Unn Cambioo,, Una Nuevaa Vidaa

¡Hola queridos lectores! Lamento mucho haber tardado en subir la conti, es que no tenía inspiración D: Pero bueno, nada, espero que este capítulo les guste mucho :) No tengo mucho que decir hoy xD por lo que acá les dejo la conti ^^

Capítulo 11


Kagome.

Me despierto porque siento que alguien me llama, es Sango, la simpática chica del otro día. Ella es muy hermosa y me cae bien, sonríe todo el tiempo y tiene una personalidad cálida y afable.

– Señorita, ¿quiere el desayuno ahora?

Me siento en mi cama y refriego mis ojos, estoy tan dormida que no comprendo nada. Sango me muestra una bandeja con una taza de té caliente y varios panecitos con todo tipo de dulces, mi desayuno, el cual se ve muy apetitoso, me doy cuenta que tengo hambre.

– Es mejor que se apure a comer, señorita, al señor Naraku no le gusta esperar –comenta mientras yo saboreo poco de pan con dulce. Me atraganto y Sango se preocupa por lo que me alcanza un vaso con agua.

– ¿Cómo? –pregunto luego de tranquilizarme un poco.

– Irán de paseo por los alrededores, ¿no lo recuerda? –frunce el ceño y yo me pego en la frente, me había olvidado de ese “reconocimiento” del lugar tan importante.

– Claro, claro –le sonrió y tomo un sorbo de té, entonces recuerdo algo que me molesta–. ¿No te había pedido que solo me llamaras Kagome?

– Lo siento, es algo extraño para mi –se encoge de hombros mientras se levanta.

– Entiendo –sigo comiendo mientras veo a Sango traer un kimono negro con flores en distintos tonos de rosa y un obi rojo. Es realmente muy hermoso y me encanta–. ¿Me pondré ese kimono hoy?

– Si, el señor Naraku lo eligió especialmente para esta ocasión –eso me pone algo nerviosa pero intento no mostrarlo demasiado–. ¿Le ocurre algo?

Aparentemente soy una pésima actriz. Suelto algo parecido a la mezcla entre un bufido y un suspiro, odio ser tan “libro abierto”.

– No, no te preocupes –esbozo un intento de sonrisa que no convence a Sango.

– ¿Seguro?

– Si, mejor me voy a cambiar –le sonrío y agarro el kimono yéndome… entonces me sonrojo porque me doy cuenta de que aquí no hay baños para cambiarme en privado–. ¿Te importaría irte? Me gustaría algo de privacidad.

– Oh, claro –se ve confundida, supongo que quería ayudarme a vestirme pero es demasiado incómodo para mí, no me gusta esa costumbre.

– Por favor dile a Naraku que en un minuto estaré lista –asiente, le sonrío y se va, dejándome sola.

Me siento un poco mal, no fui muy amable con Sango y ella solo quiere ser mi amiga. No me vendría mal tener una, estando tan sola aquí… encima no entiendo nada. Suspiro y me visto rapidamente, no creo que Naraku quiera esperarme.

Minutos después ya estoy lista por lo que voy hasta sus aposentos. Increíblemente, recuerdo donde quedan y no me cruzo con nadie, algo raro aquí, en este palacio donde hay tanta gente.

Toco la puerta y Rin me abre, sonriéndome, lo que me sorprende porque pensé que solo íbamos a ser Naraku y yo. En parte me alegra, así no habrá situaciones incomodas o comprometedores… pero debo admitir que son esas mismas situaciones las que más me gustan. Soy una gran contradicción.

– Buenos días, Kagome –Rin me sonríe y me da un abrazo, al que yo respondo algo cohibida pero sintiéndome extrañamente cómoda con ella.

– Buenos días, Rin –ella me suelta, se aleja un poco y me mira con sus grandes ojos marrones, lo que me enternece–. Dime, ¿irás de paseo con nosotros?

– ¿Puedo? Mi padre me repetía constantemente que no pero si tú dices que si, entonces no habrá problema –uh, me parece que metí la pata… Naraku me matará.

– Huy, cariño, mejor le preguntamos primero. Solo por las dudas –sonrío algo inquieta y tomo su mano antes de entrar a los aposentos.

Naraku pone cara de sorprendido al verme entrar así, de una forma tan familiar con Rin y sonriéndonos como si fuéramos muy cercanas. Además está el parecido que compartimos: pelo negro, ojos marrones y tez clara; realmente parecemos familiares, no madre e hija solo porque no concuerda la edad.

– Hola –digo algo tímida, sin mirarlo a los ojos.

– ¡Papi, Kagome dijo que puedo ir con ustedes! –suelta Rin velozmente y siento que la sangre se me sube a la cabeza, ¡Rin debería aprender a callarse un poco!

– ¿Ir a dónde? –Naraku me mira y le dedico una mirada suplicante, no quiero morir.

– ¡Al paseo, claro! –ve mi expresión y la de Naraku, creo que intuye que algo no va muy bien que digamos–. ¿Puedo acompañarlos?

Yo no podría negarme, realmente, la forma en que lo pregunta, tan inocente y dulce, con esos enormes ojos castaños suplicando, le dan una apariencia casi angelical. Tan grande es mi debilidad por ella que casi yo sola le digo que si, que es un placer que nos acompañe. Afortunadamente, mantuve mi boca cerrada (milagro de Dios) no quiero más inconvenientes con Naraku, ya tengo suficientes, gracias.

– Hoy no, lo siento Rin –es increíble como puede negarle algo a su hija tan fácilmente. La expresión de la niña es muy triste, hace un puchero y sus ojos se humedecen un poco, parece que no le gusta que le nieguen cosas. Me siento mal por haberla ilusionado pero no digo nada–. Pero quizás, si la señorita Kagome quiere, mañana podremos salir de paseo de nuevo y tener un picnic. Tal vez hasta juguemos juntos.

– ¿De verdad?

– Si la señorita acepta, si –eso es muy bajo de Naraku, usar a su hija de esa forma…

– ¿Kagome, quieres? Por favor, di que si –es imposible que le diga que no (no podría soportar verla llorar) así que solo asiento, bastante indignada–. ¡Gracias!

Me da un efusivo abrazo, le doy un beso en el cachete y se va, dan saltitos muy contenta. Entonces me doy cuenta que estoy sola con Naraku, otra vez. Al parecer esto se esta volviendo una costumbre, una mala y al mismo tiempo buena; lo peor es que la familiaridad no hace que me sienta más cómoda con él, es mas, creo que cada vez es peor (quizás por culpa del casi beso… y sus amenazas, claro) pero supongo que no lo puedo evitar.

– ¿Estás lista? –se acerca y me rodea los hombros con el brazo de una forma demasiado causal que me incomoda–. Estás muy hermosa con ese kimono –no le sonrío y tampoco respondo ¿qué se supone que debo decir? “Oh gracias, tú igual, aunque siempre me pareces atractivo” nono, mejor me callo–. No sabía que eras tan cercana con mi hija.

– En realidad no lo somos –replico, intentando alejarme disimuladamente.

– Entonces, ¿por qué se llevan tan bien?

– No lo sé –me encojo de hombros–, supongo que tengo debilidad por los niños.

– Eso no explica por que quiere que me case contigo.

Ahora si me separo bruscamente, ¿casarme con él?, ¿es que está loco? ¡Ni en sueños, ni aunque mi vida dependiera de ello me volveré su mujer! Me lo quedo mirando con los ojos abiertos, sin moverme, parada frente a él, simplemente no sé que responder a eso. Al principio fruncía el ceño, como si no le gustase la idea (lo que a mi no me molesta ni enoja porque yo no me quiero casar con él) pero ahora sonríe divertido, supongo que por mi expresión de boba.

– No lo sé –mascullo medio tartamudeando intentando volver a respirar bien–. Nunca me dijo nada parecido.

– Bueno, pues a mi si –dice mientras coloca su mano en mi espalda, algo que me causa escalofríos, me da un pequeño empujo y volvemos a caminar–. Parecía muy entusiasmada con la idea.

– ¿Te dijo porque quiere eso?

– Quiere que te vuelvas su madre.

Pobre niña, debe sentirse muy sola. Se me estruja el corazón por la pena… pero tampoco como para ser tan estúpida de casarme con él, no sé cuales serían las consecuencias de aquello y realmente no quiero imaginármelas. Además, seguro que esto es solo una prueba, probablemente solo quiera asustarme y ver como reacciono ante la idea, no creo que de verdad pretenda convertirme en su mujer.

– Eso es algo improbable –titubeo, no sé que decir.

– Pienso lo mismo –saca su mano de mi espalda y empieza a caminar más rápido–. Mejor apuremos este paseo, de otra forma no llegaremos para el almuerzo.

– Si –mascullo molesta, ¿por qué se hace el ofendido ahora? Que infantil es.

Bankotsu


– Tío, ¿jugamos en mi jardín secreto? –me pregunta Rin.

Le sonrío y le revuelvo el pelo cariñosamente, Rin es prácticamente la única a la que considero familia (sacando a Jakotsu) a pesar de que no compartimos sangre. Es tan dulce y buena, nada que ver a Naraku; es mas, hasta me hace recordar un poco a mi hermana…

– Claro –agarro su mano y caminamos juntos, con Inuyasha como nuestra sombra.

– ¿Sabes que hoy Kagome y mi papá se fueron juntos de paseo?

– Uhm si, me lo comentaron –recuerdo vagamente que Kagome me lo mencionó ayer pero estaba demasiado ocupado en admirarla como para prestarle atención. También admito que no es algo de lo que quiera pensar, no entiendo por que soy tan posesivo con ella. Quizás se deba al hecho de que ese “otro” es Naraku, la persona que más desprecio.

– Hoy le conté a papá que quiero que Kagome sea mi madre –prosigue Rin animadamente, sin darse cuenta de mi sobresalto–. Yo creo que quiere casarse con ella. ¿Crees que pronto se convertirá en mi madre?

– Espero que no Rin –suelto sin darme cuenta de la cara de la niña y de lo mal que le cae mi respuesta.

– ¿Por qué?

– No creo que Naraku sea su tipo, ni que él se quiera casar –le digo la verdad sin dar más vueltas.

– Mi padre si es el tipo de Kagome, sino no pasarían tanto tiempo juntos y ella no se sonrojaría así cuando lo ve –suelto un suspiro, tendría que haber adivinado que pasaría–. Además él si se quiere casar con ella.

– ¿Cómo lo sabes?

– Él me lo dijo.

– ¿Cómo?

Rin no me responde, solo me sonríe de una forma maliciosa y se va con Inuyasha dando brincos, dejándome confundido y molesto. Esa niña es un peligro.

Kagura

– Sesshomaru, ¿podemos hablar? –le digo mientras agarro su brazo para que se de la vuelta y deje de alejarse de mi.

No me responde, lo que tomo como un si; el que calla otorga, ¿no es así? Estoy sumamente nerviosa pero al menos ya no estoy tan “enojada” con Sesshomaru, quizás podamos hablar civilizadamente.

– Naraku ya sabe que estoy embarazada.

Nos quedamos mirando a los ojos en silencio, como desafiándonos.

– ¿Qué dijo?

– No me matará al menos –le doy una sonrisa forzada, intentando suavizar la situación–. Quiere que tome reposo y que cuide al niño –exagero un poco, lo sé, pero no creo que sea bueno decirle que Naraku pretende usar a mi hijo en su contra.

– Bueno –dice y se va, dejándome con un sabor agridulce.

Suspiro, no entiendo por que me enamoré de ese hombre tan frío y distante, es como si nadie pudiera alcanzar su corazón, sus sentimientos los tiene tan enterrados que prácticamente los ha olvidado. Y, sin embargo, aún recuerdo lo dulce y atento que fue conmigo la vez que estuvimos juntos. Casi me arrepiento de lo que le estoy haciendo pero es lo único que puedo hacer.

Miroku

– Miroku –Sango toca mi hombro y yo me doy la vuelta sorprendido, normalmente no me habla– ¿me podrías ayudar con esto?

– Claro –le sonrío, tomo una pesada caja cerrada del piso y la sigo por el pasillo–, ¿Hacia donde?

– Al cuarto del señor Naraku –se la ve seria y callada, como incómoda. Quizás debería animarla un poco, luego de dejar esta caja, claro.

Suspiro, las cosas que me hace hacer esta mano maldita…

– ¿Todo en orden?

– Si –habla de forma cortante, no quiere hablarme y no lo hace.

Llegamos a los aposentos del señor y me abre la puerta, entro y dejo la caja.

– Bueno, ya está –digo y me la quedo mirando, es sencillamente hermosa.

– Gracias.

Se marcha hacia la cocina y me dispongo a seguirla, no tengo nada mejor que hacer.

– De nada –le sonrío y ella me ignora, me gustaría que tengamos más relación, que hablemos más.

– ¿Por qué me sigues? –me mira a la cara, está molesta y frunce el ceño.

– ¿Te molesta?

– Si, usted es un monje pervertido.

– ¡Pero si ni te toque!

Soy un santo, no hago nada y ya me acusan. Que injusta que es la vida.

– No vas a negar que lo pensaste –me acusa y yo levanto las manos, aguantándome la risa.

– ¿Ves donde están mis manos? Mi mano maldita no te tocará ni te molestará –intenté sonar lo más solemne posible aunque por dentro me estoy matando de la risa, ¿Sango puede leer la mente? Espero que no, sino soy hombre muerto.

– Bueno, está bien –no está muy convencida, es evidente, pero no tengo problema, tiene toda la razón.

Sonriendo, la sigo admirando disimuladamente sus bellas curvas e intentando controlar mis manos, por lo menos por ahora.


Kouga

– ¡Eh, sarnoso!

– ¿Qué pasa bestia? –le respondo mientras paro en el medio del pasillo, esperando a que Inuyasha llegue.

Siempre nos tratamos así, desde que llegué a este maldito lugar surgió una rivalidad entre nosotros. Competimos por ver quien hace mejor las cosas, quien es más fuerte, rápido o inteligente (en lo que, por supuesto, siempre gano yo). Se podría decir somos casi amigos pero que nos odiamos profundamente sin razón.

– La señorita Rin quiere que juguemos –sonríe de una forma maliciosa que no me agrada.

Sé muy bien como son los juegos de la hija de Naraku y no salgo beneficiado en ellos, Rin es una niña muy dulce pero, cuando quiere, es realmente malvada y tiene una gran imaginación. Una vez quiso jugar a la familia y me tocó ser el sirviente, debía obedecer las órdenes de su hijo, Inuyasha, quien aprovechó la ocasión y me hizo hacer algunas cosas desagradables y vergonzosas que no quiero recordar. La última vez quiso que yo sea su caballo y tuve que cargarla a ella y a Inuyasha en mi espalda por todo el jardín por horas. Realmente prefiero aguantar una hora escuchando las porquerías de Ayame a jugar con Rin e Inuyasha.

– Estoy muy ocupado…

– Pues déjalo –me corta tajantemente, sonriendo, ¡tengo que inventar una excusa rápido!

– Es que no puedo –replico, quemando mis neuronas buscando una idea–. El señor Naraku se enojará si no termino la tarea que me mandó a hacer.

– ¿Ah si? –no me cree, maldito imbécil–. ¿Qué tienes que hacer?

– No es de tu incumbencia –doy media vuelta y Inuyasha agarra mi hombro para que no me vaya.

– Kouga, sabes que es más importante jugar con Rin que lo que sea que tengas que hacer –sonríe, sabe que ya perdí–. Vamos, hoy Rin quiere jugar al quemado.

Suspiro, me pregunto por que siempre soy el primero que elige para jugar. Ahora voy a tener que sufrir una infernal tarde de juegos.

Hakudoshi

– Hakudoshi –inclino la cabeza ante el saludo de Byakuya, quien me pidió explícitamente que lo viese en sus aposentos urgentemente–. Tengo una nueva orden del señor.

– ¿A quien esta vez? –se muy bien que significa eso, algún “trabajo sucio”, como lo llama él.

– No, no tienes que matar a nadie esta vez –se lo ve sonreír cuando arrugo el ceño.

– Entonces, ¿qué tengo que hacer? ¿Amenazar, extorsionar, lesionar?

– Tranquilo niño, no siempre tendrás que hacer ese tipo de cosas –se ríe y me da unas palmadas en la espalda mientras yo lo miro molesto–. Solo tienes ganarse la confianza de la señorita Kagome.

– ¿Para qué? –eso no tiene sentido, cualquier otro podría hacerlo y es algo inútil.

– Para darle esta flor y que siempre la use consigo –sus ojos le brillan y sonríe mientras saca algo de un bolsillo.

Me muestra una flor gris media azulada y yo lo miro a la cara extrañado. Nunca me mandaron a hacer algo así, ¿ganarme la confianza de una muchacha?, ¿solo para darle una flor? Es inaudito.

Las cosas se volvieron muy extrañas desde que llegó esa muchacha, ya nada se puede comprender. Sin embargo, no puedo hacer nada, solo obedecer.

– Bueno –tomo la flor y la guardo con cuidado.

– Supongo que esta de más decirte que estas son las únicas órdenes que recibirás –asiento, siempre es así–. Y todo tiene que ser en silencio, nadie se puede enterar.

– Si.

Asiente y me marcho de los aposentos, meditando como haré para acercarme a esa joven y algo enojado con esa orden, es denigrante que ese sea mi trabajo. Pero, como siempre, solo debo aceptar lo que dicen y hacerlo realidad.

Fin del capítulo 11.

¡Espero que les haya gustado!