijeron que tardarían en venir.

—¡Está dejando de llover! —comenté viendo el cielo.
—Esperemos afuera, aquí me da calor.

Salimos de la cabina arreglándonos el vestido y el cabello; para mi suerte, no me lo había planchado, aunque sí estaba un poco desordenado.

Parecía de locos; cuando salimos pudimos notar nuevamente la multitud de la gente caminar por las calles.

—¡Koga! —gritamos ambas al unísono. Era Koga y, como siempre, lucia espectacular. Tenía puesta una franela sin mangas ajustadas a su buen cuerpo, dejando a la vista el abdomen que se le marcaba y los buenos brazos.
—¡Chicas! —saludó él acercándose a nosotras.
—Llegaste y la lluvia se fue —dije sonriendo.
—Me descubriste —decía decepcionado—, es que soy especial.
—Bueno, bueno, dejen las bromas a un lado; o es que acaso no pensás darme un beso, Koga.

Koga sonrió y se acercó a Ayame; la tomó de la cintura atrayéndola contra su cuerpo para luego besarla apasionadamente.



—Yo me voy, se me hace tarde —dije cuando no más vi que se separaron.
—No, espera Kagome, quédate de un poco más —insistía Ayame.
—No puedo, sorry. Hasta mañana.

Mientras caminaba en dirección a mi casa, no pude evitarlo; dos grandes lágrimas recorrieron mis mejillas… Sin embargo, estaba feliz; feliz de que me había dado cuenta de que para Koga aquel beso que me robó había sido fortuito y que no sentía nada hacia mí, feliz de que ahora Ayame y yo éramos amigas, feliz de saber la clase de persona que era Sango.

***​

Después de haber llegado agitada a casa, me subí rápido al cuarto sin que mi abuela me viera las lágrimas.

—¿Qué ha pasado, cariño? —preguntó ella viéndome subir las escaleras.
—Nada —respondí con la voz quebrada.

Entré al cuarto, cerré la puerta y me afinqué a ella, sentándome en el suelo. Saqué del bolso mi celular y coloqué una canción para no sentirme tan mal… o para sentirme peor.

Miró caer las gotas de lluvia en mi ventana. Sé que todo será igual, no cambiará mañana.
El sol volverá a salir. La luna será más blanca. El río será más río; no caerán las montañas.

Sin pensarlo, había puesto una canción que me identificaba en esos momentos; no aguante más y volví a llorar.

Por qué me quedó muda. Prendida en tu mirada; por qué todo es lejano, porque sin ti ya no hay más nada. Porque no existen hadas; ni príncipes, ni sueños… Porque todo es mentira, porque sin ti… Ya no hay más vida.

¿Qué me pasaba? Nunca había sentido nada así… ¿Por qué me afectaba tanto? Es fastidioso que veas que el chico que te gusta se besa con otra. Pero, esa sensación... Cada vez que le veo, que hablamos... Esa sensación mágica por unos instantes.

Esa noche no saldría, y probablemente al otro día no iría a la fiesta de Ayame, me cambié y me puse el pijama que me calentara más, aún hacía mucho frío afuera. Me quité el maquillaje por completo. Me puse calcetines y zapatillas de andar por casa, bajé al salón para entretenerme con la TV. Al llegar, estaba mi abuela Kaede leyendo el periódico.

Me acerqué para sentarme al sofá y ella alzó su cabeza.

—Siéntate —indicó con su mano que me sentará a su lado; así hice.
—Gracias.

No sé cómo, pero minutos después me encontraba sentada en el sofá al lado de mi abuela con una taza de chocolate entre las manos y contándole mis problemas; decidí aprovecharme de la situación.

—Y dime abuelita, ¿cómo conociste al abuelo? —pregunté tomando un sorbo del chocolate caliente para disimular un poco mi intención.
—Bueno… —se quedó pensativa—. Unos amigos nos presentaron.
—¿Cuándo nació mi mamá? ¿Cuándo se casaron?

La primera pregunta ya la sabía, pero quería más detalles.

—Tardamos en casarnos. No sabes lo inmaduro y loco que era tu abuelo; siempre contando historias de fantasía de la época antigua. Pero a los dos meses de casarnos tu querida madre ya venía en camino.

Quise ser directa y lo solté como vomito verbal.

—¿Por qué no le agrado el abuelo? A veces creo que… —me quedé en silencio al ver como sus ojos —bueno, realmente el único visible que tenía—, se abrían a más no poder—. Me odia.

Concluí observando su reacción.

—No te odia, ¿cómo vas a creer eso? Sólo que no se acostumbra aún a tu presencia dentro de la casa.
—Pero si llevo aquí como dos semanas y no he hablado con él aún. Pero no importa que no me lo cuentes.

Kaede suspiró y se levantó del sofá, dirigiéndose a la cocina, llevándose consigo la taza de chocolate que yo tenía.

Cuando ya se había ido; cogí rápidamente el teléfono de la sala y llamé a mi madre. Para mi gran suerte, no tardo en contestar.

—Mamá, necesito hablar contigo —dije esperando respuesta—. Oh, claro; entiendo. Te llamo luego.

A veces odiaba el trabajo de mi madre, me había cortado porque estaba en una supuesta reunión importantísima. Ella trabajaba como presidenta de una empresa de cosméticos.

***​

Mientras Kagome veía la tele; unos pasos se acercaban hacia el salón. Era el abuelo, que se detuvo en una pared mientras observaba a Kagome… Aquella niña, aquellos ojos iguales a los de su madre; aquel carácter tan podrido que a veces solía salir de la joven, imitando a su padre; un hombre frío y la razón de todas las desdichas de aquel comportamiento del anciano. El inesperado nacimiento de un error.

Los recuerdos antiguos invadieron la mente de aquel viejo.

—No hija, lo siento mucho. Sería una deshonra para la familia traer ese niño al mundo.
—Pero padre, por favor —sollozaba aquella niña con más de cuatro meses de embarazo.

Continuará.

Para el próximo sería la fiesta en casa de Ayame ;). Y muchas más sorpresas. Wuahajaja *se ahoga* Pero en serio, pasará algo que dará un 300º a la historia…. ¡NO se lo pierdan!

*sale volando en una escoba*

 

Re: Verano de amor.

Cantidad de palabras: 2,357

Chicas, por favor, no me maten. Okey, está bien, les prometí que subiría continuación rápidamente porque ya tenía tiempo libre, pero no lleguen a estos extremos, se los pido de favor.

*Llevan a Bridget amarrada a un tronco, mientras sus lectoras la cargan y suben a un volcán*

¡NOOOOOOOOOO!

ADVERTENCIA: El siguiente capítulo contiene escenas de limme que no puede ser leída por menores de edad sin la supervisión de sus padres, madres o representantes (¿?) Cualquier trama psicológico la escritora no se hace cargo. Tiene contenido intenso.

Verano de amor​

Capítulo 8 ​

Para mi desgracia, me encontraba vestida y lista para irme a casa de Ayame; mi abuela y mi tía me habían insistido tanto en que fuera a divertirme. No me quedó de otra que ir a su casa. Me despedí de mi abuela y bajé las escaleras; mi sorpresa fue cuando vi que abajo se encontraba Sango esperándome.

—¿Qué haces tú aquí, Sandramí? —pregunté mirándola directamente a los ojos, ella se encontraba cruzada de brazos, torció el mentón de una forma extraña y respondió:
—Debó llevar a la niña agarrada de la mano hasta la casa de Ayame para que ésta no se pierda. Créeme que no es por gusto, cariño.
—Bueno, será mejor caminar para llegar rápido.

Ella asintió y ambas comenzamos el recorrido. Después de un camino que se me había hecho eterno con la compañía de esa arpía; llegamos a la lujosa casa de Ayame, estaba en la parte más rica de la isla. Afuera lo adornaban unos hermosos jardines que le daban un toque elegante y relajado. Llegamos ambas a la puerta, ella tenía la intención de tocar al igual que yo, así que dejé que ella lo hiciera. Unos segundos después, no tardaron en abrir la puerta y salir una mujer sumamente hermosa, con buen cuerpo y cabello rojo como el rubí. Deduje que podría ser la madre de Ayame por su parecido.

—Sango preciosa, ¿cómo estás? Me alegra que hayas venido —comentó sonriendo mientras abrazaba a Sango, luego se dirigió a mí—. Tú has de ser la nueva amiga de Ayame; ¿Kagome? Me ha hablado tanto de ti que imposible que se me olvide tu nombre.
—Sí, soy yo. Mucho gusto.
—¿Ayame? —preguntó rápidamente Sango.
—Se encuentra arriba en su cuarto —respondió la mujer—. Mi esposo y yo nos iremos por cuestiones de trabajo, llegaremos mañana por la mañana. Cuiden bien la casa chicas; nada de chicos, alcohol y sexo, ustedes entienden.

Reí estúpidamente para luego sentir la mano de Sango sobre mi brazo, que me apresuraba para subir las escaleras; tal vez iríamos al cuarto de Ayame. Y en efecto, habíamos entrado al cuarto de Ayame, que más que una recamara, me pareció una inmensa sala o club nocturno; había luces por doquier, una mesa de bebidas naturales, peluches en toda una esquina, dos puertas grandes, y una pequeña que daba al balcón. La cama era matrimonial, con cortinas color rosa a su alrededor.

—Chicas, bienvenidas —dijo ella al vernos. Se estaba maquillando en la peinadora de madera. Sango y yo nos sentamos en un sofá grande que estaba pegada a la pared, mientras que Ayame quedaba de pie mirándonos de frente, muy fijamente.
—¿Qué ocurre Ayame, por que esa sonrisa? —preguntó Sango.

Ayame rió pícaramente, mientras se tranquilizaba para hablar.

—Verán, hoy haré el amor con Koga, por fin me entregaré a sus brazos —soltó sin anestesia; sentí una daga atravesar mi pecho… Pero, esperen. ¿Acaso debía importarme? Fingí alegría por ella ante la noticia.
—¡Increíble! —exclamó Sango—. Espero que sea una hermosa velada, ¿qué opinas Kagome?
—Este, igual, espero que sea divino y se comporte bien contigo.
—Recuerdo aquella vez que estuvimos a punto de hacerlo —decía entre suspiros mientras se llevaba las manos a sus brazos—. Él estaba lleno de espuma, que le tapaban sus partes íntimas, yo accidentalmente había entrado al baño, verlo así encendió el fuego en mi interior. Comenzamos a besarnos y de un momento a otro sentía que su miembro duro pegaba con mi cuerpo; lo toqué, me tocó, nos besamos, nos metimos desnudos en la tina, pero la magia se acabó cuando llegaron mis padres. Pero hoy nadie ni nada podrá interrumpirnos; así que chicas, les pido de favor que cuiden la casa, y si gustan pueden usar otro cuarto con sus amores.

La madre de Ayame tocó a la puerta, anunciando que ya se iría, que nos esperaba abajo. Después, las tres bajamos y conocimos (conocí) al padre de Ayame, muy guapo y fuerte.

—La comida está en la nevera, cualquier cosa dejé el número del hotel en donde me voy a quedar encima de la mesa de la sala de estar —decía la madre de Ayame mientras le bajaba a su hija la pequeña falda que ésta cargaba—. Bueno bebé, dame un beso ya me voy.
—Mamá —chillaba Ayame avergonzada.

Los señores Smith se fueron de la casa, montados en un auto deportivo muy lujoso que manejaba el padre de Ayame.

***​

Había pasado unos treinta minutos desde la ida de los padres de Ayame y, durante ese período, la casa ya estaba llena con los amigos íntimos de la pelirroja. Había llegado Miroku en compañía de su odiosa hermana Kikyo, ella tomada del brazo de él, para dejar que Miroku fuera detrás de Sango, que se encontraba leyendo una revista sentada en un sofá aburrida. Después llegó Inuyasha, que vestía muy guapo, me saludó desde lejos para luego hablar con Kikyo. Y Koga nada que llegaba.

Me encontraba nerviosa y sin motivo alguno, Ayame atendía a todos como una buena anfitriona. Había un catering en la sala de fiesta, lleno de comida, y mucha bebida. El timbre sonó, faltaba sólo Koga, y Ayame y yo nos miramos fugazmente. Respiré hondo mientras ella iba a abrir la puerta. De pronto, llegaron al salón Ayame y Koga, éste último se acercó a mí seductoramente para susurrarme que me veía linda, comentario que me dejo sumamente sonrojada.

Ayame llamó a Koga y él no dudo en ir a su llamado; todos comenzaron a bailar, la música era buena, Sango bailaba con Miroku, Koga con Ayame, e Inuyasha con Kikyo, mientras que yo, me encontraba sola sentada en un sofá viendo como todos se divertían.

Kikyo dejó de bailar con Inuyasha para ir al tocador, parecía que la liga del sostén se le había zafado, por la forma en que se fue al baño agarrando su blusa por detrás. Inuyasha se acercó al sofá en donde me encontraba, me extendió la mano y me invitó a bailar; no dude un segundo en aceptar, con tal, había venido a divertirme, y mientras Koga se divertía con Ayame, yo también debía buscar la diversión.

Mientras bailaba con Inuyasha nos dimos cuenta que teníamos varias cosas en común, como tomar leche antes de irnos a dormir, a pesar de que ya éramos adolescente. Pusieron una canción lenta, romántica, que hizo que me pegara más al albino. Desde ese ángulo noté que era muy atractivo, con unos ojos hermosos, unos labios deliciosos y provocativos, unos brazos bien formados; pero, yo estaba enamorada de Koga, o al menos eso pensaba. Inuyasha me tomó de la cintura y me atrajo más a su cuerpo, bailando ambos pegaditos y lento. Nos quedamos en silencio mientras disfrutábamos del baile, de vez en cuando veía la forma celosa en que Koga nos miraba.

De un momento a otro, en la sala sólo estamos Sango, Miroku, Kikyo Inuyasha y yo.
¿Ayame y Koga? ¡Habían desaparecido! Recordé rápidamente lo que había comentado Ayame en su recamara.

—Discúlpame Inuyasha, voy por algo de tomar —necesitaba tomar agua para tranquilizar mis ¿nervios?
—Está bien —dijo separándose de mí con pesar.

Me retiré de la sala en busca de la cocina; cuando llegué mis ojos vieron a Koga besar a Ayame contra la nevera, lo hacían de una manera tan apasionada. Le tocaba la pierna que estaba descubierta por causa de la mini falda que llevaba la pelirroja. Ella deslizaba sus manos por la ancha espalda del hombre, subiéndole la camisa más de una vez, mientras lo arañaba, y una de sus piernas la subió contra la cintura de Koga y la dejó allí presionada.

No, no podía creerlo. Creía que de verdad Koga sentía algo por mí. Ese beso debió significar algo, o entonces por qué cada vez que me veía me miraba con esos ojos, se me insinuaba. No debí enamorar de él, y tampoco traicionar a Ayame que había vuelto a confiar en mí. En qué me había convertido, ¿en una arpía como Sango? ¿En una sin corazón como Kikyo? No lo pude evitar, sentí que en mis mejillas recorrían lágrimas. Salí directo al baño a lavarme la cara, sin importar que el maquillaje se me dañara, y mientras yo estaba en el baño, Koga seguía en la cocina con Ayame, pero sucedió algo que me daría cuenta más tarde…

—No Ayame —decía Koga separándose de ella—. No nos podemos hacer daño; no puedo seguir con esto, yo amo a otra chica.
—P-pero qué cosas decís Koga, ¿esto no era lo que tanto querías?
—Sí pero no, es mejor que dejemos esto hasta aquí, no te haría el amor sin amor, sólo sería una noche de sexo salvaje, y yo no quiero eso para ti, no soy el hombre indicado.
—Koga, detente —decía en vano mientras el moreno se alejaba de la cocina, dejando Ayame con el corazón en mil pedazos y llorando como una desgraciada.

Ayame salió de la cocina hacía la sala en donde se encontraban todos.

—¿Qué ha pasado? —preguntaba Sango abrazando a su “amiga”
—Koga, Koga me ha dejado —volvió a romper en llanto mientras pronunciaba su nombre—. Y ha sido por otra chica.
—No me gusta usar mucho ésta frase, pero Ayame; te lo dije: Koga gusta de Kagome y ésta le corresponde —soltó Sango.
—No seas mentirosa —gritó Inuyasha—. A ella no le puede gustar ese lobo sarnoso; NO.
—¿Acaso a ti te gusta, Inuyasha? —preguntó Kikyo irónicamente—. Qué bien que bailaban. Todos aquí sabemos la clase de bicha que es Kagome.
—Totalmente de acuerdo —apoyó Sango.
—Aquí las únicas arpías son ustedes —comentó Ayame con el maquillaje corrido en los ojos—. Kagome no sería capaz, una vez me dejé llevar por los celos, pero no serán dos veces. Aquí el de la culpa es Koga.
—Claro; los hombres siempre tienen la culpa —dijo Miroku ofendido por lo que quiso a dar a entender la pelirroja.
—¡Ya basta! ¿Dónde está Koga y Kagome? —preguntó Inuyasha celoso.
—Ven, qué otra prueba quieren —seguía Sango metiendo leña al fuego.

Mientras tanto, yo aún seguía en el baño. Me sequé el rostro con una toalla cuando de pronto oí que alguien había entrado al baño y me había llamado por mi nombre; y esa voz era de…

—¡Koga! —exclamé dándome la vuelta—. ¿Dónde está Ayame, por qué no andas con ella?
—La acabo de terminar por ti, Kagome; desde que llegaste me has gustado. Acaso tú no sentís lo mismo por mí
—Yo —no tenía palabras qué decir, no sabía qué hacer; hasta que de pronto él se acercó a mí y me tomó con sus brazos para luego darme un beso corto entre los labios.
—Como dicen: un gesto vale más que mil palabras.

Y sucedió, me volvió a besar pero está vez con más pasión. Luego comenzó a devorar mi cuello, sentía que me derretía ante sus labios, me excitaba; pero debí darme cuenta de sus intenciones cuando llevó una de sus manos por debajo de la falda que cargaba, tocando la braga para luego apartarlo con sus dedos y tocar lo prohibido. Aquello se estaba saliendo de control, no me disgustaba, pero tampoco me gustaba.

Sin darme cuenta, no sabía cuanto llevamos en el baño, pero lo cierto era que yo me encontraba en ropa íntima encima de él, mientras que Koga estaba en bóxer y se podía notar que muy excitado se encontraba. Yo le besaba el pecho, aquellos pectorales tan buen marcados, mientras él trataba de quitarme el sostén. Mi otra mano bajó por todo su abdomen hasta llegar allí. Pero luego me detuve, no quise continuar, traté de levantarme y le pedí que paráramos; pero no, él no oía a mis pedidos. Intenté levantarme, pero Koga me tomó con sus brazos y me pegó nuevamente a su cuerpo

—No Koga, detente, por favor —comenzaba a decir mientras las lágrimas bajaban de mis mejillas.
—Oh, vamos Kagome, es lo que siempre has querido; de lo contrario no te hubieras entregado tan fácilmente.

¿Qué le pasaba? Su voz había cambiado, sonaba macabra, llena de deseo, su mirada me daba miedo, no quería continuar con aquello; no. Él se subió encima de mí para tranquilizarme, sentía toda su anatomía encima de mí pero no tenía cabeza para pensar en eso, quería irme de allí, ya no sentía ese deseo de ser suya, ahora me daba… asco.

Me tomó de las manos y comenzó a besar mi cuello, traté de pegarle con la pierna en sus partes, pero no podía; cuando sentí una mano libre, no dudé en darle un golpe. Él se apartó de mí por causa del dolor, y yo aproveché en levantarme y recoger mi ropa que se encontraba tirada por allí.

—¡Ven acá! —gritó furioso mientras me tomó del cabello y me echó hacía atrás, cayendo bruscamente al suelo, golpeándome fuertemente la cabeza contra la pared, sintiendo el líquido rojizo que de pronto comenzó a brotar de mí. A Koga no le importó eso y siguió besándome, tocándome, hasta que sentí todo.

Pensé en la abuela, en Kagura, hasta en mi abuelo… En mis amigos de Canadá, en mi querida madre, en el padre que nunca conocí, en mis nuevos amigos de esta isla. En Inuyasha, quien se había portado bien conmigo; en Ayame, la pelirroja que confió en mí ciegamente y yo la traicioné. En la arpía de Sango, Kikyo, Miroku. En todos.

No sentí dolor, ni siquiera tristeza, sólo la sangre que manchaba el suelo. Oí unos pasos que entraban al baño, por la voz me pareció ser que era Ayame e Inuyasha, quien golpeó a Koga fuertemente cuando me vio allí tirada en el suelo.

Comenzaba a ver negro, dejé de sentir calor en mi cuerpo, deje de escuchar los golpes de Inuyasha que le daba a Koga, deje de sentir la mano de Ayame que me ayudaba a levantarme y los gritos que daba pidiéndole ayuda a los demás que se encontraban en la sala. El dolor del vientre se había ido, al igual que el de la cabeza; yo me había ido. Continuará.