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Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Issi, 23 Febrero 2011.

  1.  
    Issi

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    <<Untitled>>
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    Afuera nevaba fuertemente creando una capa blanca sobre los techos de las casas, las ramas sobresalientes de los árboles que adornaban la acera y el pavimento; bajó su mano cerrando así la cortina que la conectaba con el exterior blanco, lanzó un suspiro al momento que se iba caminando hacia la puerta. Tocaron el timbre y abrió dejando pasar al muchacho que se encontraba helado con un poco de nieve en su gorro, con la nariz y las mejillas rojas por el frío que hacía afuera.
    – Rápido, entra –dijo ella encaminándose hasta el sillón donde tenía una manta, se la dio.
    – Cuanto te quiero –susurró en el oído de la chica mientras la abrazaba por la espalda, ella se dejó querer.
    La mañana siguiente despertó con un brazo rodeándole la cintura, se sintió feliz. Salió de la cama con cuidado de no despertar al que yacía a su lado y se encaminó al armario para tomar un camisón y su bata para irse a la cocina. Preparo desayuno para los dos recordando cuanto hacía que no estaban así de bien en la relación, recordó los momentos en que el la había maltratado por qué uno de sus primos la había saludado efusivamente en el centro comercial después de no verla en 2 años, se le vino a la mente la frase de su amiga “si él te golpea huye de él… aunque diga que cambiará que nunca más lo hará, se repetirá cada vez más seguido. Sigue mi consejo y aléjate de él”, tiró la idea de que le volvería a pegar, las veces que se peleaban era por su culpa, por ser demasiado tonta al no explicarle rápidamente las cosas.
    Ya en la tarde nevaba muy poco y decidieron ir a tomar un café a una de las plazas cercanas dónde servían un café delicioso acompañado de galletitas espolvoreadas. Él fue por los cafés mientras ella se quedaba esperando sentada en la mesita para dos. Un tipo que iba apresurado se acerco a preguntarle la hora, ella se la dijo con una sonrisa, él la vio hablando con un extraño (para él) con una sonrisa en la cara… su sangre hirvió de celos. Llegó a la mesa y depositó los cafés y las galletitas violentamente.
    – ¿Quién era ese? –su cara estaba descompuesta por la ira que sentía en ese momento.
    – No lo sé –contestó ella un poco preocupada. Su felicidad comenzó a esfumarse– no me dijo su nombre, quería saber la hora.
    – No me tomes como un imbécil –su tono empezó a subir.
    – Por favor, no hagas una escena, aquí no –suplicó tomando su mano describiendo círculos en el dorso de esta con el pulgar.
    – Vámonos a la casa ahora –mandó.
    Llegaron a casa rápidamente, ni siquiera tomaron los cafés. El abrió la puerta y luego la pateó cerrándola detrás de la muchacha, ella temblaba ligeramente, empezó a aventar las cosas que estaban en la salita rompiendo varias, comenzó a llorar… sabía lo que se avecinaba, que tonta había sido al pensar que el no la iba a golpear nuevamente. Se acercó lentamente a ella viendo que estaba en shock, le acarició la cara con la mano, tembló a su tacto y cerró los ojos evitando su mirada.
    – ¿Quién era? –preguntó de nuevo un poco más calmado.
    –… –no esperaba eso, pensó que se iba a disculpar por asustarla y armar una escena de la nada
    – Contesta –ordenó tomándola de las muñecas fuertemente haciéndole daño
    – Ya te lo dije –unas lagrimas se asomaron nuevamente por sus ojos. Intentó soltarse, fue en vano.
    – No te lo creo, estabas muy feliz de hablar con él –agregó enojado, le soltó una mano– eres una cualquiera –le dio una cachetada que la mandó hasta el suelo pues él le había soltado la otra mano.
    Se fue a la cocina a servirse una copa mientras ella se quedaba tirada en medio de lo que quedaba de la sala, bebió todo lo que había en la casa para calmar su enojo. Ella se puso de pie pero tardó un poco puesto que le zumbaba el oído, se mareó pero se mantuvo de pie, su cara estaba roja e hinchada del lado izquierdo, le sangraba el labio y su ojo pronto tendría una marca morada. Fue al baño y como pudo detuvo la sangre de su labio, una idea se maquinó rápidamente en su cabeza, cerró con mucho cuidado la puerta poniéndole el seguro, sacó una maleta polveada de debajo de la cama y se dispuso a llenarla con sus cosas, lloraba por que todavía lo seguía amando pero no volvería a dejar que él la golpeara.
    – ¿Qué haces encerrada? Ábreme –ordenó el arrastrando las palabras por el alcohol pero no recibió respuesta, comenzó a golpear la puerta. Ella abrió y lo aventó con la puerta, saliendo con las maletas se dirigió a la puerta. Afuera nevaba furiosamente.
    – ¿A dónde crees que vas? –caminó hacia ella tambaleándose.
    – Te abandono –musitó alcanzando la perilla.
    – No te irás –pareció que el alcohol abandonó su cuerpo.
    – ¡Lo hago, no me sigas! –salió y corrió a la parte detrás de la casa donde estaba su carro.
    Él la alcanzó fácilmente y le jaló la maleta haciendo que tirara las llaves del carro, la agarró de los hombros estampándola contra el carro, el frío le caló hasta los huesos.
    – No permitiré que te vayas con otro –gritó con los ojos llenos de lágrimas y sin razón– me dejarás solo cuando te mueras y de todos modos yo iré inmediatamente tras de ti.
    – No seguiré a tu lado, no es por otro, es por mi –dijo intentando hacerlo entrar en razón– me lastimas, me hace daño estar cerca de ti… te odio pero a la vez te amo.
    – No te irás –dijo cediendo un poco– cambiaré, no lo volveré a hacer.
    – No te mientas, no lo harás – él había liberado sus hombros y aprovechó para aventarlo un poco y agarrar las llaves de carro del cual abrió la puerta del piloto y aventó como pudo su maleta hasta el otro asiento– te amo –cerró y puso el carro en marcha.
    Eso pareció sacarlo de su ensimismamiento y susurró algo parecido a no, no lo harás, no me dejarás el carro ya iba saliendo del terreno de la casa, él corrió hasta la banqueta patinando al llegar a esta, había comenzado a llover hacia unos cuantos minutos y la nieve se hacía hielo de lo helado que estaba, y así como la banqueta tenía hielo también lo tenía la carretera, se levantó y saco de su pantalón una pequeña pistola, apuntó hacia las llantas del carro y disparó. El carro patinó en el hielo y chocó contra uno de los árboles que ahí estaban, ella salió disparada hacia adelante siendo detenida por el volante y ahí se quedo inconsciente, el sonido era horrible.
    – La maté, la maté –decía en un susurro al ver que de su cabeza salía sangre y no se movía, lloraba, no había querido matarla, solo quería que no lo dejara– te lo prometí –dijo secándose las lágrimas, cerro lentamente los ojos, susurró un te amo y se pegó un tiro manchando de rojo lo poco que quedaba de nieve.
    Unos días después ella despertaba en el hospital, le dolía todo el cuerpo, tenía un collarín y estaba conectada a un aparato que pitaba, entró una enfermera a revisarla.
    – ¿Porqué estoy aquí?
    – Supongo que después de ese golpe no recuerdas mucho –dijo la enfermera con voz amable, acercó un banquito a la camilla y se sentó para platicarle lo sucedido mientras le administraba más suero– tuviste un accidente automovilístico, al parecer un muchacho disparó a una de las llantas traseras y luego se pegó un tiro.
    Sus lágrimas empezaron a fluir, las sábanas blancas del hospital tenían una mancha de humedad donde estas caían. Se había suicidado… intentaba alcanzarla en la otra vida como había dicho. Se sentía triste y aliviada a la vez, había escapado. “Te amo” recordaba haberlo oído, yo también te amé pensó pero tengo que olvidarlo ya ha sido un invierno muy largo.
     

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