Marvel Unbreakable Spiderman

En memoria de Stan Lee, padre de un asombroso universo e inspiración para muchos.



Prefacio:



A principios de siglo XIX, cuando la tecnología humana comenzaba a florecer, centellas en una noche oscura, presagiaron desgracia que nos llevó al punto de la extinción.


De meteoros, criaturas sombrías llamadas simbiontes reptaron hacia las ciudades, asimilaron a poblaciones enteras transformándolos en seres sedientos de sangre y muerte. El instinto nos llevó a prevalecer y seguir peleando, la necesidad de aferrarnos a nuestra existencia nos forzó a acelerar tecnología que nos hubiera llevado décadas en concebir.


Enfrentamientos que en otras realidades se realizaron entre hombres, en contra de tiranía y opresión, aquí fue contra monstruos convenciendonos que no eran más que siluetas corruptas de las personas que quisimos. Emergieron héroes, personajes que el tiempo los transformó en leyendas y así seguimos adelante, convencidos de que todo aquello había quedado atrás.


Nos equivocabamos.


Un hombre de mediana edad viaja en el autobús, revisa los mensajes de su celular, buscando algo que pueda dar pie a una conversación, la última persona que quedaba en la unidad además de él baja en ese momento, es una mujer, probablemente una universitaria, lleva unos portafolio en sus manos con varios diseños al brazo, se despide por cortesía y él le devuelve el saludo, al descender se pierde rápidamente por la acera de la calle, él hombre suspira tocando la sombra de barba que le sobresale de la barbilla, esperando que el siguiente día en su trabajo sea menos agotador.


Su nombre es Oliver Kanan, es mecánico en el taller de un amigo cercano, vive en su casa propia, desde hace un par de años que pudo lograr costearsela, en su sitio humilde, una casa estándar de las de asistencia social, con un solo piso, una pequeña cocina y una habitación, cuenta con algunos muebles y la cohabita con el ser vivo más cercano en su vida en los últimos, un perro cruza de un pastor alemán, llamado Coronel.


Se cuelga su mochila al brazo mientras la unidad se aleja dejándolo en una calle medianamente iluminada, pisa las vías del tren mientras ve que los carros de este se aleja silbando, durante la guerra, desde 1944, México había entrado como apoyo para los aliados en la lucha contra los simbiontes, por fortuna, León, Guanajuato, no sé había visto tan involucrado en una lucha tan intensa como lo había sido en otros lugares del planeta, fuera de algunos operativos por parte de esas criaturas en puntos claves, la mayor parte de la ciudad estaba intacta, la estación próxima a la colonia san pedro de los hernández había sido un punto de paso para trenes que transportaban armas, provisiones y refugiados del norte al sur del continente, por lo que había prosperado bastante, existía desde que la ciudad era una modesta villa.

Varios complejos de casas se extendían hacia donde se veía la vista en el sur de la misma, en la segunda calle, justo donde en la esquina había una enorme tinaco suspendido por cuatro pedestales en el interior de un edificio de la misma compañía que surtía agua a la ciudad. Sus planes para aquel viernes incluían una cena provista de algún puesto ambulante cercano y media Coca Cola que le esperaba en su nevera, mientras miraba aquella película de robots futuristas que viajaban en el pasado, en compañía de su perro.


Una luz intensa le destello de pronto, unos locales que se encontraban en la misma calle principal, por las ventanas brillaba una y otra vez como el efecto que se produce al soldar metal con cautin o una falla eléctrica intensa, a esas horas de la noche lo segundo parecía más acertado.


Oliver recordaba a la dueña de ese lugar, una mujer ya anciana que tenía una pequeña loncheria justo en ese sitio y siempre al pasar como si se tratara de un chiquillo le obsequiaba un churro con azúcar, era una buena persona, con un hijo recluido en una cama a causa de una enfermedad degenerativa, definitivamente, no podía quedarse con los brazos cruzados, esperando que lo peor ocurriera. Miró por la ventana pero el brillo no le permitía distinguir claramente que ocurría


— Luego vendré a arreglarle el cristal— declaró a modo de disculpa, antes de arremeter contra este con una piedra.


Este se hizo añicos y el resto lo pudo retirar sin lastimarse con su bota de trabajo, entró al local intentando ver el origen del corto circuito y buscar la manera de interrumpirlo. Pero justo estaba de pie dentro del local, el piso entero cedió bajo de él como si hubiera estado fabricado de simple papel, cayó varios metros, los suficientes para lastimarse el pie al golpear con fuerza el piso rocoso e irregular, por unos instantes no miro nada, pero una luz intensa similar a la que había brillado en el local, en el piso se grababan extraños símbolos arcanos, percatandose entonces que donde estaba era una caverna enorme, en el otro extremo de esta comenzó a moverse, incluso en la distancia donde se encontraba era enorme en comparación a él, comenzó a levantarse y su tamaño pareció a duplicarse, sus extremidades se encajaron en el piso haciéndolo crujir, a toda velocidad comenzó a andar y hacía justo a donde se encontraba.


— ¡ Oh no! ¡Por dios!...— exclamó asombrado.


Buscó levantarse pero su pierna estaba hinchada y le produjo un profundo dolor que le obligó a tirarse de nuevo.


Para Kanan era imposible lo que estaba ocurriendo, algo como lo que estaba viendo no podía existir, incluso en aquel universo lleno de monstruos, una araña arcana tatuada con los mismos símbolos de ese lugar le saltaba encima sin darle tiempo de hacer nada al respecto, mirando luego una envolvente y asfixiante oscuridad.