Vínculo Envolvieron su mano y el hormigueo del frío apareció, con la misma velocidad se templó. Dio sacadas largas, avanzando sin temor a la par de aquella silueta alta. Hablaron, rieron, observaron. Otro día, caminando sin rumbo. Escucha una voz a sus espaldas, alguien tironea su manga, exige su mano. La envuelve con la propia, con delicadeza. Un intercambio de frío y calor, la preocupación de que el menudo cuerpo compartiera la característica gélida de la extremidad. —Anda, a abrigarse —habló, sonriendo—. Yo sí tengo chaleco —prosiguió con calma, afable. A pasos cortos, calmos, observó a la pequeña criatura ir rauda al interior del hogar. Le esperó afuera, lo necesario, las vueltas revoltosas de la infancia. Volvió. —¿Vamos? —preguntó con aquella voz entusiasta, pueril, tomando su mano. Y observó, le habló: Caminando a pasos cortos, aferrándose con firmeza y suavidad a la mano de aquella diminuta silueta.