Microrrelato Venganza

Venganza

Para la actividad ¡Vamos a pensar!

Tema: Quemarse la Lengua
Cantidad de palabras: 353 + título

Venganza

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El ardor esparciéndose en su boca, se volvía cada vez más insoportable. Buscó algo fresco con qué apaciguar el dolor, pero no había absolutamente nada a su alcance. Qué se suponía que querían hacerle ¿Matarlo? Eso era realmente una maldad. Él confiaba en que la leche estaría tibia, como de costumbre, pero osaron en hacerle daño. Se lamentarían.

Sabía con certeza quién de todos podía tener mayor culpa. La mamá lo odiaba, estaba más que seguro. Siempre que pasaba a su lado, su rostro se contorneaba insinuando un mal olor. ¿Qué le quería decir con eso? Si apestaba, que se lo dijera, pero que no se anduviese con cosas como esas que hacían sentir mal. Ni que fuese un vagabundo salido de la calle.

La señora que limpiaba, que siempre pasaba trapeando tras de él, podría haber coludido con la mamá. Sí, ella también parecía sospechosa. Con esa manía enfermiza de limpiar todo lo que él tocaba. También siempre que entraba a la cocina, se ponía a estornudar y a gritarle para que se fuese. Definitivamente, ella no lo quería nada.

Había podido convivir con ellas porque realmente amaba los niños. Ellos no lo odiaban, al contrario, lo amaban. Pero esto último ya era intolerable. Esas dos mujerzuelas se habían dignado a quemarle la lengua. Les hubiera aguantado todo, menos eso. Habían llegado demasiado lejos.

Corrió como nunca, con furia irradiando de sus ojos. Sabía el punto débil de ambas, era de lo más predecible. Siempre lo había querido hacer, pero se aguantaba las ganas. Ahora, simplemente, no habría quien lo detuviese.

Llegó a la habitación de la mamá. Las pantuflas estaban a los pies de la cama, por lo que pensó, sería un bonito detalle despedazarlas. Luego de aquel agradable desquite, se subió sobre el lecho tan pulcramente cuidado. Dio unas vueltas y comenzó a ladrar como nunca. En tanto la mujer sintió aquel sonido proviniendo de su habitación, salió disparada a ver de qué se trataba.

Cuando llegó ya era demasiado tarde. Juanjito, el perro, salía victorioso de su habitación y adentro, su cama, tenía un lindo y brillante charco amarillento.